reflexiones teológicas sobre la ley natural

Anuncio
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
REFLEXIONES TEOLÓGICAS SOBRE LA LEY
NATURAL
Zur theologischen Diskussion über die lex naturales, Theologie und Philosophie, 41
(1966) 481-503
Quien esté decidido en nuestros días a sostener la doctrina de la ley natural, debe estar
preparado a que se le tilde, por teólogos y juristas católicos, de reaccionario, de no
avanzar con los tiempos. La exégesis moderna no justifica una interpretación en
términos filosóficos de pasajes tan clásicos como Rom 2, 14 ss y, otros del NT.
Aun admitiendo -sin concederlo- que la doctrina tradicional sobre la ley natural no
estuviese fundamentada en la Escritura, esta doctrina podría presentar en su favor la
utilidad que presta dentro de la teología moral, en las cuestiones de ética especial sobre
las que la Escritura no tie ne mucho que decir.
Hoy en día, sin embargo, ni siquiera, se le concede este papel de utilidad, debido,
sobretodo, a las soluciones muy cuestionables que los argumentos de derecho natural
han aportado en el campo de la ética matrimonial y de la ética socia l.
En resumen, si la doctrina de la ley natural no está fundamentada en la Escritura, no
sería más que un momento en la historia de la teología moral, de dudosa importancia
ética y, en el fondo, totalmente superflua.
Por todo ello hay que estudiar con seriedad los diversos ataques dirigidos contra la ley
natural, y en primer lugar ver si hay algún fundamento para esta doctrina en la Escritura.
¿Qué afirma el NT sobre la ley natural?
Antes de averiguar qué postura toma el NT sobre la ley natural hay que aclarar qué
debemos entender por ley natural moral y cómo puede el NT, de acuerdo con su carácter
kerigmático, tomar postura sobre la ley natural.
Por ley natural se entiende el conjunto de normas morales que el hombre puede
fundamentalmente conocer con independencia lógica de la revelación positiva de la
Palabra de Dios. Esta definición no prejuzga cómo hay que explicar la posibilidad de
este conocimiento, ni sus fundamentos objetivo y subjetivo. Sólo afirma una
delimitación: este conocimiento no se basa en la palabra revelada de Dios. Al hablar de
ley "natural" no la llamamos así porque tenga su fundamento en la "naturaleza" del
hombre, sino simplemente porque es lógicamente independiente de la palabra revelada
de Dios.
En la Escritura no aparece la diferenc ia que hoy se establece entre ley moral natural y
sobrenatural. Por esto nuestro estudio no puede consistir en ver qué dice el NT sobre la
"ley natural", sino en ver si el NT afirma un conocimiento de la voluntad de Dios en
aquellos hombres que no han oído ni la palabra revelada de Yahvé ni el Evangelio de
Cristo; es decir, los gentiles.
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
Para obviar la cuestión de los "cristianos anónimos" habrá que estudiar los textos del
NT en que se habla de un conocimiento de las normas morales distinto del
conocimiento teológico de la fe. Tal es el caso de los dos primeros capítulos de la carta
a los Romanos. Todo lo que Pablo afirma desde Rom 1, 18 desemboca en la conclusión:
"No hay ninguna diferencia; todos pecaron y están privados de la gracia de Dios" (Rom
3, 22).
En Rom 1, 18-32 no se habla explícitamente de una ley moral, pero queda claro que los
gentiles, al conocer a Dios, conocen la exigencia de este Dios sobre ellos. La ley moral
no es otra que la exigencia de Dios sobre el hombre para que le honre y le dé gracias.
Cuando Pablo afirma en el v 32 que el que comete los vicios señalados en los vv 29-31
merece la muerte, está suponiendo en los gentiles un conocimiento moral que regula las
relaciones humanas; y ese conocimiento es, según Pablo, del mismo tipo que el
conocimiento de Dios de los gentiles. En el v 20 afirma Pablo que el conocimiento de
Dios de los gentiles se distingue claramente del conocimiento de la fe. Con esto afirma
también que los gentiles tienen un conocimiento de la ley moral lógicamente
independiente de la revelación de la Palabra de Dios.
En el famoso pasaje de Rom 2, 14 ss habla Pablo de la "realidad de la ley", de una ley
escrita en el corazón de los gentiles. Prescindiendo de la controvertida interpretación de
"physei" del v 14, lo cierto es que Pablo presenta aquí con otra formulación lo que ya
había dicho en Rom 1, 18-32; también los gentiles tienen un conocimiento correcto de
la voluntad de Dios. Del texto no se deduce en absoluto que haya que entender Rom 2,
12 ss de manera distinta a Ro m 1, 18-32. Esto significa que también en Rom 2, 14 ss se
habla de lo que hemos llamado ley natural.
Esta exégesis sumaria podría ser también fundamentada por opiniones de numerosos
exegetas serios, tanto católicos como evangélicos.
Expongamos un primer resultado: entendiendo por ley natural el conjunto de normas
éticas que pueden ser conocidas fundamentalmente con anterioridad lógica a la
revelación de la Palabra de Dios, la carta a los Romanos afirma claramente su
existencia.
Pero la teología sistemática no puede contentarse con esto: tiene que preguntarse cómo
pueden conocer la "realidad de la ley" los que no creen ni en Yahvé ni en Cristo; tiene
que reflexionar sobre el fundamento subjetivo del conocimiento de la ley natural. En
esta tarea, la teología católica ha llegado a los siguientes resultados: el fundamento
subjetivo es la razón, el fundamento objetivo es la "naturaleza" del hombre. Mientras
que la palabra razón es en este contexto unívoca, la palabra naturaleza puede entenderse
de dos maneras. Naturaleza puede ser entendida en contraposición a lo sobrenatural
(gracia); en este sentido seria el mero "ser- hombre" del hombre, sin considerar su "ser
en Cristo". Pero naturaleza puede también describir al hombre como él es previamente
dado a sí mismo desde siempre, aun antes de su decisión libre. En este sentido,
naturaleza como fundamento objetivo del conocimiento de la ley natural significa,
negativamente, que la ley natural no puede recibir ni su existencia ni su modo concreto
de existir de la libre actividad del hombre al que se dirige; positivamente significa que
el hombre comprende la ley natural en cuanto comprende su ser-dado-previamente
como un ser-dadocomo-tarea. Ambos sentidos de naturaleza son necesarios para
caracterizarla como fundamento objetivo de la ley natural: el mero ser-hombre del
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
hombre; y esto precisamente en cuanto este ser hombre es dado previamente a la libre
decisión del hombre como su hacia-dónde.
Si buscamos en la Escritura una confirmación de esta reflexión teológica no la
encontraremos en el sentido de una distinción formal entre naturaleza y gracia. En
cuanto al concepto de naturaleza, como ser-dado-previamente y ser-dado-como-tarea al
hombre, aunque como tal no lo encontremos en la Escritura, sin embargo no se excluye
en ningún modo que el contenido que encierra esta palabra se pueda encontrar en el NT
bajo otros nombres.
Naturaleza significa el hombre en cuanto dado antes de su libre decisión, el hombre en
cuanto se debe totalmente a su Creador. Ahora bien, no es sólo su ser natural lo que el
hombre debe a su Creador, sino también y sobre todo su ser sobrenatural en Cristo.
También este ser en Cristo le es dado previamente y como tarea, también el "deber" del
cristiano se tiene que fundamentar en el "ser" del cristiano. Si el axioma: "El deber se
fundamenta en el ser" tiene validez tanto para la ley de Cristo como para la ley natural,
ello se debe a que caracteriza la existencia del hombre como la de una creatura "in statu
viae".
El NT no sólo constata el hecho de la ley natural sino que indica también cómo se puede
fundamentar esta ley natural.
¿Es superflua en teología moral la argumentación de derecho natural?
La teología moral no puede prescindir de la argumentación de derecho natural; ya que
una comprensión creyente del mensaje moral de Cristo es sólo posible para quien haya
experimentado ya la ley natural con anterioridad lógica a aquel mensaje. Si la teología
tiene la tarea de estudiar lo que constituye la condición de posibilidad de la fe, debe
también, como teología moral, reflexionar sobre la comprensión de la ley natural
contenida en la ley de Cristo.
Si desarrollamos esta tesis, llegamos a la conclusión de que la ley de Cristo, en cuanto
promulgada en palabras, no puede contener otras normas morales que las de la le y
natural. Porque los contenidos morales de la ley de Cristo y de la ley natural se
corresponden analógicamente. Tomemos el ejemplo del amor al prójimo: la ley natural
sólo lo puede prescribir como un amor meramente humano (natural), mientras que la ley
de Cristo prescribe un amor sobrenatural. Entre el amor al prójimo natural y
sobrenatural no hay univocidad, sino analogía. Esta distinción está justificada aun
cuando la ley de Cristo sólo puede ser cumplida cumpliendo al mismo tiempo la ley
natural, y aun cuando en nuestro orden salvífico la ley natural sólo puede ser cumplida
en cuanto es integrada en la ley de Cristo como su presupuesto.
La teología moral de la escolástica tradicional afirma una amplia, aunque no total,
armonía entre los mandamientos de la Nueva Alianza y los de la ley natural. El
fundamento de esta afirmación parece haber sido el simple hecho de que no se puede
establecer ningún mandamiento cristiano que no posea fundamento posible en el
derecho natural. Al haberse fijado sobre todo en una ley que se formula en palabras, no
se tuvo en cuenta que afirmaciones idénticas en su letra no se pueden interpretar
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
unívocamente, si se consideran como contenidos de la ley de Cristo o como contenidos
de la ley natural.
Pero entonces, si la ley revelada por Cristo no contiene ningún mandamiento al que no
corresponda otro mandamiento de la ley natural de idéntica formulación, ¿en qué se
diferencian metódicamente, la ética filosófica y la teología? Enunciándolo lo más
formalmente posible, habría que decir que la teología argumenta a partir de la autoridad
de la Palabra de Dios, mientras que la filosofía tiene que rechazar todo argumento de
autoridad y esclarecer todas sus afirmaciones a partir de la naturaleza intrínseca de las
cosas. El argumento teológico en cuanto tal, prohíbe la mentira diciendo: "Dios lo ha
ordenado así". Que el creyente vea o no el fundamento interno de esta afirmación no es
para él decisivo. El argumento filosófico, por el contrario, tiene que mostrar el
fundamento interno de la no-permisibilidad de la mentira, buscando una evidencia
intrínseca para sus afirmaciones.
En los textos de teología moral, tanto católicos como evangélicos, al querer
fundamentar normas éticas concretas, se nota la tendencia no sólo a aducir la Palabra de
Dios como prueba, sino también, en cuanto es posible, a mostrar el fundamento interno
de la validez moral. En tal caso, ¿no será superfluo el conocimiento que la fe nos da de
los mandamientos? ¿acaso la revelación positiva de las exigencias morales tiene sólo
una "función subsidiaria", en cuanto permite al hombre conocer por la fe lo que en
principio podría conocer por si mismo, pero que de hecho no conoce o no ha llegado a
conocer?
Hemos, pues, de reflexionar seriamente sobre si la argumentación de derecho natural,
por lo menos para la moral especial, no es en último término la argumentación
apropiada, mientras que la argumentación teológica sólo desempeña un papel
subsidiario, en cuanto sustituye a la argumentación de derecho natural cuando ésta no ha
tenido éxito de hecho, a pesar de las posibilidades que en principio tiene.
Así como la fe teologal, en virtud de su propio dinamismo, encuentra su plenitud en la
"visión" escatológica, parece también -de un modo análogo- que el conocimiento
creyente de la voluntad de Dios, ya en el "statu viae", tiende a sublimarse en un
conocimiento interno comprehensivo de esta voluntad, en cuanto esto es posible en el
presente estado.
Si esta concepción es acertada, la teología tendría que mostrar e iluminar la vocación
del cristiano a vivir en seguimiento de Cristo a partir de la palabra divina de la
Revelación. Tendría después que amonestar, con Pablo, a los cristianos para que se
preocupasen por todo lo que es verdadero, digno, justo, virtuoso, puro, amable, etc.... y
oír lo que el NT dice sobre ello. Pero, en todo caso, le queda la tarea de mostrar, a través
de un conocimiento interno comprehensivo, cuál es en concreto la voluntad de Dios.
Finalmente, sólo a la luz de una fundamentación intrínseca se pueden interpretar los
diversos mandamientos del NT como válidos sólo para los cristianos de aquel tiempo o
válidos para siempre.
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
Conclusión
En resumen: la ley natural es imprescindible en la teología moral por, las siguientes
razones: a) la ley de Cristo como ley moral sólo es comprensible a partir de la
experiencia primigenia del fenómeno moral lógicamente no mediatizado e
independiente de aquélla, b) No parece necesaria una revelación de todos los
mandamientos concretos de la ley de Cristo ya que, en principio, están de acuerdo según
su contenido con los mandamientos de la ley natural. De hecho en el NT hay
relativamente pocos mandamientos concretos. c) Sólo un conocimiento interno
comprehensivo de la norma moral puede decidir sobre la duración de la validez de los
mandamientos.
Para terminar haremos algunas aclaraciones. No se puede atacar la argumentación de
derecho natural como "irrelevante" por haber fallado a veces en sus objetivos. Lo único
que esto prueba es que un método apropiado puede ser usado incorrectamente, y ésta es
siempre una posibilidad real para el hombre. En el terreno moral es pura ilusión pensar
que en nuestra economía salvifica un conocimiento moral completamente exento de
errores sea una posibilidad real.
Esto lo prueba no sólo la historia de la humanidad y de la Iglesia, sino un argumento
teológico: ni siquiera al Magisterio ordinario auténtico de la Iglesia, encargado
especialmente de predecir y exponer la ley de Cristo, se le garantiza el estar libre de
error.
Sobre el "criterio" que ha de seguir la ley natural para llegar a la verdad se debe hablar
de una ética filosófica que, a su vez, debe fundamentarse en la epistemología y la
metafísica.
El hombre puede creer en el evangelio como "valor" y "norma valorativa" porque con
independencia lógica de su fe ya tiene el concepto intrínseco de valor, que no es otra
cosa que el contenido de la ley natural.
Los ataques contra la ley natural presentan el serio problema del conocimiento y
argumentación ética en general. Pero de este problema no se puede hacer responsable a
la doctrina de la ley natural y menos creer que destruyendo ésta desaparecerá aquél 1
Notas:
1
Para una mejor comprensión del pensamiento del autor- serán útiles los siguientes
párrafos extraídos de un artículo posterior del mismo (Naturrecht und Offenbarung, Die
pädagogische Provinz, Febrero 1968, 103-113): «¿Qué mandamientos hay que no
puedan ser comprendidos internamente, sino sólo por mediación de la Revelación? ¿El
amor al prójimo, el amor a los enemigos, la humildad, la indisolubilidad del
matrimonio? Una cosa es demostrar que Jesús de Nazaret fue el primeroque
históricamente habló de ellos, y otra que esos mandamientos no sean inteligibles en sí.
Una cosa es la mediación pedagógica (mayéutica) de un mandamiento, y otra la
mediación lógica. Por lo tanto, puede ser que Jesús de Nazaret fuese el primero que
habló del amor como de la quintaesencia de la ley; pero en este caso Él hubiera actuado
sólo como pedagogo, si es que el hombre por sus propios medios puede internamente
ver por qué el amor a Dios y al prójimo es la plenitud de la ley...También debemos
BRUNO SCHÜLLER, S.I.
considerar que hay cierto tipo de pecados que comportan una pérdida total o parcial del
conocimiento moral (Rom 1, 18 ss). A través de este tipo de pecados se origina en el
hombre un a priori existencial negativo, que actúa como cerrazón, como esclerocardia,
con relación a la ley de Dios. En cuanto Jesús, por su palabra de perdón, cambia al
hombre de pecador en justificado, cambia también su cerrazón en apertura para con la
voluntad de Dios. De este modo el Evangelio ofrece la posibilidad existencial de
comprender la ley moral. Pero esto no quiere decir que el Evangelio sea el mediador
lógico de esa ley moral en todo o en parte» (N. del T.).
Tradujo y extractó: LUIS VICPORI
Descargar