La refundación de la Patria

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“La refundación de la Patria”, de la teoría a la evidencia
El uso de la violencia con fines políticos y electorales es una de las grandes tragedias colombianas. En
pleno siglo XXI, cuando celebramos el bicentenario de nuestra independencia, esa tragedia permanece y
no está superada ni en su valoración histórica, ni en sus consecuencias más recientes, ni en el acontecer
político actual. Este libro reconstruye esa historia trágica de violencia, mafia y política desde los años 90
hasta 2009 y sus efectos sobre la transformación política e institucional de nuestra democracia.
Las imágenes de las bombas y los magnicidios del narco terrorismo, de las tomas y secuestros de la
guerrilla y de la avanzada paramilitar dejaron en la ciudadanía la sensación fundada de que eran los
actores armados ilegales quienes usaban la violencia para promover sus propios fines: frenar la
extradición, instaurar un régimen revolucionario, contener a las guerrillas o traficar drogas ilícitas. Sin
embargo, la información que ha ido conociendo el país con la desmovilización de guerrilleros y
paramilitares y con la llamada parapolítica y farcpolítica ha traído a la escena pública una posibilidad
más problemática: que no sólo actores clandestinos e ilegales, sino también actores públicos y legales
han usado la violencia y se han beneficiado de la violencia ejercida por otros para avanzar sus propios
fines.
Cuando en 2005 algunos de los autores de esta investigación publicamos las primeras investigaciones
sobre los posibles vínculos entre paramilitares y congresistas, (López, 2005; Arco Iris, 2007) los indicios
apuntaban a unos treinta Congresistas y una decena de partidos electos en 2002. A pesar de la airada
respuesta de los mencionados y del Gobierno, que nos señalaron de sesgados y exagerados, los hechos y
las investigaciones judiciales han demostrado que, lejos de exagerar, nos quedamos cortos.
Al iniciar esta investigación, en junio de 2008, la Fiscalía reportó estar investigando 264 funcionarios
públicos, 83 de ellos congresistas, por presuntos vínculos con el paramilitarismo. Al cierre de esta
publicación, en abril de 2010, la cifra había subido a 400 políticos de elección popular, de los cuales 102
son congresistas. De 87 de los 102 Congresistas investigados se han recopilado pruebas en los procesos
que adelanta la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, así como también de procesos contra 109
servidores públicos, 324 miembros de la fuerza pública y de otros 5.766 casos de ciudadanos
involucrados con las actividades criminales del narcoparamilitarismo, como lo muestra el siguiente
gráfico.1
1
Oficina del Alto Comisionado para la Paz y la Reintegración, Informe Ejecutivo, Mayo de 2010.
Esas cifras, reveladas por la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, indican que una
tercera parte de los Alcaldes, Gobernadores y Congresistas de Colombia de la última década pudieron
haber sido promovidos por el narco paramilitarismo y que cogobernaron con ellos, y otros con las
guerrillas. Esa cantidad de altos dignatarios y servidores públicos investigados ha puesto también de
presente que los ilegales no eran tan clandestinos ni aislados como se creía, sino que han contado con
toda una gama de personas “de bien” y una enorme estructura política para promover sus objetivos, en
todos los niveles territoriales, políticos e institucionales.
Dado el acumulado de evidencia académica, empírica y judicial sobre las diferencias de propósito,
método y alcance de la intervención política y electoral de diferentes grupos armados ilegales y
políticos, el objetivo central de esta investigación es contribuir a la comprensión de cómo se dio y qué
efectos trajo la penetración y transformación violenta e ilegítima de la política y la institucionalidad
colombiana por la influencia de diferentes grupos armados ilegales y del narcotráfico, tanto en cada
departamento como a nivel nacional, desde mediados de los años 90.
Al momento de cerrar esta publicación, 25 de los 102 congresistas investigados por vínculos con
organizaciones armadas ilegales habían sido condenados. Aunque el número de sentencias todavía es
bajo, las evidencias encontradas en los procesos judiciales superan de lejos las hipótesis más osadas que
se tenían sobre la magnitud e implicaciones de esos vínculos entre políticos, funcionarios públicos y
organizaciones criminales.
ESTADO JUDICIAL DE LOS PROCESOS POR PARAPOLÍTICA CONTRA CONGRESISTAS O EXCONGRESISTAS
TIPO DE DECISION
NOMBRE
1 ERICK MORRIS TABOADA
2 LUIS EDUARDO VIVES
3 MAURICIO PIMIENTO
4 JUAN MANUEL LOPEZ CABRALES
5 REGINALDO MONTES
6 Dixon Tapasco
7 Alvaro Araujo
8 Karelly Lara (lista Cerrada)
SENTENCIA CONDENATORIA
9 Ricardo Elcure Chacón
10 Alvaro Garcia
11 Gonzalo Garcia
12 Vicente Blel
13 Fredy Sánchez
14 Jorge Enrique Ramírez
15 Rodrigo Burgos
16 César Augusto Andrade
1 Miguel de la Espriella
2 Jorge Luis Caballero
3 Alfonso Campo Escobar
4 Dieb Maloof
SENTENCIA CONDENATORIA ANTICIPADA 5 Emilio Enrique Angel
6 Carlos Arturo Clavijo
7 Muriel Benito Rebollo
8 Rocio Arias
9 Eleonora Pineda
1 Jorge Ignacio Morales
2 Pompilio Avendaño
3 Guillermo Gaviria
SENTENCIA ABSOLUTORIA
4 Luis Fernando Velasco
5 Alfredo Ape Cuello
6 Jairo Fernández Quessep
1 JOSE DE LOS SANTOS NEGRETE
PRECLUSIONES
2 Miguel Angel Duran
1 Gabriel Zapata
2 Myriam Paredes
3 Eduardo Enriquez Maya
AUTO INHIBITORIO
4 Juan Manuel Corzo
5 Guillermo Rivera
6 Iván Díaz Mateus
1 Ruben Dario Quintero
2 Alvaro Moron
3 Miguel Pinedo
4 Humberto Builes Correa
5 Jorge Castro
6 Miguel Angel Rangel
7 Ciro Ramirez
LLAMADO A JUICIO
8 Oscar Wilches
9 Rodrigo Roncallo
10 Luis Alberto Gil
11 Carlos García
12 Juan Carlos Martinez
13 Odín Sanchez
14 Juan Pablo Sanchez
15 Edgar Ulises Torres
1 William Montes
Archivado
2 Jairo Merlano
INVESTIGACION PRELIMINAR O
46
INSTRUCCIÓN
Varios
Fuentes: Corte Suprema de Justicia, Fiscalía General de la Nación y Prensa
ENTIDAD
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía - Juez
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía - Juez
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Fiscalía - Juez
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Fiscalía
Fiscalía
Fiscalía
Fiscalía
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Fiscalía
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Fiscalía
Fiscalía
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Corte Suprema de Justicia
Fiscalía
Fiscalía
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Y
FISCALIA
Sumando información judicial, electoral, política y del conflicto armado, esta investigación reconstruyó,
de una parte, la trayectoria y estructura política y electoral de los 102 congresistas investigados por
vínculos con ilegales, y, por otra, la operación violenta e injerencia política de actores armados ilegales,
para analizar la influencia conjunta que tuvieron en la transformación del mapa electoral regional y
nacional.
Ese acervo de información nos permitió también comparar la capacidad de penetración del narcotráfico
y otros actores armados ilegales en las instituciones políticas, en particular en el Congreso, y analizar las
diferencias en método y resultados de dicha injerencia.
Cuando el narcotraficante Pablo Escobar se hizo elegir a la Cámara de Representantes por Antioquia en
1982, entró como suplente de una lista con 16.650 votos, que equivalían al 0.2% del total de votos
depositados por el Senado ese año. Pese a haber sido electo, o más bien por ello, Pablo Escobar fue
denunciado por la prensa, por el Gobierno y Ministro de Justicia de la época y tuvo que dejar su curul al
año siguiente. El entonces jefe del Cartel de Medellín pasó a la clandestinidad y fue fuertemente
perseguido por el Estado hasta que fue dado de baja en 1993.
En 1994, con el llamado Proceso 8.000, se comprobó que el Cartel de Cali penetró de manera masiva el
Congreso y la campaña Presidencial. Los condenados por el Proceso 8.000 obtuvieron el 12% de las
curules con cerca de 900.000 votos, equivalentes al 8% de la votación de Senado. Si se suman algunos
investigados no condenados, se llega hasta al equivalente al 12% de la votación de Senado. Además de
penetrar el Congreso, el Cartel de Cali fue determinante en la victoria presidencial de Ernesto Samper,
cuya campaña financió con varios millones de dólares.
En 2002, los congresistas electos con apoyo del narco paramilitarismo obtuvieron el 34% de las curules
y más de dos millones de votos, equivalentes al 25% de la votación de Senado. Ocho de cada diez de
esos congresistas entraron a hacer parte de la coalición del Presidente Uribe y cogobernaron con él
desde entonces. En 2006, casi todos los congresistas de la parapolítica se reeligieron y mantuvieron la
misma proporción y representatividad dentro de la coalición de gobierno.
Tanto los datos de la fuerza pública como las investigaciones judiciales confirman que las guerrillas
tuvieron una influencia electoral más limitada al ámbito local y que más que ayudar a elegir, las Farc
primordialmente sabotearon las elecciones y asesinaron y secuestraron a centenares de políticos, entre
ellos más de una decena de congresistas. Según la Policía Nacional, el 70% de hechos de violencia contra
el sector político entre 1997 y 2007 fueron realizados por la guerrilla; 55% por las Farc y 14% por el ELN.
La justicia por su parte reporta que el 4% de los congresistas electos desde 2002 han sido investigados
por recibir apoyo de la guerrilla para su elección y no más de 10 investigaciones cursan en la Fiscalía por
los mismos hechos contra otros políticos. Por el contrario, el paramilitarismo es responsable de sólo el
7% de hechos violentos contra políticos, pero el responsable del 96% de las investigaciones contra
políticos por recibir su apoyo electoral, según los reportes de la Fiscalía General y la Corte Suprema de
Justicia.
Hechos de violencia contra el sector político
Años / Procesos
electorales
Homicidios Secuestros Atentados
1.997
165
431
153
1.998
76
307
67
2.000
97
118
27
2.002
144
124
63
2.003
132
42
36
2.006
81
14
27
2.007
88
17
63
Totales
783
1.053
436
% del total
34%
46%
19%
Fuente: Policía Nacional
Total
hechos
749
450
242
331
210
122
168
2.272
100%
Autoría de los hechos de violencia contra el sector político
Año/Grupo autor
FARCdel delito
ELN
EPL
AUC
Narco ERP
Del Común Indeterminado
1.997
505
75
11
40
118
1.998
217
139
10
7
2
5
70
2.000
71
49
9
51
5
57
2.002
207
36
8
32
2
2
44
2.003
108
13
46
10
33
2.006
49
3
2
2
39
27
2.007
83
3
1
19
62
Totales
1.240
318
27
149
5
12
110
411
% del total
55%
14%
1%
7%
0,2%
1%
5%
18%
Fuente: Policía Nacional
INVESTIGACIONES POR CASOS DE "FARC-POLÍTICA
No.
1
2
3
4
5
Nombre
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
Calidad o cargo del implicado
Ex Gobernador
Educadora
Agente de Policia
Ex Alcalde de Arauca
Ex Representante a la Cámara
8
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
Reservado en
expediente
9
Reservado en
expediente
10
Reservado en
expediente
Alcalde
1)Presunto miembro FARC 2)Candidato
Asamblea 3)Secretario Gobierno Deptal. 4)y5)
posibles miembros FARC
11
Piedad Córdoba
12
Wilson Borja
6
7
Ex Gobernador del Tolima
ex político
Alcalde de Milán
Lugar de los
Grupo
hechos(Municipio
Ilegal/Guerrilla y Departamento)
Fecha de los
hechos
Estado de la
Investigación
Preliminar, delito por
Guerrilla
Tolima
2007
determinar
Instrucción por
FARC-Frente 18 Ituango-Antioquia
rebelión
Instrucción por
FARC-Frente 18 Ituango-Antioquia
2004
rebelión
Preliminar por
FARC
Arauca
2007
reelión
Preliminar por
FARC
Arauca
2007
rebelión
Preliminar por
concierto para
Indeterminada
Indeterminada
delinquir
Instrucción por
FARC
Venezuela
Indeterminada
rebelión
Preliminar por
FARC
Milán/Caquetá Indetermindada
rebelión
FARC-Frente
XXV
PurificaciónTolima
Años 2001 a 2003
FARC
Pasto y La CruzNariño
Por establecer
Senador Partido Liberal
FARC
Antioquia
Por establecer
FARC
Bogotá
Por establecer
13 Luis Fernando Almario
Representante Polo Democrático
Representante Movimiento de Particiapción
Popular
FARC
Caquetá
Por establecer
14 Luis Fernando Velasco
15 Edgar Ulises Torres
16 Pedro Nelsón Pardo
Senador Partido Liberal
Representante Cambio Radical
Representante
FARC
ELN
FARC
Cauca
Chocó
Guanía
Por establecer
Por establecer
Por establecer
17 Alexander Lopez Maya
Senador Polo Democrático
FARC/ELN
Valle
Por establecer
Representante a la Cámara, Partido Liberal
FARC
Cauca
Por establecer
Senador Partido Liberal
FARC
Huila
Por establecer
18
Gema López
19 Carlos Julio González
20
Cielo González Villa
Ex Alcaldesa Neiva
FARC
Huila
Por establecer
21
Isaac Paez Lopez
Ex Candidato a la Alcaldia de Cartagena del
Chaira, Polo Democrático
FARC
Caquetá
Por establecer
FARC
FARC
FARC
FARC
FARC
FARC
Bolívar
Por establecer
Por establecer
Por establecer
Por establecer
Por establecer
Por establecer
22
Jorge Luís Montes
Concejal de Carmen de Bolívar, Cambio Radical
23
Alvaro Leiva
Ex Asesor de Paz
24
Lázaro Viveros
Ex Asesor de Paz
25
Carlos Lozano
Director del Semanario Voz
26
William Parra
Periodista
27
Liliana Obando
Fensuagro
Fuente: Fiscalía General de la Nación y Corte Suprema de Justicia a Julio 2009
Preclusión de enero
de 2009 por concierto
para delinquir
Indagación por
concierto para
delinquir
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Instrucción
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Llamado a Juicio
Investigación Previa
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Investigación
preliminar en curso
de parte de la CSJ
Investigación
preliminar
Fiscalía Décima de
Florencia le dictó
orden de captura
Preliminar, delito por
determinar
Preliminar
Preliminar
Preliminar
Preliminar
Preliminar
El ELN es el grupo ilegal que más ha mezclado violencia contra unos y apoyo electoral contra otros. En
algunas regiones, como Arauca, llegó a capturar la administración local y regional al mismo estilo de los
grupos paramilitares, y en otras, como el Magdalena Medio, mayoritariamente se opuso a que líderes
sociales participaran en las elecciones locales y atacó a quienes resultaron electos, señalándolos de ser
cercanos a los paramilitares. Las diferencias de objetivo y estrategia de los grupos armados ilegales, su
carácter pro o anti estatal y el capital social al que accedieron y acumularon explican los alcances tan
disímiles entre lo que se conoce como parapolítica, farcpolítica y elenopolítica, como se explica en
detalle en el capítulo de Arco Iris de ésta publicación.
Esas diferencias de propósito, método y alcance en la intervención política y electoral de grupos
armados ilegales han sido verificadas también por otras investigaciones académicas. Por ejemplo, el
Profesor Rodrigo Losada de la Universidad Javeriana, había analizado la racionalidad de las Farc para
boicotear o participar en las elecciones locales del año 2000, en pleno proceso del Cagúan, en diferentes
zonas, según su nivel de interés e influencia territorial (Losada, 2001). También analizó tres tipos de
estrategias político electorales usadas por grupos paramilitares en las elecciones del 2002 (Losada,
2006) llegando prácticamente a las mismos hallazgos de investigaciones periodísticas previas (López,
2005).
Aunque los hallazgos de las primeras investigaciones de parapolítica hechas desde organizaciones
sociales (López 2005, 2007 y Arco Iris 2007) han sido rebasados por las investigaciones judiciales, sus
estándares metodológicos han sido fuente de crítica y controversia (Gaviria, 2007). Infortunadamente,
con excepción de los trabajos citados del Profesor Rodrigo Losada, la academia nacional no ha
producido, hasta hora, investigaciones con sus estándares de calidad que validen o invaliden los
hallazgos de los investigadores sociales. Por fortuna, la academia internacional sí lo ha hecho. Los
profesores Daron Acemoglu del Massachussetts Institute of Technology y James Robinson de la
Universidad de Harvard con el apoyo de Rafael Santos Villagrán de la Universidad de Yale, realizaron una
investigación académica, que con sólidas bases conceptuales y econométricas no sólo corroboran los
hallazgos de las investigaciones nacionales de parapolítica sino que llega a conclusiones más profundas:
“Nuestro modelo parte de la observación que en una democracia actores armados no estatales
(en nuestro contexto, paramilitares), pueden controlar el comportamiento electoral de los
ciudadanos. Dado que los paramilitares tienen preferencias sobre las políticas, cuando ellos
deciden intervenir en la política, se reducen los incentivos de los políticos apoyados por estos
grupos para eliminarlos. El modelo predice que en áreas sin paramilitares las políticas están
focalizadas hacia los ciudadanos, mientras que en áreas donde hay paramilitares las políticas se
dirigen hacia las preferencias de éstos. Esto implica que en áreas con paramilitares los
ciudadanos obtienen menos bienes públicos (y otras políticas que ellos valoran). El modelo
además implica que los paramilitares van a tender a persistir en la medida en que produzcan
votos para los políticos que prefieren -en el caso colombiano, para el Presidente Álvaro Uribe—y
que este efecto es más fuerte en áreas donde estos políticos de otro modo no les habría ido tan
bien. Así, actores armados ilegales no estatales pueden persistir porque ellos pueden tener una
relación simbiótica con políticos específicos que detenten poder: los paramilitares dan votos a los
políticos con preferencias relativamente cercanas a ellos, mientras que los políticos a los que
ellos ayudan a ser elegidos implícitamente o explícitamente apoyan leyes o políticas que estos
grupos prefieren.
Investigamos empíricamente las implicaciones de nuestro modelo utilizando la experiencia
colombiana reciente donde dos principales actores armados no estatales, las “izquierdistas”
guerrillas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC y las “derechistas” fuerzas
paramilitares, las cuales en 1997 se agruparon en las Autodefensas Unidas de Colombia AUC, han
delineado el panorama político reciente. En primer lugar damos evidencia de que los
paramilitares, aunque curiosamente no las FARC, han influido de forma sistemática los resultados
electorales. En particular, después de que las AUC se involucraran en la política en el 2001, la
presencia de los paramilitares en un municipio está relacionada con el surgimiento de “terceros
partidos” no tradicionales. (Esto es, partidos diferentes a los liberales, a los conservadores, y a los
socialistas), los cuales son ampliamente reconocidos por estar directa o indirectamente
relacionados con paramilitares. (Ej. Lopez, 2007, Valencia, 2007) También encontramos que la
presencia paramilitar está asociada con una gran concentración de votos dentro de un municipio
en elecciones legislativas y con gran apoyo para el Presidente Álvaro Uribe, quien ha promulgado
varias políticas alineadas con las preferencias de los paramilitares, en las elecciones
presidenciales.
…
La principal predicción de nuestro modelo es que los paramilitares deben persistir más donde
ellos dan votos a los representantes del Ejecutivo que ellos prefieren, particularmente en áreas
donde a estos políticos no les habría ido tan bien. Esto pasa porque eliminar a los paramilitares
podría implícitamente costar valiosos votos en una elección. También mostramos que las
correlaciones entre los datos es ampliamente consistentes con esta predicción.
Finalmente, examinamos las votaciones en el Senado de la legislación para cambiar la
Constitución para remover el límite de un período presidencial y permitir la re-elección
presidencial para ilustrar un posible canal “quid pro quo” entre legisladores elegidos en áreas
altamente paramilitarizadas y el Ejecutivo. Encontramos evidencia de que entre mayor es la
proporción de votos obtenidos por una lista al Senado en zonas altamente paramilitarizadas,
mayor es la probabilidad de que ese Senador vote a favor de remover el límite del período
presidencial. La columna 2 de la Tabla 1 muestra que de aquellos que la votaron, todos excepto
2
3, de nuestros “top 20” senadores votaron a favor de la reelección.”
Tomado de: Acemoglu, Daron, Robinson, James A., Santos, Rafael J (2009) “The Monopoly of
Violence: Evidence from Colombia”. Traducción propia.
Texto original:
2
“Our model begins from the observation that in a democracy non-state armed actors (in our context, paramilitaries) can
control citizens‟ voting behavior. Since paramilitaries naturally have preferences over policies, when they choose to become
involved in politics, this reduces the incentives of the politicians they favor to eliminate them. The model predicts that in nonparamilitary areas policies are targeted at citizens while in paramilitary areas they cater to the preferences of paramilitaries.
This implies that in paramilitary areas citizens obtain fewer public goods (and other policies they value). The model further
implies that paramilitaries will tend to persist to the extent that they deliver votes to politicians they prefer -in the Colombian
case, to President Álvaro Uribe- and that this effect is stronger in areas where these politicians would have otherwise not done
as well. Thus non-state armed actors can persist because they can be in a symbiotic relationship with specific politicians
holding power: paramilitaries deliver votes to politicians with preferences relatively close to theirs, while politicians they
helped elect implicitly or explicitly support laws and policies that they prefer.
We empirically investigate the implications of our model using the recent Colombian experience, where two main non-state
armed actors, the „left-wing‟ Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-The Revolutionary Armed Forces of
Colombia) and „right-wing‟ paramilitary forces, which in 1997 coalesced into the Autodefensas Unidas de Colombia (AUCUnited Self-Defense Organization of Colombia), have shaped the recent political landscape. We first provide evidence that
paramilitaries, though interestingly not the FARC, have systematically influenced electoral outcomes. In particular, after the
AUC got involved in politics in 2001, the presence of paramilitaries in a municipality is correlated with the rise of non-
Además de los trabajos ya mencionados, en lo restante de esta introducción se describirá el marco
teórico general por el que se orientó esta investigación, el contenido general y los principales hallazgos
de cada uno de los capítulos de esta publicación, así como los desafíos que tales hallazgos plantean al
marco teórico y analítico en que se basó.
traditional „third parties‟ (that is, parties other than the Liberals, the Conservatives, and the Socialists), which are widely
recognized to be often directly or indirectly associated with the paramilitaries (e.g., Lopez, 2007, Valencia, 2007). We also find
that paramilitary presence is also associated with a greater concentration of votes within a municipality in legislative elections
and with greater support for President Álvaro Uribe, who has enacted several key policies in line with the preferences of the
paramilitaries, in the presidential elections.
…
The main prediction of our model is that paramilitaries should persist more where they deliver votes to the executive that they
prefer, particularly in areas where this politician would otherwise not do well. This is because eliminating paramilitaries would
implicitly cost valuable votes in the election. We show that there is a fairly robust correlation in the data consistent with this
prediction.
Finally, we examine the roll-call votes in the Senate on the legislation for changing the Constitution to remove the one-term
limit and allow presidential re-election to illustrate a possible channel for the „quid pro quo‟ between legislators elected from
high paramilitary areas and the executive. We find evidence that the greater was the proportion of votes a senator‟s list
obtained in high paramilitary areas, the greater was the likelihood of the senator to vote in favor of removing the term limit.
Column 2 of Table 1 shows that of those who voted all but three of our „top 20‟ senators voted in favor of re-election.3
3. There is no direct evidence that President Uribe is in some formal ‘coalition’ with paramilitaries, and we do not argue or believe that he is; in fact, the
politicians in our theoretical model are not in such a coalition either. What matters is that President Uribe’s relatively conservative policies are closer to
those preferred by the paramilitaries, who have strong conservative leanings and thus naturally have an interest in maintaining him in power. Some of
our theoretical and empirical results then exploit the fact that he may take this into account in several of his key decisions.
Dos marcos conceptuales sirvieron de principales referencias a esta investigación. De una parte el
análisis sobre autoritarismos sub nacionales desarrollado por Edward Gibson (Gibson 2004) y de otra el
análisis sobre Captura y Reconfiguración Cooptada del Estado desarrollado por Luis Jorge Garay (Garay
et al, 2008).
Aunque el texto del profesor Gibson se concentra en el análisis de estrategias de resistencia política de
actores provinciales de México y Argentina –que no incurrieron en métodos violentos y menos mafiosos,
como en Colombia- ante procesos democratizantes desde el centro federal, su texto nos sirvió como
referencia para tratar de entender y analizar las estrategias de resistencia que desarrollaron las elites
regionales colombianas para contener la apertura del sistema político derivada de la elección popular de
alcaldes y de las reformas del proceso constituyente de 1991, así como las motivaciones que condujeron
a su alianza estrecha con narcotraficantes y otros actores armados ilegales.
Gibson inicia su análisis resaltando que una característica de casi todos los regímenes democráticos es
que ni las instituciones ni las prácticas democráticas están distribuidas uniformemente a lo largo del
territorio y que por lo tanto la “política territorial”, entendida como la manera como se libra la lucha
política a lo largo del territorio, es determinante en la configuración política e institucional resultante.
Colombia se enmarca perfectamente en esa heterogeneidad con por lo menos tres ingredientes
adicionales: la economía ilícita del narcotráfico, el conflicto armado y la falta del monopolio estatal de la
fuerza y la justicia.
En menos del 40% del territorio colombiano se concentra cerca del 70% de su población y producción
económica legal. Pero en el 60% del territorio, que alberga a no más del 20% de la población, se
concentra el origen del 100% de la economía ilegal del narcotráfico y de formas de crimen organizado y
armado que operan tanto en el territorio rural como en el urbano. Ese desbalance territorial e
institucional permite órdenes socioeconómicos muy diversos y prácticas políticas e institucionales muy
heterogéneas en diferentes regiones del país. (Duncan, 2007) Esos factores hacen, entre otros, que los
actores políticos y sociales en Colombia tengan preferencias y formas de actuación más o menos
proclives o de resistencia no sólo a ciertas formas de operación o reforma desde el centro nacional, sino
incluso a una operación institucional meramente legal y legítima.
Gibson analiza dos casos en detalle, uno del PRI en México y otro del Justicialismo en Argentina, y
concluye que son tres las principales estrategias que usan los actores provinciales para resistir intentos
de democratización desde el centro federal: 1. La parroquizalización del poder, 2. La nacionalización de
la influencia y 3. La monopolización de los vínculos institucionales entre el orden subnacional y el
nacional.
Por razones de espacio no profundizo en los detalles conceptuales de cada una, aunque invito al lector
a consultar en detalle el magnífico texto del Profesor Gibson. Para efectos de este libro me limito a
proponer que las motivaciones y estrategias usadas por actores políticos colombianos en el periodo de
estudio de esta investigación, se enmarcan en el tipo de motivaciones y estrategias que según Gibson
usan elites provinciales para resistir procesos nacionales de democratización y que dan lugar al llamado
autoritarismo sub nacional.
Por ejemplo, aunque el pacto frentenacionalista debía finalizar en los 70s, la mayoría de las elites
bipartidistas se resistieron a la competencia electoral de movimientos independientes o de izquierda y a
soltar el monopolio del manejo estatal local y nacional. Esa resistencia se enmarca en las estrategias de
parroquialización del poder y monopolización de los vínculos institucionales entre el orden subnacional y
el nacional que describe Gibson. Sin embargo, esa resistencia no se hizo sólo por métodos políticos sino
también violentos como lo demuestra el aniquilamiento de la Unión Patriótica y el asesinato de las
principales figuras de fuerzas políticas emergentes que desafiaban el statu quo de las fracciones
bipartidistas regionales y las ambiciones emergentes de la mafia. En ese cruce de intereses y de formas
de resistencia políticas y mafiosas quedaron las vidas de Luis Carlos Galán y el Nuevo Liberalismo, de
Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y de la Unión Patriótica, de Carlos Pizarro y la AD M19 y de miles
de ciudadanos y líderes sociales y políticos que promovían una apertura política del sistema y una
confrontación a los intereses de la mafia.
Aunque esa estela de resistencia política y violenta venía desde los 80s, otros procesos que se
consolidaron a lo largo de la década de los 90s crisparon aún más esas formas de resistencia regional, o
de autoritarismo subnacional en Colombia, como por ejemplo, las reformas derivadas del proceso
constituyente de 91, en particular la modificación del sistema partidista y a los tipos de cargos y de
elección popular y los procedimientos para su elección.
Además de la elección popular de alcaldes que se aprobó desde 1986, varias de las reformas de la
Constitución del 91 tuvieron por propósito explícito permitir la entrada de nuevos jugadores y espacios
de competencia electoral, y reducir las fuentes de poder excluyente de las elites regionales y
bipartidistas. Decisiones derivadas del proceso Constituyente de 1991 como facilitar la creación de
nuevos partidos políticos, posibilitar mayores garantías electorales, como el tarjetón y la financiación
pública de campañas, la creación de nuevos cargos de elección popular como por ejemplo curules en
Cámara para los antiguos territorios nacionales y las gobernaciones, y el cambio de la forma de elección
del Senado, de una circunscripción regional a una nacional, tenían como objetivo abrir y democratizar el
sistema político y dar mayores garantías para la competencia electoral.
Esos cambios sólo fueron posibles porque se tomaron en una Asamblea Constituyente donde la
composición regional y partidista del poder político era sustancialmente diferente a la que tenía el
Congreso, pero implicaron un malestar y remezón político enorme entre las fuerzas que hasta entonces
ostentaban el poder. Un ejemplo de ese remezón, fue el cambio de la circunscripción electoral del
Senado. En primer lugar el Senado pasó de tener 114 curules, electas por circunscripción departamental,
a tener sólo 100, electas por circunscripción nacional. Además de tener un menor número de curules a
repartir, la circunscripción nacional provocó la pérdida de representación proporcional para todas las
regiones, con fuertes disparidades entre departamentos. Si los senadores electos se clasifican entre
senadores de origen departamental cuando obtienen más del 50% de su votación en un departamento,
y senadores nacionales si no logran dicho porcentaje en un solo departamento, se encuentra que el 42%
de los senadores electos después de la reforma de 1991 se considerarían nacionales, y el 58% serían
senadores de origen electoral departamental, mientras que hasta 1990, antes de la reforma
constitucional, éstos últimos representaban el 100%. Sin embargo, la tajada de senadores nacionales se
redujo drásticamente en 1994, cundo sólo el 18% de los Senadores electos fueron nacionales, y luego se
estabilizó por lo bajo: en 1998 fueron el 19%, en el 2002 el 23% y en el 2006 el 26%. ¿Qué
departamentos ganaron y perdieron curules en ese proceso de cambio y en el posterior ajuste?
Mientras que Caquetá, Quindío y Chocó no volvieron a tener representación en el Senado (Quindio
recuperó una curul en el 2010), Antioquia, Valle, Santander y Norte de Santander bajaron su nivel de
representación inicial y luego lo recuperaron parcial o totalmente. Cesar, Magdalena y Bolívar sólo
recuperaron en el 2002 el mismo número de curules que tenían en el Senado de 1990. Prácticamente
todos los Senadores electos por esos tres departamentos en 2002 fueron protagonistas del proceso
judicial de parapolítica. Meta, Risaralda y Huila sólo recuperaron el número de curules de 1990 en el
2006, y varios de ellos también terminaron involucrados en los procesos de parapolítica. Un caso
particular es Atlántico, al que le fue mejor después de la reforma que antes, pasó de cinco curules en el
Senado del 90 a nueve en el 98, en pleno apogeo de los caciques bipartidistas costeños y del proceso
8.000. También Sucre es un caso curioso. El célebre político sucreño Álvaro García Romero no salió
electo al Senador en 1990, pero supo adaptarse a las reformas del 91, y fue electo Senador desde 1992 y
fue incrementando su caudal electoral a partir de 1994, año en el cual Sucre incrementó su número de
curules en Senado de tres a cuatro, una de las cuales fue investigada en el proceso 8.000 y otra
condenada en el mismo proceso.
Dada la coincidencia en algunos departamentos entre perdida inicial de curules luego de la reforma en
el 91 y su posterior recuperación en los años electorales del proceso 8.000, 1994, y la parapolítica, 2002
y 2006, estos datos refuerzan la hipótesis de que esos cambios pueden ser resultado de la combinación
de legítimas formas de ajuste al nuevo sistema, pero también de formas ilegítimas de resistencia
electoral y armada a las reformas del 91, en particular a la nacionalización de la circunscripción de
Senado, en reacción a lo cual las elites políticas forzaron su posterior tendencia a la regionalización.
Además de ese elemento, otros factores que también reforzaron los miedos e intereses que unieron a
parte de las elites políticas con las redes mafiosas y paramilitares de sus regiones fueron por ejemplo, la
perdida, en 1986, del estatus legal de las organizaciones de Autodefensa, que habían servido de
cobertura a estructuras armadas de autodefensa de gamonales y narcotraficantes, y su posterior
restablecimiento, entre 1994 y 1997 con las llamadas Convivir. También el crecimiento y fusión del
narcotráfico tanto dentro de los paramilitares como de la guerrilla y su expansión armada y territorial,
así como la eliminación de la extradición en 1991 y su posterior restablecimiento en 1997. Todos estos
factores se exploran en detalle en el capítulo de Arco Iris. Por ahora baste decir que de ellos se derivaron
necesidades e intereses mutuos y complementarios entre elites políticas, mafiosas y armadas. Unos
necesitaban defenderse y otros contaban con chequera y ejércitos para ofrecer protección. Unos tenían
presencia en instancias políticas regionales y nacionales y los otros necesitaban llegar a esas instancias
para proteger su negocio, evitar la extradición y hacer valer sus intereses. Ambos tenían ventajas
comparativas de operación en ámbitos locales y regionales, pero amenazas y resistencias en actores e
instancias de poder nacional e internacional. En ese contexto, los métodos de resistencia política que
Gibson reseña en sus casos de estudio y los métodos de resistencia violenta que caracterizan el caso
Colombiano, confluyeron en lo que años después conoceríamos como la parapolítica.
En esa complementariedad de intereses, se pasó de métodos de resistencia política, como la llamada
operación avispa del Partido Liberal a inicios de los 90s, como una estrategia para maximizar los votos
de sus maquinarias locales y contrarrestar la competencia electoral de nuevos movimientos, a la aún
más sofisticada operación avispa que hicieron parapolíticos y narco paramilitares, sumando masiva
coacción armada y fraude electoral para diseñar e imponer sus propios distritos electorales, y así
maximizar el número de curules que podían obtener en el Senado en 2002. Paradójicamente el Partido
Liberal terminó víctima de su propio invento, en la medida en que su operación avispa fue usada en la
parapolítica para independizar fracciones internas del Partido Liberal en lo que luego serían los nuevos
partidos de la parapolítica de la era uribista: Colombia Democrática, Colombia Viva y Alas, entre otros.
Tanto la operación avispa Liberal como la narcoparamilitar son ejemplo de estrategias de
parroquizalización del poder, como las que describe Gibson.
Esa parroquialización del poder local se combinó con estrategias de nacionalización de la influencia, por
ejemplo, hacer alianzas electorales mediante las cuales el narcoparamilitarismo logró que el 35% de los
senadores electos en 2002 fueran sus aliados y entraran a formar parte de la coalición nacional
gubernamental del Presidente electo ese mismo año. Desde allí se aseguraron de que se realizara un
proceso de paz con el narcoparamilitarismo y aprobaron la Ley de Justicia y Paz que sirvió de marco legal
al mismo. También lograron quedarse con cuotas burocráticas en varios Ministerios e incluso con el
Departamento de Inteligencia de la Presidencia, el DAS.
Como parte de la coalición gubernamental, los parapolíticos tuvieron mayor espacio y legitimidad
política para consolidar estrategias de monopolización de los vínculos institucionales entre el orden
subnacional y el nacional. Por ejemplo, mantuvieron o incrementaron su representación electoral en
Alcaldías y Gobernaciones, impusieron a sus allegados en instancias regionales del Ejecutivo Nacional,
como las Universidades Públicas y las Corporaciones Autónomas Regionales y penetraron también
instancias regionales de carácter judicial y de seguridad, como las Direcciones Seccionales de la Fiscalía y
el DAS.
Las monografías Departamentales que hacen parte de esta publicación describen la combinación de
esos tipos de estrategias en cada Departamento y la manera como actores legales e ilegales
transformaron el mapa electoral de cada departamento y luego desarrollaron procesos de captura y
cooptación de instituciones públicas locales, regionales y nacionales.
La otra fuente conceptual de ésta investigación es el libro La captura y reconfiguración cooptada del
estado en Colombia, de Luis Jorge Garay, Eduardo Salcedo, Isaac de León Beltrán y Bernardo Guerrero
(Garay et al, 2008). En él los autores recuerdan que la teoría económica clásica sobre captura del estado
se enfoca en la captura normativa y de rentas con fines económicos3. De acuerdo a Garay et al, la
captura del Estado, en su visión económica clásica, se define como “la acción de individuos, grupos o
firmas, en el sector público y privado, que influyen en la formación de leyes, regulaciones, decretos y
otras políticas de gobierno, para su propio beneficio como resultado de provisiones ilícitas y no
transparente de beneficios privados otorgados por funcionarios públicos” (Garay et al, 2008, p.16). Esa
teoría clásica supone que es el regulado el que captura a su regulador normativo con propósitos
fundamentalmente económicos, en los que “prevalece la estrategia de extraer ‘rentas del Estado para el
beneficio de individuos privados, firmas o sectores mediante la distorsión del marco legal y regulatorio’”
(Garay et al, 2008, p. 18).
En sentido más complejo, la teoría de captura del estado, CdE, propuesta por Garay et al, supera el
enfoque de la captura regulatoria con fines fundamentalmente económicos. La teoría de CdE alude
también “a la captura legislativa y jurisdiccional en la generación e interpretación [y aplicación] de leyes,
decretos y políticas públicas en general.” También incluye un factor diferencial importante: que quienes
participan en procesos de captura estatal pueden ser no sólo actores legales con intereses particulares,
sino también actores ilegales con intereses criminales. En éste último caso, supone que usualmente son
los ilegales los que capturan a los legales; que son los violentos los que instrumentalizan la política y
capturan el Estado para sus fines criminales. Aunque reconoce que los procesos de CdE también pueden
originarse en actores legales que instrumentalizan la ilegalidad y la violencia, supone que este sentido
de la captura es menos frecuente. Por último, supone que el objeto de esa captura no es meramente
económico, sino también penal, político y social. Dicho de otra forma, los que capturan no sólo aspiran
al poder y la riqueza, también aspiran a reducir su riesgo de exposición penal (el riesgo de ser develados,
capturados y juzgados) e incrementar su legitimidad política y reconocimiento social.
Además, Garay y los demás autores, desarrollan el concepto de reconfiguración cooptada del estado,
RCdE, y lo definen como “la acción de organizaciones legales e ilegales que mediante prácticas
ilegítimas, buscan modificar, desde adentro, el régimen político de manera sistemática e influir en la
formación, modificación e interpretación y aplicación de las reglas de juego y de las políticas públicas,
para obtener beneficios sostenibles y lograr que sus intereses sean validados política y legalmente, y
legitimados socialmente en el largo plazo, aunque estos no obedezcan al interés rector del bienestar
social.” (Garay et al, 2008, p.96)
3
Ver: Becker, 1976; Stigler, 1971; World Bank, 2000; Hellman y Kaufmann, 2001
Por definición la CdE que propone Garay et al es un proceso desde fuera del sistema, mientras que la
RCdE es un proceso desde dentro del sistema. En ambos casos, son procesos que pueden involucrar
actores, métodos e intereses legales e ilegales, legítimos e ilegítimos, y en los cuales los roles de los
participantes pueden cambiar de capturador/cooptador a capturado/cooptado o como facilitador o
actor de resistencia a procesos de CdE o RCdE.
No necesariamente los procesos de CdE y RCdE son secuenciales y lineales. Puede haber CdE en todos
los niveles territoriales (local, regional y nacional), relacionados o independientes, realizados por los
mismos actores o por actores distintos, con diferentes motivaciones, dependiendo del margen de
autonomía de definición de reglas o de operación de ellas.
La evidencia judicial, electoral y mediática de la guerrillopolítica y sobre todo de la narco y parapolítica
que recogió esta investigación, demuestra que, a diferencia de lo supuesto en ésta teoría, las formas de
captura invertida, de los legales hacia los ilegales, de las elites que instrumentalizan la violencia y el
narcotráfico para sus propios fines y conveniencia, son menos excepcionales y más corrientes de lo que
prevé la teoría de Garay y su equipo.
De otra parte, la evidencia empírica de este trabajo ratifica que tanto los procesos de CdE como de RCdE
no sólo tiene objetivos económicos, sino también de reducción penal y legitimación política y social. Así
lo corrobora el hecho de que como alcances en los niveles ejecutivos, legislativos y jurisdiccionales del
poder público. Para algunos actores del proceso de captura alcanzar legitimidad es crucial, para otros es
irrelevante.
Los hallazgos coinciden con los supuestos teóricos en cuanto a que las formas de captura invertida, y
también de captura usual, incrementan la exposición penal tanto de los actores supuestamente legales,
como los políticos, como de sus aliados ilegales, narcotraficantes y grupos armados ilegales, y que a
ambos se les ejecuta parte de ese riesgo. Sin embargo, la evidencia indica que los legales usualmente
logran minimizar su exposición penal, mientras que tienen ventajas para maximizar y ejecutar el riesgo
de exposición penal de sus socios ilegales. Los ilegales, además, tienen serios problemas de “riesgo
moral” típicos de la relación agente/principal para hacer cumplir a los políticos su parte de lo pactado.
Aunque los ilegales tienen en teoría el recurso diferencial y eficaz del chantaje y la violencia, los políticos
también acceden a esos recursos por otras vías y no dudan en usarlos. Son usualmente los políticos, no
sus socios ilegales, quienes logran prevalecer y legitimarse en el largo plazo. Los unos terminan
extraditados y los otros siguen gobernando.
Esta diferencia entre lo que el marco conceptual esperaba como usual y lo revelado por la evidencia
empírica y judicial no es la única, pero es crucial para comprender los hallazgos y conclusiones de esta
investigación. A lo largo de este capítulo introductorio y en el relato de cada capítulo se irán
desarrollando otros aspectos. Pasemos ahora a la descripción de cada capítulo de este libro y sus
principales conclusiones.
En el primer capítulo, la Corporación Nuevo Arco Iris, CNAI, analizó los objetivos y métodos que
diferentes actores armados ilegales han usado para interferir o capturar la representación política y
cooptar la operación estatal. Tanto la guerrilla como los paramilitares han usado las armas para tomarse
el poder y han logrado altos niveles de captura de rentas públicas y del aparato social y administrativo
municipal. Sin embargo, mientras la guerrilla quedó marginada del poder regional (con ejemplos
excepcionales como el ELN en Arauca) y nacional, los narcoparamilitares lograron consolidar una sólida
estructura de poder local, regional y nacional. Si ambos tenían ejércitos, plata y coacción armada, ¿Por
qué unos fueron más eficaces que otros en capturar la política y cooptar el Estado? Para responder a esa
pregunta, Arco Iris hace un análisis de la acción violenta y política de los ilegales desde los 80 y de las
estadísticas oficiales de violencia que se llevan desde 1997, las cuales construyó y analizó con la asesoría
metodológica de un grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes, dirigidos por Juan Carlos
Rodríguez Raga, y de investigadores del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos –CERAC,
dirigido por Jorge Restrepo (Restrepo y Aponte ed. 2009)
Arco Iris explora tres factores que explican la diferencia de estrategias de injerencia política de la
guerrilla y los narcoparamilitares: su carácter pro o anti estatal, su visión política y el capital social al que
accedieron o que acumularon. Concluye, que el carácter anti estatal, el proyecto político anticapitalista y
marxista y el acceso a un capital social pobre y marginado, limitaron la influencia y captura de las
guerrillas a la esfera local y les impidieron desarrollar procesos exitosos y sostenidos de CdE y RCdE a
nivel regional y nacional, con algunas excepciones. Por el contrario, el carácter pro estatal, el proyecto
pro capitalista y político coincidente con el de fuerzas de capital social sofisticado, ascendente e
influyentes, le permitieron al narcoparamilitarismo superar a la guerrilla en procesos sostenidos y
exitosos de CdE y RCdE en todos los niveles.
Con esos insumos, Arco Iris demuestra que el carácter contrainsurgente del paramilitarismo, es más
mito político que realidad militar, y que con contadas excepciones fue poco efectivo como instrumento
de derrota militar de la guerrilla. También que el carácter social y revolucionario de la guerrilla es otro
mito histórico. Los narcoparamilitares fueron muy eficaces para masacrar y desplazar civiles inermes,
pero débiles para enfrentar a los combatientes de la guerrilla. Lo mismo ocurre con la guerrilla, fue
eficaz para secuestrar y asesinar políticos y civiles inermes, para tomarse pueblos y sembrar minas anti
persona, pero incapaz de repeler la avanzada paramilitar y defender la población campesina que decía
representar. Curiosamente tanto guerrillas como paramilitares nacieron como grupos de autodefensa,
los primeros del campesinado y los segundos de terratenientes y ganaderos. El gran crecimiento de la
guerrilla en los 90 desbordó su propia organización y disciplina interna y el narcotráfico transformó
completamente sus propósitos y accionar. De igual forma, las autodefensas contrainsurgentes
desaparecieron en los años 80 dando paso al narcoparamilitarismo. Lo que se expandió a lo largo de los
90s y se desmovilizó desde el 2003, bajo el marco legal de Justica y Paz, fue la federación de carteles del
narcotráfico más poderosa que haya tenido Colombia en su historia: las Autodefensas Unidas de
Colombia, AUC.
En la transición de grupos de autodefensa a narcoguerrillas y narcoparamilitares jugó un papel
determinante la distribución geográfica y poblacional del país (IGAC: mapa centros subregionales
urbanos 2002; DANE: Población Indígena, ROM y Afrocolombiana 2006), el cambio de actores y
relaciones en la cadena del narcotráfico y sus procesos de fragmentación y concentración (OCHA: mapa
cultivos de coca 2007) y la consecuente expansión de grupos armados ilegales (MOE, CERAC: mapa de
presencia violenta de grupos armados ilegales 2010).
En el caso de los narcoparamilitares otro factor determinante de su rápida expansión militar y política
fueron los llamados Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), una alianza entre políticos, agentes de la
fuerza púbica y narcotraficantes disidentes de los Carteles de Medellin, Cali y Norte del Valle, que se
unieron para dar de baja al capo Pablo Escobar en 1993. Con el proceso 8.000 cayeron en desgracia los
jefes del Cartel de Cali, pero los demás socios de los Pepes pasaron luego a ser jefes de las AUC y
capitalizaron la red de relaciones que tenían con elites, políticos y miembros de la fuerza pública. La
principal consecuencia de ese ejemplo de captura invertida fue la facilidad, cobertura legal e impunidad
estatal con la que se expandió el narcoparamilitarismo por el país en menos de una década.
Por último, Arco Iris destaca que aunque el narcotráfico es sin duda un motor de la guerra en Colombia,
no es el único y no siempre es el más preponderante. Desde el año 2003 ha disminuido el número de
municipios con presencia violenta de actores ilegales, pero el cultivo de coca no cede
proporcionalmente y en cambio el desplazamiento forzado sigue creciendo, aunque en municipios
distintos a los cocaleros. Si hay más legalidad y fuerza pública, y menos ilegales y cultivos ilícitos en los
lugares donde se desplaza, ¿Quién sigue expulsando a la población y robando sus tierras? ¿Fuerzas
“legales”? ¿El desplazamiento sigue creciendo para provecho de actividades “legales” y no sólo del
narcotráfico? En los últimos 6 años se han asesinado más víctimas por sus demandas de devolución de
tierras que por sus demandas de verdad sobre masacres. Si la guerrilla está replegada y débil y los
narcoparamilitares están extraditados y sus ejércitos desmantelados, ¿Quiénes siguen asesinando a los
colombianos que reclaman su tierra? ¿Tal vez quienes efectivamente se la robaron y la usufructúan, que
ni fueron extraditados ni están desmantelados?
Las monografías departamentales elaboradas bajo la coordinación de la Misión de Observación
Electoral, MOE, y contenidas en el CD que acompaña esta publicación, describen el cambio del mapa
político de cada departamento durante la década de los 90 hasta el 2007, el contexto de conflicto
armado en el cual se produjo ese cambio y las hipótesis sobre los procesos de CdE o RCdE que se
produjeron en ese período, por la confluencia de actores e intereses legales, ilegales y toda una gama de
híbridos. En la primera parte de cada monografía se hace un análisis de las estadísticas de conflicto y
presencia de actores armados ilegales entre 1997 y 2007. En la segunda se analiza cómo se pasó de la
preeminencia electoral del partido liberal y conservador a la consolidación de algunas de sus fracciones
en nuevos partidos y al surgimiento de otras fuerzas políticas, lo que Acemoglu, Robinson y Santos
Villagrán llaman el surgimiento de terceros partidos. A partir de los resultados electorales obtenidos por
los Congresistas que a la postre resultaron investigados por parapolítica o guerrillopolítica, se
reconstruyó su respectiva estructura de poder electoral para cada elección nacional y regional. Esa
reconstrucción permitió establecer la evolución electoral y la sucesión de alianzas y partidos por las que
ha pasado cada uno de los 102 congresistas investigados por vínculos con ilegales y la manera cómo se
reconfiguro el mapa político y electoral de cada departamento.
En la tercera parte, uniendo información estadística, judicial, política, de prensa y trabajo de campo los
investigadores de la MOE formularon hipótesis de las formas de captura política e institucional que han
operado en cada departamento. Como hipótesis que son, ellas no constituyen señalamiento penal
alguno. Son análisis razonables con base en la información disponible, a veces solamente periodística y a
veces hasta judicial, para entender las formas de autoritarismo subnacional y los procesos de CdE y
RCdE que pudieron darse en cada departamento.
Las hipótesis de las monografías departamentales fueron hechas siguiendo el esquema planteado en el
marco teórico de Garay et al (2008), según el cual los procesos de CdE incluyen actores, métodos y
objetivos. Dentro de los actores siempre se identifica al menos un actor capturado y otro captor, entre
los cuales puede haber desde legales hasta ilegales y toda una gama de agentes e instituciones
capturadas. También se trataron de identificar los actores/factores instrumentales del proceso de
captura, entendidos como aquellos sin cuya participación no se concreta el proceso de captura o
reconfiguración pero que no necesariamente hacían parte intencional del mismo. También se
identificaron actores/factores de resistencia, entendidos como aquellos que explícitamente se
opusieron o resistieron procesos de captura y reconfiguración.
Las formas de captura analizadas en las monografías se diferencian entre tradicionales y complejas,
políticas y económicas. La captura tradicional está relacionada con medios ilegítimos pero no
necesariamente ilegales; por ejemplo, el clientelismo y el nepotismo. La captura compleja en cambio se
relaciona con medios abiertamente ilegales y hasta violentos; por ejemplo, fraude electoral, soborno,
cohecho, coerción armada, eliminación de competidores, concierto para delinquir, etc. La captura
económica está relacionada fundamentalmente con la captura de rentas o beneficios económicos,
mientras que la captura política está relacionada con acciones que propician representación electoral,
legitimación social, institucionalización política y menor exposición penal, es decir beneficios sociales,
penales y políticos.
Los métodos, objetivos y efectos de la CdE que se identifican y analizan en las monografías
departamentales se diferencian por el alcance y perdurabilidad de la captura, de corto a largo plazo. A
corto plazo puede operar la intimidación y el soborno, aunque varían los grados de exposición penal,
pero a largo plazo para influir de manera más permanente o menos esporádica en las decisiones
estatales se puede usar el camuflaje o manipulación de partidos u organizaciones políticas,
conceptualizada por Garay et al como captura instrumental de los partidos políticos, CiPP4.
Según lo señalado por Garay et al, la CiPP más eficaz a corto plazo puede darse mediante la coerción y
presión violenta sobre candidatos y electores, pero conlleva alta exposición penal. A mediano plazo y
con menor exposición penal puede aplicarse la financiación de campañas o los delitos contra el sufragio.
Más a largo plazo y con muy baja exposición penal puede usarse la creación de movimientos o partidos
que “nacen” capturados, pero en cuyo proceso de formación difícilmente podrían identificarse delitos.
Los hallazgos de las monografías departamentales ratifican algunos de esos preceptos teóricos y
desafían otros. Demuestran que la idea de los casos aislados y las pocas manzanas podridas no coincide
con la realidad. Las estructuras de poder electoral de los congresistas investigados y de las
organizaciones ilegales a las que están vinculados recogen centenares de alcaldes,
diputados,
concejales y cuotas burocráticas, ubicadas desde el corazón de la Presidencia de la República hasta
pequeños cargos públicos de provincia. Aunque en la mayoría de departamentos, esos vínculos tienen
antecedentes que pueden rastrearse desde los años 80 ó 90 la impunidad disciplinaria y judicial ha sido
la norma.
4 La CiPP supera el tradicional conflicto de intereses derivado de la financiación privada de movimientos o campañas políticas. El financiamiento privado de la
política puede ser una forma de CiPP, pero no la única y ni siquiera la más relevante. La CiPP hace referencia más a procesos en los que “un grupo de interés actúa
para acomodar la formulación programática y la agenda política del partido, a la luz de sus intereses específicos” (p.71), la usa como medio para ingresar a la
maquinaria estatal y posteriormente manipula dicha maquinaria para lograr sus fines particulares. Una modalidad avanzada de CiPP es crear partidos o
movimientos para que, “desde el principio, la estructura ideológica responda a los intereses predominantes del grupo promotor o financiador.” (p.71).
Ese entramado de cuotas políticas y burocráticas no demuestra que todos tuvieran relaciones directas
con ilegales; más bien demuestra hasta qué niveles de la operación estatal tenían acceso los agentes
captores e ilegales. Desde el 2002, la mayoría de esas estructuras de poder han consolidado mayorías
regionales y nacionales y han confluido en unos cuantos partidos, en un proceso que se enmarca en el
concepto de captura instrumental de los partidos políticos, CiPP. No casualmente algunos de los
partidos surgidos en los 90 o creados a partir de la reforma política de 2003 han sido los más
involucrados en parapolítica o farcpolítica. Por la magnitud de su involucramiento, podría pensarse que
algunos de ellos nacieron capturados, es decir fueron creados o fortalecidos con el objetivo de
representar intereses y actores legales e ilegales. Tal parece ser el caso de Colombia Viva, Colombia
Democrática, Alas y Convergencia Ciudadana.
Nivel de riesgo por parapolítica por Partido Político, por número de curules del Senado 2006 y 2010 vinculadas con Parapolítica
PARTIDO POLÍTICO
Curules
Curules
Curules electas vinculadas con
Curules electas vinculadas con
en Senado
parapolítica
Curules Nivel % de
en Senado
parapolítica
Curules Nivel % de
2006
2006
restantes riesgo 2006
2010
2010
restantes riesgo 2010
COALICION URIBISTA
70
35
35
50%
MOVIMIENTO COLOMBIA VIVA
2
3
7
5
15
20
18
4
-2
200%
4
-1
133%
5
2
71%
3
2
60%
8
7
53%
7
3
35%
4
16
22%
18
4
14
22%
PARTIDO COLOMBIA DEMOCRATICA
PARTIDO CONVERGENCIA CIUDADANA
MOVIMIENTO ALAS EQUIPO COLOMBIA
67
28
39
42%
8
28
22
9
3
10
7
8
5
18
15
1
17
1
16
6
0
6
38%
36%
32%
89%
6%
0
10
0
10
0%
8
0
8
0
MIRA
2
0
2
0%
2
0
2
0
OTROS
0
0
0
0%
TOTAL
100
100
29
71
29%
PARTIDO CAMBIO RADICAL
PARTIDO SOCIAL DE UNIDAD NACIONAL
PARTIDO CONSERVADOR COLOMBIANO
PARTIDO DE INTEGRACIÓN NAL. PIN
PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO
PARTIDO VERDE
POLO DEMOCRATICO ALTERNATIVO
39
61
39%
Fuente datos electorales: Registaduria Nacional del Estado Civil
Fuente datos judiciales: Fiscalía General de la Nación y Corte Suprema de Justicia
Procesamiento de datos: Claudia López
Nivel de riesgo por parapolítica por Partido Político, por número de curules del Senado 2006 y 2010 vinculadas con Farcpolítica
PARTIDO POLÍTICO
COALICION URIBISTA
Curules
Curules
electas en
vinculadas con
Senado 2006 farcpolítica 2006
Curules
restantes
Curules
Nivel % de
electas en
riesgo 2006 Senado 2010
Nivel %
Curules de riesgo
restantes
2010
70
0
70
0
PARTIDO COLOMBIA DEMOCRATICA
3
0
3
0
0
MOVIMIENTO COLOMBIA VIVA
2
0
2
0
0
PARTIDO CONVERGENCIA CIUDADANA
7
0
7
0
0
MOVIMIENTO ALAS EQUIPO COLOMBIA
5
0
5
0
PARTIDO CAMBIO RADICAL
15
0
15
0
8
0
8
0
PARTIDO CONSERVADOR COLOMBIANO
18
0
18
0
22
0
22
0
PARTIDO SOCIAL DE UNIDAD NACIONAL
20
0
20
0
28
0
28
0
9
0
9
0
17
1
16
6
0
6
8
1
7
6%
0%
13%
2
0
2
0%
100
2
98
2%
PARTIDO DE INTEGRACIÓN NACIONAL
PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO
18
2
16
11%
10
1
9
10%
PARTIDO VERDE
POLO DEMOCRATICO ALTERNATIVO
MIRA
2
-
OTROS
0
-
2
-
67
Curules
vinculadas con
farcpolítica 2010
0
67
0
0
-
TOTAL
100
3
97
Fuente datos electorales: Registaduria Nacional del Estado Civil
Fuente datos judiciales: Fiscalía General de la Nación y Corte Suprema de Justicia
Procesamiento de datos: Claudia López
3%
De la comparación de las magnitudes de la parapolítica y la farcpolítica en el Congreso se derivan
algunas conclusiones. La primera que sus magnitudes son muy distintas. Aproximadamente el 39% de
los senadores elegidos en 2002 y prácticamente reelegidos en 2006 han sido investigados por
parapolítica, mientras que el 3% por farcpolítica. Segunda, hay una clara división por partidos entre uno
y otro fenómeno. Prácticamente todos los investigados por farcpolítica pertenecen a partidos de
oposición, el Liberal y el Polo Democrático, mientras que la mayoría de los investigados por parapolítica
pertenecen a partidos de la coalición uribista. Tercera, los parapolíticos están “sobre representados”
dentro de la coalición de gobierno. Mientras que en el Senado los investigados por parapolítica
representan el 39% de los miembros de la corporación, en la coalición uribista representan el 50% de
sus miembros. Esto se da porque 8 de cada 10 investigados por parapolítica pertenece a los partidos de
la coalición. Los Farcpolíticos, en cambio, están representados en máximo 13% en algún partido de
oposición y en un 3% en el Congreso como un todo.
Lo que empodera a los parapolíticos a nivel nacional no es sólo que se hagan elegir en el Congreso, sino
que una vez allí pertenezcan a la coalición de gobierno de una manera tan masiva que les permite ser
una masa crítica y decisiva dentro de la coalición. Aunque aparentemente eso no se refleja en el
contenido y sentido de su propia iniciativa legislativa, si se refleja en la del gobierno, como lo muestra el
capítulo de Congreso Visible.
Los nuevos partidos y las nuevas alianzas mayoritarias para las mesas directivas del Congreso y para las
elecciones nacionales y regionales, son resultantes del cambio del mapa político de cada departamento
y del país registrado a lo largo de los años 90, que se consolidó en las elecciones nacionales del 2002 y
las regionales de 2003. Esas nuevas mayorías partidistas, tanto regionales como nacionales, hacen parte
de la coalición política del Presidente Uribe, colaboraron con su lección y reelección y cogobernaron con
él en sus dos períodos. La mayoría de los sus líderes tiene investigaciones por vínculos con mafias de
corrupción o crimen organizado y veinticinco han sido condenados.
Como lo afirmó desde el 2007 el ex Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, en la mayoría de los
casos también queda claro que fueron las elites regionales las que buscaron a los ilegales para
protegerse del secuestro, expandir sus propiedades, avanzar su carrera política y eliminar, a veces
literalmente, a sus competidores electorales. Otras formas de captura invertida. Por ejemplo, hoy está
claro que el paramilitarismo en Sucre fue un proyecto armado y dirigido por su propia clase política, o
que las elites bipartidistas de Santander y Norte de Santander, fuertemente golpeadas por la guerrilla,
fueron las promotoras del ingreso de paramilitares a sus departamentos, a la postre capitalizados por
nuevas fuerzas políticas como Colombia Viva y Convergencia Ciudadana. Sin embargo, muchos
miembros de esas elites terminaron víctimas de su propio invento. Las mafias a las que les pidieron
protección y votos a cambio de representación e impunidad, terminaron chantajeándolos y hasta
cobrándoles para dejarlos hacer política. Por ejemplo, en la Costa Caribe alias Jorge 40 les ofrecía
coerción armada y apoyo electoral a los parapolíticos en las elecciones de 2000 a 2003, pero les cobró
en el 2006 por dejarlos hacer campaña en sus zonas de dominio.
No sólo en los casos de parapolítica la evidencia indica que fueron los políticos los que buscaron a los
paramilitares; los políticos investigados por vínculos con las Farc aparentemente también hicieron lo
mismo. El caso de “farcpolítica” más sólido es el del representante del Caquetá Luis Fernando Almario.
El proceso judicial señala que fue él quien influyó en las Farc para que asesinaran a los Turbay,
señalándolos de haber llevado a los paramilitares al Caquetá. Con esos asesinatos, Almario logró
deshacerse de sus principales competidores electorales y empoderar su influencia política regional y
nacional. Las Farc, sin embargo, concluyeron que Almario los había usado y que a su vez él ayudaba a los
paramilitares, razón por la cual atentaron varias veces contra su vida.
Aunque la investigación se archivó, al Representante a la Cámara por el Huila Carlos Julio González
también se le sindicaba de haber ido al Caguan a pedirle a las Farc que, en sus zonas de influencia, le
permitieran hacer campaña y también que apoyaran a su hermana a la Alcaldía de Neiva. En este caso la
“traición” del político también parece haber jugado en su contra. Aparentemente las Farc “cumplieron”
su parte, pero una vez electo, los favorecidos no cumplieron la suya: hacer unas obras a favor de las
comunidades donde operan las Farc. La consecuencia fue la persecución a muerte de las Farc contra la
ex alcaldesa de Neiva, Cielo González, hermana del representante González, a quien las Farc le hicieron
por lo menos 3 atentados durante su gestión.
Salvarore Mancuso, por su parte, apoyó varias candidaturas al Congreso en el 2002, pero les hizo firmar
a sus socios el llamado Pacto de Ralito. Cuando sintió que esos políticos no lo estaban respaldando
debidamente en el proceso de desmovilización filtró el pacto y desencadenó el enjuiciamiento de varios
de ellos. Jorge 40 también le hizo firmar varios pactos a los políticos que recibieron su apoyo, (El Pacto
de Chivolo y Pivijai) Alias el Aleman forjó el Pacto por una Uraba Grande y Unida; alias Martín Llanos
promovió el llamado Pacto de Coordinación en el Casanare Magdalena Medio, y también se dieron
pactos electorales en Caldas y el Eje Cafetero, que a la porte fueron descubiertos por la justicia y han
servido de prueba para judicializar a los firmantes. (López y Sevillano, 2008)
Además de quién captura a quién, lo que todos estos casos ejemplifican es el problema de
agente/principal entre políticos e ilegales. Dicho de manera simple, evidencian las dificultades de los
ilegales para hacer que los políticos les cumplan. Si los políticos ven en peligro su prestigio o record
judicial por cuenta de su relación con el mafioso o ilegal, no sólo se apartarán de él, sino que usarán su
posición política para combatirlos, de manera que se maximice la exposición penal de su antiguo
benefactor y se disminuya la propia. El resultado es que usualmente los legales y políticos beneficiados
por la acción de ilegales, terminan siendo sus más duros perseguidores. Por eso el gobierno del ex
presidente Samper se presenta como el más duro perseguidor del Cartel de Cali, y los parapolíticos dicen
ahora haber sido los más firmes denunciantes de la acción de los paramilitares en sus regiones.
Otra hipótesis que se propuso verificar esta investigación era si la captura política de la acción armada y
mafiosa de los ilegales terminaría en la conformación de unas nuevas elites políticas, creadas a partir de
la captura instrumental y sistemática de los partidos políticos, CiPP, y de los procesos electorales. Es
decir, si los ilegales crearían su propia clase política, sustituyendo a los viejos caciques y gamonales. No
siempre fue así. El análisis del origen y trayectoria política y electoral de los congresistas investigados
por vínculos con ilegales permite afirmar que no son una nueva clase política. La mayoría pertenece a la
generación de familias y fracciones políticas del bipartidismo frentenacionalista; son las esposas, hijos,
sobrinos o nietos del cacique x o y. Por las investigaciones de la narco parapolítica han desfilado figuras
de las elites regionales de antaño como, por ejemplo, los Vives, Caballero, Campo, Pinedo y Luna del
Magdalena; los López Cabrales, Jattin y de la Espriella de Córdoba; los García; Guerra y Arana de Sucre y
Bolívar; los Araujo y Molina del Cesar; los Pérez, Valencia Cossio y Uribe de Antioquia; los Barco y
Tapasco de Caldas; los Mestre, Ballesteros y Villareal de Santander; y los Mosquera Chaux de Cauca.
Otros casos son figuras de elites igualmente bipartidistas, pero más recientes, por ejemplo, Gómez Gallo
en Tolima; Ramírez en Boyacá, Torres y Montes de Oca en Chocó; Suárez Mira y Valencia en Antioquia;
Almario en Caquetá; y Montes y Cure en Bolívar. El último grupo más que de elites se trata de figuras
que se consolidaron a la par del proceso de captura política y estatal de los ilegales, que podrían ser
consideradas, si se comprueban esos vínculos, como parte de la “nueva” clase política de esas regiones.
Los casos más relevantes serían Rocío Arias y los llamados cuatrillizos en Antioquia; Eleonora Pineda en
Córdoba; Abadía, Martínez y Restrepo en el Valle; Ramírez Corzo y Elcure en Norte de Santander; Aguilar
y Gil en Santander; Meregh en Risaralda; Blel, Tafur, López en Bolívar; Maloof en Atlántico, Castro en
Magdalena.
Al margen de si pertenecían o no a las elites bipartidistas regionales, las estructuras y personajes
políticos ligados a los ilegales si asumieron un rol y unos métodos de intermediación política distintos.
En primer lugar entraron a hacer parte funcional e instrumental de un proyecto político común que
combinaba actores, intereses y actividades legales e ilegales. Pasaron de ser elites tradicionales políticas
a elites emergentes, híbridas, que mezclan y representan la legalidad e ilegalidad. Segundo, además del
clientelismo y la intermediación de bienes y servicios públicos, estas elites híbridas pasaron a cumplir
una función de encubrimiento, reducción de exposición penal y provisión de impunidad de los ilegales
con los que se asociaron. Tercero, usaron sus posiciones y funciones públicas en beneficio de intereses
mixtos, legales e ilegales, que cambiarían la configuración y operación institucional de sus regiones y del
país. Y cuarto, pasaron de beneficiarse de la acción armada y mafiosa de sus socios ilegales, y en algunos
casos a usarla directamente para sus propios objetivos, entre los cuales estaba consolidar su fuerza
política y económica regional y ganar mayor influencia en estructuras de poder nacional. En ese sentido,
sí se crearon unas nuevas elites híbridas y emergentes; híbridas por la combinación de legalidad e
ilegalidad, y emergentes por su asenso de espacios de poder regional a estructuras de poder nacional.
El empoderamiento desbordado de los jefes del narco paramilitarismo frente a esas elites los constituyó
en una amenaza para ellas mismas. Las tensiones entre elites emergentes y narco paramilitares
condujeron a la ruptura entre los otrora aliados y firmantes del llamado Pacto de Ralito y al fracaso de
los términos iniciales de la negociación para la desmovilización paramilitar. Fruto de ese rompimiento
los jefes narco paramilitares fueron extraditados a los Estados Unidos, mientras que la capitalización de
la tierra, la riqueza y el capital político amasado de manera violenta y conjunta con el narco
paramilitarismo quedó en manos de las elites híbridas y emergentes que se quedaron en Colombia y
pudieron proveerse mayor impunidad, prevalecer en la legalidad y reconstruir su legitimidad.
Además de la distorsión en la competencia electoral, la acción de las mafias armadas tuvo un efecto
detonante en la corrupción pública. Del clientelismo, la mordida, el cohecho y el soborno se pasó a la
captura masiva de recursos y negocios públicos en la fuente, mediante cambios legales, exenciones
tributarias, esquemas de concesión, contratos de estabilidad, zonas francas y carteles de contratación.
Esas formas de captura del Estado más complejas no dependen de un soborno “sino del uso de la
posición aventajada de poder del captor en la estructura económica, política o social” (Garay et al, 2008,
p.55).
Cada vez más, esas formas de captura compleja se hacen dentro de las formalidades de la contratación
pública, bajo un manto de legalidad. Las campañas electorales son grandes canales de reinversión de
recursos del narcotráfico y de la corrupción pública con el fin de sostener esos procesos de captura
compleja. El narcotráfico y la corrupción tornaron la competencia electoral en una pelea por el dominio
de posiciones privilegiadas que permiten desarrollar procesos sostenidos y muy rentables de CdE, e
incluso RCdE, y también que aseguran mayor impunidad, es decir que logran reducir la exposición penal
de los implicados en tales procesos. Por el nivel de involucramiento de los partidos en la parapolítica,
pareciera que los partidos más pequeños de la coalición de gobierno canalizan más recursos y relaciones
con el narcotráfico, mientras que los más grandes se dan abasto con los recursos del clientelismo, la
corrupción y la financiación privada. Además de la pobreza y dependencia estatal de los votantes y la
ineficacia de los controles institucionales, y a pesar del mayor nivel de organización partidista que logró
la reforma política del 2003, el voto preferente y la campaña individual siguen dificultando detectar la
financiación ilícita y desbordada de las campañas políticas.
Según el profesor Garay y su equipo, procesos sistemáticos y sostenidos de CiPP y CdE pueden llegar a
constituir una forma de impunidad institucionalizada y derivar en procesos socio políticos de
reconfiguración cooptada del Estado, entendidos como aquellos en los que “un grupo intenta infiltrar,
penetrar y usufructuar parcelas del Estado para luego reconfigurarlo con el fin de responder y servir a
sus propios intereses” (Garay et al, 2008, p.59). En entornos altamente descentralizados pero con débil
institucionalidad es de esperarse que tanto la CdE como su reconfiguración cooptada se den
especialmente y en primer lugar a nivel local o regional. La evidencia recopilada en las monografías
departamentales indica que ese tipo de procesos de RCdE se han presentado en departamentos como
Antioquia, Córdoba, Sucre, Bolívar, Magdalena, Cesar, Santander, Norte de Santander, Meta, Casanare y
Valle. En esos departamentos hay evidencia de que varias instituciones, entre ellas las administraciones
municipales, la gobernación, la representación en el Congreso, las corporaciones autónomas regionales,
la fiscalía, el DAS y la fuerza pública, estuvieron durante ciertos periodos más que infiltradas,
promovidas y cooptadas por organizaciones narco paramilitares que usufructuaban esas parcelas
estatales en su beneficio.
En Antioquia y Córdoba la huella de los herederos mafiosos y políticos de la era del capo Pablo Escobar y
el Cartel de Medellín parece no haberse superado, sólo cambiaron de nombre: de Cartel de Medellín a
los Pepes, de los Pepes a ACCU, de ACCU a Convivir, de Convivir a AUC, de AUC a Bandas Criminales.
Parte de las elites políticas que arrancaron aliadas al Cartel han perdurado desde entonces,
consolidando su poder regional y expandiéndose a nivel nacional. Sucre, Magdalena, Santander y Cesar
no han podido reponerse de haber sido los territorios de la segunda ola de expansión narcoparamilitar y
que ésta hubiera sido promovida por el grueso de sus elites y clase política. En Bolívar “las gatas”, “los
turcos”, los narco paramilitares y sus alianzas con políticos de provincia conquistaron Cartagena y el
resto del departamento. El Valle no ha podido salir de la narcopolítica del 8.000, apenas cambió de
cartel dominante: pasó del Cartel de Cali a los del Norte del Valle, y cambió de protagonista político: del
partido Liberal al Movimiento Popular Unido-MPU, al Partido de la U y al Partido de Integración
Nacional-PIN. Norte de Santander es quizá el departamento menos mencionado en la parapolítica, pero
uno de los más efectivamente capturados y cooptados por la mafia.
En esos departamentos los hilos del proceso 8.000 se conectan trágicamente con la parapolítica en lo
que parece ser una sola estela de narco política. Fue un liberal cordobés condenado por el proceso
8.000, Jaime Lara Arjona, quien le dio el aval a Eleodora Pineda para hacerse elegir concejal de Tierralta
en el año 2.000. Y fue otro liberal valluno condenado por el 8.000, Carlos Herney Abadía, quien le dio el
aval del MPU para hacerse elegir Representante a la Cámara por Córdoba en el 2002. A quien luego sería
una de las primeras condenadas por parapolítica, la avalaron los del 8.000, la acompañó como fórmula
el ex senador y compadre del Presidente Álvaro Uribe, Miguel de la Espriella, hizo campaña con el
senador y primo del Presidente, Mario Uribe, y tuvo como jefe de debate el narco paramilitar Salvatore
Mancuso. Semejante combinación de formas de lucha resultó imbatible electoralmente. Eleonora
Pineda pasó de concejal de Tierralta con 746 votos a Representante a la Cámara por Córdoba con cerca
de 82.082 votos. En 2007 aceptó que era miembro de estructuras paramilitares cordobesas y recibió
sentencia anticipada.
En Nariño, Samuel Escrucería padre e hijo fueron políticos, uno condenado por escándalos de
corrupción nacional y otro por narcotráfico en el exterior. Paola Escrucería, su nieta e hija
respectivamente, fue electa diputada de Nariño y otro hijo, Carlos Escrucería, es actual concejal de
Bogotá, luego de perder la alcaldía de Tumaco e incursionar en algunos negocios.
En Bolívar, el ex senador Vicente Blel logró superar el proceso 8.000 y fue finalmente condenado en el
de parapolítica. Piedad Zucardi entró a reemplazar a su marido, el ex senador liberal Juan José García,
condenado por diferentes escándalos de corrupción e investigado en el proceso 8.000. Enilse López,
llamada la Gata, quien al parecer ha tenido vínculos con ilegales desde la época del narcotraficante
Gonzalo Rodríguez Gacha hasta los narcoparamilitares, financió diferentes campañas presidenciales y de
congreso, eligió a uno de sus hijos alcalde y al otro congresista. En el 2002 la mayor votación por
Representante a la Cámara del país la obtuvo Eleodora Pineda en Córdoba. En el 2006 la obtuvo Héctor
Alfonso López, hijo de Enilse López, llamada la Gata, en Bolívar con 100.000 votos que le alcanzaron para
elegir dos curules.
En el Valle, epicentro del proceso 8.000, buena parte de su clase política sobrevivió al escándalo y creció
hasta consolidar su poder regional y nacional. Carlos Herney Abadía, ex senador liberal condenado en el
8.000, lideró el Movimiento Popular Unido, MPU, y a través de él avaló a sus herederos políticos, a
quienes luego avaló por Convergencia Ciudadana y ahora por el PIN. Promovió a su hijo, quien pasó de
diputado valluno a concejal de Cali y luego a Gobernador del Valle. Se inventó a su hijo político, Juan
Carlos Martínez, y lo pasó de Diputado a Representante y luego a Senador, cargo en el cual cayó, como
su promotor, preso por vínculos con narcotraficantes y además con paramilitares. De otra parte, apoyó
los inicios de la carrera política de su prima segunda, Dilian Francisca Toro, como alcaldesa municipal, y
secretaria departamental. Luego la dejó de lado cuando ella tomó rumbos y patrocinios propios,
volviéndose heredera del “becerrismo” y del capital político de su esposo, Julio César Caicedo, ex
senador liberal investigado en el proceso 8.000. Según alias Rasguño, narcotraficantes del Cartel del
Norte del Valle financiaron las campañas de Toro al Senado. La fórmula a Cámara en el 2006 de la
senadora Toro fue el ex alcalde de Cartago, Luis Carlos Restrepo, también estrechamente vinculado con
narcotraficantes, según alias Rasguño. Otros políticos como el otrora representante a la Cámara, José
Ignacio Londoño, mencionado en grabaciones como nachito, pasaron incólumes por el 8.000, ejercen
como abogados de narcotraficantes y ahora aparecen mencionados como eslabones perdidos de
magnicidios como el de Álvaro Gómez Hurtado.
En Sucre, el ex senador Álvaro García Romero, sobrevivió a la investigación del 8.000 con Samper, apoyó
al entonces candidato y luego Presidente Cesar Gaviria y se convirtió desde entonces en gran cacique
departamental. Bajo su tutela se convirtió Coveñas en municipio y por su iniciativa se le asignaron
millonarias regalías petroleras. Desde entonces el municipio ha sido foco de desfalcos y desvío de
recursos públicos hacia campañas políticas y actividades ilegales. Con su participación se crearon frentes
paramilitares en Sucre y se coordinaron las actividades narco criminales de alias Cadena en el Golfo de
Morrosquillo y otras zonas sucreñas. Además de por ser financiador y promotor paramilitar, García fue
condenado por ser autor mediato de masacres como las de Macayepo y asesinatos de funcionarios que
denunciaron sus maniobras ilegales y por fraude electoral. Con su apoyo se eligieron los últimos cuatro
gobernadores de Sucre, tres de los cuales fueron condenados por parapolítica; el cuarto ejerce
actualmente el cargo.
En Cesar y Magdalena no hubo condenados por el proceso 8.000, pero casi toda su dirigencia política
estuvo involucrada en la parapolítica. Fue en esos departamentos donde el narco paramilitarismo
desarrolló las más evidentes operaciones de coacción armada y fraude electoral en las elecciones de
2002 a 2006, que a la postre se conocerían por las votaciones atípicas y la configuración de “distritos
electorales” paramilitares (López, 2005).
Como resultado, esos grupos ilegales impusieron
sucesivamente alcaldes, diputados, gobernadores, casi la totalidad de la bancada parlamentaria y
apoyaron en cada uno de esos departamentos a un candidato presidencial distinto, posiblemente para
no poner todos los huevos en una canasta y tener como cobrar el respaldo al que fuera vencedor. Las
mismas triquiñuelas que se usaron para el fraude con coerción armada en las elecciones legislativas del
Magdalena en 2002 se repitieron en las presidenciales a favor del candidato Álvaro Uribe Vélez, quien
resultó ganador en ese departamento. Inexplicablemente esas pruebas sirvieron para condenar a los
legisladores, pero no sirvieron si quiera para investigar la campaña presidencial.
No obstante la victoria de Uribe en el Magdalena fue bien retribuida. El director de la campaña del
Presidente Uribe en el Magdalena, Jorge Noguera, fue nombrado director del DAS, y hoy se encuentra
en juicio por sus relaciones con la estructura paramilitar de alias Jorge 40, la misma que fraguó el fraude
en el Magdalena, y por haber puesto el DAS al servicio del narcoparamilitarismo.
En Santander los tradicionales políticos liberales terminaron casi todos involucrados en el proceso 8.000,
incluyendo a Eduardo Mestre, Tiberio Villareal y Norberto Morales Ballesteros. Algunos de ellos,
además duramente victimizados por la guerrilla, promovieron la conformación de grupos paramilitares
en asocio con la comandancia de la Fuerza Pública. Años más tarde esos grupos paramilitares cambiaron
de aliados políticos, de los liberales del 8.000 a Convergencia Ciudadana, liderada por Luis Alberto Gil y
Hugo Aguilar, y terminaron sacando de la arena política a los viejos caciques. Un proceso similar ocurrió
en Norte de Santander donde la escabrosa penetración paramilitar en el Catatumbo fue fuertemente
disputada por las guerrillas, quienes finalmente fueron replegadas. En la disputa cayeron miles de
víctimas inocentes. El triunfo paramilitar se sintió en todos los estamentos: la alcaldía de Cúcuta, la
gobernación, algunas universidades, el Das y la Fiscalía, entre otras instituciones, fueron capturadas por
narcotraficantes y paramilitares, algunas con la complicidad de sus superiores nacionales.
En otros departamentos de más reciente creación, pero inveterada e intensa presencia armada ilegal,
por ejemplo Meta y Caquetá, o más recientemente Arauca y Casanare, más que reconfiguración
cooptada ha habido una formación cooptada de su aparato político administrativo bajo la influencia de
grupos ilegales; en unos periodos por grupos guerrilleros y en otros por grupos narcoparamilitares,
como se relata en las monografías de esos departamentos. Arauca, por ejemplo, apenas estaba saliendo
de la captura política del ELN, cuando cayó presa de la captura del narco paramilitarismo. A diferencia
de lo que se cree, la mayor sentencia judicial sobre vínculos con la ilegalidad no ha sido ni del 8.000 ni
de la parapolítica, sino de la Elenopolítica en el departamento de Arauca.
Un objetivo del proceso constituyente de 1991 fue abrir el sistema político, unánimemente percibido
como cerrado y al servicio de un bipartidismo asfixiante y decadente. De que se abrieron las puertas no
hay duda. De hecho la mayoría de académicos y analistas condenan la Constitución del 91 por “exceso
de apertura”. Lo que está en discusión es quiénes entraron y cómo. (Gutiérrez, 2007)
Cuando se mira la evolución del mapa político de cada departamento desde los 90s hasta hoy, para ver
cómo evolucionaron las fuerzas políticas, por partidos, fracciones y dirigentes, y cómo evolucionaron sus
resultados electorales, la respuesta a esa pregunta deja un sabor agridulce y por momentos amargo.
Indudablemente la elección popular de alcaldes y gobernadores le permitió a nuevos liderazgos políticos
asumir posiciones políticas importantes y conducir procesos de modernización social, urbana y política
en muchas ciudades y municipios. Pero también en casi todos los departamentos algún actor armado y
el narcotráfico aparecen como agentes de cambio del mapa político. El narcotráfico, aunque es menos
evidente en sus métodos, es el mayor protagonista por sus impactos. Con la influencia de su chequera y
capacidad armada se recompuso el mapa partidista, las alianzas electorales y las mayorías políticas, que
a la postre capturaron estructuras institucionales locales, regionales y nacionales y reconfiguraron
sustancialmente el sentido político y contenido institucional previsto en la Constitución.
La Constitución del 91 se quedó a la espera de una ciudadanía libre e informada, deliberante y
participativa, y comprometida con sus valores e instituciones que tornara en realidad su visión y sus
preceptos. Unos sobrevivieron y se fortalecieron, pero otros sucumbieron ante las nuevas mayorías
políticas híbridas y cooptadas que la injerencia armada y mafiosa impuso en cada departamento.
Las monografías departamentales reconstruyen la formación, captura y reconfiguración de la política y
la institucionalidad, reconstruyendo las estructuras de poder electoral que se formaron y su evolución
en la última década. Con otra metodología y usando exclusivamente información judicial, otro grupo de
investigadores fue mucho más allá. Se dio a la tarea de reconstruir las redes sociales y de corrupción que
se formaron entre ilegales, políticos y otro tipo de funcionarios y personas, según se deriva de
sentencias judiciales y fallos disciplinarios sobre parapolítica.
En el capítulo sobre redes de captura y reconfiguración cooptada del estado, los investigadores del
Grupo Método, dirigidos por Luis Jorge Garay, a partir de evidencia judicial, analizaron la estructura de
dos redes de corrupción que configuraron escenarios de CdE y RCdE en Colombia entre 1997 a 2008. La
primera red de corrupción analizada se localiza en el departamento de Casanare y la segunda red en los
departamentos de Sucre, Cesar, Córdoba, Atlántico y Magdalena. En dichas redes se observó una
participación preponderante de actores narco-paramilitares, aunque eso no implica que éstos sean los
únicos actores que han propiciado escenarios de Captura y Reconfiguración Cooptada en el Estado
colombiano. También grupos guerrilleros, en particular el ELN, los han producido.
Ya en el primer capítulo, de Arco Iris, se había planteado el capital social como un factor explicativo del
diferencial de “éxito” en procesos de CdE y RcdE realizados por diferentes organizaciones ilegales. El
capítulo del Grupo Método profundiza conceptual y metodológicamente en el concepto de capital social
como un factor diferencial y explicativo del alcance de las redes de corrupción analizadas. La corrupción
descrita en los procesos de CdE de las monografías departamentales deja en evidencia que ésta no es el
producto de la acción de un sobornador sobre un sobornado. Para cometer actos de corrupción a
semejante escala “se necesita formar y contar con redes sociales complejas y eficientes, que garanticen
confidencialidad y mediante las cuales se puedan realizar distintos actos y acuerdos jurídicos, políticos y
económicos…Por lo tanto, las redes de corrupción pueden ser analizadas como redes de aprendizaje y
gestión criminal” (Garay et al, 2008, p. 23). Ese tipo de análisis se hace en este capítulo, identificando los
actores participantes, el rol que desempeñan en la red y el tipo de relaciones que establecieron.
Ese análisis permite conocer importantes características y diferencias de tales redes. Mientas que en la
Costa Atlántica el actor articulador de la red era el jefe paramilitar alias Jorge 40, en la de Casanare era
una alcaldesa. Mientras que en la Costa hay un sofisticado sistema de fraude electoral y desfalco de
múltiples fuentes de recursos públicos, en el Casanare se concentra en el manejo de la contratación
pública y regalías municipales. Mientras que en la Costa la red cubre desde funcionarios locales,
pasando por Senadores hasta el director del Departamento de Inteligencia de la Presidencia de la
República, la de Casanare sólo llega hasta niveles regionales de gobernación y representantes a la
Cámara.
En esas redes los investigadores profundizan sobre el tipo y alcance del capital social que acumulan
dichas redes. Los intereses socialmente benéficos se oponen a aquellos que se consideran egoístas y
excluyentes, a partir de la acción de agentes y grupos poderosos. Esos intereses y logros estarían
determinados por el capital social, determinado no por la cantidad de contactos sociales a las que
acceda un individuo por ser parte de o relacionarse con una red social, sino por la cantidad o flujo de
beneficios escuetos (consecución de propósitos o realización de intereses) que obtiene de dicha
pertenencia o contacto. Tanto los propósitos como los beneficios buscados pueden o no estar alineados
con la Ley. En otras palabras el capital social también puede ser perverso.
Lo valioso de un contacto social, sea en capital perverso o no, no depende tanto de la posición de poder
del contacto sino de la naturaleza y calidad de la información que agregue. Un concejal por ejemplo
pueda estar lejos de tener el poder y la influencia de un Senador, pero en su espacio territorial y público
puede ser agente de información desconocida, o no redundante, para el actor armado con el cual hace
contacto. Por ejemplo, sabe cuál es el presupuesto del municipio, en qué se planea invertir, en dónde,
etc. Si un contacto social trae información que de otra manera el actor que lo recibe no conocía o no
podía conocer, ese contacto es fuente importante de capital social para su otro contacto. El actor que
permite conectar dos redes que pueden compartir información no redundante se convierte en un
puente estructural, determinante de la calidad y cantidad de capital social que puede derivarse de tal
conexión.
Por su puesto, existe una gran diferencia de capital social entre tener como máxima instancia de
contacto al concejal de un pueblo que al Presidente de la República. Esa es una de las diferencias de
acceso entre la llamada farcpolítica y la parapolítica. En la primera el puente estructural más recurrente
es un líder comunitario o un político local o regional. En la segunda el puente estructural más recurrente
es un senador y un alto funcionario del Ejecutivo que tienen contacto directo con la Presidencia de la
República.
Lo que las monografías y ese tipo de análisis permiten dimensionar es cómo fue el proceso de
relaciones, alianzas y alcances mediante el cual actores legales e ilegales, políticos y armados
transformaron la política y la institucionalidad local, regional y nacional. Trasladando de nuevo esa
realidad al marco teórico, puede decirse que la capacidad de esas redes para hacer captura instrumental
de la política y de los políticos para hacer captura instrumental de la ilegalidad les permitió a ambos
ascender de la escala de poder regional hacia la nacional, cuyo escenario más evidente, pero no único,
fue el Congreso de la República. La captura sustancial de curules en el Congreso, la consolidación de
dichas redes dentro de una nueva coalición mayoritaria de gobierno a partir del 2002 y la aprobación
por ella de profundas reformas en el Congreso configuran escenarios que posibilitan el paso de procesos
de captura regional de parcelas del Estado a reconfiguración cooptada de la estructura institucional del
Estado a nivel nacional. Según Garay et al, dentro de las condiciones que favorecen esos procesos se
encuentran:
La falta de diferenciación entre los intereses del Estado y los intereses privados
Países con precario desarrollo institucional, o con fallas protuberantes como Estado de Derecho,
y con gran riqueza natural o con posibilidades de servir de tránsito para la movilización de
recursos financieros, de proveniencia lícita o especialmente ilícita
Estados descentralizados con democracias débiles que configuran un entorno más propicio para
la captura de autoridades en el nivel local
Opacidad de los procesos de formulación de proyectos de ley por parte del gobierno y
tramitación por el legislativo
Escaso uso de mecanismos de control ciudadano como las audiencias públicas
Ausencia de mecanismos efectivos de petición y rendición de cuentas
Debilidad de los partidos políticos como entes representativos y tramitadores de pertenencias
ideológicas en la sociedad
Fragilidad y falta de representación de las agremiaciones
La fragmentación de partidos y movimientos políticos que debilitan su base ideológica y los
reduce a microempresas electorales
Estados de derecho en proceso de consolidación, pueden tener grupos no solamente
económicos o legales interesados y capaces de hacer CdE, sino también actores ilegales
En ese contexto, dado que hoy se tiene plena evidencia que el Congreso electo en 2002, prácticamente
reelecto en 2006, ha sido el más infiltrado por redes político/ilegales, los politólogos Elisabeth Ungar y
Juan Felipe Cardona, se dieron a la tarea de establecer cuál fue la gestión legislativa, desde el año 2002,
de los Congresistas que han sido investigados por tener presuntos vínculos con grupos armados ilegales.
Además de verificar su actividad legislativa, una hipótesis que se propuso verificar ese capítulo fue si los
investigados por vínculos con ilegales habían actuado como bancada, independientemente de los
partidos a los que pertenecían. Es decir si hubo una bancada “parapolítica” que hubiera promovido un
proyecto político y legislativo propio, y en particular si dichas iniciativas habían logrado reducir la
exposición penal de los ilegales con quienes están asociados y reconfigurar el diseño estatal en temas
como la economía agraria, la justicia criminal y el régimen político.
Para validar esa hipótesis, se recopiló la totalidad de proyectos que tuvieron como autor a por lo menos
uno de los congresistas investigados por sus presuntos vínculos con grupos armados ilegales –GAI-,
radicados entre 2002 y 2008. Las dificultades para llevar a cabo esa tarea no fueron pocas. En los
archivos del Congreso a veces no aparecen ni siquiera las gacetas de los debates. Es difícil establecer
cómo votan los congresistas cada proyecto o quién específicamente es el promotor de una iniciativa.
Pese a esas dificultades, combinando los archivos del Congreso, del Proyecto Congreso Visible y de
prensa se identificaron 150 iniciativas legislativas que propusieron los congresistas investigados y se
clasificaron según la proporción de congresistas investigados sobre el total de autores y de acuerdo al
tipo de reforma (legal o constitucional), el alcance (local, regional o nacional), el tema (político,
económico, judicial y otros), y a si fue aprobada o no.
De acuerdo al marco teórico de Garay y su equipo, lo que teóricamente se debe esperar es que aquellos
proyectos en los cuales la presencia de parlamentarios investigados por sus vínculos con GAI es más
amplia, tenderían a ser sobre temas que de una forma u otra benefician los intereses de reducción de
exposición penal, económicos y políticos de las organizaciones ilegales. Así mismo, en la medida en que
estos sean más o menos exitosos convirtiéndose en ley, podrían plantearse conjeturas acerca del nivel
de penetración e influencia de los grupos armados en la actividad legislativa y reconfiguración cooptada
del Estado.
La evidencia encontrada no permite afirmar que haya habido una bancada parapolítica. Los investigados
por parapolítica no son más organizados, activos o exitosos en su iniciativa legislativa que el resto de los
Congresistas. Tanto sus iniciativas como las de los demás congresistas tienen menor probabilidad de ser
aprobadas que las del gobierno. Sin embargo, en términos territoriales y temáticos sus iniciativas sí
marcan ciertas tendencias. La mayoría de los proyectos presentados por parapolíticos son leyes
ordinarias de alcance nacional y temáticamente se concentran en temas como presupuesto, finanzas y
regalías; seguridad social; reformas a la justicia y a los organismos de control; reformas al sistema
político y electoral. Esa concentración temática coincide con el hecho de que la mayoría de congresistas
investigados por parapolítica pertenecieron a las comisiones quintas, terceras y cuartas, que tratan
asuntos agrarios, económicos, presupuestales y tributarios.
En relación con la hipótesis de búsqueda de reducción de la exposición penal, es evidente que la Ley de
Justicia y Paz, de iniciativa gubernamental, consagró muchas ventajas en materia penal y política para
los paramilitares y sus aliados, pero la iniciativa legislativa de los parapolíticos que más directamente
buscaba beneficios penales para ellos era el Proyecto 244/04C5, que pretendía eliminar la extradición
para quienes estuvieran participando en procesos de paz. Mientras que el proyecto de Justicia y Paz del
gobierno fue aprobado, el de no extradición de los parapolíticos fue archivado.
Dado que en las iniciativas presentadas por los congresistas investigados por parapolítica no se encontró
un patrón de actuación en bancada, otro capítulo exploró si tal patrón existió en proyectos de iniciativa
del gobierno. Dado el enfoque temático que se detectó en las iniciativas de los investigados, las
declaraciones públicas de paramilitares sobre su interés en ciertos temas y los efectos directos que
algunas leyes podían tener sobre ellos, la segunda parte del trabajo de Ungar y Cardona se dedicó a
reconstruir el trámite de ocho iniciativas. Tres de carácter político electoral (reforma política de 2003,
reforma política de 2007 y reelección presidencial), cuatro de carácter económico (ley de saneamiento
de la propiedad, estatuto de desarrollo rural, ley de biocombustibles y ley forestal) y una de carácter
penal (la ley de justicia y paz).
En el trámite legislativo de esas iniciativas sí hay un patrón de actuación en bancada de la mayoría de
investigados por parapolítica, aunque ella depende más de su condición de miembros de la coalición de
gobierno que del hecho de ser investigados por parapolítica. Excepto el proyecto de justicia y paz, que
estaba directa y casi exclusivamente dirigido a beneficiar a miembros de grupos paramilitares, en los
demás tal relación no es tan directa. Las demás leyes podían beneficiar e interesar tanto a actores
legales como ilegales. Únicamente en la ley de saneamiento de la propiedad, que no era de iniciativa
gubernamental, se adoptaron medidas específicas tendientes a evitar que se beneficiaran
oportunistamente actores e intereses ilegales. En los demás proyectos no se tomaron medidas
específicas en ese sentido. Otras se hundieron cuando trataron de incluir normas que castigaban la
influencia de grupos ilegales, como ocurrió con la reforma política de 2007.
No en todos estos proyectos la actuación de los congresistas investigados es igualmente destacada, en
calidad de autores, ponentes o exponentes; sin embargo, en todos los casos es evidente que su apoyo y
voto a favor fue determinante para su aprobación, especialmente en Comisiones. Tan importante era la
confiabilidad del apoyo y voto de los investigados por parapolítica en el trámite de esas leyes, que el
5 Ese Proyecto fue liderado por la entonces representante Rocío Arias (Convergencia Popular Cívica; condenada a 45 meses de prisión dentro del proceso de la parapolítica) en
compañía de Jesús Doval (Cambio Radical; con instrucción dentro del proceso de la parapolítica), Zulema Jattin (Partido de la U; con investigación previa dentro del proceso de la
parapolítica), Jorge Enrique Ramírez (Partido Liberal; con instrucción dentro del proceso de la parapolítica) Miguel Ángel Rangel (Partido de la U; detenido y en juicio dentro
,
del proceso de la parapolítica), Jorge Luis Caballero (Apertura Liberal; condenado a 6 años y 6 meses de prisión dentro del proceso de la parapolítica), así como el senador Óscar
de Jesús Suárez (Alas Equipo Colombia; con investigación previa dentro del proceso de la parapolítica)
gobierno propuso en por lo menos dos de ellos trasladar su trámite de la Comisión Primera a la Tercera,
donde los parapolíticos tenían control de las mesas directivas y mayor influencia en la votación.
Los ilegales no lograron por su cuenta o por cuenta exclusiva de sus más allegados concretar su interés
primario: la reducción de su exposición penal, como lo constata el hecho de que el proyecto de no
extradición haya sido archivado, pero sí lo lograron como parte de la coalición gubernamental y del
apoyo a sus iniciativas, como lo comprueba la aprobación de la Lay de Justicia y Paz. Los legales e
híbridos también lograron concretar varios intereses comunes, por ejemplo, exenciones tributarias y
otros beneficios en proyectos agroindustriales que pueden capitalizar actores e intereses tanto legales
como híbridos. Y lograron bloquear normas que podían afectar y sancionar a sus allegados políticos,
como por ejemplo normas sancionatorias por responsabilidad política previstas en las reformas
políticas.
Exceptuando Justicia y Paz, la evidencia indica que las modificaciones normativas que pueden beneficiar
intereses ilegales no son aprobadas en el Congreso si lo hacen de forma expresa, y si son de iniciativa de
los congresistas o de los investigados, pero pasan si son iniciativa del gobierno y están planteadas de
forma imprecisa, de manera que en principio benefician intereses legales, pero sin adoptar medidas
específicas para prevenir que los usufructúen también intereses ilegales. Lo que eso indica es que el
método predominante de captura legislativa es hacer confluir en el trámite legislativo intereses legales e
ilegales, y no prever mecanismos específicos para excluir el beneficio de los ilegales. La captura
normativa se hace a través de normas que se justifican y promueven en nombre de intereses legales,
pero cuyas consecuencias económicas, políticas e institucionales se pueden usar también en provecho
de actores e intereses híbridos e ilegales.
Además del nivel de influencia de los investigados por vínculos con ilegales en el trámite de normas que
beneficien a sus aliados, otro aspecto que se analizó en esta investigación fue el impacto de dichas
normas en la estructura institucional del estado. En los términos de nuestro marco teórico se examinó si
a través de esas normas se logró cierta reconfiguración cooptada del estado, RCdE. Reconfiguración por
introducir cambios sistémicos en la estructura del Estado Colombiano, prevista en la Constitución de
1991, y cooptada por el nivel de participación e influencia de actores e interese ilegales o híbridos en su
trámite legislativo.
En relación con el nivel de cooptación la evidencia es contundente y aterradora. El Congreso electo en
2002, prácticamente reelecto en 2006, ha sido el más cuestionado judicialmente en la historia del país.
Cualquier comparación del número de congresistas investigados y la gravedad de los delitos por los que
son investigados permite esta afirmación. Por ejemplo, en el proceso 8.000, del Congreso electo en 1994
16 congresistas y otros políticos fueron condenados, la mayoría por el delito de enriquecimiento ilícito,
al haberse comprobado que financiaron sus campañas con recursos del Cartel de Cali. En la parapolítica,
del Congreso de 2002 y 2006, están siendo investigados 102 Congresistas, de los cuales 25 ya han sido
condenados por concierto para delinquir agravado, y algunos incluso por vinculación con delitos como
asesinato y determinación de masacres. Los congresistas del 8.000 llegaron al Congreso masivamente
avalados bajo la sombrilla del Partido Liberal. Los del 2002 llegaron avalados por una mayor variedad de
partidos y movimientos políticos, que encuadran dentro del concepto de CiPP.
Tampoco hay duda que, desde el 2002, a través del Congreso se han tramitado reformas legales y
constitucionales de hondo calado institucional como la reelección, la modificación del sistema penal, la
creación de un régimen de justicia transicional y múltiples reformas económicas, políticas y electorales.
Como ya se explicó en el trámite exitoso de esas reformas, los parapolíticos que formaban parte de la
coalición de gobierno fueron fundamentales. Desde el llamado Congresito, derivado de la Asamblea
Nacional Constituyente de 1990, ningún otro Congreso aprobó tantas y tan profundas reformas, tanto
por su contenido como por sus efectos en la estructura institucional política, electoral, penal y agraria
colombiana.
Del análisis del alcance de la reconfiguración del Estado se encargaron Mauricio Villegas y Javier Revelo
de Dejusticia, mediante el análisis del impacto que tuvieron las leyes analizadas sobre la estructura
institucional prevista en la Constitución de 1991 para cada tema. Para ello se analizaron los
pronunciamientos de la Corte Constitucional, en los casos que se produjeron, y en todos los casos se
comparó lo dispuesto en la Ley aprobada con lo dispuesto sobre el tema en la Constitución del 91. El
objetivo era verificar qué tanta reconfiguración estatal implicaron dichas normas. El análisis se hizo
siguiendo la división temática que se usó para analizar también el trámite de las leyes, en tres grandes
bloques temáticos: sistema político electoral, justicia transicional y economía agraria.
Los investigadores de Dejusticia encontraron que algunas de esas leyes, una vez salidas del Congreso, se
desconfiguraron, bien por la intervención de los jueces o por la volatilidad de las mayorías políticas. Eso
no sucedió, sin embargo, con todas las leyes del proyecto uribista. En aquellas de contenido político, las
que contienen las reglas de juego democrático, el gobierno ha contado con un margen de maniobra
mayor y por eso ha sido capaz de ir más lejos en la consecución de sus objetivos. En otro tipo de leyes,
en cambio, sobre todo en aquellas de contenido penal o económico, el margen de maniobra
gubernamental ha sido más limitado.
Reconocen que hacer un análisis de reconfiguración es de por sí complejo, y hacer uno de RCdE es aún
más difícil, dado el amplio margen de interpretación del propio texto constitucional, la laxa facultad
reformatoria que tiene el legislativo y la dificultad de precisar los objetivos y los impactos, normativos y
prácticos, reales y potenciales de las normas analizadas. Aunque el gobierno sí logró sacar exitosamente
del Congreso su agenda legislativa, con los parapolíticos como parte de su coalición, no logró pasar el
examen de constitucionalidad de varias de esas normas.
Si algunas de esas normas no están vigentes, no fue por reconsideración del gobierno sobre su
contenido o por la exclusión de los parapolíticos de las bancadas del uribismo, sino por la acción de las
Altas Cortes. La Constitucional por revisiones de contenido y trámite, y la Suprema por la comprobación
de los vínculos con ilegales de un nutrido número de congresistas y otros altos dignatarios estatales con
el narcotráfico y el paramilitarismo. Las Cortes han jugado, hasta donde sus facultades legales se lo
permiten, una función de control contramayoritario al proceso de RCdE.
Según Dejusticia, la justicia protagónica, en cabeza de la Corte Constitucional y de la Corte Suprema de
Justicia, apoyadas por una especie de alianza implícita de organizaciones de derechos humanos y medios
de comunicación independientes, lograron, en el transcurso de pocos años, frenar un proyecto
relativamente amplio de RCdE. Ese freno, sin embargo ha tenido grados diferentes: en el caso de la Ley
de Alternatividad Penal y la Ley de Justicia y Paz, las altas Cortes lograron obstaculizar claramente el
proyecto inicial; algo similar sucedió con el Estatuto de Desarrollo Rural y la Ley Forestal. En el caso de
las reformas políticas, en cambio, la actuación de los jueces ha sido mucho menos eficaz para detener el
proyecto inicial de RCdE.
Dejusticia concluye que los cambios normativos introducidos por el proyecto uribista no son menores y,
por el contrario, hacen parte de un proyecto político conservador de amplia envergadura. Reconoce que
se trata también de un proyecto innovador, en la medida en que articula los intereses legales de ciertos
sectores de clase media urbana y de la clase política, con frecuencia ligados a la propiedad rural, con
intereses ilegales de narcotraficantes y paramilitares, que por lo general también están vinculados a la
tierra. La fortaleza de este proyecto consiste justamente en esa capacidad para apoyarse en intereses
contradictorios desde el punto de vista legal, pero compatibles política y económicamente, y
mayoritarios electoralmente bajo la figura presidencial de Álvaro Uribe.
Los intereses ilegales, así como el eventual oportunismo ilegítimo de procesos legales, se habrían podido
neutralizar en el proceso político o en el trámite legislativo si no hubiera habido tal nivel de cooptación
del Congreso y pasividad del Ejecutivo. Por ejemplo, antes de tramitar el estatuto de desarrollo rural, o
como parte de él, el gobierno pudo censar las tierras usurpadas mediante desplazamiento forzado y
liderar procesos de restitución o compensación. No sólo los proyectos de economía agraria del gobierno
no incluyeron ese tipo de precauciones para evitar que los actores de la guerra capitalizaran el despojo,
sino que la Corte Constitucional tuvo que ordenarle al gobierno que las tomara, como parte de sus
sentencias sobre desplazamiento, e incluso conminarlo mediante autos posteriores, ante el
incumplimiento. Un análisis como ése se puede hacer para cada norma. Podría haberse incluido un
estatuto de víctimas como parte de la Ley de Justicia y Paz, o el uso de la violencia con fines electorales y
políticos habría podido ser eficazmente sancionado en las reformas políticas, o un adecuado balance de
poderes entre ramas del poder público pudo haberse tramitado como parte de la reelección
presidencial.
La evidencia acumulada tanto por Congreso Visible como por Dejusticia nos lleva a una hipótesis
espinosa. Aparentemente, nada en la gestión legislativa y política de los investigados nos lleva a concluir
que tenían un proyecto político-legislativo propio y particular o que se hubieran jugado a fondo para
promoverlo. Ni la iniciativa ni las ponencias ni las proposiciones ni las votaciones de los investigados
permiten concluir eso. De haber sido así, el Congreso sería el agente de reconfiguración y el Ejecutivo
sería instrumental, por ejemplo a través de la ratificación y sanción de las normas aprobadas por la
supuesta bancada parapolítica. Todo indica que es al contrario. El que tiene un proyecto políticoideológico-legislativo propio es el Ejecutivo, no los parapolíticos, y es aquél el que está en capacidad de
sacarlo adelante, usando instrumentalmente a los investigados por parapolítica como parte de sus
mayorías políticas y legislativas. Eso no es ninguna incriminación, es un hecho que surge de la evidencia.
Este hallazgo no supone ni sugiere que el Ejecutivo promovió su proyecto político y legislativo y
condicionó instrumentalmente a sus bases políticas y al crimen organizado. De hecho no hay ninguna
evidencia judicial, hasta ahora, de que el Presidente tuviera vínculos o acuerdos con el crimen
organizado, de los cuales se deriven su agenda política y legislativa. La instrumentalización no es del
Ejecutivo hacia el crimen organizado sino de éste a la coalición uribista en el Congreso, conformada en
cerca de un 50% por parapolíticos. El propio Presidente Uribe reconoció y solicitó públicamente el voto
de los parapolíticos para apoyar su agenda legislativa, “Le voy a pedir a los congresistas que nos han
apoyado, que mientras no estén en la cárcel, voten los proyectos del gobierno”. De otra parte, es un
hecho histórico y no coyuntural de este gobierno, que son los presidentes los que tienen agenda política
y legislativa propia y usan su poder e influencia en el Legislativo para sacarla adelante. Lo tormentoso en
este caso es la magnitud de la confluencia de actores e intereses legales e ilegales que recaen en la
gestión legislativa de este gobierno, el mutuo respaldo que se ofrecieron, la relación “quid pro quo” a la
que se refieren Acemoglu, Robinson y Santos Villagrán, y el tremendo impacto institucional que las leyes
analizadas tuvieron en modificar el diseño institucional previsto en la Constitución del 91.
Podría
pensarse
que
el
papel
del
Ejecutivo
habría
sido
más
el
de
conceptualizador/coordinador/concertador de múltiples intereses e impulsor/administrador del
proyecto adscrito como resultado de una alianza entre sectores sociales, legales, ilegales e híbridos que
constituyen su base política y social –proceso en el que se habrían reproducido dinámicas de
captura/cooptación por parte de agentes ilegales a agentes e instituciones legales en algunas instancias
y viceversa en otras, incluso a nivel del ejecutivo mismo–, tomando provecho de las oportunidades y
privilegios que usufructúa en su condición excepcional en el contexto político e institucional.
La conclusión sobre el rol del Ejecutivo actual en los procesos de CdE y RCdE en Colombia resulta difícil
pero no sorprendente. Ocho de cada diez investigados por parapolítica hacen parte de la coalición
uribista. Esos investigados han proclamado reiteradamente su uribismo y su lealtad y coincidencia con el
proyecto político y la visión de Estado del Presidente Uribe. Además, en múltiples ocasiones, miembros
de grupos narco paramilitares han manifestado que el proyecto que recoge sus aspiraciones es el
uribista y en particular la política de seguridad democrática. En cambio, son escasas las declaraciones del
Presidente Uribe condenando el aprovechamiento ilegal e ilegítimo de su proyecto político por parte de
ilegales, ni antes, ni durante, ni después de las varias condenas y comprobaciones de que la narco
ilegalidad y parapolítica estaba, también, dentro de su coalición. Por el contrario, acogió a los políticos
vinculados con organizaciones narcoparamilitares dentro de su coalición y cogobernó con ellos en sus
dos mandatos.
Lo cuestionable del proyecto político e institucional uribista, que se desprende del análisis legislativo e
institucional realizado, no es que sea un proyecto legal, conservador y de derecha, sino que haya tenido
tal nivel de coincidencia ideológica y logros electorales y legislativos conjuntos con una porción de la
derecha ligada a la mafia y el paramilitarismo. También, que los protagonistas legales de ese proyecto
político, como el propio Presidente, hubieran hecho poco o nada para evitar la captura o
aprovechamiento de su proyecto político como instrumento de legitimación e impunidad de esa
derecha mafiosa. Y, peor aún, que en muchos casos les hubieran facilitado tal captura o
aprovechamiento instrumental, como en el caso de las reformas políticas, y algunos proyectos de
economía agraria.
No solo por el análisis de cada norma sino en conjunto por los hallazgos de toda la investigación, la
cooptación o aprovechamiento instrumental se ha dado en una dirección contraria a la que la teoría de
captura del estado de Garay suponía como prevalente. Ha sido reconfiguración, porque en efecto tanto
el mapa político como el diseño institucional del Estado cambiaron sustancialmente, respecto a la
configuración constitucional del 91. Ha sido cooptada porque en ella confluyeron actores, intereses y
beneficios legales, híbridos e ilegales. Sin embargo, ha sido una cooptación o captura determinante pero
en la dirección contraria a la supuesta como usual en la teoría, no sólo instrumentalmente de los ilegales
hacia los legales, sino prevalentemente instrumental de los legales sobre los ilegales.
Esto, sin embargo, no sugiere que los ilegales sean “víctimas” de los legales. Los procesos de captura y
cooptación no son estáticos. Durante el periodo en el que los ilegales pudieron usar masiva e
indiscriminadamente su estructura armada, su control territorial y su capacidad organizada de violencia
tuvieron cómo imponer y hacer prevalecer sus intereses y preferencias, y amasaron enorme poder y
fortunas. Ésa es la característica de los noventas. Sin embargo, sin esos activos diferenciales producto de
la desmovilización y además con una alta exposición penal, el balance de poder cambió a favor de sus
aliados legales. En todo caso, el papel del crimen organizado ha sido decisivo, sea como
capturador/cooptador o como capturado/cooptado o como aliado comprometido en la CdE o RCdE, por
su innegable y poderoso papel de coerción, intimidación e imposición de intereses sobre amplios grupos
de la sociedad y el Estado.
Por último es importante retomar el tema de quiénes prevalecen y se legitiman a la par de procesos
sostenidos de CdE y RCdE. En primer lugar, es importante anotar que tales procesos no empezaron en el
2002. La captura armada y mafiosa de la política y las instituciones lleva ya varias décadas y
precisamente por eso lo que pudimos analizar en esta investigación fueron sus resultados acumulados,
desde los 90 hasta 2007, y no meramente coyunturales. De ese cúmulo se concluye que la forma de
captura prevalente ha sido la captura invertida, que en ella confluyen actores legales e ilegales, y que
usualmente los legales logran prevalecer y legitimarse en el largo plazo, mientras que los ilegales son
sustituidos, dado que se ejecuta más frecuentemente en su contra su alta exposición penal.
El capítulo de Gustavo Duncan explica los profundos cambios que sufrió la función mediadora de los
políticos en las relaciones entre centro y periferia, a la par del conflicto armado y el narcotráfico.
Además de permitir dimensionar las lógicas de dichos cambios, el capítulo permite entender también
los resultados diferenciales de permanencia y legitimación que se producen entre actores legales e
ilegales en el largo plazo. En un artículo de prensa Duncan6 afirmaba al respecto que “Los capos del
narcotráfico y del paramilitarismo serán encarcelados, eliminados y arruinados [y que por lo tanto] no
será con nombre propio, ni con el nombre de sus hijos o nietos, que los Escobares y Bernas se asimilarán
a la sociedad como élites legítimas.”
Por el contrario, Duncan coincide con lo encontrado en ésta investigación, en el sentido que:
…Son otro tipo de figuras sociales ligadas a ‘paras’ y ‘narcos’ los que se asimilarán como
élites emergentes: la clase política que protegió su expansión y los empresarios que se
dedicaron a lavar y a encubrir sus ganancias.
…políticos y empresarios corruptos que poseen las destrezas sociales para insertarse en el
poder legal, al tiempo que disponen del capital y la fuerza de narcotraficantes y
paramilitares, poco a poco se labran un espacio central dentro de las élites del país. Pueden
llegar a los principales cargos públicos y realizar los negocios más lucrativos con la
aprobación del Estado sin que los abundantes cuestionamientos sobre actuaciones
comprometedoras desafíen su poder en expansión.”
En esta investigación nos hemos ocupado de la reconfiguración cooptada del mapa político e
institucional. Otra investigación en curso explora lo relacionado con el mapa económico. Faltaría por
explorar lo relacionado con la fuerza pública y el papel funcional y promotor que muchos de sus mandos
cumplieron en la expansión y cumplen todavía en la reconfiguración del narcoparamilitarismo. Aunque
la Policía Nacional estuvo más dispuesta a ofrecer información para ese análisis, las Fuerzas Militares se
negaron. Por ahora, no contamos ni con garantías de información ni con garantías sobre nuestra vida
para adelantar esa investigación.
Por último, esta investigación nos deja sinsabores como ciudadanos y desafíos intelectuales. Desde el
punto de vista intelectual nos quedan inquietudes como ¿Qué tipo de Estado podemos esperar de la
participación determinante de mafias en los procesos políticos y económicos de su formación? ¿Qué
tipo de Estado resulta cuando parte de las fuerzas legales y estatales que participan en su construcción
están cooptadas por actores e intereses del crimen organizado? ¿O cuando las fuerzas supuestamente
6 Gustavo Duncan, Columna: El país que somos, El Espectador, Abril 28 de 2009
legales han usado y cooptado al crimen y la ilegalidad para su propio beneficio en el proceso de
construcción de Estado? Según estimativos oficiales, la magnitud de la tajada de la corrupción sobre el
presupuesto general de la Nación asciende a 5.2 billones7 (4 billones del presupuesto del gobierno
central y 1,2 billones de los gobiernos territoriales), es decir 1,1 puntos del PIB8. Otras fuentes, estiman
en 2 puntos del PIB el peso económico del negocio del narcotráfico en la economía colombiana9. ¿Qué
implicaciones tiene que la corrupción tenga en Colombia un peso económico equivalente a no menos
del 50% del narcotráfico? ¿Es mera coincidencia? ¿O es que las dos actividades están relacionadas? ¿Es
la corrupción una forma de lavado de activos del narcotráfico?
Como ciudadanos nos deja esperanza porque la actitud demócrata y valiente de miles de ciudadanos,
dirigentes y funcionarios, en particular dirigentes sociales, fiscales, jueces y periodistas, evitaron que la
captura y reconfiguración cooptada de nuestra democracia fuera mayor. Pero por otra parte, nos deja
también un profundo dolor de patria. Cuando en 2007 algunos autores de ésta investigación nos
atrevimos a estimar en unos 50.000 homicidios y en unos 10.000 desparecidos (Arco Iris, 2007) el saldo
trágico de la historia que se relata en este texto, desde esferas gubernamentales se nos señaló de
apátridas y apologistas de la desesperanza. En Abril de 2010, la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía
General de la Nación oficializó que a partir de las investigaciones que se han desempolvado por las
denuncias hechas por las víctimas, las indagaciones de Fiscales y las confesiones de los desmovilizados,
ha logrado documentar los siguientes casos de violaciones a los derechos humanos:
7
Ver: http://www.auditoria.gov.co/9_documentos/ponencias/2010_04_15_PonenciaAuditorContratacionVisibleIbague.pdf
8
Para una mejor comprensión, un punto del PIB representa 4,9 Billones de pesos. Fuente: DANE.
Cuentas Nacionales (2007) Ver:
http://www.dane.gov.co/daneweb_V09/index.php?option=com_content&view=article&id=128&Itemid=85
9
Ver:
http://www.cesifogroup.de/pls/guestci/download/CESifo%20Working%20Papers%202008/CESifo%20Working%20Papers%20November%2020
08%20/cesifo1_wp2459.pdf
Conducta / Hechos de violencia
Homicidios
Desaparición Forzada
Masacres
Reclutamiento de Menores (Menores identificados y ubicados como víctimas de reclutamiento
Desplazamiento Forzado Masivo (por comunidades)
Violencia de Género
Secuestros
Extorsión
Narcotráfico
Otras Conductas
Participación de la fuerza pública con Grupos armados ilegales (citados por postulados en
versiuón libre bajo juramento)
Participación de políticos en Grupos armados ilegales
Número de casos
documentados*
163.762
31.841
1.309
3.557
66.562
552
2.860
3.184
58
25.718
328
404
Infortunadamente, una vez más nuestras estimaciones se quedaron cortas. No fueron 50.000 sino
163.762 los homicidios y no fueron 10.000 sino 31.841 los colombianos desaparecidos violentamente.
Según el director de la Unidad de Justicia y Paz, por lo menos el 98% de esos delitos fueron cometidos
por grupos narcoparamilitares.
Para dar a conocer el tamaño de la tragedia derivada de la toma total del poder político y estatal por
dictaduras militares de los países del Cono Sur, se establecieron Comisiones de la Verdad. Estas fueron
algunas de sus conclusiones. En Argentina, el Informe Final de la Comisión, a Noviembre de 1989,
estableció haber documentado 8.960 casos de desapariciones10. En Chile, el Informe Final de la
Comisión se refiere a 1.213 casos de desaparición en el año 1973 por agentes estatales, otros 30
cometidos por ciudadanos, más 403 casos de detenidos desaparecidos11. En Uruguay, el Informe de la
Comisión se refiere a 128 casos de desaparición documentados y confirmados y a 56 descartados, a
partir de junio de 197312.
En ninguno de esos países fue posible procesar judicialmente todos esos casos. Por eso, la Comisión de
la Verdad cumplió un papel de verdad, justicia y reparación. En Colombia de los hechos de violencia
Ver: Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (1984). ""Nunca Más. Informe de la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas". Consultado el 6 de junio de 2010 en:
10
http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/nuncamas.html
Ver: Comisión de verdad y reconcialiación (n.d). "Violations of human rights by region" in "THE
TRUTH AND RECONCILIATION COMMISSION REPORT ". Consultado el 6 de junio de 2010 en:
11
http://www.derechoschile.com/basicos/ddhhchile/rettig/english/rettigengindex1.html
Ver: Comisión para la Paz. (2003). Informe final de la comisión para la paz. Consultado el 6 de junio de
2010 en: http://www.presidencia.gub.uy/noticias/archivo/2003/abril/Informe_final.doc.
12
documentados, la Unidad de Justicia y Paz reportó, a Abril del 2010, el siguiente balance de su
procesamiento judicial:
Justicia y Paz - Investigación de Delitos
Investigaciones iniciadas por hechos cometidos
384.652
Versiones iniciadas
2.431
Delitos confesados en versión libre
67.828
Postulados con imputación
255
Número de delitos imputados
19.497
Número de delitos con formulación de cargos
7.650
Cargos legalizados
1.435
Postulados con formulación de cargos
101
Número de postulados que terminaron formulación de
cargos y las diligencias se encuentran en la sala de
conocimiento en espera de realización de audiencia de
control de legalidad
58
Postulados con audiencia de control de legalización de
cargos
12
Sentencias proferidas
2
Casos impulsados en la Justicia Ordinaria
Casos impulsados en la justicia ordinaria por
información recibida en versión libre
6.736
Casos impulsados en la justicia ordinaria por
actividades de investigación realizadas por justicia y
paz (no recibida en versión)
2.482
Aunque la labor de la Justicia para tratar de establecer y judicializar la tragedia democrática y
humanitaria ha sido heroica, es poco probable que por la vía judicial se llegue antes de 200 años a un
cierre histórico de esas tragedias.
Colombia no ha tenido hasta hora una Comisión de la Verdad. El gobierno de Álvaro Uribe sostuvo
siempre que no era necesario; que Colombia había sido y era una democracia ejemplar.
El Estado Colombiano no fue tomado por una dictadura militar. Los avances judiciales apenas permiten
estimar que una tercera parte del poder político y estatal fue capturado por estructuras de poder
organizado con componentes armados, mafiosos, financieros y políticos
Sin embargo, en democracia, Colombia ha tenido tres veces más desaparecidos que las tres dictaduras
militares del Cono Sur sumadas. Esa es la horrorosa magnitud de la tragedia humanitaria y democrática
que causaron quienes se propusieron “refundar la patria”.
No puedo terminar este texto sin agradecer a los cientos de periodistas, líderes sociales, políticos,
fiscales y académicos que a lo largo y ancho del país compartieron con el equipo de esta investigación su
conocimiento y testimonios.
Agradezco también a las instituciones participantes y a los autores de este libro por el voto de confianza
y la paciencia que tuvieron conmigo para conducir esta investigación, así como a la Fundación Ford y la
Agencia Sueca de Cooperación, ASDI, por apoyarnos generosamente con sus recursos. A la Universidad
de Yale por haberme permitido disfrutar de un espacio académico inigualable para culminar la lectura y
ensamble de los textos de este libro.
Confiamos que los hechos relatados en esta publicación contribuyan a construir verdad para nuestras
víctimas y garantías de no repetición para las presentes y futuras generaciones de colombianos.
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