Los países del Euro en el contexto internacional

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Los países del Euro en el contexto internacional
Julio G. Sequeiros Tizón
Los europeos tendemos a ver el Euro como una moneda reciente fruto de una idea novedosa.
Pero esto no es así. La idea inicial arranca ya de los años cincuenta formando parte del
proyecto de creación de las Comunidades Económicas Europeas (la antigua C.E.E.). La idea de
una moneda única para Europa -- al igual que una política europea de defensa-- tropezó con
dificultades y fue aparcada en las sucesivas reformas institucionales de los tratados
constitutivos de la actual Unión Europea. A mediados de los años ochenta la idea se refuerza al
calor del éxito del Sistema Monetario Europeo, creado a finales de la década anterior, con el
fin de regular las variaciones en la tasa de cambio de los países miembros. El éxito del Sistema
Monetario Europeo (conocido por las siglas S.M.E.) permitía pensar en una moneda única que
sustituyera a las monedas nacionales, que sirviera como moneda de reserva internacional y
que representara un paso adelante en la construcción europea. Este proyecto se materializa en
el Tratado de Maastricht, que se firma en esa ciudad holandesa en febrero de 1992, y daría
paso al Euro como moneda única a partir de 1999.
En cierta medida, el Euro nació demasiado tarde. El Euro es un proyecto que unifica las
monedas de los países miembros en un contexto internacional que, aparentemente, había
permanecido estable desde la II Guerra Mundial hasta la fecha. Y aquí estuvo el error. Pocos
años antes el mundo había cambiado sustancialmente y nosotros aún no nos habíamos dado
cuenta. Pero ya en 1992 había algunos síntomas de que el mundo se había transformado de
forma radical. En junio de 1989 la revuelta de la plaza de Tian’anmen en Pekín señala el punto
de inflexión entre una China insignificante en el sistema económico mundial y una China
volcada al mercado exterior, llamada a modificar la geografía del comercio internacional y las
reglas de un mercado de capitales cada vez más liberalizado. Meses más tarde, en noviembre
de 1989, la caída del muro de Berlín representa el inicio de la recomposición del mapa europeo
con una Alemania unificada llamada a liderar una Unión Europea de (actualmente) 27 países
miembros. Pero la lección fundamental fue la crisis del S.M.E. que se inicia en 1992 y alcanza
hasta 1996. Para hacernos una idea de su magnitud debemos recordar que un marco alemán
se cotizaba a 62,503 pesetas en mayo de 1992, a 71,428 en diciembre de ese mismo año para
alcanzar un máximo en marzo de 1995 con 91,364 pesetas por marco alemán. El precio de un
marco se incrementó casi un 50 por ciento en algo más de dos años y medio. Y lo mismo
sucedió con las divisas de los países periféricos: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia e, incluso el
Franco francés tuvo problemas. La lección de esta crisis la sacamos ya en ese mismo 1992: ni
siquiera la intervención conjunta y sincronizada de todos los bancos centrales de los países
anteriores hubiera sido capaz de detener la cotización del marco alemán en las monedas
locales. La política monetaria de un estado nación era absolutamente incapaz de controlar la
tasa de cambio de su propia moneda. Nos dimos de bruces contra la libre circulación de
capitales a escala mundial. Y era la primera vez que esto ocurría, al menos, desde 1940 hasta la
fecha.
El contexto de un mundo globalizado impone una visión del Euro muy lejana al eurocentrismo
al que estamos acostumbrados. La Unión Europea (mejor dicho, alguno de sus países
miembros) son una pieza más en un puzle complejo en el cual los Estados Unidos, China,
Japón, Brasil y Rusia comparten una hegemonía de diseño asimétrico, a varias velocidades, en
la cual el plano económico es fundamental, pero no es el único. En otras palabras, el euro no
es solo una moneda para andar por casa sino una moneda para circular por el mundo.
Esto último Alemania lo tuvo siempre claro: la Alemania unificada no solo tendría que liderar la
Unión Europea sino que, además, tendría que ser un actor internacional muy relevante, como
mínimo, en el plano económico. El proceso de reunificación se basó en adecuar su resultado a
la concurrencia internacional, de tal modo que la capacidad exportadora de la nueva Alemania
pudiera hacer frente a un mundo radicalmente distinto. La unificación se realizó manteniendo
muy controlado el gasto público, una deuda relativamente estable (tanto pública como
privada) y unos salarios que crecían al ritmo impuesto por la productividad. La Alemania
unificada siguió siendo una economía ahorradora, con unas inflaciones muy bajas y con la
exportación como uno de sus sectores más dinámicos.
El euro fue creado para facilitar las transacciones intra U.E. y, en esa medida, profundizar el
mercado interior y avanzar en la construcción Europea. Este propósito era razonable mientras
los principales clientes de cada país miembro eran los otros países miembros. Pero todo hace
pensar que esta realidad está cambiando radicalmente. El gráfico adjunto nos muestra el
porcentaje sobre el total de las exportaciones alemanas que significan los países BRIC (Brasil,
Rusia, India y China) y el porcentaje que significan los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y
España). Hasta bien avanzados los noventa, el mercado de los BRIC era prácticamente
irrelevante para Alemania, mientras que el mercado de la periferia Europea era absolutamente
fundamental. En esa época el Euro cumplía exactamente su papel: facilitaba el comercio de
Alemania con sus principales clientes. Pero conforme avanza la década de los noventa la
situación cambia radicalmente. Los BRIC (principalmente China) tienen una importancia cada
vez mayor en las exportaciones alemanas, hasta el punto en que, en 2011, las exportaciones a
los dos espacios son ya equivalentes. Pero con diferencias fundamentales. Las exportaciones al
sur de Europa están estancadas y lo estarán unos años más, al menos mientras dure la actual
crisis económica. Por el contrario, las exportaciones a los BRIC continuarán en rápido
crecimiento, al compás de la expansión económica en Asia y en América Latina. Las
previsiones apuntan a que, en 2020, las exportaciones alemanas a los BRIC van a ser más del
doble de las exportaciones a los PIIGS. En la medida en la que los mercados de la exportación
alemana (y, por extensión, de la antigua área marco) se alejan de la U.E., la importancia del
Euro disminuye. El euro facilita mucho las ventas alemanas en Italia, pero no facilita más que el
antiguo marco las ventas en India, por ejemplo.
Las diferencias entre estas dos áreas son importantes. Las exportaciones alemanas a los BRIC
tienen que remontar tasas de cambio, aranceles a la importación, sistemas impositivos
diferentes, etc. En otros términos, son exportaciones en el sentido más clásico del concepto.
Las exportaciones a los PIIGS son, en la práctica, ventas en el mercado interno europeo, en el
cual no existen ni tasas de cambio, ni aranceles, y los sistemas impositivos son muy similares.
Y, a pesar de estas diferencias, las primeras se expanden de forma muy relevante y las
segundas están estancadas, y lo seguirán estando por lo que resta de esta década.
Pero aún hay más. Los países de la periferia europea están siendo subvencionados por el
centro de Europa. A través del presupuesto comunitario se desplaza todos los años el
equivalente a 25.000 millones de Euros desde la Europa central a la periférica. Esta cantidad es
el resultado de las diferencias entre lo que cada país aporta al presupuesto U.E. y lo que recibe
de él, a través de los distintos fondos comunitarios. Resumiendo: la periferia europea, a pesar
de estar subvencionada por el centro de Europa y a pesar de ser unos mercados fáciles para la
exportación, tiene una importancia cada vez menor en las exportaciones del centro. Y esta
dinámica comercial se irá acentuando con el tiempo. A mi juicio, esta perspectiva explica
bastante la actitud alemana (y la de centro Europa) al respecto de la crisis en la deuda
soberana de los países miembros del Euro.
En efecto, las asimetrías comerciales de los distintos países pueden ayudar a entender sus
disparidades en las estrategias frente a la crisis actual. Los países del sur de Europa tienen en la
zona Euro sus principales clientes comerciales y están cada vez más atados al mercado
comunitario por que tienen crecientes dificultades para vender en el mercado mundial. El caso
de Portugal, y en cierta medida Italia, son un ejemplo contundente. Por el contrario, los países
del norte tienen una presencia cada vez mayor en los mercados de fuera de la zona Euro y, en
consecuencia, dependen cada vez menos de los mercados europeos. En este caso los ejemplos
serían Alemania, Holanda, Austria, etc. En definitiva, la antigua área marco. Es más, esta
diferencia se irá acentuando conforme la actual recesión económica vaya avanzando en
Europa y la expansión continúe en los BRIC y Estados Unidos.
Esta realidad es la que explica como los países periféricos solicitan reiteradamente la ayuda y
la solidaridad de Europa mientras que los países centrales repiten machaconamente que cada
palo aguante su vela. Infelizmente, me da la impresión de que a los países centrales la idea de
Europa les interesa cada vez menos: es una idea vieja. En este sentido, el Euro llegó con
retraso. Para finalizar me gustaría señalar la posibilidad (de momento muy teórica) de que el
Euro pueda cambiar su geografía actual debido a que algunos países lo abandonen. Se
especula con el caso de Grecia, quizás Portugal. La conclusión de lo expuesto es que debemos
empezar a pensar que la cuerda también podría romper por el otro extremo.
Julio G. Sequeiros Tizón es catedrático de economía en la Universidade de A Coruña.
140.000
Exportaciones de Alemania a los B.R.I.C. y a los P.I.I.G.S. (Millones de Euros)
120.000
100.000
Países B.R.I.C.
Países P.I.I.G.S.
80.000
60.000
40.000
20.000
0
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
30.000
Transferencias presupuestarias netas al sur de Europa (Millones de Euros)
25.000
20.000
15.000
10.000
5.000
0
1975
1978
1981
1984
1987
1990
1993
1996
1999
2002
2005
2008
2011
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