¿Se puede evitar lo inevitable?

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Artículo de Prensa
11.11.2014
OPINIÓN
¿Se puede evitar lo inevitable?
Miguel Cardoso Lecourtois
Expansión (España)
En el pasado, una caída de un 1% en el PIB europeo se ha trasladado rápida y casi enteramente al PIB
español. Sin embargo, los datos de actividad que se vienen observando no muestran un efecto
significativo todavía y apuntan a que el PIB en el cuarto trimestre de este año mantiene un ritmo de
crecimiento sólido, alrededor del 2% en términos anualizados. Por lo tanto, la pregunta es si puede
persistir este desacople y por cuánto tiempo. La respuesta es que la divergencia puede perdurar, pero
probablemente no por muchos más trimestres.
En primer lugar, las exportaciones habrían retomado el crecimiento durante los dos últimos trimestres a
pesar de la falta de tracción de laeurozona. El desacople de las exportaciones españolas frente a la
economía europea no es inédito; de hecho se produjo en 1993, 2012 y 2013, incluso con el área del
euro en recesión. La diversificación geográfica de los últimos años, las reformas emprendidas para
ganar competitividad y la inversión que se ha venido produciendo en sectores clave deberían ayudar a
mantener el crecimiento de las exportaciones españolas.
En segundo lugar, la política monetaria será más expansiva. Por un lado, las medidas anunciadas por
el BCE han tenido como consecuencia inmediata una depreciación del euro y una disminución de los
tipos de interés libres de riesgo. El primer factor será esencial para permitir que las ventas al exterior se
mantengan. Así, se espera que durante el próximo año, la depreciación del euro frente al dólar alcance
el 10% en promedio anual frente al nivel de 2014, y que esto aporte 5 décimas más al PIB en 2015. Por
otro lado, en un entorno de liquidez abundante y barata, se prevé que la competencia entre entidades
del sector financiero reduzca los diferenciales de crédito. Si la demanda de crédito acompaña al
estímulo de la oferta esto podría añadir al crecimiento del PIB en 2015 alrededor de cinco décimas.
En tercer lugar, el tono de la política fiscal pasará de contractivo a neutral-expansivo en 2015, como
consecuencia de la mejora cíclica y de su impacto sobre el balance del Estado y de la Seguridad Social,
mayor que el previsto a comienzos del año. El espacio que esto genera está siendo aprovechado por
las AA. PP. para evitar la implementación de medidas que, de otra manera, hubieran sido necesarias
para cumplir con las metas fiscales. De hecho, se espera que también permita alcanzar el objetivo de
déficit del próximo año, incluso con la reducción del IRPF, lo que impulsaría el crecimiento en 2015.
Finalmente, la absorción de los desequilibrios acumulados antes de la crisis continúa avanzando.
Prueba de este proceso es la creciente probabilidad de observar un aumento en la inversión
residencial. De hecho, varios de los factores que normalmente adelantan dicho suceso durante el ciclo
inmobiliario (disminución de tipos de interés libres de riesgo, aumento de la riqueza financiera,
estabilización de los precios, etc.) ya vienen presentando mejoras. En todo caso, el elevado nivel de
sobreoferta y endeudamiento de familias y empresas apunta a que la recuperación del sector será
moderada y lenta, consecuencia de la mejora del entorno económico y no una causa de la misma,
como en ciclos anteriores.
En todo caso, los riesgos sobre este escenario presentan un sesgo a la baja. Durante las últimas
semanas hemos visto cómo varias instituciones han empeorado sus previsiones para la economía
europea, y han advertido de la necesidad de actuar para evitar un coste mayor en forma de recesión, lo
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cual inevitablemente arrastraría a la economía española. En lo particular, estas advertencias, y el
entorno que estamos viviendo, me recuerda a Casandra, hija de Príamo, rey de Troya, la cual tenía la
habilidad de prever calamidades. Sin embargo, cargaba también con una maldición que consistía en ser
percibida como una loca. Así, sus predicciones eran ignoradas, a pesar de convertirse en realidad,
incluyendo la propia destrucción de su reino. Los encargados de las políticas públicas harían mal en
desoír a estas “casandras” modernas en las que nos hemos convertido los economistas. No porque
vayamos a tener razón, sino simplemente, porque existe la probabilidad de que la vayamos a tener, y
eso, ya debería ser suficiente para incentivarlos a actuar.
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