Una Fábula para la ofuscación | SR

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Una Fábula para la ofuscación | SR
Esta “historia de trance, de agonía y muerte” –como sostiene la dramaturga Caridad Svich y autora del
texto- Ifigenia se desploma y cae a tierra sobre la cáscara de neón que era una vez su corazón, título además de
largo, ampuloso, comienza como en los viejos cuentos para niños: “Había una vez…” Todo queda bajo el ámbito
del suspenso y la ficción para que ocurra “la transformación ambiental” que es la manera de ir actualizando el
conflicto que parte de la tragedia griega.
Y, sin embargo, por el camino que intenta recorrer la puesta en escena, nada permite prever el aparecimiento de
una síntesis, una superación interna de la contradicción fundamental del texto y del personaje, que termina
envuelto en extrañas yuxtaposiciones, superfluas y triviales.
Ifigenia se ve cercada por una lucha que opone a quienes creen que la única salida es el renunciamiento
histórico, a un grupo de extralimitados entes, sin definiciones claras, quienes se atribuyen una visión correcta y
salvadora del mundo. Es decir, una escolástica aparente, verdad esencial. Pues se trata de la identificación de la
subjetividad de Ifigenia, de su deseo constituyente. ¿Es el deseo de la división, de la guerra, o es el deseo de la
fusión, la unidad, la paz?
Nada del conflicto se procesa escénicamente y la obra “se desploma y cae” sobre la sensibilidad de los
espectadores (en este caso, alumnas de un colegio de la capital) para quienes, lo único visible es el juego
atolondrado de los personajes que van y vienen, o entran y salen de una confusión escénica interminable. “El
problema es el poder”. Para ilustrarlo está Adolfo, un militar autoritario y padre de Ifigenia y están además, los
restauradores del servilismo imperial y capitalista. Para que la actualización sea más contundente, y la estupidez
del exceso de poder y la guerra más visibles, aparece un grupo de travestis como las “muchachas fresa” que
constituyen el “coro” acusador y revelador del uso reiterado y anárquico de la violencia, incluida la armada.
La moral es un residuo del viejo mundo. Y por consiguiente, el umbral de tolerancia de lo peor, según se lo puede
ver desde la perspectiva del viejo hoy que la humanidad está viviendo, cualquiera que sea el campo ideológico de
pertenencia. La visión directriz de quien lleva la organización de la puesta en escena, no muestra una genealogía
precisa de los hechos, mientras las actuaciones se pierden o diluyen, porque apenas alcanzan los niveles de
exigencia que demanda el texto y la historia. Para lograrlo, con seguridad, era preciso destruir cualquier espesor
innecesario, toda pretensión sustancial, toda aserción de la realidad que se quería cuestionar. Por último, cabe
destacar en el plano de la producción, que el espectáculo contó con auspicios importantes, entre ellos de la
Sección Cultural de la Embajada de los Estados Unidos, “cuya visión a largo plazo es promover y difundir la
dramaturgia estadounidense en el Ecuador”. (SR)
FICHA TÉCNICA
Obra: Ifigenia se desploma y cae a tierra sobre la cáscara de neón que era una vez su corazón (una fábula
del delirio)
Escrita por: Caridad Svich
Dirección: Iván Morales
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Ifigenia: Isabel Botero
Aquiles, Muchacha Fresa 3: Jerónimo Garrido
Adolfo, Muchacha Fresa 1 MC y
Virtual, Cola Bonita del General, Soldado: Jhoffre Riera
Camila, Violeta Imperial, y
Príncipe Hermafrodita: Karen Riera
Orestes, Muchacha Fresa 2 Locutor de noticias
Hombre de ojos de vidrio, Zorra Virginal: Ricky Mayorga
Hombre de cal: Eduardo “Edú” Hinojosa
D.J.: Daniel Rosero
Chica Fresa 3, Aquiles (understudy): Wilson Jiménez Loor
Asistente de dirección 1: Ruth Abril
Asistente de Dirección 2: Solange Cuvi
Escenografía: Sofía DeVuyst
Iluminación: Miguel Molina
Vestuario, animación, diseño gráfico y
Fotografía: Paolo Urgilés
Música y sonido: Daniel Rosero
Máscaras: Marco Tayupanta
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Maquillaje: Marliz Romero
Vídeo: Jorge Luis Zaldumbide
Asistente de producción: Mónica Gómez y Diego Páez
Producción general: Solsticio Cine y Teatro
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