orden publico y subversion

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ORDEN PUBLICO Y
SUBVERSION
Todas las dictaduras justifica n la re­
presión de las libertades políticas y de
los derechos cívicos con la cínica
pretensión de m antener el „orden
p úb lico “ y com batir la „sub versión “ .
Con esta política, son las propias
dictaduras las que crean el clim a na­
cional de discordia, actos subversivos
y violencias. Al crim inalizar cualquier
oposición a su sistema, las dictaduras
ensanchan inadm isiblem ente el espec­
tro de lo subversivo, cerrando los
cauces a la ordenada actuación de
las fuerzas antagónicas de la socie­
dad e im pidiendo la form ación de
una general opinión pública, única
fuente legitim adora de lo que ha de
ser el orden público, y al propio tiem ­
po, el más eficaz dique de contención
de cualquier subversión.
¿Qué es el „orden público“?
Para el régimen de Franco, „orden
p ú b lico " es el m antenim iento a ultran­
za de una situación, la suya propia,
que solam ente favorece a los grupos
sustentadores del sistema, una m ino­
ría dentro del antagonism o de intere­
ses sociopolíticos y económ icos, que,
como en cualquier otra sociedad, tam ­
bién se dé en la española. Los bene­
ficia rio s del franquism o identifican sus
intereses muy particulares, reducidos
al rudo m antenim iento de sus posi­
ciones de privilegio junto al poder,
con el orden público general, que ha­
bría de ser com únm ente adm itido en
consenso de todos los españoles.
La subversión contra los
privilegios
Para el régimen y sus usufructuarios,
„sub versión “ es cualquier intento, por
muy m oderado y prudente que éste
sea, de m odificar la situación, Cual­
quier m odificación del status quo ac­
tual significa para el régimen y sus
usuarios la pérdida de sus privilegios,
un paso hacia el desplazam iento total
de un poder que usurpan en contra
de la voluntad de la mayoría, y que
sólo mantienen por la coacción, la
violencia o el terror. De ahí que se
cierren obstinadam ente a cualquier
reforma, a cualquier apertura, a cual­
10
quier ensayo de modos de conviven­
cia política, que ellos son los prim eros
en no poder tolerar, pues su única
garantía de persistencia está en la
exclusión de los demás.
A la caza de brujas
Los más ultras del sistema, como Blas
Piñar, Iniesta Cano, García Rebull o el
„trib u n o “ Girón de Velasco inician In­
cluso „cacerías de brujas" dentro del
propio sistema, porque temen que
incluso las m aniobras camuflístas de
éste, como son el asociacionism o po­
lítico desde el poder, aboquen a su
desm antelam iento, por ley de la diná­
mica inherente a cualquier cambio,
aunque dicho cam bio solamente sea
un recurso tá ctico adoptado en las
centrales de mando para engañar a
la opinión pública, y sacar adelante
el atascado carro del sistema. Así se
explica también los recelos de los
ultras españoles ante las tím idas pro­
mesas de una mayor representatividad a escala m unicipal. Sienten páni­
co de que los alcaldes puedan ser
elegidos, aunque dichas „eleccio ne s",
como todas las franquistas, estén su­
jetas a tantas restricciones y condi­
cionam ientos que en la p ráctica que­
dan desvirtuadas. De esta manera,
los ultras franquistas conflensan el
grado de inanición ideológica y la
falta de convocatoria del llamado
„régim en del 18 de J u lio “ , que no
soporta ni una operación cosm ética,
y mucho menos el m enor soplo de
aires dem ocráticos.
Culpabilidad de los ultras
Los recientes acontecim ientos en Por­
tugal sirven a los observadores y co­
m entaristas de la política española
para advertir a los ultras que ellos son
- lo mismo que los ultras salazaristas — los culpables si se produce el
estallido final, porque cierran las
alternativas a la continuidad pacífica
del sistema. Con esto no queremos
decir que reprobem os la „re vo lu ció n "
en Portugal, que apoyamos d ecidida­
mente si ésta va a sign ificar efectiva­
mente la devolución de la libertad al
pueblo portugués, tras casi medio
siglo de dictadura. Tam poco nos
preocupa la continuidad del régimen
franquista, si una interrupción de la
misma resultase en un pacífico tras­
paso de poderes a un sistema democrático-parlam entarlo. Lo que sí es
preocupante para el futuro de España,
un futuro que no espera, es la actitud
del régimen, reacio a abrirse a las
realidades y a aceptar su fracaso. Es
más, el rápido y poco doloroso fin del
régimen fascista portugués de Thomas
y Caetano induce al régimen español
a una defensa a ultranza de sus ú lti­
mos días, radicalizando quizá la pug­
na entre los reform istas del futuro ca­
dáver y los que desean prolongar
artificialm ente la lenta agonía del sis­
tema, biológicam ente condenado por
lo menos a no seguir siendo lo que
es, que es una form a más de su desa­
parición paulatina. Esta actitud de los
ultras involucionistas o anclados en
el pasado de la guerra civil cierra a
España cualquier posibilidad de la
apetecida evolución, cortando pre­
cisam ente las alternativas pacificas de
salida de la dictadura.
Cuando todas las puertas se
cierran. . .
Con el nebuloso concepto de „subver­
sión ", en el que el régimen incluye a
todas las fuerzas de la oposición
española dem ocrática, el sistema fran ­
quista im posibilita la necesaria y ur­
gente clarificació n de lo que es legí­
tim o afán de superar el bache histó­
rico que para España supone el fran ­
quismo, deslindándolo de otras a cti­
tudes extrem as que una Constitución,
aprobada con el consenso general del
pueblo español en la inevitable fase
constituyente, sin duda tam bién ex­
cluiría de la legalidad. Esta situación
de represión generalizada redunda en
grave perjuicio de las fuerzas dem o­
cráticas españolas, que seriamente,
sin utopísmos ni maximalísmos, se
esfuerzan por una alternativa pacífica.
Condenadas a la clandestinidad,
obstaculizadas por la persecución de
que son objeto en su intercom unica­
ción social y en su labor de form ación
de opinión pública, estas fuerzas se ven
empujadas desde el poder vigente a
la vecindad, cuando no identificación,
con otros elementos, por su índole
m ejor preparados para la acción ¡le­
gal y clandestina, que en dichas con­
diciones adquieren precisam ente su
mayor fuerza y m ejor grado de orga­
nización. Lo que es más: la impuesta
meta común de condición a priori de
la desaparición de la dictadura,
fuerza a todos los perseguidos a una
solidarización por lo menos óptica
con tales elem entos caóticos, utopis­
tas o maximalístas, con los que nin­
gún político realista y responsable,
sea del partido que sea, y por muy a
EXPRÉS E S P A Ñ O L /Ju n io 1974
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