El escepticismo

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Prof. Camila López
2ºBD. Colegio:_______________________________
Nombre del alumno:__________________________
Fecha de entrega:________________
El escepticismo
¿Qué es el escepticismo?
[Definiciones extraídas de Encyclopaedia Herder de Filosofía]
“El ataque más neto y
radical -por lo menos, antes
de algunos subjetivismos
modernos- a la capacidad
del hombre para conquistar
la verdad lo constituye el
escepticismo. Esta palabra
procede del griego
sképtomaí, que significa
«examinar», «observar
detenidamente», «indagar».
En sentido filosófico, y en
líneas generales,
escepticismo es la actitud
que -tras realizar el aludido
examen- concluye que nada
se puede afirmar con
certeza. por lo que más vale
refugiarse en una “epojé” o
abstención del juicio.”
Llano, Alejandro. Gnoseología.
España: Ediciones Universidad de
Navarra, 1983, pp. 71-72
El escepticismo es una concepción en teoría del conocimiento que sostiene, en
principio, que la mente humana no es capaz de justificar afirmaciones verdaderas. Un
escepticismo extremo o absoluto sostendría que no existe ningún enunciado
objetivamente verdadero para la mente humana, o la imposibilidad total de justificar
afirmaciones verdaderas, es decir, la imposibilidad de conocer objetivamente lo que nos
rodea; de este escepticismo se suele decir que se refuta a sí mismo o que es imposible,
puesto que se niega en su propia afirmación (Si “nada es verdadero”, entonces tampoco
esa afirmación es verdadera).
El escepticismo moderado o relativo sostiene que son pocos los enunciados
objetivamente verdaderos, o bien establece dudas razonadas sobre la capacidad de la
mente humana de poder conocer las cosas y, por lo mismo, la somete a examen. Este
escepticismo propugna una actitud crítica ante el dogmatismo (postura que sostiene
que sí existen afirmaciones verdaderas incuestionables). Históricamente, las
afirmaciones
de
escepticismo
moderado aparecen tanto en épocas
de decadencia cultural o cansancio
intelectual, como de renovación e
Ilustración, y la historia misma de la
filosofía occidental alterna épocas
de escepticismo y dogmatismo.
La duda metódica y el espíritu crítico
o
el
rigor
científico
son
manifestaciones prácticas de un
escepticismo moderado.
¿Cuándo surgió el escepticismo?
Históricamente el escepticismo es una corriente de la filosofía
helenística, el pirronismo, o escuela escéptica que nace con Pirrón de
Elis (360-272 a.C.) y su discípulo Timón de Fliunte (325/320-235/230 a.
C.). Para ellos, ni los sentidos ni la razón pueden suministrarnos un
conocimiento verdadero, por lo que lo más sabio, si queremos llegar a
la ataraxia (estado de imperturbabilidad, paz o plenitud que se obtiene
a partir del dominio o extinción de las pasiones), es permanecer
indiferentes a todo absteniéndonos de hacer juicios; los estoicos
llamaron a esta suspensión de juicios epokhé.
Enesidemo de Cnossos (hacia al año 50 a.C.) renueva el pirronismo
antiguo y estudia sus «tropos», o lista de contraposiciones que
fundamentan el escepticismo de la vida (Razonamientos pirrónicos).
Hacia el s. II d.C. el escepticismo se funde con el empirismo médico. En
esta corriente destaca Sexto Empírico (Alejandría, hacia la segunda
mitad del s. II d.C.), el autor más importante para el conocimiento del
escepticismo antiguo, que lo entiende como el arte de enfrentar todas
las contradicciones de las cosas y el pensamiento; el escéptico logra la
ataraxia, o tranquilidad interior, renunciando a decidir sobre opiniones
contradictorias.
“...cuando el escéptico, para adquirir la
serenidad de espíritu, comenzó a filosofar
sobre lo de enjuiciar las representaciones
mentales y lo de captar cuales son
verdaderas y cuales falsas, se vio envuelto en
la oposición de conocimientos de igual
validez y, no pudiendo resolverla, suspendió
sus juicios y, al suspender sus juicios, le llegó
como por azar la serenidad de espíritu en las
cosas que dependen de la opinión.”
Sexto Empírico. Esbozos pirrónicos
Entonces, esquematizando, decimos que el escepticismo surge bajo la esperanza de alcanzar una cierta paz, serenidad
de espíritu (ataraxia) –objetivo general que perseguían todas las escuelas filosóficas de la época helenística, como los
estoicos y epicúreos-:
Con razón decimos que el fundamento del escepticismo es la esperanza de conservar la serenidad del
espíritu. En efecto, los hombres mejor nacidos, angustiados por la confusión existente en las cosas y
dudando de con cuál hay que estar más de acuerdo, dieron en investigar qué es la verdad en las cosas
y qué la falsedad; ¡como si por la solución de esas cuestiones se mantuviera la serenidad del espíritu!
Por el contrario, el fundamento de la construcción escéptica es ante todo que a cada proposición se le
opone otra proposición de igual validez. A partir de eso, en efecto, esperamos llegar a no dogmatizar.
Sexto Empírico, Esbozos Pirrónicos (IV, 12 ss.)
En esta búsqueda, los escépticos encuentran que el mejor camino es la suspensión del juicio (epojé o epokhé), ya que
cualquier afirmación o intento de defensa de una teoría no hace más que recaer en el dogmatismo que ellos critican:
cualquier afirmación de la verdad de algo supone la aceptación incuestionada de dicha verdad, cuando en realidad,
sostienen los escépticos, todas las afirmaciones están sujetas a una serie de contradicciones que hacen que sea imposible
sostenerlas.
... el escepticismo es la capacidad de establecer antítesis en los fenómenos y en las consideraciones teóricas, según
cualquiera de los tropos; gracias a lo cual nos encaminamos en virtud de la equivalencia entre las cosas y
proposiciones contrapuestas— primero hacia la suspensión del juicio y después hacia la ataraxia (Esbozos pirrónicos
I, 8 ss.).
“El hombre no se fía; surgen las generaciones recelosas y suspicaces, que dudan de que la verdad se deje
alcanzar por el hombre. Así ocurre en el mundo antiguo, y el proceso de descenso de la teoría, iniciado a la
muerte de Aristóteles, es contemporáneo de la formación de las escuelas escépticas. Este escepticismo suele
encontrar una de sus raíces en la pluralidad de opiniones: al tener conciencia de que se han creído muy diversas
cosas acerca de cada cuestión, se pierde la confianza en que ninguna de las respuestas sea verdadera o que una
nueva más lo sea.
(…) Hay que distinguir, sin embargo, entre el escepticismo como tesis filosófica y como actitud vital. En el primer
caso es una tesis contradictoria, pues afirma la imposibilidad de conocer la verdad, y esta afirmación pretende
ser ella misma verdadera. El escepticismo como tesis, pues, se refuta a sí propio, al formularse. Otra cosa es la
abstención de todo juicio, el escepticismo vital, que no afirma ni niega. Este escepticismo aparece una y otra vez
en la historia, aunque también es problemático que la vida humana pueda mantenerse flotante en esa
abstención sin arraigar en convicciones.
El primero y más famoso de los escépticos griegos, si prescindimos de antecedentes sofísticos, es Pirrón, a
comienzos del siglo IV antes de Jesucristo. Otros escépticos son Timón, Arquesilao y Carneades, que vivieron en
los siglos IV y III. Después, y a partir del siglo I de nuestra era, aparece una nueva corriente escéptica, con
Enesidemo y el famoso Sexto Empírico, que escribió unas Hipotiposis pirrónicas.”
Marías, Julián. Historia de la filosofía. Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980, pp. 92-93
Problemas y fortalezas de la actitud escéptica
El escepticismo radical es prácticamente imposible de sostener, desde el momento en que es
contradictorio (Si “nada es verdadero”, entonces la misma afirmación no lo es, por tanto “es falso que
‘nada es verdadero’”, así que sí hay algo verdadero), además de que implica la imposibilidad de
contacto alguno con el mundo o con otros hombres, desembocando en la imposibilidad de tener
siquiera algún tipo de comunicación o entendimiento con el otro.
Sin embargo, cierta actitud escéptica en un tono más moderado, cierta desconfianza, cuestionamiento,
duda de las verdades establecidas, aunque sea a modo de método para alcanzar la verdad, puede ser
fructífero para animarnos a investigar, indagar, conocer: es, de hecho, la actitud que mueve a la
búsqueda filosófica.
[2 p] Completa los espacios en blanco del siguiente crucigrama, escribiendo la palabra o su
definición según corresponda.
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Referencias
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Concepción gnoseológica según la cual es posible sostener un conocimiento objetivo de lo que nos rodea,
existiendo ciertas afirmaciones cuya verdad es incuestionable.
El escepticismo se refuta a sí mismo, ya que si afirma que "Ninguna afirmación es verdadera", entonces
tampoco lo es esa misma afirmación. Por eso decimos que es…….
Filósofo del siglo II a. C. que vuelve a revisar y
fundamentar el escepticismo.
Según Julián Marías, debemos diferenciar dos clases de escepticismo: uno entendido como tesis filosófica, que
se contradice a sí mismo, y otro entendido como una…….
Filósofo griego antiguo fundador de la
primera escuela escéptica.
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12 Tipo de escepticismo relativo, no radical, que examina nuestro conocimiento del mundo y establece
algunas dudas razonables sobre nuestra capacidad de conocer.
El escepticismo luego de su surgimiento histórico
Más allá de su surgimiento histórico como corriente filosófica en la Grecia Antigua, el escepticismo como actitud vital de
cuestionamiento, de duda, de desconfianza, de indagación, ha continuado asomándose a lo largo de la historia. Con
variaciones, más radical (negando absolutamente la posibilidad de conocer) o bien en variantes más moderadas
(desconfiando, dudando de ciertos conocimientos), o como método para alcanzar un conocimiento certero (la duda como
vía de indagación para llegar a sostener algún conocimiento sólido).
Las actitudes escépticas se manifiestan en forma de argumentos. Un argumento es un razonamiento que busca demostrar
o justificar determinada afirmación. Los argumentos escépticos, entonces, son razonamientos, conjuntos de
proposiciones, que buscan fundamentar la conclusión de que no es posible enunciar una afirmación verdadera sobre el
mundo.
Hay quienes dicen que la Teoría del conocimiento no es más que el permanente intento de responder al escéptico, de
combatir los argumentos escépticos. A lo largo de la historia del pensamiento, han ido apareciendo argumentos
escépticos en distintas formas, pero en general mostrando reformulaciones de ciertos planteos centrales que veremos a
continuación.
“El escepticismo en su forma más interesante depende siempre de un argumento; cuanto mejor es el argumento, más fuerte es la
forma de escepticismo que genera. Dado que depende de un argumento, debe poder ser expresado en forma de conclusión. La
conclusión escéptica es la de que el conocimiento es imposible. Nadie sabe nada de hecho, porque nadie puede saber nada.”
Dancy, Jonathan. Introducción a la epistemología contemporánea. Madrid: Tecnos, 1993, p. 21
¿Cómo son los argumentos escépticos?
“«Los escépticos -señala Verneaux- no están faltos de argumentos; tienen, por el contrario, un
gran número de ellos que desarrollan con un ingenio y una sutileza sin igual». Son argumentos
que formularon y discutieron ya los pensadores griegos y que -de una forma u otra- han
repetido todos los escépticos que en la historia han sido. Se podrían esquematizar así:
l.
La diversidad de opiniones humanas y las contradicciones de los filósofos. Es un argumento
comprensible por todos y que sigue siendo ocasión de «escándalo» para muchos Sobre
cualquier cuestión, los distintos hombres defienden las opiniones más diversas, y cada uno cree tener razón. ¿Quién posee
la verdad? No lo podemos saber a ciencia cierta. En todo caso, nuestro juicio no será más que una opinión junto a las otras.
Y si de la vida cotidiana pasamos a las tesis de los filósofos; el panorama es aún más confuso. Porque parece que no hay
doctrina -por extraña que sea- que no haya sido defendida por algún filósofo y, entonces, ninguna puede tenerse por
verdadera con certeza.
2. El error y la ilusión. Es un hecho que nos equivocamos con frecuencia, con demasiada frecuencia. Los sentidos nos
engañan, haciendo pasar las apariencias por realidades. La ilusión de espejismos y fuegos fatuos nos acecha por doquier. Y
también la, inteligencia yerra al juzgar y razonar. Mientras dormimos, consideramos los sueños como sucesos que
realmente nos pasan: ¿cómo sabemos, entonces, que no soñamos siempre. Muchos hombres -en mayor o menor gradopadecen de manías y obsesiones, que les llevan a dar vida a los fantasmas de su mente. ¿Dónde se encuentran las
fronteras entre ilusión y la verdad, el sueño y la vigilia, la demencia y la cordura? No podemos saberlo, porque quizá
también nosotros erramos, es sueño nuestra vida o locura nuestro empeño.
3., La relatividad del conocimiento. Los conocidos versos lo expresan con ingenio y malicia: “nada es verdad ni mentira”
pues depende del color/del cristal con que se mira». Toda cosa es conocida y valorada por un sujeto determinado, lleno
de prejuicios y compromisos, hasta el punto de que confunde sus deseos con la realidad: conocimiento e interés se vuelven
lo mismo.. Además, siempre se conoce desde una situación concreta y limitada. Lo que es verdad hoy puede no serlo
mañana. Algo que no es cierto para mí, lo es para tí. Tal parece que todo objeto de conocimiento queda teñido por el tono
de la subjetividad de cada cognoscente. No hay conocimientos utópicos ni intemporales: son hijos de una cultura y de una
época histórica, en función de las cuales hay que interpretarlos. Además, las cosas mismas no existen aisladas, sino
insertas en un complejo tejido de relaciones mutuas, que sería preciso -aunque imposible- conocer, para dar cabal cuenta
de los objetos.
4. El círculo vicioso. No se debe admitir como cierto nada que no haya sido demostrado. Pero toda demostración se ha de
fundar en la verdad de los principios de que parte. Y, a su vez, esos principios se tienen que demostrar con base en otras
premisas. Al cabo, todo se demuestra por todo; lo que equivale a decir que nada se demuestra por nada, ya que no hay
criterio firme en el que apoyarse. Si se intenta hacer demostraciones, se incurre en un dialelo o circullls viciosus in
probandi. Se podría también ir pasando de principio a principio, en una sucesión no circular, sino lineal; pero entonces
tampoco se demostraría nada, porque se prolongaría indefinidamente la siempre insatisfecha búsqueda de un terreno
seguro sobre el que construir el edificio de la ciencia.”
Llano, Alejandro. Gnoseología. España: Ediciones Universidad de Navarra, 1983, pp. 73-75
[1 p] A partir de los textos de la ficha, completa los espacios en blanco del siguiente texto:
El escepticismo es una actitud que se traduce en una serie de ______________ que buscan justificar la
afirmación de que es ______________ alcanzar conocimiento alguno. Los primeros argumentos escépticos
fueron formulados por pensadores griegos (como ______________ o _______________), no obstante, fueron
reapareciendo y reformulándose a lo largo de la historia del pensamiento.
El argumento más frecuente entre los antiguos se basaba en la diversidad de ______________ humanas y en la cantidad
de interpretaciones contradictorias sobre cualquier cuestión: si todos, en efecto, tenemos distintos pensamientos sobre
algunas cuestiones complejas, ¿cuál es la versión verdadera? ¿Alguna de las opiniones es verdadera?
Este argumento se asocia con el tipo de argumento que sostiene que no existe nada verdadero ni falso, ya que todo
depende de quien lo mire. Tal razonamiento sostiene la ______________ del conocimiento.
Otro tipo de argumento refiere al hecho de que nos equivocamos con frecuencia; esta clase de argumentos se basan en el
__________ y la ______________. Si de hecho los ____________ nos engañan, entonces, ¿cómo sabemos que, por más
convencidos que estemos, no estemos confundidos cuando sostenemos alguna verdad?
Por último, hay argumentos que se basan en el ____________ ______________: solo es verdadero aquello que esté
basado en principios que podamos demostrar; a su vez, aquellos principios serán verdaderos si están basados en
principios que se puedan demostrar; y así sucesivamente, si pretende demostrarse absolutamente todo, se incurre en un
círculo indefinido en que al final nada puede ser _____________.
[3 p] Mira atentamente la película “Matrix” y responde a
las siguientes preguntas:
1) Resume con tus palabras de qué se trata la película.
2) ¿Qué argumento escéptico se desprende de la película?
3) Describe alguna escena de la película en donde se
pueda observar una actitud escéptica respecto a la
posibilidad de conocer el mundo externo.
4) ¿Podríamos, en este momento, estar viviendo en algo
similar a una “Matrix” sin saberlo? Fundamenta tu
opinión.
El argumento de los cerebros en cubetas, según Putnam
Nota importante: para este tema, complementar esta ficha con la lectura
obligatoria del texto anexo “El cerebro en una cubeta”, del libro “50 cosas que
hay que saber de Filosofía”
En su libro “Razón, verdad e historia”, el filósofo contemporáneo estadounidense Hilary Putnam describe un
“experimento mental” conocido como el “argumento de los cerebros en cubetas”.
Un experimento mental es un recurso utilizado para investigar la naturaleza de las cosas. Consiste en imaginar
situaciones hipotéticas, recreando escenarios ficticios que nos ayuden a comprender cómo ocurre un determinado
acontecimiento, permitiéndonos probar la coherencia de ciertos conceptos o teorías o entender mejor ciertos
razonamientos.
Esto quiere decir que el autor no dice que “existan” cerebros en cubetas, sino que propone que imaginemos: Si
existieran cerebros en una cubeta, ¿qué pasaría? Por eso decimos que no es más que un enunciado hipotético: no
afirma que tal situación sea así, sino que la plantea como hipótesis para estimular la reflexión sobre el tema.
El propósito de Putnam con este argumento es, en realidad, refutarlo para así combatir el escepticismo.
“He aquí una posibilidad de ciencia-ficción discutida por los filósofos: imaginemos que un ser humano (el lector puede
imaginar que es él quien sufre el percance) ha sido sometido a una operación por un diabólico científico. El cerebro de tal
persona (su cerebro, querido lector) ha sido extraído del cuerpo y colocado en una cubeta de nutrientes que lo mantienen
vivo. Las terminaciones nerviosas han sido conectadas a una computadora supercientífica que provoca en esa persona la
ilusión de que todo es perfectamente normal. Parece haber gente, objetos, cielo, etc.; pero en realidad todo lo que la
persona (usted) está experimentando es resultado de impulsos electrónicos que se desplazan desde la computadora hasta
las terminaciones nerviosas. La computadora es tan ingeniosa que si la persona intenta alzar su mano, el «feedback» que
procede de la computadora le provocará que «vea» y «sienta» que su mano está alzándose. Por otra parte, mediante una
simple modificación del programa, el diabólico científico puede provocar que la víctima «experimente» (o alucine) cualquier
situación o entorno que él desee. También puede borrar la memoria de funcionamiento del cerebro, de modo que la víctima
crea que siempre ha estado en ese entorno. La víctima puede creer incluso que está sentado, leyendo estas mismas palabras
acerca de la suposición, divertida aunque bastante absurda, de que hay un diabólico científico que extrae cerebros de los
cuerpos y los coloca en una cubeta de nutrientes que los mantiene vivos. Las terminaciones nerviosas se suponen conectadas a una computadora supercientífica que provoca en la persona la ilusión de…”
Putnam, Hilary. Razón, verdad e historia
¿Cómo sabemos que no somos cerebros en una cubeta?
Si fuéramos cerebros en una cubeta, ¿podríamos saber que lo somos?
El argumento de los cerebros en cubetas es una reformulación inspirada en el argumento del “genio maligno” ideado
por Descartes (1596-1650), el filósofo que da inicio a la filosofía moderna.
[3 p] A partir de la lectura del texto anexo “El cerebro en una cubeta”, del libro “50 cosas que hay
que saber sobre Filosofía”, responde a las siguientes preguntas:
1) ¿Por qué afirma el autor que Descartes y Putnam actúan como “abogados del diablo”?
2) ¿En qué consiste el argumento de Bostrom?
3) ¿Qué ventajas y desventajas encuentra el autor respecto a la adopción de una actitud escéptica?
Descartes: el genio maligno
La duda como método
“Descartes se encuentra en una profunda inseguridad. Nada le parece merecer confianza. Todo el pasado filosófico
se contradice; las opiniones más opuestas han sido sostenidas; de esta pluralidad nace el escepticismo (el llamado
pirronismo histórico). Los sentidos nos engañan con frecuencia; hay, además, el sueño y la alucinación; el
pensamiento no merece confianza, poique se cometen paralogismos y se cae con frecuencia en el error. Las únicas
ciencias que parecen seguras, la matemática y la lógica, no son ciencias reales, no sirven para conocer la realidad.
¿Qué hacer en esta situación? Descartes quiere construir, si esto es posible, una filosofía totalmente cierta, de la que
no se pueda dudar; y se encuentra sumergido hasta lo más hondo en la duda. Y esta ha de ser, justamente, el
fundamento en que se apoye; Descartes parte, al empezar a filosofar, de lo único que tiene: de su propia duda, de su
radical incertidumbre. Hay que poner en duda todas las cosas, siquiera una vez en la vida, dice Descartes. No ha de
admitir ni una sola verdad de la que pueda dudar. No basta con que él no dude realmente de ella; es menester que la
duda no quepa ni aun como posibilidad. Por eso hace Descartes de la Duda el método mismo de su filosofía.
Únicamente si encuentra algún principio del cual no quepa dudar, lo aceptará para su filosofía.”
Marías, Julián. Historia de la filosofía. Madrid: Biblioteca de la Revista de Occidente, 1980, p. 206
[A partir de fragmentos extraídos de la Encyclopaedia Herder de Filosofía]
René Descartes (1596-1650) fue el más destacado filósofo francés, padre de la filosofía
moderna e iniciador del racionalismo. El núcleo de la filosofía cartesiana es el estudio del
fundamento en que se basa el conocimiento humano, hasta el punto que se puede decir
que con él aparece la teoría del conocimiento como tema central de la filosofía moderna.
¿Cuáles son las verdades que podemos conocer con certeza? Ésta es la cuestión central
del Discurso del método y, sobre todo, de la primera de las Meditaciones Metafísicas.
Descartes se inspira en las matemáticas para desarrollar un método que aporte certeza al
espíritu humano en todas las cuestiones. Tendrá por ciertas sólo aquellas ideas que se ofrezcan claras (ciertamente
presentes a la conciencia) y distintas (bien analizadas) a la consideración de la mente.
La búsqueda del fundamento parte de la duda. Es posible, dice, dudar de todas las percepciones de los sentidos, porque a
veces engañan y, además, a los hombres nos sucede que en ocasiones no sabemos si lo que nos pasa es en sueños o
estando despiertos, con lo que la duda abarca no sólo una determinada sensación, sino la misma vida corporal en
conjunto: puede que todo no sea más que un sueño. De esta enorme duda asoma temporalmente una certeza: ni en
sueños es posible dudar de las verdades matemáticas, según las cuales 2 y 3 hacen 5 -también durante el sueño- y un
cuadrado no puede tener más de cuatro lados.
Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones seguir opiniones
muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme
solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como
absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer
esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en
algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar.
Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la
geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a error, rechazaba como
falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerando que hasta
los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal
estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi espíritu no eran más
verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este
modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de
que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las más extravagantes suposicionesde los escépticos no
eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo
indagaba.
Descartes, René. Discurso del Método. Madrid: Alfaguara, 1981, pp. 24-25
No obstante, la duda metódica de Descartes busca otra alternativa a esta situación: el genio maligno. El argumento del
genio maligno también es un experimento mental como el de Putnam, ya que Descartes no dice que “exista” un genio
maligno, sino que plantea la situación hipotética, ficticia, de la existencia de tal genio, para que reflexionemos: Si
existiera un genio maligno, ¿qué pasaría? Al igual que pasa con Putnam, Descartes plantea esa hipótesis escéptica para
luego refutarla y así combatir el escepticismo.
“Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios -que es fuente suprema de verdad-, sino cierto genio maligno, no menos
artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra,
los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para
atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, ni sangre, sin sentido alguno, y creyendo
falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y, si, por dicho medio, no me es posible
llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar
crédito a ninguna falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy
poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada...
(…) Así pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa
ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras
de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo.
Pero ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No
habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de
producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo,
pues ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de
que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo?
Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador
todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que
yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De
manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que
esta proposición: “yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.”
Descartes, René. Meditaciones Metafísicas
Nadie nos dice que sea imposible que estemos sometidos al dominio de un dios maligno, «artero, engañador y poderoso»
que nos confunda en lo tocante a la certeza de las nociones matemáticas. Es decir, nuestra naturaleza puede ser tal que
nos confunda cuando creemos entender que algo es verdadero o falso. También es posible, pues, dudar de la certeza de
las matemáticas. Con todo, hay algo que escapa al poder del genio maligno y a la posibilidad misma de que la naturaleza
humana funcione mal: si el dios maligno me engaña, existo; si me engaño a mí mismo, también existo. En resumen, la
duda lleva a la conciencia de pensar, por lo que afirma: «pienso, por tanto existo» (cogito, ergo sum).
En el hecho de pensar se nos muestra, por intuición o por razonamiento inmediato, que existimos. Ésta es la primera
verdad que el método de la duda cartesiana permite hallar, y éste es el inicio de la filosofía de Descartes, así como el
fundamento de la filosofía racionalista moderna: la inmediatez de la propia conciencia o la subjetividad; de las ideas de las
cosas se pasa inmediatamente al conocimiento de la existencia de las mismas.
Entonces, ha logrado demostrar Descartes la existencia del sujeto pensante. Ahora le queda una tarea complicada:
¿cómo hacer para demostrar la existencia de las cosas externas al sujeto?
No puede simplemente aceptar lo que se le presenta ante la conciencia como existente, ya que el genio maligno, incapaz
de hacerle dudar de la propia existencia, sí puede confundirle en cualquier otra idea que le parezca evidente. Ha de
probar, pues, que no puede existir un genio maligno empeñado en estas tareas, sino que el hombre, y con él la razón
humana, es obra de un Dios omnipotente y bueno. Es decir: solo probando que existe un Dios omnipotente y bueno,
podrá Descartes probar que no existe genio maligno; y si no existe genio maligno, entonces sí podrá sostener que las
ideas que se nos presentan como claras y evidentes corresponden a cosas existentes independientemente del sujeto.
Descartes ofrece dos pruebas de la existencia de Dios en las Meditaciones. Veamos una de ellas:
Por «Dios» entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, que me ha
creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen [si es que existe alguna]. Pues bien, eso que entiendo por Dios
es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de que una idea así pueda
proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues,
aunque yo tenga la idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de una sustancia infinita,
siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una sustancia que verdaderamente fuese infinita.
Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas, Meditación tercera (Alfaguara, Madrid 1977, p. 39-40).
Probada la existencia de Dios, desaparece la duda que podría originar un posible genio maligno y, con ello, cualquier duda
acerca del criterio de evidencia.
[3 p] Responde a las siguientes preguntas:
1) ¿Qué similitudes y diferencias existen entre el argumento de los “cerebros en cubetas” y el
argumento del “genio maligno” de Descartes?
2) ¿Qué quiere decir que Descartes utiliza una “duda metódica”?
3) ¿A qué conclusión llega Descartes con su argumento del “genio maligno”?
4) ¿Qué otro argumento utiliza, posteriormente, para demostrar la existencia de las cosas?
5) ¿Qué crítica podrías realizarle a los argumentos de Descartes? Fundamenta tu respuesta.
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