LA CELERIDAD PROCESAL: ELEMENTO CONSTITUTIVO

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LA CELERIDAD PROCESAL: ELEMENTO CONSTITUTIVO
DE LA SEGURIDAD JURÍDICA
Federico Escóbar Klose
Asesor Legal
La administración de justicia se sustenta (o por lo menos debería) en varios principios,
como son los de independencia, imparcialidad, seguridad jurídica, probidad y celeridad,
entre otros; principios establecidos en los Arts. 178 y 180 de la Constitución Política del
Estado (C.P.E.).
En esta oportunidad nos abocaremos a la celeridad procesal, principio que está
estrechamente relacionado con uno de los mayores problemas que caracteriza a la
administración de justicia en nuestro país: la retardación de justicia.
Conforme a dicho principio, la administración de justicia, en las diferentes jurisdicciones
y en la justicia constitucional, debe ser oportuna y sin dilaciones, buscando efectivizar
los derechos y las garantías. Dicho principio, ha sido reconocido en la Ley Nº 25 del
Órgano Judicial y en la Ley Nº 27 del Tribunal Constitucional Plurinacional.
La celeridad se relaciona con los principios procesales de eficacia y eficiencia. Sobre
estos principios,
la
jurisprudencia constitucional,
contenida en la Sentencia
Constitucional Nº 0010/2010-R, estableció que la eficacia supone el cumplimiento de las
disposiciones legales y que los procedimientos logren su finalidad; y la eficiencia
persigue acortar el tiempo de duración de los procesos y obtener una mayor certeza en las
resoluciones, de manera que las personas obtengan un oportuno reconocimiento de sus
derechos.
Asimismo, el principio de celeridad se relaciona con el principio de seguridad jurídica;
puesto que son también elementos constitutivos de la acepción de seguridad jurídica, a
parte de la estabilidad de las instituciones y la vigencia auténtica de la ley, la oportunidad
y prontitud en la administración de justicia; es decir, que el juzgador sea impulsor del
proceso y garante de la celeridad procesal.
En la década de los noventas, en nuestro país, se emprendieron un proceso de reformas
judiciales, entre cuyas finalidades se encontraba el otorgarle a las causas procesales la
celeridad debida y que las resoluciones judiciales sean prontas y oportunas.
A pesar de las modificaciones en las normativas adjetivas (procedimentales) y los
recursos invertidos a tal fin, la retardación de justicia sigue siendo un mal latente de
nuestra administración de justicia.
Muchos han sido los diagnósticos y argumentaciones del porque el trámite de causas
judiciales, que deberían concluirse en meses, duran años.
Algunos sostienen que las normas procesales aprobadas, en ese proceso de reforma
judicial, no han sido suficientemente efectivas para suprimir actuaciones innecesarias,
eliminar el uso excesivo de incidentes o para evitar actuaciones dilatorias en los
procesos.
Otros, afirman que el problema no encuentra su raíz en la falta de legislación o su
ineficacia, sino que atribuyen el problema al factor humano. En esa línea, algunos
atribuyen la retardación de justicia a la falta de actitud correcta de los juzgadores, y otros
a la insuficiencia de recursos humanos y económicos para encarar con celeridad la
resolución de miles de procesos.
En estos días, el Consejo de la Magistratura (otrora Consejo de la Judicatura) ha
presentado su Anuario Estadístico 2010, en el que se evidencia que cada uno de los 848
jueces que trabajan en el país, en 776 juzgados distribuidos en nueve cortes superiores,
recibe por día un promedio de dos casos y resuelve uno. Lo que ocasiona que gestión
tras gestión se vayan acumulando los casos no resueltos; por ejemplo hasta el 31 de
diciembre de 2009 existían 275.912 procesos judiciales no resueltos, en la gestión 2010
fueron 356.622, y la gestión 2011 comenzó con 367.305 procesos que no fueron
resueltos de anteriores gestiones. Es así, que se estima requerirse la creación de 150
nuevos juzgados en el país para lograr un equilibrio entre los casos que ingresan con los
que son resueltos; con el aditamento que cada juzgado a ser creado requiere de 200.000
Bolivianos anuales, por concepto de sueldos del personal (Fuente: Periódico La Razón,
27/07/ 2011).
Ante esas afirmaciones, no se puede dejar de pensar si no hubiese sido más saludable
para la justicia boliviana priorizar la creación de esos juzgados, requeridos para lograr
una administración de justicia más oportuna y pronta, cuya financiación de sueldos
hubiera requerido aproximadamente un tercio de lo que costará la elección de
autoridades judiciales; elección que no acabará ni atenuara la retardación de justicia y
que además presenta el riesgo de hacer que la administración de justica se aleje de los
principios de imparcialidad, probidad, independencia y seguridad jurídica.
Claro que la sola creación de nuevos juzgados no resolverá el problema de la
retardación de justicia, es menester un cambio de actitud en los administradores de
justicia y los litigantes, así como una mayor cultura de conciliación en la ciudadanía.
La sociedad clama por una seguridad jurídica expresada en una justicia oportuna y
pronta que implica la celeridad procesal; está en manos sobre todo de los legisladores,
de los proyectistas de las nuevas normas procedimentales que regirán la actividad
jurisdiccional a partir del 2012, y de las autoridades judiciales y gubernamentales, que
la celeridad procesal no siga siendo una ilusión.
La correcta administración de justicia, el respeto de los plazos procesales, así como la
celeridad y oportunidad en la conclusión de los procesos, constituyen fundamento de la
seguridad jurídica, cuyo cumplimiento garantiza la paz social, la pacífica convivencia y
la vigencia plena del sistema democrático.
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