Colonización, regadíos y desarrollo en el sur de España. El caso

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Colonización, regadíos y
desarrollo en el sur de España
El caso particular de la provincia de Jaén
Vicente José Gallego Simón
Madrid, 2014
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PRÓLOGO
La obra que el lector tiene en sus manos posee un enorme valor científico,
pues es fruto de una labor paciente, minuciosa y rigurosa que se basa en la búsqueda, crítica e interpretación de unas fuentes tan abundantes como, en muchos
casos, desconocidas hasta estos momentos para los investigadores especializados
en el tema. Sobre este particular, no creo que sea posible señalar ninguna obra de
importancia mayor, e incluso menor, que no haya sido convenientemente escrutada y empleada a los fines de la investigación cuyos resultados se presentan aquí,
y que no olvidemos forman parte de la tesis doctoral del autor. En consecuencia
con ello, y dado el acierto con el que esta información se explota, organiza y relaciona, puede afirmarse que aporta elementos suficientes como para producir un
salto cualitativo en el conocimiento de la historia económica y social de la provincia de Jaén en un período especialmente intenso y, por supuesto, íntimamente
dependiente de lo que iba aconteciendo en el mundo rural. Desde luego, durante
las décadas centrales del siglo pasado, el calificativo que mejor describiría al territorio en cuestión sería el de «provincia problema».
De la lectura del trabajo surgen de inmediato dos graves y grandes preguntas
para la reflexión general: en primer lugar, ¿existe alguna provincia española que
haya sido más continua y profundamente diagnosticada y, al tiempo, peor remediada en sus problemas que la de Jaén?; y en segundo término, ¿se dan mejores
condiciones para su población a comienzos del siglo xxi que las que se dieron
durante la segunda mitad del xx?
Desde luego, no es motivo de esta presentación entrar en el fondo de tan
complejas como urgentes cuestiones. Tan sólo cabe destacar que, en gran medida,
no se pudo conseguir lo que a toda costa se pretendió: la diversificación de la
economía y la aparición de oportunidades suficientes para retener a la población.
El gran éxodo demográfico experimentado en aquellos momentos es, desde luego,
prueba palpable del fracaso de la planificación y también de la derrota de los
grupos sociales menos favorecidos.
El caso es que los paisajes rurales hoy dominantes son en gran parte resultado de las acciones que entonces se emprendieron. Así, se ha llegado a una situación en la que el suelo provincial se distribuye en apenas dos grandes usos: foresVII
Vicente José Gallego Simón
tal y olivarero. En el primer caso, la proporción arbolada es muy significativa
gracias a otro pilar de la política agraria franquista como fue la repoblación,
abrumadoramente centrada en la plantación de varias especies del género pinus,
que hoy dominan los diferentes espacios serranos que se distribuyen en las porciones periféricas de la provincia; al segundo se ha llegado en gran medida por el
fracaso de las iniciativas puestas en marcha por el Plan Jaén, que no olvidemos
tuvieron en la lucha contra el paro estacional crónico en el agro su motivo mayor.
La diversificación de los cultivos, la mejora de la productividad previa ampliación del área regada y la aparición de una gran industria agroalimentaria que
culminara la apuesta de desarrollo que se pretendía, simplemente no se consiguió.
En consecuencia, no se transformaron de forma radical los espacios campiñeses
que ocupan el sector central de la provincia, y que eran los llamados a protagonizar este cambio.
Aún más espectacular que la expansión de los pinares en el suelo forestal ha
sido la del olivar sobre el espacio cultivado. Y ello a pesar de que se reconocía en
la especialización en este cultivo uno de los males de origen: la generación de
trabajo estacional, poco cualificado y muy dependiente en su duración de las condiciones meteorológicas de cada campaña. Aunque era evidente que se podría
corregir uno de estos problemas, el de la vecería productiva, empleando para ello
parte de los recursos hídricos regulados a través de la impresionante red de embalses que se fue conformando durante todo el siglo xx, esta opción no se barajó
en absoluto; considerándose mucho más lógico destinar el agua para los cultivos
industriales, hortofrutícolas o forrajeros, mucho más adecuados a la pretensión de
implantar lo que hoy podríamos calificar de proyecto de desarrollo endógeno de
base rural y agroindustrial.
La realidad, sin embargo, se ha empeñado en caminar por otros derroteros.
Consumado el declive de la actividad industrial y anclada en los segmentos menos
especializados y productivos del sector servicios, la provincia de Jaén sigue manteniendo su carácter rural (la mayoría de sus municipios, cuyos núcleos habitados
conforman una bien distribuida red urbana, cuenta con una población menor de
10.000 habitantes), y una evidente especialización agrícola. Es más, con casi el
90% de la superficie agrícola útil destinada al olivar, y una estimación de 220.000
ha regadas (aproximadamente un 38% del total), se ha llegado a una abrumadora
situación de monocultivo. Aunque la realidad agronómica y económica es muy
dispar en función de numerosas variables y, por tanto, la diversidad de las explotaciones es muy amplia, contemplada en su conjunto no deja de impresionar, pues
resulta que puede suponer hasta el 20% de todo el aceite de oliva que se produce
en el mundo.
Esta especialización extrema presenta importantes contradicciones ambientales, económicas y sociales, algunas de las cuales hacen pensar en situaciones de
bloqueo parecidas a las que se dieron en otros momentos respecto a las posibilidades de éxito del territorio jiennense. A la vez, cuenta con magníficas oportunidades, que pasan en nuestra opinión por rentabilizar en mayor medida el entraVIII
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
mado de investigación y formación que se ha desplegado en los últimos años; así
como el cambio de mentalidades que se está observando en relación con la búsqueda de un producto diferenciado y cualificado, antes que obtenido masivamente
bajo principios de lowcost. Estamos, en cualquier caso, en otro momento decisivo,
pero el reto sigue siendo básicamente el mismo que el que se viene afrontando
desde el período analizado por Vicente José Gallego Simón: tratar de desencadenar
todo el potencial que el territorio tiene para competir inteligentemente, ahora en
un contexto de economía globalizada.
Solo me cabe, para terminar esta presentación, agradecerle una vez más las
magníficas respuestas que el autor ha dado en este libro al entendimiento de la
dinámica, organización y ordenación del espacio rural en un período decisivo para
la provincia de Jaén, y reconocerle el mérito que tiene. Las vicisitudes personales
o laborales pueden retardar o limitar la producción científica, pero mientras se
mantenga la inquietud, la curiosidad y el inconformismo intelectual, podrán ser
tan valiosas como ésta que he tenido el placer de presentar.
Jaén, a 16 de julio de 2014
José Domingo Sánchez Martínez
Catedrático del Área de Análisis Geográfico
Regional de la Universidad de Jaén
IX
ÍNDICE
Introducción.................................................................................................................XIII
1. Aspectos fundamentales de la colonización agraria en España..............
1
1.1. El contexto agrario de la posguerra española. Ejes básicos
de la nueva política agraria franquista.......................................................
1
1.2. Base ideológica y doctrinal de la política de colonización.
Aproximación a sus principales autores.................................................... 15
1.3. Revisión bibliográfica de la obra colonizadora. Estudios generales,
regionales y locales........................................................................................ 42
2. Regadíos y colonización en la provincia de Jaén. Estudio de un
modelo único en España..................................................................................... 69
2.1. Instrumentos de planificación territorial asociados al regadío
y la colonización. Análisis por zonas regables.......................................... 69
2.2.El alcance de la obra colonizadora en la provincia................................... 115
2.2.1. Complementariedad entre las políticas de colonización
agraria, regadíos y repoblación forestal.......................................... 115
2.2.2. Un elemento clave en la configuración del modelo colonizador
jiennense: la selección de colonos en las zonas regables............126
2.2.3. Análisis de los diferentes modelos: pueblos de agricultores
y pueblos de jornaleros...................................................................... 138
3. El Plan Jaén como dinamizador de la economía provincial.
Luces y sombras en su vertiente agraria y agroindustrial....................... 185
3.1. Diversificación agraria frente al avance olivarero. La transformación
del espacio agrario colonizado..................................................................... 185
3.1.1. Resultados agrarios e impacto económico de los nuevos
regadíos................................................................................................. 196
3.1.2. Resultados de la colonización de interés local
en la provincia de Jaén.......................................................................200
XI
Vicente José Gallego Simón
3.1.3. Impacto de los regadíos del Plan Jaén.............................................204
3.1.4. La transformación del espacio agrario colonizado........................ 216
3.1.5. El fracaso de la industrialización en el medio rural..................... 261
3.2.Territorios de colonización: entre el dinamismo económico
y la atonía.........................................................................................................265
Conclusiones................................................................................................................285
Bibliografía...................................................................................................................289
XII
INTRODUCCIÓN
Este trabajo forma parte de la tesis doctoral presentada en noviembre de 2010
y titulada «Transformacion en regadio, colonizacion y desarrollo rural en la provincia de Jaén. Cincuenta años de planificacion territorial frustrada (1925-1975)».
Una primera parte de la misma fue publicada por la Universidad de Jaén a finales
de 2012 con el título de «El Plan Jaén de 1953 y sus antecedentes: una oportunidad
perdida para el desarrollo de la provincia de Jaén en el siglo XX», con el objetivo
de dar respuesta a las razones del atraso histórico de esta provincia. Para ello nos
centramos en el análisis de numerosos estudios e informes que sirvieron para
justificar la aparición en 1953 del Plan Jaén, con el que se pretendía paliar la
grave situación socioeconómica de la provincia, en especial el drama del paro
forzoso y estacional en el sector agrario y la falta de alternativas en otros ámbitos
de la economía, a pesar de la riqueza de recursos naturales existente en el territorio; por último, en el libro se abordaba el estudio del Plan Jaén desde una perspectiva global, tanto en sus objetivos y ejes de actuación como en los mecanismos de
financiación y grado de ejecución.
La segunda parte de aquella tesis, que hoy ve la luz gracias al Ministerio de
Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, aborda algunas de las claves que
nos permiten comprender las razones del fracaso de aquel modelo de desarrollo,
ejemplarizado en el Plan Jaén, ambicioso plan de inversiones que pretendía sacar
a la provincia del subdesarrollo. Entre ellas debemos destacar, en primer lugar, el
análisis del contexto agrario de posguerra así como los fundamentos ideológicos y
doctrinales que sustentaron una de las políticas agrarias más ambiciosas del franquismo, la colonización agraria, cerrando este gran bloque con un repaso a la extensa producción bibliográfica generada por este tema en España.
En el segundo gran bloque de contenidos se recogen los principales rasgos
definitorios del modelo agrario desarrollado en Jaén a partir de mediados del siglo
pasado, fundamentado en algo poco común en aquella España, como fue la complementariedad de las tres grandes políticas agrarias aplicadas durante el franquismo: la colonización agraria, la expansión de los regadíos y la repoblación forestal. Por diversas razones que se expondrán a lo largo de esta publicación, la
provincia de Jaén constituyó un gran laboratorio para analizar la viabilidad de la
acción combinada de las tres políticas, supeditadas a una finalidad concreta: gaXIII
Vicente José Gallego Simón
rantizar la repoblación de la cuenca de alimentación del entonces primer pantano
de España en cuanto a volumen de agua embalsada, el Tranco de Beas, llamado a
ser el principal abastecedor de agua a los nuevos regadíos que emergerían en la
zona media y baja del Guadalquivir. La repoblación con pinar de esta cuenca hidrográfica requeriría en primer lugar de lo que los ingenieros denominarían eufemísticamente «saneamiento de la propiedad pública», es decir, expulsión fulminante de aquellos roturadores que llevaban décadas explotando unas tierras
incluidas en el perímetro de unos montes públicos. Con el objetivo de mitigar los
efectos sociales de esta medida se diseñó un plan para trasladar a estos roturadores y sus familias aguas abajo del Guadalquivir, concretamente a los núcleos de
colonización de nueva planta que comenzaban a ser realidad en las nuevas zonas
regables creadas en el caso de nuestra provincia al amparo del Plan Jaén de 1953.
La necesidad de dar respuesta a este problema, unido a la problemática de una
provincia marcada por el paro estacional de la gran masa de población jornalera
existente, propiciaron un modelo agrario muy peculiar, como ahora veremos, condicionado por la prevalencia de lo social ante lo estrictamente económico.
El tercer apartado se centra en el análisis pormenorizado de los efectos que
el Plan Jaén tuvo sobre la agricultura provincial, así como sobre el modelo agroindustrial que este Plan preveía consolidar a medio y largo plazo, un modelo que
pretendía romper el duopolio olivar-cereal que tanto daño estaba haciendo al desarrollo de la provincia, a partir de la apuesta por la industrialización de las materias primas existentes en el territorio, entre las que cabría destacar la riqueza
generada con la transformación industrial de las nuevas producciones agropecuarias que se obtendrían de los nuevos regadíos, y en donde las zonas colonizadas
jugarían un importante papel de campo de experimentación sobre las bondades
del nuevo modelo económico.
XIV
CAPÍTULO 1
ASPECTOS FUNDAMENTALES
DE LA COLONIZACIÓN AGRARIA EN ESPAÑA
1.1. El contexto agrario de la posguerra española. Ejes básicos
de la nueva política agraria franquista
La política de colonización española puesta en marcha tras la guerra civil no
puede sustraerse del contexto socioeconómico de la época; es más, forma parte
esencial del amplio engranaje doctrinal y práctico puesto en marcha sobre el
mundo rural tras la victoria de Franco (Ortega Cantero, 1979 a y 1993). De hecho,
no podemos obviar que constituyó, junto a la política de riegos, la principal alternativa contrarreformista a la reforma agraria puesta en marcha durante la II República.
Una mejor comprensión del alcance de estas políticas nos obliga a analizar
previamente el contexto agrario de los difíciles años cuarenta, con una agricultura
lastrada por factores de diversa índole y un marco ideológico definido por lo que
el sociólogo Sevilla Guzmán en 1979 denominaría la «ideología de la soberanía del
campesinado», inspirada en el ideario falangista, sin desdeñar determinadas influencias reformistas provenientes del social-catolicismo; ideología que contrastaba con una praxis claramente identificada por la apuesta industrial del Estado
(Velasco Murviedro, 1982; Barciela López y López Ortiz, 2003 b), y que tuvo en la
creación del I.N.I. un claro exponente, a la vez que mecanismo de legitimación de
un régimen que contraponía lo urbano a lo rural, con un balance netamente favorable a éste, o como se decía en el año 1937 en la publicación periódica «La Nueva
España»: «transformar España en un país de pequeños agricultores».
Historiadores, geógrafos, sociólogos, ingenieros agrónomos y economistas
han debatido intensamente sobre algunos de los aspectos que integraron la dinámica de funcionamiento del sector agrario en la España de posguerra. Sin ánimo
de ser exhaustivos, plantearemos la cuestión sobre cuatros grandes ejes que entendemos guardan una estrecha relación con la ejecución de la política colonizadora: 1) las consecuencias del conflicto bélico sobre la agricultura española; 2)
elementos fundamentales de la contrarreforma agraria; 3) características de la
1
Vicente José Gallego Simón
nueva política agraria, regulación de los mercados y limitaciones de la política
socioestructural; y 4) la estabilidad de la sociedad agraria tradicional y su papel
en el desarrollo económico del país.
• Las consecuencias del conflicto bélico sobre la agricultura española.
La mayoría de los expertos en la agricultura de posguerra (Naredo Pérez,
1996; Barciela López, 1999 y 2003 a; y González, 1978, entre otros) mantienen
que, a pesar del indudable impacto que en todos los órdenes tuvo la guerra civil
española, éste fue sobredimensionado por el Nuevo Régimen como una de las
coartadas que permitirían dar explicación a una crisis que no logró superarse
hasta bien entrada la década de los cincuenta. De hecho, la literatura agrarista
del primer franquismo se encargó de resaltar los destrozos de la guerra y sus
consecuencias sobre la agricultura (Servicio de Recuperación Agrícola, 1940;
Martín Sanz, 1945). Otros como Simpson (1997), en cambio, han valorado de
forma significativa algunos efectos derivados de la contienda civil como la pérdida de ganado de labor, en un contexto de economía orgánica que lo mismo los
utilizaba como elementos de labor y transporte, o aprovechaba el estiércol como
único modo de fertilizar el campo. Este último planteamiento coincide con el
análisis de Cabo Alonso (1993, p. 118 y ss.), para quien en 1939 las pérdidas en
ganado equino y bovino fueron especialmente elevadas, resultado de la ferocidad de los combates en los territorios con mayor número de ejemplares como
la cornisa cantábrica, y no lograron recuperarse hasta al menos una década
después.
Sí resulta indudable, en cambio, que en los años cuarenta la producción
agraria española experimentó un notable retraso a pesar de la escasa fiabilidad
de los datos oficiales de la época, evidenciado en una importante caída de la superficie cultivada así como en el descenso generalizado de los rendimientos
agrarios. Esta crisis se ha atribuido a múltiples factores que impidieron el despegue de la agricultura y propiciaron un era de acumulación en el mundo rural que
sería trascendental para el desarrollo económico de España. Mientras que para
Simpson este declive no puede ni debe imputarse sólo a las consecuencias de la
guerra civil o a la política intervencionista del gobierno sobre los mercados, ya
que hubo otros factores como el aislamiento internacional o el ritmo decreciente
del comercio exterior que impidieron la importación de abonos y maquinaria;
otros en cambio (Barciela López, 1999) achacan esta crisis a la política agraria
instaurada, basada en un rígido sistema de intervención de los mercados y en la
búsqueda de un modelo autárquico, siguiendo así una larga tradición histórica en
la España decimonónica e inspirada ahora en los regímenes fascistas europeos.
No debemos olvidar, en este sentido, el consenso existente a la hora de afirmar
que, al menos hasta mediados de los años cincuenta, no llegó a existir realmente
una política económica (Pérez González, 2002) ; en todo caso, lo que hasta entonces se vino aplicando fue una política de guerra, improvisada por definición, y
contextualizada en el marco de una «autarquía cuartelera», tal y como la definió
Tusell en 1985.
2
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
• Elementos fundamentales de la nueva política agraria franquista. Regulación de
los mercados y limitaciones de la política socioestructural.
A modo de introducción reproduciremos la respuesta oficial a un interrogatorio de la Organización para la Alimentación y la Agricultura1, en donde se
definía claramente la nueva política agraria en contraposición a la etapa republicana: «la política agraria española a partir de 1939 no se ha limitado a la
realización de una reforma agraria entendiendo ésta en su sentido estricto, es decir, por el conjunto de medidas conducentes a transmitir la propiedad de la tierra
de unas manos a otras, sino que se ha orientado en un sentido más amplio, según
el cual, bajo el concepto de reforma agraria, pueden incluirse todas aquellas medidas dirigidas a modificar las circunstancias del agro, tanto en lo que se refiere
a mejorar las condiciones económicas en que se realiza la explotación de la tierra,
como la situación de los agricultores, sin olvidar los aspectos social y cultural de
la vida rural».
El triunfo del bando nacional supuso la liquidación inmediata de la reforma
agraria republicana, en un proceso de contrarreforma (Pérez Yruela, 1997; Sorní
Mañés, 1978), que otros califican de una auténtica contrarrevolución agraria
(Barciela López, 1986)2. La primera medida adoptada por las nuevas autoridades
fue devolver las tierras afectadas por la reforma agraria a sus antiguos propietarios, para lo cual se creó en 1938 el Servicio Nacional de Reforma Económica
y Social de la Tierra (en adelante SNREST)3. Este proceso, que se desarrolló en
muchos casos al margen del control de las autoridades y acarreó la expulsión
de los colonos allí asentados a lo largo de los años treinta, va unido a los desahucios de arrendatarios practicados por los dueños de muchas fincas. Como
luego tendremos la oportunidad de comprobar, este proceso de garantía y reforzamiento del derecho a la propiedad privada de la tierra conllevaría una revalorización del cultivo directo, algo muy relacionado con la existencia de un mercado negro de productos agrarios que aseguraba beneficios extras, así como por
la abundancia de mano de obra disponible en el medio rural, que a su vez
también garantizaba bajos costes de explotación, dentro de una situación de
sometimiento social y laboral.
1
«Respuestas a un cuestionario de la FAO sobre política agraria», Revista de Estudios AgroSociales, II, 3 (suplemento), 1953, pág. 9.
2
Para acuñar este término, Barciela López se basa en las propias características que, según
él, concurren en el proceso de devolución de tierras tras la guerra civil: ausencia de legalidad,
naturaleza expoliadora y represión de aquellos campesinos asentados durante la República: «No
fue una contrarreforma, sino una violenta reacción en la que abundó la represión contra los colonos (incluso ejercida privadamente) y la apropiación indebida de bienes» (Barciela López, 1996,
pág. 357).
3
La Ley de 30 de enero de 1938 (BOE de 31-1-1938) se encarga de organizar la Administración Central del Estado, incluyendo al Ministerio de Agricultura, y dentro de éste al Servicio
Nacional de Reforma Económica y Social de la Tierra. Por medio del Decreto de 6 de abril del
mismo año (BOE de 6-4-1938) se definen sus funciones, y con el Decreto de 18 de octubre de 1939
(BOE de 129-10-1939) se certifica su defunción, sustituyéndolo por el Instituto Nacional de Colonización.
3
Vicente José Gallego Simón
Es precisamente dentro de esta línea de defensa de la propiedad agrícola
donde hay que contextualizar la política de colonización de posguerra. El triunfo
de Franco y de aquellos sectores más implicados en la victoria del bando nacional
supuso el abandono de cualquier intento de reforma agraria tal y como fue concebida durante la II República, es decir, alterando la distribución de la propiedad de
la tierra4; la alternativa «reformista» planteada por el régimen fue la política de
colonización, dentro de un modelo de reforma agraria orientado a la modernización de la agricultura y limitado en sus aspectos sociales al asentamiento de colonos en pequeñas explotaciones familiares.
Los objetivos básicos de esta contrarreforma agraria5, entendida como intento
de reproducir las relaciones de producción imperantes antes de la aplicación de la
reforma agraria y resultado de la nueva legalidad vigente6, fueron los siguientes:
neutralizar los efectos de la aplicación de la Ley de Reforma Agraria de septiembre
de 1932; saldar las deudas contraídas por los asentamientos rurales realizados entre
1932 y 1935 tanto con los propietarios de las fincas intervenidas como con aquellos
anticipos reintegrados por el IRA a las comunidades de campesinos creadas al efecto; devolver a sus antiguos propietarios las fincas expropiadas u ocupadas en ese
mismo período; y entregar cosechas y medios de producción de fincas colectivizadas
a partir de 1936. Las repercusiones de esta política, desarrollada por el SNREST y
dentro de éste por el Servicio de Recuperación Agrícola (en adelante SRA7) no tardarían en llegar, con efectos importantes a tres niveles: a) sobre la estructura agraria,
4
No faltaron por parte del bando nacional, sin embargo, proclamas a favor de la necesidad
de realizar una reforma agraria. En este sentido, y dentro de aquellos políticos más identificados
con el pensamiento joseantoniano, debemos destacar discursos como los de Ángel Zorrilla
Dorronsoro (1941), pronunciado ante el II Consejo Sindical de Falange, o el ministro de Agricultura, Raimundo Fernández Cuesta, en marzo de 1938. El propio Franco, sin ir más lejos, en un
discurso pronunciado ante la IV Asamblea General de Hermandades Sindicales de Labradores y
Ganaderos en mayo de 1951, diría que «… en todos los órdenes se ha trabajado intensamente para
la mejora de semillas, la de especies, para llevar a cabo una política de abonos, de parcelación y
regadíos que resolviera los problemas creados, y muchísimo es lo conseguido en las grandes irrigaciones, que cambiarán en pocos años la estructura del suelo español, permitiendo llevar a cabo una
verdadera reforma agraria» (Op. cit. en Velasco Murviedro, 1982, pág. 249). No obstante, los
planteamientos falangistas sobre la reforma agraria parten de José Antonio Primo de Rivera: «hay
que tomar al pueblo español, hambriento de siglos, y redimirle de las tierras estériles donde perpetúa su miseria; hay que trasladarle a las nuevas tierras cultivables; hay que instalarle sin demora,
sin espera de siglos…sobre las tierras buenas» (Discurso de Clausura del II Consejo Nacional de
la Falange, pronunciado en Madrid el 17 de noviembre de 1935).
5
Para analizar en profundidad los mecanismos legales e incidencia real de la contrarreforma agraria nos remitimos además de las investigaciones de Sorní Mañés (1978) y José Manuel
Mangas Navas (1990).
6
Paniagua Mazorra (1988 a) define el nuevo marco legal por su carácter ejecutivo, la escasa proyección temporal con que se concibe, y la ideología coyuntural en que se desenvuelve,
fruto de la necesidad de conciliar las diferentes sensibilidades que convivían dentro del bando
vencedor.
7
El SRA, incluido el SNREST, fue la herramienta encargada de devolver a sus antiguos
propietarios las tierras perdidas en la guerra; entre sus tareas destacaría la recuperación, administración, devolución de bienes agrícolas recuperados y auxilio a zonas devastadas. Mientras
que el SNREST centraba su actuación sobre las grandes propiedades, el SRA gestionaba la
pequeña y mediana propiedad (Paniagua Mazorra, 1988 a).
4
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
manteniendo la situación anterior a la República con una estabilidad que se prolongaría veinte años más, y propiciando un proceso de acumulación de capital que favorecería el crecimiento económico en los años sesenta; b) sobre la población activa
agraria, ya que según diversas estimaciones más de 800.000 campesinos beneficiados por las leyes republicanas sobre reforma agraria fueron expulsados de unas
fincas que se devolvieron a sus antiguos dueños una vez finalizada la contienda civil; y c) sobre el nivel de producción agraria, con un índice global de producción
agraria que en 1945 era todavía un 40% inferior al de diez años antes.
Esta labor se encomendaría al INC, signo inequívoco de que la política agraria
española transcurriría a partir de entonces por unos derroteros perfectamente
identificados con la actuación colonizadora (Ortega Cantero, 1993), dentro de unos
planteamientos reformistas superadores de las limitaciones de la reforma agraria
republicana. En este sentido, cabe destacarse, entre otras disposiciones legales, el
Decreto de 28 de agosto de 1936, por el que el bando franquista dejaba en suspenso la ejecución de los proyectos de la reforma agraria republicana, además de dibujar una nueva estrategia agraria vinculada casi exclusivamente a las políticas
hidráulicas y de colonización interior.
En este contexto de génesis y desarrollo de la actividad colonizadora, que luego
ampliaremos, debemos incluir la política hidráulica como un complemento indispensable de la política de asentamientos. Inspirada en los viejos planteamientos
regeneracionistas que la supeditaban en tanto que herramienta a una política agraria centrada en el aumento de la productividad a través del incremento del regadío,
como sucedería con el Plan General de Obras Hidráulicas de 1939, establecía un
objetivo final, que no fue el impulso de cultivos de exportación, sino la consecución
del abastecimiento nacional a partir de una premisa: que la transformación al regadío contribuiría necesariamente a modificar la distribución de la propiedad en beneficio de las pequeñas y medianas explotaciones (Ortega Cantero, 1993).
La nueva política agraria franquista comenzó a ensayarse en las zonas adheridas al bando nacional durante la guerra civil, y estuvo siempre vinculada, lógicamente, a aquellos sectores más comprometidos desde el punto de vista político
y social. Con su implantación se pretendía solventar el problema social de la tierra
a través de la reforma de las estructuras agrarias, pero también buscaba la superación del concepto de reforma agraria anterior a 1936: «Se ha preocupado preferentemente por una reforma tecnológica, ajena a toda transformación generalizada
de la estructura de la propiedad y de la explotación, y dirigida a una mejora de la
productividad, a una elevación de los rendimientos, a una maximización de la producción y del consumo y, en definitiva, de los beneficios»8.
En realidad, y según Bosque Maurel, no hubo nunca reforma agraria como tal
entre 1939 y 1975, simplemente porque nunca se planteó. Sí se puso en práctica,
en cambio, una reforma tecnológica, «resultado de una política agraria más preocu Bosque Maurel, 1984, pág. 180.
8
5
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pada por los problemas técnicos y de modernización de la agricultura que por los
problemas sociales y estructurales, pese a las declaraciones de intenciones de los
responsables políticos» (Pérez Yruela, 1997, pág. 898). Siguiendo este hilo argumental, López de Sebastián (1970) se reafirmaba en la idea de que las reformas
estructurales puestas en marcha a partir de 1939 se sustentaron sobre los siguientes principios: respeto a la propiedad privada, la familia como unidad básica de
explotación en el regadío, la articulación del mecanismo expropiatorio por causa
de interés social y la mejora de la estructura productiva en el campo español. Finalmente, para los geógrafos Florencio Zoido y José Juan Romero, «la obra colonizadora del INC intentó paliar la ausencia de medidas realmente redistributivas del
régimen franquista en el sector agrario. No se puede hablar estrictamente de Reforma Agraria para calificar esta actuación colonizadora9.»
Sectores afines al régimen franquista, como el representado por Emilio Lamo
de Espinosa y Enríquez de Navarra, que fue Director del Instituto de Estudios
Agro-Sociales, hablaban en términos muy diferentes cuando se referían a la colonización, al considerarla como una «reforma integral de las estructuras agrarias …
que en unos lugares consistirá en la colonización de zonas o fincas, en otros en la
concentración parcelaria y ordenación rural, en otros en la parcelación, o bien, al
mismo tiempo, en colonización y concentración o parcelación; y en otras comarcas
adoptará aspectos sólo de reforma de las estructuras de las empresas privadas10».
Tampoco se puede olvidar que toda política agraria conlleva inevitablemente un
planteamiento espacial, en donde «el Estado propone y potencia, de forma más o
menos directa y coherente, una verdadera estrategia de producción del espacio que
se sitúa en el interior mismo de su política agraria»11.
Enmarcada en la ideología agrarista del primer franquismo (Sevilla Guzmán,
1979; Pérez Rubio, 1995), la nueva política agraria se apoyó sobre una serie de
fundamentos (Barciela López, 1986 y 2003; Gómez Benito, 1996):
1.- Defensa del sistema de propiedad privada de la tierra. Reforzado en 1939,
en especial tras la aprobación en 1942 de la Ley de Arrendamientos de 23 de julio
y la adquisición de tierras por parte de esos pequeños arrendatarios y aparceros,
se convirtió en la mejor opción de los propietarios, sobre todo si tenemos en cuenta la nueva coyuntura agraria, marcada por los bajos salarios, la supresión de las
protestas campesinas y las ventajas del mercado negro. Por otro lado, este afianzamiento de la propiedad privada no llegó a estar amenazado realmente con la
entrada en vigor en 1946 de la Ley expropiatoria, ya que ésta reconocía la expropiación previa indemnización a precios de mercado, sin olvidar que otra disposición legal validaba el mecanismo de la oferta voluntaria para adquirir propiedades12. No obstante, algunos han concedido una mayor importancia al temor a una
Romero Rodríguez y Zoido Naranjo, 1977, pág. 252.
Lamo de Espinosa, 1963, págs. 10 y ss.
11
Ortega Cantero, 1979, pág. 19.
12
Decreto de 23 de julio de 1942 (BOE de 1 de agosto de 1942) del Ministerio de Agricultura, autorizando al INC para adquirir fincas con fines de parcelación.
 9
10
6
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
reforma agraria (Simpson, 1997), algo evidenciable no sólo por el hecho de que,
por ejemplo, el INC expropiara entre 1939 y 1964 un total de 221.000 ha, sino
sobre todo por la simple existencia de una maquinaria legal de esas características
como factor condicionante y disuasorio.
2.- Crítica y liquidación de la reforma agraria republicana, y superación de ésta
con la política de colonización. La crítica del régimen franquista a la reforma agraria
se fundamentó no sólo en su ineficacia (ya que no permitió el acceso de arrendatarios, aparceros y braceros a la propiedad individual de la tierra) y naturaleza utópica, sino que además de su carácter anticampesino debido a su preferencia por la
colectivización sobre la pequeña propiedad campesina, las explotaciones formadas
tras la parcelación de grandes fincas no llegaron nunca a ser realmente viables
desde el punto de vista económico (Gómez Benito, 1996). Como alternativa, el régimen franquista adoptó un nuevo concepto extraído del movimiento falangista, el de
«reforma económica y social de la tierra»13, superador de la reforma agraria republicana14, con el fin de atender las demandas de numerosos sectores campesinos que
colaboraron en el triunfo del Movimiento. Surgió entonces la política de colonización como un instrumento complementario tanto de la política hidráulica como de
la política de redistribución de la tierra (Sánchez López, 1980), en la medida en que
la primera exigiera la redistribución de algunas tierras15. La colonización plasmaba,
además, «la pretensión prioritaria de incrementar los resultados productivos del campo español, y también el intento de ofrecer a la vez algún tipo de respuesta a los
problemas sociales allí presentes, sin poner en peligro la estabilidad del orden económico imperante» (Ortega Cantero, 1993, pág. 20). Buena muestra de lo anterior lo
constituye tanto la creación en 1939 del INC, visto por la mayoría de estudiosos
como un instrumento básico de la política agraria durante el primer franquismo,
como la aprobación en el mismo año de la Ley de Colonización de Grandes Zonas.
Gómez Benito (2004) distingue, por otra parte, entre una política socioestructural destructiva, la ejecutada con éxito durante la inmediata posguerra y dirigida a
13
El origen doctrinal de este concepto se encuentra tanto en el programa agrario de Falange como en el del reformismo social católico, sin olvidar la influencia de determinadas doctrinas
económicas (List, Keynes) y algunas experiencias extranjeras como la italiana o la norteamericana (Gómez Benito, 1996).
14
En este sentido, se revela como un documento clave para entender esta cuestión el Proyecto de Reglamento del Servicio y un «Estudio de conjunto sobre la Reforma Económica y Social
de la Tierra», de 16-5-1939, redactado por Ángel Zorrilla y entregado al Ministro de Agricultura
Rodríguez Cuesta. En él se hacía ver la necesidad de una «revolución total de la economía», ejecutada por un órgano específico, que subordinaría lo social a lo técnico-económico, otorgaría una
notable importancia a la industrialización en el medio rural, reconocería que existe un exceso de
población agraria que debe ser traspasada a otros sectores, optaría por la vía del tercerismo
utópico, y apostaría por una reforma social tras la económica, que anulase el poder político de
las oligarquías rurales (de hecho, se proponía la creación de un Ministerio de Reforma Agraria).
El dictamen finalizaba con un Anteproyecto de Ley de Bases del Plan de Reforma Agraria, cuyo
contenido ha sido recogido por Cristóbal Gómez (1996, pág. 131), muestra de que existían grupos
políticos dispuestos a ir más allá al plantear una reforma más radical y social.
15
Sólo cuando la situación económica y social en el campo fue grave se puso en marcha la
política hidráulica (Ortega Cantero, 1979).
7
Vicente José Gallego Simón
restituir el orden social agrario anterior a la etapa republicana (la denominada contrarreforma agraria), y otra de carácter constructivo y que trataría de responder a los
graves problemas socioeconómicos del campo español. A esta etapa correspondería
la colonización agraria en sus diferentes expresiones, a la que habría que añadir un
amplio dispositivo de medidas legislativas sobre arrendamientos y acceso a la propiedad, regulación del crédito agrario como factor fundamental en la viabilidad de
las explotaciones españolas, fomento del movimiento cooperativo, impulso de la
extensión agraria, política de concentración parcelaria, etc. Sin embargo, y a pesar
de todo, lo cierto es que los años cuarenta pasarían sin que realmente se desarrollase una verdadera política de reforma de las estructuras agrarias. Las políticas hidráulicas y de colonización sufrieron un parón en esos años, resultado de las difíciles condiciones económicas del país y de los problemas presupuestarios16, mientras
que la concentración parcelaria no se iniciaría hasta 195217.
3.- Autarquía e intervención sobre la producción, la comercialización y el consumo
de alimentos. El control de los precios. El concepto de autarquía, referido a la España
de posguerra, ha sido definido recientemente como un «modelo económico que aspira
al autoabastecimiento del país, a través de la sustitución de importaciones por la producción nacional logrando así una balanza de pagos razonable; con estos capitales y
con el fomento directo de la economía por parte del Estado, el fin último no sólo era la
independencia económica, sino la industrialización de la nación18». En cuanto a sus
rasgos definitorios19, el principal objetivo era lograr el abastecimiento del país en un
marco de supresión de las libertades económicas, generando al mismo tiempo un
sistema inevitablemente corrupto, sometiendo a las clases trabajadoras, y con la industrialización del país como última aspiración. No obstante, la autarquía supuso
además un importante freno en cuanto a las disponibilidades calóricas de la población española, condicionando de forma decisiva la política alimentaria a través del
intervencionismo más absoluto (Soler Sanz, 1992; Contreras Hernández, 1997).
El sector agrario fue sin duda el más regulado de toda la economía española, y
donde mejor podemos visualizar el fracaso del intervencionismo, como lo prueban las
dificultades de abastecimiento en la posguerra20. En este caso, la política intervencionista diseñada por el régimen franquista partió de la errónea creencia en que los
16
Zambrana Pineda (2006) insiste sobre las causas que, a su juicio, fueron determinantes
para limitar la acción pública en estos campos: falta de materias primas, restricciones energéticas, una débil financiación y la negativa de la gran propiedad a realizar inversiones de cierto
calado.
17
Ley de 20-12-1952 sobre Concentración Parcelaria, y Orden de 16-2-1953 por la que se
crea el Servicio de Concentración Parcelaria, complementada por la Orden de 27-5-1953.
18
Arco Blanco, 2004, pág. 8.
19
Para un mayor conocimiento del tema puede consultarse Catalán, J. (2002): «Franquismo
y autarquía, 1939-1959: enfoques de historia económica». Revista Ayer, nº 46, págs. 263-283.
Barciela López, C. (ed.) (2003): Autarquía y mercado negro: el fracaso económico del primer franquismo (1939-1959). Barcelona, Ed. Crítica.
20
No obstante, la industria española tampoco lograría escapar del modelo autárquico
impuesto en el país tras el conflicto civil (Robert, 1943; Buesa Blanco, 1983; Miranda Encarnación, 2003).
8
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
precios de los productos y de los factores de producción podían fijarse por decreto, al
margen de los mercados; sin embargo, el fracaso de estos controles condujo a una
espiral de normas, controles y sanciones cada vez más inútiles. El Estado intervino
sobre el sector agrario básicamente a través de cuatro vías (Gómez Benito, 1996):
controlando la producción, distribución y consumo de productos agrarios; controlando
los precios; racionando el consumo21; y fijando cupos para adquirir medios de producción y materias primas. La intervención posibilitaba diferentes actuaciones, desde la
tasa de los precios o incluso la intervención de la actividad comercial (vendiendo en
monopolio los productos a precios oficiales a organismos públicos o grandes industriales), hasta la imposición de superficies mínimas obligatorias de siembra, que se
hacían públicas y quedaban sometidas a una estimación de rendimientos mínimos,
necesarios para calcular el cupo forzoso de entrega para los agricultores, cupo que se
entregaba a precio inferior al resto de la cosecha, que era el cupo excedente.
Un ejemplo de los resultados de este programa claramente intervencionista lo
podemos apreciar en el desarrollo de la política triguera22, supeditada a la actuación del Servicio Nacional del Trigo23. Partiendo de la idea de que España podría
ser autosuficiente y con el propósito de abaratar el precio del pan, el SNT impuso
unos precios de tasa muy bajos, extendidos posteriormente a otros productos básicos como el resto de cereales, leguminosas o aceite de oliva, algo que condujo a
una extensificación de las explotaciones agrarias con la consiguiente caída de
rendimientos y producciones. Además, los crecientes desequilibrios comerciales
desembocaron en la expansión de un floreciente mercado negro24 que acapararía
en los años cuarenta más de la mitad de algunos productos básicos como el trigo,
a precios que duplicaban y triplicaban los oficiales, con ínfimas calidades en el
producto final, y un impacto desigual según se tratara del tipo de agricultor y del
producto cultivado (Barciela López, 1996).
Diversas investigaciones centradas en el trigo (Naredo Pérez, 1981) han evidenciado que las oportunidades de negocio generadas en el mercado negro indu21
De hecho, la intervención de los mercados hizo imprescindible el racionamiento, oficialmente establecido el 14-5-39 por medio de una Orden del Ministerio de Industria y Comercio. El
territorio nacional quedó dividido en diez zonas, al frente de cada una se nombró un Comisario
de Recursos bajo la Dirección de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, encargado de controlar las existencias disponibles y las necesidades de la población.
22
El diseño de una política triguera que diera respuesta al creciente consumo de una
población española en plena expansión demográfica durante el primer tercio del siglo xx ya fue
objeto de atención en los años treinta desde diferentes perspectivas: Juan Bautista Guerra (1930):
Al servicio de los labradores. La cuestión triguera. Madrid, Talleres Tipográficos; Dionisio Martín
Sanz (1937): El problema triguero y el nacional sindicalismo. Madrid.
23
No podemos olvidar que, en opinión de algunos autores, en el origen del Servicio Nacional del Trigo (SNT) se encontraba «la hermandad de los intereses de los grandes terratenientes del
sur, con explotaciones de orientación cerealista extensiva, con los de los pequeños y medianos
cerealistas castellanos, que constituían la base social agraria del Movimiento Nacional» (Gómez
Benito, 2004, pág. 67).
24
Sobre el mercado negro de productos agrarios en la posguerra española: Barciela López
(1981 a y b, 1996, 2001 y 2003 b), Clavera (1976), Naredo Pérez (1981), Tió Saralegui (1982),
Gutiérrez del Castillo (1983), Barciela López y García González (1986), Martí Gómez (1995),
Christiansen (2002), y Pérez González (2002), entre otros.
9
Vicente José Gallego Simón
jeron a muchos agricultores a poner en marcha diferentes mecanismos de ocultación, como sembrar más superficie de la declarada, abusar del barbecho semillado
(con productos como los cereales o las leguminosas para pienso, menos controlados que el trigo), declarar menor rendimiento que el obtenido realmente, sobornar
a los controladores, etc. El caso más paradigmático lo constituyen las grandes
explotaciones cerealistas del valle del Guadalquivir, en donde en algunos casos se
llegó a experimentar un proceso paralelo de expansión e intensificación del cultivo, eliminando tanto el erial como el barbecho blanco característico del sistema al
tercio25. Precios altos debido al mercado negro, salarios bajos y mercado de la
tierra estable dieron como resultado una gran rentabilidad en este tipo de explotaciones, propiciando a través del ahorro bancario un trasvase de capital hacia
otras actividades y regiones, posibilitando así un mecanismo de acumulación de
capital que favoreció la industrialización en la posguerra.
El mercado negro, para algunos «la otra cara de la intervención» (Clavera,
1976), fue la consecuencia directa (para muchos buscada, como mantienen en
2003 González Portilla y Garmendia Urdangarín) de un excesivo intervencionismo; fue, en definitiva, la respuesta del mercado a las alteraciones introducidas en
el mismo por una intervención que en ningún momento logró resolver el problema
del abastecimiento a la población. De hecho, la necesidad de tuvieron las explotaciones agrarias de proveerse de medios de producción como ganado de labor,
abonos o maquinaria, también en el mercado negro demostraba, a juicio de Naredo (1981), en primer lugar, lo rentable de la actividad agraria en estos años, y en
segundo término, la decidida apuesta por la mecanización a pesar de los bajos
salarios. Pero el mercado negro no fue sólo eso, sino que llegó a convertirse «en
mecanismo casi obligado para no interrumpir procesos fabriles» (Clavera, 1975, pág.
97). Los productos más afectados por las diferencias de precios existentes entre el
mercado oficial y el negro fueron aquellos considerados básicos en la dieta alimentaria, además de algunas manufacturas industriales también de primera necesidad, como lienzos y bujías (González Portilla y Garmendía Urdangarín, 2003).
Trigo, aceite de oliva, azúcar, tocino salado, arroz, alubias blancas, lentejas, huevos o carne de segunda sin huesos, todos ellos fueron alimentos sometidos a lo
largo de la década de los cuarenta a una fuerte demanda, y por tanto a oscilaciones
de precios entre ambos mercados verdaderamente escandalosas, máxime si tenemos en cuenta el estancamiento de los salarios. Además es en las áreas urbanas
en donde mejor podemos visualizar las dificultades de aprovisionamiento de estos
productos, ya que las familias debían acudir al mercado negro para completar las
cantidades adquiridas a través de las cartillas de racionamiento en el mercado
oficial. Estas distorsiones se mantendrían hasta el inicio de los años cincuenta,
momento en el que los precios oficiales comenzaron a crecer de forma sustancial,
dejando por tanto sin sentido la práctica sistemática y generalizada del estraperlo.
25
La conversión del cultivo al tercio, más propio de la sociedad agraria tradicional, hacia el
de año y vez, que tuvo lugar en España a lo largo del primer tercio del siglo xx y sobre todo a partir
de 1940, ha sido estudiado por investigadores como Sumpsi Viñas (1980). Este proceso conllevó en
un primer momento la intensificación de la hoja de barbecho, para después eliminar la hoja que
permanecía adehesada, y finalmente, a partir de los cincuenta, a través de la mecanización.
10
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
La política comercial exterior contribuyó a agravar aún más la situación del sector
agrario, ya que a la pérdida de los mercados internacionales se le unió una drástica reducción de las importaciones de inputs (Barciela López y López Ortiz, 2003
b), básicamente maquinaria, fertilizantes y combustible, que la industria nacional
no pudo compensar (Buesa Blanco, 1983).
Tal y como podemos observar en la tabla 1, la superficie agraria disminuyó,
las producciones y rendimientos también lo hicieron, y los intercambios exteriores quedaron muy reducidos. El resultado no podía ser otro que un drástico declive de las disponibilidades alimenticias, el subconsumo generalizado26 y el hambre,
en una situación de aumento constante de la población activa agraria.
Tabla 1. Superficie, producción y rendimiento de los principales cultivos (1939-49),
en números índices (1931-1935 = 100)
Cultivo
Superficie
Producción
Rendimiento
Trigo
  83
  73
87
Cebada
  84
  78
92
Maíz
  88
  73
87
Viñedo
  96
  88
91
Olivar
103
  93
89
Patatas
  90
  60
66
Remolacha azucarera
  76
  61
80
Naranjo
  98
  74
76
Alfalfa
115
111
96
Fuente: Anuarios Estadísticos de las Producciones Agrarias. Op. cit. en Barciela López y López Ortiz, 2003 b, pág. 23.
La carestía de medios de producción a la que antes se ha aludido, unida a la
dócil y barata mano de obra disponible en el campo, «hicieron que el sector agrícola reforzara en los años cuarenta sus características de economía natural» (Barciela
López y López Ortiz, 2003 b, págs. 25-26). Como ya se ha argumentado, la combinación de bajos salarios y precios fabulosos en el mercado negro propició una
elevada rentabilidad en las explotaciones agrícolas, algo que resultó determinante
para permitir ese proceso de acumulación de capital que, a través del trasvase de
recursos financieros del sector agrario el resto de la economía, propiciaría poco
después del despegue industrial del país27.
El intervencionismo de la posguerra también se dejó sentir sobre el mercado
de trabajo en general, y sobre el agrario en particular. El Estado se reservó en ex26
Cussó Segura (2005) cita al hambre y la malnutrición como fenómenos cotidianos para
buena parte de la población en la España de posguerra, y de la notable incidencia que esto tuvo
para la salud, el desarrollo físico y probablemente el intelectual de los afectados, incidiendo por
tanto en el propio desarrollo socioeconómico del país.
27
En general, uno de los efectos más importantes de la caída de los salarios fue la reagrarización de la economía española así como el ascenso de los beneficios empresariales (Carreras
y Tafunell, 2003).
11
Vicente José Gallego Simón
clusiva la capacidad de regular, fiscalizar y aplicar las disposiciones relativas a las
relaciones laborales, dando una rigidez excesiva propia del modelo autárquico del
país (Soto Carmona, 2003): trabas a la emigración exterior, rígidas clasificaciones
laborales, política de bloqueo salarial, relaciones sindicales sujetas al principio de
verticalidad, etc. La evolución de los salarios en la provincia de Jaén durante los
años cuarenta, que encontramos en la tabla 2, revela el creciente desequilibrio
entre éstos y el coste de la alimentación.
Tabla 2. Comparación entre la evolución de los salarios y el coste de la vida
y la alimentación en la provincia de Jaén (Base 100=1936)28
Año
Salarios recolección
cereales y leguminosas
Salarios
recolección
aceituna
Evolución coste
de la vida
Evolución
coste de la
alimentación
1939
106,99
–
–
–
1940
120,66
106,25
–
–
1941
117,23
106,26
233,08
281,30
1942
117,23
106,25
248,00
298,30
1943
117,23
106,25
245,20
292,60
1944
117,23
125,00
250,40
298,90
1945
117,23
125,00
272,50
330,50
1946
117,23
132,75
344,60
445,20
1947
201,71
212,50
412,30
519,90
1948
201,71
212,50
457,60
566,40
Fuente: Instituto Nacional de Estadística (1954): Reseña Estadística de la provincia de Jaén.
Op cit. en Cobo Romero y Ortega López, 2004, pág. 111.
Paradójicamente, en esa misma década de malas producciones agrarias y
nulos avances tecnológicos, los excedentes de explotación aumentaron de forma
generalizada en todos los ámbitos de la producción agropecuaria, favoreciendo así
la estabilidad de la estructura agraria (Naredo Pérez, 2004), puesto que el índice
de precios percibidos creció por encima de los salarios en el campo y de los precios de los productos adquiridos fuera de la explotación.
De hecho, en opinión de algunos investigadores (Ortega Cantero, 1983) dos
fueron los acontecimientos que marcarían la situación el campo español tras la
guerra civil: la ya aludida fijación administrativa de los salarios en un momento
claramente inflacionista, y la supresión de los sindicatos y organizaciones obreras, muy activas durante la República y la guerra, y cuya desaparición repercutió
económicamente sobre los beneficios agrarios. Ambos factores, unidos a la abundancia de mano de obra agraria disponible, permitieron una cierta estabilidad al
modelo de agricultura tradicional, entendido como una situación transitoria de
coexistencia entre la gran y la pequeña explotación.
28
La evolución del coste de la vida y la alimentación sólo proporciona datos referidos a la
capital de la provincia.
12
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
Las primeras interpretaciones sobre la transformación y modernización de la
agricultura española aparecieron en la década de los setenta de la mano de varias
publicaciones protagonizadas por José Manuel Naredo29; para el caso andaluz,
merece destacarse el trabajo realizado por el Grupo ERA (Estudios Rurales Andaluces), fruto de la colaboración interdisciplinar30. Poco después, Nicolás Ortega
Cantero (1983) se encargó de sintetizar los elementos que contribuyeron, a su
juicio, a conformar el «modelo de agricultura tradicional»:
1. La revalorización del cultivo directo supuso la demanda de los grandes
propietarios para recuperar multitud de fincas que se encontraban parceladas,
con el problema añadido derivado de la expulsión de quienes hasta ese momento
venían cultivando estas tierras.
2. La convergencia de factores como la creciente rentabilidad de las explotaciones agrarias o la protección de los precios (con la alternativa remuneradora del
mercado negro) explican fenómenos de posguerra como la roturación de tierras o
el uso generalizado de métodos de cultivo cada vez más intensivos (sustitución del
cultivo al tercio por el de año y vez o a dos tercios, revalorización de los cultivos
de barbecho, y ampliación del regadío).
3. Es muy importante resaltar que, a diferencia de otros autores, Ortega Cantero defiende la tesis de que en un contexto como éste, con exceso de oferta de
mano de obra en el sector agrario, no se excluye que ya desde los inicios de los
años cuarenta comenzara a emplearse de forma creciente maquinaria y productos
químicos en grandes explotaciones como las situadas en el entorno de la Campiña
del Guadalquivir31.
4. Este último apartado hace referencia a la relación de la agricultura tradicional con el sistema económico en general y con el modelo industrial puesto en
marcha por el régimen franquista sobre todo a partir de los años cincuenta. En
general, existe un amplio acuerdo a la hora de identificar a la agricultura española de posguerra en su función de suministradora de recursos financieros al incipiente desarrollo industrial (Naredo, Leal, Leguina y Tarrafeta, 1975; Naredo Pérez, 1996), algo posible gracias a la relevancia de la gran propiedad, los elevados
índices de comercialización de la producción agraria (mercado protegido más
mercado negro, y creciente tendencia a la especialización productiva de algunas
regiones españolas), y la gran influencia de la evolución de unos salarios que
permanecieron estancados al menos hasta 1951, algo que permitía compensar los
malos rendimientos agrícolas.
29
Naredo Pérez, J. M. (1971): La evolución de la agricultura en España. Desarrollo capitalista y crisis de las formas de producción tradicionales. Naredo, Leal, Leguina y Tarrafeta (1975): La
agricultura en el desarrollo capitalista español, 1940-1970.
30
Grupo ERA (1980): Las agriculturas andaluzas.
31
Como se argumentaría, «ya en los años cuarenta actúan incipientemente tendencias de
adaptación tecnológica opuestas a la estabilidad de la agricultura tradicional» (Ortega Cantero,
1983, pág. 89).
13
Vicente José Gallego Simón
La geógrafa Mercedes Molina Ibáñez (1993), por su parte, identificaba todavía en la segunda mitad de los años cincuenta una serie de rasgos definitorios
de lo que aún respondía a un modelo agrario tradicional: una elevada población
activa agraria, el mantenimiento de unas estructuras agrarias desequilibradas y
contrapuestas, una producción excesivamente adaptada a la demanda, y unos
sistemas de producción extensivos. Todo ello contribuye a que, por medio del
mecanismo del ahorro, el sector agrario produjera una gran acumulación de
capital, vital para sentar las bases del desarrollo industrial español de mediados
de siglo (Naredo, Leal, Leguina y Tarrafeta, 1975; Grupo ERA, 1980); papel que
en la década de los sesenta tendería a desaparecer, pasando nuestra agricultura
a convertirse en demandante neta de recursos financieros. No obstante, el fenómeno de la capitalización agraria y su contribución al desarrollo industrial no
escapa a las grandes disparidades regionales, puesto que frente a territorios
como la franja norte o la meseta castellano-leonesa, con predominio de la pequeña y mediana explotación, la orientación cerealista en este último caso o el elevado componente de mano de obra familiar impidió la generación de una mínima capacidad de financiación, en otros casos, como los latifundios de la mitad
meridional del país (con cultivos intervenidos), o las áreas de agricultura especializada del Levante o Canarias, con productos fácilmente comercializables en
los mercados exteriores, la elevada capacidad de financiación del sector agrario
fue determinante.
Ortega Cantero defiende la tesis de que en la agricultura tradicional de posguerra se pueden encontrar tendencias claras hacia una adaptación tecnológica y
una especialización espacial, fenómenos éstos que además de corregir esa imagen
de estabilidad del modelo agrario tradicional, manifiestan una dinámica evolutiva
más compleja, origen de los profundos cambios que la agricultura española experimentará a partir de los años cincuenta. En cualquier caso, parece existir consenso en que los cambios estructurales del período 1940-56 no fueron demasiados
profundos (López de Sebastián, 1970), si exceptuamos el impacto, limitado espacialmente, de la colonización agraria32.
En Andalucía, a partir de los años cuarenta se fue acentuando el carácter
capitalista de su agricultura mediante la consolidación de tres grandes monocultivos: el cerealista, el olivarero y el vitivinícola (López Ontiveros, 1986). En el
primero de ellos resultó vital el ya aludido cambio en los sistemas de cultivo, con
la generalización de los dos tercios, la práctica cada vez más usual del barbecho
semillado y la progresiva implantación de técnicas modernas. Estos factores, unidos a la expansión del regadío, han convertido al Valle del Guadalquivir en el
mejor exponente de ese «giro copernicano en la agricultura andaluza», al tiempo
que ha contribuido a desmitificar la idea de un absentismo dominante en la gran
propiedad en nuestra región (Martínez Alier, 1968; Sumpsi Viñas, 1980). Sin embargo, no toda la agricultura andaluza se comportó de la misma forma; en las
32
«se prefiere una política agraria basada en fomentar la producción sin que el planificador
de la agricultura instrumente su acción con medidas económicas expresas» (López de Sebastián,
1970, pág. 110).
14
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
provincias más orientales el proteccionismo practicado por el régimen franquista
retrasó hasta mediados de los sesenta el desarrollo de una agricultura realmente
competitiva (Cobo Romero y Ortega López, 2004). No debemos olvidar que en
aquellos momentos de apogeo del modelo de agricultura tradicional, el peso de lo
agrario determinaba la evolución no sólo del mundo rural en su conjunto, sino
incluso la dinámica demográfica de un buen número de ciudades portuarias y del
interior (Ocaña Ocaña, 2000).
En cualquier caso, la incipiente modernización del campo andaluz se vió interrumpida durante la posguerra. Como en tantas otras regiones españolas, la intervención, la política autárquica y el control a que fueron sometidos la distribución y el consumo propiciaron una caída en la superficie cultivada, la producción
y los rendimientos33, dentro de un marco generalizado de escasez de fertilizantes
y maquinaria agrícola, imposibles de adquirir a través de la importación, y abundante y barata mano de obra, fruto del intenso proceso de reagrarización de la
sociedad andaluza. Por otro lado, resulta llamativo observar cómo si durante el
siglo xix llegó a alterarse significativamente la estructura de la propiedad del campo andaluz, básicamente a base de desamortizaciones y con la aplicación de la
reforma agraria liberal, sin que lo hiciera el modo de explotación, en el siglo xx y
sobre todo tras 1940 sucedió precisamente lo contrario: mientras la estructura de
la propiedad se mantenía relativamente estable, sí se vieron profundamente alterados los cultivos, sus sistemas de producción y las técnicas utilizadas (López
Ontiveros, 1986), hasta el punto de pasar de un capitalismo agrario arcaico a una
organización también capitalista pero apoyada ahora en un uso más intensivo de
la tierra, en la mecanización de las labores y en un modelo de gestión más moderno (Roux, 1982; Naredo Pérez, 1989).
1.2. Base ideológica y doctrinal de la política de colonización.
Aproximación a sus principales autores
No pretendemos entrar aquí a detallar todos los antecedentes históricos que
han marcado uno de los capítulos más significativos de la política agraria española
en los últimos siglos34. Después de la experiencia colonizadora que tuvo lugar en la
Sierra Morena andaluza durante el último tercio del siglo xviii, la progresiva implantación de la reforma agraria liberal en el siglo xix incidiría directamente en la concepción de un modelo de colonización del interior del país35, entendido básicamente
33
Algunos investigadores (Zambrana Pineda, 2006) han coincidido en señalar que estos
descensos fueron mucho más intensos en los cultivos herbáceos que en los leñosos, algo que
afectó tanto al consumo alimenticio de la población como al de la cabaña ganadera.
34
Cipriano Juárez y Gregorio Canales abordan en dos publicaciones las transformaciones
agrarias y urbanísticas habidas desde el siglo xviii en materia de colonización y repoblación
interior en España: (1988 a): «Colonización agraria y modelos de hábitat (siglos xviii-xx)». Agricultura y Sociedad, nº 49. Págs. 333-352. (1988 b): «Transformaciones agrarias indicativas y
planificación urbanística». Estudios Geográficos, nº 193. Págs. 581-602.
35
Para Antonio López Ontiveros «hay un cambio de signo en el siglo xix, cuando el advenimiento del liberalismo económico afecta profundamente a la organización legislativa y territorial
15
Vicente José Gallego Simón
como poblamiento de territorios rurales vaciados demográficamente. En este contexto, y además de algunas iniciativas legales poco efectivas como la materialización en
1854, año de la promulgación de la Ley Madoz de Desamortización Civil, de un
Proyecto de Ley para el establecimiento de colonias agrícolas de la mano de Francisco de Luxán, es de obligada referencia la obra de Fermín Caballero titulada Fomento
de la población rural, fechada en 1864, en donde el autor se inclina por un modelo
de colonización basado en la creación de caserías rurales, tratando de dispersar a la
población por los campos y lograr así un mejor aprovechamiento de la agricultura.
Fiel reflejo de esta concepción sería la aparición de la Ley de 1866, poco efectiva ya
que no pudo lograr el objetivo de propiciar una clase de agricultores propietarios y
cultivadores directos (Gómez Benito y Gimeno, 2003).
El período que transcurre entre las últimas décadas del siglo xix y los años
treinta proporcionará la clave que nos permita entender el desarrollo de la política
de colonización tras la guerra civil, ya que progresivamente irán confluyendo ésta
y la política hidráulica36, presentada como la gran solución a los males de la agricultura española. En este contexto juegan un papel crucial los planteamientos regeneracionistas de Joaquín Costa37, para quien la colonización pasaba a convertirse en un efecto de la política hidráulica, auspiciada ahora por un Estado que debía
intervenir directamente en la ejecución de las grandes obras hidráulicas38. En
definitiva, la política hidráulica se planteaba como acción directa del Estado, que
asumía las grandes obras e impulsaba un marco administrativo y legal propicio
que sirvió, más que por sus efectos prácticos, como importante antecedente de las
políticas agrarias del franquismo: Plan Nacional de Aprovechamiento Hidráulicos
de 1902 (Plan Gasset)39, Ley de Grandes Regadíos de 8-7-1911, y creación de las
Confederaciones Hidrográficas en 1926. Sin embargo, en donde mejor podemos
visualizar esa creciente complementariedad entre los planteamientos colonizadode la colonización agraria, eliminando los privilegios forales de las poblaciones carolinas y adoptando el Estado simplemente una postura tutelar de los nuevos proyectos que se desarrollarán hasta
mitad de siglo en terrenos de titularidad privada» (pág. 169). López Ontiveros, A. (2003): «Población, poblamiento y regadíos según los Congresos Nacionales de Riegos (1913-1934)». Papeles de
Geografía, nº 37, págs. 165-178.
36
En este sentido conviene destacar el magnífico trabajo de Gil Olcina, A. (2001): «Del Plan
General de 1902 a la planificación hidrológica». Investigaciones Geográficas, nº 25 (enero-junio).
Págs.5-31. En él se pone de manifiesto la importancia de los orígenes de la planificación hidrológica
emprendida hace más de un siglo, a fin de resaltar el espíritu regeneracionista que impregnaría
aquella legislación. Por otro lado, esta idea queda claramente expuesta en Barciela López y López
Ortiz (2000): «La política de colonización del franquismo: un complemento de la política de riegos».
En Barciela López y Melgarejo Moreno (2000): El agua en la historia de España. Alicante, Universidad.
37
Para analizar la obra de Costa, Fernández Clemente, E. (1990): «La política hidráulica de
Joaquín Costa». En Pérez Picazo y Lemeunier (eds): Agua y modo de producción. Barcelona, Ed.
Crítica. Págs. 69-97. (2004): «De la utopía de Joaquín Costa a la intervención del Estado: un siglo
de obras hidráulicas en España». En: www.eumed.net/ce/2004/efc-jcosta.pdf.
38
El gran problema que se planteaba a la hora de culminar exitosamente la política hidráulica surgía casi siempre de una misma raíz: el escaso compromiso financiero de la propiedad
privada afectada por las obras.
39
Analizado en profundidad en Ortega Cantero, N. (1995): «El Plan General de Canales de
Riego y Pantanos de 1902»; en VV. AA.: Planificación Hidráulica en España. Murcia, Fundación
Caja del Mediterráneo. págs. 107-136.
16
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
res y los hidráulicos, así como el papel transformador y tutelar del Estado, es en
los sucesivos Congresos de Riegos celebrados entre 1913 y 193440.
La política de colonización en estos años también se vió afectada por el creciente protagonismo de la llamada cuestión social agraria y por las dos vías de
solución a este conflicto, que se fueron dibujando a lo largo del primer tercio del
siglo xx (Gómez Benito, 2003): una de carácter técnico-económico, basada en la
reforma de las infraestructuras agrarias como medio para constituir nuevas tipologías de explotaciones, y otra de naturaleza político-social, que veía en la intervención sobre la gran propiedad y en la parcelación y reparto de sus tierras entre
los jornaleros y pequeños campesinos la solución a los desequilibrios existentes.
No obstante, casi todas las iniciativas colonizadoras surgidas en esta etapa
adolecieron de los mismos vicios, derivados de una concepción restringida del problema, lo que limitaría en gran medida las acciones legales puestas en marcha. Así,
cabe destacarse la Ley sobre Colonización y Repoblación Interior de 190741, y dos
décadas después el Real Decreto de 7-1-1927, en plena Dictadura de Primo de Rivera42, así como de la presión ejercida por los sindicatos agrarios católicos, y orientado hacia políticas de fomento de arrendamientos, parcelaciones y crédito agrario
dirigidas al pequeño campesinado. En este sentido, antes de la llegada de la República parecían haberse asentado en España los planteamientos formulados por el
reformismo social católico, de la mano de Severino Aznar43 y Enrique Alcaraz44, que
defendían los beneficios derivados de la expansión del regadío, siempre y cuando
se dispusiera de «la técnica para producir y la justicia para repartir lo producido». La
proclamación de la II República en abril de 1931 tendría una incidencia directa
sobre la nueva orientación de la política agraria en general, y sobre la labor colonizadora en particular. En primer lugar, se intensificó la política hidráulica y se culminó la de riegos (Ortega Cantero, 1984), gracias a tres grandes hitos cuya ejecución se vería interrumpida por el estallido del conflicto civil: la Ley de 13-4-1932 de
40
Para profundizar en ellos se recomienda la lectura de López Ontiveros (2001 y 2003),
Ortega Cantero (1979, 1984 y 1999), Melgarejo Moreno (2000), y Monclús y Oyón (1988). De la
época es el trabajo de Pascual Carrión (1927): «La concentración de la propiedad y el regadío en
Andalucía». IV Congreso Nacional de Riegos (Barcelona). Madrid, Gráficas Reunidas.
41
De orientación claramente técnico-económica, conservadora y católico-social, esta ley
trataría de responder a los grandes problemas que acuciaban al campo español: la gran cantidad
de tierras improductivas, la baja intensidad de los terrenos cultivados, la intensa emigración
rural, y la creciente agitación social agraria.
42
Para profundizar en la política hidráulica y de colonización durante la Dictadura de
Miguel Primo de Rivera, véase: Ortega Cantero, N. (1979 b): «Política hidráulica y política colonizadora durante la Dictadura de Primo de Rivera». Cuadernos Económicos del I.C.E., nº 10. Págs.
353-381. Sambricio Rivera-Echegaray, C. (2009): «La revolución conservadora y la política de
colonización en la España de Primo de Rivera». En VV. AA.: Pueblos de colonización durante el
franquismo: la arquitectura en la modernización del territorio rural. Sevilla. Consejería de Cultura,
Junta de Andalucía. Págs. 61-72. González Calleja, E. (2005): La España de Primo de Rivera: la
modernización autoritaria, 1923-1930. Madrid, Alianza Editorial.
43
Aznar, S. (1930): Despoblación y Colonización. Barcelona, Ed. Labor.
44
Alcaraz, E. (1931): La Colonización Interior de España. Madrid, Dirección General de
Agricultura, Servicio de Publicaciones Agrícolas, Ministerio de Economía.
17
Vicente José Gallego Simón
Obras de Puesta en Riego (OPER)45, verdadero antecedente directo de la política de
colonización franquista (Gómez Ayau, 1961; Gómez Benito, 2003), el Congreso Nacional de Riegos de 1934, y el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de abril de 1933,
precedente inmediato también de la posterior política hidráulica franquista, y en
concreto del Plan de Obras Hidráulicas de 1939. En segundo término, no debe olvidarse la promulgación de la Ley de septiembre de 1932 sobre reforma agraria, una
de las más importantes del período republicano, que abogaba por primar la solución
social al «problema de la tierra» frente a la de carácter técnico-económico.
Como ya se ha apuntado, la política de colonización franquista es, en buena
parte, continuadora de las políticas hidráulicas y colonizadoras puestas en marcha
durante los años veinte y treinta del pasado siglo. En este sentido, nos remitimos
tanto a los Congresos Nacionales de Riegos como a las ideas regeneracionistas de
Costa46. En cierto modo, la política de colonización se ha presentado como la culminación de una trayectoria convergente, dibujada ya desde finales del siglo xix,
entre las políticas de colonización interior, la política hidráulica y la reforma
agraria. Es cierto que surge ya durante la guerra civil como reacción a la reforma
agraria republicana, pero también lo es que debía responder y atender a la grave
situación social del agro español, desde el respeto absoluto a la propiedad privada
y a la estructura agraria existente antes del conflicto civil. Sin embargo, la acción
colonizadora ensayada por el franquismo fue perdiendo gradualmente su autonomía hasta quedar subordinada en los años sesenta, dentro de una ambiciosa política hidráulica y de expansión de las áreas regables (Monclús Fraga y Oyón Bañales, 1986; Barciela López y López Ortiz, 2000). De todos modos, la base ideológica
de la colonización agraria no es nada original; intenta sincretizar multitud de
fuentes doctrinales y experiencias prácticas más o menos exitosas (Gómez Benito,
1996), incorporando como novedad la actuación relevante de un organismo autónomo, el INC, capaz de abordar sus actuaciones desde una óptica claramente
economicista (González de Andrés, 1945 a y b).
45
Gómez Benito (2003) valora esta ley en su capacidad de integrar la reforma técnica, a
través de los planes hidráulicos, con la reforma social, por la vía de la colonización interior y la
redistribución de la propiedad. En este sentido, debe considerarse como complementaria y no
contrapuesta a la Ley de Reforma Agraria de septiembre de 1932.
46
Joaquín Costa definía la política hidráulica como «la expresión sublimada de la política
agraria y, generalizando más, de la política económica de la nación.. El Poder público, como agente complementario de la actividad individual, está en el deber de coadyuvar a la transformación de
la agricultura de secano a la de regadío, proporcionando el beneficio del riego a la mayor extensión
posible del territorio por los medios que se hallen a su alcance y no al de los particulare .. la política hidráulica lleva consigo la nacionalización del agua para el riego y su alumbramiento y embalse por el Estado; pero implica además, en primer término, el establecimiento de escuela .. y nada
habremos adelantado con proveer al agricultor de agua de riego y de instrucción técnica si carece
de capital para operar la transformación de los cultivos o lo tiene en condiciones tan onerosas que
la transformación no le tenga en cuenta ... ni tampoco si la red de embalses no se cruza y compenetra con otra de caminos y carreteras, con una red sólida y más tupida de escuelas de instrucción
primaria, con su obligado cortejo y complemento de Universidades y Escuelas Normales. De no ser
así, sería como un edificio suntuoso fundado sobre arena...en una palabra, supone toda una revolución» (entrevista publicada en «El Globo» bajo el título «Joaquín Costa y la política hidráulica».
Op. cit. en Gómez Ayau, 1978, pág. 90).
18
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
Los primeros formuladores de la nueva doctrina colonizadora fundamentaron
sus análisis bajo dos premisas fundamentales: por un lado, la necesidad de contraponer esta nueva política a las fracasadas experiencias de reforma agraria de la
etapa republicana; y por otro el complementar esta acción con la idea de que el
futuro de la agricultura española debía pasar necesariamente por la construcción
de grandes obras hidráulicas, capaces de alcanzar el abastecimiento energético
necesario para reactivar la economía del país, y ampliar el área regable como base
para lograr una expansión y diversificación productiva que garantizase la existencia de un mercado básico de productos agrarios en momentos de escasez como los
de posguerra. En cualquier caso, y a modo de aproximación, intentaremos acercarnos a las diferentes acepciones del concepto de colonización agraria, identificando
al mismo tiempo los principios básicos sobre los que se cimentó en la década de
los cuarenta. Comenzaremos por la definición que acuñó uno de sus principales
teóricos, Emilio Gómez Ayau, en un intento de evitar confusiones con respecto a
otras políticas, como las de reforma y contrarreforma agraria, la política hidráulica
o la de regadíos. En un trabajo publicado en 1952 dentro de la Serie Estudios (nº
23) y titulado «Actualidad de la política de colonización», partía de la definición
recogida por la Academia de la Lengua («fijar en un terreno la morada de sus cultivadores»), y tras analizar el caso italiano47 definía la colonización como «El aumento de la producción agrícola, consecuencia de esta mejora, es un paso más; pero
sólo cuando en la tierra se instale de manera fija y estable una población agrícola,
habremos dado todo su contenido a la palabra; es decir, la colonización no termina
cuando los caminos, las redes de riego, los desagües, las viviendas, los edificios industriales, las plantaciones, etc., están acabadas, sino cuando se ha conseguido el
establecimiento, en este medio así formado, de unidades de explotación en armonía
con él y se ha alcanzado la normal productividad de sus suelos y la independencia
económica de las familias establecidas, que en realidad son las que colonizan la
zona en que actúan»48.
En este párrafo Gómez Ayau partía de un principio básico que fue pronto
asimilado por los principales especialistas de la época en colonización, como Jaime Montero, Alejo Leal y Ángel Martínez Borque, según el cual este proceso no
culminaría hasta que, una vez realizadas todas las obras necesarias, se lograsen
establecer unas unidades de explotación en armonía con el medio, alcanzando las
familias instaladas unos niveles aceptables de productividad e independencia
económica. En este sentido, cabe destacarse la definición acuñada por Jaime Montero de colonización y reforma agraria49, fundamentada sobre la base de las dificultades en distinguir entre ambos conceptos, ya que «una Colonización que se
Por «Bonífica integrale» se entendía la transformación de la tierra originaria en el denominado capital fundiario, fundamentalmente a través de la acción humana; no es sólo una acción
hidráulica, sino también higiénica, social, económica y demográfica. Para mayor detalle véase
Bandini, M. (1952): «La Bonífica Integrale en Italia. La reforma del agro en Italia». Serie Estudios.
Instituto Nacional de Colonización, nº 24.
48
Gómez Ayau, 1952 a, pág. 16.
49
Montero y García de Valdivia, J. (1950): «Un proceso legislativo interesante. Desde la
transformación en regadío como empresa capitalista hasta su implantación como un deber
social». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 20.
47
19
Vicente José Gallego Simón
lleve a cabo mediante la creación de unidades de cultivo suficientes para el sostenimiento decoroso de una familia y la instalación sobre aquéllas, en condiciones humanamente dignas, de numerosos propietarios nuevos, que, además, han de llevar
personal y directamente el cultivo de dichos terrenos que anteriormente se explotaban en régimen de arrendamiento: ¿no tiene nada que ver con eso de la Reforma
Agraria?»50.
Diversos investigadores han planteado con posterioridad nuevos enfoques en
función de la intencionalidad que pudo tener el régimen franquista en su aplicación. Así, mientras que para Sánchez López «la política de colonización va a encuadrarse como un instrumento complementario tanto en la política hidráulica como en
la política de redistribución de la tierra, opciones ambas entre las que han oscilado
la mayor parte de la política agraria y la política social para el campo desde fines
del siglo pasado»51, otros en cambio aluden a su valor como reforma tecnológica,
«ajena a toda transformación generalizada de la estructura de la propiedad y de la
explotación, y dirigida a una mejora de la productividad, a una elevación de los
rendimientos, a una maximización de la producción y del consumo y, en definitiva,
de los beneficios52». En todos los casos se reproduce el mismo patrón para cada
zona regable, aplicando directrices que trataban de afianzar un modelo de producción agraria basado en la pequeña explotación familiar y en el asentamiento de la
población en nuevos y pequeños núcleos rurales (Juárez Sánchez-Rubio y Rodríguez Cancho, 1996).Ya en los noventa, una importante obra colectiva patrocinada
por varios ministerios, en su volumen III53 se definía una zona de colonización
agraria como «aquellos ámbitos objeto de colonización que posibilitan una transformación de la producción agraria, mediante la explotación de los terrenos dominados
por el riego, a la vez que fijan la población rural en condiciones adecuadas de habitabilidad y se establecen sistemas de comunicaciones para su desarrollo integral».
La mayor parte de la bibliografía disponible sobre la colonización durante el
primer franquismo renegaba de la experiencia republicana, aunque en cierta medida el organismo creado para aplicar la política colonizadora, el INC, aparecía
ante todos como legítimo heredero del IRA republicano; apostaba por desarrollar
la colonización sustentando la acción en un principio sobre el secano, y conforme
fue pasando el tiempo sobre las zonas regables; y por último, planteaba la colonización como una reforma agraria de tipo técnico, más preocupada por desarrollar
la agricultura española que por los aspectos sociales que toda colonización pudiera comportar, a pesar de las múltiples proclamas de dirigentes y técnicos del instituto colonizador. En cuanto a los autores, todos ellos afectos al nuevo régimen
desde sus diferentes familias (falangistas, católicos sociales, monárquicos, etc.),
pertenecían en su inmensa mayoría a lo que Gómez Benito definió como la élite
Op. cit., pág. 8.
Sánchez López, 1980, pág. 71.
52
Bosque Maurel, 1984, pág. 180.
53
Villanueva Paredes, A. y Leal Maldonado, J. (1991): Historia y evolución de la colonización
agraria en España, Vol. III: La planificación del regadío y los pueblos de colonización. Madrid,
MAP-MAPA-MOPU. Pág. 291.
50
51
20
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
burocrática del país, encuadrada en los diversos ámbitos de la Administración,
como el Ministerio de Agricultura o la Organización Sindical.
Este sociólogo54 distinguía dos niveles. En primera instancia se encontrarían
los formuladores de la política colonizadora: Angel Zorrilla Dorronsoro, Emilio Lamo de Espinosa, Emilio Gómez Ayau y Rafael Cavestany, todos ellos de procedencia falangista y que actuaron como técnicos ilustrados, dando cuerpo a la doctrina
colonizadora. En un segundo escalón aparecen los denominados especialistas en
colonización, técnicos que se encargarían de interpretar y aplicar los diferentes
mecanismos legales puestos en marcha: Alejandro Torrejón y Montero, Ángel
Martínez Borque, Angel López García de la Marina, José Benito Barrachina, Carlos
González de Andrés, Fernando Montero, Jaime Montero y García de Valdivia, José
Tudela de la Orden, Juan Manuel Pazos Gil, Alejo Leal, Francisco López Santamaría, Leopoldo Ridruejo y Ramiro Campos Nordman. Unos y otros intentarían construir y dar contenido a un modelo teórico-práctico de la colonización, superador
de la reforma agraria, utilizando para ello tres importantísimos medios de difusión: la Revista de Estudios Agro-Sociales, la Serie Estudios del INC y el Suplemento «Colonización» de la Revista Agricultura.
A este elenco de profesionales de la colonización debemos añadir el colectivo
de ingenieros que, a pie de obra, hicieron posible su ejecución práctica; es el caso
en Andalucía de los trabajos de recuperación de suelos para el cultivo agrario
realizados en las Marismas del Bajo Guadalquivir; de las intervenciones realizadas en el poniente granadino y almeriense, convirtiendo en vergeles lo que hasta
entonces no eran más que terrenos cuasidesérticos; o la ingente obra que los ingenieros afrontaron en la provincia de Jaén, con importantes limitaciones de tipo
geofísico pero también condicionados por la situación socioeconómica y política
se viviría en los años cuarenta y cincuenta. Este apartado técnico y humano, a
veces poco y mal reconocido, comienza a ser visto de otra manera a partir de las
diversas efemérides celebradas en distintas regiones como Aragón o Extremadura,
en provincias como Almería, y en alguna que otra publicación dirigida al colectivo
de los ingenieros agrónomos (Florencio Puntas, 2004).
• Los formuladores de la política colonizadora.
Muchos especialistas agrarios se acercaron de una u otra forma a la temática
colonizadora, pero muy pocos tuvieron la capacidad real de intervenir en su formulación y diseño. En este sentido, debemos destacar la figura de Ángel Zorrilla
Dorronsoro, encargado de organizar en la inmediata posguerra el SNREST, llegando a ser además el primer Director General de Colonización del INC. Ingeniero
agrónomo de profesión, representaba al sector falangista afín a la facción de Raimundo Fernández Cuesta, y fruto de esa influencia ideológica, en donde el fascismo italiano jugaría un papel crucial, sería el responsable tanto de la Ley de Colo Gómez Benito, 1996, pág. 108 y siguientes.
54
21
Vicente José Gallego Simón
nización de Grandes Zonas Regables de 1939, como del modelo de organización
del SNREST primero y del INC poco después.
Zorrilla planteó el modelo colonizador como una reforma agraria radicalmente diferente a la de la etapa republicana, basada en el concepto falangista de «reforma económica y social de la tierra»55. El punto de arranque de este nuevo planteamiento se sitúa en el Programa de Falange, formulado a mediados de los años
treinta y desarrollado a lo largo de 26 puntos, de los que seis de ellos (del 17 al
22), que entrarían a formar parte del título TIERRA, recogían las líneas principales de la futura reforma. En este programa, Falange se comprometía a emprender
una serie de reformas en la agricultura que irían desde una reforma económica y
social de la tierra, a un fuerte desarrollo en la política de ordenación de montes y
del sector ganadero. Como hemos visto, el primer paso serio emprendido en este
sentido sería la creación del Servicio de Reforma Económico y Social de la Tierra,
sustituido mediante el Decreto de 18 de octubre de 1939 por el Instituto Nacional
de Colonización, principal brazo ejecutor de la política agraria del primer franquismo. Comenzaba así un período que alcanzaría al menos hasta 1945, en donde
la labor de Ángel Zorrilla resultó determinante a la hora de afianzar estos organismos de nueva creación. Es ésta una etapa muy fructífera en el desarrollo de la
formulación doctrinal de la política de colonización, como lo demuestra uno de sus
trabajos, «Política de colonización del Nuevo Estado», publicado en 1941 como nº 1
de la Serie Estudios del INC, y resultado de una conferencia pronunciada ante el
II Consejo Sindical de Falange el 18 de junio de ese mismo año. En esta intervención el flamante Director General identificaba, siguiendo el ideario joseantonioano, las metas inmediatas de toda revolución campesina: «Lo primero que tiene que
hacer una Reforma Agraria inteligente es delimitar las actuales superficies cultivables y las superficies que puedan ponerse en cultivo con las obras de riego que hay
que intensificar. Una vez delimitadas las tierras cultivables de España, proceder…
reconstruir las unidades de cultivo…Una vez hecha esta clasificación de las tierras,
una vez constituidas estas unidades económicas de cultivo…hay que tomar al pueblo
español hambriento de siglos y redimirle de las tierras estériles donde perpetúa su
miseria; hay que trasladarle a las nuevas tierras cultivables; hay que instalarle sin
demora, sin espera de siglos, como quiere la Ley de Contrarreforma Agraria, sobre
las tierras buenas».
El autor aprovechaba, además, para desgranar la esencia de la doctrina económica de la Falange, que partía de un nacionalismo económico surgido en oposición al liberalismo, el socialismo y el sindicalismo de clase, sustentado en dos
pilares básicos en el nuevo ordenamiento: la familia y la propiedad56. En definitiva, abogaba por aplicar la reforma agraria conjugando una primera fase económi55
Gómez Ayau diría que Zorrilla «supo rectificar en redondo la política de Reforma Agraria
fusionando lo utilizable de la misma con la política hidráulica, creando así una política de colonización» (Gómez Ayau, 1952 a, pág. 36).
56
«hay que conseguir…que cada nación produzca todo aquello que pueda producir, sea al
coste que fuere, pues así la humanidad tendrá a su disposición mayor número de bienes para
satisfacer sus necesidades; y en segundo término, que la nación que estime su genio en algo ha de
22
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
ca con una segunda de carácter social que anulase el poder político de la oligarquía rural: «conservar la eficacia económica de la empresa privada evitando las
consecuencias políticas y morales del capitalismo» (Gómez Ayau, 1978, pág. 112).
En cuanto al establecimiento de la reforma agraria nacional-sindicalista, representada en la concreción de la actuación colonizadora, Zorrilla intentaba resolver algunas de las contradicciones que pudiera presentar el ideario falangista,
como era la urgencia en instalar al campesinado y la más que probable lentitud
en preparar adecuadamente las tierras, puesto que había que definir previamente
las unidades económicas de cultivo más idóneas; la necesidad de respetar la propiedad «como soporte de la solera espiritual de un pueblo»57, frente a su subestimación jurídica y económica o la posibilidad de expropiar sin indemnización; o el
papel del Estado en todo el proceso, considerado como así se definía en la Ley de
Colonización de Grandes Zonas Regables de 1939 como un mero agente subsidiario. En definitiva, había que «afirmar la urgencia de la instalación campesina…
pero conjugando dicha rapidez, en cuanto sea posible, con el respeto jurídico y económico a la propiedad»58.
Poder político y capacidad de análisis teórico se dieron cita en la figura de Ángel
Zorrilla. Por tanto, no debe extrañarnos su determinante influencia en el diseño y
elaboración de todas aquellas leyes necesarias para una reforma agraria de inspiración falangista59: la Ley de Colonización de Grandes Zonas, respetuosa en todo momento con el derecho a la propiedad60; una Ley de Arrendamientos que afianzara a
más de un millón de arrendatarios (una ley aparecida en 1942 se encargaría de ello);
una ley de crédito territorial a la que sería preciso acudir para la adquisición de la
tierra previa expropiación con indemnización; una ley de reconstitución y administración de patrimonios comunales; y una última ley de colonizaciones de interés local, con el fin de apoyar la expansión de pequeños regadíos por toda España, ideada
con la finalidad de mitigar el paro estacional, terrible llaga del campo español originada en su opinión por el monocultivo y no por el latifundismo. Sin embargo, Ángel
Zorrilla tenía muy claro que la solución a los males que aquejaban al sur español no
podría venir sólo de la mano del sector agrario; era necesario arbitrar políticas de
desarrollo integral para que un territorio pudiera salir del atraso, anticipándose en
cierta medida a los planes de desarrollo que una década más tarde se pondrían en
marcha en las provincias de Badajoz y Jaén. En este sentido, argumentaba61 que el
origen del «desasosiego social sentido en el campo español» se encontraba en un cretender a utilizar al límite sus fuerzas productivas y asegurarse aquellas otras de que no disponga
y sean necesarias para su defensa nacional» (Op. cit., pág. 15).
57
Op. cit., pág. 19.
58
Op. cit., pág. 20.
59
Op. cit., págs. 21 y siguientes.
60
«porque instalar es instalar, poner a los campesinos sobre las tierras, no transferirles la
propiedad» (pág. 22); «en la visión falangista del futuro campo español sólo es posible contemplar
la propiedad individual, la propiedad familiar, la propiedad sindical y la propiedad comunal»
(pág. 25).
61
Zorrilla Dorronsoro, A. (1945): «La colonización en España a la luz de las distintas teorías
económicas sobre la tierra». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 19 (2ª ed. en 1962).
23
Vicente José Gallego Simón
cimiento demográfico que no podría ser absorbido ni por la emigración ni por un
desarrollo industrial adecuado; sólo cabía confiar en un gran desarrollo económico,
cimentado en la creación de grandes espacios comerciales.
Un segundo personaje clave en el diseño de la política de colonización en la
España franquista fue Emilio Gómez Ayau62. Doctor ingeniero agrónomo y economista, e iniciado en su actividad profesional en plena etapa republicana en el
Servicio de OPER, tras su disolución en diciembre de 1934 pasó al IRA como jefe
provincial en Sevilla, impulsando ya en aquellos momentos un asentamiento en la
finca Las Torres. La experiencia profesional acumulada le brindaría la oportunidad
de comprobar la necesidad de implementar la política hidráulica y de riegos con
una labor colonizadora que viniese a sustituir, con ciertas garantías, los a su juicio
perniciosos efectos derivados de la aplicación de la Ley de Reforma Agraria aprobada en septiembre de 1932. Técnico de gran cualificación profesional, fue reclamado por el Gobierno de Burgos a principios de 1938, y una vez finalizada la
guerra civil supo integrarse en la nueva estructura administrativa agraria de la
mano de Ángel Zorrilla Dorronsoro, permaneciendo un largo período en diversos
altos cargos del INC. Bajo sus órdenes, formó parte de un equipo integrado además
por los ingenieros Ángel Martínez Borque, Emilio Miguel Cavero, Guillermo Castañón y José Benito Barrachina. La figura de Gómez Ayau fue clave en esta etapa
inicial de la política colonizadora, puesto que colaboró en el Proyecto de Reglamento del SNREST, la elaboración del Proyecto de Ley de Colonización de Grandes
Zonas de 1939, el Decreto creador del INC o los diversos decretos autorizando la
compra de fincas dentro y fuera de las zonas de interés nacional.
Su trayectoria profesional se vió acompañada de una fructífera labor como
autor de múltiples trabajos y publicaciones en el ámbito de la economía agraria, y
muy especialmente en materia colonizadora. Por lo general, sus posicionamientos
sobre el diseño y desarrollo de la política colonizadora se vieron sustentados y
refrendados por la práctica. Especialmente relevante fue su papel como Director
de Explotación del INC en la aparición de la Orden Ministerial de 30-5-1945 regulando las relaciones del Instituto con los colonos instalados en sus fincas. Por último, debemos reseñar que en 1958 fue nombrado Subdirector General de Capacitación Agraria, dentro del recién creado Servicio de Extensión Agraria, cargo al
que se vendría a añadir el de Director de la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos. Además de sus decisivas aportaciones a la hora de conceptualizar la política de colonización franquista, y de algunas incursiones en la problemática ganadera de la colonización63, Gómez Ayau resultó determinante en la elaboración de
Su figura recibió a principios de los años ochenta un merecido homenaje por parte de la
Asociación Española de Economía y Sociología Agrarias, de la que había sido su presidente,
dando como resultado una publicación en 1983 en la que, además de diversas glosas a su figura,
aparecen algunas de las aportaciones de Emilio Gómez en los diferentes campos de la economía
y la sociología agraria. Asociación Española de Economía y Sociología Agrarias (1983): Emilio
Gómez Ayau, su figura y sus obras. Madrid, AEESA.
63
En la Revista Agricultura, suplemento de Colonización, aparecerían dos trabajos: «Explotación ganadera de los nuevos regadíos. Su significación económica» (nº 4, 1945); y «Problemas
de colonización. La calidad del ganado de renta» (nº 9, 1949).
62
24
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
buena parte del corpus doctrinal en materia colonizadora elaborado en la primera
etapa en tres grandes apartados:
1.- Necesidad de regular las relaciones entre el INC y los colonos establecidos
en fincas de su propiedad.- ya en 1941, en uno de sus primeros trabajos64 sobre el
análisis del coste de la vivienda dentro del balance económico de una explotación
de tipo medio de 4 ha situada en el valle inferior del Guadalquivir, Emilio Gómez
Ayau recomendaba la máxima flexibilidad a la hora de abordar la situación financiera del colono, sobre todo en lo que afectaba a sus obligaciones de amortización
de capital fijo, tierra y vivienda, con plazos de amortización superiores a 30 años
y, si fuera posible, haciéndose cargo el Estado de los intereses generados65. Pero
sería en una de sus aportaciones más importantes, fruto de una conferencia pronunciada en el Instituto de Ingenieros Civiles el 14-12-1944 y publicada un año
después por el INC66 bajo el título «Tutela, posesión y propiedad», en donde fijó uno
de los principios básicos de la política de colonización: ésta no debería darse por
concluida hasta que, una vez realizadas todas las obras necesarias, se lograsen
establecer unidades de explotación en armonía con el medio, y las familias instaladas hubieran alcanzado una productividad e independencia económica suficientes.
En este sentido, las experiencias desarrolladas en California y el Agro Pontino italiano le reafirmaban en la necesidad de abordar la acción colonizadora no sólo
desde el punto de vista económico sino también humano. En este sentido, recomendó asumir una serie de principios fundamentales a seguir en la relación entre el
INC y los colonos, en la línea de reforzar las relaciones económicas entre el colono
y el Instituto con el fin de estimular el espíritu de empresa, siempre bajo la «suficiente elasticidad». Resultado de estas sugerencias fue la aparición de las Normas
de Explotación del Instituto el 30-12-1942, en donde se fijaban dos períodos de acceso del colono a la parcela designada, uno inicial de tutela y posteriormente el de
acceso a la propiedad, conservando así el Instituto una indiscutible (y criticada por
muchos) autoridad sobre los colonos en todas las fases de la colonización.
2.- Análisis de la evolución de las primeras fincas colonizadas como herramienta para reorientar el rumbo de la colonización.- las conclusiones de Gómez
Ayau sobre la marcha de la acción colonizadora en determinadas zonas regables
españolas servirían no sólo para analizar el grado de éxito de la obra colonizadora,
sino también para fijar criterios adaptados a la realidad de cada territorio67. Emilio
64
Gómez Ayau, E. (1941): «Importancia del coste de la vivienda rural en la economía de las
explotaciones familiares de los nuevos regadíos». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonziación, nº 2.
65
«No ha de olvidarse esto en la colonización que se realice con intervención del Estado: la
subvención a fondo perdido del importe de estos intereses facilitará extraordinariamente la obra
colonizadora». Op. cit., pág. 37.
66
Gómez Ayau, E. (1945 b): «Tutela, posesión y propiedad». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 15.
67
Ya en 1946, en un trabajo titulado «Índice para el estudio comparativo de explotaciones
agrícolas» (Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 10), establecía una serie de
índices (superficie cultivada, rendimiento de los cultivos, trabajo, cantidad de ganado, rendimiento de ganado, capitales fijos, capital en ganado y maquinaria, y producción bruta) para ocho
25
Vicente José Gallego Simón
Gómez seleccionó dos zonas regables radicalmente diferentes en donde ya se habían dado los primeros pasos: el curso inferior del Valle del Guadalquivir y el
Desierto de La Violada, en la cuenca del Ebro. En el primero de los casos se centró
en el comportamiento de una unidad familiar de 14 ha situada en la campiña andaluza y dedicada al algodón y el maíz68, con el objetivo de analizar sus resultados
económicos, la ayuda prestada por el INC y las posibilidades de adquisición de
vivienda y dependencias. Después de definir la unidad familiar de explotación69,
sus conclusiones le inclinaron a considerar que este tamaño medio podía permitir
el correcto desenvolvimiento económico de una familia, siempre y cuando se extendiera aún más el cultivo del algodón, factor clave para permitir una distribución más homogénea del trabajo del colono y su familia, además de ser su principal fuente de ingresos en metálico, sin olvidar en ningún momento que las ayudas
tanto del INC como del Instituto Nacional de la Vivienda (I.N.V.) para la creación
de estos patrimonios familiares permitirían un cierto desahogo tanto en el período
de tutela como en el de acceso a la propiedad.
En 1948 vió la luz, también dentro de la Serie Estudios, un trabajo esencial
para el giro copernicano que la política de colonización experimentaría a finales de
la década de los cuarenta. En su «Historia de una colonización: Las Torres», Gómez
Ayau se centraba en el análisis socioeconómico durante el período 1941-45 de una
serie de explotaciones integradas en una finca propiedad del INC, Las Torres, situada en la margen izquierda del Valle Inferior del Guadalquivir, sobre terrenos aluviales formados por limos sueltos profundos del río, fértiles, de fácil laboreo y proclives
al regadío70. La principal conclusión de este trabajo radica en que si bien el aumento en la intensidad de la explotación se dejó sentir inmediatamente, la evolución de
los rendimientos, aunque positiva sería más lenta ya que dependía de diferentes
coyunturas (climatológicas, de mercado, comportamiento individual del colono,
etc.); en cualquier caso, los resultados habían sido aceptables, hasta el punto de que
el período de tutela había finalizado con saldos positivos, con rentas anuales que se
habían triplicado en cinco años, a pesar de reconocer un importante componente de
sobreexplotación de mano de obra familiar en la explotación agraria. Pero no todas
las zonas regables colonizadas tenían unas aptitudes agronómicas inmejorables; tan
importante o más que comprobar la marcha de la colonización sobre terrenos más
tipos de explotaciones familiares que iban desde el regadío intensivo a la labor con encinar al
tercio, que demostraban las diferentes y a veces sorprendentes respuestas de cada sistema de
explotación.
68
Gómez Ayau, E. (1945 a): «Estudio de una unidad familiar de explotación en la zona
algodonera de la campiña andaluza». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 8.
69
«Por unidad familiar de explotación se entiende aquella explotación capaz de absorber la
capacidad de trabajo de la familia cultivadora directa que la regenta y capaz, asimismo, de proporcionarle ingresos que le permitan satisfacer la totalidad de sus necesidades dentro de un decoroso
nivel de vida. Cuando esta unidad se adquiere en propiedad por el empresario agrícola que directa
y personalmente la explota, constituye su patrimonio familiar» (Op. cit., pág. 7).
70
Al estallar la guerra civil en esta finca se encontraban colonos instalados por el IRA, sin
medios y con deudas compartidas «solidariamente». La interinidad de este arrendamiento finalizó
con la compra de la finca por oferta voluntaria, dando inicio así a la verdadera obra colonizadora:
redacción del proyecto, resolución del problema de la vivienda, orientación productiva a los lotes
creados (4 ha de media), establecimiento de objetivos (índices de explotación).
26
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
proclives era analizar sus resultados en zonas con claras limitaciones naturales,
como el Desierto de la Violada71, zona esteparia sujeta a un clima condicionado por
la escasa y mal repartida lluvia, los frecuentes y fríos vientos y las temperaturas
extremas en verano e invierno. Del análisis de la evolución de las primeras campañas agrícolas se extrajo la idea de que no habría sido posible un cierto desahogo del
colono sin las subvenciones estatales y la flexibilidad del INC en el cobro de las
cuotas, a pesar del subempleo a que se vería sometida la familia del colono.
3.- Antecedentes e influencias de la colonización franquista. Evolución de la
función del Estado en las grandes obras de transformación agraria.- respecto a los
antecedentes registrados en España entre finales del siglo xix y principios del xx,
Gómez Ayau participaba de la idea, expresada en 195272 y ratificada en una de sus
últimas publicaciones73, del importante papel desempeñado por la Ley de Obras de
Puesta en Riego de 13-4-1932 para el diseño de la colonización de posguerra. Esta
ley, a través de la cual el Estado afrontaba los trabajos para la puesta en riego de
cinco zonas regables en Andalucía74, establecía como criterio dominante que era a
éste a quien correspondía el diseño y ejecución de todas las obras que implicaran
una transformación en regadío. Asimismo, consideraba esencial la nueva orientación dada a la política hidráulica a partir de la celebración en Valladolid del V Congreso Nacional de Riegos, en 1934, que permitió el tránsito hacia una política de
riegos, al considerar el cambio de secano a regadío una empresa de carácter nacional. A partir de 1939 esa política de riegos desembocaría en una de colonización75.
Otro elemento común que subyace en el conjunto de la obra de Emilio Gómez Ayau es la influencia ejercida por los modelos norteamericano e italiano76.
En el caso americano, por la necesidad de asentar en el West a miles de colonos
sobre millones de nuevas hectáreas de riego, y respecto a la influencia italiana,
por su gran repercusión que tuvo para España desde el punto de vista técnico,
apoyado en las ayudas del Plan Marshall. De hecho, en un análisis sobre la evo71
Gómez Ayau, E. (1957): «La transformación del desierto de La Violada». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 20, julio-septiembre. Págs. 7-47.
72
Gómez Ayau, E. (1952): «Actualidad de la política de colonización». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 23 (2ª ed. en 1962).
73
Gómez Ayau, E. (1978): «De la Reforma Agraria a la política de colonización (1933-1957)».
Conferencia pronunciada en el Colegio Mayor San Juan Evangelista el 7 de marzo del mismo año.
Agricultura y Sociedad, nº 7; págs. 87-121.
74
Estos proyectos, encargados a Leopoldo Ridruejo, preveían el desarrollo gradual de la
zona desde un momento inicial (obras de colonización fundamentales), pasando por un período
de desarrollo (obras particulares) hasta finalizar en la denominada «fase integral» (explotación
más intensiva previsible).
75
Gómez Ayau siempre reconoció la labor desempeñada por todos aquellos que, a su juicio,
habían sido fundamentales para el desarrollo de la idea colonizadora: Angel de Torrejón y Boneta (alma de la Ley de Colonización Interior), Leopoldo Ridruejo (creador el Servicio de OPER),
Angel Zorrilla, Carlos Reina y Fernando Montero (inspirador de la Ley de 1949 sobre Distribución de la Propiedad en las Zonas Regables).
76
Conocida era su admiración por Mario Bandini, el inspirador de la política de colonización y regadíos italiana, y la Reforma Fundiaria de 1951 (Gómez Ayau, 1973 b), y que le tradujo
su obra más representativa al castellano («La Bonifica Integrale en Italia. La reforma del agro en
Italia». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 24).
27
Vicente José Gallego Simón
lución de la política de transformación agraria desde finales del siglo xix realizado en 195377, abordaba las políticas seguidas en la creación de nuevos regadíos
en España, Italia y EE.UU., tres países con ciertas similitudes agrícolas pero con
estructuras económicas radicalmente distintas. En este sentido, el autor volvía a
insistir en las características del modelo español de tránsito de una política de
obras hidráulicas a otra de colonización, pasando por la necesaria política de
riegos, algo similar a lo sucedido en los otros dos países analizados78, y que certificaba que en todos los casos el Estado había ido aumentando su intervención
en los planes y en la ejecución de las grandes obras de transformación agraria,
mientras que la iniciativa privada perdía importancia. Este reconocimiento contrastaba con las fuertes críticas que recibirían otras experiencias de reforma
agraria no sólo en los países comunistas (Gómez Ayau, 1952 b), sino en varios
regímenes populistas de entreguerras sobre todo de Europa central y oriental,
surgidos en territorios básicamente agrícolas (Gómez Ayau, 1965), que pusieron
en práctica la llamada Revolución Verde79, en donde se «propugna la redistribución
de la tierra con un criterio igualitario y entrega la propiedad de la tierra a los que
la trabajan»80.
En una de sus obras más relevantes, fruto de su tesis doctoral y publicada en
1961 por el Instituto de Estudios Agro-Sociales bajo el título «El Estado y las Grandes Zonas Regables»81, destina una primera parte a repasar diversas experiencias
de política de transformación agraria, que demuestran a su juicio «que las economías privadas no pueden afrontar en la inmensa mayoría de los casos, sin esta
ayuda, estas obras de transformación»82. De hecho, la evolución legislativa a lo
largo de la primera mitad del siglo xx ponía claramente de manifiesto un intervencionismo estatal cada vez mayor, no sólo desde el punto de vista de la acción planificadora sino también presupuestaria, justificado ya que «sólo el Estado percibe
en forma directa e indirecta, beneficios tales, que justifican plenamente su conveniencia económica y obligan a su ejecución»83. Para sustentar esta idea se apoyaba
en las conclusiones del estudio ya realizado sobre los cambios experimentados en
el Desierto de La Violada entre 1945 y 195384.
Gómez Ayau, E. (1953): «El papel del Estado en las grandes obras de transformación
agraria». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 4, julio-septiembre. Págs. 37-67.
78
En el caso italiano, el paso de una Bonífica Sanitaria (1862-1900) al Plan Duodecenal de
Desarrollo de la Economía e Incremento de la Ocupación, pasando por la Bonífica Hidráulica
(1900-1932), la Bonífica Integral (1924-50), la Reforma Fundiaria (1950). Para Estados Unidos,
cómo se pasó de la colonización del Oeste a la Waters Policy, de la Reclamation Act (1902) a los
Distritos de Riegos, de éstos a la Política del Agua.
79
Gómez Ayau, E. (1952 b): «La Revolución Verde». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 1.
Págs. 9-32.
80
Op. cit., pág. 15.
81
Gómez Ayau, E. (1961): El Estado y las Grandes Zonas Regables. Madrid, Instituto de
Estudios Agro-Sociales.
82
Op. cit., pág. 2.
83
Op. cit., pág. 2.
84
«Son las superficies efectivamente regadas y explotadas con la intensidad mínima exigible,
dado el grado de transformación, las que hacen rentable, económica y socialmente, la obra de
colonización» (Gómez Ayau, 1957, pág. 46).
77
28
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
El tercer gran inspirador de la colonización agraria franquista fue Emilio
Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, presidente en los años cincuenta del
Instituto de Estudios Agro-Sociales, tras haber desempeñado los cargos de Subsecretario de Agricultura y Gobernador Civil de Málaga. Sus trabajos se estructuran
en torno a tres grandes ejes:
1. Necesidad de proteger la propiedad agrícola de carácter familiar.- en una
publicación fechada en 195385 y tras distinguir entre los conceptos de propiedad y
explotación86, definía la propiedad agrícola familiar como «aquella en que la tierra
es poseída y cultivada por una familia en extensión suficiente para asegurar su
subsistencia y absorber su capacidad de trabajo»87. Siguiendo ese hilo argumental,
alertaba del peligro de fragmentación e incluso desaparición que corrían estas
explotaciones, algo que se evitaría con medidas como la creación (parcelación y
acceso), defensa (concentración parcelaria) y conservación de patrimonios familiares estables. En este sentido, reconocía los aspectos sociales, técnicos y económicos contenidos en la Ley de 21 de abril de 1949, al dar oportunidad a los campesinos sin tierra para ser instalados en zonas revalorizadas, armonizando de
paso los «encontrados intereses que entran en juego en una colonización», al ayudar
también a los empresarios a la tarea transformadora y protegerles de la política de
reservas de superficie. Pero no sólo se centraba en el análisis de esta ley; también
hacía referencia a la normativa que regulaba las compras de tierra88 y las expropiaciones89, así como los objetivos marcados por la Ley de Concentración Parcelaria de 20-12-52, o la Ley de Patrimonios Familiares de 15-7-52, con la que «queda,
pues, perfilado el Patrimonio Familiar español, de reciente creación, con la unidad
económica indivisible inembargable, salvo casos de excepción, integrada por las
tierras, la casa de labor, los elementos de trabajo y demás bienes y derechos inherentes con los que se asentará de forma estable una familia labradora»90.
2. Redefinición de un nuevo concepto de reforma agraria.- sus reflexiones
acerca de este tema aparecieron publicadas en 1955 en un artículo de la Revista
de Estudios Agro-sociales91, centrado en el análisis de la nueva Ley sobre Expropiación Forzosa de 16-12-54. Entre sus conclusiones encontramos una nueva
concepción de reforma agraria, que entronca directamente con el concepto de colonización: «A la visión simplista de la reforma agraria como mera distribución de
85
Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, E. (1953): «Fomento y defensa de la propiedad
agrícola familiar». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 5, octubre-diciembre, págs. 7-20.
86
Mientras que la primera está delimitada por un título, responde a un concepto jurídico
y su distribución tiene consecuencias sociales, la segunda obedece a criterios puramente económicos.
87
Op. cit., pág. 9.
88
Interesante la reflexión que hace sobre los resultados en la aplicación de la ley de 23-7-42.
89
Lamo de Espinosa calificaba la ley de expropiación forzosa de 1946 como una disposición de carácter eminentemente social.
90
Op. cit., pág. 20.
91
Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, E. (1955 a): «La expropiación forzosa de fincas
rústicas por causa de interés social a través de la Jurisprudencia». Revista de Estudios AgroSociales, nº 10, enero-marzo. Págs. 7-63.
29
Vicente José Gallego Simón
la tierra, sustituye hoy el moderno concepto de reforma agraria entendida como alteración del medio agrario, como colonización, es decir, como un mejoramiento de
la productividad de la tierra a través de caminos muy diversos: técnicos, económicos,
sociales y jurídicos, convergentes todos a un mismo fin: el de la empresa agraria o,
mejor, el de crear empresas agrarias sólidamente asentadas. Concebida así la reforma, la tierra ha pasado a un segundo término y no es el ansia de tierra el motor de
la misma… Por ello, la reforma ha perdido su sentido demagógico, afirmando su
sentido técnico»92.
3. Papel de la agricultura en el contexto de expansión económica del país.- a
esta cuestión consagra dos trabajos, publicados en un intervalo de casi una década93. En el primero de ellos se mantiene, en primer lugar, que «la simple distribución de la propiedad pierde todo significado económico y social si no va precedido
de la transformación agraria del medio rural para adaptarla a la nueva modalidad
de la Empresa, si no va acompañada de los capitales necesarios y de la modernización del equipo, proporcionando al obrero rural un nivel de vida comparable al del
obrero industrial»94. En su opinión, el «problema agrario español» sólo podía resolverse eliminando los defectos estructurales de la agricultura y aumentando la capitalización del campo; evidentemente, en este contexto la autarquía carecía de
sentido. En segundo término, abogaba por una política de inversión en aquellos
sectores en donde en menor plazo se pudiera generar un mayor aumento de renta
y una mayor absorción de mano de obra, aspecto éste que podría verse cubierto
por las políticas de colonización y de repoblación forestal. Lamo de Espinosa abogaba, en fin, por continuar con más intensidad la política de grandes transformaciones territoriales (colonización, concentración parcelaria y repoblación) con el
propósito de cambiar la estructura agraria del país, algo que precisaría, además
de apoyo exterior, de la ayuda tanto del Estado como de los particulares. Respecto
a la política de colonización, coincidía con Gómez Ayau en su concepción finalista:
«La colonización no consiste tan sólo en la construcción de unas obras y en la creación de unos nuevos pueblos, sino que es la transformación total y completa de un
sistema productivo; pasar en la mayor parte de los casos de una explotación extensiva a otra intensiva, lo que se logra a costa del tiempo»95.
En un segundo trabajo, publicado en 1964, Lamo de Espinosa centraba su
atención en el proceso de transición español desde una sociedad agraria tradicional a otra de carácter industrial. La expansión industrial se inició con el sometimiento de los precios agrícolas a los industriales, es decir, la financiación del desarrollo industrial a costa de la economía agraria. La base de todos los problemas
sociales agrarios se encontraba, según este autor, en el permanente desfase entre
los medios agrícolas e industriales, consecuencia lógica de una situación de
Op. cit., pág. 62.
Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, E. (1955 b): «La agricultura dentro de un proceso nacional de expansión económica». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 13, págs. 35-59. Y
(1964): «La agricultura, problema social». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 48, págs. 7-34.
94
Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, 1955 b, pág. 39.
95
Op. cit., pág. 49.
92
93
30
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
subordinación; en este contexto, es el sector agrícola quien sufragaba el desarrollo
industrial, aportando mano de obra y capital, proceso sostenido con una política
de adquisición de productos industriales a un alto precio y de venta de los agrícolas a un coste mínimo. En definitiva, la agricultura debía jugar un doble papel en
el futuro económico español: «ofrecer las fuentes permanentes fundamentales de
ingresos de divisas frente a otras quizá más aparatosas, pero tan transitorias como
la emigración laboral o tan aleatoria como el turismo- y constituir el mercado interior de consumo, esencial para el comercio y la industria nacionales»96.
• Los especialistas en colonización.
Sin el alcance doctrinal de muchos de los trabajos mencionados en el apartado anterior, estos especialistas en colonización se configuraron como una pieza
clave a la hora no sólo de interpretar la idea colonizadora y su concreción legal;
además supieron conformar un grupo muy compacto y homogéneo que llevaría la
gestión técnica de toda la política colonizadora desde sus inicios hasta la crisis del
modelo en los años sesenta. Para el análisis de los planteamientos expuestos hemos optado por establecer un criterio que tuviera en cuenta los diferentes enfoques y ópticas desde las que se abordará en estas décadas la problemática colonizadora, para lo cual hemos agrupado a estos especialistas desde las perspectivas
jurídicas, políticas y socioeconómicas.
Bajo el enfoque jurídico debemos destacar dos figuras de indudable influencia en el cambio de rumbo experimentado por la política de colonización a partir
de la entrada en vigor de la Ley de abril de 1949: Jaime Montero y García de Valdivia y Alejo Leal García.
Jaime Montero y García de Valdivia. Abogado del Estado, fue desde 1946
uno de los responsables de la asesoría jurídica del INC. Siguiendo su concepción
socialcristiana de la labor colonizadora y de expansión de los regadíos, buena
parte de sus escritos se orientaron hacia la interpretación jurídica de la recién
aprobada Ley colonizadora de 194997, contextualizando cada uno de sus principios, al tiempo que intentaba precisar algunos conceptos que permanecían en una
cierta ambigüedad a pesar de haber sido definidos en la Ley de Colonización de
Grandes Zonas de 26 de diciembre de 1939 como las «colonizaciones de alto interés
nacional» (en sus tres modalidades: en grandes zonas de secano, en grandes zonas
regables y en marismas), la «zona regable» o la «colonización completa». El principal valor de esta Ley era que abordaba la política de colonización de un modo total,
integral, al sustentar que la colonización de una zona regable debía abarcar, al
menos, la realización de ciertas obras, el establecimiento de una determinada
distribución de la propiedad, y la adjudicación de las unidades de explotación que
se establecieran.
Lamo de Espinosa, 1964, pág. 23.
Montero y García de Valdivia, J. (1951): «Modernas orientaciones en la colonización
agraria de España». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 21.
96
97
31
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De hecho, en otra publicación98 Montero llegaría a señalar que la mencionada
norma constituía una auténtica reforma, «en cuanto de la larga trayectoria legislativa
que hemos examinado, al considerar, en contra de sus precedentes, la tarea de transformación de ciertas zonas de secano en regadío, como una empresa de carácter social. Las
anteriores leyes, ya lo hemos visto, enfocaron la transformación como un «negocio», y, por
tanto, le dieron un enfoque puramente económico»99, que en modo alguno representa
un ataque a la propiedad, y sí «un ataque frontal contra ciertas formas muy nocivas del
capitalismo agrario, actuales o futuras»100. Al mismo tiempo, Montero denunciaba los
riesgos de especulación surgidos al amparo de esta ley, y que estudios posteriores han
demostrado que tuvieron lugar con demasiada frecuencia: «es una vergüenza que muchos propietarios de tierras, cuando ven las suyas dominadas por las obras hidráulicas,
sólo piensan en explotar a los colonos obligándoles a realizar la transformación en su
exclusivo beneficio (en el de los propietarios) o, aun peor, en vender sus propiedades a
los elevados precios que adquieren por las grandes obras realizadas»101. Evidentemente,
el éxito de ese cambio de rumbo, ante el estrepitoso el fracaso de las Sociedades de
Colonización y Asociaciones de Sustitución contempladas en la Ley de 1939, debía
pasar por otorgar al Instituto colonizador una amplia capacidad de actuación.
En otro orden de cosas, Jaime Montero dedicó un volumen considerable de su
obra a abordar la espinosa cuestión de las expropiaciones, sobre todo a partir de la
entrada en vigor de la Ley de 27 de abril de 1946102 de expropiación forzosa de fincas
rústicas por causa de interés social. Después de compararla con las disposiciones
surgidas durante la República, en donde se consagró el principio de «socialización de
la propiedad», se centraba en el análisis de algunos de sus aspectos más relevantes,
para finalizar criticando la confusión a que esta Ley había dado pie al creer erróneamente que la exclusión de plusvalías suponía una pena para aquellos propietarios
que no hubieran transformado sus tierras en regadío, cuando la expropiación no
tiene un fin punitivo sino el de resolver problemas sociales, centrando la acción expropiatoria primero sobre fincas regables y no regadas. Aborda asimismo el tema de
las garantías y defensas de los propietarios afectados, concluyendo que esta ley sólo
tenía en cuenta los derechos de los propietarios expropiados, al no ofrecer salida en
el caso de que el justiprecio resultara lesivo para los que deberían pagar la tierra, es
decir, los colonos, dificultando así su instalación y buen desenvolvimiento económico.
Por último, y respecto a las indemnizaciones, consideraba acertado fijar precios de
secano para evitar así la especulación y abaratar en lo posible la obra colonizadora.
Los dos últimos trabajos de Montero, por el contexto temporal en que se producen (mitad de los años sesenta), guardan una estrecha relación con la necesidad
  98
Montero y García de Valdivia, J. (1950): «Un proceso legislativo interesante. Desde la
transformación en regadío como empresa capitalista hasta su implantación como un deber
social». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 20.
  99
Op. cit., pág. 36.
100
Op. cit., pág. 38.
101
Op. cit., pág. 39.
102
Montero y García de Valdivia, J. (1952): «La expropiación por causa de interés social en
la agricultura». Anuario de Derecho Civil, tomo V, fasc. 4.
32
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
de justificar la obra colonizadora en unos momentos en donde estaba siendo fuertemente cuestionada tanto desde el exterior (Informe del BIRD) como en el interior
(Plan de Estabilización de 1959 y sucesivos Planes de Desarrollo). En el primero
de ellos103, y tras repasar los precedentes sobre colonización interior desde el siglo
xviii, formulaba los principios en que se debía sustentar la actividad colonizadora:
al ser una función del Estado, y aunque su papel pudiera revestir varias modalidades, su fin debía centrarse en la consecución del máximo aprovechamiento de
la riqueza nacional así como en la elevación del nivel de vida de la población,
subordinando los intereses particulares a los de carácter general. Habría de contar
además con técnicas de planificación aplicada, debiendo emplear como herramienta eficaz la realización de mejoras en el medio territorial elegido, transformaciones que deberían ser aprovechadas para instalar a familias labradoras en condiciones justas. Son interesantes algunas reflexiones finales, en donde critica
algunos aspectos del desarrollo de la colonización, como la desaparición de los
límites de reserva a favor de propietarios, establecida en la Ley de 1949104, o «la
presión continuada que ejerce sobre la Administración…por los grupos de propietarios afectados por los Planes de colonización. Esto, en algunas zonas, tengo la impresión personal de que ha producido importantísimos resultados tanto favorables
para los terratenientes como perjudiciales para el conveniente acceso a la propiedad
y el mayor equilibrio y estabilidad sociales en las comarcas correspondientes, con
repercusión en todo el país»105.
En un segundo trabajo106, enmarcado en ese marco justificativo al que antes
hacíamos mención, Jaime Montero distinguía entre diferentes acepciones del término «colonización», más o menos restrictivas, dando por válida una del Diccionario de la Lengua, que entendía por colonización «la acción de fijar en un terreno la
morada de sus cultivadores», ampliada por Gómez Ayau con la inclusión de otro
elemento: «la realización de transformaciones y mejoras territoriales para el logro de
la finalidad indicada del establecimiento de la población colonizadora en condiciones de normal productividad e independencia económica107».
En su opinión la nueva política desarrollada a partir de 1939 se asentaba sobre el Fuero del Trabajo, que establecía la capacidad del Estado para intervenir con
el fin de «poner la riqueza al servicio del pueblo español, subordinando la economía
103
Montero y García de Valdivia, J. (1966 a): «La colonización interior en España». I Coloquio Latino de Derecho Agrario. Zaragoza. Este trabajo supuso la culminación de otro aparecido
un año antes, y titulado «La colonización interior y el Derecho Agrario». Revista de Derecho
Español y Latinoamericano, nº 8, abril-junio.
104
Otros estudios sobre el análisis de la incidencia en la aplicación de la Ley de Colonización y Distribución de la Propiedad en las Zonas Regables de 1949 en García Atance, J. (1965):
La legislación española sobre colonización y sus resultados. Lisboa; y González Pérez, J. (1949):
«La colonización en Zonas Regables: La Ley de 21 de abril de 1949». Revista de Estudios Políticos,
nº 48, págs. 154-170.
105
Op. cit., pág. 197.
106
Montero y García de Valdivia, J. (1966 b): «La política y el concepto de colonización».
Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 25.
107
Op. cit., pág. 14; en «Actualidad de la política de colonización».
33
Vicente José Gallego Simón
a la política»108. El conjunto de la obra colonizadora tenía, además, un carácter
instrumental: «crear el medio adecuado, la base económica suficiente y la organización social necesaria para el establecimiento de los labradores en unas condiciones
que les permitan el ejercicio efectivo de su libertad»109, mientras que el éxito de esta
empresa se confiaba al esfuerzo tanto de los colonos como de los propietariosagricultores de la zona colonizada.
Alejo Leal García. Doctor en Derecho y Registrador de la Propiedad, fue un
jurista de reconocido prestigio en diversos aspectos de legislación agraria, en especial aquellos relativos a colonización y regadíos. Si en los años cincuenta sus
estudios se orientaron al análisis de la problemática jurídica de la colonización110,
y del régimen administrativo de los poblados creados por el INC111, en los sesenta
se centró en el análisis de la legislación agraria del franquismo112, resaltado su
trascendencia económica y social al abordar cuestiones enquistadas en la realidad
agraria nacional como en el caso de la reforma de las estructuras agrarias113.
En el primero de los trabajos mencionados, este jurista partía de los conceptos incluidos en las dos grandes disposiciones legales sobre colonización, aparecidas en 1939 y 1949, para definir la colonización de la siguiente forma: «consiste en
la transformación de las condiciones económicas de ciertas extensiones de terreno y
de la organización social sobre ellas establecida mediante la realización de trabajos
de mejora territorial, el establecimiento de campesinos y la reorganización de la
propiedad rústica y de las Empresas agrarias, con objeto de satisfacer las necesidades de la economía nacional y hacer viable el cumplimiento de los fines individuales
y familiares de los agricultores»114. Bajo este prisma, la colonización implicaba la
transformación agraria de un territorio a partir de la modificación de sus factores
económicos (naturaleza, capital y trabajo), sociales (por cuanto que altera la estructura social) y jurídicos (se altera asimismo la distribución de la propiedad de
las fincas afectadas). Por otra parte, la colonización debía contar con una finalidad
esencialmente social, que se podía alcanzar a través de dos vías: la redistribución
Op. cit., pág. 43.
Op. cit., págs. 43-44.
110
Leal García, A. (1953): «Ordenamiento jurídico de la colonización». Información Jurídica,
nº 127, diciembre.
111
Leal García, A. (1955): «Régimen administrativo de los nuevos pueblos creados por el
Instituto Nacional de Colonización». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 10, enero-marzo. Págs.
89-112.
112
Leal García, A. (1969 a): La transformación del medio rural a través de la puesta en regadío y de la colonización. Madrid, Ministerio de Agricultura. (1969 b): «La transformación del
medio rural a través de la puesta en regadío y de la colonización». Revista de Estudios AgroSociales, nº 66, págs. 107-137.
113
Leal García, A. (1962): «La política de cambio de estructuras en las nuevas leyes agrarias». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 40, julio-septiembre, págs. 7-39; (1965): «La legislación agraria de los cinco últimos lustros». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 50, págs. 7-80.
(1968): «Perspectivas generales de la reforma de estructuras agrarias». Revista de Estudios AgroSociales, nº 64, julio-septiembre. Págs. 7-36. (1964): «Trascendencia económica y social de las
formas de tenencia de la tierra». Boletín de Estudios Económicos, nº 61.
114
Leal García, 1953, pág. 1041.
108
109
34
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
de la propiedad, con una finalidad claramente social, y el aumento de la producción, con implicaciones económicas, ya que se pretendía el establecimiento de
unidades de explotación adecuadas, de forma que la propiedad cumpliera con los
fines sociales y familiares que les eran inherentes.
Alejo Leal coincidía con Jaime Montero no sólo en su idea de que la fuente
esencial de la legislación en materia de colonización provenía de los principios
consignados en el Fuero de los Españoles, al proclamar que la producción nacional constituía una unidad económica al servicio de la Patria, y que todos los factores de la producción y las formas de propiedad quedaban subordinadas al supremo interés de la nación; también constituía una actividad del Estado como
promotor, que debía contar con la colaboración de colonos y propietarios afectados
como agentes secundarios si realmente se quería culminar con éxito la obra colonizadora; para ello el Estado disponía de medios técnicos, financieros y jurídicos
a su disposición. Por último, no dudaba en afirmar que el Derecho de Colonización
respetaba escrupulosamente las garantias al derecho de propiedad: «no puede
hallarse en estas directrices de la colonización una tendencia a suplantar o remover
al derecho de propiedad, a la propiedad privada, de su preeminente función de
quicio del orden social, sino que sólo pretende imprimir actividad a la misma, es
decir, pretende que le propietario sea empresario de la explotación establecida sobre
su finca»115.
Desde un enfoque político sobresalen Alejandro Torrejón Montero, Carlos
González de Andrés y Carlos Reina Segura.
Alejandro Torrejón Montero. Director General de Colonización en los años
cincuenta, ya en 1945116 advertía de las insuficiencias de la Ley de Colonización de
Grandes Zonas de 26 de diciembre de 1939, que debía ser considerada tan sólo
como una ley de bases, de principios generales, que habría de tener un desarrollo
jurídico posterior una vez que el INC dispusiera de la experiencia suficiente. Según esta ley, siempre respetuosa con el derecho de propiedad, los fines de la colonización no eran otros «que la zona se explote, en el plazo más breve posible, en las
condiciones económicas y sociales previstas, es decir, con la intensidad de cultivo e
instalación del número de campesinos que se fijen en el proyecto general, llegándose,
para determinados terrenos, a la constitución de explotaciones familiares»117.
Tras resaltar el papel que habrían de jugar tanto las Sociedades de Colonización como las Asociaciones de Sustitución en el desarrollo de la colonización, y en
especial en la redacción de los proyectos, Alejandro Torrejón repasaba las actuaciones realizadas en varias zonas de interés nacional a raíz de la aprobación de la
Ley de Bases, como el Canal de Aragón y Cataluña, el Canal de la margen izquierda del río Genil, las Saladeras de Albatera-Crevillente-Elche, el Campo de Dalías,
Leal García, 1953, pág. 1064.
Torrejón Montero, A. (1945): «La ley de grandes zonas frente a la realidad de su aplicación». Serie Estudios, Instituto Nacional de Colonización, nº 16.
117
Op. cit., pág. 11.
115
116
35
Vicente José Gallego Simón
el Primer tramo del Canal de Monegros o la Acequia de La Violada, en donde el
Estado había encontrado diferentes respuestas, ante lo cual el INC optó por colonizar directamente las fincas elegidas y constituir Sociedades para extender la
colonización en la zona, y en caso de que la compra no fuera factible, redactar los
proyectos de sectores para que los ejecutasen dichas Sociedades. Criticaba, asimismo, la desorientación existente en algunas zonas regables acerca de sus posibilidades hidráulicas, algo que evidenciaba a su juicio «la conveniencia de ligar el
problema constructivo al agronómico»118, o la confusión al delimitar las responsabilidades en la construcción de las redes de riego, recalcando la necesidad de colaboración entre las direcciones generales de Colonización y Obras Hidráulicas.
Otro aspecto relevante en Alejandro Torrejón fue el intento de rebajar la capacidad
redistribuidora del Instituto ya que, en su opinión, la finalidad de esta ley no era
ceder los terrenos transformados a familias impuestas por este organismo, sino
tan sólo exigir que la intensidad del cultivo y el empleo de la mano de obra fuera
similar a la fijada en el proyecto para la futura unidad de cultivo. Todo lo anterior
le serviría para recomendar prudencia ante la marcha de las colonizaciones emprendidas en aquellos momentos.
En un estudio de 1953 sobre la colonización de grandes zonas regables119,
partía de la hipótesis de que este tipo de colonización planteaba diversos problemas
que afectarían a las obras de transformación propiamente dichas, a la propiedad y
explotación de las tierras transformadas, a la elección de colonos, a su habitabilidad y a la dificultad económica y financiera de su desarrollo. En un principio, la
transformación en regadío comenzaría siendo un simple problema de ingeniería,
pasando a constituir una política de riegos cuando el objetivo no fuera otro que
mejorar la agricultura, hasta llegar a su estadio final, la política de colonización,
que «pretende no sólo ejecutar las obras para conseguir crear un medio en que se
logre la máxima intensidad de producción agrícola, sino establecer sobre el área
transformada el mayor número posible de familias»120. En este proceso el Estado se
habría ido implicando progresivamente por varios motivos: por la evolución desde
unos fines meramente constructivos hacia otros colonizadores, de clara preocupación social; por el avance de la técnica; por las sucesivas rectificaciones de las
previsiones económicas realizadas; por la propia experiencia; y por la consolidación de la doctrina keynesiana, que apostaba por el pleno empleo como finalidad
dominante de la política económica. Por otro lado, y en países con un cierto grado
de desarrollo, la colonización de regadíos debía tener en cuenta tanto la abundancia
de población y su grado de preparación, como quién debería explotar los nuevos
regadíos, cómo debían establecerse los plazos de reintegro, o qué tipo de habitabilidad se establecería, si aislada o mejor en núcleos de población nuevos.
En resumen, Alejandro Torrejón señalaba como principios fundamentales en
la colonización de los grandes regadíos que la inversión del Estado sólo se justifi Op. cit., pág. 31.
Torrejón Montero, A. (1953): «Colonización de las grandes zonas regables». Revista de
Estudios Agro-Sociales, nº 5, octubre-diciembre. Págs. 21-35.
120
Op. cit., pág. 23.
118
119
36
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
caría cuando se obtuvieran beneficios públicos; que para acelerar la transformación agrícola habría que ayudar económica y técnicamente a los colonos al menos
en los primeros años; que en los países de abundante población permitiría crear
una pequeña propiedad de tipo familiar; en cuanto al tema de la vivienda, lo más
conveniente sería la construcción de nuevos pueblos; debería seguirse el principio
de máxima rentabilidad de la inversión pública, y evitar los gastos innecesarios;
la obra colonizadora quedaría completa si a la mejora territorial se acompañara
una sólida formación religiosa, cultural y moral. Otras publicaciones de menor
relevancia de Alejandro Torrejón aparecieron en la Revista Agricultura, suplemento de Colonización: una aparecida en 1946 («El INC en las zonas regables», nº 5 de
diciembre); y otra un año después («La nueva legislación sobre colonización de interés local», nº 6 de junio).
El enfoque relativo al funcionamiento administrativo de la colonización corrió
a cargo tanto de Carlos González de Andrés como de Octavio Díaz Pines121. El
primero, ingeniero agrónomo que en los años cuarenta llegó a ostentar el cargo de
Secretario General del INC, en un artículo publicado en 1945122 repasaba los primeros años de funcionamiento del SNREST y el INC, así como su financiación,
funcionamiento y organización administrativa, desgranando los fines y estructura
de las cuatro secciones de que este último organismo constaba, la organización
provincial existente a base de delegaciones regionales, o la política de adquisición
de fincas, resaltando en todo caso la necesidad de que este organismo fuera concebido con una concepción netamente empresarial. La actuación del Instituto
hasta entonces, sin recurrir a las expropiaciones, era resumida por Carlos González de una forma un tanto voluntarista: «Esta trayectoria se ha seguido por el Instituto, que no opera bajo un régimen de expropiaciones ni obliga a nadie a que le siga,
sino que declara zonas de interés nacional en páramos inhóspitos donde no hay más
semillas que la del paludismo, ni más viviendas que unas chozas; compra, para
parcelar, las fincas que de buen grado le ofrecen los propietarios y que con afán
solicitan las familias que desde hace muchos años las vienen labrando con anhelos
de propiedad; hace mejoras de todas clases cuando las sientes y reclaman los propietarios, y se consorcia y admite colaboraciones con las Entidades y Organismos
más diversos»123.
Carlos Rein Segura. Este ingeniero agrónomo y abogado, representante de
una de las numerosas facciones del falangismo, llegó a ser entre otros cargos orgánicos del régimen Ministro de Agricultura entre 1945 y 1951, sustituyendo a
Miguel Primo de Rivera, además de alcalde de Cazorla durante la Dictadura de
Primo de Rivera. En su haber se encuentra el haber sido el principal artífice en el
cambio de rumbo de la política de colonización a partir de mediados de los años
121
Autor, entre otras, de las siguientes publicaciones: Díaz Pines y Fernández-Pacheco, O.
(1963): Instituto Nacional de Colonización. Nº 320. Madrid. (1967): Instituto Nacional de Colonización. (2ª edición). Madrid.
122
González de Andrés, C. (1945 a): «El Instituto Nacional de Colonización». Serie Estudios.
Instituto Nacional de Colonización, nº 18.
123
Op. cit., pág. 22.
37
Vicente José Gallego Simón
cuarenta, impulsando bajo su mandato las dos principales herramientas legislativas: la Ley de 27 de abril de 1946 sobre expropiación de fincas rústicas por causas
de interés social124, y la Ley de 21 de abril de 1949 sobre colonización y distribución de la propiedad en las zonas regables125.
El enfoque socioeconómico, por último, agrupa a un conjunto de técnicos
entre los que se encuentran Leopoldo Ridruejo Ruiz-Zorrilla, Ángel Martínez Borque y Miguel Cavero Blecua.
Leopoldo Ridruejo Ruiz-Zorrilla. Este ingeniero agrónomo de profesión fue
un personaje clave en la aparición durante la II República de la Ley de Obras de
Puesta en Regadío (OPER), que concebida con una filosofía distinta a la que aplicaría Vázquez Humasqué en el Instituto de Reforma Agraria, desembocaría en el
Instituto Nacional de Colonización. Su figura marcó buena parte de los planteamientos relativos a la actuación del INC sobre las Zonas Regables. En una intervención en las Cortes españolas de 1949126, y siguiendo con los precedentes recogidos
en el Congreso de Riegos de 1934, Leopoldo Ridruejo se reafirmaba en la idea de
que aunque el peso de la transformación debía correr a cargo de los propietarios
afectados, el Estado se encargaría de intervenir en el desarrollo de las zonas regables a través del diseño, impulso y protección de estas políticas. En todo caso, Ridruejo detectaba cuatro errores importantes dentro de la acción del Estado: 1) la
tendencia a dirigir desde el Estado la orientación productiva del agricultor, restándole iniciativa; 2) quién se beneficiaría de la plusvalía generada, por lo que sería
necesario asegurar un cierto beneficio al agricultor, ya que si éste entraba en pérdidas la zona no podría ser transformada: «Se necesitará el dinero del propietario, el
de la Banca, el del Estado y hasta el que puedan aportar los nuevos colonos» 127; 3) la
inevitable parcelación de una zona regable ante la imposibilidad del propietario de
hacer frente a su gestión, algo secundario si se tenía en cuenta que lo sustancial
debería ser aumentar la producción y el empleo en esas zonas, resolviendo así el
problema social existente, y acudiendo el Estado allí donde el propietario no quisiera llegar; 4) necesidad de seleccionar bien a los futuros colonos, buscando aquellos
que dispusieran de algún recurso económico y conocimientos del regadío.
El último apartado lo dedicaría a repasar la recién publicada Ley de 1949, a
la que auguraba un éxito si se aplicara con prudencia, ya que a primera vista
parecía demasiado ambiciosa, intervencionista y meticulosa, si bien le reconocía
una cierta elasticidad al INC para su aplicación. Debía ser ante todo una ley de
tanteo, que no restringiera la capacidad de transformación de los propietarios
124
Rein Segura, C. (1946): «Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. D. Carlos Rein Segura,
Ministro de Agricultura, en la sesión plenaria de las Cortes Españolas, celebrada el día 24 de abril
de 1946, sobre la Ley de Expropiación de Fincas Rústicas». Instituto Nacional de Colonización.
125
Rein Segura, C. (1949 a): «La ley sobre colonización y distribución de la propiedad en las
zonas regables». Discurso pronunciado en las Cortes.
126
Ridruejo Ruiz-Zorrilla, L. (1949): «La puesta en marcha de las grandes zonas regables».
Revista El Economista, nº de 11 de junio.
127
Op. cit., pág. 858.
38
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
afectados y aportase a la zona regable tres elementos indispensables para su buen
desarrollo: dinero para obras y capitales de explotación, cultivadores inteligentes
y empresarios con recursos. Una década más tarde, y dentro de la Revista de Estudios Agro-sociales128, Leopoldo Ridruejo partía de la experiencia acumulada en
la aplicación de la citada ley para insistir en algunas cuestiones como la necesidad de lograr en las zonas regables un rendimiento razonable lo más rápido posible, por lo que la ejecución integral del riego exigiría las siguientes exigencias en
materia colonizadora: una gran obra hidráulica como base, redes secundarias,
carreteras y caminos de servicio, poblados bien dotados, enseñar a cultivar en
regadío, servicios de crédito y todo el complejo industrial y comercial asociado. El
riego, a pesar de su apariencia como negocio, precisaría de la intervención del
Estado, no sólo por su mayor capacidad económica sino también porque sólo él
podía recoger el efecto multiplicador derivado del regadío (impuestos, mejora del
nivel de vida, paz social, etc.).
En segundo lugar, la transformación de secano en regadío en España precisaría de una inversión aproximada de 114.000 ptas/ha (10.000 ptas más por el factor
tierra en el caso de los colonos), lo que obligaba a un Estado como el español, con
recursos económicos muy limitados, a optar por varios modelos de ampliación del
regadío, teniendo en cuenta la superficie a transformar y los plazos necesarios129.
Sí consideraba, por ejemplo, que esta transformación no tenía por qué ir asociada
a la construcción de pantanos.
Por otro lado, la Ley de 1949, a pesar de que contemplaba dos tipos de colonización (a base de colonos, repartiéndoles las tierras en exceso, y de propietarios,
reservándoles una parte de sus fincas), debería dar preferencia a la solución-propietario frente a la solución-colono, por varias razones: de tipo económico (la segunda opción tendría un mayor costo económico), social (ya no era tan urgente
instalar colonos como hace una década), y de oportunidad (se daría más trabajo, e
inevitablemente la finca afectada acabaría siendo parcelada). La realidad indicaba
que en esta década habían quedado el 72% de ha de las zonas regables en manos
de propietarios, y el 28% en la de colonos.
Y por último, aunque la realidad indicase que las tierras de colonos estaban
siendo mejor llevadas que las de los propietarios, ello sucedía porque a aquellos
se les dispensaban más ayudas y facilidades, lo que demostraba la necesidad de
considerar tres factores para una correcta transformación en regadío: los proyectos y presupuestos de la obra, los anticipos o créditos, y la instrucción profesional.
Y es que un propietario debía cubrir una serie de etapas hasta conseguir su objetivo, que no era otro que regar: disponer de unas obras completas, preparar capital
128
Ridruejo Ruiz-Zorrilla, L. (1960): «Actualidad de los riegos en España». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 31, abril-junio. Págs. 7-66. Poco después, en 1964, aparecería «Política de
riegos y plan de desarrollo», publicada en el nº 61 del Boletín de Estudios Económicos.
129
El autor apostaba por fijar superficies preferenciales y desarrollar un plan con plazos
cortos, que contase con la colaboración de varios ministerios, como los de Agricultura, Hacienda,
Obras Públicas e Industria, y tuviera un mando único (Decreto-Ley de 13-2-1958).
39
Vicente José Gallego Simón
para el pago de obras y la puesta en explotación, aportar trabajadores-regantes,
explotar la tierra los cinco primeros años y cumplir con los objetivos de rendimiento que imponía el Estado. Era necesario ayudar al propietario a que pusiera
en riego y explotase todo lo que él fuera capaz (para ello habría que facilitar la
venta de parte de la finca, y expropiarle en caso de que no lograse unos resultados
óptimos), ayudándoles económicamente con la vivienda de los trabajadores, en la
mejora profesional a través del Servicio de Extensión Agraria, y exigiéndoles unos
índices de explotación.
Ángel Martínez Borque. Este ingeniero agrónomo, que alcanzaría la Subdirección de Explotación del INC, resaltó la dimensión humana de la colonización130,
con familias agrupadas «en un medio social propicio y conveniente»131. Desechaba,
por tanto, «esos contingentes indiferenciados de población que nutren los movimientos tumultuosos de masas, comprendidos bajo la denominación común de reformas
agrarias»132, mientras que se inclinaba por acudir a zonas con exceso de población, siempre y cuando el colono mantuviera una instrucción básica mínima y una
vocación profesional iniciada133. Un acontecimiento que le marcaría profundamente fue el viaje que realizó en 1945 a los Estados Unidos con el fin de comprobar
sobre el terreno los resultados de la actuación colonizadora del gobierno norteamericano en el inhóspito West, y tratar de aplicar esta experiencia, en la medida de lo posible, al caso español134.
Finalmente, y en un trabajo realizado con motivo del 25 aniversario de la
creación del INC135, reivindicaría la plena vigencia de este organismo, a pesar de
tener el viento en contra, organismo que demostraba a su parecer el trascendental
papel de la técnica agronómica y la ingeniería del regadío en la reforma de la infraestructura y la estructura rural. En momentos en donde España asistía a un
masivo proceso migratorio exterior e interior, que partía del mundo rural y estaba
provocando un aumento en la productividad agraria, debían continuar plenamente vigentes los objetivos iniciales de la colonización: «promoción de nuevas unidades de explotación, de tipo familiar preferentemente, o de consolidación de las exis «La obra colonizadora requiere no sólo de técnica y capitales, sino principalmente buenos
labradores, profesional y moralmente» (Martínez Borque, A. (1945): «El hombre y la colonización». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 14, p. 24).
131
En este contexto era básico atender a la educación integral de la familia instalada (con
la ayuda de otros organismos como Sección Femenina, Frente de Juventudes, etc.) y a su formación profesional (Centros de Colonización y Labranzas Ejemplares).
132
Op. cit., pág. 13.
133
Para este autor no sólo son válidos aquellos colonos con cierta capacidad económica;
también lo son, siempre que dispongan de una adecuada preparación profesional, los pequeños
arrendatarios y aparceros, los hijos de labradores que no pueden suceder a sus padres en la
explotación, los mayorales y obreros agrícolas fijos, e incluso los simples braceros agrícolas,
eventuales. Para efectuar una buena selección, el autor desgranaba los fundamentos y condiciones mínimas que establecía el INC.
134
Martínez Borque, A. (1948): «La colonización de los regadíos del Oeste de los Estados
Unidos de América». Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 11. 2ª ed. En 1962.
135
Martínez Borque, A. (1967): «La colonización agrícola». Serie Estudios. Instituto Nacional
de Colonización, nº 30.
130
40
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
tentes, de forma que unas o tras resulten técnica y económicamente viables,
mejorando, al mismo tiempo, las condiciones generales de la vida rural»136.
Miguel Cavero Blecua. Este ingeniero agrónomo fue además profesor de Construcción y Proyectos en la Escuela Especial del Cuerpo de Ingenieros Agrónomos.
En una conferencia pronunciada el 6 de marzo de 1942 en el Instituto de Ingenieros
Civiles de Madrid bajo el título «Los regadíos en España», tras analizar el avance del
regadío y repasar el Plan Nacional de Obras Hidráulicas, establecía tres modelos de
regadío en España: a) riegos del litoral mediterráneo, en donde sólo era necesario
asegurar el factor agua para lograr una agricultura avanzada; b) riegos de la meseta
central y la cuenca del Ebro, más atrasados y condicionados al clima y a otros aspectos de tipo demográfico o económico; y c) riegos de la Baja Andalucía, en una
posición intermedia y en donde la transición del secano al regadío debería ser menos traumática que en el caso anterior. En este sentido, el autor recuperaba los
planteamientos de Leopoldo Ridruejo formulados en 1934, según los cuales era
crucial para el éxito de los nuevos regadíos la formación de un organismo con fines
colonizadores en todos sus aspectos (social, constructivo, agronómico, sanitario,
administrativo, económico y político). Asimismo, abordaba los capitales necesarios
para culminar esa transformación al regadío (y el necesario apoyo que éstos deben
recibir de la Banca Nacional), así como la atención que el Estado debía prestar a las
corrientes migratorias que inevitablemente se producirían. Por último, Cavero abogaba por la estrecha colaboración de los diferentes ministerios implicados (Obras
Públicas, Agricultura, Trabajo, Industria y Comercio), así como de los sindicatos,
propietarios y productores de las zonas regables, y la banca nacional.
Además de los citados, el elenco de profesionales que dedicaron parte de su
trayectoria profesional a la colonización agraria es enormemente amplio. Para no
alargar más este apartado, nos limitaremos a citar algunos de ellos, así como sus
obras más relevantes: Ángel López García de la Marina, uno de los escasos especialistas en la legislación relativa a la colonización de interés local137; Fernando Montero y García de Valdivia, Director General de Colonización en los años cuarenta e
impulsor de la reforma legislativa en materia colonizadora que desembocaría en la
Ley de abril de 1949138; José Tudela de la Orden, escritor e historiador que aborda
la obra colonizadora desde su dimensión sociológica139, insistiendo en la necesidad
Op. cit., pág. 16.
López García de Marina, A. (1945): Trascendencia nacional y privada de la Ley de Colonizaciones de Interés Local. Serie Estudios. Instituto Nacional de Colonización, nº 13.
138
Montero y García de Valdivia, F. (1946): «La parcelación de fincas, obra de justicia
social». Revista Colonización, suplemento de Agricultura, nº 5, diciembre. (1947): «Discurso pronunciado ante Su Excelencia el Jefe del Estado con motivo de su visita al nuevo pueblo de Gimenells». Revista Colonización, suplemento de Agricultura, nº 6, junio. (1949 a): «La colonización de
los grandes regadíos, tarea urgente». Revista Colonización, suplemento de Agricultura, nº 7, enero.
(1949 b): «La empresa colonizadora de las zonas regables, según la nueva ley». Revista Colonización, suplemento de Agricultura, nº 9, abril. (1950): «Ante todo la colonización de nuestras zonas
regables». Revista Colonización, suplemento de Agricultura, nº 11, agosto.
139
Tudela de la Orden, F. (1966): «El hombre y la tierra». Serie Estudios. Instituto Nacional
de Colonización, nº 27.
136
137
41
Vicente José Gallego Simón
de conocer perfectamente el entorno familiar y laboral del colono seleccionado;
José Benito Barrachina, ingeniero agrónomo, que reivindica el carácter técnico de
la colonización; y Francisco López Santamaría, especializado en la aplicación del
Plan Badajoz y en su diagnóstico socioeconómico, al igual que Ramiro Campos
Nordman.
1.3. Revisión bibliográfica de la obra colonizadora.
Estudios generales, regionales y locales
La colonización fue desde el principio una de las banderas propagandísticas
más importantes del régimen franquista en materia agraria, trascendiendo más allá
de lo que debía ser, una opción más dentro del diseño de la nueva política agraria;
ése fue su gran error. Como tal, desde el principio suscitó una abundantísima bibliografía, canalizada por el Estado a través de diversas publicaciones especializadas a las que ya se ha hecho referencia (Revista Agricultura, suplemento de Colonización, Serie Estudios del INC, Revista de Estudios Agro-sociales), y contando con
la colaboración de aquellos que fueron sus instigadores y habían ocupado cargos
dentro del organigrama del Instituto colonizador a lo largo de los años cuarenta y
cincuenta. Al margen de la importante y prolija literatura sobre colonización de las
décadas centrales del siglo pasado, y de las numerosas publicaciones aparecidas
hasta la fecha, lo cierto es que apenas una decena de trabajos nos permiten conocer
en profundidad estos temas. A pesar de los múltiples enfoques con que los investigadores se han enfrentado al vasto tema de la colonización agraria, es desde el
campo de la geografía en donde podemos encontrar más ejemplos de estudios que
han conseguido esa visión global e integral del impacto territorial que la colonización tuvo en España a lo largo de la segunda mitad del siglo xx.
Los primeros trabajos que trataron de analizar desde una amplia perspectiva
los resultados de la política de colonización en España tienen su origen en la segunda mitad de la década de los años setenta, en pleno período de consolidación
de la democracia en España, momento por otra parte clave para interpretar el papel de los diversos organismos que a lo largo del tiempo mantuvieron competencias en materia de colonización y regadíos (INC-IRYDA), toda vez que habían
transcurrido casi cuarenta años desde el inicio de la actuación colonizadora, y ya
existía una cierta perspectiva de sus resultados a nivel territorial140.
El primer trabajo importante fue elaborado entre 1974 y 1976 por Florencio
Zoido Naranjo y José Juan Romero Rodríguez, por encargo del Instituto de Desarrollo Regional de la Universidad de Sevilla, y publicado en 1977 bajo el título Colonización agraria en Andalucía. En él los autores intentaron «mostrar las ventajas
140
Podemos encontrar algún trabajo pionero en cierta medida, como el del geógrafo francés
Jean François Guillaud (1962): «Rôle de l’Institut National de Colonisation dans la mise en valeur
agricole et hydroagricole de l’Espagne». Revue de Geographie Alpine, L, 4), en donde ya se dejaba
adivinar la dimensión de la obra colonizadora, centrada especialmente sobre el Guadiana, el
Ebro y el Guadalquivir.
42
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
y desvíos que ha llevado consigo la política colonizadora del Estado en Andalucía»141,
tomando como ámbito espacial de referencia las provincias de Córdoba y Cádiz. A
pesar de los diferentes enfoques con que se abordó el problema en cada una de
ellas142, por primera vez se puso de relieve cuáles habían sido los resultados económicos de las explotaciones de los colonos, cómo había evolucionado la estructura de la propiedad en esas zonas, e incluso cuál estaba siendo la percepción del
colono sobre su situación en general.
Sin embargo, la obra clave que nos permite entender la verdadera dimensión
de la actuación colonizadora en el conjunto del Estado español fue publicada en
1979 por el geógrafo Nicolás Ortega Cantero143. En este autor podemos apreciar un
enfoque muy crítico no sólo sobre los resultados de la colonización, sino incluso
acerca de su propio diseño y concepción. Era interpretada en términos de subordinación a los intereses de la gran propiedad, puesto que con ella se tendía «a
garantizar el establecimiento de una parte de la población campesina capaz de
constituir una reserva de mano de obra suficiente para mantener unos funcionamientos tradicionales o, más exactamente, para mantener unas condiciones de trabajo utilizable suficientemente tranquilizadoras y seguras para las concretas expectativas de una gran propiedad dispuesta a estabilizar sus privilegiadas y
providenciales posibilidades»144. El trabajo se dividió en tres grandes bloques; en el
primero tuvo en cuenta los orígenes de la política de colonización, ligados al devenir de la política hidráulica a lo largo del primer tercio del siglo xx; un segundo
bloque lo consagraba a analizar los derroteros seguidos a partir de la guerra civil,
e incide sobre los aspectos más sustanciales que determinaron el modelo de aplicación en España de la política colonizadora; un último capítulo lo destinaría a
evaluar los resultados de esta política, en un contexto marcado por la crisis de la
agricultura tradicional y la necesidad de reorientar las estrategias estatales.
La tercera aportación relevante en esta etapa fue una obra colectiva, Extremadura Saqueada, en cierto modo inspirada sobre las mismas bases ideológicas que
los trabajos de Ortega Cantero, y sobre una experiencia similar encabezada por
Mario Gaviria en Aragón145. Este trabajo, que vería la luz en 1978 dentro de un
importante movimiento antinuclear surgido en las Vegas Altas del Guadiana, fue
el resultado de la colaboración interdisciplinar de varios investigadores extremeños que, procedentes de diversas áreas científicas (geografía, sociología, economía), intentaron desde un planteamiento radical demostrar dos ideas claras: en
primer lugar, el fracaso de los sucesivos planes de desarrollo puestos en marcha
Romero Rodríguez y Zoido Naranjo, 1977, pág. XI.
El trabajo correspondiente a Cádiz corrió a cargo de Florencio Zoido, en tanto que la
provincia de Córdoba se encargó a un equipo de ETEA dirigido por el profesor Romero.
143
Esta publicación se inserta dentro de una línea de trabajo muy fructífera, que partió de
la propia tesis doctoral del autor, y que en apenas tres años pudo alumbrar otros ya circunscritos
a diversos aspectos de la colonización en Extremadura (Ortega Cantero, 1978 a y b, 1979 c y
1980).
144
Ortega Cantero, 1979 a, pág. 145.
145
Gaviria, M. (1977): El Bajo Aragón expoliado. Recursos naturales y autonomía regional.
Informe dirigido por Mario Gaviria. Zaragoza, Edit. Deiba.
141
142
43
Vicente José Gallego Simón
en Extremadura, ejemplificados en las severísimas críticas que a lo largo de toda
la publicación se vierten sobre el Plan Badajoz, y en segundo lugar, cómo a su
juicio esta región había sufrido un verdadero expolio en beneficio de agentes externos, como consecuencia de la aplicación de estas políticas.
Tras un breve período de sequía bibliográfica, los años ochenta resultaron
claves para entender el impulso que recibirían los estudios relacionados con la
política de colonización en España. El primer elemento que reactivó este tipo de
análisis del fenómeno colonizador como una variante de reforma agraria de carácter técnico y orientada a la modernización de la agricultura, lo constituye la aparición a principios de los ochenta de la Ley de Reforma Agraria Andaluza146. En
efecto, en 1984 el primer Gobierno del PSOE en Andalucía aprobaba esta Ley
emblemática, que abriría una serie de expectativas que pronto fueron defraudadas, toda vez que se limitó a favorecer la productividad agraria, sin afectar verdaderamente a la estructura de la propiedad de la tierra.
El segundo acontecimiento que serviría para consolidar la actualidad del tema
fue la iniciativa gubernamental, a través de los Ministerios de Agricultura, Pesca y
Alimentación (Secretaría General Técnica e Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario), Obras Públicas y Urbanismo (Instituto del Territorio y Urbanismo, y
Dirección General para la Vivienda y Arquitectura), y Administraciones Públicas
(Instituto Nacional de Administración Pública), de elaborar un amplio estudio centrado en tres grandes áreas de análisis: la evolución histórica e institucional del
proceso colonizador (a cargo del economista Carlos Barciela, el ingeniero agrónomo
José Manuel Mangas y los arquitectos Javier Monclús y José Luis Oyón), la elaboración de un inventario y el análisis documental de las zonas regables y los poblados
(coordinado por el sociólogo Jesús Leal, el ingeniero Felipe Manchón y el arquitecto
Mario Muelas), y el análisis de la situación en aquellos momentos, basado fundamentalmente en trabajos de campo (sus responsables fueron el antropólogo social
Carlos Jiménez, el sociólogo Luciano Sánchez, la ingeniera agrónoma Susana Velásquez y el arquitecto técnico Jorge Hernando). Este ambicioso proyecto estuvo dirigido por una comisión mixta, compuesta por varios funcionarios adscritos a los diferentes ministerios implicados, entre los que cabría destacarse a Roberto Sancho
Hazak (del IRYDA) y muy especialmente a Cristóbal Gómez Benito (SGT-MAPA),
como luego veremos uno de los que más y mejor ha investigado los orígenes ideológicos y la praxis de la colonización agraria en España. Finalmente fueron cuatro
las publicaciones surgidas de este proyecto (un quinto y último volumen no llegó
nunca a ser publicado), compiladas bajo un título común: «Historia y Evolución de la
Colonización Agraria en España», y que vieron su aparición entre 1984 y 1994. Con
el importante volumen documental procedente de este ambicioso proyecto, a la que
sin embargo se le echa en falta una perspectiva geográfica, se cerraba un ciclo a
partir del cual la intensidad de los trabajos sobre colonización decrecería, al tiempo
que comenzaron a proliferar multitud de estudios más centrados en aspectos secto146
Ley 8/1984, de 3 de julio, de Reforma Agraria. Para una evaluación de la ley, VV. AA.
(1992): Gran propiedad y política agraria en la Península Ibérica. A propósito de la Ley de Reforma
Agraria Andaluza. Granada, Universidad.
44
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
riales y secundarios de la acción colonizadora, y desde una perspectiva territorial
mucho más limitada, abundando los estudios locales o a lo sumo por zonas regables.
Acabamos de referirnos a la labor del sociólogo Cristóbal Gómez Benito dentro
de ese voluminoso trabajo auspiciado por varios ministerios, aunque su aportación
al conocimiento de las raíces y los resultados de la colonización en España va mucho más allá. Es, probablemente, uno de los autores que mejor ha profundizado en
las raíces ideológicas del franquismo agrario en general, y de la política de colonización en particular. En este sentido, cabe destacar el producto de su tesis doctoral,
publicada en 1996 por la editorial Siglo xxi bajo el título «Políticos, burócratas y
expertos. Un estudio de la política agraria y la sociología rural en España (19361959)», en donde parte del objetivo genérico de analizar e interpretar, desde la
perspectiva de la sociología rural, la construcción ideológico-doctrinal de la política
agraria del primer franquismo, profundizando en su ideología agrarista. Gómez
Benito ha completado su bibliografía sobre el tema con dos aportaciones recientes;
en la primera de ellas, aparecida en 2003, titulada «La colonización agraria en España y Aragón, 1939-1975», con ocasión de la creación en Aragón del primer Centro
de Interpretación sobre la Colonización Agraria de España, hace un repaso general
y muy didáctico a los aspectos esenciales de la colonización en España, dedicando
un capítulo especial a la región aragonesa. El segundo de ellos, de una mayor profundidad científica y titulado «Una revisión y una reflexión sobre la política de colonización agraria en la España de Franco», apareció un año después publicado en la
Revista Historia del Presente; por primera vez se intentaba sistematizar a la vez
que someter a una revisión crítica la producción bibliográfica existente sobre colonización agraria, poniendo sobre el tapete las diferentes interpretaciones existentes así como sus resultados, optando Gómez Benito por mantener una posición
centrada, reconociendo éxitos y fracasos en la acción colonizadora.
Desde el ámbito de la geografía, y además de los trabajos de Ortega Cantero y
Florencio Zoido, merece la atención el publicado en 1984 por Joaquín Bosque Maurel en la Revista Agricultura y Sociedad: «Del INC al IRYDA: análisis de los resultados obtenidos por la política de colonización posterior a la guerra civil». La labor de
ambas instituciones era enjuiciada desde una posición alejada de las «críticas subjetivas», centradas en su estricta preocupación ideológica y política. Estos organismos, por la dimensión práctica de sus resultados (colonización, regadíos y en menor medida concentración parcelaria), contribuyeron a reformar de forma relativa
las estructuras agrarias, si comparamos los censos agrarios de 1962 y 1972, si bien
es cierto que esta reforma benefició especialmente a medianos y grandes propietarios. Al igual que Gómez Benito, el profesor Bosque resalta su desigual impacto
sobre el territorio nacional, puesto que las acciones de colonización se concentraron en Andalucía, Aragón y Extremadura (75%), mientras que la concentración
parcelaria o la ordenación rural fue mucho más intensa en la meseta. La principal
conclusión a que llega Bosque es que la actuación del INC-IRYDA, aún siendo muy
cuestionada desde varios puntos de vista, en especial por su alto coste económico
o por los discutibles resultados obtenidos en algunas zonas, supuso un paso adelante al partir de una ventaja: que la inversión ya estaba realizada. En efecto, esta
actuación ha cubierto la doble tarea colonizadora del régimen franquista, tanto en
45
Vicente José Gallego Simón
las actuaciones directas sobre zonas regables y secanos como en las indirectas, a
través de subvenciones y créditos de interés local, con una política presidida por la
idea de que el riego es «la transformación más revolucionaria que pueda hacerse en
el suelo» (Bosque Maurel, 1984, p. 179). Es cierto que la política agraria franquista
perseguía solventar el problema social de la tierra a través de la reforma de las
estructuras agrarias, pero también lo es que buscaba la superación del concepto de
reforma agraria anterior a 1936. Reconocía, no obstante y en la línea de Ortega
Cantero, que hubo «otros beneficiarios» de la política de colonización, los propietarios reservistas147, que pudieron disponer gratuitamente de infraestructuras públicas, sus tierras se vieron revalorizadas, sus productos tuvieron una mejor salida en
los mercados, gracias a su peso económico y financiero controlaron la mayor parte
de las agroindustrias de las zonas transformadas, y supieron aprovechar en mayor
medida la mano de obra recién instalada. Otra consecuencia de la colonización,
sobre la que el autor pone especial énfasis y resulta ciertamente novedosa, es la
profunda remodelación del paisaje agrario, que provocó la introducción de nuevos
cultivos y movimientos de tierras para su transformación en regadío, la generalización de nuevos sistemas de explotación más intensivos, la creación de un entramado de nuevos asentamientos, etc. Debemos mencionar a un último geógrafo, Ángel
Paniagua Mazorra, que centró sus investigaciones sobre diversos aspectos relacionados con la colonización, preferentemente desde el punto de vista socio-demográfico, aspecto éste poco analizado en general, a pesar de su indudable interés.
Desde el campo de la economía agraria, Carlos Barciela protagoniza la mayor
parte de los estudios sobre la colonización en España, aunque centrados en la
primera etapa del franquismo, que alcanzaría hasta 1959. En sus numerosos trabajos, realizados a lo largo de los últimos veinte años, deja traslucir tres ideas
fundamentales: el carácter contrarreformista e incluso contrarrevolucionario de la
política agraria del primer franquismo, y por extensión de la colonización; fracaso
de la colonización en los años cuarenta debido a la desproporción existente entre
unos ambiciosos objetivos y unos resultados raquíticos, que propiciaron que el
INC, en contra de su intención, se convirtiera en un gran propietario de tierras no
colonizables, con acciones muy costosas y de escasa repercusión práctica (sin
embargo, en los años cincuenta se asiste a una reactivación de la política de colonización, al dotarla de instrumentos legales más ágiles, de una financiación más
adecuada a los ambiciosos objetivos, y de una labor práctica mucho más significativa); y visualización de la política colonizadora como complemento a la política de
riegos puesta en marcha por el nuevo régimen.
• Estudios regionales y locales sobre colonización.
La mayoría de las investigaciones, como era de esperar, se han centrado sobre
las grandes zonas regables. Sin embargo, frente al gran interés despertado sobre
147
«aquellos que, en último término, seguían usufructuando las tierras también regadas por
el Estado pero no adquiridas por éste» (Bosque Maurel, 1984, pág. 186).
46
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
este tipo de colonización asociada al regadío, se echa en falta la existencia de estudios que hayan abordado con cierta profundidad tres aspectos básicos en el desarrollo de la política agraria franquista, tanto desde el punto de vista teórico como
desde la praxis. Nos referimos a la colonización en secano, mayoritaria en los
cuarenta, al impacto de la colonización de interés local148, y a la política de concentración parcelaria149.
No obstante, en la última década se ha producido un acontecimiento que ha
contribuido de manera decisiva a reactivar los trabajos sobre la colonización en
varias regiones españolas. Nos referimos a la sucesión de aniversarios, por lo general el cumplimiento de los cincuenta años desde la puesta en marcha de la política colonizadora en regiones como Aragón, Extremadura, o en provincias como
Almería. Aunque a continuación iremos mencionando alguna de estas iniciativas,
focalizadas como decimos sobre determinados ámbitos terrtitoriales y al albor de
este tipo de efemérides, sí debemos destacar el fuerte impulso que están experimentando los estudios sobre colonización desde su consideración como un elemento patrimonial de primer orden en nuestro mundo rural. Por ello, han sido fundamentalmente arquitectos quienes con mayor ahínco se han acercado a la huella
dejada por pueblos, viviendas, acequias, canales, e infraestructuras agrarias de
todo tipo, resaltando no sólo su gran valor histórico y patrimonial; tambien se están
poniendo las bases para que desde los poderes públicos se proceda a proteger estos
bienes, no sólo con el fin de detener el deterioro a que están sometidos en los últimos años como consecuencia del abandono tanto demográfico como institucional,
sino para darles funcionalidad dentro de unos espacios rurales que en muchas
ocasiones se encuentran demasiado próximos a la gran urbe; es por ejemplo, el
caso de núcleos como Esquivel, y las fuertes presiones de tipo urbanístico que recibe de la capital hispalense, o en menor escala, el influjo que ejercen en la provincia de Jaén sobre algunos pueblos debido a su cercanía a localidades como Andújar,
Linares o Úbeda.
En este sentido, cabe destacar dos iniciativas recientes muy interesantes: la
primera de ellas está auspiciada desde la Consejería de Cultura de la Junta de
Andalucía y concretamente desde uno de sus centros, el Instituto Andaluz del
148
Ha sido éste un tema muy bien valorado por lo general entre los estudiosos de la colonización, que han resaltado sus buenos resultados, frente a las limitaciones de la actuación
colonizadora sobre las grandes zonas regables.
149
Además del clásico estudio de Beneyto Sanchís, R. (1955 a): Ensayo de concentración
parcelaria en España. Madrid, Ministerio de Agricultura, Servicio de Concentración Parcelaria
(cuyos resultados fueron publicados en el número 10 de la Revista de Estudios Agro-sociales),
sólo podemos reseñar tres estudios, aparecidos hace ya años, y que lamentablemente no han
tenido continuidad: Alario Trigueros, M. (1991): Significado espacial y socioeconómico de la concentración parcelaria en Castilla-León. Madrid, MAPA. Arias Abellán, J. (1983): La política de
concentración parcelaria: un ejemplo andaluz. Granada, Instituto de Desarrollo Regional-Universidad de Granada. Riva Fernández, J. de la (1990): «La política de concentración parcelaria en
Aragón». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 151, págs. 191-236. De forma marginal es analizada
la concentración parcelaria en algunos municipios andaluces del valle del Guadalquivir en Mata
Olmo, R. (1987): Pequeña y gran propiedad agraria en la Depresión del Guadalquivir. Madrid,
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
47
Vicente José Gallego Simón
Patrimonio Histórico. En febrero de 2005 este Instituto dedicaba un número especial dentro de su revista «Boletín del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico» (nº
52), a tratar este sugestivo interrogante, que aparecía como encabezamiento de la
revista: «Pueblos de colonización 1939-1971 ¿recuperar el patrimonio rural franquista?». A este propósito se consagraron más de una decena de trabajos, que aparecen
reseñados en la bibliografía, enfocados tanto desde un punto de vista teórico como
abordando determinadas experiencias de recuperación urbanística y puesta en
valor de este interesante patrimonio rural. Cuando tan sólo habían transcurrido
dos meses desde la aparición de este monográfico, entre el 7 y el 9 de abril de 2005
la Consejería de Cultura, a través del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, y
con la colaboración de la Universidad de Sevilla, organizaban el Primer Simposio
Nacional Pueblos de Colonización durante el franquismo. La arquitectura en la modernización del patrimonio rural. Este importante evento de carácter científico, que
daría lugar en 2008 a la aparición de una publicación monográfica, a cargo de la
Consejería de Cultura y titulada «Pueblos de colonización durante el franquismo: la
arquitectura en la modernización del territorio rural», por primera vez abordaba el
fenómeno colonizador desde la necesidad de recuperar primero, proteger después,
y finalmente poner en valor los elementos patrimoniales que se dan cita en los
más de trescientos núcleos de colonización dispersos por España. El libro distingue entre cuatro grandes apartados: el primero de ellos centrado en el análisis del
marco histórico de la colonización agraria española; el segundo viene a suponer
una aproximación geohistórica a este fenómeno, desde la óptica de la diversidad
de experiencias y su significación a partir de las políticas de ordenación del territorio puestas en marcha en el último medio siglo; el tercer bloque de trabajos incide en el valor y carácter novedoso y en ocasiones transgresor de algunas de las
iniciativas ensayadas en el campo artístico, en especial desde el punto de vista
urbanístico, arquitectónico y pictórico, analizando figuras de relevancia nacional
como Fernández del Amo y Alejandro de la Sota; el cuarto y último apartado se
centra en el presente de estos pueblos, y en cómo hacer frente, por ejemplo, a la
amenaza que supone su cercanía a grandes áreas metropolitanas como Málaga.
La segunda gran iniciativa reciente de análisis de la colonización, en este caso
desde un punto de vista estrictamente arquitectónico y con una clara finalidad divulgativa, es fruto de la colaboración entre los Ministerios de Cultura y Medio
Ambiente, Medio Rural y Marino, con la Fundación Arquitectura Contemporánea,
en donde no ha faltado el apoyo de otras instancias públicas de carácter autonómico. Se trata de tres libros de formato pequeño con sus respectivos DVDs interactivos
que, aparecidos entre 2006 y 2008 bajo la colección «Pueblos de colonización. Itinerarios de Arquitectura», abordan de forma gráfica y con amplio andamiaje fotográfico la obra arquitectónica que supuso la colonización agraria franquista en el Guadalquivir y la cuenca mediterránea sur (volumen I), el Guadiana y el Tajo (volumen
II) y la zona del Ebro, Duero, Norte y Levante (volumen III).
1. La cuenca del Guadiana, el Plan Badajoz y la colonización en Extremadura
Los estudios referidos a la región extremeña han estado muy condicionados
por la aprobación en 1951 del Plan Badajoz, y la incorporación al mismo de las
48
Colonización, regadíos Y DESARROLLO en el sur de España
medidas sobre colonización150, regadíos e industrialización. Al tratarse de un plan
pionero en España, no sólo por su concepción sino también por el montante global
de inversiones previstas, desde un primer momento aparecieron publicaciones
orientadas al principio a glosar las virtudes de su entrada en vigor, que redimiría
al pueblo pacense de su situación de atraso socioeconómico, y lograría poner en
valor los recursos naturales existentes fundamentalmente en torno a la cuenca del
río Guadiana. Así, García Atance (1953 y 1955)151, López Santamaría (1954)152,
Campos Norman (1956)153 y algún artículo divulgativo154 más intentarían mostrar
las bondades del Plan antes incluso de poder plasmar en realidades alguno de los
proyectos contemplados.
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, cuando ya existía
cierta perspectiva acerca del grado de cumplimiento del Plan Badajoz, nos encontramos con algunos trabajos monográficos de carácter más institucional como el dirigido por García de Oteyza (1958)155, publicado por la Secretaría Gestora del propio plan,
al que se le añaden dos estudios realizados por el Ministerio de Agricultura, en donde
ya se avanzaban cambios en la estructura de las explotaciones agrícolas afectadas156.
En este sentido, hay que recordar la importante labor divulgativa que ejerció la Secretaría Gestora del Plan Badajoz, dependiente del Ministerio de Industria, desarrollando
además otros aspectos sociales de la colonización157, o abordando una evaluación
global de la aplicación del Plan, ya con una cierta perspectiva temporal158.
En la década de los setenta aparecieron dos importantes investigaciones
que, además del mencionado de la Secretaría Gestora y elaborado en 1972, y
desde parámetros radicalmente opuestos, intentaron evaluar sus resultados.
150
El impulso a la colonización de las grandes zonas regables extremeñas ya se encontraba
presente antes de entrar en vigor el Plan Badajoz, según se desprende de las noticias aparecidas
en 1945 en la Revista Agricultura, suplemento de Colonización (nº 4 de diciembre), sobre la
visita que Franco realizó a Extremadura para analizar el tema de la colonización; o la publicación
de Domínguez García, M. (1948): «Colonizaciones en marcha. La gran zona de Montijo». Revista
de Estudios Regionales, nº 10, julio-diciembre, págs. 85-118.
151
García Atance, J. (1953): «El Plan de Colonización e Industrialización de Badajoz». Revista Agricultura, nº 253 y 254, mayo-junio; y (1955): «Algunos extremos en relación con el Plan de
Industrialización y Colonización de Badajoz». Revista Agricultura, nº 277, mayo.
152
López Santamaría, F. (1954): «El Plan Badajoz. Antecedentes, contenido y ensayo sobre
sus efectos». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 6, enero-marzo. Págs. 45-82.
153
Campos Nordmann, R. (1956): «Notas sobre la planificación económico social de la provincia de Badajoz». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 14, enero-marzo. Págs. 69-112.
154
Anónimo (1956 b): «El viaje del Jefe del Estado a Extremadura y Toledo». Revista Agricultura, nº 294, octubre.
155
García de Oteyza, L. (dir.) (1958): El Plan de Badajoz. Ediciones de la Secretaría Gestora
del Plan Badajoz. Madrid. A este trabajo habría que añadir otro realizado por la Secretaría Gestora en 1961.
156
Ministerio de Agricultura (1961): «Estructura de las explotaciones del Plan Badajoz.
Campaña 1959-60»; y (1963): «Estructura de las explotaciones del Plan Badajoz».
157
Siguán Soler, M. (1963): Colonización y desarrollo social. Estudio en el marco del Plan
Badajoz. Madrid, Instituto Nacional de Industria, Secretaría del Plan Badajoz.
158
Instituto Nacional de Industria, Secretaría Gestora del Plan Badajoz (1972): Plan Badajoz. Información sobre finalidad, objetivos, evolución y resultados. Madrid.
49
Vicente José Gallego Simón
En 1975, y desde una perspectiva pretendidamente aséptica y excesivamente
economicista, el Instituto de Estudios Económicos publicaba una «Evaluación
de los resultados económicos de los planes de Badajoz, Jaén y Tierra de Campos», y tres años después veía la luz una obra colectiva, muy crítica con la
concepción y los resultados obtenidos por el Plan Badajoz y a la que ya nos
hemos referido, titulada «Extremadura Saqueada. Recursos naturales y autonomía regional»159.
Alguno de los aspectos más y mejor tratados dentro del Plan Badajoz hacen
referencia a su vertiente industrial, cuyos resultados se consideraron más que discutibles160, así como a las transformaciones operadas en el espacio agrario y rural
pacense161, o a los controvertidos resultados económicos de las explotaciones agrarias situadas en los núcleos de colonización162, aunque la atención se ha centrado de
modo muy especial en las Vegas del Guadiana163. La profusión de estudios globales
no ha evitado la aparición de interesantes investigaciones sobre aspectos concretos
de la obra colonizadora, ya fueran de carácter socio-cultural164, jurídico165, o relativo
159
Baste como ejemplo de ese espíritu crítico y radical el esclarecedor título de uno de sus
capítulos: «El Plan Badajoz, escaparate del paternalismo del Estado franquista y máquina de trabajo tendente a ampliar la energía solar fijada en productos agrarios mediante un uso intensivo
del agua, la fertilidad del suelo y la fuerza de trabajo de los extremeños, evitando la conflictividad
originada por la miseria y el paro». En VV. AA. (1978): Extremadura Saqueada. Recursos naturales
y autonomía regional. París-Barcelona, Ruedo Ibérico. Págs. 225-404.
160
Frutos Mejías, L. Mª. (1982): «La acción estatal en el desarrollo industrial de Extremadura». Documents D’Anàlisi Geogràfica, nº 4, págs. 69-101. Juárez Sánchez-Rubio, C. (1975):
«Repercusión industrial del Plan Badajoz». IV Coloquio de Geografía. Oviedo. Barciela López, C.;
López Ortiz, Mª. I. y Melgarejo Moreno, J. (1996 a): «Autarquía e intervención: el fracaso de la
vertiente industrial del Plan Badajoz». Revista de Historia Industrial, nº 14. Págs.125-169.
161
Rodríguez Cancho, M. (1986): «Poder y estrategias espaciales: el espacio rural-agrario
extremeño». Norba, nº 7.
162
Alonso Sebastián, R. y Romero Cuadrado, C. (2006): Resultados económicos durante el
período 1954-1972 de las explotaciones agrarias de los núcleos de colonización creados por el Plan
Badajoz. Madrid, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria. Monografías INIA, Serie Agrícola, nº 20. Giménez Romero, C. (1987): Informe sobre la situación actual
de las zonas regables, los poblados y las explotaciones de colonización. Servicio de Publicaciones
de la Universidad de Extremadura.
163
Juárez Sánchez-Rubio, C. (1973): «La acción planificadora del Estado en las Vegas del
Guadiana». V Pleno del CESS, Provincia de Badajoz. Badajoz; y (1976): «La transformación agraria
en las Vegas del Guadiana». Estudios Geográficos, nº 143. Ortega Cantero, N. (1980): «Reorganización del espacio y dinámica agraria en las Vegas del Guadiana». Los paisajes rurales de España.
Valladolid, Fundación Juan March. Págs. 161-167; y (1981): «Espacio agrario y actuación estatal
colonizadora en el Plan Badajoz». Documents d´anàlisi metodològica en Geografía, nº 2. Berger,
J. y Wienberg, D. (1957): «Estudio económico de la evolución de la producción agrícola de las
Vegas Bajas del Guadiana de 1953 a 1956». Revista de Estudios Agro-Sociales, nº 21, octubrediciembre. Págs. 21-38.
164
Sánchez Blázquez, M. (1989 a): «Limitaciones socioestructurales de una tentativa de
reforma social. El Plan Badajoz». Sociología Rural, nº 9, págs. 113-132; y 1989 b: «La tradición
cultural en los procesos de transformación de los poblados del Plan Badajoz en comunidades»,
En Asamblea de Extremadura: Antropología cultural en Extremadura. Primeras Jornadas de Cultura Popular. Mérida, Asamblea de Extremadura. Págs. 77-84.
165
Beato Espejo, M. (1986): Reordenación administrativa de los poblados de colonización en
Extremadura. Cáceres, Universidad de Extremadura.
50
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