PLANTEAMIENTO FILOSOFICO SOBRE EL

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PLANTEAMIENTO FILOSOFICO SOBRE EL HOMBRE
FILOSOFOS | TEORIA | COMPARACION |
Sófocles, Refleja el dilema insuperable entre la voluntad o la razón individual y la
fuerza de las leyes que fijan la tradición. Dice que el hombre es dueño de él, que
está condenado a su vida.
Sócrates dice que el hombre puede a la verdad si se lo propone. El hombre es
capaz de conocer la verdad de superar la opinión elevándose al conocimiento de
los conceptos, de lo universal. Sócrates nos habla que el hombre es capaz de
conocer la verdad por medio de conceptos y Marín nos dice que el hombre puede
cambiar todas las ideas.
Santo Tomas nos dice que lo esencial es el alma y el cuerpo ya que ambos se
necesitan entre sí. El hombre está formado por el alma y cuerpo, forma parte de
su esencia ya que sentir no es una operación del alma sola. Relata su teoría y San
Agustín nos dice que el alma no le pertenece al cuerpo si no que es remplazada
por el espíritu.
San Agustín, El hombre está formado por el cuerpo y el espíritu y que la cárcel del
alma no es el cuerpo humano. San Agustín nos da su tierra.
Bobber, El hombre se vuelve el mismo problemático cuando se siente solo en el
mundo perdido en el universo. Nos habla del problema que tiene el hombre
cuando está solo y Nietzsche habla sobre la enfermedad que tiene el hombre
debido al temor conmocionado por la falta de moral.
Hobbes, El hombre es malo por naturaleza y está más expuesto a no ser racional.
Nos da su teoría y Marín nos dice que el hombre es totalmente racional ya que
analiza.
Nietzsche, El hombre es un ser enfermo y la enfermedad que padece se llama
moralidad cuya forma histórica es el nihilismo. Santo Tomas nos habla sobre la
relación que debe haber entre alma y cuerpo para que el hombre este en equilibrio
mientras que Nietzsche dice que el hombre se niega a la creencia.
Carlos Marx, El hombre no es un ser abstracto fuera del mundo, sino que el
hombre es el mundo. Nos da su teoría mientras que Bobber dice todo lo contrario
ya que el mundo es el hombre.
Marcuse, Se opone a lo abstracto del pensamiento racionalista cartesiano, que
entiende al hombre como sujeto ideal, descartando el valor de lo corporal y lo
erótico. Marx y Marcuse se basan en que el hombre no es abstracto si no que
Marcuse tiene al hombre como un sujeto ideal descartando lo corporal y lo erótico.
Lipovetsky, El hombre posmoderno siente progresivamente la dificultad de echarse
a reír, de salir de sí mismo de sentir entusiasmo, de abandonarse al buen humor.
Nietzsche y Lipovetsky ambos nos dan sus teorías y estos están relacionados con
el estado de ánimo y el problema que el hombre tiene con él.
Marín, El hombre es capaz de cambiar ideas y mitos, establece la importancia de
tomar ideas y someterlas a análisis. Sócrates y Marín nos hablan de que el
hombre es capaz de llegar a su meta por medio de investigación y análisis.
Planteamiento del hombre
Si entendemos la filosofía como un saber de segundo grado, es decir, como un
saber que se apoya sobre otros saberes previos, en este caso, los saberes
mundanos o científicos sobre la personalidad, entonces los problemas filosóficos
que suscita la persona humana los plantearemos como cuestiones resultantes de
la concurrencia misma de los tratamientos positivos, biológicos, antropológicos,
históricos, morales, jurídicos o religiosos, en tanto que esos tratamientos no son
meramente yuxtaponibles o «integrables». La idea de persona aparece sólo en
un horizonte histórico (en el que las relaciones religiosas primarias
y secundarias de los hombres con los animales hayan dejado paso a las
relaciones propias de las religiones terciarias, a través de las cuales el hombre
actúa ya como «señor de los animales»), pero se desdibuja al pasar a un
horizonte meramente prehistórico o antropológico. Por ello, el problema filosófico
principal que suscita la persona humana, podría ser planteado como el problema
de la naturaleza de la conexión de sus componentes, personalidad e
individualidad. Si el concepto de persona es distinto del concepto de hombre, ¿qué
conexión hay entre la persona y el hombre o el individuo humano? ¿Habrá que
hablar de un proceso de transformación del hombre en persona o bien, habrá que
decir que la persona es originaria con el hombre?, o ¿acaso la persona no es
anterior o posterior al hombre (en el sentido de la metempsícosis)? ¿Cuál es la
razón del nexo entre el hombre y la persona, si es que son diferentes, y cuál es la
razón de la diferencia, si es que son idénticos?
Tal es el punto de partida de nuestro planteamiento del problema filosófico
principal que suscita la persona humana, cuando se la sitúa en el terreno más
cercano posible al mismo plano conceptual ordinario o «mundano», que se refleja
en el lenguaje corriente. Ahora bien, no hay una respuesta unívoca, porque
tampoco es unívoca la Idea de Persona. Existen diversas ideas de persona, y la
misión de la filosofía no consistirá necesariamente tanto en «crear» una nueva
cuanto en distinguir las existentes y en discriminar cuál sea la idea más potente
(es decir, capaz de reducir a las otras). Pues las ideas de persona han de
suponerse ya dadas en correspondencia a épocas o sociedades determinadas. Lo
que no significa que todas ellas tengan el mismo alcance cuando se las analiza
desde un punto de vista filosófico crítico. Tampoco significa que ninguna de ellas
merezca ser tomada en consideración. Por nuestra parte tenemos en cuenta la
posibilidad de clasificar la diversidad de ideas de persona atendiendo a criterios
pertinentes que suponemos están dotados de alguna fuerza disyuntiva. Si esta
clasificación fuera posible, podríamos elegir (al menos después de agregar
determinadas premisas, que nosotros tomaremos «del presente»). Se trata, por
tanto, de adoptar una perspectiva dialéctica. En efecto, delante de una
clasificación sistemática de características semejantes, ya no podremos, en
principio, declarar equivalentes a todas las ideas de persona sistematizadas (a
efectos de aceptarlas a todas por igual, aunque sea en el terreno estrictamente
doxográfico), ni rechazarlas a todas (reduciéndolas a la condición de ideologías
ligadas a épocas o sistemas sociales que pudiéramos considerar ajenos);
tendremos que «elegir», tendremos que «tomar partido» por alguna o por algunas
de ellas, en función de la composición de este sistema con determinadas premisas
(científicas, morales, &c.) que supondremos apoyadas «en el presente».
En cualquier caso, nuestro «partidismo» es dialéctico, precisamente porque
supone que la parte elegida no tiene una figura susceptible de ser delimitada por
sí misma; sino que, en gran medida, su delimitación sólo es posible por la
negación de las otras alternativas, al extremo de poderse decir que la parte
elegida sea, hasta cierto punto, una contrafigura de las partes que hemos
rechazado. Por ello no podrán ser estas concepciones, aunque rechazadas,
ignoradas o mantenidas al margen. Toda la dificultad estriba, por tanto, en
determinar los criterios pertinentes para separar, de modo disyuntivo, diferentes
tipos de ideas de persona u homólogos suyos. La determinación de tales criterios
habrá de estar llevada a cabo, sin duda, desde una idea «específica» de persona;
pero no por ello los criterios han de tenerse a priori como partidistas. Vamos a
presentar cuatro criterios genéricos que parecen reunir las condiciones de
pertinencia y adecuación a la materia clasificada. Del cruce de estos criterios
resultarán los diferentes «géneros subalternos» y las «especies» de ideas de
persona incluidas en la tabla que ofrecemos al efecto. De los cuatro criterios que
vamos a presentar, los dos iniciales (el primero y el segundo) son de
índole material (están fundados en la materia misma del campo humano y
personal); los dos últimos (tercero y cuarto) son formales, en el sentido de que se
apoyan en aspectos comunes a otros campos de fenómenos diferentes.
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