TEMAS Y DISCIPLINAS FILOSÓFICAS PROF. EDGARDO LUIS

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TEMAS Y DISCIPLINAS FILOSÓFICAS
PROF. EDGARDO LUIS TAJAM CABRERA
Escuela de Atenas por Rafael Sanzio
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VIVIR NOS EXIGE ENFRENTAR SITUACIONES. PARA SOLUCIONARLAS,
PARA ENCAMINARNOS, O AL MENOS, PARA SABER DE DONDE
PARTIMOS. AFORTUNADAMENTE NUESTRA CULTURA NOS PROVEE DE
LA FILOSOFÍA.
EN NOSOTROS ESTÁ EL DISCERNIMIENTO PARA SENTIRNOS LIBRES,
DE CRECER Y SABER APLICARLA DÁNDOLE UN SENTIDO A NUESTRA
EXIGUA EXISTENCIA PERSONAL, Y DEJAR UN SENDERO QUE NUESTROS
HIJOS CONOZCAN, YA SEA PARA SEGUIRLO, YA SEA PARA DESCARTARLO
Y OPTAR POR EL SUYO.
FILOSOFAR ES ADOPTAR LA ÓPTICA DEL UNIVERSO.
PARA SEÑALARNOS NUESTROS ERRORES O DEFECTOS,
NUNCA FALTARÁ ALGUIEN QUE SE NOS CRUCE EN EL CAMINO.
PERO, PARA NUESTROS ACIERTOS O VIRTUDES, SOLAMENTE CONTAMOS
CON NUESTRA CONCIENCIA, LA MISMA QUE CRECE
EN EL EJERCICIO DIARIO DEL FILOSOFAR. PORQUE ANTE ELLA
NO HAY HIPOCRESÍA QUE OCULTE LO QUE SOMOS.
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PRÓLOGO
El objetivo de este fascículo se centra en la pretensión de aportar un medio
que aclare varios conceptos básicos usados en filosofía. Por ello, quizá el eventual lector de
estas páginas pueda sentir que los temas tratados aquí, se los debería estudiar con mayor
profundidad. Pero el propósito no es tanto ése sino el de complementar las ideas
desarrolladas por el docente del curso. Pretendemos solamente que el alumno tenga un
panorama delimitado y seguro para iniciarse en los temas y disciplinas filosóficas.
Deseo agradecer al Economista Héctor V. Tajam y a las Profesoras María Raquel
Lambiasse y Luisa Marqués, su apoyo y paciencia. Sin ellos, no hubieran llegado estas
páginas a vuestras manos.
Deseo realizar una mención especial con respeto y gratitud hacia quienes me
siento muy ligado por todo lo que recibí de ellos, a saber, los licenciados Jesús Caño-Guiral
y Cristina Arregui, y los profesores Héctor Massa, Mario Silva García, Italo Rodríguez y
Guido Zannier.
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ÁMBITOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO
Al igual que otros seres vivos con los que comparte este planeta, el hombre
enfrenta las exigencias de ciertas necesidades que lo comprometen como individuo como
también en tanto especie, necesidades tales como alimentarse, protegerse del frío y
reproducirse. Pero estas necesidades tan imprescindibles e impostergables, igualmente no
hacen la historia del hombre, sino que ésta es el resultado de su desarrollo cultural.
Por cultura entendemos al conjunto de acciones que el ser vivo realiza para
modificar el medio en el que habita. Así por ejemplo, un hornero hace su propia cultura al
construir su nido, de la misma manera en que el hombre hace su casa. Pero la diferencia
entre ambos está en que el hornero siempre construye igual su nido, sin pasar por ningún
proceso de aprendizaje sino que lo hace instintivamente; por su parte, el hombre aprende y
modifica, y hay una intencionalidad en la transmisión de su cultura al plantearse centros
de conservación y perfeccionamiento de la misma, y para ello pensemos en las escuelas,
liceos, universidades, etc. ¿Hay tales centros para otros seres vivos que no sean humanos,
digamos horneros, elefantes, ciruelos, etc., que hayan sido planteados por ellos mismos?
Es decir, mientras en los demás seres vivos no humanos, sus patrones de
conducta que incluye todo acto de cultura como se ha señalado, es instintito, no aprendido,
transmitido genéticamente, no permitiendo la individualidad porque prima el interés de la
especie, en el hombre se ha desarrollado la perspectiva de una cultura intencional por la
cual sus valores, conocimientos, experiencias, etc, se intentan conservar y mantener de una
generación a otra, para que las venideras continúen este proceso, ya sea discutiéndola,
ampliándola, sustituyéndola.
Para plantearse esta actividad de aprendizaje y transmisión de cultura,
debemos partir de una característica que hasta ahora sólo sabemos que es propia del
hombre: El pensamiento.
Una vez satisfechas aquellas necesidades primarias ya mencionadas, o
enfrentado a la búsqueda de cómo hacerlo, el hombre no se ha conformado con ser un
integrante más de la naturaleza, sino que su constante desarrollo le ha exigido una mayor
avidez de conocimientos. Para esto ha sido preciso que el uso de su pensamiento o razón le
planteara interrogantes a las cuales pretendiera darle respuesta. Es decir, su cultura le ha
presentado otras formas de sus necesidades básicas: Ahora no es sólo alimentar su cuerpo
sino también sus conocimientos; no es sólo protegerse del frío, sino también hacerlo de la
ignorancia que lo margine del incesante desarrollo cultural; y no es sólo reproducirse para
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conservarse como individuo y especie, sino también busca reproducir, conservar y
progresar en lo que sabe o estima que sabe. Y por ello partiremos como guía de una
definición del ser humano.
Una de las definiciones más difundidas del ser humano establece que éste es
un "animal racional". Esto significa que el hombre, entre todos los demás seres vivos de la
naturaleza, se diferencia del resto de los entes por estar dotado de pensamiento.
Y por ente estamos solamente refiriéndonos a todo lo que tiene existencia,
y por pensamiento a la capacidad de objetivar la realidad a través del lenguaje con el
propósito de elaborar el conocimiento para interpretarla y comunicárselo a sus semejantes.
Es decir, objetivar es convertir a todo lo que podemos nombrar - por ejemplo, mesa,
estrella, número, etc. - en el centro de lo que pretendemos saber con mayor certeza sobre
ellas, pero no sólo para nosotros, sino para compartirlo con otros.
Diremos entonces que el ser humano posee la tendencia natural e intencional
de adquirir conocimientos. La tendencia natural se refiere a la obtención de aprendizajes
que permitan la solución de situaciones específicas tales como conseguir alimento,
reproducirse para la conservación de la especie y poder prevenirse y protegerse de peligros
para el individuo y sus congéneres. Este nivel es compartido con todos los demás seres
vivos.
En cambio, la tendencia intencional se refiere a todos los conocimientos
elaborados y transmitidos por el hombre, no solamente con el propósito de dominar su
medio, sino que estos son el resultado de la búsqueda de su identidad y del sentido de su
existencia.
Por ejemplo, quien sea conductor de un ómnibus bien puede prescindir e
ignorar las leyes descriptas por la astronomía, por la genética, etc. Solamente si desea
superar el anodino pasar de sus días como un trabajador anónimo en la sociedad y época
en la que está ubicado, esto le hará surgir inquietudes que únicamente podrá satisfacer si
se orienta hacia este selecto nivel intencional del conocimiento humano.
En este sentido fue Aristóteles - siglo IV a. C.- quien señaló que la naturaleza
propia del hombre era vivir en sociedad - zoon politikon - permitiéndole el goce no
compartido con otros seres vivos diferentes a los de su especie, de adiestrar su pensamiento
para objetivar la realidad y poder así acceder al conocimiento.
Por lo que otra manera de entender el objetivar es la capacidad del sujeto
humano para diferenciarse de lo que quiere conocer, y ella está motivada por el objeto en
cuestión, generándose así la intención de adquirir el saber por parte de ese sujeto dotado de
razón. Por ejemplo, si deseo conocer una escultura de Miguel Ángel, mi preocupación
presupone que yo soy diferente a ese objeto, por lo que pretendo acceder a él con lo que
aprenda en este proceso. Intentando cumplir con este objetivo, con el devenir de los siglos,
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el ser humano ha ido perfeccionando las diferentes maneras en las que ha sido capaz de
elaborar sus conocimientos. Por este motivo, es que distinguiremos a continuación varios
ámbitos desde los cuales se ha partido para interpretar la realidad y a sí mismo.
Antes de remitirnos conceptualmente al primer ámbito, partiremos de un
ejemplo que esperamos nos aclare ciertas ideas. Supongamos entonces, que alguno
de nuestros antepasados remotos, digamos que más de 5000 años a. C., hubiera sido
testigo de una gran tormenta eléctrica, y que un rayo cayera a cierta distancia de él
matando a un animal doméstico que le era muy apreciado.
ARISTÓTELES 383-322 a.C.
“Sólo el hombre, entre los demás
animales, posee la palabra.”
Extraído de “Política”.
.
Ante este hecho que concebimos hoy como natural, el hombre primitivo
comenzó a formularse preguntas tratando de entender qué había sucedido. Carente de
toda preparación e información, su primera respuesta ha de referirse a la EXISTENCIA
DE SERES SUPERIORES o dioses.
En el proceso de socialización y convivencia humana, la religión ha cumplido
y cumple un rol insustituible. En su entorno, los hombres fueron rodeando a quienes
cumplían la función de transmitir los relatos y tradiciones de cada grupo, de tal manera
que todos tuvieran aspectos que compartían y los hicieran sentirse unidos y más fuertes.
Luego, esta función oral fue evolucionando hacia la formación de una institución que
compartieron y fundamentó la estructura vertical del poder hasta llegar al Estado.
De esta manera ingresamos al primer ámbito elaborado por la humanidad, y
al cual llamaremos desde este momento genéricamente con el nombre de religioso o
teológico. Entre sus principales características, destacamos la idea de una permanente y
directa intervención de estos supuestos seres superiores en los hechos que el hombre es
capaz de reconocer.
Otra característica esencial es su dogmatismo. Esto significa que una vez
establecida su explicación, la misma no se modifica jamás, por más que ciertas
circunstancias pudieran así exigirlo, y fuera necesario reconocer los errores en las ideas
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que pretendan satisfacer el deseo de saber. Pero esto no imposibilita que haya una
necesaria evolución en las creencias humanas a lo largo de su efímera historia. Así una
estructura religiosa toma total o parcialmente, o modifica según sus criterios o
interpretaciones, ciertos aspectos de una teología ya establecida. Es decir, acepta para sí
ciertos dogmas de otra fe.
Por ejemplo, la teología judía tomó de las creencias del Egipto antiguo, la idea
de las leyes divinas o Mandamientos. En el texto bíblico se narra que el profeta Moisés
concurrió al monte del Sinaí donde Dios Jehová le cedió las tablas de las diez leyes. Esto se
remonta aproximadamente al siglo XIII a. C. Pero esos mandamientos ya estaban en “El
Libro de los Muertos” de la fe egipcia, escrito en el siglo XL a. C.
A su vez, el cristianismo tomó ciertos aspectos del judaísmo. Y una de las
creencias centrales del cristianismo es la leyenda de la vida, pasión, muerte y resurrección
de Jesús. Esto a su vez está narrado en el Nuevo Testamento que fue escrito -obviamentedespués de Jesucristo. Pero también esta idea fue tomada de la teología egipcia que 4000
años antes ya se relataban la vida, pasión, muerte y resurrección del dios Osiris.
Mas, la mayor expresión del dogmatismo religioso es su intolerancia con
cualquier otra forma de explicación. Tomemos el caso del propio Jesús de Nazareth quien
fue juzgado y sentenciado por instigación del mismo pueblo que integraba, por predicar
contrariamente a creencias ancestrales aceptadas. Unos siglos antes, en la Atenas
democrática, Sócrates padeció el mismo proceso, y en el año 1600, la Inquisición cristiana
sacrificó a Giordano Bruno.
Una vez sistematizado en un cuerpo de ideas y con el status burocrático del
Estado, la religión es cada vez más intolerante con cualquier infractor. Hoy, en cambio,
elaboramos otras perspectivas en la descripción de la caída de un rayo. Para elaborar esas
otras visiones del mismo hecho, paralelamente a la concepción teológica, y sin tomar en
cuenta si hay o no una intervención directa de algún dios, se le interpreta como un hecho
natural producto de la conjunción de otros tantos fenómenos también analizados con la
misma metodología.
GIORDANO BRUNO 1548- 1600
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Un mártir de la filosofía
Pero para llegar a esta forma de explicar, y que ahora quizá nos parezca tan
normal, debieron transcurrir varios milenios para que se dejara de lado al dogmatismo
teológico y dar cabida a otros enfoques analíticos. Tal vez únicamente se procedió a
sustituir al dogmatismo teológico por otro dogmatismo más eficaz para las aspiraciones
cognoscitivas.
En síntesis, el ámbito teológico es dogmático porque una vez elaborada su
propuesta, la misma no será modificada, y su propósito, más que responder una pregunta,
es tranquilizar la conciencia de aquél que se cuestiona sobre cosas tales como " ¿de dónde
venimos?¿, ¿ Adónde vamos? ¿Qué sucede individualmente tras la muerte?, Etc.".
ÁMBITO TEOLÓGICO----DOGMÁTICO
ÁMBITO CIENTÍFICO-----VERIFICACIÓN
ÁMBITO FILOSÓFICO----COSMOVISIÓN
CUADRO NÚMERO 1
Pensemos en el siguiente caso: cuando un carro es tirado por un caballo, al
animal se le colocan anteojeras para que siempre mire hacia adelante y no se distraiga con
objetos o hechos de otro lado. Pues bien, el dogmatismo cumple la función de las
anteojeras. En el desconcierto, en la confusión, o en la más completa ignorancia, el
dogmatismo brinda una postura de seguridad y certeza para actuar y vivir. Pero, además
limita el campo de visión negando otras posibles opciones con enfoques diferentes.
Para ingresar en el segundo ámbito, recurrimos nuevamente a un ejemplo,
pero éste no es supuesto como el primero, sino que es atestiguado por referencias de
autores antiguos. Se cuenta que Thales de Mileto, muy conocido por su teorema
matemático, fue capaz de predecir un eclipse en el año 585 a. C.
Por predecir estamos entendiendo que Thales estableció con precisión cuándo
sucedería el eclipse, pero anticipándose a que efectivamente tal hecho natural ocurriese.
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La pregunta a hacernos es: ¿Cómo pudo realizar tal predicción? Si se hubiera
partido del ámbito teológico dogmático, la respuesta irónica podría ser que Thales de
Mileto hubiera tenido una entrevista con algún dios que le explicase, desde su suprema
sabiduría al débil mortal, qué y cómo sucedería.
Pero ésta no era la forma de buscar conocimientos ni la metodología usada
por estos pioneros. Esta manera distinta de operar en pos del saber, que se intentaba
realizar al margen de las tradiciones culturales transmitidas generación tras generación,
nos lleva al ingreso del segundo ámbito del conocimiento humano.
Y aclaramos que decimos segundo, no con la intención de establecer mayor
importancia de uno sobre el otro, sino de establecer un orden cronológico en el cual el
hombre elaboró un segundo intento de aproximación o de perfeccionamiento.
A diferencia del ámbito teológico que por su dogmatismo prescinde de la
verdad o falsedad de sus afirmaciones, este segundo ámbito que llamaremos científico,
posee como principal característica su escéptica actitud de verificar, o sea, no cesar su
investigación para establecer los criterios que le permitan determinar con la mayor
exactitud la relación de verdad entre sus afirmaciones y los hechos a los que hace
referencia.
Es muy conocida la anécdota de Galileo Galilei - Siglo XVII- en la cual, los
personeros del teologismo dogmatizado y ciego, enjuiciaron al científico por afirmar con
pruebas la concepción heliocéntrica del sistema planetario involucrando también la
rotación y traslación de la Tierra.
GALILEO GALILEI 1564- 1642
“Pero se mueve...” dicen que
murmuró al salir del Tribunal
de la Inquisición que lo acusaba
por defender la teoría heliocéntrica.
Y cuentan que el sabio se retractó ante sus jueces porque no dudaba que
algún día se verificarían sus teorías, y se demostraría el error de aquellos que lo
enjuiciaron, no tanto por temor al avance mismo del conocimiento humano, sino por las
consecuencias: Que ese avance trajera consigo el desprestigio de la institución eclesiástica
y la pérdida de influencia en la estructura política y económica del mundo feudal ya
agonizante.
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No olvidemos la etimología de la palabra religión- del latín re ligare, esto es, lo
que está atado fuertemente para permitir que los humanos actuemos como conjunto y no
sólo individualmente por lo que nos es común a todos.
Nadie puede negar el importante rol cumplido y que cumple hoy el
pensamiento religioso para el perfeccionamiento de la socialización humana, pero otra
cosa es lo religioso como institución social integrada por hombres que le utilizan con fines
lucrativos.
Ha sido por estos fines lucrativos y el temor a perder su influencia política y
económica, que han arremetido contra cualquier intento de cambio, como fue el
personificado por la concepción científica de Galileo, la filosófica de los franciscanos, etc.
E inclusive podemos citar otros casos ilustrativos en los que la casta sacerdotal
influyó en la vida humana, no sólo como guía de valores de la civilización, sino en
beneficio propio o del círculo de quienes ostentan el poder de decidir por los demás. En
primer lugar, remontémonos al siglo XIV a. C., en el Egipto antiguo. Por ese entonces
reinaba Amenofis IV. Este faraón, monarca absoluto, quiso desligarse de la presión de los
sacerdotes, y para ello, hizo una reforma religiosa sustituyendo al dios máximo Amón-Ra
por Atón.
Cuando el faraón murió casi dos décadas después, le sucedió un adolescente que
pasó a la historia por haber restituido el orden anterior y el poder a los sacerdotes
desplazados por su predecesor. Este faraón, de breve reinado, es conocido por los fabulosos
tesoros de su tumba - probablemente un premio de quienes recuperaron su nivel de
influencia- y se llamó Tutankamón.
El segundo ejemplo fue el rey inglés Enrique VIII del siglo XVII. Por
razones más personales que de otra índole se separó del Vaticano y fundó el anglicanismo.
Su reforma prosperó hasta hoy con el apoyo del clero de su reinado, y de la nueva clase
social en ascenso - la burguesía- que necesitaba un respaldo religioso a su creciente nuevo
orden económico - el capitalismo- que ya lo tenía en el protestantismo continental como lo
era con la reforma de Martín Lutero.
Hay muchas raíces de índole económica que han sustentado estas reformas, como
también las religiosas propiamente dichas. En la Alemania de Lutero, los burgueses
presionaban para eliminar una bula papal que protegía tácitamente al lucro del noble
basado en la posesión de tierras y la esclavitud de los siervos, y aspiraban a sustituirla por
otra bula que admitiera el lucro comercial del dinero.
Como el Vaticano no accedía, apoyaron fervorosos a los reformistas. No debe
extrañarnos hoy que los grandes centros financieros del mundo actual estén donde son
mayoría los reformistas o protestantes, a saber, Alemania, Reino Unido, Países Bajos,
Francia, etc., y las que fueron sus colonias, EE.UU, Canadá, etc.
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Contra este uso intencional del conocimiento - o de la ignorancia recubierta
de creencias- tenemos la figura de Anaxágoras de Clazomene del siglo VI a. C. Este
precursor se destaca por haber buscado objetivamente las respuestas acordes a nuestra
racionalidad.
Por ejemplo, contrario a las creencias de su época que endiosaban a los astros
del cielo, rechazaba la afirmación teológica de que el Sol fuera un carro de fuego en el que
se paseaban los dioses, y aseveraba que éste era sólo una piedra incandescente y muy
lejana. Por esas y otras afirmaciones audaces para su época, fue enjuiciado y murió en el
destierro dispuesto por aquéllos que tuvieron miedo de que dijera alguna verdad que
desmantelara las bases de poder.
Otras diferencias que se suman a los fines, se refieren al lenguaje y a la
metodología. En el ámbito teológico, el lenguaje es poco explícito, es general y vago, de tal
forma que se pueda interpretar de muchas maneras y ser adaptable a las épocas.
Por ejemplo, cuando en el génesis bíblico se dice que el mundo fue creado en
siete días, ¿ a qué se refiere? ¿ Serán días de 24 horas tales como los organizamos hoy?
Desde el auge incontenible de la teoría evolutiva, el dogma religioso ha debido retractarse
del análisis literal para admitir que el profeta hablaba simbólicamente, y decir que cada día
podría haber transcurrido en millones de años para los procesos de creación divina.
En cambio, el lenguaje científico no acepta la más mínima ambigüedad, y sus
referencias descriptivas deben ser exactas, o sea, afirmaciones verdaderas. En cuanto a la
metodología, la teología posee la única que señala la verticalidad del conocimiento, esto es,
que Dios la manifiesta y el hombre únicamente está dotado para explicitarla sin
contradecirla.
Por su parte, para la ciencia el método es la necesidad racionalidad para
acceder a una explicación cada vez más próxima, y si para obtenerla debe comenzar desde
los cimientos otra vez, lo realiza en pos de que la interpretación sea la correcta.
Para explicitar al tercer y hasta ahora último ámbito del conocimiento
humano, debemos remontarnos a los tiempos del ya mencionado Thales de Mileto. Por
aquellos días, el hombre contaba como instrumento para entender a la naturaleza con la
interpretación dogmática que ya hemos reseñado, y comenzaba a fortalecerse el incipiente
conocimiento científico. Y ello a pesar de los aislamientos geográficos que imposibilitaban
una integración de las disciplinas desarrolladas separadamente. Era el caso de la
astronomía en Babilonia, de la matemática en Egipto, de la técnica médica en Persia, etc.
Es decir, fueron comienzos discretos y asistemáticos pero promisorios por
apelar a la capacidad intelectual humana en la búsqueda de nuevas respuestas a preguntas
más refinadas, pero que básicamente siguen siendo las mismas todavía.
Observando la armonía del universo, con la regularidad de las órbitas de
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planetas, estrellas y satélites, los sabios antiguos aprendieron a especular, lo que luego
sería un nuevo tipo de conocimiento.
En la cultura antigua, uno de los aspectos más destacados que hizo sobresalir
al pueblo heleno, fue su idea de sistematizar, esto es, integrar coherentemente los
elementos comunes en una sola estructura. De esta mentalidad fueron surgiendo
disciplinas específicas con objeto y método claramente definidos, como lo fue, por ejemplo,
la geometría organizada por Euclides.
Pero aún así, este conocimiento científico era rudimentario si se le compara
con la idea de estos griegos, o sea, de que el conocimiento humano, tomado como una
unidad totalizadora, fuera capaz de abarcar sistemáticamente a toda la naturaleza. Y esto
se llama COSMOVISION.
Este término cosmovisión tiene diferentes sinónimos y significados según el
autor y la corriente de pensamiento. En la antigüedad, la cosmovisión era la meta que les
permitiera acceder a la comprensión orgánica y no aislada por disciplinas. En el medioevo,
la cosmovisión de índole exclusivamente humana se reducía a ofrecer una explicitación
complementaria de lo que por fe se admitía en las escrituras bíblicas.
Con el renacimiento y el modernismo, la búsqueda del método idóneo debía
brindar la oportunidad de que la dotación racional humana fuera capaz de encontrar el
paralelismo de la lógica con la armonía universal.
En nuestro siglo XX, el neopositivismo retoma este tema para explicar que un
modelo de interpretación sólo es posible si partimos de un análisis del lenguaje que
establezca cuáles proposiciones son, no únicamente válidas por sintaxis, sino
principalmente porque conlleven un valor de verdad. Es decir, solamente tendremos una
figura o modelo de los acontecimientos del mundo, si nuestras afirmaciones son
verdaderas.
Esta argumentación lo lleva a Ludwing Wittgenstein - fallecido en 1951a señalar que toda la historia de la filosofía se reduce a una extralimitación del lenguaje en
la cual se pierden los contenidos de las palabras y ya no se sabría de qué se estaría
hablando. Su propósito de depuración de ambigüedades y extralimitaciones está dirigido
especialmente a la metafísica tradicional y otras disciplinas filosóficas que superan todo
contexto de la realidad que se puede expresar con los modelos de interpretación basados
en proposiciones verdaderas. Por tanto, el conocimiento debe ser perfectible pero en
función del mundo que vamos creando con la comprensión rigurosamente lógica.
Históricamente, el ámbito teológico fue un precursor. Si tomamos cualquiera
de las obras sagradas que fundamentan a cada fe religiosa, encontramos en ellas una
visión global y acabada de las inquietudes e interrogantes de la humanidad, como ser el
origen del universo, normas de comportamiento, etc.
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Esta sistematización es dogmática porque no ha cambiado con el decorrer de
los milenios, y quizá fue un modelo que hubieran considerado utilizar para dar lugar a la
aspirada por los precursores de la filosofía, con la distancia evidente de evitar el
dogmatismo que estrechara sus alcances. Con el propósito de la citada cosmovisión
filosófica, tras este proceso de perfeccionamiento mencionado, surgió el tercer ámbito que
llamaremos saber filosófico. Esto nos lleva a expresar que la filosofía surgió como una
NECESIDAD y no como una mera casualidad o curiosidad cultural.
LUDWING WITTGENSTEIN 1889-1951
“Nosotros nos hacemos figuras
de la realidad.”
Extraído del “Tractatus
Logico-philosophicus”.
.
Con los ejemplos citados y otros grandes personajes de estar incipiente labor
cognoscitiva, elaborándolo desde sus cimientos conceptuales y metodológicos, vemos que
estos tenaces científicos comenzaron un incierto camino para ellos, similar a cuando
alguien ensaya una solución ante una situación desconocida.
Justamente, estos griegos comenzaron la utilización de la reflexión
especulativa, intentando con ella abarcar aspectos imposibles hasta entonces de acceder en
pos de la cosmovisión.
Este fue el ejemplo de quienes la aplicaron durante los siglos VI al IV a. C.,
dándole el cariz de método. A partir del siglo IV a. C. con las figuras de Aristóteles,
Epicuro, Platón, etc., la reflexión especulativa ya no fue abordada como un método sino
como un ámbito en sí mismo que dio origen al conocimiento filosófico.
En la época renacentista, la transición del medioevo a la época moderna, se
partió del dogmatismo del primero para sustituirlo por la actitud escéptica del segundo y
continuar la investigación con otras perspectivas.
Por ejemplo, cuando con su telescopio Galileo descubrió las manchas solares,
el dogmatismo de sus contemporáneos referido a que los astros no podían tener esas
imperfecciones, no les permitía admitirlas. Y decían que esas manchas sólo existían en las
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lentes.
Y para mostrar su amplitud de criterios, Galileo desarmó su telescopio y pulió
nuevamente esas lentes. Cuando otra vez enfocó al Sol y se encontró con las mismas
manchas, le respondieron que éstas estaban únicamente en sus ojos.
JOHANNES KEPLER 1571- 1631
Abandonó el dogmatismo de
su época para intentar otro tipo
de explicaciones en torno a las
órbitas planetarias.
O también tenemos el caso de Johannes Keppler - siglo XVII - quien,
basándose primero en el dogmatismo de su época que afirmaba que las órbitas planetarias
debían ser circulares - porque la figura circular era considerada la más perfecta- no
lograba armonizarlas con las observaciones.
Sólo cuando sustituyó esa creencia por la hipótesis de que las órbitas fueran
elípticas, encontró la respuesta que su actitud científica podía darle. Pero ese conocimiento
que su racionalidad fue capaz de descifrar, conllevó para él una gran crisis religiosa
porque comprendió que la realidad no se regía por ningún dogma, por más perfecto que
aparentase para la rigurosidad lógica de la fe.
La palabra especulación proviene del latín "Speculum" que significa espejo.
Por tanto, especular es, primeramente, el intento de reflejar en el pensamiento al objeto en
cuestión. O dicho con otras palabras, especular es un método de investigación sobre un
tema preciso y sus relaciones con otras semejantes, de tal manera que permita elaborar
una posible explicación que se aproxime con la mayor exactitud a la realidad estudiada.
Si tomamos un espejo defectuoso, el reflejo de la imagen en él se presenta
deformado. Lo mismo sucede en nuestro pensamiento. Nuestra especulación es perfectible
para ir subsanando los sucesivos defectos detectados.
Por ejemplo, hemos citado el caso del eclipse predicho por Thales de Mileto en
el año 585 a. C. Hacer una predicción significa que fue capaz de anticiparse a los hechos a
través de sus conocimientos. Si lo viéramos del ámbito teológico de su época, Thales sería
casi un mago.
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Pero, desde la óptica del ámbito científico, fue alguien que aportó una
suposición elaborada sobre la base de la experiencia de un orden estable en la naturaleza,
y con cálculos matemáticos que le permitieron llegar a una conclusión que debía ser
verificada.
Con las bases mencionadas, Thales especuló. La verificación de sus
afirmaciones no fue otra cosa que la certeza de que sus suposiciones lo aproximaban a la
verdad relativa al hecho en cuestión.
Mas, tengamos cuidado con nuestras palabras. Los hechos no son ni
verdaderos ni falsos. Quienes poseen dicha característica son las explicaciones elaboradas
por el intelecto humano.
En el caso de Thales, lo que primeramente era sólo una hipótesis o suposición o
conjetura, luego fue una afirmación certera porque permitió realizar los cálculos con
precisión, el anticipo del hecho que después se verificó. Esta verificación otorgó la
veracidad a su trabajo y a la conclusión obtenida.
Pero, ¿ cuál o cuáles ámbitos del conocimiento son más necesarios como
fuente vital para la existencia cotidiana? En este sentido, nuestra vida puede desarrollarse
sin tener en cuenta si dos más dos son cuatro, si hay o no una teoría de la relatividad, si la
genética explica cuántos pares de cromosomas intervienen en la reproducción, etc.
Del punto de vista teórico, todos los conocimientos científicos son necesarios
para entender la realidad. Más, desde el punto de vista práctico, muchos de ellos pueden
ser prescindibles en tanto no dan normas o pautas de conducta como los que necesita la
gente para orientarse en la convivencia con sus semejantes.
Por esto, el ámbito científico es dependiente de los otros dos - el teológico y el
filosófico- que si brindan ese marco conductual para darle los propósitos para su tarea.
Por ejemplo, desde el ámbito teológico y filosófico pueden surgir planteos
relativos a la visión moral que lleva a los científicos a continuar perfeccionando la
producción bélica en detrimento de concentrar sus esfuerzos en superar la capacidad de
producción industrial para paliar el hambre de muchos pueblos.
Para explicitarnos un poco más, citaremos a Albert Einstein - ganador del
premio Nobel de física en el año 1921- cuya contribución más notoria está en la ciencia
dándole los marcos teóricos para la comprensión de la realidad con su teoría de la
relatividad. Su actividad científica no le impidió involucrarse en otras interrogantes, a
saber, en cuanto al sentido de la vida y del universo.
En ese contexto, su respuesta lo llevó a que sólo la hallaría en la religiosidad.
Y pensar que la existencia carece de significado es para él casi una actitud de ineptitud
para vivir si tomamos en cuenta que no utilizamos nuestra racionalidad para investigar en
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pos de una concepción satisfactoria. Por lo que aquí encontramos la vida práctica afectada
por la interpretación misma de nuestro pensamiento.
E inclusive la cita del mismo Einstein diciendo que “la inteligencia humana
se nutre de preguntas y no de respuestas”, nos expresa que la búsqueda nos mantiene
atentos, despiertos, activos. Y por eso, el científico no descansa ni se conforma con lo que
estima que sabe hoy
ALBERT EINSTEIN 1879- 1955
Publicó un libro titulado
“El mundo como yo lo veo”.
Su estructura es la de quien ha
filosofado buscando sus respuestas.
Por tanto el aporte de la ciencia se centra en brindarnos un conocimiento,
aunque no perfecto, es perfectible, y nos permite tener el criterio de distinguir lo verdadero
de lo falso, de la supuesta rigurosidad de ciertas disciplinas que no son científicas, etc.
Por ejemplo, ¿ Cuántos de nosotros hemos leído alguna vez el horóscopo
buscando en él esas pautas de conductas que necesitaremos para enfrentar situaciones
venideras? La rigurosidad científica nos muestra que los supuestos de base de estos
análisis no tienen ningún asidero lógico. Pero aún así continuamos leyendo los mensajes
estelares, del tarot, etc.
Es decir, podemos marginarnos en cierto aspecto de la ciencia para continuar
nuestra vida cotidiana, aunque sus aplicaciones tecnológicas invadan nuestro hogar desde
la vitrina de un comercio o desde la pantalla del televisor.
Aun en este sentido, ¿podemos marginarnos de la misma manera de las
normas y pautas de comportamiento que la sociedad nos otorga, basándose en los planteos
teológicos y filosóficos?
A pesar de su dogmatismo en el caso del ámbito teológico, a pesar de la
precariedad de sus afirmaciones en el caso del ámbito filosófico, ambos poseen la virtud de
brindarle tanto al más ilustrado como al menos instruido, el factor práctico de enseñarle
cómo enfrentar situaciones y cómo resolverlas con sus comportamientos.
Teniendo ese propósito en común, difieren en que el teológico parte de una
verdad revelada que debe ser acatada y aceptada. En cambio, el filosófico parte de la
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propia lógica de su razón a la cual obedece.
Durante muchos milenios, solamente el clero dio ese fundamento para la
conducta humana. Desde el surgimiento de la filosofía, esa tarea es compartida desde que
el ser humano es capaz de adquirir independencia para elaborar sus propios criterios, los
cuales, en muchos casos, confirman planteos teológicos, como por ejemplo, el de no matar.
En definitiva, cada ámbito del conocimiento que hemos descripto es una
actitud o manera de elaborar una visión del universo con el propósito de entenderse y
transmitirlo a las generaciones que se suceden.
Mas, cuando un ámbito se ha convertido en tradición cerrada, sin generar los
espacios de crecimientos interiores del ser humano, se producen los conflictos de
intolerancia en los que a sangre y fuego se pretende mantener un endeble orden
sustentado con estas bases. Por ejemplo, en la antigua Grecia, tenemos los casos de
Anaxágoras y Sócrates que fueron enjuiciados y sentenciados a muerte, no tanto por lo que
enseñaron o explicaron de la naturaleza y de los fundamentos de la conducta humana,
sino porque su actitud difería de las costumbres y hábitos que daban base a la estructura
social y política de entonces.
Fueron considerados subversivos por atraer con sus doctrinas a las nuevas
generaciones consideradas las receptoras de la cultura de sus mayores, la que debían
transmitir a sus hijos, y así sucesivamente. Sin el recambio generacional que realizara esta
tarea, ¿cómo sería posible conservar una visión de la realidad? Por ello, una vez surgida la
filosofía como actitud, como intento de búsqueda y superación ante una teología sin
respuestas eficaces a los nuevos desafíos y la ciencia aún sin poderse organizar
orgánicamente, el pensador se convirtió en el transgresor por su "veneno"; ha sido
siempre su insatisfacción de sus conocimientos aspirando a encontrar nuevos caminos sin
saber qué encontrará o si encontrará lo que busca.
Para los que predican la inamovilidad social, del conocimiento, de las
costumbres y hábitos, han hallado en el filósofo un temible adversario, algo así como el
dragón combatido por San Jorge. Con el correr de los siglos, a este dragón se le desarrolló
una nueva cabeza, la ciencia que desmanteló muchas creencias y supersticiones muy
arraigadas. Pero la cabeza más peligrosa desde entonces sigue siendo la filosofía porque
sus investigaciones alimentan la ansiedad de progreso de la cultura occidental. El ejercicio
del filosofar es la educación del pensamiento que nos libera de las tradiciones obsoletas, no
porque sean antiguas o pasadas de moda sino por inútil en nuestro mejoramiento interior
como personas.
Durante mucho tiempo, un prisionero de guerra se convertía en esclavo para
salvar su vida sirviendo así al vencedor. Hoy, estas prácticas no se realizan ni se le
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consideran correctas. En cambio, el respeto de los hijos a sus padres es un valor que se
reitera, se conserva y se transmite. Vemos como hay tradiciones que se esfuman y otras que
perduran, porque unas nos denigran y otras nos dan los vínculos sociales en los que nos
desarrollamos intelectual y afectivamente.
Dicho con otras palabras, la tarea filosófica nos muestra que la costumbre
por sí sola o la ceguera dogmática no son fuente de certeza y confianza. Tantas filosofías
como filósofos tampoco nos las aportan, pero al menos nos pone en el camino arduo de
saber o elegir.
En el caso específico del filosófico, tomaremos una cita del pensador y
matemático inglés Bertrand Russell - fallecido en el año 1970- en cuanto a la necesidad
cotidiana de la filosofía. Decía que quien carece de un mínimo de barniz filosófico, va por
la vida con sus prejuicios. Es decir, el filosofar nos brinda la oportunidad de analizar
objetiva y libremente las situaciones que enfrentamos. Por lo que es preferible equivocarse
luego de investigar, que errar al seguir ciegamente ciertos parámetros de los que no
tenemos total certeza.
BERTRAND RUSSERL 1872-1970
Ejemplo de integridad moral.
Matemático, lógico y epistemólogo.
La ciencia nos da conocimiento,
mas, la filosofía nos enseña
a vivir.
La filosofía se valora en tanto por la incertidumbre en
que nos sumerge con sus cuestionamientos, y nos obliga a enfrentarlos con la única arma
que nos diferencia de una piedra: El discernimiento en procura de una satisfacción como
respuesta o calma interior.
O lo que es lo mismo en el refranero popular cuando nos dice "Más vale
equivocarse con cabeza propia que con cabeza ajena". En muchas oportunidades, quizá la
filosofía tampoco nos dé una respuesta satisfactoria, pero, al menos nos allana el camino
que nos permita saber si podremos obtenerla o elaborarla según nuestras necesidades y
capacidades.
Y aquél que no comprende la necesidad del filosofar en nuestra cultura
occidental, es porque - como dice el mismo Russell - no tiene claro todavía los fines de la
vida. Vivir no es sólo afanarse en la búsqueda de soluciones prácticas, sino que para que
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este propósito sea estimable y alcanzable, primero debemos crecer interiormente con la
reflexión filosófica para saber qué queremos y cómo obtenerlo.
La propia incertidumbre de la filosofía en cuanto a las respuestas a nuestras
inquietudes define al ser humano de la cultura occidental. La búsqueda constante nos
permite luchar por el sentido de nuestra existencia tan exigua.
Cuando esa búsqueda cesa por diferentes motivos o llegamos a la ceguera
dogmática - no porque no brinde su respuesta a las exigencias sino porque cancela la
oportunidad de saber si no podrá haber un nuevo enfoque que nos enriquezca, que nos
permita entender y crecer interiormente- quizá hemos perdido hasta el sentido de
curiosidad que compartimos con los gatos. Y sólo muerto el gato deja de hacerlo. ¿ Y
nosotros?
Y la otra opción es la ideología que apoyándose en aspectos filosóficos,
científicos, teológicos, sociales y políticos, y seleccionando no por objetividad sino por
conveniencia de la coherencia de la cosmovisión propuesta - también cancela como el
anterior cualquier otra disidencia.
Cada ámbito desarrollado por el intelecto humano es la búsqueda de lo que se
estima la expresión de la verdad. Lo negativo a cualquiera de estos tres ámbitos es afirmar
la convicción o la creencia pretendiendo poseer ya esa verdad motivadora de la inquietud
humana. En ese instante, se ha perdido la objetividad e incertidumbre para sobrepasar los
límites de la razón para cubrir sus afirmaciones con los ropajes de la ideología.
En nosotros está la potestad de proteger ese rico patrimonio que nos legaron
desde Thales de Mileto. Cuando dejemos de filosofar, de cuestionar, de continuar la
búsqueda con nuestra libertad de discernir, no sólo habremos perdido un rasgo propio que
nos define sino que seremos sólo un animal ilustrado, que en lugar de actuar por instintos
naturales no aprendidos, lo haremos por los instintos transmitidos por la cultura.
Tomemos el ejemplo de Epicuro. Fue una persona de salud frágil y muy
fustigada en su época. Aún así encontró en la filosofía cómo organizar, no sólo una
cosmovisión filosófica interpretativa de la realidad, sino sobre todo los pilares de la
convivencia armoniosa de los seres humanos en contacto con la naturaleza.
Privilegió el filosofar como actividad constante que no tuviera límites de edad
ni excusas ni prejuicios para no realizarla. En su jardín convivían jóvenes, viejos y niños, e
inclusive valoró a la mujer a la par de todos éstos. Entendía por el filosofar como la
búsqueda racional y objetiva que nos permitiera superar cualquier trance difícil, siempre
y cuando supiéramos que vivir es una experiencia única e irrepetible, por lo que tendemos
al placer. El filosofar es entonces el medio para acceder a los caminos correctos para una
existencia sana y digna.
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EPICURO 341- 270 a.C.
“Ni el joven el filosofar dilate
ni el viejo de filosofar se canse.”
Extraído de su “Carta a Meneceo”.
.
La filosofía, o mejor dicho, el filosofar es una poderosa medicina para no
desvalorizarnos y encontrar el lugar que nos corresponde como individuos y como especie.
Encontramos entre nosotros a quienes, en sus discursos, expresaran estar de
acuerdo. Pero, en sus actos, sus preocupaciones ideológicas priman, no dudarán como lo
hicieron los contemporáneos del citado Epicuro, de desmerecer y frenar el esfuerzo
emprendido.
La acción del filósofo nace del contexto social, político, cultural, religioso, etc.,
en el que el ser humano transcurre su existencia. Por ejemplo, muchas de las motivaciones
de las reflexiones de Platón, Tomás de Aquino, John Locke, Bertrand Russell, etc., se
debieron a las circunstancias históricas que vivieron. Mas, el filósofo supera todas esas
barreras procurando primero, una universalidad en sus enfoques y segundo, una vez
pasada la euforia y choque con las ideas de su época, de las propuestas del filósofo
sobrevivirán aquellos aspectos no personales para incorporarse a las culturas de una
civilización.
Por ejemplo, Federico Nietzsche quien vivió una época que catalogó de
miseria moral por lo hipócrita de las actitudes humanas, propuso, ante este panorama
desalentador, un resurgir interno que permitiera proyectarnos hacia metas nuevas de
superación.
Descontextualizarlo de su época a casi un siglo de su vida, el mensaje de
continuar un camino que nos lleve a ser mejores, sigue presente si no queremos ser
exterminados como otras especies incapaces de adaptarse a las exigencias del medio. Como
seres humanos tenemos la ventaja de realizar modificaciones en nuestro hábitat, mientras
que otras están sujetas a los ancestrales patrones de conducta transmitidos genéticamente.
FEDERICO NIETZSCHE 1844-1900
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Toda su obra es una crítica
a los valores de la cultura
imperante en procura de que
el hombre pueda hacerse
valer por sí mismo.
En nuestra cultura occidental, el filosofar tiene el cometido de conducirnos
por el mejor camino para tan ardua tarea, iremos muchas veces hacia delante, otras veces
hacia atrás, dudaremos también, y pensamos que regresamos al punto de partida, o
sentiremos que ya no hay camino, pero siempre el filosofar con sus cuestionamientos
inquietantes y sus respuestas precarias nos dará la pauta de qué debemos entender
impulsados por la confianza que nos anima.
Ninguna actividad carece de obstáculos. El filosofar nos exige separar las
piedras del camino, ya sean puestas por otros, ya sean puestas por nosotros mismos cuando
luchamos contra la inercia propia de querer dejar las cosas como están para vivir
despreocupadamente.
Con el conocimiento el hombre progresó mucho, pero también aprendió a generar
privilegios que ha intentado defender con las armaduras ideológicas. El filosofar, iniciado
por la propia curiosidad humana, se ha visto desbordado en cuanto a que muchas de sus
respuestas han perdido vigencia por el avance científico.
Sin embargo, la ciencia carece de las armas necesarias para combatir este uso
premeditado del saber, y que es la ideología. El filosofar puede exhibir esa independencia
imprescindible para darnos el panorama que consideramos adecuado y realizarnos como
personas seguras de nuestros proyectos.
Filosofemos pues, y seremos protagonistas. No tengamos miedo a
equivocarnos con nuestros intentos. Nuestra identidad es el proyecto que debemos procurar
y legar.
Parafraseando a Aristóteles diremos que la filosofía en nuestra cultura
occidental solamente no le es necesaria a quien sea superior o inferior al ser humano, es
decir, al ser divino y a la bestia. Ninguno de ellos convive en una sociedad que nos exige el
compromiso de ser cada vez mejores como personas.
También ha habido excesos en las propuestas filosóficas o en las actitudes
personales o de escuela de los filósofos. Por ello, por ejemplo, Karl Marx justificaba su
crítica al decir que ha sido siempre una elaboración racional de quienes pertenecen a los
círculos restringidos de poder, ya sean aristócratas, sacerdotales o burgueses. Y bastante de
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cierto hay en sus dichos si pensamos en el desdén con que se manifiesta el noble Heráclito,
el injusto modelo elaborado por Platón, el rechazo clerical del medioevo a todo lo nuevo en
la Edad Media ante el avance árabe, lo radical de las propuestas de Hume, Kierkegaard y
Hegel frente la conservadora y reaccionaria postura política que tuvieron, y así otros
tantos.
Pero aún así aprendimos de ellos, si no fueron de sus errores y excesos, fueron
sus doctrinas que aportaron lo suyo junto a filósofos que se jugaron un estilo de vida con
sus ideas, a saber, el ejemplo de convivencia armoniosa experimentada en el Jardín
epicúreo, la intensidad interior de las reflexiones de Marco Aurelio siendo emperador, a
Einstein y Sartre comprometidos con su tiempo y circunstancias. Nuestro presente nos
obliga a proseguir.
LA FILOSOFÍA COMO CONOCIMIENTO.
CARACTERÍSTICAS
El término filosofía tiene diferentes usos, entre ellos, el primero es el sentido
en nuestras conversaciones y otro ya de índole técnico. De la misma manera ocurre con el
lenguaje científico y el común nuestro de cada día. En nuestras expresiones cotidianas o
en boca de personas, que aún teniendo una formación profesional, igualmente no son
precisas en el significado exacto, así la palabra filosofía es vagamente identificada con
doctrina, fundamento, pensamiento, perspectiva, etc.
Por ejemplo oímos decir a un político que "la filosofía económica del
gobierno...", o "la filosofía del proyecto de ley..." etc., queriendo referirse al sustento
teórico o fundamento doctrinario que da base a su propuesta. También oímos decir a un
director técnico de fútbol que "mi filosofía es...", queriendo referirse a sus enfoques o
estrategias tácticas y rendimientos físicos de los deportistas. A su vez hablamos con dichos
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tales como "la calle ha sido mi escuela en la filosofía de la vida" estableciendo que el vivir
nos ha enseñado la manera personal de encarar las situaciones.
A pesar de la imprecisión terminológica ya señalada, todos estos ejemplos
tienen en común el nexo entre filosofía y vida en nuestra cultura occidental, y sin la cual
hoy no sabríamos cómo encarar la experiencia vital de cada uno.
PITÁGORAS 570- 490 a.C.
Su paradoja fue integrar la lista
de sabios -sofos- de la antigüedad,
pero él se definió como filos-sofos,
-aquel en busca de la sabiduría.
Para iniciar el estudio exacto y técnico del término filosofía, primeramente
plantearemos el origen de la palabra misma. Etimológicamente, la palabra filosofía
proviene del griego - filos amor; sofía sabiduría - mostrándonos ya la intención desde sus
precursores, de que fuera un intento por llegar al conocimiento partiendo de la capacidad
racional como el instrumento idóneo para tal fin.
Y quienes estaban en la antigüedad en mejor posición para intentarlo fueron
los que dieron a su vez el fundamento al incipiente conocimiento científico. Cuentan que el
primero en llamarse a sí mismo filósofo fue Pitágoras, también muy reconocido por sus
teoremas matemáticos.
Por aquel entonces, el conocimiento humano tenía a ciertos referentes en las
figuras de quienes eran llamados sabios – sofos en griego. Cuando Pitágoras adquirió
notoriedad por su saber, lo llamaron también sofos. Ante esto, y demostrando una actitud
diferente, no quiso ser llamado sabio, sino alguien quien durante toda su vida se dedicaría
a perfeccionar sus conocimientos, es decir, un filos sofos, alguien en constante búsqueda.
.
Privilegiando al filósofo, Platón se pronuncia señalando que sólo los sabios
que ya poseen todas las respuestas que requieren; los dioses en su realidad diferente a la
humana; y los ignorantes que no quieren o no aspiran superar su condición, todos ellos
prescinden ser filósofos. En cambio, el humano mortal cuya ignorancia pretende dejar
atrás tiene el único camino posible en la actividad filosófica, siempre y cuando la
naturaleza le haya dotado de los medios racionales para recorrerlo con dificultades pero
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con cierta expectativa de éxito.
En este sentido, ser filósofo es propio de cada integrante de la humanidad,
independiente de su oficio, sino que lo hace en la medida de que tiene intereses,
inquietudes, interrogantes. Así, un filosofar sin apoyo de la ciencia es vacío, inoperante; y
un científico sin filosofar es solamente un buen técnico incapaz de profundizar en el
sentido de su tarea.
La Grecia de la antigüedad.
Nótese que no se reduce a lo que
hoy llamamos así, sino que además
abarca regiones colonizadas por ellos.
A pesar de las diferencias señaladas, cada uno de estos tres ámbitos es el
resultado del genio humano. Ellos son el resultado de una tarea en la que el sujeto
humano pretende aprehender la realidad a través del saber, ya sea para entenderla, para
transformarla o para hallar el lugar preciso que le cabe en ella.
Tanto el ámbito científico como el filosófico tienen en común, y
distanciándose del teológico, la intención de progresar y evolucionar según los nuevos
conocimientos que se adquieren, y que son como el trampolín para los que en el futuro se
fundamentarán en ellos
Por ejemplo, la concepción científica de Isaac Newton -Siglo XVII- fue
durante 300 años la base teórica para entender las leyes descriptivas de la armonía de los
cuerpos celestes. Pero como tal base teórica, era una aproximación que luego debía ser
perfeccionada.
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ISAAC NEWTON 1647-1727
Responsable de una ciencia interpretativa
.
Y ello sucedió en nuestro siglo XX con Albert Einstein. Este, guiado por las
ideas de su ilustre predecesor, mostró que Newton solamente describió parcialmente esta
armonía, y por tanto, con su teoría de la relatividad, Einsten amplió y perfeccionó esta base
teórica.
¿Nos atreveremos a decir que con Einstein concluyó este proceso de
perfeccionamiento? Para el físico teórico Stephen Hawkins de nuestros días, estimo que su
respuesta es no.
El ámbito filosófico también posee la intención de ofrecer una cosmovisión
cada vez más perfectible como la ciencia. Una de las diferencias surge en cuanto al mismo
nacimiento de la filosofía, pues, su propio intento en pos de la cosmovisión da lugar a este
ámbito, en cambio, en la ciencia no se tuvo claro desde el comienzo el pretender la
cosmovisión sino que más bien comenzó por responder y resolver.
Luego de la sistematización en un único cuerpo coherente a partir del
Renacimiento, podemos hallar recién a la cosmovisión como una cualidad asumida para la
ciencia.
Otra diferencia entre estos dos ámbitos consiste en que en la ciencia no
importa demasiado saber el nombre del investigador sino el saber integrado al sistema
único y coherente. ¿Cuántas cosas se saben y se aprenden ignorándose las personas que
participaron en las investigaciones? ¿ Alguno de nosotros sabe quién dio las bases para la
computación, y si lo sabemos, qué nos agrega más allá del dato anecdótico? Nos importa
más poseer esa herramienta y darle el mejor uso.
En cambio en filosofía hay una estrecha relación entre la cosmovisión y su
autor. Es decir, en estos veintiséis siglos de historia de la filosofía, hay tantas filosofías
como la cantidad de filósofos.
Ahora bien ¿es positiva tanta multiplicidad de ideas en filosofía comparándola
con la unidad de criterios exhibida por la ciencia?
Esta unidad de criterios en la ciencia es producto de la sistematización donde
cada disciplina aborda metodológicamente una parte de la realidad, y la suma de estas
especialidades disciplinarias es posible por referirse todas a la misma naturaleza y utilizar
conceptualmente los mismos procedimientos tras el objetivo de obtener un conocimiento
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verificable.
Por su parte, la multiplicidad de los sistemas filosóficos no debe tomarse como
un aspecto negativo sino como la metodología propia de este ámbito.
La intención de perfeccionamiento de las cosmovisiones filosóficas, iniciada
con la primera de Aristóteles -Siglo IV a. C.- hasta hoy, se ve reflejada en que los filósofos
que se suceden en el devenir histórico, nos muestran claramente que los sistemas son cada
vez más complejos y completos a requerimiento de la misma complejidad que la realidad
nos manifiesta o de la que somos capaces de incorporarle.
Básicamente la filosofía se ha destacado como un género literario muy
próximo al lírico, es decir, la expresión de la vida interior de los autores en cuanto a sus
convicciones relativas a la naturaleza, a la interrelación del hombre con ella, y de los
fundamentos de la integración social. En cambio, la ciencia se despersonaliza con el
propósito de brindar afirmaciones válidas para todos, no sólo para uno como en el caso del
lirismo - aunque su pretensión universal lo motive.
Ha habido a su vez casos notorios en la historia de la filosofía, en los cuales el
pensador ha intentado quebrar esta relación obra –pensamiento - autor.
A modo de ejemplo tenemos a Platón en la antigüedad, Espinosa en el
modernismo, y Hegel en el siglo XIX. Cada uno de ellos aspiró a describir no sólo su
perspectiva personal e interior proyectándola a la comprensión del tema abordado, sino
que quisieron hablar del desarrollo de una realidad común a todos los hombres con un
lenguaje despersonalizado y riguroso como el científico. Por lo que sus géneros literarios
no son tan líricos sino más bien épicos en cuanto no expresan las experiencias íntimas del
hombre, para centrarse en el universo mismo que les da sentido.
El género épico es el relato en tercera persona, es decir, el autor no se
involucra: el lírico es la exteriorización de los sentimientos de quien escribe. Por ejemplo,
las novelas son mayoritariamente épicas, cuentas las historias de los personajes. El género
lírico se representa por la poesía.
En otros ámbitos, la descripción científica se aproxima a lo épico por la
objetividad de su prosa, en cambio, en la mayoría de los filósofos, la lírica es su género por
la estrecha relación obra – autor.
Pero no debemos pensar que la filosofía y la ciencia sean ámbitos
irreconciliables e incompatibles. Ya en la antigüedad, los primeros filósofos fueron, como
ya señalamos, sabios científicos que primero experimentaron con situaciones naturales y
luego utilizaron este conocimiento para buscar el fundamento especulativo para todo
intento de interpretación racional. En la época moderna, con el resurgimiento de la
ciencia, nos encontramos, por ejemplo con Renato Descartes -Siglo XVII- que realizó
básicamente la misma tarea.
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En nuestro presente, somos testigos de una pretendida desvalorización de la
filosofía con el argumento falaz de que ésta se reduce a ser un saber carente de todo
contacto con la realidad y sólo es libresco. Y esto es erróneo porque la filosofía es la base
del progreso interior humano en nuestra cultura occidental.
Sin filosofía únicamente hay avance tecnológico, es decir, poseemos un gran
incremento de maquinarias y medios, pero, ¿ cuál puede ser su fin sin las ideas filosóficas
que le aporten el necesario sentido a ese progreso?
Una de las críticas más reiteradas a la filosofía es su carácter solitario de la
tarea, a diferencia de la ciencia que por ejemplo se construye basándose en el trabajo
compartido e interdisciplinario. Que la historia del pensamiento muestre un excesivo
desempeño solitario del quehacer filosófico, no impide que se lleve a cabo en algún
momento en forma compartida.
A modo de ejemplo tenemos a Russell y Whitehead que compartieron la
autoría del "Principia Mathematica" publicado a comienzos de nuestro siglo XX, siendo
obra clave de la filosofía y para el fundamento contemporáneo de la lógica actual.
Esta convergencia no fue obstaculizada ni por las diferentes orientaciones de
cada uno de ellos; Whitehead fue un matemático con búsquedas metafísicas y Russell un
moralista y lógico neopositivista.
¿Cuántas disciplinas o ámbitos del conocimiento pueden exhibir tal ejemplo
de complementación?
Tampoco debemos confundirnos creyendo en la inutilidad filosófica con el
argumento de que no es verificable. Y no es verificable porque ése nunca ha sido su
propósito. El valor de la filosofía lo encontramos en función de que las especulaciones de
sus cosmovisiones sean el punto de partida para diferentes intereses humanos.
Por ejemplo, la preocupación central del sistema de Augusto Comte -Siglo XIXpasaba por la situación sociopolítica de su época, llevándolo a postular la necesidad de una
nueva disciplina que llamó sociología y a la cual creó desde sus cimientos. Hoy tenemos
que esta semilla germinó en una disciplina que rápidamente se integró al ámbito
científico.
ALFRED WHITEHEAD 1861 –1947
Matemático y lógico.
Diversificó finalmente sus
intereses hacia una filosofía
capaz de darle una comprensión
global de la realidad.
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Otro ejemplo es la preocupación actual por el deterioro y devastación de los
recursos naturales como consecuencia de la acción humana que privilegia erróneamente
lo económico sobre el patrimonio de hábitat que se les lega a las generaciones futuras. Los
primeros enfoques temáticos se centraron desde la axiología, es decir, los valores que
impulsan a la acción humana, luego ello condujo a la creación de la ecología.
La pretendida desvalorización de la filosofía nace del uso intencional de ella, al
considerarla como fuente ideológica dando fundamento a estructuras políticas.
ARISTÓCLES, más conocido como Platón.
427- 347 a.C.
Pionero en Grecia en el uso de la filosofía
con fines ideológicos.
Platón, filósofo griego del siglo IV a. C. en su pensamiento se refirió a una
gran diversidad temática. Planteó teorías sobre la conducta virtuosa, del conocimiento, etc.,
cuya finalidad era cimentar la cúspide social dando base a una estructuración política,
donde algunos pocos serían privilegiados y otros muchos que no.
Obviamente, él integraba el primer grupo que por su cuna aristocrática y por
su sabiduría sería de los que tomarían las decisiones, las cuales deberían no ser discutidas.
Y el porqué de su pretendida pirámide jerárquica no era arbitrario sino "por naturaleza"
como afirmaba.
Esta preocupación quizá ya estaba implícita en las intenciones de su maestro
Sócrates. La filosofía no se inició en la Atenas natal de estos dos últimos, sino en los
confines del mediterráneo colonizado por los griegos. La mentalidad ateniense era por
entonces determinista tanto en los procesos naturales regidos por el destino - moira - como
también en las estructuras y privilegios sociales recibidos hereditariamente por vía
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sanguínea al pertenecer a los eupátridas o aristócratas gobernantes.
Contra este esquema mental se rebelaron los sofistas que propusieron que todo
lo perteneciente a las cuestiones sociales y humanas no eran fijas sino relativas a las
circunstancias. Por ejemplo, una norma legal era válida mientras sirva al propósito o
situación; cuando ya no era así, se le derogaba o sustituía por otra.
Por tanto, la imagen que Platón nos da de Sócrates parece indicarnos que su
intención fue la de restaurar por la reflexión filosófica aquel determinismo y fijismo
primitivo de la cultura ateniense. O dicho con otras palabras, Sócrates podría haber sido el
precursor del uso ideológico de la filosofía, y que luego su discípulo Platón concreta en su
análisis.
Con el advenimiento del cristianismo ya institucionalizado en la Iglesia o
religión oficial - a partir del Edicto de Milán firmado por el emperador Constantino en el
siglo IV d. C. -, por más de un milenio, los teólogos se apoderaron de toda expresión de
cultura, y especialmente de la filosofía y de la ciencia para que éstas no fueran fuentes de
controversia para su débil cosmovisión ideológica.
Y no bastó con apoderarse de la civilización sino que a su vez crearon la
infernal maquinaria de la inquisición en cuyos tribunales terminaban quienes directa o
indirectamente tuvieran la osadía de mostrar sus discrepancias. Así fue el caso del filósofo
Giordano Bruno que en el año 1600 fue quemado vivo en la hoguera, y pocos años
después, apenas se salvó el ya citado científico Galileo Galilei.
Estos dos ejemplos contemporáneos entre sí, nos sirven para mostrar cómo en
el caso del filósofo encontramos la estrecha relación entre el pensamiento y su autor que
apuesta su vida por la libertad de hacer crecer interiormente al hombre, aún con sus
aciertos y equivocaciones.
En cambio, el científico no necesita jugarse la vida porque sus verdades tarde
o temprano llegaran a la luz. Eso no impide que el científico como pensador se juegue en
pos de la misma libertad que permita la divulgación del conocimiento objetivo y no
ideológico que pretende imponer una visión acorde, no totalmente a la realidad pero
coincidente a ciertos intereses y ambiciones humanas.
El filósofo es el gran transgresor contra los valores y cosmovisiones de su
época, siempre manifiesta la insatisfacción expresada en su historia. Aporta nuevas metas
para avanzar aunque se desande el camino. El filósofo contagia al científico y le da la
libertad a cada uno para continuar aunque parezca ya todo dicho.
Relacionado a esto último, podemos referirnos a Tomás de Aquino
-Siglo XIII- quien, consciente de la impotencia ideológica de sus pares para contrarrestar
la filosofía y la ciencia de raíz peripatética que los "herejes" moros divulgaban desde la
conquistada España, optó por "cristianizar" a Aristóteles que había vivido cuatro siglos
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antes de Cristo.
TOMÁS DE AQUINO 1225- 1274
Se propuso hacerle “decir” a
Aristóteles lo que convenía a
la jerarquía religiosa.
Esta "cristianización" consistió en convertir aquel saber filosófico con base
científica en un saber libresco, inocuo, inofensivo, compatible con los dogmas de entonces
y totalmente despojado de toda relación con la realidad, y con claro sello teocéntrico.
Para ilustrar lo dicho, digamos, por ejemplo, que Aristóteles nunca pretendió
demostrar la existencia de un ser superior o divino, sino mostrar cómo la estructura lógica
de nuestro pensamiento, al analizar el tema, nos lleva a elaborar caminos para concluir en
su eventual existencia.
En cambio, Tomás de Aquino, desestima esta sutil distinción de quien dice
considerar su maestro, y partiendo ya de su dogmatismo que subordina la razón a la fe,
toma los caminos elaborados por Aristóteles como pruebas fehacientes de la existencia de
Dios.
Aristóteles fue, ante todo, un filósofo antropocéntrico, es decir, señaló al hombre
como punto básico de sus especulaciones y analizó a éste en cómo se relaciona con la
naturaleza y sus semejantes, las fundamentaciones de sus acciones, cómo conoce, etc.
Por su parte, Tomás de Aquino fue teocéntrico, esto es, que todo lo que sucede
en la realidad, incluido lo humano, tiene como sentido llegar y alabar al Creador, y por
tanto, todo conocimiento racional debe estar subordinado a este dogmatismo que como tal
no debe ni se puede poner en duda.
Como filósofo y científico, Aristóteles debía saber que su sistema era sólo un
mojón en el camino evolutivo, algo a perfeccionar porque todo ser humano está dotado de
pensamiento como herramienta para su saber. Todo esto hace perdurable a su filosofía,
más allá de sus errores y de las discrepancias con su cosmovisión.
En cambio, Tomás de Aquino no era tanto un filósofo sino más bien un
teólogo que se sirvió deliberadamente del prestigio de la filosofía para fundamentar una
ideología de cuño teocéntrico.
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En síntesis, para elaborar una ideología es necesario recurrir a los sistemas
filosóficos en tanto cosmovisiones. Pero tales ideologías están impregnadas de tintes
especialmente políticos y económicos a los que así se les pretende defender.
Por ejemplo, hoy oímos con frecuencia hablar de neoliberalismo como
concepción del rol del Estado en la sociedad, dando la prioridad a la actividad privada
sobre la pública, el concepto de competencia y reglas de mercado en lo económico, etc.
Y toda esta ideología se funda en las transformaciones que la filosofía empirista y
liberal fomentó con el desarrollo del capitalismo en las naciones sajonas y protestantes en
lo religioso.
Otro caso es el pensamiento de Carlos Marx -siglo XIX. Podemos reconocer
en él a una cosmovisión integrando aspectos sociales, políticos, económicos, filosóficos,
antropológicos, etc. Pero su objetivo no fue tanto la superación del conocimiento humano,
sino elaborar una ideología dirigida a una clase social -el proletariado - para que pudiera
contestar en un pie de igualdad a la ideología dominante difundida por quienes eran los
propietarios de los medios de producción que movían a la economía.
El marxismo es completamente antagónico a cualquier otra ideología, de la
misma manera que la fue la impulsada por la burguesía cuando impuso la suya al mundo
feudal. Esta ideología del y para el proletariado ha sido directamente combatida porque no
se limitó a ser un análisis literario sino que propendió a la acción para lograr sus
propósitos. Como dice el mismo Marx "dejemos de contemplar al universo y comencemos
su transformación".
Lo mismo hizo la burguesía que, por ejemplo, a través de su acción directa en
La Revolución Francesa desalojó a los aristócratas del poder político sustituyéndolos por sí
mismos porque ya poseían el poder económico.
KARL MARX 1818- 1883
“Los filósofos no han hecho otra cosa
que contemplar el mundo, ahora hay
que transformarlo.”
Extraído de “Tesis sobre Feuerbach”.
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En ese sentido, Max Weber –fallecido en 1920- explica la incidencia de la
moral cristiana y protestante como elemento condicionador en la formación de la ideología
de la burguesía capitalista, en detrimento de la moral cristiana y católica de las naciones
aferradas al modelo feudal. Así distinguimos para el primer grupo a Inglaterra, Alemania,
Suiza, etc., y para el segundo, a España, Portugal, etc.
Por lo que el concepto de ideología como una cosmovisión sistemática no
tiende al conocimiento necesariamente -aunque se sirva de él - sino para dar el soporte
teórico de una estructura socio –político – económico – cultural con fines clasistas. Esto es,
elaborar una estructura de pensamiento en defensa de los objetivos de una determinada
clase social, a saber, en la antigüedad de los eupátridas, en el medioevo del señor feudal,
en la edad moderna de la burguesía, en la época contemporánea del proletariado.
Y finalmente, una interpretación posible del desarrollo de la historia humana
pueda ser que ella sea los vaivenes de cómo una ideología se le intenta suplantar por otra
en función de la presión ejercida por la clase social dominante en cada circunstancia.
Quizá un motivo para el intento de desprestigiar a la filosofía no sea porque
aporte nuevas visiones de la realidad sino porque puede ser usada para elaborar otra
ideología discrepante a la dominante.
A tales efectos, por ejemplo, el propio Carlos Marx declaró que todo su trabajo
consistió, no sólo en señalar los vicios del sistema capitalista, sino mostrar que hasta
entonces únicamente hemos vivido en la prehistoria del eventual avance humano porque
todo ha estado sustentado en la explotación del hombre por sus congéneres,
considerándolo como herramienta de producción y no como un ser semejante. Cuando
cese esa manera de ver y tratar al otro, Marx considera que se organizará una sociedad
más justa, equitativa y tolerante, lo que permitirá el ingreso a la historia que de momento
se presenta como una utopía y una ucronía. Una utopía porque en ninguna civilización se
ha realizado, y una ucronía porque no hay todavía las condiciones descriptas para que en
el tiempo pueda efectivizarse esta realización.
Por lo que podemos definir su propósito con una sola palabra: Es un
proyecto, es decir, es una meta que nos permitiría superar nuestro presente y dirigirnos a
un posible futuro.
En definitiva, no son achacables a la filosofía los vicios ideológicos, que
basándose en la primera, hacen que la segunda no posea la total objetividad, veracidad y
precisión que se pretende exhibir rigurosamente.
Regresando al citado Marx, tomemos más literalmente a esa famosa frase
suya relativa a que hasta entonces "los filósofos se han preocupado en contemplar al
mundo, ahora es momento de transformarlo".
Una primera interpretación nos indicaría que toda la filosofía no es otra cosa
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que un vehículo de distracción para impedir la acción necesaria que modifique lo que es
injusto en la estructura social. Así, también podemos ver en ella una crítica a cierto tipo de
filosofía que tiende a lo señalado.
No obstante, si se pretende modificar algo, ¿ no es necesario primero hacer el
diagnóstico de lo que se quiere cambiar? ¿No es necesario a su vez saber cómo llevar a
cabo esa transformación? ¿No es preciso tener claro los fines a los que se aspira? En este
sentido, para obtener esos objetivos, la filosofía es el medio idóneo.
La gran dificultad es proponerse la mayor objetividad, es decir, que al
filosofar no haya interferencias provenientes de nuestros sentimientos, conveniencias
personales e intereses grupales. La objetividad en filosofía es darse la oportunidad de
acceder a todas las opciones que se nos abren en un abanico de posibilidades, para elegir,
no la que satisfaga únicamente, sino la que esté de acuerdo a la lógica de nuestro análisis
reflexivo.
En suma, quienes desvalorizan a la filosofía no son los filósofos ni los
científicos que la elaboran para especular teóricamente sobre los fundamentos últimos de
la realidad que se pretende conocer, sino los mercenarios ideológicos que defienden las
estructuras de poder económico, religioso y cultural. Son quienes pueden sentirse
amenazados por el avance incontenible del conocimiento que se propone darle
interiormente un sentido legítimo a la existencia humana.
Quienes tienen esta actitud de desvalorización de la filosofía son los que
carecen de argumentos para confrontar cosmovisiones en el mismo nivel de cultura de la
filosofía, o quienes le temen por intereses propios que no son muy bien habidos. Son
personas mezquinas que por una remuneración son capaces de vender su analítica para
repetir con otro lenguaje más pulido lo que sus dueños convenientemente conciben en
forma rústica.
Por supuesto que estos mercenarios pueden ser de diferente índole: Desde
hipotéticos filósofos a hipotéticos científicos y teólogos. Hoy por hoy nos encontramos que
estos tres ámbitos del conocimiento humano coexisten entre sí, y cada uno estima
honestamente que puede brindar su punto de vista de la realidad y del hombre, y por tanto,
podrían complementarse e interaccionarse.
La dificultad a tan interesante postura, radica en que uno de ellos pretenda
imponer sus criterios al resto, no con intenciones de superación del saber sino guiado por
otros intereses espurios.
Una teología auténtica, aunque dogmática, brinda respuestas a las inquietudes
humanas. La manipulación de los teólogos como seres humanos relacionados a intereses
ajenos a su investidura, desvía la intención original.
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La ciencia, aunque limite su visión a lo verificable, brinda un modelo de
interpretación de la realidad. La necesidad de que todo conocimiento científico derive en
una aplicación tecnológica que luego se pueda vender es otra manera de manipular a este
ámbito.
Y la filosofía, aunque sea una cosmovisión que se valora no tanto por sus
respuestas sino por sus cuestionamientos que a su vez conducen a disciplinas científicas, es
un intento auténtico en pos de una visión global y totalizadora de la naturaleza. La
manipulación de la filosofía con fines ideológicos es una manera usual de desviarla de su
propósito inicial.
Cuando una manera de concebir la realidad se solidifica como base
indispensable de una estructuración social, renace la intolerancia ante aquél que formula
preguntas, y por ello al filósofo que posee como única arma y habilidad la de saber
cuestionar para obtener una satisfacción compartida, se le llama subversivo y se le trata de
marginar.
Recordemos a Sócrates demoliendo con sus interrogantes a las costumbres
infundadas, buscando una base racional sobre los valores que utilizamos como criterios de
nuestros actos en la convivencia social, a saber, la virtud, la justicia, etc.
| Pero no olvidemos que la filosofía no se restringe a ser un planteo teórico, sino que
también aborda lo práctico y vital de las situaciones humanas. Muchos filósofos aspiran a
brindar las normas o pautas de conductas necesarias para la humanidad. Que se esté de
acuerdo o no con sus afirmaciones es un tema ya interesante para incentivar la tarea
filosófica, pero se debe tener en cuenta el esfuerzo del pensador arriesgando una opinión
por más precaria que finalmente pueda ser en función de las transformaciones propias de
cada época. Individualmente, cada uno de nosotros es un enano tratando de ver más lejos.
SÓCRATES 470- 399 a.C.
Tomó como suya la máxima “Conócete a ti mismo”.
Sin embargo, si nos encaramados sobre los hombros de todos los que
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sucesivamente fueron perfeccionando la visión a través de la filosofía, destacaremos sus
errores para no reiterarlos, y aprovecharemos sus aciertos para aportar nuestro granito de
arena.
No importa el ámbito del conocimiento que sea el centro de nuestra acción,
sino que el poseer amplitud de criterio y sensibilidad nos abre las puertas para brindar lo
mejor de sí.
En definitiva, si lo vemos desde una óptica dialéctica, la filosofía resulta ser la
síntesis de la oposición inicial de los dos primeros ámbitos del conocimiento humano. El
teológico, que aunque incapaz de dar una descripción exacta, aporta la búsqueda del
sentido de todo lo existente. El científico, aunque descarta esa búsqueda esencial del
teólogo, aporta su análisis exhaustivo y preciso.
Y finalmente, el filosófico que se presenta como la expresión del estado de
ánimo de la cultura occidental, es decir, la búsqueda de una respuesta satisfactoria, pero
que a la vez le dé el porqué de la realidad en la cual está integrado.
Parafraseando al filósofo Hegel - siglo XIX-, la filosofía es la realidad misma
tratando de entenderse a sí misma, y utiliza al pensamiento lógico del hombre como
herramienta para lograr tan preciado propósito.
Por lo que, muy a pesar para sus detractores, la cosmovisión emanada de la
filosofía se hace única e imprescindible, inclusive para éstos que pretenden desmerecerla
porque sin filosofar no podrían argumentar su posición.
Por último, señalemos que los diferentes usos de la palabra filosofía - con el
que iniciamos este capítulo- tienen alcances distintos. Normalmente el uso cotidiano, vago
e impreciso de todos los días pretende mostrar una óptica personal, o en el mejor de los
casos, de un grupo limitado de personas, como lo pueden ser las clases política, gremial,
etc.
En cambio, el uso técnico, aunque sea propuesto por una sola persona que
reflexiona o cuestiona, su intento aspira a tener el alcance universal en el cual cada uno de
nosotros esté involucrado, ya sea para llevarlo a la práctica, ya sea para corregirlo, ya sea
para desestimarlo y saber qué camino no recorrer.
Regresando a los comienzos griegos, la búsqueda emprendida por estos
precursores se orientaba el conocimiento verdadero, de tal manera que lo existe y la verdad
fueran en forma conjunta. Por tanto, la filosofía era entendida como” un quitar el velo” –
aletheia- que cubría lo que se deseaba conocer, y que únicamente la lógica del
pensamiento era capaz de eliminar. O lo que llamamos des-cubrir, des-cribir, des-arrollar.
Descubrir en tanto se presenta ante nuestra comprensión lo que no era claro;
describir en tanto sale a la luz lo que está oculto –cripta significa justamente eso-;
desarrollar en tanto se extiende –como el papiro egipcio- el conocimiento que accede a
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cada aspecto de la realidad. Así en la antigüedad el saber no era una acumulación de
saber, sino la integración del hombre a la realidad en la medida en que se aproximaba a
los dioses con la verdad a la que era capaz de obtener.}
Es decir, el conocimiento verdadero sólo puede referirse a lo existe y estable,
como lo propone Parménides – siglo V a.C.-, o se propone una nueva realidad considerada
auténtica, diferente al mundo sensible de la que se desconfía, como en el caso de Platón
-siglo IV a.C.- con su teoría de mundo de las ideas.
Con el Renacimiento, los científicos retoman el predominio en la filosofía,
desestimando el agobiante camino de la Edad Media, en la que la preocupación teológica
había sido la consecuencia ideológica de los planteos anteriores. Estos filósofos reelaboran
la visión del concepto de verdad entendiéndola como una relación entre lo afirmado y la
realidad. De esta manera se presenta como necesario elaborar criterios para determinar la
verdad, y afinar los métodos que encaminen a la obtención del conocimiento. Esto está
claro en pensadores como Descartes, Galileo, Bacon, etc.
Finalmente, el concepto de verdad –aletheia- es considerada un instrumento
para progresar en la comprensión e interpretación del universo, de tal manera, de ser
necesario, una afirmación admitida como verdadera puede ser sustituida por otra en la
medida de que esta última permita un mayor avance humano.
Es como dice Karl Heisenberg – siglo XX-, la tarea de la filosofía y de la
ciencia ha dejado de ser la realidad en sí misma para investigar en cómo el hombre la
aborda, la construye, la hace posible desde el conocimiento..
LA FILOSOFÍA COMO TAREA
El aspecto más significativo de toda tarea humana es elaborar caminos para
sus intentos de conocer. La filosofía no está al margen de esto porque en sí misma ella es
un camino con esa meta, pues, la tarea filosófica se puede enfocar desde diferentes puntos
de vista.
En estos veintiséis siglos de evolución del pensamiento occidental, debemos
hacer hincapié en un punto básico. Consiste en saber qué es hacer filosofía y qué es
estudiar filosofía.
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Hacer filosofía es sinónimo de filosofar, es decir, una voluntad para
plantearse un tema de interés para analizarlo por medio de la razón. Pero no debe
quedarse en este mero planteo teórico, sino que debe abarcar a su vez lo práctico. Esto
significa que el filosofar nos permita arriesgar una respuesta relativa al tema en cuestión,
aunque se sepa de antemano de la precariedad de nuestra opinión.
Por ejemplo, los grandes pensadores son tales porque fueron capaces de
arriesgarse en una respuesta que pudiera ser, en el acierto o en el error, una guía para los
demás.
Por lo que el filosofar nos ofrece la libertad de decidir por nosotros mismos los
caminos y las normas o pautas de conducta, no sólo para entender la realidad sino
especialmente también cómo actuar en ella en armonía con la naturaleza y nuestros
semejantes. Y he aquí el aspecto práctico donde la filosofía exhibe sus vínculos con la
vida.
La filosofía nos brinda la oportunidad de ser independientes. Pero si la
negamos, estamos expuestos a ser rehenes de quienes decidan por nosotros, ya sean
nuestros padres, los políticos, los empresarios y los pastores que, con sus hábiles discursos
atraen multitudes por ofrecer esas normas o pautas de conducta que no supimos o no
quisimos hallar con el filosofar, pero que la vida nos exige poseer para no estar totalmente
desorientados.
Por su parte, estudiar la historia de la filosofía posee el cometido, no sólo de
aprender ciertos contenidos o problemas específicos y aislados, sino de saber cómo en el
pasado remoto y en otro más cercano, fueron analizados ciertos temas y cuáles fueron las
posturas que se fundamentaron en cada época.
La utilidad de esta investigación es evitar - como dice el dicho popular- que
"tropecemos dos veces con la misma piedra" y podamos continuar el camino de progreso.
Con este aprendizaje hemos adquirido las destrezas para impedir que nuevamente intenten
"vendernos espejitos de colores" como lo hicieron los conquistadores europeos en la
América indígena.
Por lo que nuestra única actitud vital es filosofar, esto es, recorrer el camino
en pos de lo que se anhela, pero con la lección histórica bien aprendida para evitar
extraviarse o ser extraviado intencionalmente por otros.
Como ámbito de conocimiento, la filosofía debe poseer una metodología de
trabajo. En ese sentido, una primera consiste en concentrar la atención en la investigación
de planteos específicos o en disciplinas que desarrollan dichos planteos. A ésta le
llamaremos filosofía por problemas.
Generalmente se utiliza la palabra problema para referirse al asunto
estudiado, por lo que el término "problema" no significa aquí una dificultad como se le
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expresa en el lenguaje cotidiano, sino al tema que ha suscitado la inquietud intelectual
pretendiendo encontrar una eventual respuesta, o en otros casos, la mejor manera de
clarificar la pregunta inicial. En el lenguaje común, el término problema hace referencia a
una barrera que se nos ha plantado delante y debemos buscar cómo sortearla. Así por
ejemplo, es un problema aquellas situaciones no previstas que nos hacen salir de un
presupuesto económico mensual –gastos por una rotura en la sanitaria o en la instalación
eléctrica, gastos de órdenes médicas y medicamentos, etc. O sea, son situaciones externas
que nos exigen nuestra atención.
En cambio, un problema en filosofía –y también en ciencia- es el resultado de
la sensibilidad, el interés, la curiosidad y la inquietud que ha despertado en el investigador
ciertos fenómenos o circunstancias llevándolo a realizar su tarea cognoscitiva. Es decir, es
el propio investigador quien genera la situación sobre la cual querrá saber. Así por
ejemplo, una persona puede pasar toda su vida sin interesarle saber cómo y porqué se
producen la sucesión de los días y de las estaciones del año. Sin embargo, ha habido
quienes detectaron estos fenómenos e intentaron explicarlos. Primero se habló de la tierra
como centro del universo y el giro de las estrellas y demás cuerpos celestes era la base de su
explicación. Después de varios milenios, nuevamente se planteó el problema procurando
otra explicación porque la anterior ya no resultaba convincente. De esta manera, se volvió
a investigar y se llegó a saber sobre el giro de la tierra sobre su eje y de la traslación de ésta
en torno al Sol.
En filosofía específicamente, el progreso en el tratamiento de un problema se
da de acuerdo a que el mismo se sigue realizando desde diferentes enfoques, permitiendo el
enriquecimiento cultural de la humanidad. Así por ejemplo, desde los tiempos de Sócrates
ya se ha planteó el problema de cómo fundamentar la conducta moral del ser humano.
Desde entonces se han sucedido diferentes posturas tomando distintos criterios y
situaciones en la que el hombre se ve enfrentado. Luego, cada uno de nosotros, con esa
información, podremos elaborar la que esté de acuerdo a nuestras aspiraciones,
necesidades, etc. O sea, más que darnos ya una receta prefabricada para cómo actuar, la
filosofía con sus planteos nos presenta los caminos ya recorridos por si queremos tenerlos
en cuenta, o si en su defecto, pretendemos emprender desde ese punto uno nuevo.
En los comienzos remotos de la insatisfacción ante las respuestas dogmáticas
de la religión, el filósofo empezó su tarea por aprender qué era preguntarse y qué podía
preguntarse. Su primer interlocutor fueron los procesos naturales tales como los de nacer y
morir; luego con esta experiencia incorporó también la temática propiamente humana y
social, es decir, descubrió su interior. Quien aplicó por vez primera a la pregunta como
método fue Sócrates con la mayéutica. Él decía que no hacía otra cosa que repetir el oficio
materno de partera al dar a luz las ideas claras que otros ya poseían. Y sobre la base de
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preguntas se ha intentado enfrentar los problemas.
Dicho con otras palabras, en la medida de que todos los seres humanos somos
aptos racionalmente para filosofar, estamos también con misma curiosidad de conocer.
Conocer es entonces, aplicar nuestro pensamiento en procura de respuestas, de soluciones,
o en el peor de los casos, clarificar la pregunta originaria.
Como personas comunes pretendemos enfrentar las situaciones cotidianas
tales como entender el sentido ante la pérdida de un ser querido, saber para qué se trabaja,
etc. Pero, como filósofos, nos despojamos de la óptica personal de las situaciones
nombradas para advertir que es común de muchos de nosotros, y que la respuesta también
puede ser válida para todos.
Pero, cuando ese filosofar espontáneo se asienta en una preparación
específica, nos permite acceder más allá de lo cotidiano sin perderlo de vista. Es el filósofo
profesional quien accede a una sensibilidad para captar una problemática.
Por ejemplo, el hombre común o filósofo espontáneo actúa, reflexiona o
reacciona según los estímulos que recibe o inquietudes que debe satisfacer en su casa, en
su trabajo, en el ómnibus, en la escuela de sus hijos, etc. Sin perder este contexto
imprescindible, el filósofo profesional, por su propia formación, accede o siente una
problemática cuya respuesta aspira que nos involucre a todos. Pensemos, por ejemplo, en
los valores culturales que transmitimos a nuestros hijos, ¿ son los mismos que recibimos?
En el torbellino de la vida diaria detectamos los cambios de una generación a
otra en el tipo de ropa, de música, el vínculo de la pareja, etc. Pero mayoritariamente no
pasamos de esa percepción parcial. Es el filósofo profesional el que detecta el conjunto de
la situación. Y su propósito, más que convencernos de algo, es movernos para que veamos
lo que se nos pasó desapercibido y juzguemos si su análisis ingresa en nuestra perspectiva.
El científico también tiene esta misma sensibilidad para encaminar sus
inquietudes para incorporarlas al ámbito específico.
En cuanto a los temas en sí, esto nos lleva a que los problemas pueden ser
RESUELTOS O DISUELTOS.
Decimos que se ha resuelto cuando el autor es capaz de formular una posición
o doctrina dando contestación según los criterios que ha elaborado o según los que están
presentes en la corriente de pensamiento en la que se encuentra identificado.
Por ejemplo, Renato Descartes -Siglo XVII- especuló con sus criterios
propios -como cuando estableció la forma de distinguir lo verdadero de lo falso - o siguió
los lineamientos generales del racionalismo al que pertenecía manifestando la clásica
desconfianza hacia los datos sensoriales. Y como el tema de la existencia de Dios para
Descartes era para fundamentar estos aspectos de su sistema, su intención se concretó
cuando fue capaz de establecer alguna prueba. Por tanto consideró que resolvió el tema.
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RENATO DESCARTES 1596- 1650
“No debo tomar por verdadero nada
en lo que pueda sospechar la más
mínima falsedad.”
Extraído de “Discurso del método”.
En lo que respecta a la disolución de un problema, esto consiste en mostrar
que el tema es aparente y distrae nuestra atención de aquéllos que sí exigen nuestro
análisis. Por tanto, la doctrina elaborada elimina en forma deliberada a determinados
temas para concentrarse en los que efectivamente son considerados básicos en su
cosmovisión.
Por ejemplo, Epicuro -Siglo IV a. C.- cuando trató de clarificar el
pensamiento humano para que se disfrutase la experiencia única e inédita de vida de cada
hombre, afirmó que esto solamente sería posible si ciertos temas no le perturbasen este
deleite vital. Estos temas eliminados eran: El de la muerte y la existencia de los seres
superiores o divinos.
El tema de la muerte se reduce, según Epicuro, a un hecho natural e
inevitable, al cual no se le debe sobrevalorar. Y el de los seres divinos o dioses, tampoco
debemos darle mayor importancia porque "Ellos", si existen, están al margen de nuestra
limitada realidad y capacidad cognoscitiva, por lo que es erróneo pensar que sean seres
superiores y con poderes al servicio de las necesidades humanas manifestadas en las
plegarias.
Ha de tenerse en cuenta que tanto las disoluciones como las resoluciones
pueden ser precarias, provisorias o definitivas. Empezando por las últimas, son producto
del convencimiento del filósofo en su sistema o propuesta que concluye en un dogmatismo
del tipo religioso que no tolera ningún cuestionamiento.
Por su parte la precariedad hace referencia a un intento de no dejar un vacío
temático obligando a decir algo sabiéndose de antemano de los cambios que pueden operar
en lo sucesivo. Es el caso de Descartes cuando formula la hipótesis del genio maligno para
avanzar en el argumento, pero teniendo presente que la abandonará en la primera
oportunidad que así lo exija. Finalmente, las provisorias son aquellas que también se
saben que no definitivas, pero se mantienen en tanto el progreso constante nos plantee su
sustitución o perfeccionamiento. Por ejemplo, la ciencia es provisoria más que precaria en
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nuestros días. Lo que no supo resolver ayer, lo posterga para cuando posea las
herramientas necesarias.
Otra metodología filosófica es por sistema. En estos casos debemos señalar
que estos pensadores tienen el propósito de elaborar una cosmovisión como ya se explicó.
En cambio, los filósofos que analizan por temas son asistemáticos y son
incapaces de proseguir el fin señalado anteriormente. A su vez, los sistemáticos, según los
temas que aborden, irán teniendo la actitud de resolver o disolver. Por ejemplo, Descartes
en su sistema fue resolviendo los temas. Epicuro, en cambio, también en su sistema,
realizó disoluciones y resoluciones según el caso.
Considero ahora oportuno aclarar que no debemos incurrir en el rápido error
de valorar positivamente a los sistemáticos y negativamente a los asistemáticos. Debemos
saber que tanto una como la otra actitud es válida para realizar filosofía, de la misma
manera que resolver y disolver problemas son metodologías aptas para aplicar.
Por ejemplo, los primeros filósofos, por las dificultades de llevar a cabo una
tarea nueva, como también los contemporáneos de nuestro siglo que centran su atención
en una disciplina específica, aportan lo suyo aunque sea asistemáticamente.
Y los sistemáticos, a pesar de brindarnos una interpretación global, corren el
riesgo de dogmatizarse de tal manera de creerse la expresión de la única y última verdad a
la que se puede llegar.
A modo de ejemplo, pensemos en el desplante desmedido de Hegel –siglo XIXcuando se consideró como el fin de la evolución histórica del pensamiento, no sólo
humano sino del universo.
Finalmente, hemos insistido en que el surgimiento de la filosofía fue una
necesidad para los sabios antiguos para intentar la especulación sobre aspectos que hasta
ese entonces le eran inaccesibles al incipiente conocimiento científico y que el ámbito
teológico no dejaba profundizar por su dogmatismo.
Pero, desde Thales de Mileto hasta hoy, encontramos que la filosofía se ha
incorporado como un valor fundamental de nuestra cultura occidental, pues filosofar es
sinónimo de reflexionar a fondo sobre lo que es una inquietud y establecer si somos
capaces de abordarla.
Por esto, podemos distinguir dos maneras de filosofar: Una primera que
llamaremos espontánea porque la realizamos cada uno de nosotros cotidianamente cuando
pretendemos establecer racionalmente y siguiendo las pautas de nuestra cultura, el sentido
de nuestra existencia y su consecuencia en la convivencia familiar y social.
Pero, decimos que filosofamos cuando la temática que analizamos es de
alcance universal, es decir, aunque sea un enfoque personal y dependiendo de nuestros
eventuales intereses, el tema en cuestión nos atañe a todos.
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Por ejemplo, puede ser crucial para cada uno de nosotros el saber cómo lograr
que una persona del sexo opuesto se interese en nuestra persona, pero esta situación no es
una temática filosófica porque se concreta a una situación específica de la cual la
existencia de la humanidad no depende. En cambio, cuestionarse en la necesidad o no de
vivir en pareja, los fundamentos para una u otra postura, es una temática filosófica porque
supera al individuo y se refiere a la naturaleza humana.
La segunda manera es profesional porque es realizada por quienes tienen esa
profesión, preparación y estudio específico. Por tanto una como la otra forman parte de
nosotros como expresión de cultura humana.
El filosofar espontáneo, para su realización, se requiere salud mental e
interés en el tema, pero en sí mismo al resultado no debemos llamarlo filosofía sino más
bien una actitud vital imprescindible de cada uno de nosotros. En cambio, el filosofar
profesional presupone todo lo dicho con respecto al espontáneo, incorporando un análisis
más exhaustivo y profundo por abarcar el estudio de las diferentes maneras en que se ha
enfrentado el tema sumando la originalidad que se desea aportar a la cultura.
Y aunque sea penoso, debemos admitir que no todos somos iguales, además de
diferencias físicas, conductuales, anímicas, afectivas, educativas, etc., también está la
diferencia de actitud. Hay quienes, a pesar de su formación profesional y universitaria,
actúan con los mismos fetichismos de la prehistoria.
Por supuesto que también hay quienes se sirven de esta situación y manipulan
ideológicamente estas inclinaciones naturales. La clase política utiliza las preferencias
supersticiosas y las incentivan para controlar a los caigan en sus redes.
Por ello, los que tratan de nublar la claridad del pensamiento, encuentran en
la filosofía espontánea una adversaria peligrosa porque puede darles la libertad de criterio
que les permita concluir, ya sea en el acierto o en el error, por sí mismos.
Y con más razón atacan a la filosofía profesional para que no sea fuente de
divergencias ideológicas. Atacando al sistema educativo, habrá menos filósofos de
profesión, y más superficial y anodina la espontánea para que no cuestione con ninguna
alternativa a lo establecido.
Como ya lo hemos señalado, una de las críticas a la filosofía ha sido una
pretendida desvinculación con lo cotidiano y sus situaciones. Quizá esta crítica sea válida
para ciertas concepciones filosóficas, sean espontáneas o profesionales, sistemáticas o
asistemáticas, no atribuible a la totalidad de la filosofía.
Por ello, desde el siglo III a. C., encontramos que la filosofía y los filósofos no
pueden estar al margen de nada que atañe a lo humano, por más insignificante que
aparentase. Citamos esa época tan remota porque desde entonces encontramos actitudes de
evasión o de compromiso con la realidad. La primera intenta dispersar la atención de los
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temas cotidianos para dirigirla a otros que considera de mayor envergadura.
Por ejemplo, la filosofía estoica que floreció desde el 3er. siglo antes de Cristo
y se prolongó hasta el 2do. de nuestra era, señaló que nuestros problemas personales y
grupales eran pequeños si los comparáramos con los de la mantención de la armonía de
toda la naturaleza. Todo lo que sucede no debería preocuparnos individualmente porque el
bien del universo es concebido como mucho más relevante que nuestra exigua existencia.
La segunda, en cambio, intenta responder directamente a estos problemas
cotidianos para que se tenga una vida plena y digna.
ZENÓN DE CITIO 334- 262 a.C.
Fundador del estoicismo griego que se
prolongó luego en la Roma imperial.
La prioridad era que el hombre actuara
según el orden del universo.
Por ejemplo, Epicuro indicó que si distinguimos satisfactoriamente cuáles
deseos son naturales y necesarios para seguirlos, podremos evitarnos males mayores que
perturban nuestra alma.
Sin caer en generalizaciones fáciles y gratuitas, quienes asumen una posición
de evasión son filósofos espiritualistas porque indican la preponderancia de la existencia
del alma inmortal que sobrevivirá a nuestra limitada vida terrenal, y por tanto debemos
focalizarnos hacia ella para disfrutarla sin importar las penurias pasadas y tomarlas
únicamente como pruebas para estar aptos para la inmortalidad.
Por su parte, los filósofos llamados materialistas son rechazados por la
crudeza y realismo de sus planteos que no dan ninguna expectativa de inmortalidad
espiritual, sino que establecen en sus análisis que la vida es única y no un castigo a
soportar.
Por lo que, con las concepciones filosóficas se puede discrepar, no mantenerse
al margen de ellas. Una pregunta nos viene ahora: ¿ Qué sentido tiene la enseñanza de la
filosofía en nuestro mundo actual, con problemáticas nuevas y situaciones tan dispares y
aparentemente al margen de las descriptas por los filósofos? ¿ Qué sentido puede tener
aprender filosofía desde la enseñanza secundaria en nuestro país preocupado por cosas
más urgentes e inmediatas, como lo es la inserción laboral, por ejemplo, que saber lógica u
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otra temática similar?
Partir de la inutilidad de la filosofía para desvalorizarla ante cuestiones
individuales, para justificar el desinterés por la asignatura que exige el trabajo de leer y
reflexionar permanentemente, y conformarse con lo mínimo para una prueba escrita o un
examen, no lo considero una actitud compartible.
Se debe desterrar la actitud errónea de pretender asimilar contenidos en cada
asignatura. Cada una de ellas debe, desde mi punto de vista, ser enfocada como un
conjunto de destrezas que quizá en alguna circunstancia de la existencia, nos ayuden a
encontrar la solución más satisfactoria.
¿Cuántas personas han vivido insertas exclusivamente en su trabajo, teniendo
familia pero sin ver crecer a sus hijos, teniendo conocidos pero sin disfrutar plenamente la
amistad, teniendo planes pero siempre postergándolos por motivos no importantes? ¿
Cuántas han vivido así, anodinamente, y recién cuando se jubilan comienzan a
preguntarse qué ha sido de su vida al realizar una mirada retrospectiva?
No hay edad para reflexionar sobre nuestra vida, o dicho en otras palabras,
filosofar espontáneamente sobre los sucesos protagonizados o dejados al margen. Sin
embargo, si sabemos valorar la oportunidad otorgada por la sociedad para educarnos con
asignaturas como la filosofía en enseñanza secundaria, podemos evitar la experiencia
detallada anteriormente, y en vez de realizarla con nostalgia en la vejez, podamos
aprovechar la plenitud intelectual de nuestra juventud para potenciarnos y ejercitarnos en
la reflexión con el propósito de proyectarnos al futuro, no sólo individual sino también
colectivamente, y darnos el sentido que merece nuestra vida.
Una vez adquirido el aprendizaje del filosofar y lo ejercitamos con frecuencia,
al llegar a la vejez, esa mirada retrospectiva, más que nostálgica, también puede volver a
impulsarnos para realizar lo que quedó incompleto o sin ejecutar, pero ahora desde una
nueva perspectiva.
Pero, en definitiva, ¿cuál es el sentido del filosofar? Hegel nos explica que la
realidad se constituye, madura antes de que asumamos la actitud de querer comprenderla.
Por eso, nos dice que la filosofía llega tarde. Deberíamos decir, que todo conocimiento
llega tarde porque parte ya de la realidad que pretende asimilar con el saber. El significado
entonces, de la filosofía es elaborarla para que sea simultánea a nuestras vivencias.
Desde la antigüedad, el ser humano ha sabido utilizar la ideología como
sustento de diferentes tendencias que no necesariamente se dirigen hacia la justicia y la
verdad sino también para la estructuración de la sociedad y la distribución de los recursos
entre sus integrantes siguiendo criterios a veces equitativos, y a veces de privilegiados. La
filosofía es un arma poderosa para detectar cuál ideología está tras determinadas posturas
humanas.
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Por ejemplo, el espiritualismo tuvo sus raíces ideológicas en aquéllos que
rechazaron el análisis de los precursores jónicos en cuanto a la concepción de los
fenómenos de la naturaleza, y a los sofistas después porque desmantelaron el supuesto
firme piso de la estratificación de la sociedad según se estuviera munido de la virtud
hereditaria para decidir por los demás las normas impulsadas desde el Estado.
La mayor predisposición hacia las ciencias o a las letras, pero no sentirnos
tentados de prescindir de uno u otro modo de saber. Para un adepto a las letras, es
necesario conocer la metodología experimental de las ciencias, y para un científico le es
necesario lo humanístico para encontrar el lenguaje adecuado para comunicarse.
Por lo que, en lo que respecta a la filosofía, evidentemente que son necesarios
los contenidos, pero no quedarnos reducidos a ellos sino también saber detectar en ella el
conjunto de destrezas generales para transferirlas a nuestras situaciones de vida. Y éste es
su sentido y cometido.
Todos los ámbitos del conocimiento humano que hemos reseñado tan
esquemáticamente, poseen sus vertientes teórica y práctica. Por ejemplo, el teológico
aporta normas generales de conducta sin importar el momento histórico y la situación
geográfica. ¿ Qué sería de ellas si nadie no las intentara aplicar, más allá del acierto o el
error de las personas?
Pensemos ahora en la ciencia. Intenta darnos una explicación de la
naturaleza. ¿ Qué sería de sus teorías si no se intentara verificarlas?
Y por último, la filosofía que se propone racionalmente darnos nuestro
espacio en la cultura en que hemos nacido, ¿ Qué sería de ella si nos negáramos a
diferenciarnos de los demás seres vivos con los que cohabitamos este planeta? Ya sea en el
uso cotidiano e impreciso, ya sea en el uso técnico de esta preciosa herramienta, estamos
obligados a pensar qué es lo bueno o lo correcto en los actos que llevados a cabo.
Otro punto a tener en cuenta es el tipo de género literario elegido por el
pensador para transmitir sus reflexiones. En los albores de la filosofía, aquellos griegos
que ensayaron diferentes metodologías para comprender la realidad, también utilizaron
distintas maneras para la filosofía primaria. Tenemos los casos de Parménides y
Empédocles - siglo V a. C.- que escribieron en verso, e inclusive usando un lenguaje
simbólico del tipo poético. Tenemos aquellos que se remitían a escribir pequeñas
sentencias o máximas, como el caso de Heráclito, Demócrito, Anaxágoras, etc. de los siglos
VI y V a. C.
Está el caso de Platón que escribió diálogos - que en la Edad Media eran
representados como obras teatrales- en los que, al avanzar a la vejez, aumentaron los
monólogos argumentales eliminando progresivamente la participación de los
interlocutores. Aristóteles, por su parte, fue el primero en escribir tratados con la intención
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de realizar una exposición lógica, rigurosa y objetiva de los temas abordados.
También nos referiremos a Epicuro que básicamente inauguró un nuevo
estilo con sus cartas, insinuando la indisoluble unión de la filosofía con la vida
compartida. En la Edad Media, se recurrió a las Sumas - caso de Tomás de Aquino- en las
que es clara la subordinación de la exposición racional al dogma religioso que no puede
ser cuestionado, sólo explicitado.
Con el advenimiento del Renacimiento se establecieron nuevos géneros
literarios que transmitían la visión del hombre capaz de elaborar por sí el conocimiento.
Así tenemos los casos de los discursos - como el "Discurso del método" de Descartes- en
los que se escribe en primera persona para establecer la estrecha relación entre el
pensamiento expuesto y su autor. El Iluninismo posterior de los siglos XVII y XVIII se
expresó a través de las enciclopedias y diccionarios, o sea, obras en varios volúmenes que
sintetizaban el progreso del conocimiento humano.
E inclusive eran obras colectivas, casi anónimas para terminar con la visión
individual, dejar de lado la relación del conocimiento con respecto a quien lo expresa, es
decir, no aceptar algo por el magisterio del sabio sino privilegiar el acervo cultural que
para la humanidad se atesoraba en sus páginas.
En los siglos XIX y XX, encontramos el resurgimiento de algunos de estos
estilos, a veces combinando características de varios. Por ejemplo, tenemos a Nietzsche
que, escribiendo en prosa, su lenguaje es simbólico como el poético exigiéndonos un
trabajo interpretativo - recordemos las metamorfosis en "Así hablaba Zaratustra".
Pensemos en el "Tractatus" de Wittgenstein, cuya estructura de rigurosa lógica está
constituida por aforismos o sentencias no muy largas en su mayoría. No nos olvidemos de
mencionar a las obras teatrales de Sartre para expresar en ellas cómo cada situación vital
de nuestra existencia no está exenta de filosofía. También tenemos a los ensayos y
monografías que muy emparentados con los discursos renacentistas, proponen un trabajo
sobre un tema específico pero buscando en las referencias a exposiciones ajenas el
fundamento para su tesis.
En síntesis, nuestra cultura occidental exhibe como rasgo peculiar a la
búsqueda de la filosofía, la cual se ha manifestado históricamente a través de diferentes
géneros literarios como intentos de aspirar a una respuesta. La ciencia también ha
recorrido a la par en esa búsqueda, pero desde que logró formalizarse en el lenguaje
matemático, parecería haber encontrado su solución. En cambio, de la misma manera en
que se manifiesta la insatisfacción del hombre, la filosofía no cesa en su camino.
De esta misma intención surgen nuevas posturas de reflexión filosófica que
afectan todas las condiciones de la convivencia humana. Hoy somos partícipes de una
gran efervescencia epistemológica tratando de delimitar el ámbito teórico de la ciencia.
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Quienes están en la cultura se encuentran directamente afectados por estas
expresiones filosóficas. La dirigencia política no está al margen porque debe elaborar
directivas desde el Estado para adecuar sus propuestas y discursos a la realidad que se
impone. Los empresarios que, en su afán de lucro y competencia, trasladan esos esquemas
en pos de no perder terreno. Los sindicatos no deben marginarse si les preocupa realmente
la cuestión salarial y la preservación de las fuentes de trabajo, pero dentro de un contexto
de poseer, no sólo reinvindicaciones, sino también un proyecto de vida, de sociedad. Y el
hombre común, consumidor no sólo de productos e ideologías, debe tener claro que en el
actual panorama económico y social, sin él el sistema dejaría de funcionar, por lo que,
debería ser el más preocupado por incentivar su capacidad de análisis
- quiérase o no llamársele filosofía- para tener la independencia de decidir por sí mismo y
no ser sólo uno más en la masa incapaz de hacerse respetar.
En las normas jurídicas se expresa que todos somos iguales, pero en la
realidad, lo que se incentiva es la masificación anónima, ya sea a través de encuestas,
estudios de mercado, la publicidad, etc. Efectivamente no somos iguales.
El ejercicio del filosofar espontáneo nos otorga destreza mental, de la misma
manera que un gato cuando juega con un ovillo de lana para ensayarse en la práctica que
tendrá cuando deba cazar una presa viva. Esta destreza mental nos mantiene vitales y aptos
para abordar, resolver y anticipar cualquier situación. Si por algún motivo relegamos o nos
obstaculizan este ejercicio, más dependientes seremos, sin importar cuántos diplomas
exhibamos en las paredes.
Si logramos a su vez superar este primer nivel y accedemos en alguna
circunstancia de nuestra vida al filosofar profesional y la realizamos honestamente, no
sólo nos encaminaremos al verdadero sentido de nuestra existencia dentro de la cultura
occidental, sino que - aunque sea anónimamente- seremos alguien que aporta un granito
más de significado para toda la cultura.
Pero, para llevarlo a cabo debemos estar preparados. Esta inmensa tarea nos
exige tener conocimientos y lenguaje apropiados. Vulgarmente, el filosofar es considerado
como una conversación sin pretensiones y que sólo ocupa lugar como asignatura de
estudio o es un conjunto de libros en una biblioteca. Lo que sucede es lo que describe
Hegel en su famosa cita de que “el búho levanta vuelo al atardecer”. El búho representa a
la filosofía y el atardecer a la madurez intelectual humana. Es decir, para realizar la
investigación es necesario partir de pilares firmes que representen conocimientos o
aptitudes que la guíen. Y es en la madurez intelectual en la que el ser humano está en
condiciones de afrontar las dificultades crecientes que el filosofar le va proponiendo.
GUILLERMO HEGEL 1770- 1831
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“El búho levanta su vuelo al atardecer.”
Extraído de “Fenomenología del espíritu.”
Y cuando decimos madurez intelectual, no decimos vejez –recordemos a
Epicuro exhortando a los jóvenes a pensar y ejercitarse así para las experiencias vitales. La
madurez intelectual significa poseer, no sólo ganas, sino prioritariamente las herramientas
para ejecutar la acción proyectada. Y en el caso del búho, es emprender el vuelo, a pesar de
la oscuridad creciente de la noche. O sea, si el tema que nos inquieta es dificultoso,
debemos aprender a ver en la oscuridad para, por lo menos, hacer el intento después de
ejercitarnos debidamente en lo que se estima que sabemos porque lo vemos con la claridad
de la luz del día. Siempre debemos aspirar a más, desafiar lo que desconocemos cubierto de
ese manto de oscuridad, y debemos desafiarnos en procura de cuál frontera somos capaces
de superar.
Y ese es el objetivo de la filosofía: Impulsarnos a lo desconocido. Y como ya
citamos a Einstein páginas antes, nuestra inteligencia necesita preguntas que la desafíen a
continuar, en el acierto o en el error, pero siempre con la inconformidad que nos hace
protagonistas de la historia.
De la filosofía no esperemos la varita mágica que nos resuelva nuestras
dificultades o sacie nuestras ansiedades, sino iremos al encuentro del tizón ardiente en el
cual se consumirán nuestras pasividades, errores, dogmatismos, prejuicios, etc., para
abrirnos un camino por el cual nos arriesgaremos en procura del significado de nuestra
existencia.
Es como dice Fernando Savater –nacido en 1948- que la filosofía es un viaje,
y todo filósofo es un extranjero. Es un viaje en tanto actividad que nos desplaza de donde
partimos, sin saber qué situaciones enfrentaremos. Nos pone en contacto con gentes,
fenómenos y circunstancias, que si en el caso de que no sean nuevas, nos permiten
captarlas desde una diferente perspectiva. Y esto último es lo que hace de todo filósofo un
extranjero, porque siempre capta aspectos renovadores que renacen su espíritu de
proseguir en la adquisición de conocimientos y vivencias que alimenten su existencia.
SÍNTESIS DEL ÁMBITO FILOSÓFICO
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El privilegio humano de estar dotado de razón le ha permitido posicionarse
ante la realidad con una actitud diferente a la del mero integrante, y no conforme con eso,
intenta aprehenderla desde diferentes enfoques.
La elaboración de la cultura no es un simple juego por superar el ocio o la
búsqueda del entretenimiento, aunque que se debe reconocer que hay aspectos de ella que
tienden a estos fines. El cine, la música, el teatro, el juego, etc., permiten el esparcimiento
necesario, pero además enfrentamos otras necesidades e inquietudes que nos exigen
adoptar la actitud vital de responder, prepararnos, comunicarnos, etc. Por ejemplo, la
búsqueda del sustento procurándose un empleo, formar una pareja para constituir un
hogar, etc., son situaciones que no debemos plantearlos a la ligera, sino estando en las
mejores condiciones.
Otros elementos hacen rutinaria o indiferente a nuestra existencia, como lo es
el alimentarnos. No siempre nos contentamos con la misma comida sino que pretendemos
hallar nuevas formas que enriquezcan este arte. Por eso, toda intención en procura del
conocimiento no es en vano.
Como dicen Platón y Aristóteles, la primera actitud fue la del asombro y
admiración de la armonía de la naturaleza, la que les impulsó a buscar cómo reproducirla
en la comprensión con el pensamiento.
Así tuvo origen el que hemos llamado ámbito del conocimiento teológico, el
cual partía de la convicción de que los fenómenos tanto naturales como los resultantes de
la participación humana, se debían a la intervención directa de seres superiores o dioses.
De esta manera surgió el mito como argumento explicativo. Cada mito es un
relato carente de toda precisión histórica cuyo protagonista realiza actos que pretenden ser
usados como comprensión de un fenómeno o acontecimiento. Así por ejemplo. Los relatos
bíblicos de Adán y Eva permiten entender de esa óptica una enseñanza moral para la
humanidad. Es decir, en el mito se combinan elementos ficticios con otros reales para
hacer posible la aceptación del mito.
Casi paralelamente se fue ensayando un nuevo intento basado en la
observación y en la experimentación, lo que les permitió acceder a las primeras
explicaciones certeras con la verificación de sus afirmaciones. Pero, a diferencia del
ámbito teológico, que a pesar de su dogmatismo exhibía una sistematización que era un
esbozo de cosmovisión o visión global, en este segundo ámbito que llamamos científico, se
comenzó a aplicar una nueva metodología que también les permitiera obtener este rasgo
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de cosmovisión porque se le apreció positiva y necesariamente. De esta nueva metodología
surgió el tercer ámbito del conocimiento humano: El filosófico.
En la antigüedad, la filosofía surgió como una necesidad para subsanar las
deficiencias, no intelectuales, sino instrumentales, que diera lugar a una comprensión
racional, objetiva y universal de todo lo que la razón tuviera a su alcance o fuera capaz de
elaborar.
Como distingue Karl Jaspers - siglo XX- no debemos confundir comienzo con
origen. El comienzo hace referencia al momento histórico, que en este caso fue en el que la
cultura griega estuvo capacitada para realizar la síntesis del conocimiento de su época y
poder proyectarse a la aventura de proponer algo nuevo y necesario que le diera sentido a
toda la civilización humana.
Por su parte, el origen se refiere a las fuentes que posibilitan determinados
desarrollos. Así, si no hubiera habido los intentos teológicos y de los primeros científicos a
pesar de todas sus deficiencias y virtudes, no se hubiera dado el nuevo paso que fue la
filosofía. Como dijimos antes, hoy coexisten los tres ámbitos, no con espíritu de
competencia, rivalidad o supremacía, sino de complementarse si se respetan mutuamente.
La cosmovisión humana necesita de todos los enfoques para enriquecerse y hacer crecer
interiormente al hombre que controla la realidad con el conocimiento pero que la debe
respetar como integrante de ella.
KARL JASPERS 1883-1963
“La filosofía...hace al hombre partícipe
de la realidad. ”
Extraído de “La filosofía”.
Mas, a pesar de la supuesta universalidad que la filosofía pretende compartir
con la teología y la ciencia, hasta hoy debemos reconocer que ésta es una actitud exclusiva
de la cultura occidental. Otras culturas como la oriental, africana, esquimal, los restos de
las autóctonas de América, etc., poseen perspectivas diferentes producto de sus ancestrales
tradiciones que conciben la naturaleza, al hombre y al vínculo entre ellos, desde distintas
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parámetros.
Y el hombre moderno y contemporáneo tienen a su disposición la oportunidad
de realizar la filosofía como una actividad. Por ello distinguimos entre filosofar como
acción y filosofía como el resultado obtenido. En nuestra cultura tendiente a la
objetivación racional de todo lo que aspiramos a conocer, el filosofar se convierte en una
actitud de vida de cada uno de nosotros en procura del sentido de nuestra existencia.
Por esto, como manifiesta Antonio Gramsci, todos realizamos culturalmente una
filosofía espontánea al abordar como simples seres pensantes cualquier planteo. Es lo que
él llamó el filosofar del sentido común, es decir que sin mayores coherencias y muchas
contradicciones, pretendemos enfrentar tanto individual como colectivamente las
preguntas y situaciones que surgen del diario vivir. Pero aquellos que no se satisfacen de
las incongruencias del primer filosofar que se da como un ensayo que permite conducirnos
hacia esfuerzos mayores, elaboran un filosofar profesional, esto es, producto de una
reflexión exhaustiva, profunda y coherente que no cesa hasta hallar una respuesta
satisfactoria y no sólo útil como en el caso del filosofar espontáneo.
La diferencia esencial entre el filosofar espontáneo y el profesional, es que
mientras el primero está constituida fundamentalmente por los conceptos y prejuicios que
están presentes en nuestros idioma, en nuestras costumbres y hábitos de la cultura de la
época y lugar que nos ha tocado vivir; en el segundo tenemos la oportunidad de ejercer
nuestro derecho de elegir qué pensar y cómo.
Pero además de la actitud racional humana en procura de respuestas,
encontramos en el enfoque árabe que el filosofar tiene comienzo en aquellas situaciones
que nos golpean, provocándonos un profundo schock que vitalmente nos obligan a
enfrentarlas con nuestra capacidad de análisis y nuestra carga afectiva. Por ejemplo, la
pérdida de un ser amado, todo lo aprendido no es útil para resolver una situación, etc., nos
pone en la perspectiva de que debemos valernos por nosotros mismos.
.ANTONIO GRAMSCI 1891- 1937
El filósofo como modelo de militante político.
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ROGER BACON 1210- 1292
Siendo un religioso, otorgaba a su razón
la oportunidad de conocer, siempre y
cuando fuera capaz de liberarse de los
prejuicios que podrían mal encaminarla.
De esa experiencia vital también se alimenta el más encumbrado de los
filósofos. Su tarea es allanarnos el camino para evitar los errores que detengan el
progreso. En este sentido, citamos a Roger Bacon – siglo XIII – que nos explica que
debemos evitar las cuatro raíces que nos inducen al error.
El primero, el sujetarse a la autoridad, es decir, que no importa quien emita
una opinión, esto no debe impedir continuar la investigación y acceder a conclusiones y
conocimientos nuevos. Por ejemplo, por mejor buena voluntad que pueda tener un jefe de
familia o algún jerarca del Estado, ello no lo exceptúa de ser falible.
El segundo, la influencia de costumbres y hábitos, esto es, son necesarias
determinadas conductas y convencionalismos trasmitidos de generación en generación
para la convivencia social, pero no deben actuar como prejuicios que aten e imposibiliten
el normal desarrollo del saber racional. Por ejemplo, que por cierto sentido común nos
parece que cada día el Sol sale y se pone, no significa que esa sea la explicación, y
recordemos los martirios infligidos a Copérnico y a Galileo en su intento de demostrar ese
error sustituyendo el geocentrismo por el heliocentrismo.
El tercero, los prejuicios de la mayoría, esto significa que todos partimos de
valoraciones que realizamos pero carentes de una real certeza. Por ejemplo, que una
generación creció al amparo de una determinada ideología política, se pretende
universalizarla como la mejor para siempre desconociéndose los cambios generacionales,
sociales, culturales, políticos, económicos, etc.
El cuarto la sabiduría aparente, es decir, como corolario de los tres errores
anteriores, creemos tener un conocimiento que no es tal y que se le imponen con la razón
de la fuerza y no con la fuerza de la razón.
Como todo ámbito de conocimiento, el filosofar debe exhibir su metodología y
sus resultados.
En cuanto al método debemos recordar la diferencia entre el filosofar
sistemático y el asistemático. El primero es aquél que aspira elaborar una estructura sólida
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en la cual los temas y disciplinas estén debidamente intercionados para permitir una
cosmovisión que explique globalmente toda la realidad abordada en su análisis. En
cambio, el asistemático desestima la pretensión de la cosmovisión para centrar su atención
en una o en un grupo limitado de disciplinas que enfocan un tema específico, a saber, la
lógica, la ética, etc.
Empero, ambas actitudes son válidas por sí mismas, pues, un sistemático puede
basarse en los estudios de un asistemático, y viceversa, pretendiendo cada uno ofrecer la
misma aspiración de universalidad encuadrada la primera en una estructura orgánica, y la
segunda, desde un planteo específico.
Para abordar los temas o problemas el filósofo puede recurrir a la resolución
o a la disolución. Resolver es dar una respuesta directa elaborando una doctrina, en
cambio, disolver es establecer que el tema en cuestión es más aparente que real, por lo que
se le puede marginar del análisis y centrarse en los que sí considera a resolver.
En cuanto a los resultados del filosofar, debemos convenir que ningunas de
sus afirmaciones son verdaderas o falsas porque ese no es su propósito. El valor de la
filosofía está en enfrentarnos a situaciones o problemas, y saber si estamos aptos para
abordarlos, o también nos permite clarificar una pregunta y saber si merece una respuesta.
Como dice Jaspers, a diferencia de la ciencia que progresa, no es lo mismo la
ciencia de la Edad Media de la actual, por ejemplo. La filosofía es incapaz de poseer ese
progreso porque aún hoy se puede estar discutiendo los mismos temas de la filosofía griega
antigua. El progreso no se da en la filosofía sino en la cultura que se nutre de ella, esto es,
los planteos filosóficos son retomados para la fundación de nuestras disciplinas científicas,
o son trasladados doctrinariamente a la jurisprudencia que regula la convivencia social,
etc.
Aunque no sea tan obvio el vínculo de la filosofía con nuestra vida cotidiana,
como lo es la ciencia al invadirnos con sus resultados tecnológicos convertidos en
electrodomésticos, sin el filosofar permanente no somos capaces de encontrar los apoyos
que nos impulsen al futuro.
Debemos tener presente el efecto ideológico que ha pretendido desmerecer la
filosofía casi desde su aparición. La ideología ha sido un arma poderosa para fundamentar
estructuras sociales y económicas en beneficio, no de todos, sino de un grupo limitado o
clase social. Y debido a las pretendidas objetividad y universalidad del filosofar, éste se ha
convertido en un buen vehículo para combatir las ideologías que aspiran a mantenerse a
pesar de sus aberraciones e injusticias. Así tenemos el ejemplo de Epicuro pretendiendo
desideologizar la filosofía para que fuera una medicina que curase el interior del hombre y
viva plenamente.
Como característica final, recordemos la indisoluble unión entre el pensador y
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su obra, de la misma manera que la describimos en cualquier trabajo literario, inclusive el
religioso. En cambio, más allá de algunos casos aislados en los que la notoriedad nos
permite identificar algún desarrollo tecnológico o teórico con su gestor o autor – como los
son, por ejemplo, el automóvil por Ford o la teoría de la relatividad de Einstein, etc. -, en
ciencia se prescinde de esta relación.
Dada la misma inestabilidad de las afirmaciones filosóficas tras cada época, la
mejor defensa que puede realizar un autor es apostar su vida por sus dichos, no en procura
de una vana gloria personal, sino de mantener en filosofía una actitud de insatisfacción y
trasgresión ante los criterios exhibidos y aceptados en cada presente, y así establecer que
no se detenga jamás el camino reflexivo iniciado que permita continuar el progreso del
conocimiento y el crecimiento interior del ser humano. El hombre ha avanzado más
cuando se plantea la inestabilidad de lo que estima saber, que cuando se encierra en
orgullos perniciosos.
Como lo expresa Ludwing Wittgenstein, ante todo la filosofía es una actividad
cuyo cometido es clarificar nuestro pensamiento. La teoría del conocimiento es obra de la
ciencia, pero es el filosofar quien posibilita expresar con nitidez nuestras inquietudes y
búsquedas.
La filosofía es una herramienta cuya utilización consiste en generar los
desafíos para que nuestra inteligencia procure darnos respuestas significativas; y es más, el
filosofar es el acto de desafiar inclusive con lo que estimamos conocido para continuar, no
en una duda sin resolución, sino en recorrer todos los caminos que amplíen la certeza de lo
que se sabe, de lo que se interpreta y se construye en nuestra realidad humana. No es sólo
cuestionar sino mantener alerta nuestra condición de seres pensantes.
En tanto seres vivos estamos dotados de la inteligencia, con la cual llevamos a
cabo los intentos por resolver las situaciones con las que nos vemos enfrentados. Esta
inteligencia se presenta en los niveles de carácter práctico y teórico.
La primera consiste en buscar y ejecutar la solución a las dificultades que
están relacionadas con la vida cotidiana o nos proyecta al futuro. Por ejemplo, si mi
estatura y longitud de brazos no es suficiente para alcanzar una fruta del árbol, me las
ingeniaré por ensayar medios que me lo permitan, como ser, pararme sobre un conjunto de
piedras y utilizar un palo hasta que caiga la naranja deseada. Esta inteligencia práctica es
compartida entre el hombre y el animal, dependiendo este último del nivel de desarrollo
neurológico como para implementar conductas y acciones cada vez más complejas y
coordinadas. Así por ejemplo, una rata es capaz de hallar la solución en un laberinto, pero
no está capacitada para adquirir un rudimentario lenguaje simbólico como se ha
experimentado con los chimpancés.
Además de esta inteligencia práctica, el hombre posee una inteligencia teórica
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producto de su mayor nivel neurológico y mental. Este nivel le ha permitido instrumentar
una nueva proyección al conocimiento que no sea únicamente la solución de problemas
específicos. Esta inteligencia teórica le permite plantearse cuestiones relativas al propio
sentido de su existencia y del devenir histórico de su cultura. Por ejemplo, puede plantearse
la pregunta sobre el origen del universo, e intentar el riesgo de presentar una respuesta.
Por supuesto que estas cuestiones pueden ser postergadas u omitidas al momento de
presentarse otras exigencias o prioridades, a saber, la cosecha de trigo, la investigación en
procura de una vacuna, etc. Pero en nuestra cultura occidental, el ejercicio de esta
inteligencia teórica se ha visto reforzada desde el momento en que el filosofar adquirió
relevancia. Como dice Wittgenstein de que “la filosofía no es un conocimiento sino una
actividad” que posibilita su acceso.
FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
Hemos señalado que desde sus inicios griegos, la tarea filosófica aprendió de
la teología la necesidad de organizarse en procura de la cosmovisión. Estos precursores
helenos ensayaron el filosofar con la intención de fundamentar una nueva perspectiva
cognoscitiva que hoy llamamos ciencia.
De esta manera surgieron en pocos siglos las experiencias de Aristóteles,
Epicuro y los Estoicos. Con el Renacimiento resurgió el interés por sistematizar con los
ejemplos de Descartes, Espinosa, Leibnitz, Kant y Hegel. Con este proceso la filosofía
estrechó aún más la relación entre el pensamiento y su autor, de tal forma que cada
sistema fue la viva representación de la sabiduría del filósofo.
La modernidad trajo consigo una gran explosión para el desarrollo científico,
y así accedió también a la sistematización y la cosmovisión. Este vertiginoso progreso
científico ya hizo que cada vez fuera más imposible que una sola persona, por más
brillante que fuese, pudiera controlar y tener acceso a todo el saber de su época, por lo que
fueron surgiendo las diferentes especializaciones. Por ejemplo, el médico opta por la
cirugía, en ésta, por la vascular, etc. Pero, todas estas especializaciones no conspiraron
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contra la ciencia y su integridad sistemática, sino que por el contrario aceleraron la tarea
interdisciplinaria consistente en el trabajo conjunto y dejando de lado la imagen del sabio
solitario.
Esta imagen fue recepcionada por la filosofía que también comenzó por
actuar en conjunto, y así surgieron publicaciones compartidas en tarea de elaboración
como el “Principia Mathematica” de Russell y Whitehead, y también en tarea de
investigación en historia de la filosofía.
Pero otro punto de destaque fue la progresiva desaparición de los sistemas
filosóficos a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El último gran sistema fue el de
Hegel, contra el cual se levantaron muchas voces discordantes. El sistema hegeliano tenía
como propósito recuperar la metafísica imposibilitada por las trabas racionales impuestas
por su antecesor Kant. Este último entendía a la metafísica como una extralimitación
ilegítima de la razón humana, por lo cual Hegel la rehizo con el nombre de filosofía de la
historia. Su concepción de la historia señaló al hombre como un testigo o protagonista
casual, no necesario.
Contra esta aberración y arbitrariedad de Hegel, muchos salieron en procura
de reestablecer el sitial humano en la naturaleza y como hacedor de la cultura que cuenta
el devenir histórico.
Y no se le acusó sólo a la figura de Hegel sino más bien al proceso seguido
por la sistematización filosófica, que en la antigüedad surgió con el hombre como centro y
en la modernidad hegeliana terminó por negarle importancia y lugar.
Por ello también el filosofar retomó definitivamente la asistematicidad como
método, aunque nunca la abandonó del todo.
Todos los que reaccionaron contra Hegel lo hicieron de esta manera.
Kierkegaard retomó la vitalidad del sentimiento religioso para mostrar por ese camino la
angustia existencial del hombre procurando trascender su aquí y ahora. Retomando los
conceptos evolucionistas que explicaban la supervivencia del más fuerte, y por tanto, del
más apto, Nietzsche encontró en la voluntad de poder y en la sustitución de los valores
racionales, la propuesta del superhombre como única alternativa de superación humana.
De esta sensación de vaciedad y angustia en el intento de reinstaurar al
hombre en la historia, surgió el existencialismo con expositores del calibre de Heidegger,
Sartre y Marcel.
Su proyecto fue mostrar el error de la filosofía clásica que había insistido en
la distinción entre esencia y existencia. La primera es el conjunto de cualidades que
definen al hombre, y la segunda, la posibilidad de existir en la medida de que ésta sea
algo propio o un mero accidente. Un accidente es lo que se posee circunstancialmente, y
lo propio es lo que forma parte del objeto. Por ejemplo, accidental en el hombre es estar
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vestido con pieles, lana u otro tipo de elementos, en cambio, la mortalidad es esencial
porque parte de su naturaleza.
De esta forma, el hombre jamás poseerá el ser necesariamente sino como una
posibilidad que podrá darse o no, en cambio, el único ser necesario, es decir, que su
esencia incluye la existencia, es Dios.
Contra esta supuesta antropología que termina siendo una teología, se levanta
el existencialismo para recuperar el sentido original de la palabra existencia. La misma,
del latín ex stare, significa lo que está afuera de la causa que le dio origen. Por esto, en un
sentido propio, es inadecuado aplicar el término existencia a Dios si se le define como
aquél que da origen sin tenerlo. Así, el existencialismo principal será ateo o ateológico.
Propondrán la preeminencia de la existencia sobre la esencia porque el
hombre ante todo vive, y en el decorrer de su vida va construyéndose en el ejercicio de la
libertad, la cual es su esencia. El hombre es así irremediablemente un esclavo de la
libertad porque jamás podrá renunciar a ella y deberá elegir en cada circunstancia que
enfrente.
Otra línea de pensamiento del siglo XX la hallamos en el neopositivismo.
Ellos proponen limitar la filosofía al área epistemológica para fundamentar el quehacer
científico. Van tras el concepto de modelo o paradigma desde el cual se establezca las
condiciones, los límites y las metodologías de investigación. De esta manera surgen
nuevos paradigmas tales como el hipotético – deductivo, el inductivismo, el anarquismo
epistemológico, teoría de las revoluciones científicas, las que se desarrollaremos
oportunamente.
Pero, aunque parece extinguirse el prototipo del filósofo clásico, el filosofar
sigue dando qué hablar, y especialmente, qué pensar.
Parecería que el sentido de la historia de la filosofía como acervo cultural
de occidente, consiste en lo siguiente: Han transcurrido 26 siglos, en los cuales, aquellos
pioneros griegos dieron pie a la especulación filosófica para subsanar lo que su precaria
ciencia no les permitía responder. Después de la utilización ideológica de la filosofía
como lo hicieron Platón, los Estoicos, Tomás de Aquino, Hegel, etc., que conllevó al
desprestigio como libresco a todo intento filosófico, y al ostracismo a quienes combatieron
este abuso – pensemos en Aristóteles, Epicuro, Guillermo de Ockham, Galileo, Hume,
Kant, etc. – sobreviviendo sólo de ellos lo menos peligroso.
¿Qué nos queda del filosofar?
Hoy la filosofía ha sido retomada por los mismos científicos que la iniciaron.
Estos no hablan de filosofar sino de teorizar. Y ¿cuál es la diferencia?
Tanto uno como el otro es la búsqueda de la base que otorgue fundamento
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racional al conocimiento elaborado. En este sentido, los más grandes teóricos o filósofos
contemporáneos son Einstein, Plank y Hawkins. Cada uno de ellos ha hecho posible el
acceso a la realidad desde otras dimensiones sean macrocósmicas o microcósmicas.
También así el filosofar como teorización ha dado lugar a nuevas áreas de
investigación, a saber, filosofía del derecho, filosofía de la economía, filosofía del deporte,
etc.
En este sentido, Feuerbach y Marx fueron unos adelantados al usar a las
herramientas brindadas por la filosofía para escudriñar en los entretelones de la
condición humana supeditada a la convivencia social regida por sus necesidades básicas y
su lucha por un Estado garante de la justicia en su utopía.
Además, toda la historia de la cultura humana gira en torno a tres conceptos
que ha intentado explicarse, a saber, la naturaleza, el hombre mismo y la posible
trascendencia, es decir, lo divino.
La primera respuesta coherente, como ya se explicó, fue la religiosa. Con los
griegos, se aspiró a algo diferente que dio origen al filosofar y a las primeras
sistematizaciones que desarrollaron los primeros pasos científicos de esta época de oro de
la antigüedad culminada con el Museo de Alejandría.
Pero, una vez incorporado el aspecto ideológico, como ya había sucedido con
la religión, la filosofía fue utilizada para fundamentar el estrechamiento del conocimiento
en la Edad Media con la subordinación de la razón a la fe. Con el avasallante ascenso
burgués en procura del poder, el Renacimiento modificó la visión de estos tres ejes ya
mencionados. Así, la filosofía y la ciencia resurgieron gracias a este cambio social, que
sustituía la inmovilidad del aristocrático – clerical medioeval por el dinamismo burgués.
Mas, este dinamismo también generó ideologías no afines a la divulgada por
la burguesía, tales como el anarquismo y el marxismo entre otras. Así, al igual que sus
antecesores medioevales, la burguesía comenzó a encasillar la ciencia, no con tanta
tendencia al conocimiento sino a la tecnología de consumo. Y la filosofía, tan peligrosa
para ellos porque sin compromisos previos puedo dar nuevos imágenes del hombre, se le
intentó sustituir por la psicología. Esta disciplina con aires simultáneos de filosofía y
ciencia, busca cómo reintegrar al sistema social y económico al inconforme, al rebelde, etc.
Con diferentes armaduras tecnológicas y teóricas, las diferentes corrientes
psicológicas procuran lo mismo, llámense conductismo, psicoanálisis, logoterapia, etc.
E inclusive, sus principales expositores de las dos últimas, a saber Freud y Frankl,
analizaron el tema de la trascendencia desde sus perspectivas.
Por este motivo, hoy por hoy, al filosofar – aunque no se le quiera llamar así
, se ha visto reducida su acción al plano moral y a la epistemología.
También encontramos otra línea de propuesta llamada el postmodernismo.
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Autores como Lipovetsky proceden a la realización de un análisis del mundo y cultura
actual. Lleva a cabo un profundo diagnóstico de los valores y actitudes humanas en
contraposición al modernismo anterior.
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Destaca la pérdida de la noción de progreso y proyección al futuro, valores
tan caros a las generaciones pasadas capaces de postergarse por sus hijos, valores tales que
no están encarnados por las generaciones presentes que viven el efímero instante del hoy.
Pero, lamentablemente, hasta ahora, esta línea de propuesta no ha sido capaz de traspasar
este momento argumentar para asumir la elaboración de alternativas al modelo criticado.
SISTEMATIZACIÓN DE LA FILOSOFÍA
En los albores de la filosofía iniciada con Thales de Mileto, encontramos que
estos primeros pensadores comenzaron una nueva actividad cognoscitiva careciendo de
herramientas metodológicas y del lenguaje adecuado como vehículo de expresión del
saber.
Esto explica que en estos modestos comienzos asistemáticos encontremos el
porqué se concentraran en temas específicos, aunque me atrevo a considerar que la
pretensión de la cosmovisión ya estaba latente en un lejano horizonte.
Quizá quien hubiera podido elaborar el primer sistema filosófico hubiera sido
Platón, pero hubo varios aspectos que lo abortaron. De este autor se conservan una gran
variedad de obras en las que aborda todos los temas de la filosofía de su época, e inclusive
es quien abre también otros que fueron desarrollados posteriormente.
Un primer punto fue su estilo literario escribiendo diálogos, que
probablemente fuera una herencia en la manera de abordar los temas por parte de su
maestro Sócrates. A este último se le acusó de ser un sofista más entre los demás que
poblaban la cultura ateniense de ese entonces.
Los sofistas fueron personas que, además de arrogarse la sabiduría sobre
cualquier tema a investigar, se dedicaban mayoritariamente a enseñar la erística, es decir,
el arte de ganar una discusión sin importar si el ganador exponía o no un conocimiento
verdadero. Obviamente que nos estamos refiriendo a los sofistas menores que conocieron
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tanto Platón y Sócrates, y no los mayores exponentes de este movimiento, tales como
Protágoras, Gorgias, etc., que poseían la honestidad y certeza de sus convicciones sobre las
cuestiones relativas a los temas de índole humana y social.
Si observamos los primeros diálogos platónicos en los que Sócrates es el eje de
los mismos, sus exposiciones son breves, se avanza a tramos cortos en el análisis, y
finalmente, Sócrates los cierra como el ganador de la eventual disputa en la que se
desacredita a las demás opciones mencionadas.
En cambio, cuando Platón llega a la madurez, no sólo se despide de Sócrates
como protagonista de sus obras sino que se hacen cada vez más extensas las exposiciones
doctrinarias. Y ya en la vejez, el diálogo se reduce aún más, y se extiende la presentación de
la doctrina propia sumada ahora con un cierre cada vez más dogmático.
Justamente, este último aspecto nos lleva a afirmar que su imposibilidad de
sistematización se agudizó cuando privilegió lo ideológico de su utopía sobre una propuesta
que si hubiera sido más objetiva, quizá el sistema como meta estuviera más próximo de lo
que finalmente estuvo.
Quien elaboró el primer sistema de tal manera que su ejemplo fuese imitado
por sus contemporáneos y sucesores, fue Aristóteles de Estagira -Siglo IV a. C. Es probable
que lograse este propósito al corregir los aspectos señalados a Platón, como también el
haber elegido una exposición más objetiva siguiendo la tradición iniciada por los
precursores jónicos en los que imperaba más la racionalidad que las pasiones imponiendo
lo pensado sobre todo demás sin importar si se adaptaba a la realidad investigada.
A pesar de las discrepancias que siempre se formulan entre los filósofos, lo
que prevalece es el valor del sistema como conjunción de temas y disciplinas para
interpretar al universo total.
Esta primera sistematización -descripta en el cuadro número dos - es
comparativamente más sencilla que el desarrollado en los actuales, pero no le hace mella
en ser el primer intento de cosmovisión. Para su formulación, el sistema aristotélico es, en
muchos aspectos, heredero de los temas tratados por los precursores jónicos, y en otros es
exclusiva especulación propia.
Como ejemplo y sintetizando en breves líneas al sistema del estagirita,
digamos que con esta herencia presocrática, Aristóteles inicia sus estudios con la
descripción de la realidad material en su obra llamada "Física" -del griego fisis,
naturaleza.
El tema central es encontrar racionalmente una explicación de cómo son
posibles los procesos naturales, o dicho con su nombre clave, el devenir. Otro tema
heredado es el axiológico consistente en el estudio de los valores que fundamentan
cualquier acción humana, ya sea en su interacción con sus semejantes y el ambiente - esto
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es la ética -, ya sea como manifestación artística para contemplar y comunicarse - esto es
la estética.
También en estos precursores encontramos inicios rudimentarios referidos al
estudio de la estructura del pensamiento y algunos procedimientos para determinar la
validez del razonamiento. Pero es Aristóteles quien le da cuerpo disciplinario autónomo y
completo -Como decía Kant (siglo XVIII) que "la lógica salió perfecta de sus manos".
E ingresamos ahora al principal desarrollo original del peripatético.
Comprendió que todo análisis ya dado era inútil si no se partía de la fundamentación de la
misma realidad, y por ello, postula la necesidad de una nueva disciplina que abordara el
estudio de las causas y principios. Para este fin, postuló a la Filosofía Primera - o
Metafísica como luego se le llamaría, por un mero accidente en el ordenamiento de los
escritos del filósofo.
A esta disciplina se la define como una ontología - del griego; ontos, ser;
logos, estudio - señalando la exigencia de que todo lo que está sujeto al devenir descripto
en la Física, deba su existencia a una causa u origen, y como el esquema lógico de nuestro
pensamiento no tolera una cadena sin fin de causas, debería postularse la necesidad de
una primera causa incausada, o lo que es lo mismo en el lenguaje aristotélico, el Primer
Motor Inmóvil.
Es decir, todo lo existente tiene una causa que le originó. Por ejemplo, cada
uno de nosotros le debemos la vida a nuestros padres quienes nos otorgaron esa
oportunidad, a su vez ellos se las deben a los suyos, nuestros abuelos, y así sucesivamente,
y si esta cadena regresiva se hubiera interrumpido, nosotros no estaríamos aquí, yo
escribiendo este fascículo y Uds. leyéndolo.
Por tanto, puede postularse la necesidad de quien inició esta cadena pero que
a su vez no esté sujeto a ella por no deberle su ser a otro.
En definitiva, sistematizar en filosofía es ordenar y organizar las temáticas y
disciplinas para que, interaccionando entre sí, actúen como un todo orgánico que aspira a
la cosmovisión.
La vigencia de cada sistematización se puede medir en función de los
resultados de progreso que ofrece a la cultura humana. En cambio, esta vigencia caduca
cuando se dogmatiza por ceguera de los mismos pensadores, o es dogmatizado por ciertas
conveniencias o intereses.
Por ejemplo, la filosofía peripatética mantuvo su vigencia varios siglos
después de la muerte de Aristóteles, como fue con el traslado realizado por su sucesor a
Alejandría, Egipto, donde se fundó el famoso Museo como centro de la sabiduría antigua.
Posteriormente, en la Edad Media fue ordenada la destrucción de ese centro
de filosofía y ciencia, donde matemáticamente Eratóstenes había demostrado la redondez
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de la Tierra, y se había calculado su diámetro con escaso margen de error.
Esta dogmatización del pensamiento aristotélico por el cristianismo, descabezó
todo ese progreso para utilizar de él sólo lo que coincidiera con su ideología.
Aún reconociendo la caducidad de la física, la teoría del conocimiento y la
psicología, del peripatetismo sobrevive la ética y la lógica, y especialmente, no el contenido,
pero sí la necesidad del fundamento analizado por la rigurosidad de nuestro razonamiento
metafísico.
Si observamos a nuestro cuerpo, él está constituido por millones de células,
órganos y aparatos, los que actúan para preservar la unidad biológica que es. De la misma
manera, encontramos esta unidad del sistema filosófico según cada autor.
También, igualmente encontramos esa unidad en la ciencia y en la teología.
En el primero, hay una unicidad de criterios por lo que no hallamos muchas ciencias sino
una sola integrada por múltiples disciplinas especializadas. En el segundo, aunque hay
muchos autores de los libros sagrados, mantienen esa unidad por la fe.
Por último, el pensador sistemático debe resolver o disolver, como ya
señalamos, según cada situación, para brindar su cosmovisión. En cambio, el asistemático,
quien concentra su atención en una temática especializada, debe también resolver o
disolver según el caso, pero sabe que no tiene el afán de la cosmovisión, ya sea por
incapacidad, convicción o falta de interés.
DISCIPLINAS DEL SISTEMA FILOSÓFICO
Si observamos el detalle del cuadro número tres, encontraremos la
complejidad temática y disciplinaria que la filosofía ha ido adquiriendo hasta hoy.
Este esquema es apenas un modelo de orientación al respecto, y con este
propósito, lo hemos armado en dos ramas: La primera que hemos denominado realidad
humana, y la segunda, metafísica.
Y decimos en dos ramas y no en dos partes, porque si partimos de la idea de un
sistema que nos obliga a la integración armónica e interactiva de sus componentes, no
debemos hablar de partes porque puede inducirnos a que un tema o disciplina no tenga
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ninguna relación con las demás.
Esta integración no es obligatoria para ningún filósofo, pues, como ya vimos,
se puede actuar sistemática o asistemáticamente. Que un pensador se centre en un tema o
disciplina específica como también lo puede hacer un científico, no significa que su
concentración lo lleve a ignorar lo demás.
Por ejemplo, pensemos en un árbol en el cual, las ramas nacen de un tronco
común. Esta concepción la hallamos en Renato Descartes -Siglo XVII- que representaba
al saber humano con un árbol cuyas raíces profundas que lo alimentaban, estaban en el
fundamento de la Metafísica.
El tronco era la Física que en su época se encaminaba al uso del lenguaje
matemático y del método experimental. Y finalmente, de este tronco se derivaban cada una
de las disciplinas específicas. Observemos el cuadro número cinco.
Si nos preguntamos por el criterio para el armado del sistema filosófico,
debemos recordar, en primer lugar, que la filosofía es un ámbito del conocimiento, y en
segundo lugar, saber qué es lo que se pretende conocer. Como ámbito de conocimiento, al
igual que el teológico y el científico, estamos partiendo básicamente de la relación posible
entre quien aspira a adquirir el conocimiento y el objeto al cual se pretende acceder a
través de él. Si se ignora algo que interesa, por ejemplo, lo buscado es el objeto que nos
impulsa a realizar la tarea que nos permita superar la situación.
En cuanto a lo estudiado, debemos partir de una clasificación de los objetos de
investigación. Los primeros son los físicos porque son tangibles y percibibles
sensorialmente. En este sentido es que nos referimos a la realidad humana.
Incluidos en la realidad humana están los objetos ideales porque son producto
del trabajo de abstracción del intelecto. Es así, por ejemplo, la realidad en el pensamiento
de objetos tales como los números, las figuras de la geometría, etc.
Y por último, están los metafísicos que al igual que los ideales, no poseen
realidad física y únicamente están en el pensamiento. Pero, a diferencia de los ideales que
son creación del intelecto y dependen de él, los metafísicos son concebidos independientes,
y sólo la razón es el vehículo idóneo.
A su vez debemos tener en cuenta que antes de que se estructurase una
disciplina o cuerpo de saber sobre un determinado tema u objeto, primero está el intento o
ensayo de delimitación. Es como en la música: Antes del pentagrama y de las diferentes
figuras representando las notas, el hombre ya intentaba armonizar sonidos golpeando,
soplando, etc.
Iniciaremos el análisis del sistema filosófico a partir de su primera rama
relativa a los objetos físicos y lo que involucra la presencia humana en cuanto lo que su
intelecto elabora. Para reunificar estos conceptos, es que hablaremos de realidad humana.
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I. REALIDAD HUMANA
A esta primera rama la hemos denominado realidad humana por referirse
tanto al ser humano como también al entorno en el cual desarrolla su presencia, o su
interacción con sus semejantes y la naturaleza en la que está incorporado, y en la cual deja
huellas de sus actos, ya sean sus resultados positivos o negativos.
A su vez, este conglomerado temático nos presenta una serie de diferentes
disciplinas con sus correspondientes posturas. Es decir, se plantean inquietudes en las
interrogantes, y las respuestas proporcionan las posturas que podrán satisfacer o no.
I.A FÍSICA
Por su temática, esta disciplina fue la originaria de las primeras
especulaciones filosóficas del siglo VI a. C., lo que llevó a Aristóteles a llamarlos
genéricamente fisiólogos -estudiosos de la naturaleza. Por aquel entonces, esta temática
surgió para responder la pregunta básica relativa a los elementos originarios de la realidad
material. Partiendo de sus rudimentarias observaciones, intentaron especular sobre los
fundamentos de esta realidad.
Todavía carecían de los medios para llegar a un conocimiento
metodológicamente verificable. Para citar un ejemplo ampliatorio, pensemos en esa época
en la que la concepción materialista, iniciada por Leucipo y Demócrito en la filosofía
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griega sin sistematicidad, y continuada luego por otro griego que la sistematiza –Epicuro–
logrando su apogeo con Lucrecio ya en la Roma imperial.
En todos ellos encontramos una continuidad conceptual que es adormecida
con el advenimiento del dogmatismo medioeval. Estos materialistas concluyeron que la
naturaleza y todo lo que forma parte de ella, era el resultado de compuestos o conjuntos de
elementos simples.
Partiendo de la observación común, constataron que todo ser vivo, al morir,
comenzaba a descomponerse, es decir, se separaban los que una vez estuvieron unidos.
Otras cosas no vivientes también estaban sujetas al proceso de unión y separación, como
por ejemplo el reiterado ir y venir de las olas del mar contra las rocas de sus orillas,
haciendo un trabajo lento pero permanente de erosión.
Porque todo era un compuesto, estos filósofos postularon racionalmente la
existencia de elementos simples e indivisibles con los que se integraba la naturaleza. A
estos elementos simples los llamaron átomos -del griego; a, no; tomos, divisible - o unidad
mínima.
Y llegaron a esta conclusión gracias a su curiosidad, a su capacidad de
observación y a su talento reflexivo que les permitió adelantarse conceptualmente dos
milenios a la verificación atómica de la física actual.
Pero, además debemos tener en cuenta que, opuesta a esta concepción
materialista, encontramos a otra línea de pensamiento que aunque no exenta de errores
como cualquier otra filosofía, igualmente nos permite dar un nuevo paso de progreso. Y
fue el caso del pensamiento de Parménides quien afirmaba que únicamente existía un ser
con cualidades de eternidad, unidad, inamovilidad, etc.
Para resolver el problema del devenir que era negado por Parménides - Siglo
VI a. C.-, Demócrito transfirió las cualidades del ser postulado por aquél, a la infinidad de
átomos que consideró como unidad mínima de todo lo existente.
Con estos pensadores atomistas se inició una de las mayores corrientes
filosóficas llamada el materialismo. Hicieron hincapié en que todo lo existente era
necesariamente materia, y en este caso, formada por el progresivo agrupamiento de
átomos. Nuevamente vemos una intención filosófica que varios siglos después, a partir del
Renacimiento dio lugar a la base del conocimiento científico contemporáneo.
PARMÉNIDES Aprox. 540 a-C.
“Porque pensar y ser es lo mismo.”
Extraído de fragmentos
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Tal vez sí el dogmatismo medioeval no hubiera ahogado esta línea de
pensamiento especulativo conjuntamente a su tenaz búsqueda experimentalista, se hubiera
verificado mucho antes.
La visión materialista pone énfasis en la autosuficiencia de la materia misma
para llevar a cabo todos los procesos naturales. Por lo que encontramos en ellos una
significativa aversión a cualquier otra manifestación de la realidad como puede ser el alma
o espíritu, a los cuales les reconocen la misma constitución atómica que la atribuida a las
cosas mundanas.
Por ejemplo, para los materialistas, el alma y los dioses, si existen, están
compuestos por los mismos átomos que una piedra, quizá con una armonía más sutil que
los diferencie únicamente en este aspecto. Un caso curioso fue el filósofo materialista
antiguo Anaxágoras - Siglo VI a. C.- que nos explica la constitución material de la
naturaleza, y luego apela a la necesidad del Nous - o Razón abstracta- que permite esta
armonía de la realidad. Por lo que parecería sugerir un dualismo Materia – Razón. Como
concepción opuesta a la materialista, encontramos a los pensadores poco proclives a las
ciencias experimentales. Ellos afirman que la realidad material carece de existencia
independiente de una entidad espiritual y racional.
Por ejemplo, Platón -Siglo IV a. C. – desdeñó lo primero para someterla a sus
juicios de desvalorización. Afirmó que la materia se reducía a ser una burda copia o
imitación de los arquetipos o modelos eternos a los que únicamente se accedía por el
pensamiento y no por los sentidos.
Esto significa que todo conocimiento elaborado basándose en la realidad
material, sólo nos detalla aspectos poco relevantes de las cosas y se traduce en meras
opiniones – Doxa - sujetas a permanente verificaciones cambio, si optamos por la vía
racional -Dialéctica ascendente - arribaremos a estos arquetipos inmutables que nos
brindan una dimensión auténtica de las cosas, y por tanto, un conocimiento siempre
verdadero. Aquí vemos otra concepción filosófica que dio sus frutos en la generación del
modelo formal y matemático en la ciencia.
PLATÓN 427- 341 a.C.
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En su famosa alegoría de la caverna,
se privilegia lo racional
sobre lo sensible,
y lo espiritual sobre lo material.
Posteriormente, Aristóteles actuó como árbitro entre estas posiciones tan
opuestas. En cuanto a la realidad material, la describió compuesta de materia y forma
- hilemorfismo.
La primera es el o los elementos con los que partimos, y la forma, los límites
impuestos. Por ejemplo, decimos " Veo un caballo de madera". La madera es el elemento
básico con el que se ha fabricado, esto es la materia. Y caballo es la forma o límite
específico impuesto al trozo de madera.
Ahora bien, Aristóteles insistió en que esta distinción entre materia y
forma no era posible establecerla en la realidad porque únicamente estaba en nuestro
análisis racional. Es decir, sólo quien tuviera capacidad de discernimiento podría
establecer esta distinción, y quien la carezca encontrará en ese elemento a un otro de algo
indefinido.
ARISTÓTELES 383- 321 a.C.
Pretendió elaborar una explicación objetiva, sin partir de
valoraciones previas, como las de Platón.
Regresando a nuestro ejemplo, aunque partiéramos de un trozo de madera al
que todavía no se le talló ninguna figura, igualmente es materia – madera – con una
forma -un trozo - y que luego podrá o no adquirir o recibir otra forma por el tallado de la
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imagen de un caballo o de lo que sea.
En síntesis, para realizar algo, debemos partir de una materia prima – primera sobre la cual el hombre o la naturaleza dejarán constancias de su trabajo.
La integración de la materia - forma se la concibe como una substancia -del
latín; sub, debajo; stare, estar; traduciendo la palabra griega ousia (la que es),
entendiéndola como lo permanente y sostén de los cambios que se perciben.
Por ejemplo, el caballo de madera es una substancia que posee determinadas
cualidades, a saber, color, tamaño, peso, etc., las cuales pueden cambiar pero igualmente
seguiremos reconociendo al mismo objeto con el nombre, porque captamos lo que
permanece. Si se quemase y quedara reducido a cenizas, cambiaremos el nombre porque
ya no es la misma forma de substancia.
Con leves matices, el estoicismo propone su propia concepción física a partir
de la influencia aristotélica, pero con un marcado acento espiritualista y teológico. Se
pronuncian sobre la composición de dos agentes, uno activo y el otro pasivo. El primero es
el espíritu que da sentido a la realidad, y la segunda, la materia que es moldeada por el
primero. Esto está orientado a presentar la necesidad de la existencia de una divinidad
creadora y ordenadora del caos material de la naturaleza incapaz de valerse por si misma,
por más que se identifique con Dios en el panteísmo estoico.
Con el advenimiento del Renacimiento, se pasó de una física filosófica y
cualitativa, a una física científica, experimental y cuantitativa.
Quienes promovieron esta transformación fueron científicos como Galileo,
Kepler y Newton, cuyas ecuaciones matemáticas fueron el nuevo lenguaje para describir
las relaciones constantes de la naturaleza. Pero ello no debe hacernos entender que ellos
estuvieron exentos de ideas filosóficas, porque éstas estaban presentes en la concepción
metodológica del conocimiento, como así también en la que tenían de la propia naturaleza
a la que pretendían conocer.
Los científicos actuales son herederos del paso dado por ellos, y aunque
insinúen desconocerlo, sin filosofía no tendrían sentido sus propias investigaciones. Si
quieren, podrán insinuar una reducción del rol de la filosofía, pero nunca estarán
completamente al margen de ella.
En síntesis, la física tiene dos ópticas: Una primera que es la experimental y
científica para explicar los fenómenos singulares de la naturaleza manifestada en su
regularidad y registrada en los enunciados legaliformes, y una segunda, que es la
especulativa, la cual fue la iniciada por la escuela jónica fundada por Thales de Mileto.
Esta física especulativa toma la naturaleza como un todo con el propósito de
brindar un análisis universal. En ese sentido fue el trabajo de Thales, quien intentó
responder a la pregunta de sí habría algún elemento primordial en ella.
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Partiendo de observaciones sencillas que cada uno de nosotros también
realiza, a saber que todos los seres vivos dependen del agua, concluyó en que éste era ese
elemento básico.
Hoy, en cambio, optan por utilizar la expresión física teórica en lugar de
especulativa, pero en los propósitos, es lo mismo.
Por ejemplo, ya dijimos cómo la teoría de la relatividad de Einstein es el
marco teórico o especulativo para la comprensión de la naturaleza al brindar los marcos de
referencia.
Por lo que en definitiva, no hay una incompatibilidad manifiesta entre el
filosofar y la explicación científica. En muchos casos la cooperación mutua es
indispensable para la ciencia, para remarcar la necesidad de abarcar más universalmente
la realidad en sus respuestas, y para la filosofía darse una base sólida que impida
restringirse en un saber libresco.
Inclusive citaremos el caso de Ludwing Wittgenstein que inicia su famosa
obra "Tractatus Logico - philosophicus" - publicada en 1922- con una teoría de los objetos
- que no es otra cosa que una física especulativa- para referirse luego al tema central que
es la estructura del lenguaje como el vehículo e intermediario de las figuras - o
interpretaciones- que somos capaces de elaborar de la realidad accesible a nuestra
comprensión.
Ludwig Wittgenstein 1889- 1951
“El mundo es todo lo que acontece.”
Extraído de “Tractatus
Lógico- philosophicus”.
Todo esta explicación tiene como propósito el señalarlos los criterios y
condiciones para que esas figuras del mundo de hechos que acaecen, puedan brindarnos
un conocimiento veraz. Por tanto el conocimiento humano puede dirigirse solamente a lo
que no escape a esos límites, pues, "de lo que no puede hablarse, mejor callarse". Y para
poder hablar debemos partir de aquellas expresiones lingüísticas de las que se posea la
certeza de que son verdaderas. Estas son las proposiciones. Las otras maneras lingüísticas
son sólo juegos combinatorios de palabras, o que carecen de sentido o no pueden expresar
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nada que lo sea de lo real. Por ello, quedan cercenadas otras disciplinas filosóficas que no
sean la gnoseología - en el lenguaje tradicional, por lo que se refiere mejor dicho a la
epistemología - a la lógica y a una física especulativa que actúe como la base teórica que
fundamente la realidad que se puede describir con tales proposiciones.
Esta física teórica es el axioma del cual se derivarán los teoremas descriptivos
del mundo que se concibe dinámicamente.
El pensamiento de Wittgenstein es un intento por recuperar la dinámica de los
hechos o fenómenos que primero aislamos para reconocerlos, y luego los restablecemos a
su contexto a través de la figura o interpretación que elaboramos.
Por ejemplo, reconocemos un hecho como es llover, pero para comprenderlo,
debemos reponerlo a todo el contexto que es el clima local, regional y de todo el planeta,
porque el aislamiento está sólo en nuestro pensamiento, mientras que en la realidad del
mundo todo está interaccionado, concepto éste que debe reflejarse en nuestra visión.
Y la expresión más acabada de este dinamismo está en que "el mundo es ser
todos los hechos, no todas las cosas". Si nos remitimos a las cosas como lo hicieron
especialmente los filósofos metafísicos - inclusive los dialécticos- es buscar lo permanente,
lo estable y lo inmutarle para fundamentar una verdad eterna existente por sí.
En cambio, concebir la realidad dinámicamente por hechos que, como
dijimos, debemos reconocer y luego reorganizar en la figura o interpretación de
proposiciones verdaderas, es proponerse otro dinamismo que conlleva al protagonismo del
hombre - especialmente de ciencia- para entender en el uso del pensamiento elaborado con
un lenguaje riguroso, sin ambigüedades, claro y preciso.
Para el hombre el mundo es lo inteligible porque está constituido por lo que su
conocimiento le otorga un sentido o status en la realidad natural y mental. Por ejemplo,
desde la perspectiva de la realidad, una silla no es otra cosa que un objeto más, en cambio,
en el mundo es un utensilio por el fin que le proporciona su uso para el hombre. Un
número, en cambio, no existe ni siquiera como objeto sino que es un hecho exclusivo del
mundo en el espacio lógico del conocimiento humano.
B. AXIOLOGÍA
En esta disciplina filosófica vamos a referirnos al estudio de los valores o
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fundamentos de toda acción humana, por lo que esta fundamentación se centra en las
bases teóricas y prácticas que el ser humano necesita para determinar el sentido de sus
actos. Estos actos son focalizados desde dos ópticas: La ética y la estética.
La primera -del griego; ethos, costumbre - concentra su atención en
determinar las normas generales que regulan cualquier acto humano como también el
propósito a obtener. A modo de ejemplo, citaremos a Epicuro y a Aristóteles que fueron dos
pensadores preocupados por la finalidad de toda acción. Esto se llama un pensamiento
teleológico.
Pero antes de ingresar en los sistemas, y como ya hemos visto antes, primero está el
análisis asistemático del tema. Y para ello, mencionaremos a Sócrates
- Siglo V a. C.- quien pretendía, a través de la razón, el acceso al conocimiento universal
sobre los principios rectores de la conducta humana. Por ello se le considera el precursor
de la ética.
Por ejemplo, deseaba saber y definir qué era la virtud. Y quienes le respondían
obviamente no comprendían su pregunta porque se referían concretamente a situaciones
en las que los seres humanos eran considerados virtuosos, es decir, estaban en el plano de
la moral.
SÓCRATES 470- 399 a.C.
“Te he preguntado una definición de la
virtud y me has presentado un enjambre
de ellas.”
Extraído de “Menón” de Platón.
Él entendía que definir, en el caso de la virtud, era explicitar en qué consistía
ésta, sin importar a qué situaciones luego podría aplicarse.
Por tanto, para definir no debemos llevarnos por convencionalismos. Contra
ellos se le atribuye al mismo Sócrates haber dicho que "estar de acuerdo en algo no
establece estar en lo cierto". Esto significa que la rectitud en nuestras conductas no se rige
por conveniencias personales, grupales o sociales, sino por la conciencia que sólo coincide
con la exigencia universal.
Esta manera socrática de abordar los temas tiene como contexto al
movimiento sofístico que señalaba la imposibilidad de la rigidez en la naturaleza y en la
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sociedad. Por lo que el verdadero motor era el cambio operable a través de la educación en
la cual su saber enciclopédico les daba gran protagonismo. Por tanto ser virtuoso no se
debía al hecho de haber nacido de buena cuna sino del aprendizaje que nos permitía
regirnos por los contratos que los humanos realizamos para convivir en sociedad.
Esta manera de abordaje temático será imitada luego por quienes comenzaran
a elaborar los diferentes sistemas.
Es el caso de Epicuro que vivió un período de grandes convulsiones sociales y
políticas después del desmembramiento del intento de un gran imperio con Alejandro
Magno. Su pensamiento fue reflejo de esa conflictiva época, concentrándose especialmente
en la ética para establecer que el placer era el objetivo mismo de la existencia.
Ante todo era un proyecto comprometido con la gente a la que pretendió
aliviarle las tensiones circunstanciales y postular la manera de obtener la tranquilidad del
alma – ataraxia - para disfrutar plenamente de la vida. Pero aclaró que a este placer que
da el sentido a nuestros días, no se le debía confundir con el simple deleite sensual -aunque
él fuese parte de nuestra vida -, sino como la sensación saludable de sentirse vivo.
Epicuro 341-270 a.C.
“Unos deseos son naturales y necesarios,
y otros vanos.”
Extraído de “Carta a Meneceo”.
Por ejemplo, es correcto alimentarse para vivir porque es una necesidad. Lo
malo es confundirse creyendo que con llevarlo a cabo -vivir para comer - cumplimos un
objetivo superior en nuestra vida. Para ello, Epicuro distinguió diferentes tipos de deseos
que atraen nuestra atención, para tener así la sabiduría suficiente de seleccionar cuáles sí
y cuáles no nos guiaban a esta ataraxia.
Regresando a nuestro ejemplo anterior que se refirió a nuestras circunstancias
actuales, alimentarse es necesario, pero los convencionalismos superficiales -"Alimentarse
mucho para ser fuerte como papá" le dicen a los niños - y los manipuleos exteriores a la
persona -la influencia de la propaganda masiva en nuestros días desvirtúa cualquier
control alimenticio - son quienes desvían el sentido.
Así, nuestro organismo nos solicita saciar sus necesidades con frutas y
verduras sin gran elaboración para su ingestión, sin embargo, es la cultura en la que
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vivimos quien nos impulsa a no estar satisfechos con alimentos como esos y exigimos otra
presentación de los mismos.
Otro caso es poseer dignidad personal, pero ella no debe extralimitarse en
buscar honores vanos procurando, no la superación de sí mismo, sino sobresalir de los
demás.
El criterio final para evitar estas extralimitaciones, tanto en un caso como en
el otro, radica en la principal virtud exaltada por los epicúreos, y que era la prudencia.
Con un criterio diferente al epicúreo, los estoicos elaboran un proyecto evasivo
desde las cúpulas del poder del estado. Tenemos a Marco Aurelio quien fue emperador
romano a modo de ejemplo. Aspiraban mostrar la limitada libertad humana para decidir
frente a las situaciones, las cuales no eran sino una prueba para templar nuestro espíritu
moralmente para incorporarse a la unidad de Dios y la naturaleza.
La diferencia que debemos establecer entre las éticas propuestas por la línea
de pensamiento iniciada por Sócrates y continuada conceptualmente por Platón,
Aristóteles y los estoicos, con la impulsada por Demócrito y sistematizada por Epicuro,
consiste que en los primeros prima el proyecto político sobre la decisión individual; en
cambio, en los segundos, el hombre, una vez libre de los males que oscurecen el raciocinio
- recordemos la disolución de los temas de la muerte y de los dioses- tendrá la salud mental
y tranquilidad de espíritu para compartir por naturaleza una convivencia social.
Es decir, en los primeros, el hombre debe ser virtuoso por la racionalidad que
lo distingue de todo lo demás, pero para subordinarse ya sea a las leyes de la sociedad, ya
sean a los dictados de la Divinidad que rige al Universo. En los segundos, la misma
racionalidad libre de manejos ideológicos le permite distinguir lo natural y necesario de
sus impulsos para concretarlos prudentemente y vivir en armonía con sus semejantes y la
naturaleza.
Como una referencia en el estoicismo romano, citaremos a además a Epicteto.
Este pensador que vivió la mitad de su existencia como esclavo, desde su experiencia
personal nos habla de la libertad humana. Entiende que el hombre es libre en la medida en
que toda conciencia de lo que puede estar bajo su control y lo que no, de tal manera que la
moralidad del hombre es el resultado del conocimiento de un orden universal que debe
respetar y actuar en consonancia.
Durante los siglos subsiguientes de la Edad Media, al cristianismo convertido
en el poder político y económico, le vino muy bien esta doctrina estoica. Así pudieron
limitar el albedrío humano mediante la relación razón- fe. Por la primera, el hombre h
sido distinguido por el Creador al dotarlo de la inteligencia del pensamiento, y por la
segunda, el hombre tenía acceso a los dogmas divinos incuestionables. Ante conflicto entre
ambos, la fe era la verdad de Dios, y lo proveniente de la razón, mera herejía que debía ser
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reprimida.
En la filosofía moderna ubicamos una concepción diferente de la ética a partir
de Kant -Siglo XVIII. Su visión no fue teleológica sino formal, significando que buscó las
normas aplicables a toda situación por su universalidad. Y la racionalidad las define para
que el hombre actúe de acuerdo a ellas, sin importar cualquier circunstancia que permita
la eventual transgresión con o sin sanción exterior. La única sanción imponible en esta
ética es la contradicción entre lo definido por la razón y la acción realizada.
Por tanto, se actúa por el deber mismo o imperativo categórico, y que a
diferencia de otras éticas, no posee un interés que se adapte a las necesidades, como lo son
el Placer de Epicuro o el Bien de Aristóteles.
Por ejemplo, decir la verdad es un valor apreciado en muchas culturas. En
algunas éticas es un medio para avanzar hacia otros fines superiores. En cambio, para
Kant, decirla es la expresión de la razón misma, un imperativo de su reflexión no sujeta a
ninguna influencia. A estas éticas las definimos como autónomas -del griego; auto, de sí
mismo; monos, ley, norma - en la que la reflexión del individuo es quien propone esas
normas a seguir.
Opuesta a esta interpretación, hallamos a las éticas heterónomas -del griego;
hetero, diferente; nomos, ley, norma - en las que las normas son impuestas desde afuera y
deben ser acatadas porque la autoridad así las dispone, sin que haya alguna reflexión
personal que avale esos criterios.
Por ejemplo, las éticas teológicas imponen las normas por ser emanadas de la
autoridad divina, que en su suma sabiduría puede determinar lo mejor para el universo.
Por ello deben aceptarse, no porque el hombre sea capaz de delimitar su conveniencia
formal o práctica, sino por su origen.
EMANUEL KANT 1724- 1804
Se propuso construir una ética
en la que no importara los vaivenes
de los contextos culturales en los
que viviera el hombre.
Las éticas autónomas y heterónomas se diferencian según el imperativo que
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aplican. Así, las heterónomas se rigen por el imperativo hipotético, es decir, si quieres
obtener algo debes realizar tal otra. Por ejemplo, si un niño quiere obtener una
recompensa, debe comportarse según las reglas de sus padres. Esto es heterónomo porque
las normas no provienen del sujeto –el niño- sino del adulto que le exige y le sanciona. En
cambio, las autónomas aplican el imperativo categórico, es decir, si quieres algo, dirigirte a
él. Por ejemplo, si tu razón le dicta ser honesto como correcto, actúa como tal sin esperar
más recompensa que la coherencia de tu pensamiento y tu acción.
También debemos distinguir entre ética y moral. Esta distinción proviene ya
de sus diferentes raíces culturales. La primera es, como ya hemos dicho, de origen griego
cuya cultura propendía al análisis racional en pos de los fundamentos últimos de toda
manifestación natural y expresión cultural.
La segunda deriva del latín morís que también significaba costumbre. En esta
civilización romana, su preocupación era la resolución práctica de los problemas
planteados de la convivencia social, llevándolos a la perfección jurídica con códigos
basados en lo común o cotidiano. Por este motivo, se dice que una persona es moral
cuando actúa siguiendo las costumbres del ambiente al que pertenece.
Es muy conocida la expresión latina "A donde fueres, haz lo que vieres"
significando la conveniencia de no contradecir las prácticas del grupo social al que el
individuo se integra. Por ejemplo, Poncio Pilatos que no encontraba ningún delito
adjudicable a Jesús, ordenó su crucifixión porque la gente así se lo pedía. Poncio Pilatos
era el gobernador en una lejana provincia del Imperio Romano.
El inmoral, en cambio, es aquél que conociendo esas prácticas
convencionales, no las lleva a cabo -Es común oír también que "Tal persona realizó actos
reñidos con la moral" en el sentido de que hizo algo que no es valorado como positivo
para el grupo social.
Y el amoral es aquél que actúa erróneamente porque desconoce dichas
practicas sociales, como por ejemplo, un extranjero no puede dirigirse a una mujer casada
en un país islámico si no está presente su marido, y si lo hace, ella puede ser repudiada
aunque aquél alegue ignorancia. En nuestro código civil, por ejemplo, se señala que la
ignorancia de las leyes no es excusa.
Un caso preciso de planteo moral lo encontramos en los escritos de Soren
Kierkegaard. Su preocupación central es mostrarnos que el ser humano es un ser que se
convierte en un sujeto libre en la medida de que debe elegir entre opciones opuestas. Es
decir, no estamos obligados por una ética a sufrir los dictados de ninguna moral específica
que puede ser resultado de costumbres arraigas en la sociedad pero sin mayor fundamento
racional, sino que estamos expuestos a elegir qué vida llevaremos adelante. El primero es
el amoral que disfruta cada instante de su existencia pero sin que ello conlleve un
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compromiso, esto es, no se siente afectado por la convivencia social. Y el segundo es el
moral que asume su existencia como una historia que se construye con la coherencia de
sus actos. Dicho en otras palabras, la moralidad es un rasgo imprescindible de la sociedad
humana para aquél que desee integrarla.
Su conclusión es que la moral no nos enseña qué es el bien o el mal, en
abstracto o en teoría, sino que debe inculcarnos en el momento de decidir por cuál de los
dos modelos realizaremos en nuestra vida, si el bien o el mal serán importantes para
nosotros y para los semejantes que se verán afectados por nuestros actos.
SOREN KIERKEGAARD 1813- 1855
“La verdad es la subjetividad.”
Extraído de “Temor y temblor”.
Las éticas también se diferencian en función del contexto cultural de la que
emanan. Es claro que las éticas formales procedan de fundamentos racionalistas, donde la
forma prima sobre el contenido. Es así el caso de la ética Kantiana en la que las normas
máximas están por encima de cualquier situación en la que el ser humano se vea
involucrado.
Por ejemplo, "Decir la verdad" no tiene ningún pretexto valedero para no
cumplirse, aunque puede ser perjudicial individual o colectivamente, es un valor a respetar
porque así lo ordena la lógica de nuestra razón.
Kant distingue el imperativo categórico del imperativo hipotético. El
primero tiende a la autonomía del hombre porque sigue una regla universal sin otra
recompensa que seguir los dictados de la razón. Por ejemplo, dice la verdad porque, sin
importar ninguna circunstancia, es lo correcto. En cambio, el segundo es aquel imperativo
que esclaviza al hombre en procura de una recompensa. Es por ejemplo, el niño que se
porta bien porque sabe que su madre le traerá golosinas. Es decir, no decide por sí mismo,
sino por el resultado a obtenerse. Es un ser heterónomo.
Para Kant, sólo una ética formal y a priori, es garantía de libertad y
responsabilidad humana porque, sin importar los contextos el hombre tiende de buena
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voluntad a la acción aunque sin saber si fracasará o no.
En cambio, en las éticas anglosajonas, prima el principio vital del individuo y
de la sociedad. Se toma como válido lo que será útil o permita un mejor desempeño de la
acción. Por tanto, "Decir la verdad" es válido en función de cómo actúa el hombre y
armoniza con sus semejantes y la naturaleza. Son como los casos del Utilitarismo de Stuart
Mill y del Pragmatismo de William James.
Por otra parte, tanto la ética como la moral son fundamento o fuente de la
legislación que regula las relaciones humanas. Generalmente, la ética está presente en los
fines básicos de la Constitución, y por ello ésta es más permanente, y son más difíciles los
procedimientos de modificación. En cambio, la moral se expresa en las leyes que se
refieren a situaciones concretas, y estas soluciones legales son derogables, modificables,
perfectibles más prontamente de acuerdo a los cambios de estas prácticas convencionales.
Por ejemplo, en la Constitución se expresa el reconocimiento de los derechos
de cada uno de nosotros, y en las leyes, se dicta los límites circunstanciales según el
beneficio común.
Es finalmente interesante la conjunción del pensador uruguayo Rodolfo
Tálice que propone la relación ético-ecologista para que la humanidad asuma su
responsabilidad en la conservación y mejoramiento del hábitat natural y cultural en que se
desarrolla. La ecología analiza la naturaleza junto a la ética necesaria en prevención de su
destrucción.
El más trasgresor de los pensadores contemporáneos fue Federico Nietzsche
quien se opuso a toda forma de ética o moral por ser contraria a la vida misma. Es cierto
para él que como hombre hemos salido de nuestro pasado de animal para llegar a este
presente racional, mas, si pretendemos tener futuro, debemos desembarazarnos de toda
autoridad que pretenda imponérsenos. A estos dioses hay que darlos por muertos para
seguir evolucionando. Primero fueron los padres, luego los maestros, rostros humanos que
nos inculcaron valores. Después comenzó la despersonalización de esos dioses con el
Estado que nos ha dado normas para la convivencia social, y finalmente Dios, figura
abstracta que ordena y atemoriza. Pero la forma más radical de estas imposiciones ha sido
el imperativo categórico kantiano emanado de la razón, esa misma que con Hegel terminó
negando al hombre como protagonista de la historia. Por eso Nietzsche se niega a
reconocer tablas de valores definitivas, y en su lugar es nuestra voluntad la que nos define
y nos impulsa para darle un sentido a nuestra vida como proyecto que vamos construyendo
cada día.
La otra disciplina axiológica es la estética -del griego; aestesis, sensibilidad.
Analiza los valores que guían la contemplación de la naturaleza y de la obra artística
humana. Estos se conciben en forma objetiva y subjetiva.
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La primera, como en el caso de los continuadores de Platón, entendía a estos
valores como esencias reales a las que se debería acceder directamente a través de la
intuición – diánoia - o a través de una reflexión discursiva – nóesis - y arribar al mundo
de los arquetipos o modelos -Topos Uranos – del cual la materia era concebida como una
burda imitación.
JOHN STUART MILL 1806- 1873
Moralmente bueno es lo que beneficia a la mayor cantidad de personas.
Por tanto, el arte humano se resume a ser a su vez una copia más desteñida
de otra copia en la cual nuestro espíritu inmortal está aprisionado.
Por esto, el mismo Platón ya desdeñaba toda forma artística, y solamente
debería usarse como medio educativo de aquéllos que son trabajadores de la sociedad.
Por ejemplo, cada cosa existente tiene su arquetipo en el Topos Uranos, y
cuando el artista, accediendo a él, trata de transmitírselo al mármol con el que hará una
estatua. El valor de esa estatua de mármol no está en esa mera copia hecha por el artista
sino en el arquetipo que lo guió.
La segunda concepción señala que en la naturaleza no hay ningún valor que
no sea producto del intelecto subjetivo del hombre, quien como sujeto establece los criterios
para la valoración y los proyecta sobre los objetos.
Estos criterios pueden ser individuales o genéricos. Los primeros se refieren a
que se relativiza en la valoración según cada individuo -como el dicho popular "las cosas
son según el cristal con que se las mira", es decir, cada uno elabora lo que entiende
válido, como ser, cada uno elige el tipo de música, de filmes, etc.
Y los segundos criterios son realizados por convenciones, y el hombre, no
como individuo sino como especie, se pone de acuerdo, como ser para establecer que el oro
sea el metal rector de los demás que se le comparen, aunque esos otros metales, como el
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hierro por ejemplo, fuese en un principio más útil en el proceso de culturización humana
al fabricarse con él artefactos varios y armas.
Un ejemplo es la afamada expresión de Protágoras - Siglo V a. C.- que decía
que "el hombre es la medida de todas las cosas". Este fragmento puede ser interpretado de
dos maneras: La primera, que el ser humano, individual y subjetivamente, establece los
criterios. La segunda, que es la humanidad en su conjunto quien propone dichos criterios
en función de una conveniencia, no particular, sino general.
Es decir, los criterios, aunque sean producto de una profunda reflexión, son
finalmente arbitrarios en tanto los cometidos que la misma humanidad se propone. A
diferencia de otros seres vivos que "están en el mundo", sin distinguirse de él, el hombre
también "está con el mundo" en el sentido de que a pesar de no ser el más fuerte, es el que
establece los valores. Dicho con otras palabras, nuestra capacidad racional nos permite
asumir el rol intencional de sujeto en la relación con los objetos de la realidad. Por eso
decimos "yo" individual o "nosotros" como especie, en tanto establecemos los criterios
para toda función valorativa.
Por ejemplo, Wittgenstein señala que el mundo es sólo una sucesión de
acontecimientos. La valoración de éstos es trascendental, es decir, supera el contenido
mismo de los hechos. Pensemos en un terremoto por el cual se ocasiona destrucción,
pérdidas de vidas y materiales, etc. Como tal acontecimiento está enmarcado entre todos los
hechos de la naturaleza, sin que ésta se le pueda asignar alguna intencionalidad o
responsabilidad.
Por tanto, la valoración expresada en una proposición está fuera del mundo
porque no es algo que suceda en él sino una manifestación de un sujeto siendo testigo. Por
ello, todas nuestras proposiciones, si queremos que posean algún valor, deben remitirse a
la realidad.
Y el único valor asignable a una expresión lingüística es el de ser verdadera o
falsa, por lo que la distingue de otras llamándoselas proposiciones. Es decir, el valor
entendido como trascendental porque supera nuestras limitaciones cognoscitivas, es el que
carece de valor, sin embargo, sin nos referimos al valor de verdad que establecemos con
relación a los hechos del mundo a través de nuestras proposiciones, es el único expresable
y a nuestro alcance.
Entre las expresiones lingüísticas encontramos oraciones que expresan
preguntas, ruegos, deseos y también órdenes. Todas ellas carecen de sentido porque jamás
exhibirán un valor de verdad que nos permita elaborar un modelo o figura que interprete
la realidad desde nuestra perspectiva lógica.
Las proposiciones axiológicas son únicamente posibles en tanto su fortuita
combinatoria sintáctica pero desde el análisis de la filosofía del lenguaje, carecen de
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relevancia. Por ello la filosofía se reduce para el neopositivismo a una epistemología que
nos permita determinar las proposiciones científicas como las únicas válidas, aunque para
fundamentarse deba elaborar un metalenguaje - es decir, otro nivel lingüístico - que lo
aproxima a los propósitos originales de la axiología y la metafísica que tanto desdeña.
Quizá por esto finalmente realizó un giro de 180 º pasada la mitad de su vida.
Y así comprendió que las otras disciplinas filosóficas y la filosofía misma, en su lenguaje,
no era otra cosa que la expresión de otro nivel necesario del conocimiento para
fundamentar trascendentalmente a la epistemología.
Como párrafo final, hoy somos testigos de una eventual pérdida de la estética
como valor para ser sustituida para el fin de objeto diseñado. Por ejemplo, en una película
no importa su mensaje sino que entretenga, no importa que la música sea un estimulador
interior sino que sea bailable, no importa la artesanía del arquitecto como decorador sino
que sea habitable, etc.
ANTROPOLOGÍA
Esta disciplina -del griego; antropos, ser humano; logos, estudio - como tal es
muy reciente, no así su temática que está presente en la especulación filosófica desde sus
albores, teniendo en cuenta que también el ámbito teológico a su vez lo ha abordado desde
mayor antigüedad.
Es tradicional afirmar que Sócrates -Siglo V a. C.- inauguró para la filosofía
la preocupación por lo humano, en contraste con sus contemporáneos y antecesores
interesados en los fundamentos generales de la naturaleza. Por ello, Cicerón dice que
Sócrates "bajó la filosofía de los cielos a la tierra". Esta afirmación se contextualiza en el
mundo ateniense del siglo V a. C. en el que los sofistas introdujeron la temática humana.
Para ellos, como Protágoras por ejemplo, la filosofía no era la búsqueda de
una verdad permanente, sino señalar que todo se relativizaba a cómo el ser humano en
tanto especie indicaba los criterios de interpretación de la realidad, por lo que, según las
necesidades, esos criterios podían cambiarse parcial o totalmente.
El estudio de las características esenciales del hombre que lo diferencien de
aquellos con quienes comparte la realidad de la vida y de quien posea esencia divina, es su
objeto de estudio.
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En este sentido, no sólo la filosofía sino también otras disciplinas, a saber, la
historia, la literatura, la lingüística, la economía, la sociología, la psicología, etc.,
complementándose entre sí, dan la visión integral de lo qué es y cómo es la humanidad.
Un claro caso de un precursor en esta temática es el ya citado Platón. Con fines más
políticos que de investigación, cuando analiza las características esenciales de lo humano,
estipula que cada uno de nosotros posee tres psijai o principios vitales.
El primero de ellos es la frónesis alojado en la cabeza; el segundo, el andréias
alojado en el pecho; y el tercero es el hedonés alojado en el bajo vientre.
Con este esquema arma la estructura social en su utopía donde los
gobernantes o filósofos decidirán guiados por la mente, los soldados o guardianes seguirán
los dictados del valor, y por último, la mayoría, cuyo único cometido de su existencia es
producir y saciar sus instintos.
Y el factor fundamental por el cual se define el principio o psijai que
predominará, está en la educación impartida. El gobernante recibirá la correspondiente al
ejercicio del pensamiento para decidir lo más conveniente; el soldado, en las estrategias
bélicas; y la mayoría, la menor educación posible para que no discrepe con propiedad.
PLATÓN 427- 347 a.C.
En su afamada alegoría de la caverna,
en su diálogo “República”, estipula
la triple naturaleza humana:
pensamiento, valor y deseo.
El propósito de la utopía platónica no es la justicia sino la armonía. Si
observamos la convivencia de las abejas, cada integrante tiene su rol, sin importar lo
individual.
Específicamente, la antropología surgió como disciplina filosófica para
establecer el status del hombre entre la naturaleza y la divinidad. A modo de ejemplo, en la
Edad Media, encontramos en el pensamiento cristiano de entonces lo expresado en el
cuadro número cinco.
Ellos se inspiraron en el pensamiento peripatético que establecía al hombre en
la cúspide de su escala jerárquica, y por tanto, se le llama antropocéntrico.
En su primer escalón se hallan los seres inertes que únicamente poseen la
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existencia y forman parte de la naturaleza, como son los minerales.
El segundo le corresponde a los vegetales que comparten con los primeros la
existencia, pero poseen como propio el ciclo biológico que les permite llevar a cabo
funciones vitales, a saber, nutrición, crecimiento, respiración, reproducción, etc.
El tercero es el de los animales que comparten todo lo detallado a los
anteriores, sumada como capacidad propia el poder trasladarse de un lugar a otro.
Y en el cuarto, hallamos la cúspide aristotélica en la que el hombre posee la
existencia, el ciclo biológico, el traslado, más la racionalidad que le permite elaborar
conocimientos.
A este esquema inicial antropocéntrico, el pensamiento medioeval cristiano le
incorporó dos nuevos peldaños para señalar que, primero, el hombre no era tal cúspide, y
segundo, por su concepción teocéntrica, era Dios como espíritu puro, dicha cúspide.
ARISTÓTELES 383- 321 a.C.
Otra vez preocupado por corregir los excesos de Platón.
El eslabón posterior al hombre es ocupado por los ángeles, quienes son
creaturas como todas las señaladas hasta ahora, pero incorpóreos por ser sólo espíritu. Se
presentan como intermediarios entre el mundo material y creado con la espiritualidad pura
increada que es el último eslabón ocupado por Dios. Estos dos nuevos eslabones son
producto de una escala de valores en la cual lo espiritual es concebido como superior sobre
lo material.
Con el estoicismo, partiendo de una visión panteísta, la distinción entre cuerpo
y alma en el hombre tendrá otro propósito: Introducir el tema de la libertad. Desde el punto
de vista físico, el hombre no se diferencia demasiado de otros seres vivos en tanto forma
parte de la naturaleza. Con el espíritu, el hombre se crea la ilusión de que puede liberarse
del cuerpo y piensa que decide por su cuenta. En realidad, como dice Epicteto, la libertad
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consiste es acatar el orden del universo impuesto por Dios. Libre es quien sabe el lugar que
le corresponde en ese plan divino previo y no actúa en contra de lo que es inevitable.
Ante nuestra mirada humana imperfecta, todo parece caótico, pero no es así.
El universo esta regido por un orden universal simbolizado por el fuego, permitiéndoles
esta imagen a los estoicos señalar que el hombre posee una pequeña chispa de él, con el
cual conoce y se rige moralmente. De esta manera sabe lo que está bajo su control y lo que
no. Controla sus opiniones, su pensamiento y sus decisiones- No controla su naturaleza
corporal y los bienes materiales, a los que no hay que atarse por su devenir. Esto permite
establecer la diferencia entre la persona común y el filósofo. El primero siempre espera
daños y beneficios provenientes de afuera, sin asumir ninguna responsabilidad, como por
ejemplo, quien espera la solución a sus problemas en el azar del juego, o busca la causa de
sus males en la acción de alguien en su contra. En cambio, el filósofo sabe que de él
emana todo lo que vive. Una vez sabido esto, ha logrado la paz interior que le permite
encaminar su existencia.
Con la modernidad, el auge de las disciplinas experimentales fue en
crecimiento, y esto se reflejó en que ciertas preocupaciones filosóficas dieran origen a
notorias disciplinas científicas, como ser la sociología, la física, etc. La temática
antropológica se fue sistematizando en una disciplina que ahora sí adquirió su nombre
definitivo.
Pero, como en otras de índole humanística, encontramos distintas
orientaciones. Hoy reconocemos una antropología con enfoque biológico experimental, y
otra de tradición filosófica.
A la antropología biológica la mencionaremos brevemente pues, por su
carácter científico, ya no forma parte del sistema filosófico, tanto por su objeto de estudio
como por su metodología. Pero ello no significa que el pensador pueda estar al margen de
sus avances y afirmaciones para que sean punto de partida para cualquier cosmovisión
filosófica.
EPICTETO 50-138
Habiendo sido esclavo, enseñaba
la imposibilidad de una real
libertad humana
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Concretamente, esta disciplina se interesa en los cambios morfológicos que el
ser humano ha experimentado desde su eventual origen hasta la actualidad.
Es así como esta disciplina se basa en la teoría de la evolución cuyo
argumento consiste en la necesidad de adaptarse al medio y conlleva a que las sucesivas
generaciones de descendientes padezcan diferentes transformaciones para que sea posible
esta interacción con el ambiente, evitando así la extinción por las exigencias naturales.
Por ejemplo, los dinosaurios desaparecieron por su incapacidad de adaptarse
al brusco cambio climatológico que sufrieron, y ello permitió que una insignificante
especie de seres vivos que hasta entonces vivía oculta, pudiera adquirir mayor
protagonismo. Nos referimos a los mamíferos de quienes somos integrantes.
Desde este creciente predominio humano, por nuestra acción -caza y pesca
indiscriminada, fumigaciones, etc.- otras muchas especies también se extinguieron por
incapacidad de adaptarse a los cambios que hemos propiciado.
Y nosotros, ¿seremos capaces de sobrevivir al nuevo equilibrio ecológico que
surgirá después de la pérdida de la capa de ozono, de la contaminación del aire, de la
tierra y de los mares, de la guerra bacteriológica que produce nuevos virus como el del
SIDA, etc.?
La naturaleza se reacomoda ante cada cambio y todo lo demás es descartable,
inclusive la humanidad, si no logra adaptarse. Basta con pensar en la cantidad de
antecesores nuestros que fueron ensayos fallidos y que quedaron por el camino, como los
fueron el hombre de Cromagnon, de Neanderthal, etc. en la cadena evolutiva.
Y aún más: ¿tendremos la osadía de creernos la culminación de este proceso?
Y, ¿éste continuará ante una eventual o no desaparición de la especie humana? Del
universo se estima que tiene quince mil millones de años, y nosotros apenas un millón para
proyectarnos con cierta certeza al futuro, y dar una respuesta a esta pregunta que hoy es
más filosófica -y teológica si se le quiere admitir - que científica. Vemos así que la
integración de esta disciplina al ámbito científico, no nos impide elaborar interrogantes
filosóficas.
Como se observa en el cuadro número cuatro, a la antropología filosófica la
hemos integrado junto a otras orientaciones. Esto se explica en tanto la filosofía en su
conjunto es una expresión cultural humana.
Es decir, que la cultura es toda manifestación ideada por el ser humano para
transmitirla de generación en generación con el propósito de enseñar, conservar y guiar
con los valores y modelos útiles para la comunidad y para el individuo. Como la filosofía es
un producto cultural, no podemos negar ese mismo propósito, agregando a la utilidad, la
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función vital de conocer y de conocernos.
Quien tiene como objeto de estudio a toda expresión cultural humana es la
orientación de la antropología cultural, en la cual encontramos variados enfoques.
El primer enfoque es el estudio del origen, desarrollo, extinción y relaciones
entre las diferentes civilizaciones. Si nos remitimos al momento histórico en el que los
europeos llegaron a América, vemos que no encontraron un continente vacío sino habitado
por diferentes culturas que en muchos aspectos eran más avanzadas que la traída por los
europeos.
Por ejemplo, el Imperio Azteca en México y el Inca en Perú, poseían una
organización social, política y económica que en nada deberían envidiarle a la europea.
En este caso, el antropólogo analiza sobre los orígenes más remotos de estas
culturas -si eran autóctonas o producto de emigraciones cómo fue la relación con sus
vecinos, qué sucedió con la llegada de los conquistadores europeos, cuál fue la debilidad
que precipitó su derrota, etc.
El segundo enfoque es el religioso. Independiente de nuestras eventuales
creencias personales, no debemos negar que la religión es un valor cultural que el hombre
ha elaborado y lo trasmite explicando la imagen que tiene de sí mismo.
La antropología religiosa es aquélla que posee una concepción de la
humanidad y de la naturaleza, basándose en sus libros sagrados -por ejemplo, La Biblia, El
Corán, etc.- por ser la expresión escrita de las verdades reveladas por la Divinidad y que
son aceptadas dogmáticamente. Dentro de nuestra cultura occidental, es mayoritariamente
difundida la idea de la creación directa del hombre por Dios. El ha sido creado del barro
al cual se le infundió el soplo de la razón para que fuera el privilegiado en la naturaleza.
Justamente el término hombre proviene de la antigua expresión “humus” que significa
tierra.
Por último, la antropología filosófica -hoy imprescindible inicialmente para
cualquier cosmovisión – fue impulsada por autores asistemáticos con el objetivo de que su
reflexión determinara el lugar del hombre en el Cosmos, en función de sus características
esenciales.
Dos aspectos importantes que influyen en la visión antropológica, son el
teocentrismo y el antropocentrismo. El primero de claro sesgo religioso, nos muestra la
dependencia del ser humano al Creador que se pregona, y el segundo, pretende establecer
la independencia en el razonamiento y en la imagen que el hombre tenga de sí mismo.
Pero, a veces, el antropocentrismo mal entendido o mal usado termina en un
narcisismo fanático. Y a esto se remite Sigmund Freud - fallecido en el año 1939- cuando
nos dice que en la historia del pensamiento hay tres grandes ataques a las ideas
generalizadas en cada época.
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El primer ejemplo fue la idea de que el universo giraba en torno a la Tierra
– geocentrismo -, a cual fue eliminada por el sistema planetario -heliocéntrico- de Nicolás
Copérnico - siglo XVI.
SIGMUND FREUD 1856- 1939
Según afirmó, con el psicoanálisis
se produjo el último ataque a la
soberbia humana. Los anteriores
habían sido el heliocentrismo de
Copérnico y el evolucionismo de
Darwin.
El segundo referido a que en forma privilegiada, el hombre era a imagen y
semejanza de Dios, siempre igual desde la creación. Esta visión fue marginada por la
teoría de la evolución con Charles Darwin - Siglo XIX.
Y la última, como seres racionales, el ser humano normal controlaba sus actos
con su conciencia. La teoría del inconsciente del mismo Freud mostraba los límites de ese
control.
Como autor en antropología filosófica, citaremos a Federico Nietzsche
-Fallecido en el año 1900- quien, influenciado por el concepto de evolución manejado en
la orientación biológica, él lo trasladó a la filosofía para explicar que si el hombre no
quisiera ser extinguido como otras especies vivas, no debería quedarse conforme con su
estado actual y debería continuar su afán de superación. Por ello afirmó que el espíritu
humano pasaría por tres metamorfosis, a saber: Del camello, del león y del niño.
FEDERICO NIETZSCHE 1844- 1900
“Dios ha muerto para que viva el superhombre.”
Extraído de “Así hablaba Zaratustra”.
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La primera era el estado de la conformidad y aceptación, sin ningún intento
de progreso. Vive exclusivamente para obedecer las normas exteriores, como las ovejas con
respecto al pastor.
¿Qué sucedería si desapareciera el pastor? ¿Podrían las ovejas valerse por sí
mismas sin la protección de aquél? Cuando no se ha cultivado ese aprendizaje, sino sólo
una relación de dependencia, la única respuesta posible es no. Cuando se posea la mínima
capacidad de una mirada interior, solamente encontrará un gran vacío porque nada es
suyo o producto de su esfuerzo, por lo que ocasionará la rebelión personificada por el
espíritu del león. Es la rebelión de una conciencia que ha comprendido que todo lo que
sabe, lo que ha vivido, es vano. Por lo que niega su pasado en una primera instancia de
ruptura, pero que luego lo retoma cuando en el momento de la creación o tenga en cuenta
para no repetir los mismos errores.
Esta segunda metamorfosis es una transición porque el león es sólo capaz de
originar la oportunidad para la libertad, pero no es capaz de una creación.
Esto significa que la última metamorfosis -la del niño - parte de la inocencia y
olvido de lo que se le impuso cuando era camello y lleva la tarea autónoma.
Pero, el mayor peligro no reside en la interferencia de quien quiera impedir
esta superación, en este caso personificado por el dragón que es la autoridad que se
impone heterónomamente, sino que está en el propio espíritu humano que se conforma
con haber llegado a la cima propuesta y no se asigna nuevas metas. Si esto último
sucediese así, la caída sería más perjudicial que la ignorancia defendida por el espíritu del
camello.
Esta visión antropológica nos muestra el lugar privilegiado a conquistar sí la
humanidad se dice a sí misma que "Dios ha muerto", negando así la última manifestación
de autoridad capaz de frenar su afán de superación.
No podemos evitar el señalar en lo sucesivo, los antecedentes teóricos de esta
preocupación de Nietzsche, al tener en cuenta que en el pensamiento de éste no se da
aislado sino dentro de un contexto de su época. Este contexto fue el pensamiento hegeliano
que dominaba notoriamente el ambiente de las ideas de aquel entonces.
El pensamiento de Guillermo Hegel - Siglo XVIII- consistió
prioritariamente en la recuperación de la temática metafísica, la cual había sido
desprestigiada por obsoleta en los análisis radicales del empirista David Hume y por el
racionalista Kant.
El primero, desmantelaba el esquema ontológico de la relación causa- efecto
para enfocarla desde la óptica gnoseológica, y el segundo, acusaba recibo de lo dicho por
Hume, y señalaba los límites de la razón humana. Por lo que, Hegel intentó reinstaurar la
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temática metafísica, no a la disciplina misma. Y lo llevó a cabo con la creación de una
disciplina que llamó la Filosofía de la Historia.
GUILLERMO Hegel 1770-1831
“Todo lo real es racional
y todo lo racional es real.”
Extraído de “Fenomenología del espíritu”.
El primero, desmantelaba el esquema ontológico de la relación causa- efecto
para enfocarla desde la óptica gnoseológica, y el segundo, acusaba recibo de lo dicho por
Hume, y señalaba los límites de la razón humana. Por lo que, Hegel intentó reinstaurar la
temática metafísica, no a la disciplina misma. Y lo llevó a cabo con la creación de una
disciplina que llamó la Filosofía de la Historia.
Mas, debemos mencionar con justicia que un precursor de la filosofía de la
historia como preocupación del pensamiento humano, lo hallamos en la obra de Agustín
de Hipona - siglo IV d. C. Aunque con fines más teológicos que filosóficos, igualmente
obtenemos en él la necesidad de explicar el porqué de la sucesión - hasta ahora sin sentido
para Agustín- de los tiempos que describe la historia de la cultura humana.
Por ello sugirió que todo este devenir histórico tenía un cometido para la
conciencia humana, por ser la única en reconocer el tiempo y su constante fluir. Hasta
antes del advenimiento del cristianismo, para Agustín- la humanidad había vivido al
margen de la realidad, en una ciudad sin Dios.
Con el cristianismo, el aprendizaje de nuestra existencia, tanto individual
como especie, es acceder a la ciudad de Dios que nos permitirá saber el porqué y el
proyecto universal de quien somos sus creaturas. Es el pasaje del hombre exterior al
interior.
El concepto a retener de Agustín, no es el planteo teológico sino la necesidad
de explicar, no sólo el contenido de los hechos históricos, también plantearse una nueva
pregunta relativa a los propósitos, si los hubiese y para quién, de este fluir histórico. Y esto
es lo que retomó Hegel para plantear ya formalmente en una disciplina que llamó la
filosofía de la historia.
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AGUSTÍN DE HIPONA 354- 430
En su obra “La ciudad de Dios”
inicia el tratamiento filosófico
procurando saber el sentido de
la sucesión de los procesos históricos.
La filosofía de la historia consiste en el estudio de los procesos históricos, en
su origen, causa, desarrollo, cometido, y principalmente: Quién es el protagonista de estos
hechos.
Desde la óptica de Hegel, todo lo que sucede, tiene como causa y propósito a
que Dios adquiera conciencia de sí mismo, por lo que, tanto la naturaleza como el hombre
en especial, no tienen ningún significado propio, sino solamente como parte del proceso, el
cual igualmente ocurriría aunque no existieran nunca o dejasen de existir.
El método elegido por Hegel para explicar naturalmente a estos procesos es la
dialéctica. Esta consiste en tres instancias o tríada. Las dos primeras llamadas tesis - del
griego, afirmar-, antítesis - negación de lo afirmado anteriormente- fueron las
explicitadas por Heráclito en la lucha de los opuestos.
Para Hegel, Heráclito – siglo V a. C. – desarrollaba sólo una dialéctica
incompleta porque no resolvía la oposición planteada. Por ejemplo, es el pasar del calor al
frío y viceversa.
La visión hegeliana planteó que toda tesis tiene en sí el germen de su opuesto
o antítesis, por lo que es necesario el cierre del proceso con una síntesis - del griego,
afirmación conjunta- en la cual distinguimos dos aspectos, que en el proceso mismo se
darían simultáneamente.
El primer aspecto es que la síntesis es la superación de la oposición planteada,
y el segundo, la conservación de los rasgos esenciales de estos opuestos.
Por ejemplo, masculino y femenino son opuestos por rasgos propios. Pero su
descendencia que supera esta distinción entre ellos, conserva los rasgos fundamentales.
Pero, hete aquí que el acceder a la síntesis no significa que el proceso
dialéctico se detenga porque ésta se convertirá en la tesis o antítesis de un nuevo proceso,
y así sucesivamente. En nuestro ejemplo, la descendencia que será masculina o femenino,
buscará su opuesto para generar su síntesis, etc.
Concluyendo todo este planteo de Hegel se asemeja a una antropología, fue
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por ello que contra esta visión absoluta, en la que el hombre no tenía ningún rol
significativo en la historia, se presentaron diferentes reacciones.
Entre ellas, estuvo el pensamiento de Federico Nietzsche y el de Sören
Kierkegaad. En el caso del primero, se aspiraba a recuperar el sitial humano recurriendo a
los valores irracionales como los eran la exaltación de lo vital y de lo afectivo para
trastocar inclusive la escala de valores que la suprema confianza en la razón había
desembocado en el absolutismo hegeliano.
Nietzsche considera el primer responsable de este exceso de racionalidad es atribuible a
Sócrates. Antes de éste, la humanidad vivía en el estado dionisíaco, esto es, impulsado por
los valores vitales. Desde Sócrates en adelante, todo se perdió en la nebulosa de lo apolineo,
es decir, buscar las respuestas a todo en el pensamiento olvidándose de vivir. De lo
apolineo surgió la última autoridad que es Dios, y al cual, se debe afirmar su muerte para
que renazca el hombre olvidado, el dionisíaco.
Por su parte, Kierkegaad intentó llevar adelante este mismo proyecto apelando
también a lo irracional humano como lo es el sentimiento religioso que permite aceptar el
dogma de la palabra sagrada. Pero este sentimiento religioso como rasgo antropológico
permite a su vez la construcción del sujeto humano capaz de ser protagonista del quehacer
del universo. Un protagonismo tal que es el resultado de la elección moral que realiza.
Pero, a pesar del rechazo hacia Hegel, ambos quedaron atrapados por el
método dialéctico propuesto por aquél. Un ejemplo es suficiente: Las metamorfosis
descriptas por Nietzsche eran una tríada.
Otra reacción se dio en el seno mismo de los posthegelianos, los cuales
distinguimos de derecha y de izquierda. Los primeros concentraron su atención en los
aspectos teológicos del sistema. Por su parte, los segundos se esforzaron también en
recuperar el concepto de que no había historia sin el hombre.
El pensamiento hegeliano atribuía a Dios el rol de sujeto de la historia, y en
los momentos en que hizo mención a situaciones humanas, como lo fue la famosa
dialéctica del amo y el esclavo, debía verse en el texto como un pasaje pedagógico para
explicar en un nivel diferente del discurso, lo ya dicho en forma tan abstracta.
Esta reacción posthegeliana llevará a cabo la conocida inversión. Hegel era
idealista, teologista y espiritualista. Los posthegelianos de izquierda eran realistas, ateos y
materialistas. Hegel era idealista porque el sentido del proceso lo aportaba el sujeto, quien
era un espíritu que con sus actos le brindaba significado a la materia. Y este sujeto es Dios
para tal enfoque.
En cambio, los posthegelianos de izquierda eran materialistas en cuanto no se
necesitaba ningún espíritu superior a ella, por lo que todo era una realidad tangible,
percibible. Y la filosofía de la historia desde este enfoque consistirá en el estudio de las
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diferentes formas de estructuración de la sociedad, y cómo la evolución de los medios de
producción en la economía misma era el motor dinámico de los cambios en los que las
clases sociales pugnan por el predominio. Y como esta filosofía de la historia no se reduce
a la descripción de etapas pasadas, culminará su visión con la postulación de una sociedad
ideal o utópica a la cual se tendería necesariamente.
En definitiva, el concepto de historia no consiste en la colección inconexa de
eventos como podemos apreciar en los medios radiales o televisivos al informar
supuestamente sobre el acontecer diario. La historia es la comprensión metodológica, no
de los hechos particulares sino de todo su contexto; y la filosofía de la historia es el intento
de darle un sentido, ya sea universal en la perspectiva hegeliana, ya sea desde la dimensión
humana.
MAX SCHELER 1874 - 1928
En su obra señala que la antropología
tiene como cometido indicar
“El puesto del hombre en el cosmos.”
A continuación debemos mencionar a un importante pensador alemán de
nuestro siglo XX: Max Scheler - fallecido en 1928. Él, más que partidario de distinguir dos
orientaciones en el planteo antropológico, señaló que en realidad debemos, en toda la
historia de nuestra cultura, reconocer tres grandes maneras de abordarla.
La primera proviene del pensamiento griego, en el cual la concepción
antropológica se centra en la capacidad racional que el hombre posee a diferencia de todo
lo demás existente. Esta racionalidad le permite al hombre acceder a la armonía o a la
falta de ella que haya en el Universo.
Es decir, el Universo está regido por leyes que únicamente la razón tiene acceso
porque ella no es otra cosa que la expresión lógica de esta misma armonía universal.
La segunda proviene de la tradición judeo - cristiana. Desde esta perspectiva,
lo teológico adquiere gran relevancia porque todo lo que es esencialmente humano es dado
por el Creador.
Esto es, todo lo que define al ser humano dándole un espacio de privilegio
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entre lo existente, no le es propiamente suyo sino brindado por Aquel de quien todos
dependen, desde el más insignificante grano de arena del desierto o el minúsculo
protozoario, hasta la más gigantesca ballena o el más encumbrado filósofo o investigador
científico.
La tercera y última es el evolucionismo. Aquí lo que se explica se refiere a que
tanto el ser humano como los demás seres vivos, no tienen una diferencia esencial, como lo
señalaban los dos enfoques anteriores.
Todos comparten el hecho irrebatible de que el medio les exige cambios
morfológicos que le permitan adaptarse de la mejor manera a estas exigencias. La
supervivencia del más apto no es solamente relativa a que una especie se devore a una o
más de una sino ser capaz de llevar a cabo las transformaciones propicias a su viabilidad
como ser vivo.
Por ello, encontramos seres vivos que siendo más antiguos y menos
evolucionados neurológicamente hablando que el hombre, coexistan con él en la
actualidad, como lo es la cucaracha, por ejemplo. Y esto es así en función de que su
estructura orgánica y capacidad de reproducción, le permite ser apta inclusive ante un
cataclismo nuclear, lo cual la humanidad no lograría superar por más avance tecnológico
que exhiba.
En las dos posturas iniciales, se insiste en que el ser humano es un Homo
Sapiens. Es decir, alguien dotado de cualidades tales como la racionalidad, la inmortalidad
del alma, etc. El evolucionismo define al hombre como un Homo Faber, esto es, alguien
que gracias a las transformaciones morfológicas, está capacitado para fabricar y hacer
cosas que no sólo implicaran la elaboración de su hábitat, sino también la modificación de
la naturaleza en función de sus necesidades.
Otros seres vivos también fabrican cosas, como los nidos de los pájaros. Pero
lo hacen instintivamente. El humano fabrica intencionalmente en función de que genera
su propia cultura. Si tiene frío, primero aprendió a cubrirse con hojas y pieles. Luego, su
necesidad estética le fue permitiendo ir refinando su vestimenta siguiendo el mismo
propósito original. En cambio, ¿Cuántos milenios han pasado sin que se modificara un
ápice cómo el hornero construye su nido?
Es decir, que para Scheler la diferencia entre el hombre con otras formas de
vida no es de grado sino de esencia. La diferencia por grado es la propuesta por el
evolucionismo; nos dice que formas más simples fueron adquiriendo capacidades más
complejas gracias a cambios morfológicos. En cambio, para Scheler el hombre
esencialmente es diferente a todo por esta dotado de una naturaleza no compartida, como
lo es el pensamiento.
Otra vertiente del pensamiento antropológico del siglo XX, es el
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existencialismo, cuyas raíces metodológicas y de vocabulario están en el hegelialismo, y la
preocupación por lo humano la encontramos en los citados Nietzsche y Kierkegaad.
Una de las bases de la antropología filosófica la hallamos en la clásica
distinción entre esencia y existencia. El pensamiento cristiano propuso en su mayoría la
anterioridad y mayor importancia de la esencia sobre la existencia. Por esencia estamos
entendiendo el conjunto de cualidades propias de la humanidad que nos permite definirla.
Esta actitud es una continuación del pensamiento platónico y aristotélico que
durante la Edad Media cultivaron los teólogos cristianos.
Un ejemplo es cuando definimos al ser humano como un ser social - zoon
politikon en el lenguaje peripatético- atribuyéndole dicho predicado como inseparable al
hombre. O también el carácter de ser racional, en tanto es un atributo otorgado a nuestra
naturaleza por el Creador.
En cambio, citando a Jean Paul Sartre - fallecido en 1980-, el hombre no
estaría frente a Dios sino ante la nada, por lo que carecía de esencia anterior a su
existencia. Por eso es necesario que, para él, el existencialismo sea ateo.
Por ejemplo, una persona ya adulta decide ser médico y estudia en la
Universidad dicha profesión. Pero, esa persona no era médico ni antes de decidirlo ni
durante su crecimiento.
Por lo que, la definición está en nuestra capacidad de ser libre para decidir, y
para ejercerla, ante todo debemos existir. Un recién nacido no sabe hablar, ni sabe qué es y
cómo es, sólo expresa sus necesidades básicas y vitales. Pero existe. A lo largo de su vida,
aprenderá y ejercerá su libertad de elegir dentro de ciertos parámetros de la cultura en que
viva.
El pensamiento clásico cuando utilizó la palabra existencia, lo hizo en cuanto
a su etimología - ex stare- que significa estar afuera, o mejor dicho, salir o ser producto de
una causa. En cierto modo, cada uno de nosotros sale o somos expulsados a la vida por
nuestros padres.
Pero, en realidad, lo que estos teólogos quisieron señalar fue la dependencia
de nuestra vida de quien es la causa, es decir, Dios.
En cambio, Sartre señala que nuestra existencia es producto de los actos de
libertad, ya sea de nuestros padres al engendrarnos, ya sea de lo que elijamos una vez
expulsados a la vida en la que nuestra esencia definiremos individualmente.
JEAN PAUL SARTRE. 1905-1980
Su punto de partida es una inversión
con respecto al pensamiento clásico:
En el hombre, la existencia precede
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a la esencia.
El otro existencialista ateo es Martin Heidegger –fallecido en 1976quien define al hombre como un ser-para-la-muerte. Todos los seres vivos mueren,
concluyen su ciclo vital en algún momento, pero sólo el hombre lo sabe, lo sufre, lo
angustia. La muerte no es únicamente un momento preciso de la existencia ni un
integrante más del ciclo, sino que es nuestro sello, nuestra naturaleza y lo sabemos aunque
queramos evadirlo.
Otra perspectiva antropológica la encontramos en el positivismo original de
Comte en el siglo XIX, y su reactualización en el Círculo de Viena.
En el primero, se parte del hecho real del ser humano como un ser social a
diferencia de otras especies vivas que sólo viven agrupadas, con mayor o menor desarrollo,
a saber, la compleja estructura interna de una colmena o de un hormiguero en
comparación a las manadas o el encuentro casual para la procreación
La diferencia básica a favor del hombre estriba en el concepto de cultura, la
cual se elabora, se conserva, se modifica, se deshecha y se transmite intencionalmente, y
no sólo genéticamente o por impulsos instintivos. Gracias a esta culturización podemos
elaborar un esquema que explique el proceso de desarrollo de la cultura humana, que no
es otra cosa que una filosofía de historia que no se reduzca a coleccionar sin relación los
hechos recordados sino también darles un propósito y un sentido.
Por ello Comte realiza su conocida propuesta de que hemos pasado por tres
instancias: La teológica, la metafísica y la positiva. Las dos primeras son explicaciones
carentes de sentido y deben ser desechadas, y admitir que nuestra razón, regida por su
rigurosidad lógica, nos brindará las explicaciones eficaces y reales de la naturaleza en la
interpretación científica.
Y he aquí el doble y simultáneo sentido del término positivo. El primero a que
debemos tender a las explicaciones científicas en detrimento de las otras dos catalogadas
como negativas, y el segundo a que es elaboración humana y no expresión de una supuesta
realidad sobrenatural el conocimiento que nos otorgará nuestro rol en la sociedad y
nuestro puesto como especie pensante en la naturaleza.
AUGUSTO COMTE 1798- 1857
Ante las convulsiones sociales posteriores
a la Revolución Francesa, es necesario
postular una disciplina científica que
explique y describa al hombre: La sociología.
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Una vez en la etapa positiva se podrá reformular la estructura social, no
partiendo del caos doctrinario de tantos sistemas políticos, religiosos y filosóficos, sino de
la certeza de la ciencia positiva.
Por su parte, el neopositivismo del siglo XX no retoma la preocupación social
de sus raíces originales en Comte, sino que se centra en la lógica y la epistemología como
la expresión acabada de la ciencia, cuyo desarrollo no sólo nos dará la comprensión del
mundo dinámico que integramos sino la certeza de nuestro conocimiento como
manifestación de lo que somos capaces.
Es interesante citar a Michel Foulcault quien asume la crítica al
humanismo. Siguiendo a Nietzsche que profetizó la muerte de Dios, ha llegado el momento
de afirmar la muerte del hombre descripto por la cultura. El hombre no es un ser
universal, abstracto y trascendental, sino alguien que vive en un contexto histórico, social,
etc. Es la misión de la filosofía fundamentar la ciencia que explique las leyes que rigen
dónde y cómo vive el ser social humano.
En esta línea Lipovetsky analiza el contexto actual de la humanidad llegando
a la conclusión que el fin del humanismo ha dado lugar a un vacío de ideas, metas,
proyectos, aspiraciones, etc., que antes impulsaban a esas generaciones modernas guiadas
por el concepto de progreso. En cambio, el postmodernismo que ha querido diferenciarse
de la época moderna, se ha quedado sólo con lo superficial, es decir, con un conjunto de
supuestos valores cuya validez es efímera como la moda. Al hombre moderno lo movía la
conquista del futuro; el hombre postmodermo vive la fragilidad del presente sin
proyectarse a un pasado que carece de sentido ni al futuro que desconoce y le es
indiferente. El análisis de Lipovetsky es un diagnóstico pero sin una receta para encontrar
soluciones.
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MICHEL FOULCAULT 1926- 1994
Realizó una severa crítica a la cultura humana.
El hombre de la Edad Media occidental perdía su singularidad al integrar a la
humanidad guiada por los preceptos dogmáticos de la religión dominante; a partir del
Renacimiento, se opera la recuperación de la individualidad humana como protagonista de
los cambios; en el postmodernismo, se acentúa esa singularidad hasta el individualismo
extremo sin que ninguno se integre a proyectos colectivos.
En las bases de estas tres visiones del hombre, hay una visión ideológica. En la
Edad Media, esa singularidad absorbida tiene como fin la inamovilidad social que
mantenga un modelo económico y político en beneficio del clero y la aristocracia. Con el
Renacimiento y Modernismo se recupera la dinámica porque hay una clase social
pugnando por su lugar –la burguesía. Se sirve del proyecto individual y del conjunto para
estructurar su proyecto productivo y político e intentando que otro no prospere –como el
que se dirige al proletariado. El postmodernismo nos muestra el asentamiento del proyecto
burgués que procura de no ser cuestionado, y no hay mejor medio para ello que aislar al
individuo en valores frágiles y pasajeros, no plantear nuevas metas pero sin que pierda su
carácter de consumidor.
Un ejemplo es plantear el “fin de la historia”, en tanto ya no hay ni hombre
nuevo ni estructura ni proyecto alternativo. La misma palabra griega “historien” nos habla
de una descripción, de detalles de un proceso. Hablar del “fin de la historia” es pretender
la eliminación de esta tarea que ha distinguido al hombre del resto de los seres vivos.
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GUILLES LIPOVETSKY 1948En su obra “La era del vacío” realiza un diagnóstico
detallado del presente postmoderno.
D. GNOSEOLOGÍA
La gnoseología -del griego; gnosis, conocimiento; logos, estudio - ha sido
siempre campo de ásperas disputas que luego han influido en otras áreas filosóficas.
El tema central es establecer la relación entre el sujeto que lleva a cabo la
tarea cognoscitiva, y el objeto que motiva dicha tarea. El sujeto es aquel elemento activo de
la relación que elabora, asimila y transmite el conocimiento para transformar la realidad.
El objeto es aquel que frente a él lo desafía a dominarlo e incorporarlo a su realidad de
conocimientos.
Esto significa que el conocimiento es el resultado de una relación. Y cuántas
más relaciones se posean, mayor es la cantidad y la calidad de conocimientos.
A su vez, si analizamos el término conocimiento nos induce a pensar en una
tarea ya concluida, lo que se posee seguro, pero, como se verá, esto puede variar según las
diferentes doctrinas. En nuestro cuadro número tres, hallamos los tres enfoques clásicos:
Origen, esencia y posibilidad.
Ahora bien, debemos distinguir el plano teórico y práctico en el planteo del
tema, y además, los valores que influyen en la propuesta.
Siguiendo históricamente al pensamiento griego, la cultura occidental ha
privilegiado la teoría sobre la práctica. Así tenemos a Platón, Aristóteles, etc., señalando
que la captación intelectual le otorga sentido y validez al conocimiento adquirido en
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contacto con la naturaleza. Esta es la línea en la que el espíritu prima sobre la materia.
MAO TSE TUNG 1893-1976
En otra perspectiva, el materialismo dialéctico realiza su inversión de valores.
Para ellos, la teoría por si sola es vacía y ciega. Como dice Mao Tse Tung –siglo XX-, el
hombre recaba información, aprende a relacionar todo ese caos y luego es capaz de
proponer una explicación. Además, el hombre tampoco puede elaborar y avanzar en su
conocimiento si le quitamos el contexto social al cual pertenece. Es decir, los filósofos se
han equivocado al pretender explicar el proceso del conocimiento en forma tan abstracta y
general que se han olvidado del hombre viviendo en un momento histórico, en una
sociedad dada, etc.
Además, como enfoque filosófico, la gnoseología plantea una serie de
interrogantes que con respectivas doctrinas y posturas pretende resolver.
A saber, ¿Se puede conocer? Respondida afirmativamente, se plantea ¿cómo
se conoce? junto a ¿con qué se conoce? Luego se pretende saber ¿cuánto se conoce? Y por
último ¿se puede distinguir con precisión lo verdadero de lo falso?
En ese sentido, como discípulo e Parménides, fue el primero de elaborar una
doctrina en procura de la certeza. En su famosa alegoría de la caverna, propone dejar de
ser prisioneros de los sentidos que solamente no muestran una realidad superficial y
engañosa, para que demos prioridad a la razón, quien mediante el encadenamiento de
razonamiento –o discurso- o mediante la intuición accedamos a la realidad misma o
mundo inteligible. El conocimiento obtenido es la episteme –raíz etimológica de nuestra
epistemología actual- que se diferencia del conocimiento aparente o doxa –mera opinión.
D.a) ORIGEN
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Aquí analizaremos las doctrinas que intentan determinar cuáles son las
fuentes válidas para el saber humano. Las principales doctrinas con mayor repercusión
son el empirismo, el racionalismo y el apriorismo.
Pero antes de ingresar en el examen de cada una de ellas, haremos un breve
repaso histórico que nos ilustre las diferencias tanto doctrinarias como metodológicas, y
también los niveles de influencia geográfica.
Ubiquémonos en el siglo XII, en la Edad Media, cuando se produjo un hecho
cultural fundamental con la fundación de las primeras Universidades como centro de
estudio e investigación. Aunque controlado por el dogmatismo de entonces, el pensamiento
cristiano ponía énfasis en la relación razón - fe estableciendo que la primera era un
instrumento idóneo para el conocimiento, pero siempre y cuando no contradijera a las
verdades reveladas por la segunda.
Quienes defendían a ultranza esta posición fueron los integrantes de la orden
religiosa conocida como dominicos. Durante todo este período, ellos eran los portavoces del
dogma papal y de toda la jerarquía eclesiástica.
En cambio, otra orden llamada los franciscanos tenía una actitud diferente,
más liberal y tolerante con la investigación filosófica y científica porque entendían que
éstas no se contradecían con el dogma sino que lo enriquecían por hacer uso del intelecto
que Dios nos había dado para llegar a Su Sabiduría.
Estas dos posiciones tan opuestas rápidamente colisionaron en las noveles
Universidades, hasta que el peso político de las jerarquías del Estado y de los círculos
papales, hizo que fueran excluidas las orientaciones franciscanas y así debieron emigrar
del continente para refugiarse en las Islas Británicas.
Por este motivo, encontramos que la guía dominica se encaminó hacia el
racionalismo cultivando especialmente las ciencias formales y la metafísica, no sólo por
considerarlas útiles, sino que además era coherente con su actitud de evasión. Por su parte,
los franciscanos propendían a las ciencias experimentales y a planteos humanos.
¿Por qué es tan importante diferenciar estas dos órdenes religiosas? En la
Edad Media, toda expresión cultural estaba acaparada por el clero y ésta tenía especial
injerencia en el sistema feudal.
En síntesis, sin abandonar un ápice a su fe, los franciscanos tenían un preciso
propósito renovador que impulsaban dándole mayor participación a la tarea cognoscitiva
humana, ya fuera filosófica y/o científica.
Por su parte, los domínicos eran teólogos con fuertes compromisos políticos e
ideológicos que los obligaban a defender sin concesiones a la ortodoxia, por lo que su
actitud filosófica era encontrar y seleccionar a los pensadores y sus sistemas que
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considerasen más afines a sus objetivos. Primeramente, eran platónicos en sus análisis
metafísicos, sociales y gnoseológicos, y únicamente admitían de Aristóteles a su lógica por
considerarla inocua e inofensiva.
Esto los llevó al enfrentamiento con los franciscanos, quienes, junto a los
árabes instalados en España, difundían integralmente la obra de Aristóteles y otros
naturistas.
Esta batalla llevó a un dominico llamado Tomás de Aquino a buscar los
artificios que permitieran conciliar el dogma de fe con el sistema filosófico todavía no
autorizado, especialmente en lo referido a la metafísica y la teoría del conocimiento.
Pero todavía, por formación teológica o por desinterés, no había desarrollo
significativo de la ciencia.
Esa suma, la metafísica aristotélica - tomista fue la base del racionalismo de
la Europa continental. Este esquema se incentivará en Francia y Alemania, quedando
solamente España como el último bastión del medioevo que vino con su bagaje feudal a
conquistar América. ¿Y por qué esto último fue así?
Por un lado, en las Islas Británicas se afincó el espíritu renovador
franciscano, que luego se acentuó este proceso con la reforma protestante, el ascenso de la
burguesía, la revolución industrial, la tecnificación basada en las ciencias experimentales y
la formalización de la lógica preposicional, y por último, el capitalismo.
A este modelo lo expandirán dentro y fuera de Europa, pero lográndolo
especialmente en su colonia independiente, EE.UU. de América.
Por otro lado, en la Europa continental, los racionalistas comienzan a tomar
distancia de sus orígenes, tanto de la lógica como de la metafísica tomista, a pesar de que
continúan usando el mismo lenguaje terminológico. A modo de ejemplo, encontramos a
Descartes y Leibnitz -en cuyos países también se acentúa la reforma religiosa – quienes,
sin dejar de proclamar sus creencias, no continúan el esquema feudal difundido desde
Roma, sede del papado.
Por lo que, el tomismo únicamente encontrará en la España medioeval tanto
en las estructuras estatales como sociales, su preciado refugio.
La tercera posición en el origen del conocimiento conocida como apriorismo,
recién estará elaborada a mitad del siglo XVIII cuando Kant sea testigo de estos cambios
sociales, políticos, culturales, económicos, religiosos, etc., que derivaron de las
revoluciones francesa y americana, obligando a que la filosofía adquiriera un nuevo rol
epistemológico en la ciencia que ineludiblemente muestra su cosmovisión de la naturaleza.
Kant intentó una filosofía acorde con la física de Isaac Newton, que recién
será perfeccionada en nuestro siglo XX. Es decir, observando el devenir histórico del
pensamiento humano en el cual está fundamentalmente incluido el filosófico en la cultura
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occidental, encontramos posiciones opuestas en disputa - empirismo y racionalismo, por
ejemplo - siempre ha habido un intento de superación de las divergencias, y ésta fue la
tarea que se impuso Kant en su obra. Pero también es casi el último gran sistema
filosófico, como la culminación de un proceso y de un estilo.
EL EMPIRISMO
Esta corriente debe su nombre a la palabra latina empirie que significa
experiencia, señalando ya el origen inicial del conocimiento en los datos sensoriales. Es
decir, quien carece de toda información sensible -vista, oído, gusto, olfato y tacto - es
incapaz de adquirir conocimientos.
Es la conocida hipótesis del inglés John Locke -Siglo XVII- quien afirmó que
cada ser humano, al nacer, es como una tabla rasa o limpia, y en la cual, con el transcurso
de la vida, se van transcribiendo y registrando allí sus experiencias y saberes.
Esto significa que en un principio se concibió al hombre como un simple
receptáculo pasivo de la información sensible que las capacidades operativas de nuestro
espíritu almacenaban y transformaban en ideas.
Lo explicado en último término fue la gran distinción de la filosofía moderna
con la medioeval. En el medioevo, siguiendo a Platón, se pretendió llegar al conocimiento
directo del objeto porque se concebía a Dios como el gran arquetipo del cual la realidad
material y creada dependía.
En cambio, en la Edad Moderna se postuló a las ideas como arquetipos
intelectuales que actuaban como intermediarios entre el sujeto y el objeto, y su utilización
era tan común a los empiristas como a los racionalistas.
En la Antigüedad, se concebía a las ideas como conocimientos en sí mismos y
a los que deberíamos llegar. Los modernos usaron al término "idea" en función de su
grado de representatividad de las cosas en nuestro pensamiento.
Por ejemplo, la idea "CASA" es una representación de un objeto porque está en
lugar de éste así denominado, y por tanto es un intermediario entre nosotros y la cosa.
Es decir, en nuestra mente no están los objetos sino las ideas que sobre ellos
poseemos. Este planteo concluyó en que no conocíamos efectivamente a las cosas sino sólo
a las ideas que teníamos de ellas.
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David Hume -Siglo XVIII- afirmó que nuestros conocimientos contenidos en
nuestras ideas no se referían a las cosas sino a los fenómenos o manifestaciones de éstas
recibidas a través de los sentidos. Por manifestaciones de las cosas estamos entendiendo a
cómo se nos presentan, es decir, cada una de sus cualidades, como por ejemplo, al
remitirnos a una manzana, a su color, peso, aroma, tamaño, sabor, etc.
DAVID HUME 1711- 1776
Nada hay en el espíritu humano
que no haya pasado primero
por los datos de los sentidos.
Partiendo ya de su rechazo a todo posible innatismo, su punto inicial fue
establecer la génesis del conocimiento. Para ello, estableció que para poder elaborarlo, se
debía partir de la información inicial, es decir, las percepciones.
Para Hume, la percepción es el acceso al objeto de nuestro interés, desde una
manzana a un número o un triángulo. Esto significa que percibir es tenerlo presente en
nuestra mente. Dicha presentación se hace de dos maneras: A través de las impresiones y
de las ideas.
Las primeras son las que ingresan en nuestro pensamiento con mayor
violencia y vivacidad. Las segundas, ya se han desteñido un tanto, son el resultado de
aquéllas. Si en un juego de billar vemos cómo una bola golpea a otra, la fuerza de la
primera, al ser trasmitida a la siguiente, y ésta a otra, y así sucesivamente, habrá una
última que no se moverá porque se fue terminando el impulso generado.
Por lo que el criterio de distinción entre una percepción del tipo impresión de
otra del tipo idea, es la intensidad con que nos afectan.
Una impresión siempre será más intensa que cualquiera de las ideas, y por
más vivacidad con que se presente la idea, será más débil que la más pobre de nuestras
impresiones.
Por ejemplo, si comparamos la impresión de escuchar música a gran
volumen en una reunión bailable, con la idea que poseemos de otra reunión anterior y
similar, nos damos cuenta que nuestro recuerdo se presenta "desteñido" y quizá un poco
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más confuso ante la experiencia sensible.
Y su análisis prosiguió estableciendo que nuestras impresiones eran
clasificables en simples y complejas. Simples las que no se pueden dividir, y complejas las
constituidas por más de un elemento.
Por ejemplo, digo azul, y hay un solo elemento. Pero si digo cielo azul, hay por
lo menos dos componentes.
Básicamente esto nos conduciría a pensar que hay sólo impresiones sensibles.
No obstante, para Hume era muy importante explicar el proceso de abstracción tan
utilizado argumentalmente por los racionalistas para indicar que se podía pensar sin
referirse al dato sensorial.
Tengamos por un instante una percepción en nuestra mente: Digamos
Pegaso. Pegaso era una figura mitológica de un caballo blanco con alas capaz de volar.
¿Hemos tenido alguna vez una percepción del tipo impresión sensible de Pegaso?
O traduciéndolo a nuestro lenguaje cotidiano ¿Hemos visto alguna vez a
Pegaso? Obviamente que no, sin embargo, poseo la figura de él en mi mente. ¿Cómo es
posible?
A través de nuestros datos sensoriales conocemos a los caballos, las alas,
animales volando. De este contacto directo, se origina la idea registrada de dicha impresión
sensible. Cuando nuestra mente trabaja con dichas ideas, las mismas adquieren el status
de impresión de reflexión para generar una nueva idea, en este caso Pegaso.
Con este esquema mental fue que trató de desentrañar otro gran problema
racionalista: La relación causa - efecto.
Tomemos el siguiente caso simple y cotidiano. Tenemos una caldera con agua
y ésta coloquémosla sobre una fuente de calor, como ser una hornalla de una cocina. Y
tendemos a concluir que el calor es la causante de que el agua comience a entrar en
ebullición hasta que se consuma si no se le retira del fuego.
Esta concepción nos sugiere que la relación causa- efecto es ontológica, es
real, y nosotros solamente por nuestra razón hemos sabido encontrar una ligazón de
fenómenos que es una constante de la naturaleza.
Contra esta concepción, se refirió Hume con su explicación porque entendía
que la relación causa - efecto no era ontológica como dijimos, sino gnoseológica.
Entendía que ella era producto de un lazo que nosotros mismos diseñábamos y
que por tanto estaba sujeto a la permanente verificación empírica. Esto significa que la
relación no existe en la realidad sino en nuestro entendimiento
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PERCEPCIONES.
IMPRESIONES. SENSACIÓN
REFLEXIÓN
IDEAS. SIMPLES
CMPUESTAS
ESQUEMA NÚMERO SIETE
Para reafirmar esta posición, Hume señaló que no teníamos ninguna certeza
previa de que los hechos como éstos siempre se den como aspiramos, como por ejemplo, de
que el agua algún día se congele en lugar de hervir en contacto con el fuego.
Para nuestro sentido común, alimentado durante la normalidad de los hechos
de nuestra vida, asemeja cierta ridiculez al planteo de Hume, pero estamos tan sujetos a
nuestros hábitos y costumbres que nos cuestan admitir que el filósofo pueda tener razón al
afirmar la probabilidad de que los hechos no se presenten cómo esperamos.
Analicemos el caso: Adquirimos la información a través de la percepción del
tipo impresión sensible, es decir, vemos, sentimos el calor del fuego, que la caldera tiene
agua, se calienta, luego hierve. Pero lo que hay es una sucesión de hechos independientes.
De cada hecho independiente poseemos su respectiva idea. Y aquí en nuestra
mente establecemos el lazo causa - efecto porque esas ideas originarias ya son impresiones
de reflexión para dar lugar a la idea de que el agua siempre hervirá en contacto con una
fuente de calor.
Esta es la manera típica de razonar de los empiristas porque se intenta
recuperar lo inédito de cada circunstancia en el universo, que no hay ninguna ley
universal que lo regule, solamente podemos postular cierta regularidad en la naturaleza,
pero ella es axiomática y está en permanente verificación como ya dijimos.
FRANCIS BACON 1561- 1626
El auge de las ciencias experimentales
exigían un nuevo método. El les aporta
la inducción amplificante.
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Pensemos en el caso de Francis Bacon -Siglo XVII- que instrumentó al
razonamiento inductivo amplificante para las disciplinas científicas fácticas. Este método
nos permite partir de casos singulares para concluir en una afirmación universal que
abarque todos los casos estudiados y todos los que no, pero que sean coincidentes.
Por ejemplo, si se determina que el oro es un metal y se dilata con el calor,
cualquier otro que sea metal -el hierro, el platino, etc.- debería compartir la cualidad de
dilatarse con el calor y podremos afirmar así que "todos los metales se dilatan con el
calor".
Su visión gnoseológica tuvo un propósito claro: A la naturaleza había que
"arrancarle" sus secretos, pero para realizarlo correctamente, deberíamos poseer un
método que estuviera en contacto con ella. Una vez así, no sólo la conoceremos, sino que
principalmente la controlaremos, siempre y cuando no nos dejemos dominar por los tabúes
o prejuicios que los racionalistas metafísicos han difundido.
Como último aspecto señalaremos del empirismo, que debemos evitarle al
lector una mala interpretación en cuanto a su doctrina gnoseológica. Esta confusión
proviene de la afirmación tajante de estos filósofos en cuanto niegan rotundamente toda
posibilidad de conocimiento innato.
Esto es que al nacer carecemos de toda información previa y que por tanto es
por los datos de los sentidos que da inicio TEMPORAL al conocimiento. Y se puede
concluir erróneamente en que se le niega la razón o pensamiento al ser humano. Y esto no
es así.
La preocupación básica del empirismo es establecer la génesis del
conocimiento a través de la necesaria intervención inicial de los datos sensibles o sensación
para obtener el material imprescindible sobre el cual empezará a operar nuestra razón con
la aplicación de los diferentes tipos de ideas.
En síntesis, el empirista no niega a la razón como instrumento cognoscitivo
sino que establece la dependencia inicial de ella con respecto a las sensaciones, para luego
adquirir la independencia para operar con las ideas.
Si no fuera de esta manera y el empirista negara a la razón, ¿cómo sería
posible que hubiera elaborado todo este análisis tan complejo?
EL RACIONALISMO
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Esta corriente gnoseológica se desarrolló en la Europa continental, y
tomaremos al francés Renato Descartes -Siglo XVII- como su expositor más notorio,
aunque ya hubo antecedentes en la filosofía antigua y medioeval, y se continúa en el
presente. La gran oposición con el empirismo tiene un punto de partida: El origen del
conocimiento válido y verdadero.
En este contexto, su base doctrinaria no escatima en ejemplos para señalar la
imposibilidad de que la información sensible pueda ser considerada como la fuente inicial
y confiable de dicho conocimiento.
El racionalista no se conforma con que el conocimiento pueda ser
probablemente verdadero, sujeto a permanente verificación, delimitado por criterios
exteriores como la regularidad constante de la naturaleza, etc., sino que pretende hallar en
la rigurosidad lógica del razonamiento la validez de sus conclusiones.
Y he aquí otra gran confusión. Generalmente se afirma que los racionalistas,
al basarse exclusivamente en la razón como instrumento idóneo, no aceptan la realidad
material de la que nos informan las sensaciones.
Y ello es erróneo porque lo que pretenden establecer estos filósofos es su
desconfianza en cuanto a que la información sensible sea tal como aparenta para ser
tenida en cuenta como fundamento del conocimiento.
Y a modo de ejemplo, pensemos en la Luna, la cual por vía sensorial se
presenta como si fuera un balón de fútbol suspendido en el aire.
Sin embargo, a la razón le cabe la responsabilidad de enseñarnos que ella es
un cuerpo celeste de dimensiones muy superiores a lo que nos parece, y que no está
suspendida sino que hay una relación constante con nuestra Tierra por las fuerzas
gravitatorias.
Otro aspecto crucial de su doctrina es el innatismo, es decir, la existencia de
ciertos conocimientos previos al nacimiento y que únicamente la razón es capaz de
redescubrir, captar y desarrollar.
Tomemos el famoso pasaje del diálogo "Menón" de Platón. Allí se describe
cómo la técnica de preguntas y respuestas de Sócrates era capaz de mostrarnos los
conocimientos básicos de geometría poseídos innatamente por un esclavo quien jamás
había tenido ninguna instrucción en la materia.
RENATO DESCARTES 1596- 1650
“Si dudo, pienso; si pienso, existo.”
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Extraído de “Meditaciones metafísicas”.
Ingresemos en el pensamiento del filósofo galo Renato Descartes, quien, con
la visión de las grandes transformaciones de su época, se separó del teocentrismo
medioeval basado en la rígida relación razón - fe, para ser un fiel representante del
antropocentrismo renacentista.
Ya en la antigüedad hallábamos a pensadores que expresaban un
antropocentrismo entendido como la confianza en el pensamiento humano en tanto capaz
de elaborar preguntas y respuestas que posibilitaran la comprensión de la naturaleza y del
hombre integrado a ella.
En la Edad Media, el teocentrismo opacó este intento que un milenio después
fue recuperado con filósofos como Descartes y científicos como Galileo.
Este nuevo antropocentrismo se fundamentó en la necesidad de un método
para la aplicación adecuada de esta capacidad racional. Es decir, para ellos no bastaba con
ser racional como pregonaban los antiguos, sino que la racionalidad poseída había que
saber cómo aplicarla en pos del conocimiento verdadero.
Pues, la verdad era entendida como una relación entre la realidad y lo dicho,
por lo que la lógica del pensamiento solamente toleraría aquellas expresiones emanadas
de un método que otorgase confiabilidad sistemática y verdad verificable.
Pero tampoco era encaminarse hacia cualquier conocimiento sino hacia aquél
que fuese válido y veraz. Si observamos el cuadro número ocho encontramos los
investigadores y los caminos por ellos propuestos.
Galileo le dio la estructura definitiva al método experimental para contrastar
nuestras proposiciones con los hechos que ellas describieran. Francis Bacon postuló la
necesidad de un nuevo razonamiento que sustituyera al obsoleto silogismo y que
significase la adecuación de las ciencias fácticas, Isaac Newton dio el salto final que
eliminó la ciencia cualitativa medioeval por otra que utilizase el lenguaje matemático para
establecer los enunciados que explicasen las relaciones constantes en la naturaleza.
GALILEO-----------------EXPERIMENTACIÓN
BACON-------------------INDUCCIÓN AMPLIFICANTE
DESCARTES------------CRITERIO DE VERDAD
ANÁLISIS, SÍNTESIS, ORDEN
NEWTON--------------FORMALIZACIÓN DE LA FÍSICA
CUADRO NÚMERO OCHO
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Y Descartes que pretendió empezar una nueva era para el saber humano, lo
hizo desde las bases mismas que le permitiese distinguir entre lo verdadero de lo falso, o lo
que pudiera presentarse con algún atisbo de duda.
Esto se llamó establecer un criterio de verdad o evidencia, y una vez que se lo
encontró, tendría el cimiento lo suficientemente firme para afirmar, no sólo su propio
sistema filosófico, sino también lo que consideró la nueva concepción de la ciencia. Dicho
con otras palabras, Descartes establece la necesidad del criterio de verdad para que su
proyecto sistemático sea un tránsito seguro desde la ignorancia o supuestos saberes de su
época - que en definitiva para él es lo mismo- hacia una base certera para la filosofía y la
ciencia moderna.
En muchos aspectos, Descartes inició el paso de separación de lo moderno con
lo medioeval, pero todavía las exigencias políticas, religiosas, y especialmente las de
lenguaje, fueron las que le dejaron atrapado a mitad de camino en esta transformación.
El mencionado criterio de verdad se refiere a que no debe tomarse nada por
verdadero que pueda ser sospechoso de falsedad.
La primera aplicación de este criterio obviamente estará dada hacia los datos
sensibles porque "quien nos ha engañado al menos una vez, no merece nuestra confianza
y no tenemos ninguna certeza de que ello no vuelva a suceder".
Esta crítica, tan típica de los racionalistas dirigió a que toda información
sensible carecía de certeza por sí misma y ello nos obligaría a relativizarla según las
circunstancias.
Por ejemplo, si viendo a través de los cristales de la ventana cómo llueve y
afirmo "Está lloviendo", mi afirmación únicamente sería verdadera mientras haya una
relación entre mis dichos y el hecho mencionado, por lo que en los días soleados mi
afirmación "Está lloviendo" sería desmentida si insistiese con ella.
La falta de certeza en el dato sensible proviene de que surge de la pasividad de
estos órganos, los cuales actúan como intermediarios entre el sujeto y el objeto. Cuando no
es producto de una actividad ni tampoco tenemos un acceso directo, este supuesto
conocimiento es contrario a la actitud cartesiana que propone el protagonismo del ser
humano en su elaboración en la inmediatez del pensar poseyendo la seguridad de lo que
aspiramos afirmar en nuestros juicios.
Todo lo que aprendió en los colegios medioevales se basaba en el dato sensible
como argumento para realizar el ascenso racional hacia la realidad divina. Esta actitud
conlleva a la pasividad y aceptación dogmática, lo que no podía aceptar Descartes por
propender a la recuperación de la iniciativa humana de conocer. Para ello tomará en
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cuenta la herramienta que otorga esa iniciativa y actividad, esto es, el pensamiento.
La segunda aplicación de este criterio fue para desprestigiar inclusive aquellos
conocimientos que aparentemente eran siempre verdaderos, como cuando digo "Dos más
tres son cinco". Evidentemente es posible que me equivoque en tanto soy humano e
imperfecto. Y por imperfecto entendemos que razonemos defectuosamente, aún en los
casos más sencillos.
Y la otra aplicación se refiere a que carecemos de una manera segura de
distinguir el sueño de la vigilia. El pensamiento es un continuo mientras dure mi ser, esté
dormido o despierto.
Esto lo llevó a afirmar que todo el conocimiento que adquirió en los centros
educativos de raíz escolástica, era falso, o al menos, de dudoso valor en cuanto a los
fundamentos que le sustentaban.
¿Y qué ha hecho Descartes entonces? Ha puesto en duda todo contenido de
conocimiento, no así la capacidad misma de razonar. ¿Por qué?
Nuestros conocimientos pueden ser dudosos porque hemos aplicado mal
nuestra razón, y si corregimos esto último, deberían surgir los conocimientos verdaderos.
Ha dudado de todo, y en sí dudar es una de las formas de pensar.
Recordemos la etimología de la palabra duda - del latín duo, dos- significando
que ante la situación que nos presenta más de una opción hacia la meta propuesta,
ignoramos cuál de los caminos es el adecuado. Y por ello su duda es metódica - del griego
senda- para poder determinar con precisión el rumbo buscado.
DUDAR----PENSAR----EXISTIR
CUADRO NÚMERO DIEZ
Por tanto, a través de la aplicación de la duda como método, es decir, aplicarla
con el convencimiento de que se llegará a una verdad o evidencia indudable, Descartes
arribó a este primer conocimiento sobre el cual inició su sistema: La certeza de su propia
existencia (Cogito ergo sum- Pienso por lo tanto existo) sin necesidad de recurrir a los
datos de los sentidos.
Por este planteo, tuvo certeza de sí mismo a través del pensamiento, pero
carecía todavía de la certeza del mundo exterior y de sus semejantes. Para obtener tal
propósito debió recorrer un largo camino argumental que lo sacó del tema cognoscitivo
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para ingresar en la metafísica, y especialmente en la argumentación en pos de la prueba de
la existencia de Dios.
En síntesis, Descartes aplicó la duda como método y no como un fin. Él dudó
para distinguir lo verdadero de lo falso y llegar a una primera verdad incuestionable. Si la
duda hubiera sido una meta y no un medio, la misma no habría concluido jamás, sin
embargo su pensamiento la eliminó cuando obtuvo una evidencia.
Dudar es, entonces, una forma de pensar, de conocer, y mientras la esté
aplicando, él como sujeto existe porque es él quien lo hace. Y la gran revolución cartesiana
es dar prioridad al conocimiento con el pensamiento que antes a la existencia, pues, la
certeza de la verdad obtenida tiene el carácter de dar el ser a lo que hace referencia. Es
decir, las verdades solamente pueden remitirse a lo que existe.
El propósito de sus reflexiones fue acceder al conocimiento que definió como
claro, distinto y evidente. Claro en el sentido de que los objetos de nuestros estudios se nos
debían presentar por la luz natural - o sea, la razón- guiada por la rigurosidad
metodológica y lógica. Esto lo diferenciaba del conocimiento medioeval que opuestamente
era calificado como oscuro por su dogmatismo ciego.
Distinto en el sentido que la intensidad de esta luz natural fuera la precisa que
permitiera acceder a todos los aspectos de los objetos a investigar. Esto lo oponía a la
confusión medioeval producto de la escasez de esta luz natural en los misterios no
investigables, o al exceso de luz que encandila con sus dogmas de verdades reveladas.
Y evidente se refería a que el conocimiento obtenido fuera aceptado porque no
podría haber la menor falta de certeza para afirmarlo, y alejar cualquier aplicación de la
duda.
Ya en tiempos de Descartes, los contemporáneos señalaron que la manera de
razonar de éste tenía un antecedente en el pensamiento de Agustín de Hipona; en su obra
"Las confesiones”, en su afán de acceder a su Dios huidizo, lo primero que halló es su
interior fue su existencia por el pensar. La diferencia radicó en que Agustín tuvo un
propósito teológico. En cambio, el antropocentrismo cartesiano tuvo un fin epistemológico.
EL APRIORISMO
Esta tercera posición no centró su atención exclusivamente en el origen del
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conocimiento sino que pretendió determinar la validez del mismo en función de la ya
mencionada transformación metodológica y conceptual de la ciencia.
En sus comienzos, Kant estaba inmerso en el racionalismo dogmático en su
Alemania de la Europa continental, hasta que llegó a sus manos, desde las Islas
Británicas, un ejemplar de los trabajos de Hume.
De esta manera, Kant comprendió que una razón carente del material sensible
sobre el cual operar, era ciega. Y la información sensible sin la razón que la organice
según sus categorías, era caótica.
Por ello, el filósofo afirmó que nadie podía dudar que el origen temporal del
conocimiento estuviera en la información sensible, pero no debía inducirnos erróneamente
a afirmar que todo conocimiento se reducía a esta fuente básica.
Kant señaló que era la experiencia quien nos enseñaba que, por ejemplo,
todos los cuerpos caían atraídos por la gravedad, pero la experiencia en sí misma era
incapaz de dar necesidad y universalidad al conocimiento.
Para analizar este punto, el pensador recurrió a una clasificación de los
juicios, determinando cuáles eran los adecuados para la expresión de las proposiciones de
la ciencia. Tomemos en cuenta que el juicio es la estructura del pensamiento en la que nos
referimos a los valores de verdad y falsedad.
Por ejemplo, si digo " Los árboles son seres vivos", estoy asignando un
aspecto -seres vivos - a alguien que actúa como sujeto de esta oración -Los árboles -y mi
juicio puede ser verdadero o falso, y aquí es donde debo tener cuidado de no equivocarme,
como decía Descartes.
EMANUEL KANT 1724- 1804
“¿Quién sino la experiencia nos enseña
que los cuerpos caen?”
Extraído de la “Crítica de la razón
pura.”
Por este motivo era tan importante cómo establecer cuáles estructuras de
juicios eran aptas para el conocimiento.
Distinguió primero entre: Los juicios determinativos de los indeterminativos.
Los primeros son aquéllos a los que se les puede asignar un valor de verdad, y los segundos
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son a los que les es imposible asignar ese valor, y en sí éstos son sólo juicios de forma
porque respetan la estructura básica del juicio –S es P.
Entre los juicios determinativos reconoció a los analíticos. Estos se
caracterizan por su predicado que ya está incluido en el sujeto.
Por ejemplo, decir "El triángulo tiene tres ángulos" lo asignado en el
predicado -Tres ángulos - ya está dicho en el sujeto –Triángulo -, por lo que es
necesariamente verdadero por la identificación manifiesta entre el sujeto y el predicado de
dicho juicio, y nunca puede ser falso.
Los segundos, los sintéticos, carecen de dicha identificación porque el
predicado no está comprendido en el sujeto y aporta nueva información que puede o no
convenir al sujeto, y por tanto ser verdadero o falso.
Por ejemplo decir "El triángulo es isósceles" no nos da la certeza de que en
todo momento sea de la forma descripta, y por tanto no es necesariamente verdadero sino
probablemente verdadero, mientras las condiciones no cambien, como ser que el triángulo
adquiera otra forma.
El tercer grupo son los sintéticos apriori en los cuales se pretende establecer
un juicio necesariamente verdadero como los analíticos pero que a la vez aporte nueva
información como los sintéticos. Así podemos afirmar que "Dos más tres son cinco" es
verdadero siempre y aporta información que no sea una mera reiteración o esté
comprendida en el sujeto.
En síntesis, su apriorismo pretendió determina las condiciones para el
conocimiento válido y verdadero. Indicó que todos los seres humanos estamos dotados de
las mismas estructuras mentales y que son apriori a la experiencia sensible.
Estas estructuras mentales son formas vacías - de allí podemos afirmar el
carácter de formal- que la experiencia se encarga de darle contenido. Pero este origen del
conocimiento no se reduce a esto porque luego somos capaces de elaborar conocimientos
superando a la misma experiencia, como lo es la elaboración de leyes científicas que
expliquen y no sólo describan los hechos. Finalmente, separándose del racionalismo
clásico, Kant señaló que, llevando a las últimas consecuencias las afirmaciones de Hume,
somos incapaces de captar la cosa en sí - noúmeno- por lo que nuestra adquisición de
conocimiento está limitada a la organización que podemos proponer a la información
obtenida.
A la cosa en sí -noúmeno- la entendió como el objeto de estudio de la
metafísica tradicional, por lo que, al no haber acceso, también era imposible la metafísica
como la organizaban los autores medioevales cristianos y modernos como Descartes.
Por lo tanto, el dato sensible es imprescindible como señalaron los empiristas,
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y muchos de nuestros engaños o errores provienen de los excesos de la razón que rebasa
sus límites de conocer, como en el caso de la metafísica clásica.
Esto lo llevará a Hegel luego a repostular a la metafísica, no como disciplina
sino como temática, con la filosofía de la historia, como ya se explicó en antropología.
ID.b) ESENCIA
Aquí analizaremos las relaciones entre el sujeto que lleva a cabo la tarea
cognoscitiva con el objeto que lo justifica. Veremos las diferentes posturas que influyeron y
definieron a las doctrinas empirista, racionalista y apriorista. Es decir, del estudio de la
esencia no surgirán doctrinas pero sí aspectos básicos de ellas.
Concretamente, en primera instancia hallaremos a las dos posturas
principales: El realismo y el idealismo.
REALISMO
La palabra realismo deriva del latín "res" que significa cosa, indicándose la
existencia independiente de los objetos con respecto al sujeto. Esto nos dice que ellos están
en una postura de frente al sujeto que pretende llegar a aprehenderlos a través del
conocimiento. Por lo que este enfoque consiste en concebir al conocimiento desde la
perspectiva de los objetos a los que se les tiene acceso en tanto diferentes a quien realiza la
investigación.
Podemos reconocer dos tipos de realismo. El primero que llamaremos ingenuo
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consiste en no plantearse ningún posible cuestionamiento relativo a las cosas y
simplemente se sirve de ellas.
Podemos identificar esta posición con nuestro realismo cotidiano que no se
problematiza en cuanto a la existencia o no del mundo en el que desarrollamos nuestra
vida, por lo que este realismo no constituye una postura gnoseológica sino más bien una
manera práctica de vida.
El segundo realismo que denominaremos crítico - del griego que traduciremos
por análisis - también admite la existencia independiente de los objetos que se reconocen
como tales para ser investigados. Esta actitud la encontramos claramente en la
investigación científica fáctica que, por ejemplo, no se formula cuestionamientos en la
existencia de sus objetos -supongamos el Sol con respecto a la astronomía - sino que lleva
a cabo su tarea cognoscitiva.
En filosofía, este realismo crítico está estrechamente relacionado con el
empirismo y las corrientes derivadas de él, pues, no se cuestionan la veracidad de los datos
sensoriales que informan sobre las cosas, pero se tiene el interés de establecer el nexo con
dichos objetos para que el sujeto sea capaz de conocer. Se pone énfasis en que la génesis
del conocimiento es imposible sin este realismo que nos da la información para que
nuestro intelecto pueda estructurar el saber.
IDEALISMO
Esta postura se contrapone al realismo ya explicado porque indica la
supremacía del sujeto sobre el objeto, es decir, el objeto en sí mismo carece de sentido si no
hubiese un sujeto que elaborase el conocimiento sobre éste en su pensamiento.
Es preciso aclarar ahora que idealismo aquí no proviene de "IDEAL" entendido
como esquema o meta que un individuo o sociedad se propone, como por ejemplo, el ideal
de justicia, de libertad, de democracia, etc. Sino que proviene de "IDEA" -del griego que
significa forma – entendida como los contenidos formales del pensamiento y de los cuales
se tiene certeza de conocimiento inmediato.
O sea, la idea es una unidad de información que poseemos en tanto sujetos
que intentamos comprender lo que nos interesa. Por ello, poseemos tanta información
como ideas, las que relacionamos según los criterios de la rigurosidad lógica del
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pensamiento y de nuestras inquietudes e intereses en pos de una respuesta.
Por ello diremos que todo idealismo gnoseológico consiste en la perspectiva
del sujeto que establece qué investigar y cómo realizarlo. El conocimiento como resultado
de las relaciones entre el sujeto y el objeto, presupone para el idealismo que el primero
posee la supremacía sobre el segundo en tanto es el elemento activo de esta relación, es
quien trabaja, elabora, transmite, etc.
También aquí reconocemos diferentes tipos. El primero es el solipsismo
consistente en la afirmación exclusiva de la realidad del pensamiento del individuo, y por
tanto, todo se relativiza a cómo éste lo comprende.
En cuanto posición, podríamos catalogarla de enfermiza si se la toma como
una meta o fin, pues, quien la admite así está encerrado en su interior y es incapaz de
relacionarse con el mundo y con sus semejantes. Pero si se la utiliza como un medio para
una meta preestablecida, hallaremos en ella una postura filosófica. En este sentido,
podemos remitirnos a un par de casos históricos muy célebres.
Primero tenemos al Obispo George Berkeley -Siglo XVII- que a pesar de
estar educado filosóficamente en el pensamiento sajón empirista que, como dijimos, tuvo
como principal postulado un realismo crítico, curiosamente argumentó basándose en un
idealismo extremo.
Afirmó que "Ser es ser percibido", es decir, que la existencia de las cosas era
dependiente de la percepción del sujeto, o dicho con otras palabras, las cosas existirían
mientras estuvieran presentes en nuestro pensamiento
GEORGE BERKELEY 1684- 1753
Su idealismo radical se fundaba
en la siguiente máxima:
“Ser es ser percibido.”
¿Qué sucedería entonces si por ejemplo, dejase de percibir mi casa mientras
viajo en ómnibus rumbo al trabajo? Si mi casa dependiese de mi pensamiento y yo dejase
de tenerla presente para concentrarme en otro objeto, la misma dejaría de existir.
Pero toda esta argumentación fue utilizada como pretexto para postular que
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todas las cosas continúan existiendo independientes de mí porque existe un eterno
percipiente que es Dios. Si Él dejase de hacerlo, ahora sí todo se esfumaría en la nada
porque carecen de existencia por sí mismos y dependen de su Benevolencia.
Es decir, por más que se pretenda, no se demuestra la existencia de Dios -de
quien ya se cree en el caso de Berkeley - sino que se establece la necesidad de su ser porque
todo está ligado, incluido nosotros, a Él. Este idealismo radica en la notoria supremacía de
Dios como sujeto sobre todo lo demás que son objetos y contenidos de Su pensamiento.
Un segundo caso de este idealismo extremo lo estableció Descartes cuando
afirmó "Pienso por lo tanto existo" como su primera verdad o certidumbre. Aquí él
únicamente tenía certeza de su propia existencia en función de su capacidad racional. Su
aspiración de acceder a un conocimiento indudable se plasmó en el pensamiento porque
éste posee la virtud de dar acceso directo o la inmediatez del objeto a estudio. Es decir,
inmediato en cuanto a la simultaneidad temporal, y principalmente, porque no hay ningún
intermediario.
Por ejemplo, para saber cuántos dedos tengo en una mano, debemos recurrir
a la vista o al tacto que como intermediarios pueden falsearme la información. En cambio,
para saber qué pienso, no necesito ningún intermediario porque acceso a él directamente,
por lo que es más confiable para Descartes. Por esto considera que es más fácil conocerse
como sustancia pensante que como cuerpo.
Esta postura fue sólo un tránsito de todo el conocimiento que puso en duda a
través de la aplicación de su criterio de verdad, hacia una certeza incuestionable que fuera
el sostén de su nueva concepción filosófica y científica que no partiera de ningún
dogmatismo previo como le criticara al pensamiento medioeval.
Luego de haber sido capaz de encontrar una argumentación convincente para
demostrar la existencia de Dios, debía lograr la salida del encierro idealista para recuperar
el mundo exterior que se presentaba como la meta propuesta.
Por lo que, el idealismo de George Berkeley tuvo un propósito teológico, y el de
Renato Descartes, la meta era gnoseológica.
El segundo idealismo fue el trascendental. Este adjetivo tiene un sentido
específico y no debe entendérselo en el significado de importante como cuando se le usa
cotidianamente.
Kant, que propuso este idealismo, se impuso la inmensa tarea de establecer la
inutilidad de relativizar al conocimiento, sin importar en qué instancia se llevase a cabo. Se
opuso a toda concepción o criterio subjetivo de la verdad y validez del conocimiento. Y
pretendió en su lugar, la construcción y fundamentación de la misma sobre la base de las
categorías racionales y lógicas comunes de la humanidad.
Por tanto, estamos hablando de que el conocimiento es producto de los
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criterios emanados de los esquemas mentales que permiten elaborar y transmitir el saber.
Por ejemplo, "Dos más dos son cuatro" es comprendido por cualquier ser
humano al ser patrimonio cognoscitivo de todos, y lo único que se necesita es la
oportunidad de aprender para aplicar la razón y adquirir conocimientos.
El tercer idealismo es el absoluto -del latín, traducible por sin relación, aislado
- y fue la respuesta de Hegel -Siglo XIX- a la imposibilidad manifiesta por Kant para la
formulación de la metafísica tradicional.
Hegel pretendió recuperar la temática a través de una nueva disciplina que
llamó la Filosofía de la historia. Esta estudiaría todos los procesos, esté o no presente la
humanidad, y para continuar, no dependería de su presencia, significando que el sujeto
que hace la historia no era el hombre sino quien fuera producto de este mismo proceso
histórico, del cual somos circunstancialmente testigos.
De este proceso surgiría este sujeto que se identificaría con el objeto de
conocimiento. Todo parecería indicar que Hegel estaría refiriéndose a Dios, donde el sujeto
tomaría autoconciencia cuando eliminase las diferencias con el objeto.
Para que esto sea posible, se debe desterrar una constante de la filosofía, y que
Hegel considera errónea, inútil y falaz. Desde la antigüedad, se ha establecido la
separación entre el sujeto cognoscente por una parte, y por la otra, la duplicación
ontológica del objeto a conocer, al establecerse la distinción entre la cosa en sí y sus
manifestaciones accesibles al primero.
Ante esta duplicidad de géneros ontológicos, gnoseológicamente el sujeto
cuenta únicamente de un instrumento para aspirar al conocimiento, pero este instrumento
es apto sólo para las manifestaciones e ineficiente para la cosa en sí, lo que explica que
Kant señale la imposibilidad de acceder al noúmeno.
Por ello, este idealismo pretende desmantelar esta imposibilidad para que el
sujeto llegue a la cosa en sí, la causa, porque sin ella no hay conocimiento verdadero.
Un párrafo final lo merece la notoria confusión difundida por los marxistas,
al establecer la oposición entre idealismo y materialismo.
Obviamente que sus intenciones son más ideológicas que de otra índole
porque la expresión idealismo se utiliza con un sentido peyorativo contra quienes sean sus
adversarios sociales o intelectuales.
Los marxistas se arrogan el propósito de ser la ideología contestataria que
liberaría al proletariado que como clase social es subyugada por la burguesía. Pero, para
lograr ese cometido no es necesario cometer errores involuntarios o no.
Como hemos visto en gnoseología, el idealismo es una postura dando
supremacía al sujeto sobre el objeto. Y no tiene nada que ver con la utilización que tal o
cual clase social haga uso de esa categoría para interpretar la realidad. Y el materialismo
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11
es otra categoría de la física especulativa o de la cosmología, señalando la preeminencia de
ésta sobre la espiritualidad, si se la admite como opuesto.
Aquí tenemos ejemplos de los que hemos llamado en páginas anteriores vicios
ideológicos.
D.c) POSIBILIDAD
Aquí nos enfrentamos al problema referido al valor y alcance del
conocimiento humano. Es ante todo saber si el hombre tiene acceso o no a un
conocimiento que pueda ser definido y sustentado como verdadero.
Un primer enfoque es el dogmatismo -del griego; dogma, posición fija,
invariable -que a su vez debemos analizarlo desde la óptica positiva y negativa.
El primero consiste en no cuestionarse realmente sobre si el acto cognoscitivo
es posible, sino que lo da como un hecho consumado y el acceso al conocimiento es
efectivo para concluir en verdades universales y perennes.
Como dice Sexto Empírico -Siglo II- dogmáticos son todos los filósofos que
elaboran sistemas. Estos estiman que sus criterios y cosmovisiones son la conclusión
natural y necesaria del proceso histórico en la evolución filosófica en pos de la
comprensión de la realidad.
El segundo dogmatismo le llamamos negativo por señalar la imposibilidad del
conocimiento y ha de elaborar esquemas para demostrar esta imposibilidad. Es el caso de
la Academia ateniense que, tras la muerte del maestro fundador – Platón -, ingresa a esta
etapa porque sus seguidores son incapaces de continuar adecuadamente al excesivo
dogmatismo positivo de aquél, lo que los llevó a una profunda crisis y a terminar en la
negación del conocimiento mismo en todas sus formas.
La segunda posición es el escepticismo -del griego; traducible como eterna
búsqueda -, y tanto vulgar como filosóficamente se le suele confundir injustamente con el
dogmatismo negativo. Tanto es así que a la recién citada Academia ateniense post-Platón
se le llama escéptica en forma errónea.
Como lo expresa Sexto Empírico, la actitud del escéptico no es la de negar al
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conocimiento en sí mismo, sino plantear la imposibilidad de que nuestro conocimiento sea
de valor universal y perenne como lo han pretendido los dogmáticos positivos.
El escéptico insiste en la necesidad de una permanente investigación tras el
perfeccionamiento del saber, pero sabiendo de antemano que nuestras verdades son
solamente herramientas para continuar nuestro progreso, y no debemos cesar en la
verificación de lo que estimamos verdadero circunstancialmente.
Es muy difícil encontrar filósofos capaces de relativizar el valor de sus
afirmaciones, y más todavía de dar un giro de ciento ochenta grados si así se impusiera.
Un ejemplo de un cambio de ese calibre lo presentó Ludwing Wittgenstein
- fallecido en 1951- quien siendo auspiciador teórico del neopositivismo contemporáneo
que propugnaba a la epistemología, terminó evolucionando hacia un misticismo.
Los más fieles seguidores de la actitud escéptica los hallamos fuera de la
filosofía. Y están en la tarea científica porque nunca están conformes con los modelos de
explicación que elaboran. Pretenden perfeccionarlos y cambiarlos totalmente.
La tercera posición es el relativismo. Esta postura tampoco niega al
conocimiento sino que está sujeta a los criterios o puntos de vista del individuo o del grupo.
Por ejemplo, la famosa expresión del sofista Protágoras "de que el hombre es
la medida de todas las cosas en cuanto son y en cuanto no son", nos permite hacer dos
lecturas.
La primera, tomando al hombre individualmente, y la segunda, como especie.
La primera relativiza el conocimiento y todo lo concerniente a la naturaleza, a cómo lo
entendemos cada uno, y por tanto no hay ninguna garantía para que lo que es útil o
verdadero para alguien, también lo sea para otro.
Por ejemplo, si viajáramos al polo, yo que vivo en un lugar templado, me
moriría de frío. En cambio, a los aborígenes del lugar no les afecta porque están
habituados.
La segunda relativiza el conocimiento en función a los criterios que
convencionalmente como grupo nos hemos puesto de acuerdo de interpretarlo de cierta
manera. Por ejemplo, según los axiomas de la matemática, que dos más dos son siempre
cuatro. En tanto no cambien estos postulados iniciales, el resultado será el mismo siempre.
Por último, el criticismo fue un intento conciliatorio entre el dogmatismo
positivo, el escepticismo y el relativismo. Compartió del dogmatismo la confianza en la
razón como herramienta idónea para conocer, pero no admitió el hecho de que deba
aceptarse cualquier afirmación por provenir de ella, por lo que se aproximó al escepticismo
en cuanto a la necesidad de examinar y verificar nuestras sentencias, lo que tampoco quiso
decir que fueran falsas o propensas a serlo, sino que deberíamos tener un método de
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análisis que nos permitiese determinar la verdad de nuestro conocimiento. Y del
relativismo tomó la necesidad de establecer los criterios que permitieran un conocimiento
verdadero y válido.
Esos criterios no podrían provenir de un mero convencionalismo, sino de la
estructura lógica de nuestro pensamiento, y que es compartida por todos los individuos de
la especie humana.
EPISTEMOLOGÍA EN EL SIGLO XX
Los tres enfoques que hemos analizado -origen, esencia y posibilidad - fueron
desarrollados hasta el siglo pasado. En nuestro presente, en el cual el avance científico y
tecnológico modificó las condiciones culturales, la filosofía debió adaptarse a estos
cambios. La formalización y matematización de la física, fueron arrinconando a la clásica
filosofía especulativa.
Se sustituyó el enfoque cuestionador de la gnoseología por el fundamentador
de la epistemología. Tras tantos milenios de desarrollo científico y tecnológico, ¿cabe
seguir preguntándose sobre la posibilidad del conocimiento humano? La respuesta a esta
pregunta fue el pasaje a la epistemología con la intención de elaborar modelos que dieron
certeza al progreso no sólo práctico, sino sobre todo teórico de la ciencia.
Como respuesta, encontramos al llamado Círculo de Viena o Neopositivismo
que intentó centrar su tarea en la epistemología, la lógica y la filosofía del lenguaje.
Los antecedentes de tan importante corriente filosófica la hallamos en el
positivismo de Comte - Siglo XVIII-, y especialmente en Stuart Mill, quien nos muestra que
todos los problemas planteados en la filosofía especulativa clásica, se reducen a un
problema de metodología para acceder al conocimiento de la naturaleza. Para ello, la
epistemología ha de ser el centro de su enfoque filosófico.
La epistemología - del griego; episteme, conocimiento científico; logos, estudio
- tiene como objeto el establecer las características, condiciones y metodologías adecuadas
a las disciplinas científicas. Por las características, señala cuáles son los aspectos propios
de este ámbito distinguiéndolo de otros.
Por las condiciones se refiere a cuáles son los criterios que permiten
determinar la incorporación de nuevas disciplinas al corpus sistemático de la ciencia.
Especialmente debemos remitirnos a que se defina claramente el objeto de estudio y el
método aplicable para llevar a cabo la investigación.
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La lógica, por su parte, termina por dejar el análisis de los elementos
constitutivos del razonamiento para centrarse en el estudio del cálculo de probabilidades
para que una estructura sea verdadera o falsa, es decir, la lógica simbólica.
Por último, la filosofía del lenguaje analiza el vehículo de comunicación del
conocimiento para determinar e intentar la eliminación de las ambigüedades y malos usos
del lenguaje, como por ejemplo, es para ellos la excesiva terminología abstracta en la
metafísica tradicional.
Este enfoque es la culminación de los intentos de sustituir la especulación
metafísica tradicional que ya había sido criticada por los empiristas y por Kant, como
también terminar con la fenomenología concentrada en las inquisiciones relativas a las
relaciones sujeto - objeto de la gnoseología.
Estos filósofos proponen que el estudio del fundamento del conocimiento
científico y su metodología, acompañado de un riguroso análisis del lenguaje para una
expresión precisa de éste es la tarea de la gnoseología.
Otras áreas de la filosofía son cercenadas, como es el caso de la axiología,
porque son consideradas trascendentales, como lo dice el mismo Wittgenstein en su
primera etapa. Y aquí por trascendental significa que el lenguaje axiológico no se refiere a
ninguna realidad a la que la ciencia tenga acceso a través de los hechos.
Un ejemplo de como este modelo epistemológico influye en otras áreas, lo
encontramos en la conversión de la psicología en ciencia. Esta disciplina clásicamente
integrada a la metafísica, fue refundada desde que adquirió el status de experimental.
Si nos remitimos a John B. Watson - fallecido en 1958-, él la definió como "la
ciencia natural que investiga el campo de las adaptaciones humanas". Su objetivo es
desterrar y purificar el lenguaje de la psicología de los términos metafísicos y teológicos, y
referirse sólo a lo observable.
Otra perspectiva fue el pragmatismo. Esta doctrina, a diferencia de las
posturas clásicas que abordaron el tema teóricamente, lo hizo desde el punto de vista
práctico.
El tema central fue el concepto de verdad. Clásicamente se elaboraban
criterios que permitían distinguir la verdad en cuanto la proposición se adecuaba a la
realidad que se remite. En cambio, el pragmatismo rechazó este criterio, para postular que
la verdad era aquélla que nos permitiera ponernos en una perspectiva del objeto mismo, y
establecer las consecuencias en nuestros actos.
Otro punto neurálgico de los epistemólogos contemporáneos, se refiere al
concepto de paradigma que la ciencia nos brinda de la realidad, y también cómo hacer
para que perduren estando sujetos al contexto de cada época.
Pero para esto debemos tener presente lo siguiente: Primero, que la
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gnoseología como tal consiste en el cuestionamiento, es decir, plantearlo como un
problema a resolver. Segundo, la epistemología no cuestiona al conocimiento sino que lo
da como un hecho consumado y al cual examina preocupado en procura desde que
perspectivas o enfoques teóricos se desarrolla la tarea científica. Y en este sentido
hablamos de paradigma o modelo.
Por ejemplo, el modelo de interpretación griego, que va desde Aristóteles y
pasando por el medioevo, solamente fue sustituido por el desarrollado en el renacimiento
porque ya implicaba también un cambio de las estructuras políticas, sociales y económicas
que empujaban hacia el hito de la revolución industrial del siglo XVII en adelante. Pero
este desarrollo desde la antigüedad hasta iniciado el siglo XX, podemos incorporarlo a un
mismo modelo o paradigma que llamaremos clásico.
En él hay un aspecto común relativo a que la armonía de la naturaleza podía
ser comprendida por la razón aplicada metodológicamente y expresada en las leyes
científicas. Durante este extenso período, el conocimiento fue más que nada acumulativo
tanto de aciertos como de errores. La figura consular fue Newton que armó el primer
rompecabezas con la gravitación universal.
Recién en 1920, con la relatividad de Einstein comenzó un nuevo modelo o
paradigma. Como respuesta a esta crisis, surgieron visiones paralelas, algunas
complementarias, otras con críticas muy ácidas de un modelo a otro.
A su vez, esta concepción fue superada cualitativamente por la revolución
nuclear que llevó a dejar los últimos parches del modelo anterior para concebir la realidad
no únicamente de forma diferente, sino buscar nuevos métodos que permitan determinar
la falibilidad del conocimiento científico. Dicho en otras palabras, la gnoseología clásica
parte del cuestionamiento del conocimiento, en cambio, la epistemología plantea su
enfoque dando como un hecho consumado al conocimiento y lo analiza para proponer su
metodología, características y modelos o marcos referenciales para llevar a cabo dicha
tarea.
Pero esta revolución comienza con David Hume, quien formuló la doctrina
empirista más coherente, y especialmente su crítica a la relación causa - efecto. Sus
análisis quedaron olvidados durante mucho tiempo pero fue él el gestor de la ruptura de la
gnoseología clásica para abrir paso a la epistemología contemporánea.
Su perspectiva permitió sustituir la visión del conocimiento como paralelo de la
realidad, es decir, conocer era aproximarse al máximo a la naturaleza. Desde él, conocer se
transforma en una interpretación con contactos necesarios con la realidad, pero sin el
propósito de duplicarla o reconstruirla en el pensamiento. Conocer es ahora además la
actividad del sujeto de cómo la comprende, la modifica, la construye, es decir, tiene un
modelo o paradigma sobre el universo.
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A tales efectos tenemos al neopositivismo, el inductivismo, el falsacionismo, el
anarquismo epistemológico y teoría de las revoluciones científicas. Cada una de ellas
aporta el marco teórico para la ciencia. propone la metodología y criterio para determinar
la verdad y validez de la interpretación de la realidad desde la experimentación o
axiomatización de la interpretación científica.
Tenemos al neopositivismo que desdeña cualquier actividad cognoscitiva que
no se encuadre con la ciencia, y hasta utiliza con desdén el término filosofía haciendo
referencia a etapas remotas y supersticiosas del desarrollo humano. Reduce el
conocimiento a la descripción legaliforme de la realidad.
Como hija predilecta de éste, el inductivismo profundiza la perspectiva
señalando que únicamente de la extrapolación de casos particulares se accede a la
uniformidad de la naturaleza expresada en el principio del determinismo universal que
posibilita la inducción amplificante abarcando los casos no estudiados pero comprendidos
por las mismas características.
KARL POPPER 1902- 1994
La ciencia construye teorías
cuyo valor es en la medida en
que puede ser falsada.
Para el inductivismo la ciencia posee una metodología que parte de la
observación para recabar la información que le permita elaborar sus hipótesis, es decir,
sus intentos de explicación que serán contrastados con los hechos. Cuando esto acontece,
esa hipótesis adquiere el carácter de enunciado legaliforme. Este es la explicación
científica que describe una relación constante en los hechos naturales. Finalmente el
conjunto de enunciados legaliforme, como premisas de un razonamiento inductivo,
permite el salto hacia una generalización manifiesta en la teoría.
Por ejemplo, se posee un enunciado legaliforme que explica la reproducción
humana, otro relativo a la reproducción de las aves, etc., que se inscriben en la teoría sobre
la reproducción de todos los seres vivos.
La crítica del falsacionismo contra el inductivismo se basa en que una ciencia
inductivista es sólo una colección inconexa de datos que no aporta un sentido a los
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12
fenómenos de la naturaleza. Para tales efectos, propone el modelo hipotético deductivo que
no se reduce a una mera contrastación con los hechos, sino que además aporta un criterio
de verdad para toda la teoría que explora e interpreta. Además la ciencia actual no actúa
aislada sino relacionada con todo el acervo que ha posee, de tal manera que el investiga
tiene todo ese conocimiento como guía en su trabajo. Por lo tanto, la teoría no es la
culminación del proceso como afirman los inductivistas, sino que es el punto de partida.
Por ejemplo, cuando un biólogo investiga acerca de los agentes causantes de una
infección, no desconoce la existencia de los microorganismos como los virus y bacterias,
sino que los busca para identificarlos, como en el caso del virus del SIDA.
La teoría debe ser falsable, es decir, apta como guía en la investigación
científica. Esto significa que las afirmaciones de una teoría deben tener su contrapartida,
de tal manera que, para evitar la contradicción, se posea una opción opuesta. Por ejemplo,
si afirmo que” la tierra es el centro del universo”, debe poderse formular su negación –“la
tierra no es el centro del universo”- mostrándose la fabilidad y precariadad de las
afirmaciones científicas.
Por su parte, el anarquismo epistemológico es una severa crítica, no tanto con
la CIENCIA sino contra la imagen del científico. Vulgarmente se piensa en el científico
obteniendo su conocimiento aplicando rigurosamente una metodología determinada y
clara. Y no es tan así. También hay ensayo y error, certezas y casualidades, como por
ejemplo el caso de Fleming que descubrió la penicilina porque su curiosidad le llevó a
estudiar unos cultivos que había descuidado. Es decir, se pretende desmitificar la imagen
del investigador. Y por tanto no está tan ajeno de errores e inseguridades como la gente
común.
THOMAS KUHN 1922- 1996
La historia de la ciencia es un proceso de
transformaciones que modifica los
valores culturales de cada época.
Por último, Kuhn con su teoría de las revoluciones científicas, más que
penetrar en la METODOLOGIA de la ciencia, lo que realiza es una investigación sobre
cómo los entornos culturales, sociales, políticos, religiosos, económicos, etc. se ven
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12
afectados por el avance, no sólo tecnológico sino principalmente interpretativo que hace la
ciencia. Y a su vez, en forma interactiva, señala la importancia de cómo esos entornos
sociales, religiosos, políticos, económicos, etc. condicionan el progreso científico. Por
ejemplo, recordemos cómo reaccionaron en su época ante las teorías heliocéntrica y
evolutiva de los seres vivos. A su vez, los intereses políticos y económicos profundizan o
descartan ciertas áreas de desarrollo, por ejemplo, ¿qué país sudamericano se autoabastece
en informática?
De esta manera reconoce tres momentos. El primero, el precientífico, el cual
todavía no había criterios en la antigüedad para elaborar un modelo común de
conocimientos sino investigaciones dispersas en Grecia, Egipto, etc. El segundo, es la
ciencia normal, por el cual se elabora un modelo o paradigma capaz de interpretar o
abarcar la realidad en su conjunto. Por ejemplo, con Newton la ciencia deja de ser una
mera acumulación de información para adquirir el carácter de interpretación integral de
la realidad. El tercero, es la crisis, por el cual, el modelo aceptado es incapaz de resolver
problemáticas que se presentan y se hace urgente una renovación conceptual. De esta
crisis surgirá un nuevo modelo de ciencia normal cuya vigencia se mantendrá hasta que
enfrentará su propia crisis, y así sucesivamente.
En síntesis, el progreso del conocimiento ha tenido dos vertientes. El primero,
que llamaremos clásico que abarca desde la antigüedad hasta la primera mitad del siglo
XIX. Este comprende el período en el cual la base era el cuestionamiento filosófico sobre
qué se conocía, con qué instrumento, cuánto se le puede llamar conocimiento verdadero,
etc. Fue el apogeo de la gnoseología.
El segundo período comienza en la segunda mitad del siglo XIX hasta
nuestros días. Se diferencia del anterior por dejar de lado el cuestionamiento filosófico
para partir del hecho incuestionable de que el hombre conoce, y así modifica y construye
su hábitat. Ahora es la tarea de la epistemología determinando las características y
metodologías de la ciencia. El aporte de la filosofía se orienta ahora en brindar las
estructuras teóricas para la interpretación de la realidad, es decir, elaborar los paradigmas.
La ciencia es un hecho consumado, no para cuestionar como en la tradición clásica de la
filosofía, sino para fundamentar. Para esto es que se proponen los diferentes paradigmas
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12
METAFÍSICA
2.A. EVOLUCIÓN HISTÓRICA
Ingresamos ahora en el segundo conglomerado temático del sistema
filosófico, o como ya hemos señalado, la segunda rama de él. Hemos analizado hasta estas
páginas, lo relativo a los temas y disciplinas referidas a la realidad humana, siendo los que
mayoritariamente desarrollan todas las corrientes filosóficas.
Los temas y disciplinas de la metafísica también tienen expositores de gran
repercusión, pero paralelamente encontramos otros que la descalifican por diferentes
motivos.
Etimológicamente, la palabra metafísica proviene del griego "Ta meta tá
física" que significa "Después de la física o naturaleza". Este origen fue meramente
casual porque se comenta que Andrónico de Rodas la incorporó al intentar un
reordenamiento de los escritos de Aristóteles hallados en un sótano, dos siglos después de
la muerte del estagirita.
Luego de organizar la vastedad de la obra del pensador, se encontró con un
pequeño opus que ni siquiera tenía un título claro como los anteriores, y como éste era el
último después de los estudios de la física o naturaleza, le pareció adecuado titularlo
Metafísica por un simple criterio de orden bibliotecario.
Lo que sucedió a partir de este instante con el sentido de la nueva palabra
introducida accidentalmente, ya fue otra historia. "El después de la física o naturaleza"
dando sentido original a la palabra metafísica para ordenar los libros de Aristóteles, fue
cambiando y adquiriendo otro sentido en función de los temas tratados.
Es decir, "El después de la física o naturaleza" pasó a significar un nuevo nivel
de lenguaje y de conocimiento distinto al referido a la realidad material, y mostrar
entonces que ésta última, para conocerla más y mejor, se debía además tener acceso a sus
fundamentos, causas y principios.
Justamente, fue Aristóteles cuando realizaba la impresionante tarea de
elaborar la primera sistematización filosófica o cosmovisión, advirtió que luego de haber
desarrollado todo lo que hasta ese momento era el estudio de la realidad en la que está
comprendida el hombre, se debía postular una nueva disciplina que abordara el tema de
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12
los fundamentos de la realidad misma.
ARISTÓTELES 383- 321 a.C.
“La filosofía primera estudia las primeras
causas y principios... y del ser cuanto ser.”
Extraído de “Metafísica”.
.
Y como este filósofo era consciente de que estaba llevando a cabo una tarea
totalmente inédita, la abordó con todas las precauciones por la importancia que él le
asignaba.
Por ello, su planteo fue aporético -del griego; a, no; poros, camino, es decir,
callejón sin salida – para mostrar el sentido de las dificultades previas que debían
enfrentarse para admitir esta disciplina.
Reconoció que aquellas disciplinas que investigaban parcialmente a la
realidad se les escapaba la totalidad –a estas disciplinas les llamó filosofías segundas por
especializarse en objetos de estudio definidos- procedió a postular la necesidad de una
disciplina que abarcara esta totalidad que él la reconoció como filosofía primera o
protofilosofía. A esta última se comenzó a llamar metafísica mucho después.
Pero también hay un contexto ideológico que nos ayuda a entender la
necesidad de esta búsqueda. En los confines del Mediterráneo, los griegos habían
extendido su colonización y desde allí surgió la oleada precursora de quienes pretendieron
comprender la estructura de los procesos de la cambiante naturaleza.
Cuando esta especulación filosófica llegó a Atenas, se enfrentó a los esquemas
deterministas y fijistas de los atenienses tanto a la naturaleza como a las estructuras
sociales. Para evitar el socavamiento de estas tradiciones, con Sócrates, Platón y
finalmente Aristóteles, fueron perfeccionando una nueva disciplina que diera sustento
certero a lo permanente, y les permitiera contrarrestar los efectos destructivos de la
relatividad y convencionalismos difundidos por los sofistas y fisiólogos jónicos.
El ejemplo de Aristóteles fue imitado por otros contemporáneos suyos. Pero, a
partir del medioevo, el pensamiento dominante de esa época, cuando abordó toda tarea
humana, lo hizo partiendo de su teocentrismo y se sirvió de la metafísica como
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12
herramienta de difusión de su teología en función de la subordinación de la razón humana
a las verdades eternas admitidas por la fe.
En este período, la metafísica fue utilizada como sinónimo de teología porque
toda intención e investigación en esta área no podía marginarse de los límites impuestos.
Con el advenimiento del Renacimiento, fue notoria la lucha por la
recuperación de la libertad y la confianza en la razón como instrumento cognoscitivo
independiente. Y esto se vio reflejado en el resurgimiento de la ciencia experimental, el
estudio e instauración de nuevos regímenes políticos y sociales como en el caso de los
inspirados por Nicolás Maquiavelo y Tomás Moro, entre otros tantos.
La metafísica no podía estar al margen, pues, de la realizada
empecinadamente por los teólogos medioevales para convertirla en el sostén de ideologías
esquematizando a toda la filosofía a un mero saber libresco, hubo quienes la renegaban
por este motivo, o lentamente hubo pensadores que la recuperaron con su rol original de
fundamentar todo el conocimiento humano, fuese científico o filosófico, como lo vemos en
las obras, por ejemplo de Descartes y Leibnitz.
Obviamente que este intento fue llevado a cabo por filósofos de la Europa
continental, que ya tenían más de un milenio de experiencia en cultivar la metafísica;
mientras que en la Europa insular, simultáneamente se fue acentuando la corriente
empirista que redobló sus argumentaciones contrarias a esta disciplina a través de sus
postulados fundamentales de afirmarse en los datos sensoriales y marcar, por ello, la
imposibilidad de acceder al nivel de lenguaje y temas a los que la metafísica hacía
referencia.
Tomemos el caso de John Locke -Siglo XVII- que siendo un empirista, fue
curiosamente un filósofo utilizando el lenguaje metafísico de Descartes, para mostrar la
imposibilidad de los enfoques racionalistas. Como por ejemplo, lo era su crítica a las ideas
innatas tales como las de Dios, perfección, infinitud, etc.
JOHN LOCKE 1632- 1704
Utilizando el lenguaje cartesiano,
intentó mostrar la inutilidad de
las expresiones metafísicas para
fundamentar al conocimiento.
Un siglo después, fue David Hume quien estructuró la posición clásica del
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12
empirismo despojándose de todo lenguaje metafísico, y dio el puntapié final con su crítica a
la relación causa - efecto. Su argumentación partía de la distinción entre ideas legítimas e
ilegítimas.
Recordemos que el término idea era utilizado como sinónimo del
conocimiento adquirido de los objetos investigados gracias al trabajo de representación que
éstas hacían de aquéllos.
Las primeras son las que, aunque muy lejanamente, poseen cierto correlato
con la realidad; a saber, piedra, árbol, etc. , o sea, provenientes del contacto directo por el
dato sensible que este filósofo llamó impresiones de sensación. También integran este
grupo las ideas que se refieren a objetos no existen en la realidad tangible y son producto
de la elaboración humana partiendo de ideas ya presentes en nuestra memoria, las cuales
se convierten en impresiones de reflexión para dar cabida a otras nuevas ideas tales como
sirena, montaña de oro, caballo de hierro, etc. Es decir, aunque los objetos mencionados
no existan en sí mismos, se han fabricado en nuestra mente basándonos en las ideas que
surgieron alguna vez de un contacto sensorial, como por ejemplo, montaña por un lado y
oro por otro, y luego las hemos reunido en una sola.
En cambio, las ideas ilegítimas son aquéllas que carecen de todo vínculo con
la realidad captada primariamente por el dato sensorial, y todo lo que elaboremos de esta
manera carece de todo sentido posible, como lo dirán luego en nuestro Siglo XX, los
neopositivistas apoyándose en un análisis depurativo del lenguaje para el conocimiento
humano, y especialmente, el científico. Son para Hume ideas ilegítimas todas las ideas que
sustentan al discurso metafísico clásico, a saber, el alma, Dios, y señala directamente a la
relación causa - efecto concebida ontológicamente, esto es, que ésta existe en la realidad
tangible.
DAVID HUME 1711- 1776
Su crítica a la causalidad fue el punto
de partida para concebir al conocimiento
como interpretación de la realidad.
En cuando a la idea de Dios, John Locke señalaba que su contenido se refería
a un ser de suma bondad, perfectísimo, suma sapienza, etc., atributos tales que nos
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formamos por abstracción partiendo de la elevación al infinito todas las cualidades que
conocemos en nuestra realidad limitada. Esta argumentación es radicalmente rechazada
por Hume porque carecemos de todo posible fundamento en la sensación que avale tal
abstracción, por lo cual la idea de Dios es ilegítima por no poseer la más mínima unión
con el mundo que nos ha enseñado a conocer en la aplicación de nuestra capacidad
intelectual gracias al material aportado.
La descripción gnoseológica de esta relación intenta mostrarnos que es
producto de una serie de lazos entre ideas cuyas primeras son originalmente de la
sensación- y que como tal únicamente existe en nuestra mente, lo que nos lleva a una
incesante verificación de cada caso porque no debemos predecir con total certeza que la
sucesión de los hechos se den como esperamos. Por ejemplo, si día tras día abordo al
ómnibus rumbo al trabajo a las 7 y 30', y por hábito, tiendo a concluir que siempre lo
tomaré a la misma hora. En esta conclusión en la que me anticipo a los hechos, no tengo
en cuenta otros aspectos que quizá hagan que el ómnibus pase antes o después de la hora
conocida, o en el peor de los casos, no pase.
Para los racionalistas, esta relación era ontológica, es decir, real. Y era uno
de los pilares para la elaboración metafísica. En cambio, Hume planteó que dicha relación
era sólo gnoseológica, esto es, producto de nuestro hábito de unir dos fenómenos, uno
anterior a otro posterior estimando que el primero era generador del segundo.
Esto lo llevó a Kant a determinar que, desde los planteos de Hume, ya no era
posible la metafísica concebida tradicionalmente, por lo que ciertos temas, como el de Dios,
quedaba únicamente para una experiencia afectiva de fe, ya no de la razón que no podía
abordar porque superaba sus propias limitaciones cognoscitivas.
A partir del planteo Kantiano donde el estudio de los fundamentos como
medio de posibilitar el conocimiento, llevó a que la metafísica fuera la investigación de
todo acceso de saber. No es en vano entonces que el mismo Kant haya escrito una
"metafísica de las costumbres", es decir, un análisis de las bases teóricas de los actos
humanos.
Hegel, por su parte, hizo el intento de recuperar la metafísica a través de la
filosofía de la historia como nueva disciplina, para poder determinar quién era el sujeto
protagonista de los procesos históricos.
Los llamados hegelianos de derecha respondieron a esta pregunta con su
concepción idealista de Dios, mientras que los hegelianos de izquierda insistieron en su
inversión del idealismo espiritualista hacia un realismo materialista en el cual el hombre
fuera considerado el protagonista de los actos de la historia.
Y argumentaron que la historia existía a partir de los procesos culturales
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humanos, o antes ni después como Hegel indicaba estableciendo la insignificancia de la
existencia humana ante la vastedad del proceso histórico del cual era testigo
circunstancial.
En nuestro siglo XX la metafísica se presenta con nuevos ropajes.
Encontramos al Existencialismo preocupado por determinar la esencia del ser humano y el
lugar que le corresponde en el cosmos.
Otra forma de expresión metafísica como fundamento de la realidad y del
conocimiento, la encontramos en el pensamiento de un genio de la física teórica: Albert
Einstein -Fallecido en el año 1955. Con su teoría de la relatividad estableció el marco
conceptual para la comprensión de la naturaleza, y en este sentido encontramos cierto
parentesco con el propósito original que Aristóteles pretendió realizar.
Lo que sí debemos decir es que a ciertos científicos les rechina la palabra
metafísica porque prefieren poner distancia entre su investigación y cualquier expresión
filosófica por considerarla obsoleta y superada. En cierto modo, siguen los pasos de
Augusto Comte -Siglo XIX- pues, su filosofía distinguió tres instancias que debía pasar
evolutivamente el hombre hacia el conocimiento real.
La primera instancia que llamó teológica consistente en elaborar
explicaciones partiendo de la intervención directa de dioses personales. Era una instancia
arcaica aunque necesaria para comenzar la búsqueda de las respuestas a las inquietudes
humanas.
La segunda llamada metafísica consiste solamente en sustituir a esos dioses
por fuerzas abstractas e impersonales, pero igualmente inaccesibles directamente. Es sólo
una transición que lleva consigo su propia contradicción porque está entre la liberación de
la tiranía metafísica y su restauración procurando un fundamento más allá de la
naturaleza.
Por último, la tercera instancia que llamó positiva, es el imperio de la razón
explicando a través de la ciencia y la lógica. Nada está ajeno a su comprensión y es la base
que el hombre necesita para organizar su convivencia social.
Mas, lo curioso de este planteo tan opuesto a la metafísica, es que no hace otra
cosa que metafísica también en tanto estableció los parámetros y fundamentos de la
actividad cognoscitiva, y del acceso a la realidad que se pretende aprehender y dominar con
el saber. Por lo que su planteo teórico tuvo un propósito práctico: Conducir a la
humanidad por el camino del conocimiento verdadero que permitiera una convivencia
social más estimable que el vivido en su época tan convulsionada por revoluciones, guerras
y gobiernos autoritarios.
En la primera mitad del siglo XX, surgió un movimiento llamado
neopositivismo o Círculo de Viena. Retoma del original la necesaria superación de la
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instancia metafísica marcando que solamente la comprensión científica es acorde al nivel
de progreso del conocimiento humano. Utilizando el análisis del lenguaje, por ejemplo,
Rudolph Carnap se propone demostrar lo incoherente que son las expresiones metafísicas,
y por tanto, lo inaccesible que se presentan los supuestos objetos de su investigación.
RUDOLPH CARNAP 1891- 1970
Las incoherencias lógicas del lenguaje
metafísico lo invalidan por sí mismo.
Cuando ha desmantelado a su entender las pretensiones de la metafísica
clásica - lo que en cierto modo ya lo había realizado Kant- debe proceder a fundamentar el
modelo de interpretación que ofrece la ciencia concebida positivamente, es decir, elaborado
por la rigurosidad lógica. Y al realizarlo, aspira a establecer el nivel primario que como
metalenguaje actúe como sostén teórico. Y aunque cambie las palabras, significativamente
está elaborando metafísica como pretendieron hacerlo Aristóteles en la antigüedad y Kant
en el siglo XVIII.
En efecto, en este breve raconto histórico de la evolución del concepto de
metafísica, nos encontramos conscientes de su necesidad en función de los fines y niveles
de lenguaje utilizado.
Finalmente citaremos al Dr. Carlos Vaz Ferreira – fallecido en 1958- quien
señala que sin metafísica que fundamente al conocimiento, no es posible realizar ni
ciencia. Es conocida su comparación del mar con la metafísica y la ciencia con un
témpano de hielo. Por eso dice que ésta última no es otra cosa que metafísica solidificada.
Ambas están constituidas del mismo elemento que es el agua. La ciencia, como el témpano,
es duro y se extiende cada vez más, pero también la tierra firme sigue estando tan lejos en
el horizonte como al comienzo.
El valor de la metafísica está en incitarnos a abandonar ese témpano para
arriesgarnos nadando por esas aguas en procura de la lejana tierra firme. Y lo hacemos
aunque es más probable que sólo todo quede en un intento fallido. Es decir, la metafísica
nos estimula a la aventura de superar nuestras limitaciones y así progresar.
El tema central es saber distinguir, no entre ciencia y lo que no lo es como
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afirman los positivistas ingenuos, sino diferenciar entre buena y mala metafísica. La buena
es aquélla que alienta y dirige nuestros pensamientos como globos a las metas propuestas;
por su parte, la mala es la que desvía estos globos por sendas sin provecho y de gran
confusión.
2B) CONCEPTO DE METAFÍSICA
Cuando Aristóteles analizó las diferentes disciplinas reconocibles en el
conocimiento humano, señaló que cada una de estas disciplinas se centraba en una de las
manifestaciones específicas de la realidad.
Por ejemplo, la biología se centra en el estudio de aquéllos que son seres
vivos, la astronomía en los cuerpos celestes, etc. Esto lo llevó al estagirita a postular una
nueva disciplina que estudiase al ser en cuanto ser, es decir, que abarcase todo incluyendo
sus fundamentos, causas y principios.
En este sentido, varios siglos después, se le llamará a esta metafísica con el
nombre de ontología -del griego; ontos, ser; logos, estudio porque investiga lo que es
común a todos los entes.
A partir de Wolff -Siglo XVIII-, paralela a la anterior, encontramos otra
metafísica llamada especial por centrarse en aquellos entes imperceptibles por los datos de
los sentidos, y a los que únicamente se les accede por la especulación racional. Dichos
temas son Dios, Alma y Mundo, y cada uno de ellos es abordado por disciplinas específicas,
a saber, la teología racional, la pneumatología y la cosmología.
En síntesis, la metafísica es la rama filosófica que intenta darnos acceso a los
entes no perceptibles por los datos sensoriales y sólo admisibles por la reflexión racional.
Con la intermediación de los datos sensoriales se tiene acceso a lo individual, y con la
razón se accede a lo universal.
Por ejemplo, vemos a un ser humano o un grupo limitado de ellos con sus
respectivas características, es decir, sus hábitos, conductas, etc. Con el pensamiento damos
un salto de integración y hablamos de la humanidad y de lo que le es propio su carácter
social y reflexivo.
Los sentidos nos dan las perspectivas de lo individual o particular en un
determinado contexto. La razón nos ingresa a la totalidad abstracta que incluye a todos los
individuos de su especie sin hacer referencia a un contexto específico, por ejemplo, el ser
reflexivo y social sin importar en qué clima, región, entorno cultural, etc. , se desarrolla su
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vida.
Con la información sensible, adquirimos la correspondiente a las cosas
concretas, como decir "Este árbol tiene raíces que lo alimentan". Por la abstracción
racional somos capaces de unificar todas las experiencias adquiridas por separado que
posean aspectos comunes, pudiendo entonces afirmar que "Todos los árboles tienen raíces
que los alimentan".
Por lo que, desde el pensamiento moderno, la metafísica elaborada no deja al
margen la temática anterior sino que el "más allá de la física" clásico incorpora el
concepto de abordar los fundamentos de la realidad que se quiere acceder con el
conocimiento.
Pero que no sea sólo un fundamento teológico como en el caso medioeval o
clásico, sino también que integre a instancia de los modernos a las bases mismas del sujeto
que investiga y del objeto de su tarea. Esto significa que se tenga en cuenta los medios con
que contamos para adquirir el saber, y qué cosas son las que podemos investigar.
Por ejemplo, si construimos una casa para que ésta sea resistente, debe poseer
una buena base, esto es, un cimiento firme que soporte su realización. Una vez habitada la
casa, no se ven los cimientos que están debajo pero que sabemos que están allí. Pues bien,
para acceder al conocimiento de la realidad se debe partir de los cimientos que la
metafísica postula con sus fundamentaciones racionales.
Otro ejemplo es realizar cualquier juego, como puede ser alguno con naipes.
Para realizar el juego debemos conocer y ejecutar sus reglas. Pues bien, esas reglas son el
fundamento que posibilita la acción. La metafísica tiene como cometido proponernos esas
reglas que nos dan la oportunidad de acceder al conocimiento y a sus resultados.
La adquisición, elaboración, transmisión y el uso del conocimiento es el gran
juego del ser humano intentando saber el sentido de su existencia.
Por ello, se puede distinguir varios períodos de la metafísica. El primero que
llamaremos precrítico, es decir, anterior a los análisis de Kant -siglo XVIII. En este
período precrítico, el pensamiento metafísico trató de superar los límites de la realidad
humana y llegar a ella por la razón.
Recordemos todas las carencias ya mencionadas que estos precursores
helénicos intentaron superar, por lo que quizá desde nuestras perspectivas actuales nos
resulten sus esfuerzos demasiado extremos, pero de su búsqueda metodológica y
conceptual surgieron muchas de nuestras líneas de pensamiento.
El segundo período, el crítico, corresponde desde la filosofía de Kant hasta
hoy. Y hallamos a su vez dos líneas de pensamiento: la primera, el positivismo que rechaza
especialmente la metafísica tradicional o precrítica, y centra su atención en los
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fundamentos de la tarea cognoscitiva. Y la otra línea, la Kantiana, señalando los límites y
valor de la razón.
Con los primeros pensadores griegos de Jonia y la línea sistemática y
cientificista de la escuela peripatética fundada por Aristóteles, se hizo filosofía iniciando la
senda de la búsqueda aunque todavía precaria de los fundamentos de la realidad y de los
procesos cognoscitivos.
En la consolidada línea ideológica de la filosofía con raíces teológicas,
durante dos mil años tuvo primacía la iniciada por Pitágoras, que aunque matemático,
formó en su entorno una secta religiosa.
Este pensamiento fue perfeccionado luego por Platón y los Estoicos que
brindaron el cultivo filosófico para el teocentrismo que diseminó la doctrina oficial de la
jerarquía eclesiástica del cristianismo. Esto culminó en lo que clásicamente se denominó
metafísica tradicional.
Con el advenimiento del Renacimiento desde el siglo XV en adelante, el
teocentrismo comenzó a ser desplazado por el recuperado antropocentrismo, es decir,
volver a buscar en la razón humana el punto de partida, no una realidad trascendental
como lo era Dios para el teocentrismo.
Fue Descartes el antecedente que comenzó el recorrido en pos de este
fundamento que originalmente buscaban los precursores helénicos. Cuando Descartes
afirmó "Pienso luego soy" estaba proponiendo un fundamento racional para entender la
existencia. Pero, fracasó en su intento porque inmediatamente analizó qué entendía por
pensar dándole contenidos propios de la realidad fundamentada. Esto es, cedió en la
formalidad vacía de su fundamento al referirse a las aplicaciones específicas del
pensamiento.
Es decir, el fundamento es un principio formal carente de contenido que no lo
haga depender de lo que fundamenta, o lo que es lo mismo, debe ser trascendental.
En el caso del empirista David Hume, tratando de evadirse de la metafísica,
buscó en la realidad misma el fundamento del proceso cognoscitivo. Esto fue claro cuando
analizó la relación causal, pues sustituyó la concepción ontológica clásica por la
gnoseológica, en la que el sujeto fuese el protagonista de dicho nexo para elaborar una
explicación de los fenómenos naturales, no ahora en una pretendida armonía universal,
sino en una cosmovisión humana.
Fue recién Kant quien le dio el sentido final de trascendental, puro y formal al
fundamento como el objeto de estudio de la metafísica. Pero, para ello ya se ha pasado,
como se explicó, de la metafísica precrítica a la crítica.
En la primera, el fundamento era principalmente un principio ontológico que
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daba sentido a la existencia y al saber revelado. Era una visión teocéntrica porque ese
principio fue identificado con Dios. En la segunda, el fundamento adquirió el status de
estructura formal que posibilitaba llevar a cabo la tarea cognoscitiva.
Y lo común que nos ha permitido hablar de formas de metafísica, ha sido que
compartieron ciertos rasgos del fundamento o principio. Ambas maneras de pensamiento
le asignaron los caracteres de trascendental y puro.
Trascendental en cuanto a que todo depende de él pero sin formar parte de lo
fundamentado. Por ejemplo, Aristóteles dijo que "todo lo que se mueve, es movido por otro,
menos aquel que inicia el movimiento, porque actúa sin que sea afectado por otro".
Es decir, todo se mueve pero siempre dependiendo de otro (una piedra golpea
un pájaro, pero antes una honda le dio el impulso a la piedra, y antes, alguien manipuló la
honda, y así sucesivamente hasta llegar a quien generó el primer movimiento, dándole esa
posibilidad sin que otro lo afectara.
Y puro se remite a que no posee ningún contenido de la existencia
contingente, por más que ésta sin él no tendría posibilidad de ser. Este concepto de puro,
luego Kant lo amplía para referirse a lo formal del fundamento.
Esto es, el fundamento es una estructura carente de todo contenido posible.
Estos contenidos provendrán de la tarea cognoscitiva, aplicando estas estructuras dadoras
de toda posibilidad de comprensión lógica de la realidad, no sólo material sino también la
resultante de la cosmovisión.
Y finalmente, como una síntesis de estas dos posturas de la metafísica,
actualmente esta disciplina - desde el punto de vista de su objeto, no tanto de su
denominación disciplinaria que todavía sigue rechinando especialmente en los ambientes
científicos- es la línea de pensamiento que se centra en el estudio de los fundamentos
últimos a los que nuestra racionalidad tiene acceso.
En este sentido, el neopositivismo o Círculo de Viena, nos muestra que lo que
llamaríamos metafísica, consiste en el estudio del fundamento de la ciencia y su
metodología. Ellos prefieren llamarle epistemología o Philosophy of sciences. Pero sin
embargo, podemos reconocer en la actualidad orientaciones metafísicas dentro del
pensamiento científico, como es el caso de la Teoría de la Relatividad de Einstein y la
Teoría de los Quantas de Max Plank. Y les llamamos metafísicos en cuanto sus
explicaciones son especulaciones racionales de la realidad en pos de su fundamento. La
primera se refiere al macrocosmos y la segunda, al microcosmos.
E inclusive, podemos mencionar a la Teoría del Big Bang para explicar el
origen del Universo como un intento de Cosmología.
En suma, la metafísica es un nivel diferente del conocimiento y del discurso.
Eso ya estaba presente en Aristóteles cuando decía que el nivel del conocimiento específico- 136 –
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ética, gnoseología, etc.- eran filosofías segundas, que necesitan de otro nivel en el que lo
universal prime, es decir, la filosofía primera o metafísica.
2C) METAFÍSICA GENERAL U ONTOLOGÍA
Aquí nos referimos a aquellos aspectos que les son propios a todos los entes.
Es decir, que comparten cualquier vivo con otro inerte. Su temática es tomar globalmente a
todo lo existente para analizar sus características y causas en común.
Como ya hemos indicado en más de una oportunidad, los temas surgen
primero como una necesidad de explicación antes de concretarse en una disciplina
específica. Y este es también el caso de la ontología porque antes de la sistematización
aristotélica, encontramos en los pensadores antiguos la preocupación que ahora
mencionamos.
Por ejemplo, en el pensamiento de Heráclito -Siglo VI a. C.- con la
dialéctica de los opuestos vemos un intento de racionalizar todo lo relativo a los entes.
Distinguió dos niveles: Del Nomos o ley humana que regulaba la convivencia social, y del
Logos o Ley Universal que mantenía la armonía de los opuestos.
Quienes se rigen por el Nomos no logran comprender la realidad o lo hacen
parcialmente. Quienes acceden al Logos saben que los procesos de los opuestos no están
regidos ni por el hombre ni por dios alguno.
Para Heráclito, conocer era aceptar que todo fluía o estaba en permanente
cambio. Por ejemplo, el agua fría se calentaba y la caliente se enfría; la vida nacía y moría,
etc.
HERÁCLITO 535- 465 a.C.
“El Sol es nuevo cada día...
todo fluye...”
Extraído de fragmentos.
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Pero, ¿ por qué tiene esta preocupación? No nos olvidemos el contexto en el
Heráclito vive? Desarrolla su vida en Asia menor, en una de las ciudades griegas
florecientes por el comercio, y por ello, está ante la amenaza de ser conquistada por la
expansión del imperio persa. Quiere decirles a sus contemporáneos que nada es seguro y es
mejor estar preparados ante cualquier cambio; así, de ricos podemos pasar a pobres, de
vivos a muertos, etc.
Contraria a la visión heraclítea, tenemos a los Eleatas con Parménides al
frente. Estos vivían en el otro confín del mar, al sur de Italia. Estaban afincados en un
mundo más estable, y así propusieron que el devenir sólo era una suposición ilusoria
producto de la información errónea de los datos sensoriales, y más específicamente, le
llamó la vía equivocada del conocimiento.
PARMÉNIDES SIGLO V a.C.
“Hay dos vías del conocimiento:
La de la verdad y la del error.”
Extraído de fragmentos.
La otra vía, la racional, nos habla por su parte, de lo permanente o del Ser,
cuyas cualidades son la inmutabilidad ante el cambio, ser perfecto, único y eterno.
Parménides pretendió fundamentar ontológicamente el acceso al conocimiento verdadero,
y para ello descalificaba a los sentidos porque se referían a lo cambiante. Mientras que la
razón, a través de la lógica, nos permitía distinguir el saber válido del que no lo era.
Esta línea argumental fue luego perfeccionada por Platón que distinguía
entre la realidad material que se reducía a ser una ilusión producto del confuso dato
sensorial, del que no se podía confiar para elaborar ciencia.
La realidad auténtica de los arquetipos - Topos Uranos- era copiada
tenuemente por la materia. Para acceder a este mundo real se poseía dos vías: El
discursivo a través de la dialéctica ascendente, y la intuición para llegar directamente a él.
A modo de cita de un autor contemporáneo tenemos a Wittgenstein, cuya
física especulativa es en definitiva una ontología con el cometido de fundamentar la
realidad y dar acceso al conocimiento que se manifieste a través de un lenguaje preciso.
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Claro que su aspiración inicial no era hacer filosofía y menos todavía metafísica
ontológica.
Pero, aunque trata al comienzo el estudio de lo trascendental porque supera
nuestras capacidades cognoscitivas, en definitiva necesita de un fundamento que no sólo
sea una expresión de proposiciones verdaderas, por lo que su teoría dinámica del mundo
de los hechos, actúa como un metalenguaje u otro nivel de lenguaje que a modo de axioma
permita obtener la figura o interpretación de la realidad.
De lo que no se puede hablar y se debe callar como expresa Wittgenstein, son
aquellas expresiones lingüísticas carentes de sentido, como lo fue el abusivo uso del
lenguaje por parte de la metafísica clásica.
Si en lugar de metafísica se utiliza la expresión teoría o modelo o figura o
interpretación, etc., no habría inconvenientes si sus proposiciones fueran como axiomas,
de las cuales se derivarían otras nuevas por rigurosidad lógica y con contenido a la
realidad de los hechos que aislamos y luego recomponemos a su sistema para comprender
con certeza a la naturaleza desde nuestra óptica. Es decir, la interpretación no pretende ser
un émulo de la naturaleza sino la estructura y las relaciones que somos capaces de
acceder.
2D) METAFÍSICA ESPECIAL
A diferencia de la metafísica general, este conglomerado temático centra su
atención en los entes que selecciona para su análisis, a saber, Dios, Alma y Mundo. Es
decir, de todo lo concerniente a la metafísica ha realizado una selección precisa de sus
temas a tratar.
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a) DIOS
Como otras tantas palabras que hemos explicado, el término "Dios" es
también de raíz griega. Su origen proviene de Zeus, nombre del rey de todo el universo en
la mitología helénica. Los romanos, careciendo del concepto de divinidad suprema,
fonéticamente lo trasladaron a su latín por theus. Las lenguas romances emanadas del
latín, lo readaptaron a su vez, como por ejemplo, dio en italiano, deus en portugués y dios
en castellano.
Y por Dios nos estamos refiriendo a un ente cuya necesidad es resultante de
sus cualidades únicas que le permiten la independencia de todo, y a la vez, de que todo
dependa de Él, ya sea en su origen, ya sea en su mantenimiento.
Obviamente que quienes hacen estos estudios, tienen concepciones espiritualistas
en función de que Él es ante todo una espiritualidad a la que se accede exclusivamente por
la razón, no por los datos sensoriales, a la que éstos se remiten es únicamente la realidad
material.
Ya explicamos cómo en la Edad Media se centró la metafísica en un
teocentrismo, pero en todos los casos, se carecía de un análisis objetivo porque se partía de
prejuicios o suposiciones previas. Estos prejuicios estaban presentes en la relación
razón -fe que regía toda especulación filosófica.
------ MONOTEÍSMO
.......POLIITEÍSMO
AFIRMACION -TEÍSMO.
----DEÍSMO
-PANTEÍSMO
NEGACIÓN-----------ATEÍSMO
PRESCINDENCIA----AGNOSTICISMO
CUADRO NÚMERO ONCE
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Por ello debemos denominarla teología dogmática porque se parte de una
creencia a la que se pretende confirmar racionalmente. Hacer esto último -afirmar lo que
se pretende conocer - limita a la filosofía sus posibilidades de análisis.
Opuesta a esta concepción -que no es filosófica - nos referiremos a la teología
racional como aquélla que pretende abordar el tema con el cometido de utilizar la razón
como el instrumento de análisis, sin tener ninguna concepción previa y permitiendo llegar,
según las conclusiones, a alguna de estas tres posiciones posibles: Afirmación, negación o
prescindencia.
Pero, antes de introducirnos en el análisis de dichas posturas, nos referiremos
brevemente a una célebre distinción planteada por Pascal: El Dios de los creyentes y el
Dios de los filósofos.
El de los creyentes está enmarcado, no solamente por la religión que actúa de
intermediaria, sino también por la concepción misma de la divinidad. Dios adquiere la
dimensión antropomórfica paternal que guía a sus hijos por el camino recto, y el vínculo
de fe se fundamenta en la obediencia y en los afectos. En cambio, el Dios de los filósofos
no presenta esos aspectos sino una representación abstracta a la cual solamente la razón
puede franquearnos el acceso.
Un precursor de la teología racional, lo encontramos en Jenófanes de Colofón
– siglo VI a. C.- que nos muestra, a su criterio, lo absurdo que es la visión cotidiana que se
posee de quien se considera al ser superior. En uno de sus fragmentos indicó que si "los
caballos tuvieran manos y razón, pintarían a sus dioses a su semejanza".
Es decir, nos muestra el antropomorfismo - antropos, hombre; morfé, forma,
imagen - desvirtuando la auténtica visión a tener de Dios. Por lo que, no deberíamos
trasladar nuestras vivencias y sentimientos a quien consideramos diferente a nosotros, ni
tampoco utilizarlo para fundamentar una postura privilegiada del ser humano con
respecto al resto de la naturaleza.
BLAS PASCAL 1623-1662
A Dios lo podemos estudiar racionalmente,
como filósofos, y también acceder a Él
por la fe, como creyentes.
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En este sentido, Ludwing Feuerbach - fallecido en el año 1872- señalaba que
no era el hombre a imagen y semejanza de Dios, sino que hemos hecho de Él a imagen y
semejanza de lo humano. Entendía que toda teología era en definitiva una antropología
que proyectaba las características humanas al ser divino.
Así, cuando más primitivo es un pueblo, traslada básicamente los valores de
fuerza y voluntad. En cambio, cuando progresa ese pueblo en su cultura, en sus
conocimientos, técnicas, normas de convivencia, etc., la divinidad adquiere estos mismos
rasgos racionales. Por ejemplo, es notoria la diferencia entre la imagen de Dios en el
antiguo testamento con la del nuevo testamento bíblico. En el primero, es ante todo la
fuerza de la autoridad del padre como guía normativo, y en el segundo, este padre se
impone por el amor y el sacrificio de su hijo.
E inclusive tenemos también el análisis psicoanalítico que realizó Sigmund
Freud sobre el tema. Señaló que de la misma manera que necesitamos una figura fuerte de
autoridad, como lo es el padre en el núcleo familiar, en la cultura occidental predomina la
necesidad de trasladar esa imagen al monoteísmo con un Dios padre guiando a sus hijos.
Por ello culmina que de igual forma que el individuo carente del rol preciso del padre en el
seno familiar lo lleva a trastornos conductuales, los pueblos requieren ese guía colectivo en
la necesidad de Dios como portavoz de las pautas de la convivencia social.
Comenzando el análisis propio de las diferentes posturas en teología racional,
diremos que la afirmación concluye en la necesidad de la existencia del ser supremo y
elabora algún argumento que demuestre la validez de esta presunción.
Esta postura de afirmación se realiza partiendo desde dos enfoques: El
monoteísmo y el politeísmo. El primero se refiere a la existencia de un único ente de
dichas características. En cambio, el politeísmo afirma más de un ser superior.
La mayoría de las posturas humanas han evolucionado hacia un monoteísmo,
pero una teología racional politeísta - en este caso, dualista fue la de Empédocles
- Siglo V a. C. , que para explicar el devenir de los fenómenos de la naturaleza, se
fundamentaba según la preeminencia alternada de dos fuerzas que llamaba el Amor y el
Odio.
Por su parte, la negación es más que nada un rechazo axiomático del tema
porque no es capaz de tratar argumentalmente de este punto. Y la prescindencia trata de
concentrar sus intereses en otros puntos de investigación.
A modo de ejemplo del teísmo, citaremos a Anselmo de Aosta -Siglo XI- quien
estructuró el famoso argumento ontológico, y que luego fuera utilizado por otros en
función de su rigurosidad lógica.
Para iniciar el argumento, Anselmo establece una definición de Dios -"Ser
algo mayor de lo cual nada mayor puede pensarse"- indicando que comparándolo con
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otros entes, Él está en la cúspide sin compartirla. Aunque quien escuchase esta definición
fuese un negador de Dios, para Anselmo, escuchar esta definición es comprenderla, e
implica que ya existe, por lo menos, en el pensamiento.
Supongamos que pienso en una sirena como aquel ser mitológico formado por
mitad mujer y mitad pez, y lo comprendo, dicha sirena tiene entonces existencia en mi
pensamiento porque puedo hablar de ella diciendo: "La sirena baila", "La sirena es
hermosa", etc.
Pero esto no significa que efectivamente la sirena exista en la realidad
material, sino solamente en mi pensamiento. Lo mismo sucede con Dios en este momento
del argumento. Dios existe en el pensamiento y se puede decir "Dios es amor". "Dios creó
al mundo", etc. pero todavía se carece de la certeza de que exista en la realidad.
Por lo que, para Anselmo hay dos niveles de existencia -En el pensamiento y
en la realidad - y en esta instancia argumental, Dios sólo posee el primer nivel. Para
continuar, Anselmo postuló el siguiente axioma: La existencia en la realidad es superior a
la existencia exclusiva en el pensamiento.
Todo axioma es un postulado que se toma por verdadero, aunque no se lo
pueda demostrar, únicamente se le elimina si de él no se obtiene ningún resultado de
provecho. Por ejemplo, un árbol es un ente que tiene existencia real y la posee también en
el pensamiento de los hombres que le conocen. Si comparamos ese árbol con Dios, la
definición de Él lo instalaría en la cúspide como ya dijimos, mientras que el árbol estaría
por debajo porque nunca podrá ser: Algo mayor de lo cual nada mayor puede pensarse".
ANSELMO DE AOSTA 1033 – 1109
El punto de partida de su argumento
ontológico es la definición de Dios:
“Es lo mayor de lo cual nada mayor
puede pensarse.”
Pero, paradójicamente, el árbol posee ambos niveles de existencia, y por ello
estaría por encima de Dios que por ahora solamente posee uno, el de la existencia en el
pensamiento, y que según el axioma, es el nivel inferior.
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Por la propia rigurosidad lógica es que debería evitarse esta eventual
contradicción, y se concluiría en la necesidad de la existencia de Dios también debe ser en
la realidad. Es decir, no se demuestra finalmente la existencia de Dios sino que se postula
la necesidad de ella para eludir la contradicción planteada.
Como ya dijimos, este argumento fue utilizado posteriormente por otros, entre
ellos Descartes, quien partió de la noción de perfección. Él afirma que Dios es la suma
perfección - lo que equivale a la definición aplicada por Anselmo - y por tanto, entre sus
perfecciones debería incluirse la existencia.
De no ser así, nuevamente caeríamos en una contradicción porque una
insignificante piedra, por ejemplo, sería más perfecta que Dios porque ella existe.
Pero en el pensamiento cartesiano encontramos que el acceso al conocimiento
de Dios también deber ser el resultado de su método, es decir, que la esencia divina la
debemos conocer en forma clara, distinta y evidentemente.
Claramente por el uso correcto de nuestra razón, distintamente por la
precisión que la lógica racional nos impida cometer errores en nuestros juicios, y
evidentemente en cuanto no pueda ser cuestionado.
El argumento ontológico fue ideal para el planteo cartesiano porque se refería
exclusivamente al nivel del pensamiento y no a la realidad manifiesta por el
dato sensible. Es decir, si se partiera del dato sensible, incurriríamos en el grave error de
remitirnos al conocimiento mediato, con intermediarios que no sabríamos si son confiables
sus informaciones.
RENATO DESCARTES 1596- 1650
Retoma el argumento ontológico,
pero no con fines teológicos como
Anselmo, sino con el propósito
de fundamentar el conocimiento.
En cambio, con el pensamiento apelamos al acceso directo de mis ideas en
nuestros pensamientos, las cuales, algunas como la de perfección únicamente pueden
tener un origen acorde a su causa que no es otra que Dios como la suma perfección. Dicho
con otras palabras, de esta manera Descartes considera encontrar un vínculo inmediato
entre su pensamiento y Dios, por lo que este razonamiento no puede cuestionarse, y así
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proseguir argumentalmente en la recuperación del conocimiento cuestionado al comienzo.
En la Edad Media, como es el caso de la concepción de Anselmo, su prioridad
fue el ser, lo ontológico, de quien se afirmó dogmáticamente y por ende, permitía el acceso
a su definición por el conocimiento. Es decir, la verdad tenía un carácter de existencia a la
cual se pretendía llegar.
En cambio, desde Descartes en adelante, la prioridad fue el sujeto que elabora
el nivel epistemológico al aplicar la razón estipulando los criterios que permitieron
distinguir lo verdadero de lo falso referido al objeto, a lo existente u ontológico.
La metodología cartesiana para distinguir lo verdadero de lo falso fue la duda
hasta que lograra acceder a un conocimiento de total certidumbre. Descartes ha heredado
del medioevo que cada uno era en cuanto a los conocimientos que poseía.
Y Descartes se planteó de qué servía esta certeza de la existencia si lo que se
poseía era un conjunto de conocimientos, si no falsos, por lo menos, muy inciertos.
Esto lo llevó, a través de la aplicación de la duda a vaciarse de esos
conocimientos inciertos - los provenientes de los datos sensoriales, la no distinción del
sueño de la vigilia, etc. - y concluir en una suspensión del juicio - la epojé escépticaporque el error solamente radicaba cuando se afirmaba algo de alguien. Y lo dicho no
coincidía con lo que se refería.
Ha suspendido el juicio porque no tenía certeza de ningún conocimiento pero
no ha suspendido la capacidad de pensar y continuó la investigación en pos del acceso o no
a una evidencia indudable que le brindase el punto de apoyo que necesitaba para iniciar
los cimientos de su sistema.
No fue en vano que la primera evidencia cartesiana fuese "Pienso por lo tanto
existo", es decir, la prioridad del pensamiento del sujeto como organizador gnoseológico
sobre la existencia. Por lo que, la certeza del conocimiento generaría a su vez la seguridad
del ser.
En el pensamiento de Anselmo, la articulación de la metafísica con el
conocimiento, - y así durante la Edad Media- como dos ejes centrales, consistía en
establecer la prioridad del fundamento ontológico, y de allí la necesidad de Dios primero
para poder conocer, qué conocer y cómo hacerlo.
Con Descartes se invirtió el orden, porque el ser humano dotado de razón
debía primero elaborar el camino del conocimiento para articularlo con la metafísica que
le permitiese argumentar sobre el fundamento.
Fue con Kant, a fines del Siglo XVIII, que se desarmó definitivamente la
pretendida articulación clásica entre estos dos ejes, la metafísica y la gnoseología, al
proponer los límites de la razón humana. El lenguaje metafísico ya no fue el mismo
porque se dejaba al ente imperceptible – Dios por ejemplo - para referirse a las bases
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teóricas del conocimiento y la acción humana.
Así, por ejemplo, si Anselmo y Descartes estuvieran en lo correcto al partir de
una definición de la esencia divina, éste sería un juicio analítico, es decir, necesariamente
verdadero. En cambio, dado los límites del conocimiento, el hombre sólo accede al saber
por medio de juicios sintéticos en los cuales se agrega afirmación que puede ser o no
verdadera, o conveniente o no al sujeto de la sentencia en cuestión. Por lo tanto la lógica y
el conocimiento no puede demostrar la existencia de nada, sólo explicitar sus contenidos.
La existencia de un objeto cualquiera, inclusive Dios, no es un predicado – como decir
verde, grande, etc.- sino un hecho.
A pesar de ello, algunos contemporáneos de Kant quisieron la articulación
clásica de metafísica y gnoseología, como los ejemplos Fichte y Shelling, que no
prosperaron.
La metafísica desde entonces tuvo dos destinos: O ser negada para concentrar
la atención sólo en lo gnoseológico y la realidad humana y sus problemas, como es el caso
de Comte, o cambiar, no sólo su lenguaje, sino también su temática, como lo fue la
propuesta de Hegel con la filosofía de la historia.
En el caso de Hegel, retoma el argumento ontológico para recuperar con el
propósito de señalar la necesidad dialéctica de su existencia sobre la base del proceso de
toma de autoconciencia y ser el protagonista de la realidad emergente.
Hemos visto cómo se argumenta partiendo de la esencia de Dios para llegar a
la necesidad lógica de su existencia. Pero si tomamos el ejemplo de Tomás de Aquino,
quien siguiendo a Aristóteles, reelaboró las llamadas cinco vías de la demostración.
Básicamente, el esquema argumental de las cinco vías es el mismo.
Por ejemplo, por el dato sensorial nos percatamos de que todo lo que existe
tiene una causa, es decir, alguien les produjo. Pensemos en una naranja, la cual surgió de
una semilla proveniente de otra naranja, y ésta de otra y así sucesivamente.
Pero como nuestro esquema mental no tolera una cadena infinita de causas
que serían en nuestro ejemplo, un sin fin de sucesivas semillas exigiéndonos un punto de
partida o primera causa. Esta última, Tomás de Aquino la identificó con Dios.
TOMÁS DE AQUINO 1225- 1274
Siguiendo a Aristóteles propuso 5 vías
demostrativas de la existencia de
Dios. En cada una de ellas parte de
hechos naturales.
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Otra forma un tanto curiosa de argumentar fue la propuesta por Blas Pascal
- Siglo XVII- que propuso hacer una apuesta. Nos decía que si apostáramos a que Dios no
existiera y efectivamente fuera así, habremos ganado al decir una verdad. Pero en sí, ¿qué
hemos ganado?
En cambio, si apostásemos a que Dios existe y El no existe, no habremos
perdido nada. Pero si existe, habremos ganado mucho más de lo que pudiéramos haber
apostado.
Esta argumentación en realidad no nos demuestra nada, sólo muestra otro
camino humano en pos de llegar al orden universal que se presume en el universo y que
nuestro pensamiento es capaz de reconocer parcialmente.
Bastante similar es la propuesta de George Berkeley, quien, con su idealismo
subjetivo extremo que relativizó la existencia de todo ente con su famosa “ser es ser
percibido”, pretendiendo mostrar la dependencia de todo al eterno percipiente que es Dios
para su perspectiva.
El teísmo asume la elaboración de argumentos para demostrar la necesidad de
la existencia de Dios, es decir, de un ser superior a la naturaleza y al hombre, quienes son
obra de su creación, y sus existencias dependen de que Él los mantenga desde afuera, dado
que ese ser superior se ha separado de su obra.
En lo que respecta al panteísmo -del griego pan, todo -nos propone también la
necesidad del ente superior, pero El y su creación son componentes de una misma
realidad, se identifican.
A modo de ejemplo, en la Antigüedad encontramos a los Estoicos que
proponían su panteísmo con fines éticos para que la humanidad actuara, no
individualmente sino genéricamente en armonía con la naturaleza y sus leyes, las cuales
no eran otras que las de la divinidad misma.
Para acceder a estas leyes, Dios sapiente y racional nos hacía partícipes del
mismo fuego sagrado del pensamiento. Pero el acceso a estas leyes armoniosas no era fácil
ni tampoco debía tomarse la ignorancia como excusa para justificar cualquier acto que
finalmente no fuese beneficioso. Los estoicos proponían que nuestras expectativas debían
estar centradas en la totalidad y no en nosotros mismos.
Inclusive, nuestra ignorancia manifiesta nos hacía ver desde nuestra
perspectiva limitada, que ciertos actos o situaciones en el Universo, los valoráramos como
negativos, cuando en realidad, para la totalidad del Universo regido por las perfectas leyes
divinas, todo lo que sucedía era bueno, justo y necesario. O expresándolo en un refrán
popular "de que no hay mal que por bien no venga"
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Una expresión moderna del panteísmo la encontramos en el pensamiento de
Benito Espinosa - siglo XVII. Continuador del cartesianismo, llevó las propuestas de su
maestro hasta sus últimas consecuencias pero con conclusiones disímiles. Anteriormente
habíamos explicado la estrecha relación entre el filósofo y su obra, más, esta larga
tradición se interrumpió con Espinosa porque pretendió, siguiendo el modelo geométrico,
dar una perspectiva universal a su propuesta, que careciera el carácter "lírico" que exhibió
la filosofía. Por lírico estamos entendiendo que la explicación es el resultado de los
enfoques personales de las experiencias del autor.
De esta manera, terminó en una exposición tan impersonal y objetiva - como
un texto de divulgación científica - en la que por necesidad de rigurosidad lógica, Dios y la
naturaleza terminan identificándose en una misma realidad o substancia de características
comunes. Por lo que, el gran drama de una propuesta así es el rasgo ilusorio de la libertad
humana producto de su intelección racional.
BENITO DE SPINOZA 1632- 1677
Su panteísmo es el resultado de
llevar hasta las últimas consecuencias
a los postulados de Descartes.
De esta manera, terminó en una exposición tan impersonal y objetiva - como
un texto de divulgación científica - en la que por necesidad de rigurosidad lógica, Dios y la
naturaleza terminan identificándose en una misma realidad o substancia de características
comunes. Por lo que, el gran drama de una propuesta así es el rasgo ilusorio de la libertad
humana producto de su intelección racional.
Casi un siglo después, Hegel aprenderá esta lección y directamente su filosofía
tan impersonal como objetiva se centrará en la descripción del proceso progresivo de
racionalización de la realidad, de la que el hombre es un mero y circunstancial testigo.
Debemos distinguir entre teísmo y deísmo. El primero está próximo a la
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teología dogmática, no sólo porque la mayoría de quienes la elaboran sean religiosos
supeditando la filosofía a la religión, sino que parten de la concepción del ser superior con
carácter personalista y antropomorfizado, y acceder a un contacto directo con Él a través
del rito o ceremonia.
Por su parte el deísmo es una propuesta en la que el ser superior es concebido
abstractamente y al cual se le accede únicamente por el pensamiento sin partir de ningún
supuesto previo ni verdad revelada.
Fue el caso del Iluninismo de los siglos XVII y XVIII en el que la racionalidad
de la época no sólo acaparó toda visión gnoseológica, política, social, etc., sino que también
se trasladaba a la teología que llamaron natural. Y su cometido era conciliar la razón y la
religión, sin ninguna subordinación como ocurría en el teísmo.
Otra manera de pensar en nuestro siglo XX es la famosa cita de Albert
Einstein al decir que "Dios no puede jugar a los dados con el mundo". Su fuerte
formación monoteísta judía la trató de conciliar con su visión científica, en el sentido de
que lo sucedido en la realidad no era producto del azar sino producto de la necesidad de
una armonía preestablecida, y de la cual, la ciencia sería sólo un instrumento para
comprenderla.
Hemos visto ejemplos acabados de la teología racional, pero no debemos
olvidarnos de quien dio origen a la forma de enfocar esta temática. Concretamente nos
estamos refiriendo a Anaxágoras - siglo V a. C.-, uno de los primeros pensadores griegos,
y curiosamente, comprendido dentro de los fisiólogos pluralistas.
Su principal análisis se remitió a la constitución material de la realidad,
explicada sobre la base de unidades básicas mínimas que se iban agrupando y dando lugar
a los objetos.
Pero, no era suficiente para él la verificación en la realidad de sus hipótesis, si
no se comprendía que la armonía que nuestra razón detecta en la naturaleza, era el efecto
de quien mantenía esa armonía, expresada en el nacer y morir, crecer y envejecer, y volver
a empezar.
Para su época, hubiera sido muy fácil y cómodo identificar esa armonía
natural con la acción directa de alguna o todas las divinidades que completaban el Olimpo
de Zeus.
Sin embargo, Anaxágoras dio un paso fundamental al despersonalizar el
agente de dicha armonía y abstractamente habló del Nous o razón universal. Este
comienzo de abstracción fue el cimiento sobre el cual sus continuadores edificaron desde
entonces a la teología racional.
Una referencia especial la merece la perspectiva dada por Hegel, quien, a
diferencia de los demás filósofos que desarrollaron una doctrina para explicar el posible
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acceso a Dios desde el hombre y la naturaleza, él utilizó la dialéctica para abolir esta
relación y elaborar una filosofía que detallase el proceso histórico por el cual Dios toma
conciencia de sí mismo.
Es decir, en las otras doctrinas, Dios es concebido como un ser trascendente al
hombre y a la naturaleza que éste integra, de tal manera que hay una dependencia de ellos
ya sea en la creación o en el mantenimiento con Él porque Dios es un ser necesario, y todo
lo demás existente, no lo es.
En cambio, para Hegel, la necesidad del ser de Dios solamente es posible al
completarse su proceso, del cual el filosofar humano es un mero y circunstancial testigo.
Por lo que, llegado ese momento, todo lo que ha sido oposición entendida por la dialéctica,
cesará y únicamente deberá quedar el autoconocimiento divino.
En definitiva, éste fue el propósito del programa hegeliano al reinstaurar la
temática metafísica con su Filosofía de la Historia. Su concepto de historia no involucraba
únicamente a los hechos culturales del hombre - como lo pensamos comúnmente sino que
la historia era para Hegel la descripción del proyecto mismo de toda la existencia del
universo impulsado e iniciado en forma dialéctica para y por el sujeto espiritual entendido
como Idea absoluta que luego se podría interpretar como sinónimo de Dios.
La siguiente posición posible es la correspondiente a la negación, y es el
ateísmo, la cual se sintetiza en el rechazo de cualquier ser superior.
A diferencia con el teísmo, los ateos son incapaces de formular argumentos de
la no existencia sino que solamente se concentran en negarlo para liberar a la naturaleza y
al hombre de su influencia. Generalmente, son las posturas materialistas las que le
sostienen como un axioma para su descripción doctrinaria.
En el caso de los empiristas, su objeción para su rechazo a la metafísica se ha
centrado en que no se debería estudiar entes no comprendidos en la información sensible,
y han considerado que Dios no sería accesible por este motivo, sino sólo por la experiencia
religiosa para quienes fuesen creyentes.
LUDWING FEUERBACH 1804- 1872
“El secreto de la teología es la antropología.”
Extraído de ”Tesis fundamentales para la
reforma de la filosofía”.
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Una referencia especial merece aquí Ludwing Feuerbach al proponer
desde un enfoque de Filosofía de la Historia, es decir, analizar los procesos evolutivos del
pensamiento procurando una comprensión más allá de las circunstancias específicas en
cuanto a la cultura, sociedad, ambiente político, creencias, etc., que condicionan el
enfoque de cada autor las perspectivas y compromisos de este tema.
Para ello, sugiere una tríada dialéctica en la cual, la primera instancia es el
teísmo monoteísta o politeísta- al concebir a Dios como trascendente, es decir, totalmente al
margen e inaccesible a la comprensión humana porque la crea pero no forma parte de su
obra. En este sentido es que dice que la teología no es otra cosa que una antropología al
partir de la proyección de lo humano hacia lo desconocido a través del mito o el misterio.
La segunda instancia es el panteísmo en el cual la trascendencia es sustituida
por la inmanencia, lo que permite un acceso al conocimiento porque el sujeto creador y la
creatura se identifican. Y recupera así la posición de Espinosa como precursor en este
tránsito de cambio que posibilita el saber.
Y como síntesis de estas dos oposiciones nos encontramos al ateísmo
consistente en la posibilidad de la comprensión científica de la realidad sin que haya nada
inaccesible a sus investigaciones.
La última postura es la correspondiente a la prescindencia, y es el
agnosticismo -del griego; a, no; gnosis, conocimiento - que no niega como el ateo ni
afirma como el teísta, sino que pretende estar al margen del tema, ya sea por indiferencia,
ya sea por considerar la imposibilidad de llegar al objeto.
Tenemos el caso de Epicuro que, pretendiendo liberar al hombre de aquellos
supuestos temas que distraerían e impedirían la vida plena, consideró que los dioses no
eran como la mayoría de la gente estimaba. Es decir, que fueran seres como los humanos
sujetos a pasiones y guerras entre ellos, únicamente se diferenciarían de nosotros por la
inmortalidad y sus poderes sobrenaturales. Recordemos, por ejemplo, la imagen que
Homero difunde de los dioses, quienes se emborrachan, tienen pasiones, toman partido en
actos humanos, etc., en sus obras La Iliada y La Odisea.
Tampoco estarían preocupados de los conflictos humanos ni estarían al
servicio de nuestros caprichos y necesidades para recompensar nuestras ofrendas y
sacrificios, sino que, si existiesen, tendrían sus propios asuntos que atender.
Y consideró que era más impío y sujeto a castigo todo aquél que pensase tan
vulgarmente de los dioses, que aquel otro que directamente los negase.
Por ello, concluyó que el tema de los dioses era muy oscuro para nuestra
razón limitada y nuestra vida demasiado breve como para abordarlo plenamente.
Conceptualmente nos sugiere que ya hubiera detectado el uso ideológico de los
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dioses como sostén final de concepciones, primeramente teológicas, y también filosóficas
luego, de las estructuras sociales de su época, y que no propendían a la felicidad
compartida por todos sino para algunos. Su negativa entonces tendría el propósito de
desideologizar el uso racional del conocimiento para que el único propietario fuera la
humanidad misma, y no un grupo restringido.
Como última instancia de esta temática, debemos mencionar a la peculiar
postura de Martín Heidegger - fallecido en el año 1976. Expresó que su pensamiento
distaba tanto del agnosticismo como del ateísmo, a los que no se les debía confundir.
Propuso el ateologismo, es decir, no sólo un rechazo al tema sino a la disciplina metafísica
misma - la teología racional.
El porqué de su radicalismo estaba en que para él, Dios era inefable para la
razón y lenguaje humanos, y todo lo que se aspirase a decir carecería de sentido. Por
ejemplo, afirmar "Dios es" o "Dios existe" es atribuirle unos predicados – ser, existir - que
únicamente conviene a los objetos propios de investigación para la inteligencia del ser
humano. En cierto modo su argumentación puede considerarse como retomando la
postura kantiana que rechazaba todo lo que superara la capacidad cognitiva de nuestra
razón.
MARTÍN Heidegger 1889 -1976
Aunque fue un metafísico, reniega de la
posibilidad de que la teología racional
pueda brindar una respuesta.
Justamente es Kant el antecedente al ateologismo en cuanto expresaba que
todos los argumentos sobre Dios incurren en el mismo error, es decir, no distinguen los
planos de la existencia y del conocimiento. Esto es que el conocimiento no implica
necesariamente la existencia de lo conocido, y que no todo lo existente es conocido.
Finalmente, la única vía hacia Dios es la fe.
Por su parte, Sartre señaló que el error al tratar este tema es pensar desde una
perspectiva demasiado humana. De la misma manera que todo lo existente necesita una
causa –por ejemplo, un banco de madera necesita un carpintero para que lo fabriquehemos quedado atrapados por este tecnicismo al pensar que el mundo le debe su existencia
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a un creador, o sea, Dios. Significa que, desde este tecnicismo, todo lo existente debe su
esencia o conjunto de características definitorias a alguien que se la ha aportado desde
afuera –en el ejemplo, es el carpintero quien le ha dado la forma de banco a la madera.
Pero, a diferencia de otras cosas del mundo, en el hombre la existencia precede a la
esencia, es decir, existimos para ejercer nuestra libertad de elegir lo que queremos ser, o
sea, no recibimos nuestra definición de nadie. Si el hombre puede definirse a sí mismo,
¿ Para qué es necesario Dios? Para nada, estamos solos con nuestra condición de libres y
responsables de nuestros actos. Es decir, es un ateísmo axiológico, de la misma manera
que cuando Nietzsche postulaba “Dios ha muerto” para quitar la presencia de la última
autoridad para que el hombre aprenda a decidir.
b) ALMA
Normalmente, cuando nos referimos al alma, lo asociamos con el espíritu
inmortal del hombre. Pero aquí no está utilizado este término en ese sentido. Es como
consecuencia del peso del teocentrismo en las culturas en las que desarrollamos nuestra
existencia, que nos adaptamos a hacer la equivalencia o sinonimia de las palabras espíritu
y alma.
Podemos no ser creyentes o pretender estar al margen de la cuestión religiosa,
pero aún así estamos sujetos a los dichos cotidianos, como por ejemplo, decir "Ay, mi
Dios" para exteriorizar un estado anímico que poco o nada debe tener en relación con la
creencia en alguna divinidad.
Por alma nos referimos al principio vital que permite diferenciar al ser vivo
del inerte. Si tomamos una silla de madera, y si somos objetivos, deberíamos decir que este
mueble está formado con la parte de un cadáver de un ser que alguna vez estuvo vivo, esto
es, un vegetal, un árbol. Este fue capaz de nacer, crecer, alimentarse, respirar,
reproducirse, pero ahora, como madera de una silla, ya no lo hace. ¿ Por qué?
Cuando era un árbol poseía un principio vital que le permitía llevar a cabo las
funciones mencionadas, pero como madera ha desaparecido dicho principio, y por tanto,
ya no lo hace, es ahora un ser inerte.
La disciplina metafísica que estudia este principio vital que se manifiesta
desde el organismo más sencillo hasta el más complejo, inicialmente se llamó Psicología
-del griego; psique, principio vital; logos estudio. Con este sentido la utilizó Aristóteles para
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explicar la escala biológica ya detallada en antropología.
Recordándola brevemente, Aristóteles nos propone una jerarquía iniciada por
el ser inerte, a saber, los metales, etc., que únicamente poseen la existencia pero sin la
capacidad de realizar alguna acción o cambio por sí mismos.
La primera manifestación del principio vital que permite el ascenso al escalón
superior, está en los vegetales. Además de existir, son capaces de reproducirse, alimentarse,
etc.
La segunda expresión que incorpora todo lo detallado antes, está en los
animales que a su vez poseen el don del movimiento.
Y el tercero, en el cual el ser humano llega a la cúspide, es la posibilidad de realizar todo
lo expresado para las escalones inferiores, se le incorpora como distintivo propio, la
función racional del pensamiento. Al igual que en Platón, encontramos en Aristóteles que
las primeras expresiones de la vitalidad que están sujetas al cuerpo, mueren con él –la
vegetativa y la sensitiva -, pero la racional por la cual se distingue el hombre, es inmortal.
ARISTÓTELES 383-322 a.C.
Dejando de lado las argumentaciones
tendenciosas de Platón, se basó en
sus investigaciones biológicas para
formular sus posturas sobre un
principio vital.
De un uso universal y sin distinciones al principio, en cuanto a la
adjudicación del principio vital a todos los seres vivos, paulatinamente esta asignación
comienza a reducirse para referirse sólo al ser humano porque se valora al aspecto de
inmortal del alma como única de éste. Así. en el año 1879, con Wundt en Leipzig,
Alemania, se concretó la conversión de la psicología en una disciplina científica con su
laboratorio experimental y se evolucionó temáticamente para definirse como el estudio de
la conducta humana.
A partir de ese instante se instauró la psicología científica, pero llevando
consigo un pesado lastre contraído de la filosofía. En ese sentido se fueron sumando
diferentes enfoques del objeto y de la metodología para la novel disciplina.
Así, encontramos, por ejemplo, al psicoanálisis de Freud intentando da
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explicación a las motivaciones de la conducta humana, y que la psicología tradicional no
tomaba en cuenta. Freud señalaba la incapacidad del concepto de conciencia pudiera
responder a todas las circunstancias de la conducta, en la medida de que no controlamos
tan intencionalmente nuestras motivaciones e impulsos. De esta manera sugirió el
concepto de inconsciente, no sólo como una mera negación de la conciencia sino como el
componente de nuestra vida psíquica, sobre el cual no tenemos un control permanente,
porque siempre encuentra circunstancias para manifestarse, a saber, en los sueños, en los
instintos, etc.
Otra corriente es el conductismo propuesto por Watson. Siguiendo los
parámetros neopositivistas de su época, pretendió purificar a la psicología al delimitarla a
lo observable, de tal manera que fuera una ciencia exclusivamente natural y
experimentalista. Su base conceptual es explicar la conducta humana gracias a la relación
estímulo – respuesta, para poder crear mecanismos que permitan predecirla de la misma
manera que se lo realiza en la etología y reflexiología.
Otra vertiente es la gestalt, cuyo centro de atención es la teoría de la
percepción. Distinguen entre figura y fondo. La figura es lo que destacamos
prioritariamente en nuestro campo perceptivo. El fondo es el entorno o “escenario” del
cual destacamos la figura. Por ejemplo, estando en la parada del ómnibus, de todo lo que
ocurre a mi alrededor – eso es el fondo- lo que estoy esperando es lo que centra mi
atención. Constantemente estamos pasando de figuras a fondo, en función de lo que
necesitamos. Si ya estoy en el ómnibus, pagarle el pasaje adquiere prioridad, y así
sucesivamente.
Ante este panorama, se debió recurrir a otra vieja denominación y comprender
el estudio del principio vital en el ámbito filosófico. Se utilizó el término Pneumatología
-del griego; pneuma, aire; logos estudio – porque en la Antigüedad, se asociaba a la
respiración con la manifestación más verificable y más directa de la vida.
E inclusive hoy, en nuestro lenguaje cotidiano utilizamos expresiones tales
como "expiró o exhaló el último aliento", etc., haciendo referencia al momento de la
muerte de alguien.
En cuanto a los autores, como precursor citaremos a Thales de Mileto que,
según las referencias que se conservan de sus dichos e inquietudes, señalaba que todo el
universo estaba lleno de psijai. Es decir, de quienes poseían un principio propio a
diferencia de los inertes. A modo de ejemplo, nombraba al imán cuya psijé le permitía
atraer a los metales inertes.
Un segundo caso fue Pitágoras cuya preocupación principal era señalar la
inmortalidad de este principio vital. Para ello, recurría a la doctrina de la transmigración.
Según ésta, la muerte del ser vivo y corpóreo, no significaría la desaparición
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de este principio sostén de la existencia, sino que se mudaría a otro ser vivo. A modo de
ejemplo, el mismo Pitágoras expresaba que recordaba sus existencias pasadas, como haber
sido "un mudo pez del profundo mar".
Esta doctrina de la trasmigración fue perfeccionada luego por alguien muy
influenciado por el pitagorismo. Nos referimos a Platón. A diferencia de Pitágoras, Platón
habló exclusivamente de la trasmigración de las almas humanas.
Explicó que el alma inmortal ha descendido, como un castigo del mundo de
las ideas hacia el mundo corporal, y cada existencia sujeta a un cuerpo sería una prueba
para ascender en el conocimiento y que le permitiera regresar al mundo espiritual de
origen.
PITÁGORAS siglo VI a.C.
El misticismo también aportó
su respuesta con la hipótesis de
la trasmigración de las almas.
Explicó que el alma inmortal ha descendido, como un castigo del mundo de
las ideas hacia el mundo corporal, y cada existencia sujeta a un cuerpo sería una prueba
para ascender en el conocimiento y que le permitiera regresar al mundo espiritual de
origen.
Este tema de la psijé fue abordado también por el pensamiento materialista de
Demócrito. Señalaba que todo lo existente era el resultado del conglomerado de unidades
mínimas que llamó átomos. De la misma manera que explicó el origen de los cuerpos
físicos, estableció que la psijé solamente se diferenciaría por estar constituida por átomos
más sutiles.
Pero, rechazó la inmortalidad en cuanto propuso que, al igual que los cuerpos
se disgregaban con la muerte, los átomos sutiles de la psijé se separarían en el mismo acto,
no habiendo posibilidad para la supervivencia personal tras la muerte.
En el caso de Aristóteles, su posición, en muchos casos, fue un intento de
conciliación de posturas opuestas. En antropología ya vimos cómo elaboraba una escala
ascendente según la evolución funcional de las psijai.
Tanto los vegetales, los animales y el hombre desde el punto de vista corporal,
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estaban dotados de una psijé que desaparecería con la muerte, y sería lo explicado por
Demócrito. Sería la psijé sostén de las funciones de la vida.
En el caso exclusivo del ser humano, éste estaría dotado de la psijé
inmortal en cuanto realiza las funciones espirituales, a saber especialmente, la elaboración
del conocimiento.
Como ya hicimos referencia en antropología, el estoicismo también distinguió
una doble naturaleza humana, de cuerpo y alma. El objetivo era argumentar sobre la
imposibilidad de una libertad humana. En ese sentido, Marco Aurelio se recoge a su
interior en la búsqueda de la divinidad en sí mismo y encontrar el sentido de sus actos
orientados al plan previsto para la totalidad del universo por ese Dios concebido presente
en casa cosa y situación, ese decir, un panteísmo
DEMÓCRITO 460- 370 a.C.
Junto a Leusipo, se inicia con él
la línea materialista para explicar
la naturaleza. “Todo es átomo
y vacío.”
.
A partir de este instante, el dualismo o distinción entre cuerpo y alma se
instaló en el pensamiento filosófico. Un claro ejemplo de este dualismo fue Descartes. Él
distinguió dos tipos de substancias: La creada y la increada. La creada existiría como
resultado de la acción decidida de la increada. Esta última sería Dios.
MARCO AURELIO 121-180
Emperador romano que buscó
en su interior el sentido de la
naturaleza humana.
Entre las creadas, distinguió a las materiales y las espirituales. La primera
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tendría como cualidad primaria a la extensión, es decir, ocupar un lugar en el espacio. La
segunda no sería material y su cualidad primaria sería el pensamiento, con el cual
podríamos llegar a la substancia increada llamada Dios.
El principal problema de su dualismo estribó en que si el ser humano estaba
constituido por ambas substancias era necesario preguntarse cómo interaccionan siendo
tan diferentes.
Su respuesta un tanto forzada, fue la existencia de la glándula pineal,
localizada en el centro de la cavidad craneana. La cuestión es saber cómo algo físico y
material igualmente afecta a lo inmaterial y espiritual.
Con el análisis cartesiano abordamos el enfoque racionalista que no tiene
inconvenientes en utilizar un lenguaje metafísico. Contra este planteo, nos encontramos
con los empiristas que aspiraban a purificar el lenguaje, desechando el metafísico y
centrarse en aquél que se refiriese a la realidad que nos atestigua los datos sensoriales.
En ese sentido, David Hume señaló que el alma traducida al término yo, era
una pura ficción que inventamos para enlazar todas las funciones que realizamos. Con ese
propósito, digo "yo conozco, yo pienso, yo realizo", etc. En sí misma, la idea de alma la
consideraba como ilegítima como a todas las introducidas en la metafísica tradicional. Su
criterio consistió en señalar que solamente eran legítimas aquellas ideas que aunque muy
remotamente en su proceso formativo, hicieran alusión a la realidad captada por la
percepción sensible o la impresión sensorial que brinda el contacto directo con el objeto.
Así por ejemplo, las ideas complejas se elaboran relacionando informaciones
diferentes procedencias y las unificamos en un único objeto. A saber, como cuando
decimos "calles de rubíes", dicho objeto no existe en la realidad, sólo en nuestro
pensamiento, sin embargo, es legítima esa idea porque a través del dato sensorial hemos
adquirido lo que es "calle" por un lado y "rubí" por otro para poder unificarlas.
.
En cambio, ¿cuál es la referencia a la realidad en ideas tales como "yo",
"alma", "espíritu", "conciencia", etc.? Todas ellas son ilegítimas porque todo lo que se les
predica, por ejemplo, inmortalidad, inmaterialidad, etc., no se ha aprendido con la garantía
que implica para Hume. Es decir, no debemos hablar de lo que carece de sentido y son sólo
invenciones fantasiosas de los metafísicos.
En esta línea, Kant reflexiona estableciendo que toda la metafísica clásica se
reduce a una extralimitación que nuestra razón realiza de sus capacidades, por lo que
temas como éste quedarán vedados para ésta y únicamente tendremos acceso por las vías
afectiva o religiosa.
En cambio, ¿ cuál es la referencia a la realidad en ideas tales como "yo",
"alma", "espíritu", "conciencia", etc. ? Todas ellas son ilegítimas porque todo lo que se
les predica, por ejemplo, inmortalidad, inmaterialidad, etc., no se ha aprendido con la
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garantía que implica para Hume. Es decir, no debemos hablar de lo que carece de sentido
y son sólo invenciones fantasiosas de los metafísicos.
En esta línea, Kant reflexiona estableciendo que toda la metafísica clásica se
reduce a una extralimitación que nuestra razón realiza de sus capacidades, por lo que
temas como éste quedarán vedados para ésta y únicamente tendremos acceso por las vías
afectiva o religiosa.
DAVID HUME 1711- 1776
Se impuso la tarea de demostrar
la imposibilidad y sinsentido
del lenguaje metafísico.
.
En lo que respecta a Hegel, en su intento de recuperación de la temática
metafísica a través de la filosofía de la historia, realiza la descripción desde otras
perspectivas, no sólo de la realidad sino del significado de sus procesos. Por ello el
concepto de espíritu o idea absoluta se despersonaliza para no referirse a ningún ser vivo
en particular y menos al ser humano quien es tan fugaz como cualquier otro. Por espíritu
está entendiendo al sujeto protagonista de todo el proceso dialéctico que la filosofía de la
historia tiene como objeto de análisis y descripción. Pero este análisis y esta descripción no
debe entenderse como un mero cúmulo de información como Hegel ve a la ciencia, sino
que debe permitir un enfoque universal que aporte el sentido de cada instancia y del
proceso todo para que pueda emanar de allí este mismo sujeto único.
En nuestro siglo XX, encontramos al pensamiento de Henri Bergson
– fallecido en 1941. En un ámbito tan cientificista y positivista como el de su época,
igualmente se propuso utilizar esas explicaciones como base para sus especulaciones
metafísicas.
HENRI BERGSON 1859- 1941
Su tradición francesa metafísica se combina
con los avances antropológicos y biológicos.
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Al igual que la sensatez cotidiana de todos nosotros que verifica el constante
fluir de los cambios, Bergson se impuso una explicación de esta realidad. A diferencia de
la mayoría que analiza el cambio basándose en un principio que lo impone, pero que está
al margen de él - como el caso del motor inmóvil de Aristóteles, o el Dios cristiano que crea
de la nada y luego se separa de su obra - ha propuesto al elám vital que desde el centro del
universo mantendría el proceso de evolución constante.
Los evolucionistas científicos lograrían explicar los cambios de cada especie a
través de la necesidad de la permanente adaptación al medio y supervivencia del más apto.
Pero, para Bergson, serían incapaces de explicar el porqué no ha cesado la evolución si no
fuera por una razón fortuita. Según Bergson, sería el elám vital actuando constantemente
desde la realidad misma, y estima encontrar así la continuidad de este proceso. Por lo que
el universo es un flujo constante de vida.
Otra expresión popular es calificar a alguien de “desalmado”, es decir, de
carente de alma en el sentido de conciencia que le permita distinguir correctamente el bien
del mal en cuanto a las consecuencias de sus actos.
Es por tanto un uso moral pues, se parte de esta condición como propia
también del ser humano.
c) MUNDO
El centro de atención es el origen, leyes y sentido del universo tomado como
una totalidad. La disciplina que le estudia es la cosmología -del griego; cosmos, universo;
logos, estudio.
En cuanto al origen y a las leyes la cosmología es una especulación de la
ciencia actual, en cuanto se basa en la astronomía, la física, etc. , y elabora la hipótesis,
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por ejemplo, del Big Bang - Gran estallido - en el cual toda la energía estaba en un
comienzo acumulada hasta que se produjo la explosión que hizo que la energía comenzara
a expandirse dando lugar al espacio y al tiempo.
Esta expansión continúa hasta hoy después de quince mil millones de años y a
una velocidad de trescientos mil kilómetros por segundo, alejándose del punto inicial,
y por ello distanciándose todos al expandirse en todas direcciones, como las galaxias entre
sí.
Ahora bien, puede plantearse la interrogante relativa a sí esta expansión es
permanente, o por el contrario, si la misma tendrá un fin. Quienes sostienen lo primero
consideran que el propósito de esta naturaleza es desarrollarse infinitamente con sus
sucesivos cambios. Quienes afirman lo segundo, plantean que de la misma manera se ha
dado esta expansión, llegará un instante en el que se detendrá por la pérdida del impulso
original y se producirá la inevitable contracción de regreso al punto de partida, para
empezar de nuevo en otro Big Bang, y así sucesivamente regenerándose todo el producto.
Con otras palabras, ya los griegos plantearon el mito del eterno retorno, por el
cual, toda la naturaleza se va renovando según ciclos ya predeterminados por la misma
armonía de los procesos consumados.
En cuanto al sentido, esta explicación no descarta la posibilidad de Dios u
otro ente superior al no excluirlo en su esquema descriptivo. Quien lo incluye, más que un
científico, es aquí un creyente o un teólogo racional.
O puede ser un ente abstracto como el Logos de Heráclito que regula los
procesos naturales, según un ciclo constante y reiterativo de varios milenios de comienzos y
culminaciones. O se puede desestimar la búsqueda del sentido, o negarlo y quedarse
únicamente con la descripción hipotética del origen y las leyes del universo.
También se refiere a la naturaleza primordial del Universo, es decir, el
materialismo o el espiritualismo.
El primero se remite a que básicamente lo existente es materia autosuficiente,
sin necesidad de una causa o sostén. Esto nos conduce en la generalidad de los casos a un
realismo crítico que puede ser inclusive ateo. Es el ejemplo de los materialistas antiguos
como Demócrito, Epicuro y Lucrecio.
Ellos analizaron la naturaleza, especulando con su teoría de las unidades
mínimas que llamaron átomos. El espiritualismo subsume todo lo existente a la necesidad
de un espíritu no sujeto a los procesos de cambios de la materia. Esto a su vez nos conlleva
a un teologismo. Es el caso de Leibnitz, en cuya "Monadología" se muestra la dependencia
del Universo material a la Unidad originaria.
Esto es, que cada una de las características reconocibles en las mónadas de la
naturaleza no son propias sino un mero reflejo de la armonía proveniente verticalmente de
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quien es la causa. Es decir, quien da el origen y mantenimiento le ha aportado los aspectos
que le permiten subsistir. Mas, no comparte todo porque conserva para así aquellas
propiedades que le mantienen independiente y le define como único.
Como ya vimos en gnoseología, debemos referirnos brevemente a la falsa
oposición entre idealismo y materialismo propuesta por los marxistas.
El idealismo, como dijimos, es una postura en el conocimiento y no una
actitud definitoria de una clase social o ideología dominante para interpretar
caprichosamente a la realidad.
Y el materialismo - dialéctico como lo definen los marxistas- es la concepción
de la naturaleza apelando a esta metodología ya analizada.
Inicialmente, las primeras especulaciones cosmológicas estaban
estrechamente relacionadas a los incipientes desarrollos de la física, como los han sido los
pensamientos de Heráclito, Anaxágoras, etc.
En el pensamiento moderno, las cosmologías están regidas por las leyes
universales de la lógica y de la matemática, como expresión de la armonía del Universo.
Son los casos del citado Leibnitz y de Espinosa. Es decir, no basta con la especulación, se
comienza por exigir un fundamento para su desarrollo teórico.
En la actualidad, las cosmologías son la culminación necesaria de las
descripciones científicas. Para llegar a la Teoría del Big Bang, debieron encontrarse las
apoyaturas de los enunciados legaliformes que particularmente analizaron cada
fenómeno, para luego conjuntarlos con precisión y dar lugar a la visión global del tema
que es la teoría.
SÍNTESIS DEL SISTEMA FILOSÓFICO
Hemos detallado cada una de las temáticas y disciplinas filosóficas. Ahora es
momento de preguntarnos cuál es el cometido. Pero esa pregunta es válida también para
cada ámbito del conocimiento humano.
Desde los albores de la búsqueda de las explicaciones que nuestro intelecto nos
brinda, nos encontramos que la realidad se nos manifiesta en un constante devenir, es
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decir, de permanente modificaciones, a saber, los seres vivos nacen y mueren, las cosas
son modificadas por diferentes factores, como ser el metal al oxidarse, etc.
Por lo que nuestro pensamiento indaga incesantemente en pos de lo
permanente, esto es, lo que es sostén o fundamento de la realidad que es objeto de su
análisis. Podemos hacerlo desde una actitud rutinaria y hasta de indiferencia de cada día;
podemos sorprendernos y alimentar nuestra curiosidad y por tanto, plantearnos
interrogantes y darnos cuenta que con eso no basta; y finalmente, podemos asumir el rol
protagónico de filósofo y prepararnos tanto metodológica como lingüísticamente para
buscar las respuestas.
En lo que respecta a la ciencia, sus investigaciones tienen el mismo propósito.
Aspira a hallar un conocimiento verdadero que no esté condicionado y ajeno al error,
aunque por ahora sólo pueda brindar una aproximación cada vez más certera de lo que
pretende saber, aunque ha dejado de lado la idea de reproducir la realidad en el
pensamiento expresado en su lenguaje riguroso ha adquirido la noción de modelo o
paradigma consistente en tener contacto con ella, pero básicamente para crear otra que es
la de su comprensión.
En el caso de la actividad filosófica, cada sistema individual - recordar la ya
explicada estrecha relación de pensamiento, obra y autor- y cada investigación específica o
temática, también brinda un constante progreso en las respuestas o en la elaboración de
nuevas interrogantes.
Así podemos afirmar que cada disciplina ha aspirado a llegar a lo estable o
permanente. Veamos los ejemplos.
La física especulativa desde la antigüedad buscó el o los elementos
constitutivos de la naturaleza.
La axiología pretende mostrarnos los fundamentos o los valores universales
que rigen cada acto humano.
La antropología señala cuáles son las características propias de nuestra
especie, más allá de las diferencias individuales.
La gnoseología es la denodada tarea en pos del criterio que nos permita
distinguir lo verdadero de lo falso.
La ontología indaga sobre una teoría de los objetos inmersos en el devenir,
procurando el substractum que continúa en el cambio descripto.
La teología racional nos da el abanico de posibilidades en procura del eventual
y esquivo Ser Superior.
La pneumatología aborda el rescate del principio vital. Y l a cosmología, quiere
indicarnos la unidad del universo buscando el origen y sentido del mismo.
Además tengamos presente que el núcleo temático del sistema filosófico que
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hemos llamado realidad humana, es investigada a partir de la información sensible, es
decir, captamos los fenómenos de la naturaleza para comprenderlos con la física,
encontramos rastros arqueológicos que nos permiten buscar el origen y características
humanas en la antropología, constatamos el proceso de elaboración y aprendizaje
explicado en el cuestionamiento gnoseológico y fundamentado por la lógica y la
epistemología, y finalmente, percibimos la acción humana la cual se pretende entender y
guiar con la axiológica. Pero también tenemos la temática metafísica no captable por la
sensación y solo accesible por la universalidad del pensamiento. Así, buscamos lo común a
todo lo existente en la ontología, penetramos en el camino en procura de lo trascendente
con la teología racional, encontramos al principio de lo vital con la pneumatología, y
finalmente, queremos saber si todo el conjunto del universo tuvo un origen y sentido con la
cosmología.
Y en pos de ese requerimiento casi oculto, el ser humano como especie continua
su ardorosa y paciente tarea. La filosofía ha permanecido porque como actividad otorga la
perspectiva de la universalidad de sus indagaciones.
CONCLUSIONES
Prácticamente, desde la primera página de este fascículo, hemos intentado
establecer que el origen de la filosofía como nuevo ámbito del conocimiento humano, no se
debió a un capricho, o es un mero adjetivo sino que surge como una necesidad de elaborar
una cosmovisión interpretativa de la realidad. Y esta cosmovisión debe distinguirse
claramente de la elaborada por el ámbito teológico para ser, en algunos aspectos, la fuente
que llevó a la incipiente ciencia de la Antigüedad a llegar también, a partir del
Renacimiento, a ser una cosmovisión con características propias.
A su vez hemos señalado la necesidad de la filosofía como fundamento de toda
actividad cognoscitiva, aunque haya quienes pretendan no reconocerlo o disminuir esta
incidencia. La filosofía como reflexión está presente en cada instante de nuestra vida ya
sea realizada cotidianamente por cualquiera de nosotros, ya sea por quienes tienen a la
filosofía como profesión. La filosofía es el ámbito que partiendo de la razón como
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instrumento idóneo, elabora el conjunto de ideas que explican al ser humano y a la
realidad en la que está inmerso. Estas ideas filosóficas pretenden darle sentido y dignidad.
Por tanto, la filosofía es un valor cultural, sobre todo de la civilización
occidental, formada por toda Europa, el mundo árabe y América. En otras regiones del
orbe, como Oriente y la llamada Africa negra, nos resulta muy difícil establecer tan
claramente a este ámbito. Las raíces culturales son tan diferentes con Occidente que al
pensamiento que aquí llamamos filosófico, allí se le incorporan otros aspectos, a saber,
religiosos, rituales, de magia, etc., por lo que el carácter objetivo y reflexivo que tiene la
filosofía, parece no presentarse.
Por ejemplo, cuando el Imperio Británico pretendió a sangre y fuego anexar y
sumir a la India, únicamente logró su objetivo desde el punto de vista militar, pero nunca
pudo imponer su cosmovisión, su estilo de vida y de pensamiento de organizar los medios y
fines de producción desde la perspectiva del capitalismo. La cosmovisión hindú está
milenariamente imbuida de otros valores que jamás fueron arrebatados, por lo que los
ingleses debieron regresar sin lograr sus cometidos.
¿ Y qué sucede con nuestra América? Aunque fue colonizada por europeos,
éstos vinieron con diferentes bagajes culturales. En el norte, fue colonizada por la Europa
protestante, burguesa y capitalista. En el sur, la colonizaron los europeos católicos,
aristocráticos y feudales. En el norte, encontramos continuaciones filosóficas y
psicológicas de la cultura matriz.
Por ejemplo, tenemos a William James -fallecido en 1910- con su
"Pragmatismo" en filosofía, y a John B. Watson – fallecido en 1958 - con su
"Conductismo" como corriente psicológica.
En nuestra América hispana, el panorama es distinto. Los conquistadores no
sólo se apoderaron de los imperios autóctonos, sino que además destruyeron por afán de
riquezas, a valiosas culturas como la Inca, la Maya y la Azteca, dejando un gran vacío
reflejado en la temática de nuestros pensadores que buscan la identidad cultural de estos
pueblos, es decir, o somos "balconeros" de culturas ajenas o somos capaces de elaborar
un pensamiento propio y original. Nuestra propia situación política, social y económica ha
motivado a los filósofos a buscar en esta misma realidad el centro de su atención.
Sin embargo, es bueno saber que la filosofía y sus temas y disciplinas no son
propiedad de continente ni país alguno sino patrimonio cultural de esta forma de
reflexionar de la que formamos parte, por lo que la universalidad de sus enfoques desde el
tema del conocimiento a la ética, desde antropología a la metafísica, – también nos
pertenece y de nosotros depende cómo hacer incidir nuestra realidad en su tratamiento. Se
nos llaman "países en vías de desarrollo” comparándonos con el status exhibido por
Europa y la América norteña. Pero, las raíces de nuestro lento desarrollo en todas las
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áreas, incluido el pensamiento filosófico, se ve condicionado, no sólo por nuestro carácter
de países dependientes económicamente, sino también por la estructura feudal y religiosa
heredada desde la colonización española o portuguesa, que en lo esencial se mantiene
intacta.
Como por ejemplo, en la concentración de la propiedad de la tierra y en la
distribución de los recursos, y sobre todo en lo relativo a asignaturas que tienen como
objetivo la reflexión y la interpretación, a saber, la filosofía, la historia, la literatura, el arte
y otras afines. La educación que debería ser un motor de crecimiento, es vista como un
gasto según la visión ideológica dominante que protege otros privilegios que ya nuestro
José Pedro Varela pretendió defenestrar a través de la reforma pedagógica, y viendo en la
educación el instrumento con el que la gente pudiera defenderse de ser manipulada y
adquirir la independencia de criterio para pensar por sí misma.
La filosofía, en cualquier instancia histórica y lugar geográfico, -no
necesariamente como filósofos profesionales – nos brinda la opción de tener la libertad de
reflexionar abordando objetivamente cualquier especulación racional que nos permita dar
sentido a nuestra exigua existencia. Pero, para realizar filosofía, debemos tener presente
cuáles son nuestros puntos de partida. Uno de ellos es decidir por un materialismo o por un
espiritualismo.
El primero nos conduce a un realismo, empirismo, objetividad, al hombre
como protagonista de la historia, rechazo de la especulación metafísica, o por lo menos,
reducirla a una ontología atea o agnóstica racionalmente.
Por el espiritualismo, reconocemos un dualismo, donde no se niega a la
materia, sino que se la subordina a un sujeto que le da su significado, y por ende, a un
idealismo, subjetivismo, quizá a que el hombre sea sólo una instancia de un proceso que
supera nuestros límites de conocimiento y al que se pretende acceder a través de la
metafísica Por supuesto que estas combinaciones no son absolutas ni inamovibles.
Cada uno de nosotros encontrará en la filosofía las doctrinas o posturas con
las que nos identifiquemos para elaborar nuestra propia cosmovisión. Y si no las
encontramos, está en nosotros la potestad de elaborar lo que necesitemos para nuestra
interpretación de la realidad, y permitir así un nuevo avance temático de la filosofía como
un valor de nuestra cultura.
Por último, debe tenerse en cuenta la estrecha relación de la filosofía con la
vida. Mientras vivamos, filosofaremos. Es decir, decidiremos libremente lo que
entendamos que nuestra existencia exige y le da sentido. Cada uno de nosotros es un
filósofo de su propia vida. Pretendemos entender muchas cosas, tras quedarán olvidadas o
sin respuestas, pero estamos dotados de la inteligencia y del pensamiento, y no puede ser
que desaprovechemos esta oportunidad inédita.
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166
16
Como ya hemos señalado, en nuestra civilización occidental, la filosofía ya
está incorporada como un valor propio. Esto significa que corresponde a cada uno de
nosotros el preservar ese privilegio para que la filosofía no sea únicamente un medio de
interrogarse y buscar respuestas, de contemplar pasivamente la realidad, sino el ejercicio
de nuestro intelecto en pos de la verdad, el desarrollo personal y genérico, los propósitos de
nuestra efímera existencia, y la mayor y mejor armonía con la naturaleza y nuestros
congéneres.
Si nos comparamos con otros seres vivos, muchos de ellos nos superan en
gran número de aspectos: Los insectos son más resistentes y prolíficos, las tortugas son
más longevas, las ballenas y los elefantes tienen mayor tamaño y peso, etc.¿ Qué podemos
exhibir nosotros?
Como nos definió Blas Pascal, somos como juncos pensantes. Somos juncos
por nuestra fragilidad natural y que hemos pretendido subsanar con nuestro desarrollo
cultural. Y lo propio de nosotros es pensar, es decir, poder discernir en procura de nuestra
identidad. Y la filosofía es, en definitiva, la situación de nuestra cultura para utilizarla
buscando trascender el lugar y momento que nos ha tocado vivir.
Para aquél que me interroga intencionalmente sobre para qué sirve la
filosofía, yo le pregunto cuál es el sentido de su vida. Apenas se proponga responder, ya
estará elaborando filosofía, estará filosofando.
La historia no se reduce a una mera colección de hechos que ya pasaron sin
poder repetirse, sino que éstos están vivos como impulsos hacia el futuro. Y en este devenir
de instancias históricas, encontramos momentos de gloria y de tristeza.
De los primeros, rescatamos la educación y la ciencia en las que hombres y
mujeres dieron sus vidas para derrotar la ignorancia impuesta premeditadamente y vencer
los flagelos para aumentar las expectativas de vida. Por ejemplo, los maestros anónimos a
sueldo de mendrugo terminaron con el uso fanático de la gente como carne de cañón que
ciertos líderes proponían en sus guerras de ambiciones, y los descubridores de vacunas
mejoraron las condiciones sanitarias para que se viviera más y mejor.
De los segundos, sobresalen los holocaustos, como el vivido por los judíos en
la segunda guerra mundial. Y está muy bien que no se lo olvide para que no se reitere, no
sólo para ellos, sino para ningún otro pueblo.
En cambio, ¿ Quién menciona o recuerda el holocausto americano durante la
colonización europea? Quizá muchos no lo olviden, no sólo los restos físicos y humanos
que aún sobreviven casi ocultos después de cinco siglos, sino también quienes aprenden a
ver la historia objetivamente, es decir, desde el enfoque racional que nos enseña el
ejercicio del filosofar.
Pero, ¿ quién lo difunde? Debemos estar atentos y con el pensamiento claro
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16
para separar la otra colonización que continúa aún hoy. Esta no es otra que inducirnos a
la aceptación de la visión histórica del conquistador. Si adiestramos nuestra razón en el
filosofar sabremos quiénes somos y cuál es nuestra historia. Desde ese perfil, recién
decidiremos entonces si seremos protagonistas - aunque anónimos- o veremos parar los
hechos desde los flashes desinformativos de los llamados medios de comunicación masiva.
Tengamos en cuenta que ninguna propuesta filosófica es verdadera o falsa,
sino que es justamente eso, una propuesta, un enfoque, una alternativa de la cual cada uno
es el protagonista y juez de la manera de guiarnos. La filosofía nos brinda la oportunidad
de elegir y decidir.
Í N D I C E B I O G RÁ F I C O
THALES DE MILETO
PITÁGORAS
JENÓFANES
HERÁCLITO
EMPÉDOCLES
PARMÉNIDES
ANAXÁGORAS
DEMÓCRITO
SÓCRATES
PROTÁGORAS
PLATÓN
ARISTÓTELES
EPICURO
ZENÓN DE CITIO
LUCRECIO
SEXTO EMPÍRICO
EPICTETO
MARCO AURELIO
625-545 a. C.
c.580
580-490
c.535-465
483-430
c.540
499-428
460-370
470-399
c.440
427-347
383-321
341-270
334- 262
96-55
c.150 d. C.
50-138
121-180
- 168 –
168
16
AGUSTÍN DE HIPONA
354-430
ANSELMO DE AOSTA
1033-1109
ROGER BACON
1210-1292
TOMÁS DE AQUINO
1225-1274
NICOLÁS MAQUIAVELO
1489-1527
TOMÁS MORO
1478-1533
NICOLÁS COPÉRNICO
1473-1543
GIORDANO BRUNO
1548-1600
GALILEO GALILEI
1564-1642
JOHANNES KEPLER
1571-1631
FRANCIS BACON
1561-1626
RENATO DESCARTES 1596-1650
BLAS PASCAL
1623-1662
JOHN LOCKE
1632-1704
GEORGE BERKELEY
1684-1753
ISAAK NEWTON
1642-1727
BENITO ESPINOZA
1632-1677
GUILLERMO LEIBNITZ
1646-1716
DAVID HUME
1711-1776
CRISTIAN WOLFF
1679-1754
IMMANUEL KANT
1724-1804
GUILLERMO HEGEL
1770-1831
JOHANN FICHTE
1762-1814
FEIEDRICH SCHELLING
1775-1854
AUGUSTO COMTE
1798-1857
LUDWING FEUERBACH
1804-1872
JOHN STUART MILL
1806-1873
CHARLES DARWIN
1809-1882
KARL MARX
1818-1883
FEDERICO NIETZSCHE
1844-1900
SOREN KIERKEGAARD
1813-1855
WILLIAM JAMES
1842-1910
JOSE PEDRO VARELA
1845-1879
SIGMUND FREUD
1856-1939
HENRI BERGSON
1859-1941
MAX WEBER
1864-1920
MAX SCHELER
1874-1928
- 169 –
169
17
JOHN WATSON
ALBERT EINSTEIN
MARTÍN HEIDEGGER
LUDWING WITTGENSTEIN
BERTRAND RUSSELL
ALFRED WHITEHEAD
KARL JASPERS
ANTONIO GRAMSCI
JEAN PAUL SARTRE
RUDOLF CARNAP
KARL HEISENBERG
VÍCTOR FRANKL
MAO TSE TUNG
MICHEL FOULCAULT
GUILLES LIPOVETSKY
RODOLFO TÁLICE
1878-1959
1879-1955
1889-1976
1889-1951
1872-1970
1861-1947
1883-1963
1891- 1937
1905-1980
1891-1970
1901- 1976
1904- 1997
1893-1976
1926-1994
19481899-1999
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
EMILE BREHIER
RODOLFO MONDOLFO
KIRK Y RAVEN
HESSEN
LLAMBIAS DE ACEVEDO
FERRATER MORA
GARCIA MORENTE
PLATÓN
ARISTÓTELES
EPICURO
SEXTO EMPÍRICO
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
EL PENSAMIENTO ANTIGUO
FILOSÓFOS PRESOCRÁTICOS
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
MANUAL DE METAFÍSICA
DICCIONARIO DE FILOSOFÍA
LECCIONES PRELIMINARES
REPÚBLICA
METAFÍSICA
CARTA A MENECEO
CONTRA LOS MATEMÁTICOS
- 170 –
170
17
AGUSTÍN DE HIPONA
ANSELMO DE AOSTA
TOMÁS DE AQUINO
RENATO DESCARTES
GEORGE BERKELEY
LA CIUDAD DE DIOS
MONOLOGIUM
SUMA TEOLÓGICA
MEDITACIONES METAFÍSICAS
DIÁLOGOS ENTRE HYLAS
Y
FILONOUS
DAVID HUME
TRATADO DE LA NATURALEZA HUMANA
EMANUEL KANT
CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA
CRÍTICA DEL JUICIO
GUILLERMO HEGEL
LECCIONES DE FILOSOFÍA DE LA
HISTORIA
FEDERICO NIETZSCHE
ASÍ HABLABA ZARATUSTRA
JOHN WATSON
EL CONDUCTISMO
SIGMUND FREUD
ESQUEMA DEL PSICOANÁLISIS
LUDWING WITTGENSTEIN TRACTATUS LOGICOPHILOSOPHICUS
HENRI BERGSON
MATERIA Y VIDA
J.P. SARTRE
EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO
MAO TSE TUNG
CINCO TESIS FILOSÓFICAS
CARLOS VAZ FERREIRA FERMENTARIO
SOREN KIERKEGAARD
TEMOR Y TEMBLOR
LUDWING FEUERBACH TESIS PROVISIONES PARA LA
REFORMA DE LA FILOSOFÍA
BLAS PASCAL
PENSAMIENTOS
BENITO DE ESPINOZA
ÉTICA
EMILIO COMTE
DISCURSO DEL ESPÍRITU POSITIVO
MAX SCHELER
EL PUESTO DEL HOMBRE EN EL COSMOS
RUDOLPH CARNAP
SUPERACIÓN DE LA METAFÍSICA EN BASE
AL ANÁLISIS DEL LENGUAJE.
- 171 –
171
17
ÍNDICE
PÁGINA
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN. ÁMBITOS DEL CONOCIMIENTO
LA FILOSOFÍA COMO CONOCIMIENTO.
CARACTERÍSTICAS
LA FILOSOFÍA COMO TAREA
SÍNTESIS DEL ÁMBITO FILOSÓFICO
FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
SISTEMATIZACIÓN FILOSÓFICA
DISCIPLINAS DEL SISTEMA FILOSÓFICO
REALIDAD HUMANA
FÍSICA
AXIOLOGÍA
ANTROPOLOGÍA
GNOSEOLOGÍA
ORIGEN
EMPIRISMO
RACIONALISMO
APRIORISMO
ESENCIA
REALISMO
IDEALISMO
POSIBILIDAD
EPISTEMOLOGÍA SIGLO XX
1. METAFÍSICA. EVOLUCIÓN
HISTÓRICA
CONCEPTO DE METAFÍSICA
METAFÍSICA GENERAL
ONTOLOGÍA
METAFÍSICA ESPECIAL
DIOS
- 172 –
3
4
23
36
49
56
60
63
64
64
71
81
97
99
101
106
111
113
114
115
118
120
126
133
137
140
140
172
17
ALMA
154
MUNDO
161
SÍNTESIS DEL SISTEMA FILOSÓFICO
163
CONCLUSIONES
170
ÍNDICE BIOGRÁFICO
172
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
173
APÉNDICE-----------------------------------------------------------ES PROPIEDAD INTELECTUAL
EXCLUSIVA DE SU AUTOR
Agosto 2007.
- 173 –
173
17
*Concepto
A) Universal
*estructuras del
pensamiento
*Juicio
*Razonamiento
Lógica
*relaciones
Formal
cálculo
*Objetivo
B) Específica
*Requisitos
*Características
*Estructura del
método experimental
modelos o paradigmas
Epistemología
Epísteme
- 174 –
*Método
174
17
C) Realidad Humana
Física
Antropología
biológica
Cultural
Estética
Objetiva
Subjetiva
Ética
Autónoma
Heterónoma
Axiología
Origen
Civilizaciones
Religiosa
Filosófica
Empirismo
Racionalismo
Apriorismo
Realismo
- 175 –
ingenuo
175
17
Gnoseología
Sistema Filosófico
Crítico
esencia
Subjetivo
Idealismo
solipsista
Trascendental
Absoluto
dogmatismo
Positivo
Negativo
Posibilidad
Escepticismo
Criticismo
- 176 –
176
Descargar