Un nuevo contrato fiscal federal En momentos en que la rebelión de los productores agropecuarios a un aumento de los derechos de exportación de los granos puso al país en una crisis política impensada, el economista y sociólogo Juan José Llach revivió la necesidad de implementar una reforma profunda del sistema tributario argentino, en vista de sus implicancias políticas, económicas y sociales, y en consonancia con las nociones de democracia participativa y gobierno federal. Fue en el marco de los seminarios 2008 del CEIDA, en la sede de la SRA La decisión del Gobierno de volver a aumentar -y de modo exorbitante- los derechos de exportación a los granos el pasado 11 de marzo, desató un magnífico conflicto político en la Argentina. Pero, más allá de la anécdota, lo que subyace es una suerte de unitarismo fiscal, de injustas consecuencias políticas, sociales y económicas, en el que la recaudación es ineficiente y provincias y municipios se ven obligados a mendigar. Como para evitar que el árbol tape el bosque, el sociólogo y economista Juan Llach propuso, en un seminario organizado por el CEIDA, las bases de un modelo de reforma tributaria que le dé más facultades y responsabilidades a los niveles inferiores de gobierno, fundado en el objetivo de alcanzar el principio de correspondencia fiscal, íntimamente ligado al concepto de democracia. Esto es, que haya un equilibrio adecuado entre los ciudadanos como votantes, como pagadores de impuestos y como beneficiarios de esos impuestos. “La democracia representativa es hija del hecho impositivo: desde la Carta Magna y hasta el siglo XX, la democracia al principio estaba limitada a quienes pagaban impuestos”, recordó. Llach recordó que, en los países federales –que no llegan a 30, de los 180 totales, en general todos grandes salvo Suiza y Austria-, el funcionamiento de ese triángulo es más complicado, debido a la necesidad de redistribuir geográficamente la renta entre regiones desiguales. En la Argentina, refrescó, la relación del federalismo y su impacto en las economías regionales data de los orígenes, como recuerda el Preámbulo de la Constitución Nacional al consignar “en cumplimiento de pactos preexistentes”, en alusión a que las provincias son anteriores a la Nación. “Incluso, los anteriores nombres eran más federativos que República Argentina: Provincias Unidas del Río de la Plata, Provincias Unidas del Sud (como dice el Himno), Confederación Argentina”. Federalismo y economías regionales Para Llach, en esa evolución se pueden establecer cuatro etapas. La primera es la llamada anarquía, regida por un conflicto entre la provincia de Buenos Aires y algunas del Litoral y el Interior por la renta de la Aduana, y que generó guerras civiles por más de 60 años, hasta casi hasta 1880. “Pero, unido a eso, estaba la lucha por cuál era el desarrollo productivo, con un Interior más proteccionista para defender industrias mayormente artesanales (textiles y algunas otras) que querían protección de mercadería importada”. La segunda etapa comprende los casi 50 años que van desde la “Hay que llevar federalización adelante un modelo de de Buenos Aires reforma tributaria que hasta la Segunda Guerra les dé más Mundial. “Julio responsabilidades y Argentino Roca, facultades a los tucumano, tuvo niveles inferiores de la habilidad de construir un gobierno, para modelo en el alcanzar el principio que, junto con de correspondencia el gran fiscal, ligado al desarrollo de la concepto de Pampa Húmeda, le encontró democracia” cierto lugar a algunas industrias del Interior, como el azúcar en Tucumán o la industria vitivinícola en Cuyo”. Según Llach, ese esquema tuvo un hecho importante en el medio, cuando, en 1890, con motivo de la crisis del gobierno de Juárez Celman con la caída la banca Baring Brothers, se generó un nuevo esquema tributario en el país para poder reestructurar la deuda pública que quebró el principio de separación de las potestades tributarias, al establecer la Nación impuestos internos sobre la actividad económica que, hasta ese momento, se consideraban potestad tributaria de las provincias, y se pasó a un principio convalidado por la Corte Suprema de concurrencia de las potestades tributarias y de fuentes imponibles. La tercera etapa, que va desde la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de los ’90, fue casi inversa. Se caracterizó por ser “más cerrada, más proteccionista, con un fuerte impulso más a las economías regionales que en la Pampa Húmeda, que no creció significativamente por casi tres décadas, en parte también por el proteccionismo agroalimentario de posguerra”. En esa etapa florecieron con mayor fuerza la caña de azúcar y la vitivinicultura, pero también la fruticultura en el Alto Valle de Río Negro, el algodón, la yerba mate y el té en el Nordeste, el tabaco en el Noroeste y en Corrientes, “una cantidad de cultivos regionales que empiezan a consolidarse y que cuentan con un esquema regulatorio y de protección, aunque también con crisis muy frecuentes, porque había ciclos de sobreproducción”. La cuarta etapa, iniciada en 1991, es de apertura de la economía, lo que se mantuvo incluso tras la devaluación de 2002. En este período se generó un nuevo esquema de condiciones económicas en la Argentina: “Muchas economías regionales se transformaron para poder convivir con una economía abierta; el caso más extraordinario fue el vitivinícola, que pasó de tener ciclos recurrentes, con productos de no muy buena calidad y necesidad frecuente de salvatajes, a ser una industria abierta al mundo con exportaciones que crecen constantemente, hasta los 500 o 600 millones de dólares actuales”. En esta línea, Llach mencionó también a la industria azucarera, que “se acercó más a los estándares de precios y costos internacionales (aunque necesitando aún protección con Brasil)”, y a otras orientadas al mercado interno, como la yerbatera, que empezó a aumentar sus exportaciones. Apertura y equilibrio regional “Es decir que la apertura de la economía, que en muchos casos fue muy traumática, permitió que el interior de la Argentina, fuera de la Pampa Húmeda, por primera vez desde el virreinato pudiera reinsertarse al mundo, un hecho de extraordinaria importancia”, concluyó el economista. Así, para Llach, “se puede compatibilizar la apertura al mundo con un equilibrio regional” en casi todo el país, a lo que ha contribuido la expansión de la frontera primero agrícola y luego pecuaria. Y es “en este suelo sobre el que hay que plantear la cuestión fiscal, porque ningún esquema fiscal puede funcionar si no funciona la economía”. A partir de este proceso gradual convergencia de los niveles de ingresos de buena parte del Interior con el nivel de Buenos Aires, para Llach, están dadas las condiciones como para que se pueda hacer “un contrato fiscal federal más equitativo, que es una característica de los países avanzados”. Pero, aún con políticas adecuadas, ese proceso va a llevar algunas décadas. “La apertura al mundo se puede compatibilizar con un equilibrio regional, como se vio en los últimos años. Es en este suelo sobre el que hay que plantear la cuestión fiscal, porque ningún esquema fiscal puede funcionar si no funciona la economía” La actual iniquidad fiscal La Argentina es un caso extremo de baja correspondencia fiscal, por la brecha entre la responsabilidad que tienen los gobiernos subnacionales en los gastos (ejecutan del 50% al 55% del total) y en la recaudación (recaudan entre el 20% y el 25% de los recursos). “Entonces, se genera una enorme dependencia del sistema de coparticipación, del poder central. Y el Presupuesto, que no es otra cosa que un programa de gobierno, se diluye: por ejemplo, la gente no sabe adónde va a parar un impuesto como el IVA, hay que hacer un curso”, ironizó. Para el economista, “esto es lesivo al sano funcionamiento de la democracia, porque genera una sospecha, en parte fundada, pero también exagerada, sobre el sistema político, sobre todo en épocas de vacas flacas”. Además, el actual sistema genera un mal funcionamiento de la democracia representativa, con provincias que tienen una baja responsabilidad fiscal porque, en lugar de tener la sombra de un concurso de acreedores si entran en cesación de pagos (como en Estados Unidos), esperan un salvataje, o se arrogan facultades nacionales, como la emisión de dinero. Por otro lado, el gasto público pierde calidad, porque no puede ajustarse a la demanda de la sociedad y se da un contexto de baja gobernabilidad, por la menor transparencia y credibilidad en el sistema, los déficit fiscales y las crisis recurrentes, entre otras cuestiones. Según Llach, una nueva propuesta de ley de coparticipación debería, en primer lugar, aumentar la correspondencia fiscal, mediante un sistema mucho más parecido al de 1890, con separación de potestades tributarias: “Cuanto más separadas, mejor va a ser la transparencia del sistema político, más va a saber la gente adónde va a parar el impuesto que paga”. Separación de potestades: clave En esa línea, según el economista, deberían ser impuestos de la Nación los aportes y contribuciones sociales a nivel nacional, el impuesto a las ganancias de las empresas, probablemente los impuestos internos, el IVA (aunque con una alícuota mucho menor, en torno del 8%) y los impuestos al comercio exterior, que también deberían ser mínimos para dar lugar al valor agregado. Si bien esto implicaría una disminución de los ingresos nacionales inflados de los últimos tiempos, “el nivel de recaudación tendría un porcentaje semejante al que tuvo históricamente”, dijo Llach. Para él, la gran novedad sería para los impuestos provinciales, que deberían ser los que gravan la actividad que se desarrollla dentro de las empresas. El impuesto a las ganancias que pagan las personas se mantendría como recurso de las provincias, así como el impuesto a los ingresos brutos, que se “La Argentina es un integraría con un caso extremo de baja impuesto a las correspondencia ventas finales de los bienes de fiscal, por la brecha consumo, de no entre la alta más del 10% (en responsabilidad que consonancia con tienen los gobiernos la rebaja del subnacionales en los IVA), que “es lo que hace la gastos y la baja que mayoría de los tienen en el nivel de países que recaudación, lo que progresan”. Esta genera una enorme cercanía dependencia del garantizaría que haya poder central” cumplimiento y control. Llach juzgó que el impuesto a los créditos y débitos bancarios, al evitar la bancarización, atenta contra ese sistema. Y en cuanto el impuesto a los bienes personales, opinó que, en caso de mantenerse, debería ser provincial. A nivel municipal, “hay varias alternativas, empezando por eliminar los impuestos disfrazados de tasas”, señaló. Para él, el impuesto automotor se podría transferir a los municipios, así como el cobro del impuesto a las ventas, porque son estos los que mejor pueden controlar. Según el economista, una reforma tal mejoraría el sistema solidario que necesariamente tiene que tener un régimen de coparticipación federal (que, a diferencia de lo que suele pensarse, no es un reparto de la Nación a las provincias, sino entre las provincias). Y tiene factibilidad política en el sentido de que es posible implementarlo sin que nadie salga perdedor. A la vez, impediría que el gasto público nacional siga creciendo a velocidades inusitadas, mientras muchas provincias empiezan a tener problemas fiscales. Tradicionalmente, hasta el enorme incremento de las retenciones de los últimos años, eran aportantes netos al sistema de coparticipación sólo la Ciudad y la provincia de Buenos Aires; Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Neuquén eran neutras, y las 18 provincias restantes eran receptoras netas. El nuevo contrato fiscal federal aumentaría la recaudación de las provincias avanzando también sobre el grado de evasión, puesto que, al estar más cerca, tendrían más eficacia para cobrar. Además, al independizarse del gobierno federal, estas aumentarían las posibilidades de desarrollo local. Según Llach, la masa coparticipable total se reduciría, porque desaparecería mucho ruido de vueltas de los impuestos. “La Nación también va a ganar, porque como va a recibir menos, también tiene que poner menos en copartipación. Y los gobiernos subnacionales podrían salir del federalismo mendicante para tener recursos más dignos”, afirmó Por último, el experto recordó que si bien se llevan doce años de incumplimiento de la Ley de Coparticipación Federal, tampoco ha surgido un proyecto concreto en este sentido. “Ahora está la oportunidad histórica de hacerlo, pero requiere un sistema muy distinto, que no necesariamente tiene que ser este, pero que debería tener la potestad de otorgar mucha mayor participación a las provincias y municipios”, culminó. Junio 2008