La regularización tributaria en el Derecho penal

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Actualidad Jurídica
Boletín Nº 1
La regularización tributaria
en el Derecho penal
Por: Raúl Pariona Arana
Según las leyes, aquel que comete un delito debe
ser procesado y posteriormente sancionado con una
pena. Sin embargo, en el derecho peruano esta regla
tiene una excepción en el caso de los delitos
tributarios. En este ámbito quien comete un delito
(comportamiento típico, antijurídico y culpable) puede
librarse de la sanción penal si regulariza su deuda
tributaria.
Pero
¿en
qué
consiste
dicha
regularización?, ¿cuáles son sus presupuestos?, y,
más relevante aún, ¿es adecuado que en nuestro país
exista un supuesto de impunidad tal?
Regularizar implica, según nuestro ordenamiento
jurídico, pagar la totalidad de la deuda tributaria
(tributo, intereses y multas) o devolver el beneficio
tributario obtenido indebidamente, es decir, el que se
ha “originado por la realización de alguna de las
conductas constitutivas del delito tributario”. Esta
renuncia a la persecución penal ha sido establecida
expresamente por el legislador peruano en el artículo
189 del Código Tributario: “no procede el ejercicio de
la acción penal por parte del Ministerio Público, ni la
formulación de denuncia penal por delito tributario por
parte del Órgano Administrador del Tributo cuando se
regularice la situación tributaria”.
En consecuencia, para que la regularización
despliegue sus efectos liberatorios, deben concurrir
dos presupuestos básicos. En primer lugar, el autor
de la defraudación tributaria deberá pagar la totalidad
de la deuda tributaria o devolver el íntegro del
beneficio tributario obtenido ilegalmente. No tendrá
efectos liberatorios el pago parcial o la promesa de
pago. Tampoco se admite un fraccionamiento
tributario. En segundo lugar, la regularización de la
situación tributaria debe producirse antes que se inicie
la correspondiente investigación fiscal o antes que el
órgano administrador del tributo notifique cualquier
requerimiento en relación con el tributo y período en
que fue realizada la conducta ilícita. A partir de ese
momento no será posible regularizar la situación
tributaria. Por eso, si posteriormente la deuda es
pagada, ello podrá ser valorado únicamente con la
finalidad de posibilitar una atenuación de la pena, mas
no eximirá al autor de una sanción penal.
Ante este panorama cabe preguntarse si esta
impunidad institucionalizada, este perdón legal, es lo
más adecuado para la sociedad, porque, en rigor,
nos encontramos frente a personas que han
cometido un delito (defraudación tributaria), esto es,
que han afectado la recaudación del tributo con las
consabidas consecuencias que este grave hecho trae
consigo. El mero hecho de devolver lo que se obtiene
ilícitamente no hace desaparecer el delito cometido.
La impunidad, por lo tanto, estaría aquí en cierto
modo reñida con la justicia. Asimismo, se daría un
mensaje equivocado a la sociedad. Finalmente, se
trataría de una aplicación no igualitaria de un criterio
legal, pues no sucede lo mismo con otros delitos.
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Pese a todo, el legislador peruano ha decidido ir en
otra dirección y perdonar la pena a quien cumple con
pagar la deuda tributaria originada por el delito.
También los ordenamientos jurídicos de otros países
prevén regulaciones similares, así el de Alemania
(Nachzahlung, § 371 Abs. 3 AO) es un ejemplo claro
de esta tendencia. Dado que se trata de la
recaudación fiscal, para el Estado resulta prioritario
recaudar los tributos que se dejaron de pagar como
consecuencia del delito antes que sancionar a quien
lo ha cometido. No se trata de una medida ilegítima.
El Estado está facultado a adoptar las medidas
político-criminales en función de sus necesidades.
Bien vistas las cosas, incluso se podría decir que es
una decisión recomendable, pues materializa y hace
efectivos los fines que justamente el Derecho penal
persigue en un Estado de Derecho: que el delincuente
regrese al camino de la legalidad y repare el perjuicio
causado a la víctima. Para ello, el Estado tiende al
delincuente un “puente de oro”, para que mediante la
regularización retorne al camino de la ley y repare a su
víctima: ¡El fin perseguido por el Derecho penal se ha
alcanzado!
Ante el conflicto de dos intereses legítimos del
Estado – sancionar al delincuente o que se repare el
perjuicio ocasionado a la víctima –, se ha preferido
atender al más acuciante para la sociedad. Por lo
tanto, la regularización tributaria es un claro ejemplo
de una adecuada intervención político-criminal del
Estado.
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