De conejos y elefantes

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El Clarí-n de Chile
De conejos y elefantes
autor Marcos Roitman Rosenmann
2008-01-27 17:00:48
En la actualidad no resulta raro justificar la ignorancia. Es la tónica de nuestra época. Da lo mismo que da igual. Un
elefante puede ser transformado en un conejo. Todo es cuestión de perspectiva, basta con una definición pragmática.
AsÃ-, el único representante perteneciente a la familia de los lepóridos del genero ortalagus color gris o pardo en su
estado salvaje con cabeza ovalada, ojos grandes de hasta tres kilos de peso y pudiendo medir unos 60 centÃ-metros
pierde estas caracterÃ-sticas inherentes a su condición para transformarse en un “mamÃ-fero de cuatro patas, colmillos
prominentes, orejas grandes, cola corta y color gris―.
Sin mas propiedades que las enunciadas se considera una definición aceptable para los tiempos que corren. Es parte
de una razón pragmática. El conocimiento entra en la mediocridad del saber. La enseñanza de mÃ-nimos provoca el
aletargamiento de los sentidos, sobre todo el común, hasta adormecer la capacidad de raciocinio. Ya no podrá resultar
extraño acudir a los parques zoológicos y oÃ-r vehementemente exclamar a padres y niños frente a la estancia de los
elefantes “miren que hermoso este conejo gigante―. Es mamÃ-fero, tiene cuatro patas, colmillos prominentes, orejas
grandes y cola corta. Y si existen conejos enanos, ¿por qué no conejos gigantes? AsÃ-, el mayor mamÃ-fero sobre la
Tierra, de trompa musculosa, gran cabeza, cuello casi inexistente, perteneciente a la orden de los proboscidios, con un
peso de más de cuatro toneladas y que llega a medir según sea asiático o africano entre 2.5 y cuatro metros de altura
se equipara por arte de birlibirloque en un conejo descomunal. Para los defensores de las definiciones de mÃ-nimos y del
todo vale debe ser humillante esta comparación. Con lo sencillo que resulta unificar todos los mamÃ-feros bajo
cualidades comunes. Un mismo orden, una misma familia, un mismo genero. Total son mamÃ-feros, no hay diferencias.
Si trasladamos este argumento a la definición de conceptos sociales y al debate polÃ-tico, el problema adquiere
dimensiones catastróficas. Con ello trato de subrayar la idea presente en algunos intelectuales, autodefinidos de
izquierda, asesores de gobiernos, disque progresistas, que minimizan y restan importancia teórico en favor de una
práctica dicen que apegada al terreno y los hechos. Hay que ir a lo concreto. Para dichos militantes de lo inmediato,
cualquier tipo de situación donde se plantee pensar antes que actuar es ya una herejÃ-a. Un absurdo. Se cae en un
mundo de abstracciones sin vÃ-nculo con el trabajo polÃ-tico. Preocuparse por ello, retrasa la lucha y los objetivos del
movimiento contra el sistema. Es una pérdida de tiempo. Supone malgastar esfuerzos. Para que preocuparse en las
definiciones y en el significado de las palabras. Al imperialismo no se le estudia, se le combate. Y si por algún menester
hay que conocer sus entrañas mejor que lo hagan quienes estén autorizados para ellos. Gurús. Llegar a la
vulgarización y a la mala caricatura. Una formula de acortar el camino hasta no saber cuál era el itinerario, dónde se
querÃ-a llegar, ni cuáles eran los problemas planteados. Es decir se abandona el programa, el proyecto, la alternativa, el
socialismo, la lucha por la liberación, la democracia, la autonomÃ-a. Todo con el proposito inmediato de subrayar la
muerte del capitalismo hoy mismo. Bueno, tal vez para mañana y como mucho para la próxima semana. En definitiva,
cualquier cosa es mejor que reflexionar sobre lo que se hace y cómo se hace. Pensar en ello retrasa la revolución.
Por este motivo es necesario reivindicar el rigor en la definición de los conceptos y las categorÃ-as. Restarle importancia
a esta demanda es desligar la lucha teórica de la lucha polÃ-tica. La izquierda debe construir un lenguaje para
interpretar el mundo y apropiarse de la realidad. Si no somos capaces de recrear la alternativa desde abajo,
recuperando la centralidad de la polÃ-tica, las opciones y las agendas quedan en manos del orden dominante y del
poder hegemónico. Nos vemos atrapados en sus redes. Obligados a vivir su mundo. Si no tenemos palabras propias,
nuestras experiencias son vividas desde la dominación y la alienación. Como sujetos castrados dentro del mercado, el
capitalismo del siglo XXI no se verá cuestionado. La lógica contrasistémica conlleva recuperar la ciudadanÃ-a polÃ-tica y
la sociabilidad democrática desde principios éticos. No es posible la recuperación de espacios de libertad social, justicia
e igualdad sin romper el lenguaje de la explotación y la colonialidad del saber.
Si en la actualidad la derecha gana la batalla por enunciar y construir la realidad, es el momento de revertir el proceso y
enfrentarnos al problema. Desde hace tiempo se impone una flacidez teórica. Una indolencia intelectual. Se trata de
una dejación. Da igual que los gatos sean blancos o negros, lo importante es cazar ratones. Si es asÃ-, los conceptos y
las categorÃ-as no se distinguen. Basta con tener un pensamiento nuboso y miope, capaz de entrever perfiles. Muchos
han picado el anzuelo y han tragado el cebo. Defensores a ultranza de conceptos como gobernanza, gobernabilidad,
liberalización, reforma del Estado, biocombustibles o sociedad de la información no son conscientes de su condición
de loritos repetidores. Declaman y repiten palabras minuciosamente elaboradas por fábricas de conceptos de la derecha
neoconservadora en Estados Unidos y en menor medida en Europa occidental. Son consumidores compulsivos de
teorÃ-a anglosajona y se sienten cómodos aceptando sus fundamentos teóricos. En otras palabras, son parte del
sistema, por ello, los integra, los financia. Es una izquierda compatible, sumisa a la cual se puede financiar. Es una parte
de su mundo. Comparte su lenguaje y su cosmovisión. La lucha teórica es parte de la lucha polÃ-tica. Una imagen no
vale más que mil palabras. Mil palabras constituyen una imagen. La guerra por la palabra está servida. De ello
dependen la lucha por la liberación socialista, democrática y anticapitalista.
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