0. PLANTEAMIENTOS TEORICOS Y METODOLOGICOS DE LA INVF^TIGACION. EL MT COMO CONFLUENCIA DE LA SEGMENTACION DEL ESPACIO GEOPOLITICO, ECONOMICO Y SOCIAL Partimos de la consideración de que los obreros agrícolas eventuales forman parte del segmento secundario del MT, según las aportaciones realizadas por Piore y Doeringer (1) sobre la dualidad del mercado de trabajo, puesto que se caracterizan por falta de estabilidad en el empleo, falta de promoción, bajo nivel de salarios, escasa sindicación ... etc. Ahora bien, este segmento secundario está a su vez dividido debido a la evolución del proceso de desarrollo seguido en Andalucía. Para los investigadores neoclásicos el MT es un espacio de negociación equilibrado entre la oferta y la demanda. Sin embargo, se ha observado que existen una serie de elementos (1) Doeringer, P. B. y Piore, M. J.: «El paro y el mercado dual de irabajo», en Mercado de trabajo: teorias y aplicaciones. Compilación de Toharia, L. Edit. Alianza Universidad, Madrid, 1983. 21 estructurales del propio MT, que hacen que no sea equilibrada la posición que tiene la oferta (trabajadores) respecto a la demanda (empresas) en la relación que lleva al empleo. Ello da lugar a la discriminación y marginación de una parte importante de los trabajadores, como ya pusieron de manifiesto autores como Piore, Doeringer y más radicalmente Edwards, Gordon y Reich (2), para el caso de los trabajadores de Estados Unidos. Cuando tratamos de entender la base sobre la que se organiza la estructura del MT actualmente en Andalucía, observamos que existen tres dimensiones fundamentales, a partir de las cuales podemos encontrar elementos significativos de estratificación de los trabajadores, que los sitúa en posiciones diferenciadas respecto a las características del trabajo y al valor del mismo. Estas divisiones nacen de los modelos de organización y control del trabajo, que históricamente han ido condicionando las relaciones sociales de producción, hasta llegar en la actualidad a configurar un mercado de trabajo muy dividido, que sitúa a Andalucía en una posición diñcil para abordar con éxito las consecuencias que se derivan del mismo: falta de diversidad del tejido productivo y altas tasas de desempleo, lo ^ que genera dependencia económica y política. En el caso del MTA las dimensiones de segmentación se interrelacionan dialécticamente haciendo que la mercancía trabajo adquiera valores diferentes, resultando distintos niveles de segmentación de los trabajadores: territorial, económico y político-ideológico. La articulación de este modelo de segmentación tridimensional es resultado de la evolución del proceso de acumulación dado en Andalucía, el cual incide tanto en el papel que juega esta Comunidad Autónoma en la división internacional del trabajo, como en el grado de dependencia y fragmentación intraterritorial que el tipo de gestión de los recursos ha favorecido. (2) Edwards, Gordon y Reich: Trabajo segnaentado, trabajadores divididos. MTSS, Madrid, 1986. 22 El sector agrario y las zonas rurales, subordinadas al modelo de desarrollo urbano-industrial desde los años sesenta, han ido sufriendo una erosión progresiva, a remolque de las demandas realizadas por las áreas industrializadas, devaluándose social y económicamente en pos de alcanzar los niveles de productividad y competencia que los nuevos tiempos requerían de las mismas. Todo ello ha tenido uno de sus pilares más sólidos en los modelos de gestión del trabajo desarrollados en el sector agrario, según han puesto de manifiesto las investigaciones realizadas sobre su incidencia en la evolución económica de la región (3). Desde el siglo pasado, mediante los procesos desamortizadores, se favoreció un sistema de explotación agraria muy rentable para los nuevos propietarios, que trataron de mantenerlo por todos los medios, aunque los beneficios de la acumulación conseguida mediante el mismo, no recaían en la región, ya que la nueva burguesía rural invertía en la compra de nuevas tierras o en empresas asociadas a capital extranjero. Mientras tanto, Andalucía quedaba socialmente depauperada por la reducción de grandes masas de campesinos a jornaleros obligados a buscar un jornal que sólo permitía el sustento, en un sistema muy coercitivo que creaba una identidad en los jornaleros de desposeídos y dependientes. El sistema latifundista generado, como tendremos ocasión de exponer, permitía su mantenimiento globalmente, no sólo en relación a la producción agraria, sino también en la manufactura del utillaje necesario para el trabajo, que se hacía dentro del propio sistema, lo que sumado a los bajísimos niveles de los salarios, impedía la existencia de una demanda capaz de absorber cualquier tipo de producción industrial, asumiendo Andalu- (3) Ver al respecto Sampedro, J. L.: «Estructura y cambio en la economía andaluza», en Seis conferencias sobre la economía andaluza, IDR de Sevilla, 1978. Delgado Cabeza, M. Dependencia y marginación de la economía andaluza, Publ. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba. Córdoba, 1981. 23 cía el papel de generadora de productos agrícolas y fuerza de trabajo simple en la división internacional del trabajo. El proceso de «modernización» (4), que en otras regiones españolas o europeas favoreció la producción industrial en masa y el inicio de la sociedad de consumo con el fordismo tras la etapa de la manufactura, en Andalucía tiene su correlación en la gran explotación agraria, llevando a cabo modelos de gestión del trabajo, que en contra de lo que algunos autores de la época señalaban (5), eran muy «modernos» en cuanto a la concepción de la acumulación de beneficio al más bajo coste económico, pues se contaba con un importante «ejército de reserva» que el propio sistema latifundista reproducía aumentado. Andalucía fue vanguardia en la aplicación de una gestión capitalista de la fuerza de trabajo, en contra del tópico, pionera en la introducción de procesos de «modernización» en su base económica, aunque ello supuso unas estructuras socioeconómicas que quedaron obsoletas tras la apertura al modelo de desarrollo urbano-industrial seguido por el país en los años sesenta, en la que, de nuevo, se articula la economía nacional con el capital internacional tras el paréntesis de la etapa autárquica. La primera «reconversión» sectorial de los años sesenta tuvo lugar con la revolución verde y los procesos de intensificación, llevando al éxodo rural. De nuevo se «modernizaron» las explotaciones, esta vez introduciéndose masivamente la mecanización, ante el efecto de atracción de mano de obra que ejercían las zonas industriales, pero el problema social y la cultura dependiente subsistía. La crisis económica agudizó la situación, llevando a altas tasas de paro en las zonas industriales. El joven régimen democrático permitía las reivindicacio- (4) Entendiendo este concepto en su sentido histórico, es decir, refiriéndonos al paso del sistema precapitalista al sistema capitalista fundamentado en la aplicación de la lógica del beneficio en la gestión de la producción. (5) Los regeneracionistas, J. Costa, P. Carrión entre otros, abundaron en la idea del «atraso» del campo andaluz. 24 nes obreras, que trataban de obtener del Estado del Bienestar una mejora estructural de su situación, pero, una vez más, la subordinación cambió de signo la respuesta y los logros obtenidos sumaron nuevos elementos de dependencia, según tendremos ocasión de exponer a lo largo de este trabajo. 0.1. Evolución de los modelos de organización y control del trabajo agrario en Andalucía Puede decirse que es en el siglo xIX, con la desamortización y la instauración de la propiedad burguesa, cuando realmente se puede hablar de capitalismo agrario. Las consecuencias del cambio son inmediatas: «eliminación de las servidumbres colectivas, expulsión de los campesinos de la tierra, pasando a ser jornaleros y yunteros, mendigos de trabajo para el sustento. Esta pobreza forzada favorece la continua demanda de trabajo de los humildes y con ello, el trabajo forzado, el mayor éxito ideológico de los nuevos sectores capitalistas, que permitirá la acumulación progresiva y su permanencia en el poder» (6). Esta primera fase del capitalismo agrario se caracteriza por hacer un uso extensivo de la fuerza de trabajo y un uso intensivo de cada unidad de trabajo, basándose en un modelo de organización del mismo, que J. M. Naredo ha denominado «disciplinario» porque se basa en principios jerárquicos de organización político-militar: autoridad suprema del propietario, sistemas de control a cargo de trabajadores intermediarios (encargados, aperadores, mayorales, manijeros, listeros...), intendencia (caseros, aguadores...), defensa (guardas) y un sistema de fuerzas coercitivas (Guardia Civil) que en nombre del Estado mantienen el statu quo. (6) Naredo, J. M. y Sumsi, J. M.: «Evolución y características de los modelos disciplinarios de trabajo agrario en las zonas de gran propiedad», Agricultura y Sociedad, n.° 33, MAPA, Madrid, 1984. 25