Medidas de Estabilización Provisional (MEP)

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Diciembre de 2015
Medidas de
Estabilización
Provisional
(MEP)
El caso de Urabá
- Área Dinámicas del
Conflicto y Negociaciones de
Paz-
Eduardo Álvarez
Daniel Pardo
Carlos Castillo
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Contenido
Las Medidas de Estabilización Provisional (MEP) .................................................................................. 3
El DDR y sus limitaciones como medida de estabilización ............................................................. 3
Las MEP: Hacia un enfoque alternativo .................................................................................................. 4
Las MEP como alternativa útil en Colombia ......................................................................................... 5
Estudio de caso: Urabá ....................................................................................................................................... 7
Elementos de contexto para las MEP ...................................................................................................... 7
Procesos de DDR en Urabá y sus contextos ....................................................................................... 14
El DDR del Ejército Popular de Liberación (EPL) ....................................................................... 14
Factores contextuales ............................................................................................................................ 16
La desmovilización de las ACCU 2004-2006................................................................................. 23
Hallazgos de campo .......................................................................................................................................... 27
Las desmovilizaciones del EPL y las ACCU (variable histórico/contextual) ......................... 27
Capacidades locales para la reinserción (variable institucional) .............................................. 31
Los riesgos de seguridad en el corto plazo (variable seguridad) .............................................. 34
Oportunidades para un efectivo proceso de reinserción de las FARC (prospectivas MEP/
escenarios corto plazo desde sector seguridad, sector económicos y/o social) ................. 35
Elementos clave para el diseño de Medidas de Estabilización Interina ................................. 36
Bibliografía .......................................................................................................................................................... 37
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Las Medidas de Estabilización Provisional (MEP)
El DDR y sus limitaciones como medida de estabilización
La firma de un acuerdo de paz por lo general marca el inicio de una serie de cambios con los que en primera
medida se busca crear unas condiciones mínimas para garantizar la sostenibilidad de la paz a largo plazo. Este
proceso al que se le denomina de estabilización ha evolucionado de un enfoque intervencionista y militarista para la
promoción de la seguridad luego del conflicto a uno integral que combina la acción coercitiva con la reconstrucción
del orden político, social y económico para la consolidación de la paz1.
Una de las medidas que mejor ilustra el enfoque amplio de la estabilización en contextos de transición hacia la paz
son los programas de Desarme, la Desmovilización y la Reintegración (DDR) de los ex combatientes que, por un
lado, buscan reducir los niveles de violencia y evitar reaparición al alejarlos de sus armas, desarticular sus
estructuras y, por otro, propician su reincorporación a la civilidad (Bensahel, N., Oliker, O. , & Peterson, H., 2009,
págs. 14 - 16) (McFate, 2010).
Los programas de DDR también han venido evolucionando en su enfoque y alcance para privilegiar visiones más
holísticas que abarcan no solo el tema de la seguridad en lo militar o policial, sino también el desarrollo
socioeconómico con miras a la estabilización y la reconstrucción a largo plazo. Ahora bien, a pesar del amplio
desarrollo de esta visión del DDR, los resultados prácticos no siempre se han traducido en la eliminación de la
violencia cuando se pasa del conflicto a la paz y en consecuencia se han expresado en mejores condiciones de
seguridad y bienestar socioeconómico para la población. De hecho, en muchos casos (Guatemala, Uganda, Sierra
Leona, Sri Lanka, Camboya, Haití, Islas Salomón, Liberia entro otros) el DDR como medida de estabilización ha
tenido serias debilidades porque no logra romper efectivamente el vínculo entre combatientes y armas, y esto ha
hecho que la violencia persista o aumente (Muggah, 2005).
Esta ineficacia operativa del DDR se debe en gran parte a que generalmente son soluciones diseñadas “desde
arriba” por élites políticas y grupos técnicos, que tratan los problemas basados en visiones rígidas que se aplican a
través de manuales estandarizados, los cuales no siempre les permiten tener en cuenta las condiciones políticas,
sociales, económicas y culturales del entorno en el que se implementan las medidas, dejando espacio para el
potencial surgimiento de spoilers de los procesos de construcción de paz (Colleta, N. & Muggah, R. , Rethinking
post-war security promotion., 2009b).
La ausencia de factores contextuales micro y macro como las causas y dinámicas del conflicto y el postconflicto; la
naturaleza del proceso de paz y la capacidad del Estado para proveer servicios públicos básicos, así como; el nivel
de cohesión, las motivaciones de los grupos armados y de las comunidades receptoras, y la existencia incentivos
monetarios, empleo, asistencia médica, educación, es lo que en muchos casos ha limitado significativamente el
alcance del DDR (Colleta, N. & Muggah, R. , 2009a). El problema es que abordar estas cuestiones no siempre
resulta fácil si se tiene en cuenta que el periodo inmediatamente posterior a la finalización del conflicto por lo
general se caracteriza por sus altos niveles de fragilidad e inestabilidad institucional a nivel político, económico y
social, asociada a la falta de oportunidades de empleo, débiles sistemas de salud, pobreza, criminalidad organizada
la estabilización en su visión clásica se entendía como un mecanismo de contención frente a amenazas a la seguridad internacional en
el marco de la Guerra Fría por medio de intervenciones coercitivas lideradas por las grandes potencias en países periféricos que
padecían conflictos armados internos y tenían débiles condiciones institucionales y socioeconómicas (Collison, S., Elhawary, S. &
Muggah, R., 2010; p. 5). Luego, con el nuevo orden mundial empezó a concebirse más como un proceso que combinaba acciones
militares con acciones más integrales, dirigidas no solo a neutralizar amenazas armadas sino también a reconstruir el orden social,
político, económico y por esa vía a la construcción y mantenimiento de la paz (Zyck, S., Barakat, S., Deely, S.; 2014; p.19) Esta evolución
conceptual y operativa dio lugar a lo que hoy se conoce como doctrina de la Estabilización y la Reconstrucción (R&S, por sus siglas en
inglés) (Bensahel, N., Oliker, O. & Peterson, H.; 2009; p. 4).
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y corrupción, que hacen que las condiciones de seguridad no sean las más adecuadas para la aplicación inmediata
de medidas convencionales como el DDR (Colleta, N. & Muggah, R. , 2009a)2.
Las MEP: Hacia un enfoque alternativo
Para tratar de superar estas limitaciones es necesario migrar hacia una lógica de respuesta de “abajo hacia arriba”
en el diseño de los programas transicionales de estabilización, es decir desde los contextos y no desde los
manuales, las percepciones o intuiciones. Lo anterior plantea de entrada el desafío de ajustar el andamiaje
institucional del Estado o por lo menos empezar a impulsar cambios que posibiliten la creación en el corto plazo de
mínimas condiciones de estabilidad en un entorno adverso con el fin de evitar fenómenos de violencia y lograr una
eficaz reintegración en el largo plazo de los ex combatientes. Sin embargo, este proceso demanda tiempo y espacio
que en estas circunstancias es escaso por los riesgos asociados.
Una forma de facilitar la configuración de esas condiciones en términos de tiempo y espacio es la adopción de
Medidas de Estabilización Provisional (MEP). Las MEP plantean, en contraste con el DDR, que en lugar de romper
completamente y de manera inmediata las estructuras de mando y control de los grupos armados tras la firma de un
acuerdo de paz, se retengan por un periodo limitado de tiempo en una suerte de “holding pattern” o patrón de
retención (Colleta, SchjØrlien, & Berts, 2008). La idea detrás del holding pattern es que se reconfigure la estructura
de mando, es decir que siga existiendo temporalmente pero despojándola de toda connotación de autoridad y
jerarquía, y manteniendo intacta la cohesión social de los excombatientes dentro de una estructura militar o civil
como: i Cuerpos de protección civil, ii acuerdos de integración militar, iii fuerzas de seguridad transicional, iv
programas de sensibilización y v diálogo y formas de autonomía transicional (Ver Anexo 1).
Esto traería varias ventajas en el sentido de que primero se evitaría una dispersión prematura de los ex
combatientes que los puede llevar a convertirse en spoilers del proceso ante la inexistencia de posibilidades reales
de reincorporación, brindando mínimos niveles de seguridad en el periodo que sigue justo después de la finalización
del conflicto en áreas apartadas donde la presencia del Estado es débil, inexistente o ha sido reemplazada por
actores ilegales, lo cual es crucial para evitar el fracaso de los procesos de paz a largo plazo; segundo, se puede
empezar a cambiar la identidad y mentalidad guerrerista de los ex combatientes por una de tipo civilista al
integrarlos como vehículos de transformación y promotores de desarrollo en las comunidades por medio de
esquemas de trabajo al servicio de la sociedad (CCDDR , 2009); tercero, al contemplar las características del
contexto no solo se amplía el espectro de grupos de interés que pueden beneficiarse, sino que se contribuye a la
generación de confianza, perdón y reconciliación; y cuarto, las MEP pueden ser un primer paso en la reinserción de
los ex combatiente a la economía formal al brindarles la posibilidad de ser empleados como agentes de seguridad y
protección, y pueden ayudar a garantizar condiciones de seguridad.
Cabe señalar además que las MEP no son un prerrequisito para implementar medidas de DDR ni una fase
obligatoria en el proceso transicional, sino que son herramientas que puede ayudar a complementar y reforzar la
promoción de seguridad luego del conflicto y se pueden traslapar como parte de una estrategia más amplia de
construcción de paz (Colleta, SchjØrlien, & Berts, 2008).
La implementación de este tipo de medidas debería permitir que se vaya avanzando como mínimo en la
construcción de confianza entre los diferentes sectores políticos y sociales, en la generación de escenarios de
diálogo político en torno a la construcción de la paz, la reconstrucción y relegitimación de las instituciones del
De hecho, estos entornos de fragilidad hacen que los países que han experimentado conflictos sean más proclives a retornar a la guerra
si no se atienden eficazmente las causas que la originaron (Collier, P. et al 2003). Algunos estudios, a partir de análisis econométricos del
comportamiento de los principales indicadores socioeconómicos de algunos de estos países entre 1945 y 2009, han señalado que la
probabilidad de que este ‘retorno’ a la situación de violencia ocurra en el periodo comprendido entre los cinco y diez años luego del fin
de la guerra, puede variar entre el 20%, en el escenario más optimista, y el 50% en el peor de los casos (Collier, P. & Hoeffler, A. 2002;
Collier, P. Hoeffler, A. & Soderbom, M. 2006; Walter, B. 2010; Suhrke, A. & Samset, I. 2007).
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Estado, la recomposición del aparato económico del país, en la sensibilización de las comunidades y en el ajuste
psicosocial de los ex combatientes (Colleta, SchjØrlien, & Berts, 2008). Al final este proceso de recomposición
sistémica en el corto plazo, podría ayudar a que las condiciones del entorno estén dadas o mínimamente
establecidas para propiciar una reinserción de los ex combatientes menos traumática y sentar las bases para la
implementación de procesos más amplios de DDR con alcances más extendidos en el tiempo, y en general
cualquier procesos de construcción de paz.
Las MEP como alternativa útil en Colombia
En este orden de ideas, ante la posibilidad de que en Colombia se firme un acuerdo de paz, las MEP se presentan
como una alternativa válida que exigen como primera medida la comprensión del contexto cuyas particularidades
son determinantes para avanzar en los procesos transicionales. Así entonces, en Colombia el análisis sobre la
incidencia de los factores del entorno en el diseño de fórmulas de estabilización debe pasar necesariamente por la
revisión general de las cuestiones micro y macro pero también por elementos transversales asociados a la
construcción misma de Estado en los territorios.
Si hay algo que identifica este proceso el país es su carácter diferenciado, derivado de una dinámica histórica de
poblamiento de los territorios que terminó excluyendo amplias áreas geográficas donde las instituciones nunca
lograron consolidarse y se han mantenido ausentes (Gonzales, F. & Otero, S. , La presencia diferenciada del
Estado: un desafío a los conceptos de gobernabilidad y gobernanza: Análisis y evaluación de la gobernanaza, usos
y desafíos del concepto de gobernanza en Colombia, 2006). Esta lógica ha generado una suerte de “colapso
parcial” del Estado expresado en inoperancia institucional, pérdida de legitimidad (Oquist, 1978) , así como en una
“precariedad” manifestada en la aparición de actores ilegales que aprovechan la falta de autoridad para hacer uso
privado de la fuerza y para establecer instituciones sustitutivas que crean nuevas identidades y redes de dominio y
control social en esas zonas apartadas (Pecaut, 2001).
Como resultado de lo anterior, surgieron sociedades regionales muy disímiles con formas distintas de
relacionamientos con las instituciones y marcadas por fenómenos de violencia generalizada que han llevado a que
el Estado en lugar de ser el actor hegemónico, se convierta en un actor más que se entremezcla con los poderes
locales de hecho (Gonzales, F., Bolívar, I. , & Vásquez, T. , 2003) . Hoy la imagen que persiste del Estado en los
territorios es de uno excesivamente centralizado y burocratizado, ausente o con una presencia que se reduce a lo
militar y lo policía, contaminado por la corrupción, cooptado por poderes mafiosos e incapaz de imponer el imperio
de la ley (Redprodepaz , 2014).
El diseño de fórmulas para garantizar la estabilidad luego del conflicto en el país debe considerar estos factores en
su nivel nacional, regional y local pero sobre todo sus interacciones, las cuales para este caso colombiano hasta
ahora han demostrado ser muy difusas por la referida presencia diferenciada de las instituciones en las regiones
donde se ha desarrollado la guerra. De cualquier forma es importante tener en cuenta que el abordaje de estos
factores contextuales y de las complejidades particulares tanto en la formulación como en la ejecución práctica de
los procesos transicionales como el DDR y las MEP es clave para determinar su éxito en términos del
restablecimiento del status quo luego de la conflicto (Colleta N. , 2012).
Así las cosas, la fase de estabilización en Colombia debe abarcar acciones encaminadas como mínimo a proveer
seguridad y protección a las zonas rurales que es donde se ha desarrollado la guerra y donde la presencia estatal
ha sido históricamente diferenciada. Una opción es la adopción planes de choque o un de respuesta rápida que
permitan en la primera parte de la fase de estabilización empezar a cerrar las brechas existentes en términos de
autoridad, legitimidad y capacidad institucional del Estado en esas zonas apartadas con el fin de proteger a la
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población, abonar el terreno para una presencia integral y sostenida de las instituciones y llenar vacíos de poder
que pueden ser aprovechados por otros actores ilegales como las organizaciones criminales3.
Dichos planes debería incluir acciones orientadas a la neutralización de los fenómenos de criminalidad organizada
que constituye una de las principales amenazas a la seguridad rural; fortalecer el acceso a la justicia formal y
ejercer un efectivo control territorial a través de la Fuerza Pública. Esto ayudaría a priorizar en aquellos aspectos
más urgentes en el corto plazo para poder avanzar en la implementación de los acuerdos de paz y de esa manera
sentar las bases para transformaciones más profundas de mediano y largo plazo. Ahora bien, esta primera fase
dentro del proceso estabilizador también demanda tiempo aun y cuando la acción sea casi inmediata una vez se
inicie la transición. Es allí donde las MEP podrían jugar un papel determinante al evitar la dispersión apresurada de
los ex combatientes mientras se acondicionan los entornos no solo para proveer seguridad a las comunidades de
esas regiones, sino también para favorecer la reincorporación a la civilidad de los combatientes.
A continuación se presenta un diagrama que ilustra la ubicación temporal de las MEP dentro del proceso de
transición hacia la paz de acuerdo a lo arriba señalado.
Fuente: Elaboración propia
La acumulación de experiencias sobre la forma en cómo se ejecutan las transiciones del conflicto a la paz en el
mundo ha llevado a la definición de una serie de lineamientos, directrices, estándares y manuales procedimentales
que aunque sirven de guía para el diseño de modelos de intervención, no pueden aplicarse bajo esquemas rígidos
porque estos son procesos que ante todo dependen de los contextos, que son específicos y distintos en cada caso.
Por esta razón, las MEP pueden ser alternativas útiles, válidas y necesarias para facilitar la consolidación de la paz
pero no pueden ser vistas ni asumidas como conjuntos de actividades y procedimientos etéreos, abstractos,
secuenciales y vinculantes que se aplican automáticamente a los contextos, sino que debe ser a partir de las
especificidades de esos entornos que se determine cuál es la mejor herramienta a utilizar y cuáles son las
características particulares que debe tener para responder eficazmente a las necesidades e intereses de cada caso.
Es en la debida revisión y análisis de los entornos que radica el éxito de las MEP para lograr la transición hacia la
paz.
Una primer paso en la identificación de los factores que deben ser considerados en el diseño de una política de
estabilización para Colombia de cara a un escenario posterior a la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno y
Esta visión de la estabilización en Colombia se desprende del trabajo realizado por la mesa técnica de seguridad rural, que hace parte
del Sistema de Coordinación para el Postconflicto, en la cual participa la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
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las FARC, consiste en empezar a entender las dinámicas y contextos particulares en lo social, lo institucional, lo
económico y en lo referente a la seguridad de aquellas zonas del país donde se ha desarrollado el conflicto con
mayor intensidad y donde por lo tanto se hace imperativo priorizar una respuesta eficaz del Estado. En ese sentido,
una de las regiones que mejor cumple con las condiciones para avanzar en este proceso es el Urabá.
Estudio de caso: Urabá
Elementos de contexto para las MEP
La región del Urabá, ubicada en la esquina noroccidental del país, entre los departamentos de Córdoba, Antioquia y
Chocó, ha sido históricamente un punto neurálgico en el desarrollo de múltiples fenómenos de índole social,
político y económico relacionados con el conflicto armado. En este contexto, y dadas las características
geoestratégicas y socioeconómicas de la región, se han enmarcado al menos dos importantes procesos de
emergencia y posterior desmovilización de grupos armados: el EPL y las ACCU. Tan sólo los accidentes y la
disposición geográfica, como por ejemplo el golfo de Urabá, las densas y fértiles selvas tropicales del Darién en la
frontera con Panamá, así como la desembocadura de variadas fuentes hídricas como el río Atrato, por no
mencionar el aislamiento y las rutas de tránsitos marcadas por los sistemas montañosos del Nudo de Paramillo y la
serranía de Abibe; resultan elementos necesarios de analizar para entender cómo la competencia por el control del
territorio, las economías extractivas y los conflictos sociales que subyacen la violencia política, siguen vigentes y
pueden llegar a ser factores determinantes para el éxito de una eventual implementación de medidas de
estabilización en la región (Hartzell, Hoddie, & Rothchild, 2001).
Estas circunstancias, sumado a la marginalidad social y precariedad institucional, han convertido a la región en un
punto clave y estratégico para los grupos armados, quiénes cimentados en los conflictos sociales existentes, han
exacerbado la violencia al encontrar en el Urabá un centro de operaciones para el contrabando de mercancías e
insumos, el tráfico de armas y narcóticos, una retaguardia estratégica donde replegarse de ser necesario y
proyectar al resto del territorio nacional sus estrategias y tácticas de guerra. Adicionalmente, la competencia por el
control territorial en la historia reciente del Urabá, ha demostrado que la cercanía entre las zonas de latifundio y
agroindustria con las áreas montañosas de colonización, se constituye en un escenario óptimo para las expresiones
de resistencia política y social. Un aspecto de especial relevancia para la región, al ser un factor determinante en la
confrontación armada, la lucha por la tierra y las conveniencias estratégicas en torno a la consolidación de las
economías ilícitas (Aramburo C. I., 2009) (Reyes, 2009) (Romero M. , 2003). Todo lo anterior, inmerso en las
lógicas de alianza y delación entre clanes familiares dinásticos, propias de los escenarios regionales, las cuales han
condicionado la posibilidad de perpetuar los ciclos de la violencia injustificada (Kalyvas, S. , y otros, 2006).
En este sentido es importante recalcar que en la historia reciente de la región, la magnitud de la violencia ha
alcanzado cifras que superan con creces los promedios nacionales. A mediados de los años noventa la tasa de
homicidios en la región llegó a ser de 282 homicidios por cada 100,000 habitantes. Cifra que se encuentra muy por
encima del promedio nacional, que llegó a ser tan sólo de 69 homicidios. Este indicador denota una cultura de
violencia generalizada entre amplios sectores de la población en la región, quienes en muchos casos han militado
en más de un grupo armado o están ligados por lasos filiales con al menos un combatiente (Ej. Clan Úsuga
militando en la disidencia del EPL, las ACCU y las BACRIM). Razón por la cual, el uso de la violencia como un
mecanismo validado para la resolución de conflictos, es un factor cultural que debe ser mitigado en aras de evitar
brotes de reincidencia durante las primeras fases de la desmovilización de las FARC en el Urabá.
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Homicidos Urabá VS. Nacional
Tasa x 100.000 hab
300
250
200
150
100
50
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
0
Tasa Regionales de Homicidios
Tasa Nacional
Fuente: Policía Nacional
Igualmente, los indicadores de desplazamiento forzado, secuestros, accidentes con minas antipersonales y
extorsiones para la región del Urabá, han sido históricamente más preocupantes que para el resto del país. Revisar
estos indicadores resulta imprescindible en la medida que el impacto humanitario del conflicto puede llegar a
condicionar la disposición y capacidad de las comunidades receptoras para recibir desmovilizados durante las
primeras fases del proceso (Entrevista 2, 2015). Si no se comprende de manera integral la magnitud de la
afectación y los agravios de las comunidades locales, se pude dar una mala planeación que redunde
posteriormente en rechazos masivos por parte de las comunidades, a la llegada y prospectiva de reintegración de
los excombatientes. Tal y como pasó con la experiencia de concentración del EPL en Pueblo Nuevo, Necoclí,
donde los hacendados ganadero provenientes de Córdoba y los campesinos de las estribaciones de la serranía de
Abibe, habían experimentado fuertemente las acciones guerrilleras durante la segunda mitad en los años ochenta
(Entrevista 1, 2015) (Entrevista 3, 2015)
Fuente: Ministerio de Defensa/PAICMA/ Sipod y RUV
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Igualmente, la disminución de indicadores como el de desplazamiento forzado y los secuestros asociados a la
confortación y competencia por el control territorial entre guerrillas, estado y paramilitares después de la
desmovilización de las ACCU, aunado al aumento de al extorción, el secuestro extorsivo y los accidentes con minas
antipersonales; denotan un cambio de las formas de violencia que evidencia la predominancia del crimen
organizados y las alianzas entre grupos armados entorno la protección de las economías ilegales (coca y minería
ilegal). Es decir, un cambio de la confrontación abierta para lograr el control de territorio y población, a las alianzas
tácitas y cooperación en función de los intereses criminales (Entrevista 2, 2015)4. Un viraje que muestran las cifras
de violencia y que constituye un cambio fundamental del contexto en el que se dieron las desmovilizaciones del
EPL y las ACCU, frente al panorama actual en el que se desmovilizarían las FARC.
Evolución (ha) de Coca Promedio regional Vs .
Tierralta
3000
600
2500
500
2000
400
1500
300
1000
200
500
100
0
0
2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013
Promedio regional
Fuente: SIMCI
La evolución de los indicadores de cultivos de coca, principal economía ilegal en el país, también denota este
importante cambio en el contexto para los escenarios de desmovilización desde una perspectiva institucional. Por
ejemplo, desde la desmovilización de las ACCU en la región, el foco de la política de seguridad ha sido combatir al
crimen organizado que controla cultivos y corredores estratégicos para el tráfico de cocaína en el Urabá (El
Espectador , 2015). Las interdicciones y capturas, como estrategia para combatir el crimen organizado, han
mitigado paulatinamente el tráfico de drogas ilícitas al tiempo que han forzado a los grupos armados involucrados
en esta actividad a innovar sus tácticas criminales. De ahí la persistencia irregular de los cultivos ilícitos, indicador
de lo relevante que continúan siendo las economías ilegales, y el interés de algunos grupos armados por subsistir
en el territorio. Es decir, todavía existe en el Urabá un foco de financiación e incentivo para que la reincidencia en
redes criminales sea difícil de ignorar. Para las facciones de las FARC que desistieran del proceso de
desmovilización, como lo fue en su momento para las ACCU, esta circunstancia sería determinante.
Ver también los informes de riesgo del SAT, Defensoría del Pueblo de 2011 a 2015. Estos muestran un cambio en la disposición
estratégica de los grupos armados al superar la confrontación por las zonas de cultivo y tránsito de drogas ilícitas, para pasar a una
división del trabajo mediante alianzas criminales. La guerrilla controla el cultivo y las bandas criminales el tránsito y la distribución.
4
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Además de los indicadores que muestran la persistencia y cambios esenciales del contexto en materia de
afectación humanitaria y violencia, es necesario revisar las conflictividades sociales que llenan de contenido e
historia el territorio. Lo anterior, en función de entender la razón y trayectoria de los conflictos sociales que
subyacen la violencia y que se deben tener en cuenta para evaluar los riesgos y oportunidades de las MEP.
En primer lugar, y quizá uno de los aspectos más importantes de las conflictividades sociales en el Urabá, es la
centralidad de las luchas por la tierra y la ampliación de la frontera agrícola. La identidad campesina, de donde
provienen los combatientes de los grupos armados en su mayoría, esta mediada por una larga historia de
colonización de pequeños productores agrícolas , seguidos por la llegada de las hacienda ganaderas cordobesas y
bananeras antioqueñas. Esta tensión entre las economías de enclave y las economías campesinas, desató la
confrontación no sólo entre modelos de desarrollo regional, sino entre visionas de organización social y
posibilidades de acceso a la política local (Uribe M. T., 1992) (Ortiz, 1999) (Ortiz, 2004). Convirtiéndose entonces en
la razón de los agravios que justificaría los brotes de violencia y la revolución armada en contra de una
institucionalidad, que defendió al capital privado por encima de los intereses de la población local (García,
Cárdenas, & Correa, 1996) (Ortiz, 2004) (Romero M. , 2003) (Suarez, 2007).
Este aspecto estructural, la acumulación de tierra, si bien no es el único que explica la violencia política sigue
siendo determinante y vigente en el debate político y social de la región. Consecuentemente, los excombatientes de
las FARC se verán enfrentados una vez se desmovilicen, a un panorama de extrema desigualdad en la tenencia de
la tierra, evidenciado por el abandono y despojo de tierra masivo en los municipios que componen el Urabá.
Situación que no dista mucho del contexto en que se dieron las desmovilizaciones del EPL y las ACCU. Si la
apuesta, como fue durante las desmovilizaciones pasadas, sigue siendo la de inclusión económica del
desmovilizado por medio de las alternativas agrícolas o agroindustriales, la desigualada sobre la tenencia de la
tierra será sin lugar a duda un obstáculo.
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Adicionalmente, esta lucha por la tierra y por acceso a los medios de substancia que reclaman las poblaciones más
vulnerables en la región, incluyendo los desmovilizados, continúa siendo un reto no superado que limita las
posibilidades de desarrollo y superación de la violencia en el Urabá. En esta mediad, el uso y distribución de los
recursos sigue siendo un elemento asociado a la violencia y una preocupación entre los excombatientes que
buscan oportunidades económicas en un territorio donde chocan modelos divergentes de desarrollo. Quizás el
ejemplo más diciente de este vínculo entre la violencia y las economías agroindustriales, es el de la industria
bananera que se vio activamente involucrada en el conflicto armado, al imponer un modelo económico que politizó y
radicalizó al movimiento obrero y social en la región.
Esta forma de desarrollo agroindustrial, intensivo en capital y tierra y que requiere mano de obra poco calificada,
limitó sustancialmente las oportunidades laborales para las comunidades locales (Chapman, 2007) (Moberg, 2003).
Al priorizar los intereses de los capitales privados de otras zonas del país (ej. Medellín) y no constituirse en una
alternativa viable para la superación de la pobreza en la región, se tuvo que valer esta industria de los grupos
armados para consolidar su presencia en el territorio y neutralizar cualquier forma de resistencia frente a su modelo
de crecimiento económico desigual (Bucheli, 2005).
Producer Price [USD/t]
700
500
450
400
350
300
250
200
150
100
50
0
600
500
400
300
200
100
0
Tasa X 100,000
Precio Banano Vs.
Tasa Homicidios Eje Bananero
1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011
Colombia Producer Price [USD/t]
Promedio Mundial Producer Price [USD/t]
Tasa Homicidios 5 Municpios
Fuente: FAOSTAT/AUGURA/Policía Nacional
Como lo muestra la gráfica, la distorsión del mercado bananero (fluctuación en precios y producción) coincide con la
llegada del paramilitarismo y la violencia en contra de las formas de organización social y política (sindicatos y UP)
asociadas por el establecimiento a la insurgencia. Esta distorsión del mercado y aumento en los homicidios,
evidencia un conflicto social que desbordó la institucionalidad y se tronó extremadamente violento. Hito que marcó
la historia del conflicto en la región, polarizó los discursos políticos y determinó la relación del sector privado con el
12
movimiento obrero y las comunidades afectadas. Sin una regulación idónea de la agroindustria y la búsqueda de
otros sectores económicos como alternativas viables, no ha habido forma de plantear fórmulas de inclusión
económica realistas para los sectores poblacionales más marginales. Por consiguiente, tanto en el caso del EPL
como de las ACCU, los ex combatientes llegaron a considerar la reincidencia desde el momento inicial de la
desmovilización (Villarraga V. S., 2006).
Consecuentemente, la historia de confrontación entre elites regionales y movimiento social, lleva a plantear otros
tres elementos esenciales de contexto para la prospectiva de desmovilización de las FRAC en Urabá: i) la exclusión
política y las reivindicación del movimiento sindical como nicho de la violencia política; ii) los conflictos sociales
urbanos que presentan retos y oportunidades para los desmovilizados, dado el desplazamiento de población rural a
los centros poblados en los últimos años; y iii) la precariedad institucional y las diferencia en infraestructura y
capacidades locales entre departamentos.
Al respecto de estos elementos, la llegada primero del PCC y posteriormente de le UP, significó para las elites que
la contienda política podría poner en riesgo su visión de desarrollo y aspiración de control territorial en la región.
Razón por la cual, la estigmatización de las formas de resistencia civil caló con tanta fuerza entre hacendados y
empresarios, que justificaron la represión desmedida por parte del estado y terminó por catalizar formas violentas
como alternativa en un espacio de participación política totalmente cerrado. Lo anterior es importante traerlo a
colación por dos circunstancias de suma importancia.
En primer lugar, la vigencia y prevalencia de las FARC como grupo armado (ver magnitud de los eventos del
conflicto atribuidos a las FARC), a pesar de haber sido la región un bastión paramilitar. Y, en segunda instancia,
para ilustrar que en el Urabá existen experiencias de resistencia civil que han persistido y siguen siendo tan
vigentes, que la posibilidad de participar activamente en la política local resulta una motivación esencial para el
desmovilizado. Garantizar la seguridad de los excombatientes que decidan participar activamente en política (no
exclusivamente mediante contienda electoral), será un reto monumental para la seguridad después de la
desmovilización. Cuestión que no es ajena a la experiencia del EPL, cuyos excombatientes llegaron en múltiples
ocasiones a ocupar puesto de elección popular.5
5
Al menos cuatro municipios del Urabá han tenido alcaldes ex combatientes del EPL. Ver Registraduría Nacional.
13
Fuente: Base de Datos del Conflicto FIP
Por otro lado, la persistencia en el tiempo de los eventos del conflicto atribuidos a las FARC, así como en el
incremento general de los mismo en los últimos años (como lo muestre el grafio anterior), refuerzan el argumento
que los contextos cambiantes en la región han hecho cada vez más borrosa la línea entre violencia política y
violencia criminal. Esto aunado a otros factores de la violencia, así como de la movilización obrera, han hecho que
desde los años noventa se den migraciones significativas de población a cabeceras municipales como Apartadó y
Turbo. Lo cual supone una serie de nuevas conflictividades para poblaciones vulnerables, como los ex
combatientes, que buscan acceder a oportunidades laborales en espacios que se abren a actividades económicas
como el comercio (ej. Apartadó) y el sector servicios (nuevo puerto de Turbo). Este fue el caso del EPL, que
después de la concentración inicial los excombatientes fueron reubicados masivamente en Apartadó (Entrevista 3,
2015).
Estas migraciones resultaron en nuevas formas de organización social, por ejemplo víctimas y desplazados, que
aprendieron de la experiencia del sindicalismo a reclama derechos y reparaciones colectivas. Por supuesto, al
desbordar las capacidades de los centro poblados, tanto la precariedad institucional como las brechas en materia
de infraestructura para el intercambio (comercial y cultural) y la prestación de servicios públicos entre municipios se
hicieron evidentes. En esta mediad, los desmovilizados, tanto de EPL, como de ACCU, encontraron en su momento
una álgida competencia con otros sectores poblacionales para acceder a la oferta institucional. No hay razones para
pensar que esta misma situación no se presente durante una eventual desmovilización de las FARC.
Para recapitular es posible afirmar que en regiones como Urabá, donde la violencia política ha sido más
exacerbada, la falta de coordinación entre instituciones políticas e instituciones económicas ha favorecido el
desarrollo de un orden social donde el control sobre el territorio es equivalente al monopolio del acceso a la
población, los circuitos económicos y el poder político local (García, Cárdenas, & Correa, 1996). Esta condición
social, típica de regiones asoladas por la violencia, es el resultado de una acelerada modernización de los espacios
económicos con abundancia de recursos extractivos, que no ha contado con el acompañamiento estatal necesario
ni con las herramientas institucionales apropiadas para gestionar los choques sociales que la competencia por
dichos recursos escasos presupone (Goodwin, 2001) (Skocpol, Evans, & Rueschemeyer, 1999).6
Por consiguiente, es posible caracterizar al Urabá como una región donde se ha venido materializando una
transición incompleta de sociedad tradicional a moderna. Donde los vacíos de poder han sido rellanados por
actores para-estatales y done el surgimiento de instituciones de facto ha estado condicionado por las pugnas
intestinas de poder y la constante reacomodación de lealtades de sus pobladores, en función de los grupos
armados que ocupan en el territorio, de las económicas extractivas y de la posición geográfica privilegiada para el
comercio de mercancías legales e ilegales (Tilly, 1985.).
Reflexión sobre posible explicaciones a la sistematización de la violencia política en ámbitos regionales caracterizados por precariedad
institucional: teoría del conflicto basa en transiciones a la modernización. Ver Goodwin “No other way out: states and revolutionary
movements 1945-1991” (2001),
6
14
Lo cual, junto con la ineficacia de los gobiernos departamental y nacional, aunado a las lógicas de exclusión social
transversales a muchas regiones del país, ha llevado a que en el Urabá se generen brechas sociales
irreconciliables que evidencian la incapacidad del estado para gestionar los conflictos sociales de manera no
violenta e instaurar modelos de gobernabilidad y desarrollo viables en el largo plazo. Conflictos sociales irresueltos
que son vigentes en la actualidad y que caracterizan el contexto en el que las MEP deberán ser implementadas
durante una eventual desmovilización de las FARC en la región.
Procesos de DDR en Urabá y sus contextos
En Urabá han tenido lugar dos grandes procesos de DDR a lo largo de la historia: el del EPL (1991) y el de las
ACCU (2004-2006). De estas experiencias es posible extraer algunas lecciones importantes con relación a la
manera como estos procesos se vieron afectados por los entornos en los que ocurrieron y como esos procesos
incidieron en los entornos. A continuación se presenta una breve descripción de cada experiencia y de los factores
del contexto que incidieron en su desarrollo.
El DDR del Ejército Popular de Liberación (EPL)
El Ejército Popular de Liberación – EPL surgió a mediados de la década del sesenta como el brazo armado del
Partido Comunista Colombiano Marxista Leninista – PCC ML, una disidencia del Partido Comunista de Colombia –
PCC, que promulgaba una guerra popular prolongada como medio para derrocar a la oligarquía tradicional
(Villarraga, A & Plazas, N. , 1994). Uno de sus principales focos de acción en el desarrollo de esta estrategia fue la
región de Urabá desde donde el PCC ML organizó redes de militancia y destacamentos de su EPL con amplia
participación de campesinos, colonos, ex guerrilleros liberales, dirigentes sindicales y estudiantes con amplia
tradición de lucha agraria (Villarraga, A & Plazas, N. , 1994). A través de la combinación de la lucha armada y otras
formas de lucha de masas el PCC ML y su EPL se enfrentaron al establecimiento dando inicio a una espiral de
hostilidades que se extenderían hasta su desmovilización y reintegración a principios de los noventa, la cual sería
pactada luego de un proceso de negociación que culminó con la firma de un acuerdo de paz el 15 de febrero en
1991.
Desmovilización
15
Como parte de este proceso se acordó la concentración de las tropas en diez campamentos que luego pasaron a
once y terminaron siendo solo siete (Villarraga A. , 2009). En el Urabá antioqueño se instalaron dos de los
campamentos principales: uno en el corregimiento de Pueblo Nuevo, municipio de Necoclí y uno en el corregimiento
Manuel Cuello, municipio de Turbo, que luego serían fusionados en uno a donde llegarían cerca de 200 guerrilleros
(fueron en total 500 desmovilizados en el departamento de Antioquia) (Villarraga 2009).Como reglas generales para
los campamentos se estableció la permanencia de los miembros del grupo hasta la firma de los acuerdos finales, la
suspensión el reclutamiento, el suministro de ayuda humanitaria y atención básica por parte del gobierno; respeto a
los bienes de las comunidades aledañas; acceso libre pero controlado; ubicación de tres anillos para patrullaje y
protección de las zonas: uno para la guerrilla, uno neutral y otro para el ejército; una sola vía de acceso con varios
retenes (Villarraga A. , 2009). Se estima que llegaron a los campamentos un total de 2.200 combatientes cuyo
traslado se hizo en buses con representantes de cada parte para pasar los retenes. En los campamentos solo había
presencia del EPL con armas siempre manteniendo estructuras de mando y control pero no en posición de
combate. Los campamentos se ubicaron en cascos urbanos.
Asimismo, se acordó que el gobierno garantizara temporalmente (6 meses después de la dejación de las armas) la
seguridad de los ex combatientes y dirigentes del EPL con base en una evaluación de riesgos clasificados en tres
niveles: 1. máxima prioridad (4 dirigentes nacionales de mayor riesgo), 2. 9 dirigentes y excombatientes con
liderazgo nacional y alto riesgo, 3 28 ex combatientes con liderazgo regional y riesgos previsibles. La protección
estaría a cargo de escoltas de la DIJIN y se entregaría chalecos antibalas. Se dispuso que el EPL podría designar
personas de sus filas para la escolta de los dirigentes, que serían entrenados por los organismos de seguridad y se
les daría salvoconducto para el porte de armas (Villarraga A. , 2009).
Desarme
En los campamentos tuvo lugar además la dejación de las armas del grupo, proceso que se desarrolló a partir de
una lista completa entregada por el EPL de material de guerra (tipo, marca, calibre y número de serie en el caso de
las armas y tipo y cantidad en el caso de los explosivos) y de prendas de uso privativo de las Fuerzas Militares
(Villarraga, 2009; Entrevista 14). Se calcula que en total se entregaron cerca de 600 armas. Se definió que las
prendas serían inutilizadas in situ y los explosivos serían detonados de manera controlada en los campamentos.
Las partes decidieron que antes de la dejación los miembros del EPL agotarían la munición contra colinas dentro de
los campamentos. Las armas fueron trasportadas hasta la Siderúrgica de Medellín donde fueron fundidas en un
acto privado con presencia de los veedores internacionales y sin presencia de Fuerza Pública. En la ceremonia de
destrucción la lista del material de guerra se entregaría a la veeduría internacional que se encargaría de remitirla a
la Consejería para la Paz (Villarraga A. , 2009) (Entrevista 14, 2015)
Se acordó también la conformación de una veeduría nacional, integrada por un representante de la Conferencia
Episcopal, uno de la veeduría internacional y una personalidad política. Su función consistiría en verificar varios
compromisos adquiridos por las partes por medio de visitaría los campamentos y evaluaciones periódicas no
públicas para generar confianza y una evaluación final del cumplimiento y terminaría en la fecha de la "dejación de
las armas. También se acordó conformar una veeduría internacional con representantes del Partido Socialista
Obrero Español y la Internacional Socialista para que vigilaran, supervisaran y certificaran el cumplimiento del
acuerdo final. Esta comisión tendría a su cargo la verificación de desarme total y definitivo (Villarraga A. , 2009)
(Entrevista 14, 2015).
Reinserción/reintegración
Se definición la realización de programas de preparación a la civilidad en educación integral, actividades culturales,
encuentros de socialización, capacitación general y especifica en participación ciudadana, proyectos productivos,
formación laboral y recreación, entre otros, que contarían con el apoyo de entidades gubernamentales como
16
Colcultura y el SENA, y organizaciones sociales y no gubernamentales (Villamizar, 1997) (Villarraga A. , 2009).
Como parte de la reintegración se pactó la incorporación de dos delegados permanentes del grupo en la Asamblea
Nacional Constituyente, la inscripción y legalización de su proyecto político, previa dejación de las armas y
desmovilización, así como el otorgamiento de indultos por delitos políticos y conexos a todos los miembros del
grupo como condición para reintegrarse a la vida ciudadana en virtud de lo dispuesto por el Decreto 213 de 1991
(Villarraga A. , 2009).
El acuerdo también incluyó un Plan de Reinserción económica, política y social dividido en tres grandes fases:
transición, reencuentro y seguimiento y evaluación. Inicialmente el plan contempló la entrega de una encuesta de
aptitudes para la preparación de proyectos educativos y productivos, y luego el inicio de la fase de transición en los
campamentos que se extendería hasta seis meses después de la terminación de los vida en dichos centros.
Durante esta fase el gobierno se comprometió a desarrollar programas de educación no formal, de capacitación
técnico profesional y asesoría empresarial, de participación ciudadana y la entrega de un seguro de salud integral
todo lo cual se complementaría con el pago de un auxilio mensual global de subsistencia equivalente a 150 millones
por mes durante seis meses que sería girada a la Fundación Progresar constituida por el EPL con posibilidades de
prórroga (Villarraga A. , 2009).
En esta fase se dispusieron tres alternativas dentro de las que los desmovilizados podían escoger: a) inicio de un
proyecto productivo autogestionario y asociativo en ganadería, granjas agrícolas, cooperativas transporte, entre
otras, para lo cual el gobierno entregaría capacitación asesoría y un crédito equivalente a 2 millones de pesos por
un sola vez a una tasa de interés de 12% anual; b) inicio o continuación de estudios superiores con un fondo de
crédito administrado por el ICETEX ,ó c) ubicación laboral en el sector público o privado (Villarraga A. , 2009). Con
relación a la tercera fase, el gobierno se comprometió a crear una oficina de reinserción, la ampliación del Consejo
Nacional de Normalización, la presentación de un informe conjunto de avances sobre el cumplimiento de los
compromisos por parte de un delegado de cada parte, al mismo tiempo que el EPL se obligó a canalizar esfuerzos
humanos y financieros a través de la Fundación Progresar para apoyar el Plan (Villarraga A. , 2009).
El desarrollo de este proceso de DDR se vio atravesado por varios factores contextuales que determinaron sus
alcances y limitaciones.
Factores contextuales
Realidad internacional y momento organizacional del EPL
En el plano externo, se destacan dos hechos de gran trascendencia: el derrumbe del socialismo por la disolución de
la URSS a finales de los ochenta que significó el agotamiento de la guerra revolucionaria y la caída de los
regímenes socialistas en varios países del mundo, y la tendencia por la misma época a la solución negociada de los
conflictos armados internos en Centroamérica (Villarraga A. , 2009). Estos acontecimientos precipitaron una crisis
en la izquierda mundial y nacional que llevaron a las guerrillas a reflexiones y replanteamientos internos frente a sus
aspiraciones estratégicas que empezaron a generar fenómenos de polarización entre las mismas organizaciones
revolucionarias. Tal fue el caso del EPL, que si bien venia avanzando en este proceso desde principios de la
década, fue por el curso de estos acontecimientos que lo consolidó hasta llegar a la decisión de dejar a un lado las
armas, desarticular sus estructuras tanto políticas como militares y reincorporarse a la vida civil.
En efecto, desde finales de los setenta empezó a configurarse un fuerte debate al interior del Comité Central del
Partido PCC ML y del Estado Mayor del EPL acerca de las perspectivas de su lucha revolucionaria en el que se
distinguían dos grandes posturas: mantenerse en la lucha armada a la que se adhirió una parte importante del
Secretariado del partido y del Estado Mayor del grupo armado, liderados por Francisco Caraballo, Danilo Trujillo y
Eduardo Ramírez, y la lucha por mayores espacios democráticos sin armas, de la que hacía parte un sector amplio
17
del Comité Central del Partido y del Estado Mayor del EPL, liderados por Oscar William Calvo, Jairo Calvo,
Bernardo Gutierrez, AnÍbal Palacio y Jaime Fajardo (Fajardo, 2009) (Entrevista 15, 2015) (Entrevista 16, 2015)
En el centro de las discusiones se plantearon temas diversos 7 sobre los que se asumieron posiciones ampliamente
contradictorias que terminaron derivando en un profunda fractura interna entre dirigentes y militantes del PCC ML y
una ruptura en la unidad de mando de su EPL dirimida a favor de la postura pacifista (Villamizar, 1997).
Este momento organizacional del EPL caracterizado por hondas divisiones ideológicas a nivel interno, marcaría el
inicio de su desarticulación y transformación en movimiento legal pero a la vez constituiría un serio obstáculo para
avanzar en ese proceso. La razón es que el sector guerrirestisa se mantuvo firme en sus convicciones y se apartó
para formar una disidencia armada que se opondría a los diálogos y declararía la guerra a sus excompañeros
desmovilizados (Entrevista 15, 2015). Esto sería determinante en el fracaso de la reincorporación del grupo a la
civilidad.
Ahora bien, así como el curso de los acontecimientos mundiales influyó para que se profundizaran las diferencias
del grupo, a nivel nacional también se conjugaron una serie de factores institucionales que ayudaron a reforzar y
legitimar las visiones de paz en medio de los debates internos que condujeron a la desmovilización del grupo.
Contexto institucional
El primer factor tuvo que ver con el cambio en la visión del Estado frente al manejo del conflicto armado a finales de
los ochenta. Este giro se dio con la puesta en marcha de la política de paz de Belisario Betancur (1982-1986) luego
de varias décadas de mano dura en contra de las guerrillas. La paz de Betancur significó la adopción de una serie
de acciones institucionales dirigidas no solo a abrir espacios de diálogos con la insurgencia, sino también a superar
las causas objetivas del conflicto en aquellas zonas históricamente relegadas de presencia del Estado. Una de esas
regiones priorizadas como parte de esta política fue Urabá donde el EPL se asentaba y donde se impulsó un plan
de inversiones (Operación Urabá) para llevar a cabo reformas estructurales y atender las necesidades básicas de la
población, una reivindicación histórica de la guerrilla (García, 1997). La voluntad de paz y el compromiso
demostrado por el gobierno con esta política abrieron el camino para que el EPL avanzara en la revisión interna de
sus estrategias y posturas, proceso que al final llevaría al grueso de la organización a inclinarse por el escenario de
la paz negociada.
El segundo factor está relacionado con la consolidación de la política de paz del Estado. Esto se reflejó en la
continuidad que le dieron a la solución negociada al conflicto tanto Virgilio Barco (1986-1990) como César Gaviria
(1990-1994). De hecho, fue en la administración Barco que iniciaron formalmente los diálogos con el EPL. El hecho
se produjo en un contexto de activa y amplia movilización por parte de diversos sectores de la sociedad civil como
los partidos políticos, los gremios, los sindicatos, las organizaciones sociales, la iglesia católica y de manera
particular el movimiento estudiantil, a favor de la promoción de escenarios para la generación de consensos, y de la
implementación de importantes reformas estructurales de apertura del sistema político (Villarraga, A & Plazas, N. ,
1994).
Uno de los hitos de esta dinámica fue la descentralización política expresada en la aprobación en 1988 de la
elección popular para corporaciones públicas (GRUPO, D. M. H. , 2013), lo cual implicó el surgimiento de nuevos
escenarios de participación democrática de organizaciones de izquierda ligadas a grupos guerrilleros como fue el
caso de la UP que en Urabá logró convertirse en el primer actor político con amplia presencia, liderazgo y un
proyecto claro (Fajardo, 2009) (Villarraga A. , 2009) ; (García C. , 1996) (GRUPO, D. M. H. , 2013).Tanto la
de orden tanto estratégico como táctico referentes al modelo de sociedad a conquistar o a proponer, la relación entre democracia y
socialismo, la revisión de la tesis de lucha de clases, cuestionamientos a la combinación de todas las formas de lucha, la concepción
hegemónica del partido y a la estrategia de la guerra popular prolongada, la lucha por la apertura democrática, entre otros (Villarraga
2009).
7
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proclama social para favorecer la apertura democrática y el cese de la violencia, como los cambios políticos
influirían sustancialmente en la decisión del EPL de seguirle apostando a la paz pese a la persistencia de la
violencia y la guerra sucia que desde sectores ligados al narcoterrorismo y paramilitarismo emprendieron contra las
nacientes expresiones democráticas. Durante este gobierno se lograrían los dos primeros acuerdos parciales8 con
este grupo (Villarraga A. , 2009). La oportunidad que el nuevo escenario de negociación brindaba explicaría por qué
uno de los primeros acuerdos abordaría la concentración de las tropas para su desarme, desmovilización y
posterior reintegración.
Gaviria por su parte siguió dando un tratamiento integral a todos los factores de violencia e introdujo algunos
cambios importantes en el sentido de centrar en la presidencia la responsabilidad directa en el tema de la paz, de
flexibilizar el modelo de negociación para recoger las principales reivindicaciones de los grupos guerrilleros
(veeduría internacional, defensa de los derechos humanos y adopción del DIH), y de la exigencia del cumplimiento
de unos requisitos mínimos de manifestaciones claras de paz como la declaración de ceses al fuego, la
desmovilización y desarme como condición necesaria para pactar su transformación en movimientos legales
(Villamizar, 1997) .Aunque esto último generó algunos tensiones, no fue impedimento para que se siguiera
fortaleciendo el proceso con el EPL especialmente porque este nuevo esfuerzo de paz tenían como telón de fondo
la aprobación de la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un escenario de discusión de
reformas estatales de fondo en el que las guerrillas tendrían vos y voto, lo cual sin duda abrió una ventana de
oportunidad para que se concretaran definitivamente las aspiraciones de paz con las guerrillas.
En este contexto se firmaría el pacto final de paz entre el gobierno y el M-19 que pasaría a conformar en la
legalidad el movimiento AD/M-19 con dos voceros permanentes en la ANC, y cuyo modelo de negociación serviría
de incentivo y referente para el proceso con otros grupos incluido el EPL. De hecho, el modelo de negociación
empleado en estos casos fue exactamente el mismo: centrado en el otorgamiento de garantías personales,
favorabilidad política en términos de espacios de participación y representación política (Circunscripciones
especiales de paz, la ANC, el Congreso de la República), derechos humanos y orden público en sus zonas de
influencia, garantías jurídicas (indulto) y condiciones sociales y económicas para la reinserción, así como planes de
desarrollo regional con inversiones públicas para sus zonas de influencia (Bejarano, 2009). El resultado final sería la
firma de seis acuerdos parciales con el EPL, que se sumaron a los otros dos alcanzados previamente9, y la firma de
un acuerdo final que los aglutinaba todos (Villarraga A. , 2009, págs. 98 - 101).
Estos acontecimientos de alguna forma influyeron para que el proceso de desmovilización y reinserción se
concibiera desde una perspectiva nacional y no tan orientada a los territorios. Un efecto de esto es que incluso
desde antes de su implementación se evidenció una falta de compromiso real por parte de las instituciones
responsables de diseñar y aplicar lo pactado, especialmente en lo concerniente. A pesar de que los acuerdos
establecieron con relativa precisión la forma como se llevaría a cabo la reincorporación del grupo a la vida civil, lo
cierto es que el diseño e implementación del proceso se burocratizó y esto hizo que las instituciones responsables
no se comprometieran con su debida planeación ni ejecución (Entrevista 3, 2015) (Entrevista 15, 2015) (Entrevista
16, 2015).
Como resultado de lo anterior no hubo un modelo claro de reinserción, ni estudios previos, ni el debido alistamiento
de los entornos incluyendo las comunidades receptoras y los desmovilizados. Esto llevó a que el proceso se fuera
construyendo sobre la marcha, de manera improvisada y a que se entenderá la reinserción como una transición
espontánea y automática sin tener en cuenta los perfiles de los desmovilizados, ni las implicaciones psicológicas
derivadas del choque que implicaba el acantonamiento prolongado, el desarrollo de nuevas actividades y rutinas en
los campamentos luego de años de movilidad, disciplina militar y confrontación armada (Villarraga A. , 2009)
(Entrevista 3, 2015) (Entrevista 5, 2015) (Entrevista 16, 2015). Nunca se consideró que más allá de la entrega de
Los primeros acuerdos parciales dispusieron la distención militar de las zonas con presencia del EPL y a la instalación de los primeros
campamentos en Urabá.
9 En estos acuerdos se definieron cuestiones relacionadas con los planes de desarrollo regional, violencia y derechos humanos,
reglamentación de los campamentos, actuación de dos voceros en la ANC y reformas a la fuerza pública, entre otros.
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ayudas de subsistencia, la reinserción y reintegración pasan por la transformación de las cotidianidades, la manera
de habitar, comer, recrearse, circular y relacionarse con otros en un ambiente donde están solos y ya no hay una
organización que lo provee todo y lo resuelve todo (Uribe M. , 1993) (Alape, 1996) .
Adicionalmente, se diseñaron esquemas de reincorporación desequilibrados en favor de los intereses de los
comandantes frente a la posibilidad de participar en las contiendas políticas y en detrimento de los mandos medios
y rasos. Estos últimos al no tener proyectos de vida claros ni planes para lograr ser compatibles con las nuevas
realidades luego de la desmovilización, guiados por el resentimiento que les causaba no ser atendidos en sus
necesidades como sí ocurría con sus comandantes, y al no contar con un referente de vida distinto al de la guerra,
no tuvieron otra opción que apartarse del proceso o reincidir cuando salieron a la civilidad (Entrevista 17, 2015).
Además no hubo un enfoque diferencial para desmovilizados provenientes de minorías étnicas, así como para
miembros de los cuadros políticos que no hicieron parte estrictamente de las estructuras armadas y que también se
concentraron con los excombatientes (Entrevista 5, 2015) (Entrevista 3, 2015).
Garantías de seguridad
En materia de seguridad también hubo limitaciones en la implementación de los acuerdos que se asociaron a la
falta de planeación y un diagnóstico claro sobre os entornos a donde llegarían los desmovilizados. Aunque el
proceso de negociación culminó con la desarticulación y transformación del EPL en el movimiento político
Esperanza, Paz y Libertad (epl), allí las zonas donde antes hizo presencia fueron rápidamente copadas las FARC,
las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (ACCU) y la disidencia del grupo que se apartó de los acuerdos. La
presencia de estos grupos represento una seria amenaza para los desmovilizados y constituyó un obstáculo para
su efectiva reincorporación.
Una de las situaciones más críticas se vivió en la región de Urabá donde tuvo lugar una campaña de persecución,
homicidio, desplazamiento, desaparición y exterminio de los miembros del epl. Entre 1991 y 1996 se registraron
cerca de 18 masacres, 763 hechos violentos y 2.000 ataques contra sindicalistas que simpatizaban con EPL
(Verdadabierta.com, La reinserción del Epl en Urabá: historia de un fracaso anunciado, 2015). Además, de las 30
iniciativas productivas de las que se beneficiarían cerca de 334 ex combatientes solo en Antioquia y que incluían
actividades diversas como producción ganadera y agrícola, tapicería, ebanistería, restaurantes, droguerías y
cooperativas de transporte, solo 5% lograron mantenerse, el resto pereció ante la acción de los actores armados
(Verdadabierta.com, 2015) (Entrevista 3, 2015) (Entrevista 5, 2015).
Este episodio de violencia sistemática tuvo como protagonistas en un primer momento a las FARC y a la disidencia
del EPL, liderada por Francisco Caraballo y algunos ex mandos medios del grupo como Francisco Morelo, alias
“Negro Sarley” y Juan de Dios y Dairo Úsuga (hoy máximo líder de la banda criminal denominada “Clan Úsuga”).
Esta “disidencia caraballista” que se conformaría a partir de los fraccionamientos internos que experimentó el EPL
durante y luego de las negociaciones, retomó las armas y arremetió contra sus antiguos compañeros por
considerarlos traidores en una campaña que contó con el apoyo de las FARC primero y luego de una célula de las
ACCU, (Entrevista 3; Entrevista 5; Entrevista 17). Las consecuencias de los fraccionamientos internos y la
existencia de otros actores armados no se tuvieron en cuenta al momento de definir los programas de reintegración.
Si bien en los acuerdos sobre esta materia se estipuló el diseño de un plan de seguridad para los desmovilizados,
este solo se ejecutó parcialmente porque se conformaron cuerpos de escoltas que solo se hacían cargo de la
seguridad de los líderes, muchos de los cuales eran desmovilizados que hacían parte de los círculos más cercanos
de los dirigentes mientras que los mandos medios y combatientes rasos quedaron desamparados (Entrevista 3;
Entrevista 5; Entrevista 17). Ante la falta de garantías de seguridad para estos cuadros por parte del Estado y en
respuesta a la ofensiva lanzada por la disidencia caraballista, un sector de los desmovilizados decidió conformar los
Comandos Populares, cinco facciones armadas que pretendían frenar el avance de la guerrilla y que terminaron
siendo absorbidas por las ACCU, núcleo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) (Verdadabierta.com,
2011).
20
Lo que vino después fue una nueva espiral de violencia en la región que se extendería hasta la desmovilización de
los grupos paramilitares en 2004. En este proceso no participaron algunos sectores, muchos de ellos liderados por
los mismos que en su momento hicieron parte de la disidencia del EPL y de los Comandos Populares, quienes se
rearmaron y conformaron organizaciones criminales como el “Clan Úsuga” o “Los Rastrojos”, los cuales hoy tienen
un alto poder de influencia en los órdenes sociales, políticos y económicos a nivel local y control de amplias redes
criminales tanto en Urabá como en otras regiones del país (Insightcrime.org, 2014) (Verdadabierta.com, 2011).
Estos ciclos de violencia que se repiten en el tiempo guardan una relación directa con la ausencia de mecanismos
de seguridad adecuados e integrales para la población desmovilizada.
Territorialidades
Al tiempo que iban avanzando las discusiones internas en el PCC ML y su EPL durante los ochenta, se fueron
configurando una serie de condiciones específicamente en las territorialidades de Urabá, su principal núcleo de
dominio. Algunas de estas condiciones se relacionaban con los cambios que en ese momento se estaban
produciendo en las realidades nacionales y que fueron determinantes para el proceso mismo de negociación con
ese grupo y la etapa de post acuerdos.
Uno de los factores principales fue la recomposición estratégica de la guerra insurgente en la región que llevó a una
fuerte y prolongada disputa entre las FARC y el EPL por el control social, político y económico de la región.
Mientras los primeros buscaban recuperar los territorios perdidos ante la acción guerrerista del Estado a finales de
los setenta, los segundos pretendían defender los que recién empezaban a consolidar (García C. , 1996). Esta
lucha tuvo como ejes centrales, por un lado, la preocupación por los desequilibrios de poder que pudieran derivarse
de los cambios políticos que implicaba la descentralización política y, por otro, el afán de las guerrillas por
aprovechar los espacios de participación que comenzaban a abrirse en el marco de la política de paz del gobierno
con el objetivo de estructurarse como fuerzas políticas (García C. , 1996) (Entrevista 1, 2015) (Aramburo C. , 2009).
Estas disputas derivadas de las territorialidades bélicas, tuvieron un impacto directo en la configuración de las
territorialidades socioculturales, empresariales e institucionales de la región durante la década de los ochenta. En el
ámbito sociocultural la incidencia se dio a través de la inserción de las guerrillas en las luchas sociales y el
aprovechamiento del mundo laboral y las disputas por la tierra como espacios para avanzar en la confrontación por
el dominio político, social y económico de la región (García & Aramburo, 2011). El objetivo: la búsqueda de adeptos
a los proyectos guerrilleros y por esa vía la intervención directa del movimiento de masas para catalizar sus
reivindicaciones sociales, fortalecer sus bases de apoyo social y político, y ejercer mayor presión sobre el gobierno
con el fin de lograr la efectiva aplicación de los planes de inversión en la región (Entrevista 1, 2015) (Aramburo C. ,
2009)10.
A nivel empresarial las territorialidades se vieron comprometidas a través de la expansión guerrillera hacia espacios
más urbanos donde se empezaba a concentrar la mayor parte de la población de la región y a consolidar zonas de
alta productividad económica en torno a la agroindustria del banano, la cual aportaba un porcentaje significativo al
PIB regional y una fuerza laboral altamente disciplinada y organizada (Entrevista 1, 2015). La convergencia de
estas características del entorno llevó a que la toma del eje bananero, con todo y sus dinámicas sociales y
económicas, se convirtiera en el principal objetivo estratégico dentro de la lucha guerrillera por el dominio de la
región (García C. , 1996). De hecho, allí las FARC y el EPL crearon nuevas formas de relacionamiento con la clase
obrera a través de la intervención en el conflicto obrero-patronal y la participación directa en el movimiento sindical
(Entrevista 1, 2015) (Aramburo C. , 2009).
Un hito de esta dinámica fue la declaración del Paro Cívico Regional de 1985 que afectó en un 80% las actividades bananeras,
principal sector económico de la región (García, 1997).
10
21
En el campo de las territorialidades institucionales se presentó un escenario contradictorio en el que por un lado se
avanzaba en la transición de grupos guerrilleros a movimientos políticos gracias a las iniciativas de paz
gubernamentales y, por otro, se generaban por esta vía escenarios de competencia política que no se desligaron
del todo de las posiciones ideológicas y componentes armados que seguían activos y que volvieron el conflicto
cada vez más complejo. El interés por ejercer un dominio cada vez más contundente sobre la región hizo que la UP
y EPL, quedaran insertos en el conflicto como instrumentos de lucha en una dinámica bélica que los llevaría a
convertirse en objetivos de guerra (García C. , 1996).
La fuerte incidencia de las guerrillas en el fortalecimiento del movimiento sindical y la movilización política en la
región generaría una reacción autodefensiva por parte del empresariado local que se traduciría en la conformación
de ejércitos privados y grupos paramilitares cuya irrupción y consolidación sería determinante para la configuración
de nuevas territorialidades bélicas en con clico que se mantiene vivo hasta hoy. Este proceso se desarrolló en
medio de una nueva escalada de la violencia armada entre las FARC y los paramilitares por el copamiento de los
territorios que quedaron vacíos tras la desmovilización del EPL (García, C & Aramburo, C. , 2011). Al igual que
como ocurrió con la insurgencia, los paramilitares instauraron un nuevo orden que afecto a las territorialidades
socioculturales con nuevas formas de coerción y dominio sobre la población general y los desmovilizados que se
convirtieron en víctimas de masacres, despojo de tierras y desplazamiento forzado (Aramburo C. , 2009), truncando
el avance de los programas de reincorporación a la vida civil de los ex combatientes.
Desarrollo socioeconómico
Con respecto al ámbito socioeconómico sobresalen dos aspectos clave relacionados entre sí: uno tiene que ver con
el diseño mismo del proceso de reinserción económica y el segundo con las características del entorno al que los
desmovilizados tuvieron que enfrentarse para subsistir.
Lo primero es que debido a la falta de planeación, la reinserción económica se entendió de manera simplista como
el pago de un salario ($75.000 mensual) por un año y la tardía financiación de proyectos productivos. Con esto se
terminaron replicando lógicas paternalistas y de dependencia que impidieron que se diera un efectivo
desprendimiento y transición hacia la individualidad para la subsistencia. Además no se consideró que la mayor
parte de los desmovilizados eran de origen campesino con un bajo nivel académico y laboral que les impedía tener
una visión de ahorro e inversión, y asumir nuevos roles para sobrevivir individualmente (Alape, 1996). Algunas de
las preferencias laborales de los desmovilizados del EPL incluían áreas como las confecciones, el calzado, la
mecánica, la conducción, el comercio, la agricultura y la medicina, entre otras, pero al no haber un modelo de
reinserción económica claro nunca fueron tenidas en cuenta y la poca preparación que tuvieron se limitó a lo que
los desmovilizados más letrados podían enseñar a sus compañeros en los campamentos (Alape, 1996; Entrevista
3; Entrevista 5).
Los dirigentes del grupo incluso reconocen que se concentraron en su propia reinserción despreocupándose por los
combatientes rasos por lo que nunca se abogó por un acompañamiento psicosocial ni por una adecuada la
capacitación técnica/académica para ayudar a estos sectores a ser autosuficientes y productivos (Entrevista 15,
2015) (Alape, 1996). Muchas veces los créditos entregados para los proyectos ($2 millones) fueron utilizados para
cubrir necesidades inmediatas y adquirir bienes básicos para el sostenimiento de las familias. De hecho, siempre se
partió de la idea de que el proceso solo involucraba a los individuos y no a los combatientes con sus respectivas
familias por eso muchos aprovecharlos los auxilios económicos para atender a sus familias antes que invertir en
proyectos individuales (Alape, 1996).
Si bien se alcanzaron a impulsar algunos esfuerzos para brindar asesoría técnica en la formulación delos proyectos
productivos de los ex combatientes y para articular la acción estatal con el sector privado 11 , ninguno logro
11Se
destaca la creación de un fondo para la paz, la conformación de una corporación (Conideas) encargada de gestionar convenios y la
Mesa por la Paz, un escenario de diálogos donde convergía el gobierno, el sector privado, la comunidad y los desmovilizados.
22
materializarse debido, entre otras cosas, a la falta de mecanismos de protección y seguridad que favoreció el
avance de una campaña sistemática de exterminio dirigida en contra de los desmovilizados y que hizo que los
actores involucrados desistieran de participar (Entrevista 17, 2015). Además las ayudas no fueron sostenibles, no
contaron con mecanismos de seguimiento y evaluación y no se orientaron a hacer rentables los emprendimientos,
lo cual hizo que fracasaran y que la reintegración económica tuviera un impacto limitado (Entrevista 3, 2015)
(Entrevista 5, 2015).
A la falta de preparación vocacional se sumó la ausencia de un diagnóstico completo de las condiciones de los
entornos a los que se enfrentarían los desmovilizados. En Urabá, se omitió el hecho de que era una región
históricamente desarticulada de las dinámica de desarrollo socioeconómico a nivel departamental y nacional,
institucionalmente frágil, que seguía envuelta en una lucha armada por el dominio de la tierra entre las FARC y los
paramilitares, en conflictividades sociales por la vivienda y por las relaciones obrero patronales, así como en
fenómenos de delincuencia común, corrupción y estigmatización (Uribe M. , 1993). Allí no se tuvo en cuenta que los
desarmados llegarían a una sociedad que seguía armada y que no podía brindarles condiciones óptimas de
subsistencia (Uribe M. , 1993).
Uno de los aspectos más problemáticos era la dinámica que fue adquiriendo el conflicto armado y su impacto sobre
la economía de la región. Los efectos se expresaron principalmente en una tendencia marcada hacia la
concentración de la tierra por parte de los paramilitares para el desarrollo de procesos productivos de gran escala
en el sector de la madera, la ganadería extensiva y la palma (García, C & Aramburo, C. , 2011). Los paramilitares
introdujeron la política de “tierra arrasada” con la que buscaron arrebatar posiciones a las FARC por medio de
variados repertorios de violencia como masacres y asesinatos selectivos que derivaron en fenómenos de despojo y
desplazamiento masivo de la población, incluyendo a los desmovilizados del EPL contra quienes se lanzaron
acciones específicas para acabar con los proyectos productivos que recién empezaban.
Esto a su vez generó una suerte de “desagriculturización” de la economía regional en la medida en que la
expansión de los latifundios por cuenta del avance paramilitar, generó una reducción significativa de las pequeñas y
medianas propiedades dedicadas a los cultivos de comercialización y autoconsumo (plátano, maíz, yuca, arroz y
cacao) los cuales demandan una mayor mano de obra (García, C & Aramburo, C. , 2011). Esto codujo
naturalmente a un aumento en la tasa de desempleo en las áreas rurales, obstaculizando la absorción laboral de la
población desmovilizada. Ante la falta de oportunidades dadas las anteriores circunstancias, muchos
excombatientes cuyos emprendimientos fracasaron o nunca arrancaron, se vieron avocados a ingresar a la
economía informal y en algunos casos a la economía ilícita del narcotráfico que empezaba a cobrar especial fuerza
en la región jalonada por la consolidación de los paramilitares (García, C & Aramburo, C. , 2011).
Todo lo anterior permite señalar que en el caso del EPL, el contexto influyó directamente en el DDR por lo menos
de dos formas distintas pero relacionadas entre sí: por un lado condicionó su diseño y por otro afecto su alcance. La
primera forma de incidencia se dio por la configuración de unas condiciones en el escenario político mundial y
nacional que posibilitaron el diálogo y llevaron a que la transición hacia la paz con este y otros grupos se entendiera
restrictivamente como la desarticulación inmediata de las estructuras de mando y control, y la conversión del
movimiento armado en uno político legal. Esto significó la definición, bajo una lógica de arriba hacia abajo, de un
proceso pensado desde una perspectiva nacional, centrado en la reincorporación política de la dirigencia y sin
componentes claros que abordaran las particularidades de sus subalternos y de los entornos locales a donde
llegarían.
Este desequilibrio permite explicar la segunda forma de incidencia expresada en este caso en un limitado alcance
del DDR en su implementación a nivel regional. En Urabá por ejemplo, al no considerarse que los combatientes no
estaban listos ni mental ni físicamente para dejar el grupo y que no estaban listos para subsistir como individuos
autónomos e independientes; que las comunidades no estaban preparadas para recibirlos; que no había
oportunidades de empleo y que además seguían existiendo grupos armados ilegales, la reinserción se limitó al
otorgamiento de incentivos materiales de corto plazo con el único objetivo de lograr la disolución de las tropas.
23
Como resultado, muchos de los mandos medios y combatientes rasos terminaron asesinados o rearmados en otras
estructurales ilegales por lo que al final no se logró ni reducir la violencia ni crear un ambiente propicio para la
presencia integral del Estado.
La desmovilización de las ACCU 2004-2006
Las estructuras armadas desmovilizadas en el marco de la ley 975 de 2005 para la Justicia y la Paz con injerencia
en la región del Urabá fueron los denominados Bloque Bananero y Bloque Élmer Cárdenas. El Bloque Bananero,
información conocida gracias a las versiones libres de los postulados, constituye una ficción orgánica construida en
el momento previo a la desmovilización, debido a la larga historia de pugnas intestinas y reacomodamiento de
lealtades entre los bloques paramilitares. Por tal razón, las operaciones por parte de los bloques fueron
regionalizadas siguiendo lógicas de filiales independientes de pequeños ejércitos privados y en ocasiones al
servicio de reconocidos narcotraficantes12 (Mermelstein, 1991) (Cubides F. , 2004) (Romero M. , 2003) (Reyes,
2009).
En cuanto a la desmovilización del denominado Bloque Bananero el representante oficial frente a la Fiscalía fue
Ever Veloza García alias “H.H.”. Mediante las resoluciones 233 de 2004 y 246 de 2004 la zona de ubicación
temporal fue establecida en la finca La Macarena, ubicada en el corregimiento El Dos, del municipio de Turbo,
departamento de Antioquia. El 25 de noviembre de 2004 se desmovilizaron 451 hombres. El 27 de noviembre de
2004 fue aceptado el listado y se depusieron 63 equipos de comunicaciones, 351 armas de fuego, 234 granadas y
El denominado Bloque Bananero no existió como tal y por el contario operaron en la zona de injerencia referida dos estructuras
comandadas por Ever Veloza Gracia alias “H.H.” y Raúl Hasbun alias “Pedro Ponte” o “Pedro Bonito”. El Frente Turbo y el Frente Arlex
Hurtado respectivamente. Estas dos estructuras armadas operaron en el Urabá antioqueño mientras que el Bloque Elmer Cárdenas al
mando de Freddy Rendón Herrera alias “El Alemán” opero en el Urabá cordobés y en el Darién chocoano. Este último estuvo a cargo
promover el proyecto político en general y de la infiltración del estado a gran escala en el Urabá. Los Bloques son la mayor unidad
dentro del esquema orgánico paramilitar. Los frentes son unidades más pequeñas que componen los bloques.
12
24
41,016 municiones. Del total de desmovilizados de los Frentes Turbo y Arlex Hurtado, 132 han sido postulados por
el gobierno nacional y están siendo procesados por los despachos 17, 37 y 38 de la Unidad de Justicia y Paz (ahora
de Justicia Transicional) en Medellín13.
En el caso del Bloque de Élmer Cárdenas la desmovilización se dio en tres etapas en las que depusieron las armas
los diferentes frentes que componían el bloque. En las tres ocasiones el representante oficial ante la Fiscalía fue
Freddy Rendón Herrera alias “El Alemán”. La primera desmovilización fue la del Frente Costanero mediante las
resolución 280 de 2005 y 074 de 2006, la zona de ubicación temporal fue en el Corregimiento Mello Villavicencio,
municipio de Necoclí, departamento de Antioquia. El 12 de abril de 2006 se desmovilizaron 309 combatientes. El 18
de abril de 2006 se legalizó el listado y se entregaron 6 vehículos, 220 armas de fuego, 59,593 municiones, 243
granadas y 68 equipos de comunicación. La segunda estructura desmovilizada fue el Frente Norte Medio Salaquí
mediante las resoluciones 280 de 2005 y 131 de 2006 en la zona de ubicación temporal de la Vereda El Tigre en el
municipio de Unguía, departamento del Chocó.
El 15 de agosto de 2006, 743 hombres depusieron las armas. El 22 de agosto de 2006 se legalizó el listado de
desmovilizados y fueron entregadas 488 armas de fuego, 109,896 municiones y 539 granadas. Por último se dio la
desmovilización de los Frentes Dabeiba y Pavarandó, los cuales mediante resoluciones 280 de 2005 y 092 de 2006
fueron ubicados en zona temporal del Corregimiento El Cuarenta, municipio de Turbo, departamento de Antioquia.
El 30 de abril de 2006 se desmovilizaron 484 combatientes. El 10 de mayo de 2006 fueron entregados 3 vehículos,
360 armas de fuego, 290,728 municiones y 1,207 granadas14. Del total de desmovilizado del Bloque Élmer
Los datos sobre la desmovilización, para ambos bloques fueron tomados del Tribunal Superior de Medellín y la página web de la
Fiscalía General de la Nación.
14 Todas las afirmaciones y cifras de Justicia y Paz son tomadas de entrevista telefónica con la oficina para la relatoría de la Unidad
Nacional Para la Justicia y la Paz
13
25
Cárdenas, 35 han sido postulados por el gobierno nacional y están siendo procesado por el despacho 48 de la
Unidad de Justicia y Paz en Medellín15.
4.2.2.1. Garantías de Seguridad
Al ser el Urabá zona de estratégica de consolidación territorial para el paramilitarismo, la principal amenaza de
seguridad para los excombatientes durante la desmovilización provino de las fracturas internas de la organización y
de la emergencia de las nuevas bandas criminales. Después de la arremetida militar a mediados y finales de los
años noventa, los indicadores de violencia se estabilizan, pues el territorio quedó claramente dividido entre las
zonas de montaña donde se replegaron las guerrillas y los valles y el litoral del Golfo, incluyendo los centros
poblados, donde hacían presencia las estructuras paramilitares. Salvo las operación militares de la brigada VXII,
con nexos históricos al paramilitarismo, en el Chocó, las lateadas locales se había reacomodad para convivir con la
hegemonía paramilitar y la situación de seguridad era consecuente con la existencia de un para-estado y no con la
de un territorio en disputa. Inclusive, el movimiento obrero sobreviniente de la violencia de la década pasada, había
logrado llegar a acuerdos tácticos e informales en los que retuvieron las reivindicaciones laborales, al tiempo que se
desligó de la lucha insurgente (Entrevista 1, 2015) (Garcia, 2004) (Madarriaga, 2013).16
Esto no significó que no se siguieran reproduciendo formas de violencia cotidianas, usualmente relacionadas con el
crimen organizado, que terminaría por proliferar en la región. Ni tampoco que la movilización social quedara en
absoluto aplacada. A diferencia del movimiento sindical, cuya facción más cercana al EPL había subsistido en parte
por la disputa que hubo con las FARC, organizaciones civiles comunitarias y de resistencia civil no violenta como la
Comunidad de Paz de San José de Apartadó continuaron siendo estigmatizados y violentas por agentes del estado
y paramilitares (GRUPO, D. M. H. , 2013). No obstante, como se seguirá discutiendo, la ruptura organizacional y la
emergencia del crimen organizado, sumado a la falta de un enfoque diferencial para mandos medios y patrulleros
de la ruta de reintegración, constituyeron los principales riesgos de seguridad para los desmovilizados.
4.2.2.2. Contexto Institucional
El contexto de la desmovilización estuvo marcado por la ausencia del gobierno local y el énfasis en la presencia
institucional del estado central a través de la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR). Es preciso anotar
que la incursión paramilitar en la región, permitió la reconfiguración de órdenes de facto que penetraron y
corrompieron las instituciones, y que en su genealogía entienden la autodefensa como política de estado. En este
discurso precisamente es en el que se expresan críticas a las elites centralistas, por parte de los paramilitares,
recriminándoles que habían dejado la tierra en manos de la subversión17. En palabras simples, una doctrina que
pretendía una estrecha relación con la fuerza pública y población civil en la contienda contrainsurgente, para
posteriormente incurrir en la crítica y suplantación de las instituciones políticas que regulan el orden social y
económico (Cubides F. , 1999) (Madariaga, 2006).
Al momento de la desmovilización paramilitar en Urabá, el proyecto político encabezado por “EL Alemán”18 había
cooptado la institucionalidad pública desde las Juntas de Acción Comunal, hasta las alcaldías de varios municipios
(Verdadabierta.com, 2010). Las capacidades locales eran nulas en relación a los programas y políticas de
reintegración implementados desde el gobierno nacional, que además estuvieron cargados de fuertes críticas de
corrupción por parte de la opinión pública (Verdadabierta.com, 2011). Al no estar la desmovilización en la agenda
de los gobiernos y las comunidades locales, las zonas de concentración y los subsidios para los desmovilizados se
Recientes investigaciones por parte de los entes judiciales han develado numerosos casos de falsas desmovilizaciones. Grupos de
narcotraficantes y estructuras de apoyo pudieron hacerse pasar por combatientes durante las desmovilizaciones colectivas.
16 Sintrabanano, el sindicato cercano a las posturas ideológicas de las FARC fue exterminado por el Bloque Bananero de las ACCU. La
organización sindical reminiscente, SINTRAINGRO, fue la más cercana la EPL que desmovilizó con Fidel Castaño a principios de los años
noventa.
17 Ver sentencia parcial Éver Veloz a García tribunal Suprior de Bogotá.
18 Urabá Grande Unido y en Paz
15
26
extendieron desmedidamente sin hacer tránsito a políticas integrales de reintegración. Esto generó altos niveles de
reincidencia, pues la percepción de un panorama poco alentador entre patrulleros rasos y mandos medio fue
generalizada (HRW, 2010) (CPI, 2012).Cómo ya se discutió, esto nutrió las filas de las bandas criminales que
ofrecían incentivos económicos más atractivos que los institucionales.
4.2.2.3. Contexto Histórico territorial
Para entender el contexto histórico en el que se enmarca la desmovilización de las ACCU, es necesario reiterar la
importancia de al menos tres antecedentes inmediatamente anteriores: el fracaso de las negociaciones del Caguán
y el Plan Colombia; la mutación de los capos de la droga en terratenientes con aspiraciones políticas y pequeños
ejércitos privados alineados con el proyecto paramilitar; y la política de Seguridad Democrática del Gobierno Uribe.
Tres hechos históricos que sin duda reconfiguraron el panorama estratégico y facilitaron las posibilidades de una
negociación/sometimiento de los grupos paramilitares.
Por otro lado y particularmente en el caso de Urabá, bastión, laboratorio estratégico y entraña del proyecto
paramilitar de los Castaño y de la alianza con las elites de hacendados costeños, la relación entre la racionalización
discursiva y la conducta criminal es fundamental para visualizar el contexto histórico. Aquella conexidad explícita
entre el control territorial, de la población y de la economía que se manifestó en la instrumentalización de los
repertorios de violencia, como las masacres en función del despojo de tierras, tiene su referente en lo que el grupo
de Memoria Histórica llamó el misticismo sobre la tierra o al región (GRUPO, D.M.H, 2012). En otras palabras el
discurso predominante en el momento histórico de la región, evidenciaba un auto-convencimiento de causa
liberadora de la tierra, simbolismo con efecto diferenciado entre las estructuras que marcó las rupturas con las
facciones paramilitares más implicadas en el narcotráfico. Sin embargo, y a pesar de las diferencias entre
estructuras comprometidas con proyectos políticos o modelos de nación y aquellas más influenciadas por intereses
económicos ilegales, la apropiación y el despojo de la tierra resulta un elemento recurrente al momento de la
desmovilización paramilitar.
Dicha dinámica, que subyace discursivamente a los fraccionalismo claves en la desmovilización, se hace explícita
en las declaraciones de Carlos Castaño sobre la necesidad de recurrir al narcotráfico para financiar la expansión de
la organización, además de la venta de unidades militares a manera de franquicia a reconocidos narcotraficantes
(Observatorio de Derechos Humanos, 2006). Declaraciones que desencadenaron la rivalidad con su hermano
Vicente Castaño y explican el distanciamiento de las estructuras paramilitares de las ACCU que operaban en el
Urabá, en particular del “El Alemán”, frente al Estado Mayor de las AUC y del proceso de paz en general. La
principal fractura en el momento previo a la desmovilización se dio con el Bloque Central Bolívar19 frente al cual
Castaño perdió influencia, mientras que Salvatore Mancuso20 reclamó preponderancia y vocería frente al gobierno
nacional. Hito histórico clave para entender el contexto de la desmovilización y relacionad con el debate interno
sobre el uso de la tierra y el fin último del control territorial en el Urabá21.
4.2.2.4. Momento organizacional
En conclusión, y frente a las circunstancias orgánicas de las ACCU, la fractura tuvo varias consecuencias que
reconfiguraron el espacio estratégico para la desmovilización de las estructuras paramilitares en el Urabá. Para
empezar permitió que alias “Don Berna” asumiera la vocería de facto en detrimento de Carlos Castaño. A pesar que
el Bloque Cacique Nutibara fuera de las primeras estructuras en desmovilizarse, “Don Berna” mantuvo el control
sobre estructuras armadas con presencia en zonas clave para la extracción de recursos lícitos e ilícitos en el
La exclusión de Carlos Castaño como vocero de la organización fue la condición del Bloque Central Bolívar par la instauración de la
mesa única de negociación.
20 Salvatore Mancuso se desmoviliza como comándate del Bloque Catatumbo.
21 Ver sentencia parcial Éver Veloz a García tribunal Suprior de Bogotá.
19
27
departamento de Córdoba. Adicionalmente la ofensiva contra el Bloque Metro de Medellín al mando de “Doble
Cero” desgastó la capacidad operativa en Antioquia de Carlos Castaño y acercó las posiciones de “Don Berna” y el
Bloque Central Bolívar en relaciona las negociaciones con el gobierno nacional (GRUPO, D.M.H, 2012)
Al momento de las desmovilizaciones las referencias discursivas de los miembros del Estado Mayor de las AUC
especificaban el objetivo del proyecto político paramilitar como el de liberar las tierras de los “enemigos de la paz”:
las guerrillas. Simultáneamente otros miembros y comandantes de bloques interpretaron La ley de Justicia y Paz
como el espacio que cerraba la negociación política y subordinaba las desmovilizaciones al ámbito de lo judicial. En
términos prácticos significó demoras y más fraccionalismo internos al momento de deponer las armas y deshabilitar
las unidades militares. Lo anterior sumado a la centralidad de las disputas por la tierra y la posición de los
comandantes paramilitares frente al narcotráfico (Romero M. , 2006) (Cubides F. , 2004).
Las revalides entre los miembros del Estado Mayor de las AUC, que incluso llegaron has el punto del asesinato
entre ellos mismos, son prueba de la falta de estructura y coherencia en la cadena de mando22. Para los altos
mandos, en particular los miembros restantes del Estado Mayor, se estaba entregando los territorios liberados bajo
el orden paramilitar al gobierno, que asumiría la tarea de continuar con lo ya logrado, al tiempo que se exaltaba el
auto sacrificio de dejar la lucha armada ante un marco jurídico no concertado. En síntesis, se auto -representaron
como “mártires y héroes” enviando un mensaje de victoria a sus tropas, quienes se sintieron protegidas por los
comandantes más que por la institucionalidad.
Durante la reconstrucción de las verdades judiciales fue posible comprobar que las estructuras paramilitares fueron
bastante dinámicas y cambiaron en el tiempo su esquema operativo y de organización. En la práctica los mandos
medios y los comandantes de estructuras que se desmovilizaron más tardíamente percibían que la guerra seguía
viva y el territorio en disputa, no querían irse sin derrotar al enemigo y reconciliarse con las comunidad afectas por
su acciones armadas. De ahí el interés en zonas como el Urabá, por consolidar los proyectos agroindustriales en
los que convergerían los intereses políticos y comerciales de antiguos socios y propietarios de tierras usurpadas,
junto con la mano de obra de patrulleros y desplazados. Esta legalización tácita del despojo en un momento crítico
de transición garantizaría una continuidad en el orden social impuesto por los paramilitares en la región (GRUPO,
D. M. H. , 2013).
Hallazgos de campo
Las desmovilizaciones del EPL y las ACCU (variable histórico/contextual)
En la región de Urabá han tenido lugar dos grandes procesos de DDR, uno con la guerrilla del EPL y otro con las
AUC, de los cuales es posible extraer importantes lecciones. Aunque se desarrollaron en contextos históricos
distintos y respondieron a enfoques diferentes, ambos tuvieron elementos en común inscritos en realidades sociales
persistentes. Al respecto, es preciso notar que la desmovilización del EPL derivó de una negociación que buscaba
trasformar la estructura en movimiento político; mientras que el proceso con los paramilitares se trató de un
sometimiento que buscaba desarticular una organización altamente criminalizada (Entrevista 3, 2015) (Entrevista 5,
2015) (Entrevista 8, 2015).

No hubo la suficiente veeduría y verificación, lo que llevó a que muchos de los compromisos acordados se
incumplieran, generando desconfianza e inconformismo y por esta vía la conformación de disidencias. La
Carlos Castaño es asesinado por alias “Móvil 5.”, hombre de confianza de su hermano Vicente Castaño, hecho que dilata la
desmovilización de Freddy Rendón Herrera alias “El Alemán”, entre otros factores, leal a Carlos Castaño. Otro ejemplo de las pugnas
internas son las acusaciones de los nexos con el narcotráfico hechas entras entre comandantes, o la negativa de alias “Ernesto Báez “ y el
BCB – Bloque Central Bolívar- a Negociar en la misma mesa con el gobierno mientras que Carlos Castaño comandara las AUC.
22
28
magnitud de las disidencias, las cuales son inevitables en todo proceso de desmovilización, es un factor
determinante para el éxito de la desmovilización en el corto plazo. En ambos casos, EPL y AUC, las disidencias
se constituyeron en un riesgo latente para la seguridad de los desmovilizados desde las primeras fases del
proceso.

No se dio el mismo trato a todos los desmovilizados: se entregaron más beneficios y garantías a los mandos
altos y se prestó menos atención a los mandos medios y militares rasos, lo que generó suspicacias y
desconfianza. En el caso del EPL la reinserción se entendió de manera simplista como un proceso de
transición automática a la civilidad. Ni el gobierno ni los dirigentes del grupo consideraron medidas de
adaptación (fue un proceso improvisado que se fue desarrollando sobre la marcha) de los ex combatientes a
contextos y realidades distintas a las del grupo, lo cual llevó a que se diseñaran esquemas de reincorporación
desequilibrados en favor de los intereses de los comandantes y en detrimento de los mandos medios y rasos.
Estos últimos al no tener proyectos de vida claros ni planes para lograr ser compatibles con las nuevas
realidades luego de la desmovilización, guiados por el resentimiento que les causaba no ser atendidos en sus
necesidades como sí ocurría con sus comandantes, y al no contar con un referente e vida distinto al de la
guerra, no tuvieron otra opción que apartarse del proceso o reincidir cuando salieron a la civilidad. De hecho,
muchos de ellos fueron los que lideraron la disidencia y hoy son quienes dirigen el “Clan Usuga”. El proceso de
reinserción debe contemplar en su diseño e implementación elementos subjetivos asociados al nexo personal
de los combatientes con el grupo y lo que ello significa en términos de construcción de identidades, disciplina,
redes, lealtades, etc. En ese sentido, disolver las estructuras (no solo militares sino también políticas y
sociales) de manera inmediata es un error porque implica romper construcciones mentales de años que no
pueden recomponerse o superarse con la simple desmovilización. Por lo anterior, la reinserción debe empezar
incluso antes de la desmovilización por medio de acciones orientadas a preparar a los combatientes,
especialmente a los mandos medios, para enfrentar y adaptarse a entornos diferentes a los que han vivido
dentro del grupo. Para esto es clave que parta de un diagnóstico preciso sobre los intereses y aspiraciones de
los combatientes, que se aproveche la cultura organizacional y sentido de colectividad del grupo; que se haga
de manera gradual manteniendo la cohesión de las estructuras, y que se catalice el liderazgo tanto de los
comandantes como de los mismos mandos medios para la conducción y el acompañamiento del proceso
durante las primeras etapas.

En los procesos de transición hacia la civilidad, los comandantes del grupo deben jugar un rol fundamental
como acompañantes (“tutores”) de las tropas porque así como se encargaron de introducir a sus soldados a la
guerra, asimismo deben sacarlos y es por eso que es necesario transformar el liderazgo negativo que
asumieron durante la confrontación en un liderazgo positivo por lo menos durante las primeras fases de la
reinserción aprovechando que siguen siendo un referentes y que esto puede dar confianza a las tropas en el
proceso. Esto quiere decir que no es conveniente romper de manera inmediata las cadenas de mando sino que
se deben mantener pero con una lógica distintas dirigida a orientar para la paz.

Adicionalmente hizo falta un enfoque diferencial para desmovilizados provenientes de minorías étnicas, así
como para miembros de los grupos que no hicieron parte estrictamente de las estructuras armadas y que
también se concentraron con los excombatientes (Ej. Cuadros políticos del PCC-ML en el caso del EPL o
quienes hicieron parte de las redes de apoyo financiero de las ACCU). Es necesario partir de concepciones
menos rígidas y más dinámicas del funcionamiento de los grupos/organizaciones armados.
Ambos procesos de DDR fueron altamente burocratizados. Lo anterior, se tradujo en falta de planeación y
excesiva improvisación tanto en el alistamiento de los entornos, donde no hubo la debida socialización y
sensibilización de las comunidades receptoras ni de los gobiernos locales para afrontar las desmovilizaciones
(impidiendo la efectiva reincorporación de los ex combatientes), así como en la atención que se dio a los
desmovilizados. Estos últimos, a quienes si bien se les abrieron espacios de participación y se les entregaron
ayudas económicas y proyectos productivos, no contaron con la capacitación técnica/académica necesaria
para ser productivos ni con la asistencia y acompañamiento para que las ayudas fueran sostenibles y
rentables. La coordinación interinstitucional entre gobierno nacional y gobiernos locales, y el acompañamiento

29
sostenido en el tiempo, fundamentado en acciones iniciales acordes con el entorno regional; son elementos de
suma importancia para poder maximizar las posibilidades de reinserción en los circuitos económicos y sociales
a nivel local.

En el caso del EPL si bien no se contó con las capacidades institucionales a nivel local para desarrollar el
proceso de reinserción, si se alcanzaron a impulsar algunos esfuerzos importantes de articulación para la
reinserción como la creación de un fondo para la paz por iniciativa de la gobernación que tuvo el apoyo de
varios empresarios; la conformación de una corporación (Conideas) encargada de gestionar convenios para
brindar asesoría técnica a las proyectos productivos de los ex combatientes y la Mesa por la Paz, un escenario
de diálogos donde convergía el gobierno, el sector privado, la comunidad y los desmovilizados. Ninguno de
estos esfuerzos logro capitalizarse debido a la campaña de exterminio dirigida en contra de los desmovilizados
que hizo que los actores involucrados desistieran de participar. En ese sentido, el desarrollo de capacidades
institucionales para afrontar el proceso de reinserción es clave pero no puede entenderse de manera aislada
sino que debe hacerse desde una visión integral teniendo en cuenta factores como el de la seguridad tanto
para los desmovilizados como para las comunidades. De nada sirve que haya voluntad y estrategias concretas
sino no se dispone de un entorno seguro y estable que posibilite avanzar en su implementación.

Al no considerarse las condiciones socioeconómicas y políticas del entorno ni las necesidades, intereses,
aspiraciones y habilidades de los ex combatientes por la falta de planeación y un diseño adecuado, los
emprendimientos económicos y diferentes iniciativas fracasaron (hoy solo existen unos pocos ejemplos de éxito
relativo: “Monomacho, “Villa la Paz”, “El Yoky”, “Agrohonduras” y “Guardagolfo”). El diagnóstico previo de la
economía regional, el establecimiento de líneas de base y la existencia de una política comprometida con el
monitoreo y la evaluación, suelen ser factores que permiten ajustar mejor los programas a las necesidades de
los desmovilizados, generando mayor confianza desde el principio en la oferta institucional para el desarme y
así logrando mitigar la deserción de los programas durante las primeras etapas.

En el caso de las AUC aparentemente hubo una apuesta excesivamente alta en los proyectos productivos
como una forma efectiva de lograr la reintegración y estas expectativas no se acompañaron de planes de
acción específicos orientados a garantizar su sostenibilidad, lo cual no solo hizo que fracasaran sino que redujo
el impacto del proceso de reintegración por lo menos desde el punto de vista socioeconómico. Concebir la
reincorporación a la civilidad como un proceso ligado de manera casi exclusiva a la productividad económica
puede ser muy arriesgado en entornos donde las condiciones socioeconómicas no son favorables. Si a eso se
le suma que la idea de productividad se limita a la simple entrega de recursos monetarios sin que haya algún
tipo de asesoría y acompañamiento para su administración, la probabilidad de que fracase aumenta. Una
política integral de reintegración económica debe considerar más de una línea de acción en función de las
necesidades, intereses y aspiraciones de los ex combatientes pero también de las comunidades receptoras, y
si incluye la financiación de emprendimiento productivos como una opción, debe contemplar mecanismos de
monitoreo, evaluación y acompañamiento con el fin de garantizar su sostenibilidad a largo plazo.

El acompañamiento de emprendimientos productivos debe provenir idealmente de todos los niveles (nacional,
regional y local) y debe trascender la dimensión técnica-productiva para abarcar también guías de tipo
organizacional, esto con el fin por un lado de evitar la aparición de lógicas asistencialistas que generan
incentivos perversos y terminan volviendo insostenibles los proyectos, y por otro lado, de crear capacidades
para la auto gestión de recursos.

La continuidad de algunos de los proyectos productivos no obedece a diagnósticos rigurosos de los entornos y
perfiles de los ex combatientes ni mucho menos a la existencia de políticas de apoyo socioeconómico de largo
aliento, sino que en muchos casos, ha dependido más de coyunturas y de la voluntad misma de los asociados.
El caso de “Monomacho” (Turbo) es ilustrativo en la medida en que su relativo éxito antes que derivarse del
efectivo funcionamiento de un modelo adecuadamente diseñado desde el principio, en realidad se debe a
varias particularidades asociadas a hechos concretos como que el liderazgo del proyecto fue asumido por un
30
grupo de víctimas y campesinos luego de su fracaso inicial por mal manejo de recursos; porque ha tenido un
apoyo constante por parte del ejército, lo cual les ha facilitado la articulación con otras instituciones del Estado,
y porque al integrar victimarios, victimas y población vulnerable ha logrado captar la atención de varias
entidades que de alguna forma lo instrumentalizan bajo el discurso de que representa un referente de
reconciliación y así les brindan asistencia y acompañamiento con el fin de capitalizar algunas de sus políticas.
Esto por ejemplo ha permitido que los asociados obtengan la propiedad sobre las tierras, que no tangan ningún
tipo de riesgo en materia de seguridad y que incluso tengan un trato especial en las convocatorias para la
adjudicación de recursos, algo que le da ciertas ventajas comparativas frente a otras iniciativas similares.

La reintegración económica a través de proyectos productivos además de contribuir a la reincorporación de los
ex combatientes en los circuitos económicos locales y la generación de ingresos de subsistencia en la
legalidad, brinda una ventaja adicional en el sentido que puede promover la creación de espacios para la
reconciliación si dentro de su esquema organizacional contempla el involucramiento no solo de desmovilizados
de diferentes grupos armados, sino también víctimas, empresarios y población vulnerable.

DILEMA DE HP: El mantenimiento de las estructuras de mando y control como una forma de estabilización
puede tener ventajas y desventajas. Por un lado puede ayudar a evitar que luego de la desmovilización haya
dispersión y esto conduzca a fenómenos de reincidencia que puedan llevar al escalamiento de la violencia.
Tanto en el caso del EPL y de las AUC se intentó hacer esto a través de los proyectos productivos que si bien
lograron mantener la cohesión de las unidades por un tiempo y así se evitó el rearme, terminaron fracasando
entre otras cosas porque no contaron con asesorías técnicas y acompañamiento constante, ni con esquemas
de seguridad para sus miembros. Por otro lado pueden tener desventajas en el sentido que terminan replicando
lógicas militares de autoridad y de organización para seguir delinquiendo, lo que haría pensar que es preferible
optar por modelos de desarticulación total e inmediata de las estructuras. El surgimiento armado de la
disidencia del EPL, los Comandos Populares, en el caso del EPL y de las BACRIM en el de las AUC, de alguna
forma dan cuenta de los riesgos que conlleva mantener la cohesión de los grupos si las medidas no son
integrales ni se diseñan considerando los perfiles de los desmovilizados y las condiciones específicas de los
entornos. En términos generales, el mantenimiento de la estructuras de mando puede tener un beneficio en
materia de control sobre los excombatientes en el corto plazo, pero a la vez constituye un riesgo frente a las
prospectivas de rearme en el mediano y largo plazo si la ruta de reintegración no es comprensiva e integral
desde una perspectiva de brindar oportunidades socioeconómicas al desmovilizado.

Adicionalmente, no se le brindo las garantías de seguridad necesarias a los desmovilizados, lo que hizo que
muchos fueran asesinados (Ej. exterminio de los “Esperanzados”) y otros reincidieran (Ej. comandos populares
y BACRIM). Aún hoy uno de los principales factores de riesgo para los proyectos productivos que lograron
sobrevivir, es la presencia de grupos armados que siguen persiguiendo a sus miembros para asesinarlos o
reclutarlos (Los casos de “El Yoky” en Necoclí y “Villa la Paz” en Unguia son particularmente críticos). Definir
cuál va a ser el papel de la Fuerza Pública (doctrina y capacidades operacionales) y la formulación de una
política de seguridad integral, con un sentido más colectivo y no orientado exclusivamente a los dirigentes del
grupo, y diferenciado por regiones, en el nuevo escenario estratégico que supone toda desmovilización, es
clave para des-escalar animosidades entre antiguos adversarios, evitar abusos de poder por parte de los
agentes del estado o nuevas confrontaciones que desencadenen disidencias entre los desmovilizados durante
las primeras etapas del proceso de desarme. Ahora bien, aunque en principio dicha política de seguridad debe
estar a cargo del Estado, es importante tener en cuenta la desconfianza como un factor determinante por que
el “referente de enemigo” no se logra superar con la simple desmovilización. Por esto se deben contemplar en
las primeras etapas de reinserción esquemas de protección a cargo de los mismos miembros del grupo a
través de la formación de cuerpos especiales o su incorporación en otros ya existentes (el ejemplo del DAS es
interesante en ese sentido), esto puede ayudar a lidiar con la desconfianza persistente.

El bloque Elmer Cárdenas de las AUC, diseño su propio plan de desmovilización y reinserción y lo presentó al
gobierno. El plan incluía propuestas para brindar atención psicosocial de los ex combatientes, la financiación
31
conjunto entre el gobierno y el grupo de proyectos productivos para los ex combatientes, sus familias, víctimas
y comunidades, y la delimitación de zonas especiales (colonias penales) para desarrollar estos proyectos a la
vez que purgaban penas privativas de la libertad que se les impusiera por sus delitos, para realizar acciones de
resarcimiento de las víctimas y de no repetición como sustitución de cultivos. Asimismo, disponía la realización
de obras de infraestructura y programas de educación así como campañas de socialización con las
comunidades. En este caso el trato fue equilibrado para todos los niveles de la estructura aunque los mandos
altos accedieron a renunciar a las ayudas humanitarias. En el proceso de diseño, planeación y ejecución del
DDR la opinión de los combatientes y de las comunidades receptoras puede ser útil por lo que no se debe
descartar ya que su conocimiento preciso del terreno y de los intereses y necesidades de sus integrantes,
puede aportar ideas que optimicen la ejecución del proceso. Adicionalmente, es importante conservar las
memorias de estos procesos para identificar lecciones y buenas prácticas que ayuden en el diseño de nuevos
esfuerzos. Acudir a los protagonistas, incluso así sean ex miembros de grupos armados ilegales, para conocer
de primera mano su experiencia y conocimientos sobre estos procesos, no debe descartarse.
Capacidades locales para la reinserción (variable institucional)
El territorio hoy no está preparado para la llegada de miembros de las FARC que se desarmen y se desmovilicen
colectivamente (Entrevista 2, 2015) (Entrevista 8, 2015) (Entrevista 13, 2015) (Entrevista 12, 2015). Esto se explica
por varias razones:

El excesivo hermetismo bajo el cual se están llevando a cabo las negociaciones entre el gobierno y la guerrilla
ha generado un fenómeno de desinformación generalizada frente a lo que se está acordando y como esto será
implementando en el territorio. Razón por la cual, aún no existen planes de choque ni estrategias concretas
para afrontar escenarios de reinserción ni reintegración. Aunque se ha insistido que la paz se empezará a
construir desde los territorios, el tema hasta ahora se ha centralizado, inclusive desde una perspectiva
histórica, en las instituciones de orden nacional. La falta de claridad y certeza sobre el proceso de paz y el
postconflicto también ha hecho que el tema de la paz se asuma con indiferencia por los líderes políticos de la
región; que se vea como algo exclusivo de la mesa de conversaciones de La Habana, algo que concierne a
otras regiones del país o que es ajeno a la realidad local. Esto se traduce en que el tema no esté siendo
considerado en los debates electorales y que, salvo algunas excepciones, los candidatos a las distintas
corporaciones públicas, a propósito de las elecciones regionales que se celebraran a finales de octubre del
presente año, no incluyan a la población desmovilizada en sus programas de gobierno. A lo anterior se suma
un alto nivel de centralización en el manejo de los temas concernientes a la seguridad y la construcción de paz.
Esto se ha traducido en falta de autonomía y a su vez en bajos niveles de gobernabilidad y gobernanza por la
excesiva dependencia de los gobiernos locales frente a las directrices del gobierno central.

La falta de claridad y certeza sobre el proceso de paz y el postconflicto ha llevado a que predomine entre las
comunidades una sensación de temor, incertidumbre y por esta vía a que sigan desconfiando de y
estigmatizando a los desmovilizados de la guerrilla. Esto, aunado a la especulación sobre la entrega de tierras
a ex combatientes de las FARC por parte de algunas comunidades, se debe en gran medida a la falta de
información frente a la negociación y los acuerdos parciales (Ej. indígenas y afros en territorio protegidos por la
ley 70 en el Darién chocoano y bajo Atrato, manifiestan aprensión y desconocimiento de la noción de “zonas de
reserva campesina”). Factor que podría llegar a afectar el proceso de DDR desde sus primeras etapas.

Aún persisten en la región graves problemas estructurales de oferta institucional en términos de educación,
salud, vivienda y empleo, así como altos niveles de corrupción y cooptación de los gobiernos locales por parte
de actores ilegales. Esto hace que los grupos armados que históricamente han hecho presencia en los
territorios sigan legitimando sus modelos de autoridad (ej. Alto nivel de aceptación de las comunidades en el
modelos de administración de justicia establecidos por la guerrilla) y por otro lado genera un entorno
socioeconómico y político poco propicio para desarrollar respuesta integrales de reinserción. Lo anterior, está
estrechamente relacionado con la persistencia de modelos que sobre enfatizan el desarrollo de economías
32
extractivas, sobre el desarrollo integral e incluyente del sector agrícola. Modelo de desarrollo económico que
proviene desde los gobiernos departamentales y nacional, el cual genera incertidumbres sobre la posibilidad de
una reintegración exitosa de los excombatientes. La falta de viabilidad económica para ofrecerle oportunidades
laborales, educación, vivienda y atención básica en salud durante las primeras etapas del proceso a los
excombatientes, ha sido un factor de deserción de los programas en el pasado. Igualmente el fortalecimiento
de la justica (penal y civil) como principal instancia para la resolución de los conflictos sociales (alternativa
institucional al uso de la violencia), así como para mitigar la mala percepción que los desmovilizados tiene de
las instituciones y reconstruir confianza, es una necesidad imperante en la región.

A pesar de que se la región cuenta con un andamiaje institucional relativamente sólido en términos de la
atención de la población víctima y de las personas en proceso de reintegración, que se ha venido construyendo
desde hace varios años, aún se evidencian dificultades para responder efectivamente a las demandas de estos
sectores. Esto se debe principalmente a la falta de articulación entre el sistema de entidades involucradas en
estos procesos y los gobiernos locales que hacen que desde las administraciones municipales no existan
líneas de acción específicas para atender a estos sectores y a que los pocos esfuerzos que se hacen no sean
sostenibles por falta de planeación, recursos y en muchos casos voluntad política.

Es de extrema relevancia enfatizar la desarticulación a todos los niveles: (i) entre el gobierno central y los
gobiernos locales que se expresa en falta de información y claridad frente al tema de la construcción de paz; (ii)
entre las direcciones nacionales de las distintas entidades para el postconflicto y las direcciones regionales que
se traduce en mensajes ambiguos y confusos de prudencia, cautela e incluso incertidumbre acerca de su
funcionamiento y gestión a futuro; (iii) entre los gobiernos locales y las entidades nacionales encargadas de
implementar las políticas del postconflicto que se materializa en desconocimiento de los alcaldes y concejos
sobre sus responsabilidades para la implementación de las políticas, y (iv) entre las mismas entidades para el
postconflicto que hacen presencia en la zona y que se expresa en fallas de comunicación, duplicación de
esfuerzos y procesos contradictorios que a su vez hacen que las políticas no puedan implementarse
adecuadamente. Sin embargo, y a pesar de este obstáculo institucional, se han hecho algunos intentos por
mejorar la coordinación como la realización desde 2012 de comités intersectoriales en los que hacen presencia
la mayoría de las entidades del sistema de inclusión social del orden nacional y por medio de los cuales
buscan armonizar sus planes de acción para dar una respuesta más eficaz a las necesidades de los
desmovilizados. El reto en este respecto es el de no caer en formalismos que en consecuencia no siempre
llegan a materializarse en esfuerzos conjuntos y de ahí la sensación generalizada de falta de comunicación
interinstitucional. Un ejemplo de los efectos negativos de esta desarticulación es la incapacitada histórica de
las instituciones para coordinar respuestas efectivas en materia de prestación de servicios públicos a
poblaciones vulnerables, como los desmovilizados, en el pasado (Ej. vivienda, salud, energía, infraestructura
para el transporte de personas y mercancías, etc.). Elementos de suma importancia y que son prerrequisito
para el eventual éxito de un reincorporación efectiva a la sociedad de los desmovilizados.

La desarticulación también responde a la prevalencia de diseños institucionales muy rígidos que acentúan el
desinterés de los gobernantes locales, lo cual a su vez conduce a que las actuaciones del Estado frente a estos
temas sea aislada y dispersa. Procurar por el replanteamiento de estos esquemas, a través por ejemplo del
establecimiento de normas que exijan la coordinación como un eje central del funcionamiento institucional, es
indispensable para garantizar una oferta más eficaz y acorde con las necesidades de los entornos
especialmente en procesos de transición.

Otro elemento importante es la claridad conceptual que debe haber entre las agencias gubernamentales, tanto
a nivel local como nacional, encargadas de la formulación e implementación de políticas y programas para la
reinserción. Lo anterior con el ánimo de fomentar la coordinación interinstitucional, focalizar recursos y
generara mayor cohesión entre funcionarios públicos. Por ejemplo, no hay una diferencia clara entre los
conceptos de reinserción que técnicamente se refiere a medidas de corto plazo y reintegración que alude a
estrategias con un horizonte de más largo aliento. Las dos palabras se usan indistintamente, incluso en las
33
entidades oficiales, y se igualan a partir de la idea de transición o reincorporación sin tener en cuenta las
distinciones que existen a nivel de temporalidades, alcance e impacto, lo cual es clave para el diseño de las
políticas (Entrevista 9, 2015).

A pesar de que algunas entidades del orden nacional han impulsado esfuerzos para mejorar la coordinación
interinstitucional para dar una respuesta más efectiva, no han logrado tener el impacto esperado en los
territorios, entre otras cosas porque se siguen privilegiando esquemas rígidos y centralizados de planeación

No es claro el rol que juegan ni que jugarán los empresarios bananeros, que es el sector productivo más
importante de la región, en posibles escenarios de reinserción. Si bien manifiestan estar dispuestos a seguir
vinculando desmovilizados a sus fuerzas de trabajo, algunos sectores sociales cuestionan su real compromiso
con este proceso dada la persistencia de actitudes estigmatizadoras y tratos discriminatorios contra los
desmovilizados e incluso señalamientos en el sentido que su interés lejos de contribuir tiene que ver más con la
posibilidad de limpiar su reputación por hechos cuestionables del pasado. En este sentido, es más que
necesario políticas de Estado que generen los incentivos necesarios para comprometer a esta agremiación
económica, y demás agroindustrias relevantes en la zona (ganadería, palma, madera tropical) con la
reincorporación de excombatientes a nivel local. De manera complementaria, resulta pertinente plantear
mecanismos de evaluación más rigurosos de los programas sociales y políticas de responsabilidad social
empresarial, para determinar su efecto y alcance efectivo sobre las poblaciones vulnerables de la región,
incluyendo a los desmovilizados. Asimismo, y teniendo en cuenta factores como la elaboración del nuevo
puerto de Turbo, vale la pena considerar una eventual apuesta al desarrollo del sector comercio y el sector
servicios como alternativas de empleo en el corto plazo para excombatientes. La planificación económica y los
tiempos para el retorno de utilidades de proyectos agroindustriales, utilizados en el pasado para la
reintegración económica de excombatientes, suelen tomar un tiempo considerable poniendo en duda su
efectividad como alternativa para los desmovilizados y no han sido del todo exitosos.

Las buenas prácticas del gobierno departamental en materia de construcción de paz no se han traducido en
acciones concretas en lo local. El departamento de Antioquia hoy cuenta con dos instrumentos específicamente
desarrollados para direccionar la toma de decisiones de política pública para el postconflicto: el Sistema de
Información de Seguridad y Convivencia (SISCC), el Programa “Preparémonos para la Paz” y el Proyecto
integral regional para el desarrollo de Urabá. El primero busca centralizar la información de todas las entidades
involucradas en el tema de seguridad para producir conocimientos útiles sobre la naturaleza de los fenómenos
y amenazas así como de los mejores medios para enfrentarlos. Lo cual es clave en un escenario de transición
a la luz de la necesidad de contar con información precisa y coherente que permita comprender con más
certeza y claridad los contextos y los retos que surjan para la implementación de los acuerdos. El segundo,
plantea una agenda con 7 líneas de acción concretas que abarcan los temas que deben priorizarse en la
transición: cultura democrática, memoria colectiva, tejido social, sostenibilidad ambiental y económica,
reintegración comunitaria, y acción contra minas. El tercero se enmarca dentro del plan de desarrollo
departamental como un objetivo estratégico consistente en aprovechar las potencialidades geográficas,
económicas y sociales de la subregión para impulsar su participación en el desarrollo tanto a nivel
departamental como nacional. Esto convierte a Antioquia en el primer departamento que cuenta con un “plan
de choque” más o menos definido para la paz por lo menos desde el gobierno departamental.

Sin embargo, la situación a nivel local pareciera reflejar que no hay una conexión real entre lo que se trata de
dictar desde la gobernación o lo que se quiere intentar transmitir, y lo que están asumiendo los gobiernos
locales. Esto puede responder a varias dificultades: que son iniciativas muy incipientes (entre 3 y 4 años de
desarrollo); aún están en proceso de construcción; en el caso del programa Preparémonos para la Paz,
responden más a la voluntad política y buena intención del gobernador saliente que a una política de largo
aliento; no cuentan con los recursos necesarios, depende de la financiación de cooperación internacional, lo
cual hace insostenible el programa en el largo plazo e impide que tenga una incidencia significativa sobre la
definición de planes de acción en los territorios. A todo esto se suma el hecho de que por ser iniciativas
34
impulsadas por el gobierno de turno, corren el riesgo de ser desmontadas o transformadas para satisfacer otros
intereses con la llegada de un nuevo gobierno. Al respecto, es preciso dejar la reflexión abierta sobre la
capacidad financiera y de endeudamiento de los departamentos para soportar, inclusive desde el corto plazo,
las iniciativas de estabilización y reintegración. Lo anterior, sumado a la disparidad en términos de capacidad
institucional y financiación disponible entre departamentos con injerencia sobre una misma dinámica regional.
Por ejemplo, en el caso de Urabá, las capacidad del gobierno departamental del Chocó son abisalmente
inferiores las de Antioquia o Córdoba. Al ser los límites político/admirativos de los tres departamentos
desbordados por las dinámicas regionales, dichas diferencias y la falta de cooperación podrían constituirse en
un obstáculo adicional para la respuesta efectiva del estado.

Por otro lado, Urabá presenta un entorno particularmente complejo para avanzar en procesos de reinserción y
reintegración porque ha sido un territorio históricamente excluido de las dinámicas de desarrollo tanto a nivel
departamental como nacional. Esta condición de alguna forma ha favorecido el asentamiento de fenómenos de
ilegalidad que ha hecho que la región se convierta en un gran polo de violencia y criminalidad. Todo esto a su
vez ha tenido un impacto directo en la construcción de las identidades de la población que por generaciones
han crecido y han vivido en medio de una arraigada cultura de aceptación y promoción de la ilegalidad. El “Clan
Usuga” es un claro reflejo de estas dinámicas toda vez que sus raíces sociales y políticas están en la región y
en un escenario en el que las FARC dejan de existir, lo más probable es que se fortalezcan y ejerzan una
influencia aún más amplia y fuerte que les permita llenar esos vacíos de poder. Esto, a menos que el Estado
logre hacerlo con mayor rapidez por medio de acciones integrales, que no se limiten a lo militar y lo policial, y
que contemplen la interacción e integralidad de múltiples sectores de política pública (seguridad, justicia,
desarrollo, gobernabilidad, etc.) al momento de diseñar e implementar programas específicos: como en el caso
de las Medidas de Estabilización Provisional.
Los riesgos de seguridad en el corto plazo (variable seguridad)
Existe un alto riesgo en términos de seguridad para un eventual proceso de reinserción de las FARC, ya que en la
región hacen presencia otros actores armados ilegales (Autodefensas Gaitanistas de Colombia, “Urabeños” o “Clan
Usuga”) que podrían emprender acciones en contra de los desmovilizados para asesinarlos o para reclutarlos. Este
riesgo podría verse agravado por las alianzas criminales entre facciones de la insurgencia y el crimen organizado,
además de la estrecha relación de connivencia entre algunos sectores de la Brigada XVII del ejército y las bandas
criminales (Entrevista 11, 2015) (Entrevista 13, 2015) (Entrevista 2, 2015).

El alto grado de criminalización de algunas facciones disidentes de la guerrilla en la región (especialmente del
Frente 5 y 57) podría reducir el impacto de los programas de reinserción, al tratarse de estructuras sin
aspiraciones políticas que no se desmovilizarían buscando mantener incidencia sobre el narcotráfico y la
minería ilegal. Algunas de las estructuras de la guerrilla mantienen alianzas estratégicas con las BACRIM en
torno al negocio de las drogas ilícitas, lo que haría pensar que ante la falta de incentivos económicos que
compensen las ganancias que obtienen de esta actividad (altamente rentable y lucrativa), no se
desmovilizarían. Por el contario, permanecerían como disidencias armadas dando lugar a nuevos grupos o
fortaleciendo a los que ya existen para sabotear los procesos de estabilización o incluso para perseguir a sus
antiguos compañeros por considerarlos traidores, generando a su vez posibles fenómenos de rearme entre la
población desmovilizada (nuevos ciclos de violencia). Una forma de evitar la reincidencia en este contexto de
criminalización es dando un tratamiento especial y diferenciado a los mandos medios y combatientes rasos ya
que así se lograría conocer y canalizar sus reivindicaciones, logrando una mejor adaptación a los nuevos
entornos. En la medida en que desde los primeros momentos de la desmovilización se atiendan las dudas, los
inconformismos, las necesidades e intereses de estos sectores, se generará confianza en el proceso, se
reducirá la incertidumbre y a su vez disminuirá la probabilidad de que sean reclutados.

Las alianzas criminales, según múltiples sectores sociales en la región, son la principal amenaza de seguridad
para los excombatientes de las FARC que eventualmente se desmovilicen. Tras un periodo de intensos
35
enfrentamientos por el control de las zonas de cultivos ilícitos durante 2013 y 2014, acuerdos tácitos han
reconfigurado la dinámica de competencia entre BACRIM y FARC en la región. Las FARC controlan las zonas
de cultivos hacia las zonas montañosas o selváticas del bajo Atrato y la serranía de Abibe, mientras que las
BACRIM se encargan de la producción y comercialización en los antiguos territorios controlados por las ACCU
en las zonas llanas y entornos urbanos de la región. Esta estabilización del mercado de drogas ilícitas en el
Urabá, supone un riesgo adicional para una eventual desmovilización en la medida que existirían incentivos
para la reincidencia sino no sea plantean alterativas económicas y oportunidades laborales atractivas para los
excombatientes.

Es igualmente pertinente mencionar los esfuerzos de la Policía Nacional, en específico la Fuerza de Tarea
Conjunta Neptuno y la Operación Agamenón, que si bien han dado golpes contundentes al narcotráfico en la
región no están completamente articuladas y por eso los resultados operacionales son insuficientes. Esto se
debe en gran parte a que hay muchas contradicciones en la recolección e interpretación de la información, lo
que a su vez hace que se diseñen estrategias descoordinadas y erradas. Un ejemplo claro de esto es la
Operación Agamenón, que si bien ha permitido neutralizar importantes cabecillas del “Clan Úsuga”, aún no ha
podido desarticular la estructura, entre otras cosas porque sus esfuerzos están puestos más en la lucha contra
las finanzas del grupo más que en el combate armado cuando debería ser una apuesta integral y contundente.
Para mejorar esto es clave el buen manejo de la información de inteligencia para entender bien los fenómenos
y así poder diseñar respuestas más eficaces, también es indispensable fortalecer las capacidades de
investigación y análisis criminal y adoptar un enfoque que no solo se concentre en las grandes estructuras sino
que busque desentrañar los grupos delincuenciales a pequeña escala. Asimismo, es necesario profundizar e
incluir en el debate sobre el papel de la fuerza pública en el posconflicto, la noción de la seguridad ciudadana y
como cabría dentro de esta política la protección y garantías de seguridad para los desmovilizados en todas las
etapas del proceso del DDR. En las experiencias pasadas, el rol predominante de la fuerza pública durante las
primeras etapas de la desmovilización fue el de montar anillos de seguridad en las zonas de concentración y en
algunas ocasiones, por contingencias coyunturales, la incorporación de excombatientes (Ej. DAS Rural en el
caso del EPL).

Hay mucha incertidumbre y especulación sobre el rol que va a desempeñar la fuerza pública en los próximos
años tanto a nivel doctrinal como operacional. Esta falta de claridad eventualmente puede llevar a que aumente
la probabilidad de que se presenten casos de corrupción al interior de las fuerzas. De hecho, ya se tienen
registros de miembros de algunas unidades del ejército en el departamento que hacen parte de las nóminas de
grupos delincuenciales. Este tipo de casos podrían desbordarse si desde ya no se hace explicita la función que
cumplirán las fuerzas armadas en el postconflicto.

Se tiene registro de algunos proyectos productivos con participación de desmovilizados de las AUC en los que
han surgido diferencias entre sus mismos miembros alrededor del manejo de los dineros entregados por el
gobierno para su financiamiento que incluso han terminado en vendettas y asesinatos, lo cual evidentemente
trunca cualquier proceso de reinserción. Lo anterior demuestra que los riesgos de seguridad no solo pueden
ser exógenos, es decir estar asociados a actores armados que emprendan acciones en contra de los
desmovilizados, sino que también pueden ser endógenos al provenir de los mismos desmovilizados, y que
estos riesgos pueden ser alimentados por esquemas de entrega de dinero en efectivo. Para mitigarlos se
deben considerar medios de pago o de ayuda económica distinta al efectivo pero antes se debe tener en
cuenta que estas personas provienen de entornos criminales en los que el dinero es un medio de guerra y que
por lo tanto antes de entregarles la responsabilidad para administrarlos se debe promover un cambio en las
mentalidades y lógicas de la violencia o en el mejor de los casos buscar otras formas de financiamiento de los
emprendimientos productivos.
Oportunidades para un efectivo proceso de reinserción de las FARC (prospectivas MEP/ escenarios
corto plazo desde sector seguridad, sector económicos y/o social)
36
La región tiene un inmenso potencial institucional, económico y social que puede favorecer la puesta en marcha de
medidas de estabilización en el corto plazo (Entrevista12, 2015) (Entrevista 10, 2015) (Entrevista 6, 2015)
(Entrevista 9, 2015).

A nivel institucional, al margen de los problemas de articulación e ineficacia en la respuesta, es evidente que al
ser una zona priorizada por las estrategias gubernamentales, con las intervenciones de los últimos años se ha
logrado avanzar en la aplicación de las políticas sociales para las víctimas, los desmovilizados y la población
vulnerable. Esto hace que por un lado ya exista una capacidad instalada importante y un recurso humano
especializado en el tema que sirve de base para emprender nuevos esfuerzos, y que por otro se haya logrado
desarrollar procesos exitosos de perdón y reconciliación entre víctimas, población civil y victimarios que
atenúan los temores, la desconfianza y los estigmas.

A nivel social, es destacable la experiencia de la iglesia como acompañante y mediadora en procesos de paz
anteriores y su influencia, legitimidad y apoyo a los procesos de construcción de paz actuales, lo cual podría
tenerse en cuenta para dinamizar y fortalecer nuevas iniciativas de reinserción. Además la región cuenta con
una sólida, amplia y disciplinada red de organizaciones sociales que han consolidado escenarios de activa
participación ciudadana (organizaciones de víctimas, organizaciones religiosas, las JAC, los Cabildos
indígenas, lo Consejos Comunitarios, etc.) para la efectiva canalización de sus necesidades e intereses que
podrían facilitar la reinserción política de los desmovilizados.

Asimismo, la región tiene un gran potencial económico jalonado por un próspero sector agroindustrial y un
fuerte sector comercial y de servicios que se benefician de una moderna red de carreteras que comunican los
centros urbanos con el litoral y el puerto, todo lo cual brinda importantes oportunidades de acceso al empleo y
la generación de ingresos para los desmovilizados.

El departamento ya ha avanzado en la definición de una hoja de ruta relativamente clara para responder ante
algunos de los desafíos que plantea la construcción de paz y el postconflicto. Sin embargo, estos esfuerzos
aún no cuentan con un musculo financiero y político lo suficientemente fuerte y por eso no han tenido un gran
impacto a nivel local, donde persiste un desconocimiento total frente a los roles y responsabilidades en un
escenario e este tipo de escenarios y un desinterés casi generalizado frente al tema. El aprovechamiento de
estas iniciativas como línea base para la definición de una política de largo aliento que cuente con la debida
sostenibilidad fiscal y que parta de las necesidades específicas de los territorios es indispensable para los
procesos de reinserción no solo en Antioquia sino en las demás zonas críticas del país donde podría adoptarse
esta experiencia como referente. Esto requeriría de un compromiso más decidido desde el gobierno nacional
por visibilizar buenas prácticas y promover la coordinación para el intercambio de información.
Elementos clave para el diseño de Medidas de Estabilización Interina
En síntesis, y basándose en los anteriores hallazgos preliminares, el diseño de medidas de estabilización en el
corto plazo debe contemplar como mínimo los siguientes parámetros:

Presencia real, efectiva y coordinada del Estado en el territorio con una oferta amplia, integral y sostenible de
servicios básicos para generar confianza.

Trabajo previo de pedagogía, socialización y sensibilización de las comunidades receptoras para prepararlas
ante la llegada de la población desmovilizada.

Acompañamiento y asistencia constante por parte del Estado a los desmovilizados.
37

La inclusión de todos los cuadros de la organización en los procesos de reinserción, es decir tanto los
combatientes en armas, como sus redes de apoyo, las milicias, los cuadros políticos, etc., sobre la base un
trato equitativo. pero diferenciado en materia de etnicidad y género.

Alineación de todos los actores en el territorio a través de mecanismos de articulación a todos los niveles
dentro del sector público y también con el sector privado, e incluyendo a las organizaciones de la sociedad civil
para garantizar una respuesta eficaz acorde a las condiciones reales del entorno.

Reconocer los avances alcanzados en el marco del modelo de reintegración existente en la región, aprovechar
la capacidad instalada y la experiencia de las entidades oficiales involucradas así como de las organizaciones
de la sociedad civil y hacer las adecuaciones al modelo y ruta de reintegración.

Evitar lógicas paternalistas y asistencialistas en la entrega de beneficios y garantías (que sean excesivamente
tolerantes con los excombatientes que incumplan con los compromisos adquiridos) y a la vez promover
enfoques basados en la corresponsabilidad con los mismos excombatientes y con el sector privado, y en la
generación de capacidades institucionales y sociales para lograr sostenibilidad en las intervenciones.

Promover políticas de estado, que contemplen las posibilidades reales de desarrollo económico de la región
(modelo económico incluyente e inversión en infraestructura), así como la generación de legislación que
obligue y comprometa jurídicamente a los gobiernos locales con los procesos del DDR en todas sus etapas.

Fortalecer las alianzas estratégicas con la cooperación internacional, pero sin caer en una trampa de
dependencia de fondos. Es necesario alinear las voluntades políticas para lograr el esfuerzo económico
suficiente para la reinserción de los ex combatientes de las FARC. La sub-financiación es también un factor de
riesgo para el éxito de las medidas de estabilización en el corto plazo.

Crear las condiciones óptimas de seguridad tanto para los desmovilizados como para las comunidades
receptoras. Redefinir las doctrinas de seguridad en la región, ejercer control efectivo sobre las unidades
militares e involúcralas activamente como estratégica pedagógica para la paz en el proceso de DDR desde el
principio.
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42
ANEXO 1
Tipos de medidas de estabilización provisional
Tipos
Cuerpos de
protección civil
Descripción
Convertir los antiguos grupos armados en organizaciones civiles-militares de
carácter transicional conservando la cohesión de sus miembros y modificando las
cadenas de mando con el fin de emplear a los ex combatientes y a los
potenciales saboteadores (spoilers) en una actividad útil para la comunidad.
Pueden asumir la forma de brigadas de reconstrucción, entidades de protección y
conservación ambiental y cuerpos de prevención y atención de desastres.
Se refiere a la readecuación (depuración o unificación) de las estructuras militares
Acuerdos de
y policiales del Estado en términos de su tamaño y capacidad operativa por medio
integración al
de la inclusión de miembros de grupos armados ilegales.
sector militar y de
seguridad
Creación de
fuerzas de
seguridad
transicional
Programas de
sensibilización y
diálogo
Formas
diferenciadas de
autonomía
transicional
Consiste en crear cuerpos transicionales de seguridad que permitan emplear a
los ex combatientes aprovechando su experiencia y su cohesión social.
Sesiones de diálogo y discusión entre ex combatientes y comunidades sobre los
riesgos y necesidades de cara a la construcción de la Paz. Este tipo de medidas
contribuyen a la generación de confianza y a la reconciliación a largo plazo.
Busca mitigar la marginalización y estigmatización de los ex combatientes por
medio de su integración a actividades productivas y sociales por ejemplo a través
de la creación de granjas agrícolas o de organizaciones no gubernamentales.
Fuente: Colleta, N. & Muggah, R. (2009b)
Experiencias
Sudáfrica (South African
Service Corps -SASC) y
Kosovo (Kosovo
Protection Corps - KPC)
RDC, Ruanda, Uganda,
Angola, Burundi,
Afganistán y Filipinas
Afganistán (Afghan Militia
Forces)
Ruanda (Ingando
Process) y Uganda
(Labora Farm)
Camboya y Filipinas
(Mindanao Autonomy
Zone)
43
44
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