el atrio y su fachada como expresión espacial, formal y decorativa

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EL ATRIO Y SU FACHADA COMO EXPRESIÓN ESPACIAL,
FORMAL Y DECORATIVA EN LA ARQUITECTURA
IBEROAMERICANA
Romolo Trebbi del Trevigiano
Universidad Mayor de Chile
Si el siglo XV es fundamental para América y , consecuentemente, para la
historia del arte americano, en cuanto marca la llegada desde España de alarifes y
artistas europeos que tratarán de imponer su cultura a los indígenas, será el siglo
XVI aquel que propone nuevos modelos de vida y de expresiones estéticas
integradas. Ésta fue sin embargo una integración bastante difícil si aceptamos la
idea , por lo demás bastante comprensible en esta época, que Europa constituía “el
único mundo válido en medio de mundos inferiores sumidos en la oscuridad”1. Lo
que no era original, pues ideas parecidas habían tenido los musulmanes y
consecuentemente la Europa cristiana que sentía su cultura “arraigada en la
romanidad y la robusteció con su fe, aprendió en el ejemplo musulmán que tenía el
derecho de imponerla”2.
Este pensamiento parece haber influenciado los cronistas de la primera época
de la colonización, pues no encontramos documentos que describan el arte o la
arquitectura precolombina.
La integración significó el desarrollo de una nueva tipología tanto en
arquitectura como en urbanismo, con el fin que supieran recoger las diversidades
proponiendo soluciones apropiadas: estas propuestas la originaron las órdenes
religiosas franciscana, agustina y dominicana.
El hecho que los indígenas estuvieran acostumbrados a venerar sus
divinidades desde la exterioridad de los edificios templarios siéndole vedado entrar
en ellos, creaba una grave dificultad de poder reunirlos en la interioridad de capillas e
iglesias. A la reticencia indígena se sumaba además la peligrosidad de recibir en un
espacio cerrado a una población muchas veces hostil.
Para resolver estos problemas se llegó a una solución que, preservando los
espacios tradicionales de los edificios religiosos cristianos, le asignaba a algunos de
ellos un valor diverso. Fue así que el atrio frontal se transformó en un espacio de
reunión de medidas mucho mayores - hasta 150 m. por lado- al que se le asignó la
función de ser una gran nave abierta, limitado en sus bordes por muros de cierta
altura , almenados especialmente en los comienzos y con un portal de arcos. Fue este
espacio nuevo, una ekklesia americana puesto que “sirvió a una función muy especial
y tiene que concebirse como complemento o un miembro íntegro del plan total del
conjunto, es decir, la plaza-iglesia”3.
1ROMERO
José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. México, ed. Siglo XXI, 1976 ,pág.64.
ROMERO José Luis : obr.cit
3 MARKMAN Sydney D. “:El paisaje urbano dominicano de los pueblos de indios en el Chiapas
colonial” en Las ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia. Buenos
Aires, SIAP, 1975 p. 165.
2
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No olvidemos que esta propuesta, muy positiva en resultados, se dio en los
conventos ubicados en las campiñas ya que fue en las zonas rurales donde comenzó
el adoctrinamiento de los habitantes de las aldeas indígenas.
Por esta razón sus volúmenes sólidos, coronados por almenas moras, con
contrafuertes y sin ventanas que miren hacia el peligro de la exterioridad, se fueron
pareciendo a fortalezas. Sus fachadas, generalmente austeras y simples, asumieron
una especial importancia puesto que marcaban la puerta de paso entre lo más
sagrado del interior y la preparación sacral del atrio que, a su vez, se destacaba del
espacio profano colindante mediante el muro4. Pero porque este atrio fuera iglesia se
necesitaba ubicar un sitio para el altar: se crearon entonces capillas abiertas tanto en
el cuerpo del convento y siempre mirando al atrio –como en Acolman o en
Tlahuelipan - o en cuerpos nuevos – la de Tesposclula5- o exentas-Cholula y
altiplano boliviano- .Las primeras se ubicaron en un segundo piso porque el oficio
religioso pudiera ser observado desde la distancia y para una mayor seguridad del
oficiante. Luego fueron ampliándose, incluyendo varias naves abiertas que ya
amparaban no solamente al sacerdote, sino al los asistentes como en la enorme
capilla de Cholula6.
Finalmente , siempre en este atrio, se construirán capillas periféricas
llamadas capillas posas, porque durante las ceremonias religiosas se detenían frente
a ellas las procesiones. Su diseño es variado y la decoración de sus caras presenta
generalmente una rusticidad de ejecución que denuncia un gusto popular o, a veces,
recuerdos románicos o hasta portugueses como en la notable posa del convento
franciscano de Hejotzingo en México .
Con este nuevo aporte formal que podía incluir resoluciones urbanísticas y
definiciones de relación con el entorno operando hasta con desniveles y empleo de
escalinatas -como en Izamal Yucatán-, se enriquecía arquitectónicamente el atrio
americano que, paulatinamente, agregaba a los valores distributivos y funcionales
aquellos estéticos.
Así ,en la segunda mitad del s. XVI , América proponía un nuevo tipo de
espacio sacral que, sin embargo, recuperaba el sentido ritual que habían tenido los
espacios ceremoniales precolombinos. Y en efecto, varios de estos atrios surgieron
sobre cimientos o ruinas de templos indígenas de época precolombina como la iglesia
y atrio de Santa Elena en Yucatán y los conventos de la Asunción de Tlaxcala y de
San Luis Obispo en Huexotla, ambos en el altiplano central de México7.
El éxito logrado por estos atrios durante el siglo XVI en México hizo que se
expandieran rápidamente por América llegando en el s. XVII a Perú, Bolivia y norte
del Chile. Además, siempre durante el s. XVII , el atrio pasó de los conventos rurales
a las iglesias urbanas . En tales casos , las medidas se redujeron y el atrio-nave vino
a ser presidido por las fachadas que, en el ámbito cultural urbano, adquirieron por lo
general un tratamiento estético mas complejo.
En otros casos serán las mismas plazas a ordenarse como grandes naves
abiertas frente a la iglesia cuya fachada, muy decorada, se transformará en un
4 TREBBI DEL TREVIGIANO Romolo. Arquitectura Espontánea y Vernácula en América
Latina:Teoría y Forma. Valparaíso(Chile),Edic. Universitarias Univers. .Católica ,1985 p.70.
5 BUSCHIAZZO Mario J. Historia de la Arquitectura Colonial en Iberoamérica Buenos Aires,
Emecé Editores. 1961 p.p. 38-47
6 Manuel Toussaint agrupa a las capillas abiertas en cuatro grupos en sus obras: Iglesias de
México.(1924-27) y Arte colonial en México (1948).
7 ROJAS, Pedro: Historia General del Arte Mexicano, época colonial vols. II. México Edic.Hermes
S.A. 1963
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grandioso retablo de altar dominando toda la plaza que se transforma así en una
verdadera plaza-iglesia.
Muy interesante es el caso de Cuzco en la que la plaza principal, resultado de
la reducción de la precedente cancha incáica, presenta dos iglesias que se disputan el
espacio: la Catedral y la Compañía, la primera de finales del s.XVI ,la segunda del
s. XVII.
Pero será La Compañía la que, con su fachada-retablo de estilo barroco,
presidirá la plaza-iglesia como una grandiosa nave abierta según los nuevos
conceptos urbanísticos mientras que la Catedral, con su amplio atrio sin muros que
lo limiten y con la austeridad de sus volúmenes, rememora las soluciones del s.XVI .
La plaza es rodeada por amplios portales que conforman una galería continua solo
quebrada por los grandes e imponentes volúmenes de las dos iglesias citadas y
ubicadas en ángulo, además de los edificios anexos.
En ocasiones de las fiestas religiosas, durante la Colonia, los altares de la
Catedral venían trasladados a los costados de la plaza, se cubrían las galerías con
paños y cortinajes y se armaban arcos triunfales en el recorrido procesional, mientras
las dos fachadas eclesiásticas hacían de retablos principales reviviendo la función de
las capillas abiertas de indios.
El paso desde una situación rural a una urbana lo definieron algunos ejemplos
de iglesias con atrio limitado por muros, ubicadas en centros agrícolas con población
reunida en aldeas-mercados, como por ejemplo Tlacochahaya en el valle de Oaxaca,
México.
Será entonces, durante el s. XVII, cuando las fachadas de las iglesias tanto
rurales como urbanas, asumirán arquitectónicamente la función de un retablo de
altar de un marcado plasticismo que establecía relaciones siempre más complejas
entre el diseño de la totalidad del paño y los detalles escultóricos de sus elementos
constructivos.
Es entonces cuando aparecen columnas cuyo fuste viene decorado solamente
en el tercio inferior con estrías o con hojarascas o con serpentinas, o columnas
salomónicas recubiertas por elementos fítomorficos8.
Es justamente en estas
fachadas-retablo donde se viene a crear, con sus respectivos diálogos decorativos, el
filtro estético a través del cual pasarán atisbos del manierismo y del barroco leídos e
interpretados siempre según el recuerdo ya lejano de tradiciones y técnicas
precolombinas. En estas condiciones se hace inútil , por la dificultad de su definición
formal y conceptual, el tratar identificar estilos pues en América solemos
encontrarnos con los que yo he llamado, los estilos del no estilo.
8 AA.VV. Barocco Latino Americano Roma ,Istituto Italo-Latino Americano,1980, pp.88, 89, 103.
ver imágenes de “ l’ordine salomonico”,y “l’ordine ondulato”.
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