EL DELITO DE TERRORISMO A NIVEL NACIONAL E Ni

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EL DELITO DE TERRORISMO A NIVEL
NACIONAL E Ni'ERNACIONAL
Raúl CARRANCÁ Y RIVAS*
1 terrorismo se define en principio como la dominación por el
terror. Ampliando el concepto es un medio de lucha violenta
practicada por una organización o gnipo politico contra el poder
del Estado y para la consecución de sus fines; siendo el terrorista la
persona que pertenece a una organización que practica el terrorismo.
El terrorismo es en síntesis una sucesión de actos de violencia (delitos) ejecutados para infundir terror. Un rápido repaso del mismo señala que se ha practicado principaln~entecomo una táctica en los
movimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios de carácter político social; sin que se lo pueda considerar, bajo ningún concepto,
como un delito de los que nuestro Código Penal llama políticos. O
sea, la lucha política no se justifica con el terror.
E
Es de recordar que incluso algunos gobiernos han utilizado el terrorismo para aplastar la resistencia de sus enemigos. Parte de los nihilistas rusos (hay una gran novela de Leonid Andréiev, uno de los
mejores representantes del simbolismo ruso, Sacha Yegulev, donde el
nihilismo revolucionario, una especie de terror, es el verdadero protagonista) y luego de los anarquistas llevaron a cabo atentados personales, especialmente contra jefes de Estado y personajes políticos de
relieve, así como otros actos de violencia con la esperanza de provocar el pánico, la desorgaiiización y la destrucción del Estado. Los
marxistas y en general la mayoría de los partidarios de la revolución
social han condenado el terrorismo considerándolo contraproducente.
Añádase que el mismo ha sido puesto en práctica por algunos movimientos nacionalistas del pasado siglo xx y por sociedades secretas
como el Ku Klux Klun. A manera de reflexión hay que dejar en claro
que es imposible hablar del terrorismo sin remitirse al Terror, la fuProfesor de la Facultad de Derecho de la
UNAM
nesta etapa de la Revolución Francesa que va desde la caída de los
girondinos hasta la ejecución de Robespierre, que se caracterizó por
la influencia todopoderosa del Comité de Salud Pública de París y
por la promulgación de la Ley de Sospechosos, arrastrando consigo
una cauda de ejecuciones como la de María Antonieta. Lo digo porque se ve con claridad que para el terrorismo o el terror no hay ley
ni principio jurídico alguno que los frene. Es un nihilismo desenfrenado y frenético, que aunque alegue fines y propósitos se hunde en
su nefasta sinrrazón. El terror y el terrorismo se oponen de manera
definitiva, lo mismo que sus adeptos, a la legalidad y al Derecho; o
inventan "su Derecho" circunstancial y acomodaticio, por lo que una
de sus características es promover la "justicia" (entre comillas) de
propia mano. En consecuencia, el terrorismo es hermano del fanatismo irredento (léase hoy islamismo desviado) y voraz.
Tengo la inclinación natural, tamizada por mi vocación y ejercicio
académicos, de preferir a los juristas y escritores que como al buen
vino los ha añejado el tiempo. En efecto, trasegar un poco, decantar
para que no salga el pozo residual de la vida, limpiar las impurezas y
dar aliento eterno a las ideas, es lo que me cautiva en la personalidad
de un hombre. A los jóvenes, a los bisoños e incluso a los maduros
hay que darles tiempo, que es oportunidad y ocasión; es su derecho y
es nuestra obligación. Pero yo prefiero, desdeñando un poco las modas pedantescas, pensar y escribir al amparo generoso, entre otros, de
un Carrara; de un Maggiore, de un Jiménez de Asúa, de un Mezger.
Y no cito a un Carrancá y Trujillo porque sena casi como citarme a
mí mismo. Dije párrafos atrás que la lucha política no se justifica con
el terror. Carrara, en su famoso Programa, explica con inmejorables
palabras la dinámica del delito político, lo que me parece oportuno
recordar en lo que toca a la ubicación sistemática o metodológica del
terrorismo que bajo ningún concepto es o puede ser un delito político;
lo cual me interesa sobremanera porque es necesario, se acepte éste o
no, diferenciarlo muy claramente del terrorismo. En la octava y última clase, correspondiente a aquél delito, intitula así el capitulo único:
"Por qué no se expone esta clase". De aquí entresaco lo siguiente:
"No habrá ningún alumno que con un libro en la mano, por profundo
que sea, de la misma manera que se presenta ante un juez a decirle
que no puede condenar a un individuo como reo de hurto calificado,
porque no lo es, pretenda presentarse ante Juárez, con la esperanza de
ser atendido, para decirle: 'Tu no puedes darle muerte a Maximiliano,
porque tu gobierno es de hecho, no de derecho', o viceversa. ¿De qué
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servirá trabajar para tejer una tela jurídica que en cualquier momento
puede ser destruida por el cañón o por la espada?..." (parágrafo
3927). Y luego: "...las condiciones de la ciencia demuestran que el
delito politico no es definible mediante principios absolutos, pues se
vacila al tratar de definir cuál es el criterio que constituye su culpabilidad, por una parte, y la mira del bien de la patria, por la otra, que
es siempre la meta que toman como bandera todos los partidos en las
luchas civiles" (parágrafo 3928).
Añado que Carrara coloca, en el título de los "Delitos Contra la
Tranquilidad Pública", lo que toda proporción guardada hace la legislación alemana como ya veremos más adelante (ella habla de delitos
contra el orden público), una serie de acciones (violencia pública, incendio, ruina o destrucción de edificios, inundación o daño de diques,
sumersión o naufragio procurado, faros falsos, daños de vías férreas)
que por su naturaleza implican verdaderas acciones de terror. O sea,
el gran jurista no alude de manera directa al terrorismo aunque si a su
idea que inserta en varios tipos. Prueba manifiesta de lo que digo, me
parece, es su opinión contenida en el parágrafo 3042. Hela aquí: violencia pública "Es una serie de actos externos realizados con el fin de
imponer, mediante intimidación, la propia voluntad a un número indefinido de ciudadanos o a un representante de la autoridad pública, y
que sean aptos para producir ese efecto". En otros términos, y según
el propio Carrara, se trata en la especie de una acción sobre la voluntad. Lo cierto es que los conceptos de tranquilidad y orden son correspondientes, es decir, alterar la tranquilidad pública es alterar el
orden. El parágrafo que de Carrara acabo de citar contiene, a mi juicio, la idea clave o vertebral del terrorismo.
Giuseppe Maggiore, quien con sutil talento trata el delicado asunto
del delito político, circunscribiéndolo a cuatro amplios espacios, el de
los delitos que atentan contra la personalidad del Estado en sí, el de los
que atentan contra la personalidad internacional del Estado, el de
los que atentan contra la personalidad interna del Estado y el de los
que atentan contra los derechos políticos del ciudadano, tampoco se
refiere en concreto al terrorismo. Lo que obliga a suponer que el terrorismo es o va siendo, por lo menos en principio, una acción que
abarca o comprende distintos delitos; por medio del terrorismo se priva de la vida, se lesiona, se causa daño en propiedad ajena, etcétera.
Una acción, asimismo, cuya fuerza no se había desplegado en el grado mayúsculo en que hoy, lo que nos hace verla jurídicamente como
una entidad típica autónoma. La verdad es que el terrorismo atenta
lo mismo contra la personalidad internacional del Estado que contra
la interna, lo que significa que atenta contra la tranquilidad y el orden
públicos; y afecta, por lo tanto, los derechos políticos de los ciudadanos. El sujeto activo es por regla general indeterminado, como lo es
el pasivo; lo que significa que pueden ser víctimas ciudadanos comunes, jefes de Estado, representantes diplomáticos de cualquier parte o
zona geográfica del mundo.
Luis Jiménez de Asúa, en su nionumental Tratado de Derecho Penal, escribe lo siguiente acerca del terrorismo: "Los delitos terroristas ... no constituyen una figura homogénea ni caracterizada por fines
altmistas ulteriores, sino por el miedo ocasionado a grandes estragos
(entiendo que el miedo ocasiona grandes estragos), por la víctima,
que puede ser un magnate o personaje, o, en contrapartida, personas
desconocidas que accidentalmente se hallan en medios de transporte,
plazas, calles, etcétera, y por el inmediato fin de causar intimidación
pública" (parágrafo 1027). Aquí resalta la idea de causar intimidación pública, lo que evidentemente afecta la tranquilidad y el orden
públicos. ¿Pero cómo se ocasionan esos grandes estragos, cómo se
causa intimidación pública? Sin duda a través de diversas clases de
delitos. Por eso, creo, Jiménez de Asúa cita a Cuello Calón: "Terrorismo -escribe éste en su Derecho Penal- significa la creación, mediante la ejecución repetida de delitos, de un estado de alarma o de
terror en la colectividad o en ciertos grupos sociales o politicos". Y
luego añade que el terrorista puede ser anarquista, comunista o político. Hoy tendríamos que añadir que también puede ser islámico a nivel de la aberrante interpretación que del islamismo hacen los
lalibanes. Jiménez de Asúa admite que aunque cabe la posibilidad de
un terrorismo interno (México lo tiene tipificado en el artículo 139
del Código Penal Federal), la figura heterogénea de los delitos terroristas ha cobrado singular impacto en el campo internacional hasta el
grado de ser tratada como un delito del Derecho de Gentes; razón por
la que la estudia dentro de la problemática del Derecho Penal Internacional. Criterio sistematizador y metódico, el precedente, del que participo a plenitud. El terrorismo es para Jiménez de Asúa un crimen
internacional (parágrafos 876-77) que reclama la creación de un Tribunal Penal Internacional (parágrafo 873). Ante la evidente imposibilidad de estudiar aquí de manera exhaustiva tan complejo asunto, me
parece que Jiménez de Asúa puso desde hace mucho tiempo el dedo
en la llaga; lo que hoy cobra una dramática actualidad. "Se ha dicho
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ya -escribe- que los crímenes de trascendencia internacional y de
peligro cosmopolita, no son verdaderamente delitos internacionales.
Los hemos estudiado como actos que pueden ser perseguidos por
cualquier país, según su ley. Con ello -continúano afirmamos un
aspecto del auténtico Derecho Penal Internacional, sino que inscribimos un caso mas de extraterritorialidad, como principio complcmentario de las reglas que gobiernan el ámbito de validez de las leyes
penales en el espacio" (parágrafo 876).
Coincido con lo anterior ciento por ciento. Es cosa sabida que antes de la última y espantosa conflagración mundial (1939-1945), ya se
había perfilado el terrorismo como delito internacional. Lo que pasa
es que se lo ha tratado de englobar en los conceptos de crímenes contra la paz, cnmenes de guerra y cnmenes contra la Humanidad, como
ha sucedido por ejemplo con el genocidio; siendo deseable por supuesto un concepto mayor que los abarque a todos. La realidad es
que después de los procesos de Nüremberg y de Tokio, que Jiménez
de Asúa califica de sumariu justicia circunsiancial, hay que buscar,
como él mismo lo dice, hacer,justiciu uuténticu. Y esto sólo se puede
o se podrá lograr si en los ténninos del Derecho se cumple con los
siguientes postulados: un convenio internacional sobre bases jurídicas,
avalado por la Organización de Naciones Unidas, en el que se acuerde combatir al terrorismo internacional; una definición internacional
de dicho delito, o sea, un tipo internacional de terrorismo aprobado
por la Asamblea General de las Naciones Unidas; un reglamento o
procedimiento internacional en materia de terrorismo; un Ministerio
Público internacional; una policía ministerial internacional; una defensoria de oficio internacional; una jurisdicción internacional, convenida
de igual manera y equivalente a la creación de un Tribunal Penal Internacional; un organismo internacional encargado de la ejecución de
penas, lo que se asimila, aunque suene peregrino, a un sistema penitenciario internacional (¿pero cómo se compurganan las penas, acaso
bajo el sistema de la readaptación social, lo cual admite que sea readaptable un terrorista?). En otras palabras, hay que propiciar y favorecer un Derecho Penal Internacional. Los inconvenientes y
obstáculos en la especie han sido y son innumerables hasta hoy. No
obstante el mundo ha cambiado con una celeridad impresionante, sobre todo a partir del martes 11 de septiembre de 2001. No es posible
ignorar o desconocer la presencia de valladares casi infranqueables en
la consolidación de un Derecho Penal Internacional. La enumeración
de algunos de ellos invita a la más sena reflexión: causas de inimpu-
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R A ~ LCARRANCA Y RIVAS
tabilidad, especialmente el estado necesario; la no exigibilidad de otra
conducta; la obediencia a la ley nacional y al superior jerárquico. El
reto es enorme, gigantesco, pero envuelve la esperanza de salvar a la
Humanidad, por la vía de la civilización y de la cultura jurídicas, de
una catástrofe de consecuencias imprevisibles. Comprometámonos en
esto. Un eminente jurista español, que recuerdo con respeto y cariño,
Quintano Ripollés, en la tercera sección de la Segunda Parte de su
Derecho Penal, insiste, y a mi juicio lo logra, en demostrar el significado, la juridicidad, las posibilidades y la justificación doctrinal del
delito internacional y del Derecho Penal Internacional. Jiménez de
Asua critica la simplicidad de los anglosajones y la puerilidad de los
norteamericanos en la materia. Quizás habna que añadir hoy otros ingredientes como la soberbia o la ignorancia. Nadie duda de que los
norteamericanos han sido agredidos y con ellos muchos de nosotros.
Pero se cierne sobre el mundo el peligro de atentados más graves, in-'
comparablemente más graves, frente a los que no hay otro camino, no
debe haberlo, sino el del Derecho y la juridicidad.
Existe desde luego el Tribunal de Justicia Internacional en La
Haya, Holanda, constituido en 1946 de acuerdo con el artículo 7" de
la Carta de las Naciones Unidas y Estatuto concordante, el que se halla integrado por 15 jueces de diversos países elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad en votación independiente.
México tuvo como juez nada menos que al muy ilustre Isidro Fabela,
cuya sabiduría y personalidad aún perfuman mi espíritu. Lo que se
procura en tal Tnbunal es que estén representados los más importantes sistemas de organización jundica del mundo. La jurisdicción del
mismo comprende aquellos casos que voluntariamente le sean sometidos por los litigantes, lo que en la actualidad y dadas las circunstancias es una limitación, más los que taxativamente se hallen previstos
en la Carta o en las convenciones. Todos los miembros de las Naciones Unidas dependen automáticamente de su supremo organismo jurídico. Para dictar sus decisiones el Tribunal utiliza como fuentes de
Derecho las convenciones internacionales reconocidas por las partes,
la costumbre internacional aceptada como ley y los principios generales del Derecho. Subsidiariamente utiliza también su propia jurisprudencia. Como se ve y en lo tocante al Derecho Penal sólo se podrían
invocar aquí las convenciones internacionales, ya que la ley es la única fuente de tal Derecho. En suma, se trata en la especie de un Tribunal no del todo perfecto y que en la materia penal se puede y se
debe perfeccionar con un Tnbunal Penal Internacional.
EL DELITO DE TERRORISMO A NIVEL NACIONAL.
Ahora bien, el terrorismo, que hasta aqui he presentado en síntesis
de un apenas perfil histórico, se distingue por su contenido distorsionador y brutal que atañe desde luego al Derecho Penal. A mi no me
gusta la definición que de terrorismo da nada menos que el Derecho
Penal español, a saber, "aquella sucesión de actos violentos que tienden a la consecución de una serie de daños a las personas o a las cosas, de extrema gravedad". Y no me gusta porque puede haber
sucesión de actos violentos, sin ser en rigor terrorismo, en una serie,
por ejemplo, de lesiones o daños en propiedad ajena, siendo ambos
de extrema gravedad. A mi juicio también es imperfecta esta definición porque subsume en el terrorismo otros hechos ilícitos y por supuesto típicos ("actos violentos que tienden a la consecución ..."
etcétera), sin darle a aquél una verdadera naturaleza ontológica. Es
decir, no se define en si el terrorismo ya que se recurre a terceros elementos. En lo concemiente a su derecho positivo España cuenta con
varias leyes orgánicas contra la actuación de elementos terroristas,
siendo una de las más importantes la Ley Orgánica 311988, de 2 5 de
mayo. Lo que sorprende, y aclaro que es una tendencia de probable
origen anglosajón nada extraña en la doctrina y en la legislación, es
en ciertos casos la posible reinserción de los terroristas o incluso la
remisión total de la pena salvo que se hubieran producido muerte o
lesiones graves (la que para mi es una muy discutible remisión de la
culpabilidad), como en el abandono voluntario de actividades, en
la confesión de los hechos, en la evitación de una situación de peligro, en alguna forma de delación, etcétera (medidas éstas más de carácter político y de hecho, práctico, que de Derecho). Evoco aqui que
a Beccaria ya le parecía abominable que con el carácter de excusa absolutoria, pues de eso se trata en realidad lo que acabo de escribir, se
pagara la delación con la impunidad.
El tema es amplísimo, más que rico, y es imposible en una reunión
como esta abarcar mayor espacio. Edmund Mezger, en la tercera parte
de la Parte Especial de su Derecho Penal, concemiente a "Los Hechos Punibles Contra la Comunidad en Particular", dedica el capítulo
111 a "Los Hechos Punibles Contra el Orden Público". Y aquí aparecen, en el parágrafo 83, los "Hechos Punibles Consistentes en Ataques Contra el Orden Público y la Tranquilidad Pública". Es lo más
parecido o semejante al terrorismo. Y la conclusión es que en figuras
tales como la amenaza de ocasionar un mal colectivo, la incitación a
la lucha de clases (potable! y que por ley del aíío de 1953 fue suprimido), el abuso del púlpito (jno menos notable!), la formación de
bandas armadas, la constitución de sociedades secretas, la incitación a
acciones punibles, actos de violencia, rebelión, tumulto, amenaza de
ocasionar un mal colectivo, etcétera, se halla subsumido el terrorismo.
En otros términos, el terrorismo es o puede ser a la luz de esas figuras una acción en la que se utilizan diversos tipos delictivos.
El Código Penal alemán en la Parte Especial, Sección Séptima, intitulada Delitos Contra el Orden Público, incluye en el articulo 129a
la llamada constitución de asociaciones terroristas (que califica como
delitos contra el orden público) donde se trata de los fundadores de
una asociación cuyos fines o actividad se dirijan a cometer muerte o:
homicidio o genocidio; secuestro chantajista; toma de rehenes; destrucció~de los que llama importantes utensilios de trabajo; diversos
delitos que considera de peligrosidad social como algunas clases de
incendio; provocación de una explosión por medio de energía nuclear;
provocación de la voladura de un explosivo; abuso de rayos ionizantes (lo iónico se basa en el principio de la transformación de la energía atómica en eléctrica); provocación de una inundación mortal;
intervenciones peligrosas en el tráfico terrestre, naval y aéreo; alteración de servicios públicos; ataque al tráfico aéreo y mantimo; envenenamiento denominado de peligrosidad social (con substancias que
sean apropiadas para destruir la salud humana hasta llegar incluso
a la muerte). En cuanto a las asociaciones a las.que se refiere el Código Penal Alemán el mismo alude a los que participen en ellas como
miembros, o al autor del delito cuando sea uno de los líderes, o a los
que apoyan a una asociación de esa clase o le hacen publicidad. De
lo transcrito resalta a mi juicio el hecho de que el Código Penal Alemán no da una definición precisa y exacta del terrorismo, subsumiendo en esta figura una gran variedad de acciones ilícitas. Yo diría que
da una definición indirecta mediante elementos que no son propios ni
exclusivos del terrorismo como tal. En otras palabras, se deduce o infiere del Código Penal Alemán que el terrorismo o la acción terrorista
es un instrumento para matar, lesionar, incendiar, secuestrar, etcétera.
Que es un medio, cuando yo creo que el esfuerzo teórico, dogmático
y legislativo en la especie se debe encaminar hacia una definición per
se del terrorismo.
Por eso opino que es mejor, sin que sea perfecta, la definición de
nuestro Código Penal Federal en su artículo 139 que describe como
terrorista, con pena de prisión de dos a cuarenta años y multa hasta
de cincuenta mil pesos, "sin perjuicio de las penas que correspondan
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por los delitos que resulten", "al que utilizando explosivos, substancias tóxicas, armas de fuego o por incendio, inundación, o por cualquier otro medio violento, realice actos en contra de las personas, las
cosas o servicios al público, que produzcan alarma, temor, terror en la
población o en un grupo o sector de ella, para perturbar la paz pública, o tratar de menoscabar la autoridad del Estado, o presionar a la
autoridad para que tome una determinación". En lo que cito se distingue la mención a otros posibles tipos delictivos (concurso ideal), lo
cual implica que la acción terrorista, aparte de los delitos que resulten
de la misma y que son o senan acumulables, tiene relevancia típica,
o sea, es un delito per se. De igual manera los medios y el fin o propósito son claramente resaltados haciéndose hincapié en la naturaleza
del terrorismo (alarma, temor, terror). Cabe observar que hay aquí
medios inmediatos (alarma, temor, terror) y medios mediatos (perturbación de la paz pública, menoscabo de la autoridad del Estado o
presión sobre la autoridad para que tonle una determinación). Además
y en un segundo párrafo el Código aplica pena de uno a nueve años
de prisión y multa hasta de diez mil pesos "al que teniendo conocimiento de las actividades de un terrorista y de su identidad, no lo
haga saber a las autoridades". Ello, desde luego, corresponde al encubrimiento; sin embargo se trata en la especie de una clase especial de
encubrimiento que por su gravedad no debe quedar incluido dentro de
las reglas comunes del delito de terrorismo, sino configurarse especialmente como acto lesivo a la seguridad del Estado.
Yo sostengo que hablar del delito de terrorismo, por lo menos dentro del entorno de nuestra legislación penal vigente, obliga a una reflexión sobre los llamados delitos políticos, sin que de ninguna
manera lo sea aquél. El Código Penal Federal, en su artículo 144, tipifica a nivel de delitos políticos los de rebelión, sedición, motín y el
de conspiración para cometerlos; "delitos" en que incurrieron muchos
de nuestros héroes como Hidalgo, Morelos, Madero, Zapata, entre
otros. Se enfrentaron al Estado, al gobiemo, a la autoridad legítima en
algunos casos. Sin embargo la tesis sobre la legítima defensa del Estado o del propio gobierno es recogida por Carrara con las siguientes
palabras: "No puede haber gobiemo, por libre y amplio en sus instituciones que sea, que tolere una violencia que por razón del fin asuma el carácter de publica" (parágrafo 3035).
Me parece conveniente aclarar que si me he referido al Derecho
Penal Español y a la Ley Penal Española en la materia, tanto como al
Código Penal Alemán, con exclusión de otros, es porque se trata de
doctrina e instmmentos jurídicos de relevante prestigio, influencia y
validez en el mundo occidental. Son modelos y puntos de concentración de ideas que al analizarlos permiten por la vía indirecta analizar
también otros.
En suma, y según ya lo dije, es más perfecta la definición típica de
nuestro Código que la dada por el Derecho Penal Espaiíol. En tal virtud, y habida cuenta de la imperiosa necesidad de definir el delito de
terrorismo a nivel internacional, México podría como miembro activo
de las Naciones Unidas seguir los siguientes pasos que a mi entender
son los más apropiados; y de los que asimismo nuestro gobierno debe
informar (como contribución mexicana a la vigencia del Derecho en
el estado de cosas que hoy agobian al mundo) a la Organización de
las Naciones Unidas y a los países que de hecho han conformado una
especie de alianza internacional de lucha contra el terrorismo, de persecución y aprehensión de los terroristas y de su sometimiento a una
justicia de carácter internacional. Primero, que el Presidente de la República, o los diputados y senadores al Congreso de la Unión, o las
legislaturas de los Estados, según los faculta el artículo 71 de la
Constitución, subscriba o subscriban una ley en que se tipifique el delito de terrorismo intemacional (lo que no va en perjuicio de la existencia del articulo 139 de nuestro Código Penal Federal, donde se
tipifica el terrorismo en México). Segundo, que el Congreso la apruebe después de aceptarla tal cual o de enmendarla. Tercero, que se presente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas para que este
órgano supremo la considere junto con otras leyes o propuestas provenientes de distintos países miembros de la organización mundial
(habna que sugerir también a la Organización de las Naciones Unidas
que tal sea el procedimiento a seguir). Aprobada por ésta una figura
típica. de terrorismo internacional, México tendría que adoptarla con el
aval correspondiente del Senado de la República. Sena necesaria, por
supuesto, una especie de ley reglamentaria del instrumento jurídico
internacional sobre terrorismo, para precisar el modus operandi y todos los mecanismos procesales a escala nacional e intemacional. Es
obvio que lo anterior requerina de todo un aparato ministerial (de ministerio público) y judicial internacional: un tribunal penal intemacional, un código penal internacional, una fiscalía internacional, una
policía intemacional e incluso una defensona de oficio internacional.
Aunque técnicamente no es concebible, por lo absurdo, que haya un
Código Penal Internacional con un solo tipo delictivo, el terrorismo.
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En cambio si es aceptable una Ley Internacional sobre Terrorismo o
una Ley sobre el Delito de Terrorismo Internacional, en las condiciones que he señalado. En los mismos términos tampoco es concebible
que haya o hubiera un Código de Procedimientos Intemacional en la
materia. La solución es otra: una Ley Reglamentaria del delito de Terrorismo Intemacional o una Ley de Procedimientos sobre el Delito
de Terrorismo Internacional. Lo evidente es que si se piensa en la necesidad, desde mi punto de vista imperiosa y fundamental, de tener
una ley internacional sobre terrorismo, es imposible contar con ésta
sin la correspondiente ley reglamentaria o procesal. Es irrenunciable
el principio típico de legalidad o constitucionalidad: nullum crimen
sine previa lege poenale; como lo es el de garantía procesal: nulla
poena sine jiidicio.
Ahora bien, ¿cabe suponer que si hoy, por ejemplo, se localizara a
Osama Bin Laden podrían los Estados Unidos de Norteaménca solicitar su extradición, desde luego para juzgarlo (¿pero ha habido algo similar a una averiguación previa?), ya que el delito se cometió dentro
de su temtorio geográfico y jurisdiccional? ¿O debenan los Estados
Unidos someter el caso al Tribunal de Justicia Internacional de La
Haya? No se olvide que el presidente Bush ha dicho con palabras altisonantes que quiere "traer" ante la justicia (se supone que la norteamericana) al responsable o a los responsables del homble crimen
perpetrado el 11 de septiembre. Yo me pregunto al respecto si en un
futuro inmediato y ya acordado en las Naciones Unidas el delito de
terrorismo internacional los países signatarios tendrían que acordar
también, renunciando a sus respectivas jurisdicciones, una jurisdicción
internacional. O sea, que aunque el delito se cometiera o se haya cometido en un determinado país éste tendría o tiene que someterse a
esa jurisdicción internacional. E incluso si, por ejemplo, se tratara en
la especie de una acción terrorista de naturaleza local, la evidente indeterminación (en la mayona de los casos) del sujeto pasivo o sujetos
pasivos (lo puede ser cualquiera: niños, ancianos, mujeres, enfermos)
pone de relieve la terrible peligrosidad del actor o actores. Terrible
peligrosidad (de repercusión universal) que sobrepasa su propia medida. Al respecto evoco una gran nove!a de Irving Stone, La Agonía y
el ~ x t a s i s que
,
es la vida de Miguel Angel. Hay un pasaje en el texto
en que el Papa Sixto IV, Francesco Della Rovere, increpa a Miguel
Ángel por la supuesta lentitud de su trabajo en la futura Capilla Sixtina y la libertad con que pinta sus desnudos. Discuten, se acaloran,
el artista levanta la mano contra su protector quien enfurecido lo gol-
pea con su bastón en un hombro y le grita que padece el casi diabólico mal de la terribilitá. Siempre que leo este pasaje lo relaciono con
el concepto de la temibilidad elaborado por Ferri y me digo que la terrihilitá lo supera en el termómetro de la violencia y agresión humanas. Parangonando yo diría que en el terrorista hay terribilitá, y no la
genial iracundia que caracterizaba a Miguel Ángel sino la infemalmente perversa.
Hay infinidad de dudas que uno se plantea. ¿Cuál es el móvil del
terrorista, cómo es, de qué clase? ¿De qué naturaleza es su culpabilidad? Sobrecogen los problemas en la especie. Yo, por ejemplo, soy
abolicionista porque no creo que con la pena de muerte se resuelva
en lo más mínimo la ciiestión del aumento de la criminalidad, ya que
tal pena se concreta en un individuo y por su aterrador extremismo
deja a un lado las causas generadoras de la acción delictiva. Abarca
todo el espacio de la represión penal sin que haya sitio para la prevención ¿Pero qué pasa o puede pasar a nivel internacional? ¿Es readaptable un terrorista? Y si no lo es o no lo fuera, ¿qué pena
aplicarle? ¿La de muerte? Las incógnitas siguen estremeciendo la
mente del investigador que busca consolidar un Derecho Penal Internacional. Agradezco haber sido convocado por el Instituto de Ciencias y Especialidades de Chiapas. Les dejo mi agradecimiento y
compromiso, de universitario y jurista, para defender siempre la idea
y el ideal del Derecho basado e inspirado en la Justicia. ¿De qué otra
manera, me pregunto, si no es con el Derecho en la mano, puede o
podría un país occidental como México perseguir el terrorismo internacional o participar en la lucha en su contra? Admito que hay principios jurídicos nacionales e inteniacionales, soberanías y
jurisdicciones que respetar. No es una guerra de todos en tierra de nadie. Sin embargo vivimos algo inédito y se debe reglamentar de
acuerdo con los principios occidentales del Derecho. Lo contrario es
o sería la barbarie. Si lograrnos lo que propongo y digo tengo para mi
que el hombre habrá dado un paso gigantesco en su progreso social,
moral y espiritual. Es un reto enonne, pero hay que asumirlo para vivir y sobrevivir en un mundo civilizado. La Humanidad atraviesa por
horas muy dificiles, no sólo los Estados Unidos de Norteamérica ni
Asia Meridional. Ya todo lo que suceda en un punto del planeta abarca al planeta entero. Por eso es imprescindible definir el delito de terrorismo, determinar su objeto jurídico tanto como el bien jurídico
tiitelado (la seguridad de los pueblos, gobiernos y Estados) y distinguir con claridad la norma de cultura juridizada (la misma seguridad
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que corresponde a la de la Humanidad). El terrorismo es una acción
injusta que atenta en contra de los Derechos Humanos en su conjunto
porque desestabiliza las fibras emocionales del individuo y de la sociedad. Cáusese el daño que se cause por medio de diversos delitos
hay un delito mayor que constituye la entraña del terrorismo, a saber,
el desprecio al hombre en su condición espiritual e histórica; lo que
significa un desprecio a la Humanidad toda. Además, México no es
ajeno a esta idea de la universalidad de los Derechos Humanos. Los
primeros veintinueve artículos de nuestra Constitución Política definen
y consagran las llamadas garantias individuales. Una lectura atenta de
las mismas revela que aunque son garantias del individuo lo son del
hombre en su condición universal, como que han emergido de la
fuente de la Revolución Francesa y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Y qué duda cabe, la acción terrorista flagela la dignidad individual y humana poniendo en peligro
nuestro destino común.
Tengo en mi biblioteca un libro admirable, Uno es Todo el Género
Humano, del escritor norteamericano Lewis Hanke, publicado por la
Northern IIlinois University y que el gobierno del Estado de Chiapas,
presidido entonces por el gobernador Manuel Velasco Suárez, presentó en versión española en el año de 1974. Se trata, como seguramente
ustedes lo saben, de un estudio acerca de la querella que sobre la capacidad intelectual y religiosa de los indígenas americanos sostuvieron en 1550, en la ciudad Española de Valladolid, fray Bartolomé de
las Casas y fray Juan Ginés de Sepúlveda, cronista de Carlos V. Ginés de Sepúlveda pretendía que los indios americanos fueran considerados esclavos naturales de los españoles. De las Casas, a su vez,
combinó con singular talento teorías legales, principios cristianos y
argumentos irrefutables acerca de la capacidad intelectual de los indios. Una de sus ideas favoritas, por ejemplo, era la de que España
debía indemnizar a los indios por las ofensas en que incurrió en contra de ellos. La querella de que se trata corresponde a un esfuerzo
monumental de los españoles, si no de todos sí de los más inteligentes y cultos, para obrar con justicia durante la conquista de América.
El tópico central de tal querella vallisoletana era éste: ¿hasta qué punto fue legal de parte del rey de España declarar la guerra contra los
indios de América, antes de predicar la fe entre ellos, con el objeto
de someterlos a su dominio para que resultara más fácil instruirlos
con posterioridad en dicha fe? Interpretando a fray Bartolomé me
atrevo a pensar que si se comete un acto terrorista contra un país o
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RAÚL CARRANCÁ Y RIVAS
determinadas personas de un país, ciudadanos, habitantes o estantes
de él y en él, Uno es Todo el Género Humano; o sea, dicho acto fue
cometido en contra de toda la Humanidad, lo cual habría que precisar
en el tipo correspondiente de terrorismo internacional. En consecuencia, la tesis de fray Bartolomé de las Casas es la primera expresión
perfecta, en estas tierras nuestras, del humanismo jurídico de Occidente, del Ius Gentium que el genial jurista y teólogo español Francisco de Vitona vertiera en De Iure Belli y en De Indis, que hoy
debemos esgrimir frente a los fundamentalistas islámicos del Talibán,
verdaderos fanáticos y traidores al auténtico islamismo fundado por
Mahoma.
Uno es todo el g6nero humano, uno es todo el Derecho y una es la
Justicia. iHagámos10 realidad!
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