BioetUrol 6 Reproduccion Asistida

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Introducción
No son pocos los problemas éticos que plantean actualmente las diferentes
técnicas de reproducción asistida (TRA) existentes y este abanico de dilemas éticos
parece ampliarse cuando se recibe información sobre los caminos que, con diferentes
intereses, se intentan abrir con posibles futuras vías de experimentación embrionaria.
Desde 1978, año en que se produjo el nacimiento de Louise Brown, la primera
"bebé probeta" como resultado de una fecundación obtenida in vitro, son ya más de
100.000 los nacidos, sólo en EEUU, mediante las diferentes técnicas de reproducción
que han ido surgiendo (FIV, GIFT, DIRGAT, PZD, SUZI, ICSI, etc) siempre en un
intento progresivo de obtener un embarazo al filo de lo imposible en casos de
infertilidad o subfertilidad no solucionables con las técnicas preexistentes. Esta
situación ha propiciado también la aceptación social de métodos de reproducción
artificial ya conocidos, como la inseminación artificial, intraconyugal o mediante
donación de gametos, que anteriormente no gozaban de la misma consideración.
Sin embargo, este balance de lo que cabría considerar como uno más de los
grandes avances tecnológicos de la medicina del siglo XX, se ha visto rodeado de
polémica desde su inicio, debido, entre otras objeciones, a las connotaciones que rodean
el lograr la concepción de nuevas vidas humanas a expensas de provocar la pérdida de
otras en el camino.
En contrapartida, es evidente que el desarrollo de las TRA responde a
motivaciones loables. Estas técnicas ofrecen a muchas parejas la posibilidad de procrear
unos hijos que alteraciones genéticas, congénitas o secundarias a diversas patologías
adquiridas, parecen imposibilitar. Los deseos de paternidad y de maternidad resultan no
sólo comprensibles sino merecedores del más digno reconocimiento, sobre todo si se
pretende ofrecer a ese futuro hijo el contexto afectivo adecuado a su armónico
desarrollo, como es lo habitual. Sin embargo, la reivindicación de ese deseo de procrear
no puede ser considerado como un derecho absoluto desvinculado del respeto a la
dignidad del nuevo ser que se quiere engendrar. El hijo no deberá, en ningún caso, ser
considerado como un posible objeto de mera autoafirmación de los padres. No existen
derechos de los padres sobre los hijos, al igual que no existen derechos de unas
personas sobre otras personas para beneficio propio. Lo que sí existen son deberes de
los padres hacia los hijos, considerados éstos en las legislaciones de los países
desarrollados como individuos desvalidos, fácilmente vulnerables, a los que la sociedad
tiene la obligación de proteger. Este cambio de concepto, considerar el bien potencial
del futuro ser engendrado y no sólo el de los padres, como parte del bien que se quiere
lograr al trabajar en reproducción asistida, es fundamental para entender aspectos
importantes de la valoración ética que conlleva el recurso a estas nuevas tecnologías.
Nuevos desafíos
Mientras que en la época de inicio de las TRA este trabajo parecía involucrar
preferentemente a biólogos y ginecólogos, dejando para el urólogo únicamente el papel
de buscar un posible diagnóstico de infertilidad masculina susceptible de tratamiento
quirúrgico, actualmente la posibilidad de obtención de espermatozoides a nivel
deferencial, epididimario o testicular para ser empleados en técnicas de ICSI posibilita
una mayor implicación de urólogos con dedicación preferencial a la infertilidad en las
nuevas unidades de reproducción asistida. Por otra parte, la biopsia testicular, que antes
únicamente cumplía un papel diagnóstico, ahora permite también la extracción de
espermatozoides incluso en determinados casos de azoospermia secretora, ya que se ha
demostrado que es posible hallar algún área del testículo con una mínima producción
espermática, independientemente de que se trate de un síndrome de sólo células de
Sertoli, un Klinefleter o una detención de la maduración de la espermatogénesis. La
obtención espermática en estos casos se realiza bajo anestesia local, extrayendo uno o
varios fragmentos de pulpa testicular que son depositados en un recipiente conteniendo
el medio de cultivo apropiado. Entre los espermatozoides recuperados se seleccionan
los que poseen una cierta motilidad y forma adecuada para ser inyectados en el óvulo.
Las parejas en las que fracasa este primer ciclo de transferencia pueden conseguir la
gestación en otro ciclo mediante la transferencia de embriones criopreservados o
mediante una nueva ICSI con espermatozoides criopreservados (1).
Esta colaboración por parte de la urología en el proceso de la reproducción
asistida podría ser considerada como una colaboración meramente instrumental,
desvinculada de la intencionalidad y de los resultados del resto del proceso, lo que es
difícil de defender, o ser entendida como parte integrante y constitutiva del proceso en
sí mismo. En el primer caso se hablaría de cooperación material en términos de ética
clásica y en el segundo, de cooperación formal, siendo diferente la responsabilidad que
se le supone al sujeto de la acción según el término desde el que se juzgue.
Esta consideración es claramente relevante ya que no todas las TRA tienen la
misma finalidad, -conseguir proporcionar un hijo a una pareja infértil-, ni utilizan los
mismos medios en su desarrollo técnico, por lo que el juicio ético correspondiente
puede ser absolutamente diferente. Así, no parece lo mismo obtener espermatozoides
para inducir una fecundación en una mujer viuda en edad menopáusica que para lograr
dicha gestación en una pareja infértil. ¿Puede defenderse que sí es lo mismo?, ¿es lícito
cerrar los ojos al destino de los embriones que van a ser implantados?, ¿debe recibir el
mismo juicio ético nuestra cooperación si la finalidad de la fecundación conseguida
resulta ser su implantación en el útero de una mujer que previamente ha acordado donar
el hijo a la madre genética del mismo, con la que está emparentada y la cual, por un
problema uterino, no puede llevar a cabo la gestación?. En este último caso planteado
se podría hablar incluso de responsabilidad legal ya que dicho supuesto, al igual que el
de la maternidad subrogada o “de alquiler”, está prohibido en varias legislaciones
europeas, incluyendo la nuestra.
Fecundación postmortem
Una situación nueva en la que nos podemos ver involucrados los especialistas en
Urología es la solicitud de extracción de esperma de un individuo fallecido para
utilizarlo posteriormente en un intento de lograr una fecundación. Se han descrito varios
métodos para esto, incluyendo la excisión quirúrgica del epidídimo (2) y la irrigación y
aspiración espermática del conducto deferente (3). En varias de estas situaciones puede
no existir consentimiento verbal ni escrito del fallecido para la obtención de su esperma
con esta finalidad, lo que amplía el número de interrogantes éticos: ¿Es la reproducción
postmortem éticamente justificable?, ¿es válido realizarla cuando no existe
consentimiento previo del sujeto fallecido?, ¿debe haber algún tipo de restricciones de
parentesco sobre la persona que puede ser inseminada?, ¿qué parentesco legal tiene el
hijo concebido postmortem con el fallecido y qué derechos sobre su herencia?, ¿cuánto
tiempo deberá ser mantenido almacenado este semen?. Las posibles intentos de
respuesta a todas estas preguntas claramente requerirían un espacio más amplio que el
aquí es posible.
Sin embargo, quizás los dos puntos más relevantes en este caso de discusión
sean el respeto al bienestar del hijo concebido y la interpretación de los deseos del
sujeto fallecido. Ambos son conceptos difíciles de dilucidar razonablemente. En primer
lugar, respecto a los intereses del futuro hijo, el posible daño sería el de una orfandad
parcial programada. Esta situación es comparable a la de multitud de niños nacidos o
criados en familias en las que uno de los dos progenitores ha fallecido. ¿Es de algún
modo previsible que esos niños vayan a sufrir un deterioro psicológico mantenido en su
vida de relación posterior?, ¿qué graves secuelas les ocasionará ello en su vida afectiva
sexual o de amistad?. La realidad es que ninguna grave tara psicológica puede ser
inferida a priori en esas situaciones. Evidentemente, no es una situación ideal, pero la
vida real está llena de situaciones nada ideales (problemas de salud de los padres,
accidentes, conflictos económicos, conflictos conyugales). A modo de ejemplo,
tampoco es lo más deseable nacer en una familia con bajos ingresos económicos y, sin
embargo, no parece que nadie defienda desde un punto de vista ético negar el acceso a
la reproducción asistida a parejas por debajo de un cierto nivel económico. Por tanto, el
posible daño psicoafectivo para los nacidos postmortem debería ser considerado, como
mínimo, un argumento no validado por la experiencia común (4).
Respecto a la interpretación de la voluntad del fallecido, algunos han objetado a
la idea de que sería imprescindible la existencia de un consentimiento explícito previo
del paciente antes de su muerte, que "el fallecido ya no tiene intereses" (5). En
contestación a esto, hay una importante razón por la que deberíamos actuar de acuerdo
con los deseos del paciente cuando estaba vivo: En concreto, se considera irrespetuoso
hacia los difuntos actuar con sus cuerpos en contra de la voluntad que ellos previamente
han expresado. Por ejemplo, extraer órganos para trasplante a un paciente que se había
negado a esta posibilidad en vida es éticamente implanteable.
Estas consideraciones hacen sugerir que la extracción de esperma postmortem
sin manifestación previa de la voluntad del paciente podría ser aceptable inicialmente
sólo en algunos casos. Por una parte, se debería constatar que la persona fallecida no se
hubiese manifestado en contra de esta opción. Después, la solicitud de extracción
debería provenir de la esposa, con quien el fallecido se supone que mantenía una
situación de afectividad estable afianzada por un reconocimiento legal. Por último,
lógicamente, el móvil de esta actuación sería aportar el deseado soporte emocional a
una mujer en la dolorosa situación de pérdida de la persona amada (6). En radical
oposición a estas opiniones, ahondando en las repercusiones legales de estas
actuaciones, se ha afirmado que para determinar si debe realizarse o no la extracción,
los urólogos deben limitar cualquier extracción de esperma a peticiones expresas,
documentadas por escrito, del fallecido (7). Por tanto, el debate sobre estos casos parece
complejo y necesitará una serena discusión en el futuro.
Responsabilidad de la cooperación
Volviendo al tema, antes apuntado, de la responsabilidad ética de nuestra
posible colaboración activa (extracción de espermatozoides de la vía deferencial, del
epidídimo o o del propio testículo), en las técnicas de reproducción asistida, se debería
recordar que existen situaciones en las que puede haber un conflicto de intereses entre
el deseo de los padres y el bien del hijo. Piénsese por ejemplo en el teórico caso de una
"maternidad de alquiler" encargada por un varón infértil con antecedentes psiquiátricos
que desea que con sus espermatozoides, obtenidos necesariamente del testículo, sea
inseminada una mujer con la correspondiente compensación económica. Esta situación
no es inverosímil ya que una mujer sola, sin pareja, sí puede legalmente solicitar
reproducción con donación de gametos masculinos. Sería demasiado simplista pensar
que nuestra actuación puede ser considerada meramente instrumental, como si fuéramos
agentes morales sin responsabilidad ética o sin un juicio propio sobre lo deseable o lo
indeseable de dichas decisiones. No es defendible dicha postura de abstencionismo
ideológico sobre las decisiones ajenas cuando para que éstas puedan realizarse
necesitan obligadamente nuestra colaboración. Es más lógico pensar que las personas
que pudieran colaborar en esa fecundación asistida tienen cada una su propio juicio
ético sobre su actuación y, por tanto, deberán actuar en conciencia. Esto implica no
buscar la opción más cómoda o más apetecible sino pensar en las consecuencias de las
propias acciones.
Se puede intentar eludir la propia responsabilidad amparándose en el respeto a la
autonomía de los pacientes. Sin embargo, el principio o postulado ético básico de
"autonomía", definido como el respeto a las libres decisiones del paciente, quizás ha
sido sobredimensionado respecto a su validez por la bioética predominante en el mundo
anglosajón. De hecho, en los conflictos éticos que se plantean en el campo de la
reproducción asistida no se ha demostrado demasiado útil, ya que aquí las decisiones
supuestamente privadas de los pacientes afectan siempre, en menor o mayor medida a
un tercero: el no nacido. No son infrecuentes, como afirma Engelhardt (8), los debates
sobre temas relacionados con el ámbito de la reproducción en los que, aplicando el
mencionado principio de autonomía de los posibles progenitores se oculta que con
diversas actuaciones se puede lesionar la vida del no nacido o es considerado
irrelevante el valor ético de esa vida, magnificando los motivos que llevarían a
eliminarla, o se olvidan expresamente los datos científicos de que dispone la biología
respecto del desarrollo embrionario.
De otra parte, el médico está obligado a defender también su independencia
moral y técnica, de manera que también a él se le asegure esa libertad de la conciencia,
sin la que muy difícilmente podría cumplir satisfactoriamente con los fines de su
profesión. Esto quiere decir que la Bioética debe estar fundamentada sobre la
conciencia y no sobre los deseos del propio yo.
La responsabilidad de la información
Se suele afirmar que no existe verdadera libertad sin una información veraz.
Esto es especialmente válido en lo que respecta a las intervenciones de reproducción
asistida y al `consentimiento informado´ que, basado en postulados éticos desarrollados
primeramente en EEUU en el siglo XX durante la década de los 70, se ha extendido de
modo progresivo entre nosotros y en los países de nuestro entorno cultural.
En esta línea de argumentación, se situaría el deber del especialista en Urología
de informar sobre diversos aspectos de las TRA antes de remitir a la pareja al Centro de
Reproducción Asistida correspondiente. No se debería olvidar que actualmente la
situación sanitaria de nuestro país ha llevado a que, según el 1er informe de la Comisión
Nacional de Reproducción Humana Asistida (9) , del total de centros autorizados para
realizar estas técnicas, sobre 114 centros existentes en 1998, sólo 15 eran centros
públicos perteneciendo el número restante al ámbito privado. Adicionalmente, de estos
centros autorizados un alto porcentaje (37%) están situados en las Comunidades
Autónomas de Cataluña y Madrid, las cuales, por su parte, agrupan sólo alrededor de la
cuarta parte de la población española. Esta distribución territorial irregular, según el
informe de la citada Comisión, puede tener consecuencias no evaluadas sobre el acceso
a este tipo de técnicas por parte de los residentes en diferentes lugares del territorio
español. Por todo esto, puede considerarse conveniente que la pareja infértil que ha sido
atendida ya en una consulta de Urología deba tener cierta información antes de ser
remitida a un Centro de Reproducción Asistida. Esto le permitirá poder tomar sus
propias decisiones con unas expectativas realistas.
En concreto, una información completa "será responsabilidad del equipo médico
y de los responsables del centro o servicios sanitarios donde se realicen" (Ley 35/88
Art. 2.2 y Art. 7.2), incluyendo indicación del tratamiento, técnica a realizar, duración
del proceso, fracasos posibles en cada etapa del tratamiento, complicaciones
previsibles, tasa de gestaciones y problemas del embarazo y en los recién nacidos con
cada técnica, aspectos legales, aspectos económicos, observaciones particulares de cada
pareja y alternativas si falla el tratamiento elegido (10).
Por nuestra parte, desde la consulta de Urología, una información inicial podría
considerarse suficiente abarcando tres tipos de aspectos:
A) Aspectos técnicos
B) Aspectos éticos
C) Costes económicos
ASPECTOS TECNICOS
Respecto a los aspectos técnicos, se debería informar que la frecuente práctica
de transferencia de 3 o 4 embriones por ciclo da como resultado uno de los principales
inconvenientes de la FIV y de otras formas de TRA como, por ejemplo, la ICSI: el
riesgo de gestaciones múltiples. La incidencia de embarazos gemelares y de trillizos es
de por lo menos 20 y 2% respectivamente, en los embarazos por FIVTE mientras que
en los embarazos espontáneos esta incidencia es del 0.7 y del 0.01% respectivamente.
(11, 12). De hecho, algunos estudios informan un índice de gestaciones múltiples aún
mayor en los embarazos por FIVTE estimándose, según Palermo (13), índices de
gestaciones múltiples de más del 40% con la ICSI. Como es bien sabido, estos
embarazos multifetales entrañan adicionalmente importantes riesgos para la madre,
entre ellos un aumento en la incidencia de pre-eclampsia, placenta previa y abruptio
placentae (14).
Por otra parte, la estimulación hormonal utilizada para conseguir que los ovarios
produzcan múltiples folículos en cada ciclo ovulatorio se consigue a costa de varias
complicaciones potenciales. Entre ellas quizás la más temible sea el síndrome de
hiperestimulación ovárica en hasta el 4% de los casos. Este puede presentarse como una
peritonitis a causa de la rotura de los folículos y hemorragia junto con un estado de
hipercoagulabilidad que puede dar lugar a acontecimientos tromboembólicos (15). El
deber de información sobre esta complicación se encuentra recogido en el 1er Informe
de la Comisión Nacional de Reproducción Asistida.
Adicionalmente, quizás una de las informaciones que más valoran las parejas es
el índice de éxitos esperable con cada técnica. La CNRHA discrimina entre el % de
éxito esperable en base a los datos de la literatura científica, dependiendo de las causas
de la infertilidad, y las posibilidades de éxito en cada centro en particular especificando
que la baja calidad del semen disminuye considerablemente las posibilidades de éxito
en algunas de las técnicas utilizadas. Esto hará que la información sea completamente
veraz, refiriendo estas tasas de éxito no sólo a la posibilidad de conseguir un embarazo
sino de conseguir un embarazo a término que, en definitiva, es lo único que realmente a
las parejas infértiles.
ASPECTOS ETICOS
Son varios los aspectos que pueden interesar a la ética de las parejas infértiles.
En definitiva, son los mismos temas que interesan a la opinión pública de la sociedad en
general:
1.
Posible daño a los hijos
Este apartado reviste una doble consideración. En primer lugar, el temor a la
aparición de un posible daño físico en el desarrollo fisiológico de los nacidos parecería
estar justificado por el sentido de estar alterando la propia selección natural de la
especie. Las observaciones de seguimiento de los nacidos mediante TRA indican que
no hay un mayor riesgo de malformaciones congénitas, que se sitúa alrededor de un
2.6% (16), no significativamente diferente del esperable en los embarazos espontáneos
ya que las anomalías específicas observadas en niños nacidos de ICSI parecen estar más
bien relacionadas con la prematuridad y los embarazos múltiples (94 ). Sin embargo, el
índice de alteraciones genéticas, sobre todo a expensas de las aneuploidias ligadas a los
cromosomas sexuales, sí es un 1% superior al observable en los embarazos naturales
(17). El desarrollo físico de los niños de ICSI es normal y el desarrollo mental no
parece ser diferente al de la población general, aunque existe algún estudio discordante
sobre el desarrollo psicoevolutivo de estos niños al año de edad (18) por lo que esta
afirmación está aún pendiente de estudios más amplios (19). Finalmente, habría que
considerar el riesgo de transmisión de infertilidad en los niños varones descendientes de
padres infértiles con microdelecciones del cromosoma Y supuestamente originario
asimismo de infertilidad masculina.
En otro orden, se situarían las consideraciones derivadas del posible trastorno
psico-afectivo originable en niños nacidos a traves de reproducción asistida en
situaciones de obligada orfandad parcial, tales como las provocadas por la inseminación
postmortem, la reproducción artificial en mujeres en edad menopáusica o, simplemente,
la inseminación en mujer sola, ya enunciadas anteriormente. Estas situaciones no están
permitidas en varias legislaciones europeas (20) debido, precisamente, a la
consideración de que una ley, promulgada en beneficio de las personas, no debe
propiciar ni promover situaciones a priori indeseables, tales como nacer con una
carencia afectiva paterna o materna.
2.
Conflictos afectivos entre padres referenciales y padres biológicos
Este tipo de situaciones suele ser el resultado de la llamada maternidad
subrogada o maternidad de alquiler. Su aprobación se ha desestimado en nuestro
ordenamiento jurídico por considerar que se estaría comerciando con la vida humana,
en concreto, con el embrión fruto de esos embarazos y con el cuerpo de la mujer que se
presta a llevar adelante esa gestación sin vinculación afectiva con el feto. Las supuestas
"compensaciones económicas" en países como Inglaterra, en los que estas situaciones
están admitidas legalmente, simplemente parecen ser la cobertura legal para realizar
pagos, encubiertos bajo la capa de altruismo de las mujeres gestantes de los llamados
“bebés de encargo”. En el otro extremo se situarían los embarazos de mujeres
emparentadas, en las que una de ellas no puede llevar a cabo una gestación y una mujer
familiar de ésta asume altruistamente dicha gestación. Se argumenta en contra de esta
posibilidad el previsible daño psicológico que puede ocasionarse al niño así nacido y,
de hecho, no parece que una ley deba obligar a nadie a nacer con dos madres biológicas,
la genética y la gestacional, aparte de las consideraciones, que resultan imprevisibles,
sobre los lazos de afectividad -rechazo o deseo de posesión- que se puedan crear entre
la madre gestante y el feto, genéticamente ajeno, durante el prolongado periodo del
embarazo.
3. Comercialización de la vida humana
Ya que las legislaciones vigentes sobre la venta y el comercio de tejidos y
órganos para trasplantes no se extienden a los embriones, se ha postulado que se
deberían desarrollar normativas de aplicación concreta en este sentido (21, 22). Si, por
el contrario, se decidiera compensar económicamente de algún modo a las parejas que
aceptan donar sus embriones "excedentes" a otras parejas infértiles , ya que aquellas
han soportado una serie de gastos e incomodidades en su intento de lograr
descendencia, precisamente gracias a lo cual el proceso de adopción de embriones
resulta ser menos costoso, esto implicaría con más razón aún el establecimiento de una
normativa que evite dar lugar a un comercio sumergido de la vida humana. Por todo
ello, si se plantea y acepta una posible donación de embriones, ésta debería ser realizada
primeramente al centro sanitario correspondiente, guardando los criterios de donación
no lucrativa. Una vez guardada esta premisa, el centro en cuestión quedaría en libertad
de actuación para proceder a una implantación de embrión procedente de pareja donante
anónima.
4. Destrucción de vidas embrionarias
Sin tener en cuenta la existencia de un profundo debate constatable a nivel
biológico, ético y jurídico, en nuestro entorno cultural y político y en nuestro propio
país, sobre cual es el momento en que comienza la vida humana, la ley de
Reproducción Humana Asistida 35/1988 tomó partido unilateralmente por las hipótesis
que otorgan esta cualidad al momento de anidación del embrión en el útero materno,
alrededor del 14 día que sigue a la fecundación. Incomprensiblemente, de este modo,
una ley que debería tener en cuenta diferentes puntos de vista científicamente
defendidos si quería conseguir un cierto consenso social, ha quedado marcada por un
tinte ideológicamente sesgado que, desde un punto de vista ético, tendría que ser
eliminado en futuras redacciones en caso de que se decida su modificación para lograr
el deseable consenso social.
No es ésta una cuestión únicamente de terminología o de eclectismo legislativo.
Si, como es obvio para todos, se admite que hay diferentes argumentos (genéticos,
embriológicos y de biología celular), con el correspondiente respaldo social, que
apoyan también la hipótesis de que el momento inicial de la vida humana coincide con
el momento de la fecundación, el estado de duda, rechazando actitudes dogmáticas,
debe llevar a respetar en todo momento al organismo biológico en desarrollo que
pertenece a la especie humana, se le otorgue o no jurídicamente el estatuto de "persona"
en base a posibles derechos patrimoniales. En las posibles actuaciones sobre la vida
embrionaria, -reducción embrionaria post-implantación, congelación, etc-, que la pareja
progenitora debe conocer y aceptar, al no existir consenso ético sobre el concepto de
embrión preimplantatorio como ser humano en desarrollo o como ser humano ya
configurado, dichas actuaciones suponen admitir la posibilidad de estar manipulando,
destruyendo o dañando seres humanos en el periodo más vulnerable de su existencia, el
del inicio de su desarrollo biológico.
5. Instrumentación de embriones
Adicionalmente, las parejas deben conocer cual va a ser el destino de sus
embriones, una vez lograda la fecundación, si se les propone su congelación, y poder
decidir, en base a sus propios criterios éticomorales, el número de ovocitos a ser
extraídos y fecundados por ciclo. Debido al previsible problema ético que, de hecho,
plantea la situación de un excesivo número de embriones congelados que los padres no
desean posteriormente que les sean implantados, la criopreservación embrionaria no
está aprobada legalmente en países como Alemania o Austria.
Se considera especialmente preocupante la cuestión sobre el posible destino para
fines de investigación de los embriones congelados considerados sobrantes en los
Bancos de preembriones. A este respecto, es obligado recordar que el Convenio relativo
a los Derechos Humanos y la Biomedicina aprobado por el Consejo de Europa y
ratificado por España el 4 de Abril de 1997, en su artículo 18, claramente dictamina:
"Cuando la experimentación con embriones in vitro esté admitida por la ley (de un
estado miembro) ésta deberá garantizar una protección adecuada del embrión".
Adicionalmente "se prohíbe la constitución de embriones humanos con fines de
experimentación". Este criterio debería ser respetado en cualquier adaptación o reforma
de la legislación vigente que se proponga en nuestro país.
ASPECTOS ECONOMICOS
Evidentemente, el coste de cualquier técnica de reproducción va a depender de
si se consigue el éxito en el primer ciclo o si se van a requerir intentos repetidos durante
varios ciclos. A esto habría que sumar los costes las pruebas asociadas, las posibles
complicaciones, las jornadas de trabajo perdidas, los desplazamientos, etc. Como
aproximación meramente estimativa, en un estudio europeo el coste por alumbramiento
después de 3 meses de inseminación intrauterina se estimó en 8 veces menor que el
coste de FIV convencional durante el mismo periodo. Respecto a la comparación con
la ICSI la inseminación fue 5 veces menos costosa en términos de coste por parto,
debido a los índices de éxito más altos de la ICSI en la infertilidad idiopática por factor
masculino (23).
A todo esto habría que añadir que, debido al aumento de la morbilidad en los
neonatos, las gestaciones múltiples representan un importante "coste oculto" de la
reproducción asistida. Se ha informado que una gestación de gemelos añade un coste
extra de 20.000 dólares por parto, mientras que una gestación de trillizos supondría
unos 200.000 dólares adicionales (24).
Conclusión
Las técnicas de reproducción asistida han abierto un camino insospechable hace
algunos años en el tratamiento de la infertilidad. Quedan aún bastantes aristas éticas que
pulir en algunas de las solicitudes de reproducción que se están ya planteando para no
caer en la realización de "bebés a la carta", asegurando unos mínimos para que no
existan carencias psicoafectivas en los nacidos mediante estas técnicas. Consideraciones
al margen, como las derivadas de la reducción embrionaria o la congelación de
embriones sin esperanza de ser implantados, serán dilucidadas definitivamente cuando
se establezca de un modo consensuado el estatuto jurídico del embrión, definiendo
desde cuando éste es persona y, por tanto, sujeto de derechos. Esta cuestión básica es
difícil que se resuelva sin considerar el código genético como referencia.
El papel de los urólogos, que hasta ahora podía ser considerado como marginal
en este ámbito, puede adquirir una mayor protagonismo debido al desarrollo de nuevas
técnicas como la ICSI, con la obtención de espermatozoides de la vía deferencial, la
aspiración espermática epididimaria o la extracción de espermatozoides testiculares.
Las dificultades, no ya técnicas, sino surgidas de zonas éticas fronterizas obligarán a
que cada urólogo implicado se plantee la trascendencia de sus actuaciones. En cualquier
caso, nunca se deberá perder de vista que en la procreación entran en juego dos
importantes tipos de valores de la existencia humana: el valor y la dignidad de la
persona que puede llegar a la existencia y el valor de la dignidad de las personas que,
compartiendo la actividad sexual, desean ver cumplidos sus deseos de paternidad.
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