1 La pérdida del mundo o cómo reencontrar el cuerpo propio

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Pontificia Universidad Javeriana
Doctorado Ciencias Sociales y Humanas
Cuatro pensadores franceses: Paul Virilio
Por: Ibeth Molina
La pérdida del mundo o cómo reencontrar el cuerpo propio
Paul Virilio, (1932), como arquitecto y urbanista nos plantea en esta entrevista algunas reflexiones en torno a la velocidad, el
uso de las tecnologías y especialmente en este capítulo, la relación entre el mundo y el cuerpo como una forma de establecer
transformaciones en las maneras como nos vinculamos en la contemporaneidad, pero también nos advierte sobre las
implicaciones de las fragmentaciones y pérdidas de trayecto en nosotros, con los otros y con el mundo. Para Virilio, su
apuesta reflexiva antes que suponer objetos de estudio, parte de la distancia que separa o acerca a éstos: el trayecto.
Yo no trabajo sobre el objeto y el sujeto –ése es el trabajo del filósofo- sino sobre el trayecto. (…) He propuesto
inscribir el trayecto entre objeto y el sujeto e inventar el neologismo “trayectivo” para sumarse a “subjetivo” y
“objetivo” (Virilio, 1997, p. 42).
Es así como junto a Serres, este pensador francés nos invita a incluir al mundo del hoy, en las reflexiones académicas que nos
convocan. Y suponer el trayecto, como punto de referencia es vital porque implica no sólo la concepción de viaje,
movimiento y desplazamiento frente al mundo contemporáneo en nuestros “objetos de conocimiento” sino a no olvidarnos
del recorrido en las escaleras, que también es otra forma de llegar al piso décimo, es decir, no anular el camino o los
diferentes caminos por la premura a llegar.
Para Virilio, “El mundo está antes dentro de nosotros que fuera. Pero si realmente está afuera, en la geografía y en el espaciomundo, también existe a través de mi conciencia del mundo” (1997, p. 44). Por eso son tan importantes los movimientos que
me permiten desenvolverme y vivir en él, a través de nuestra conciencia de mundo. El autor afirma: La medida del mundo es
nuestra libertad. De ahí su invitación a reconocer que el mundo a nuestro alrededor es vasto, y tener conciencia de ello,
implica ampliar siempre la mirada y las formas de percepción para tratar de comprenderlo, para luego si aventurarnos a
conjeturar algo de su complejidad.
La amenaza, y éste es el gran sofisma, es tener en la cabeza una tierra reducida. Una tierra constantemente sobrevolada,
atravesada, violada en su naturaleza grandiosa y que por esto mismo, me destruye a mí, al hombre-planeta que ya no
tiene conciencia de ninguna distancia. (Virilio, 1997, p. 45).
Así las cosas, las críticas que hace este pensador al mundo de hoy con sus afanes no son pocas. A continuación, trataré de
ampliar dos de sus ideas centrales, la primera, tiene que ver con la relación entre espacio y geografía en la construcción de un
cuerpo social y político. Entiendo que para el autor, el cuerpo adquiere una connotación significativa, en tanto se asume como
el ámbito de lo tangible, lo sensible, de los trayectos, de lo real y que nos permite sentir, comprender y pensar. Y la segunda,
la configuración de la historia a partir de las intensidades del tiempo real y virtual, teniendo en cuenta la velocidad y la
información.
Transformaciones en el espacio –geografía
Como hombre de lo “trayectivo”, Virilio llama la atención sobre la ciudad, que se convierte entonces en el lugar por
excelencia de los trayectos, de la constitución de ciudadanos y de un imaginario de la política:
La ciudad es el lugar de la proximidad entre los hombres, de la organización del contacto (…) es decir, la naturaleza
de la proximidad que une a los seres humanos entre ellos en la ciudad. Proximidad inmediata con el ágora, el foro y
el atrio, proximidad metabólica con el caballo, la proximidad mecánica con el tren, y la revolución de los
transportes, y finalmente velocidad electromagnética con la globalización y el tiempo real que le transporta al
espacio real (Virilio, 1997, p.42).
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Arendt (1993) afirma que la política se basa en el hecho de estar juntos, de la pluralidad de los hombres que se produce en la
relación con los otros, como una práctica que no es natural sino intencional, ya que se produce sólo en la Polis, o sea, en el
ámbito de lo público, ejercida por los ciudadanos libres, y que se configura como medio y fin para la convivencia y el
aseguramiento de la vida en un sentido amplio.
Entonces, Virilio nos ubica en el centro de la reflexión política, en tanto, su crítica se produce a partir de las formas como nos
relacionamos hoy, de cómo esa proximidad característica de la ciudad se descentra del cuerpo, y se moviliza en una red
“virtual” de información e interacciones fugaces que modifica nuestras formas de vincularnos con nosotros mismos, con los
otros, con la ciudad y con el mundo.
El autor plantea la necesidad de recolocarse con relación al cuerpo, de ubicarlo en relación al otro –el prójimo y la alteridad-,
pero también con relación a la tierra, es decir, al mundo. Para el autor, hay tres cuerpos que están indiscutiblemente ligados y
a partir de la incidencia de las tecnologías de la información con sus respectivas repercusiones en los ámbitos de lo humano:
el cuerpo territorial, es decir, el del planeta, el mundo, la región, el continente; el cuerpo social (la pareja, la familia, el grupo,
el pueblo, la ciudad) y, finalmente, el cuerpo singular, animal o humano. Estos cuerpos singulares, sociales y territoriales, se
entienden inseparables de un cuerpo político, de la misma manera que el cuerpo se entiende inseparable del alma y es
inseparable del mundo (Portillo, s.f. p.37). Es decir, la cuestión del cuerpo es trascendental para comprender la velocidad del
ahora.

Cuerpo singular
El impacto de las tecnologías tiene una incidencia directa en el cuerpo singular. En primera instancia, las tecnologías evitan al
hombre desplazarse para habitar. “El cuerpo del hombre es la referencia de su hábitat” (1997, p. 68), pero, ¿qué se está
perdiendo cuando no necesitamos asomarnos a la ventana para ver el afuera, pues la pantalla de la televigilancia tiende a
reemplazar a la ventana real? Así, se está configurando un lugar o pliegue –volviendo a Serres- que privilegia la interacción
con los aparatos y con la publicidad que por allí circula. ¿Qué incidencia tiene esto en nuestras relaciones cotidianas?, ¿en
nuestra forma de percibir al mundo?
Así, la ubicuidad, que ahora nos conceden las tecnologías, tiende a hacernos olvidar el trayecto de los cuerpos, “la
telepresencia deslocaliza la posición, la situación del cuerpo. Todo el problema de la realidad virtual es negar el “aquí” en
beneficio del “ahora” (1997, p. 46). Esto provoca necesariamente una pérdida de sentido de lo propio, en la negociación con
los otros, Virilio se pregunta: “¿existe todavía una forma posible cuando se pierde el Dasein? Cuando se pierde para uno
mismo se pierde para el otro” (1997, p. 43). Esto es lo que advierte como el ocaso de la presencia física en beneficio de una
presencia inmaterial y fantasmagórica, que se entiende como una amenaza de pérdida del otro, y de uno mismo en los
diversos ámbitos de lo humano.
Creo que a causa de las tecnologías, estamos perdiendo el cuerpo propio en beneficio del cuerpo espectral, y el
mundo propio en beneficio de un mundo virtual. La cuestión que se plantea es la de reencontrar el contacto. (Virilio,
1997, p. 51)
Pero ese contacto supera la versión lo físico, y tiene que ver con rematerializar el mundo y el cuerpo, de ampliar la
percepción y conciencia del mundo que habitamos, desde el lugar que habitamos, no sólo como espectros, hologramas o
avatares, sino desde las relaciones que construimos diariamente y de las prácticas que dan sentido y forma a nuestra
existencia en los ámbitos público y privado.
En segunda instancia, podemos ver en la entrevista cómo la técnica coloniza el cuerpo del hombre y de los humanos como ha
colonizado el cuerpo de la tierra o los animales, y se puede ver cómo a través del quehacer de los biotecnólogos las
tecnologías miniaturizan no sólo el cuerpo vivo sino sus propiedades, bajo el pretexto de completarlas y asistirlas. La
miniaturización es un efecto de reducción que afecta a la vez al medio y al objeto, (1997, p. 57) es decir, al cuerpo y a la
concepción de la vida humana. Es la materialización del mito del hombre biónico, del superhombre nietzscheniano, aquel
que es capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina voluntad
de poder. “Para este hecho no se puede emplear más que la palabra drama, puesto que ello afecta a todo lo que vive. El clon
es un drama del ser vivo” (Virilio, 1997, p. 55).
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
Cuerpo social
El cuerpo social, se construye desde la aparición de los clones en los que nos hemos convertido como ciudadanos
globalizados, cuando se pone en el centro, como propone el autor la cuestión del prójimo y el alejado. “Amar lo lejano, es
decir, lo extranjero ¡sí!, pero amar al que está lejos en detrimento del prójimo, ¡no! (Virilio, 1997, p. 44).
Se tiende a la desintegración de la comunidad de los presentes en beneficio de la de los ausentes: ausentes abonados a
internet o a la multimedia. Es un acontecimiento sin par. Es una de las caras del accidente general. El hecho de estar más
cerca del que está lejos que del que se encuentra al lado de uno es un fenómeno de disolución política de la especie
humana (Virilio, 1997, p. 48).
Lo que Virilio argumenta desde el punto de vista de la arquitectura -en tanto elemento estructural de relación con los demás-,
es la dificultad contemporánea por construir o moldear un nosotros de “carne y hueso” que se ocupe de producir un ethos
colectivo al cual adscribirse, un imaginario de lo político que se manifieste en las prácticas cercanas, que se ocupe de
resignificar el mundo. “Existen dos leyes en el urbanismo: la primera es la persistencia del sitio. Una ciudad no se
reconstruye jamás afuera. La segunda es que cuanto más se extiende el lugar de habitación, más se deshace la unidad de
población” (1997, p.65).
Desde su crítica a la transformación de los lugares habitacionales, de la sobrepoblación de clones y de las ciudades
contemporáneas, Virilio sostiene que la ciudad como espacio público se está diluyendo ante la irrupción de dispositivos
tecnológicos como el “tele que reemplaza el espacio público por la imagen pública y ésta está descentrada de la ciudad. Lo
que se cuestiona tras el problema del espacio virtual es la pérdida de la ciudad real” (1997, p. 47).
Y esta pérdida tiene una implicación directa en el desencantamiento de la política y lo político en nuestros días, pues no hay
política sin ciudad. “No hay realidad de la historia sin la historia de la ciudad. La ciudad es la mayor forma política de la
historia” (1997, p. 41).
A cambio, hoy asistimos a un espejismo urbano virtual donde el espacio público ha cedido definitivamente el lugar a
la imagen pública. Y la propaganda hecha en torno a Internet y las autopistas electrónicas tiende a urbanizar el
tiempo real en el momento en que se des-urbaniza el espacio real. 48.
No obstante, este autor plantea alternativas frente al accidente, nos invita a retornar a la producción de un mundo propio,
donde no nos perdamos en las soledades del ordenador, de los dispositivos o la lectura, y retornemos al contacto con los
otros, es decir, la reorganización del lugar de vida en común. “No debemos dejarnos traicionar, engañar por la tele-citta
después de la cine-cittá. Debemos encararnos al drama y a la tragedia de la ciudad-mundo, esta ciudad virtual que pone fuera
de su lugar el trabajo y la relación con el prójimo” ( 1997, p. 54).

Cuerpo del mundo o territorial
Estamos perdiendo el espacio de vida en común, el lugar, el mundo se desencanta ante la velocidad de los recorridos
“virtuales” que hacemos todo el tiempo, pues la puesta en práctica de la velocidad absoluta nos encierra definitivamente en
un mundo que se empequeñece o se hace cada vez más estrecho.
Cuando tengamos todas las interactividades que queramos, cuando vayamos a Tokio en dos horas gracias a los
aviones hipersónicos, es evidente que la sensación de estrechez del mundo se hará rápidamente insoportable.
Habremos perdido la grandiosidad de la naturaleza. Al igual que existe la contaminación de la naturaleza existe una
contaminación de las dimensiones reales. Es un hecho INSOPORTABLE (Virilio, 1997, p. 51).
Sabemos que ser es estar presente aquí y ahora, pero en esta realidad podemos preguntarnos: ¿qué tan significativas -el
ámbito de lo político- son estas nuevas formas de estar presente?
Transformaciones en la historia – tiempo
Para el autor, es claro que el mapa mental de los humanos evolucionó con la revolución de los transportes y de las
transmisiones, es decir, plantea la relevancia de la velocidad y la información, como los motores de nuevas formas de
recorrer y comprender, pero podríamos preguntarnos, ¿qué tipo de trayectos se producen ahora?, ¿cómo estamos
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comprendiendo?, ¿se privilegia más la velocidad o el trayecto? La velocidad y eficacia de la información que inunda a la
realidad y al mundo, nos hace cambiar nuestra percepción del tiempo, todo se construye en la actualidad, expandiendo la
inmediatez y la claustrofobia que produce el mundo.
La contaminación también es la contaminación de la dimensión real por la velocidad. Por eso hablo de
contaminación dromosférica. La velocidad contamina la extensión del mundo y las distancias del mundo. Esta
ecología no se aprecia, porque no es visible sino mental. (Virilio, 1997, p. 60).
Pero es la velocidad de la información la que produce esta contaminación. En la entrevista, Virilio se cuestiona por ¿cuál es la
peor y la mejor de las cosas? Para Esopo es la lengua, para él la información bombardeada por Internet, por las autopistas
electrónicas y los grandes holdings que se preparan para administrar la globalización de la información como nueva forma de
gobierno y de sincronización de la opinión y los afectos humanos. Por eso, este crítico francés, retomando a Esopo,
argumenta que es indispensable hoy, en el mundo de la información en todo momento y en cualquier espacio, recuperar la
lengua, es decir recuperar el arte de charlar juntos, de descubrir la alteridad y conversar. “Cuando se priva uno de la lectura y
de la escritura se priva uno de la palabra y, por tanto, de los demás. La primera manera de amarse es la palabra. Esta
necesidad social está amenazada por las tecnologías de la información” (1997, p. 67).
Reguillo (2000) afirma que el tiempo y el espacio son coordenadas básicas para la vida social que se ven enfrentadas a
múltiples tensiones por la aceleración y por la contracción o expansión (según se vea) en la era de las nuevas tecnologías de
información. Y vemos entonces cómo la velocidad y la información han modificado las intensidades del tiempo real y virtual
en la configuración de lo político y de la historia. Virilio advierte que a pesar de reconocer el predominio de las conexiones,
de Internet y de las autopistas electrónicas, es una necesidad plantear la cuestión de saber si se puede urbanizar el tiempo real,
es decir, si la ciudad virtual es posible. Pero a su vez advierte que si no podemos urbanizar mediante la globalización de las
telecomunicaciones, el tiempo real de los intercambios, es decir, la ciudad-mundo viva, la ciudad-mundo en tiempo real, la
historia y la política estarán en entredicho. Es un drama enorme (1997, p. 43).
Se advierte entonces, una pérdida de la historia, es decir que la inmediatez del presente se lleva al pasado y al futuro. Dado
que tradicionalmente, los calendarios, las efemérides y los relojes han sido la base de la historia, pero hoy vemos como esta
organización de la vida en periodos diferentes y en naciones distintas, es eliminada por la instantaneidad del tercer intervalo
del género luz, que ilumina a la vez los intervalos de espacio y tiempo (1997, p.58). De este modo, surge la posibilidad de
una historia “hecha presente” llamada actualidad o news, es en últimas, una reducción de la historia a la imagen.
Esta pérdida de la extensión del espacio real en beneficio del tiempo real es una especie de atentado a la realidad. No
es simplemente un atentado contra la naturaleza, por la contaminación de las sustancias, sino un atentado contra la
dimensión real por la contaminación de las distancias (1997, p. 58).
Para concluir, me gustaría pensar que Virilio nos plantea, una radiografía a blanco y negro de este presente evanescente, que
cada vez contiene más tiempos, más lugares, más intencionalidades y más retos comprensivos para aquellos que decidimos
jugárnosla por las ciencias sociales. Lo que a grandes rasgos se puede apreciar de la obra de este francés es una preocupación
enorme por cómo nos articulamos socialmente, por las construcciones de sentido que configuramos aisladamente (desde la
esquina de nuestra oficina o estudio) pero que se conectan a su vez con una constelación de ventanas y actores que forman
parte de nuestra realidad, virtual, real, imaginada o negada.
Por eso, esta parte de la entrevista me suscita más preguntas: ¿Sentimos la claustrofobia a la que hace referencia el autor, o ya
la naturalizamos? ¿Cómo estamos percibiendo los accidentes de los que nos habla Virilio?, ¿nos generan preguntas en las
reflexiones académicas que producimos en nuestras tesis doctorales? ¿Podemos frenar la carrera de la inmediatez que nos
plantea la modernidad?
Para mi es claro que la aceleración del tiempo y la explosión de imágenes e información a la que nos sometemos diariamente,
restringen el espacio para la reflexión, para el contacto y para la poetización de la existencia, por eso Virilio llama tanto la
atención por la importancia de retomar la lengua, la palabra, el conversar. Afirma sin más: “la primera manera de amarse es
la palabra”, entonces pienso, no hay ciudad sin poesía.
Bibliografía:
ARENDT, H. (1993). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós.
PORTILLO, E. (s. f). Velocidad, tecnología, sociedad y poder en la obra de Paul Virilio y en su crítica. Tesis doctoral.
VIRILIO, Paul. (1997). El cibermundo, la política de lo peor. Entrevista con Philippe Petit. Ed. Teorema: Madrid.
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