Viajar con libros

Anuncio
www.elboomeran.com
revista udp 09
191
ida y vuelta
Viajar con libros
Por Alejandro Zambra
1
palabras, unas frases, ausentes del mundo
de viajes cortos. Al momento de hacer el
por un tiempo tan largo. Es raro y es bello.
equipaje los elijo de forma más bien
Justamente en un avión leí, hace unos
impulsiva, pero probablemente haya alguna
meses, este oportuno fragmento que
lógica en esas decisiones. Suelo llevar, por
escribió mi amigo Rodrigo Olavarría: “Haces
ejemplo, dos o tres novelas cuya compañía
la maleta y mientras intentas reprimir el
me resulta necesaria. Es absurdo, es
impulso de llevar tantos libros recuerdas un
romántico, pero no puedo evitarlo:
episodio de la revista Disneylandia: Hugo,
simplemente me siento más seguro rodeado
Paco y Luis van a acampar al bosque, pasan
de esas dos o tres novelas que he leído
a buscar a un primo (un pavo o un ganso), lo
muchas veces y que siempre tengo cerca.
ayudan a cargar mochilas y bolsos. Cuando
Puedo olvidar mi medicamento favorito o el
llegan al bosque abren su equipaje y
paño para limpiar los anteojos, pero nunca
descubren que lleva solamente libros”.
olvido esas novelas. Pienso que viajar sin
ellas sería peligroso.
También llevo algún libro que no he leído
No deberíamos ser como ese pavo o como
ese ganso del que habla Rodrigo Olavarría.
No deberíamos viajar con libros, porque
nunca, algún mamotreto del que en verdad
ocupan el sitio de un segundo par de zapatos
desconfío, pero también pienso que una vez
y en todo viaje hay un momento en que
lanzado a la página ciento y tanto no podré
echamos enormemente de menos un
abandonarlo; que faltaré a las citas y a las
segundo par de zapatos. No deberíamos
fiestas, que conoceré apenas algunas plazas
viajar con libros, además, porque en los
y un par de monumentos de tan absorto
viajes siempre acabamos llenándonos de más
que estaré en ese libro en el que no creía y
libros. Sospecho que para eso es la segunda
que me ha cautivado totalmente. De más
cama. Al principio no lo entendemos:
está decir que eso nunca sucede, que vuelvo
llegamos a esos hoteles pequeños y oscuros y
a casa sin haber pasado del primer párrafo,
al entrar a la habitación pensamos que en
y sin embargo no me arrepiento de haber
lugar de dos camas estrechas podría
cargado el mamotreto, porque no leerlo se
habernos tocado una sola cama más
ha vuelto, también, una sagrada costumbre.
espaciosa. Pero luego comprendemos que la
En los viajes suelo llevar libros de amigos,
casi siempre manuscritos a espacio simple,
en letra chica, que leo o devoro en el avión
Alejandro Zambra. Escritor. Autor, entre otros
libros, de Bonsái, Formar de volver a casa y No leer.
uno quiere juntando laboriosamente unas
Siempre viajo con libros, incluso si se trata
segunda cama es para poner ahí los libros
nuevos que vamos sumando.
No creo que haya otro país donde los
de ida, atrincherado en mi asiento de
libros sean tan caros como lo son en Chile,
turista, bastante incómodo pero cobijado en
por lo que cada viaje, lo quiera o no, en
el asombro que esos libros suelen
algún momento se convierte en un
provocarme. Porque aunque escribo libros
inquietante paseo por las librerías. El
siempre me asombra que la gente escriba
escritor peruano Julio Ramón Ribeyro
libros. Es raro imaginar a las personas que
resume de esta manera esa clase de paseos:
www.elboomeran.com
192
revista udp 09
ida y vuelta
2
“Por lo general salgo sin comprar porque de
inmediato, ante la vista de los libros, mi
Estoy en México, en el último tramo de un
deseo de posesión se dispersa no sobre
viaje largo. Un viaje con libros, por
varios libros posibles sino sobre todos los
supuesto. Al preparar la maleta cometí los
libros existentes. Y si por azar compro un
errores de siempre, pero a última hora, de
libro, salgo sin ningún contento, pues su
forma bastante razonable, decidí aligerar
adquisición significa no un libro más sino
considerablemente el equipaje. Quité,
muchos libros menos”.
incluso, el mamotreto, y al final me vine
Mi experiencia es distinta pero igualmente
culposa. Al comienzo me concentro en los
títulos que sería difícil encontrar en Chile o
sólo con esos dos o tres libros sin los cuales,
como dije, me parece peligroso viajar.
Durante las primeras semanas en el DF
cuyos precios se elevan al doble o al triple en
volví a ser, como en la adolescencia, un
las librerías nacionales. El problema es que
lector prudente que solamente compra lo
son muy pocos los libros que escapan a esos
que se dispone a leer de inmediato.
criterios. Termino, entonces, comprando
Redescubrí, entonces, el encanto de los
mucho, y sobre todo abrigando la molesta
estantes semivacíos. Las primeras
duda de si voy a leerlos realmente. Casi
bibliotecas son, en este sentido, ejemplares:
siempre los leo, en todo caso, aunque me
tenemos apenas diez libros, pero los
demore meses o años.
sabemos casi de memoria. Con el tiempo,
Están además los libros que nos regalan,
sin embargo, perdemos integridad: las
por lo general sus propios autores. Hay
repisas van sumando tomos inciertos y con
quienes regalan sus libros como si se
demasiada frecuencia nos dejamos llevar
tratara de tarjetas de presentación: aparte
por el coleccionismo, esa enfermedad
del nombre y del correo electrónico nos
maravillosa e incurable que nos lleva, por
encontramos de pronto con treinta y
ejemplo, a atesorar varias ediciones de una
tantos poemas o quince cuentos o una
novela o a conseguir –como si fuéramos
novela larguísima, de lo que surge una
severos filólogos en vez de simples lectores
extraña impresión de abundancia o de
enamoradizos– primeras ediciones o rarezas
exceso: acabamos de conocer a alguien y
bibliográficas o incluso libros que nos
ya tenemos una generosa puerta de
llaman la atención por el diseño, por la
entrada a sus obsesiones, a sus deseos, a
tipografía, por el tamaño.
sus temores.
Hay quienes regalan sus obras esperando
Una variante terrible de esta enfermedad
se da cuando compramos libros sabiendo no
que uno corresponda con un libro propio, lo
sólo que no vamos a leerlos sino también
que es sin duda embarazoso, y también están
que no sabríamos leerlos porque están
los que no regalan nada pero de alguna
escritos en lenguas que desconocemos
forma insinúan que les quedan ejemplares y
ampliamente. Pero es difícil resistirse a la
que podrían vendernos uno a un precio
belleza de una edición de Kawabata en
módico. Pero mis preferidos son esos
japonés, por ejemplo. Hace ya muchos años
personajes pudorosos que se niegan a darnos
una amiga me regaló un ejemplar en
sus libros, pues parecen empeñados en que
alemán de Opiniones de un payaso, la hermosa
nadie nunca los lea. Recuerdo con cariño a
novela de Heinrich Böll, que entreveré
un autor peruano al que le pregunté cómo
cuidadosamente en un estante donde
podía conseguir libros suyos y me dijo que ni
duerme desde entonces, aunque a veces
lo intentara, porque eran pésimos, pero me
miro el lomo sólo para reconocer las únicas
regaló, en cambio, publicaciones de otros
palabras que entiendo en alemán: Ansichten
poetas que le parecían buenos.
eines Clowns.
www.elboomeran.com
revista udp 09
Pero iba a hablar de esos primeros días en
milagroso que los lectores puedan rebuscar,
México, días en que viví, de nuevo, con
en internet, carpetas punto zip o punto rar
pocos libros. Me levantaba temprano, partía
que contienen libros escasos, libros caros,
a alguna de las buenas librerías de la
libros que de otro modo no podrían leer. Y
ciudad, elegía con paciencia una novela y
todavía me asombra que todos esos libros
volvía a la pieza ansioso de leerla enseguida,
puedan viajar discretamente en un notebook
de una sentada. Más temprano que tarde,
o en esos dis-positivos tan livianos y
sin embargo, regresó la dispersión. Desde
perfectos. Pero qué le vamos a hacer: yo
hace años tengo la costumbre de combinar
viajo con li-bros.
lecturas, de sumergirme de forma más o
3
menos simultánea en varios libros, en
general de naturaleza distinta, como
Sin duda para quienes viajamos con libros
haciéndolos maliciosamente competir entre
lo peor es el regreso. Al final ya no hay
sí, o como si leer fuera un brebaje
espacio para los pantalones ni para las
misterioso y complejo que se preparara, por
camisas: el bolso se ha transforma-do en
ejemplo, con cien páginas matinales del
una pequeña biblioteca sellada al vacío.
Libro del desasosiego, tres cuentos de Clarice
Hace unos días un amigo me contó que
Lispector por la tarde y algunos poemas de
solía desprenderse de algunos kilos de ropa
César Vallejo antes de dormir.
para asegurarse de no pasar apuros en el
Ahora, mientras escribo, miro con
aeropuerto y esta confesión me sorprendió
inquietud los libros en el estante: hay cuatro
mucho porque yo hago exactamente lo
o cinco que no he leído, dos que abandoné a
mismo.
la mitad y un impecable mamotreto que
Me gusta esta solución, pues la presencia
adquirí en un momento de debilidad y que
de libros para mí siempre ha estado
ni siquiera he abierto. Los demás los leí y me
asociada a la ausencia de ropa. Desde la
gusta pensar que alguna vez volveré a leerlos.
adolescencia me acostumbré a com-prar
No cometeré la grosería de confesar la
libros con el dinero que una vez al año me
cantidad de libros que he juntado en este
daban para renovar el armario; conseguía
viaje. Basta decir que son muchos y
algunas prendas de segunda mano como
sinceramente me pregunto cómo haré para
coartada y luego me lan-zaba feliz a
llevármelos a casa. A veces me sorprendo
hurguetear en las librerías, de manera que
buscando un criterio que me permi-ta dejar
siempre andaba pési-mamente vestido pero
algunos en México. Pero no quiero. Estoy
felizmente arropado con la mejor literatura.
seguro de que meteré en la maleta toda la
lista. No quiero desprenderme de ninguno,
pienso, con cálida avaricia. Porque quizás se
han vuelto todos necesarios.
¿Debería meterlos al computador,
modernizar estos hábitos, volverme astuto y
portátil? No se me escapa que esta crónica
es vieja, impúdica y muy burgue-sa. Me
impresiona que los lectores puedan moverse
con archivos y ya no con libros. Pero no
debería impresionarme. Crecí leyendo
fotocopias y aunque los ojos me duelen al
leer en la pantalla la verdad es que los ojos
siempre me due-len. Me parece, en realidad,
193
Descargar