Clase 5 - Leá y Rajel

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Centro de Estudios Judaicos
Curso: Figuras Femeninas
Clase 5
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Leá y Rajel
Leá y Rajel, las dos últimas matriarcas del pueblo. Analizaremos algunos de sus
rasgos de personalidad: Leá y Rajel, hermanas. Leá y Rajel, ¿Dos caras de una
misma moneda? Leá y Rajel, ¿Complemento o contraposición?
¿Cómo se dibujan las dos hermanas en la memoria colectiva?
No es casualidad que hayamos, poco originalmente, decidido tratar acerca de
estas dos figuras en el mismo encuentro. En una primera lectura, sus historias
están íntimamente entrelazadas. Leá y Rajel, son hermanas. Son tal vez los
prototipos de dos modelos femeninos, ¿Opuestos? ¿Complementarios? Leá y
Rajel, aparte de ser hermanas, son esposas del mismo hombre. La figura de dos
o más mujeres en una sociedad polígama no debería llamar la atención. Sin
embargo que un hombre tome a dos hermanas resulta más difícil de aceptar (Ver
en Levítico 18:18 la prohibición específica de tomar mujer y su hermana). En
hebreo se usa la palabra tzará, pintorescamente significativa, para indicar la
relación entre las esposas de un mismo hombre. La traducción literal de tzará, es
la de “problema”, una mujer es a la otra mujer del mismo hombre una
“tzara”, un problema, una contrariedad, un dolor de cabezas. Son rivales,
contrincantes, antagonistas. Se celan. Disputan el amor. Los regalos. El dinero.
Traen tzarot, problemas.
La memoria colectiva no necesariamente acentúa esos rasgos, los da como
sobreentendidos. No son cuestionados. Cuando leemos el texto casi no ponemos
atención a la anomalía de la familia polígama a nuestros ojos. Han pasado ya
muchos siglos desde que Rabenu Gershom[1] dictara la prohibición de la
poligamia en el judaísmo y ese modelo familiar es válido hoy en pocos lugares.
Sin embargo, leemos casi sin que nos llame la atención la composición polígama
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de las familias patriarcales. La de Iaakov, de cuatro mujeres, tenía en el centro a
dos hermanas. Una elegida.
¿Acaso Leá amaba a Iaakov? Y ¿Qué siente la mujer entregada a un hombre que
no ama? En la interpretación tradicional, normalmente Leá es vista como la
mujer que ama a Iaakov con toda su alma y por ello está dispuesta entre otras
cosas a “comprar” una noche con él. Los hijos que Leá trae son la prueba del
amor a su hombre. Mientras está embarazada existe, es, a los ojos de Iaakov y de
sí misma. A tal punto que incluso cuando sólo se da una interrupción en su
maternidad como lo vimos en el capítulo dos, es considerada estéril y enseguida
recurre a sus siervas para que den a luz en su lugar. Leá sabe que esa es su carta
fuerte. ¿Pero esto implica necesariamente amor? Sin embargo podría pensarse
que lo que Leá quiere es a los hijos y no al hombre. Quiere a los hijos que
representan su seguridad en el mundo masculino en el que se mueve. Sabe que
por ellos será valorada. ¿Es Leá “socia” en el engaño? Y si no lo fuera es creíble
que no lo fue.
Últimamente, se ha desarrollado la lectura interpretativa poética de los textos
bíblicos. Existe una generación de escritores que bebieron de la fuente bíblica y
tienen el talento de escribir a partir de su lectura sus interpretaciones artísticas.
Como ejemplo traemos aquí una muestra de ello, en la poesía de Arie Sivan, en
traducción libre:
No le creerán que no trató
De engañar en su desnudez
A nadie,
Y que no por tanto llanto sus ojos están blandos
Y no tenía fuerzas de explicar,
¿y para qué?
Mucho pero mucho más simple
Era convencerse que amaba
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A Yaakov, y que el contacto
de su carne la redimiría
de algo, de alguna manera,
En cada cosa hay algo de verdad
Y fuera de eso
todo se complica y se entreteje
con los años
en un tejido que se espesa
en un tapón
en la garganta.
Hasta aquí el poeta contemporáneo. Para él, al igual que para nosotros, los
patriarcas y matriarcas viven. En nosotros.
Sin embargo, poca justicia se realiza con el texto bíblico si no se lo analiza
también, en su humanidad. Los comentaristas clásicos, se dedicaron a encontrar
respuestas a esas preguntas que en nuestra época parecen obviarse.
Leá y Rajel, son presentadas por el texto como rivales pero tal vez, podríamos
pensarlas como cómplices... Iaakov es engañado por Laván (recordemos que se
trata del mismo Laván, hermano de Rivká, que codicia el oro que ofrece el siervo
de Abraham). Laván le entrega a Leá en lugar de Rajel. Pero ¿Cuál es la actitud
de Leá y Rajel ante el engaño? ¿Qué es lo que sienten? ¿Qué es lo que hacen?
¿Qué es lo qué Leá siente al saber que está pasando la noche de bodas con un
hombre que cree que ella es otra mujer? ¿Qué siente Rajel al ver que su hermana
ha tomado al hombre que ella desea? ¿Por qué nadie se rebela? ¿Cómo puede
Iaakov ser engañado de tal manera? ¿De qué clase de amor se trata si puede ser
engañado así? ¿Tal era el deseo que no puede siquiera identificar a la novia? ¿No
puede o no quiere?
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Estas preguntas que muchas veces quedan disimuladas o totalmente ocultas en
nuestra generación, preocuparon a nuestros sabios, que aportaron sus
interpretaciones que intentaremos compartir con ustedes. Como ya lo
marcáramos en tantas oportunidades, el texto tiene silencios. Calla en este caso,
tanto la voz de Leá como la de Rajel, pero también en parte la de Yaakov.
Paradójicamente, también, es el midrash, que citaremos más adelante, el que
acentúa los silencios de Rajel y hace notar la locuacidad de Leá. Sin embargo, en
el texto ambas están sin palabra.
Según el texto, Yaakov le reclama a Laván,
"Y dio Laván a ella su sierva Zilpá; a Leá, su hija, por sierva. Y aconteció que por la
mañana, y he aquí que era Leá. Y él le dijo a Laván: ¿Qué es esto que me has hecho?
Ciertamente serví contigo por Raquel. ¿Y por qué me has engañado? Y respondió Laván: No
se hace así en nuestro lugar, dar la menor antes que la mayor". Gén. 29:24
Yaakov no le reclama a Leá y mucho menos a Rajel. ¿No sería interesante pensar
en un reclamo, un enojo contra una mujer que está con él toda la noche sin
develar su verdadera identidad? ¿Qué habrán sentido las mujeres? Yaakov se
queja con el padre. En relación a estos puntos, es el midrash el que intenta
responder, conforme a él: Yaakov le reclama a Leá por haberlo engañado, a lo
que ella responde que de él aprendió a mentir cuando se trata del cumplimiento
de un mandamiento,
"Ya que tú hace alrededor de 21 años mentiste y le trajiste comida a tu padre haciéndote pasar
por tu hermano, y no te abstuviste de mentir para cumplir la voluntad de tu madre. Así
hoy miento yo para cumplir la voluntad de mi padre. Y especialmente para tener un privilegio
tan grande de estar con un hombre piadoso como tú y no caer en las manos de Esav. Así como
él engañó para obedecer a su madre (en la pugna por la bendición de Itzjak), así, ella engañó
para cumplir con la voluntad de su padre." Así lo trae Meam Loez en Bereshit 29:35.
El midrash, con su estilo, no esquiva, en este comentario, tampoco una abierta
crítica a la mentira de Iaakov en otras circunstancias que obviamente formaban
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parte del mito familiar. Maasé avot, simán lebanim -lo que hicieron los padres da una
pauta para la conducta de los hijos-. El midrash expone y acentúa las mentiras
blancas y no tan blancas de la familia patriarcal. Le quita el derecho de exigir la
verdad a quien ya había faltado a la verdad, y no importan las causas.
Esta última aseveración nos lleva a otro punto interesante: a aquellos midrashim
según los cuales, conforme a la tradición familiar Leá, la primogénita, estaba
destinada a Esav, y Rajel, la más joven estaba destinada a Yaakov. Interesante
señalar en ese sentido algunas de las interpretaciones acerca del versículo de
Génesis 29: 17.
“Y los ojos de Leá eran “racot”, ¿qué es racot? (La mayor parte de los traductores al
español, traduce racot como tiernos, lacrimosos o blandos,significando
elegantemente o que no veía bien o que no eran bonitos.
El Talmud Babilónico, Baba Batra 123a, nos dice:
“Y los ojos de Leá eran “racot”, ¿Acaso así se habla? Cuando se describen los animales
impuros, en Génesis 7:2, dice “de animal que no es puro”, [el texto bíblico usa siete palabras
en lugar de decir simplemente ‘impuro’], para no ofender al animal y aquí ¿acaso “racot”
puede ser ofensa? Dijo rabí Eleazar, racot significa arucot, largas, porque tenía hombros largos.
Rav dijo, hay que traducir racot, pero no en sentido negativo, sino como elogio. Ella oía a las
personas que decían que Rivká tiene dos hijos, y Laván tiene dos hijas. La mayor para el
mayor, la menor para el menor. Y preguntaba: ¿Cuáles son sus acciones? El mayor era un
malvado, le decían, un asaltante ‘Esav un hombre de campo, diestro en la caza, ‘Y el menor,
un hombre apacible, más bien sentado en las tiendas’ (Génesis 25: 27), y ella lloraba hasta que
se le acabaron las pestañas de sus ojos. Y cuando dice que Dios observó que Leá era odiada,
debe leerse... que vio que Leá odiaba las acciones de Esav y entonces la hizo
parir.”
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Y casi en el mismo respiro, el texto intenta descifrar virtudes de Rajel.
“¿Cómo era el recato de Rajel? Está escrito: “Y le dijo Yaakov a Rajel que es hermano de su
padre, e hijo de Rivká”, Génesis 29: 12: ¡El hijo de la hermana de su padre! .... (Cuando le
reclamó la mentira) Le dijo a ella: Somos hermanos en el engaño. Acaso corresponde que los
justos usen engaños? ¡No!, En II Samuel 22, 26 leemos: “Con el piadoso eres piadoso,
intachable con el hombre sin tacha. Con el puro eres puro, con el ladino, sagaz...”
Esta mentira es tratada por el autor de este comentario con mayor consideración.
Es válido mentirles a los mentirosos, permitiendo usar sus triquiñuelas.
Dice el texto “Se hizo, la mañana y resultó que era Leá”, Génesis 29: 25, de lo que
podemos entender también que hasta ese instante no era Leá. No era Leá porque
para Yaakov era Rajel. No podía ser Leá y Rajel al mismo tiempo. Y de pronto,
ya no fue más Rajel. Sólo Leá. Nada más. Nada menos. Conforme a muchos
midrashim Rajel y Yaakov habían combinado señales para que Yaakov la pudiera
reconocer y Rajel conmovida por el destino de su hermana le entrega a Leá las
señales para que pueda engañar a Yaakov. Así lo dice Rashí claramente:
“Se hizo, la mañana y resultó que era Leá, pero en la noche no era Leá, ya que Yaakov le
había dado a Rajel señales para identificarla, y cuando vio Rajel que le entregaban a Leá se
dijo ´ahora será avergonzada mi hermana´ , y fue y le entregó a Leá las señales".
El Yalkut Shimoni [2], resuelve a su manera la pregunta acerca de la rara actitud
de Yaakov de entregar a su prometida señales para reconocerla. Las mismas
señales que luego son usadas para engañarle:
“Los lugareños eran estafadores... Yaacov debía trabajar siete años para tener a su mujer, y
temía que Laván fuera al mercado del pueblo y compre una mujer y la entregue en lugar de su
hija. Y Yaacov le dijo a Laván, “Dame mi mujer, que se ha cumplido el plazo, y quiero
llegarme a ella” Génesis 29:21. Dijo Rabí Ivo, ni siquiera un malhablado pediría a su esposa
con ese lenguaje. Mucho menos una persona delicada como Yaakov. Sólo que el Santo Bendito
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había decidido que salieran de él doce tribus y ya tenía 84 años y si no empezaba ahora,
¿Cuándo?, por ello la pidió así.”
El midrash Tanjuma (Buber) nos dice: “Rajel y Leá eran igualmente lindas, sobre el
versículo Génesis 29:16 “Y a Laván tenía dos hijas”, (debe leerse que eran) equivalentes en
belleza, esbeltez, y por qué dice que sus ojos eran racot? –Porque cuando nacieron (los hijos de
Rivká y las hijas de Laván), intercambiaron cartas de compromiso para casar a los hijos entre
ellos. ... y Leá no quería a Esav....
Cuando Esav fue a tomar mujer entre las hijas de Ishmael, Yaakov se dijo: “si por las
bendiciones (de mi padre), Esav estaba dispuesto a matarme, por tomar a su mujer prometida
seguro me matará y me dirá no te fue suficiente quedarte con la primogenitura y la bendición,
sino que también deseas a mi mujer”. Por eso se ofreció a trabajar siete años por Rajel... y allí
fue cuando Laván decidió ofrecerle a Leá. Para que Yaakov pueda decir, fue por Rajel que me
quedé trabajando... y Laván, dijo: “no se hace así en nuestra tierra”. Cuando amó más a
Rajel, Dios le dio hijos a Leá.
Parashat Vaietze, 12
Aquí el midrash defiende a Laván quien evita que su hija caiga en manos de Esav.
Veamos el midrash Tanjuma [Buber],
“Dijo rabí Yojanan, racot no fue bien traducido. Racot quiere decir “largos”, porque todo lo
que Dios le dio a Leá fue con largura. [A sus descendientes les concedió] El sumo sacerdocio
[descendiente de su hijo Levi], el reinado [de su hijo Iehuda], el aceite consagratorio, y cuando
Leá tenía sus hijos, Rajel se entristecía, quizás temiendo que la tome Esav “ya que no tenía
hijos”... y cuando tuvo a Iosef pudo afirmar “Dios me quito mi vergüenza” y no hay vergüenza
sino la que provoca el incircunciso. Y le llamó Yosef –y aumentarás-, para que Dios le conceda
otro hijo" Parashat Vayetze, 20
Este midrash proyecta el temor de caer en manos de malvados que tenía Leá, al
contexto de la esterilidad.
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El midrash Tanjuma [Varsovia], nos dice:
“Pero, el Santo Bendito Sea, cuando una persona, eleva una oración en voz queda
inmediatamente le oye. ... y así aprendemos de Leá que no tenía más mérito que esposarse con
Esav, y Rajel con Yaacov, pero...Leá estaba sentada en los cruces de caminos y preguntaba
sobre las acciones de Esav y le decían que era una mala persona, que derramaba sangre, asalta
a los andantes, todo rojo, que hace todas las abominaciones de Dios. Cuando Leá oía ello se
ponía a llorar hasta que sus ojos se debilitaban, y decía: Rajel y yo salimos de la misma matriz,
Rajel desposará al justo Yaacov y yo al malvado?
Por ello está escrito que sus ojos eran racot, y vio Dios que Leá “era odiada”, es decir que
odiaba las acciones de Esav, pero Rajel que oía las acciones de Iaacov estaba alegre y orgullosa,
y cuando ambas se casaron con Yaakov, dijo el Santo Bendito a ésta que lloró y sufrió
por odiar las acciones de Esav y rogaba ante Mí para que no la aleje del justo (Yaakov), a
ella le daré primero hijos, por ello está escrito “y vio Dios que Leá era odiada”. Parashat
Vaietze, 4
Aquí los hijos aparecen como compensación por acciones. Leá, oraba. Desde las
profundidades de su dolor. Desde el pozo de su congoja. Y su oración es oída.
El midrash es quien nos revela otra comparación interesante entre las dos
hermanas. Intenta explicar los silencios y las palabras a partir de decirnos:
“Leá asumió la actitud de confesar, y sus hijos continuaron el camino, Iehudá confesó lo que le
sucedió con Tamar, David, “agradeció a Dios porque es bueno” en Salmos 106:1, Daniel
(2:23) dijo: “Yo Te agradezco y Te alabo, oh Dios de mis padres, que me dio ciencia y poder, y
me hiciste conocer ahora lo que deseábamos de Ti, porque Tú nos has dado a conocer e asunto
del rey”. Rajel a su vez asumió la actitud del silencio, y sus hijos de alguna manera se
mantuvieron misteriosos, Benjamín supo la venta de su hermano pero calló, Shaul supo sobre el
reinado pero no lo reveló: “Y le respondió Shaul a su tío: ‘Nos dijo claramente que las asnas
habían sido halladas’, pero en lo concerniente a lo que había hablado Shmuel sobre el reinado,
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nada le dijo” (I Samuel 10:16) , Esther, “no había revelado aún su estirpe, como le había
dicho Mordejay, porque Esther hacía lo que le ordenaba Mordejay como cuando ella era criada
por él” (Esther 2:20)”
Recordemos como lo vimos al inicio que es el midrash también recuerda que Rajel
fue quien posibilitó el engaño, entregándole a Leá las señales.
Resumiendo. Discutieron los sabios sobre la personalidad de Leá, y hubieron
quienes interpretaron las mismas palabras para elogiarla y elevarla a los ojos de
nuestra historia como pueblo y otros quienes la juzgaron severamente.
Por un lado es la mujer condenada a ser entregada a un marido malvado que se
resiste con los medios a su alcance contra su destino ya pactado. Usa la plegaria y
el llanto para no ser tomada por Esav. Pero... no vemos en el texto
ningún intento de Esav de tomarla. Leá, hija de un padre malvado y mentiroso,
como los textos describen a Laván, es entregada con el alegato que las
costumbres del lugar no permiten desposar a la menor antes que a la mayor, a un
marido piadoso como Yaakov. Leá, es la que habla, es la que expresa sus
sentimientos y por ello es criticada, incluso, según esa lectura, porque heredó a su
progenie la característica de los que hablan. Como si genéticamente había
transmitido ese valor negativo del hablar y confesarse.
Leá es presentada por algunos midrashim [3] también por tener hijos simplemente
como resultado de una propuesta para tener mayor dominio de territorio en su
familia y no como producto del deseo maternal más sublime. Maternidad viciada
de sentido. Sexualidad funcional. Siguiendo esa línea interpretativa, hay quienes
desean acusar a Diná, de una conducta no deseada, cuando sale a ver y mostrarse
a los vecinos. Como que en su violación hubiera una continuación de un gesto
nacido de las actitudes de la madre. No es éste el espacio para analizar la
violación de Diná, y mucho menos analizar si acaso hubo alguna culpa en sus
actitudes como para justificar el acto criminal. No caeremos en la trampa de
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acusar a la violada por la culpa de su propia violación, ni la de intentar
comprender el presunto enamoramiento del violador de su víctima. Sólo
deseamos mostrar el fino hilar interpretativo desarrollado con absoluta libertad.
Si bien del texto bíblico es difícil inferir ese proceso, son los midrashim, quienes
preocupados, como siempre, quienes nos abren la posibilidad, además jamás
coartada, de realizar lecturas aparentemente contradictorias sobre la personalidad
y acerca de las conductas de nuestros patriarcas y matriarcas.
A esta altura del curso podemos remarcar esa verdad irrefutable: nuestras figuras
fundadoras y ancestrales fueron humanas en todo la grandeza del término
Humano.
Se equivocaron y algunas veces enmendaron sus actitudes.
Otras, no aparecen las correcciones sino silencios que nosotros llenaremos a
partir no sólo de nuestras percepciones de ellas, sino de nuestras proyecciones
que también son el resultado de nuestra propia experiencia enriquecedora.
Y simultáneamente no menos trascendente, casualmente a partir de ese
humanismo total, pese a sus errores, como los nuestros, como los de los
humanos, los patriarcas pudieron trascender a partir de la misión a la que se
dedicaron.
Ser Fundadores implica dolor y sacrificio. Significa lucha contra los prejuicios y
las actitudes humanas. Significa mirar hacia el horizonte con disposición de
hacer. Humildemente. Casi seguramente sin proponerse el rol que la historia y las
interpretaciones rabínicas e históricas les dieron.
En su humildad esta su grandeza.
Es el texto quien nos revela sus defectos para que podamos rescatar sus logros.
Cuando nos conmovemos con sus lágrimas, podemos alegrarnos con sus risas.
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La risa de Sara no es menos significativa que la lágrima de Leá.
Mujeres en un mundo masculino, dando sentido a las familias. Luchando por
ellas cuando los Padres estaban enfrascados en otras luchas. Más o menos
importantes. Ello no importa. Distintas. Propias. Unas sin las otras se hubieran
desvanecido y la historia no podría ser relatada, ni vivida tantos siglos después.
Frente a Rajel, la recatada, la silenciosa, la que debe ser la verdadera señora de la
casa, la enamorada y la amable, en el sentido de digna de ser amada por nuestro
patriarca Yaakov.
Debemos recordar que intentamos analizar en estos encuentros virtuales las
partes femeninas de las matriarcas. Nuestro silencio al elegir no analizar su papel
educativo o formativo de la nación, se debe a la falta de espacio en este curso,
pero, también por nuestro deseo de presentar aquellos temas que no quedaron
fundidos en nuestra propia memoria de los personajes. Usamos midrashim para
familiarizarnos con ese modelo interpretativo que enriqueció a generaciones y
que nos sigue enriqueciendo en nuestros días, con sutilezas, con apuntes de
sicología, usando la posibilidad que nos dan las letras para la creación. Para la
Creación. Para nuestra creatividad.
Notas
[1] Ver en el curso de La Mujer Judía acerca de las regulaciones de Rabenu
Gershom
[2]Parashat vayetze, 247, 125
[3]“Y sus ojos eran racot... porque lloraba y lagrimeaba hasta que se le cayeron las
cejas y elevaba plegarias para no ser casada con Esav. Y dijo, cobraré tu premio.
No cumpliste con el precepto de crecer y multiplicarte en honor a Dios, sino lo
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que quisiste era vender a tus hijas, como hacen los malvados, “Si vendiere un
hombre a su hija por sierva, no saldrá ésta como los demás siervos” Éxodo 21:7,
porque amplían el premio y el mérito a quien lo tiene y lo malo a quien ya actuó
mal. Quien no mantuvo relaciones para reproducirse según el espíritu divino, al
final venderá a su hija. Y vio Dios que Leá era odiada, significa que hizo cosas
odiadas o que debió haber odiado, y Rajel es estéril...
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