La provincialización de los territorios nacionales

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Universidad Nacional de General Sarmiento
Instituto del Desarrollo Humano
Licenciatura en Estudios Políticos
Tesis de Licenciatura
La provincialización de los territorios nacionales: competencia de
partidos, ciudadanía y federalismo en tiempos del peronismo clásico
(1946-1955)
MATÍAS EDUARDO RODAS
Directora: Silvana Alejandra Palermo
2014
RESUMEN
a) resumen en castellano
La provincialización de los territorios nacionales constituyó una de las medidas
transformadoras que llevó adelante el gobierno peronista entre 1949 y 1955. Por entonces,
se convirtió en provincias a La Pampa y Chaco en 1951, luego a Misiones en 1953, y en
1955 a Formosa, Río Negro, Neuquén y Santa Cruz (que formaría una sola provincia junto
a Tierra del Fuego, la porción antártica y las islas del Atlántico Sur).
Las reflexiones en torno a la provincialización venían de larga data en la Argentina.
Ésta había sido una acción postergada por las administraciones radicales y conservadores,
en gran parte por la incertidumbre política que tal cambio produciría. En cambio, el
peronismo encaró este problema con una estrategia de gradualidad, avanzando
paulatinamente caso por caso en vez de optar por una provincialización en conjunto y
simultánea de los territorios. Esta tesina explora los proyectos sobre la provincialización
enviados por el partido de gobierno al Congreso Nacional y sus discusiones. Este estudio
documenta que esta cuestión provocó una conflictividad entre el peronismo y la oposición,
que derivó en extensos debates, plagados de interesantes controversias. Argumenta que las
discusiones se centraron en concepciones discrepantes de la ciudadanía y el federalismo por
parte del oficialismo y la oposición. La tesina sostiene, además, que el caso de las
provincializaciones brinda la posibilidad de enriquecer nuestra comprensión sobre la
relación entre partido de gobierno y oposición en las instituciones republicanas en
contextos políticos novedosos y de fuerte transformación.
Palabras clave: provincialización, territorios nacionales, peronismo, oposición,
ciudadanía, federalismo.
b) resumen en inglés
The transformation of the national territories into provinces was among the major
changes promoted by the peronist government between 1949 and 1955. Over the course of
these years, La Pampa and Chaco were organized in 1951, then it was the turn of Misiones
in 1953, and in 1955 the provinces of Formosa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz
2
took shape (the latter comprised only one province together with Tierra del Fuego, the
Antarctic part and the islands o the Atlantic South).
The making of the national territories into provinces was an issue that had been a
public concern for a long time. This measure had been postponed by the Radical and
Conservative parties, mainly due to the political uncertainty that this change would bring
about. On the contrary, the peronism faced this problem by appealing to a restrained
political strategy, dealing with each case at a time, instead of transforming all the national
territories into provinces at once.
This dissertation explores the projects aimed at organizing these new provinces
proposed by the ruling party to Congress and the debates that arouse. This study seeks to
demonstrate that this issue constituted a profound point of disagreement between the
government and the opposition. It argues that documents that this issue caused a conflict
between Peronism and the opposition, which led to extensive discussion, peppered with
interesting controversies. It argues that the controversy between the government and the
opposition was rooted in their different understanding of the concept of citizenship and
federalism.
In addition, the dissertation states that this analysis of the organization of these new
provinces provides a unique opportunity to enhance our understanding of the relationship
between the ruling party and opposition in the republican system during novel times and
periods of strong political transformation.
key words: nacional territorios, peronismo, political opposition.
3
ÍNDICE GENERAL
Resumen …………………………………………………………………………….. 2
Introducción ………………………………………………………………………... 6
Capítulo I: El peronismo y la oposición en el recinto parlamentario …………... 17
I. Aproximaciones al estudio de las relaciones entre el partido de gobierno y la
oposición legislativa en Argentina ………………………………………………….. 17
II. Vida legislativa en tiempos difíciles …………………………………………….. 24
III. El conflicto peronismo-oposición en primer plano: el debate parlamentario …... 27
a) discusión en torno a la paternidad de la provincialización …………………..... 27
b) denuncias de la oposición …………………………………………………….... 31
c) Artículos de los proyectos …………………………………………………….... 36
IV. Consideraciones finales …………………………………………........................ 41
Capítulo II: Ciudadanía política y ciudadanía social durante el peronismo clásico
……………………………………………………………………………………….. 43
I. Replanteos en torno a la ciudadanía ………………………………………………. 44
II. Los territorianos y sus derechos a la participación política nacional: la Reforma
constitucional de 1949 ………………………………………………………………. 48
III. La provincialización de Chaco y La Pampa en 1951 ……………………...……. 50
IV. La provincialización de Misiones en 1953 ……………………………………… 55
V. La provincialización de Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz en
1955 …………………………………………………………………………………. 58
VI. Consideraciones finales …………………………………………………………. 61
CAPÍTULO III: Transformar territorios en provincias y repensar el federalismo
............................................................................................................................ 64
I. Replanteos en torno al federalismo ……………………………………………….. 64
II. ¿Qué federalismo en las nuevas provincias? …………………………………….. 67
a) El significado y sentido del federalismo para el peronismo y la oposición ……. 69
4
b) La autonomía de las nuevas provincias frente al Estado Central ………………. 71
c) los recursos económicos y la sustentabilidad de los territorios convertidos en
provincias ………………………………………………………………………… 74
d) la cuestión de las elecciones y la representación, en particular en la transición .. 76
III. Consideraciones finales ……………………………………………………...….. 77
Conclusiones ……………………………………………………………………….. 80
Anexos ……………………………………………………………………………… 86
Bibliografía ………………………………………………………………………… 90
5
INTRODUCCIÓN
El tema que nos convoca en esta tesina es la provincialización de los territorios
nacionales durante los años del peronismo clásico (1946-1955). Nuestro objetivo no es
estudiar el proceso provincializador en sí, esto es, la puesta en práctica de la
provincialización; sino analizar, bajo la lente de los debates parlamentarios sobre los
proyectos de provincialización, cuáles fueron las nociones de ciudadanía y federalismo
defendidas por el peronismo y la oposición en ese caso particular. Específicamente,
intentaremos rastrear cómo esas distintas nociones jugaron a la hora de defender el modo en
que sería llevada adelante la transformación de los territorios en provincias en el Congreso
Nacional. Para ello, reconstruiremos las controversias que se suscitaron en los debates
parlamentarios dedicados a discutir los proyectos por los cuales la totalidad de los
territorios nacionales fueron convertidos en provincias entre 1951 y 1955. Merece
recordarse que entre esos años fueron provincializados la totalidad de los territorios
nacionales existentes en ese momento: La Pampa y Chaco en 1951; Misiones en 1953; y
Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego en 1955.
Creemos que un examen sistemático de los debates parlamentarios sobre todos estos
casos de provincialización nos permite una entrada privilegiada para contribuir al campo de
los estudios sobre el peronismo clásico y la política argentina tras la segunda posguerra.
Puntualmente proponemos explorar y reconsiderar: la relación entre el oficialismo y la
oposición y, a su vez, las nociones de ciudadanía y federalismo que sostuvo cada bloque,
como explicaremos en las siguientes líneas.
Los territorios nacionales fueron organizados como entidades políticas en la segunda
mitad del siglo XIX en la Argentina como un intento de solucionar el problema de la
incorporación y organización de vastos espacios geográficos al norte y sur del país, 1
ocupados tras las campañas militares (mal)llamadas “conquista del desierto”. Con la
formación del Estado-Nación a fines del siglo XIX, se mantuvo como un problema qué
hacer con esas amplias zonas del país. Como un intento de solucionar el problema de la
1
Esto es, desde la Patagonia hasta La Pampa, y gran parte de la región del actual NOA.
6
incorporación y organización de esos vastos espacios, se crearon los territorios nacionales,
espacios geográficos dependientes del Estado Central, ya que éste tenía la atribución de
designar a los gobernadores de cada territorio, quienes a su vez carecían de autonomía
política y contaban con muy poca capacidad de decisión frente a las disposiciones del Poder
Ejecutivo Nacional. Igualmente correspondía al Estado Nacional la recaudación de
impuestos, y a su turno la financiación de presupuesto administrativo de dichos territorios.
En 1884, la Ley n° 1.532 Orgánica de Territorios Nacionales, estableció, entre otras
cuestiones: los límites específicos de cada territorio, las funciones de las autoridades locales
correspondientes y todos los aspectos relativos a la vida de los nueve territorios nacionales:
Chaco, Formosa, Misiones, La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, y Tierra
del Fuego2.
Algunos autores, como María Silvia Rosciani (2001) y Martha Ruffini (2006), han
indagado en detalle la Ley n° 1.532, que dio origen a estos territorios. Estas autoras señalan
que dicha Ley estaba basada en el derecho público territorial del modelo norteamericano,
en virtud del cual la situación de dependencia de los territorios nacionales al Estado Central
era una situación transitoria, ya que en el futuro serían incorporados como provincias junto
a las originales catorce que preexistieron a la formación del Estado Nacional Argentino 3.
Como señalan estas autoras, dicha ley establecía un requisito demográfico para que un
territorio fuera convertido en provincia: debía alcanzar un crecimiento poblacional superior
a los 60 mil habitantes4. El problema consistía, como indica M. Rosciani, en que no se
precisaba de qué forma se llevaría adelante ese proceso.
Los estudios existentes sobre los territorios nacionales también señalan que desde un
principio hubo acuerdo entre la elite dirigente sobre la forma en que debían administrarse
dichos espacios geográficos. En este sentido, Susana Bandieri (2005), al igual que M.
2
No obstante, cabe aclarar que en 1900 se creó el territorio nacional de Los Andes Centrales, que en 1943 fue
disuelto y repartido entre las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca. A su vez, en 1943 se crearon nuevas
formas de organizar el espacio extraprovincial: las gobernaciones, espacios también dependientes del Estado
Central al igual que los territorios, pero gobernados por miembros activos de las fuerzas armadas: el ejército a
cargo de la Gobernación de Comodoro Rivadavia, y la marina a cargo de la Gobernación Marítima de Tierra
del Fuego.
3
Ellas fueron: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, San Juan, San Luis, Mendoza,
Catamarca, La Rioja, Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero.
4
El artículo 4° de la Ley 1.532 de Territorios Nacionales rezaba: “Cuando la población de una Gobernación
alcance a sesenta mil habitantes, constatados por el censo general y los censos suplementarios sucesivos,
tendrá derecho para ser declarada provincia argentina”.
7
Ruffini (2006), explican que predominó la idea de implantar en los territorios el sistema
republicano a la manera de “provincias en ciernes”. De esa forma se estableció, en palabras
de M. Ruffini (2005; 2006), el ‘tutelaje’ del Estado Central sobre los territorios nacionales,
porque la elite gobernante consideraba que esos espacios geográficos no estaban
capacitados para dirigir su futuro de forma autónoma como las provincias, debido a que allí
no hubo experiencia política previa. Al mismo tiempo, al colocarlos directamente bajo la
supervisión del Estado Central, se buscaba evitar que en esos espacios se replicaran las
luchas civiles que caracterizaron a las provincias luego de la declaración de la
independencia. A estos argumentos para justificar el control directo del Estado Central
sobre los territorios nacionales, se sumaba el de la escasez de recursos y población en los
territorios. En este sentido, se argumentaba que el Estado cuidaría el desarrollo de los
territorios nacionales hasta que pudieran manejarse autónomamente: así, se presentaba esta
situación ‘tutelada’ como una de carácter momentáneo (Ruffini, 2006). No obstante, como
menciona M. Rosciani, “si bien su existencia fue considerada transitoria, esta situación
jurídica se prolongaría hasta mediados del siglo XX” (Rosciani, 2001: 43), específicamente,
hasta la llegada del peronismo al gobierno.
Definir la situación de estos territorios, suponía organizarlos administrativamente y a la
vez clarificar una cuestión para nada menor como era la de los derechos cívicos de sus
habitantes en tanto miembros de la comunidad nacional. Como afirma M. Ruffini (2006,
2011), los habitantes de los Territorios Nacionales poseían derechos políticos incompletos,
ya que no participaban en las elecciones presidenciales ni tampoco elegían a su gobernador,
quien era designado por el Poder Ejecutivo Nacional. Además, los territorios nacionales
tampoco tenían representación en el Congreso, por lo que sus habitantes eran ciudadanos
incompletos al no gozar de la ciudadanía política plena ni del derecho de representación
plena5. Tampoco existían legislaturas locales en los territorios nacionales. En efecto, si bien
la Ley 1.532 señalaba que cuando un territorio alcanzara los 30 mil habitantes se instalaría
una Legislatura territoriana, esto no fue cumplido en la práctica (Rosciani, 2001; Ruffini,
2006). El espacio político donde podían participar los territorianos era el ámbito municipal
5
No eran plenas ni la participación política ni la representación, en el sentido de que sólo contemplaban el
ámbito local, pero no el provincial ni el nacional.
8
(Rosciani, 2001; Bucciarelli, 2008), donde los varones adultos elegían 6 un consejo
municipal formado por cinco concejales. Aún así, pese a no gozar de la plenitud de los
derechos de ciudadanía, los habitantes de los territorios nacionales sí debían cumplir con
todos los deberes de ciudadanía, como pagar impuestos y engrosar las filas del ejército.
A comienzos del siglo XX, la situación de los territorios nacionales volvió a ser motivo
de reflexión en el parlamento nacional. Esto obedeció a que aparecieron voces que
reclamaron la provincialización (Alonso, 2010; Bandieri, 2005), como por ejemplo juristas,
publicistas, la prensa escrita, asociaciones municipales y partidos políticos. Todos estos
actores, en distinta medida en cada territorio, exigieron la provincialización y la extensión
de la ciudadanía plena7. En consecuencia, como señala M. Ruffini (2006), la UCR presentó
varios proyectos para la provincialización de los territorios nacionales desde que accedió a
la presidencia en 1916. Pero como advierte la autora, los proyectos presentados por el
Poder Ejecutivo y por distintos legisladores fracasaron debido a divergencias partidarias
internas (personalistas contra antipersonalistas), así como por las críticas que recibieron de
parte de periódicos, asociaciones, y sectores opositores.
Asimismo, en la década del ’30, el gobierno de facto se mostró favorable a la
provincialización. M. Rosciani (2001) señala que Agustín P. Justo, en su campaña electoral
sostuvo que una de sus primeras medidas de gobierno sería solicitar la provincialización al
Congreso, idea abandonada ya en la presidencia. De esta forma, la década del ’30 finalizó
con la reunión de los Congresos Generales de Territorios Nacionales en 1939 8, pero
ninguno de los pedidos de ampliación de la participación política allí expresados fue
alcanzado (Rosciani, 2001). La reflexión sobre la situación de los territorios nacionales no
6
De manera optativa hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña de 1912, que estableció el voto obligatorio.
No obstante, también surgieron voces muy importantes que se opusieron a la provincialización, superando
en muchos casos a los grupos pro-provincialización. Como señalan Alonso (2010), Ruffini (2006) y Rosciani
(2001), entre otros, si bien había sectores que históricamente reclamaban por la provincialización, la mayoría
de los actores territorianos veían como un perjuicio el convertirse en provincia, ya que implicaría solventarse
autónomamente, abandonando una situación favorable en la que el Estado central se hacía cargo
administrativa y económicamente de los territorios.
8
Como señala Rosciani (2001), a dichas reuniones asistieron representantes de varios municipios, territorios,
y asociaciones económicas y gremiales. Allí, se declaraba que los territorios nacionales pedían la extensión de
los derechos políticos, para poder participar en las elecciones presidenciales y elegir al propio gobernador.
Además, también exigían la provincialización de La Pampa, Chaco, Misiones y Río Negro, sobre la base de
que ya habían superado los 60 mil habitantes. No obstante, ninguno de estos pedidos de ampliación de la
participación política fue concretado, al igual que los similares pedidos fruto del Segundo Congreso de
Territorios Nacionales de 1940.
7
9
se abandonó, sino que se mantuvo encendida durante el gobierno de facto iniciado en 1943.
En tal sentido, M. Rosciani afirma que con la Revolución de Junio de 1943 la situación dio
un nuevo giro: el nuevo gobierno militar tuvo entre sus objetivos fomentar el desarrollo
económico y modificar la organización institucional de los territorios.
Tocó, en consecuencia, al Congreso Nacional bajo la primera y segunda presidencia de
Juan Domingo Perón volver sobre la preocupación pendiente en torno a la situación de los
territorios nacionales. Esta vez sí, aunque no sin discusiones y dilataciones, se convirtieron
finalmente en provincias a la totalidad de los territorios nacionales. En efecto, como
insistiremos en este trabajo, el proceso de provincialización y asignación de derechos
políticos a los habitantes de esos espacios fue gradual y no siempre ocurrió de manera
simultánea. Como clarifica Aldo Alonso (2010), a partir de la reforma constitucional de
1949 el gobierno le otorgó cada vez mayores derechos a los territorios nacionales y sus
habitantes. De este modo, en 1949 se extendió el derecho a participar de las elecciones
presidenciales a los habitantes de los territorios, y en 1950, mediante el Decreto n° 16.345,
se establecieron nuevas atribuciones a los gobernadores territorianos que les dio mayor
autonomía en sus funciones. Finalmente, con la nueva Ley Electoral de 1951, una vez más
se extendieron los derechos políticos de los territorios, ya que se creó la figura del delegado
de los territorios nacionales, que representaba al territorio en la Cámara de Diputados
Nacionales con voz y sin voto (Rosciani, 2001).
Por otra parte, los proyectos de provincialización llegarían a considerarse en el
Congreso Nacional a partir de 1951. A partir de entonces, se inició el tratamiento en el
Congreso Nacional de una serie de proyectos por los cuales se proponía la
provincialización de distintos territorios nacionales 9. En el año 1951 se discutió un proyecto
de provincialización de Chaco y La Pampa, propuesto en el Senado por el peronismo, allí
9
Previamente, bajo el gobierno peronista, varios legisladores peronistas y de la oposición ya habían
presentado proyectos que no llegaron a discutirse en las Cámaras Parlamentarias. Como señala Rosciani: “en
la Cámara de Diputados se presentaron los proyectos de provincialización de los diputados radicales Ernesto
Sanmartino (1946, 1948), Gabriel del Mazo y Juan Errecat (1947), Federico Monjardín (1951), Arturo
Frondizi (1951); y de los oficialistas Manuel Álvarez Pereyra (1946, 1948), Cipriano Reyes (1947), Jacinto
Maineri (1949), Valerio Rouggier y Victorio Tommasi (1951). En el Senado tuvieron entrada los proyectos de
los peronistas Alberto Durand y Vicente Saadi (1946), César Vallejo (1947), Felipe Gómez del Junco (1947,
1950), Eduardo Madariaga (1950), y Pablo Ramella (1950). Todos los proyectos incluyen al Chaco, La
Pampa, Río Negro y Misiones; todos, excepto el de Gabriel del Mazo, incorporan al Neuquén; seis de ellos a
Formosa; cuatro a Chubut y uno a Santa Cruz.” (Rosciani, 2001: 65).
10
fue aprobado por mayoría absoluta (cabe aclarar que la oposición no tenía representación
en el Senado), y finalmente fue aprobado luego de grandes discusiones en Diputados. En
1953 se inició en la Cámara de Diputados un proyecto del peronismo para provincializar
Misiones, que luego de ser aprobado con el apoyo de la oposición, fue sancionado por el
Senado. Finalmente, en 1955, se originó un proyecto en el Senado, mediante el cual el
peronismo proponía provincializar los restantes territorios: Formosa, Río Negro, Neuquén,
Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Una vez aprobado, el proyecto pasó a Diputados,
donde luego de férreas discusiones, fue regresado con modificaciones al Senado. Allí se
aceptaron las modificaciones y se aprobó el proyecto.
Así, finalmente fueron convertidos en provincias la totalidad de los territorios
nacionales. En la vasta literatura sobre este tema, buena parte de los especialistas se
dedicaron a reflexionar por qué la provincialización sí se concretó bajo las presidencias de
Juan Domingo Perón y no en las administraciones radicales o conservadoras anteriores. Al
respecto, para M. Ruffini (2006), el peronismo logró superar los temores que tuvieron los
gobiernos radicales y conservadores de convertir en provincias a los territorios nacionales.
Según la autora, en buena medida, bajo aquellas administraciones no se había llevado
adelante la provincialización debido a la incertidumbre política que generaba en los
gobiernos pensar los cambios que ésta provocaría en el mapa electoral y en el
comportamiento de los votantes. En efecto, el riesgo radicaba en incorporar nada menos
que nueve provincias nuevas a las catorce originales 10. A criterio de esta investigadora, la
gestión peronista resolvió este dilema “propiciando la peronización gradual de esos
espacios y monitoreando su comportamiento electoral en elecciones nacionales previas a su
provincialización” (Ruffini, 2006: 7). Esta estrategia del oficialismo estuvo en consonancia
con la incorporación de nuevas fuerzas sociales que el peronismo propicio con el fin de
reforzar su propia hegemonía gubernamental. De esta forma, el peronismo llevó a cabo la
provincialización con el objetivo de que “el comportamiento político de los habitantes
10
Incorporar nueve nuevas provincias al mapa electoral tendría consecuencias directas e inimaginables para la
elección de presidente, ya que casi doblaría la cantidad de miembros del colegio electoral. Respecto a las
elecciones legislativas, las consecuencias también eran evidentes, aunque en mayor medida visibles eran las
posibles modificaciones en el Senado, donde casi se doblaría la cantidad de representantes en caso de
convertir en provincias a los territorios, siendo algo menos drástico el posible impacto en Diputados.
11
ostentara el signo justicialista” (Ruffini, 2006; 7). Asimismo, M. Sebastiani sostiene que
para el peronismo era conveniente provincializar aquellos territorios con mejores
condiciones socioeconómicas para así fortalecer desde el Estado las débiles estructuras de
trabajadores allí existentes; en suma, darles lugar a los territorianos en la vida política
nacional pero previa organización gremial y partidaria.
Como lo sugiere el racconto aquí presentado, el tema de la provincialización de los
territorios nacionales no ha pasado inadvertido en los estudios sociales sobre Argentina.
Como hemos sintetizado hasta aquí, contamos con investigaciones sumamente
iluminadoras al respecto. Debemos advertir, por tanto, en qué consiste nuestro particular
abordaje a esta problemática, que estimamos nos permitirá realizar una contribución
original a esta cuestión. En primer lugar, los estudios sobre provincializaciones han tendido
a ser pensados como el punto de partida de historias provinciales, privilegiando así la escala
regional de análisis. Es decir, el examen de casos específicos de provincialización se hizo
en vistas a considerar cómo regiones periféricas en el espacio nacional devinieron en
provincias del Estado Argentino. Así, lo que aquí proponemos como un enfoque
complementario a la vez que innovador, es mirar a las provincializaciones como un proceso
más general en el que se transforma el vinculo del Estado Nacional con el espacio que
reclama como propio, considerando que es parte de un aspecto importante de la
transformación de las instituciones republicanas. Llevaremos adelante, de esa forma, una
historia que piensa el modo en que las provincializaciones cambiaron a la comunidad
nacional y no sólo a los espacios locales.
En segundo lugar, debemos advertir que en la cuestión de la extensión de los derechos
políticos a los territorios nacionales, la literatura disponible se ha concentrado
especialmente en la cuestión de la provincialización. No obstante, nosotros sostenemos que
pensar la redefinición de los derechos políticos de los territorianos exige en este caso
desbordar las discusiones específicas sobre los proyectos de provincialización. Si bien,
como mencionamos antes, el proceso de provincialización comenzó con la discusión del
proyecto de provincialización de La Pampa y Chaco en 1951, aquí comenzaremos nuestro
análisis en el año 1949, ya que fue en ese momento que se les dieron los primeros derechos
políticos a los habitantes de los territorios nacionales. Con la reforma constitucional de ese
año los territorianos tuvieron el derecho a participar en las elecciones presidenciales. Este
12
punto es central, porque significó el acceso a la ciudadanía política a estos espacios; esto
implica que la extensión de la ciudadanía política en los territorios no estuvo subsumida al
proceso de provincialización, sino que se inició antes.
En esta tesina, nos interesa particularmente reforzar esta idea. En el marco de la
reforma constitucional de 1949, el peronismo dio el primer avance significativo respecto a
los derechos políticos de los territorianos, habilitándolos para participar en las elecciones
nacionales para elegir presidente y vicepresidente. A nuestro juicio, en este punto radica
una importante clave para entender el proceso de extensión de la ciudadanía política en los
territorios nacionales. En este estudio sostenemos que la discusión en torno a los derechos
políticos de los habitantes de los territorios nacionales no se subsumió a los debates de la
provincialización. Los derechos políticos de los territorianos comenzaron a extenderse en
esos espacios con anterioridad a su conversión en provincias, precisamente, con la reforma
constitucional de 1949, en virtud de la cual a partir de ese momento los territorianos
pudieron participar en las elecciones presidenciales. En este sentido, vemos que en los
territorios nacionales hubo un proceso distinto al vivido por las catorce provincias
preexistentes a la organización nacional, plasmada en la aprobación de la constitución de
1853. En las provincias surgidas en la primera mitad del siglo XIX, que se organizaron en
tiempos de la Confederación, sus habitantes gozaron en primer lugar de los derechos
políticos a escala provincial y, recién, una vez conformado el Estado-Nación, el derecho a
nivel nacional. En esos casos, los habitantes contaron con una experiencia del ejercicio de
sus derechos cívicos a escala provincial, que preexistió a la nacional. En contraste, en los
territorios nacionales, los habitantes se convirtieron en ciudadanos de la Nación por
participar en las elecciones nacionales, antes de ser ciudadanos de sus provincias, porque la
provincia como tal aún no existía. Recién con la provincialización de los territorios, esos
habitantes gozaron de los derechos políticos a nivel provincial al elegir sus propias
autoridades, que hasta el momento eran elegidas por el Estado central11.
Esta tesina se organiza en torno a tres ejes, analíticamente distinguibles aunque en
cierto modo vinculados entre sí, respecto a la provincialización de los territorios nacionales:
11
Cabe recordar que en los territorios nacionales había participación política a nivel municipal, donde
participaban los adultos mayores. No obstante, en la práctica era muy criticada por distintos grupos la
participación política municipal, por denuncias por alteración de los padrones, manejo de las urnas, entre otras
(Bucciarelli, 2008; Rosciani 2001).
13
la relación entre el oficialismo y la oposición en el Congreso Nacional, las distintas
nociones que defendió el peronismo y la oposición respecto al concepto de ciudadanía y
cómo dicha concepción influyó en las argumentaciones de cada bloque partidario sobre la
provincialización, y el mismo análisis respecto al federalismo. Para llevar adelante esto, nos
valdremos de la información provista por los diarios de sesiones parlamentarias,
particularmente útiles para reconstruir los puntos de coincidencia y divergencia entre los
distintos partidos políticos en el Congreso Nacional, los aspectos más controversiales de los
proyectos y, en definitiva, la lógica de los procesos de decisión política. Sobre este corpus
documental cabe hacer dos aclaraciones: la primera es que si bien años antes y durante el
peronismo hubo distintos proyectos de provincialización, aquí sólo nos detendremos en la
discusión de los proyectos que efectivamente condujeron a la provincialización de los
territorios nacionales, esto es: el proyecto de 1951 por el cual se provincializaron Chaco y
La Pampa, el proyecto de 1953 que hizo lo propio con Misiones, y el proyecto de 1955 que
convirtió en provincias a Formosa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz12. La
segunda aclaración consiste en que aquí nos concentraremos en los diarios de sesiones
parlamentarias de la Cámara de Diputados Nacionales principalmente, y en menor medida
en el Senado, ya que en Senadores el peronismo tenía mayoría absoluta, en tanto que a
nosotros nos interesa mostrar la dinámica entre el oficialismo y la oposición en los tres
niveles antes mencionados.
El primer problema que abordaremos a partir del análisis de los diarios de sesiones
parlamentarias, y que examinaremos en el capítulo I, es el referido a la relación oficialismooposición. Este capítulo centrará su reflexión sobre los siguientes interrogantes:
¿mantuvieron los legisladores del partido de gobierno y los de la oposición lineamientos
consistentes en términos de bloques y en el tiempo respecto a la provincialización? ¿Fue el
parlamento un lugar de debate efectivo o meramente un espacio de tramitación de
proyectos oficiales aprobados por la mayoría? ¿Hubo lugares comunes en los argumentos
de los bloques de distinto signo partidario? ¿Si bien el peronismo tuvo mayoría
12
En esta última fase de provincialización también se disolvieron las dos Gobernaciones: Comodoro
Rivadavia y Tierra del Fuego, repartiéndose la primera entre Chubut y Santa Cruz, y la segunda anexándose a
Santa Cruz junto al sector antártico y las Islas del Atlántico Sur, formando una sola provincia.
14
parlamentaria, pudo sortear fácilmente los reclamos y críticas que realizó la oposición a sus
proyectos? Y finalmente, ¿cuáles fueron los puntos de conflicto en las discusiones
parlamentarias?
A la luz de la lectura de los debates parlamentarios, en este capítulo argumentaremos
que hubo fuertes discusiones y puntos de antagonismo entre el oficialismo y la oposición.
Creemos que esas diferencias se explican no tanto por el simple juego de rechazar toda
legislación proveniente del bloque opuesto, o por competencias electorales. Más bien,
sostenemos que se debió a que existieron algunas diferencias ideológicas sustantivas entre
el peronismo y la oposición. ¿Cuáles fueron esas diferencias? En los capítulos II y III
analizaremos dos de ellas: las nociones que sostuvo cada bloque sobre la ciudadanía, y
sobre la relación entre el Estado Nacional y los Estados provinciales, es decir, el
federalismo.
Así, el capítulo II explora las nociones de ciudadanía expresadas por el peronismo y la
oposición en los debates parlamentarios en torno a los proyectos de provincialización:
¿cómo conceptualizaron la ciudadanía y quién es el sujeto que la encarna? Los diarios de
sesiones parlamentarias constituyen una fuente privilegiada para indagar este tema, ya que
esta cuestión se encuentra presente en los tres debates que aquí analizamos y es uno de los
principales puntos de discusión. A la luz de estos debates, aún a riesgo de esquematizar,
podemos distinguir que la oposición defendía una noción de ciudadanía eminentemente
política: ciudadano es aquel individuo que puede votar y ser votado. Para los legisladores
de la oposición, este estatus de ciudadanía es la condición de posibilidad para que un
individuo pueda acceder a los derechos sociales; en otras palabras, para la oposición la
ciudadanía política era la condición de posibilidad de la ciudadanía social. En
contraposición, el peronismo no definía a la ciudadanía como relaciones políticas atadas al
voto, sino que la ciudadanía era ante todo definida por la esfera social. Para el peronismo,
ciudadano es quien tiene sus derechos sociales satisfechos, de modo que el aspecto social
de la ciudadanía es condición de posibilidad de la ciudadanía en clave política. Así, para el
peronismo, la ciudadanía social es prerrequisito para el ejercicio de la ciudadanía política
de participación en contiendas electorales. Al respecto, retomamos los valiosos aportes de
Daniel James, quien afirma que
15
el discurso peronista negó la validez de la separación, formulada por el
liberalismo, entre el Estado y la política por un lado y la sociedad civil por el
otro. La ciudadanía ya no debía ser definida más simplemente en función de
derechos individuales y relaciones dentro de la sociedad política, sino
redefinida en función de la esfera económica y social de la sociedad civil
(James: 2010, 29-30).
En el capítulo III tomaremos el concepto de federalismo, ya que nos interesa
problematizar cómo concebían el oficialismo y la oposición la relación entre el Estado
Nacional y las provincias. En particular, nos preguntamos, ¿cómo jugaron las nociones de
federalismo a la hora de discutir la provincialización? ¿Para estos bloques en disputa, la
provincialización ayuda a fortalecer la familia federal de las originales 14 provincias? ¿En
qué sentido? Explorar los debates parlamentarios nos permite poner en primer plano la
discusión por el significado del federalismo, no ya en el siglo XIX como tradicionalmente
hace con razón la historiografía, sino en el siglo XX. Así, vemos que los legisladores de la
oposición entendían al federalismo como una relación en la que las provincias debían
mantenerse independientes del Estado central: poder elegir sus propios gobernantes, sus
rutas económicas, en suma, decidir autónomamente sobre los aspectos de la vida provincial.
De esta forma, la oposición sostenía que las provincias ceden a la Nación parte de sus
derechos y atribuciones para regular y posibilitar la vida colectiva, pero todos los derechos
de soberanía que no fueron delegados al gobierno central, seguían siendo potestad de las
provincias, de allí su derecho de autonomía. En contraste, el peronismo entendía al
federalismo desde otra perspectiva: si bien también concebía que las partes delegan ciertas
atribuciones en el Estado Central pero dejan para sí la soberanía, no obstante consideraba
que existe un interés común nacional que guía a todas las partes constituyentes. En este
sentido, para el peronismo, las partes deben contribuir al bienestar del todo nacional: cada
provincia debe seguir el camino que marca el Estado Nación en aras del bien nacional y el
bienestar local.
Por último, la tesina incluye un apartado final a modo de conclusión sobre lo aquí
investigado, y un anexo que contiene una serie de mapas y cuadros a fin de graficar las
modificaciones que este amplio proceso de provincialización implicó a nivel de la
organización territorial de la Nación Argentina.
16
CAPÍTULO I
El peronismo y la oposición en el recinto parlamentario
Este capítulo aborda la relación entre el peronismo y la oposición en el recinto de la
Cámara de Diputados Nacionales en ocasión del debate parlamentario en torno a la
provincialización de los territorios nacionales (1951-1955). Para ello, en la primera sección
nos referiremos a la literatura que desde las ciencias sociales trató sobre el tema de las
relaciones oficialismo-oposición en Argentina en general y en la Argentina de los años del
peronismo clásico (1946-1955) en particular.
La segunda sección se dedica a presentar brevemente el contexto histórico nacional en
el que tuvieron lugar los distintos debates parlamentarios de provincialización, para mostrar
así que dichos debates se dieron en medio de un clima de conflictividad política intensa,
marcada por: la reforma constitucional de 1949, elecciones presidenciales y legislativas,
intentonas de golpe de Estado por parte de las fuerzas armadas, la polarización política y un
golpe de Estado que puso fin al gobierno de J. Perón en 1955.
En la tercera sección nos dedicamos al análisis particular de las relaciones entre el
peronismo y los partidos políticos de la oposición en la Cámara de Diputados Nacional
durante el tratamiento de los proyectos de provincialización presentados por el partido de
gobierno.
Finalmente, en la cuarta y última sección, elaboraremos unas breves consideraciones
finales de lo investigado en este capítulo, a la vez que adelantaremos las líneas directrices
de los dos capítulos siguientes.
I. Aproximaciones al estudio de las relaciones entre el partido de gobierno y la oposición
legislativa en Argentina
En las ciencias sociales, las relaciones entre el oficialismo y la oposición tuvieron una
importancia analítica que se vio reflejada en una abundante producción literaria sobre el
tema. Investigaciones muy iluminadoras como las de Macor (2000), Smulovitz (1988),
Mustapic (1984, 2013), Calvo (2013), Sebastiani (2001, 2005), nos han servido para el
desarrollo de la temática oficialismo-oposición trabajada en este capítulo. Si bien muchos
de esos trabajos no coinciden con nuestro período de investigación, esto es, el peronismo
17
clásico (1946-1955), nos sirven de todos modos al proveernos de un conjunto de
herramientas analíticas y preguntas de investigación sobre la dinámica de las relaciones
entre los partidos políticos en las instituciones republicanas y en contextos electorales
competitivos.
Así, por ejemplo, del trabajo de Catalina Smulovitz (1988), Oposición y gobierno: los
años de Frondizi, dedicado a la relación entre el gobierno y la oposición partidaria que
afrontó el presidente Arturo Frondizi entre 1958 y 1962, tanto por parte del proscripto
partido peronista, como así también la oposición de corrientes internas del propio
radicalismo, como lo era la Unión Cívica Radical del Pueblo. De esta investigación,
correspondiente a un período posterior al que aquí analizamos, pudimos recuperar una idea
fundamental para este capítulo, referente a la importancia de analizar las dinámicas y
relaciones oficialismo-oposición en Argentina. Al respecto, afirma la autora:
Distintos estudios acerca de la crisis de la democracia en la Argentina han
señalado el papel que las condiciones socioeconómicas, las fuerzas armadas
y/o los sindicatos jugaron en la ruptura de los regímenes constitucionales. Aún
cuando la importancia de estos factores no puede ser ignorada, este trabajo
analizará el papel que las estrategias y políticas de los partidos en la oposición
tuvieron en dicha ruptura (Smulovitz, 1988: 7).
En este sentido, creemos que allí encontramos una clave importante de por qué analizar
los partidos políticos, en particular la vinculación entre el oficialismo y la oposición.
No obstante, en este capítulo también tiene un importante lugar en el análisis el papel
del Congreso Nacional y el rol allí jugado por el oficialismo y la oposición. Un trabajo
clásico al respecto, pero ineludible, es el realizado por Ana María Mustapic Conflictos
institucionales durante el primer gobierno radical: 1916-1922. Allí, la autora combina muy
perspicazmente las dos cuestiones que nos interesan aquí para un período posterior: la
relación entre oficialismo y oposición y la actividad en el recinto legislativo por parte de la
oposición. En este texto, Mustapic argumenta que pese a haber sido derrotada a nivel
nacional, la oposición partidaria encontró en el Congreso Nacional (primero en ambas
Cámaras y luego sólo en Senadores) un espacio desde donde atacar al oficialismo
yrigoyenista mediante la interpelación parlamentaria, esto es, exigir a un funcionario del
Poder Ejecutivo a rendir cuentas ante el Congreso Nacional. En tanto que el oficialismo,
también mediante recursos institucionales, pudo hacer lo propio frente a la oposición, por
18
medio de la intervención federal, que consistió en intervenir provincias con gobiernos
adversos a su partido para destituir a las autoridades y nombrar interventores leales.
Ahora sí, avanzando en nuestro estudio sobre la relación peronismo-oposición en la
Cámara de Diputados en torno al debate acerca de la provincialización de los territorios
nacionales, cabe recordar que la llegada del peronismo al poder, por medio de elecciones
limpias en 1946, significó la vuelta al funcionamiento de una de las instituciones
republicanas que había visto interrumpida su labor desde el golpe militar de 1943: el
Congreso Nacional. Como señala M. Sebastiani (2005) el retorno al ejercicio democrático
en 1946 generaba gran expectativa política en vistas al funcionamiento que tuviera el
Parlamento. En tal sentido, “el ambiente político estaba impregnado, por tanto, por una
serie de temas y problemas que necesitaban proyectarse en leyes y debatirse con la apertura
del Congreso en 1946” (Sebastiani, 2005: 78). Es importante remarcar la existencia del
Congreso Nacional en los años del peronismo clásico (1946-1955).
Siguiendo la teoría normativa sobre qué es el parlamento y cuál es su función (Manin,
1995; Habermas, 1998; Dahl, 1997), pareciera que el parlamento de los años peronistas fue
muy poco fiel a esa teoría normativa, ya que la oposición estuvo en buena medida relegada
frente al partido mayoritario. Sin embargo, viéndolo en perspectiva histórica, nos
encontramos con que desde 1930 no había un funcionamiento leal a la teoría normativa:
con el golpe de Estado de 1930 se proscribió al yrigoyenismo y se dio rienda suelta a la
práctica del fraude electoral, mientras que en el período 1943-1946 estuvo suspendido el
Congreso Nacional. Por otro lado, luego de la caída del peronismo en 1955, el gobierno de
facto volvió a suspender la actividad del Congreso Nacional, que recién volvió a funcionar
a partir de la presidencia de Frondizi en 1958, aunque con el peronismo proscripto. Así,
pensado en una perspectiva atenta a la especificidad histórica de las instituciones políticas
de Argentina en el siglo XX, en los años del peronismo clásico el Congreso Nacional
conservó protagonismo de modo de augurar en este nuevo comienzo de posguerra un
dinamismo sin precedentes.
Recuérdese, entonces, en primer término algunos rasgos de la distribución de bancas en
el parlamento entre la coalición oficialista y los partidos opositores durante las dos primeras
presidencias peronistas. En las elecciones nacionales de febrero de 1946, J. Perón había
accedido a la presidencia de la Nación como candidato del Partido Laborista, obteniendo el
19
triunfo con el 52% de los votos, venciendo de esa forma a los candidatos de la Unión
Democrática. Los distintos partidos políticos que se oponían a la elección presidencial de J.
Perón habían unido sus candidaturas presidenciales en torno al binomio José Tamborini y
Enrique Mosca, bajo el lema de Unión Democrática (Luna, 1973), pero a nivel de
gobernaciones y el Congreso, cada partido presentó sus candidatos por separado y en
competencia. Así, mientras el resultado de la votación presidencial fue ajustado, el triunfo
resultó más holgado para el laborismo en el ámbito legislativo. En la Cámara de Senadores
Nacionales, donde la cantidad de representantes era de dos senadores por provincia, los
partidos opositores al Laborismo habían perdido en todas las provincias, salvo en
Corrientes, en donde triunfaron candidatos del Partido Demócrata Nacional. De todos
modos, las dos bancas conseguidas allí no se hicieron efectivas ya que una intervención
federal en agosto de 1946 destituyó a las autoridades electas. La oposición, por tanto,
careció de representación en la Cámara de Senadores Nacionales (Sebastiani, 2005). En
tanto que en la Cámara de Diputados Nacionales, formada por representantes de cada
provincia de acuerdo a su cantidad de habitantes, la composición partidaria resultante de las
elecciones otorgó una mayoría abrumadora al peronismo: de las 158 bancas en juego,
obtuvo 109, mientras que la oposición en su conjunto obtuvo 49 (Sebastiani, 2005). Por su
parte, entre los representantes de la oposición al peronismo en el Congreso Nacional, la
mayor parte correspondía a la UCR, ya que como dice M. Sebastiani: “numéricamente, la
UCR fue el partido que concentró las cuotas más altas de representación política contraria
al peronismo” (2005: 77).
Cabe resaltar que en las siguientes elecciones de renovación legislativa durante los
años de presidencia de J. Perón, el partido de gobierno logró mantener la mayoría absoluta
en la Cámara de Senadores y una mayoría aplastante en Diputados. En las elecciones de
renovación legislativa de 1948 el peronismo obtuvo una banca más respecto a las
adquiridas en 1946: 110 contra 48 de los restantes partidos; en 1951 la mayoría peronista
logró abultarse, consiguiendo 135 de las 149 bancas en juego. Finalmente, en las elecciones
legislativas de 1954, los escaños conseguidos por el peronismo ascendieron a 161 sobre
173 totales13. No obstante su escasa representación parlamentaria, reducida sólo a su
13
Para más información al respecto, remitirse al Anexo n° II.
20
acotada presencia en la Cámara Baja, los partidos opositores exhibieron una labor
importante en materia legislativa: muchos proyectos y leyes fueron originados por
representantes de la oposición (Sebastiani, 2005).
Respecto a la labor de la oposición parlamentaria, y en particular al tema que aquí nos
convoca, esto es, la relación entre el peronismo y la oposición, es muy iluminador el libro
de M. Sebastiani, Los antiperonistas en la Argentina peronista. Allí, la autora se propone
estudiar un tema central para entender mejor los años del peronismo clásico: el lugar de la
oposición, tema analizado tangencialmente por la literatura dedicada al período del
peronismo clásico. Respecto a la relación oficialismo-oposición, esta investigadora señala
que la Cámara de Diputados Nacionales se convirtió en “uno de los campos de batalla entre
los partidos políticos y garantizó el ejercicio de la oposición en el orden nacional, lo que
supone, por tanto, una reflexión sobre el escenario, los actores y sus tácticas en función del
ordenamiento institucional” (2005: 77). De este modo, estudiar los diarios de sesiones
parlamentarias de los años del peronismo clásico (1946-1955), donde se volcaron los
debates parlamentarios entre el oficialismo y la oposición, nos parece, junto a Sebastiani,
una puerta de entrada privilegiada para entender las relaciones peronismo-oposición.
Sobre dichas relaciones, Sebastiani nos recuerda que por el diseño constitucional
argentino, basado en la división de poderes pensada por Madison, Hamilton y Jay en El
Federalista, el Congreso tenía la función de controlar al Poder Ejecutivo. Además, la
Argentina históricamente estuvo caracterizada por tener un régimen presidencialista, por lo
que, constitucionalmente, el Poder Ejecutivo posee mayores atribuciones en relación a los
Poderes Legislativo y Judicial, de modo que éstos tienen menor capacidad para controlarlo.
Finalmente, el presidente argentino también está incluido en el proceso legislativo, ya que
para que una ley sea sancionada, debe tener conformidad de las dos Cámaras y también la
del Poder Ejecutivo, como un órgano co-legislador.
Por entonces para llevar adelante esa tarea, la oposición al peronismo contaba, como
vimos antes, con minoría parlamentaria. Tanto por las mencionadas particularidades de la
estructura institucional como por la escasa representación numérica de los partidos de
oposición al gobierno, resultado de su limitado éxito electoral, podría pensarse que el lugar
de éstos en el Congreso Nacional fue mínimo o nulo. No obstante, como señala Sebastiani
(2005), la oposición supo valerse de su lugar en la Cámara de Diputados para disputarle al
21
peronismo cuotas de poder, legitimidad y el favor del electorado. De este modo, los
miembros de los partidos de oposición en la Cámara baja, representada mayormente por la
UCR, exhibió una rica y variada labor legislativa, proponiendo proyectos y leyes, aún
discutiendo en desventaja con el peronismo.
Debe tenerse en cuenta, como bien argumenta la autora, que el Congreso Nacional no
fue idéntico a lo largo de los años del peronismo clásico. Por tanto, identifica tres etapas en
su funcionamiento; la primera que ella indica fue desde el reinicio de la labor parlamentaria
en 1946 hasta mediados de 1948. En esta etapa, según la autora, la Cámara se caracterizó
por ser el centro de argumentación y amortiguador de conflictos entre el gobierno y la
oposición, al tiempo que existía libertad para el trabajo parlamentario. Para la
investigadora, en 1948 se inició la segunda etapa, con la renovación de la mitad de los
diputados. Sebastiani argumenta que la Cámara se convirtió progresivamente en mera
receptora de los proyectos del Ejecutivo, y que los mecanismos de control parlamentario
por parte de la mayoría –esto es, declaración de la Cámara en comisión para sortear a las
comisiones permanentes, declaración de fuera cuestión a los diputados más consecuentes,
control de uso de la palabra, entre otros– se tornaron más rígidos. Finalmente, esta
historiadora sostiene que la reforma constitucional de 1949 acentuó las características
presidencialistas del sistema político. Así, argumenta que la reforma constitucional afectó la
relación entre el gobierno y la oposición parlamentaria, ya que desde entonces para la UCR
el Congreso dejó de ser el lugar para postular sus iniciativas y fundamentar su disidencia
programática con el oficialismo. Tras la reforma, entonces, el parlamento ya no pudo ser
más el espacio para desarrollar iniciativas y articular estrategias de control al ejecutivo
peronista.
Sin dudas, esta periodización general sobre la relación entre gobierno y oposición
resulta útil y esclarecedora. Sin embargo, a la luz del examen del caso puntual de los
debates en torno a la provincialización de los territorios nacionales, intentaremos matizar
las etapas propuestas por Sebastiani (2005). Como dijimos en la primeras líneas de este
capítulo, dichos debates ocurrieron en 1951, 1953 y 1955, años que corresponderían a la
tercer etapa establecida por Sebastiani; etapa en la que la oposición, según esta autora, ya
no podría desarrollar estrategias de disidencia frente a los diputados peronistas y controlar
al Poder Ejecutivo del mismo signo partidario.
22
A lo largo del análisis aquí propuesto, intentaremos demostrar que al menos en el caso
de las discusiones parlamentarias en torno a los proyectos de provincialización, los partidos
de la oposición siguieron encontrando en el Congreso Nacional un lugar donde podían
llevar adelante prácticas para disputarle poder y el favor del electorado al partido
gobernante. En caso contrario, no se entendería que esos debates parlamentarios,
especialmente los de 1951 y 1955, se hubieran extendido hasta altas horas de la noche, en
sesiones que duraron varios días, y con abundantes argumentaciones de la oposición a favor
de su postura y denuncias sobre el proyecto del peronismo y sobre la vida nacional en
general. Es verdad que el peronismo obtuvo en las elecciones legislativas cada vez mayor
representación y que las transformaciones institucionales, tal como señala Sebastiani
(2005), restringieron el margen de acción de la oposición en el Parlamento. Sin embargo,
estimamos que la conflictiva situación política a nivel nacional habilitó a la oposición para
expresar sus posturas en el parlamento con más fuerza. Es decir, que además de la
composición numérica del Congreso, los cambios en el escenario nacional también
influyeron sobre las relaciones parlamentarias entre el oficialismo y la oposición.
Para demostrar esto, nos abocaremos a analizar los diarios de sesiones parlamentarias
de la Cámara de Diputados Nacionales (en adelante, DSCD), donde está vertida la
discusión entre legisladores peronistas y opositores. Nos concentraremos en los debates
parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales en 1951, 1953 y
1955. A partir de una lectura atenta de este corpus documental, notamos que hubo algunos
puntos de conflicto entre peronismo y oposición que se repitieron en los tres debates: a) la
discusión acerca de qué partido tenía paternidad sobre la provincialización de los territorios
nacionales, b) denuncias de la oposición al peronismo en dos planos: denuncias al proyecto
provincializador en sí, por considerarlo inconstitucional en varios de sus articulados, y
denuncias al peronismo en general, más allá del proyecto de provincialización discutido
específicamente, y c) cuestiones legales propias de los proyectos de provincialización
presentados por el peronismo, como por ejemplo, qué tipo de provincialización llevar a
cabo, si acotada o extendida; la cantidad de representantes que debiera tener la Convención
Constituyente encargada de sancionar la Constitución de la nueva provincia; el tipo de voto,
ya sea uninominal o plurinominal, y los requisitos necesarios para ser elegido convencional.
23
Estos tres puntos son los que articulan este capítulo, que se abordaran en los apartados
siguientes. Cabe aclarar que antes de pasar al análisis de cada caso particular, brindaremos
una breve contextualización histórica de las relaciones entre el oficialismo y la oposición
fuera del recinto parlamentario en los años en que se discutieron los proyectos de
provincialización (1951-1955).
II. Vida legislativa en tiempos difíciles
Cabe destacar que, como señala Sebastiani (2005), en 1950 la Cámara de Diputados
Nacionales tuvo 21 diputados menos por la UCR. Esto se debió a la reforma constitucional
de 1949, que establecía que la renovación de las bancas de la Cámara Baja ya no sería por
bienio, sino por trienio. En virtud de este cambio, aquellos diputados a los que
originalmente les caducaba su mandato en 1950, debían prorrogar su cargo un año más
hasta 1951. Los representantes peronistas acataron esta modificación, en tanto el
radicalismo obligó a sus diputados que originalmente cesaran sus funciones en 1950, a que
no accedieran a la prórroga estipulada por la modificación constitucional. Como argumenta
la autora, esta táctica de la UCR, lejos de conseguir su objetivo de obligar al peronismo a
dar marcha atrás con su modificación, sólo logro prescindir de 21 representantes en
Diputados entre 1950 y 1951 (Sebastiani, 2005: 101).
Asimismo, el año 1951 fue un año bisagra en los años del peronismo clásico. Entre los
hecho más destacados se encontraron: la defensa que desde meses antes de junio los
distintos grupos peronistas dieron a la reelección de Juan D. Perón a disputarse en las
elecciones de noviembre. Los grupos sindicales y partidarios dieron su apoyo mediante
movilizaciones, avisos en diarios, actos partidarios, entre otros. Asimismo, estos grupos
organizaron los preparativos para el Cabildo Abierto del Justicialismo, para solicitar a Eva
Perón que fuera candidata a la vicepresidencia en la fórmula del partido. En dicha
manifestación popular realizada y organizada en agosto por la CGT y el PPF se ungió a Eva
Perón como candidata a la vicepresidencia (Barry, 2009; Navarro, 2002).
Así, surgió la posibilidad de la fórmula presidencial Juan Domingo Perón-Eva Duarte
de Perón, pero en medio de presiones del arco opositor al gobierno que incluyó desde los
militares hasta los partidos políticos, se abandonó la posibilidad de la candidatura de Evita,
lo que desembocó en el llamado renunciamiento del 22 de agosto. La figura de Eva Perón
24
ya era para ese entonces central en el peronismo, la segunda en importancia, pero al punto
de eclipsar, en ocasiones, al propio líder (Barry, 2009). Sin embargo, como señala Marysa
Navarro (2002), la figura trascendente de Evita no se construyó de la noche a la mañana,
sino que tuvo varios años de acción directa con los trabajadores y los sindicatos desde
diversos espacios como el edificio de la ex Secretaría de Trabajo y Previsión Social, la
Fundación Eva Perón y el Partido Peronista Femenino. Desde estos espacios, comenzó a
tener injerencia directa en los aspectos más transcendentales de la situación argentina. Sin
embargo, ante su delicada salud y las presiones contra su candidatura, Eva Perón rechazó la
solicitud del “Cabildo abierto Peronista” para acceder a la candidatura a la vicepresidencia.
Por otra parte, 1951 era también un año en el que la crisis que atravesaba el país ya era
evidente, lo que hacía más complicada la administración peronista por los desequilibrios
económicos. Haber quedado fuera del plan Marshall de reconstrucción europea fue un duro
golpe para la economía nacional, ya que no podía tener acceso a los dólares tan necesarios
para la compra de maquinarias en pos del afianzamiento industrial (Paradiso, 2002;
Rapoport y Spiguel, 2009). Esto, sumado a dos grandes sequías y la acción de la oposición,
condujo a un clima de crisis económico y social.
Finalmente, en consonancia con el crescendo de polarización peronismoantiperonismo, en septiembre de ese año hubo una intentona de golpe militar para derrocar
a Perón. No obstante, fue controlada, lo que facilitó una purga entre la oficialidad
antiperonista. Por último, en noviembre de ese año se llevaron adelante elecciones en todos
los ámbitos con las innovaciones de la reforma constitucional de 1949 en virtud de la cual
se permitía la reelección presidencial inmediata, y en ella votaron por primera vez las
mujeres y los territorianos.
En esas elecciones presidenciales de 1951, Juan Domingo Perón había conseguido la
reelección presidencial con un 62% de los votos. Es destacable que en los territorios
nacionales la fórmula presidencial peronista obtuvo un porcentaje de votos mayor a esa
media nacional. El 4 de junio de 1952 Perón asumió su segundo mandato presidencial, pero
sin su compañero de fórmula, el también reelecto Hortensio Quijano, debido a que falleció
en el mes de abril de ese año. En tanto que Eva Perón, muy enferma desde 1951, también
falleció en 1952, en el mes de julio; una pérdida muy significativa para un pueblo leal al
peronismo y que la consideraba su abanderada natural.
25
Respecto a la crisis económica que mencionábamos en el contexto de 1951 ya había
sido en gran parte superada, por medio de los cambios introducidos por el Segundo Plan
Quinquenal, que implicó, entre otras cosas: la apertura hacia el capital extranjero, la
reorientación del IAPI a favor del sector agropecuario, una nueva fase de sustitución de
importaciones, centralmente orientada hacia la producción de maquinarias, insumos
industriales y combustibles; el freno a la expansión del consumo mercadointernista, el
congelamiento por decreto de precios y salarios, entre otras medidas de austeridad
(Gerchunoff y Llach, 1998).
Además, cabe recordar que en el año 1954 se sancionó una nueva Ley orgánica de
Territorios Nacionales, la Ley 14.315, en reemplazo de la Ley n° 1.532 del año 1884. Esta
nueva Ley comenzó a regir la vida de aquellos espacios aún dependientes del Estado
central: los territorios nacionales de Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz,
la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, y la Gobernación Marítima de Tierra del
Fuego, junto a la porción antártica y las Islas del Atlántico Sur. La premisa y objetivo
fundamental de esa nueva ley consistió en habituar a los territorios que no aún habían sido
provincializados en prácticas de autonomía para luego convertirse en provincias. Así, la
nueva ley establecía entre sus puntos más novedosos que los propios habitantes de esos
espacios elegirían a su gobernador, quien ya no sería más designado por el poder central.
Asimismo, en 1954 se realizaron elecciones legislativas en las que el peronismo obtuvo
un importante apoyo popular. Respecto a la crisis económica de años anteriores, ya estaba
superada, pero no así el aspecto político, que se tornaba cada vez más polarizado en torno a
peronistas y antiperonistas. A tal punto fue la polarización, que la sociedad toda tomó
partido por uno de estos dos bandos. Hay que recordar también el conflicto entre Perón y la
curia de la Iglesia Católica (Caimari, 2002), que exacerbó aún más el conflicto social y
brindó al arco antiperonista una oportunidad única para desgastar al gobierno. En este
contexto, en junio de 1955 militares de la Marina bombardearon Plaza de Mayo y sus
inmediaciones, como parte de una intentona de golpe de Estado que finalmente fue
controlado. No obstante, en septiembre de ese mismo año, un levantamiento militar
encabezado por el general Lonardi en la provincia de Córdoba y luego imitado en el resto
del país, puso fin al gobierno de Juan Domingo Perón, iniciándose una dictadura militar y
la proscripción del peronismo.
26
III. El conflicto peronismo-oposición en primer plano: el debate parlamentario
a) discusión en torno a la paternidad de la provincialización
Como vimos en la introducción, la creación de los territorios nacionales estuvo
inspirada en la experiencia norteamericana, en virtud de la cual a los trece estados
originales se les fueron incorporando nuevos estados hasta alcanzar 48 (Rosciani, 2001;
Bucciarelli, 2010). En el caso argentino, el requisito para que un territorio nacional fuera
convertido en provincia era meramente demográfico, ya que la Ley 1.532 Orgánica de
Territorios Nacionales establecía que cuando un territorio superara los 60 mil habitantes,
sería automáticamente provincializado. No obstante, como indica la bibliografía ya
reseñada, a principios del siglo XX muchos de los territorios ya superaban ampliamente esa
barrera demográfica, no obstante lo cual, no fueron provincializados ni en los años de
presidencias radicales ni en las de la restauración oligárquica, pese a que hubo sendos
proyectos legislativos de distintos signos partidarios al respecto.
De este modo, en los debates parlamentarios en torno a las provincializaciones, uno de
los mayores puntos de conflicto entre el peronismo y la oposición, radicó en determinar qué
partido se alzaba como el defensor de los derechos políticos de los territorianos. La disputa
era entre los diputados radicales que consideraban que su partido había sido el iniciador de
la preocupación por la provincialización, y daban como prueba de su iniciativa los variados
proyectos parlamentarios del período 1916-1930, donde se habían diseñado propuestas para
convertir en provincia a varios de los territorios, como así también crear Legislaturas
territorianas. En contraposición, los diputados peronistas argumentaban que de esos muchos
proyectos del radicalismo ninguno prosperó ni tuvo siquiera trámite parlamentario, lo que
interpretaban como una despreocupación real de la UCR por los territorios. En tal sentido,
los legisladores peronistas sostenían que bajo el gobierno de su partido si bien hubieron
menos proyectos parlamentarios, su cumplimiento se había garantizado. En efecto, en 1951
comenzaron los debates parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios
nacionales, que llegaron a buen puerto, aunque de manera gradual.
27
Al respecto, en la discusión en Diputados por la provincialización de La Pampa y
Chaco en 1951, argumentaba el diputado peronista Eduardo Colom14:
En el asunto de la provincialización de territorios, los legisladores radicales se
limitaron a presentar sendos proyectos, depositarlos en la mesa de entrada y
nada más. Esa es la dura realidad. En ninguno de los proyectos se registra el
antecedente de un simple pedido de pronto despacho. (...) Desde 1914 hasta la
fecha ninguno de los proyectos de provincialización presentados ha sido
instado en esta Cámara. Los proyectos que se presentan y se dejan dormir en
las comisiones pierden el valor de la iniciativa. Es necesario respaldarlos con
una preocupación personal para que la Cámara los trate. (...) Por eso sostengo
que corresponde a la presidenta del Partido Peronista Femenino, Eva Perón, el
triunfo de convertir en ley una justa y cara aspiración de los habitantes de las
gobernaciones de Chaco y La Pampa (DSCD, 1951: 1152)
Así, el peronismo intentaba mostrar que la labor parlamentaria del radicalismo en lo
referente a la provincialización, si bien muy rica, no se había concretado en los hechos, ya
que durante los años de presidencias radicales ningún proyecto de provincialización recibió
tratamiento parlamentario para su discusión y aprobación. Más bien, según el peronismo,
los proyectos de la UCR fueron ‘cajoneados’ por los propios radicales, que no se ponían de
acuerdo en qué posición tomar respecto a los territorios. Para corroborar sus afirmaciones,
los legisladores del oficialismo señalaban en todos los debates que cuando el radicalismo
había sido gobierno, dicho partido tuvo mayoría parlamentaria en Diputados, pero que ni
aún así se sancionó ningún proyecto de provincialización. Al respecto, en el debate de 1951
decía el diputado peronista E. Colom: “¿[diputado Monjardín] por qué no nos explica la
causa por la cual la Unión Cívica Radical, teniendo mayoría parlamentaria, no sancionó la
ley [de provincialización]?” (DSCD, 1951: 1154).
Asimismo, en el debate de 1953, por la provincialización de Misiones, similar crítica
realizaba la diputada peronista Celina Rodríguez15:
Deliberadamente en mi exposición no quise mencionar el proyecto del
presidente de la República doctor Hipólito Yrigoyen, remitido a esta Cámara
en noviembre de 1919, porque, hurgando en los archivos, llegué a comprobar
que en ese momento había en este recinto 97 diputados radicales, 40
conservadores, 10 socialistas y 4 demócratas progresistas. A pesar de existir
mayoría radical, el hermoso proyecto del presidente Yrigoyen quedó
durmiendo en los archivos. Si bien no tenía mayoría en el Senado, la tenía en
14
15
Diputado por Capital Federal, Partido Peronista 1946-1952.
Diputada por Buenos Aires, Partido Peronista 1952-1955.
28
Diputados, y éstos por lo menos tenían la obligación moral de votarlo [y no lo
hicieron] (DSCD, 1953: 2442).
Finalmente, en el debate de 1955 por la provincialización de los restantes territorios
nacionales, los diputados peronistas esgrimieron el mismo argumento: durante la gestión
presidencial de la UCR hubo muchos proyectos de provincialización, pero ninguno fue
sancionado, pese a que al menos existía mayoría del radicalismo en Diputados. Decía en tal
sentido el diputado peronista Pedro Otero16: “tampoco las diputaciones radicales
concretaron en leyes los proyectos de Yrigoyen tendientes a que los territorios tuviesen
representación parlamentaria y legislaturas” (DSCD, 1955: 528)
También en 1955, el diputado peronista Ángel Miel Asquía 17 argumentaba:
en este recinto, en que la mayoría genuflexa de la Unión Cívica Radical pudo
haber sancionado entonces los respectivos proyectos de ley –ya que en el
Honorable Senado no tenían mayoría suficiente–, ni siquiera aprobaron una
sola iniciativa. Ha sido este movimiento peronista el que propugnó y propugna
la provincialización de los territorios” (DSCD, 1955: 436)
No obstante, los diputados radicales mantenían sus argumentos en torno a que la
iniciativa histórica de la provincialización era hija del radicalismo. Para ellos, el peronismo
únicamente estaba retomando algo iniciado décadas atrás por la UCR, pero (como veremos
más adelante) planteando una provincialización gradual y no total como había sido
propuesta por ellos en múltiples proyectos de diversos legisladores y del propio Poder
Ejecutivo.
Así lo expresaba el diputado radical Federico Monjardín 18 en el debate de 1951:
El radicalismo no fue, pues, indiferente en tan importante aspecto; hay
consecuencia en nuestra conducta. En las bases de acción política de la Unión
Cívica Radical, se dice que es propósito nuestro (...) [la] provincialización de
los territorios para incorporar su población al régimen representativo federal.
En el punto noveno de la plataforma de 1945, se establecía la provincialización
(...) de todos los territorios que estuvieran en la situación prevista por el
artículo 4° de la ley 1.532, y también la participación de los territorios en las
elecciones presidenciales. (DSCD, 1951: 1150).
16
Diputado por Capital Federal, Partido Peronista 1952-1955.
Diputado por Capital Federal, Partido Peronista 1952-1955.
18
Diputado por Buenos Aires, Unión Cívica Radical 1948-1952.
17
29
En igual sintonía argumentaba el radical Santiago Nudelman19 en la Cámara baja en
1953, subrayando la tradición del radicalismo en materia de provincialización:
Tenemos honrosa y noble tradición partidaria en materia de provincialización.
El primer proyecto, después de la ley Sáenz Peña, corresponde a Yrigoyen, en
el año 1919. En posteriores iniciativas Eduardo Giuffra, Saccone, Sammartino,
del Mazo, Maineri, Monjardín, Frondizi y Alende delinearon esa misma
posición y, en el año 1951, el talentoso diputado Monjardín, junto con Yadarola
y Pérez Martín, señalaron, en histórico debate, la justicia de la
provincialización que se propone (DSCD, 1953: 2442).
Asimismo, en el debate de 1955, el radicalismo nuevamente exhibió su historia afín a
la provincialización, y en este caso valiéndose de lo ocurrido en aras del debate
parlamentario de 1954 en torno a la sanción de una nueva Ley Orgánica de Territorios
nacionales que proponía el peronismo en reemplazo de la del año 1884. En esa ocasión, el
radicalismo reclamaba que en lugar de una nueva Ley de Territorios Nacionales, deberían
provincializarse esos territorios que aún no eran provincias: Formosa y los territorios de la
Patagonia. En este sentido, en dicha instancia, recordaba el diputado radical Oscar
Alende20:
esa tesis [la provincialización], por otra parte, fue reiteradamente sustentada en
este recinto por los diputados de la Unión Cívica Radical y les da razón y
efectiviza la verdad de sus reclamaciones en ocasión precisamente del debate
de mencionada ley 14.315 [nueva Ley Orgánica de territorios nacionales,
sancionada en 1954]. Fue hace casi un año; al despacho de la mayoría la
minoría opuso un despacho proponiendo la provincialización de todos los
territorios nacionales. Fuimos terminantes en nuestro pedido y en nuestra
definición; terminantes también en muchos aspectos que entonces negó el
oficialismo y que ahora recoge en este proyecto de ley (DSCD, 1955: 454)
¿Qué respondió la oposición respecto a la crítica del peronismo de que si bien elevaron
muchos proyectos, no provincializaron, pese a tener mayoría en Diputados? El radicalismo
argumentó que durante las presidencias de Yrigoyen y Alvear no se provincializaron los
territorios nacionales porque la UCR era un partido que dejaba que las instituciones
republicanas, en este caso el Congreso Nacional, tuvieran la independencia propia de una
democracia. Al respecto, en el debate de 1951 decía el diputado radical F. Monjardín:
19
20
Diputado por Capital Federal, Unión Cívica Radical 1952-1955.
Diputado por Buenos Aires, Unión Cívica Radical 1952-1955.
30
hace unos instantes se dijo aquí que mientras el radicalismo estuvo en el
gobierno, pudo sancionar, siquiera en esta Cámara, la ley [de
provincialización], y hasta implícitamente se dijo que el presidente Yrigoyen
pudo ejercer su influjo para que esta Cámara lo hiciera. Precisamente, porque
el entonces presidente de la República era un hombre respetuoso del libre juego
de las instituciones, se limitó a exhortar a la Cámara de Diputados, como
posteriormente exhortó al Senado –en el que nunca tuvo mayoría la Unión
Cívica Radical–, para que se sancionaran las grandes leyes que el país estaba
esperando (DSCD, 1951: 1150).
Frente a lo que los diputados peronistas calificaban como “inacción” del radicalismo
en materia de provincialización, ofrecían como contraste el presente de un gobierno capaz
de cumplir: el peronista. Por ejemplo, sostenía el delegado de Neuquén, Pedro San
Martín21:
hasta el advenimiento del justicialismo todo quedó en simples propuestas y en
anteproyectos, que fueron a parar a carpetas llenas de polvo y telarañas. Parecía
que para algunos grupos políticos de aquellas épocas nuestros territorios eran
simples colonias o factorías, (...) como si no fuesen partes vivas, partes
humanas de la patria (DSCD, 1953: 2441).
Asimismo, el delegado de Misiones, Octavio Ríos22 agregaba: “Perón es el primer
presidente argentino que hizo cumplir aquel postulado constitucional que dice que en esta
tierra no existen prerrogativas de nacimiento y que todos los argentinos son iguales, tanto
para el cumplimiento como para el ejercicio de sus derechos” (DSCD, 1953: 2454).
Por último, la delegada de Tierra del Fuego, Esther Fadul23, argumentaba:
Éste muy feliz acontecimiento [la provincialización] se realiza después de un
estancamiento institucional que duró sesenta y cinco años y en el que nos
mantuvo la insensibilidad promiscua de los gobernantes que no supieron
escuchar la expresión de legítimas aspiraciones ni reconocer el derecho
fundado en la realidad, desde el momento en que se dio Constitución en 1853
hasta el advenimiento del peronismo (DSCD, 1955: 440).
b) denuncias de la oposición
Es notable la cantidad de desviaciones de tema que realizó la oposición en ocasión de
los debates parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales. No
sólo criticaron y objetaron el proyecto de provincialización del peronismo, sino que
21
Delegado por el territorio nacional de Neuquén, Partido Peronista 1952-1955.
Delegado por Misiones, Partido Peronista 1952-1955.
23
Delegada por Tierra del Fuego, Partido Peronista 1952-1955.
22
31
además los diputados de la oposición aprovecharon su intervención en el Congreso
Nacional para hacer denuncias al partido mayoritario sobre temas ajenos a la
provincialización. A tal punto esto fue así, que en los distintos debates (aunque con mayor
énfasis en el producido en 1955), en varios momentos los legisladores peronistas y el
presidente de turno de la Cámara de Diputados se vieron obligados a solicitar a la
oposición que volviera a la cuestión de la provincialización.
En este sentido, creemos que este comportamiento de la oposición se debe a que para
ellos el parlamento era un lugar desde donde obtener visibilidad nacional para disputarle al
peronismo poder o al menos legitimidad frente a la sociedad civil. En este sentido,
sostenemos que al menos en el caso de la discusión parlamentaria en torno a la
provincialización de los territorios nacionales, debiéramos reconsiderar la idea de
Sebastiani (2005), según la cual, a partir de la reforma constitucional de 1949, el Congreso
Nacional dejó de ser para la oposición un lugar desde donde llevar adelante estrategias de
control y/o disputa al peronismo.
En este sentido, en el debate de 1955, decía el diputado radical O. Alende: “nuestro
partido nos manda aquí, no como diputados de un régimen normal, sino para utilizar un
medio de lucha más por la restauración, por lo menos, de la democracia en la República”
(DSCD, 1955: 460).
Así, vemos que en los ánimos de los legisladores de la oposición estaba aún presente
en esos años una impronta de luchar contra el peronismo en la arena provista por las
instituciones democráticas. El radicalismo, máximo exponente de la oposición hasta 1951
y único partido opositor desde las elecciones legislativas de ese año 24, participó
activamente de los debates, pese a ser minoría, y aprovechó al máximo a sus oradores
parlamentarios para intentar imponer sus intereses institucionales y al mismo tiempo,
haciendo paréntesis en su defensa de un proyecto de provincialización distinto al del
peronismo, denunció los manejos del partido de gobierno a nivel nacional.
Por ejemplo, los diputados radicales aprovechaban sus intervenciones en los debates
por las provincializaciones para denunciar lo que consideran ataques del peronismo contra
la libertad de expresión y libertades personales de figuras opositoras; criticaban además los
24
Ver anexo II.
32
rumores de contratos petroleros que el peronismo estaba llevando a cabo con empresas
extranjeras, señalaban lo que consideraban similitudes del peronismo con los totalitarismos
y fascismos europeos. También los diputados de los partidos opositores señalaron aspectos
que consideraban antidemocráticos en la puesta en práctica de las provincializaciones,
como el caso de las Constituciones Provinciales de las provincias Eva Perón y Presidente
Perón, otrora La Pampa y Chaco. Asimismo, no escapó de la crítica de la oposición lo que
consideraban el avasallamiento del peronismo sobre las instituciones republicanas, como
las Cortes de Justicia.
Así, por caso, respecto a los recursos naturales, en especial el petróleo, muchos
opositores hicieron señalamientos polémicos. En el debate de 1955, el diputado radical O.
Alende aseguró que “en este proceso no sólo se brindan episodios políticos como el
presente, sino que se ofrecen hechos como el de la entrega del petróleo, de la explotación
siderúrgica, de las energías hidroeléctricas y termoeléctricas al capital norteamericano”
(DSCD, 1955: 458). También en el debate de 1955, el diputado radical Mauricio Yadarola 25
hacía mención de dicha cuestión:
pero como un sarcasmo, que pone una nota de dolor en este espectáculo
promisorio, la nueva provincia de Santa Cruz, en el instante en mismo en que
adquiere su autonomía política y administrativa, quedará convertida en una
mera dependencia de una empresa extranjera, la Compañía California
Argentina de petróleo, a la cual se le entregará la soberanía de la casi totalidad
del territorio. (...) El artículo 9° del contrato sobre petróleo que pronto
considerará esta Cámara, entrega a una empresa foránea la explotación de la
riqueza argentina en esa zona privilegiada (DSCD, 1955: 473).
Por otro lado, en 1951, F. Monjardín señalaba uno de los inconvenientes que trajo el
IAPI a la economía nacional, afectando negativamente al sector del campo:
en esta nueva desviación del tema de mi discurso quiero señalar que estamos
asistiendo a un éxodo de extraordinaria gravedad. Es el éxodo campesino. (...)
De un hombre de campo, de un chacarero, se puede hacer en muy breve tiempo
un hombre de ciudad o un obrero de la industria, sin que llegue a ser un fino
obrero especializado; pero no es fácil de un hombre de la ciudad o de un obrero
de la industria hacer un campesino (DSCD, 1951: 1160).
Otra de las denuncias reiteradas de la oposición tenía que ver con la relación directa
que, sostenían, existía entre peronismo y el fascismo. Por ejemplo, decía O. Alende en el
25
Diputado por Córdoba, Unión Cívica Radical 1952-1955.
33
debate de 1955: “en la Cámara fascista había lo que se llamaba una ‘patrulleta de la punta’;
parece que aquí se la imita, para molestar a los diputados de la oposición” (DSCD, 1955:
460). También en 1955, expresó el diputado radical Carlos Perette26:
ese es el panorama: jueces, gobernantes, prensa, radio, derecho de reunión,
todo está sometido a la égida exclusiva del peronismo, que no admite que
haya escuelas para los argentinos, universidades para los argentinos, derecho
de reunión para todos, radio para la oposición; ni que haya libertad de
controversia, que es lo que fecundiza a la acción y engrandece a los pueblos
(DSCD, 1955: 541).
En una tónica similar de denuncia ante tintes que consideraban fascistas del peronismo,
O. Alende agregó en su discurso en el debate de 1955:
para el cumplimiento pleno de la democracia, debe haber en el país libertad de
información para el pueblo, porque sin ella los comicios son falsos. Debe
haber libertad de expresión, para que el pueblo pueda elegir en conocimiento y
en libertad. Sólo con el cumplimiento de estos principios –que no rigen
actualmente en la República– se puede hablar a boca llena de democracia y
libertad (DSCD, 1955: 459).
También en referencia a la asociación que la oposición hacía entre peronismo y
fascismo, hubo abundantes menciones de los legisladores sobre las Constituciones
Provinciales de las flamantes provincias Eva Perón y Presidente Perón. La oposición
identificaba rasgos de corporativismo en dichas constituciones, especialmente en la del ex
territorio de Chaco, ya que en ella, por ejemplo, se establecía el voto desdoblado para las
elecciones legislativas: la mitad de los representantes eran elegidos por el pueblo, mientras
que la otra mitad lo era por los pertenecientes a asociaciones profesionales, los gremios 27.
En este sentido, decía M. Yadarola en el debate de 1955:
26
Diputado por Entre Ríos, Unión Cívica Radical 1952-1955.
Al respecto, decía el artículo 33 de la Constitución de la provincia Presidente Perón: “El Poder Legislativo
se ejercerá por una Cámara de Representantes cuyo número será de uno por cada catorce mil quinientos
habitantes o fracción que no baje de siete mil quinientas. Después de la realización de cada censo general, la
Legislatura fijará la representación con arreglo a aquél, pudiendo aumentar, pero no disminuir el número de
legisladores. La mitad de la representación será elegida por el pueblo de la provincia, dividida ésta en tantas
circunscripciones como número de legisladores componga esa mitad. La otra mitad de los representantes será
elegida por los ciudadanos que pertenezcan a las entidades profesionales que se rigen por la ley nacional de
asociaciones profesionales, debiendo estar integrada la lista de candidatos con miembros de dichas entidades,
dividida igualmente la provincia en tantas circunscripciones como número de legisladores compongan esa
mitad”. Otro de los aspecto de dicha Constitución que eran leídos como corporativista por la oposición era el
inicio del preámbulo, donde en lugar de decir “nos los representantes del pueblo”, como lo dice el preámbulo
de la Constitución Nacional, allí decía “nos los representantes del pueblo trabajador”.
27
34
deseamos y aspiramos a que las cinco nuevas provincias que van a surgir en
virtud de esta ley, se dicten constituciones libre, democráticas y republicanas;
que no vuelva el país a tener que soportar el humillante espectáculo de una
provincia que se constituye bajo la forma de un sistema extranjerizante como
es el sistema corporativo consagrado en la Constitución del Chaco, hoy
provincia de Presidente Perón (DSCD, 1955: 472).
También en el debate de 1953 hubo referencias críticas de la oposición a las
Constituciones de las provincias Eva Perón y Presidente Perón. En ese caso, correspondió a
S. Nudelman encargarse de llevar el tema al recinto legislativo:
La Constitución provincial sancionada para el ex territorio de La Pampa, lo
mismo que la del ex territorio del Chaco; para los cuales oportunamente
solicitáramos la garantía federal, contiene disposiciones que queremos evitar se
incluyan en la constitución de la nueva provincia de Misiones, desde que, como
ya lo hemos dicho, se subvierte la forma republicana de gobierno, en cuanto, en
materia de justicia, sanciona diferenciaciones a favor de algunos grupos
sociales frente a una misma situación y se establecen prerrogativas y fueros
personales que nada tienen que ver con la defensa legítima de los intereses
obreros, pero que repugnan a la Constitución Nacional, a la que deben
conformarse las constituciones provinciales para que se les reconozca validez
(DSCD, 1953: 2446).
Por último, la oposición también aprovechó los debates parlamentarios de la
provincialización de los territorios nacionales para denunciar lo que consideraban
avasallamiento del peronismo sobre las instituciones republicanas. Así, en el debate de
1955, reclamaba el diputado M. Yadarola:
deseamos que cuando se organice el Poder Judicial en las nuevas provincias no
haya nadie que se anime a decir que, para pertenecer a la justicia debe estar a
tono con la Doctrina Nacional Justicialista, como lo ha establecido el
interventor federal del Poder Judicial de Córdoba, un miembro de la Corte de
Justicia de la Nación. (...) Deseamos que la justicia no tenga que ser
simbolizada con los ojos abiertos, para darle todo al peronista y quitarle todo al
opositor (DSCD, 1955: 473).
El diputado C. Perette también denunciaba al respecto, en estos términos:
queremos que los jueces de las nuevas provincias tengan la independencia y la
autonomía que merecen. No olvidemos que sin jueces no hay propiedad, ni
libertad ni honra posible para los hombres (...). La independencia del Poder
Judicial está seriamente castigada. Tengo aquí la prueba de si hubo jueces que,
35
obligados a afiliarse al peronismo, renunciaron a sus cargos, hubo otros que
expresaron su adhesión incondicional a las autoridades del Partido Peronista, lo
que niega toda posibilidad de una justicia imparcial y con garantías para todos
(DSCD, 1955: 541).
Así, el reclamo de la oposición se centraba en las libertades personales y civiles, y en la
independencia de los distintos Poderes de la Nación frente al Poder Ejecutivo.
c) Artículos de los proyectos
En lo que respecta a la dinámica propia de la provincialización, las discusiones entre el
oficialismo y la oposición giraron alrededor de los distintos artículos de los proyectos
presentados por el peronismo. La oposición utilizó una táctica similar en los tres debates
(1951, 1953, 1955): aceptar el despacho general de la mayoría, atacando determinados
artículos, al tiempo que, una vez que se discutía en el recinto, proponían nuevos artículos
redactados por ellos en reemplazo.
Varios artículos generaron una acalorada y persistente discusión entre peronistas y
diputados de los partidos opositores. Entre ellos: el alcance de la provincialización, el tipo
de votación que se realizaría en la elección de convencionales, los requisitos para ser
elegido convencional, el tiempo que tardaría en enviar representantes al Congreso Nacional
la nueva provincia, la cantidad de convencionales que serán electos para la sanción de la
Constitución provincial.
En vinculación con la estrategia utilizada por la oposición en el debate de 1953 el
diputado radical Oscar Santucho 28 explicaba:
tal es el sentido de nuestro voto al no formular despacho en general y
adherirnos al de la mayoría (...). Pero no hemos podido prestar nuestro
asentimiento total, pues la ley proyectada en su contexto general no ha sabido
elevarse a la altura del acontecimiento que consagra. (...) Por eso es que
hemos formulado nuestra disidencia parcial (DSCD, 1953: 2438).
Similares palabras ofrecía dos años más tarde en el tratamiento en el Congreso el
diputado radical O. Alende: “voy a referirme brevemente a las modificaciones que
proponemos al despacho. Como no podía ser menos, nosotros hemos de votarlo por la
28
Diputado por Córdoba, Unión Cívica Radical 1952-1955.
36
afirmativa, aunque desde ya advierto que nuestros compañeros de sector (...), señalarán
nuestra discrepancia en algunos aspectos formales” (DSCD, 1955: 458).
Uno de los mayores debates sobre los artículos de los proyectos de provincialización
tuvo que ver con lo relacionado a la elección de convencionales: quién podría ser
candidato, de qué forma serían elegidos, cuántos serían electos para la tarea de diseñar la
Constitución Provincial.
En el proyecto de provincialización de 1951, al igual que en el de 1953, el proyecto
oficial estipulaba que para ser convencional se debía ser argentino nativo, lo que dejaba sin
posibilidades a los extranjeros nacionalizados. Esto fue muy criticado por la oposición, ya
que consideraban un agravio excluir a extranjeros naturalizados, que sí estaban habilitados
constitucionalmente para ser diputados. Al respecto, reclamaba el diputado radical Julio
Vanasco29: “¿por qué excluirlos siendo que han hecho tantos sacrificios, que han expuestos
sus vidas para ir a luchar en monte contra todas las inclemencias? Si pueden ser diputados,
¿por qué no pueden ser convencionales? (...) ¿por qué, pues, hacer la diferenciación odiosa
entre ciudadanos nativos y naturalizados? (DSCD, 1951: 1179). Mientras que en el debate
de 1953, el diputado radical O. Santucho argumentaba que “hemos tenido que apartarnos
del proyecto en cuanto a las condiciones de elegibilidad exigidas. Si para ser diputado
nacional no se exige el requisito de la ciudadanía nativa, nos parece irritante reclamarla
para la designación de convencional constituyente” (DSCD, 1953: 2439). En ambos
debates, la oposición citó como ejemplos de extranjeros que dieron vitales servicios a la
Patria, a Guillermo Brown y Federico Brandsen, mientras que el peronismo justificó su
proyecto de excluir a los extranjeros de las convenciones argumentando, en palabras de E.
Colom, que era “un sano sentimiento nacionalista”.
La forma de elegir a los convencionales también fue asunto de debate entre peronismo
y los representantes de los partidos de la oposición, ya que en los proyectos del peronismo
se establecía que la elección de convencionales se haría dividiendo a la nueva provincia en
tantos distritos electorales como convencionales se eligieran, obteniendo en cada distrito un
convencional por la mayoría. Esto fue discutido ampliamente en el debate de 1951, pero fue
un punto exacerbado en los debates de 1953 y 1955. Esto se debió a que por la forma de
29
Diputado por Corrientes, Unión Cívica Radical Antipersonalista 1946-1952.
37
votación establecida, (voto por mayoría) la minoría tenía menos chances de obtener
convencionales, de modo que quedarían fuera del armado de la Constitución Provincial.
Esto sucedió en el caso de La Pampa y Chaco, donde la oposición no obtuvo ningún
convencional y la Constitución resultante fue para ellos de corte corporativista, como
explicamos anteriormente.
Así, en los debates de 1953 y 1955, esa fue una cuestión de vital discusión para la
oposición. Lo que proponían los diputados de los partidos opositores era que la votación
fuera traducida en convencionales no por regla de la mayoría sino por proporcionalidad
(Abal Medina, 2010) y con la provincia como distrito único. De esa forma, la oposición
creía que podría obtener aunque sea una mínima cantidad de convencionales y evitar
nuevamente resultados como los de La Pampa y Chaco donde no logró representación. Al
respecto, argumentaba O. Santucho:
mucho hemos vacilado con respecto al sistema que debe ser preferido para la
elección de los convencionales. La representación proporcional es la que más
se ajusta a la verdad del sistema representativo. (...) En acto tan trascendental,
debe procurarse la concurrencia de todas las opiniones, de todos los núcleos
políticos organizados y aspirarse a que la norma fundamental que se dicte sea
resultado de la concurrencia de todas las ideas y de todos los intereses (DSCD,
1953: 2439).
Otro diputado radical, Emilio Ravignani30, afirmaba también en esos términos:
“Sostenemos, constitucionalmente, el sistema proporcional, (...) creemos que esa válvula
que significa el escape de las fuerzas de opinión daría más solidaridad entre todos los
habitantes que conforman ese territorio” (DSCD, 1953: 2428).
En el debate de 1955, su correligionario, el legislador O. Alende hizo un pedido
similar: “En el artículo 4° insistimos sobre una auténtica representación de la minoría. El
proyecto de la mayoría también reconoce la representación minoritaria, pero entendemos
nosotros que (...) deben corresponder un tercio [de los 18 convencionales], al partido que
por orden de lista siga en número de votos al de la mayoría” (DSCD, 1955: 458).
La oposición también argumentó, como estrategia para poder tener representación en
las convenciones constituyentes de las nuevas provincias, que la cantidad de
convencionales estipulados era escasa. Con sistema ya no de mayoría sino de
30
Diputado por Capital Federal, Unión Cívica Radical 1952-1955.
38
representación proporcional, y con más cantidad de convencionales a elegir, la oposición
pensaba que tendría mayor representación en las convenciones constituyentes. En el debate
de 1951, el diputado conservador Reynaldo Pastor31 se encargó de señalar la escasa
proporción de convencionales:
por el artículo 5° del proyecto se establece que elegirán quince convencionales
para constituir los cuerpos constituyentes de cada uno de los territorios
provincializados; vale decir que Chaco, con 455.000 habitantes (...) y La
Pampa con 169.000 habitantes, tendrá[n] una convención constituyente
compuesta por quince ciudadanos. De modo que no habrá proporcionalidad en
esa representación. Esas pequeñas asambleas, por más que estén integradas
por personas muy expectables y muy calificadas, van a dar la sensación de un
pequeño comité (DSCD, 1951: 1174).
En la discusión de 1953, el diputado O. Santucho señaló que una de las modificaciones
propuestas al proyecto oficial por el radicalismo era aumentar la cantidad de
convencionales para Misiones:
nos ha parecido, pues, que la duplicación del número de los convencionales,
sin constituir una asamblea demasiado numerosa, dará lugar para la
concurrencia de mayor ilustración a fin de que la constitución misionera sea
un ejemplo y al mismo tiempo una reacción contra los perniciosos ejemplos
de las constituciones de los ex territorios de Chaco y La Pampa (DSCD, 1953:
2439).
Otra cuestión que estuvo presente en las discusiones de todos los proyectos, fue el
artículo que hacía referencia a la compatibilidad entre los cargos de convencional y
cualquier otro poder de la Nación. Este punto estuvo presente en los tres proyectos de
provincialización, y en los tres casos la oposición brindó una férrea resistencia, ya que
consideraba que si era electo convencional alguien que ya era empleado del Estado, no
actuaría con total libertad. En el debate de 1951, R. Pastor señalaba que:
el artículo 7° del proyecto declara compatible el cargo de constituyente con el
de cualquier miembro de los poderes de la Nación, es decir que pueden ser
miembros de esas convenciones constituyentes todos los funcionarios o
empleados nacionales (...). Esta especie de cordón umbilical entre la
convención constituyente de las provincias nacientes y los poderes públicos de
la Nación puede ser motivo de vinculaciones y de obligaciones que no
resulten convenientes para el libre desempeño de esas funciones (DSCD,
1951: 1175).
31
Diputado por San Luis, Partido Demócrata Nacional 1948-1952.
39
Similar argumentación vertió en el recinto legislativo el diputado radical O. Santucho:
tampoco hemos coincidido con el despacho de la mayoría en cuanto reclama
expresamente que el cargo de convencional es compatible con el de miembro
de cualquiera de los poderes de la Nación. (...) El convencional debe gozar de
plena independencia y debe actuar en un acto esencial para la formación del
Estado, por lo que resulta inconveniente su desempeño por personas que
deben contraerse a las funciones que desempeñen dentro de los poderes del
Estado nacional (DSCD, 1953: 2439-40).
Por último, uno de los puntos de mayor conflicto entre el peronismo y la oposición en
los debates fue el alcance de la provincialización. La idea que puso en práctica el
peronismo fue la de llevar a cabo una provincialización gradual: primero La Pampa y
Chaco, luego Misiones, y finalmente Formosa y los territorios de la Patagonia. En
contraste, la oposición exigió con gran ímpetu en insistencia (especialmente en 1951) una
provincialización extensiva a todos los territorios nacionales.
En el debate de 1951, la mayor discusión radicó en que la propuesta del proyecto
oficial establecía la provincialización gradual, comenzando por La Pampa y Chaco,
mientras que la oposición reclamaba la provincialización extensiva a todos los territorios
nacionales, o al menos aquellos que superasen los 60 mil habitantes (de esa forma, sólo
quedarían sin provincializar Santa Cruz y Tierra del Fuego). Al respecto, decía el diputado
radical F. Monjardín: “ya he dicho varias veces en mi exposición que estamos de acuerdo,
que en buena hora venga la provincialización de dos territorios, pero lamentamos que esa
medida no se haga extensiva” (DSCD, 1951: 1166) y “yo estoy fundando una disidencia
que se refiere al artículo 1°, fundamental de esta ley (...). Sostenemos que esta ley no puede
circunscribirse a dos territorios, sino que debe extenderse a todos.” (DSCD, 1951: 1161).
Asimismo, en el debate de 1953, dedicado a la provincialización de Misiones, surgió
nuevamente por parte de la oposición el tema de la extensión de la provincialización al
resto de los territorios nacionales. No obstante, en ese caso, la exigencia de la oposición fue
más moderada en comparación al debate de 1951, donde casi toda la discusión se centró en
ese punto. En 1953, argumentaba el diputado radical S. Nudelman: “pero al apoyarlo [al
proyecto oficial] quiero también dejar constancia de nuestra aspiración para que, cuanto
antes, como lo proyectara, sean convertidos en provincias los territorios de Formosa, Río
40
Negros, Neuquén y Chubut, que se encuentran constitucionalmente con el mismo derecho
para orientar y dirigir sus propios destinos” (DSCD, 1953: 2442).
La oposición basó sus argumentos a favor de una provincialización extensiva en lo
establecido por la Ley 1.532 Orgánica de Territorios Nacionales, que establecía 60 mil
habitantes como condición suficiente y necesaria para que un territorio fuera convertido en
provincia. En cambio, el peronismo proponía una provincialización gradual, sosteniendo
que la conmoción a nivel nacional producto de incorporar nueve nuevas provincias al
mismo tiempo sería contraproducente.
IV. Consideraciones finales
Si bien la oposición tuvo, conforme avanzaban los años del peronismo en el gobierno,
cada vez menor representación en el Congreso Nacional, creemos que así y todo insistió en
una estrategia que le permitiera cierto control del Poder Ejecutivo. Esto obedeció, por un
lado, a la decisión férrea de los diputados de los partidos de la oposición que rechazaron
aceptar las propuestas del oficialismo sin una discusión detenida. Y, por otra parte, se vio
estimulado por un clima político de controversia que contrarrestaba cualquier intento de
uniformidad política al que aspirara el oficialismo.
Por esta razón, respecto a la periodización ofrecida por Sebastiani (2005), creemos que
a partir de este análisis puede ser matizada, ya que vimos que luego de 1951 los diputados
de la oposición, al menos en la discusión parlamentaria en torno a la provincialización de
los territorios nacionales, siguió aprovechando el espacio parlamentario para denunciar al
partido de gobierno respecto a los proyectos de provincialización en general y la política
peronista en general.
Si bien la oposición se encontraba en franca minoría frente al peronismo en la Cámara
de Diputados Nacionales, al oficialismo no le resultó fácil aprobar sus proyectos de
provincialización ante la oposición. Debió sesionar varios días hasta altas horas de la noche
cada uno de los proyectos de provincialización, además de tener que responder los distintos
cuestionamientos que le realizaron los legisladores pertenecientes a los otros partidos
políticos.
Como vimos, varios fueron los puntos de los proyectos de provincialización que
significaron un elevado nivel de discusión entre el peronismo y sus opositores
41
parlamentarios. El tipo de votación a realizarse en las nuevas provincias, qué partido podía
arrogarse el título de padre de la provincialización, y el alcance de la provincialización,
fueron los puntos de mayor conflicto.
No obstante, cabe preguntarse sobre el punto más discutido: el alcance de la
provincialización, esto es, si debía realizarse una provincialización gradual como proponía
el peronismo o una provincialización extensiva como objetaba la oposición: ¿cuáles eran
los fundamentos de la decisión del oficialismo a favor de una provincialización gradual y la
oposición argumentando la necesidad de una provincialización extensiva? ¿Por qué la
oposición se opuso tan tenazmente a la gradualidad propuesta por el peronismo? ¿Por qué
el peronismo no aceptó provincializar más territorios en los proyectos de 1951 y 1953?
¿El conflicto entre el peronismo y la oposición se basó en el juego de rechazar la
legislación proveniente del partido contrario? Nosotros creemos que si bien no es posible
negar que seguramente esta cuestión tuviera cierta incidencia, estimamos más importante
aún el problema de algunas diferencias conceptuales sustantivas y su puesta en práctica,
entre el peronismo y la oposición. Diferencias que llevaban como corolario que la
oposición se preocupara por una provincialización extensiva, mientras que el peronismo por
una gradual. Estas distintas concepciones, sostenemos, fueron las que diferenciaron al
peronismo y los miembros de la oposición en la discusión parlamentaria en torno a la
provincialización de los territorios nacionales. Creemos que ellos definieron de distinto
modo a la ciudadanía y al federalismo, conceptos que influyeron en su cosmovisión sobre
la forma de incorporación de los territorios como provincias autónomas al escenario
nacional. Estas diferentes concepciones son las que analizaremos en los siguientes
capítulos.
42
CAPÍTULO II
Ciudadanía política y ciudadanía social durante el peronismo clásico
En el presente capítulo, examinaremos las concepciones de ciudadanía esbozadas por
los representantes del peronismo y de la oposición32 en ocasión de los debates
parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales. Como
mencionábamos anteriormente, para entender las relaciones conflictivas entre el peronismo
y los partidos de la oposición en dichos debates, nos parece vital remarcar que entre ellos
había diferencias sustantivas de fondo. Aquí sostenemos que fueron esas diferencias de
fondo más que el clásico juego de rechazar legislación proveniente del bloque partidario
contrario y/o que modifique el status quo, lo que explica que los debates parlamentarios en
torno a la provincialización de los territorios nacionales hayan sido tan reñidos. Esas
diferencias sustantivas entre el peronismo y la oposición que trabajaremos en estas páginas
son las relacionadas con qué entiendía cada uno respecto a la ciudadanía.
En la primera parte del capítulo, nos abocaremos a sintetizar las posiciones de la
literatura especializada sobre el concepto de ciudadanía en general y la ciudadanía durante
el peronismo en particular, señalando los aportes que nos parecen iluminadores para
nuestro estudio y cuál sería nuestra contribución a estos temas ya clásicos en la literatura
histórica. En segundo lugar, ilustraremos la disquisición teórica acerca de la ciudadanía con
el análisis de los diarios de sesiones parlamentarias en torno a la provincialización de los
territorios nacionales. En este sentido, la organización interna del capítulo tendrá un eje
cronológico, es decir, presentaremos los debates parlamentarios en los cuales se
provincializaron la totalidad de los territorios nacionales: en 1951 La Pampa y Chaco, en
1953 Misiones, y finalmente en 1955 Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y
Tierra del Fuego. De esa forma, intentaremos mostrar qué noción de ciudadanía estaba de
32
Cuando decimos ‘oposición’ nos referimos a todos los partidos políticos no-peronistas con representación
parlamentaria. Como señala M. Sebastiani (2005), el partido de la oposición con mayor representación en el
Congreso Nacional en los años del peronismo clásico, era la UCR.
43
fondo en los argumentos del peronismo y la oposición, y cómo esas nociones distintas e
incluso opuestas, sirvieron a estos bloques para argumentar por qué sí o por qué no debían
aprobarse los proyectos de provincialización presentados por el peronismo. Por último,
haremos unas breves consideraciones finales sobre las cuestiones aquí trabajadas.
I. Replanteos en torno a la ciudadanía
En los debates sobre el concepto de ciudadanía, nos resultan iluminadores estudios
como las célebres conferencias de T. Marshall en 1949, Ciudadanía y Clase Social, donde
distinguía etapas claramente delimitadas en la conquista de los derechos de ciudadanía:
primero, el elemento civil de la ciudadanía en el siglo XVIII, luego los derechos políticos
en el siglo XIX, y por últimos los elementos sociales de la ciudadanía en el siglo XX. Este
estudio pionero sobre la ciudadanía hegemonizó el debate sobre el tema durante gran parte
de la segunda mitad del siglo XX, pero sus argumentos luego fueron revisados y matizados,
por ejemplo en Giddens (1996), Kymlicka (2002), Rosanvallon (1999), Peyrou, (2002),
entre otros. Las principales críticas a Marshall giraron en torno al etapismo que planteó, ya
que ese camino lineal y unidireccional que presentó a partir del caso inglés, no se ajusta a
las realidades de otras regiones; asimismo, se le criticó no diferenciar entre derechos
individuales y colectivos dentro de la ciudadanía civil, al tiempo que no distinguía los
distintos momentos en que se adquirieron derechos de educación y prestaciones
económicas dentro de la ciudadanía social.
También nos interesan aquí miradas como la de P. Rosanvallon (1999), quien analiza
la historia del sufragio universal desde tres tipos de historia: una historia jurídicoinstitucional, una epistemológica, y una cultural. La primera de ellas remite para el autor a
la historia del sufragio como objetivo social, la lucha por su reconocimiento. Este abordaje
no lo utilizaremos aquí, ya que no resulta adecuado para los objetivos de este estudio, y a su
vez requeriría de una investigación con otros archivos y de largo alcance y supondría,
finalmente, una revisión profunda de cierto consenso que prima en la literatura en torno a la
provincialización. Como señalan Alonso (2010), Ruffini (2006) y Rosciani (2001), entre
otros, la provincialización no fue tanto un reclamo hecho desde los territorios, sino más
bien una implementación “desde arriba”. Estos investigadores señalan que si bien había
sectores que históricamente reclamaban por la provincialización, la mayoría de los actores
44
territorianos veían como un perjuicio el convertirse en provincia, ya que implicaría
solventarse autónomamente, abandonando una situación favorable en la que el Estado
Central se hacía cargo administrativa y económicamente de los territorios. La segunda
dimensión de la historia que analiza Rosanvallon es una en clave epistemológica, en el
sentido de ver cómo se conceptualizó el reconocimiento del sufragio y, muy especialmente,
el reconocimiento de la validez del sufragio universal como procedimiento óptimo de la
toma de decisiones. En este capítulo seguiremos esta línea de análisis, ya que nos
centraremos en las discusiones parlamentarias en torno a los proyectos de
provincialización, no con una preocupación sobre aquellos aspectos que se derivan tan solo
de la competencia partidaria y electoral de ese proceso político, sino atentos a las
discusiones de fondo respecto a las nociones de ciudadanía defendidas por el peronismo y
la oposición. La tercera dimensión de la historia que presenta Rosanvallon es la cultural,
observando a las elecciones una vez que el sufragio universal penetró en las costumbres.
Esta es una mirada muy interesante, que podríamos llevar adelante en estudios posteriores.
A su vez, la literatura histórica sobre Argentina se ha hecho eco de estas reflexiones y
discusiones sobre la ciudadanía. La preocupación por renovar la historia política y el
notable desarrollo de los estudios sobre el peronismo clásico confluyeron para
problematizar los significados de la ciudadanía en los años peronistas. Dado el énfasis del
peronismo en los derechos sociales, analizar las concepciones de la ciudadanía social fue el
objetivo de trabajos bien conocidos (Torre y Pastoriza, 2002; James, 2010). No obstante,
más recientemente, los historiadores han pasado a ocuparse y debatir el modo en que el
peronismo concibió la ciudadanía política.
Al respecto, podemos reconocer dos interpretaciones, desde los abordajes teóricos
propuestos por P. Rosanvallon, por un lado, autores como Privitellio (2011) y Ajmechet
(2012), quienes entienden que la ciudadanía durante el peronismo rompió el anterior ideal
de individuo-elector, una conceptualización que estaba presente en la ley Sanz Peña de
1912, para reemplazarla por una idea de individuo pasivo, que respondiera a la voluntad del
líder, un individuo que no escapara de los lineamientos de la comunidad organizada. En fin,
para esta corriente, una comunidad organizada para la continuidad del líder en el poder sin
ningún contrapeso.
45
Reconocemos otra corriente que estudia la ciudadanía en las historiadoras que se han
ocupado de los derechos políticos femeninos, que como se sabe, fueron aprobados en los
primeros años del primer gobierno de J. Perón, en 1947. Apelando a distintos abordajes
teóricos, autoras como A. Valobra (2010), S. Palermo (1998), D. Barrancos (2002), C.
Barry (2011), han arrojado luz sobre estrategias de integración de las mujeres a la política
partidaria y de incorporación a las instituciones republicanas.
Nuestro estudio retoma este interés por la ciudadanía en tiempos del peronismo clásico,
por su dimensión tanto social como política y busca explorar cómo oficialismo y oposición
conceptualizaron al ciudadano/a, y a su vez, iluminar cambios y continuidades con
conceptualizaciones previas. Para ello, analizaremos los debates parlamentarios en la
Cámara de Diputados Nacionales en torno a la provincialización de los territorios
nacionales, ya que en dichos debates el peronismo y la oposición justificaron sus propuestas
de provincialización con argumentos en los que identificamos distintas nociones de
ciudadanía.
En este capítulo intentaremos mostrar que en los distintos debates parlamentarios
donde se trataron los proyectos por los cuales se provincializaron la totalidad de los
territorios nacionales, los argumentos del peronismo y la oposición, a favor o en contra de
dichos proyectos, se diferenciaron por esgrimir en el fondo nociones distintas e incluso
contrapuestas de ciudadanía. Así, a lo largo del capítulo, intentaremos rastrear aquellos
elementos presentes en los argumentos de los parlamentarios donde podamos esclarecer
esas nociones de ciudadanía que consideramos fundamentales para entender los argumentos
del peronismo y la oposición a favor o en contra de determinados proyectos de
provincialización.
Antes de comenzar, cabe hacer una breve aclaración sobre las modalidades
constitucionales para sancionar leyes en la Argentina de los años peronistas. A partir de la
Constitución Nacional de 1949, la Cámara de Diputados tuvo potestad para emitir
proyectos de ley que luego pasaran a la Cámara de Senadores para completar su
aprobación. Hasta el momento, solamente el Poder Ejecutivo Nacional y el Senado podían
emitir proyectos de ley. Cada una de las Cámaras, desde la reforma constitucional de 1949,
da media sanción al proyecto que presenta y es la otra Cámara la que termina de sancionar
el proyecto o enviarlo nuevamente con modificaciones a la Cámara original. Una vez
46
aprobado el proyecto en el Congreso, el Poder Ejecutivo Nacional tiene poder de veto sobre
él.
En nuestro caso de análisis, cabe mencionar que estos proyectos de provincialización
respondieron a la iniciativa del oficialismo, ya fuera como resultado de la acción del
ejecutivo y sus colaboradores o bien de los legisladores peronistas: el de 1951 fue originado
en el Senado a raíz de una carta enviada por Eva Perón peticionando la provincialización de
La Pampa y Chaco. Luego el Senado diseñó y aprobó por unanimidad un proyecto de
provincialización de lo que serían dichas provincias, el cual pasó a la Cámara de Diputados
y fue finalmente aprobado. En 1953, el presidente Juan Domingo Perón envió un proyecto
de ley de provincialización de Misiones a la Cámara de Diputados. Una vez aprobado en
esa Cámara, el proyecto pasó al Senado, donde fue aprobado. Por último, en 1955, también
fue el presidente Juan Domingo Perón quien envió un proyecto de provincialización del
resto de los territorios nacionales (Formosa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y
Tierra del Fuego). En ese caso el presidente envió el proyecto a la Cámara de Senadores,
una vez aprobado allí pasó a Diputados, donde se lo revisó y envío con modificaciones
nuevamente al Senado. Allí se aceptaron las modificaciones y finalmente fue aprobado.
De esa manera, en el curso de los años 1951-1955, el peronismo llevó a cabo la
monumental tarea de provincializar todos los territorios nacionales, un proceso complejo y
con consecuencias que no podían preverse de antemano, motivo que frenó anteriores
intentos de administraciones radicales y conservadoras. No obstante, a pesar de haberse
aprobado las leyes de provincialización de la totalidad de los territorios, la última tanda de
provincializaciones, esto es la del año 1955 –que contemplaba Formosa, Neuquén, Río
Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego–, no se hizo efectiva, a raíz del golpe de
Estado de septiembre de 1955. Fue recién bajo la presidencia de Frondizi que los territorios
provincializados en último lugar se organizaron finalmente como provincias (salvo Tierra
del Fuego, que recién se provincializó en 1990), sancionando sus constituciones
provinciales y eligiendo gobernadores mediante sufragio universal. En este sentido, el
avance de la organización provincial de los territorios no quedó exento de la inestabilidad
política que caracterizaría al país en la segunda mitad del siglo XX.
En este capítulo, a partir de nuestro interés por la cuestión de la ciudadanía, hemos
podido descubrir en nuestra investigación que la discusión en torno a los derechos políticos
47
de los habitantes de los territorios nacionales no estuvo totalmente subsumida en los
debates sobre la provincialización. Sino que en verdad la excedió y más precisamente la
anticipó. En efecto, los derechos políticos de los territorianos para participar en la política
nacional fueron reconocidos por primera vez en la reforma constitucional de 1949. En
virtud de la misma, los adultos mayores residentes en los territorios nacionales pudieron
votar en las elecciones presidenciales 33. Vemos que en los territorios nacionales hubo un
proceso distinto al vivido por las catorce provincias preexistentes a la organización nacional
plasmada en la aprobación de la constitución de 1853. En las provincias surgidas en la
primera mitad del siglo XIX, que se organizaron en tiempos de la Confederación, sus
habitantes gozaron en primer lugar de los derechos políticos a escala provincial y, recién
una vez conformado el Estado-Nación, el derecho a nivel nacional. En esos casos, los
habitantes contaron con una experiencia del ejercicio de sus derechos cívicos a escala
provincial, que preexistió a la nacional. En contraste, en los territorios, los habitantes se
convirtieron en ciudadanos de la nación antes de ser ciudadanos de sus localidades, ya que
votaban en las elecciones presidenciales pero no elegían a su gobernador. Recién con la
provincialización de los territorios, esos habitantes gozaron de los derechos políticos a nivel
provincial al elegir sus propias autoridades, que hasta el momento eran elegidas por el
Estado central.
II. Los territorianos y sus derechos a la participación política nacional: la Reforma
constitucional de 1949
Hasta la llegada del peronismo al gobierno, el ámbito de participación política al que
tenían acceso los habitantes de los territorios nacionales era el ámbito municipal. En los
municipios de más de mil habitantes, los adultos mayores elegían un consejo municipal,
aunque en la práctica el funcionamiento de los municipios no fue un ámbito exento de
controversias, fraudes y en muchos casos, pese a superar los mil habitantes, las elecciones
no se realizaban (Rosciani, 2001). A nivel territorial estos habitantes no tenían derecho de
participación electoral, pues al gobernador lo elegía el Estado Central y nunca se instalaron
33
El nuevo artículo de la Constitución Nacional de 1949 que habilita a los territorianos a votar en las
elecciones presidenciales es el artículo 82 que dice: “El presidente y el vicepresidente de la Nación serán
elegidos directamente por el pueblo y a simple pluralidad de sufragios, formando con este fin las provincias,
la Capital Federal y los territorios nacionales un distrito único. (...)”.
48
las Legislaturas territoriales contempladas por la Ley n° 1.532 del año 1884. Tampoco
tenían participación política a nivel nacional, pues no estaban habilitados para participar en
las elecciones presidenciales ni legislativas.
No obstante, esta situación cambió a partir de la reforma constitucional de 1949. Allí, a
la vez que se establecía la posibilidad de reelección presidencial, se establecía que la
elección sería directa y con el país como distrito único formado por las provincias, la
Capital Federal y los territorios nacionales. Así, los habitantes de los territorios participaron
por primera vez en las elecciones presidenciales en las elecciones de noviembre de 1951.
Si bien es la Constitución de 1949 la que otorgó por primera vez el derecho al voto a
nivel nacional a los territorianos, sorprendentemente hasta donde hemos podido constatar,
no encontramos referencia a este punto en los diarios de sesiones de la Convención
Constituyente. Cabe aclarar que los debates constituyentes componen un corpus muy
extenso, con más de 700 páginas, carente de un índice temático y de un tratamiento lineal
de los artículos de la nueva Constitución. Respecto al artículo 82, que permite la
participación de los territorianos en las elecciones presidenciales, no suscitó discusiones
(hasta donde pudimos ver) el hecho de que fueran habilitados a votar. En cambio, lo que los
representantes de la oposición objetaban era que para la elección presidencial el país se
concibiera como un distrito único –pues juzgaban que así ganaría el candidato que
obtuviera más votos en los grandes centros urbanos, donde se concentraba casi el 75% de la
población del país–, y respecto a la posibilidad de reelección presidencial.
Por otro lado, en 1951 se sancionó una nueva ley de sufragio, mediante la cual se creó
la figura del delegado territorial. Esto es, un delegado de los territorios en la Cámara de
Diputados, que tendría voz pero no voto en la Cámara aunque sí en las comisiones. Así,
nuevamente, una ampliación de los derechos políticos de los territorianos tuvo lugar antes
de la provincialización de los territorios nacionales.
Ahora nos concentraremos en el análisis de los diarios de sesiones parlamentarias, para
reconocer las nociones de ciudadanía que sostuvieron el peronismo y la oposición en sus
argumentos. Como veremos, ellas se encontraron vinculadas a la discusión por una
provincialización acotada y gradual, sostenida por el oficialismo, frente a una extensiva,
postulada por la oposición.
49
III. La provincialización de Chaco y La Pampa en 1951
El 21 de junio de 1951, Eva Perón envió una carta al Senado de la Nación, en su
carácter de presidenta del Partido Peronista Femenino (PPF), peticionando la
provincialización de los Territorios Nacionales de La Pampa y Chaco. Allí, decía que estos
territorios, además de cumplir con los requisitos legales para convertirse en provincias
estipulados por la Ley orgánica n° 1.532 de Territorios Nacionales34, esto es, superar los 60
mil habitantes, también contaban con recursos económicos y una cultura cívica tal para
constituir una unidad autónoma e incorporarse a la vida de la Nación Argentina. A partir de
esta petición de Eva Perón, se discutió un proyecto en el Senado para convertir en
provincias a La Pampa y Chaco, que fue aprobado por unanimidad el 5 de julio de ese
mismo año (cabe recordar que el peronismo tenía mayoría absoluta en dicha Cámara).
Luego de la media sanción del Senado, el proyecto pasó a Diputados, donde el
peronismo tuvo que confrontar con una aguerrida oposición que bregaba por una
provincialización extensiva a todos los territorios, o por lo menos a los que superaran los 60
mil habitantes.
Aquí sostenemos que estas distintas posturas frente a la provincialización, la del
peronismo acotada a La Pampa y Chaco, mientras que la oposición a favor de una extensiva
a la mayoría o todos los territorios, se explican en gran medida a partir de las distintas
nociones de ciudadanía que unos y otros defendieron en el fondo de sus argumentos. A la
luz de los diarios de sesiones parlamentarias, podemos decir, (aún a riesgo de
esquematizar), que la oposición defendía una noción de ciudadanía eminentemente política:
ciudadano es aquel individuo que puede votar y ser votado. Para la oposición, este estatus
de ciudadanía era la condición de posibilidad para que un individuo pudiera acceder a los
derechos sociales; en otras palabras, para ellos la ciudadanía política es condición de
posibilidad de la ciudadanía social. En contraposición, el peronismo no definía a la
ciudadanía como relaciones políticas atadas al voto, sino que la ciudadanía es ante todo
definida por la esfera social. Ciudadano es quien tiene sus derechos sociales satisfechos, de
34
El artículo 4° de la Ley 1.532 de Territorios Nacionales indicaba que: “Cuando la población de una
Gobernación alcance a sesenta mil habitantes, constatados por el censo general y los censos suplementarios
sucesivos, tendrá derecho para ser declarada provincia argentina”.
50
modo que el aspecto social de la ciudadanía es condición de posibilidad de la ciudadanía en
clave política.
Para el radicalismo, como mencionamos antes, la ciudadanía se define primordialmente
por el ejercicio cívico, por eso el diputado radical Federico Monjardin35 argumentó en el
debate parlamentario que la situación de los territorianos reflejaba una ciudadanía
restringida o incompleta. Dicho diputado afirmaba que aquellos que nacieran o habitaran en
los territorios eran ciudadanos incompletos porque: a) sólo tenían acceso a la votación a
presidente (a partir de la reforma constitucional de 1949); b) no tenían representación en la
Legislatura, ya que sus delegados tenían voz pero no voto; y c) no elegían a sus
gobernadores sino que los establecía el poder central. De allí la necesidad que veía la UCR
de convertir en provincia no sólo a La Pampa y Chaco, sino también al resto de los
territorios nacionales, para que así todos los territorianos fueran ciudadanos en virtud del
voto tanto para la elección de las autoridades nacionales, como para las de su propia
jurisdicción.
Decía F. Monjardin sobre la diferencias entre ciudadanos completos de las provincias y
ciudadanos incompletos de los territorios nacionales:
Los nacidos y habitantes en aquellas regiones de la República consideradas
provincias gozarán de los plenos derechos de los argentinos, de los derechos
políticos que son el fundamento de la organización social; y aquellos que
nazcan o habiten en los territorios seguirán en la condición de argentinos
por el nombre, pero no participarán, como deseamos que participen, en el
desenvolvimiento de la República” (DSCD, 1951: 1149).
Para la oposición, el proyecto de provincialización del oficialismo, que proponía
convertir en provincias a La Pampa y Chaco era un proyecto injusto, porque dejaba de lado
a territorios que legalmente, en virtud de la Ley n° 1.532 de territorios nacionales, debieran
ser provincializados, ya que superaban el requisito de 60 mil habitantes. Lo que proponían
los representantes de los partidos de la oposición era que si no se provincializaban todos los
territorios, al menos sí aquellos que superaran el requisito demográfico de la citada Ley
1.532. De esa forma, para la oposición, al menos deberían provincializarse también
Misiones, Formosa, Río Negro, Chubut y Neuquén.
35
Diputado por Buenos Aires, UCR 1948-1952.
51
En esta postura de la oposición a favor de una provincialización extensiva,
reconocemos una noción que no sólo pone el acento en el cumplimiento acabado de leyes
preexistentes, sino en una concepción de ciudadanía que acentúa la centralidad de los
derechos políticos. Entendemos que para la oposición, ciudadano era aquel que podía votar
y ser votado, siendo ese el piso mínimo sobre el cual poder avanzar en la conquista de otros
derechos. Por esto, sostenemos, la oposición argumentaba a favor de una provincialización
extensiva, porque lo central para ellos en la ciudadanía era el derecho de votación: “se es o
no se es ciudadano, se tienen o no se tienen derechos políticos; se es argentino en la
plenitud del concepto, o no se es” (DSCD, 1951: 1156 el subrayado es nuestro).
Ante esta crítica de la oposición al proyecto oficial proveniente del senado por lo
acotado de su escala, el peronismo reconocía que lo mejor sería provincializar todos los
territorios, pero que ello implicaría integrar nueve nuevas provincias a las originales
catorce, lo que podría traer consecuencias imprevisibles y desastrosas para la integración
nacional. Al respecto argumentaba el diputado peronista Vicente Bagnasco 36:
de la noche a la mañana, no podemos plantear un problema de difícil
solución integrando al país con nueve provincias nuevas. No es posible
hacerlo sin realizar un acto de audacia, cuyas consecuencias no son
previsibles. En nuestra acción hemos obrado en forma paulatina,
comenzamos por la reforma constitucional, seguimos con la reforma de la
ley electoral y ahora tratamos este proyecto de provincialización (DSCD,
1951: 1166).
Para el peronismo, lo central en la definición de la ciudadanía no radicaba en el
derecho a votar y ser votado, sino en los derechos sociales. De esta forma, para el
peronismo el ciudadano no era sólo un sujeto que participaba de contiendas electorales,
sino sobre todo y antes que nada, aquel quien tuviera sus derechos sociales satisfechos. En
este sentido, como afirma Daniel James:
el discurso peronista negó la validez de la separación, formulada por el
liberalismo, entre el Estado y la política por un lado y la sociedad civil por
el otro. La ciudadanía ya no debía ser definida más simplemente en función
de derechos individuales y relaciones dentro de la sociedad política, sino
redefinida en función de la esfera económica y social de la sociedad civil
(James, 2010: 29-30).
36
Diputado por Buenos Aires, Partido laborista e independiente 1946-1951
52
Así, ante los pedidos de la oposición por una provincialización extensiva, el peronismo
argumentaba que era necesario un proceso gradual en un triple sentido 37. En primer lugar,
una gradualidad en el sentido de que primero debían extenderse los beneficios sociales de la
‘Nueva Argentina’ a todos los territorios nacionales, revertir años de atraso social y recién
una vez afianzada la dimensión social de la ciudadanía, avanzar en pos de derechos
políticos expresados en la provincialización. Sobre el cambio en referencia a los derechos
sociales, afirmaba el diputado Alcides Montiel 38 “los obrajeros de Chaco, lo mismo que los
Mensú de Misiones y que los obrajeros de los cañaverales del Norte, no han tenido ninguna
protección durante todo el tiempo que duró su explotación hasta el advenimiento de la
revolución justicialista y redentora” (DSCD, 1951: 1196). Respecto a la dimensión social
de la ciudadanía, los representantes peronistas remarcaban el cambio cualitativo que
significó en los territorios nacionales la ‘Nueva Argentina’ del peronismo. Señalaban la
llegada de los derechos sociales del trabajo urbano y rural como una muestra inobjetable de
la nueva realidad abierta por el gobierno de J. Perón. Asimismo, argumentaban que el
desarrollo social de los territorios había sido dejado de lado por los gobiernos anteriores.
Para el peronismo, los territorios nacionales fueron espacios olvidados ya que como hasta el
momento no aportaban votos en las contiendas electorales, no le fue necesario al
radicalismo y el conservadurismo gastar recursos en ellos. En cambio, decían los diputados
peronistas, a partir de 1946 el gobierno nacional se preocupó por el desarrollo y bienestar
social de los territorios, en el marco de la justicia social. De ese modo, argumentaban, el
aspecto social fue el primer avance del peronismo en los territorios, y recién cumplido este
objetivo podía avanzarse en materia de derechos políticos.
La segunda gradualidad que operó en el proyecto de provincialización del peronismo
radicó a nuestro entender en que primero se convertirían en provincias aquellos territorios
que no sólo superen los 60 mil habitantes, como marcaba la Ley n° 1.532, sino que además
reunieran condiciones suficientes para poder solventar exitosamente una vida como
provincia autónoma. Por ello la provincialización comenzó con La Pampa y Chaco, porque
superaban ampliamente el requisito demográfico, y a su vez tenían importantes recursos
37
No lo dicen de esa forma los diputados peronistas, sino que hablan de gradualidad, nosotros acá, para
facilitar el trabajo analítico, separamos la gradualidad en tres aspectos.
38
Diputado por Buenos Aires, Partido laborista e independiente 1946-1948.
53
humanos y económicos para ser un espacio autónomo del Estado central. En este sentido,
afirmaba el diputado peronista E. Colom: “hoy daremos autonomía provincial a dos
territorios nacionales, y si bien es cierto que nos sería más grato hacerlo para todos los
territorios que se encuentran en iguales condiciones, lo haremos, en su oportunidad, paso a
paso y acabadamente” (DSCD, 1951: 1149, el subrayado es nuestro). En este punto es
importante traer a colación un aspecto de debate que se combinó con el tema de la
ciudadanía, la idea de Nación. En el curso del debate por la provincialización de La Pampa
y Chaco, un tema que causó gran enfrentamiento entre el peronismo y la oposición fue si
provincializar o no Misiones. La oposición señalaba que dicho territorio tenía un pasar
económico por demás portentoso y grandes recursos humanos, reuniendo incluso más
población y recursos que La Pampa, por lo que no encontraban motivos para postergar la
provincialización de Misiones. Por su parte, el peronismo, aún cuando reconocía la validez
de este argumento, entendía que el problema consistía en que allí era aún demasiado
importante la cantidad de inmigrantes no asimilados. Así lo expresaba el diputado E.
Colom:
lo que el señor diputado Monjardin [radical] ignora es el problema que la
inmigración extranjera plantea al territorio de Misiones, cuya población está
formada por un gran contingente de europeos, aún no asimilados
definitivamente. Cuando esta población se asimile, habrá llegado el
momento de dar autonomía al territorio de Misiones (DSCD, 1951; 1149).
Así, como señala M. Ruffini (2011), en el ideario peronista la nación era una “unidad
de destinos” que debía ser defendida de los elementos extranjeros que atentaban contra sus
intereses. Por eso argumentaban los diputados peronistas que Misiones no debía ser
provincializada en ese momento, sino recién cuando su población fuera asimilada, por
medio de la expansión de la ciudadanía en clave social. Al respecto, fueron muy
reveladoras las palabras del Ministro de Asuntos Públicos en el debate en el Senado: “[la
provincialización se realizará para] ensanchar la nación sobre sí misma” (DSCS, 1951;
480). Vemos que en la argumentación del peronismo está presente la idea de convertir en
provincias a los territorios que efectivamente fueran nacionales. Mientras tanto, como en el
caso de Misiones, sus habitantes quedan al margen de la ciudadanía política local por
posponerse la provincialización; pero sí tendrían la protección del aspecto social de la
ciudadanía. De modo que las mejoras en las condiciones laborales y salariales, estatuto del
54
peón, cajas de previsión social, entre otros derechos sociales, no fueron exclusivos de los
ciudadanos políticos, sino que fueron extensivos a los habitantes. En ese aspecto se ve la
prioridad que ponía el peronismo en este debate parlamentario sobre la cuestión social,
definiendo al ciudadano no sólo por lo cívico, sino principalmente por los derechos sociales
en un marco de justicia social.
Finalmente, observamos en los argumentos del peronismo una gradualidad consistente
en los pasos previos para llegar a la provincialización: primero, a partir de la reforma
constitucional de 1949, la habilitación de los territorianos para participar en las elecciones
presidenciales. Luego, fruto de la reforma de la Ley Electoral de 1951, la creación de la
institución de los delegados representantes de los territorios en la Cámara de Diputados
Nacionales, con voz y sin voto. Una vez en práctica estos nuevos resortes, se inicia la
provincialización, comenzando por La Pampa y Chaco para seguir sobre la base de esa
experiencia con la provincialización a posteriori del resto de los territorios.
Por último, en la votación del proyecto, triunfó la postura del peronismo de
provincialización de La Pampa y Chaco, sin provincializar por el momento los restantes
territorios. No obstante, esta discusión en la que vimos que de fondo existían nociones
distintas e incluso contrapuestas de ciudadanía entre el peronismo y la oposición, se reeditó
en el proyecto de provincialización de Misiones del año 1953 que analizaremos a
continuación.
IV. La provincialización de Misiones en 1953
Antes de avanzar con el análisis, creemos que es menester señalar algo muy notorio en
dicho debate: hubo allí una variedad de voces muy superior a la presente en el debate de
1951, ya que además de los tradicionales diputados, participaron mujeres en calidad de
diputadas nacionales, y también los delegados de los territorios nacionales, que tenían voz
pero no voto, lo que no les impidió participar activamente en el curso del debate.
La situación de Misiones había sido uno de los principales puntos de discusión en el
debate por la provincialización de La Pampa y Chaco, ya que, como explicamos páginas
atrás, la oposición argumentaba que no había razón alguna para posponer su
provincialización, en virtud de poseer incluso más población y mayores recursos
económicos que La Pampa. A esto, el peronismo respondió en ese momento que Misiones
55
no se provincializaría aún porque tenía un porcentaje muy elevado de extranjeros no
asimilados. En la lectura del peronismo, recién cuando aquéllos fueran asimilados podría
concretarse la provincialización. Aquí podemos ver nuevamente las distintas nociones de
ciudadanía que presentábamos anteriormente, ya que mientras que la oposición ponía el
foco en los derechos políticos de los territorios como forma de asimilación de los
extranjeros, el peronismo revertía los argumentos: recién cuando esos sujetos fueran
asimilados e integrados, a partir del acceso a derechos sociales, podría pensarse en derechos
políticos para ellos. Como venimos sosteniendo hasta el momento, para el peronismo el
aspecto social de la ciudadanía precede al aspecto político, mientras que para la oposición
es lo diametralmente opuesto.
En el curso del debate parlamentario, la delegada Pineda de Molins 39, representante del
peronismo, argumentaba que recién con la Revolución Peronista los extranjeros fueron
asimilados a la Nación, ya que antes de la llegada del peronismo al poder, los territorianos
naturales y extranjeros fueron olvidados por los gobernantes. Al respecto se preguntaba la
delegada: “¿cómo iban a pensar en argentino estos criollitos si vivían sin el amparo de la
patria?” (DSCD, 1953: 2430). La delegada afirmaba que la asimilación se logró con el
peronismo, gracias a la justicia social inaugurada en la presidencia de J. Perón, una justicia
social expresada en los beneficios sociales para trabajadores urbanos y rurales, construcción
de puentes y caminos para facilitar comunicaciones y comercio (Rosciani, 2001; Ruffini,
2006), mejoramiento substancial de los salarios reales, obras sociales y cajas de previsión
(Torre y Pastoriza, 2002), a la vez que un nuevo lugar simbólico para aquellos sectores
antes invisibilizados por las clases dominantes (James, 2010). Respecto a este cambio hacia
una ‘Nueva Argentina’ de justicia social, decía la delegada Pineda de Molins:
los extranjeros fueron asimilados cuando la justicia social iluminó los
horizontes de la tierra de sus fatigas, cuando el trabajo se dignificó, cuando se
obligó al capital a humanizarse, porque antes el pueblo no conocía otra bandera
que la de sus dolor, ni otros ideales que su santa rebeldía para sortear la
amenaza constante del látigo y huir” (...)
La provincialización de Misiones es un hecho histórico producido por el
trabajo y el progreso creado en condiciones únicamente posibles por el
justicialismo. (...) El General Perón, antes de promover el instrumento de la ley
39
Delegada por Misiones, Partido Peronista 1952-1955.
56
[de provincialización], creó las bases y condiciones para que esa ley pueda
ejercerse con efectividad (DSCD, 1953: 2430-2433).
Similares argumentos utiliza la delegada peronista Elena Fernícola, quien decía:
por el abandono de las autoridades, los extranjeros enseñaban a sus hijos no
a pensar ya en criollo, sino a conservar las tradiciones de la nación lejana de
donde provenían. Este fenómeno, felizmente superado por las previsiones
del general Perón y la obra educacional portentosa de la señora Evita, tuvo
en algunos momentos aspectos alarmantes, y no porque los extranjeros
fueran desagradecidos a la tierra que les ofrecía la oportunidad de una nueva
vida (...) ¿Cómo iban a pensar en argentino estos criollitos sufridos si vivían
sin el amparo de la patria? (DSCD, 1953: 430).
Por otro lado, el desempeño de la oposición a lo largo del debate fue interesante,
porque hubo un nivel bajo de discusión con el oficialismo, a comparación de los altos
niveles de discusión en ocasión del proyecto de 1951 y en 1955. En este caso, sus
disidencias fueron más bien de forma: proponían modificar y eliminar algunos artículos 40, y
no hubo una insistencia tal como la de 1951 por extender la provincialización al resto de los
territorios41. Finalmente, para no entorpecer la provincialización de Misiones, la oposición
aceptó el proyecto oficial, si bien aclaró que entendía que los diputados de la mayoría no
pudieron responder satisfactoriamente a los cuestionamientos que les hicieron al proyecto
oficial.
A lo largo del debate, la oposición resaltó continuamente que Misiones fue
injustamente relegada cuando se provincializaron La Pampa y Chaco, ya que superaba
ampliamente el requisito de 60 mil habitantes e incluso poseía más población que La
Pampa. Señalaban además que la injusticia con Misiones era de larga data, ya que al
momento de la Revolución de Mayo de 1810 Misiones había reconocido la Junta de
Buenos Aires y envió diputados. Posteriormente, hacia 1820, Misiones formó parte de la
región del litoral federalista, como una provincia autónoma, e incluso tuvo representantes
40
La oposición propone modificar los artículos 4°, 5°, 6°, 7°, 9° y 23°, y suprimir los artículos 14°, 20°, 21°.
Estas modificaciones fueron rechazadas en la votación.
41
Al respecto, decía el diputado radical O. Santucho “en esta ocasión no repetiremos nuestra protesta por la
postergación que sufren los territorios de Río Negro, de Formosa, del Chubut y de Neuquén. Tengo la
seguridad de que la mayoría no podrá mantener por mucho tiempo su conducta desoyendo los justos
requerimientos de tan progresistas territorios, y de que en un porvenir próximo la Argentina se integrará
exclusivamente con organismos provinciales, en el ejercicio de su autonomía, y los ciudadanos de la
República quedarán equiparados en el uso y goce de los derechos que les confiere tan eminente título”
(DSCD, 1953: 2437).
57
en el Congreso de 1824-27. Sin embargo, ante los problemas de límites con Paraguay y
posibles incursiones desde Brasil, Misiones fue anexada a la provincia de Corrientes.
Cuando se sancionó la Ley orgánica n° 1.532 de Territorios Nacionales, en 1884, Misiones
adquirió nuevamente sus límites anteriores separada de Corrientes, pero ya no como
provincia sino como un territorio nacional.
De esta forma, para la oposición, Misiones estaba en una condición de atraso
injustificado, ya que en el pasado había sido una provincia. Por lo tanto, la extensión de la
ciudadanía a través de la provincialización era para ellos un trámite que no podía
demorarse, ya que es la forma de integrar a los habitantes como ciudadanos de la Nación.
En contrapartida, como señalábamos anteriormente, el peronismo sostenía que antes de
la extensión de derechos políticos a Misiones fue necesario aguardar a que los beneficios
sociales de la ‘Nueva Argentina’ fueran efectivos allí, logrando asimilar a la población
extranjera mediante el aspecto social de la ciudadanía y recién cumplido ese piso avanzar
con los derechos políticos en clave de provincialización.
Así, respecto a este debate parlamentario, vemos que aquí también se sostiene nuestra
idea de que en los argumentos del peronismo y la oposición pueden rastrearse distintas y
encontradas nociones de ciudadanía. Para la oposición era a partir de los derechos políticos
desde donde podía construirse una comunidad social, mientras que para el peronismo los
derechos sociales eran la condición de posibilidad de los derechos políticos.
V. La provincialización de Formosa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz en
1955
Antes de avanzar con el análisis, cabe mencionar que el proyecto de provincialización
fue iniciado por el Poder Ejecutivo Nacional, se le dio curso en el Senado, luego pasó a la
Cámara de Diputados, donde se lo envío con modificaciones nuevamente al Senado y allí
finalmente fue aprobado. El proyecto, además de provincializar los territorios antes
nombrados, también suprimía las Gobernaciones existentes: la de Comodoro Rivadavia y la
de Tierra del Fuego, repartiendo esos espacios entre las nuevas provincias. La Gobernación
Militar de Comodoro Rivadavia fue dividida entre Chubut y Santa Cruz, mientras que la
Gobernación Marítima de Tierra del Fuego, junto a la porción antártica y las islas del
Atlántico Sur, formaron una nueva provincia junto a Santa Cruz.
58
Aprobado este proyecto, se finalizó el proceso de provincialización iniciado en 1951,
teniendo como resultado la provincialización de la totalidad de los espacios dependientes
del Estado central, los territorios nacionales y las Gobernaciones. No obstante, esta última
fase de provincialización sólo se llevó adelante “en los papeles”, ya que no pudo
concretarse de hecho por la inminencia del golpe militar de septiembre de ese año. Durante
la dictadura militar que gobernó el país entre 1955-1958, se dio marcha atrás con estas
últimas provincializaciones. Recién con el retorno a lo que se ha dado en llamar (dada la
proscripción del peronismo) semi-democracia en 1958, asumió Frondizi como presidente y
se convirtieron en provincias esos espacios, con la excepción de Tierra del Fuego, que
recién fue provincializada en 1990.
A lo largo del debate, reconocemos, al igual que en los debates precedentes,
argumentos del oficialismo y la oposición que nos permiten identificar las distintas
nociones de ciudadanía que sostenía cada uno y que influyeron en qué tipo de
provincialización apoyaban. Lo novedoso de este debate es que ya no hubo lugar para una
discusión en torno a una provincialización acotada o extensiva como en los debates
anteriores, ya que aquí el proyecto del peronismo comprendía a todos los restantes
territorios. Quizás sea debido a eso que allí la discusión no estuvo centrada con un telón de
fondo principal en torno a nociones de ciudadanía, sino como veremos en el siguiente
capítulo, en torno al federalismo. No obstante, mostraremos los elementos en torno a las
definiciones de ciudadanía aquí presentes.
A lo largo del debate parlamentario, los representantes peronistas señalaban el cambio
cualitativo que representó el acceso de Juan Domingo Perón a la presidencia y la llegada de
los beneficios sociales del peronismo a los territorios que se proponían provincializar.
Señalaban los beneficios salariales de los trabajadores urbanos y rurales, unidos a la
protección social, también remarcaban las obras públicas del gobierno peronista en dichos
territorios, merced a los planes del Primer y Segundo Plan Quinquenal. Así, el diputado
peronista Juan Cornejo Linares42 afirmaba que “merced a esta efectiva obra de gobierno los
territorios nacionales han progresado en el orden económico y social en los últimos diez
42
Diputado por Salta, Partido Peronista 1952-1958.
59
años, en una proporción mayor a la que corresponde a los años anteriores de este siglo, tal
como lo reflejan las estadísticas” (DSCD, 1955: 463).
Nuevamente, vemos que para el peronismo los derechos políticos de la ciudadanía
requerían tener una base previa constituida por el aspecto social de la ciudadanía, de modo
que recién cuando la situación de atraso en materia social y económica de esos espacios fue
–a juicio del peronismo– revertida, se pusieron en práctica los mecanismos para
convertirlos en provincias autónomas. Al respecto señalaba la delegada peronista E. Fadul:
ya no son poblaciones analfabetas las territorianas. Y es indudable e
indiscutible que la Argentina ha cambiado fundamentalmente en los últimos
dos lustros; se han abolido las distancias: los aviones, los trenes y los
automotores entrelazan a los pueblos argentinos; la radiocomunicación une
instantáneamente a los habitantes de un ángulo al otro del país (DSCD,
1955: 442)
No podría poner término a esta sumaria exposición de fundamentos en los
cuales se edifica esa inquietud de los territorios nacionales tan fiel y
exactamente interpretada por el Poder Ejecutivo de la Nación, al delinear
este proyecto de ley que vamos a aprobar, sin antes destacar la labor que
realiza en los territorios mencionados la Fundación Eva Perón, como así la
humanitaria acción cumplida por todos los ministerios nacionales en los
territorios. (...) La paz y la felicidad de los obreros ratifica la fidelidad con
que el Ministerio de Trabajo y Previsión asegura las leyes del trabajo en los
territorios nacionales. Salud pública, sin escatimar esfuerzos humanos,
levanta hospitales, policlínicos, etcétera (DSCD, 1955: 453).
Asimismo, en los argumentos del peronismo entró en juego la gradualidad de la
provincialización que planteaba el peronismo desde el debate de 1951, una gradualidad que
nosotros identificamos en tres sentidos. En esta dirección, es muy reveladora la
intervención del diputado peronista Cornejo Linares:
comenzamos con la reforma de ley electoral, posibilitando a los
territorianos, hasta entonces considerados metecos, para intervenir en la
elección de presidente y vicepresidente de la Nación, derechos que sin razón
valedera les había sido negado. Se le concedió asimismo el derecho, hasta
ese momento también siempre postergado, de elegir representantes ante la
Cámara de Diputados de la Nación.
Luego, el Congreso peronista, en 1951, provincializó los territorios de La
Pampa y Chaco [...]. La flamante provincia de Misiones tiene la suerte de
seguir a sus dos hermanas en este proceso de reivindicación política,
recibiendo sanción definitiva el proyecto de provincialización en diciembre
4 de 1953. Pero no para aquí la preocupación de la revolución justicialista
por los territorios nacionales, ya que el 28 de julio de 1954 se dio sanción a
la nueva ley orgánica de los territorios nacionales n° 14.315, que importó un
60
verdadero progreso en la vida institucional de los mismos. De ahí a la
completa autonomía no había más que un paso. [...]. Fruto de la
preocupación del Poder Ejecutivo es el proyecto de ley que consideramos
aquí (DSCD, 1955: 462).
Finalmente, el proyecto tratado en Diputados fue devuelto al Senado con
modificaciones (al respecto ver Capítulo III), donde fue finalmente aprobado. Así, la
provincialización se llevó a cabo convirtiendo en provincias a la totalidad de los territorios
nacionales, extendiendo la ciudadanía política en todos los niveles a la totalidad del
territorio nacional. Con la provincialización llevada adelante por el peronismo de manera
gradual, la Nación Argentina pasó a estar formada por 22 provincias y un distrito federal
(ver anexo n°1).
VI. Consideraciones finales
En este capítulo analizamos los diarios de sesiones parlamentarias referidos a los
debates en torno a los proyectos destinados a convertir en provincias la totalidad de los
territorios nacionales: en 1951 La Pampa y Chaco, en 1953 Misiones, y en 1955 los
restantes territorios: Formosa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
No obstante, nuestro interés no radicó en analizar el proceso provincializador en sí, sino
que nos valimos de ese caso histórico para poner en discusión un concepto muy importante
y a la vez escurridizo para la teoría política: la noción de ciudadanía.
Así, intentamos mostrar que en dichos debates parlamentarios las discusiones entre el
peronismo y la oposición se debieron no tanto al clásico juego de rechazar toda legislación
proveniente del partido opositor. Fundamentalmente, las discrepancias surgieron del hecho
de que se trataba de un tema muy complejo que administraciones anteriores, tanto radicales
como conservadoras, habían dejado sin resolver. Creemos que principalmente hubo
diferencias sustantivas en el pensamiento de los bloques parlamentarios del oficialismo y la
oposición. Fue en esas diferencias donde se fundaron las distintas propuestas y
argumentaciones alrededor de las provincializaciones. Entre esas diferencias, en este
capítulo nos acotamos a las distintas nociones que el peronismo y la oposición defendieron
alrededor de la concepción de ciudadanía.
En este sentido, una pregunta que articuló nuestro capítulo fue ¿Quién era el ciudadano
para el peronismo y para la oposición? ¿Desde dónde definirlo? Encontramos, analizando
61
los diarios de sesiones parlamentarias, que para la oposición el ciudadano era aquel que
podía votar y ser votado, una ciudadanía definida en clave política que constituía la base
para avanzar en derechos de otro tipo. Sin participación política, para la oposición, no
habría ciudadanía posible, ya que es su condición de posibilidad. En este sentido,
sostenemos que la oposición entendía a la ciudadanía, (si bien no podemos decir que fueran
lectores de él), a la manera de T. Marshall, quien justamente dio sus celebres conferencias
sobre ciudadanía en el año 1949; ya que para ellos, primero tienen lugar los derechos
políticos y luego sobre esa base los derechos sociales, de allí que argumentaron en pos de
una provincialización extensiva en 1951, en el sentido de primero dar derechos políticos y
recién una vez conseguidos avanzar con los derechos sociales.
Esta noción de conquista de derechos de ciudadanía por etapas, propia del argumento
de T. Marshall, también es útil para entender la postura del peronismo, aunque en sentido
inverso al de la oposición. Para el peronismo, en primer lugar debían extenderse los
derechos sociales y económicos, y una vez extendido así el aspecto social de la ciudadanía,
avanzar con los derechos políticos. De esta forma, en el argumento peronista vemos una
noción de ciudadanía donde lo social ocupa un lugar central, al punto de ser la condición de
posibilidad de la ciudadanía en clave política. Por eso en los debates parlamentarios los
representantes peronistas argumentaban a favor de una provincialización gradual de los
territorios, porque en primer lugar esos espacios debían poseer la plenitud de los derechos
sociales, una tarea que para ellos, la ‘Nueva Argentina’ estaba llevando adelante.
A esta postura del peronismo a favor de una provincialización gradual, la dividimos en
tres aspectos para facilitar el análisis: creemos reconocer un gradualismo en el sentido de
que para ellos primero debía accederse a los beneficios sociales para luego avanzar sobre
los derechos políticos; una segunda gradualidad en el sentido de que en primer lugar se
provincializaran aquellos territorios que no sólo cumplieran los requisitos legales de la Ley
1.532, sino que además tuvieran suficientes condiciones sociales y económicas para poder
solventar sin contratiempos una vida como provincias autónomas. Finalmente,
reconocemos un tercer gradualismo en el sentido de que la provincialización requería pasos
previos para no provocar cambios rotundos y con consecuencias inesperadas; así, primero
se habilitó a los territorios a participar en elecciones presidenciales, al tiempo que se creó la
figura del delegado, un representante con voz y sin voto para los territorios en la Cámara de
62
Diputados Nacionales. Luego se comenzó con el proceso provincializador gradual, y antes
de provincializar los últimos territorios, se sancionó una nueva Ley orgánica de Territorios
Nacionales, con el fin de darle más espacios de autonomía para comenzar una transición
hacia la provincialización.
Por último, destacamos que la ampliación de la ciudadanía política en los territorios
nacionales no se subsumió al momento de la provincialización, sino que hubo avances
previos, como la habilitación para que los territorianos participen en las elecciones
presidenciales y la creación de la figura del delegado territoriano. De esta forma, en el caso
de los territorios, sus habitantes fueron primero ciudadanos de la Nación al participar en las
elecciones presidenciales, y años después fueron ciudadanos de la provincia. Fue el caso
inverso a las originales 14 provincias, que preexistieron al Estado Central.
63
CAPÍTULO III
Transformar territorios en provincias y repensar el federalismo
En el presente capítulo, examinaremos las concepciones de federalismo esbozadas por
los representantes del peronismo y de la oposición43 en ocasión de los debates
parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales. Como
mencionábamos anteriormente, para entender las relaciones conflictivas entre el peronismo
y los partidos de la oposición en dichos debates, nos parece vital remarcar que entre ellos
había diferencias sustantivas de fondo. Aquí sostenemos que fueron esas diferencias de
fondo más que el clásico juego de rechazar legislación proveniente del bloque partidario
contrario y/o que modifique el status quo, lo que explica que los debates parlamentarios en
torno a la provincialización de los territorios nacionales hayan sido tan reñidos. Esas
diferencias sustantivas entre el peronismo y la oposición que trabajaremos en estas páginas
son las relacionadas con qué entendía cada uno respecto al federalismo.
En la primera parte del capítulo, nos abocaremos a sintetizar las posiciones de la
literatura especializada sobre el devenir histórico del federalismo en el actual territorio
nacional durante el siglo XIX, señalando los aportes que nos parecen iluminadores para
nuestro estudio y proponiendo, a su vez, un análisis sobre el federalismo argentino en el
siglo XX. En segundo lugar, ilustraremos la discusión teórica acerca del federalismo
durante el peronismo clásico con el análisis de los diarios de sesiones parlamentarias en
torno a la provincialización de los territorios nacionales. Intentaremos mostrar qué nociones
de federalismo se encontraban de fondo en los argumentos del peronismo y la oposición, y
cómo esas distintas conceptualizaciones sirvieron a estos bloques para argumentar por qué
sí o por qué no debían aprobarse los proyectos de provincialización presentados por el
peronismo. Por último, haremos unas breves consideraciones finales sobre las cuestiones
aquí trabajadas.
I. Replanteos en torno al federalismo
43
Cuando decimos ‘oposición’ nos referimos a todos los partidos políticos no-peronistas con representación
parlamentaria. Como señala M. Sebastiani (2005), el partido de la oposición con mayor representación en el
Congreso Nacional en los años del peronismo clásico, era la UCR.
64
El federalismo ha sido uno de los temas que más disputa suscitó entre las provincias
una vez declarada la independencia en 1816. Hacia 1820, luego de la derrota de Buenos
Aires frente a las provincias del litoral comandadas por López y Ramírez, qué tipo de
Estado se conformaría pasó a ocupar un plano central en la discusión “nacional”. La disputa
entre unitarios y federales, esto es, el enfrentamiento entre una visión que pretendía
otorgarle todo el poder a un organismo central en el que las provincias cedieran todos sus
prerrogativas de soberanía, frente a una propuesta de autonomías locales donde las partes
componentes del Estado sólo cedan ciertas facultades al Estado y mantuvieran el resto en su
poder, caracterizó gran parte del siglo XIX en el actual territorio argentino.
Los distintos investigadores que se dedicaron a estudiar el siglo XIX en el actual
territorio nacional, encontraron en el federalismo un punto de análisis que no puede pasarse
por alto. En este sentido, trabajos como los de Chiaramonte (1994), Salvatore (1998),
Goldman (1998), entre otros, analizaron perspicazmente dicho tema. Muy interesante es la
interpretación que realiza José Carlos Chiaramonte en su capítulo El federalismo argentino
en la primera mitad del siglo XIX. Allí, el autor argumenta que hubo cierta confusión en el
uso de los conceptos por parte de la historiografía, llevándola a caer en
el olvido de la distinción de confederación y Estado federal al identificar, bajo
la común denominación de federalismo, apropiada para referirse al proceso de
creación del Estado federal de 1853, las anteriores tendencias confederales que
predominaron en la primera mitad del siglo, y aún las iniciales manifestaciones
de autonomismo en varias ciudades rioplatenses, tuvieran o no pretensiones
federales o confederales.
¿Por qué es importante esta observación? Porque si consideramos que lo que
pretendían por ejemplo las denominadas “provincias” rioplatenses era una
confederación –como la que surgiría del pacto federal de ese año– y no un
Estado federal, entonces no queda otra alternativa que considerarlas Estados
independientes y soberanos, y no provincias de alguna nación o Estado
preexistente (Chiaramonte, 1994: 85-86).
Asimismo, continúa el autor:
al culminar la primera década revolucionaria la preeminencia de la ciudad cede
paso a la emergencia de un nuevo protagonista político, la provincia autónoma,
que no es la prolongación ni de la antigua provincia de intendencia –división
administrativa borbónica– ni de su reformulación en los tramos iniciales del
período independiente, sino una ampliación del papel político de las ciudades
soberanas al punto de configurar un Estado independiente (Chiaramonte, 1994:
113).
65
De estas citas del autor, podemos extraer dos conclusiones muy importantes para
nuestro capítulo: en primer lugar, la discusión precisa acerca de los conceptos y su
contextualización en el tiempo es necesaria en las investigaciones de las ciencias sociales.
En este sentido, en este capítulo trabajaremos a partir de la siguiente conceptualización de
federalismo que Abal Medina (h) retoma de W. Riker en su Manual de Ciencia Política: “el
federalismo es una organización política en la que las actividades del Estado han sido
divididas entre gobiernos regionales y un gobierno central, de tal manera que cada tipo de
gobierno tiene ciertas actividades sobre las que toma las decisiones finales” (Abal Medina,
2012: 175).
En segundo lugar, como ya habíamos adelantado en la introducción de la presente tesis,
la incorporación a la Nación de los territorios nacionales como provincias fue por medio de
un camino distinto al seguido por las originales 14 provincias. Ellas, preexistieron y dieron
forma al Estado Nación. Al decir de Chiaramonte (1994), antes de ser parte del Estado, las
provincias eran Estados provinciales soberanos y autónomos. En este sentido, para él, antes
de 1853 no existía una realidad de federalismo sino que las “provincias” formaron una
confederación, esto es, una unión de Estados provinciales autónomos y soberanos que sólo
delegaron la representación externa en Buenos Aires. En cambio, los territorios nacionales
fueron convertidos en provincias luego de que existiera un Estado Central, fueron
incorporadas como provincias en un Estado ya preexistente, a diferencia de las originales
14 provincias.
Como mostramos, el interés por el “federalismo argentino” llamó la atención de
distintos investigadores interesados por el siglo XIX. Empero, a partir de la adopción del
régimen federal en la Constitución de 1853 y la posterior formación y consolidación del
Estado-Nación a finales de ese siglo, pareciera que la discusión en torno al federalismo
quedó saldada en las ciencias sociales, de modo que la preocupación por el federalismo en
las investigaciones que pusieron su foco de interés en el siglo XX fue mucho menor, en
comparación, a la correspondiente al siglo anterior. No obstante, nosotros creemos que la
cuestión del federalismo continuó latente en el siglo XX, como esperamos demostrarlo en
estas páginas. En este capítulo, nos concentraremos en los años del peronismo clásico.
La Ley n° 1532 Orgánica de territorios nacionales, del año 1884, significó una
Argentina federal en las provincias pero unitaria en los territorios nacionales, ya que era el
66
Estado Central quien tenía las prerrogativas de soberanía en dichos espacios: nombraba al
gobernador, quien tenía escaso margen de maniobra frente al Poder Ejecutivo Nacional
(Rosciani, 2001). Además, el Estado Central recaudaba los impuestos en los territorios, lo
que equivale a hablar de un centralismo fiscal.
En este sentido, la discusión en torno a la provincialización de los territorios nacionales
llevada a cabo en los años del peronismo clásico, venía a poner fin a la situación de una
Argentina formada por 14 provincias organizadas de manera federal y 9 territorios
nacionales organizados con resabios de régimen unitario. Así, la provincialización trajo a
colación el tema del federalismo en el siglo XX, luego de las primeras disputas por ese
tema en el siglo anterior, en un contexto tanto social como geopolítico bien diferente. De
esta forma, convertir a los territorios nacionales en provincias suponía inexorablemente
volver a considerar la cuestión de las atribuciones del poder provincial vis a vis las
prerrogativas del poder nacional. Es decir, debía clarificarse cuál era el status de las nuevas
administraciones, sus límites espaciales, su organización institucional, sus recursos y
ámbitos de poder. Para entonces, Argentina contaba con una tradición federal de larga data.
Por un lado, la delimitación del poder del Estado Nacional y las atribuciones provinciales
habían sido, como es bien sabido, motivo de controversia en la primera mitad del siglo XIX
y se había saldado con la Constitución de 1853, sus reformas y la construcción del Estado
Nacional: federalización de Buenos Aires y la Ley Orgánica de territorios nacionales.
II. ¿Qué federalismo en las nuevas provincias?
Para tratar el tema del federalismo, en este capítulo analizaremos los diarios de
sesiones parlamentarias de los proyectos de provincialización discutidos en la Cámara de
Diputados Nacionales, durante el peronismo clásico.
Así, veremos las discusiones parlamentarias con ocasión de la puesta en debate de los
proyectos mediante los cuales se sancionó en forma gradual la provincialización de la
totalidad de los territorios nacionales. Rastrearemos las argumentaciones de los diputados
del peronismo y de la oposición para detectar sus diferencias y/o puntos de conexión, en
torno a cómo entendieron que las nuevas provincias debían afrontar la autonomía y llevar
adelante como institución pública los asuntos locales una vez que el Estado central
67
abandonara ese espacio geográfico. En particular, cómo concebía cada grupo partidario el
federalismo.
Para llevar a cabo esto, nos preguntamos, ¿qué nociones de federalismo se hicieron
explicitas a la hora de discutir la provincialización? ¿Cómo era percibida la autonomía
provincial, cuáles eran sus beneficios, sus potenciales riesgos y sus alcances? Para estos
bloques en disputa, ¿la provincialización ayudaba a fortalecer la familia federal de las
originales 14 provincias? ¿En qué sentido? Explorar los debates parlamentarios nos permite
poner en primer plano la discusión por el significado del federalismo, no ya en el siglo XIX
como tradicionalmente hace con razón la historiografía, sino en el siglo XX.
Las respuestas que la oposición y el oficialismo ofrecieron a estos interrogantes nos
permiten distinguir dos líneas argumentales con ciertas diferencias. Sostenemos que la
oposición (en el debate del 1951 formada por la UCR y el Partido Demócrata Progresista, –
con mayoría numérica del radicalismo–, mientras que a partir del debate de 1953 la
oposición estuvo formada sólo por la UCR 44) entendía al federalismo como una relación en
la que las provincias debían mantenerse independientes del Estado central: debían poder
elegir sus propios gobernantes, sus rutas económicas, en suma, decidir autónomamente
sobre los aspectos de la vida provincial. De esta forma, la oposición sostenía que las
provincias ceden a la Nación parte de sus derechos y atribuciones para regular y posibilitar
la vida colectiva, pero todos los derechos de soberanía que no fueron delegados al gobierno
central, continuarían siendo potestad de las provincias, de allí su derecho de autonomía.
En contraste, el peronismo entendía al federalismo desde otra perspectiva: si bien
también afirmaba que las partes delegan ciertas atribuciones en el Estado Central pero
dejan para sí la soberanía, no obstante existe un interés general nacional que guía a todas
las partes constituyentes. En este sentido, para el peronismo, las partes debían contribuir al
bienestar del todo: cada provincia debía seguir el camino marcado por el Estado nacional en
aras del bien de la Nación y el bienestar local, ya que para el federalismo que defendían,
entre las provincias y el Estado Nación no había supremacía de uno u otro, sino
interdependencia.
44
Para más información, remitirse al Anexo II.
68
Cabe aclarar que, al igual que respecto al tema de la ciudadanía, tanto en los
argumentos del oficialismo como en los de la oposición, no hubo referencias puntuales a
ninguna teoría política sobre el federalismo. En cambio, sí hubo una definición explícita de
qué entendía cada uno respecto al federalismo, en contraste con la falta de precisión en
definir sus nociones de ciudadanía.
Para llevar adelante este trabajo, nos parecen muy iluminadores los aportes de Julián
Melo (2007), quien analiza las provincializaciones llevadas adelante por el peronismo en
clave de federalismo. Él se pregunta: “Si [en el ideario peronista] el pueblo es uno, ¿qué
ocurre con la integración política territorial? Si el pueblo es uno, ¿qué ocurre con los
pueblos locales? ¿El peronismo supone alguna novedad en el tratamiento de las
heterogeneidades alojadas en la fractura política que anida el federalismo desde el origen?”
(Melo, 2007: 109). Al respecto, el autor entiende a la provincialización como “un espacio
donde lo que se discute es el principio mismo de integración e inclusión, porque se
redefinen los límites de la propia comunidad, de aquello que se excluye y de los modos en
que se integra y se trata al elemento de la heterogeneidad —en este caso, los Territorios
Nacionales—” (Melo, 2007: 113). Justamente, a la luz de los diarios de sesiones
parlamentarias, vemos que la discusión entre el peronismo y la oposición tuvo una cuota
importante de debate acerca de cómo se integraría a los territorios nacionales al Estado
Nacional, ya no como espacios dependientes sino como provincias autónomas.
En este capítulo, analizaremos los diarios de sesiones parlamentarias de los proyectos
de provincialización centrándonos en las discusiones alrededor del federalismo entre el
peronismo y la oposición. Así, destacaremos los siguientes puntos de la discusión: a) el
significado y sentido del federalismo para cada grupo partidario; b) la reflexión en torno a
la autonomía de las nuevas provincias frente al Estado Central, en particular respecto a la
formulación de la Constitución Provincial; c) el problema de los recursos fiscales y la
sustentabilidad de los territorios convertidos en provincias; y d) la cuestión de las
elecciones y la representación política de las nuevas provincias, en particular en el
complejo proceso de transición.
a) El significado y sentido del federalismo para el peronismo y la oposición
69
En la discusión parlamentaria, la cuestión del federalismo surgió en todos los debates,
tanto por parte del peronismo como de la oposición. Es interesante notar que tanto unos
como otros, además de coincidir en la necesidad de la provincialización (como vimos en los
capítulos anteriores), justificaban convertir los territorios en provincias para de esa forma
afianzar la familia federal argentina. Entonces, ¿qué entendían por federalismo?
Al respecto, el diputado radical Carlos Perette45, observó que tanto su partido como el
peronismo hablaban de distintas cosas cuando hablaban de federalismo, por lo que afirmó:
“el federalismo es invocado por todos, pero cada uno con sentido distinto” (DSCD, 1955:
536-537).
Como adelantamos anteriormente, para la oposición el federalismo implicaba que las
provincias mantuvieran su autonomía y soberanía, en tanto sólo delegaron ciertas
atribuciones en el Estado Central, manteniendo todas las demás facultades para sí. Mientras
que para el peronismo, si bien era cierto que las provincias delegaron ciertas potestades en
el Estado Nacional y mantuvieron el resto para ellas mismas, también era cierto que existía
un bien común nacional al que las provincias debían contribuir, en interdependencia con el
Estado Central.
Así, en el debate de 1955 el diputado radical M. Yadarola definía lo que la oposición
entendía por federalismo:
la incorporación de nuevos Estados que esta ley va a materializar es la
consagración definitiva del federalismo sobre el sistema mixto que tenía la
República, de provincias autónomas y cuasi provincias sometidas directamente
al poder central. El problema que plantean estas nuevas provincializaciones se
vincula estrechamente con el sistema federal ya consagrado en nuestra
Constitución Nacional (...)
¿Cuál es el sentido de nuestro federalismo? El principio federal se asienta en
dos postulados esenciales: el de la autonomía local y el de la unión nacional.
Autonomía local, que no significa independencia de las provincias respecto de
la Nación, sino interdependencia entre los Estados locales y el Estado nacional;
autonomía que significa el derecho a gobernarse por sus propios hombres y por
sus propias leyes. (...) La autonomía importa también consagrar en la
Constitución de cada Estado el principio de la división de los poderes,
principio ya clásico y tradicional, en el que se asienta la existencia misma del
régimen democrático. (...) Autonomía, que significa permitirle a las provincias
organizar su régimen municipal con carácter autonómico. Las municipalidades
son la célula originaria de los gobiernos democráticos (...) régimen municipal,
45
Diputado por Entre Ríos, Unión Cívica Radical 1952-1955.
70
que lamentablemente, ha desaparecido en su sentido autonómico en casi todas
las ciudades de la república (...)
El otro postulado es el de la unión nacional; unión que quiere decir que, en el
orden de las relaciones que interesan a la Nación entera, las provincias ceden,
delegan, en el poder central, parte de sus atribuciones, a fin de que se
satisfagan esos intereses comunes. El principio federativo se asienta en el
derecho originario de los Estados provinciales que delegan en el poder central
parte de esos derechos y atribuciones, a efecto de regular y posibilitar la vida
colectiva. Esos derechos –digo– pertenecen originariamente a los Estados
provinciales (...). Todos los poderes que propiamente corresponden a la
soberanía, y que no han sido delegados al gobierno federal, pertenecen a los
Estados y al pueblo (DSCD, 1955: 469-472).
Frente a esta definición de la oposición, el peronismo esgrimió su propia
conceptualización de federalismo. Así, el delegado peronista P. San Martín argumentaba
que:
sólo la mitad del territorio argentino era federal cuando gobernaban ‘los
campeones del federalismo’; hoy lo será todo. Otro de los grandes objetivos del
general Perón fue hacer una realidad nuestro federalismo. En este país todo
estaba declarado; lo único que faltaba era realizar esas declaraciones. No
podíamos hablar de federalismo cuando una inmensa extensión del territorio
patrio no era autónoma, cuando una zona vasta y rica, abierta a los beneficios
de la civilización, igualando en cultura al resto del país, no tenía la autonomía
necesaria para regir por sí misma sus destinos y acrecentar su grandeza (...). El
federalismo es algo orgánico, expresado en la libre determinación, pero no por
libre ajena al control y a la disciplina del poder central, que es el que orienta en
el camino a seguir para alcanzar los destinos de la Nación (DSCD, 1955: 476).
El diputado radical C. Perette criticó esta conceptualización por considerarla el
equivalente a un vasallaje de las provincias hacia el Estado Central:
Nadie pretende el enfrentamiento de las provincias a la Nación; pero tampoco
admitimos que las provincias se conviertan en Estados falderos del poder
central (...) [los representantes de la oposición] propugnamos la defensa del
federalismo contra todo intento de centralización y unicato político y
totalitario. Las provincias deben recobrar su verdadera y efectiva vida
auténticamente autónoma y democrática (DSCD, 1955: 536-537).
De esta forma, en estas citas, tenemos concentrado qué entendían el peronismo y la
oposición sobre el federalismo. Si bien no son lecturas antagónicas, sí mantienen una
distancia que fue puesta en discusión en ocasión de los proyectos de provincialización.
b) La autonomía de las nuevas provincias frente al Estado Central
71
Una de las cuestiones más discutidas sobre el federalismo en los proyectos de
provincialización fue la autonomía de las nuevas provincias frente al Estado Central. El
peronismo y los partidos políticos opositores entendían que las nuevas provincias debían
contar con poderes autónomos del Estado Nacional; las discrepancias, sin embargo,
radicaban en la definición de sus atribuciones y los alcances de dicha autonomía.
Particular discusión suscitó el tema de las constituciones que deberían sancionar las
flamantes provincias. Esto obedeció a que los proyectos de provincialización de los
distintos años, según la oposición, avasallaban la soberanía de las nóveles provincias. En
efecto, algunos de los proyectos del oficialismo contenían artículos que establecían ciertos
puntos que las Constituciones provinciales deberían contener, como los derechos laborales,
de la niñez y la ancianidad. Para la oposición, tales artículos presuponían un avasallamiento
en el sentido de que la Constitución Nacional de 1949 establecía en su artículo 5° que cada
provincia era autónoma para sancionar su propia Constitución, con el sólo requisito de que
ésta no entrara en contradicción con la Constitución Nacional 46. Con la reforma
constitucional de 1949, como señala Darío Macor (2004), se establecía, en la Disposición
5ta, un plazo para que las distintas constituciones provinciales ajustaran su texto a los
principios, derechos y garantías consagrados en la reforma. Así, como muestra el autor, las
constituciones provinciales adecuaron su texto a las nuevas especificidades de la Carta
Magna nacional.
En el caso del debate parlamentario por las provincializaciones, la crítica de la
oposición radicaba en que, para ellos, en virtud de la autonomía provincial, el proyecto de
provincialización no podía dotar previamente de contenido a la futura Constitución
provincial. Así, en el debate de 1951, el diputado radical José Pérez Martín 47 reclamaba
que:
el artículo 10 expresa que las constituciones provinciales deberán asegurar los
derechos, deberes y garantías de la libertad personal, así como los derechos del
trabajador, de la familia, de la ancianidad, y de la educación y la cultura. Esos
derechos figuran ya en la Constitución Nacional, y también ninguna
46
Al respecto, la Constitución Nacional decía en su artículo 5°: “Cada provincia dictará para sí una
Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y
garantías de la Constitución Nacional; (...) Con estas condiciones, el Gobierno Federal garantiza a cada
provincia el goce y ejercicio de sus instituciones”.
47
Diputado por Santa Fe, Unión Cívica Radical 1948-1952.
72
constitución provincial puede estar en vigencia si no incluye esa cláusulas, que
ha hecho obligatorias la ley fundamental de la Nación (DSCD, 1951: 1189).
Más explícitamente aún lo decía en el debate de 1953 el diputado radical O. Santucho:
la convención constituyente provincial no goza de total autonomía para el
cumplimiento de su cometido. La Constitución Nacional garantiza a las
provincias el uso y goce de sus instituciones sobre la base de que dicten su
propia constitución ajustándose a los recaudos del artículo 5° de la
Constitución Nacional. Pero no puede una ley del Congreso tener mayores
exigencias y establecer mayores requisitos que los del referido artículo
constitucional, porque es preciso no olvidar que las provincias conservan todos
los poderes no delegados y no puede ser distinta la situación para las nuevas
provincias que se vayan admitiendo en el seno de la Nación Argentina (DSCD,
1953: 2440)
Asimismo, sobre la autonomía de las provincias frente a la Nación, afirmaba el
diputado peronista V. Bagnasco:
por los artículos 5°, 6°, 97, 98, y 99 de la Constitución vigente [1949], las
nuevas provincias dictan sus constituciones, se dan sus propias instituciones
locales, eligen sus gobernadores, sus legisladores y demás funcionarios y
tienen derecho a que el gobierno federal les garantice el goce y ejercicio de sus
instituciones (...). Por los artículos 3° y 13 las nuevas provincias adquieren
jurisdicción propia con respecto al gobierno y propiedad de sus territorios
(DSCD, 1951: 1168).
Un tema no menor respecto a la discusión alrededor de las constituciones provinciales
fue la alusión constante que la oposición hizo a los antecedentes de las Constituciones
provinciales de los ex territorios de La Pampa y Chaco, convertidos en las provincias Eva
Perón y Presidente Perón gracias a la provincialización de 1951. Según la oposición, dichas
constituciones estaban en franca contraposición al modelo federal, por lo cual debía
evitarse que los futuros territorios provincializados pasaran por la misma situación. Así, en
los debates de 1953 y 1955 fue reiterada la mención a las “constituciones fascistas”. Por
caso, el diputado radical S. Nudelman afirmaba:
nuestro despacho tiene como fundamento la preocupación creada por el
régimen instaurado en los ex territorios del Chaco y La Pampa que motivaron
los proyectos de intervención ante esta Cámara, reclamando el remedio federal.
En el primero de estos ex territorios se crea una legislatura de tipo corporativo
fascista, y en ambos una justicia de clase incompatible con nuestro
ordenamiento jurídico-institucional. En esas constituciones provinciales se
destruye el régimen de igualdad ante la ley, se crean fueros personales y se
73
sancionan privilegios para ciertos grupos sociales, en pugna con la
Constitución Nacional (DSCD, 1953: 2445).
c) los recursos económicos y la sustentabilidad de los territorios convertidos en provincias
A lo largo de todos los debates, tanto los diputados peronistas como los de la oposición
se encargaron de mostrar y demostrar que los territorios nacionales tenían sobrada
capacidad económica para afrontar la vida autónoma de provincias. La provincialización
implicaba que el Estado Central dejaría de mantener económicamente a las nuevas
provincias, serían ellas mismas las que deberían solventarse por medio de sus recursos y los
impuestos. Así lo señalaba el diputado conservador R. Pastor en el debate de 1951:
no es solamente un reconocimiento de aspiraciones y derechos. Es también una
reforma substancial en el régimen financiero general de la República. Desde el
momento que las gobernaciones vayan adquiriendo la jerarquía de provincias,
irán planteándose las formas de una nueva distribución de los recursos y de las
finanzas que la Nación ha encontrado en la capacidad productora y en el
esfuerzo por esas poblaciones (DSCD, 1951: 11721)
En esta tónica, en 1953 el diputado radical S. Nudelman afirmaba que en aras del
federalismo, los recursos económicos de las nuevas provincias debían pertenecer a ellas y
ya no más al Estado Central:
las fuentes de riqueza y de la tributación, así como todos los elementos que
posibilitan el desenvolvimiento autónomo de una entidad política, deben estar
fundamentalmente en manos de las respectivas provincias, o sea, que el
centralismo y la absorción que por virtud de las leyes de unificación de
impuestos y la creación de otros gravámenes de los llamados directos han
venido a traer una supeditación de las actuales provincias hacia el organismo
federal, no signifique un detrimento para el adelanto y el progreso que todos
deseamos a las nuevas provincias que se incorporan en el ámbito federal
(DSCD, 1955: 526).
En este tema de los recursos económicos de las flamantes provincias, un aspecto
central en la discusión parlamentaria tuvo que ver con el pasaje de las tierras fiscales desde
la Nación hacia la provincia en el proceso efectivo de provincialización. Esta importancia
era señalada por Rodolfo Weidmann48:
uno de los aspectos esenciales involucrados en el proyecto de ley que estamos
tratando es el que se vincula al traspaso, que se opera a raíz de la
provincialización, de las tierras públicas de dominio nacional hacia las nuevas
48
Diputado por Santa Fe, Unión Cívica Radical 1952-1958.
74
provincias (...). Ellas constituyen la mayor parte del territorio de las nuevas
provincias y en la Patagonia casi las siete décimas partes de su extensión
territorial (DSCD, 1955: 526).
Al respecto, los diputados de la oposición temían que en el traspaso de las tierras de la
Nación a las provincias hubiera malversación y tierras no declaradas. Para prevenir
cualquier problema de este tipo, los legisladores del partido de gobierno esgrimieron que no
serían las provincias las encargadas de la mensura de las tierras fiscales que pasarían a su
dominio, sino que se encargaría la Dirección Nacional de Catastro. Así lo exponía el
diputado peronista J. Cornejo Linares:
los bienes de la Nación en los territorios son de dominio público o de dominio
privado (...). Las tierras fiscales vienen a ser aquí una especie particular dentro
del género de bienes privados y constituyen quizá la mayor proporción de los
bienes que el Estado nacional transferirá a las nuevas provincias. (...) Éstas
adquieren soberanía sobre todos los bienes que hasta entonces pertenecían a la
Nación. Pero a los efectos de su entrega material, es que se fija el plazo de diez
y ocho meses, tarea que deberá ser realizada por la Dirección Nacional de
Catastro (DSCD, 1955: 467).
Hasta tal punto era importante, tanto para el peronismo como para la oposición, el tema
del pasaje de las tierras fiscales de la Nación a los territorios provincializados, que en el
debate por las provincializaciones realizado en 1955 la ambigüedad del artículo que
estipulaba ese asunto provocó que los distintos partidos políticos coincidieran en
modificarlo. Esto obligó a que el proyecto de provincialización, ya con media sanción del
Senado, volviera a dicha Cámara para que fuese considerada y aprobada la modificación
propuesta por Diputados49. Al respecto, el diputado peronista J. Cornejo Linares afirmó en
el debate de 1955:
Dice el artículo 10: “Pasarán al dominio de las nuevas provincias los bienes
que estando situados dentro de los límites territoriales de las mismas,
pertenezcan al dominio público o privado de la Nación, así como también las
tierras fiscales –establecida que fuere su perfecta delimitación– y bienes
privados de ellas...” Al poner en plural “ellas”, este pronombre viene a
concordar con “provincias”, y no con “Nación”, como era el propósito de la
redacción.
49
Cabe recordar que uno de los principales argumentos esgrimidos por el peronismo para no modificar el
proyecto de provincialización de La Pampa y Chaco extendiéndolo a más territorios, radicaba en que si se
modificaba algún artículo el proyecto debería reingresar en el Senado, lo que retrasaría la provincialización.
75
Como al salvar el error, la modificación implica devolver el proyecto al
Senado, la comisión quiso aprovechar la circunstancia para proponer una nueva
redacción del artículo de manera que resulte mejor expresado su propósito
(DSCD, 1955: 467).
Tanto el peronismo como la oposición objetaron la redacción de ese artículo, juzgando
que podría traer inconvenientes en el efectivo pasaje de las tierras de la Nación a las nuevas
provincias. Por tanto, decidieron volver a redactar el artículo 10, siendo votado
afirmativamente por la mayoría en la votación artículo por artículo en Diputados. De esa
forma, el proyecto pasó con modificaciones a la Cámara de Senadores, donde fue aprobado.
d) la cuestión de las elecciones y la representación, en particular en la transición
Por último, una cuestión de discusión a la luz del federalismo en ocasión de los debates
parlamentarios en torno a la provincialización de los territorios nacionales estuvo
relacionada con las elecciones en las nuevas provincias y la representación, particularmente
en la transición entre ser territorios y convertirse en provincias.
Una controversia muy fuerte tuvo lugar al respecto en el debate de 1951, ya que en
aquel proyecto se establecía que La Pampa y Chaco, una vez convertidas en provincias, no
tendrían representación parlamentaria hasta las elecciones de 1954, pese a tener lugar
previamente las elecciones de noviembre de 1951. El peronismo argumentaba que esas
nuevas provincias no podrían elegir delegados para la Cámara de Diputados porque ya no
eran más territorios nacionales, pero tampoco podrían elegir Senadores y Diputados porque
aún no estaría formado el gobierno provincial. Primero, la población debía elegir
representantes para la Convención Constituyente provincial, luego elegir autoridades
provinciales y recién después estaría en condiciones de elegir representantes legislativos.
Pero para el peronismo, actuar de esa forma implicaba un perjuicio para una población que
no estaba acostumbrada al ejercicio cívico, obligándola a votar y movilizarse tres veces en
sólo siete meses, además, como aún no había gobierno provincial, debería llamar a
elecciones el Estado Central, manteniendo el centralismo que se quería terminar.
Así, el diputado peronista V. Bagnasco señalaba que:
a la elección de senadores les caben todos los argumentos que he dado porque
no son provincias argentinas. Eso es lo fundamental. Con respecto a los
diputados, ¿quién convoca? ¿Cómo hacemos jugar el artículo 42 de la
Constitución? ¿Quién hará la convocatoria? ¿Quién presidirá la elección? ¿El
76
gobierno federal? ¿Esos diputados que serían elegidos por los distritos de esa
provincias en formación habrían sido elegidos bajo la égida del gobierno
federal? (DSCD, 1951: 1170).
Por estas razones, el peronismo juzgó contraproducente que las nuevas provincias
eligieran diputados y senadores en las elecciones de 1951, y en el curso del debate, propuso
en cambio mantener a esos espacios sin representación parlamentaria hasta las elecciones
legislativas de 1954, siguiendo de ese modo la experiencia norteamericana.
Ante esto, las quejas de la oposición fueron inmediatas. Reclamaban que no podía
dejarse sin representación parlamentaria por tanto tiempo a las nuevas provincias. Pero las
distintas propuestas que hicieron no prosperaron frente al peronismo, como por ejemplo:
que en las elecciones de 1951 La Pampa y Chaco eligieran delegados y que una vez
sancionada la Constitución provincial pasaran automáticamente a ser diputados; o que
eligieran diputados, que representan al pueblo y recién cuando estuvieran instaladas las
autoridades provinciales se eligieran senadores, que representan a la provincia.
Por otro lado, respecto a las elecciones una vez dictadas las constituciones de las
nuevas provincias, el diputado radical J. Pérez Martín señalaba que:
el artículo 11 establece que una vez dictadas las constituciones bajo las reglas
precedentes y comunicadas al Poder Ejecutivo dentro de los 90 días posteriores
a esta comunicación, se convocará a elecciones. Conviene bien aclarar el
alcance de este artículo, ya que hace a la esencia de la autonomía política que
se declara para los territorios. Que no se vuelva a repetir con esto la limitación
que existía en la Constitución de 1853, antes de las reformas de 1860, cuando
establecía que las provincias, una vez dictadas sus respectivas constituciones,
deberían someterla al examen del Congreso federal. No podría concebirse,
desde luego, que estas nuevas entidades políticas tuvieran que someter sus
respectivas constituciones al examen del Poder Ejecutivo de la Nación (DSCD,
1951: 1189).
Nuevamente, la cuestión de la autonomía de la provincia frente a la Nación fue plasmada en
el discurso de la oposición.
III. Consideraciones finales
En el presente capítulo, intentamos mostrar que en los argumentos del peronismo y la
oposición en los debates en torno a la provincialización de los territorios nacionales se
fueron delineando conceptualizaciones divergentes del federalismo. Mientras que para la
oposición el federalismo implicaba la autonomía de las provincias frente a la Nación, en
77
tanto le cedieron al poder central sólo algunas facultades y mantuvieron el resto para sí; en
tanto que para el peronismo, si bien esto es cierto, también habría que considerar la
existencia de un bien común nacional hacia el cual las partes componentes debieran
contribuir, en una relación de interdependencia entre las provincias y el Estado Central.
No obstante esta diferencia, también encontramos similitudes entre el peronismo y los
partidos de la oposición. Así, ambos reconocían en la provincialización una manera de
afianzar el federalismo nacional. También coincidían en la centralidad revestida en la
cesión de las tierras de la Nación a las nuevas provincias, como parte del proceso de
conversión de los territorios a provincias.
Por último, en este capítulo documentamos además que la incorporación de los
territorios nacionales al Estado federal difirió del proceso recorrido por las originales 14
provincias. Ellas preexistieron al Estado Central, mientras que los territorios fueron, como
se ha visto, incorporados a un Estado Nacional-federal ya conformado años atrás. Incluso,
el propio nacimiento de los territorios nacionales como tales fue una creación del Estado ya
conformado, en 1884.
En este sentido, nos sigue resultando útil la conceptualización de Oscar Oszlak en La
formación del Estado argentino (1997). En esta obra, el autor estudia la formación del
Estado-Nación argentino, es decir, el pasaje de múltiples espacios locales separados, las
provincias, hacia la formación de un ámbito de interdependencia entre las provincias y un
órgano central, el Estado Nacional.
En este capítulo, nosotros tratamos con un proceso exactamente inverso al estudiado
por este autor, ya que la provincialización de los territorios nacionales implicó desandar lo
nacional-público, que era el punto de llegada en el estudio de Oszlak. Nuestra investigación
nos lleva a un lugar distinto al punto de origen de Oszlak, es decir, no hacia lo localprivado, que implicaría la ausencia de un órgano estatal central, sino hacia lo local-público.
En otras palabras, nuestro punto de llegada presupone la redefinición del perfil del EstadoNación al transformarse alguno de sus componentes, originalmente subordinados a él, a
ámbitos con status de provincias autónomas; una federación de interdependencia entre el
Estado central y sus partes componentes que, a partir de las provincializaciones llevadas
adelante durante el peronismo clásico (1946-1955), fueron en su totalidad provincias y no
como hasta el momento 14 provincias y 9 territorios nacionales. En tal sentido, creemos
78
que fue precisamente la novedad de este proceso lo que estimuló el debate entre los
legisladores y conllevó a revisar las nociones heredadas sobre el federalismo y disputar sus
sentidos. Así, aún cuando el oficialismo contara con el número suficiente para sancionar sus
proyectos, el debate parlamentario mostró ser fecundo y estimulante.
79
CONCLUSIONES
El paso del peronismo por el gobierno nacional (1946-1955) significó, entre otras
cosas, una transformación total de la división política del país. Cuando Juan D. Perón
accedió a la presidencia en 1946 el país estaba conformado por 14 provincias, 1 distrito
federal, 8 territorios nacionales y 2 gobernaciones50. Cuando se produjo el golpe de Estado
que interrumpió el segundo mandato de dicho presidente, en 1955, el país estaba compuesto
por 22 provincias y un distrito federal.
Al llevar adelante esta transformación, el gobierno peronista saldaba una cuestión que
había quedado pendiente en la agenda de la política nacional. Como señalamos al principio
de esta tesis, el requisito para que un territorio nacional fuera convertido en provincia era
puramente demográfico, ya que la Ley n° 1.532 Orgánica de territorios nacionales
establecía que los territorios que alcanzaran los 60 mil habitantes serían provincializados. A
comienzos del siglo XX varios de los territorios ya cumplían con este requisito, pese a lo
cual no fueron convertidos en provincias. Ni bajo las presidencias del radicalismo primero
y el conservadurismo luego, se logró avanzar en la dirección de la provincialización de los
territorios aún cuando su situación ya era relativamente próspera en cuanto a recursos
económicos y humanos, en algunos casos, incluso superior a las de algunas provincias. Por
tanto, debieron transcurrir 71 años desde la sanción de la Ley n° 1.532 en 1884 hasta la
provincialización de la totalidad de los territorios nacionales, en 1955. Mirado en
perspectiva histórica, en consecuencia, la transformación en la organización administrativa
del territorio nacional acaecida en tiempos del llamado peronismo clásico no fue para nada
menor.
La literatura que se dedicó a estudiar las provincializaciones ha dilucidado las razones
que posibilitaron esta transformación y los motivos por los que el gobierno optó por una
estrategia gradual de provincialización. En tal sentido, se ha señalado que esto se debió a
que tanto los partidos de gobierno como los opositores, temían por el comportamiento
electoral de los habitantes de esos espacios, una vez que se les garantizaran derechos
50
Al respecto, ver nota n° 2 página 7.
80
cívicos al ser convertidos los territorios en provincias. De acuerdo a la literatura, el
peronismo afrontó este temor aplicando una estrategia de gradualidad, esto es,
provincializando por etapas los territorios con mayores recursos y con una importante
presencia de los gremios y sindicatos aliados, para que la provincialización “ostentara el
signo justicialista” (Ruffini, 2006). En este sentido, las investigaciones se han preocupado
por dilucidar la estrategia política del gobierno a la luz de los intereses de construcción de
un poder hegemónico por parte del oficialismo.
Si esa transformación fue importante en términos de organización administrativa del
territorio nacional, no lo fue menos en cuanto al reconocimiento de derechos. Recordemos,
una vez más, que los territorios nacionales fueron espacios que no tenían una vida política
autónoma, lo que los diferenciaba de las provincias. En los territorios, la población sólo
tenía derecho a una participación política a nivel local, eligiendo un consejo municipal en
aquellos distritos que superaran los mil habitantes, aunque no funcionó del todo bien en la
práctica (Rosciani, 2001). Al gobernador del territorio nacional no lo elegían sus habitantes
sino el Estado Central, que era una especie de tutor de estos espacios, según la idea de que
los territorios nacionales eran “menores de edad” y “provincias en ciernes” (Ruffini, 2006).
Así, los territorios nacionales fueron espacios gobernados en un sentido unitario, ya que era
el Estado Central quien los administraba económicamente, establecía las autoridades y
recaudaba los impuestos. Debido a esto, sus habitantes eran ciudadanos “incompletos” ya
que tenían vedada la participación y la representación: no participaban en elecciones
nacionales ni para gobernador, solamente –si es que existían en la práctica– elecciones
municipales. Tampoco gozaban del derecho de representación, pues no había un
parlamento local ni se enviaba representantes al Congreso Nacional.
En esta tesina hemos examinado un aspecto específico de la provincialización como es
el del significado de las controversias que entre el oficialismo y los partidos de la oposición
suscitó este proceso. Es evidente que el peronismo en el poder sostuvo la decisión política
de cambiar la situación jurídica de los territorios y lo hizo apelando a los mecanismos
institucionales vigentes. Cabe mencionar que el peronismo podría haber provincializado
valiéndose de la herramienta del decreto presidencial, pero no lo hizo así sino que se valió
del Congreso Nacional, donde tuvo que enfrentar a una reducida pero para nada amilanada
oposición. Más aún, la gradualidad de las medidas hizo que las discusiones se sucedieran en
81
un corto lapso de años que, por otra parte, fueron de una profunda intensidad política. En
efecto, el primer proyecto de provincialización se presentó en 1951, a partir del cual el
peronismo propuso la provincialización de La Pampa y Chaco, luego en 1953 cuando se
trató el caso de Misiones, y por último en 1955 tuvo lugar el debate sobre Formosa,
Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Así, el análisis de los diarios de sesiones parlamentarias donde se discutieron los
proyectos de provincialización presentados por el peronismo nos sirvió para poder iluminar,
en esta tesis, desde un ángulo distinto y privilegiado las relaciones entre el peronismo y la
oposición. Hemos buscado documentar que la oposición, al menos en los casos aquí
examinados, utilizó su lugar en el Congreso Nacional como un espacio provechoso para
discutir con el partido de gobierno, disputarle legitimidad e intentar, aún sin tener éxito,
cambiar la política de provincialización del peronismo. De esta forma, nuestro análisis
propone matizar la interpretación de M. Sebastiani (2005), según la cual a partir de la
reforma constitucional de 1949 los legisladores de la oposición ya no pudieron encontrar en
el parlamento aquél lugar desde el cual postular sus iniciativas y fundamentar su disidencia
programática con el oficialismo, ya que la reforma vino, a criterio de esta autora, a reforzar
las prácticas presidencialistas y de avasallamiento del partido oficial sobre los partidos
minoritarios.
A lo largo del Capítulo I, demostramos que en los debates parlamentarios en torno a la
provincialización de los territorios nacionales, iniciados en 1951 (año que para Sebastiani
se manifiesta ya la imposibilidad de la oposición para desarrollar estrategias de disidencia
frente a los diputados peronistas y controlar al Poder Ejecutivo del mismo signo partidario),
la oposición logró discutir ideas concretas respecto del proyecto e igualmente denunciar
políticas del gobierno –no sólo referidas a los puntos de los proyectos en discusión sino
también de la política nacional en general–. Así, en los sucesivos debates parlamentarios en
torno a la provincialización, el peronismo no pudo meramente “tramitar” los proyectos en
la Cámara de Diputados Nacionales, pese a contar con una mayoría abrumadora que se
incrementaba conforme cada nueva elección legislativa. Sus representantes se vieron
obligados a discutir hasta altas horas de la noche durante varios días con los legisladores de
la minoría.
82
Es evidente que los diputados de la oposición se encontraban en franca minoría. En
1951 formaban parte de la misma, tanto la UCR como el PDP y algunos partidos
provinciales, pero a partir del debate de 1953, sólo los representantes de la UCR tuvieron
acceso a la Cámara, pues el peronismo consiguió muchas más bancas en las elecciones de
195151, en parte gracias a la modificación del tipo de votación, que pasó de ser proporcional
a ser por mayoría y en distrito uninominal. Sin embargo, en la Cámara los radicales
reclamaron para su partido la paternidad sobre la preocupación de la provincialización,
esgrimiendo la rica historia partidaria en materia de proyectos de provincialización. Esta
acción obligó a los legisladores del partido de gobierno a señalar que ninguno de esos
proyectos se había llevado a cabo y ni siquiera se habían discutido en el Congreso, donde
podrían haberse sancionado en virtud de que el radicalismo había tenido mayoría en
Diputados cuando fue gobierno. El peronismo contrastaba ese desempeño con su propio
accionar: pocos proyectos y promesas de provincialización pero una efectiva puesta en
práctica de una provincialización que comenzaría por dos territorios para terminar en un
futuro cercano con la totalidad de ellos. Se presentaba así y se construía como el partido
capaz de realizar una transformación real, que se sintetizaba en la consabida frase, “Perón
cumple”. Asimismo, los legisladores de la oposición aprovecharon sus intervenciones en el
marco del debate para denunciar prácticas del peronismo ajenas al proyecto en discusión,
como el avasallamiento de las minorías partidarias, negocios petroleros, entre otros. Por
último, un gran tema de conflictividad entre el peronismo y la oposición giró alrededor del
alcance de los distintos proyectos de provincialización. Como vimos, el peronismo reflejó
en dichos proyectos una estrategia de provincialización gradual, en tanto que los
legisladores de la oposición insistían en la necesidad de una provincialización extensiva. ¿A
qué se debió esta diferencia entre peronismo y oposición? Nosotros sostuvimos que no
puede negarse que en parte respondió a cierta lógica de rechazar la legislación propuesta
por el partido adversario, pero más importante aún, sostenemos, es que en los argumentos
de estos bloques se esgrimieron concepciones distintas y, en algún punto, contrapuestas
sobre qué entender por ciudadanía y qué por federalismo.
51
Ver anexo II.
83
En el capítulo II exploramos las concepciones de ciudadanía articuladas en los
argumentos que esgrimieron los legisladores para defender los distintos proyectos de
provincialización. Así, recuperamos la noción de etapismo propuesta por T. Marshall en sus
conferencias Ciudadanía y Clase Social de 1949, e identificamos, aún a riesgo de
esquematizar, que la oposición entendía que la ciudadanía significaba el derecho a votar y
ser votado, es decir una ciudadanía definida en clave política. De modo que los derechos
políticos de la ciudadanía eran concebidos como el fundamento y paso previo para la
consecución de derechos sociales y económicos, de manera similar a como lo planteara T.
Marshall en sus clásicas conferencias ya mencionadas. En cambio, para el peronismo la
ciudadanía no se reducía al derecho del ejercicio de las libertades cívicas y políticas, sino
que la ciudadanía se definía principalmente por la existencia de derechos sociales, base y
punto de partida para la expansión de los derechos políticos. Sostenemos que estas dos
conceptualizaciones opuestas, una con centro en lo político y la otra en lo social, fueron lo
que estaba detrás de los argumentos de la oposición a favor de una provincialización
extensiva. Para la oposición, sólo mediante la participación activa en la política, por medio
del voto, los territorianos serían ciudadanos. Mientras que para el peronismo, la
provincialización gradual se justificaba, creemos, en la medida en que lo central en relación
a la ciudadanía eran los derechos sociales, incluso como base y sustento para derechos
civiles y políticos.
Asimismo, también demostramos en dicho capítulo que los derechos políticos de los
territorios nacionales
no estuvieron completamente subsumidos al proceso de
provincialización en sí. Como vimos, el reconocimiento de éstos fue, en buena medida,
previo, ya que con la reforma constitucional de 1949 los territorianos pudieron empezar a
votar en las elecciones nacionales, al tiempo que con la reforma electoral de 1951 se creó la
figura del delegado territorial, un actor que representaría a los territorios nacionales en la
Cámara de Diputados Nacional, con voz y sin voto.
En el capítulo III abordamos el segundo eje explicativo que creemos estuvo de fondo
en las argumentaciones de peronistas y opositores en los debates de provincialización, esto
es, las distintas nociones sobre el significado del federalismo. Apareció muy fuertemente
presente en los diarios de sesiones parlamentarias el señalamiento que hacía la oposición
sobre la necesidad de que las nuevas provincias se manejaran autónomamente, sin ningún
84
dejo de dependencia del Estado Central. La oposición entendía al federalismo como el
resultado de un pacto entre las provincias y un organismo central, donde las primeras ceden
ciertos derechos y prerrogativas en el segundo, reservando el resto para sí, he allí la
justificación de la autonomía que la oposición reclamaba para los nuevos territorios. En
contraste, para el peronismo, si bien también definía al federalismo como el mecanismo
mediante el cual las provincias ceden ciertos derechos y atributos al Estado Central y
reservan otras potestades para sí, en esta visión también estaba presente lo que podríamos
llamar el bien común nacional, al que tanto las partes (las provincias) como el todo (el
Estado Nacional) debían ayudar a alcanzar, en una situación de interrelación donde ninguna
parte prima sobre la otra.
Así, pudimos aproximarnos al modo en que se revisa la relación entre provincias y
Estado Nacional, no ya del siglo XIX como hizo con razón buena parte de la historiografía,
sino en el siglo XX. El federalismo es también una cuestión relevante a mediados de dicho
siglo en la Argentina aún cuando el Estado Nacional ya había adquirido contornos
definidos. He allí uno de los aspectos interesantes del proceso de provincialización de los
territorios. La conversión de la totalidad de los territorios nacionales en provincias durante
la administración peronista puso fin a la situación de una Argentina federal en las
provincias pero unitaria en los territorios nacionales. En efecto, se llegó en 1955 a un país
conformado exclusivamente por provincias.
Por último, nos parece revelador señalar que la incorporación de los territorios
nacionales al Estado Nacional tuvo características distintas a las vividas por las provincias
en el siglo anterior. Las 14 provincias originales preexistieron al Estado Central, tenían sus
reglas, su ejército y constituciones establecidas antes de la formación del Estado-Nación.
En cambio, los territorios nacionales fueron incorporados a un Estado-Nación que los
preexistió. Así, usando término de O. Oszlak (1997), la incorporación de las provincias al
Estado Nacional significó el pasaje de lo local-privado a lo nacional-público, mientras que
el caso de las provincializaciones significó el pasaje desde lo nacional-público hacia lo
local-público. Este proceso resultaba novedoso y ante tal desafío, los partidos políticos,
tanto de gobierno como la oposición, elaboraron propuestas, ofrecieron alternativas,
dotando así de nuevos sentidos a las concepciones de ciudadanía y federalismo.
85
ANEXOS
Anexo I: MAPAS DE LA ARGENTINA DESDE LA CREACIÓN DE LOS
TERRITORIOS NACIONALES HASTA SU PROVINCIALIZACIÓN (1884-1955)
Mapa de la Argentina entre 1884 y 1901
Referencias:
Te territorios nacionales (9)
Provincias (14)
Con la Ley n° 1.532 Orgánica de territorios nacionales del año
1884, el país quedó divido en 14 provincias y 9 territorios
nacionales, más el distrito federal.
Fuente: elaboración propia.
Mapa de la Argentina entre 1900 y 1943
En el año 1900, se creó un nuevo territorio nacional,
Los Andes Centrales, ubicado en el actual NEA. El
resto de los territorios no sufrió modificaciones. Así,
el país quedó conformado por 14 provincias y 10
territorios nacionales, más el distrito federal.
Fuente: http://timerime.com/territoriosnacionales1900/
86
Mapa de la Argentina entre 1943 y 1951
En el año 1943 se produjo un nuevo cambio en el mapa
de los territorios nacionales, ya que por un lado se
disolvió el territorio de Los Andes Centrales
(repartiéndose entre Salta, Jujuy y Catamarca), y por otro
lado, se crearon las Gobernaciones: la gobernación
militar de Comodoro Rivadavia y la gobernación
marítima de Tierra del Fuego. Espacios igualmente
dependientes del Estado Central, pero gobernados por un
militar en actividad. Así, el país quedó conformado por
14 provincias, 8 territorios nacionales y 2 gobernaciones,
más el distrito federal.
Fuente:
http://es.slideshare.net/fersalvatierra/construccin-delterritorio-nacional-argentino-pps?related=1
Mapa de la Argentina una vez aprobadas las provincializaciones de 1955
Aprobadas las provincializaciones de 1955, todos los
territorios fueron convertidos en provincias. El país pasó
a estar conformado por 22 provincias y un territorio
federal.
87
Anexo II: COMPOSICIÓN PARTIDARIA DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
NACIONALES (1946-1955)
Composición Cámara de Diputados Nacionales, 1946
PARTIDO POLÍTICO
peronistas
UCR Junta Renovadora/ partido
laborista
partido laborista
UCR Junta Renovadora
UCR de La Rioja
UCR Irigoyenista
Centro cívicos independientes
TOTAL DIPUTADOS PERONISTAS
oposición
UCR Comité Nacional
partido Demócrata Progresista
UCR bloquista (San Juan)
UCR antipersonalista
partido Demócrata Nacional
TOTAL DIPUTADOS OPOSITORES
TOTALES
CANTIDAD DE DIPUTADOS
6
70
27
1
3
2
109
44
1
1
1
2
49
158
Fuente: CEHP-UNSAM: “La conformación de la Cámara de Diputados a partir de las elecciones legislativas
de 1946” [en línea],
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/materiales/Conformaci%C3%B3n%20de
%20la%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%2019461955/Conformaci%C3%B3n%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%20-%20Elecciones%201946.pdf
Composición Cámara de Diputados Nacionales, 1948
PARTIDO POLÍTICO
peronismo
Partido Peronista
TOTAL DIPUTADOS PERONISTAS
oposición
Frente Obrero (Tucumán)
Partido Demócrata Nacional
Unión Cívica Radical
Unión Cívica Radical
Antipersonalista
CANTIDAD DE
DIPUTADOS
110
110
1
1
44
1
88
Unión Cívica Radical Bloquista
(San Juan)
TOTAL DIPUTADOS OPOSITORES
TOTALES
1
48
158
Fuente: CEHP-UNSAM: “La conformación de la Cámara de Diputados a partir de las elecciones legislativas
de 1948” [en línea],
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/materiales/Conformaci%C3%B3n%20de
%20la%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%2019461955/Conformaci%C3%B3n%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%20-%20Elecciones%201948.pdf
Composición Cámara de Diputados Nacionales, 1951
PARTIDO POLÍTICO
Partido Peronista
UCR
TOTALES
CANTIDAD DE
DIPUTADOS
135
14
149
Fuente: CEHP-UNSAM: “La conformación de la Cámara de Diputados a partir de las elecciones legislativas
de 1951” [en línea],
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/materiales/Conformaci%C3%B3n%20de
%20la%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%2019461955/Conformaci%C3%B3n%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%20-%20Elecciones%201951.pdf
Composición Cámara de Diputados Nacionales, 1954
PARTIDO POLÍTICO
Partido Peronista
UCR
TOTALES
CANTIDAD DE
DIPUTADOS
161
12
173
Fuente: CEHP-UNSAM, “La conformación de la Cámara de Diputados a partir de las elecciones legislativas
de 1954” [en línea],
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/materiales/Conformaci%C3%B3n%20de
%20la%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%2019461955/Conformaci%C3%B3n%20C%C3%A1mara%20de%20Diputados%20-%20Elecciones%201954.pdf
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