Ante los noventa años de la Revolución Rusa envío un artículo que

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Ante los noventa años de la Revolución Rusa envío un artículo que escribí cuando se cumplieron
ochenta años en 1997.
A OCHENTA AÑOS DE LA REVOLUCION RUSA: UN ANALISIS CRITICO
SOBRE LAS IDEAS QUE LA GUIARON
Jorge Guldenzoph
“Confíen en nosotros camaradas, porque en 1985, como resultado de lo que estamos logrando, gracias
a la distensión habremos cumplido la mayor parte de nuestros objetivo en Europa Occidental. En 1985
habremos consolidado nuestra posición. Estaremos en condiciones de imponer nuestra voluntad
dondequiera que lo deseemos” (Leonid Brezhnev)
La cita inicial que nos precede es una acabada expresión de un concepto fundamental de la ideología
marxista: la inevitabilidad del triunfo final del comunismo. La ideología marxista que fue el motor y
sostén intelectual de la Revolución Bolchevique de 1917, de la formación de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas y del expansionismo imperialista ruso-soviético durante el siglo XX se presentaba
a sí misma como “científica”, atribuyéndose el haber descubierto las “leyes” históricas absolutas que
regían el devenir histórico.
La fuerza del pensamiento matriz que sirvió de justificación doctrinaria para la Revolución Bolchevique
residía justamente en haber descubierto “leyes” independientes de la voluntad humana, “leyes” estas
que regían la historia y cuyo resultado final sería no otro que la destrucción del “capitalismo” y el
nacimiento de una nueva sociedad, la sociedad “comunista”. Tal certeza puede apreciarse en los
escritos de Carlos Marx aún antes de la publicación del Manifiesto Comunista en 1848 siendo
expresadas ya en su obra, la “Ideología Alemana”, de 1846.
Por cierto que esa certeza sirvió como un increíble elemento de sostén y refuerzo emocional y volitivo
para quienes adherían al comunismo. Estos se sabían vencedores de antemano. Era a su vez un
elemento de desanimo para sus opositores muchos de los cuales - consciente o inconscientemente creyeron en tales afirmaciones, al punto de propagarse consignas en la Europa Occidental en los años
70´ y 80´ que proclamaban al viento que “más vale ser rojo que muerto”.
Por supuesto que esa “certeza” estaba llena de contrasentidos que junto con muchos otros fueron a la
vez, aunque parezca ilógico, tanto la causa de la victoria bolchevique en Rusia como la causa también
de su colapso final. El contrasentido de esa certeza fue bien expuesto por el sacerdote Guido Feliz, en
su obra “Perfil de Karl Marx”, al preguntarse “¿No resulta un contrasentido y un absurdo que el
proletariado a instancia de la exhortación del Manifiesto Comunista procure unirse universalmente para
activar y llevar a cabo lo que según los padres del socialismo científico ha de devenir por las leyes que
orientan la historia? En otras palabras ¿a qué afanarse para que el sol salga, si inevitablemente será
así?”
Cuando uno observa en perspectiva los hechos de noviembre de 1917 que comenzaron en San
Petesburgo para extenderse luego a toda Rusia y las consecuencias que en la historia del siglo XX
ellos tuvieron, hay tres preguntas que podemos hacernos. Una primera, ¿Por qué el comunismo pudo
atraer, conmover y motivar la entrega y sacrificio de millones de seres? Una segunda, ¿Por qué la
conciencia de los comunistas y muchos de sus aliados no se sobresalto frente al totalitarismo y
holocausto que el comunismo trajo en los países donde tomo el poder? Finalmente una tercera, ¿Por
qué el imperio soviético que parecía una fuerza avasallante colapso. Donde estuvo la raíz del fracaso
del comunismo?
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Los estudios históricos muestran que factores como ansías de poder, resentimientos de diversa índole,
entre otros, fueron y son causas para muchas revoluciones y cambios políticos. Nada de esto le fue
ajeno a la Revolución Bolchevique y a las posteriores revoluciones que se inspiraron en ella. Pero la
diferencia esta en que nunca existió un “arma intelectual” tan poderosa como el comunismo para
justificar lo injustificable, para explotar el deseo de los seres humanos de conocer la verdad y hacer
justicia, conduciéndolos en una dirección errónea.
El fracaso del sistema impuesto por la Revolución Bolchevique de 1917 no es esencialmente un
fracaso humano en la aplicación de las “buenas ideas” de Marx, Engels y su continuador Lenin. No fue
simplemente el fracaso de un sistema. Fue primero que nada el fracaso de una forma de pensamiento,
de una ideología sustentada en bases emocionales e intelectuales erróneas. En primer lugar se baso
en el resentimiento y en segundo, no fue una auténtica búsqueda de la verdad, sino por el contrario
una justificación para los sentimientos encontrados de sus creadores con el sistema de cosas
imperante en el campo político, socioeconómico y religioso.
Aunque hoy y pese a la evidencia del desastre que el sistema comunista significó, haya intelectuales
que aún reivindican al marxismo – desligándolo de la acción de Lenin y la Revolución Rusa - por su
aporte como método de análisis sociológico, en realidad, el marxismo, como cosmovisión, el único
resultado que podía traer era la formación de un Estado Totalitario.
De igual forma aunque otros persiguen desvincular al pensamiento y la obra del padre de la Revolución
Rusa, Lenin, de su continuador Stalin, señalando que el estalinismo fue una desviación del leninismo,
es un hecho histórico irrefutable que fue Lenin, como líder de la Revolución Bolchevique, quién sentó
las bases de la “Dictadura del Proletariado” y con ello de la matanza de millones de personas.
Si pudiéramos ejemplificar la relación existente entre Marx, Lenin y Stalin podríamos decir que fueron
como etapas de formación, crecimiento y perfeccionamiento respectivamente para el logro de una sola
y misma meta.
Veamos ahora superficialmente algunas facetas de las ideas que inspiraron la Revolución de 1917.
ALGUNOS ASPECTOS SOBRESALIENTES DE LAS TEORIAS MARXISTAS
LA ALIENACION HUMANA Y LA PROPIEDAD PRIVADA
El concepto de que los seres humanos están “alienados”, y que viven un “estado de infelicidad” a causa
del sistema imperante, aunque puede ser visto como un asunto intelectual lejano al pragmatismo de
una revolución social y política es sin embargo, la explicación filosófica que los revolucionarios rusos
tuvieron para llevar adelante su acción.
Ese concepto lo desarrollo Marx muchos años antes de la Revolución de 1917. En su obra,
“Manuscritos económicos y filosóficos de 1844”, Marx describió cuatro tipos de “alienación”. Ninguna de
ellas puede entenderse sino es a partir de una visión materialista de la vida, una visión limitada del ser
humano donde este es simplemente un “animal inteligente”, un “animal evolucionado”, y sus cualidades
son simplemente el resultado de la evolución dialéctica de la materia.
Espíritu, conciencia o una realidad trascendente más allá de la realidad material no existe. Todo es
simplemente reflejo del mundo material en nuestro cerebro. Dentro de esta concepción limitativa del
hombre lo fundamental es el trabajo. Solo a través del trabajo el hombre puede realizarse. Así cuando
el producto del trabajo del hombre y el trabajo mismo está “alienado” toda la especie humana vive un
estado de infelicidad. No era casualidad pues que si uno buscaba en el “Diccionario Filosófico”
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soviético la definición de la palabra “amor” la única definición que podía encontrar era la de “amor al
trabajo”.
La solución que Marx aportó al estado de infelicidad humana fue la abolición de la propiedad privada
afirmando en una de sus obras que “la superación de la propiedad privada es por tanto la emancipación
completa de todos los sentidos y propiedades humanas”. En el “Manifiesto Comunista” de 1848 se
afirma en forma tajante “en este sentido, los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula
única: la abolición de la propiedad privada”. Negación de la propiedad privada por el “proletariado” a
través de la revolución comunista (“la violencia como partera de la historia”) resume la propuesta
marxista y la vía que siguió la Revolución Bolchevique.
UNA VISION SOBRE EL ORIGEN Y NATURALEZA DE LA VIDA: EL MATERIALISMO DIALECTICO
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
E l “materialismo dialéctico” heredero de un racionalismo y empirismo extremo fue más allá negando la
existencia de Dios y abogando por un materialismo a ultranza. Para el marxismo la única realidad es la
material. Esa realidad material tiene una relación fundamental con el movimiento al punto de que se
afirmaba que no hay materia sin movimiento ni movimiento sin materia. Las leyes de ese movimiento
son lo que habitualmente se conoce como la “dialéctica”. La ley o rasgo más importante de la dialéctica
marxista es la definición de que toda realidad es contradictoria dado que encierra dentro de sí una
lucha y conflicto entre opuestos. Esta “observación” del “carácter conflictivo” de la naturaleza sirvió de
sustento para proponer la “lucha de clases” como el motor de la historia.
En realidad si uno ve el desarrollo de la obra de Carlos Marx y Federico Engels uno puede apreciar que
primero expusieron sus tesis políticas y económicas proponiendo una revolución social, para luego
buscar en la observación de la naturaleza “argumentos” que justificaran la misma.
La ciencia del siglo XVIII sobre la cual se baso la doctrina marxista ha sido ampliamente superada por
los descubrimientos de la ciencia del siglo XX. Los descubrimientos de la ciencia de este siglo lejos de
convalidar las premisas marxistas y desacreditar a la religión han traído un resultado directamente
opuesto. La física nuclear, la biología molecular, la teoría del Big Bang, entre otras han modificado la
percepción que teníamos del mundo y han puesto en el tapete cuestiones metafísicas básicas.
La ciencia y la simple observación de la naturaleza nos muestran principios y leyes establecidas y una
interrelación entre todas las cosas que existen, desde lo más elemental a lo más complejo, basadas en
un propósito común y en relaciones de armonía y cooperación.
Por otro lado al negar la existencia de Dios, el rol de la religión y la existencia y valor del espíritu
humano y el ver al sistema socioeconómico como la causa primera de la injusticia y explotación
condujeron a la Revolución Bolchevique y a los pueblos de la Unión Soviética hacia un doloroso camino
hasta su colapso en 1991. El sueño de que el cambio de las estructuras traería la aparición de un
“hombre nuevo” fracaso rotundamente. La antigua clase dominante fue sustituida por una clase
dominante aún peor.
La filosofía materialista dialéctica trajo consigo una ética que convalido el conflicto como fuente de
progreso y justifico cualquier fin para alcanzar la meta de la revolución. En el Manual de Filosofía
comunista de Yuri Afanasiev se decía: “De acuerdo a la moralidad comunista, todo lo que promueve el
movimiento de la sociedad hacia el comunismo es moral”. Este tipo de moral utilitaria socavo la ética
religiosa cristiana, una ética donde el valor de cada ser humano es absoluto más allá de condiciones
externas. El hecho de que el comunismo definiera el “Valor” de cada ser humano en función de su
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ubicación en la producción económica o su pertenencia a la causa revolucionaria convalido el sacrificio
de la vida de millones bajo el argumento de que eran “explotadores” o “contrarrevolucionarios”.
Los terribles juicios de Moscú en los años treinta llevaron a la muerte a miles de comunistas en manos
del Estado y del Partido al cual servían. Murieron “confesando” lo que ellos sabían que era falso pero
eso no importaba, la causa era sagrada. Tanto para los verdugos como para las víctimas, que hacían lo
que hacían inspirados en la misma ideología, los procedimientos eran válidos en razón de la meta que
perseguían.
LA HISTORIA TIENE UNA META Y ES LA SOCIEDAD COMUNISTA
La filosofía marxista sirvió a su vez de pilar para una visión de la historia, su origen, evolución y meta
final, visión que se conoce como materialismo histórico.
Aunque la dialéctica marxista prevé en cada proceso una sucesión continúa de cambios, extrañamente
en su visión histórica este proceso dialéctico culminaba con la sociedad comunista la cual no tendría en
su seno una lucha de contrarios sino que iba instalar un “reino eterno de justicia”. La dictadura
impuesta por la Revolución Bolchevique fue tan feroz - llevando a la destrucción o aplastamiento de
todas las instituciones de la sociedad civil - que logro en los hechos hacer desaparecer cualquier
posible contradictor a sus ideas e instalar, no un “reino de justicia”, sino un “reino del terror”.
Las conclusiones a las que arribaron en el siglo pasado Marx y Engels y en este Lenin partieron de
premisas falsas. Veamos algunas:
• El desarrollo de las fuerzas productivas (medios de producción, fuerza de trabajo, tecnología) es
“independiente” de la voluntad humana (“determinismo económico”). Debido a que las relaciones de
producción en la sociedad capitalista (existencia de la propiedad privada y de propietarios y
trabajadores) son opresivas, ellas entorpecen el avance de las fuerzas productivas atento a lo que
inevitablemente vendrá una revolución que destruirá ese sistema de relaciones de producción.
Si uno mira luego de 80 años desde que la Revolución Bolchevique se transformo en el más gigantesco
proyecto de ingeniería social puede preguntarse en donde fue el sistema más opresivo para el
desarrollo de las fuerzas productivas: ¿En EE.UU. o la ex URSS? ¿En la ex República Federal
Alemana o en la ex República Democrática Alemana? ¿En Corea del Sur o Corea del Norte? La
respuesta es tan obvia que parece un insulto al lector gastar tiempo en contestarla.
• La base de la sociedad esta compuesta por las relaciones y fuerzas económicas las que son
determinantes frente a la “superestructura” en la cual se ubican el Estado, la religión, la moral, la
educación, etc.
Sin embargo el estudio de la civilización humana muestra que eso no es cierto. Aunque hay una
evidente relación entre las diferentes esferas de una sociedad, no hay tal elemento determinante
absoluto de lo económico sobre lo cultural.
Más bien uno puede observar lo contrario. Las instituciones y pensamientos religiosos han demostrado
sobrevivir a múltiples cambios de las estructuras políticas y socioeconómicas y ser mucho más
permanentes que las instituciones seculares. Las instituciones y el pensamiento religioso cristiano es
una muestra de ello. Existió bajo el esclavismo, bajo el feudalismo, bajo el capitalismo y bajo el
comunismo y ha sobrevivido a todo ello.
Por otra parte las formas de pensar, religiosas o filosóficas, han traído cambios en los sistemas y
formas socioeconómicas y políticas. El cristianismo tuvo que ver directamente con la existencia de la
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democracia capitalista como la ética confucionista lo ha tenido con el desarrollo de las economías de
Japón y de los “Tigres Asiáticos”.
De la misma forma que Lenin, a través de su famosa obra “El Imperialismo fase superior del
Capitalismo”, intento dar una repuesta al evidente fracaso de la predicción marxista sobre que la
Revolución Comunista sobrevendría en los países capitalistas más desarrollados, el líder comunista
italiano Antonio Gramsci, a la luz de lo que ya estaba sucediendo con la revolución comunista rusa en
su primera década, propuso revalorizar el papel de la voluntad humana frente a lo que era un evidente
reducionismo economicista.
• La afirmación de la doctrina marxista sobre la existencia de una sociedad comunal primitiva donde
nada era de nadie es simplemente una ficción. No hay ninguna prueba arqueológica, antropológica,
etc. de que haya existido una sociedad donde el individuo no haya deseado tener algo para sí como
exclusivamente propio.
• El capitalismo que Marx describió dejó de existir. El dirigente socialista alemán del siglo pasado,
Eduard Berstein apreció claramente esto y vio, que por medio de otros procedimientos, finalmente se
podría llegar a una humanización positiva de las relaciones sociales. Pero el propósito de Marx, de
Lenin y de la Revolución Bolchevique no era ese sino destruir el sistema.
Los medios y formas de producción se han diversificado de tal manera – a raíz de la revolución
científico-técnica – que ha generado diversos sectores y capas sociales antes no existentes. Muchos
sociólogos hoy reconocen intereses diferentes dentro de los propios trabajadores según su ubicación
en la producción y aún la convergencia de sectores de trabajadores con los de administración,
planificación y dirección de la empresa moderna. El “proletariado” como el “Mesías” de la revolución
social ha desaparecido.
También la afirmación de que sólo el trabajo humano es fuente de valor y por lo tanto el sostén de la
riqueza del sistema capitalista no tiene sentido frente a las evidencias que la robotización y
mecanización no han disminuido las ganancias sino que las han aumentado.
Muchas otras cuestiones podíamos analizar a la luz de cumplirse este año 80 años de aquellos días
que cambiaron la historia de ese siglo pero harían de este un trabajo extenso.
CONCLUSION
El recordar los 80 años de la revolución bolchevique y el fracaso de la misma implica revisar
necesariamente las ideas que fueron el germen de ella. Aplicando la forma de razonar de la dialéctica
marxista podemos afirmar que el comunismo tenía dentro de sí la semilla de su propia negación desde
su nacimiento. No importa donde se haya aplicado, nación, cultura o tiempo, el resultado es el mismo:
los seres humanos no pudieron realizar sus ideales de verdad, libertad y justicia bajo el sistema
comunista. Como lo detallada el diario francés LE FIGARO en 1978 el experimento social comunista
que empezó con la Revolución de 1917 ocasiono un holocausto de 150 millones de víctimas.
El comunismo fue la más perfecta imitación de una religión, aunque sin Dios. En él existía el “pecado
original”: la propiedad privada; una Providencia Divina para la redención de la humanidad: la lucha de
clases; un Salvador, el Mesías: el proletariado; los Apóstoles: Marx, Lenin, Stalin, Mao, Fidel, Che
Guevara. Tuvo su Roma como centro de la fe: Moscú y su Imperio Espiritual y Material: la URSS y sus
países satélites. Esta pseudo-religión sin Dios y sin amor que tomo el poder en Rusia ochenta años
atrás tuvo un fin inexorable: su decadencia y posterior caída.
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Como Zbigniew Brzezinski lo definiera en su libro “El gran fracaso. Nacimiento y muerte del comunismo
en el siglo XX” el comunismo “será recordado en gran medida como la más extraordinaria aberración
política e intelectual del siglo XX”.
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