E NT R E V IS TA V MORIA CASÁN AL DESNUDO acaba de publicar su autobiografía (planeta) donde cuenta verdades acerca de los hombres, las drogas y el éxito Moria escribió un libro. Como tantas personalidades provenientes de ámbitos ajenos a la literatura, lo presentó en la última Feria de Buenos Aires con una concurrencia de público sorprendente. El hecho es noticia. Para los cholulos, Moria cuenta intimidades que cualquier personalidad reservaría. Para quienes la frivolizan, relata sus vínculos con la política, con la literatura, con reflexiones que prejuiciosamente uno no podría esperar de una diva. Para los indiferentes que consideran que nada nuevo pueden esperar de Moria, la (ahora) autora sorprende con anécdotas de sus inicios, del teatro de revista en los 70, de su vida en Nueva York, París, Madrid. Del negro Olmedo, Porcel, Tato y Sofovich. Ana María Casanova nos recibe con una cordialidad que otros entrevistados no han tenido con nosotros. Se la escucha atenta, serena y reflexiva. Quizás porque se predispone a hablar de su vida y no sobre algún bochorno de cartel sucedido la noche anterior en la avenida Corrientes. ¿Quién sabe? Son las dos caras de una misma Moria. De lo que estamos casi convencidos, es de que a partir de ahora, sus respuestas parecen sinceras. –¿Qué la impulsó a escribir su biografía en este momento de la vida? La primera intención no fue mía, sino de la editorial Planeta, me proponían hacer algo con mis frases, mi vida, mis reflexiones. En ese devenir de la propuesta, surgió la idea de remontarse en el tiempo. –De todos modos, usted escribe todas las noches en un cuaderno, ¿no es así? Siempre escribo. Tengo una real necesidad de plasmar en una hoja mis sensaciones. De la cotidianeidad, de un libro que leí, una película que vi, un programa de televisión, la sensación que me provoca alguien. Es un elemento catártico. –En el libro intercala sus memorias con fragmentos que parecen reflexiones. ¿Son actuales? Sí, son de mi puño y letra. El resto, o sea el bloque de las memorias, son parte de diálogos y entrevistas que mantuve con los editores y que luego desgrabé. –Usted cuenta en el libro del abuso al que fue sometida por su abuelo, de sus masturbaciones y un despertar sexual temprano, de su intensa vida sexual. ¿En qué medida cree que estas experiencias constituyen hoy su personalidad? El pasado sostiene tu historia y uno tiene que atravesar la historia con todo lo que ella te pone. Creo que hay una construcción de mi personalidad a partir de aquellas cosas que viví. Ahora, que las haya dejado, que no me haya quedado en el sufrimiento y que me haya quedado con lo mejor… No pretendo ser una gurú, ni decir qué hay que hacer, pero puedo decir que salí de cosas muy desagradables. Es como una actitud resiliente… Luego de la presentación de su libro en la Feria, firmando ejemplares a cientos de sus fans. –Su compromiso o descompromiso con la política tiene que ver con su tío guardaespaldas de Perón, con su tía miembro de la Fundación Evita, con su pareja Castiglione, un hombre politizado... No, cuando me ofrecieron hacer política no pensé en ellos. Pensé en que podía hacer cosas por las mujeres, porque yo tenía un programa para las mujeres y me veía como una buena referente. Mi familia era muy política: mi madre peronista, mi padre radical. La casa de mi tía era como un comité. Pero nunca milité, tal vez porque estoy desde un escenario desde chica, y es una manera de militar, de entretener, de hacer reír al público, algo sagrado: una militancia de la vida con gente que te sigue eligiendo. –¿Está leyendo? Estoy con un libro que me regaló mi hija. Es parte de una trilogía, se llama 1Q84, de Haruki Murakami, un japonés muy bueno que es best seller. Es un policial, con una historia de amor imposible. Este libro me enganchó de nuevo con la ficción –¿Qué le gusta leer? Releo Erich Fromm, El arte de amar, que leí en el secundario. Ahora tengo a Milan Kundera, 51 52 El libro de los amores ridículos; La mente que no mide, de Jiddu Krishnamurti; El amor a la vida, también de Erich Fromm; Osho, La semilla de mostaza. También tengo un libro de Raúl González Tuñón, que fue tío del padre de mi nieta. Y uno de mis favoritos, Nietzsche, de quien tengo frases marcadas: “hechizados por la obtusidad”; “los cretinos de la cultura”; “el superlativo de la vulgaridad”; “colapsados mentales y existenciales”. Nietzsche me parece un genio. –En el epílogo desarrolla una serie de lecciones. ¿Su biografía es una fuente de enseñanzas? No, para nada. Son como tips, como los de las revistas femeninas pero no están tan subestimados como los de peluquería. Son para manejarse en la vida: ser educada con los demás, no intoxicarse con pensamientos… –¿Qué significa la imagen de su cabeza rapada como tapa del libro? Es como un despojo de la mirada y la cabeza. Uno juega a ser un arbolito de navidad con accesorios, pelucas, pinturas. Esta propuesta de la editorial me pareció copada. –Hay una constante en sus relaciones de pareja que es no haber podido mantener un vínculo a lo largo del tiempo, de no sobreponerse a las tensiones propias de toda relación humana, más allá, obviamente, de aquellas en las que medió la violencia, ¿no? Nunca me lo he preguntado. Supongo que es porque las personas que se enamoran de mí se enamoraron de la persona y el personaje. Después se les confunde. La persona sigue andando y el personaje se va quedando y ellos desidealizan o yo rompo una magia. Soy muy realista. No sé de qué se enamoran los hombres, pero no me importa, yo sigo con mi vida, pero no para tener una pareja como apéndice, sino con compromiso. Pero hay algo que sucede en los señores que no tolero, que es el tipo de perturbación que les provoca mi personaje-persona. Cuanto más real intento ser con ellos, más los asusto. Si yo hubiese mantenido un trato más tirano, quizás podría haber mantenido más mis relaciones. He sido dealer de todo, proveedora de todo: afecto, dinero. Hay una cosa de orgullo de ellos, de complejo, que se quiebra. Ellos no pueden acceder a mi plano, al plano de una mina que se mueve en un determinado ambiente. Esto genera quilombo y no tengo ganas de tener quilombos. –¿Qué imagen tiene el público de usted? Por lo menos para las mujeres, de tipa fenómeno, número uno, diosa, inteligente. Me dicen que adoran cómo hablo. Hay una gran empatía de varios años, como una monarquía que te conoce. –¿Hay una Moria intelectual y otra frívola? Hay de todo, pero una sola esencia. Todos tenemos un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde. Tenemos nuestras partes muy buenas y muy malas. Si me rompés y hacés que me desmorone vas a encontrar una parte muy brava. Soy mala. Pero también soy muy buena: tengo códigos, soy honesta, leal. –¿Es sincera? Absolutamente. Genuina, espontánea. No podría ser de otra manera. –En el libro deja entrever que hay gente que la odia. ¿Quién? En esta profesión todos nos odiamos y nos amamos. Somos los mismos con ambos sentimientos. Mucha gente me envidia; trata de imitarme sin poder hacerlo. En esa imitación hay amor y hay odio. En las masas también. Cuando la gente te espera afuera en el teatro y te golpea el vidrio del auto es una forma de odiar. Es como golpearme a mí. –¿Cómo es un día en su vida, fuera del trabajo? Tengo una casa que organizar, tengo una familia, tengo una nieta a la que, si puedo, llevo y traigo del colegio, paso tiempo con ella. Tengo proyectos empresariales, reuniones. Mi vida es bien organizada. Ecléctica, pero organizada. Pablo Bassi meMORIA es la autobiografía de Ana María Casanova, o Moria Casán, para el ambiente artístico. A lo largo de las 215 páginas que publicó Planeta, la diva cuenta su vida desde la infancia hasta nuestros días. Su paso por la revista, la televisión, el teatro, la conducción. También sus aspectos más íntimos: abusos sexuales, drogas, violencia de pareja. Una historia dinámica, propia de quien que ya es un mito argentino.