Apreciación general sobre la evolución del sistema carcelario

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Apreciación general sobre la evolución del sistema carcelario uruguayo
en los últimos 5 años, con especial referencia a la situación procesal de
los internos.
Dr. Alvaro Garcé García y Santos(*).
Introducción.
La emergencia humanitaria en el sistema carcelario uruguayo, declarada por el
Presidente de la República en marzo de 2005, persiste y tiende a agravarse.
Ello es sin perjuicio de los esfuerzos por mejorar al sistema penitenciario nacional.
La cantidad de personas privadas de libertad en el país no registra interrupciones en su crecimiento: en 2009 se superó por primera vez las 8.000 personas
encarceladas. Al 30 de junio de ese año, 8.403 personas (7.796 hombres y 607
mujeres) se distribuían en 29 establecimientos carcelarios. A ellas se suman 32
niños y niñas, que, sin haber cometido delito alguno, comparten la reclusión de
sus madres. Es probable que, en caso de mantenerse la actual tendencia, en el
futuro inmediato se supere la cantidad de 10.000 personas encarceladas.
La tasa de prisionización, en constante aumento, alcanza a 250 internos por
100.000 cada 100.000 habitantes.
Algunos datos imprescindibles.
El sistema carcelario uruguayo posee una capacidad de 6.100 plazas. En consecuencia, la densidad general, al finalizar el primer semestre de 2009, se situaba en el entorno del 140%. Al día de hoy, dicha cifra se ha incrementado.
La sobrepoblación se concentra en algunos establecimientos que alojan cerca
del 75% de las personas encarceladas, con guarismos que alcanzan en algún
caso el 300%.
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De los 29 cárceles del país, 16 registran una densidad por encima del límite
considerado crítico (120%).
En el semestre comprendido entre el 31/12/08 y el 30 de junio de 2009, la población reclusa se incrementó en 9%. La cantidad de mujeres encarceladas
creció un 15%. Dicho aumento se concentra, casi en su totalidad, en la cárcel
para mujeres ubicada en la capital del país.
Actualmente se construyen -o amplían en algunos casos- cinco cárceles, que
en conjunto aportarán unas 1.500 plazas adicionales. Las obras estarán habilitadas entre 2010 y 2011, y si bien generarán un alivio considerable, la necesidades de los próximos años superarán el beneficio generado por las nuevas
instalaciones.
Por ello urge no sólo proyectar nuevos emprendimientos; también es imprescindible modificar la política criminal, en especial, el empleo abusivo de la prisión preventiva. Si no se concretan nuevas ampliaciones para 2011 y 2012, y a
ello se le añade la racionalización del uso de la prisión preventiva, el país podría enfrentar graves problemas carcelarios en el futuro próximo.
Otros factores que inciden en la situación carcelaria.
Además del crecimiento de la población encarcelada, otro factor de riesgo es el
generalizado consumo de estupefacientes que se registra en los principales
establecimientos. Ello, además de replantear la cuestión del ingreso de dichas
sustancias en centros carcelarios, también compromete la convivencia diaria y
las posibilidades de inclusión social de los futuros liberados.
En contrapartida, algunas buenas prácticas se han consolidado en los últimos
años.; corresponde destacarlas.
El alojamiento en sistemas de confianza –centros rurales- se mantiene como
uno de los más avanzados rasgos de nuestro sistema carcelario.
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En todo el país, los establecimientos abiertos demuestran en la práctica la viabilidad del principio de la progresividad, es decir, que para cada interno la vida
en reclusión debe parecerse cada día más a la vida en libertad y cada vez menos al encierro.
En los pasados años se duplicó la cantidad de internos en chacras y otros centros abiertos, sin que se registraran fugas (sólo algún episodio aislado, que, en
cuanto excepción, no pone en cuestión la regla).
Crecimiento acumulado.
En el período comprendido entre fines del año 2008 y mediados de 2009, la
población reclusa en Uruguay pasó de 7.707 personas a 8.403. Ello representa
un crecimiento de un 9%.
Algunos establecimientos se encuentran completamente desbordados y –
complicación adicional- son receptores de la mayor parte de los nuevos
ingresos. El constante aumento de la población encarcelada refleja un
problema más amplio, de carácter social, que emerge a través del sistema
penal.
Mujeres privadas de libertad.
Las mujeres privadas de libertad representan el 7% del total de la población
encarcelada en Uruguay.
En comparación con años anteriores la cantidad de mujeres privadas de
libertad registra un importante incremento: en 2006 se encontraban privadas
de libertad 380 mujeres, sobre un total de 6.694 personas recluidas (5.6%). En
tres años (2006 a 2009) el aumento en la población reclusa femenina ha sido
de un 59%.
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Junto a las madres, 32 niños y niñas se encontraban alojados en locales
penitenciarios al 30/06/09, la mayor parte en la capital del país (17), y el resto
estaba distribuido en distintos establecimientos departamentales.
Salvo en 2006, por efecto de la aplicación de la ley 17.897 -que dispuso un
régimen excepcional de libertades provisionales y anticipadas- durante el
período 2005-2009 se verificó un constante incremento en la población reclusa.
El incremento se aceleró entre 2007-2008, manteniéndose estable en 2009.
La curva ascendente es más pronunciada si se considera a la población
femenina. Ello ha sido característico toda la década (2000-2009). Tras un
período de relativa estabilidad (años 2001-2005) la cantidad de mujeres
encarceladas aumentó año a año a partir de 2005.
A partir de expuesto surgen dos conclusiones: a) la necesidad de rectificar la
política criminal es particularmente clara en relación a la población femenina; b)
el déficit locativo ha afectado particularmente a las mujeres privadas de
libertad, por lo cual, sin perjuicio de las correcciones que pudieran disponerse
en el plano de la política criminal, la inversión en locales deberá priorizar la
reclusión femenina, a fin de compensar el déficit acumulado en la década.
Hacinamiento.
Casi dos tercios de la población reclusa padece hacinamiento; éste constituye
uno de los rasgos más negativos de nuestra realidad penitenciaria, y sólo podrá
ser superado en la medida en que se invierta para ello.
El hacinamiento se produce cuando se recluye a más de una persona en un
espacio previsto para una sola; el mismo constituye –empleando la
terminología de la correspondiente Convención de Naciones Unidas- un trato
“cruel, inhumano y degradante”, por ende, inaceptable ética y jurídicamente.
Los problemas derivados del hacinamiento se reproducen en cadena: malas
condiciones de higiene; colapso de las instalaciones sanitarias y de distribución
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de la energía eléctrica; insuficiencia de las áreas de recreo y de visita;
sobrecarga al personal penitenciario; debilitamiento de la seguridad interna;
insuficiencia en la prestación de los servicios médicos y odontológicos; falta de
posibilidades efectivas para el trabajo o el estudio; escasez de la alimentación,
etc..
Podrá señalarse, con razón, que Uruguay comparte el problema del
hacinamiento con prácticamente todos los países de la región. No obstante, el
punto de comparación
no puede ser otro que las normas constitucionales
aplicables (artículos 7, 26 y 72 de la Carta) y las directrices internacionales, que
fijan las garantías mínimamente exigibles.
Delitos imputados.
Dos tercios de la población encarcelada (66%) han sido privados de libertad
por afectar la propiedad ajena o la vida e integridad de otras personas:
En los delitos no violentos contra la propiedad predominan el hurto y la
receptación; la rapiña constituye el típico delito violento contra el mencionado
bien jurídico.
Siguen, en orden, los delitos contra la personalidad física (homicidio, lesiones)
y los delitos por el decreto ley 14.294 y sus modificativas (estupefacientes).
Seis de cada diez personas que han estado en prisión, más tarde o más
temprano vuelven al sistema; ello demuestra la incapacidad de éste como
factor de resocialización, al tiempo que denuncia las dificultades en la inclusión
social de los liberados.
Tal panorama difícilmente se revertirá hasta que no se resuelva la inadecuada
ubicación institucional de las cárceles en la órbita del Ministerio del Interior. La
especial coyuntura que determinó –en principio: de manera provisoria- la
asignación de los establecimientos penitenciarios a dicha Cartera ha sido
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largamente superada; la permanencia de las cárceles en su actual
emplezamiento institucional no tiene razón de ser.
Resulta evidente que un sistema basado en lo custodial –en el que
naturalmente, hasta por una cuestión de mentalidad, el personal se centra en la
seguridad- no es adecuado para atender los requerimientos de la rehabilitación.
Así, este aspecto del mandato constitucional queda absolutamente relegado en
la práctica.
Administración de justicia.
Casi el 70% de la población reclusa se encuentra cumpliendo prisión
preventiva, mientras aguarda el dictado de la correspondiente sentencia
definitiva de condena o de absolución.
Hemos constatado varios casos de personas encarceladas desde hace ocho,
nueve y hasta diez años y que, habiendo sido condenados en primera
instancia, aún aguardan la definición de la segunda instancia.
La mayor cantidad de situaciones de demora se produce en procesos en los
que, a solicitud de la defensa o en virtud de la apelación automática (artículo
255 inc. 2do. del Código del Proceso Penal), la causa ingresó en instancia de
apelación o de casación.
La demora en la tramitación de los juicios representa una de las principales
quejas de los internos, fundamentalmente de aquellos que están alojados en
los mayores establecimientos (ubicados en la zona metropolitana, es decir, en
Montevideo o lugares próximos).
Teniendo en cuenta que, en virtud de lo dispuesto por la Carta Orgánica del
Comisionado Parlamentario (ley 17.684, de 29/08/03, artículo 2 literal G) las
cuestiones jurisdiccionales se encuentran excluidas del ámbito material de
competencia de la institución, cada vez un integrante de esta Oficina o el propio
Comisionado recibe una queja relacionada al desarrollo de la causa, además
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de explicar el alcance de la competencia institucional, se procura el contacto
con la defensa del interno o interna, a fin de canalizar por dicha vía el reclamo.
Sin duda, el proyecto de modificación del Código del Proceso Penal constituye
un valioso aporte que deberá ser considerado en el presente período legislativo
(2010-2015). La modernización de nuestras normas procesales penales es una
asignatura pendiente desde el retorno a la democracia.
La importante reforma procesal concretada en 1989, que introdujo la oralidad
en materia civil, excluyó en forma expresa a lo penal. A su vez, los diversos
intentos por emprender la reforma penal han resultado frustrados; basta
recordar al respecto, la suerte corrida por el malogrado código procesal de
1997.
En este punto, contando ya con el resultado del trabajo realizado por la
Comisión creada en 2005, es tiempo de priorizar su aprobación y puesta en
funcionamiento.
La lentitud en la dilucidación de las causas penales implica una evidente
vulneración de garantías. La reproducción permanente de este problema
compromete la salud del Estado de Derecho.
Es imprescindible la acción legislativa. Nuestro proceso penal, relativamente
nuevo en el tiempo (el actual código entró en vigencia el 01/01/1981) es
conceptualmente obsoleto, y corresponde al esquema del código penal
napoleónico de 1810.
Dotación de recursos.
La modernización procesal penal deberá ser complementada con la dotación
de recursos suficientes para el Poder Judicial, puesto que, sin una adecuada
provisión de medios, cualquier reforma, por avanzada que sea, no tendrá en la
práctica los efectos buscados.
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En tal sentido, deberá procurarse –además de la actualización de las normas
procesales - el fortalecimiento de la defensa pública.
El país cuenta con uno de los sistemas de defensorías más antiguos y
consolidados de la región. A pesar de ello, son constantes las quejas de los
internos por la falta de contacto con sus defensores. Estos problemas de
comunicación, sumados a la incertidumbre en la dilucidación de las causas,
representan una nociva fuente de ansiedad para los reclusos, con los
consiguientes –y evitables- perjuicios en la conducta de aquéllos.
Conclusiones.
a) La emergencia humanitaria en el sistema carcelario, declarada en marzo de 2005 –en el comienzo del anterior período de administración- aun
persiste. En caso de mantenerse el actual ritmo de encarcelamiento, la
situación podría agravarse en el futuro inmediato.
b) El crecimiento de la población reclusa no registra interrupciones desde
el año 2006. A fines de 2009 el total de personas privadas de libertad se
había incrementado más de un 10% con respecto al cierre del año anterior.
c) Al 30/06/09, 8.403 personas (7.796 hombres y 607 mujeres), máximo histórico registrado en el país, se distribuían en 29 establecimientos carcelarios. De éstos, 16 registraban una densidad por encima del límite considerado crítico (120%).
d) Los más graves niveles de hacinamiento corresponden a cárceles situadas en la zona Este del país, es decir, en la zona turística. En dichos
establecimientos se constataron densidades superiores al 300%.
e) En los cárceles que concentraron la mayor parte de los ingresos durante el año 2009, se verificaron dificultades de convivencia. La cantidad
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de muertes por incidentes violentos entre internos (24 casos) aumentó en
el último año con respecto a años anteriores.
f) Las peores condiciones de reclusión se constatan en aquellas cárceles
que soportan los mayores niveles de sobrepoblación y hacinamiento; el
deterioro de estos locales es acelerado y supone una permanente lesión
de derechos, tanto para los internos como para el personal de custodia.
Por el contrario, en aquellas cárceles en las que se mantiene una relación
acorde entre capacidad y cantidad de personas privadas de libertad, las
condiciones de reclusión son acordes a los mínimos exigibles.
g) En caso de mantenerse el actual escenario de crecimiento de la población encarcelada, el actual gobierno deberá considerar nuevas obras,
además de las que actualmente están en ejecución.
h) Las nuevas cárceles, conjuntamente con las ampliaciones de establecimientos ya existentes, supondrán unas 1.500 plazas más. La inauguración de las mismas significará un alivio a fines del año 2010. No obstante,
si no es corregida la política criminal -en especial: el abusivo empleo de la
prisión preventiva- y no se concretan nuevas inversiones en el sistema
carcelario, el país podría enfrentar serios problemas en los próximos
años.
i) Además de una adecuada inversión en la construcción y recuperación
locales es necesario invertir en la formación del personal de custodia. El
mismo se encuentra mal remunerado y expuesto a condiciones insalubres de trabajo.
j) Resulta imprescindible modernizar el obsoleto proceso penal y dotar a
la justicia de los recursos necesarios para aplicar eficazmente dicha reforma.
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(*) Comisionado Parlamentario para el Sistema Carcelario. Profesor de Historia
del Derecho y Derecho Comparado, en la Universidad de la República y Universidad Católica del Uruguay.
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