Martín Dopazo, un campeón feliz y que no tiene miedo de soñar en

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Equitación | 9
| Martes 11 de febrero de 2014
Dopazo en su casa en el San Diego Country Club, junto con su mujer, Micaela, y su hija, Sofía
Martín Dopazo, un
campeón feliz y que
no tiene miedo de
soñar en grande
Se prepara para los Odesur e imagina desafíos de altura en
las pruebas internacionales: “Sería bueno llegar a un podio”
Kim Mandel
PARA LA NACiON
E
stá contento Martín Dopazo.
Más que contento, muy feliz,
y no es para menos. La temporada pasada acaparó los podios
y coronó el año con su tercer título
como campeón nacional (los anteriores fueron en 2000 y 2003), obtuvo su tercer Olimpia del Plata en
equitación y, seguramente, lo que
más felicidad le da al jinete oriundo
de Córdoba es que espera, junto con
su mujer Micaela López Hermida,
la llegada en mayo próximo del hijo
varón, Benicio Tay, para acompañar a su hija Sofía, de tres años.
la nacion se reunió con Dopazo
en el San Diego Country Club, donde vive con su familia y se prepara
para esta nueva temporada. “Estoy
muy cómodo aquí. Es un ambiente
tranquilo y bueno para trabajar los
caballos,” dice el jinete, que el próximo 13 de marzo cumplirá 45 años.
Habitualmente monta un promedio de ocho caballos por día desde
las 7.30 hasta las 14 y luego, por la
tarde, da clases a los alumnos y entrena otros caballos.
Cuando se le pregunta por qué salen buenos jinetes de Córdoba, responde con una amplia sonrisa que
deja traslucir el orgullo por sus pagos. “No lo sé, pero la verdad que salen buenos”. Hugo Miguel Arrambide y Roberto Tagle son dos ejemplos
apropiados al respecto.
Hubo tres profesores que lo
marcaron en su carrera hípica: Ernesto Tagle, hermano de Roberto;
Eduardo Dutruel, y el brasileño Vitor Teixeira, con quien tuvo un gran
avance. “Me hizo entender la equitación en Europa”, explica.
Cuando Gerardo Werthein, del
Haras El Capricho y actual presidente del Comité Olímpico Argentino, lo contrató para montar en 1998,
Dopazo dejó Córdoba para venir a
Buenos Aires. Confiesa que se arrepiente de no haber venido 10 años
antes, cuando tenía 18, y no como
lo hizo, a los 28.
Gracias al apoyo de Werthein,
tuvo la oportunidad de competir
a nivel internacional. Participó
en cuatro Juegos Panamericanos:
Winnipeg 99, Santo Domingo 03,
Río de Janiero 07 y Guadalajara
11. Dos Juegos Olímpicos: Sydney
2000 y Atenas 2004. Y además, del
emiliano lasalvia
Campeonato Mundial de Juegos
Ecuestres, en Jerez de la Frontera,
España, en 2002.
Aunque tuvo ofrecimientos
–“Ninguno firme”, aclara– para seguir en las pistas europeas, afirma
con convicción: “Me gusta vivir en la
Argentina”. Si se le hubiera presentado una posibilidad de subir en el
ranking mundial, de tener caballos
muy buenos, quizá se habría tentado
a quedarse. Pero ratifica, sin vacilar,
que prefiere vivir en nuestro país.
Después de diez años, dejó de montar para El Capricho, y ahora cuenta
con varios propietarios para quienes
salta, entre ellos Eduardo Monaco,
dueño de Cederic Z, con el cual ganó
su último título nacional, y Cabrera Z.
Con esta última, Dopazo se prepara
para integrar el equipo nacional que
participará en los Juegos Odesur de
Chile, durante el mes próximo.
Ante la consulta de cómo ve las posibilidades de la Argentina tomando
en cuenta rivales fuertes, como Brasil,
Chile, Colombia y Venezuela, responde con claridad: “Hay que preocuparse por nosotros, por andar bien, más
que por la competencia”.
Dopazo piensa que es bueno tener un entrenador como el holandés Bert Romp, contratado por la
Federación Ecuestre Argentina
para el equipo argentino. “Es una
forma de acercarnos a Europa; indudablemente su aporte ayudará a
mejorar las cosas”, estima.
Con su modestia habitual, dice
que ha tenido suerte de contar con
caballos buenos como El Capricho
Calwaro y El Capricho Furka en los
momentos justos. También afirma
que actualmente tiene varios bue-
nos ejemplares, lo que es importante
para seguir vigente en su deporte.
En su escaso tiempo libre, le gusta
mirar por televisión deportes como
el fútbol (es hincha incondicional
de Talleres de Córdoba), golf y tenis.
Entre los deportistas a los que admira por su talento nombra a Messi,
Maradona, Ginóbili y su coterráneo
Nalbandian.
A falta de un apodo, Dopazo tiene
dos. En Córdoba, le dicen “El Gallego”, igual que a su padre, Raúl, que
falleció cuando Martín tenía 17 años.
En Buenos Aires, toda la gente hípica
le llama Dopi. “Me lo puso Hugo Dircie cuando recién vine”. Si bien Raúl
no está, María Teresa, su madre, sigue a rajatabla su carrera hípica.
¿De qué triunfo se acuerda más
el jinete cordobés? Ganar el Gran
Premio de Coruña, con El Capricho
Furka, en 2002, resultó especial. Pero lo que más destaca es haber saltado bien en dos Juegos Olímpicos
seguidos. “Es una sensación incomparable cuando entrás en una pista olímpica”, recuerda emocionado,
con una mirada encantada.
Quizá cuando empezó a concursar a los 11 años haya soñado con ser
un jinete olímpico, algo que le habría parecido inaccesible en aquel
entonces. “Sería bueno llegar al podio un día; a lo mejor es mucho pedir, pero también era mucho pedir
ser jinete olímpico, e igual llegué”,
dice sin ningún dejo de soberbia.
Dopazo confiesa que la equitación le ha dado todo: “La posibilidad
de viajar, conocer el mundo, competir, hacer una vida sana, conocer
a mi mujer Micaela y formar una
familia con ella”.ß
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