miranda de ebro - Turismo de Burgos

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MIRANDA DE EBRO
La ciudad de Miranda de Ebro se encuentra en el extremo nororiental de la provincia de
Burgos, muy cerca del País Vasco y de La Rioja. Próxima a los 37.000 habitantes, constituye la
segunda ciudad más importante de la provincia, después de la capital.
Desde tiempos prehistóricos fue un enclave estratégico de primer orden. Su origen se vincula
con la defensa del paso del Ebro. Además del río, que actúa de foso natural, Miranda está rodeada
por cercanos desfiladeros, como el de Pancorbo, Foncea, Lantarón, etc. que hacen que muchos de
los caminos de la comarca confluyan en las proximidades de su emplazamiento. Fue un lugar de vital
trascendencia geográfica en época romana y altomedieval y su control fue fundamental durante los
siglos IX y X.
En época medieval, la construcción de un puente sobre el Ebro fue clave para consolidar su
situación estratégica. A su importancia como lugar de tránsito y cruce de caminos, se sumó, en los
siglos XI y XII, una notable vitalidad comercial y ferial. Durante este tiempo el Camino de Santiago, de
la denominada Ruta Alavesa, discurría por Miranda, lo que motivó el asentamiento de gran número
de francos y judíos. La ciudad contó en ese tiempo con tres hospitales para peregrinos.
En el año 1099 Alfonso VI concedió a Miranda su Carta Foral, en la que se establecía el
privilegio de ser el único paso por el que las mercancías y las personas podían cruzar el Ebro desde
el País Vasco y La Rioja hacia Castilla. Este privilegio motivó un gran desarrollo mercantil y artesanal
y también contribuyó a que se creara una de las juderías más importantes y populosas de la
Península. En 1254, el rey Alfonso X el Sabio otorgó a Miranda el privilegio de celebrar la
denominada “Feria de Mayo”. Posteriormente, en 1332, Alfonso XI concedió a la localidad el privilegio
de celebrar una segunda Feria anual: la de Cuaresma, más tarde denominada “del Ángel” o “de
Marzo”.
En el último tercio del siglo XIV, la villa, que ya estaba amurallada, vio potenciada su defensa
con un nuevo castillo en el Cerro de La Picota, mandado construir por el Conde Don Tello. Por estas
fechas, en torno a 1370, Miranda de Ebro pasa a integrarse, por decisión regia, en el señorío concejil
de la ciudad de Burgos, lo que ocasionó un largo rosario de conflictos y malentendidos entre las dos
ciudades a lo largo de los siglos bajomedievales y modernos. El siglo XVI fue el de mayor esplendor
artístico, ya que en la villa floreció un importante taller de escultura romanista, cuyo máximo
exponente fue Pedro López de Gámiz que llenó con sus obras buena parte de la comarca.
A finales del siglo XVIII, se llevó a cabo una profunda transformación urbanística, en sintonía
con la corriente del reformismo borbónico, a raíz de los desperfectos causados por una riada en 1775.
En esos años se construyeron algunos de los más importantes edificios públicos del lugar. Ya en los
albores del siglo XIX, el castillo fue ocupado por los franceses, quienes lo volaron a su marcha, como
hicieron con el de Burgos en 1813.
Desde finales del siglo XIX, y durante todo el XX, Miranda se consolidó como una ciudad
ferroviaria, que conectaba entre sí las grandes líneas que unían Madrid con Bilbao y Francia, La
Rioja, Aragón y Cataluña. Desde finales del siglo XIX la industria papelera y de transformación cobró
mucha importancia. En la actualidad basa su economía en la industria, que se vio potenciada con la
creación, en 1969, del Polígono Industrial de Bayas.
Textos elaborados por la Universidad de Burgos
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El Ebro divide el caserío en dos barrios, Aquende y Allende. El primero está recorrido por
estrechas calles, herencia de su vieja aljama judía. En Aquende se encuentra la iglesia de Santa
María de Altamira, de mediados del siglo XVI, en la que se venera a la patrona de la ciudad. En este
barrio se sitúa la Plaza Mayor, donde se levanta el Ayuntamiento, un edificio neoclásico diseñado por
Ventura Rodríguez en 1778, y varias casas señoriales. En la casa noble de Urbina se hospedó, en
1660, el rey Felipe IV con su hija María Teresa, que viajaba a Francia para contraer matrimonio con
Luis XIV. Es igualmente singular la llamada Casa de las Cadenas, perteneciente a la familia Gil
Delgado, Condes de Berberana, donde descansó el rey Fernando VII. Muy interesantes son también
los restos de la antigua iglesia gótica de San Juan. Sobresaliendo sobre el barrio de Aquende, y
próximo a lo que fue la antigua fortaleza, se levanta el Convento de San Francisco. Aunque se trata
de una fundación medieval del siglo XIII, los restos conservados responden a los siglos XVI y XVIII.
En la actualidad presta servicios docentes y hoteleros.
El puente de Carlos III permite cruzar el río y llegar al barrio de Allende. Es un puente
neoclásico, construido en 1777 sobre otro anterior medieval, destruido por la riada de 1775. En
Allende está la iglesia de San Nicolás, con un notable ábside románico. En esta zona se levanta el
ensanche de la ciudad. Aún se conservan algunas interesantes casas de estilo ecléctico de la primera
mitad del siglo XX.
Cerca de la población se levanta el antiguo monasterio jerónimo de San Miguel del Monte.
Fue fundado en 1398 por el obispo de Calahorra, don Juan Guzmán, aunque la financiación de las
obras corrió a cargo de su hermana doña Leonor y del esposo de ésta, el canciller don Pedro López
de Ayala. Los restos conservados corresponden a los siglos XV y XVI y a la época barroca.
Actualmente sirve de residencia de ancianos sostenida por la Diputación de Burgos.
Las fiestas patronales se celebran en septiembre, en honor de la Patrona Nuestra Señora de
Altamira. Pero, sin duda, la fiesta más singular, declarada de interés turístico nacional, es la de San
Juan del Monte. Se celebra 50 días después del domingo de Resurrección. Los primeros datos que
se tienen de esta romería se remontan a los siglos XIV y XV. Ya en esas fechas se tiene constancia
de que Miranda y otros pueblos de alrededor realizaban una procesión y una romería, para que el
santo les concediera beneficios relacionados con las cosechas.
Su condición de importante y populosa ciudad queda también reflejada en su dinamismo
asociativo, cultural y deportivo. En este último ámbito, despunta su equipo de fútbol, el Mirandés, que
ha pasado por diversas categorías de la liga profesional y que cuenta con un gran número de socios.
En los alrededores se puede disfrutar de los singulares paisajes creados por el río Ebro,
donde se pueden practicarse, durante todo el año, deportes como el senderismo, la bici de montaña,
el piragüismo, etc.
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