ética y moral

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Educación ético-cívica / IES Las Llamas / Curso 2015-16
UNIDAD 1
ÉTICA Y MORAL
1- LA DIMENSIÓN MORAL DEL SER HUMANO
Cuando nacemos nuestra vida es casi como una página en blanco que en gran medida
está por escribir, lo que supone que cada uno de nosotros va a tener que construirse su
propia existencia y su propia personalidad. Nuestra vida es el resultado de lo que
hacemos en la circunstancia en que nos encontramos:
«No somos disparados sobre la existencia como la bala de
un fusil, cuya trayectoria está absolutamente
predeterminada. La fatalidad en que caemos al caer en
este mundo –el mundo es siempre éste, éste de ahora–
consiste en todo lo contrario. En vez de imponernos una
trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos
fuerza… a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra
vida! Vivir es sentirse fatalmente forzado a ejercitar la
libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo. Ni
un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de
decisión. Inclusive cuando desesperados nos abandonamos a lo que quiera venir, hemos
decidido no decidir. Es, pues, falso decir que en la vida "deciden las circunstancias". Al
contrario: las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que
decidirnos. Pero el que decide es nuestro carácter.» (José Ortega y Gasset, La rebelión de las
masas (1930), Tecnos, Madrid, 2013)
Nuestros actos deben ser elegidos y decididos por cada uno de nosotros: elegir los
objetivos que queremos alcanzar, buscar los medios adecuados para lograrlos y, en la
medida de lo posible, tomar estas decisiones en libertad.
A lo largo del día realizamos muchas acciones diferentes. Algunas son instintivas (como
respirar), otras inconscientes (como dormir) y otras son conscientes (como leer). Es
discutible que a las acciones instintivas e inconscientes que realizamos (aquellas que
hacemos sin pensar ni elegir) se les pueda aplicar calificativos del tipo «eso no está
bien», «esto es correcto», etc., porque no somos responsables de ellas, no las elegimos.
Por el contrario, sobre nuestras acciones conscientes (aquellas en que sabemos lo que
hacemos, que podemos decidir si las realizamos o no, y a través de las cuales podemos
beneficiar o perjudicar a los demás o a nosotros mismos), sí puede recaer la aprobación
o el rechazo, tanto de nosotros mismos como de los demás.
Respecto a las acciones conscientes, no es lo mismo comer o escribir que robar o
matar1. Las dos últimas caen dentro de lo que se considera la dimensión moral del ser
humano, una capacidad específicamente humana –se suele decir que no la tiene el resto
de los animales2–, gracias a la cual somos capaces de diferenciar entre lo que hacemos y
lo que deberíamos hacer, nosotros o los demás y, por ello, somos capaces de valorar
esos actos como justos o injustos, buenos o malos, honestos o deshonestos, virtuosos o
viciosos, etc. Así, por ejemplo, si digo «con la violencia no se consigue nada», afirmo
1
Aunque comer animales también es un problema moral. Y, por ejemplo, escribir y publicar textos de contenido
xenófobo en las redes sociales puede ser objeto de censura y, por tanto, escribir podría entrar dentro de la dimensión
moral; es el problema de los límites de la libertad de expresión.
2
La escritora polaca Wisława Szymborska (Premio Nobel de Literatura en 1996) escribió un poema titulado "Elogio
de la mala conciencia de uno mismo" que refleja brillantemente la idea de que sólo el ser humano posee dimensión
moral. Puedes leer el poema en el Anexo 1.
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un hecho (supuestamente) existente, sin más, pero si afirmo «con la violencia no se
debería conseguir nada», estoy adoptando un punto de vista diferente ante ese hecho,
estoy valorando moralmente la violencia3. Para ello, tenemos en cuenta un conjunto de
normas especiales así como los valores, las costumbres, ideas, etc. que nos han sido
inculcadas en la sociedad en que hemos nacido, en la circunstancia en la que vivimos.
La capacidad humana de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, entre
cómo son las cosas y cómo deberían ser, etc. es la capacidad moral.
2- LA MORAL
A menudo utilizamos la palabra «moral» en el lenguaje cotidiano, por ejemplo, cuando
afirmamos, «tengo la moral alta» o «mi equipo se llevó la victoria moral». Sin embargo,
en estas frases el término «moral» es utilizado para referirse a estados de ánimo
psicológicos de la persona y no es este el significado que damos al término «moral» en
filosofía. La palabra «moral» viene del latín mos que significa costumbre, modo de
vivir, las normas o preceptos de un grupo de personas; es decir, algo que se adquiere,
con lo que no nacemos. Siguiendo así, a los antiguos romanos, vamos a definir la moral
humana como el conjunto de:
- las normas que rigen la conducta de los individuos en una sociedad; y
- las valoraciones que hacemos sobre actos humanos que consideramos desde la
perspectiva de las normas (que indican lo que es bueno o lo malo, lo que es justo o lo
injusto, etc.).
3- LA ÉTICA
Las personas no sólo actuamos moralmente, sino que también reflexionamos sobre
nuestro comportamiento o el de los demás, como cuando nos preguntamos ¿debo hacer
esto?, ¿ha hecho lo correcto?, ¿es justo que…?, etc. Esta inquietud humana por analizar
su propio comportamiento moral dio lugar a la Ética, una disciplina que nace en Grecia
en el s. IV a.n.e., formando parte de la Filosofía.
El vocablo «ética» viene del griego êthos, que significa carácter, modo de ser; es decir,
algo que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. Desde la etimología no hay
mucha diferencia entre ética y moral; pero a pesar de que a menudo se usen como si
fuesen sinónimos, nosotros vamos a entender la ética como el estudio filosófico de la
conducta moral, en general, diferenciándola de otros tipos de conducta.
Oros saberes, como la Historia por ejemplo, nos dicen cómo son los hechos humanos, la
ética, sin embargo, nos dice cómo deben ser; estudia además los valores y las normas
morales, determina en qué consiste la responsabilidad moral, investiga si existe
libertad en la conducta humana, analiza la obligación moral preguntando: ¿qué debo
hacer? ¿Por qué? ¿Cómo son los seres humanos, egoístas o generosos? ¿Son mejores
unas personas que otras, o todas tienen la misma capacidad para ser buenas4? ¿Por qué
debería ser yo una buena persona?, etc.
Vamos a ver qué nos dice la ética acerca de los valores y las normas, que son los
elementos fundamentales de la dimensión moral del ser humano.
3
Puedes leer el análisis de la violencia que hace el filósofo esloveno Slavoj Zizek en el Anexo 2
4
¿Se podría decir, no ya que haya mejores o peores personas, sino que haya individuos a quienes no se
les considere seres humanos? Lee el texto del Anexo 3.
2
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4- LOS VALORES MORALES
Los valores morales son aquellas cualidades que poseen las acciones humanas que
apreciamos especialmente. A todo valor se le opone un contravalor o valor negativo.
Así, a la bondad se le opone la maldad; a la libertad, la esclavitud; a la igualdad, la
desigualdad; a la justicia, la injusticia, etc.
A lo largo de la vida, como resultado de nuestra experiencia y reflexión según crecemos
como personas, organizamos estos valores en una jerarquía que constituye nuestra
identidad moral. Esta jerarquía de valores:
- Nos ayuda a situarnos en la realidad y a interpretarla en un sentido moral.
- Orienta nuestro comportamiento y nos guía en las decisiones que tomamos y que
implican nuestra vida presente y futura.
- Dicha jerarquía puede ser modificada, ya que podemos incorporar nuevos valores y
desechar otros que no consideremos ya importantes.
5- LAS NORMAS MORALES
Las normas son las pautas de comportamiento, hábitos o reglas que tienen como
objetivo regular la convivencia. Se exponen en forma de mandato o imperativo que
nos obliga a comportarnos de una manera determinada. Las normas morales son
aquellas normas que tienen como origen un valor moral.
LAS NORMAS DE LA SOCIEDAD
NORMAS
AUTORIDAD
OBLIGACIÓN
DESTINATARIO
SANCIÓN
Sociales
Provienen
de la tradición
y la costumbre
Según esté de afianzada la
costumbre. Cuanto más
antigua, más fuerte
Los miembros de la
comunidad.
No está bien visto
que los que no son
miembros
las cuestionen
Va desde
la vergüenza
o el reproche
hasta el rechazo
y el aislamiento
del infractor
Jurídicas
Poder legislativo
Fuerte.
Respetar la ley
es obligado
Todas las personas
que establezca la ley
Según dicte la ley:
trabajos, multas,
prisión, etc.
Religiosas
Autoridades
religiosas
(Dios, textos
sagrados, etc.)
Según estipule el dogma y
las autoridades religiosas
Sólo los creyentes
Según establezcan
los libros sagrados
o las normas
religiosas
Morales
Uno mismo
Según se tenga
desarrollada
la conciencia moral
Uno mismo
y las relaciones
con las demás personas
y con el medio ambiente
Vergüenza,
culpa, etc.
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5.1- CARACTERÍSTICAS DE LA ACCIÓN MORAL
Una acción humana para ser considerada de tipo moral tendrá las siguientes
características:
- Es aquella que se realiza ajustándose a un código o conjunto de normas y valores
morales, las cuales designan lo que debe ser considerado como moralmente bueno o
malo, egoísta o generoso, etc.
- Los códigos morales (que son característicos de cada sociedad), no deben ser
impuestos por la sociedad a las personas, sino que el individuo lo debe poder elegir
libremente; por ejemplo, yo debo ser libre de elegir si acepto moralmente la eutanasia o
no. En último término, en el ámbito moral no se me puede imponer una forma de
valorar ciertas cuestiones. Por este motivo la moral es, sobre todo, una cuestión
individual. Es decir, las normas morales son auto-obligadas, porque es el propio sujeto
quien se impone a sí mismo su cumplimiento.
- El hecho de ser libre cuando actúo es clave a la hora de valorar moralmente una
acción, porque si la realizo libremente entonces soy responsable moral de lo que hago y
de lo que dejo de hacer. La responsabilidad es la obligación de responder acerca de
nuestros actos. En este sentido, si las acciones de una persona se ajustan a las normas
morales existentes en una sociedad se las considera moralmente buenas, etc., pero si por
el contrario una persona conoce las normas y valores morales de una sociedad y, a pesar
de ello, las transgrede entonces estamos ante un individuo inmoral.
- Llegamos así a una condición fundamental para que podamos juzgar si un individuo
actúa moralmente bien o no: que tenga conciencia de lo que hace5, que sepa lo que
hace, solo de esta forma podemos decir que actúa libremente y que, por lo tanto, es
responsable de sus actos. Efectivamente, a diferencia de la mayoría del resto de los
animales, que actúan movidos por sus instintos, el ser humano es un ser moral
precisamente porque es racional, es decir, se supone que cuando actúa sabe lo que hace,
elige entre varias posibilidades de acción o los medios para conseguirlo, se propone un
fin concreto, analiza y valora los pros y los contras, juzga si le conviene o no, es
incluso capaz de prever las posibles consecuencias o resultados, etc. En conclusión,
cuando una persona actúa racionalmente y lo hace, además, libremente, podemos
juzgarla moralmente, aplicando valores morales a su acción (generoso o egoísta, justo o
injusto, etc.).
- Dado que las personas no viven aisladas, sino que son ciudadanos de una comunidad,
no sólo son responsables de sus propios actos y para consigo mismos, sino también de
su repercusión en las personas con las que conviven y del entorno en el que se
desenvuelven. Por ello la moralidad tiene también una dimensión social. Nacemos en
una sociedad que posee una serie de normas, creencias, ideas, valores, prohibiciones,
pautas de conducta, etc. que caracterizan su forma de vida. Nuestras acciones morales se
dan en sociedad, en nuestra convivencia con los demás, quienes las aprueban o las
rechazan en función de estas normas y valores supuestamente válidos para todos. Por
ello, el ser humano necesita convivir con los demás para desarrollarse como ser moral.
No obstante el individuo debe interiorizarlas, es decir, debe reconocerlas como suyas,
no como algo impuesto desde fuera, de modo que las cumpla de modo libre y
conscientemente.
5
Que se tenga conciencia de lo que se hace no implica que se haya reflexionado libremente sobre ello. El
filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) analiza críticamente la idea de conciencia, tal como
puedes ver en el Anexo 4.
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Nos encontramos en conclusión que, a diferencia de la mayoría del resto de los
animales, que se rigen por unas pautas instintivas que no les permiten elegir su modo de
actuar, el ser humano por el contrario tiene libertad de acción, esto es, puede elegir y
decidir por propia voluntad cómo actuar. Esta libertad no es total, está condicionada por
su naturaleza genética y por el medio sociocultural, la época y el lugar en el que vive, es
decir, por su circunstancia. Pero aún así le queda bastante libertad para decidir cómo
actuar, lo cual le convierte en responsable moral de sus actos.
El filósofo griego Aristóteles (384-322 a.n.e.) decía que «la virtud moral es un hábito».
¿Qué quería decir? Un hábito es un comportamiento que se repite, una forma de actuar
estable. Según Aristóteles, «un solo acto no hace a uno virtuoso», es decir, una persona
no se convierte en generosa porque un día ayude a alguien que lo necesita, o es sincera
porque un día dijo la verdad. Por el contrario, la virtud moral hay que conquistarla en el
día a día, habituándose a actuar bien, repitiendo actos generosos o sinceros y es este
hábito lo que me convierte en una persona buena, sincera, honrada, etc.
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ANEXO 1: «ELOGIO DE LA MALA CONCIENCIA DE UNO MISMO»
«El ratonero no tiene nada que reprocharse.
Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.
El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.
No existe un chacal autocrítico.
El tábano, la langosta, la tenia y el caimán
viven como viven y así están satisfechos.
De cien kilos es el corazón de la orca,
pero no le pesa.
Nada más animal
que una conciencia limpia
en el tercer planeta del Sol.»
(Wisława Szymborska, El gran número, Fin y
principio y otros poemas, Hiperión, Madrid, 1997)
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ANEXO 2: LA VIOLENCIA
«Tenemos muy presente que las constantes señales de
violencia son actos de crimen y terror, disturbios civiles,
conflictos internacionales. Pero debemos aprender a
distanciarnos, apartarnos del señuelo fascinante de esta
violencia "subjetiva", directamente visible, practicada por un
agente que podemos identificar al instante. Necesitamos
percibir los contornos del trasfondo que generan tales
arrebatos. Distanciarnos nos permitirá identificar una
violencia que sostenga nuestros esfuerzos para luchar contra
ella y promover la tolerancia. La violencia subjetiva es
simplemente la parte más visible de un triunvirato que
incluye también dos tipos objetivos de violencia. En primer
lugar, hay una violencia "simbólica" encarnada en el
lenguaje y sus formas, la que Heidegger llama nuestra "casa
del ser". […] En segundo lugar, existe otra a la que llamo "sistémica", que son las
consecuencias a menudo catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros
sistemas económico y político.
La cuestión está en que las violencias subjetiva y objetiva no pueden percibirse desde el
mismo punto de vista, pues la violencia subjetiva se experimenta como tal en contraste
con un fondo de nivel cero de violencia. Se ve como una perturbación del estado de
cosas "normal" y pacífico. Sin embargo, la violencia objetiva es precisamente la
violencia inherente a este estado de cosas "normal". La violencia objetiva es invisible
puesto que sostiene la normalidad de nivel cero contra lo que percibimos como
subjetivamente violento. La violencia sistémica es por tanto algo como la famosa
"materia oscura" de la física, la contraparte de una (en exceso) visible violencia
subjetiva. Puede ser invisible, pero debe tomarse en cuenta si uno quiere aclarar lo que
de otra manera parecen ser explosiones "irracionales" de violencia subjetiva.»
(Slavoj Žižek, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Paidós, Barcelona, 2009)
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ANEXO 3: ¿TODOS SOMOS SERES HUMANOS?
«El 14 de septiembre de 1939 apenas hacía dos semanas
que el Tercer Reich había iniciado su ataque a Polonia;
ese día, el corresponsal de la cadena norteamericana NBC
en Alemania, William L. Shirer, mantuvo la siguiente
conversación –transcrita por él mismo– con su criada
alemana, que había entrado en su habitación para
expresarle lo terrible que le parecía la guerra:
– ¿Por qué los franceses nos están haciendo la guerra? –
preguntó la criada.
– ¿Por qué les están haciendo la guerra ustedes a los
polacos? –repliqué.
– Hum –dijo ella, con el rostro inexpresivo–. Pero los
franceses son seres humanos –repuso finalmente.
– Y quizá los polacos también lo sean –objeté.
– Hum –respondió ella, inexpresiva otra vez.
El universo mental que aquí representa el culto e ilustrado periodista lo conocemos ya:
se trata del vastísimo continente de la tradición humanista occidental, firmemente
asentado en varios milenios de tradición religiosa judeocristiana. En cambio, el universo
paralelo que, oculto tras el torpe hermetismo de la interlocutora, se opone a Shirer en
este breve diálogo, todavía permanece rodeado de misterio.»
(Rosa Sala Rose, Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, Acantilado,
Barcelona, 2003)
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ANEXO 4: LA IMAGEN DE LA CONCIENCIA
«La imagen de nuestra conciencia es lo único que,
durante nuestra juventud, nos han exigido regularmente
y sin razón personas a quienes respetábamos o
temíamos. Por eso surge de la conciencia ese
sentimiento de obligación («he de hacer esto», «no he
de hacer lo otro») que no se pregunta el porqué de
dicho deber. En todos los casos en que se hace algo
con su por qué y su para qué, el hombre obra sin
conciencia, lo que no es una razón para que obre contra
su conciencia. La fe y la autoridad constituyen las
fuentes de la conciencia: esta no es, pues, la voz de
Dios en el corazón del hombre, sino la voz de algunos
hombres en el hombre.»
(Friedrich Nietzsche, El caminante y su sombra
(1879), Edimat, Madrid, 1999)
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