tema: principios y derechos de la función

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TERCERA SEMANA
TEMA: PRINCIPIOS Y DERECHOS DE LA FUNCIÓN
JURISDICCIONAL CONSAGRADOS EN LA
CONSTITUCIÓN (III).
PRESENTACIÓN
En esta semana, se abordarán los principios o derechos.de la
función jurisdiccional referidos la motivación escrita de las
sentencias, la gratuidad de la administración de justicia y la
independencia del juez.
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SUB-TEMA 1: LA MOTIVACIÓN ESCRITA DE LAS
SENTENCIAS.
PRESENTACIÓN
Otro de los principios de la función jurisdiccional consagrado
en la Constitución es el de la motivación escrita de las sentencias
(art. 139, inc. 5), que configura una exigencia al magistrado basada
en la necesidad de emitir pronunciamientos objetivos y sustentados
sólidamente en razones jurídicas al resolver los conflictos.
Vinculados con este principio, surgen de inmediato dos
aspectos: el defecto y la deficiencia normativas, que alude a la
existencia de normas dudosas que requieren ser interpretadas y de
lagunas jurídicas que requieren ser integradas, en el contexto de la
obligación ineludible del juez de emitir un pronunciamiento final; y, el
principio "iura novit curia", que supone que el juez conoce el
ordenamiento jurídico y aplica la norma adecuada para resolver los
conflictos con arreglo a Derecho.
PREGUNTAS-GUÍA:
¿Toda resolución judicial en cualquier instancia debe ser
motivada?
¿En qué consisten el defecto y la deficiencia normativas?
c)
¿Qué tipo de acción debe adoptar el magistrado ante el
defecto y la deficiencia normativas?
d) ¿Qué es el principio lora novit curia?
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1.5.- LA MOTIVACIÓN ESCRITA DE LAS SENTENCIAS.
El artículo 139, numeral 5 de la Constitución dispone
textualmente lo siguiente:
"Son principios y derechos de la función jurisdiccional... La motivación
escrita de las resoluciones judiciales en todas las instancias, excepto
los decretos de mero trámite, con mención expresa de la ley aplicable
y de los fundamentos de hecho en que se sustentan".
Este postulado de la función jurisdiccional es consecuencia
de otro principio también de rango constitucional, previsto en el
artículo 139, numeral 4•de la Carta Magna en los siguientes términos:
"Son principios y derechos de la función jurisdiccional... La
publicidad en los procesos, salvo disposición contraria de la ley.
Los procesos judiciales por responsabilidad de funcionarios
públicos, y por los delitos cometidos por medio de la prensa y los
que se refieren a derechos fundamentales garantizados por la
Constitución, son siempre públicos".
La publicidad, en los procesos judiciales es, a su vez, derivación
de pautas de la teoría general del proceso como los principios de
oralidad e inmediación. Las partes deben estar en contacto directo
con el juez a través de actos procesales preferentemente realizados
con la presencia de aquéllas. La publicidad en los procesos judiciales
viabiliza el control social de los mismos, mediante la cobertura de la
actividad jurisdiccional realizada por los medios de comunicación
(QUIROGA LEÓN, 1989: p. 313).
El artículo 10 de la Ley Orgánica del Poder Judicial también
consagra el principio de publicidad al establecer que:
"Toda actuación judicial es pública, con las excepciones que la
Constitución y las leyes autorizan.. Tienen el mismo carácter los
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registros, archivos y copias' de los actuados judiciales fenecidos
que se conserven, de acuerdo a ley. Toda persona debidamente
identificada puede acceder a los mismos para solicitar su estudio
o copia certificada, con las restricciones que establece la ley.
Cualquier decisión judicial, recaída en un proceso fenecido, puede
ser objeto de análisis y crítica, con las limitaciones que
expresamente la ley señala".
Pues bien, la publicidad en los procesos judiciales permite que
sus principales consecuencias, las sentencias, puedan ser materia
de análisis y crítica. Esta libertad para evaluar el contenido de los
fallos tiene inclusive consagración a nivel constitucional. El artículo
139, numeral 20 de la Carta Magna señala que:
"Son principios y derechos de la función jurisdiccional... El principio
del derecho de toda persona de formular análisis y críticas de las
resoluciones y sentencias judiciales, con las limitaciones de ley".
Al ser pasibles las sentencias de análisis y crítica públicas,
indudablemente deben tener un contenido justificado jurídicamente
de manera impecable. Por ello, la Ley de Leyes dispone la necesidad
de su motivación. Pero, no sólamente se exige esta garantía en
función a la necesidad de preservar el prestigio de la judicatura, sino
también con el objeto de desarrollar un rol pedagógico, pues las
sentencias deben ser accesibles a las grandes mayorías por -su
claridad y simplicidad. Al aplicar el Derecho cotidianamente, los
jueces deben enseñar a la población cuáles son sus derechos y
obligaciones (RUBIO CORREA Y BERNALES BALLESTEROS,
1985: pp. 417-418). Para ello se apela al principio de la justicia
profesional, en virtud del cual los jueces son iusperitos que estan en
capacidad de aplicar adecuadamente el Derecho, demostrando una
alta especialización (QUIROGA LEÓN, 1989: p. 315).
Además, es posible contextuar al principio de publicidad dentro
del debido procesó legal (Ibid.), pues resulta indispensable que el juez
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precise con nitidez los motivos por los cuales acogió la pretensión
procesal de una de las partes y desestimó los argumentos de la otra.
Sin embargo, el artículo 12 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial establece lo siguiente:
`Todas las resoluciones, con exclusión de las de mero trámite, son
motivadas, bajo responsabilidad, con expresión de los
fundamentos en que se sustentan, pudiendo éstos reproducirse
en todo o en parte sólo en segunda instancia, al absolver el grado".
Esta norma exonera al magistrado de la obligación de
fundamentar debidamente las razones de la confirmatoria. Por decir
lo menos, esta norma resulta polémica frente al mandato
constitucional de la motivación de las resoluciones judiciales en todas
las instancias, salvo los decretos de mero trámite.
Además, podría cuestionar también el principio de la pluralidad
de la instancia (Const., art. 139, num. 6) y el derecho de defensa (Const.,
art. 139, num. 14). Cuando un litigante apela de una sentencia debe
fundamentar las razones que determinan su disconformidad con el
pronunciamiento del juez. Ello compromete a la instancia superior a
evaluar tales razones y, si opta por confirmar el fallo inicial, detallar en la
resolución respectiva cómo ha descartado las razones invocadas por
el apelante. Si no se obra de esta forma, el litigante no cuenta con las
explicaciones jurídicas suficientes del porqué carece su pretensión
procesal de asidero total o parcialmente, legítima expectativa que está
en el sustrato del principio de la doble instancia y el derecho de defensa.
En tanto el principio de la motivación escrita de las sentencias
propugna un adecuado razonamiento jurídico y la coherencia interna
en los resultados del trabajo del juez, asoman dos temas
estrechamente vinculados con tal objetivo: el defecto y la deficiencia
normativas, que aluden a la existencia de normas dudosas que
requieren ser interpretadas y, de lagunas jurídicas que requieren ser
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integradas, respectivamente, en el contexto de la obligación ineludible
del juez de emitir un pronunciamiento final; y, el principio jura novit
curia, que supone que el juez conoce el ordenamiento jurídico y aplica
la norma adecuada para resolver los conflictos con arreglo a Derecho.
Abordar estos contenidos temáticos permitirá contar con una
visión integral de los pilares básicos que sustentan una adecuada
motivación de las sentencias.
1.5.1.- El defecto y la deficiencia normativas frente a la
obligación de administrar justicia.Hay quienes consideran que la norma jurídica es toda regla de
conducta cuyo fin es el cumplimiento de un precepto legal
(CABANELLAS, 1979: p. 566). El enunciado "precepto legal" nos
conduce a pensar en la ley que, aún en su sentido material, nos
circunscribe a toda norma emanada de un órgano estatal. Así,
dejaríamos de lado a las normas jurídicas positivizadas atípicamente,
como el convenio colectivo, el reglamento interno de trabajo o la
norma consuetudinaria.
De manera que, sería más apropiado enunciar genéricamente
que toda norma jurídica, es una regla de conducta de acatamiento
obligatorio, haya sido originada autónoma (emitida por órgano
estatal) o heterónomamente (emitida por sujetos particulares, como
las mencionadas al final del párrafo anterior).
En esa medida, cuando hablamos de una regla de conducta
de acatamiento obligatorio, nos referimos a una pauta que cumple
con las siguientes características: abstracción, generalidad,
impersonalidad y permanente fuerza vinculante (ENTRENA
CUESTA, 1986: p. 136).
La abstracción supone una valoración hipotética de conductas
(DE LA VILLA, 1983: p. 10). Es decir, la norma jurídica tiene una
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construcción lógica ideal fundada en que, si ocurre el supuesto de
conducta, deviene inexorablemente la aplicación de la consecuencia
o mandato, en virtud a la obligatoriedad de toda regla de derecho.
Inmediatamente después desarrollaremos lo concerniente a la
estructura lógica de la norma jurídica.
La generalidad supone una pluralidad indeterminada de
destinatarios (Ibid.) o, en todo caso un colectivo o grupo social
determinado. La impersonalidad alude a que las normas jurídicas
son mandatos sobre conductas (Ibid.) y no sobre sujetos concretos.
Finalmente, la permanente fuerza vinculante, alude al acatamiento
de la norma en más de una oportunidad. Esta característica es útil
para distinguir la norma jurídica de determinados actos
administrativos que, a pesar de ser generales, abstractos e
impersonales, no llegan a ser normas. Tal es el caso, por ejemplo,
de la convocatoria para un concurso público que, una vez realizado,
pierde eficacia jurídica. En cambio, toda norma jurídica conserva
dicha eficacia hasta su derogatoria, así los fines para los cuales fue
creada hayan desaparecido (ENTRENA CUESTA, 1986: p. 137).
Ahora bien, las características enunciadas, inherentes a toda
norma jurídica, determinan que ésta presente una estructura que
permita identificar y poner en práctica aquéllas: la construcción lógica
ideal de la norma jurídica. Así, la norma jurídica es un mandato de que
a cierto supuesto debe seguir lógico jurídicamente una consecuencia,
estando tal mandato respaldado por la fuerza del Estado para su
eventual incumplimiento (RUBIO CORREA, 1985: p. 77).
Entonces, la norma jurídica sigue la estructura de una
proposición implicativa "supuesto-consecuencia". Es decir, si se
configura el supuesto en la realidad, debemos aplicar la
consecuencia. El supuesto es la conducta o fenómeno fáctico que
ocurre en la realidad y, la consecuencia es la calificación jurídica de
aquélla en virtud a las implicancias que el Derecho le reserva.
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Pero, justamente el carácter abstracto de la norma jurídica, que
determina la construcción lógica ideal apuntada, trae a veces
problemas concretos de aplicación. Evidentemente, la riqueza factual
de la vorágine de la realidad, que produce hechos por demás
distintos y variados, no permite ser aprehendida en su totalidad por
la perspectiva previsora del creador normativo. De manera que, hay
hechos que pueden desbordar a la norma jurídica, no estando
previstos en ella o estándolo de un modo oscuro y confuso. Es en
estas dificultades, que desmienten una aplicación mecánica inefable
del Derecho, que vamos a centrar nuestra atención.
Tales situaciones configuran hipótesis de incapacidad de
cobertura o cobertura imperfecta de la realidad por la norma jurídica,
que se sistematizan en el defecto y la deficiencia normativas. Por
defecto normativo se entiende la insuficiencia de las normas
existentes para regular claramente los fenómenos factuales. Mientras
que, la deficiencia normativa alude al vacío, ausencia o inexistencia
de norma alguna para regular la realidad concreta que, se conoce
como "laguna del Derecho" (Ibid., p. 141). Las soluciones que la teoría
general del Derecho plantea para el defecto y la deficiencia
normativas son la interpretación y. la integración jurídicas,
respectivamente (Ibid., pp. 221 y ss.).
Veamos si este esquema teórico tiene correlato en el
ordenamiento jurídico actualmente vigente. Para ello, analizaremos
la Constitución, el Código Civil, el Código Procesal Civil, la Ley
Orgánica del Poder Judicial y la Ley Orgánica del Ministerio Público.
El artículo 139, numeral 8 de la Carta Magna dispone
textualmente lo siguiente:
"Son principios y derechos de la función jurisdiccional... El principio
de no dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de la ley.
En tal caso, deben aplicarse los principios generales del derecho
y el derecho consuetudinario".
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La interrogante que surge es si la Constitución ha empleado
como términos sinónimos "vacío" y "deficiencia". La respuesta asoma
afirmativa, pues la redacción de la norma citada continúa con "...en
tal caso...", es decir, una sola hipótesis de incapacidad de cobertura
o cobertura imperfecta de la . realidad por la norma jurídica: la
deficiencia, que se entiende como vacío o inexistencia de norma,
más aún al preverse para su solución la aplicación de los principios
generales del Derecho en perspectiva de la integración jurídica.
De otro lado, el. artículo 159, numeral 7 de la Ley de Leyes
precisa que:
"Corresponde al Ministeilo Público... ejercer iniciativa en la
formación de las leyes; y dar cuenta al Congreso, o al Presidente
de la República, de los vacíos o defectos de la legislación".
La pregunta que sobreviene es si la Carta Magna considera
"vacíos" y "defectos" como términos sinónimos. La respuesta sería
negativa en aplicación del criterio de interpretación constitucional
de la "unidad y coherencia" del texto fundamental y el método clásico
de interpretación sistemática de la norma. En efecto, si el artícOlo
139, numeral 8 del mismo cuerpo normativo claramente establece
una sinonimia entre "vacío" y "deficiencia", debe entenderse que el
artículo 159, numeral 7 asume que "vacío" y "defecto" son términos
distintos. Así, el "defecto" estaría pensado como falta de claridad de
la norma jurídica para regular el fenómeno fáctico que le plantea la
realidad. De modo que, la Constitución confirrna el esquema teórico
antes descrito.
Ahora bien, el artículo VIII del Título Preliminar del Código Civil
señala que:
"Los jueces no pueden dejar de administrar justicia por defecto o
deficiencia de la` Én 'tales casos, deben aplicar los principios
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111
4.
4
generales del derecho y, preferentemente, los que inspiran el
derecho peruano".
Corno puede apreciarse, analizando aisladamente esta norma,
al hablar en plural de los "casos" de "defecto" y "deficiencia" normativas,
claramente son considerados como términos distintos. Sin embargo,
la solución que se plantea para tales hipótesis de incapacidad de
cobertura .o cobertura imperfecta de la realidad por la norma jurídica
consiste en la recurrencia a los principios generales del Derecho y los
que inspiran el Derecho peruano, lo que akrcle claramente a la integración
jurídica que teóricamente sólo tiene relación con la deficiencia normativa.
Así, se pondría en tela de juicio la afirmación anterior en el sentido que
"defecto" y "deficiencia" son términos distintos.
Pero, si la Ley de Leyes entiende la integración jurídica como
solución a la deficiencia normativa, por jerarquía normativa e
interpretación sistemática así debe entenderse también el artículo
VIII del Título Preliminar del Código Civil. De modo que, se mantiene
la afirmación inicial en el sentido que "defecto" y "deficiencia" son
términos distintos.
Cabe mencionar que esta norma es casi una transcripción del
artículo 233, numeral 6 de la Constitución de 1979 que decía
literalmente lo siguiente:
"Es una garantía de la administración de justicia.... la de no dejar
de administrar justicia por defecto o deficiencia de la ley. En tal
caso, deben aplicarse los principios generales del Derecho y,
preferentemente, los que inspiran el Derecho peruano".
En esta norma, se habla en singular del "caso" de "defecto" o
"deficiencia" por lo que se podía haber asumido que estos términos
eran sinónimos. En esa medida, el. Código Civil altera ligeramente
la transcripción de está norma y alude al plural "casos" para referirse
a "defecto" o "deficiencia". Si bien esta regulación no era compatible
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con el texto fundamental, era coherente con el esquema teórico antes
enunciado.
Además, el artículo X del Título Preliminar del Código Civil
preceptúa que:
"La Corte Suprema de Justicia, el Tribunal de Garantías
Constitucionales y el Fiscal de la Nación están obligados a dar
cuenta al Congreso de los vacíos o defectos de la legislación.
Tienen la misma obligación los jueces y fiscales respecto de sus
correspondientes superiores".
Individualmente vista, esta norma no nos permite dilucidar si
"vacío" o "defecto" son términos sinónimos. Pero, de una
interpretación sistemática de la misma teniendo en cuenta el artículo
VIII del Título Preliminar del mismo cuerpo normativo, indudablemente
concluiremos que son términos distintos. Así, el "vacío" alude a la
"deficiencia" normativa. De modo que, finalmente el Código Civil
también confirma el esquema teórico antes descrito.
Por su parte, el artículo III del Título Preliminar del Código
Procesal Civil establece que:
"...En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código,
se deberá recurrir a los principios generales del derecho procesal
y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes, en atención a
las circunstancias del caso".
Como puede apreciarse, individualmente vista esta norma, se
emplean los términos "vacío" y "defecto" como sinónimos, previéndose
una solución propia de la integración jurídica: la recurrencia a los
principios generales del Derecho Procesal. Esta norma, previa a la
actual Carta Magna • ha devenido en inconstitucional, por lo que debe
entenderse que alude sólo al "vacío" normativo.
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En materia estrictamente judicial, el artículo 21 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial prescribe que:
"La Corte Suprema tiene iniciativa legislativa en los asuntos que
le son propios. Los Magistrados por intermedio del Consejo
Ejecutivo del Poder Judicial, dan cuenta al Congreso de la
República y al Ministerio de Justicia, de los vacíos y deficiencias
legislativas que encuentren en el ejercicio de sus funciones...".
Al utilizar esta norma la conjunción "y" está asumiendo que
"vacíos" y "deficiencias" son términos distintos. Si fueran sinónimos,
hubiera empleado la disyunción "o". De modo que, esta norma
también pre-constitucional ha devenido en contraria a la Ley de Leyes,
por lo que debe entenderse de manera compatible con ésta.
Finalmente, el artículo 4 de la Ley Orgánica del Ministerio
Público dispone textualmente lo siguiente:
"En los casos de deficiencia de la legislación nacional, el Ministerio
Público tendrá en consideración los principios generales del
derecho y, preferentemente, los que inspiran el derecho peruano,
en el ejercicio de sus atribuciones...".
Esta norma se ubica únicamente en la hipótesis de la
deficiencia normativa, proponiendo como solución un mecanismo
propio de la integración jurídica: la aplicación de los principios
generales del Derecho y, preferentemente, los que inspiran el
Derecho peruano. Esta lectura de la deficiencia normativa es
concordante con el esquema teórico antes descrito.
De modo que, nuestro ordenamiento jurídico, a excepción del
Código Procesal Civil y la Ley Orgánica del Poder Judicial que por
ende requieren de urgente modificación, regula las hipótesis de
incapacidad de cobertura o cobertura imperfecta de la realidad por
110
la norma jurídica de un modo integral y coherente con la teoría general
del Derecho.
Sin embargo, debemos detenemos brevemente en el análisis
de la solución que nuestras leyes plantean para la deficiencia
normativa: el empleo de los principios generales del Derecho y los
que inspiran el Derecho peruano, así como el Derecho
consuetudinario.
Corno vimos, los artículo 139, numeral 8 de la Constitución, VIII
del Título Preliminar del Código Civil, III del Título Preliminar del
Código Procesal Civil y 4 de la Ley Orgánica del Ministerio Público
proponen la recurrencia a los principios generales del Derecho y del
Derecho peruano para cubrir las lagunas jurídicas. En norma alguna
del ordenamiento jurídico se menciona a la analogía como solución
a la deficiencia normativa. Sólo el artículo 139, numeral 9 de la Carta
Magna establece el principio de la inaplicabilidad por analogía de la
ley penal y de las normas que restrinjan derechos. Contrario sensu,
es posible la aplicación analógica de normas distintas a las penales
que no limiten derechos. Pero, no se menciona expresamente el rol
integrador de la analogía. Menos aún su prelación aplicativa frente a
los principios generales del Derecho.
Los métodos de integración jurídica son dos: la analogía y la
aplicación de los principios generales del Derecho. La analogía es
el proceso por el que resulta factible aplicar a un caso dado, que no
aparece contemplado de manera directa y especial, por ninguna
norma jurídica, una norma prevista para un supuesto de hecho distinto
pero con el cual el caso guarda semejanza esencial (MOLERO
MANGLANO, 1987: p. 190). En esa medida, el procedimiento
analógico se sustenta en tres presupuestos: la inexistencia de una
norma reguladora de manera directa de un hecho concreto, la
existencia de una norma reguladora de un hecho distinto y, la
semejanza o similitud ésenciál'entre ambos hechos (lbid.).
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Para algunos, los principios generales del Derecho son juicios
de valor que inspiran e informan una normativa o la disciplina de una
institución (DÍEZ PICAZO, 1973: p. 207). Para otros, son conceptos
o proposiciones que informan la estructura, la forma de operación y
el contenido mismo de las normas, pudiendo estar o no recogidos
en ellas (RUBIO CORREA, 1985: p. 293). Es frecuente que no estén
recogidos en las normas jurídicas, pues su lugar natural está en el
sustrato del ordenamiento jurídico. Es más, cuando están contenidas
en las normas jurídicas suelen no aparecer explícitamente, sino
desprenderse de las ratio legis de las mismas.
Por ello, su percepción supone una labor de decantación que
implica una alta carga axiológica, pues la subjetividad del aplicador
del Derecho suele jugar un rol importante como elemento orientador
en dicha labor. En esa medida, la recurrencia a los principios
generales del Derecho como mecanismo integrador debe ser
restrictiva, ya que podría resultar atentatoria de la seguridad jurídica.
E inclusive debería ser una recurrencia más restrictiva que a la
analogía, pues ésta se basa en pautas, los supuestos y
consecuencias de las normas jurídicas, que por lo menos están
siempre expresamente consagradas en el ordenamiento jurídico.
Efectivamente, antes de recurrir a las líneas maestras del
sistema jurídico, debemos agotar la posibilidad de construir
soluciones existentes en el ordenamiento. De este modo, en el
momento, de integrar, la analogía debe aplicarse antes que los
principios generales (DU PASQUIER, 1990: p. 165; GARCÍA
MAYNEZ, 1965: p. 370; ALZAMORA VALDÉZ, 1984: p. 276).
La analogía supone crear la norma jurídica que va a cubrir la
laguna del ordenamiento jurídico en base al supuesto o la
consecuencia de una disposición legal preexistente. Pero, dado el
caso concreto, si ni.siquiera existe una norma jurídica esencialmente
semejante-ala que se crearía para integrar la ausencia normativa,
entonces acudimos a los pilares fundantes de nuestro sistema
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jurídico, los principios generales del Derecho. Estos postulados, que
están en el sustrato del ordenamiento jurídico, orientarán al aplicador
del Derecho en la generación de la norma aplicable al caso no
previsto, en base exclusivamente a las pautas que de ellos emanen.
En esa medida, antes de ir a los cimientos del sistema jurídico,
debemos acudir en busca de la norma aplicable al ordenamiento
jurídico, al conjunto normativo expreso. Si la analogía es suficiente,
ya no habrá necesidad de recurrir a los principios generales del
Derecho. Por eso, ambos métodos de integración jurídica son
excluyentes.
Este es el criterio seguido por la legislación extranjera. El
Código Civil austríaco de 1811, que trata normativamente por
primera vez el terna de los principios generales del Derecho,
señalaba que:
"...si no se puede decidir una cuestión jurídica ni conforme a las
palabras ni según el sentido natural de una ley, se tendrá en cuenta
lo que se decide por la ley en los casos análogos y en los
fundamentos de otras leyes semejantes. Si resultare aún dudoso
el caso, se decidirá de acuerdo con las circunstancias
cuidadosamente recogidas y maduramente pensadas según los
principios jurídicos naturales"(RUBIO CORREA, 1986: p. 146).
Por su parte, el Código Civil italiano de 1865 preceptuaba que:
"...si una controversia no se puede decidir mediante una precisa
disposición legal, se recurrirá a las disposiciones que regulan casos
semejantes y materias análogas y, si el caso es aún dudoso, se
decidirá conforme a los principios generales del Derecho" (DÍEZ
PICAZO Y GULLON, 1980: p. 177).
Adicionalmente, el artículo 14 de la Constitución mexicana y el
artículo 19 del Código Civil mexicano establecen expresamente esa
113
prelación: primero, la analogía; después, los principios generales
del Derecho (GARCÍA MAYNEZ, 1965: p. 370).
Finalmente, el artículo 16 del Código Civil argentino señala que:
"Si una cuestión civil no puede resolverse ni por las palabras ni
por el espíritu de la ley, se atenderá a los principios de leyes
análogas; y, si aún la cuestión fuera dudosa, se resolverá por los
principios generales del Derecho, teniendo en consideración las
circunstancias del caso" (LÓPEZ, 1983: p. 1097).
A pesar de lo expuesto, nuestra legislación constitucional e
infraconstitucional no mencionan expresamente a la analogía como
método de integración jurídica y, menos aún como método que debe
emplearse antes que los principios generales del Derecho. Sólo son
mencionados éstos, lo que puede llevar a la peligrosa conclusión
que deben aplicarse antes que la analogía en la cobertura de las
lagunas jurídicas.
Peor aún, nuestra legislación otorga carácter preferente a los
principios que "inspiran" el Derecho peruano. Nos preguntamos
cuáles, más allá del postulado de las 200 millas del mar territorial,
son los principios que orientan particularmente la aplicación del
Derecho en nuestro país. Hasta ahora, la doctrina y jurisprudencia
no han encontrado consistentemente una respuesta sobre el
particular. De manera que, esta referencia a postulados especiales
carece de contenido y puede llamar a confusión. Tal vez por haber
constatado esta imperfección, el constituyente la excluyó del texto
de la actual Carta Magna frente al artículo 233, numeral 6 de la
Constitución de 1979.
Pero, se añadió un elemento que no figuraba en esta Ley de
Leyes: la recurrencia al Derecho consuetudinario, al lado de los
principios generales del Derecho, como mecanismo de integración
jurídica. Ello constituye un equívoco mayor aún. La costumbre es una
114
norma jurídica que, a pesar de haber sido creada "informalmente",
es decir, sin seguir los procedimientos formales regulares de
generación normativa, es parte del ordenamiento jurídico. En esa
medida, sólo puede ser un elemento de integración jurídica a través
de la analogía. Pero, no puede complementar a los principios
generales del Derecho en dicho rol. Y, consideramos que esta fue la
intención del constituyente pues, de haber pensado la invocación de
la costumbre como un elemento integrador vía la analogía, se hubiera
mencionado al ordenamiento jurídico en términos genéricos.
1.5.2.- El
principio lura novit curia.-
El artículo VII del Título Preliminar del Código Civil prescribe
literalmente lo siguiente:
"Los jueces tienen la obligación de aplicar la norma jurídica
pertinente, aunque no haya sido invocada en la demanda".
Esta norma consagra el iura novit curia, postulado de la teoría
general del proceso que también ha sido recogido en el artículo VII del
Título Preliminar del Código Procesal Civil en los siguientes términos:
"El juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso, aunque
no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente.
Sin embargo, no puede ir más allá del petitorio ni fundar su decisión
en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes".
La palabra curia se deriva del latín curia o curiae que era el
Tribunal donde se abordaban asuntos litigiosos. La palabra novit
significa conocer. La palabra iura significa derechos. De manera
que, la frase iura novit curia, surgida en la Edad Media, supone
literalmente "el Tribunal conoce los derechos" (MONROY GÁLVEZ,
1987: pp. 205-206). Esto supone no sólo el Derecho objetivo sino
también los derechos subjetivos esgrimidos por los litigantes
(SENTÍS MELENDO 1957: p. 37).
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Se parte de la premisa que el juez conoce el Derecho y, que
las partes no están obligadas a una calificación jurídica correcta de
sus pretensiones. En ese contexto, el juez tiene el deber de aplicar
al proceso la norma correspondiente (MONROY GÁLVEZ, 1987: p.
214). En esa medida, los presúpuestos de aplicación del postulado
en mención son dos: la falta de alegación o el error en la alegación
del Derecho. En el primero, se invoca una pretensión procesal sin
referencia alguna a la norma que le da sustento. Entonces, el juez
debe suplir esta omisión sin alterar los hechos ni variar el objeto de
la pretensión. En el segundo, se invoca una pretensión procesal con
referencia incorrecta a la norma que le da sustento. En este caso, el
juez debe suplir este error aplicando la norma idónea (Ibid., p. 219).
Los límites de aplicación del principio en referencia son tres:
no es posible alterar los hechos, ni variar el objeto de la pretensión
(que es la petición concreta al juez, el efecto jurídico específico que
se busca con la demanda que, a su vez, es la materialización de la
pretensión procesal), ni subsanar la imprecisión en la determinación
del objeto de la pretensión (Ibid., pp. 219-221).
El iura novit curia tiene una íntima relación con el principio de
congruencia judicial, que supone el deber del juez de emitir
sentencias conformes a las peticiones de las partes. Exige al
magistrado que no omita (citra petita), altere (extra petita) o exceda
(ultra petita) las peticiones de las partes (Ibid., p. 222).
Lbs sistemas procesales pueden ser de dos clases: el
acusatorio, en el que la iniciativa del proceso está reservada a los
particulares; y, el inquisitivo, en el que la iniciativa del proceso está
en manos del juez. En este sistema, además, el juez tiene la
conducción del proceso (ALSINA, 1956: pp. 448-449). Según
algunos autores, el jura novit curia no tiene relación alguna con la
problemática del impulso del proceso (RUBIO CORREA, 1986: p.
129). Sin embargo, para otros el postulado en mención tiene gran
importancia en el sistema inquisltivo, pues constituye la manifestación
116
más concreta de la dirección y autoridad del juez. Cuando éste
enmienda el error en la calificación jurídica cometido por la parte o
suple su omisión en la referencia normativa, está prescindiendo de
la opinión de los particuláres y privilegiando el objetivo final del
proceso (paz social en justicia) (MONROY GÁLVEZ, 1987: p. 214).
Ahora bien, para algunos autores el artículo VII del Título
Preliminar sólo permite la actuación del iura novit curia en el supuesto
de omisión de referencia normativa por el litigante, no en la hipótesis
de una errónea cita legal (lbid, p. 233). Sin embargo, consideramos
que cuando la norma en cuestión dispone que los jueces deben
aplicar la ley pertinente "aunque" no haya sido invocada en la
demanda, está haciendo alusión que inclusive en el supuesto extremo
de omisión de sustento normativo en la demanda, debe entrar a tallar
el juez supliendo aquélla. En esa medida, tácitamente se admite
que el juez también podrá rectificar la norma erróneamente aplicada.
Aún en el escenario que no se contemplara esta situación, por
aplicación del árgurnento ab maioris ad minus (quien puede lo más
puede lo menos), podría extenderse a la misma el iura novit curia.
En todo caso, el artículo VII del Título Preliminar del Código
Civil ha subsanado esta eventual imperfección legislativa, otorgándole
cobertura integral al iura novit curia sobre ambos supuestos.
Además, se afirma que el artículo VII del Título Preliminar del
Código Civil restringe la aplicación del principio en mención a las
deficiencias configuradas en la demanda, no en la contestación o
en el resto de actos procesales, Pero, por aplicación del argumento
a pari(donde hay la misma razón existe el mismo derecho) es posible
extender el postulado en referencia a los demás actos del proceso
(RUBIO CORREA, 1986: p. 133-134). En todo caso, también el
artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Civil ha salvado
esta omisión legislativa, contemplando que el iura novit curia es
aplicable respecto de todo el proceso.
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