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Entorno educativo
POR
JOSÉ LUIS ALMAZÁN ORTEGA
Una evaluación de la
calidad educativa
en México
El 62.8% de los niños de sexto año de primaria tienen un
desempeño deficiente en la lectura, y en matemáticas el nivel
de insuficiencia es del 86%, de acuerdo con los resultados
obtenidos por el Instituto Nacional para la Evaluación de la
Educación (INEE) en la aplicación de pruebas nacionales a
una muestra representativa de alumnos de ese grado de la
educación primaria en el 2003.
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[
La evaluación tiene
como finalidad hacer
diagnósticos precisos
que permitan fijar
metas realistas
de mejora
]
foto: Cuartoscuro
E
ste es el tipo de datos que hoy
forman parte de nuestra incipiente
cultura sobre la evaluación, y
generalmente nos enteramos de ellos
por medio de los encabezados y notas de
la prensa (hay que pensar que muchos
solamente leen los encabezados, sin
adentrarse en la nota completa) o lo
poco que se menciona en los noticiarios
de la radio y la televisión.
Nos impresionan fácilmente los
números que comparan a nuestra
educación con la de otros países,
tales como el hoy denominado
Trends in Mathematics and Science
Study (TIMSS),el Tercer Estudio
Internacional de Matemáticas y Ciencias
—proyecto realizado por la Asociación
Internacional para la Evaluación del
Logro Educativo— o el Programa para la
Evaluación Internacional de Estudiantes
(PISA) que lleva a cabo la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE).
También nos causan preocupación los resultados obtenidos por instituciones u
organismos nacionales, como el Centro Nacional de Evaluación para la Educación
Superior, A.C. (CENEVAL), o los resultados mismos que arroja la aplicación de
pruebas a los alumnos de los maestros que participan en el proceso de evaluación de
la Carrera Magisterial.
Todo ello nos conduce irremediablemente a concluir que nuestro sistema
educativo está muy mal. Nos hace falta avanzar mucho en la comprensión del
significado y alcance de la evaluación y tenemos que crear en nuestro país una
cultura de la evaluación para no adoptar posturas tan extremas que no corresponden
a la complejidad de la realidad.
Pero, ¿cuál es el objetivo de realizar evaluaciones? ¿Por qué debe existir un
organismo como el INEE? La evaluación no debe ser solamente un medio para
lamentarnos acerca de lo mal que estamos, para autoflagelarnos y justificar así la
situación de nuestra sociedad. La evaluación no es una actividad que principalmente
sirva para señalar culpables y aplicar castigos.
En países como Alemania, después de obtener resultados insatisfactorios en las
pruebas internacionales, esto fue causa de la búsqueda de una reforma. El director
general del INEE, el licenciado Felipe Martínez Rizo, al presentar los resultados de
las pruebas nacionales de lectura y matemáticas apuntó que se requiere una reforma
educativa tan importante como las reformas hacendaria o energética que ahora se
están planteando.
La evaluación tiene como finalidad hacer diagnósticos precisos de la situación
educativa, para de este modo poder fijarnos metas realistas y diseñar estrategias
adecuadas de mejora. La evaluación sí sirve para que los que tienen a su cargo la
Entorno educativo
educación rindan cuentas sobre su
responsabilidad, pero considerando
todos los factores que influyen en los
resultados educativos. En este sentido,
la evaluación se muestra como un
instrumento valioso para promover
la elevación de la calidad educativa
y para que la sociedad en general y
en particular los padres de familia
puedan conocer su estado, hacer su
contribución y exigir los resultados
pertinentes.
Necesitamos una evaluación
objetiva; ni triunfalista que nos lleve
a la inmovilidad, porque no sea capaz
de detectar los errores del sistema y
nos quedemos con la idea que todo
está bien; ni derrotista, que nos
haga concluir que todo está mal y
no hay punto de donde partir. Por
ello es conveniente adentrarse en el
conocimiento de los datos que nos
ofrecen las diferentes instituciones, por
ello es conveniente que ellas mismas los
difundan ampliamente, pero también
de la forma más adecuada y accesible
al público, para ir construyendo poco
a poco la cultura de la evaluación que
nos permita apreciar e interpretar la
información que genere la evaluación.
Por esa razón se ha creado el
INEE, para dar oportunidad a que un
organismo externo a la SEP ofrezca la
realización de una evaluación imparcial,
que se dé a conocer oportunamente a
los actores involucrados y a la sociedad,
en una forma transparente. Aunque
el INEE todavía no es completamente
autónomo, sí resulta muy
confiable, por cuanto en él
existe la participación de
la sociedad en su órgano
directivo. Forman parte
del Consejo Directivo del
INEE el presidente de la
Fundación para la Cultura
del Maestro, el presidente
de Transparencia
Mexicana, el presidente
de la Federación Nacional
de Padres de Familia, el
Presidente de la Unión
Nacional de Padres de
Familia, el Presidente de la
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[
En la actualidad, dentro del ámbito
educativo, hay quienes se oponen
a la evaluación: algunos, porque afecta
a sus intereses; otros, porque dicen
que es parcial y solamente ofrece los
aspectos cuantitativos
]
Comisión de Educación del Sector Empresarial y el representante de Observatorio
Ciudadano de la Educación, así como gente de primer nivel y calidad humana.
Hay que recordar que anteriormente la SEP ya realizaba evaluaciones, e
igualmente participó en evaluaciones internacionales, pero los resultados no se
daban a conocer, cual si fueran secretos de Estado. Además de contar con una
evaluación objetiva e imparcial, además de que es importante que en la sociedad se
pueda comprender en su justo significado los resultados de la evaluación, también
es importante que se tomen decisiones y se actúe en consecuencia para mejorar
nuestro sistema educativo.
Así, por ejemplo, con respecto a las pruebas nacionales aplicadas por el INEE
a los niños de sexto de primaria, también se aplicaron pruebas de lectura y de
matemáticas a una muestra de alumnos de secundaria de tercer grado, recogidos en
el documento La calidad de la educación básica en México: primer informe anual
2003, del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (www.inee.com.mx),
que señalan deficiencias en las habilidades lectoras y para las matemáticas.
La pregunta es: ¿qué está planteando hacer la SEP para remediarlo? Sin duda que
algo también muy relevante es saber si conocemos las causas de esa deficiencia, para
entonces, de acuerdo con ello, poner manos a la obra. Entonces habría que agregar
una segunda pregunta: ¿la SEP conoce las causas de esta deficiencia que se ha
detectado?
En relación con este último ejemplo, sería trascendente que en un futuro el INEE
tuviera la facultad de señalar y requerir a las autoridades educativas la realización
de sus recomendaciones resultantes de la evaluación que realiza. Por ahora la labor
que ha realizado el INEE en su primer año de existencia ha sido, en general, el
análisis de las evaluaciones que anteriormente se habían realizado
y la compilación y análisis de los datos de indicadores que ya venía
manejando el sistema educativo: participó en la aplicación de la
prueba de PISA 2003 en México y en la aplicación de las pruebas
nacionales de lectura y matemáticas.
En la actualidad, dentro del ámbito educativo, hay quienes se
oponen a la evaluación: algunos, porque afecta a sus intereses;
otros, porque dicen que es parcial y solamente ofrece los aspectos
cuantitativos; también hay quienes señalan —sobre todo en la
educación superior— que en muchos casos se trabaja ya no en
función de las finalidades educativas sino en el cumplimiento de los
requisitos que les impone la evaluación, en particular la docente o de
los investigadores.
La evaluación ya es imprescindible. No se puede avanzar
sin ella. Se ha dicho, y con razón, que no se puede hacer
progresar lo que no se puede medir. No obstante, es cierto
foto: Santiago Arvizu
que se debe complementar la
evaluación cuantitativa con la
cualitativa, aunque en ésta última
el avance no ha sido igual que
en la primera. Las técnicas e
instrumentos más desarrollados
se encuentran dentro de la línea
de la evaluación cuantitativa. Tal
es el caso de las técnicas para la
elaboración, aplicación y valoración
de las pruebas de conocimientos
y habilidades estandarizadas, que
cuentan con un gran desarrollo, el
cual permite asegurar que miden
adecuadamente lo que miden y que
lo hacen con un margen de error
bastante aceptable, si se siguen
los procedimientos adecuados
que les dan su validez. Por esa
razón no es cuerdo descalificar,
quizás por desconocimiento,
el valor de tales herramientas,
aunque comprendemos que una
buena evaluación no puede basarse
solamente en un instrumento.
Pero tampoco nos podemos hacer
esclavos ciegos de los números e
indicadores, como la situación en que
una universidad —por cumplir con
el indicador de contar con un mayor
número de maestros con posgrado—,
despide a sus mejores catedráticos
hechos por la experiencia y el amor a
su profesión, porque no contaban con
un título de doctorado o maestría; y
en cambio le da cabida a maestros y
doctores que saben mucho, pero que no
tienen la vocación de enseñar.
Es vital que la evaluación no pierda
su sentido: no es el fin, sino un medio
para asegurarnos de llegar a donde
queremos. De otro modo podemos caer
en burocratizar más a la educación. La
tarea que le queda por hacer al INEE es
enorme. En nuestro país no contamos
con la cultura de la evaluación, ni con la
cultura de la información. No existen estadísticas, más que las oficiales, y de ellas se
desconfía. Donde existe información, solamente es conocida por quienes la generaron
para su uso, mientras que el resto del mundo la ignora.
Se antoja indispensable que se llegue a contar con indicadores que le digan
a la gente, especialmente a los padres de familia, qué es lo que realmente están
aprendiendo para la vida sus hijos, en cuanto a conocimientos, habilidades,
actitudes y valores; cuál es la calidad de las relaciones que se dan en el aula, si se
está fomentando el civismo bien entendido, el trabajo en equipo, el respeto a los
derechos de los demás, la capacidad de resolver conflictos mediante el diálogo, la
capacidad de iniciativa, la creatividad, el espíritu emprendedor, la cultura del logro,
el desarrollo de la autoestima, etcétera. Esto es difícil, y tampoco se ha desarrollado
satisfactoriamente y por completo en otras partes del mundo, pero no cabe duda
que es una necesidad en la que se tiene que investigar y trabajar para crear los
instrumentos apropiados.
Ahora el INEE aplica pruebas por muestreo. Lo deseable para el futuro —y que
dependerá más de la generación de las ya varias veces mencionada cultura de la
evaluación— es que se lleguen a aplicar pruebas censales, estandarizadas a todos los
alumnos que se quiere evaluar, mediante las cuales se pueda conocer la situación
de cada escuela. Esto no puede realizarlo solamente el INEE, pues se requiere que
en cada entidad federativa exista un órgano semejante, o que la dirección u oficina
de evaluación correspondiente colabore en la aplicación de estas pruebas, bajo la
coordinación, metodología, normatividad y supervisión del INEE, para darle la mayor
confiabilidad y validez posible.
De otra manera, también se podría hacer desarrollando en cada escuela la cultura
de la autoevaluación con honestidad y transparencia, y empleando la metodología,
los instrumentos e indicadores nacionales desarrollados por el INEE, en colaboración
con las entidades y sus organismos, direcciones u oficinas equivalentes o afines a
su función. Debemos advertir que en cuanto la información existente corresponda
más al interés de los afectados, escuela por escuela, zona por zona, etcétera, será
mucho más efectiva para generar un proceso de mejoramiento. Naturalmente, esto
exigiría un conocimiento y comprensión de lo que es y para qué es la evaluación,
en el público y los destinatarios de la información (padres, maestros, directivos,
autoridades). Igualmente, se necesitaría preparar a los educadores en el cómo de la
realización de la evaluación, para que su colaboración en esta labor de diagnóstico
fuera más eficiente.
Se requiere que estemos conscientes de que no automáticamente toda deficiencia
puede atribuirse a una labor negligente y que no se puede aplicar el mismo juicio
de valor al resultado obtenido por una escuela urbana con todas las ventajas, que a
una escuela rural en las más pobres condiciones. Tampoco sería deseable que en la
imitación extralógica (fuera de contexto) lleguemos a hacer que el destino de un
alumno dependa del resultado de una sola prueba, como ocurre en algunos casos en
Estados Unidos. O que aspiremos a alcanzar las condiciones académicas de otros
países que carecen en el aspecto humano de importantes valores que los llevan al
desequilibrio personal y social (infelicidad, suicidio, sociopatía). De nuevo, todo
depende de que tengamos una cultura de la evaluación y de que antes definamos a
dónde queremos llegar. E
El autor es licenciado en Pedagogía egresado de la Normal Superior F.E.P. de la ciudad de México. Hizo la maestría en
Educación Familiar en la Universidad Panamericana y estudios de doctorado en Filosofía y Educación en la Universidad
de la Ciudad de México. Profesionalmente se ha desempeñado como docente en instituciones como el Instituto Anglo
Español, a nivel de secundaria; el Tecnológico de Monterrey y el Bachillerato Tecnológico Copilco, en preparatoria; y en
las Universidades Hispanoamericana y Panamericana en la Licenciatura de Pedagogía. Desde 1992 se desempeña como
gerente de Educación en la Dirección de Estudios y Análisis de la Coparmex, y coordinador de la Comisión Nacional de
Educación de la misma confederación.
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