De la pluralidad de obligados y de la responsabilidad por

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> JURISPRUDENCIA COMENTADA
De la pluralidad de
obligados y de la
responsabilidad por
accidentes de trabajo
Juan Pedro Huertas González, abogado de AGM Abogados.
l Tribunal Superior de Justicia de Castilla
y León, Sala de lo Social, en su sentencia de fecha 11 de julio de 2005, determina desestimar el recurso de suplicación interpuesto, confirmando la sentencia del
Juzgado de lo Social, en la que se absolvía a todos
los demandados de los pedimentos contenidos
en los autos promovidos en reclamación de cantidad por indemnización de daños y perjuicios, conforme responsabilidad derivada del accidente de
trabajo ocurrido, habiéndose dirigido los presentes
autos contra la empresa por la que estaba contratado el trabajador siniestrado con más de 25 años
de antigüedad, además de la compañía en la que
estaba realizando sus servicios de reparación en el
momento accidente y las respectivas compañías
de seguros, conforme pólizas de seguro de responsabilidad civil patronal y de explotación suscritas por ambas empresas.
E
Se trata de un supuesto de concurrencia o
pluralidad de obligados, en que dentro del centro
de trabajo o de las instalaciones de una determinada empresa, habida cuenta de los acuerdos
existentes, prestan servicios trabajadores por cuenta de otra, sin participar exactamente en el desarrollo de la actividad propia de esta organización,
sino realizando únicamente tareas de mantenimiento y reparación maquinaria.
Es importante destacar que el artículo 24 de
la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL)
incluye diversas reglas sobre la posibilidad de concurrencia de varios empresarios en el desarrollo
de la actividad productiva. Así se regula, en primer
término, un mandato general de cooperación, que
es aplicable en caso de que “en un mismo centro
de trabajo desarrollen actividades trabajadores
de dos o más empresas”.
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A tal fin, dicho precepto dispone que tales
empresas deberán cooperar en la aplicación de
la normativa sobre prevención riesgos laborales,
estableciendo “los medios de coordinación que
sean necesarios” en cuanto a la protección y prevención de riesgos laborales, e informar sobre los
mismos a sus respectivos trabajadores, en los
términos previstos en el artículo 18 de la propia
Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
El artículo 24 de
la LPRL incluye
diversas reglas
sobre la
posibilidad
de concurrencia
de varios
empresarios
en el desarrollo
de la actividad
productiva
El establecimiento de estos deberes de cooperación y coordinación es especialmente importante en cuanto al posible reparto de responsabilidades, debiendo estar según lo establecido
en la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales y, sobre todo, lo que regula el Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto, por el
que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre
Infracciones y Sanciones de Orden Social (Lisos),
aparte de otras disposiciones complementarias.
El precepto clave en esta materia es en la actualidad el artículo 42 de la Ley sobre Infracciones y Sanciones de Orden Social, que refleja un
gran paralelismo con el artículo 24 de la Ley de
Prevención de Riesgos Laborales; y que prácticamente recoge lo que ya decía a estos efectos el
apartado segundo del artículo 42 de la Ley de
Prevención Riesgos Laborales. Si el artículo 24 de
la LPRL establece obligaciones compartidas para
los empresarios y sujetos implicados, el artículo
42 de la Lisos proporciona criterios de solidaridad
en la exigencia de responsabilidades.
Es preciso destacar que la ley ha impuesto
deberes de colaboración entre los sujetos implicados, pero no ha establecido expresamente
responsabilidades compartidas. Ello quiere decir
que, en principio, cada una de las empresas
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implicadas responderá por los incumplimientos
que le sean imputables. No obstante, existen
obligaciones que afectan simultáneamente a dos
o más empresarios, en que los incumplimientos
pueden ser plurales.
De forma solidaria
En este mismo sentido parece apuntar la Ley
30/1992, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, según dispone en su artículo 130.3 al
establecer que “cuando el incumplimiento de las
obligaciones previstas en una disposición legal
corresponda a varias personas conjuntamente,
responderá el infractor de forma solidaria de las
infracciones que, en su caso, se cometan y de
las sanciones que se impongan”. Añade esta
norma que las personas físicas o jurídicas sobre
las que recaiga ese deber “serán responsables
subsidiarias o solidarias por el incumplimiento
de las obligaciones impuestas por la Ley que
conlleven el deber de prevenir la infracción administrativa cometida por otros”.
Esta responsabilidad podrá revestirse de vínculos de solidaridad en sentido estricto a efectos
del resarcimiento económico de los daños y perjuicios causados, esto es, con responsabilidad patrimonial, como así establece, entre otras, la sentencia del Tribunal Supremo, de 4 de marzo de
2002, puesto que la jurisprudencia suele declarar
la responsabilidad solidaria de todas aquellas empresas que ostentan facultades de dirección y organización de los trabajos y que, por tanto, se ven
implicadas en su ejecución.
Es por ello que la actora fundamentaba
la responsabilidad por una supuesta falta de
© Stock Photos, 2006
En tales supuestos, probablemente se llega
a la conclusión de que todas las empresas implicadas asumen responsabilidad en caso de incumplimiento. Este parece ser el presupuesto del
artículo 24 de la Ley Prevención Riesgos Laborales; así se especifica, por otra parte, en alguno de
los apartados de la tabla de infracciones administrativas en materia de prevención de riesgos laborales, por ejemplo en el artículo 12, apartado
13, de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en
el Orden Social, en el que se considera infracción
administrativa grave “no adoptar los empresarios
que desarrollen actividades en un mismo centro
de trabajo (…) las medidas de cooperación y
coordinación necesarias para la protección y
prevención de riesgos laborales”.
También parece ser esa la tesis que, con carácter general, defiende la jurisprudencia en los
supuestos de concurrencia o pluralidad de obligados con relaciones de interdependencia o comunidad de intereses, más aún en el caso de
que existan acciones concurrentes y que no puedan individualizarse la relevancia de cada una de
ellas, según sentencia del Tribunal Supremo, de
15 de diciembre de 1999.
La jurisprudencia suele declarar la responsabilidad solidaria de todas aquellas empresas que ostentan facultades de dirección
y organización de los trabajos y que, por tanto, se ven implicadas en su ejecución.
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coordinación pero, llegados a este término, es importante destacar –como así señala la sentencia
objeto de comentario– que ningún sistema de
prevención así como ninguna medida de seguridad puede prevenir el hecho de que un trabajador
se dirija a un lugar diferente del puesto de trabajo
a él asignado y lo haga sin avisar a nadie y contradiciendo las intenciones que acaba de manifestar
que es la declaración de hechos probados y evaluación de la prueba que hacía la juzgadora a quo.
Argumenta la sentencia que, en cuanto a la
fundamentación de la responsabilidad que se exige, no se ha de olvidar que se trata de una responsabilidad civil derivada de una conducta culposa negligente del empresario y causante de un
daño, que nace cuando existe relación directa entre la conducta y el daño causando tipificada en
el artículo 1902, en relación con el artículo 1101
del Código Civil.
Responsabilidad civil culposa
Según reiterada doctrina jurisprudencial unificadora, las líneas generales y básicas de esta
responsabilidad civil de las empresas vienen a resultar de una responsabilidad civil culposa, por
incumplimiento de obligaciones nacidas del contrato laboral, siendo esta responsabilidad subjetiva y culpabilista en su sentido más clásico y tradicional, según sentencias del Tribunal Supremo,
de septiembre de 1997 y julio de 2000.
Del mismo modo, cabe destacar que este tipo de responsabilidad no puede resultar de responsabilidad civil objetiva, ni de la culpa extracontractual o aquiliana (del artículo 1902 del Código
Civil), no bastando el socorrido deber de seguridad de la empresa, que por sí obligaría a imponer
una indemnización en todo accidente de trabajo,
lo que no es posible, pues hace falta dolo o negligencia conforme a lo establecido en artículo 1101
del Código Civil.
Exise además de contrario el deber de atención o diligencia por parte del trabajador y de
cumplir las medidas de seguridad, según los artículos 5 y 19 del Estatuto de los Trabajadores. Asimismo, aunque pudiera darse en teoría una culpa
extracontractual, no puede esta responsabilidad
derivarse a la vez de culpa contractual y extracontractual, sin caber una duplicidad indemnizatoria,
según sentencias del Tribunal Supremo, de 10 de
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diciembre de 1998, 17 de febrero de 1999 y 2
de octubre de 2000.
Aunque exista
infracción,
no habrá
responsabilidad
si la infracción
no es la causa
del accidente,
debiendo
probarse la
relación de
causalidad
Como conclusión, cabe señalar que, según
establece la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, aunque exista infracción,
no habrá responsabilidad si la infracción no es la
causa del accidente, debiendo probarse la relación
de causalidad, examinándose en cada caso concreto los daños y perjuicios, que deberán ser consecuencia necesaria de la falta de cumplimiento
de la obligación por la empresa o que conocidamente se deriven de ello, según el artículo 1107
del Código Civil.
Del mismo modo, la infracción deberá ser de
norma concreta, no genérica, y la imprudencia
profesional (y la temeraria) del trabajador, que no
eliminará el concepto de accidente de trabajo, sí
impedirá la indemnización, al no caber esta responsabilidad si el evento surge por caso fortuito
o fuerza mayor, conforme al artículo 1105 del
Código Civil, correspondiendo en todo momento
al actor la carga de la prueba.
Con resultado dañoso
Por último, conforme a lo expuesto y abundando en el carácter culpabilístico de la responsabilidad extracontractual, no se puede pasar por alto que el Tribunal Supremo, según sentencias de
25 de febrero de 1992, 27 de abril de 1992 y de
21 de abril de 1993, exige que, en todo caso, el
resultado dañoso producido ha de ser efecto concatenado y derivado de la conducta negligente o
descuidada del empresario, constituyen el cómo
y el porqué ocurrió el accidente, elementos indispensables en el examen del evento dañoso.
Es por todo ello que, no habiéndose acreditado omisión alguna de las medidas de seguridad, ni
causalidad entre la actuación de las empresas y la
sucesión del accidente, ya que era imposible prever y evitar de forma alguna que el trabajador fallecido, saltase una valla de dos metros para introducirse en la tolva, cuando además dijo que iba a
la noria y se le advirtió de que el trabajador palista
iba a llenar la tolva mientras tanto, por lo que la sala de lo social del Tribunal Superior de Justicia de
Castilla y León, desestima el recurso de suplicación interpuesto, confirmando la sentencia recurrida por la que se absolvía a todos los demandados
de los pedimentos contenidos en la demanda.
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