¿Otra vez la neutralidad valorativa?

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¿Otra vez la neutralidad valorativa?
Alberto Flórez Malagón1
Resumen
Summary
Alberto Flórez M. «¿Otra vez la neutralidad
valorativa? », Cuadernos de Desarrollo Rural
N° 32. Bogotá 1994, ps.71-73.
Alberto F1órez M. «Vahurtive neutrality: again?»,
Cuadernos
de Desarrollo Rural N" 32. Bogotá
1994, ps.71.73.
El autor critica los supuestos básicos del artículo
«Una aproximación al uso de la novela literaria
para la formación en Desarrollo Rural» (Osorio,
Cuadernos de Agroindustria
y Economía Rural.
N° 31), donde se enjuicia el fundamento de las
The author criticizes the basic assumption of the
artiele «An approach to the literary novel for the
formation on Rural Development» (Osorio, «Cuadernos de Agroindustria y Economía Rural, No.
31), where the foundations
of the forms of
formas de interacción de los expertos en desarrollo
rural con las comunidades.
El profesor F1órez niega la afirmación según la
cual la práctica actual de los expertos pretende que
«se puede establecer desde el conocimiento
lo
mejor para las comunidades», afirmación que desconoce un contexto de interacción que se viene
renovando desde hace muchos aftos y que incluye
el desarrollo de propuestas participativas,
y la
presencia activa de individuos y comunidades en la
generación de conocimiento acerca del desarroUo.
Señala como anacrónica e imposible de adoptar la
«neutralidad valorativa» que pretende descartar
toda idea preestablecida en el conocimiento de lo
social. Propone superar la dicotomía entre el
reduccionismo y el agnosticismo que rechaza toda
construcción de conocimiento.
interaction
judged.
of the experts in rural development
F1órez denies
the present
practice
the assertion
ofthe
according
experts
pretends
are
to which
that «it
is possible
from knowledge
the best for
cornmunities», assertion that ignores the context
of interaction that is being renewed since many
years ago and which ineludes the development of
participative proposals. and the active presence of
individuals and cornmunities in the production of
knowledge about development.
It points out as
dated and impossible
to adopt the valuative
neutrality
which pretends
to discard
every
preestablished idea in the knowledge of the social
fact. The assertion suggests to overcome the
dichotomy between reductionism and agnosticism
that rejects any production of knowledge.
Las reflexiones publicadas en el número anterior con el título de «Una aproximación al uso
de la novela literaria para la formación en Desarrollo Rural», escrito por Roberto Osorio,
suscitan una gran admiración por el ejercicio público de desnudar las dudas propias, por la
intención misma del artículo, pero al mismo tiempo, no pueden pasar inadvertidas las
inconsistencias de la crítica implícita que orienta dicho trabajo y, que en diferentes formas,
parece atraer cada vez más a un sector de la intelectualidad colombiana, especialmente. A
esta última parte de la presentación del artículo se referirán las siguientes notas.
1. El ensayo parte del supuesto de que «la intervención de los expertos (del desarrollo rural)
se sustenta (...) en un supuesto sólido: que se puede establecer desde el conocimiento lo
mejor para la comunidad».
1 Profesor
investigador
del Instituto de Estudio~ Rurales de la Pontificia
Universidad
CUIllÚmos
Javeriana.
de Desarrollo
Rural (321. 1994
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Alberto Flórez M.
Este reduccionismo, que puede asignarse sólo a un ejercicio de una «mala ciencia»,
olvida todo el contexto de la interacción que implica el quehacer de los expertos en la
«realidad rural» y que viene siendo debatido e integrado desde hace muchos años en el
ámbito de la tan criticada «ciencia tradicional». El desarrollo de las propuestas participativas,
y la presencia activa de individuos y comunidades en la propuesta o apropiación de nuevas
posibilidades de conocimiento, son hechos que a nadie hay que redescubrir.
Las viejas posturas en las que se imponía un conocimiento «desde arriba», desde las
élites o desde las famosas «torres de marfil» en que a veces se convirtieron las academias,
o las más recientes populistas en las que el conocimiento «desde abajo» tenía todo el valor
contestatario que lo volvía exclusivo y alternativo ante otras formas de conocimiento, es una
dicotomía que ya se ha superado en la actividad académica seria y actualizada.
Volver a una defensa del academicismo recalcitrante, del populismo gratuito o del
individualismo humanizante y hasta anarquista es solamente insistir en un anacronismo que
se reduce a la polarización, en lugar de enfrentar la complejidad de los procesos de
conocimiento.
La interesantísima crítica del posmodernismo, ante las obvias limitaciones de la
actividad científica y del espíritu racionalista y modernizante en general, parece limitarse
en nuestros países a una crítica burda a los vicios de la tradición llevando a los despechados
activistas, académicos, etc., a posiciones que de alguna manera se vuelven inmovilizantes
al ritmo de las asépticas tendencias comerciales de la llamada «nueva era» y sus curiosas
y quizás descontextualizadas conexiones con el pensamiento panteísta de algunos mundos
orientales.
Posiciones como la expresada en este artículo, que intentan desesperadamente rescatar
una posición humanista desde una posición posmodernista mal entendida, en la que toda
forma de conocimiento sistemática y moderna resulta inadmisible, reducen a la imposible
posición del individualismo todo recurso de interacción.
El conocimiento colectivo y la construcción de sistemas de conocimiento que superen
el ámbito de los individuos se vuelven los nuevos fantasmas para las hordas de descorazonados que, al no encontrar elementos de autocrítica y revisión a las experiencias pasadas,
salen por la tangente a la búsqueda de alternativas que sólo alcanzan el rechazo total a todo
sistema de conocimiento preexistente.
La expresión de esta preocupación, más que un tema del desarrollo rural, expresa la
crisis de nuestra intelectualidad frente a la pérdida de la seguridad que las posiciones
deterministas infundían en pasadas décadas. Pero tristemente, la confusión ante una
realidad en la que coexisten la premodernidad, la modernidad y hasta la posmodernidad
parece llevar cada día más intensamente a que muchos decidan angustiadamente «botar el
niño que están bañando junto con el agua sucia».
2. El problema epistemológico más grave que plantea la posición del artículo es el supuesto
de que un individuo puede «acercarse al otro sin ideas preestablecidas». Si de lo que se trata
es de acercarse sin predisposiciones, el planteamiento resulta casi obvio, pero si lo que se
plantea es el regreso a la revaluada «neutralidad valorativa» que quería traducir a las
ciencias sociales una mala comprensión de la posición empirista del siglo XIX en la que,
supuestamente, «los datos hablan por sí solos», la propuesta resulta incomprensible. Al
decir de M. Heidegger «saltarse por encima de la propia sombra» es un imposible esencial;
en otras palabras, la construcción de una conciencia individual no se hace desde una
racionalidad neutral, casi en términos cartesianos, sino que, al decir de E. Husserl, se hace
Cuadernos
de Desarrollo
Rural (32). 1994
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desde una racionalidad intencional. El primer movimiento de la conciencia parece ser eso
precisamente, una intención, lo que permitió a Aristóteles hablar de la esencialidad del ser
político. Asumida esta caracterización, reforzada con todos los análisis lingüísticos y de la
antropología simbólica más recientes, queda entendido que un desprenderse del campo
epistémico, del conjunto de ideas, lenguaje, experiencias, elementos conscientes e inconscientes, todos articulados en intenciones que expresan la interacción con otras conciencias,
es un supuesto de anulación imposible de proponer.
De esta manera, pretender llegar desprevenidamente es una falacia que no se plantea
en la interacción de dos sujetos de conocimiento. Parece como si la antigua posición de
convertir a los sujetos sociales del conocimiento en meros objetos medibles y susceptibles
de experimentación se invirtiera ahora y se propusiera que el investigador se anulara,
convirtiéndose casi en un objeto neutral que se dejaría nublar por la presencia magistral del
otro, el único que podría comportarse como un sujeto en la interacción.
3. ¿Existe, entonces, una coyuntura de limitadas opciones para los intelectuales colombianos en la que sólo es posible oscilar entre los extremos de la tecnología o las escapistas
posiciones seudoposmodernas?
Así parece sugerirlo este tipo de artículos; insisto, no por
su valiosa expresión creativa, sino por los supuestos de la presentación, que en todo caso
no se resuelven con suficiente consistencia en el artículo referido, a pesar de intentar
trascender la reflexión individual para expresar un ambiente de crisis en el pensamiento
a¡;:adémico actual.
4. Finalmente, queda la duda de si esta reciente y permanente insistencia en descalificar la
construcción de conocimiento dentro de los paradigmas de la modernidad no es otra cosa
que un nuevo dogmatismo, reflejo de la incapacidad de fundamentar dicha crítica desde la
coherencia y quizás sin el entendimiento de dichos paradigmas.
Cumkmos d. Desarrollo Rural (32), 1994
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