EL RAPTO DE PROSÉRPINA (Ovidio, Metamorfosis, libro V) "Mientras en aquella espesura está entretenida Prosérpina y coge violetas y blancos lirios, y mientras con juvenil ardor llena las cestas y su regazo, y se esfuerza en superar en la tarea a las compañeras de su edad, casi al mismo tiempo fue vista, amada y raptada por Dis ... Aterrorizada la diosa y con desmayado semblante grita llamando a su madre... El raptor conduce su carro y anima a sus caballos llamando a cada uno por su nombre... Disparó con su poderoso brazo el cetro real hundiéndolo en las profundidades del abismo; la tierra golpeada dejó paso abierto al Tártaro... Entre tanto la hija es inútilmente objeto de las búsquedas de su angustiada madre por todos los rincones de la tierra y por todos los mares... En la búsqueda se le acabó el mundo. Vuelve a Sicilia, y mientras todo lo recorre, en sus andanzas llegó también ante Cíane... Mostrándole en la superficie de las aguas el cinturón de Perséfone, bien conocido de su madre y que por casualidad se había caído en aquel paraje en medio del sagrado abismo. Tan pronto como lo reconoció,... por fin se enteraba de que su hija había sido raptada, se estrujó la diosa los cabellos descuidados y se golpeó insistentemente los pechos con las manos. Aún no sabe dónde está; sin embargo recrimina a todas las tierras, las llama ingratas e indignas del don de las cosechas, y sobre todo a Trinacria, en la que ha descubierto las trazas de lo que ha perdido. Por eso con mano cruel rompió allí los arados que revuelven los terrones y llena de furia dio muerte por igual a los labradores y a los bueyes que trabajan el campo, ordenó a las tierras que traicionasen el depósito recibido e hizo que las semillas quedasen deterioradas. La fertilidad de aquella tierra resulta falsa y nula; las mieses mueren en el estado de hierbas recién despuntadas, y unas veces las malogra el sol excesivo, otras la excesiva lluvia... Entonces Aretusa sacó de las aguas la cabeza, apartó de la frente hacia las orejas la goteante cabellera y dijo: "Oh tú, la madre de una doncella buscada por todo el mundo y de las cosechas, pon fin a tus ingentes penalidades y no te enfurezcas llena de violencia contra una tierra que te es fiel. Esta tierra ninguna falta ha cometido, y a su pesar se abrió dejando paso al pillaje... Mientras me deslizaba bajo tierra por el abismo de la Estige, vi allí con mis ojos a tu Prosérpina. Estaba triste, sí, y con el rostro aún no libre de terror, pero reina es en todo caso, y la más grande del mundo oscuro, y la consorte augusta del soberano de abajo". La madre al oir aquellas palabras se quedó atónita, como de piedra... Y cuando un dolor intenso ha reemplazado a su intenso estupor, se aleja en su carro en dirección a los aires celestes. Allí se irguió ante Júpiter y dijo: "He venido a suplicarte, Júpiter, en favor de mi propia sangre y también de la tuya... Pues después de buscarla largo tiempo al fin la he encontrado, si puede llamarse encontrar a tener la certeza de haberla perdido... Estoy dispuesta a perdonar el rapto con tal que me la devuelva. Porque no es un ladrón por marido lo que merece tu hija...". Júpiter repuso: "nuestra hija es prenda y carga común para mí y para ti. Pero si es lícito llamar las cosas por su nombre, esta acción no ha sido un atentado, sino que se trata de amor. Y no me avergonzaré de tener a ése por yerno con tal que tú, diosa, estés conforme... Pero si tan grande es tu anhelo de lograr la separación, volverá Prosérpina al cielo, pero con una estricta condición, la de no tocar allí con la boca alimento alguno, pues así esta previsto por la ley de las Parcas". Así había hablado. No obstante, Ceres tiene decidido recuperar a su hija. No lo permiten así los hados, porque la doncella había roto el ayuno, y mientras en su ingenuidad andaba errante por un huerto de frutales, había cogido de un árbol que se inclinaba por el peso una granada, y arrancando de la amarillenta corteza siete granos, los había exprimido en su boca... Por su parte Júpiter, mediando entre su hermano y su afligida hermana, divide el curso del año en dos mitades; y en la actualidad, la diosa, común divinidad de dos reinos diferentes, pasa con su madre un número de meses igual al que pasa con su esposo. Múdase en un momento la expresión de su alma y de su rostro, pues la frente de la diosa que antes podía parecer triste al mismo Dis, está ahora alegre, como el sol, que antes estaba oculto por nubes cargadas de agua, del interior de las nubes sale triunfante".