Vida y carácter de Kant April 21, 2014 1 Introducción SI prescindimos de la historia de su desarrollo intelectual y de los resultados de éste no necesitaremos mucho tiempo para exponer los hechos de la vida de Kant. Pues fue una vida excepcionalmente desprovista de acontecimientos y de incidentes dramáticos. Es verdad que la vida de cualquier lósofo está primariamente dedicada a la reexión, y no a una actividad externa en el escenario de la vida pública. El lósofo no es un comandante en el campo de batalla, ni un explorador del Ártico. Y a menos que se vea obligado a tomar veneno, como Sócrates, o que le quemen en la hoguera, como a Bruno, la vida del lósofo tiende a ser poco dramática. Pero Kant no ha sido ni siquiera un hombre de mundo y viajero, como Leibniz. No salió en toda su vida de la Prusia Oriental. Ni tampoco ha ocupado la posición de dictador losóco en la universidad de alguna capital, como más tarde Hegel en Berlín. Kant fue simplemente un excelente profesor de la universidad, nada célebre, de una ciudad provinciana. Ni tampoco tuvo un carácter de los que suministran inagotable caza a los psicólogos analistas, como es el caso de Kierkegaard o Nietzsche. En sus últimos años sus conciudadanos lo conocían por la metódica regularidad de su vida y por su puntualidad, pero a nadie se le ocurriría ver en Kant una personalidad anormal. Y, sin embargo, no será extravagante decir que el contraste entre su vida tranquila y sin acontecimientos y la grandeza de su inuencia tiene ya de por sí una cualidad dramática. Immanuel Kant nació en Königsberg el 22 de abril de 1724. Era hijo de un talabartero. Creció en el espíritu del movimiento pietista, tanto en su casa, de niño, cuanto en el Collegium Fridericianum, en el que estudió desde 1732 hasta 1740. Durante toda su vida siguió apreciando las cualidades de los pietistas sinceros; pero es evidente que reaccionó con energía contra los ritos religiosos que tuvo que observar en el colegio. Éste, por otra parte, le dio un buen conocimiento del latín. En 1740 empezó Kant los estudios universitarios en su ciudad natal, y asistió a cursos sobre materias varias. La mayor inuencia sobre él puede atribuirse a Martin Knutzen, profesor de lógica y metafísica. Knutzen era discípulo de Wol, pero tenía particular interés por la ciencia natural, de modo que enseñaba física, astronomía y matemática además de losofía. Puso a disposición de Kant su biblioteca y le animó a estudiar la ciencia newtoniana. Los primeros escritos de Kant son, por cierto, de tema cientíco, y el lósofo conservó siempre un interés profundo por esa temática. Al terminar sus estudios 1 universitarios Kant tuvo que aceptar, por razones económicas, una plaza de preceptor en una familia de la Prusia Oriental; este período de su vida duró unos siete u ocho años, hasta 1755, año en el cual consiguió el grado que llamaríamos doctorado y la venia legendi, el título de Privatdozent. En 1756 intentó obtener la cátedra de Knutzen, que había quedado vacante por la muerte de éste. Pero Knutzen no había sido catedrático ordinario, sino profesor extraordinario , y el gobierno, movido por consideraciones económicas, consideró amortizada la plaza. En 1764 recibió Kant la oferta de la cátedra de poesía, oferta que rechazó sabiamente. En 1769 rechazó una oferta análoga de la universidad de Jena. Por último, en marzo de 1770 era profesor ordinario de lógica y metafísica en Königsberg. Así, pues, su período de Privatdozent duró de 1755 a 1770, aunque durante los últimos cuatro años de ese período su situación económica mejoró gracias a una plaza de ayudante bibliotecario. (En 1772 renunció a esta plaza que era incompatible con la cátedra.) Durante esos quince años, que corresponden a lo que generalmente se llama el período precrítico de Kant, el lósofo ha dado un número enorme de cursos acerca de materias muy varias. Más de una vez ha dado no sólo lógica, metafísica y losofía moral, sino también física, matemática, geografía, antropología, pedagogía y mineralogía. Todas las informaciones coinciden en que era un profesor excelente. Era entonces norma el exponer libros de texto en el curso, y Kant se atuvo a esa práctica. Utilizó la Metafísica de Baumgarten. Pero no vacilaba en apartarse del texto o en criticarlo, y sus clases se adobaban con humor y hasta con anécdotas y narraciones. En sus cursos losócos aspiraba sobre todo a estimular a sus oyentes a que pensaran por su cuenta o, como él decía, a que se sostuvieran sobre sus pies. No hay que pensar que Kant fuera una persona retraída. Más tarde se vería obligado a ganar tiempo, pero en el período al que nos referimos ahora tenía mucho trato en la sociedad local. En realidad, Kant ha cultivado el trato social durante toda su vida. Además, aunque él mismo no viajaba nunca, gustaba de hablar con gente que tuviera experiencia de otros países, y a veces les sorprendía con sus conocimientos, conseguidos, por supuesto, mediante la lectura. Era hom- bre de intereses muy amplios. Así, por ejemplo, la inuencia de los escritos de Rousseau le estimuló un vivo interés por la reforma de la educación, aparte de ayudarle a desarrollar sus opiniones políticas en un sentido radical. Difícilmente se podrá fechar, como es natural, el momento exacto en que termina el período precrítico del pensamiento de Kant y empieza el período crítico. Sería, esto es, poco razonable pensar que se pueda decir exactamente cuándo rechazó Kant el sistema leibnizo-wolano y empezó a trabajar en su propio sistema. Pero, por poner una fecha, es lícito tomar como año decisivo el de su nombramiento de catedrático, 1770. Sin embargo, la Crítica de la razón pura no apareció hasta 1781. Durante los once años que pasaron Kant estuvo elaborando su losofía. Al mismo tiempo (más precisamente, hasta 1796 inclusive) tenía su trabajo de profesor. Siguió utilizando libros de texto wolanos para los cursos de losofía, y siguió también dando cursos sobre temas no losócos; los de antropología y geografía física tuvieron particular éxito. Kant estaba convencido de que todo estudiante necesita conocimiento factual de ese tipo, con objeto de entender el papel de la experiencia en nuestro conocimiento. La teorización losóca en el 2 vacío no era en modo alguno un ideal kantiano, aunque un vistazo general a la primera Crítica pueda sugerir lo contrario. Tras la aparición de la primera edición de la Crítica de la razón pura en 1781 se presentan en rápida sucesión los demás escritos célebres de Kant. En 1783 publica los Prolegómenos a toda metafísica, futura, en 1785 la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, en 1786 los Primeros principios metafísicos de la ciencia natural, en 1787 la segunda edición de la Crítica de la razón pura, en 1788 la Crítica de la razón práctica, en 1790 la Crítica de la facultad de juzgar, en 1793 la Religión dentro de los límites de la mera razón, en 1795 un breve tratado sobre La paz perpetua, y en 1797 la Metafísica de las costumbres. Se comprende que con un programa tan pesado Kant fuera avaro de su tiempo. Se ha hecho famoso el horario de su jornada, tenazmente respetado durante sus años de profesor. Se levantaba poco antes de las cinco de la mañana y pasaba la primera hora, hasta las seis, tomando el té, fumando una pipa y pensando en el trabajo del día. De seis a siete preparaba las clases, que empezaban a las siete o a las ocho, según la estación del año, y duraban hasta las nueve o las diez. Luego se dedicaba a escribir hasta la comida de mediodía, en la que siempre estaba acompañado y que se prolongaba varias horas, pues Kant gustaba de la conversación. Luego paseaba durante una hora aproximadamente, y dedicaba el resto de la tarde a la lectura y la reexión. Se acostaba a las diez de la noche. Sólo una vez entró Kant en conicto con la autoridad política, a propósito de la Religión dentro de los límites de la mera razón. En 1792 el censor autorizó la primera parte de la obra titulada Del mal radical de la naturaleza humana por el hecho de que, como los demás escritos de Kant, no se destinaba al lector común. Pero la segunda parte Sobre el conicto entre el buen principio y el mal no satiszo a la censura porque atacaba la teología bíblica. De todos modos el conjunto de la obra, que constaba de cuatro partes, fue aprobado por la facultad teológica de Königsberg y por la facultad losóca de Jena, y publicado en 1793. Entonces empezó el conicto. En 1794 Federico Guillermo II, sucesor de Federico el Grande en el trono de Prusia, expresó su disgusto por la obra y acusó a Kant de deformar y despreciar varios principios fundamentales de las Escrituras y del cristianismo. El rey amenazó a Kant con determinadas penas si se atrevía a repetir la ofensa. El lósofo se negó a retractarse de sus opiniones, pero prometió abstenerse de todo otro pronunciamiento público, en sus cursos o por escrito, acerca de la religión natural o revelada. No obstante, a la muerte del rey Kant consideró que quedaba liberado de su promesa, y en 1798 publico el Conicto de las facultades, en el cual discutía la relación entre la teología en el sentido de creencia bíblica y la losofía o razón Crítica. Kant murió el 12 de febrero de 1804. Tenía ya cincuenta y siete años cuando publicó su primera obra luego célebre, la Crítica de la razón pura, de modo que su producción literaria entre 1781 y el momento de su muerte compone un logro asombroso. En sus últimos años estaba trabajando en una reformulación de su losofía, y las notas destinadas a ser material para una versión revisada del sistema fueron publicadas en edición Crítica por Erich Adickes, en 1920, bajo el título de Kants Opus postumum. El rasgo más destacado del carácter de Kant fue probablemente su seriedad moral y su devoción a la idea de deber, devoción que encuentra expre- 3 sión teorética en sus escritos éticos. Como hemos dicho, era un hombre sociable; también era amable y benévolo. Nunca fue rico, lo que le movió a ser siempre muy cuidadoso en asuntos de dinero; pero eso no impidió que ayudara sistemáticamente a cierto número de pobres. Está fuera de duda que su economía no fue nunca fruto de egoísmo ni de dureza de corazón. No era en absoluto sentimental, pero fue un amigo sincero y leal, y se condujo siempre con cortesía y con un notable respeto de los demás. Por lo que hace a la religión, Kant no gustaba de los ritos corrientes ni tendía, desde luego, al misticismo. Tampoco puede decirse que fuera precisamente un cristiano ortodoxo. Pero sin duda creyó realmente en Dios. Aunque mantuvo que la moralidad es autónoma, en el sentido de que sus principios no se derivan de la teología, ni de la natural ni de la revelada, también estaba convencido de que la moralidad implica o supone en última instancia creencia en Dios en un sentido que estudiaremos más adelante. Sería una exageración decir que no tuviera idea de la experiencia religiosa, y el que lo dijera suscitaría infaliblemente indignadas alusiones a la reverencia de Kant por el cielo estrellado en lo alto y por la ley moral en su interior. Pero no mostró ningún aprecio por las actividades de adoración y oración ni por lo que el barón von Hügel llamaba el elemento místico de la religión. Eso, desde luego, no signica que no reverenciara a Dios, aunque su contacto con la religión ocurriera exclusivamente a través de la consciencia de la obligación moral. El hecho es, según toda apariencia, que del mismo modo que escribió sobre la estética y la experiencia estética sin tener aparentemente ningún gusto personal y vivo por la música, por ejemplo, así también escribió de religión sin tener ninguna comprensión profunda de la piedad cristiana o del misticismo oriental, por ejemplo. El carácter de Kant se caracteriza por la seriedad moral más que por la devoción religiosa, sin que esto haya de entenderse en el sentido de que fuera un hombre irreligioso o de que su armación de su creencia en Dios fuera insincera. Sólo en solemnidades que exigieran su presencia asistió a servicios eclesiásticos, y su carácter puede quedar en parte revelado por aquella advertencia suya a un amigo: que el progreso en bondad moral va acompañado por el abandono de la oración. En política Kant tendía al republicanismo, si se entiende el término de tal modo que incluya también la monarquía limitada, constitucional. Simpatizaba con los americanos en la Guerra de la Independencia, y luego simpatizó también con los ideales al menos de la Revolución Francesa. El militarismo y el chovinismo eran completamente ajenos a su espíritu; el autor de La paz perpetua no fue el tipo de pensador que los nazis podían utilizar de algún modo persuasivo. Sus ideas políticas estaban, desde luego, íntimamente relacionadas con su concepción del valor de la libre personalidad moral. [Copleston: Historia de la Filosofía, tomo VI: Kant] 4