La influencia de la literatura en mi vida

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GMEP 3º D-8
Didáctica de la lengua y la literatura
La influencia de la literatura en mi vida
Nunca me he sentido muy afín a la literatura… O al menos eso es lo que tengo por
idea la mayoría de mi tiempo consciente. Sea por la razón que sea, vagancia, desgana,
falta de tiempo, poca motivación… la realidad es que nunca me ha dado por coger un
libro y ponerme a leer por puro placer. Es en la actualidad, con 21 años, casi 22, y
todavía me sigue costando. Y mucho.
Para poder comenzar con una lectura regular necesito algo que me enganche, lo cual
puede ser cualquier cosa: he leído novelas de misterio, dramas, juveniles, comedias… y
puedo decir que a la hora de coger un libro estoy abierto a todo tipo de posibilidades
literarias.
Pero lo difícil está ahí, en tomar la decisión de ponerme a leer. Es mi reto más
complicado, ya que desde siempre lo he considerado como “la última opción”, de lo
cual no me siento nada orgulloso, pero me cuesta modificar.
Eso sí, cuando me engancho, me engancho de verdad. De coger un libro y leerlo
como si me fuera la vida en ello, de olvidarme de que el mundo existe y sumergirme
dentro de ese montón de papeles con letras que hacen que me teletransporte a un
universo paralelo del cual querría formar parte.
Todas esas sensaciones las he comenzado a vivir desde que descubrí (o desde que
ella me descubrió a mí) la saga “Fantasville”, de Christopher Pike. Tendría unos 11 ó 12
años cuando me tío me regaló un puñado de libros cuyas portadas me resultaban muy
atrayentes. Claro, lo normal a esa edad: muchos colores, letras fantasmagóricas, libros
no muy gordos, con personajes más o menos de mi misma edad o un poco más mayores.
Además de misterio, mi género preferido pues es el que más me hace engancharme
debido al suspense que crea.
Pero la realidad es que no empecé a leerlos hasta pasado un gran tiempo. Tuvo que
ser una tarde que salí del colegio y estaba tan aburrido que busqué métodos de
entretenimiento por toda mi casa, que además no era chica, y fue cuando los vi, así que
probé suerte. Y cómo me alegro de haberme aburrido esa tarde, porque al comenzar a
leer esas páginas entré en un vicio casi diario.
David Fernández Herrerías
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Mi ritual, por así llamarlo, era el siguiente: después de comer y ver un rato la tele,
subía inmediatamente a mi habitación, enchufaba el ordenador y ponía la lista de
canciones, empezando siempre por la misma: “Beautiful Life” (1995) de Ace of Base.
Eso sí, no muy alta para poder concentrarme en la apasionante lectura que tenía frente a
mis manos, tirado boca abajo en la cama, o boca arriba, según el momento. Siempre me
ha costado encontrar la postura idónea para todo. Probablemente a lo largo de la lectura
cambiaba de posición unas veinte veces, sin exagerar.
Hablando del libro. De los libros más bien. La colección Fantasville es una saga de
obras que narran las aventuras de unos jóvenes pero intrépidos muchachos y muchachas
residentes en el pueblo de Fantasville, donde suceden cosas extrañas, paranormales y
totalmente increíbles. Claramente, el libro era una mezcla de ciencia ficción y suspense,
aunque creo recordar que también tenían su toque cómico y, por supuesto, dramático. Si
con algo he llorado, ha sido con el final de muchos de sus libros. Pobre Watch, las
lágrimas que me hizo soltar con sus historias…
Y esos sentimientos se me provocan porque a la vez que leía, podía sumergirme en el
libro, como si yo formara parte de él y lo viviera totalmente como uno más de esa
pandilla, o como si yo me identificara con alguien. No sé muy bien cómo explicarlo,
pero sé que en la actualidad me sigue pasando, y no sólo en mis lecturas, sino al ver
películas y sobre todo series o videojuegos, ya que la historia es más larga, lo cual me
da más momentos para acercarme a los personajes. Cuando se lo cuento a alguien,
llegan a reírse, pero a mí me gusta, me hace sentirme vivo; tener una capacidad
empática de la que sentirme orgulloso.
A lo largo de los años, he ido leyéndome los libros con mucha ilusión y a la vez
tristeza, pues no tenía la colección completa y me quedaba con muchísimas ganas de
descubrir lo que pasaba entre un libro y otro, o sin conocer el origen de determinadas
situaciones del pueblo. Por mucho que busqué en Internet y en librerías, nunca encontré
casi nada. Pero al escribir este texto se me ha reactivado la esperanza y creo que me voy
a poner a buscar en seguida. Creo que ello demuestra lo mucho que me marcó esa
colección literaria. No pondría ningún reparo en volver a leérmelos todos, otra vez. Es
más, creo y estoy seguro de que voy a volver a hacerlo en breves…
Cambiando de tema y dejando aparcado Fantasville, creo que mi poca afición a la
lectura también pueda deberse a que desde el colegio nos mandaban leer libros
obligatorios sin posibilidad de elección (que no todos), con lo que llegaba a desarrollar
David Fernández Herrerías
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una especie de intolerancia literaria. Si me obligas a hacer o ver algo que no me gusta,
tarde o temprano le tomaré manía y lo pondré en mi “lista negra” de aficiones. Me
parece que de debería respetar la afición y los gustos de las personas. Si no le gusta leer,
quizá tarde o temprano sienta interés, o probablemente nunca, pero desde mi punto de
vista debe ser una elección personal. Lo más seguro es que aún no se hayan encontrado
con algo que verdaderamente les llame su atención. Y eso, al menos en mi caso, no se
busca, surge. Te encuentra.
Con el paso de los años, no son muchos los libros que he llegado a leerme y que han
llegado a engancharme. Si es uno de esos que me obligan a mirar, como fueron “La
Celestina”, “La Casa de Bernarda Alba”, “El Lazarillo de Tormes”… pues mucho
menos. Creo que no llegué ni a terminármelos.
Sin embargo, uno de esos obligados sí que me gustó, y mucho. Se llamaba “Las siete
muertes del gato”, de Alfredo Gómez Cerdá. Lo leí en el instituto cuando tenía unos 16
años y, tanto a mí como a la gran mayoría de mis compañeros, nos iluminó bastante la
pasión por leer.
Un día leyendo un periódico deportivo, visualicé un anuncio interesante: un libro que
mezclaba dos de mis grandes pasiones: deporte y misterio policíaco. No dudé ni un
segundo en comprármelo. Su nombre es “Muerte a seis veinticinco”, escrito por Jordi
Cervera. El pobre sólo duró en mis manos cuatro días. ¡Así sí daba gusto leer!
Más adelante a mi hermano le publicaron unos relatos que escribió años atrás y claro,
era de obligada lectura por ser quien era. Pero de igual manera, como era algo que me
gustaba y además tenía bastante cercanía conmigo, se me consumió en las manos.
Ya en la universidad, una tarde de aburrimiento (como siempre) me dio por buscar en
la biblioteca de casa a ver qué teníamos para leer. Y vi algo que enseguida supe que
tenía que leer: ¡Agatha Christie! Curiosamente (o no tanto si se me conoce) empecé a
leer uno de su libros, “Asesinato en el Orient Express”, el cual fue como una droga para
mí (lo leía hasta en los cambios de clase o durante las mismas en la universidad), pero
fue acabarlo y abandonar de nuevo el hábito. Nada raro en mí, ¿verdad?
Ese mismo año, en una asignatura nos pidieron que leyéramos algunos libros. La
mayoría me tenían frito pero entre ellos se erigió uno en particular: “Por fin, libres” de
Daniel Greenberg. En él se explicaban las vivencias, modos de vida y la situación de un
colegio alternativo americano: Sudbury Valley School. Este libro, más que gustarme por
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su escritura, fue por lo que contaba y por la inspiración que me provocó para mi futuro
docente.
El último libro (o libros) reseñable que me leí fue la saga “Los Juegos del Hambre”,
traída al mundo por la autora estadounidense Suzanne Collins. Me llamó la atención
gracias a un amigo que me habló de él y que me dejó para que lo leyera. Así fue, al
igual que los libros de Fantasville, esta trilogía me tenía totalmente absorto, sin poder
parar de leer ni un momento.
Del tirón leí los dos primeros (ese y “En llamas”), a la vez que veía la primera
película en el cine. Fue la primera película que vi después de haber leído el libro, y
gracias a ello por fin comprendí todos esos comentarios que había escuchado de mucha
gente diciendo que “el libro (casi) siempre es mejor”. Totalmente de acuerdo, a pesar de
no tener una sola imagen en el libro, el poder de la imaginación es lo que hace grande a
la lectura o lo que nos da mayores posibilidades de un disfrute personalizado. Incluso se
entiende mucho mejor la película. Por eso ahora estoy meditando seriamente conseguir
todos los libros de mi saga cinematográfica favorita, Harry Potter. Y, por supuesto,
¡leerlos!
Lo que pasa es que ahora estoy un poco preocupado. Desde que empezó el verano,
dejé la tercera parte, “Sinsajo”, en el olvido y todas las veces que he intentado ponerme
con ella ha sido un fracaso. ¿Habré perdido mi motivación con esa gran saga? ¿O
simplemente necesito el pequeño empujón que me devuelva a sumergirme en esa gran
pasión oculta mía, como es la lectura?
David Fernández Herrerías
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