Ampliación 5.1

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Incipit. Curso en línea de latín básico
Carles Padilla; Josep Lluís Teodoro
Ampliación 5.1
La propiedad y la familia. Estructuras de poder y estructuras
familiares en el principado.
Patricios y plebeyos
En la sociedad romana primitiva, la propiedad de la tierra determinaba en gran
manera el estatus social. En el periodo de formación del Estado y de ocupación
del territorio, las grandes familias gentilicias se hicieron con el control de la
tierra de labor, que explotaban en haciendas colectivas, sin propiedades
individuales.
A medida que se fue ampliando el territorio de la primitiva monarquía con la
conquista de las aldeas vecinas, llegaron a Roma nuevos grupos familiares que
no poseían tierra, y que debían trabajar como jornaleros o arrendatarios las
tierras de las gentes primitivas. Esa nueva población, fuera del sistema
gentilicio originario, fundó sus propias familias gentilicias.
La sociedad romana quedó así constituida por dos bloques de ciudadanos: los
patricios, pertenecientes a las familias inicialmente propietarias de la tierra, que
detentaban todos los derechos políticos, las magistraturas y el servicio militar; y
los plebeyos, que no gozaban de estos derechos.
Las diferencias entre patricios y plebeyos en lo social fueron reduciéndose con
el paso del tiempo: Muchas familias plebeyas se enriquecieron, accedieron a la
propiedad de la tierra y crearon redes sociales influyentes, pero seguían sin
tener derechos políticos.
La lucha por extender esos derechos se concretó en las llamadas asambleas
de la plebe, y en la elección de unos magistrados plebeyos, los tribunos. En
sucesivas fases, las asambleas plebeyas fueron adquiriendo poder, y los
patricios se avinieron a redactar un código legal escrito y público (las leyes de
las XII tablas), que fue ampliándose hasta reconocer a los plebeyos nuevos
derechos (matrimonio entre patricios y plebeyos, sacerdocios, etc). Los
enfrentamientos patricio-plebeyos se produjeron desde la Secessio plebis del
494 aec. hasta la promulgación de la Lex Hortensia en el 287 aec.
La clientela
Para suplir las deficiencias en protección social de un estado tan rudimentario
como la República Romana, los más desfavorecidos, plebeyos sobre todo,
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buscaron la protección de las grandes familias patricias, que les
proporcionaban trabajo en sus propiedades, influencias, ayuda económica,
protección ante los abusos de otras familias… a cambio de asegurarse su voto
en los comicios, y de exhibirlos como grupo de presión delante del resto de
familias poderosas. Esta relación, llamada clientela, era considerada un
vínculo casi sagrado: las obligaciones entre el patronus (protector) y el cliens
(protegido) contaban con respaldo legal y social y las leyes de las Doce Tablas
declaraban sacer ‘contaminado religiosamente’ al patrono que inclumplía los
deberes con su cliente.
El patrocinio y la clientela se extendían por toda la sociedad romana: En los
territorios incorporados al Estado, la relación entre el conquistador —el general
al mando— y los conquistados entraba dentro de este ámbito. En el ejército, el
vínculo entre el general y sus soldados, incluso al acabar la campaña,
continuaba siendo el del patrocinio, de tal manera que, una vez disuelto el
ejército, los veteranos mantenían una relación de dependencia y obligación con
el general al que habían jurado lealtad.
Durante el Imperio, la relación de clientela perdió importancia desde el punto de
vista electoral, pero siempre mantuvo una fuerte implantación en el ámbito de
las relaciones particulares. Una de las ceremonias más representativas de este
vínculo era la salutatio matutina, la recepción por parte del patronus de todos
los clientes que iba a presentarle sus respetos cada mañana, que se ponían a
su disposición y que le acompañaban, formando un numeroso cortejo, a las
actividades diarias relacionadas con la política o con el prestigio de su familia.
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