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En el llamado “pensamiento moderno” se da una contradicción sacada a relucir
por Casullo en su texto “La modernidad como autorreflexión”, que es la de la
modernización cultural v/s la modernización social. La primera estaría relacionada con
el desarrollo del sujeto, mientras que la segunda en los aspectos científico-técnicos de la
nueva sociedad moderna.
Como también se aprecia en el texto de Marshall Berman “Brindis por la
modernidad”, estas dos variables, si es que son acertadas, operarían dialécticamente; es
decir, en contradicción pero a la vez en unidad que da como resultado un nuevo
producto. Esto es quizás el primer punto cuestionable de ciertas teorías sobre la
modernidad, pues se tiende a ver estos dos puntos como elementos separados, que
operan en función de superarse mutuamente. Es así como Casullo plantea que emerge
una “racionalidad instrumental” cuando la modernización social supera a la cultural,
cosa que ya habría sucedido.
Esta racionalidad instrumental vendría a poner a la razón, centrada en lo
científico-técnico, como eje del desarrollo humano, en desmedro de las variables más
“personales” relacionadas con los sujetos, como la filosofía, el arte y los sentimientos en
sus distintas expresiones.
Ahora bien, históricamente esta propuesta aparece en oposición a un mundo
mítico, relacionado con la religión, es decir, es parte de una dicotomía a estas alturas
obsoleta, de los primeros tiempos del antropocentrismo y la ilustración. Para la
actualidad es mucho más factible el análisis que hace Berman sobre la modernidad en
tanto contradicción entre el estado real (material) de la sociedad y las ideas que se dan
en ella, es decir, la contradicción modernidad-modernismo.
Aplicando esto de modo más concreto, se puede notar inmediatamente la
contradicción del modo de producción actual -capitalista- con las ideas que dentro de su
funcionamiento surgen para derrumbarlo. Sobre esto, Berman habla de cómo el
modernismo en su primera fase tuvo un carácter revolucionario, subversivo con lo
establecido, pues es tendencia natural de la modernidad el buscar nuevas técnicas,
tecnologías, modos de organización y de relaciones entre los seres humanos.: “Estos
procesos histórico-mundiales provocan una variedad sorprendente de visiones e ideas
que tienen como finalidad hacer del hombre y la mujer tanto los sujetos como los
objetos de la modernización, darles el poder para cambiar el mundo que los está
cambiando a ellos, permitirles entrar al remolino y que lo hagan suyo. En el siglo
pasado, estas visiones y valores se unieron libremente bajo el nombre de modernismo”1
El modernismo siempre tuvo como premisa cambiar el mundo, hasta que la
sociedad capitalista moderna y su cultura se hicieron hegemónicas durante el siglo XX,
dando pie a pensamientos nihilistas que dejaron de lado la raíz misma de la modernidad.
Modernidad y capitalismo
En su momento, luego de la revolución francesa, el capitalismo fue el fiel
representante de la modernidad, pues dejó atrás la vieja estructura económica feudal y
dejó en obsolescencia a la organización política monárquica, para dar paso a nuevos
Berman, Marshall. “Brindis por la modernidad” en: Casullo, Nicolás “El debate de la modernidad posmodernidad”. Editorial Punto Sur, Buenos Aires, 1989, págs. 67-91.
1
ideales como la democracia representativa. Durante los siglos XIX y XX, con el
desarrollo de las contradicciones de clase del capitalismo, éste llegó a un punto en el
cual las condiciones objetivas para su derrumbe estaban dadas. Las ideas surgidas en su
seno y las fuerzas sociales que las promovían estuvieron tratando de concretar esto
durante todo el siglo pasado, siendo derrotados la mayoría de las veces por los
defensores del modelo, quienes pasaron a jugar el rol de retrógrados y anti-modernos,
por no permitir el libre desarrollo de la sociedad.
El capitalismo actual vendrá a ser entonces la antítesis total de la modernidad,
pues se encarga de estancar cualquier tipo de expresión política, artística, científica o
técnica que vaya en su contra, que se proponga hacer avanzar la sociedad por encima de
su estado actual, en el cual -volviendo a Casullo- variables científico-técnicas, como lo
son la acumulación de capital, el desarrollo industrial desmedido y la explotación de
materias primas , están por encima de los sujetos y sus necesidades reales.
Este es un caso patente de la imposición de la llamada “racionalidad
instrumental”, pues el desarrollo armónico del sujeto en conjunto con sus pares no es la
prioridad de quiénes manejan la sociedad. Esto último viene a ser un elemento
pendiente en los análisis de Casullo y Kant, pues carecen de una perspectiva de clase al
momento de mirar la sociedad y tienden a concebir los bienes y males del mundo como
causa de todos los seres humanos. Con visiones como esta, se tienden a fortalecer
discursos trágicos sobre el futuro del mundo en la modernidad, pues no habría
excepciones en lo existente que pudieran dar visiones distintas y generar un cambio.
En lo anterior se enmarcan pensamientos como el de los futuristas, que ponían
en el centro de todo a las máquinas y admiraban el funcionamiento de las fábricas y las
telecomunicaciones al punto de querer que los humanos se asemejen a éstas. También
existieron quienes -queriéndolo o no- apoyaron esta racionalidad instrumental.
Revolucionarios modernos
A diferencia de los futuristas, hubo otros teóricos como Marx que entendieron el
problema de la modernidad como una contradicción en sí, pues igual que toda la historia
de la humanidad, ésta es un proceso dialéctico constante. Esto se relaciona con el
análisis de la dupla modernidad-modernismo, expresándose en la actualidad como una
extrapolación -por ningún motivo absoluta, automática ni mecánica- de las
contradicciones de clase entre un pueblo que quiere cambiar el sistema y una burguesía
que lo quiere mantener.
A fin de cuentas, quienes pregonan el cambio político vienen a ser quienes
enarbolan banderas en contra de la racionalidad instrumental, pues los movimientos
revolucionarios del siglo XX, que aún sobreviven a duras penas, fueron y son los que
ponen al ser humano en el centro de su proyecto social por encima de un desarrollo
científico-técnico ciego. Estos siempre han propuesto que la ciencia y la tecnología
deben estar al servicio del desarrollo de la sociedad en su conjunto y en armonía con su
medio ambiente, al contrario de los conservadores del capitalismo. Esto se explicita con
la teoría del “hombre nuevo”, que explica el nacimiento del nuevo ser humano en
consecuencia y a la par con los cambios en el modo de producción. “El hombre
realmente alcanza su plena condición humana cuando produce sin la compulsión de la
necesidad física de venderse como mercancía”2, pregonaba el Ché Guevara.
Sabiendo esto, y si es que nos pusiéramos a clasificar rápidamente las teorías,
pondríamos al marxismo y el pensamiento del Ché dentro de la modernización cultural,
pero estos mismos personajes demuestran, mediante el ejemplo, que aquella dicotomía
nombrada al principio simplemente no existe y a lo más puede ser utilizada sólo de
manera conceptual y esquemática.
Dialéctica operando
Así como es posible asemejar la dialéctica modernidad-modernismo con la de
las clases sociales, también se puede ver el problema de la supuesta racionalidad
instrumental comparando las modernizaciones culturales y sociales con los conceptos de
base y superestructura utilizados para analizar la sociedad capitalista en el pensamiento
moderno de perspectiva marxista.
La primera semejanza es que ambos pares son sólo conceptos que en la realidad
no se dan por separado, sino como un todo. La base -relaciones sociales, modo de
producción- opera en relación dialéctica con una superestructura determinada -marco
jurídico y legal, Estado-. Lo mismo sucede con la modernización social y la cultural,
que se dan al mismo tiempo y una en correspondencia e interacción con la otra. Al
desarrollo del capitalismo y sus tecnologías y ciencia al nivel actual le corresponde un
determinado modo de relaciones y desarrollo de los sujetos. Para darle prioridad al ser
humano en la sociedad, es necesario cambiar el rumbo de la modernización social para
que se adecue a las necesidades de éste, al mismo tiempo que para ese nuevo rumbo se
necesita un sujeto diferente. Es dialéctica en operación.
Esto es lo que puede llegar a descartar la noción de racionalidad instrumental
como era entendida por Kant y Casullo, primero porque no existe predominancia de una
modernización sobre la otra, sino correspondencia; y segundo porque la poca
preocupación por el desarrollo el sujeto no es cuestión de “el mundo moderno”, sino
una imposición de la clase dominante.
Modernizar en contra de lo establecido
Los primeros pensadores modernos, tal como plantea Berman, tuvieron más en
cuenta lo anteriormente dicho, pues concibieron que la sociedad moderna podía cambiar
desde adentro por las contradicciones que en ella se incubaban. Ellos tuvieron una
visión optimista, y en el caso de Marx, basaron sus teorías en la cuestión de cambiar el
mundo. Sin embargo aquellos teóricos del siglo XX que emergieron en la era de la
modernidad predominante dejaron de lado la naturaleza inicialmente subversiva de ésta
para privilegiar las visiones derrotistas y cercanas al nihilismo, con el argumento de que
nada se puede cambiar.
En la práctica, estos teóricos del llamado “postmodernismo” terminaron
asimilando el concepto de racionalidad instrumental como único e inmodificable,
cerrando las puertas a una posible evolución de la sociedad hacia algo mejor. Esto, fuera
Guevara, Ernesto. “El socialismo y el hombre en Cuba” en “Ernesto Che Guevara, Escritos y discursos”,
Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977.
2
de crear una vanguardia de pensamiento o influir en el desarrollo humano, ha estancado
el pensamiento moderno, haciéndole el juego al sistema.
“Paradójicamente, resulta que estos primeros modernistas -la modernización y el
modernismo pueden constituir nuestras vidas- pueden entendernos mejor de los que nos
entendemos nosotros mismos”3. Con esta afirmación Marshall Berman nos llama a
rescatar a los primeros pensadores modernos, quienes contribuyeron más al
pensamiento humano, habiendo vivido una modernidad que recién se estaba formando.
“Marx, Nietzsche y sus contemporáneos experimentaron la modernidad como un
todo en un momento en el que sólo una pequeña parte del mundo era verdaderamente
moderna. Un siglo después, cuando los procesos de modernización engendraron una red
a la que nadie, ni siquiera el rincón más apartado del mundo, puede escapar, los
primeros modernistas nos pueden enseñar muchas cosas, no tanto de su época como de
la nuestra”4.
Al parecer si queremos luchar contra esa “racionalidad instrumental” del
capitalismo, no nos corresponden más los pesimistas del siglo XX, sino que debemos
remitirnos a los viejos, para así poder sacar las conclusiones pertinentes para la
actualidad. Si queremos que los hombres dejen de ser máquinas y vuelvan a ser seres
sociales, debemos apostar por el optimismo, pero no ciego, sino que sustentado en la
posibilidad de ser mejores, como personas, como sociedad, sabiendo que las
contradicciones estallan, y que, por lo tanto, lo que está mal no durará para siempre. Ser
moderno es ser revolucionario.
3
4
Op. Cit., Berman, pág. 15.
Op. Cit. Berman, pág. 15.
Universidad de Chile
Instituto de la Comunicación e Imagen
Santiago
2009
Dialéctica y Racionalidad
Instrumental
Mario Arredondo
Ramo:
Cultura de Masas e Industria Cultural
Profesor:
Carlos Ossandón
Prof. Ayudante:
Paulina Andrade
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