LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS POR JUAN MANUEL MARCOS Oklahoma State University De manera casi uninime, la critica actual de la literatura hispanoamericana distingue dos periodos en la narrativa de nuestro continente que se refiere al tema indigena: el <<indianista>> y el <<indigenista>>. Al primero corresponderian relatos como Sab (1841), de la cubana Gertrudis G6mez de Avellaneda (1814-1873); Cumandd (1879), del ecuatoriano Juan Le6n Mera (1832-1894), y El Zarco (p6stuma, 1901), del mexicano Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893). Al segundo: Aves sin nido (1889), de la peruana Clorinda Matto de Turner (1854-1909); Raza de bronce (1919), del boliviano Alcides Arguedas (1879-1946); Huasipungo (1934), del ecuatoriano Jorge Icaza (1902-1979); El indio (1935), del mexicano Gregorio L6pez y Fuentes (1897-1966); El resplandor (1937), del mexicano Mauricio Magdaleno (1905); El mundo es ancho y ajeno (1941), del peruano Ciro Alegria (1909-1967), etc. Algunos criticos establecen una importante diferencia de actitud y contenido entre las narraciones indigenistas y las mis recientes de tema indigena, de las cuales la novela Tungsteno (1931), del peruano C6sar Vallejo (1892-1938), por ejemplo, habria servido como precursora. Estos relatos <neoindigenistas> incluirian titulos como Los rios profundos (1958), del peruano Jos6 Maria Arguedas (1911-1969), y Oficio de tinieblas (1962), de la mexicana Rosario Castellanos (1925). Y, de algin modo, se les podria afiadir las novelas del peruano Manuel Scorza (1929), como Redoble por rancas (1970). Ambos periodos, y este tercer de la narrativa de nuestra America, que tiene como protagonista principal al indio, podrian ser encuadrados del modo siguiente: <<momento>> JUAN MANUEL MARCOS 446 Indianismo Indigenismo Neoindigenismo Corriente Romanticismo Realismo Vanguardismo Visi6n del heroe Sentimental Social Humana Actitud Exotista Reivindicatoria Redencionista Tono Nostalgico De protesta Antropol6gico T6cnica Descriptiva, pict6rica Documental, testimonial Psicologista, etnol6gica Lenguaje Colorista Imitativo Natural Ejemplo clasico Cumandd, J. L. Mera Huasipungo, J. Icaza Los rios profjundos, J. M. Arguedas Cumandd narra el amor entre la indigena Cumand y el blanco Carlos, ambientado en la dpoca de la rebeli6n de los jibaros ecuatorianos de 1790, aunque la novela fue escrita mis de un siglo despuds y publicada en plena madurez del romanticismo hispanoamericano, el mismo aiio de La vuelta de Martin Fierro, del argentino Jose Hernindez, y doce despues de Maria, del colombiano Jorge Isaacs. Los heroes, como corresponde a esta tendencia, han sido sentimentalmente idealizados, y su desenlace es tipicamente melodramitico: Cumandi y Carlos resultan ser hermanos. Mera se propuso dar un toque ex6tico a su relato mediante la presencia de la india, que, como Tabard en el poema del uruguayo Juan Zorrilla de San Martin (1886; 1888), viene a constituir un elemento decorativo, ambiguo y maldito dentro del escenario romintico montado por el autor; en otras palabras: el indigena indianista es una invenci6n, un mito culto destinado a embriagar al lector con su languidez nosttlgica, como si perteneciera a un pasado misterioso y definitivamente extinguido y en modo alguno a la realidad presente, que habla un lenguaje prestado -es decir, el que le atribuye la idealizaci6n del narrador-, y se mueve entre trazos descriptivos, pinceladas coloristas, sin mas objeto que ofrecer una pintura fhcil y enternecedora de pasatiempo. Conviene, sin embargo, advertir que no toda la literatura romintica hispanoamericana adoleci6 del rasgo pasatista de las novelas indianistas; por el contrario, para no recordar sino el ejemplo mas importante, hay que tener en cuenta que el Martin Fierro, de Hernandez, el maximo clasico del romanticismo en nuestra lengua, naci6 y continua palpitando como uno de los mis 1icidos documentos sociales del federalismo revolucionario rioplatense y latinoamericano. Huasipungo representa el defecto opuesto de Cumandd. Si en esta la LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 447 actitud artistica habia escamoteado la realidad, en aquilla el entusiasmo reivindicatorio, la euforia contestataria, el documentalismo fotogrifico y superficial opacan la calidad est6tica de la narraci6n. Icaza no intenta recuperar la vitalidad del lenguaje indigena; apenas lo imita, al servicio de la verosimilitud que le exige su realismo militante. Pasa de la idealizaci6n romantica al grito social, y, una vez mis, el indio aparece falseado, como si gravitaran sobre su destino, mas que una secular incomprensi6n etnocentrica y un humanitarismo hip6crita, unas estructuras sociales injustas que pueden ser desmanteladas como un castillo de naipes mediante una rebeli6n mas eficaz que la de los indios de la novela en defensa de sus parcelas (huasipungos) de tierra. La receta del indigenismo para reivindicar a los indigenas explotados se limita a la abolici6n de las condiciones semifeudales y el analfabetismo en que viven. En algunos casos, el logocentrismo de esta escuela se debe, de manera mas o menos directa, al marxismo ortodoxo -en el que en modo alguno podria acomodarse Jos6 Carlos Mariategui, por ejemplo-; en otros, al simple y brutal desprecio racista, como el del boliviano Arguedas. Los marxistas, por lo menos, se <compadecian de los indigenas, que serian liberados, por supuesto, por una revoluci6n socialista encabezada por los politicos letrados de la ciudad y en seguida adoctrinados en la fe positiva en El capital, libro escrito por un alemin en el siglo xix para que no volviesen a ser explotados en el xxi... Hasta bien entrado el siglo actual, la evoluci6n de la literatura de nuestra America no habia mostrado mas que raras individualidades geniales: sor Juana Ines de la Cruz, Jose Hernandez, Jos6 Marti, Rul6n Dario..., pero no verdaderos cuerpos, robustos y coherentes, de expresi6n est6tica. El fracaso de la narrativa indianista e indigenista en alcanzar calidad artistica y universalidad no se debe tanto al estado de subdesarro1lo de la gran naci6n latinoamericana -puesto que ya entonces la literatur oral indigena las posefa- como a la grave alienaci6n ideol6gica en que el positivismo esencialmente anglosaj6n habia sumido a la mayoria de los principales intelectuales del continente. El vanguardismo latinoamericano se present6, por tanto, como una profunda revoluci6n ideol6gica y no solamente literaria. A fines del siglo pasado, el imperialismo ingl6s habia impuesto su ideologia liberal en todo el continente. Poco despues seria reemplazado en esa funci6n por el norteamericano. Gran parte de los mis influyentes intelectuales de nuestra America fueron alienados por el positivismo liberal, desde el argentino Domingo Faustino Sarmiento al venezolano R6mulo Gallegos, para no nombrar sino a dos escritores que ademis fueron presidentes de sus paises. Sarmiento hablaba de «civilizaci6n o barbaric ; 448 JUAN MANUEL MARCOS Gallegos describia a <dofia Barbara>. Lo barbaro eran los caudillos rurales, los campesinos, los indios y hasta los mestizos; lo civilizado eran el hombre culto de la ciudad, el blanco, el politico, que actuaba como agente del neocolonialismo econ6mico y mental. Esta alienaci6n se basaba en el prestigio del racionalismo europeo. Europa y su trasplante americano, los Estados Unidos, constituian la fuente de la <<ciencia>> y la <<cultura>> de los patrones sociales e ideol6gicos que los latinoamericanos debiamos adoptar para civilizarnos de una vez por todas y asi superar nuestra herencia indigena e hispinica -es decir, lo que somos-, para convertirnos occidental>. en aceptables socios, aunque minoritarios, de la Con la aparici6n del estalinismo, el marxismo ortodoxo protagonizaria el iltimo grito del logocentrismo europeo, y una vez mis gran parte de los intelectuales de nuestra America verian en 61 la fuente luminosa de todas las verdades, las inicas dignas de convertirnos en miembros aceptables, aunque de nuevo minoritarios, de la <<comunidad socialista>>, y capaces de desembarazarnos de nuestros efusivos caudillos populistas y hasta <liberar>> a nuestros <<pobres indios>>. Sin embargo, apenas entrado el siglo, las admiradas <<civilizaciones>> de origen germanico, como si no bastara la masacre del Paraguay, orquestada por la Inglaterra victoriana entre 1864 y 1870, mostrarian al mundo algunos fen6menos no del todo pacificos llamados Hitler o Hiroshima; otras, aunque no germanicas no menos tenaces, el fen6meno llamado Stalin, y hasta la <<«latinidad europea, los llamados Mussolini o Franco. El vanguardismo europeo naci6, pues, con un profundo sentimiento de vergiienza, que se manifest6 primero a trav6s de la provocaci6n dadaista, la introspecci6n surrealista y la desestructuraci6n cubista y despu6s con las muecas tragic6micas del absurdo o las pesimistas del existencialismo. Para America Latina fue el momento de la liberaci6n mental. Ninguna otra zona del hoy denominado Tercer Mundo estd tan unida a la cultura europea como nosotros, practicamente los inicos que tenemos como idioma materno, para la inmensa mayoria de la poblaci6n, el espafiol, el portugues, el ingles, aclimatados durante el largo colonialismo. Y ahora el vanguardismo europeo y la realidad mundial nos mostraban la hipocresia y la incoherencia de la tirania racionalista. Los vanguardistas latinoamericanos fueron nuestros libertadores mentales, los definitivos, y a veces, como siempre ocurre, inconscientemente. Ese es el caso de Borges, por ejemplo, que, a pesar de sus pocos impetus libertarios y su confesa despreocupaci6n social, contribuy6 enormemente en la lucha por desacralizar los mitos logocentricos, a trav6s de una obra esc6ptica, demoledora de las mayores ideas e instituciones de la cultura racionalista europea, caricaturizando sus propias imagenes y t6cnicas. <<comunidad LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 449 Autores de paises en los que predominan las culturas indigenas, como Jos6 Maria Arguedas, iban a encontrar en ellas nuevas fuentes de inspiraci6n para impugnar el logocentrismo. Y los de aquellos en los que no abundan los indios, como el paraguayo Augusto Roa Bastos, iban a buscar ademas elementos ideol6gicos y expresivos en la religiosidad popular, el bilingiiismo mestizo y la historia revolucionaria de los criollos nacionales. Asi, la narrativa neoindigenista hispanoamericana pasa a ofrecer una visi6n humana, <intrahist6rica>, del indio; su actitud hacia 6ste no es ya el producto de un programa de reivindicaci6n social de ciertos grupos , sino una militancia redencionista en la marginados por la que esti en juego la totalidad de la sociedad nacional como parte del universe latinoamericano, en el seno de la cual el indio no es mis objeto de reivindicaci6n, sino sujeto de su propia redenci6n y de la salvaci6n de todos, blancos, mestizos y negros incluidos. El tone de estos relatos cancela las imprecaciones protestatarias y enfoca con seriedad antropol6gica la situaci6n humana y cultural del indigena, escruta en su psicologia autintica, indaga los secretos de su lengua -que intenta verter al espafiol-, se sumerge en su mundo magico y mitol6gico, recupera la ternura y las vivencias deslumbrantes de comunidades que, a pesar de la opresi6n y el martirio, jamas han perdido su dignidad ni sus esencias, y los convierte al fin en h6roes sin idealizaciones de la antigua y tanto tiempo traicionada aventura hist6rica del continente. Por Jose Maria Arguedas, un blanco criado entre los indios del Peru, por primera vez habla el indigena americano, con su propia voz, en nuestra literatura. Y este acontecimiento alcanza su madurez en Los rios profundos. En su Breve historia de la literatura hispanoamericana, Luis Leal indica que en la novela indigenista del estilo de Icaza y Alegria los indios eran observados todavia desde fuera, y que en los relatos de Jos6 Maria Arguedas esta mirada al fin se hacia interior: <<civilizaci6n En Los rios profundos (1958) de Arguedas, que es tal vez la novela mis artistica que se haya escrito dentro de esta modalidad, se nos ofrece el punto de vista del indigena, en este caso a travds de los ojos del joven Ernesto, de catorce afios. Por conducto de la mentalidad de este adolescente el lector liega a conocer intimamente no s61o la psicologia del indigena, sino tambien su actitud ante la naturaleza, a la cual se siente unido por un poder casi magico. El nifio, ademas, siente reverencia hacia todo aquello asociado a la cultura de sus antepasados 1. 1 Luis Leal, Breve historia de la literatura hispanoamericana(New York: Alfred A. Knopf, 1971), p. 289. JUAN MANUEL MARCOS 450 La vocaci6n de escritor nace en Arguedas como una necesidad espiritual profunda y vital, no como una profesi6n burguesa, un instrumento de lucha politica ni un entretenimiento prestigioso. En su libro p6stumo, El zorro de arriba y el zorro de abajo, confesaba su asombro ante la concepci6n que le parecia demasiado profesional de Cortizar sobre el papel del escritor. Argumentaba que grandes escritores latinoamericanos habian buscado un oficio al margen de sus tareas literarias: el mexicano Juan Rulfo era funcionario; el brasilefio Joao Guimaries Rosa, m6dico y dipor amor, por plomitico, y 61 mismo, etn6logo. Y afiadia: goce y por necesidad, no por oficio... (No es una desgracia luchar contra la muerte escribiendo. Creo que tienen raz6n los m6dicos. Y los que me atienden a mi no me tratan como profesionales, sino como semejantes)>>. No resulta dificil percibir la idea mistica que rige la visi6n arguediana del escritor. Para el peruano, como para Marti o el hispanoparaguayo Rafael Barrett (1876-1910), la literatura es un apostolado que exige una fe formidable, sin la cual no queda otro camino que el silencio o la muerte. Arguedas no puede comprender c6mo se puede concebir la literatura como un oficio para ganarse la vida, pues 61 la siente como un modo de vida totalizador, que lo compromete integralmente como persona, en cuerpo y alma, en sus afectos, sus sentimientos, sus esperanzas. A trav6s de la literatura, Arguedas busca su propio ser; sin ella no le quedard mis horizonte que la depresi6n, el vacio, el balazo, la autoinmolaci6n. La literatura era para 61 no un medio para ganarse la vida, sino para jugarsela. Esta visi6n totalizadora del fen6meno literario no impulsari al autor de Los rios profundos a un hermetismo religioso, a un 6xtasis alucinado; por el contrario, su obra tratari de sumergirse en la aut6ntica realidad humana y cultural del mundo indigena, al que desea tratar -como los m6dicos que admira lo tratan a 61- no como un <<profesional>>, sino como un Y si rechaza las viejas f6rmulas del realismo se debe precisamente a que sus arcaicas t6cnicas han resultado ineficaces para indagar suficientemente a fondo la naturaleza y la vitalidad de dicho universo. Uno de los perfiles mas obvios de este fracaso del realismo es el plano del lenguaje. Los realistas como Icaza o Alegria no habian conseguido, parad6jicamente, verter al espafiol, con <<realismo>>, con fidelidad, con verosimilitud, el fluir po6tico y hondo del quechua. Arguedas tom6 sobre sus hombros la responsabilidad de solucionar el problema del bi- <<Escribimos <<semejante>. 2 Jos6 Maria Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo (Buenos Aires: Editorial Losada, 1972), pp. 23-24. La primera edici6n es de 1971. LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 451 lingiiismo, que, como dice Gladys C. Marin, fue <<trabajosa y cargada de angustia>>: Al mismo tiempo que los cuentos de Agua comienza el largo y lento camino que deberi recorrer Arguedas respecto del problema de la lengua. Este camino queda definitivamente plasmado en Los rios profundos. Dar un cuadro real del habla de una poblaci6n quechua en lengua castellana sin caer en regionalismos o pintoresquismos era una tarea dificil, agravada por el hecho de que la lengua madre del autor era precisamente el quechua. Tras arduas bisquedas y tanteos, dudas e imprecisiones, lo resuelve creindoles un lenguaje que se apoya en las palabras castellanas incorporadas al quechua y el castellano precario y elemental que hablan algunos indios en sus aldeas. Estas formas no tienen relaci6n con las que usan los sirvientes indios de Lima. Lo fundamental alma>> de las palabras quechuas con para Arguedas era no perder las que el habia aprendido a amar y vivir su aldea, sus pueblos, sus <<el campos, su vida toda 3. <<indigenismo Acaso nadie defini6 con tanta sencillez y exactitud este desgarrado de Arguedas como Jose Miguel Oviedo, quien lo llam6 acto de amor y de fidelidad>> 4. Me parece que son estas dos palabras, que se complementan para ofrecer una visi6n revolucionaria de la literatura, las claves para interpretar al narrador peruano. Con amor y fidelidad es como, efectivamente, Arguedas se propuso superar el humanitarismo social y el realismo regionalista del indigenismo cldsico; y lo consigui6 con extraordinaria altura moral y brillante calidad artistica. El humanitarismo social de los indigenistas emanaba cierto aire compasivo, piadoso, y hasta superior respecto a los indios; brotaba de la solidaridad reclamada por los reformadores politicos o de la buena voluntad predicada por el cristianismo moderno. Arguedas reemplaza por el simple y puro amor, es decir, por la entrega total y graciosa, por la fusi6n fraternal, a travds de un misticismo que vuelve a las raices del cristianismo primitivo, al mito y a la religiosidad popular, a la naturalidad y la inocencia de las culturas ancestrales. Y este amor exigente, que no se limita a recomendar buenas palabras humanitarias, sino que compromete al escritor en su pasi6n y muerte, presupone sobre todo fidelidad: fidelidad en el lenguaje, en la visi6n del mundo y de la cultura, en la traslaci6n al universo culto de la <<un o10 3Gladys C. Marin, La experiencia americana de Josd Maria Arguedas (Buenos Aires: Fernando Garcia Cambeiro, 1973), p. 22. 4 Citado en Antonio Urrello, Josd Maria Arguedas: el nuevo rostro del indio. Una estructura mitico-podtica (Lima: Libreria-Editorial Juan Mejia Baca, 1974), p. 80. JUAN MANUEL MARCOS 452 escritura del cosmos mitico y originario de la tradici6n oral quechua. Exige una originariedad y no s6lo originalidad. Y es que para Arguedas, como sefiala muy bien Antonio Urrello, la literatura, como acto de vida, no podia concebirse separada de sus vivencias personales mas significativas: Arguedas emerge de su nifiez y adolescencia, apercibido de un rico bagaje de motivos profundamente asimilados. Su conocimiento del orbe andino es de primera mano, aliterario, amasado en sus propias vivencias, fundido en su alegria y en su dolor personales . Cuando empez6 a escribir, Arguedas carecia del dominio del espafiol; <su sentir y el del mundo que deseaba recrear no se amoldaban al lenguaje en su funci6n puramente literaria>> 6. La mayoria de los criticos considera una <<proeza t6cnica>> del peruano la incorporaci6n a la narrativa americana contemportnea en lengua espafiola del lenguaje natural, sin adulteraciones romanticas ni regionalistas, de los indigenas -especificamente del quechua-. Pero debe sefialarse que es gracias a una actitud de misticismo radical, originario, mas que a un mero pulimiento de sus habilidades expresivas y ret6ricas, como Arguedas consigue esa naturalidad. Como indica Urrello, uno de los hallazgos en camino hacia esa meta fue la invenci6n de la mirada del nifio, Ernesto, en Los rios profundos, como testigo del universo a la vez real y mitico de los indios: El procedimiento de reestructuraci6n po6tica de los elementos miticos se presenta en sus manifestaciones mis claras y sencillas en el mon6logo que Ernesto, el pequefio narrador-testigo de estos relatos, entabla con los dioses-montafia... El mon6logo se funde en lo sobrenatural... El arquetipo del nifio-heroe es el elemento estructural mas importante que Arguedas emplea en su presentaci6n del orbe andino. Este mito se encuentra y la labor de Arguedas es su elaboraci6n po6tica dentro de los marcos que orientan los prop6sitos est6ticos y doctrinarios de su obra. El mundo indio, mundo puro, natural (bueno y tierno), deberia ser visto por dentro, con ojos de nifio, igualmente incontaminados. Ojos llenos de fe, capaces de creer y participar en las manifestaciones del espiritu indigena. Capaces de ver la realidad desde la perspectiva india; tal posici6n no la podian tomar los narradores que se acercaban a su mundo desde su formaci6n <<civilizada>>, de raices occidentales . <<diseminado>> p. 83. Urrello, p. 86. SUrrello, pp. 96-98. SUrrello, 6 LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 453 Se ha dicho que Arguedas idealiza a sus h6roes de la comunidad indigena, y es verdad. Pero no se trata de una idealizaci6n romantica, de un exotismo puramente esteticista. Arguedas atribuye a esa idealizaci6n el papel militante del mito, de la visi6n utopista -y, por tanto, actualdel paraiso perdido; y esta idea ed6nica no exige de la <civilizaci6n blanca un salto hacia adelante para realizar las reformas sociales que van a liberar a los indios del analfabetismo y la explotaci6n, como en el caso del indigenismo realista, sino del conjunto de la sociedad -blancos, indios y mestizos-, un sumergirse hacia las raices de la cultura nacional para buscar las bases de la inica autenticidad posible, mas alli de las recetas una y otra vez fracasadas del logocentrismo. La originariedad de las esencias peruanas, para Arguedas, reside en el pasado mitico, no tanto hist6rico, de las culturas indigenas: A trav6s de la literatura escrita y oral podemos encontrarnos con variados ejemplos en que el hombre trata de retornar simb6licamente al universo de la Edad Dorada... En el caso de Arguedas es imperativo este retorno, ya que ambiciona reconstruir la imagen ancestral del hombre americano, injustamente menospreciada en el presente. En 61 la concepci6n del Paraiso no es meramente recuerdo inconsciente, sino realidad vivida. Esta realidad la va a trasuntar en la reestructuraci6n po6tica de la comunidad de Utek'pampa como simbolo de un mundo anhelado. Este recurso literario no s6lo provee de trabaz6n estructural a la obra arguediana, sino que ademas permite el acceso luminoso al mundo andino. El arquetipo del nifio-heroe dentro de su obra literaria no se refiere a las aventuras de un individuo en particular. Tanto en la mitologia universal como en la obra de Arguedas, el motivo entrafia siempre un factor trascendente que forma parte integral de la colectividad indigena. Por esta raz6n, Ernesto no solamente es un ente activo de sus aventuras personales, sino tambien un instrumento de reconstrucci6n del paraiso indio. El nos describe en detalle los elementos que conforman ese Eden. La acci6n fundamental del nifio-h6roe es la recuperaci6n del mundo <momentaneamente> perdido, y al que se recobrar6 reconstruyendo poeticamente sus esencias. La visi6n mitico-po6tica de la comunidad ancestral de Utek'pampa acusa todas estas caracteristicas... El narrador establece a Utek'pampa como un lugar situado en el centro mismo del origen de la vida... Y el poeta contintia edificando el paraiso perdido del hombre americano. Un Ed6n compuesto de todo lo positivo, po6ticamente verdadero y existente dentro de los ideales del pueblo quechua 8 Urrello, pp. 108-109. JUAN 454 MANUEL MARCOS Asi queda aclarado uno de los principales malentendidos sobre la obra arguediana: idealizaci6n indigena, si, pero no con prop6sitos de idealizar con romintica nostalgia los perfiles de unas costumbres ex6ticas ni replantear la imagen del <<buen salvaje>> al uso de la reivindicaci6n social regionalista, sino con el decidido objeto de diseijar una visi6n mitica de la utopia arcadica americana, un paraiso po6tico militante que no se encuentra atris ni adelante de la sociedad de nuestra America, sino en el alma de todos, en nuestras esencias, que debemos recuperar con ojos adolescentes, con la inocencia de Ernesto, con la pureza de los quechuas, con la pasi6n y la ternura de Jos6 Maria Arguedas. En Los rios profundos, Valle era el inico estudiante que, aunque comprendia el idioma indigena, no lo hablaba. Conocia a Schopenhauer, pero ignoraba el quechua -al que, en el fondo, despreciaba-, porque no se lo <<habian ensefiado de nifio>>: -No tengo costumbre de hablar en indio -decia-. Las palabras me suenan en el oido, pero mi lengua se niega a fabricar esos sonidos. Por fortuna, no necesitard de los indios; pienso ir a vivir a Lima o al extranjero 9. Esta mudez de Valle es, en realidad, una sordera: la de todos los peruanos que se sienten ajenos a la cultura indigena, de espaldas a su se necesita a los inpais, anclados en la extranjeria limefia, donde dios>> ni al quechua. Pero esta sordera es la peor alienaci6n, un despojamiento de nuestras propias esencias, una traici6n a lo que somos -pasado vivo y proyecto hacia el porvenir en el contexto totalizador de una sociedad que engloba el universo indigena como una de sus 6rbitas mis coherentes y generosas-; si rechazamos el quechua, con el que nos han privado de una niiiez espiritual, no pasamos a ser adultos -es decir, lizados>> en vez de limefios o extranjeros en vez de indios-, sino addlteros, adulterando la verdadera imagen del destino y la identidad nacionales. El ultimo punto que quisiera proponer aqui consiste en una revisi6n, al menos provisoria, del debate acerca del supuesto marxismo de Arguedas. Si por marxismo entendemos una versi6n ortodoxa de la escolastica sovietica, es obvio que Arguedas nunca lo acept6, ya que resulta imposible clasificar ninguna pigina suya dentro de los preceptos del realismo socialista. Si por marxismo entendemos un concepto mas amplio y flexible, no cabe duda que se puede percibir cierta influencia de Marx en su visi6n antropologista de la sociedad, sobre todo, como advierte muy bien <<no <<birbaros>, 9 <<civi- Arguedas, Los rios profundos (Buenos Aires: Editorial Losada, 1958), p. 87. LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 455 Sara Castro Klaren, del joven Marx, autor de Los manuscritos econdmicos y filosdficos de 1844, repudiado por la escolastica comunista y rescatado por la izquierda occidental: ... el objeto de la vida del hombre debe ser la realizaci6n de 6ste en la libertad. El fin del hombre no es la sociedad o el progreso econ6mico, 6stos son mas bien la causa de la alienaci6n del hombre, del trabajo, de la especie 10. Pero aquel joven Marx distaba bastante de la ideologia que hoy se entiende, al menos ortodoxamente, por marxismo. Se situaba mis bien en el ala izquierda del romanticismo, en pleno auge de ese movimiento espiritual europeo. Sara Castro Klaren encuentra a Arguedas como un cabal neorromantico: Es a menudo la intuici6n, el sentirse cerca de la naturaleza, el saberse panteisticamente unido a ella (todos canones del Romanticismo) lo que produce la felicidad, la uni6n con la persona amada, con el arbol protector, con el maternal maizal; es decir, el encuentro con el propio ser. Para Arguedas no es la raz6n la fuente o medio de conocimiento primordial. Es mis bien la intuici6n que se sobrepone a las limitaciones del conocimiento cientifico. Lo que a Arguedas le interesa es el hombre, esa criatura que en manos del conocimiento cientifico se empobrece y disminuye. Junto con los rominticos no s61o afirma las formas irracionales o magicas del conocimiento humano, sino que rechaza todo materialismo y utilitarismo como normas de conducta y de posiciones filos6ficas. Arguedas es marxista en cuanto al pensamiento de Marx no se le constrifia a la s6rdida y falsa interpretaci6n <<materialista>> que de ordinario se le atribuye. Haci6ndole eco a Rousseau, Arguedas afirma su fe en la universalidad de sentirse humano y hasta dejaria descansar el peso de su edificio moral sobre las bases de la simpatia y la compasi6n 11 La excelente critica, que ha escrito uno de los estudios mis inteligentes que he leido sobre el fascinante y complejo Arguedas, hace todavia algunas observaciones mis, dos de las cuales son importantisimas: la moral respetuosa del caido y el culto al heroe intentan restablecer en Arguedas el c6digo de caballeria y el <<urgente deseo de salvar al mundo ; y la afirmaci6n de lo vernaculo frente al cosmopolitismo abrazaria a Arguedas 10 Sara Castro Klaren, El mundo mdgico de Jose Maria Arguedas (Lima: Insti- 1 tuto de Estudios Peruanos, 1973), p. 204. Castro Klaren, p. 205. 30 JUAN MANUEL 456 MARCOS con la tradici6n romantica 12. Me parece que hay que hacer algunas precisiones. En primer lugar, no se puede asegurar, como desea Sara Castro Klaren, que sentir romantico no esti confinado a una 6poca>; en realidad, cada periodo literario es bsicamente hist6rico; por tanto, si esta limitado por una 6poca y un contexto social y cultural especificos. De ninglin modo puede sugerirse que Arguedas, escritor absolutamente contemporineo, haya sido un representante de una corriente del siglo pasado. La moral caballeresca de Arguedas pertenece mis bien a la tradici6n hispinica que al romanticismo en general, y se sittia concretamente en la Edad Media, respecto a su origen hist6rico, y en el manierismo de Cervantes, respecto a su contenido quijotista; es, por tanto, de raices muy anteriores al siglo xIx. El irracionalismo panteista y la actitud antipositivista de Arguedas no obedecen a su supuesto temperamento romantico, sino a su militancia dentro del vanguardismo hispanoamericano; por lo tanto, su panteismo nace del mito, y su anticientificismo, de la impugnaci6n del logocentrismo europeo. Se trata de una actitud radicalmente contemporinea de los intelectuales de nuestra America, aunque se puedan encontrar antecedentes de ella en Hernandez o Martin, por ejemplo. En lo vernaculo, Arguedas no busca lo ex6tico y original como los romanticos, sino la originalidad de la aut6ntica cultura americana concebida como un revolucionario proyecto de liberaci6n de toda la sociedad. Por fin, que es mas decisivo, el nuevo humanismo de Arguedas exhibe la influencia del joven Marx y de Rousseau, como dice Sara Castro Klaren, y tambi6n otras muchas -Marti, Mariategui, Valle- genuinamente latinoamericanas, pero si en alguna esfera de la evoluci6n del pensamiento moderno debe ser incluido, no cabe duda de que corresponde hacerlo en la del existencialismo contemporineo. El juibilo de reci6n casado que experimenta y transmite Arguedas en sus con la naturaleza americana esti mas pr6ximo a Albert Camus, un existencialista que tambi6n naci6 en el Tercer Mundo, que a los romanticos, porque no es un entusiasmo frenetico e inconsciente, sino reflexivo y critico. Hasta el sentido de la radical independencia intelectual de Arguedas conviene mas a la imagen de Camus que a la de otro existencialista, Jean-Paul Sartre, que proponia en que mas tarde revis6 profunaquellos afios su teoria del damente. Mario Vargas Llosa ha sefialado que cuando Arguedas cedi6 a la presi6n en favor del compromiso ideol6gico, puesto que conocia mejor que nadie el quechua y la situaci6n injusta de los indios peruanos, y concibi6 la novela Todas las sangres como un ambicioso proyecto <progre- <<el o10 <<bodas>> <<compromiso>>, 12 Castro Klaren, p. 206. LA TERNURA PENSATIVA DE JOSE MARIA ARGUEDAS 457 sista>>, 6sta result6 un gran fracaso literario: <<la visi6n es simplista, caricatural, confusa, y, como suele ocurrir, por querer ser extremadamente fiel a la realidad, el libro se desvanece en la irrealidad>> 13. Sin duda, Arguedas se sentia mis c6modo en el costado camusiano del existencialismo, que le permitia describir los horrores que aparecen en El sexto y El zorro de arriba y el zorro de abajo, para descubrir, parad6jicamente, como el m6dico heroico al final de La peste, que <hay en los hombres mis cosas dignas de admiraci6n que de desprecio>>. He aqui la raiz de la universalidad de la narrativa arguediana. Su novedad consiste en que este neoindigenismo ya no es, en realidad, un indigenismo, y que si bien en sus piginas viven, mueren y resucitan hombres y mujeres de lengua quechua, ellos no pertenecen sino a la aventura mundial de los oprimidos; que -como avisaba Martihay odio de razas porque no hay razas>>, sino que el nuevo rostro de la revoluci6n es ahora el de una uninime poesia mitica y social encarnada en la fraternidad originaria y militante de todas las minorias, <<donde resalta -como profetizaba el ap6stol cubano-, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre>>. <<no 13 Mario Vargas Llosa, La utopia americana (Cambridge: University of Cambridge, 1978) p. 26.