El Manifiesto Comunista en el siglo XXI

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El Manifiesto Comunista en el siglo XXI
Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo.
Con esta contundente afirmación, Marx y Engels decidieron empezar, en 1848, el manifiesto comunista, y que
llevó al inicio de una multitud de conflictos politico−sociales que iban a azotar el siglo XX, y que hoy en día,
adentrándonos en el siglo XXI, deja aún su legado ideológico en incontables facetas de nuestra sociedad.
La idea de la implantación de un Estado socialista o el llamado comunismo en nuestros días, en un País
desarrollado, con la Unión Soviética descompuesta años atrás, con la profunda globalización que cada día nos
satura más y más, y que ha llevado a la creación de grandes imperios politico−económicos, viene a ser casi
una utopía en su máxima expresión.
Aunque Karl Marx no contara con la verdadera arma contra las aspiraciones comunistas en los países
occidentales y desarrollados, que ha venido a ser la clase media, la relación mundial entre la
burguesía−proletariado, desde un punto de vista actual y globalizado, ha podido cambiar radicalmente tal
relación, pudiendo verse a los países pobres como el verdadero proletariado y a los Estados desarrollados
como la burguesía explotadora éste, sin caducar pues, la idea marxista de la explotación entre pueblos, pero si
quizás la idea tan polarizada entre burguesía y proletariado dentro de los mismos estados, al haber aparecido
con fuerza la clase media, aunque sin rechazar reminiscencias de proletariado dentro de los mismos países
ricos.
Siendo personalmente un fervoroso creyente de la causalidad, el análisis desde esta constante del manifiesto
comunista y todo lo que supuso la ideología del socialismo científico en el siglo XX y en la actualidad, no es
más que otro ejemplo que me reafirma en creer ciegamente en esta verdad universal; causa−efecto,
acción−reacción.
Una de las reacciones más frontales que, desde mi particular punto de vista, se llevaron a cabo en frente del
ideal comunista, fueron las teorías keynesianas del intervencionismo estatal en la economía y la mejora que
proponía el economista de la vida del proletariado.
Sin lugar a duda, la propuesta del británico Keynes en su principal obra, Teoría General del Empleo, Interés y
Dinero, supuso una pseudo−revolución económica y fundamentalmente social, puesto que sus tesis dieron a
conocer una nueva clase media predominante en los países desarrollados, al mejorar sustancialmente la vida
de los obreros y asalariados de entonces gracias a la aplicación de sus teorías económicas.
Nada mas lejos de la realidad es negar que las teorías de Keynes fueron una reacción al socialismo marxista
que se estaba extendiendo rápidamente después de la triunfante revolución bolchevique y el desastre del crack
del 29.
Esta reacción del economista británico está aún totalmente vigente en nuestra sociedad, puesto que el
intervencionismo estatal y el capitalismo con rostro humano es el predominante en los países desarrollados,
aunque a título personal, pongo en duda tal afirmación en el país abanderado del capitalismo, el libre
comercio, la libertad y la democracia; los Estados Unidos (pongo en duda de nuevo la afirmación, más
concretamente los dos últimos sustantivos).
Iniciando este párrafo como he terminado el anterior, y analizando el tema de nuevo a través del prisma de la
causalidad, Estados Unidos ha llevado a cabo históricamente (y lleva; véase Cuba) una cruzada contra la
barbarie comunista.
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Dejando de lado todos los conflictos entre la antigua Unión Soviética y los otros Estados socialistas, la
actualidad nos lleva a ver como desaparecido ya el bloque socialista y la Guerra Fría, los Estados Unidos de
América, se han librado del enorme freno que ponía a sus acciones la URSS, y a día de hoy se podría decir
que tiene las manos libres para llevar a todos los rincones del mundo su magnífico estandarte junto con sus
aún más magníficos ideales.
Así pues, el control tanto político como económico de los Estados Unidos se ha acentuado de forma tan
abusiva, que a veces, cuando estoy frente a la televisión, o leo el periódico y me percato de las barbaridades
que ocurren a diario en el mundo, me pregunto si la democracia que tanto quiere expandir el poderoso
americano tan solo es democracia en su tierra natal y en cambio viene a ser una dictadura económica en gran
parte de la humanidad, lo que inconscientemente, me lleva a recordar la famosa frase del presidente Monroe,
América para los americanos, cuando quizás vista la frase desde nuestros días podría enunciarse como el
mundo para los americanos, o si más no, para unos pocos americanos. Su gloriosa nación se les ha quedado
pequeña.
Volviendo al legado de las teorías marxistas en nuestros días y alejándome de la principal consecuencia a
escala internacional que tuvo el colapso de la Unión Soviética, el último análisis que hago, es el de la
viabilidad de la implantación de un sistema socialista hoy por hoy desde un punto de vista europeo.
Incuestionable es, que la revolución rusa fue una gran liberación del pueblo frente a los Zares de entonces, que
llevó a una mejora de la calidad de vida en todo el territorio soviético, excepto para los aristócratas, por
supuesto, y la propia familia real (no merecían menos); al menos el pueblo ya no vivía sumido en la
hambruna.
Pero el autoritarismo desproporcionado que ejerció Stalin y el progresivo declive en los años sucesivos, junto
a la mejora sustancial de la vida de los países occidentales, hizo que los propios soviéticos se convirtieran en
gran parte al apoliticismo y al escepticismo.
Con todo esto vengo a decir que desde mi particular punto de vista, las revoluciones sociales tan solo pueden
llegar a serlo con hambre y miseria. Con comodidades como vivimos los occidentales, nuestro sitio está en
gran parte, en el conformismo del sistema o en el tímido reformismo de éste. Desgraciadamente parece que
cada vez la primera postura va tomando más y más fuerza.
Creyendo pues que la aplicación de los ideales marxistas en nuestras sociedades occidentales es tan solo una
quimera, la posibilidad y la legitimidad de estas mismas creencias de triunfar a través de revueltas o
revoluciones sociales en los países explotados por los otros países explotadores (llámese occidente), serían
totalmente proporcionadas a su situación, puesto que la pobreza y la miseria reinan y la comodidad no supone
ningún freno, ya que resulta inexistente.
Para bien o para mal, el comunismo ha desaparecido en casi su totalidad en Europa, quedando solo ideologías
residuales derivadas de ésta, en una cantidad irrelevante.
Pero la verdadera importancia que ha tenido el comunismo en Europa y en los países desarrollados, han sido
las reacciones a éste (por terror o por apego), como el origen del Estado del bienestar defendido por John
Keynes, y en definitiva, la experiencia que las sociedades capitalistas han adquirido del sistema socialista,
como solución a la lucha de clases y a la explotación del proletariado en su teoría.
El manifiesto comunista defiende unas tesis y conceptos que son ya parte inseparable de la sociedad actual,
como son la lucha de clases, el proletariado, el capitalismo, la plusvalía del trabajo...y aunque la obra de Marx
y Engels fuera escrita en 1848, sigue conservando, salvando el contexto de su época, toda la frescura y la
validez que se necesita para analizar la actual situación social mundial.
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La coherencia que tiene el texto tanto por su desarrollo cronológico como por los argumentos que en él se
exponen, y lo fácil y didáctico que resulta su lectura para el individuo del siglo XXI, hace que sea una obra
que mantendrá su vigencia y validez muchos años aún en la sociedad.
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