Conservación de la Biodiversidad

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CAPÍTULO III
CONSERVACIÓN
DE LA BIODIVERSIDAD
JUAN CARLOS TORRES-MURA, SERGIO CASTRO Y DORIS OLIVA
INTRODUCCIÓN
Existe consenso en que la diversidad biológica de nuestro planeta se encuentra globalmente en crisis, debido a su
empobrecimiento y al hecho de que las futuras generaciones probablemente no tendrán la misma opción de gozar
de los múltiples beneficios, servicios y recursos con que
actualmente contamos. Por esta razón, un modelo de desarrollo sustentable (crecimiento económico con equidad
social y conservación ambiental) necesario para mantener
las condiciones de vida de las futuras generaciones requiere pensar críticamente en la conservación y protección de
la biodiversidad actual.
La biodiversidad entrega a la sociedad bienes y servicios,
tiene un valor productivo, recreativo, estético, ecológico,
etc., por lo que en torno a su conservación confluyen distintos intereses que es necesario conciliar. Estos hechos fundamentan el desafío y la preocupación de nuestra sociedad
por lograr la conservación de la biodiversidad, a través del
diseño de políticas participativas que permitan su utilización
con un enfoque precautorio.
En esta sección ofrecemos una breve descripción de los
principales factores que inciden en el estado de conservación en Chile. Para ello, hacemos énfasis en las plantas vasculares, los vertebrados y los organismos marinos, que son
los grupos de organismos más conspicuos de nuestra riqueza
biológica, así como aquellos de los que más se conoce su
biología.
Página izquierda: Diversos estudios confirman que el bosque nativo
de Chile continúa talándose a una tasa no sostenible en el tiempo,
alterando valiosos ecosistemas. A la llegada de los españoles un 45
por ciento del territorio nacional estaba cubierto por bosque nativo
de gran calidad; unos 25 millones de hectáreas. En 1944 quedaban 16 millones y la cifra actual es de poco más de 13 millones
de hectáreas. Esta cifra no parece tan alarmante, pero preocupa si
se considera que gran parte de éstas son renovales de baja calidad
respecto de su biodiversidad. Foto: Nicolás Piwonka.
Al examinar la historia evolutiva del planeta es posible
notar que tanto la extinción como la generación de nuevas
especies son procesos que han estado siempre presentes. El
registro fósil muestra numerosas especies que se han extinguido e incluso episodios de extinciones masivas en una gran
escala geográfica. Se conoce la ocurrencia de cinco extinciones masivas, todas causadas por eventos globales, como la
caída de meteoritos o cambios climáticos repentinos.
El actual episodio de extinciones presenta diferencias
cualitativas y cuantitativas respecto de los del pasado. En
la actualidad la mayor parte de las extinciones son atribuibles a causas humanas, y las estimaciones y proyecciones
de la tasa de extinción para diversos grupos de organismos
son mayores a su equivalente del registro fósil. Desde el año
1600 la acción humana ha llevado a la extinción de al menos 385 especies de plantas vasculares, 300 de vertebrados
y 100 de invertebrados; pero se estima que son muchas más
las especies extintas antes de ser descritas por los científicos.
Entre estas últimas habría numerosos invertebrados y microorganismos cuya desaparición está vinculada principalmente a la pérdida de sus hábitat. Además; numerosas especies
han alcanzado una “extinción funcional”, esto es, son tan
poco abundantes que su desempeño ecológico ha perdido
importancia.
La mayoría de las extinciones actuales se concentran en
sistemas insulares (islas oceánicas, islas continentales, sistemas dulceacuícolas). Esta situación se explica porque estos
ecosistemas son particularmente vulnerables, en tanto sus
especies tienen usualmente restricciones a la dispersión y
presentan por tanto una distribución geográfica limitada. Por
ello, la simple desaparición de su hábitat conlleva inmediatamente su extinción (la alteración del hábitat en este tipo de
ecosistemas conforma un importante factor en la reducción
de la abundancia de las especies insulares). Además, sus especies han coexistido evolutivamente con menos especies,
por lo que la introducción de una nueva especie en esos
sistemas, por ejemplo un depredador o un competidor, pue413
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
de llevar a la extinción de especies locales que no estaban
habituadas a esta presión externa.
La extinción es irreversible, ya que, una vez extinta una
determinada especie ésta no puede volver a ser recuperada,
se pierde su genoma y su función ecológica. Adicionalmente, la extinción de una especie puede tener consecuencias
para las otras especies con que aquella coexistía. Por ejemplo, la pérdida de un polinizador puede cambiar la estructura y la dinámica reproductiva de todas aquellas plantas que
polinizaba. Desde el punto de vista ecológico, las extinciones implican también la pérdida de la función que cumplía
originalmente la especie en el ecosistema, su función ecológica. Asociado a lo anterior, se ha desarrollado el concepto
de extinción funcional para describir situaciones en que una
especie ha reducido su abundancia a niveles tan bajos que
funcionalmente puede ser considerada extinta. Cuando la
eliminación de una especie tiene un gran impacto sobre una
comunidad se habla de una “especie clave”. Las especies
clave pueden pertenecer a cualquier grupo biológico o nivel
trófico y su importancia no necesariamente está relacionada
con su densidad. La desaparición de especies clave usualmente tiene efectos en cascada que facilitan la desaparición
de gran parte de las especies que originalmente conformaban la comunidad. Para la conservación, la identificación de
especies clave en cada comunidad es importante, para evitar
extinciones en cadena, es decir, extinción de una especie
derivada de la extinción de otra.
GRANDES FACTORES DE PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD
Usualmente, los diversos factores que inciden en la pérdida de biodiversidad se agrupan en tres grandes categorías:
las modificaciones del hábitat, la introducción de especies
exóticas y la sobreexplotación de especies. Junto a la antes
mencionada extinción en cadena, se les denomina el “cuarteto malvado”.
Modificaciones del hábitat
El hábitat de un organismo corresponde al espacio físico
que éste ocupa durante su vida y donde concurren sus recursos y las condiciones ambientales que permiten su desarrollo y sobrevivencia. Debido a que las actividades humanas
usualmente modifican la disponibilidad de recursos y las
condiciones ambientales necesarias para su subsistencia, se
condiciona así el futuro de muchas especies. Diversas actividades humanas en los sistemas naturales contribuyen a la
pérdida y fragmentación del hábitat: urbanización, deforestación, contaminación, habilitación de zonas agrícolas, entre
otras. Los seres vivos pueden responder de diferente forma
a las modificaciones de su hábitat. Algunas especies, más
vulnerables, requieren condiciones de hábitat muy específicas y generalmente no son capaces de tolerar modificaciones
importantes.
En Chile se ha registrado la extinción de al menos dos
vertebrados por modificación de su hábitat. Es el caso de
un ave migratoria del hemisferio norte que invernaba en las
pampas patagónicas, el zarapito boreal (Numenius borealis)
del que sólo quedan pequeñas poblaciones en Alaska y Canadá, pero se desconoce dónde migran, y de una subespecie
(o raza geográfica) de un roedor subterráneo, el tuco tuco
de isla Riesco (Ctenomys magellanicus dicki) que habitaba
praderas naturales de la isla Riesco en Magallanes, las que
ahora están muy modificadas debido el pastoreo por ovinos.
La fragmentación de los bosques temperados de la zona
centro sur debido a la tala (corta para leña, carbón, producción de astillas), la sustitución por plantaciones forestales o
la conversión agropecuaria compromete la conservación de
muchas especies (véase la figura 1). Las aves de estos bosques,
muchas de ellas endémicas de estos ambientes, se conside-
La producción de chips está en auge en todo el mundo; estos son pequeños trozos rectangulares de madera de hasta 5 cm que se utilizan
en la obtención de celulosa para elaborar papel. Antes se empleaban restos de troncos que no tenían un uso, ahora se derriban bosques
enteros. Durante 1992 se produjeron 5,03 millones de metros cúbicos de astillas en Chile, de los cuales el 47 por ciento correspondió a
bosque nativo, exportándose casi el 100 por ciento de la producción. Foto: Nicolás Piwonka.
414
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
La construcción de caminos forestales exige la tala de vegetación y el movimiento de tierras y rocas para conseguir estructuras capaces de
soportar el paso de vehículos pesados, aun en los períodos de condiciones ambientales adversas. Esta actividad ocasiona, inevitablemente,
un aumento de la erosión, por lo que es altamente recomendable limitar al mínimo su longitud. Foto: Nicolás Piwonka.
ran un buen indicador de este fenómeno por su sensibilidad
a los cambios, ya que responden a nivel de tres parámetros
importantes: la densidad poblacional, el éxito reproductivo y
la capacidad de dispersión.
La densidad de muchas especies disminuye cuando se
reducen los fragmentos de bosque. Aves como el carpintero
negro (Campephilus magellanicus), la cachaña (Enicognathus
ferrugineus) y el choroy (Enicognathus leptorhynchus) requieren de fragmentos más grandes y árboles altos y viejos para
reproducirse; en cambio, aves como el fío-fío (Elaenia albiceps) y el zorzal (Turdus falcklandii) se encuentran también
en fragmentos más pequeños o incluso en árboles aislados.
Varias especies que habitan fragmentos y ponen sus nidos en
las ramas de los árboles son más depredados (sus huevos y
pollos) en estos ambientes, que en el bosque fuente. En las
aves que nidifican en el suelo o en troncos este efecto es
menor (la depredación es más similar a la de la fuente). Una
vez que los juveniles de las aves crecen, deben dispersarse, establecerse y emparejarse. Para ello, deben moverse a
distancias variables (pueden ser pequeñas o grandes). Especies migratorias como picaflores (Sephanoides sephanoides),
viuditas (Colorhamphus parvirostris) y fío-fíos, y generalistas
como los zorzales pueden moverse entre los fragmentos y
cruzar otros ambientes; pero especies sedentarias como el
chucao (Scelorchilus rubecula), el huet huet (Pteroptochos
tarnii) y el colilarga (Sylviorthorrhinchus desmursii) tienen
menor movilidad. No atraviesan áreas abiertas y necesitan
de corredores de vegetación densa para su dispersión, o sea,
sus jóvenes tienen dificultades para establecerse en bosques
fragmentados.
La presión inmobiliaria sobre las dunas de nuestro litoral constituye otro ejemplo de modificación de ambientes de
valor ecológico. En el campo dunar de Concón, al sur del
río Aconcagua, se registran en las dunas cuatro comunidades vegetales dominadas por matorrales y con 60 especies
de arbustos, hierbas y suculentas (cactus y chaguales). Entre
la arena y la vegetación vive una gran variedad de invertebrados (arañas, insectos, entre otros) y vertebrados (anfibios,
reptiles, aves y mamíferos). Actualmente una buena parte de
las dunas están urbanizadas, formando parte de las ciudades
de Concón y Reñaca, y sólo queda una pequeña parte de la
duna original libre de construcciones o plantaciones, de las
que 45 hectáreas fueron declaradas Santuario de la Naturaleza en 1993, pero posteriormente la superficie afectada se
redujo a sólo 12 hectáreas que siguen sometidas a las presiones del desarrollo inmobiliario. Su preservación depende
de si se logra una efectiva sensibilización de la población
local, una conexión con otras áreas protegidas regionales
conformando corredores y redes, y se desarrolla su potencial
educativo y turístico a nivel comunal y regional.
La contaminación de los humedales, frecuentemente utilizados como receptores de aguas residuales domésticas e
industriales, que llegan sin tratamiento desde las ciudades y
poblados, constituye otra forma de alteración de ecosistemas
que compromete la conservación de muchas especies. Esto
cambia las propiedades fisicoquímicas y biológicas, median415
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
70°O
FORMACIÓN VEGETAL
Bosque caducifolio
Bosque esclerófilo
Bosque espinoso
34°S
Bosque laurifolio
34°S
Bosque resinoso de coníferas
Bosque siempreverde
Herbazal de altitud
Matorral bajo de altitud
Figura 1. Modificación y fragmentación del bosque nativo. Se muestra los cambios en fisionomía que
ha sufrido la zona central de Chile
a través de la cobertura del bosque
nativo entre el pasado y el presente
(Basado en Pliscoff y Luebert, véase
el capítulo II).
N
38°S
38°S
CHILE
Isla San Félix
Isla San Ambrosio
Isla Salas y Gómez
Isla de Pascua
ARGENTINA
OCÉANO PACÍFICO
Arch. Juan Fernández
Territorio
Chileno Antártico
90°
53°
Islas
Diego
Ramírez
70°O
416
Acuerdo 1998
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
70°O
34°S
34°S
38°S
38°S
N
70°O
417
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
Uno de los ecosistemas más diversos en Chile es el bosque esclerófilo o de hojas duras que se distribuye en quebradas y faldeos cordilleranos de la zona central. Sin embargo, esa riqueza está poco protegida debido a que en esta zona existe tan sólo una pequeña extensión de
parques nacionales. Foto: Nicolás Piwonka.
te procesos de contaminación y eutroficación (aumento de
la productividad biológica) y ha contribuido a deteriorar la
calidad del medio acuático, tanto en la costa, como en aguas
interiores.
Frente a todos estos procesos, la protección de ambientes
es una de las maneras más usadas para preservar la diversidad biológica. A fines del siglo XIX, en Estados Unidos y a
comienzos del siglo XX, en Chile, se establecieron las primeras reservas naturales, grandes áreas destinadas a proteger
cuencas hidrográficas para asegurar la provisión de agua,
lugares de alto valor escénico o asegurar la explotación maderera y como un efecto secundario, se lograba la protección de las especies de plantas y animales que vivían en esas
áreas. La tendencia actual es que las áreas protegidas, que
pueden ser privadas o estatales, deben estar amparadas por
un sistema legal que estimule la preservación; deben permitir
diferentes grados de uso tradicional y/o comercial por parte
de comunidades locales y debe permitirse y estimularse en
ellas la recreación y la investigación científica.
Para la creación de áreas protegidas estatales (ver sección
Áreas Protegidas en Chile, p. 506), Chile sigue los lineamientos establecidos en la Convención para la Protección de la
Flora, la Fauna y las Bellezas Escénicas Naturales de América
(Convención de Washington, 1941), aprobada como Ley de
la República en 1967, y que estableció las siguientes categorías: Parque Nacional, Reserva Nacional y Monumento
Natural. El Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas
del Estado (SNASPE) es administrado por la Corporación Na418
cional Forestal (CONAF) y cuenta actualmente con 32 Parques Nacionales, 47 Reservas Nacionales y 15 Monumentos
Naturales, cubriendo una superficie de 14 millones de hectáreas, lo que representa un 19 por ciento de la superficie de
Chile continental. A ello deben agregarse los Santuarios de la
Naturaleza, amparados por la Ley de Monumentos Nacionales, que son áreas terrestres o marinas cuya conservación es
de interés para la ciencia o para el Estado, por cuanto poseen
especies, bienes o formaciones naturales importantes desde
el punto de vista de la zoología, paleontología, geología, de
la botánica o de la ecología. Además se cuenta con un sistema de áreas marinas protegidas, de reciente implementación
en Chile. Las áreas marinas protegidas son una forma de administración pesquera y fueron creadas al amparo de la Ley
General de Pesca y Acuicultura. Estas áreas son declaradas
por la Subsecretaría de Pesca y quedan bajo la tuición del
Servicio Nacional de Pesca, SERNAPESCA. El concepto de
áreas marinas protegidas incluye los parques marinos y las
reservas marinas.
Complementario al Sistema Nacional de Áreas Silvestres
Protegidas del Estado y a partir de la Ley de Bases del Medio
Ambiente se está reglamentando un sistema de áreas protegidas de propiedad privada, fundamentado en la Ley de Bases
del Medio Ambiente de 1993.
Asimismo, la cooperación internacional promueve una
aproximación práctica de planificación de conservación denominada “conservación basada en ecorregiones”, unidades
de tierra o agua que contienen un conjunto distintivo de co-
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
En la precordillera de la provincia de Colchagua —donde quedan escasos remanentes de bosque nativo— hace una década atrás un incendio intencional destruyó varios cientos de hectáreas cercanas al Santuario de la Naturaleza Alto Huemul, predio donde hay grandes
extensiones de robledales y cipresales. Foto: Nicolás Piwonka.
munidades y especies y cuyos límites buscan representar las
comunidades naturales, mantener poblaciones viables de todas las especies nativas, mantener procesos ecológicos y evolutivos, mantener hábitat lo suficientemente grandes como
para afrontar perturbaciones de gran escala y/o largo plazo.
Introducción de especies exóticas
En los últimos 500 años adquiere importancia el desplazamiento de numerosas especies hacia áreas geográficas a las
que probablemente nunca hubiesen llegado de no mediar la
acción humana, y ese proceso de intercambio e introducción
de especies continúa en la actualidad. Este movimiento de
especies a escala planetaria no tiene precedentes en la historia de la vida en la Tierra y ha sido descrito como una de las
más grandes convulsiones de la biota mundial. La mayoría
de las especies trasladadas no llega a establecerse porque no
encuentra las condiciones necesarias para ello. Sin embargo
se estima que el 1 por ciento de estos intentos resulta exitoso.
Aunque el papel de las especies exóticas en facilitar la extinción de las nativas es un aspecto controvertido, en la práctica
es posible notar que las invasoras pueden llegar a reemplazar
a las nativas. Parte de este reemplazo está mediado además
por las prácticas humanas que directa o indirectamente favorecen la expansión de las especies exóticas.
En el caso de la flora chilena, unas 800 especies exóticas
ha podido naturalizarse, contando con poblaciones que se
expanden en el medio natural desplazando especies nativas,
y comprometiendo su estado de conservación. Esta flora se
distribuye en ambientes naturales, rurales, semirrurales y urbanos, presentando un alto recambio de especies entre distintos tipos de hábitat. El examen de la presencia de flora
naturalizada a lo largo de Chile continental ha revelado la
existencia de tres núcleos o centros de diversidad para estas
especies: el extremo norte (I-II Región), la zona centro-sur
(IV-X Región) y el extremo austral (XI-XII Región). Cada una
de estas se caracteriza por la presencia de especies naturalizadas propias, no compartidas con el resto de las regiones.
Aunque las causas de este patrón no son del todo claras,
probablemente factores climáticos y ecológicos, así como la
historia de ocupación de estas áreas puedan explicar esta
composición diferencial de especies exóticas naturalizadas.
El matorral mediterráneo de Chile central es un ejemplo de cómo las invasoras pueden influenciar la estructura y
composición de toda una comunidad, alterando los ciclos de
los nutrientes y del agua. El paisaje de la Depresión Intermedia (o valle central) en tiempos precolombinos estaba cubierto por un matorral arborescente combinado con bosques de
algarrobo (Prosopis chilensis), que dominaban la parte norte
de esta área. En la actualidad, esta formación está restringida a parches en el piedemonte andino y de la cordillera
de la Costa; los bosques de algarrobo han desaparecido y
sólo quedan algunos árboles aislados y dispersos. La comparación de varios sectores representativos de su distribución,
usando fotos aéreas tomadas entre 1954 y 1980, confirma
la marcada reducción de esta especie. En la actualidad la
mayor parte de la superficie está cubierta por el espinal; una
419
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
Durante el siglo pasado, la Región de Tarapacá albergaba entre 60 y 70 mil hectáreas de un floreciente bosque de tamarugos. La demanda
de leña de la industria salitrera condujo a le deforestación de casi el 90 por ciento del bosque nativo de la región. Actualmente, el bosque
nativo de tamarugos está bajo severa amenaza por el sobrepastoreo de cabras, la extracción de leña y producción de carbón. Foto: Nicolás
Piwonka.
sabana de espino (Acacia caven), con una densa cubierta de
hierbas anuales exóticas.
El espino estaba originalmente restringido al Chaco (región compartida por Argentina, Bolivia y Paraguay) y ahora
presenta una amplia distribución en Sudamérica. La tardía
aparición de semillas de espino en el registro arqueológico
indica que es un colonizador más reciente que ha aprovechado las modificaciones antrópicas para expandir su distribución, cubriendo grandes áreas. Sin la presencia de herbívoros exóticos, la tasa de germinación del algarrobo es mucho
mayor que la del espino; sin embargo, cuando las semillas
de espino han pasado por el tracto digestivo del ganado, la
tasa de germinación de sus semillas es cinco veces mayor;
en cambio la germinación del algarrobo se reduce a una
quinta parte. En terreno, con vacunos y conejos presentes,
la sobrevivencia de las plántulas es mucho mayor en el espino y además sus plantitas son más tolerantes a las sequías;
además el espino rebrota cuando es cortado o cuando los
campos son arados. Todos estos factores explican su actual
abundancia. La distribución espacial de las hierbas exóticas
presentes en el piso de los espinales también se relaciona
con la presencia de herbívoros; las exóticas son más abundantes en terrenos pastoreados y en suelos pobres, por su habilidad para soportar pastoreo, sequías y baja disponibilidad
de nutrientes, lo que probablemente está relacionado con el
hecho que tanto las hierbas como los herbívoros provienen
420
del mediterráneo europeo, donde han coexistido por largo
tiempo expuestos a intensas presiones de selección. La ausencia en Chile central de fuegos naturales es otro factor que
afecta diferencialmente a las plantas nativas y las exóticas, ya
que estas últimas parecen mejor preparadas para soportar los
fuegos de origen antrópico (causado por actividad humana).
En el caso de los animales, no se conoce en la mayoría
de los casos su efecto sobre la vegetación, la flora o la fauna
nativas. Sin embargo, para el conejo (Oryctolagus cuniculus) y la liebre (Lepus capensis) se han documentado efectos negativos sobre la vegetación nativa. La introducción del
coatí (Nasua nasua) carnívoro de origen mesoamericano en
la isla Robinson Crusoe ha puesto en riesgo la persistencia
de varias especies de aves marinas que anidan en la isla. Un
anfibio depredador nativo de África, como el sapo de garras
(Xenopus laevis), que desde la Región Metropolitana está
extendiendo su distribución por toda la zona central de Chile depredando peces y anfibios nativos. El mirlo (Molothrus
bonariensis), especie introducida desde Argentina, tiene un
efecto negativo sobre aves nativas como diucas (Diuca diuca), chincoles (Zonotrichia capensis), tencas (Mimus thenca)
y loicas (Sturnella loyca), a las que parasita los nidos. Entre
los invertebrados, la avispa chaqueta amarilla (Vespula germanica), introducida accidentalmente desde Europa en los
años setenta, está presente desde Atacama hasta Magallanes,
afectando el turismo, la producción de frutas, etc.
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
La introducción desde fines del siglo XIX de especies hidrobiológicas exóticas, involuntariamente o para la acuicultura, la pesca deportiva, el comercio o el control biológico, ha
resultado en la naturalización de 26 especies. Entre estas el
pez dorado (Carassius auratus) y el chanchito (Cichlasoma facetum) fueron traídos como peces de acuario y de allí pasaron
a nuestros cuerpos de agua; las gambusias (Gambusia holbrooki y Cnesterodon decenmmaculatus) se introdujeron para el
control biológico de huevos y larvas de zancudos. Con fines
de pesca y alimentación se liberaron (y se siguen liberando) en
nuestros ríos y lagos peces como el pejerrey argentino (Odontesthes bonariensis) y varias especies de salmonídeos como la
trucha café (Salmo trutta), la trucha arco iris (Oncorhynchus
mykiss), la trucha de arroyo (Salvelinus fontinalis), entre otras.
En 1993, se trajo al país el esturión blanco (Acipenser transmontanus), con fines de cultivo experimental en una piscicultura en Peñaflor, Región Metropolitana, y ya en 1998, pescadores lacustres capturaron con redes cuatro ejemplares en
Tejas Verdes, en la desembocadura del río Maipo, lo que indica su posible aclimatación al país. Todas estas introducciones
se hicieron sin evaluar los perjuicios o beneficios que dichas
introducciones traerían. Varios trabajos científicos demuestran
un fuerte impacto sobre los peces nativos, tanto por competencia por los mismos recursos como por depredación.
Una presión adicional la representa el desarrollo de la
salmonicultura en los últimos 25 años, que ha convertido
a Chile en el segundo productor y exportador de salmones
después de Noruega, pasando de 80 toneladas producidas
en 1981 a 560.000 toneladas en 2004. Los principales sal-
monídeos cultivados son el salmón del Atlántico (Salmo salar), el salmón del Pacífico o coho (Oncorhynchus kisutch), la
trucha arcoiris (Oncorhynchus mykiss) y el salmón chinook
o rey (Oncohynchus tshawytscha). Debido a fuertes tormentas u otros eventos accidentales, varios millones de salmones
han escapado de las jaulas. Estos escapes significan un gran
impacto sobre la fauna local por competencia o por depredación —los salmones son carnívoros—; sin embargo, el seguimiento de algunos escapes masivos producidos en 1994 y
1995 en aguas interiores de Chiloé mostró que los salmones
fueron disminuyendo a través del tiempo y se produjo su desaparición al cabo de unos cuatro años.
En el ámbito marino, hay un enorme movimiento de especies exóticas transportadas alrededor del mundo en el “agua
de lastre” de los navíos. Hoy, los diseños de las naves les permiten bombear agua de mar hacia sus tanques para lastrarlos.
Esta agua de lastre, tomada a gran distancia, contiene una diversidad enorme de especies y constituye el principal vector
para la transferencia de especies marinas a través del mundo.
Más de 100 millones de toneladas de agua son transportadas
anualmente y se calcula que se mueven diariamente alrededor de 3.000 especies en todo el mundo y que se introduce
una especie cada 15 días en alguna parte del planeta.
Estas especies pueden así incorporarse a un ecosistema
acuático distinto de su hábitat nativo y realizar una invasión
biológica que puede tener un impacto ecológico y económico significativo. En las aguas de lastre se transportan por
ejemplo las algas unicelulares llamadas dinoflagelados, que
son las responsables de algunas “mareas rojas” o floraciones
Los peces dulceacuícolas chilenos constituyen un grupo pequeño de especies y su gran importancia biológica está estrechamente ligada a
su alto grado de endemismo. Muchas de estas se ubican —de acuerdo a las categorías de la Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza (UICN)—, como Vulnerables o en Peligro de Extinción. Las causas de esta grave situación radican en la modificación de los
hábitat, la contaminación, la pesca exagerada y sin control, y la introducción de especies exóticas, esta última vinculada principalmente a
la acuicultura, en la foto vista aérea de un centro de cultivo en la Isla Grande de Chiloé. Foto: Nicolás Piwonka.
421
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
algales. En Chile hay un piure (Pyura praeputialis) que se encuentra en la bahía de Antofagasta y que fue introducido a
través de aguas de lastre desde Australia. En la actualidad se
distribuye por cerca de 70 kilómetros de costa en la zona intermareal y submareal somera, aunque su efecto sobre nuestro ecosistema todavía no es bien conocido.
El Océano Austral (o Antártico) se consideraba el último
ecosistema marino libre de especies exóticas; sin embargo,
recientemente se ha registrado una especie introducida: se
trata del cangrejo araña (Hyas araneus), una especie originaria del Océano Ártico y del Atlántico Norte y que ha sido
encontrada en las cercanías de la península antártica. Considerando que el tráfico de embarcaciones ha aumentado
en los últimos años, la llegada de esta especie se habría
producido a través del transporte accidental en aguas de
lastre.
Como parte del Plan de Acción de País para la implementación de la estrategia nacional de biodiversidad, Chile está estableciendo un programa nacional de control de
especies invasoras que apunta a un marco regulatorio integrado, y a iniciativas de investigación sobre las especies
invasoras y su impacto sobre la diversidad biológica y las
actividades productivas. Se pondrá especial énfasis en el
control y prevención de introducción de especies invasoras
en el archipiélago Juan Fernández. Se constituirá un comité
de coordinación interinstitucional y se avanzará en proyectos de control de especies invasoras terrestres y acuáticas,
incluyendo medidas para controlar las aguas de lastre y el lavado de redes de la acuicultura. En el mediano plazo (2010)
se contempla iniciar medidas de control respecto a especies
exóticas invasoras, contando para ello con un marco regulatorio adecuado.
Sobreexplotación de especies
La sobreexplotación de las especies constituye también
un importante factor de pérdida de biodiversidad. Particularmente sensibles a esta forma de presión han sido nuestras
especies insulares. En Isla de Pascua fueron extintas dos especies endémicas, la palma Paschalococos disperta y el toromiro Sophora toromiro, ambas utilizadas por los primeros
colonizadores polinesios como recurso maderable y para la
obtención de fibras. La escasez de plantas leñosas alternativas y el rápido crecimiento de la población nativa condujo
rápidamente a la extinción de la palma, que alcanzó a ser
vista por viajeros europeos de los siglos XVI y XVII. Aunque
muchos botánicos dudaban de la veracidad de estos registros, el descubrimiento reciente de semillas semifósiles en
yacimientos arqueológicos permitió establecer su extinción
en tiempos históricos. En el caso del toromiro, la existencia
de ejemplares vivos en jardines botánicos y colecciones de
Europa ha permitido desarrollar iniciativas de conservación
para la reintroducción de la especie; sin embargo, los intentos no han mostrado resultados alentadores en condiciones silvestres, críticamente condicionados por la variación
genética ya perdida y la fuerte modificación del ambiente
isleño (no queda un hábitat natural para la especie).
La extinción del sándalo de Juan Fernández (Santalum
fernandezianum) es otro ejemplo de explotación irracional
de los recursos naturales. Hasta inicios del siglo XVII, el sándalo se hallaba en las dos islas principales del archipiélago,
Alejandro Selkirk y Robinson Crusoe. La extracción continua
de ejemplares por su preciado valor maderero hizo que a
finales del siglo XIX sólo un sándalo quedase vivo, el mismo
que fue utilizado para la descripción científica formal de la
especie, ya en clara vía de extinción.
En 1935 se creó el Parque Nacional Archipiélago Juan Fernández, uno de los lugares de mayor interés botánico en el mundo. Sólo en 1974
se estableció una oficina de administración del Parque y en 1976 se publicó su Plan de Manejo. El año 1977 fue declarado Reserva Mundial
de la Biosfera por la Unesco y a partir de 1985 comienzan los ensayos de propagación de las especies nativas, teniendo a la fecha más del
60 por ciento de las especies endémicas en cultivo. Foto: Nicolás Piwonka.
422
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
No obstante haber sido intensamente cazado durante el siglo XIX, actualmente las poblaciones de lobo fino antártico se han recuperado,
aunque hay una alta incidencia de albinismo por pérdida de variabilidad genética. Foto: Doris Oliva.
Un ejemplo en relación a la presión de especies para
jardinería lo constituye el azulillo Tecophilea cyanocrocus,
planta de bulbo —geófita—, descubierta en 1862 cerca de
Santiago. Ya en 1865, estaba disponible en los mercados de
bulbos de Europa, donde ha sido usada profusamente en jardinería y propagada principalmente en forma vegetativa. La
especie fue considerada extinta en su entorno natural, hasta
que hace poco se redescubrió una pequeña población en la
zona andina de la Región Metropolitana. El análisis genético
de bulbos cultivados en un jardín botánico inglés indicó una
baja variabilidad genética de aquellos bulbos cultivados hasta 1994. Con posterioridad a esa fecha, se adicionaron a la
colección bulbos provenientes de otros viveristas, especialmente de Holanda, lo que permitió aumentar la diversidad
genética. La variabilidad genética de la población redescubierta en la naturaleza aún no ha sido evaluada y se desconoce si los bulbos cultivados son capaces de sobrevivir en su
ambiente original de la cordillera.
Si para los vegetales la sobreexplotación de especies leñosas o de valor ornamental ha constituido históricamente
una amenaza importante para la conservación de especies,
para los vertebrados la caza para obtención de pieles ha
constituido un factor tradicional en la extinción de especies.
La chinchilla (Chinchilla lanigera), roedor cuyo pelajes es
uno de los más finos y suaves de todos los mamíferos, es
representativo. Su caza comercial comenzó en 1828 y desde
entonces el mercado y la demanda por sus pieles en Estados
Unidos y Europa fueron en aumento, a tal punto, que el número de pieles exportadas entre 1900 y 1909 sobrepasó las
250 mil por año. La intensa explotación no fue sustentable
y el número de chinchillas cazadas por año declinó hasta
declararse comercialmente extinta en 1917. Esto, unido a la
veda impuesta sobre la especie, provocó un aumento de los
precios y de la demanda por pieles, lo que redundó en la
caza furtiva y más sobreexplotación. Posteriormente, el establecimiento de criaderos donde se logró la mejora de sus
características peleteras —por ejemplo, establecer colores
y calidades uniformes— redujo la presión sobre los animales silvestres. Sin embargo, entre 1935 y 1965 se exporta-
ron cerca de 1.200 chinchillas vivas para nutrir los criaderos
(principalmente para producción de mascotas). Durante años,
se consideró, que sus poblaciones podían estar extinguidas,
hasta que en los años setenta se descubrió la existencia de
algunas áreas naturales con presencia de la especie. En la
actualidad, las chinchillas están consideradas en peligro de
extinción por la Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza (UICN) y han sido incluidas en el apéndice I de
CITES (convenio que regula el comercio internacional de flora
y fauna silvestre). Además, una población de la Región de Coquimbo está protegida, a través de una Reserva Nacional, de
amenazas como la caza, el sobrepastoreo por cabras o la explotación de su hábitat (por extracción de leña, entre otros).
Junto con las chinchillas, Chile exportó grandes cantidades de pieles de nutria (Lontra felina y Lontra provocax), zorros
(Pseudalopex culpaeus y Pseudalopex griseus) y lobos finos
(Arctocephalus australis y Arctocephalus philipii). Entre 1910
y 1984, Chile exportó más de 5 millones de pieles, de las
que 1.550.000 fueron especies nativas. Como la caza no tenía
ningún control, se produjo una sobreexplotación, que hizo
prácticamente desaparecer especies como los lobos finos y las
nutrias. Tras la disminución de los lobos finos, la explotación
se volcó hacia los “popis” (neonatos) del lobo común (Otaria
byronia). Las pieles de los adultos no tienen valor peletero; en
cambio, la de los recién nacidos es equivalente a de los lobos
finos adultos (aunque mucho más pequeñas, por lo que se
requiere de más animales). Con la promulgación de la Ley de
Caza, en 1929, se logró un mejor control y una mayor protección; sin embargo especies nativas de gatos (familia Felidae)
sólo fueron protegidos en 1972 y el zorro culpeo fue protegido recién en 1980. Cuando las especies silvestres disminuyeron, la caza se dirigió hacia especies introducidas, como la
liebre y el conejo.
El lobo fino antártico (Arctocephalus gazella), fue intensamente cazado durante el siglo XIX en las islas Georgia y
Shetland del Sur. Con el cese de la explotación lobera, la población de las islas Georgia del Sur comenzó a recuperarse y
a colonizar zonas de reproducción en las islas Shetland del
Sur. Los primeros ejemplares se observaron en la década de
423
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
1950 y luego el crecimiento siguió un modelo exponencial.
La homocigosidad se expresa en una alta incidencia de lobos
albinos en la población.
La captura de ejemplares como mascotas constituye
también una fuerte presión para ciertas especies. Anfibios y
reptiles recibieron una fuerte presión en Chile entre 1984 y
1988 cuando se exportaron para su uso como mascotas más
de 170 mil ejemplares de diversas especies de ranas, sapos,
culebras y lagartos, la mayoría de ellos extraídos de las regiones centrales (IV a IX). Además se exportaron más de 5 mil
mamíferos (alpacas, chinchillas, varias especies de roedores)
y más de 16 mil ejemplares de aves (loros, tórtolas, paseriformes). Se estima que, al menos para anfibios y reptiles, sólo
entre el 25 y el 30 por ciento de los animales capturados
fueron exportados y el resto corresponde a pérdidas por mortalidad o deterioro —por ejemplo, mutilaciones—, ocurridas
por manejo inadecuado en cautiverio.
Frente a la sobreexplotación, la respuesta usual ha sido
establecer medidas específicas de control; por ejemplo, en
Chile la caza y explotación comercial de fauna se ha realizado sin mayor control, lo que ha provocado una marcada
disminución de varias especies. Por ello, ya en 1893, se comenzó a regular la caza de lobos marinos; en 1910 se vedó
la caza de la chinchilla y en 1929 se promulgó la Ley de
Caza, una de las primeras de Latinoamérica, que estableció
la prohibición de cazar ciertas especies y reguló la caza de
muchas otras, fijando períodos de veda y números máximos
de piezas por cazador.
Algo similar ocurrió con la flora, especialmente aquella de tipo arbóreo. En 1855, el Código Civil estableció que
quien haga uso de un predio debe “conservar el bosque en
su ser”, reponiendo los árboles que se derriben. El Reglamento General de Corta, de 1883, se considera la primera
ley de bosques ya que establece normas de protección del
bosque, que se mantuvieron en los decretos leyes de 1925
y 1931. Este mismo año se promulgó la Ley de Bosques, la
que definió terrenos de aptitud forestal, permitió crear Parques y Reservas Nacionales, condicionó el uso del fuego y
creo un sistema de sanciones a las infracciones relacionadas
con el uso del bosque. Actualmente hay varios reglamentos
específicos que protegen especies como quillay (Quillaja
saponaria), ulmo (Eucryphia cordifolia), tineo (Weinnmania
trichosperma), yareta (Azorella compacta), palma chilena
(Jubaea chilensis), tamarugo (Prosopis tamarugo), chañar
(Geoffrea decorticans), guayacán (Porlieria chilensis), olivillo
(Aextoxicon punctatum), carbonillo (Cordia decandra), espino (Acacia caven), boldo (Peumus boldus), maitén (Maytenus
boaria), litre (Lithrea caustica), bollén (Kageneckia oblonga),
araucaria o pehuén (Araucaria araucana), alerce (Fitzroya cupressoides) y copihue (Lapageria rosea).
En los sistemas marinos la pérdida de biodiversidad a nivel específico requiere de un análisis que varía según el tipo
de población y los ciclos de abundancia de esas poblaciones,
que están relacionados con ciclos ambientales y temporales
de mediana y gran escala. En el caso de un recurso apetecido como el loco (Concholepas concholepas), con la apertura
de los mercados externos a mediados de los años setenta se
produjo una disminución drástica de sus poblaciones y de
424
las tallas de los ejemplares extraídos, por lo que en 1987 se
decretó una veda total para la especie en todo el territorio. El
stock explotable de locos quedó restringido a zonas de difícil
acceso en la zona norte del país, zonas profundas donde los
buzos no pueden acceder y zonas en la XI y XII Región donde la actividad económica no estaba muy desarrollada. Al
tratarse de una población abierta con estados larvarios largos
con una alta dispersión fue posible la repoblación natural de
las zonas sobreexplotadas. Por lo tanto, a pesar de la sobreexplotación, el loco no llegó a estar en peligro de extinción
y es difícil que llegue a estarlo. Otros invertebrados como la
jibia (Dosidicus gigas) tienen poblaciones que siguen ciclos
ambientales de largo plazo. En algunos períodos, la jibia desaparece de las costas de Chile y en otros presenta abundancias muy altas que afectan las poblaciones de sus presas (peces pequeños y merluzas). En los últimos años se reconocen
tres momentos de abundancia: a fines de los años sesenta, a
principios de los noventa y durante los años 2004-2005.
ESTADO DE CONSERVACIÓN
A nivel internacional se han implementado los “Libros
Rojos”, listados que categorizan las especies de flora y fauna
en diferentes grados de amenaza y que sirven de base para
planes de protección, manejo o restauración. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)
introdujo hace más de 40 años la modalidad de categorizar
las especies en diferentes grados de amenaza, opción que ha
sido reconocida y utilizada a nivel internacional. Su valor es
que designan de una manera fácil de comprender las especies
en riesgo y permiten desarrollar y dirigir medidas específicas
y priorizadas de protección. Para jugar un rol efectivo en la
conservación, las categorías usadas en los Libros Rojos deben contar con ciertas características, como, por ejemplo, ser
aplicables a un amplio rango de grupos taxonómicos —aun
cuando estos difieran en historias de vida y rasgos biológicos
básicos—, ser aplicables a niveles de especie, subespecie o
variedad y a escalas regionales o nacionales. Asimismo, la
clasificación debe ser factible, independiente del nivel de información que se posea sobre el taxón a clasificar.
Varias especies chilenas han sido categorizadas por la
UICN y algunos de sus criterios están a la base del procedimiento de clasificación de especies en categorías de conservación contemplado en la Ley de Bases del Medio Ambiente,
e implementado desde 2005 por la Comisión Nacional del
Medio Ambiente, CONAMA.
En Chile, en la década de 1980, la CONAF organizó reuniones de especialistas para producir los primeros Libros
Rojos (flora terrestre, vertebrados, y sitios prioritarios para la
conservación de la biodiversidad); posteriormente, la CONAMA y el Museo Nacional de Historia Natural, usando también la consulta a expertos, complementaron o actualizaron
la información de los primeros Libros Rojos. El Reglamento
de la Ley de Caza también establece estados de conservación para los vertebrados terrestres —anfibios, reptiles, aves
y mamíferos— y se ha utilizado como referencia en el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. En el cuadro 5 se
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
El crecimiento industrial impulsado sin criterios de sustentabilidad medioambiental ha ido en detrimento de importantes recursos vegetacionales del país; afectando finalmente el desarrollo futuro de la sociedad. En las fotos, algarrobo (San Pedro de Atacama) y palma chilena
(Parque La Campana), algunas de las especies consideradas amenazadas por los expertos. Con el objeto de conservar la diversidad biológica
y la preservación de dichas especies, la Ley General de Bases del Medio Ambiente establece que deben mantenerse actualizados los inventarios de nuestra flora silvestre. Fotos: Nicolás Piwonka.
muestra un ejemplo de categorización de anfibios usando el
criterio de experto (publicada por CONAF en 1993) y una
reciente, realizada usando características biológicas como
distribución geográfica, abundancia, uso de hábitat, dieta,
etc. Los anfibios están declinando en todo el mundo, su disminución es mayor que la de otras especies de vertebrados
(reptiles, aves o mamíferos), y ocurre más marcadamente en
América. La causa de esto aún no es clara (se le llama “declinación enigmática”) y se ha relacionado con fenómenos
como lluvia ácida, aumento de radiación ultravioleta, contaminación química del agua y el aire, y la diseminación a
gran escala de un hongo patógeno; pero a ella se suman los
factores antes mencionados: sobreexplotación —para uso
como mascotas— y destrucción del hábitat.
Otros documentos producidos por los especialistas dan
cuenta de la situación de conservación de ciertos grupos.
Recientemente, un conjunto de especies de árboles y arbustos del centro-sur del país, considerados amenazados según
criterio de expertos fue reclasificado usando los criterios de
la UICN, utilizándose para ello la información publicada e
información poblacional y distribucional recolectada en terreno, en una iniciativa conjunta de la Universidad Austral
de Chile y el Real Jardín Botánico de Edimburgo. Se realizan
además recomendaciones para la propagación de las especies estudiadas. En el cuadro 4 se muestra un ejemplo de una
clasificación realizada por criterio de expertos convocados
por CONAF y la clasificación con los criterios UICN.
Para los líquenes, extremadamente sensibles a las modificaciones incluso atmosféricas, por lo que son considerados
bioindicadores de contaminación, se ha determinado que 58
especies (4,2 por ciento de la riqueza del país) se encuentran
con algún estatus de conservación comprometido (véase el
cuadro 1), en todo o sólo una porción de su rango de distribución. Especialmente destacables son las regiones I, II, IV,
V (incluyendo el archipiélago Juan Fernández), RM, VII, VIII,
y XI, ya que concentran diez o más especies de líquenes con
estatus de conservación comprometido, siendo la principal
causa de pérdida de flora liquénica las modificaciones del
hábitat, incluida la contaminación del aire.
Para los helechos (o pteridófitas), una evaluación reciente
consideró que el 73,5 por ciento de las especies presentan
un estatus de conservación comprometido en todo o parte
de su rango de distribución. Nuevamente, las modificaciones
del hábitat parecen ser la principal causa de este hecho. La
mayor parte de estos casos están concentrados en el archipiélago Juan Fernández (véase el cuadro 3).
Las angiospermas (plantas con flores) representan la flora
vascular más diversa, con unas 4.600 especies, representadas por 1.100 monocotiledóneas y 3.500 dicotiledóneas. De
ellas, sólo 65 especies han sido incluidas en el “Libro Rojo
de la Flora de Chile” (que incluye los arbustos y árboles y no
las hierbas ni las suculentas). Esto equivale al 1,2 por ciento
de las especies de todo el grupo (véase el cuadro 1). La mayor parte de estas especies se encuentran entre la IV y la X
Región, el área de Chile continental con mayor tasa de endemismo, pero también la de mayor impacto humano. De estas
especies, el 10 por ciento se encuentra en peligro (muy alto
grado de amenaza), el 40 por ciento es vulnerable (alto grado
de amenaza), mientras que el 50 por ciento es considerada
rara (muy baja abundancia en condiciones naturales). Esta
última categoría se asocia al estrecho rango distribucional de
tales especies, las que se hallan en sólo una o dos regiones
administrativas de Chile continental y en algunos casos están
restringidas a una o unas pocas localidades o a un alto grado
de modificación del ambiente donde viven. Ejemplos de estas especies son la avellanita (Avellanita bustillosii), el belloto
del sur (Beilschmiedia berteroana), el voqui fuco o michay
rojo (Berberidopsis coralina), el michay de Paposo (Berberis
litoralis), la dalea (Dalea azurea), el keule (Gomortega keule),
la metarme (Metharme lanata), el ruil (Nothofagus alessandrii), el pitao (Pitavia punctata), el lucumillo (Myrcianthes
coquimbensis) y la valdivia (Valdivia gayana).
En vertebrados, los animales más conocidos porque son
las especies más grandes, más conspicuas y muchas de importancia comercial —como los peces—, la diversidad alcanza a 1.866 especies, 1.030 peces (tanto marinos como
de agua dulce), 51 anfibios, 135 reptiles (incluyendo las
tortugas marinas), 502 aves (terrestres, acuáticas y marinas;
residentes y visitantes) y 148 mamíferos (terrestres y marinos)
(véase el cuadro 2). Se incluye en esta cifra tanto las especies
425
Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos
Cuadro 1. Composición florística de Chile y proporción de especies
que han sido sugeridas en algún estatus de conservación comprometido.
Clase
Riqueza específica
Plantas con flores
Pinos y cipreces
Helechos
Musgos
Hepáticas
Líquenes
Hongos
5.000
16
160
950
350
1.380
3.300
% de especies
comprometidas
1,2%
12,5%
73,5%
No determinado
No determinado
4,2%
No determinado
Cuadro 2. Riqueza de especies nativas de vertebrados de Chile y
proporción de especies que han sido consideradas en algún estatus
de conservación comprometido.
Clase
Riqueza específica
Peces continentales
Anfibios
Reptiles
Aves
Mamíferos
46
51
125
502
148
% de especies
comprometidas
95%
72%
90%
14%
47%
Cuadro 3. Descriptores florísticos para las islas oceánicas chilenas, archipiélago de las Desventuradas; Isla de Pascua;
archipiélago Juan Fernández.
Taxa
Flora pre-europea
Desventuradas
I. de Pascua
J. Fernández
Total
0
2
21
23
87%
-
14
15
15
44
13.6%
-
52
39
110
201
59.7%
-
24.6 %
20.9 %
54.5 %
268
50.9 %
-
Helechos
Monocotiledóneas
Dicotiledóneas
Total de especies
Endemismo
Naturalizadas
Flora post-europea
Desventuradas
I. de Pascua
J. Fernández
Total
0
7
26
33
60%
30%
14
40
67
121
2%
83%
52
79
282
413
27.2%
51.3%
11.6 %
22.2 %
66.1 %
567
24.6 %
36.7 %
Monocotiledóneas = el embrión lleva una hoja o cotiledón que almacena reservas alimentarias.
Dicotiledóneas = el embrión lleva dos hojas o cotiledones, que son reservas alimentarias.
Cuadro 4. Estado de conservación de algunos árboles y arbustos.
Nombre común
Nombre científico
CONAF 1989
Araucaria
Ciprés
Avellanita
Belloto del Sur
Coralillo o Michay Rojo
Naranjillo
Keule
Palma Chilena
Lucumillo
Ruil
Radal enano
Mañío
Lleuque
Araucaria araucana
Austrocedrus chilensis
Avellanita bustillosi
Beilschmiedia berteroana
Beberidopsis corallina
Citronella mucronata
Gomortega keule
Jubaea chilensis
Myrcianthes coquimbensis
Nothofagus alessandrii
Orites myrtoidea
Podocarpus salignus
Prumnopitys andina
Vulnerable
Vulnerable
En Peligro
En Peligro
En Peligro
Rara
En Peligro
Vulnerable
En Peligro
En Peligro
Rara
No citada
Rara
Hechenleitner y
otros, 2005
Vulnerable
Vulnerable
En Peligro Crítico
En Peligro
En Peligro
Datos insuficientes
En Peligro
Vulnerable
En Peligro
En Peligro Crítico
En Peligro Crítico
Vulnerable
Vulnerable
Comité Clasificación
CONAMA 2006-2007
Vulnerable
Fuera de Peligro
En Peligro y Rara
En Peligro
En Peligro y Rara
No clas. aún por el Comité
En Peligro
Vulnerable
En Peligro
En Peligro y Rara
No clas. aún por el Comité
No clas. aún por el Comité
No clas. aún por el Comité
Cuadro 5. Estado de conservación de algunos anfibios de Chile.
Nombre común
Nombre científico
Sapo de rulo
Bufo arunco
Sapo de rulo nortino Bufo atacamensis
Sapo de rulo andino Bufo spinulosus
426
Vulnerable
Vulnerable
Vulnerable
Díaz-Páez y Ortiz,
2003
Fuera de Peligro
Fuera de Peligro
Inadec. Conocido
CONAF 1993
Ranita de ceja
Batrachyla taeniata
Vulnerable
Fuera de Peligro
Sapo de isla Mocha
Sapo popeye
Rana chilena
Rara
Eupsophus insularis
En Peligro
Alsodes nodosus
Caudiverbera caudiverbera Vulnerable
Rara
Inad. Conocido
Vulnerable
Rana dorada
Hylorina sylvatica
Inad. conocida Fuera de Peligro
Sapo cuatro ojos
Pleurodema thaul
Inad. conocida Fuera de Peligro
Ranita Darwin
Rhinoderma darwini
Vulnerable
Vulnerable
Ranita Darwin café
Sapo de Miguel
Rhinoderma rufum
Eupsophus migueli
En Peligro
En Peligro
En Peligro
Rara
Comité Clasificación CONAMA
2006-2007
No clas. aún por el Comité
No clas. aún por el Comité
No clas. aún por el Comité
Regiones V a VII:
Insuficientemente Conocida
En Peligro y Rara
No clas. aún por el Comité
Vulnerable
Regiones VIII a IX:
Insuficientemente Conocida
No clas. aún por el Comité
Regiones VIII a IX: En Peligro
Regiones X a XI: Insuficientemente
Conocida
Insuficientemente Conocida y Rara
En Peligro y Rara
Capítulo III: Conservación de la Biodiversidad
nativas (y las endémicas) como las introducidas, y las especies residentes y las migratorias (aquellas que se mueven de
una región a otra en forma cíclica y predecible). Las tortugas
marinas, varios mamíferos marinos (cetáceos) y muchas aves
marinas (por ejemplo, albatros y petreles), costeras (como
chorlos y playeros) y terrestres (algunas golondrinas, el fíofío) son consideradas especies migratorias.
Entre estos grupos, los peces de agua dulce, los anfibios
y los reptiles se consideran amenazados de extinción por diversos factores (depredación, competencia, explotación, entre otros). Existen especies con distribuciones muy reducidas
como los “carachis”, pequeños peces del género Orestias que
viven en ríos y salares del altiplano. Muchos cuerpos de agua
actuales son los remanentes de un gran lago que existió en
el pasado; el aislamiento en que han vivido ha permitido su
separación en diferentes especies como Orestias ascotanensis
en el salar de Ascotán, Orestias agassii en el salar del Huasco,
Orestias chungarensis en el lago Chungará y Orestias laucaensis restringida al río Lauca. El sapo de isla Mocha (Eupsophus
insularis) y el degú de isla Mocha (Octodon pacificus) son especies endémicas y amenazadas que habitan en esa isla ubicada a 35 kilómetros del continente en la Región del Biobío.
Numerosas especies ven su estado de conservación comprometido por enfrentar procesos significativos de pérdida de
su patrimonio genético. A ese respecto la identificación de
los patrones de variación genética entrega mucha información respecto a su estado de conservación. Hasta la fecha, se
han realizado pocos estudios que hayan explorado los patrones de variación genética en especies chilenas de interés en
conservación, aunque su número es creciente.
Un análisis preliminar realizado para el picaflor de Juan
Fernández (Sephanoides fernandensis), endémico de la isla
Robinson Crusoe, reveló que presenta menor variación genética que la que muestra el picaflor chico (Sephanoides sephanoides), un pariente que habita tanto en la isla como en
el continente. Un estudio genético realizado sobre el zorro
de Darwin (Pseudalopex fulvipes), considerado una subespecie o raza geográfica del zorro chilla (Pseudalopex griseus),
permitió validar su estatus de especie plena y establecer también su menor variabilidad génica en relación a las otras dos
especies de más amplia distribución en el país: la chilla y
culpeo (Pseudalopex culpaeus). Esta evidencia ha sugerido
que el zorro de Darwin —cuya distribución actual incluye
la Isla de Chiloé y las partes más altas de la cordillera de
Nahuelbuta—, estaría constituido por poblaciones relictas,
esto es, remanentes de un antiguo linaje que antes tuvo una
mayor distribución geográfica. Un estudio similar, realizado
con el gato montés andino (Oreailurus jacobita), conocido
por unos pocos ejemplares de museo, ha revelado que su
variación genética es mayor a la esperada para sus reducidos
tamaños poblacionales. Para el puma (Puma concolor), los
estudios genéticos han mostrado que esta especie muestra
una marcada variación entre poblaciones.
En el ámbito de la flora, un estudio de la distribución espacial y los niveles de variación genética del alerce (Fitzroya
cupressoides), mostró que la mayor parte de la variación genética de esta especie se halla entre poblaciones ubicadas en
distintas localidades, mientras que al interior de cada pobla-
ción se registra un mayor nivel de homogeneidad genética.
Debido a que algunas poblaciones han mostrado mayores
niveles de variación genética que otras, se ha propuesto enfocar la conservación del patrimonio genético del alerce a
través de la protección de dichas poblaciones.
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