Microorganismos que alteran las funciones mentales ■ Tradicionalmente los campos de la microbiología y de las neurociencias han tenido poco contacto, con la excepción de los estudios del impacto de los agentes infecciosos sobre el cerebro. No obstante, en años recientes se ha identificado que la microbiota (el conjunto de microorganismos en un hábitat particular como la piel o el intestino), particularmente la del tracto gastrointestinal, puede influir en la fisiología del tejido nervioso en cuanto a la comunicación intestino-cerebro, a las funciones cerebrales e incluso a la conducta. El inicio en años recientes de un proyecto meta-genómico a gran escala: el Proyecto del Microbioma Humano, indica que esta área empieza a tener un papel primordial en la comprensión de los procesos de la salud y la enfermedad. Desde una perspectiva histórica, el impacto recíproco que se da entre el tracto gastrointestinal y el cerebro se reconoció desde mediados del siglo XIX. Los trabajos pioneros de relevantes científicos tales como Claude Bernard e Ivan Petrovich Pavlov, entre otros, enfatizaron que los estados emocionales influyen en la actividad gástrica e intestinal. En la actualidad se reconoce que estos órganos comparten un eje homeostásico de comunicación bidireccional que utiliza para ello sistemas neurales, hormonales e inmunológicos. También se reconoce que sus alteraciones tienen consecuencias patofisiológicas. Muchas de las investigaciones sobre este eje se han centrado en el papel que tiene sobre la regulación de las funciones digestivas y la saciedad, pero hay otros aspectos que recientemente se han incorporado al campo. Ahora se sabe que las alteraciones en la interacción intestino-cerebro se asocian a la inflamación intestinal, a los síndromes de dolor abdominal crónico y a los trastornos de la conducta alimentaria. Así mismo, la modulación del eje se relaciona con las respuestas emocionales al estrés, lo cual explica la cercana relación que existe entre la ansiedad y ciertos trastornos gastrointestinales como la colitis. Es por ello que la modulación de este eje se ve como un blanco terapéutico promisorio para el desarrollo de nuevos fármacos que resuelvan problemas tales como la obesidad y los trastornos emocionales y gastrointestinales. En este panorama, la microbiota intestinal ha surgido como un elemento adicional que puede producir efectos marcados sobre este eje. El tracto gastrointestinal del hombre está colonizado por 1x103 a 1x104 microorganismos, lo cual es 10 veces más que el número total de células humanas que un individuo tiene, y 88 también contiene 15 veces más genes que el propio genoma humano. A este conjunto de genes se le denomina microbioma (el genoma colectivo de todos los microorganismos en una microbiota). La microbiota está compuesta por más de 1000 especies que juegan un papel crucial en el desarrollo y funcionamiento innato y adaptativo de las respuestas inmunes, en la regulación de la motilidad intestinal, en su barrera homeostásica, en la absorción de nutrientes y en la distribución de las grasas. La comprensión de la interacción recíproca entre un huésped y su sistema de microorganismos se ha incrementado con el desarrollo de nuevas técnicas para estudiar la composición de la microbiota a nivel genético. La colonización por microorganismos es un fenómeno postnatal; se inicia al nacimiento y durante el primer año de vida es similar al de la madre pero progresivamente cada individuo va adquiriendo su colonización propia. De hecho se han encontrado diferencias importantes en el microbioma entre sujetos jóvenes y los de edad avanzada. Su composición tiene importantes variaciones individuales y está genéticamente determinada, si bien la dieta es un factor primordial que la afecta. Otros factores tales como las infecciones, las enfermedades en general y los antibióticos modifican transitoriamente la estabilidad natural de la composición lo cual puede generar efectos deletéreos en el huésped. Debido a la importancia de las bacterias intestinales sobre la salud no es sorpresivo que cada vez surjan más estudios científicos enfocados e determinar el impacto de la microbiota entérica sobre el cerebro y la conducta. En este sentido ha emergido el concepto del eje microbiota-intestino-cerebro el cual se representa en esta figura proveniente de una publicación reciente que revisa este tema: Los brazos neuroendocrinos, neuroinmunes, y las conexiones simpáticas y parasimpáticas del Sistema Nervioso Autónomo, así como el sistema nervioso entérico son las vías primarias a través de las cuales se produce la intercomunicación de los órganos. Estos elementos convergen para formar una red de reflejos complejos con aferentes que se proyectan hacia estructuras corticales integrativas del Sistema Nervioso Central y eferentes que inervan al músculo liso de la pared intestinal. Esta comunicación funciona de manera bidireccional, de tal forma que la microbiota afecta la función del Sistema Nervioso y éste, a su vez, ejerce influencia sobre la composición de la microbiota a través de sus efectos sobre el tracto gastrointestinal. Si bien la mayor parte de la investigación actual se ha dirigido a evaluar el impacto de la microbiota sobre la función del Sistema Nervioso y la percepción del estrés, desde hace tiempo se conoce que, simultáneamente, el estrés y sus consecuencias pueden afectar la composición de la microbiota entérica. Por ejemplo, se ha constatado que tanto el Vol. 23, Número 11, Noviembre 2012 Afecto, cognición, emociones Hipotálamo Pituitaria ACTH Adrenales Nervio vago Circulación Citocinas Cortisol Células inmunes Metabolismo del triptófano Músculos intestinales Epitelio SCFAs Microbiota intestinal Neurotransmisores Luz intestinal Tomada de Cryan JF y cols Nat Rev Neurosc 13: 701-712, 2012. estrés agudo en etapas tempranas de la vida como el estrés crónico, en etapas posteriores, afecta a largo plazo su composición. Así mismo, el estrés crónico afecta a la barrera intestinal lo que puede revertirse con el uso de agentes probióticos (microorganismos vivos que, cuando se ingieren por el hombre o por los animales, benefician el estado de salud). Sin embargo, es necesario considerar que en ciertas condiciones el estrés podría ser un factor favorecedor de las funciones positivas de la microbiota. En lo que respecta a la identificación del papel de la microbiota sobre la conducta y la cognición, se han utilizado diversas estrategias tales como el uso de animales libres de gérmenes mantenidos en condiciones estériles, animales con infecciones Vol. 23, Número 11, Noviembre 2012 bacterianas y animales expuestos a agentes probióticos y antibióticos en modelos de alteraciones cognitivas, de ansiedad y de depresión. La mayor parte de estos estudios han demostrado que la microbiota tiene un papel modulador de la respuesta al estrés el cual es relevante para comprender los fenómenos relacionados con ciertos trastornos psiquiátricos como la ansiedad y la depresión. Sin embargo, hay evidencia acumulada que sugiere que la composición de la microbiota entérica puede participar en otras condiciones que implican alguna afectación del Sistema Nervioso. Los datos más convincentes al respecto provienen del campo de la investigación sobre dolor, particularmente sobre dolor abdominal. Hay evidencia de que algunos agentes probió- 89 ticos pueden reducir el dolor en ciertos modelos animales y esta evidencia se ha documentado también en algunos estudios en humanos. Los mecanismos precisos de tales efectos aún se desconocen pero es probable que participen en ellos una combinación de efectos neurales, inmunes y endocrinos. Otra entidad clínica estudiada corresponde a los trastornos del espectro autista. Como se sabe, en estos pacientes, además de la sintomatología principal, es común encontrar síntomas gastrointestinales que posiblemente se deban a una composición anormal de la microbiota enteral. Hay algunos estudios comparativos que encuentran diferencias en esta composición entre niños con estos trastornos y niños sanos. Sin embargo, estos datos deben tomarse con cautela ya que los niños con autismo son tratados con mucha frecuencia con antibióticos, además de que su dieta suele ser diferente. Otro campo de reciente interés ha sido el de la regulación del peso corporal y del metabolismo. Sin dejar de reconocer que la conducta alimentaria y la obesidad son procesos complejos que involucran tanto a mecanismos centrales como periféricos, se ha demostrado que los animales de laboratorio libres de gérmenes tienen menores cantidades de grasa corporal y son resistentes a la generación de obesidad por dieta. En humanos se han encontrado asociaciones causales entre la composición de la microbiota enteral y la obesidad. En la actualidad se están llevando a cabo varios estudios para dilucidar el papel de la microbiota entérica sobre la obesidad que producen algunos antipsicóticos. Estos estudios se fundamentan en el hallazgo de que la olanzapina modifica en roedores la composición de la flora intestinal. La acumulación de estos datos experimentales y de algunas observaciones clínicas muestran la indiscutible existencia del eje microbiota-intestino-cerebro. Este eje, al parecer, ejerce efectos de control sobre el cerebro y la conducta tanto en condiciones de salud como de enfermedad. Se requieren más estudios que se enfoquen en delinear cómo el eje participa en los fenómenos inmunes, neurales y endocrinos, lo cual permitirá entender mejor cómo se llevan a cabo estas interacciones y cómo participan en varios padecimientos tanto gastrointestinales como neuropsiquiátricos. Cada vez más se reconoce que la microbiota entérica participa en el desarrollo de varias condiciones clínicas como la depresión, la ansiedad y las alteraciones cognitivas. Si bien todavía gran parte de la información proviene de modelos animales es seguro que en el futuro se tendrá más información producto de estudios clínicos. Bibliografía CRYAN JF, DINAN TG: Mind-altering microorganisms: the impact of the gut microbiota on brain and behaviour. Nat Rev Neurosc, 13:701-712, 2012. Se agradece la contribución de la doctora María Estela Rincón 90 Vol. 23, Número 11, Noviembre 2012