Desarrollo psicosocial de la adolescencia: bases para una

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Desarrollo psicosocial
de la adolescencia: bases
para una comprensión
actualizada
José Luis Pedreira Massa
Paidopsiquiatra
Sección de Psiquiatría Infantil
Hospital Infantil Universitario del Niño Jesús
Luis Martín Álvarez
Pediatra
Centro de Salud «Los Cármenes»
Sumario
1. Introducción.—2. Orígenes y posiciones de partida actualizadas.—
3. Los cambios de la pubertad a la adolescencia.—4. Características
fenomenológicas de la etapa adolescente. 4.1. Desarrollo físico. 4.2. Desarrollo psicosexual. 4.3. Desarrollo cognitivo y moral. 4.4. Desarrollo
psicosocial. 4.5. Desarrollo del sentido de identidad. 4.6. Modos
de expresión de las dificultades psicológicas en la adolescencia.
4.7. Reconstrucción de las defensas. 4.8. Fin de la adolescencia y
logros evolutivos.—5. Bibliografía.
RESUMEN
Los autores realizan un recuerdo histórico y transcultural de diversas características que definen la adolescencia. Tras ello expresan las
diferencias entre pubertad y adolescencia: el primer concepto es de
tipo biológico, mientras que el segundo es de contenidos psicosociales. Desde esta perspectiva dinámica y dialéctica analizan los cambios que acontecen en este crucial período del desarrollo humano:
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cambios hormonales, corporales, psíquicos y sociales. Con estos
planteamientos, los autores, realizan un recorrido por las características fenomenológicas de la etapa adolescente, tanto del funcionamiento mental (características cognitivas, proceso del pensamiento,
relaciones interpersonales) así como de las características sociales y
relacionales, incluyendo las familiares, para finalizar con las posiciones de salida y las aportaciones psicosociales de esta etapa a las
posteriores del desarrollo humano.
PALABRAS CLAVE
Pubertad. Adolescencia. Cambios. Psicosocial.
ABSTRACT
The authors make an historical revision of the several characteristics that define the concept of adolescence. Afterwards, they express
the differences between puberty and adolescence: the first concept is
biological and the second includes psychic and social contents. From
that dynamical and dialectical perspective they analyse the changes
that take place during this crucial period of human development:
hormonal, corporal, psychical and social changes. From these points
of view the authors make a survey of the phenomenological characteristics of this period including mental functions (cognitive characteristics, the process of thinking, interpersonal relations). They also
study social and personal relationships, mainly inside the family, in
order to achieve the positions of departure and the psychosocial effects that this period has on the future of human development.
KEY WORDS
Puberty. Adolescence. Changes. Psychosocial.
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«La adolescencia es esencialmente una manifestación de salud que
la sociedad debería AFRONTAR pero NO REMEDIAR.»
D. W. WINNICOTT
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INTRODUCCIÓN
La palabra adolescencia procede del latín «adolescens», es
decir, el que adolece. En su aplicación al desarrollo humano, se
utiliza para un período evolutivo de transición entre la infancia
y la etapa adulta, durante el que se produce el desarrollo necesario para adaptarse a las características de la vida en esta última etapa. En condiciones normales, el inicio de la adolescencia coincide con el de la pubertad, pero si no ocurren simultáneamente, el adolescente tiene que soportar ese desajuste
como un estrés añadido.
Mientras que la pubertad es un hecho biológico, la adolescencia representa una etapa del hombre insertado en una cultura, siendo este aspecto cultural el que determina gran parte
de sus manifestaciones y su propia duración.
El inicio de la pubertad está marcado por la maduración del
eje hipotálamo-pituitario-adrenogenital, que provoca la secreción de hormonas sexuales y las consiguientes modificaciones
corporales, generales y genitales. La edad media de inicio de la
pubertad suele ser de 11 años para las chicas y de 13 para los
chicos, y conduce a la capacidad reproductora en ambos sexos
al cabo de unos dos años posteriores a su inicio.
La adolescencia es un fenómeno con repercusiones biológicas, psicológicas y sexuales, de duración variable, donde se
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afirman los rasgos de carácter y las consolidaciones afectivas y
profesionales.
En muchos países del Tercer Mundo de la infancia se llega
a la adultez, sin el intervalo adolescente, puesto que de la infancia se va directamente al trabajo en los chicos y a la maternidad en las chicas. En algunas culturas, el paso a la edad adulta se realiza través de ritos iniciáticos que aseguran la inserción
del niño en el mundo adulto, reduciéndose el tiempo de transición al que dura el rito.
La adolescencia está vinculada en los países occidentales a
determinantes sociales como la escolarización obligatoria hasta
los 16 años, mayor tiempo de formación profesional, lo que origina un mayor retraso para entrar en la vida laboral, dependencia económica de las figuras parentales, retraso en el establecimiento de lazos de pareja, segregación de los jóvenes, cambios
en la estructura familiar, que contribuyen a la prolongación de la
adolescencia haciéndola cada vez más problemática.
Por lo dicho hasta ahora cabe mencionar que existe un problema de definición de esta etapa del desarrollo. Esta dificultad
es mayor si el observador (profesional de la salud, educadores)
no se introduce en la organización estructural de esta fase del
desarrollo. En general, se entiende por adolescencia una etapa
que abarca desde los finales de la infancia hasta la futura adultez, pero engloba todas las incertidumbres connotativas del crecimiento emocional y social del ser humano. La adolescencia
puede tener cualquier duración y la intensidad de los procesos
que en ella acontecen es variable en toda su duración, pudiendo
alcanzar ésta hasta 10 años en nuestras sociedades occidentales
contemporáneas. Pero hay que señalar que se trata de un proceso psicosocial vinculado a la pubertad; por ello se trata de un
proceso que varía de persona a persona, de familia a familia y
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de época histórica a época histórica, era, década o centuria en
relación con la siguiente. Es una etapa sujeta a cambios y modificaciones, llena de dinamismo, mutable en sí misma.
Una segunda característica es que la adolescencia se constituye en el problema de los problemas. Si la diversidad es una
característica previsible en los asuntos de la adolescencia, también representa una invitación para explorarlos. En efecto, la
niña empieza a menstruar y el niño a eyacular, pero son cada
niño y cada niña quienes asignan una significación psicológica
a estos acontecimientos, en cierta medida dramáticos, reaccionando los adultos/as que les rodean ante esos cambios, por
constituir meramente fenómenos físicos. Tanto el niño/a como
el adulto se esfuerzan por someter la genitalidad emergente a
las normas sociales y al orden moral vigentes. La sexualidad y
la moralidad maduran de una forma conjunta, por lo que todo
lo demás se desarrolla a su alrededor. Se aparta al sujeto del
mundo teóricamente asexuado de la infancia y se le inicia en la
sexualidad y la responsabilidad moral adultas. La autorización
para funcionar sexualmente como un sujeto adulto se otorga
con la única condición de ser iniciado, simultáneamente, en el
orden moral imperante.
Los adultos siempre intentamos adjetivar algo y a alguien,
poner un juicio moral, por eso, frente al temor que podría despertarle la adolescencia, que suele oscilar entre la negación lisa
y llana (por ejemplo, mirar a otro lado, trivializar lo que sucede) y la identificación con el agresor adolescente (parecerse al
objeto de temor, por ejemplo, asumir sus códigos de lenguaje,
su forma de vestir, su música).
Frente a estos procesos, pensamos que se precisa fundamentar los puntos de vista en «estudios profundos», aceptando
que la adolescencia es un mero artefacto social que interactúa
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con las relaciones existentes entre el «invento» y las necesidades económicas de nuestras sociedades industriales y postindustriales, sobre todo occidentales. De esta suerte, los adolescentes son dignos de elogio ya que evidencian las inquietantes
discrepancias entre el objetivo manifiesto de proteger a los niños y niñas y la forma solapada en que los adultos tienden a
imitar a Herodes.
Desde un punto de vista de los indicadores sociales y de
salud, este período de la vida se caracteriza por:
1.
Una situación demográfica expansiva, resultado de etapas, hace 20-30 años, con una incorporación amplia de
mujeres en edad fértil, aunque la fecundidad ya hubiese iniciado un descenso, mantenido hasta la actualidad.
2.
Unas condiciones socioeconómicas conducentes a limitar
el desarrollo de la autonomía y de la capacidad de elección y alargar la permanencia en el hogar de la infancia.
3.
Un aumento de la morbimortalidad, por causas evitables y relacionado con los accidentes y la violencia. Situación ésta en claro contraste con las edades previas
de la infancia, caracterizadas por ser las de menor vulnerabildad en toda la vida de cualquier sujeto.
Para conocer mejor las necesidades y la atención a las mismas en la adolescencia, es preciso conocer y delimitar los fenómenos y la dinámica de esta etapa, tanto desde un punto de
vista somático como psicosocial.
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ORÍGENES Y POSICIONES DE PARTIDA ACTUALIZADAS
Las filosofías jónicas del siglo VI a.C. diferenciaban una
época de transición entre la infancia y la vida de los adultos.
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Asimismo, estudios antropológicos desarrollados en diversas
culturas han evidenciado la ritualización iniciática, tanto en el
varón como en la mujer, que marcaban su abandono de la infancia y la entrada en la vida adulta.
La verdadera invención de la adolescencia se atribuye a ROUSen el siglo XVIII, con su obra El Emilio. Este invento se consolida de forma definitiva, con las características de etapa evolutiva
diferenciada y conflictiva, con la obra de Stanley HALL, en buena
medida autobiográfica, The life and confessions of a Psychologist.
SEAU
Se puede concluir que cada sociedad inventa la adolescencia
que se merece y luego valora ese invento como monstruoso, santo o heroico. Cualquiera que sea su ideología, sus creencias políticas o experiencias personales, la mayoría de los adultos se sienten obligados a apaciguar la temible vitalidad de estos «monstruos». En buena medida el temor máximo de los adultos es que
los adolescentes consigan desarrollar algo de lo que ellos, cuando fueron adolescentes, quisieron llevar a cabo y no supieron, no
les dejaron, no se atrevieron o, simplemente, no pudieron.
Para acceder a la comprensión de la adolescencia se deben
contemplar tres elementos fundamentales: En primer lugar,
descartar el mero acercamiento cronológico para describir la
adolescencia; en segundo lugar, la relación ideal del yo/yo
ideal en esa etapa evolutiva, para acceder a comprender los
mecanismos del proceso de identidad del yo, y, por último, hay
que tener en cuenta que tanto lo social como lo individual no
son dos niveles que puedan superponerse, ya que son dos niveles lógicos de análisis diferentes que debe hacernos comprender que no es posible una relación lineal causa-efecto entre los acontecimientos que pudieran suceder y la adolescencia
como etapa que los desencadena, sin otro tipo de acercamiento y/o reflexión.
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LOS CAMBIOS DE LA PUBERTAD A LA ADOLESCENCIA
1. Cambios hormonales: Como consecuencia del proceso
de maduración somática, en la niña se elevan los estrógenos y
en el niño los andrógenos. Dicho proceso conduce al desarrollo
de los caracteres sexuales secundarios: la aparición y distribución del vello (de forma más característica con la aparición de la
barba en el varón), la redistribución del tejido adiposo (de forma
muy manifiesta en la mujer: desarrollo mamario, grasa en las caderas), el incremento de la masa muscular (más manifiesto en el
varón), el crecimiento y posterior cierre óseo, el cambio de la voz
(enronquecimiento de la voz en el varón) y, posiblemente, la
aparición del acné. Estos cambios hormonales y el desarrollo de
los caracteres sexuales secundarios son el inicio de la pubertad y
constituyen el substrato inicial que pone en marcha los cambios
que expondremos a continuación. Pero nos interesa señalar que
estos cambios hormonales son propios de la pubertad y ésta
sólo representa el inicio de la adolescencia.
2. Cambios corporales: Estos cambios hacen referencia a
la codificación de la «imagen corporal», en el concepto dinámico que define SHILDER. Así, podemos acceder a comprender la
preocupación o el desprecio o una mezcla de ambas o, más
aún, las oscilaciones entre uno y otro polo a lo largo de la
adolescencia. Desde la primitiva imagen corporal, adquirida a
lo largo de toda la primera y segunda infancia, debe adquirirse
una nueva, que puede oscilar entre el mayor nivel de agrado y
aceptación y el mayor de los rechazos, intentando «disimular»
esos cambios corporales o bien a realzarlos de forma exagerada. Esta nueva imagen corporal, idealizada o rechazada, pone
una vez más en consideración el emerger de la sexualidad versus genitalidad adulta y su función. Como ejemplos de este
proceso se podrían citar otros, como la capacidad de seduc76
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ción de la Lolita de Nabokov, que evidencia a los adultos el deseo por ese despertar perdido y que también sintetiza los albores del deseo sexual.
También podemos comprender, desde esta perspectiva,
otros aspectos, que van desde el narcisismo hasta la dismorfofobia y desde la sumisión a la seducción, haciendo emerger
una imagen corporal reencontrada desde el mundo infantil.
Esta imagen corporal, originada inicialmente desde la etapa del
espejo, reconstruye el yo como el que en su día se formó, espejo vil y traicionero de la madrastra del cuento de Blanca Nieves, o que puede acabar con el placer para sumergirlo en la
muerte de la posesión y goce de la propia imagen, como en el
mito de Narciso. El adolescente se mira y se vuelve a mirar,
quiere comprender: ¿Soy realmente yo?, exclama asombrado,
pero ¿eres tú?, le contestamos asustados y ambivalentes, por lo
tanto también algo de nuestro goce está en juego. Dos característicos contenidos: en la mujer adolescente, la inquietud o
disconformidad con las tallas de la ropa que utiliza, y en el
niño varón, la función del «estirón».
3. Cambios psíquicos: En esta tormentosa situación no es
extraño que la percepción del mundo y las vivencias se vean
influenciadas, apareciendo una serie de cambios en la esfera
psíquica de singular relevancia. Los más destacados de estos
cambios serían los siguientes:
3.1. El ideal del yo: El ideal del yo se va construyendo sobre
cimentaciones imaginarias y un tanto míticas, lo que posibilita
explosiones de ilusión y, en ocasiones, de fervor. Un ideal teórico, inalcanzable y bellamente utópico en otras ocasiones es duro
y dramático. Esta situación hace que el/la adolescente se enfrente/confronte con la Ley, por ello juega en y desde el límite de las
situaciones. Este situarse en el límite origina no pocos conflictos,
tanto en el plano personal como en el relacional.
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3.2. Reactualización de conflictos aparentemente superados: La reactualización del conflicto edípico es el punto más relevante de la conflictiva psíquica. Vuelve a emerger, con toda su
fuerza, un conflicto de épocas pretéritas que alcanza toda su
virulencia en esta etapa. La reactualización se realiza por los
puntos que más débilmente quedaron aparentemente cerrados. Estos puntos se refieren a la relación con la Ley, de aquí
los enfrentamientos fuertes y duros con las figuras parentales
y/o sus sustitutos. La identidad sexual y el deseo sexual cumplen un papel determinante en estas fases del desarrollo.
3.3. La identidad personal: La identidad es la base de la
subjetividad; en la diferencia y en el contraste se va adquiriendo y consolidando la identidad. Pero en la adolescencia esta
diferencia es vivida como algo amenazante. Por ello, el primer
paso se establece con la identificación, sea con pares o con
«ideas», por ello es fácilmente observable una forma de vestir,
de hablar, de moverse o simplemente de estar y se buscan signos claros que permitan que esa identificación se realice desde
el mundo externo. Una segunda característica está representada por un idealismo, en ocasiones ingenuo y simple, pero en
otras ocasiones cargado de argumentos que ocasionan incomprensiones y bastantes problemas con el contexto familiar y
social. Es la época de militar en organizaciones juveniles altruistas o bien pandillistas, es el momento de «cambiar el mundo», pero no hay que olvidar el posible desencanto posterior. El
narcisismo en la adolescencia permite creerse el centro del
mundo, una cierta intolerancia a otras opiniones y la confrontación como forma de relacionarse con todo lo que suponga
Ley. Una cierta tendencia a aislarse y al cuidado por la imagen
externa terminan por completar lo más llamativo de esta situación. Uno de los fundamentos de esa identidad consiste en la
consecución de la identidad sexual, en un buen número de chi78
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cos y de chicas es un proceso delicado, cuanto menos, en el
que las dudas, temores y ansiedades están presentes durante
un buen período de tiempo.
4. Cambios sociales: El más relevante es el que acontece
para evolucionar desde la dependencia a la autonomía, tanto en
la toma de las decisiones como en las relaciones sociales, apareciendo la elección de modas, la pertenencia a grupos, la explosión de la identidad sexual y de la sexualidad en su conjunto. Subjetivamente, el/la adolescente establece un cambio hacia
la autonomía, teniendo que ver, buena parte de la conflictividad
familiar y social, con los límites reales de ese proceso de cambio. Aquí hay que considerar como elemento clave las capacidades personales y sociales de los propios adolescentes, por
ejemplo, la integración social definitiva y su autonomía depende, en buena medida, de la posibilidad para acceder al mercado de trabajo y a poseer su propia casa y sostener un mínimo
nivel de vida. En ocasiones, las capacidades personales se poseen (por ejemplo, la información sexual) pero las posibilidades
sociales no están totalmente adquiridas (por ejemplo, la posibilidad de acceder libremente a los servicios de planificación
familiar o la de tener un lugar propio con razonables comodidades para las relaciones sexuales).
4
CARACTERÍSTICAS FENOMENOLÓGICAS DE LA ETAPA
ADOLESCENTE
4.1. Desarrollo físico
Se produce un aumento de peso y talla, desarrollo de los
caracteres sexuales primarios y aparición de caracteres sexuales secundarios de gran significado social (por ejemplo, creci-
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miento mamario y ensanchamiento de caderas en las chicas, y
en los chicos, aparición del vello facial y del cambio de voz). El
aumento de hormonas sexuales conduce también a la menarquia, poluciones nocturnas, aumento del impulso sexual y
cambios en el comportamiento.
Estas transformaciones corporales escapan al dominio del
yo, ya que se imponen en el/la adolescente como una necesidad,
siendo vividas, en ocasiones, con incertidumbre y temor. Es necesario integrar una nueva imagen del cuerpo, reapropiarse del
propio cuerpo a través de las marcas (modas, tatuajes, atributos
diversos). Esta aceptación/rechazo del cuerpo en evolución puede sufrir ataques a todo o a partes del mismo. Hay que subrayar
que el desarrollo físico se adelanta al desarrollo de estructuras
psicológicas, el cuerpo madura antes, convirtiéndose en expresión de las transformaciones que sufre y en vía de expresión de
lo psíquico (quejas somáticas y trastornos funcionales).
4.2. Desarrollo psico-sexual
En la adolescencia el impulso sexual se «dispara» y se produce un resurgimiento de los sentimientos edípicos e incluso
fantasías sexuales con el padre del sexo opuesto. En general, se
reprimen estos deseos y fantasías y se dirige hacia afuera la sexualidad o hacia otros intereses.
La maduración pulsional produce un cambio de actitudes
del adolescente que conciernen, sobre todo, a las relaciones de
intimidad con las figuras previamente investidas (fenómeno de
atracción-repulsión con los familiares próximos), como si existiera una reducción de la distancia entre el adolescente y sus
padres, teniendo sentimientos de invasión y promiscuidad permanente. Esta reducción de la distancia va a traducirse en una
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redistribución de espacios en el territorio familiar, así el adolescente busca espacios privados en su domicilio y asimismo una
progresiva utilización de espacios extrafamiliares.
Por otra parte, el aumento del impulso sexual le lleva a conductas probatorias y de experimentación con distintos roles
sexuales. La sexualidad infantil autoerótica y no genital da paso
a una sexualidad adolescente genital y objetal. La masturbación se convierte en una actividad normal, son frecuentes los
enamoramientos e idealizaciones y tienen lugar las primeras
relaciones sexuales y, en algunos casos, relaciones homosexuales transitorias.
4.3. Desarrollo cognitivo y moral
Según Piaget durante la adolescencia se desarrolla el pensamiento formal. Desde la fase anterior de las operaciones
concretas, en la que el niño empieza a operar y actuar sobre lo
real y perceptible de los objetos y acontecimientos, el niño/a
comienza, de forma gradual, a dominar nociones abstractas,
adquiriendo el pensamiento formal en la adolescencia. El pensamiento se hace abstracto, conceptual, y se orienta hacia el
futuro, empezando a construir proposiciones que cambiarán el
pensamiento de «lo real» a «lo posible», lo que le da un sentimiento de omnipotencia.
Este pensamiento formal permite al individuo pensar acerca de constructos mentales como si fueran objetos, puede planificar y decidir sobre su futuro y, a partir de los datos experimentales, formular hipótesis y alcanzar el razonamiento hipotético-deductivo. Durante este período de la vida se planifican
los grandes temas existenciales y cualquier tema es objeto de
pensamiento.
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El pensamiento formal le permite al adolescente pensar no
sólo en su propia existencia, sino también en la de otras personas, resultándole difícil distinguir entre lo que los demás están pensando y sus propios pensamientos. De forma simultanea, no tiene en cuenta todas las contradicciones vitales, razón
por la que su plan de vida suele resultar utópico, ingenuo y es
motivo de confrontación de sus ideales con la realidad. Sin embargo, una importante proporción de jóvenes no alcanza el
pensamiento formal.
Un aspecto más específico del desarrollo cognitivo es el desarrollo moral. Según Kohlberg, en la adolescencia se adquiere
el estadio postconvencional, que representará la aceptación
personal de los principios morales. En los estadios previos, el
niño acepta las normas y controla su conducta por el castigo,
la obediencia a sus padres, y para ganarse la aprobación de los
demás; en el estadio postconvencional lo hace sobre la base de
la interiorización de principios éticos universales y es capaz de
hacer excepciones si dos reglas socialmente aceptadas entran
en conflicto.
4.4. Desarrollo psico-social
La sociedad impone al adolescente un cambio de estatus,
que incluye la necesidad de independencia y de buscar el porvenir fuera de la familia, unido a la necesidad de autonomía de
los jóvenes con relación a sus padres, creando en el adolescente una lucha intrapsíquica y una ambivalencia respecto a la
dependencia-independencia.
La experiencia de separación crea en él la necesidad de intensos estados emocionales y de pertenencia al grupo de amigos. Progresivamente, el adolescente se va distanciando de sus
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padres e integrándose en el grupo de amigos, cuya constitución y relaciones van cambiando. En un principio, el grupo de
amigos es del mismo sexo y centrado en la actividad más que
en la interacción.
En la adolescencia media, se crean interacciones más afectivas en el grupo y comienza a descubrirse el objeto heterosexual. Ya en la adolescencia avanzada se desarrollan relaciones
heterosexuales y el grupo va dando paso a una relación en pareja.
En la interacción grupal se crean unos elementos culturales
compartidos por el grupo, con el que se identifican, cohesionan y que les ayuda a resolver sus problemas. Esta cultura
adolescente la constituyen elementos como: la distribución territorial, la percepción del tiempo («eterna juventud»), la relativización de las creencias y valores, el lenguaje (jergas, tatuajes) y
los rituales (bebida en común, ir de fiesta), los productos como
el deporte, la música, la cultura estudiantil y del ocio y las marcas comerciales.
De esta suerte, el grupo de amigos es señal de identidad,
convirtiéndose durante mucho tiempo en algo más importante
que la propia familia. Los estudios realizados muestran que el
grupo de compañeros proporcionan el apoyo y el contexto
para el aprendizaje de nuevas habilidades sociales.
El adolescente adquiere nuevos papeles y no aquéllos que
se le adjudican como niño/a, creándose posibles incompatibilidades con las expectativas centradas en él: Desarrolla ideas
políticas, produciéndose un cambio, desde la ausencia de pensamiento político a un intenso compromiso político, a la capacidad crítica de soluciones autoritarias y la adopción de puntos
de vista relativistas.
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Por fin, termina por elegir una profesión y adquiere las
competencias y habilidades profesionales necesarias y precisas
para valerse en sociedad.
4.5. Desarrollo del sentido de identidad
Según Erikson, la vida se compone de una serie de etapas,
teniendo asociada, cada una de ellas, una determinada misión
de naturaleza psicosocial dentro del proceso de desarrollo. La
tarea del adolescente es conseguir la identidad del yo, que definirá la conciencia de quién es uno mismo y hacia dónde va. El
sentido de identidad se inicia en la adolescencia y se continuará durante toda la vida.
El adolescente sabe que no es un niño, pero no sabe qué
será en un futuro, se encuentra en un punto intermedio, en la
búsqueda de su identidad. El sentido de identidad tiene dos
aspectos: uno referente a la conciencia de sí mismo, en que
ocupa un lugar destacado la autoestima, siendo la aceptación
del propio cuerpo el eje organizador de esa autoestima. En
segundo lugar, el ajuste a las demandas sociales, siendo importante el contexto familiar, el grupo de amigos, y el contexto sociocultural que define las expectativas del individuo y del
grupo.
El cuerpo es el primer organizador de la identidad, por ello
los cambios corporales conllevan una nueva imagen de sí mismo que otorga al cuerpo una identidad sexual y una identidad
de género. La identidad sexual descubre la propia genitalidad y
al otro como objeto sexual, y la identidad de género se inviste
de un conjunto de rasgos y características socioculturales propias de lo masculino y lo femenino, que se denominan roles de
género.
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La pérdida de este sentimiento de confianza y de seguridad
en sí mismo lleva, según Erikson, a un sentimiento de confusión o de difusión de la identidad, que es la imposibilidad de
desarrollar y alcanzar un «sí mismo» cohesionado y autoconsciente.
En la adolescencia cualquier sistema adquiere rápidamente
un poder organizador sobre los rasgos de la propia personalidad, confiere identidad, de ahí que el paso al acto se pueda
convertir en eje organizador de la personalidad. El paso al acto
puede contribuir a asentar un sentimiento de identidad y a
aumentar la confianza, pero cuando es repetitivo y se hace en
detrimento de las capacidades de elaboración mental del adolescente, se convierte en patológico, obstaculizando el desarrollo de una personalidad adulta.
4.6. Modos de expresión de las dificultades psicológicas
en la adolescencia
4.6.1. La exteriorización de los conflictos con clara expresividad comportamental. El adolescente, inseguro de su identidad, que está experimentando cambios físicos y psíquicos y
con dificultades de traducir en palabras lo que le pasa, tiene
tendencia a pasar al acto y adoptar soluciones aloplásticas o
exteriorizadas. El acto puede restablecer las fronteras entre lo
que es él y lo que no es él, ayuda a descargar tensiones y a reforzar la sensación de dominio e identidad. El recurso al «acting-out» no es en sí patológico, y puede contribuir a asegurar
el sentimiento de identidad en la adolescencia, pero se convierte en patológico cuando adquiere excesivo poder organizador
sobre la formación de la personalidad. Entre estas expresiones
comportamentales son frecuentes: las fugas, los viajes patoló-
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gicos y el vagabundeo, las conductas autoheteroagresivas, las
conductas de oposición y las conductas adictivas.
4.6.2. Expresión a través del cuerpo: La queja somática es
un medio frecuente de expresión de las dificultades y angustias
del adolescente. Puede tomar la forma de queja hipocondríaca,
trastornos funcionales, fatiga, preocupaciones por la estética
del cuerpo y conductas sexuales anómalas.
4.6.3. Las conductas de inhibición y restricción están particularmente desarrolladas. Éstas son en general más difíciles de
descubrir, porque son silenciosas y bien toleradas por el medio
familiar, sin embargo, pueden ser graves para el/la adolescente al
restringir el campo de sus intereses y relaciones. Se pueden manifestar como una inhibición del pensamiento, con desinterés
por las actividades intelectuales y disminución de la actividad escolar y como restricción de los contactos y actividades sociales.
Aunque la adolescencia implica múltiples cambios y mayor
vulnerabilidad psicopatológica, la mayoría de adolescentes
puede adaptarse bien y no mostrar signos anómalos de perturbación o de tensión, aunque en el proceso normal, según
Rutter, un tercio de los adolescentes pueden presentar síntomas clínicos.
4.7. Reconstrucción de las defensas
El mundo o la realidad concreta se convierte en la razón
por la que el adolescente actúa y no sus deseos e intenciones.
La culpa y responsabilidad de sus acciones se desplazan fuera
de sí. La tendencia a la negación y proyección hacen que el
adolescente actúe de una forma que puede ser distónica con
respecto a la realidad consensual.
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La represión pulsional le permite mantener afectos e impulsos indeseados alejados de la consciencia, aunque permanezcan en la conducta. El ascetismo e intelectualismo son dos típicos mecanismos de defensa que los adolescentes utilizan para
controlar los deseos sexuales. El ascetismo se manifiesta en la
aceptación de grandes ideales y la renuncia a los placeres corporales. El intelectualismo se manifiesta mediante el interés por
las ideas y el pensamiento abstracto. La represión de los deseos puede llevar a la inhibición.
Las identificaciones arraigan de forma precoz y firme, devaluándose las figuras parentales e idealizando a las figuras públicas o profesores. La devaluación ayuda psicológicamente al
adolescente a frenar la autoridad parental y también le posibilitan alejarse de su familia y dirigirse fuera de ella. Las idealizaciones pueden ayudar al adolescente a dar los primeros pasos
apropiados para la construcción de los ideales del yo, ante los
que pueda comparar su propio desarrollo.
4.8. Fin de la adolescencia y logros evolutivos
La adolescencia, que se inicia en el plano biológico, concluye en un nivel psicosocial. El fin de la adolescencia no tiene una
fecha biológica precisa, sino más bien determinantes psicológicos y socioculturales. En realidad, no se deja totalmente la adolescencia hasta que no se vivencia una autonomía económica y
psicológica, una independencia del ambiente parental y el establecimiento de un punto de vista sexual adulto. Al final, el/la
adolescente se siente cómodo con su cuerpo, adquiere una
identidad sexual y de género, junto con la capacidad de establecer relaciones íntimas y duraderas.
El/la adolescente aprende la utilización y modulación de la
agresión. Con el desarrollo adolescente, las energías agresivas
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se reorientan hacia otros fines socialmente más productivos
(trabajo, formar una familia), reguladas por un sistema personal de valores morales. Se desarrolla una capacitación profesional y el compromiso en una ocupación laboral, que permiten la realización e independencia económica.
El restablecimiento de los lazos familiares acontece tras la
ambivalencia con respecto a la independencia de los padres,
restableciéndose las relaciones de amistad con los padres y
advirtiendo que pueden aprender de ellos. Los hermanos, a
pesar de las rivalidades previas, vuelven a congeniar.
5
BIBLIOGRAFÍA
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