La política de comercio exterior argentina en el nuevo marco mundial En medio de la mayor crisis política nacida de una reacción agropecuaria a las políticas oficiales, el sociólogo, economista y ex ministro de Educación Juan Llach analizó el conflicto detonante, las retenciones a la exportación, de cara al gigantesco cambio económico mundial que se avecina, partiendo de que comprender los fundamentos oficiales dará una mejor base para discutirlos. Fue en el marco del ciclo de seminarios en Políticas Públicas 2008 del CEIDA, en la sede de la SRA Para el sociólogo y economista Juan José Llach, más allá de la difícil coyuntura que se avecina si Estados Unidos entra en una recesión-, el actual contexto económico mundial atraviesa una transformación superlativa. “El mundo se está asomando a un cambio estructural inédito: el surgimiento de Asia como lo que seguramente va a ser el continente del siglo XXI, y debemos plantearnos en qué lugar queremos que nos encuentre”. Para el economista, se trata de un cambio histórico de civilizaciones, como antes ocurrió con Oriente, Grecia, Roma y las edades Media, Moderna y Contemporánea. Llach citó a Henry Kissinger, quien señaló que el centro económico del poder mundial se desplaza inexorablemente del Atlántico al Pacífico, y al premio Nobel de Economía Robert Fogel, que proyectó que China tendrá, para 2040, un producto bruto de u$s 123 billones, tres veces el de todo el mundo en el 2000 (de u$s 45 billones). Así, su participación mundial sería para entonces del 40%, y junto con la India (12%) y el sudeste de Asia (12%), reunirían el 64% del producto bruto mundial. Si bien no suscribió esos números, Llach sostuvo que el Nobel “acierta en lo fundamental: aunque sólo un tercio de sus proyecciones fuera cierto, China tendría en 2040 un producto equivalente al de todo el mundo en 2000”. En esta situación histórica inédita, “Sudamérica es como el revés del guante de Asia –dijo, retomando al economista de la CEPAL Joe Ramos–, debido a su casi opuesta dotación de factores productivos, pues Asia tiene mucha población, pocos recursos naturales y su tasa de ahorro duplica la de América latina. Por ello, sus desarrollos, necesariamente distintos, “tienen una enorme complementariedad, sobre todo la Argentina y Brasil”. Por otro lado, el crecimiento de Asia indujo, el de África, que tiene casi 1.000 millones de habitantes, casi como la India. Una de las consecuencias prácticas de ello es que aumentará la demanda de exportables argentinos, puesto que a medida que aumenta el ingreso por habitante en los países pobres, también lo hace enormemente su demanda de proteínas animales y, aunque en menor medida, de aceites. Consensos teóricos En el ámbito local, con miras a alcanzar acuerdos de largo plazo, Llach recordó algunas premisas fundamentales que tienen amplio consenso social, al menos, en el plano teórico. Esto es, que hace falta un mayor grado de institucionalidad, más integración social y más equidad (“América latina es el continente con mayor desigualdad, y esto no puede dejar de estar en la agenda”), para lo que se requiere revalorizar el rol de la educación. También se precisa, dijo, un federalismo “El mundo se en sentido político, asoma a un económico y social, cambio de que se manifieste en el capital social, en el civilizaciones: desarrollo social y el el surgimiento trabajo en redes, pues de Asia como “en la base de todo ‘el’ continente desarrollo, hay una fuerte interacción del siglo XXI” entre el sistema de empresas, el de educación, ciencia y tecnología y los gobiernos”. Además, es necesario que el desarrollo sea sostenible para evitar las tremendas fluctuaciones que tuvo la Argentina en los últimos 30 años, y ello requiere una integración global. “No se conocen casos de desarrollo sobre la base de distanciarse o enajenarse del mundo”, aseguró. Por último, señaló que el país precisa “más visión de futuro, un plan estratégico, algo así como los ejes sobre los que aspira a desarrollarse”. Buenos Aires vs. Interior, un clásico Pero hay puntos sobre los que la sociedad todavía no alcanzó un consenso, como demostró el actual conflicto agropecuario, que Llach enmarcó en el histórico River-Boca de la agroindustria versus el resto de la economía, ligado a las dicotomías ruralurbano e Interior-Buenos Aires. Así, el economista analizó la política vigente en lo relativo a los impuestos al comercio exterior, una suerte de tipos de cambio múltiples, pues cada sector de la economía tiene un diferente tipo de cambio efectivo a raíz de los aranceles a la importación, los impuestos a la exportación, los topes cuantitativos a las exportaciones, etcétera. Y planteó que tiene cuatro fundamentos que es preciso entender en vez de demonizar (“de los laberintos se sale por arriba”), de distinta naturaleza: fiscal, recaudatoria, social y productiva-industrial, a lo que se le asoció ahora el riesgo del monocultivo. El fundamento fiscal proviene de políticas que nacen tras la crisis de 1930 y se acentúan a partir de 1945. En 2002, la Argentina puso retenciones moderadas a la exportación (10%), con el argumento de evitar caer en futuras crisis. “Hubo una obsesión con consolidar la posición fiscal, y es cierto que la principal razón de las fluctuaciones cíclicas violentas en la Argentina ha sido la insolvencia fiscal en que incurrió casi permanentemente”. De hecho, reconoció Llach, a partir de 2003, la Argentina, por primera vez en su historia, tuvo por cinco “Sudamérica seguidos es como el revés años superávit financiero del guante de después del pago de Asia, que tiene intereses, por el mucha equivalente de 1,2% a 1,3% del producto. población y Este argumento se pocos recursos asocia con que las naturales” retenciones son sencillas de cobrar. “Y es cierto que la Argentina no tiene un buen record en materia de cumplimiento tributario. Ahí hay una luz que empieza a titilar y nos interpela”, apuntó. Sin embargo, para él, se trata de un argumento más válido en la emergencia que en la normalidad. “Si la Argentina quiere ser un país parecido a los que logran un desarrollo sostenido en el tiempo, mejorar la integración social y la equidad, tiene que tener un sistema tributario parecido, en vez de hacer algo completamente distinto”. El argumento que sigue no es explícito: como las retenciones no se coparticipan, fortalecen la posición “No se conocen del Tesoro nacional. “Es un argumento casos de países vergonzante, no se lo que se hayan asume porque no es desarrollado popular, pero es un sobre la base objetivo”. Para el de alejarse o economista, fortalecer del Tesoro nacional a enajenarse del costa de las provincias mundo” puede admitirse en una emergencia, pero incumple la Constitución, que postuló que para 1996 tenía que haber una ley de Coparticipación Federal, y choca con la redistribución geográfica del poder económico que se fue dando este siglo”. El tercer fundamento, de carácter social, sostiene que, sin retenciones, subirían los precios de los alimentos, lo que perjudicaría a los consumidores. Para Llach, esto es cierto en cuanto a quienes están en situación de pobreza o indigencia, pero no de quienes pueden pagar alimentos a un precio mayor. Además, está exagerado: “Si se dice que, sin retenciones, habría una apreciación del peso porque aumentaría mucho la producción, las exportaciones y la oferta de divisas, cosa que creo probable, no es coherente decir que subirían los alimentos en la misma proporción, justamente por la apreciación del peso”. Por otro lado, la incidencia de las materias primas en el consumo final es bastante limitada, varía mucho con los productos. Además, tras un período de transición, parte de la suba de precios se retrotraería por el mismo aumento de la producción. Por su parte, el argumento productivoindustrial sostiene que, sin retenciones, habría un gran fortalecimiento del peso, lo que traería un perjuicio para el propio sector agropecuario y el riesgo de lo que en Economía se llama enfermedad holandesa. Esto, asociado con el riesgo de monocultivo y de exportar sólo commodities. Razonamientos atendibles, según Llach, ante los que no hay que rasgarse las vestiduras ni huirles, sino discutir con calma. Para el economista, por un lado, el efecto sobre el tipo de cambio sería menor de lo que suele estimarse, y un tipo de cambio algo menor incidiría positivamente en el costo de los insumos y bienes de capital. Por otro, reconoció el riesgo de una especialización excesiva en muy pocos bienes, aunque marcó la contradicción de enarbolar tal riesgo cuando, desde 2005, las principales alternativas a la soja fueron sucesivamente desalentadas por medidas restrictivas de la producción: carne, trigo, lácteos, maíz, etc. “La actual política tiene fundamentos que hace falta entender: fiscal, recaudatorio, social y productivoindustrial” Para Llach es cierto que el país no tiene un nivel satisfactorio de agregado de valor en el eslabonamiento hacia delante. “La Argentina debería esmerarse en llegar a los mercados con productos de mayor elaboración, lo que es mucho más difícil, por las medidas proteccionistas”. Nuevos pilares Llach culminó con un punteo de bases para desarrollar propuestas alternativas. En lo relativo a lo fiscal y federal, dijo, “cualquier propuesta va a tener que ser de naturaleza gradual, sin cambios drásticos”. La irresolución y, por ende, recurrencia de los temas argentinos hace que una de ellas se encuentre en un trabajo que el economista escribió 25 años atrás, con Jorge Fernández Pol (Sustitución de retenciones a las exportaciones agropecuarias por un impuesto inmobiliario y subsidios al consumo interno de alimentos). Para Llach, la mayor equidad por el lado tributario se logra con el impuesto a las ganancias, creado en el siglo XIX y usado en todo el mundo, y lo complementa el impuesto inmobiliario, dada su naturaleza federal y municipal, aunque en la Argentina no tiene un buen cumplimiento. Para que no se dificulte recaudar, “se podría cobrar en la Aduana una retención a cuenta del impuesto “En sentido en las ganancias, lo estratégico, la que presionaría un Argentina debe blanqueo de la apostar al trabajo economía”, señaló. calificado y a las industrias que pueden competir sobre una base salarial alta” Pero, para Llach, si se habla de redistribución del ingreso y equidad habría que poner todos los elementos sobre la mesa. Por caso, la Argentina tiene, como muy pocos países, “inexplicables exenciones sobre la renta financiera, mientras lo productivo tiene que pagar 35%: no tiene pies ni cabeza”. Y también habría que discutir los subsidios: el energético se lleva este año u$s 5.000 millones, “de los que la mayor parte es consumido por sectores que tendrían capacidad de pago”. En materia social, dijo, “tendríamos que ir a un esquema de subsidio directo al consumidor. No a los productores, como se ha hecho desde hace tres años, que es cada vez más complejo, de difícil llegada y se presta a la discrecionalidad, entre otras cuestiones”. En este sentido, recordó que Estados Unidos, por el alza de precios de los alimentos, acaba de ampliar un 33% el número de personas que reciben el food stamp a 28 millones, casi un 10% de la población. En cuanto a lo industrial, para Llach, el país debería entrar a lo que su hijo bautizó el NACAR (Noruega, Australia y Canadá, que ya integran el club, y la Argentina). Esos países, junto con Islandia, tienen una economía basada en gran medida en recursos naturales, y están primeros en el índice de desarrollo humano del PNUD. Según el economista, es utópico que la Argentina trate de competir sobre la base de salarios bajos (en China, cada año, 40 millones de personas, el equivalente de una Argentina, migra del campo a la ciudad). “En sentido estratégico, la Argentina se tiene que plantear apostar al trabajo calificado y a las industrias que pueden competir sobre una base salarial alta. Para eso, hace falta un gran esfuerzo en educación”. Ahora bien, recordó que la educación está en manos de las provincias, con lo que, si se les quita recursos, “acceder a la sociedad del conocimiento es imposible”. Finalmente, Llach llamó la atención sobre dos puntos pendientes en la agenda. Uno es que el país “tiene que ingeniársela para “El país tiene hacer acuerdos serios en las cadenas de que hacer acuerdos serios valor, para producir y exportar más en las cadenas productos finales, de valor, y tener más presencia evaluar si en las góndolas de los supermercados del debería haber mundo”. fondos de estabilización” El otro es que, como la dependencia de los recursos naturales vuelve a un país vulnerable a la violencia de la oscilación de lo exportable, y esto se contagia a otros sectores, “habría que plantearse si la Argentina no debería tener, como otros países, fondos de estabilización, en este caso para el sector agroindustrial, que se financiaran con algún impuesto en época de vacas gordas, para diversos objetivos o para épocas de vacas flacas”. Abril 2008