Carlo Maria Martini, el profeta del diálogo

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Carlo Maria Martini, el profeta del diálogo
Andrea Tornielli traza, en estas páginas, un retrato completo y muy interesante de Martini. A
través de sus escritos, homilías y palabras dichas en diversas ocasiones. Se trata de un
recorrido no solo por su etapa al frente de la archidiócesis milanesa, sino por toda su vida,
desde los primeros años, en familia, hasta sus últimos pasos, ya aquejado por el Parkinson, y a
caballo entre Jerusalén y Milán. De Martini se dijo, durante años, que era un posible sucesor de
Juan Pablo II, se le etiquetó como progresista, liberal, culto... Hubo quien lo valoró por ello, y
quien criticó duramente sus posiciones. Sin embargo, a menudo la caricatura o la etiqueta dice
poco de la verdadera complejidad de las personas. Con Martini también ocurre. De ahí el valor
de un libro como este. Su autor es un profundo conocedor de toda la obra del jesuita italiano, y
desde ahí sistematiza, con acierto, las grandes líneas de su pensamiento y señala sus
posiciones como pastor, dispuesto a afrontar las grandes cuestiones políticas y sociales (el
régimen fiscal, la relación entre la escuela pública y la privada, las uniones de hecho), éticas (la
visión de la sexualidad, aborto, eutanasia, aborto) y religiosas (liturgia, rito latino, ecumenismo,
sacerdocio y celibato, el papel de l a mujer, el diálogo entre creyentes y no creyentes...),
cuestiones todas ellas que preocupan a la sociedad occidental y la Iglesia católica. Sin ser un
libro exhaustivo (sería imposible), permite hacerse una idea amplia de la trayectoria y la
importancia de Martini, el profeta del diálogo.
«Considero que cada uno de nosotros tiene en sí un creyente y un no creyente que dialogan
en su interior, que se interrogan el uno al otro, que se hacen continuamente preguntas
punzantes e inquietantes. El no creyente que hay en mí inquieta al creyente que también hay
en mí, y viceversa (...) ...se trata de hacer emerger las preguntas que tenemos dentro. Significa
inquietar a quien cree para hacerle ver que tal vez su fe está fundamentada sobre bases
frágiles, y de inquietar a quien no cree para hacerle ver que nunca ha profundizado en su
incredulidad" (A propósito de la Cátedra de los no creyentes; p.71)
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