Análisis Crítico del Paradigma Clásico Materiales para una reformulación del problema de las relaciones entre moral y derecho Meabe, Joaquín E. Instituto de Teoría General del Derecho - Facultad de Derecho, Ciencias Sociales y Políticas - UNNE Salta 459 - (3400) Corrientes - Argentina Tel./Fax: +54 (03783) 423506 - E-mail: [email protected] INTRODUCCIÓN El estudio de la ley en el pensamiento clásico de la antigüedad pagana, griega y latina, cuya influencia se proyecta en la cultura cristiana antigua y medieval presenta una matriz disciplinar que subsiste en Europa Occidental hasta fines del siglo XVII (Meabe, 1999d); y, aunque sus detalles son bien conocidos, nadie se ha ocupado hasta ahora de examinar su agenda común en lo referido al conocimiento de lo apropiado o inapropiado de los deberes o a la extensión y carácterisitcas de los fundamentos invocados para tratar el tema de la justicia, para justificar la ley o para enjuiciar al mal derecho y a sus ejecutores (Meabe, 1999d). ANTECEDENTES Acerca de esto hemos anotado en otro trabajo que la forma que bien podemos denominar clásica se elabora en la Grecia antigua, sobre todo a partir del siglo V a.C. y se mantiene, casi sin variaciones, hasta el siglo XVIII. Su matriz es la ética y en su seno se desarrolla, entre otras cosas, la teoria de la justicia como un capítulo de la misma que, a su vez, contiene en su interior un apartado en el que examinan los fundamentos y las modalidades de la ley jurídica (Meabe, 1999d) En el paradigma clásico - agregamos en el mismo trabajo ya citado - el patron de enjuiciamiento de la ley viene dada por la noción de justicia que a su vez se formula y desarrolla en el seno de una concepción ética más amplia que parte de principios o presupuestos filosóficos o teológicos que la subsumen. La ley es buena o mala conforme a la adecuación que resulta de respetar ese orden de secuencia en la elaboración del respectivo juicio racional. No hace al caso lo condicionado o incondicionado de los eventuales programas éticos, porque estos no tiene existencia independiente de los presupuestos filosóficos o teológicos que lo sustentan. Y de allí se sigue la necesidad constante de enjuiciar la ley positiva y de relacionar sus ejecuciones con los desempeños del buen o mal gobernante. Y por cierto, en semejante perspectiva no hace falta distinguir entre justificación y legitimidad o entre justicia y legitimidad porque lo que correponde a los presupuestos filosóficos o teológicos justifica la ley y define su bondad o maldad que es siempre correlativa a la bondad o maldad del gobernante. Así no puede siemplemente concebirse un mal gobernante que se considere al mismo tiempo un gobernante legítimo o un derecho que sea al mismo tiempo reconocido e injusto, porque el derecho es siempre el resultado del juicio de justicia ( Meabe, 1999d). Y concluíamos que de esta manera, en el paradigma clásico lo que se discute es la justicia como componente sustantivo de las relaciones sociales, de las que dependen las reglas de derecho en una relación de género a especie que depende de una especial conexión o participación metafísica ( Cf. Strauss, 1953; y Méndez, 1990). Por eso dice San Agustín que un reino sin justica es el máximo despojo o latrocinio. Resulta, en consecuencia, poco menos que inutill enfrentar a Platón, Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino con Hobbes, Locke o Kant (1999d). EL PARADIGMA CLÁSICO Y SUS MODALIDADES La descripción genérica que nos informa acerca de la trama del pensamiento clásico y que nos aproxima a su matriz disciplinar presenta, al menos, dos subtipos diferenciados en su agenda temática, que se desarrollan en orden de secuencia. El primer subtipo corresponde a la cultura pagana de los griegos y latinos de la antigüedad. El otro, que emerge, al amparo de esta anterior tradición ya establecida, se deriva de la tradición judeocristiana antigua y cobra cuerpo, sobre todo, en el pensamiento de los padres de la iglesia, donde se destacan, de modo muy especial, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Ambos subtipos comparten los presupuestos básicos de la matriz disciplinar, pero tienen modalidades diferentes en lo que hace a los contenidos básicos de esos mismos fundamentos. Mientras la cultura pagana no concibe nada fuera del escenario de la naturaleza, que opera como el límite de posibilidad de sus justificaciones filosóficas, por el contrario la cultura judeocristiana sostiene sus puntos de vistas en el desdoblamiento de ese escenario único y coloca el fundamento último en el Dios único que todo lo crea y que se encuentra fuera de la naturaleza. La diferencia filosófica y teológica no ha impedido, sin embargo, que ambos subtipos compartan la misma matriz disciplinar y se han elaborado múltiplas explicaciones para dar cuenta de este singular fenómeno de continuidad temática que cubre, en la cultura occidental, mas de 23 siglos de reflexión compartida y de trato consecuente con la ley. Así algunos eruditos sostiene que los primitivos cristianos adoptaron los moldes y temas de la filosofía clásica griega y que esto ha sido crucial para la formación y desarrollo de la cultura medieval, pero esta opinión, seguramente correcta en líneas generales, olvida que ya la tradición vetereotestamentaria consideraba a la ley en el seno de la temática de la justicia y a esta en el marco del mensaje de los profetas que expresan la palabra de Dios y que en ese punto vendrían a cumplir un papel isomorfo del ejecutado por los sofistas y los filosofos clásicos paganos. Por otra parte la misma tradición judía que se desarrolla en forma paralela y con posterioridad a la emergencia del cristianismo tambien ejecuta, al parecer, una similar colación del pensamiento de los filósofos clásicos griegos que en parte se descubre cuando Leo Strauss investiga, analiza y comenta el singular fenómeno de la escritura esotérica y de sus tradiciones asociadas en el seno de la cultura árabe y oriental ( Strauss, 1967 y 1988). La matriz disciplinar común es solo un aspecto de estos dos subtipos que tiene, en el detalle de sus propios desarrollos, rasgos específicos que que se deben examinar con cuidado (Meabe, 1994). De una parte el subtipo que bien podemos llamar clásico-pagano, sin que ello implique ningún juicio de valor acerca de relevancia intrínseca, está representado de manera muy peculiar por los grandes filósofos griegos del siglo IV a.C., especialmente por Platón y Aristóteles. Su registro completo abarcaría la principal literatura escrita de los poetas (Homero y Hesíodo), los trágicos (Esquilo,Sófocles, Eurípides), los comediógrafos (Aristófanes, Menandro), los historiadores (Tucídides, Jenofonte), los sofistas (Protágoras, Gorgias, Trasímaco) y desde ya Sócrates, conforme a los dos únicos testimonios extensos (Platón y Jenofonte) y las llamadas filosofías postsocráticas (cínicos, cirenaicos, estoicos, epicúreos, escépticos); a lo que se debe agregar, asimismo, el testimonio de los grandes filósofos, poetas y jusriscionsultos latinos, cuyo represetnante más destacado y prolífico es Cicerón. La tradición postsocrática tampo debe omitir a los escritores helenísitcos como Plutarco, a los doxografos como Diógenes Laercio y, desde luego, a la llamada segunda sofísitica ( Dión de Prusa, Filóstrato, etc) y a los filósofos posteriores como Plotino y Porfirio. El análisis de esta tradición está por hacerse en orden a la matriz disciplinar que describimos más arriba, lo que demandará un examen, caso por caso, para evitar la siempre peligrosa adscripción al platonismo o al aristotelismo, que se ejecuta más por comodidad que por precisión. Pero mientras tanto se deberá contar con los dos grandes programas de ética filosófica representados por el filósofo de la Academia y el creador del Liceo, no obstante que por su magnitud teórica el análisis detallado del pensamiento etico de Platón y de Aristóteles tiende a transformarse casi en una disciplina particular o específica. Y ello es así porque, de una parte la mas profunda y extensa plataforma de estudio de la relación entre el poder, la ley y el derecho del más fuerte no ha avanzado casi ningún paso desde Platón y lo mismo cabe decir de la inspección desagregada de las virtudes en relación a los desempeños y la justicia en la obras atribuidas a Aristóteles. El otro subtipo es sumamente complejo, que bien podemos denominar judeocristiano, por su sesgo filosófico-teológico, ya que involucra, al menos, a las tres corrientes representadas por las tres divisiones clásicas de la religión veterotestasmentaria : el judaismo, el cristianismo y el islamismo. El cristianismo suele considerar el módulo central y el más representativo, por el volumen de la producción de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, que son sus principales exponentes. También aquí está todo por hacerse y la magnitud de sus fuentes es tal que no será posible llevar adelante su examen sino a partir de un amplio trabajo de equipo que combine erudición, paciencia y perspicacia para registrar y anotar los desarrollos particulares en sus tres módulos y en sus distintos autores. La dicifultad es aquí mayor que con el anterior subtipo clásico-pagano porque gran parte de las fuentes judias y árabes no estan traducida o editadas en idiomas modernos y en textos accesibles al estudioso contemporáneo. Ni siquiera contamos, sobre tdo en los pasies de habla castellana, con una versión estandar y manejable de los textos veterotestasmentarios, ni hay ediciones estándarres de la Polígrota Castellana y, menos aún, de una edición bilingue manejable del texto hebreo y arameo del Antiguo Testamento con traducción incluida al castellano y anotada como la que tenemos por ejemplo en alemán de los fragmentos de los presocráticos editada por Herman Diels. Tenemos si los textos de Maimonedes y de Al Farabí, pero esto no es más que una mínima parte de esa inmesa tradición judía y arabe que se encuentra pendiente de estudio y edición en textos manejabes por todo aquel que no es hebraista ni aribista de profesión. Por lo tanto el jucio defintivo que se pronuncie sobre el detalle de esta matriz, de momento deberá limitar al módulo cristiano, donde contamos con excelentes ediciones parciales,sobre todo de San Aguistín y Santo tomás de Aquino y la vieja pero ineludible Patrología Griega y Latina de Migné. Frente a la dificultad para el estudio amplio y completo del segundo subtipo, en el caso del primero el material necesario está disponible en estupendas ediciones sobre todo en alemán, ingles y francés, con importantes léxicos de los principales autores. Por cierto aquí no debe olvidarse que, como ya lo señalamos en el trabajo citado más arriba en esa dirección la base metodológica fundamental está dada por la obra de Thomas S. Kuhn (Kuhn,1980) y las investigaciones complementarias de Jean Piaget (Piaget, 1944) y Gaston Bachelard ( Bachelard, 1939) a las que se agregan nuestras propias investigaciones en torno al problema del derecho y la justicia del más fuerte, el conocimiento jurídico, su práctica y sus modalidades ideológicas expresadas a través del sistema del professorencht (Meabe, 1994 y 1999a). CONCLUSIONES: LÍMITES Y ALTERNATIVAS DE INVESTIGACIÓN Las futuras investigaciones tienen aquí un formidable desafio que solo podrá ejecutar un equipo de especialistas, puesto que hacen falta estudios ampliado de detalle e incluso ediciones críticas y confiables de numerosos testimonios que reposan en manuscritos. Sea cual fuere el destino ulterior de esas investigaciones la cuestión básica ha quedado planteada como una hipótesis plausible que ya hemos explorado en varios trabajos ( Meabe, 1994; 1999a, 1999b, 1999c; y 1999d) que a partir de ahora solo podrá avanzar con el concurso de un amplio equipo de investigadores y eruditos. De todos modos lo que tambien, a partir de aquí queda en claro, es que no se puede proponer una comparación descontextualizada del pensamiento de representantes puntuales de paradigmas diferentes. Esto último, por cierto, no es sino una pequeña comprobación, que solo ha sido posible alcanzar gracias a la magnífica teoría de Thomas S. Kuhn acerca de las revoluciones científicas y a la no menos importante concepción de Gastón Bachelard sobre la formación de espíritu científico. BIBLIOGRAFÍA Bachelard, G. Cárcova, C. M. Esquivel, D. A. 1938: La formatión de l´esprit scientifique. 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