Hace ya varias décadas que ha quedado claro en las ciencias

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VIOLENCIAS PÚBLICAS Y PRIVADAS EN LA PRODUCCIÓN DE FAMILIA Y GÉNERO
En memoria de Lali Archetti
Alejandro Isla1
Hace ya varias décadas que ha quedado claro en las ciencias sociales que la noción
de familia, además de estar grabada en el sentido común de cada cultura, constituye un sitio
donde confluyen espacios públicos con espacios privados, donde se mezclan y confunden
ficciones normativas, deseos, y prácticas concretas. La asociación teórica entre 'estado',
como máxima representación de lo ‘público’ y en su antípoda, 'familia' como
representación de lo ‘privado’, realizada por Bourdieu (1994)2 fue productiva; detalló así,
el papel de la familia, como constructo social, en la reproducción social. Es decir, como
máquina de transmisión de valores y moralidades de la sociedad y el Estado, así como de
roles y conductas esperados, y entonces propiciados.
Imaginada la familia, como ‘separada del mundo social... orientada por la
idealización del interior como sacré o sanctum (par opposition à l’extérieur)’ (136); base
de sentimientos, cogniciones y principios normativos. Agregó Bourdieu, que como
definición ‘oficial’ o compartida por una sociedad tiende a ser ‘principio de construcción y
de evaluación de toda relación social’ a su vez socialmente construido (137) y parte
constitutiva del sentido común o doxa (como gustaba llamar) inscripto a su vez, tanto en la
objetividad de las estructuras sociales (como institución y además como proceso de
construcción institucional) como en la subjetividad de las estructuras mentales. Así,
concluirá: la idea de familia que todos tenemos y que creemos universal, y por lo tanto
compartida por el conjunto “...es una “ilusión bien fundada” porque en tanto produce y
reproduce con la garantía del estado, ella recibe a cada momento del Estado los medios de
existencia y subsistencia” (145)
Pero más allá de que el neoliberalismo, en especial en estas costas, atacó las bases
de la familia tradicional desde el Estado, socavando entre varios de sus pilares el rol
masculino de
1
proveedor,
la teoría de Bourdieu es a mi entender incompleta, sino
Investigador de Conicet y Flacso. Parte de la investigación se realizó en el marco del PIP 0126/98CONICET
2
En sus trabajos etnográficos iniciales como en “Trois études d’ethnologie kabyle” de mediados de los ’60 ya
insinuaba esta relación (1972).
2
consideramos la posible trasgresión a normas generalizadas y naturalizadas como la
prohibición del incesto, para entender a la familia, como también lugar de conflictos y
violencias extremas. Lo cual es poco reconocido por los involucrados, y visto por las
ciencias sociales como anomalía o excepción. Es como que existen en la sociedad dos
planos conmensurables de familia: uno, el ideal de la misma, que atesora un núcleo de
valores que se recitan desde ego como si el otro plano no existiera; y el otro, que es el
plano de la familia de hecho, constituida por las prácticas de cada una, y entonces tamizada
por sus individualidades. El dicho “cada familia es un mundo” es una verdad popular con
algunas limitaciones: cuando uno analiza las prácticas de un conjunto de familias que
comparten una cultura y las proximidades que brinda un territorio común, resaltan los
parecidos y lo excepcional se reduce.
El hogar antes de las teorizaciones de Bourdieu era ampliamente reconocido como
el sitio de la reproducción social de la familia y de la fuerza de trabajo (Benería, 1979;
Schmink, 1984). Los conceptos sobre la unidad doméstica se fueron modificando desde
fines de los ‘70. En las últimas décadas no es observada como una unidad homogénea, sitio
de toma de decisiones unívocas, sino como un espacio de contestación y de negociación
continua entre parientes, sexos y generaciones, como sobre cuestiones de identidad, rol
sexual, conceptos de género e ideología doméstica (Yanagisako, 1979, Benería y Roldán
1986; Collier-Rosaldo-Yanagisako, 1992) Pero además, en el seno de la arena doméstica
confluyen, compiten y colisionan por los menos tres actores con posibles diferentes
orientaciones: la del Estado, la individual y la de la colectividad hogareña (Selby, 1990).
La familia luego, desde mi perspectiva, no se puede pensar sólo como lugar de la
‘reproducción social’, sino y al mismo tiempo, como no-reproducción; como posible lugar
de litigios y violencia internos, como de resistencias y contestación al orden social.
Me referiré en este artículo a la familia real, como un lugar ambiguo entre el
conflicto3 y la armonía: entonces, la reproducción del orden y de la ley. Como lugar de
convivencia de pasiones: el odio y el amor. También como lugar donde confluyen, y a
veces conviven en fraternidad, las representaciones de lo público con las esferas de lo
privado y de lo íntimo, sobre lo que volveré en las conclusiones.
3
En la arena familiar, donde se socializan de manera primigenia y particular las
estructuras de lo público, se pueden constatar frecuentemente articulaciones entre
identidades políticas y de género. Sin entrar a considerar las diferentes posiciones teóricas
alrededor de los conceptos de 'identidad política' y de 'género', podemos convenir que la
primera, como adhesión a un partido político, a una ideología o a un líder, se manifiesta
más en el "espacio público", mientras la segunda, desplegada en un proceso se expresa más
en "el privado", como maneras de entender masculinidades, feminidades u otras. Debo
subrayar, no se pueden postular correspondencias automáticas entre identidades políticas y
de género4.
Pero esas identidades, no se construyen sobre una nube, sino sobre el terreno
sólido de valores y sentimientos, normas y concepciones, creencias y percepciones, que he
llamado ‘cultura política’, refiriéndome con ello tanto al terreno de las prácticas y discursos
verbales, como campos de simbolización e identificación, relacionados a expresiones de
poder, a formas de autoridad y jerarquía, conscientes o no conscientes en los actores5.
Manera por la que se puede disolver o por lo menos articular productivamente lo público y
lo privado, desde los mismos discursos y prácticas de los actores. Estos mismos establecen
una fuerte relación entre ambos campos de identidades al responder a cuestiones tales
¿cómo debe ser una familia, y una ‘verdadera’ mujer? ¿cuál es el espacio que debe transitar
la mujer? ¿cómo debe ser un ‘verdadero’ hombre: sus obligaciones hogareñas y su
extensión a la vida pública, a “la calle”? y a su vez, utilizan similares categorías y
valoraciones para describir al político, al candidato, a la democracia, a “los militares que
nos gobernaron”... al “hombre jefe”; en síntesis, desde el capataz del ingenio, hasta el
gobernador, pasando por el comisario y el juez.
3
Que puede ser la expresión de formas simbólicas de violencia, como el insulto, los gritos, hasta extremos en
lo físico: golpes, abuso sexual, homicidio.
4
Aunque bajo el terror (la dictadura, ver Isla – Taylor, 1995) o bajo fuertes inestabilidades sociales (por
ejemplo la crisis del ’89) se produce un repliegue sobre los valores domésticos más conservadores y una de
sus expresiones es la de esencializar los cuerpos, según las marcas biológicas, aumentar las separaciones y
las distancias entre los roles y por lo tanto se exacerban las distinciones de género.
5
Clifford Geertz se refería a la "política del significado" para señalar los litigios y acuerdos en espacios
simbólicos privados y públicos. Pero la teoría feminista le dio status teórico, al revelar relaciones políticas en
el seno del hogar, en la construcción de género, en las imágenes de masculino/ femenino, en la construcción
simbólica de los cuerpos mediante su representación (por ejemplo Weedon, 1979; Butler, 1993).
4
Teóricamente estoy resaltando la importancia de relevar y analizar puentes
simbólicos ⎯ algunas categorías y valoraciones nativas – constituyentes de la cultura
política, en el seno de las relaciones sociales; no para establecer conexiones causales, sino
con la idea de interdependencia y yuxtaposición, pero que en su asociación iluminan
prácticas y tradiciones. Me refiero especialmente a nociones de ‘respeto’, ‘obediencia’,
‘orden’, ‘lealtad’, ‘solidaridad’ y al par ‘libertad-libertinaje’, relevantes en la cultura
política tucumana (Isla, 2000)
En todas las sociedades se constatan estereotipos culturales que orientan los
procesos de selección e identificación de género con cargas implícitas de poder y jerarquía.
En las culturas occidentales se piensa el sexo masculino y la persona de género masculino
como ‘activa’, ‘agresiva’, ‘con poder’ y ‘autoridad’, y al sexo femenino y a la persona con
género femenino como ‘pasiva’, ‘sin poder’, ‘sumisa’ y ‘receptiva’. Estos estereotipos
inscriptos en el sentido común, tienen una incidencia decisiva en la socialización de la
persona y en la construcción de su subjetividad, desde las más tempranas edades. Y como
demostró Archetti en sus últimas obras (2003), en la construcción de los propios cuerpos y
los estilos en los que estos se desenvuelven: en el deporte como en otros órdenes de la vida.
Pero a su vez, postulo que esas valoraciones estereotipadas permiten al actor
establecer puentes cognitivos entre el espacio privado y el público. O sea, la posibilidad de
establecer puentes entre aquellos tipos de identidad, sobre lo que también Archetti
reflexionó relacionando el “deporte nacional”, el tango y la “identidad nacional”.
En segundo lugar, producen una sobrecarga en la subjetividad del autor y entonces
en su lectura de los hechos (en su etnografía) debiendo extremar las precauciones para no
caer en simplificaciones maniqueístas artificiales, ni tomar las impresiones más fuertes y
resaltadas por los actores como ‘realidad social’, sino sólo –y a veces- como una parte
mutilada de ésta.
La excepción y la regla.
5
Para ilustrar estas elucubraciones comienzo exponiendo un hecho, que me llevó a
mi último trabajo de campo en Tucumán. Aquel fue una revisita de una barriada de San
Miguel de Tucumán que realicé en el año 2002 con la intención de revisar algunos
resultados de un trabajo de campo que allí había efectuado a principios de 19936. En
aquella época las entrevistas (alrededor de 200 al azar) estuvieron centradas en la crisis que
vivían las familias de los diversos sectores de esa capital bajo los primeros efectos de las
políticas menemistas, sumadas a la crisis regional del NOA cuyo origen se pierde en los
principios de los ‘60. Pero además, nos interesaban los discursos y prácticas de los
diferentes actores en la construcción de género, de familia y de identidad política,
asombrados por el vertiginoso crecimiento del partido del ex general Bussi.
La mayoría de los entrevistados del 93 nos ofrecieron un discurso monolítico sobre
el deber ser de la familia en abstracto, pero cuando debían referirse a la suya, se lograba
intuir y pocas veces revelar, profundas transformaciones que se evitaban mencionar o
reconocer y menos aún describir. Las relaciones familiares en el lenguaje explícito
quedaban casi siempre en la penumbra de las definiciones normativas.
A pesar de la gran cantidad de entrevistas realizadas nos fuimos en el 93 con el
convencimiento de que la violencia en la familia de ego (del entrevistado), entre otras
cuestiones del mismo tenor, había quedado elidida de nuestras conversaciones; si algo
había quedado escamoteado en más de 200 horas de conversación que fueron grabadas y
luego trascriptas, había sido la violencia que se ejercía en el seno de algunas de aquellas
familias, por más que ensayamos las aproximaciones más directas y brutales, hasta las más
discretas y sutiles. En el 90% de los casos, cuando insinuábamos las diferentes cuestiones
de la violencia familiar, nos hablaban de “los vecinos de enfrente o de la otra cuadra”. Pero
justamente, fueron esas pocas entrevistas, ese 10% de entrevistas que nos quedaban casi
como anomalía estadística, las que nos sugirieron que allí había más de ‘un gato
encerrado’.
En el 2002 cuando estaba preparando la revisita a una muestra de aquellos hogares
entrevistados en el 93, me informaron que en una barriada de sectores populares
tucumanos, sobre el que había escrito un capítulo de Parando la Olla, una madre joven –que
6
Gran parte de este trabajo se publicó en Isla et al 1999.
6
llamaré Carmen- en su casilla, degolló un mediodía lluvioso a sus 3 pequeñas hijas y luego
intentó suicidarse7 cortándose las muñecas. Las criaturas no llegaron con vida el hospital.
Mientras que Carmen fue detenida de inmediato y trasladada por la policía para su cura,
presa de una crisis que la postró en un estado catatónico8 que se manifestó en gran parte del
juicio.
Una joven abogada que allí trabajaba en la difusión de derechos civiles y humanos,
me confesó que temió una reacción violenta de los vecinos contra la filicida, coronada con
su linchamiento. Por el contrario, los vecinos anonadados se hacían preguntas sobre las
causas, sin encontrar una respuesta satisfactoria. Carmen era muy querida en la barriada y
todos podían dar fe de su amor por las hijas. Las criaturas fueron veladas durante 24 horas
en la casa de los padres de la mujer, a la que acudieron no sólo pariente y habitantes de la
barriada, sino de lugares aledaños y hasta un grupo de unos 15 parientes y allegados que
viajaron desde Concepción. Hubo un detalle que al principio pasé por alto: en el concurrido
y tumultuoso velatorio, en el que la gente terminó ocupando la calle de tierra por fuera de la
casa de material de los padres de la filicida, faltaron los parientes paternos, incluido el
marido y padre de las niñas, que es importante retener.
Cuando me relataron el fatídico suceso, donde años antes había trabajado, pensé en
aquello que Schepper-Hughes llamó, utilizando las voces del Nordeste brasilero, “delirio
de fome”. O sea, una madre desesperada, ‘en delirio’, frente al llanto interminable de sus
hijas/ os pequeños, asediadas por un hambre imposible de saciar termina sacrificándolos.
En esa porción del barrio, a una década de esta revisita,
había comprobado que la
experiencia del hambre era frecuente. No fui el único que pensó en el ‘hambre’; los
periodistas del diario local La Gaceta, con más datos coyunturales, interpretaron las
causales del múltiple homicidio –que caracterizaron “El peor de los crímenes”- de igual
modo hasta el día de hoy. No se interrogaron sobre cuales eran los otros significados que
7
El 1º de febrero de 2002 Carmen de 22 años degolló a sus tres hijas de 5, 4 y 2 años respectivamente en su
casilla de tres piezas junto al Canal Norte, de Villa Muñecas. Sucedió luego de una disputa con violenta con
su marido, después que ella volvió a la casilla sin encontrar el caballo que aquél le había ordenado atar la
tarde anterior, en un terreno baldío del vecindario. El marido cirujeaba con un carro; cuando podía iba, como
la mayor parte de vecinos de ese costado de Villa Muñecas, a la cosecha de limón. El caballo fue el centro de
la última discordia; a Carmen se le había escapado.
8
Cuando la llevaban “como perdida o ausente” en una ambulancia hacia el hospital preguntó “¿Dónde me
llevan? No puedo irme muy lejos le tengo que dar de comer a mi bebé” La Gaceta 30/04/02
7
estaban por detrás del término “sufrimiento” que empleó Carmen en tres oportunidades en
una carta que aducen escribió antes del asesinato9 y que se incorporó a la causa. En ella
pide perdón a sus progenitores y en la que no hay una sola mención de marido y suegro,
con quienes vivían compartiendo el pequeño lote fiscal en dos casillas. Priorizó en su
reclamo de clemencia la consanguinidad, por sobre los parientes afines; sin embargo, a
éstos les había sustraído de su tronco ‘la sangre’ al degollar las tres hijas.
Todos me avisaron, cuando volví en el 2002, que sus pobladores habían quedado
conmocionados por lo que me resultaba difícil abordar el tema. Las primeras impresiones
en charlas muy colaterales precisaron que la ‘conmoción’ se refería más al ‘temor de
contagio’ que a lo inexplicable del horror. Por supuesto que todos tenían una explicación
del porqué se habían precipitado los hechos de esa forma, pues en una barriada marginal y
pequeña sus habitantes casi conocen y comparten la totalidad de sentimientos y eventos
privados e íntimos de los vecinos.
A partir de los relatos que recogimos10 fui armando el rompecabezas que permitía
comprender11 aquel suceso. Lo primero que debí descartar fue ‘el hambre’, al menos como
única causa del múltiple asesinato. Luego, diferentes voces de hombres y mujeres que
entrevistamos en el barrio, me fueron centrando en el meollo de este artículo: la violencia
como constitutiva/ disruptiva de relaciones sociales. Esas voces me ayudaron a pensar la
violencia física y sus concomitancias simbólicas, como atributo de la sexualidad, que en
determinadas condiciones o culturas hace parte esencial del género.
9
La reproduzco: “Perdón, perdón y mil veces perdón por este sufrimiento perdón viejito perdón golito /Doña
Golo: la madre/ perdón a mis hermanos y a toda mi familia pero necesito descansar perdón Roque /su padre/
por no dejarte a mis hijas pero yo me las tengo que llevar yo las amo a las tres y no puedo dejarlas son mi
vida y ellas tienen que estar con migo nunca se olviden de nosotras recuérdenme con alegría con risas como
soy yo y viven feliz se los pido por mi y por mis hijas perdón por favor les pido que me perdonen pero es un
hermoso día para descansar los amo a todos y gracias por querer ayudarme siempre y yo no los supe escuchar
/los padres se habían opuesto tenazmente a su matrimonio/ pero no quiero sufrir ni hacer sufrir más”. (La
Gaceta, 2 de febrero de 2002; mi énfasis e interpolaciones)
10
Las entrevistas fueron realizadas con Cristina Espíndola, trabajadora social y también conocedora de la
barriada.
11
Enfatizo comprender, y no explicar, pues el caso de Carmen debe ser leído desde su individualidad,
entonces terreno de la sicología. Como veremos, también la excepción permite iluminar relaciones de género
mucho más amplias. Como filicidio, son elocuentes los análisis de Elmiger desde la perspectiva lacaniana
(2004).
8
Pero, desterrada ‘el hambre’ como explicación monocausal del filicidio, ‘el abuso
sexual y lo golpes’ tampoco pretenden remplazarla como la causa. No me propongo con
ello, explicar las profundas motivaciones de Carmen para llegar a semejante resolución,
pues en la misma barriada muchas mujeres padecen las mismas circunstancias y las
resoluciones son otras. Sin embargo, ‘el abuso y la violación reiterada’, fueron por lo
menos un tobogán por donde se precipitaron los hechos.
Carmen relató en el juicio haber recibido golpes y azotes desde niña12 por los
mayores y también por parte de su marido; declaró también un abuso sexual a los 7 años
perpetrado por un tío que borracho la había sorprendido en su cama. Los testimonios que
fui recogiendo en octubre del 2002 confirmaron ampliamente las palizas que recibía
Carmen de su marido y agregaron otras cuestiones familiares, que terminaron de armar un
primer rompecabezas. Su suegro, “el viejo” o el rengo” como le llamaba, abuelo de las
hijas asesinadas, era conocido en toda la comarca norte de la capital tucumana, como
“hombre violento, abusador y cuatrero”. Cuando comencé a indagar el significado que le
atribuían los vecinos a estos tres adjetivos me relataron episodios que caracterizaban cada
uno.
“Violento”, por empezar pues muchas veces borracho los domingos, andaba con su
machete, por las calles del caserío buscando pendencia; pero también, cuando su última
mujer lo trató de abandonar, de irse de la precaria casilla, le metió un tiro (otros dijeron un
cuchillazo) en una pierna dejándola lisiada para siempre; por supuesto que los golpes eran
frecuentes y los gritos de la mujer eran escuchados desde las casillas vecinas. “Abusador”
quería decir en este caso, que había violado frecuentemente a sus hijas, con las cuales había
tenido hijos/ hijas; a su vez, a éstas (varias versiones coincidieron) que también las había
12
La Gaceta, lo describió de esta manera: “la asesina contó una historia de malos tratos desde pequeña (por
parte de sus padres) y citó un abuso sexual a los 7 años” En nuestra cultura la sociedad se horroriza frente a
una madre (mucho más que frente al padre filicida) que mata a sus hijos. Es considerado mucho más que un
delito: una aberración contra la sociedad y la civilización, pero también una afrenta a la naturaleza. Me lo dijo
un nativo de aquel barrio, mediante su pregunta mezcla de indignación y estupor “¡¿qué hembra mata a su
cría?!”
9
“frecuentado”, en el apeadero donde desensillaba alimentaba su caballo13. Algunas voces
sugieren que también abusaba de las hijas asesinadas de Carmen. “Cuatrero”, pues robaba
ganado, lo carneaba, y parte de su botín lo repartía con la policía de la comisaría de su
zona. Estos lo conocían de mucho tiempo y siempre desestimaron o cajonearon las
denuncias de los vecinos. O sea, lo cubrían. Pero frente a los hechos de Carmen, a la
publicidad que adquirieron las voces y al repudio social de la barriada, en ese orden, “el
Viejo” colgó su lazo de un árbol y se ahorcó. No lo podían cubrir más. Perdió los apoyos
de la policía porque su juego había sido puesto sobre la mesa por los hechos de Carmen y
las noticias periodísticas que atrajo, además de la revisita de un antropólogo.
Las causas que desencadenaron la tragedia de Carmen quedarán como un misterio
encerrados en su conciencia, y quizá desconocidas e inexplicables en su inmensidad para
ella misma14. Pero la tragedia, es decir el filicidio, fue un hecho excepcional y prueba de
ello fue el estupor que causó en la barriada. Pero lo que me sorprendió, a medida que
ampliaba las conversaciones con los vecinos, fue que la extrema como frecuente violencia
física registrada en el hogar conyugal de Carmen, era algo generalizado y sufrido en gran
parte de los hogares, en particular sus mujeres15.
Los hechos, con los cuales me estrellaba, me invitaban a pensar que todas las
mujeres son “sometidas” por sus parejas al límite de su humanidad, pues aceptan las
13
Quiero agradecer a Lorena Cabrera este fragmento de una entrevista realizada recientemente a un pariente
“del Viejo”: “...no, a ese nadie lo quería, era un terrible hijo de puta y encima gato (ladrón) … pariente por
desgracia…
-Lorena: así que nadie lo quería…
- “no… él tenía caballos y él pasaba con los caballos por acá para llevarlos a pastear…ves donde termina la
quinta, para allá, para todo ese monte… y para ahí, qué te digo, un kilómetro mas o menos, hay una laguna…
y ahí dicen que iba con las chicas y dicen que han visto que abusaba de las chicas, las propias hijas…”
14
Los informes psicológicos apuntaron que Carmen padecía “un trastorno depresivo psicótico con síndromes
delirantes y alucinatorios”. La psicóloga argumentó en defensa de la filicida que el hecho: “se trata de un
suicidio ampliado: intentó quitarse la vida y llevarse a sus hijas”, en oposición del médico forense, quien
afirmó en su informe técnico, que Carmen “se encontraba en estado de lucidez en el momento del asesinato”.
Con las sucesivas visitas a la asesina, la psicóloga logró que intentara una declaratoria, saliendo de su estado
de postración. Así los jueces de la Cámara Penal accedieron al juicio oral, realizándose los días 3 y 5 del mes
de diciembre del 2003. El fiscal pidió una condena de prisión perpetua, mientras que la defensora expuso
atenuantes para solicitar la pena de 25 años. La Sala V por fin la condenó a 15 años de prisión. Carmen estaba
embarazada sin saber, al momento de los hechos. Milagros, bautizó a su 4 hija, que por supuesto nació en la
cárcel, y quedó en manos de la abuela materna.
15
En otras barriadas se registraron casos de abuso sexual de niñas, y también de niños. Además han habido
otros filicidios, algunos relevados por la prensa.
10
‘golpizas’ con tal de concebir o tener una familia: una de las misiones sagradas
encomendadas a su rol de mujer.
No obstante, como veremos esta primer interpretación del exacerbado machismo
tucumano, no es sólo una construcción de género, sino además un tipo de representación
enfatizada de lo masculino, pero que en la cual las mujeres tienen mucho que ver. A veces,
como afirmación, desde ellas de la masculinidad como constitutivo inalterable de la
relación de pareja; pero a veces como parodia del machismo, produciendo una
representación, en el sentido de teatralización, de la sumisión. Siempre entonces, la
masculinidad como exaltación: a veces, correspondiéndose las conductas de sumisión con
el simbolismo del machismo, pero a veces como pura representación de la esposa frente al
marido y de la hija frente al padre.
Y esta posición superlativa del macho tucumano, creída profundamente o
representada con astucia y convicción por las mujeres, es también una de las causas del
abismal derrumbe valorativo en el que ha quedado sumergido el hombre, después de perder
la base de su sustento moral: el ser proveedor, lo cual comenzó a principios de los ’60, en
los sectores populares y se agravó aún más durante los ’90 alcanzando al conjunto de la
sociedad16.
Sobre el caso de Carmen, que a todos había afectado, los entrevistados
argumentaron de a ratos con pasión y certeza, pero en otros con dudas y vacilaciones,
revelando los interrogantes que aquello había disparado: ,¿porqué tuvo que matar a las
niñas?’, ‘¿porqué no se fue con las niñas lejos del alcance de marido y suegro?’ y hasta
‘¿porqué no se mató ella y dejo a las niñas con vida?’. Pero fue increíble, al menos para mí,
de afuera de esa barriada y sin compartir amplios aspectos de su cultura, no recoger una
sola pregunta de los vecinos sobre ‘porqué no mató al marido y/ o suegro, antes o en vez
de, matar a sus hijas’. No sólo algunas claves de los luctuosos hechos eran reveladas por las
16
El rol masculino en una sociedad conservadora y patriarcal, fue conmocionado por la desocupación o la subocupación
del hombre de la casa, generando situaciones en donde este se siente denigrado: "le pagan cuando quieren", "sale a buscar
todo el día y vuelve con unos pesitos que alcanzan para comer en el día; y al otro ya no se sabe", "lo despiden cuando el
patrón quiere". La ‘desvaloración’ de la masculinidad al no poder cumplir con el precepto de ser quien “aporta” y por ello
“el soporte” del hogar, implica tensiones permanentes difíciles de paliar o resolver en la pareja: la mujer esperaba el
11
voces y las interpretaciones que enunciaron y propusieron, sino también por lo que
sugerían los silencios y los espacios de significación que recortaban.
La familia en la periferia urbana.
Predominaban los hogares extensos (con numerosa prole) y complejos (con
parientes lejanos y/ o allegados) Además, fuimos encontrando los que llamamos familias en
cluster (Isla et al, 1999): o sea, ramilletes de hogares emparentados por ambos lados de la
pareja indistintamente, habitando viviendas diferentes, pero próximas. Constituyen
relaciones muy complejas, desplegando lazos que unen en algún punto de colaboración a
hogares emparentados con alguno de los cónyuges o con ambos. En el Gran Tucumán los
lazos familiares primarios17 suelen utilizarse corrientemente para canalizar diferentes tipos
de ayuda, que por nimia que parezca es fundamental para “parar la olla”. Estas ayudas,
apoyos, colaboraciones, de alguna forma se deben devolver. Entonces "la familia" es más
de un hogar, a veces compartiendo la misma parcela, el mismo barrio, o vecindad, a quien
se puede "acudir" en caso de necesidad18.
Estas redes sirven para amortiguar las urgencias y los diferentes grados de
fragmentación vecinal. La fragmentación, pensada como carencia de relaciones sólidas y
representaciones estables, es marcada. Hay pocas asociaciones vecinales, y éstas cuando
existen, tiene poca capacidad de convocatoria. Por lo tanto es la familia, entendida como
conjunto de hogares con algún parentesco entre sí, el soporte fundamental en los sectores
populares. Las redes familiares primarias se construyen en todos los sectores sociales, pero
entre los más pobres aumenta su frecuencia y se conforman comparativamente de manera
más compleja, por sus miembros y ramificaciones.
dinero del hombre con mucha confianza ("para eso me casé") y de parte de los hijos, que ven a la figura masculina
paterna de la casa tambalear.
17
Parientes colaterales próximos, ascendentes o descendentes, de una generación.
18
Las asociaciones hogareñas mayores se dan entre las familias de menores recursos y la razón es la colaboración en
ingresos y en consumo. Pero comparando tamaño y tipo de hogar con otros conglomerados del país, el Gran Tucumán
presenta familias numerosas y complejas en todos los sectores sociales.
12
Los entrevistados de las 15 familias de Villa Muñeca en el 2002 reconocieron
directa o indirectamente el uso de golpes y otras violencias físicas en alguna etapa de su
historia hogareña. En 11 de ellas entrevistamos a mujeres solas o con hijos; en la mayoría
de las mismas su marido estaban trabajando19. Algunas entrevistas se convirtieron en
pequeños coloquios familiares ya que nos topamos con grupos de mujeres parientas
reunidas, en una galería o en el patio de tierra, rodeadas de niños que jugaban y alborotaban
entre perros y gallinas. Preparamos entre esas 11 una entrevista a un grupo de adolescentes
cuyas edades oscilaban entre los 13 y 14 años, con el propósito de registrar los ideales de
“ser mujer” y de “ser varón” y sus formas de transmisión. Las otras 4 entrevistas se
realizaron a parejas maduras con varios hijos, y en un caso a un hombre sólo. Con todos se
mantuvieron diálogos, por momentos sobre detalles y pormenores de su intimidad y los
destinos que transcurrían.
Las redes de parentesco por consanguinidad o por afinidad, incluían al conjunto de
los hogares de este sector. La endogamia barrial era marcada y es probable que derivara de
su anterior origen: en los 60 fueron zafreros y miembros de una colonia de un ingenio en
Tafí Viejo. A su cierre migraron en conjunto y se establecieron en este rincón de la capital.
En la actualidad hijos y nietos de aquellos siguen relacionados al trabajo rural como
cosecheros del limón y al mismo tiempo tratando de conseguir changas como albañiles en
la construcción, como jardineros en las casa de la ciudad, y por supuesto la venta
ambulante y el cirujeo.
Las formas de las políticas de género en la cultura popular
Quisiera adelantar brevemente, antes de entrar en la materia de este apartado, la
delimitación de la ambigua noción de “cultura popular” que por otra parte es el título
general de este libro, cuyos autores me invitaron a participar con este trabajo20. Sin rodeos,
pues no es el núcleo del artículo la elaboración de esa noción, propondré como “cultura
19
En uno de esos casos estaba preso en la cárcel de Villa Urquiza en San Miguel de Tucumán.
Deseo agradecer también los agudos comentarios e interrogantes que plantearon colegas a propósito de la
discusión de un borrador de este artículo en el simposio “Las culturas populares a fin del milenio”, del
Congreso de Antropología Latinoamericano de Rosario, julio del 2005.
20
13
popular”, lo que Gramsci definió como “sincretismo” en su Osservazioni sul folclore:
"...concepción del mundo no sólo no elaborada y asistemática, ya que el pueblo (esto es, el
conjunto de las clases subalternas e instrumentales, de toda forma de sociedad hasta ahora
existida) por definición, no puede tener concepciones elaboradas, sistemáticas y
políticamente organizadas de los mismos, por su desarrollo contradictorio como múltiple;
no sólo en el sentido de diverso, y yuxtapuesto, sino también en el sentido de una
estratificación de lo más a lo menos rudimentario de todas las concepciones del mundo y de
la vida, que se han sucedido a lo largo de la historia; la mayor parte de las cuales, más bien,
se encuentran... como documentos sobrevivientes mutilados y contaminados" (Gramsci,
1971: 268; mi énfasis) O sea, la cultura popular21 sería un colage de fragmentos de
diferentes tradiciones religiosas, morales, políticas, etc. y además contaminados entre sí y
por las hegemonías que impregnan el problemático presente de esa cultura y del actor,
situado históricamente. Pero además, y es bueno aclararlo, “pueblo” y “clases subalternas”
están significando en los escritos gramscianos amplios y diversos sectores sociales. La
‘cultura popular’, caracterizada por el sincretismo, es la cultura de gran parte de la sociedad
de clases.
A partir de allí puedo presentar estos fragmentos discursivos con el objetivo de
profundizar, y al mismo tiempo amplificar, los hallazgos y generalizaciones de la
etnografía del 2002. Tomaré 2 narrativas del 93 que considero paradigmáticas respecto a
las cuestiones de familia y género en los sectores populares. En primer lugar, el fragmento
de una entrevista a una quiosquera esposa de un carnicero, propietarios de esos negocios
situados en un barrio popular que contrastaba con el precario de Carmen; en segundo lugar,
la de un mecánico de automóviles y motos, dueño de su pequeño taller, situado en la
periferia de San Miguel de Tucumán.
La quiosquera en su casa nos dedicó mucho tiempo para reflexionar sobre los
cambios que se estaban produciendo en las relaciones en la pareja22: "Yo lo que veo ahora
es de que el varón está mas en la casa y la mujer más se la pasa en la calle... por el
momento en mi casa Dios quiera que no sea así".
Al permanecer en la "casa" el hombre es vulnerable a ser manejado por la mujer, y
aparece la categoría nativa de gobernado: "Pienso que un hombre que se deja manejar por
21
Puede ampliarse esta síntesis con la lectura de Crehan, 2002.
Intercalo los temas de las preguntas, que siempre fueron abiertas, entre corchetes, y mis aclaraciones entre
paréntesis.
22
14
una mujer no es hombre, es un "maniquí... es un gobernado... y la mujer llega un momento
en que se cansa de tener un muñeco; tiene que ser el varón, que... diga 'tenés que andar
haciendo esto o aquello'... y sentirme protegida; y no yo, que se tenga que proteger por mí;
no tendría sentido para mí; todo tiene un límite, la mujer se cansa; llega el tiempo que la
mujer se encuentra otra persona, que se siente protegida, y ahí viene el defundaje".
[sobre el hijo, quien trabaja en una chanchería] -"Yo quisiera como toda madre lo mejor
para su hijo... no quisiera que mi hijo sea gobernado y que mi hijo esté lavando los platos;
ahora en un caso de que la mujer esté enferma, sí comparto de que el marido debe de
ayudarla...
[sobre hombres que son violentos con hijos y mujeres] -Mirá yo tengo el caso de mi
hermana, el marido le vivía pegando a través de los años, ahora es al revés ella le pega a
él... él es guitarrero; toma, le gusta la farra y ella era muy celosa.
[alguna vez te pegó tu marido] ".... me ha pegado una vez y nunca más porque si yo le
hubiese seguido dando lugar; he parado la mano ahí, y nunca más. ... claro es la habilidad
que debe de tener la mujer [para no dar lugar o motivo], pienso yo".
[tiempos mejores o peores para el país; 1993] -"Yo pienso que cada vez estamos peores;
que se está viniendo abajo todo o sea que no hay autoridad; que los mafiosos tienen más
poder que los mismos gobernadores; hasta la policía está metida con la mafia ... -Pienso
que tendría que venir una mano fuerte".
[Sirve la democracia?] -"No sé si sirve o no, desde que está la democracia está peor todo".
[-En qué sentido?] -"Falta de respeto; ahora hasta está todo degenerado; antes los
afeminados no salían, no se dejaban ver; tanto tenían un poco más de respeto con la gente".
(además) - No hay justicia con tantas muertes que hay y quedan impunes... Si tenés plata
salís rápido; sino te la masticás"23.
En este texto se reitera la relación que establecen los actores entre democracia,
desorden, ausencia de respeto y autoridad, impunidad, falta de justicia ("Si tenés plata,
salís rápido; sino te la masticás") con "libertinaje". La mujer enfatiza que
"degeneramiento" y "desbande" se vincula con la presencia de 'afeminados'. Lo
'homosexual' lo asocian en varias entrevistas a 'degeneramiento', desorden extremo y
público.
Los militares (recordaron en muchos casos) reprimían, impidiendo el espectáculo
público de la 'degeneración'. De allí que el remedio propuesto para esta escandalosa
situación es "tendría que venir una mano fuerte". Varios, azorados frente a loque les
aparecía como confusión de géneros y sexos (concebidos como naturales) atribuida a la
democracia, requerían una presencia masculina fuerte, con una autoridad desbordante.
23
"Salís" de la comisaría o la cárcel; que remite a corrupción. "...te la masticás", quiere decir te la aguantás;
también se usa "...te la comés"
15
"Solo un toro, arregla esto", dijo una mujer de clase media tucumana, haciendo elíptica
referencia a los testículos de aquel. Mariela, ya en el 2003, me dijo “me gustaría que venga
alguien responsable, alguien que tenga huevos”; era villera, menemista y odiaba a Bussi; su
padre y una tía habían sido detenidos por unos días al principio del 76 por “averiguación de
antecedentes” y la pasaron muy mal.
Las narrativas, cuando se tocan estos temas, por lo general están impregnadas de
violencia y de marcadores de género como en el caso de la categoría nativa de gobernado
sobre la que debemos enfocar nuestra atención. El sentido que le proporciona la mujer,
forma parte del lenguaje cotidiano y proporciona pistas para observar la construcción de
subjetividades masculinas/ femeninas. Gobernado se aplica exclusivamente al hombre,
indicando aquellos que se dejan mandar o manejar por una mujer. En el silencio que queda
sobre la mujer podemos interpretar, ayudados por las prácticas observadas,
que es
"natural" que ella sea "gobernada". Es justamente el hombre quien debe "gobernar", y
cuando no lo hace el adjetivo “gobernado” tiene una fuerte carga peyorativa.
Gobernar implica mandar en el hogar, como en la familia amplia, en cluster;
implica, desde los hijos, subordinarse a la autoridad 'paterna'. La autoridad es atributo
masculino y se hereda por esa línea y mayorazgo. Así "gobernado" es una noción, que
resalta la fuerza y dirección del atributo: el hombre, para ser tal, debe gobernar, a esposa e
hijos, que tienden a "desmadrarse", a desorganizarse. Pero al mismo tiempo, es una noción
que articula el espacio doméstico, con el público de la "calle": impuro, sucio, amenazante,
peligroso, de "degeneramiento". Que estaba limpio con los militares, y que la democracia
volvió a ensuciar. Una chica de 23 años de sectores medios, ya en la Universidad nos contó
su preocupación por ver muchachos con aritos en sus orejas o con el pelo largo, signos para
ella, de evidente feminización de lo masculino y por lo tanto de trasgresión.
Podemos entonces adelantar algunas conclusiones acerca de la percepción de la
democracia articulada a valores domésticos. Muchos valoraron a la "democracia" como un
"orden civil" que apareja "caos y corrupción" y a través de los sentidos que otorgan a
orden y respeto, y en su imaginario relacionan nociones como sociedad, gobierno y estado
con nociones y prácticas que definen posiciones de género. O sea, que las personas
articulan en su lenguaje ordinario espacios públicos con domésticos a partir de un conjunto
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de prácticas y símbolos: en el caso que analizamos gobernado es estigmatizado y
simbolizado en las antípodas de gobernador: imagen del macho poderoso, triunfador,
ejemplar, modelo para la familia y para la sociedad; quien puede tener sus costados
tenebrosos, pero lo que importa es su imagen prístina y convincente y lo otro puede quedar
relegado por aquellas virtudes.
El segundo caso que presento corresponde a un diálogo con el mecánico de 38 años
en su pequeño taller. Él reflexionaba en torno a la situación actual de la mujer -"... las
mujeres quiere que le diga, hay mujeres que quieren ser mas feministas, quieren ser libres;
yo noto que mi mujer quiere ser libre; quiere ser ella, quiere ser ella nomás, y no solo en
ella he visto, he visto en otras mujeres también, hay mujeres que comparten con el marido,
comparten opiniones... alegrías, tristezas, todo en todo momento, pero hay mujeres... que
quieren ser solas... hay que respetase mutuamente, más vale el respeto... pero hoy en día
no hay tanto respeto, es lo que se ha perdido, el pudor; el pudor humano se ha perdido...".
El mecánico se refiere a las mayores posibilidades de obtener trabajo de la mujer
apareciendo la inquietante idea de "libertad" en la mujer debiendo salir del hogar a “la
calle”; afectando una noción ordenadora de las relaciones de subordinación de lo femenino
y la consiguiente pérdida de respeto.
[Respecto a la protección del hogar sobre los íntimos: esposa/ hijos] -R. la sociedad es
errónea también, porque como dicen en la calle se aprende, se aprende, se enseña; tanto
está el bien, (aunque) es más el mal en la calle que el bien. Es como dicen muchas veces:
este es el país de la jungla, usted no sabe si en la esquina está el tigre, el león o la pantera
o cualquiera... que si ha salido un poquito más allá lo ha comido..."
"La sociedad es errónea"; en la calle está el bien y el mal. La jungla comienza al
atravesar el umbral de la casa. En la esquina acecha el tigre: uno se endurece o se tuerce
para siempre. "La calle" no es solo responsabilidad de los jefes de familia: padre y madre,
esta especialmente en su rol de crianza, de educación moral a los hijos. Sin embargo, los
peligros de "la calle" pueden bien torcer una buena educación. Ésta lo preserva de las
tentaciones y acechanzas, pero no lo salva puede ser devorado, está hablando de felinos.
Entonces "la calle" necesita ser limpiada, purificada, controlada, y así "gobernada" por
‘verdaderos’ hombres: se necesita "una mano dura" para limpiar ese “lugar erróneo” y la
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mujer no está preparada para eso. Bussi en una de sus exitosas campañas uso en los spots y
el los actos una ‘escoba de barrer’.
"...Claro, el hombre es más de la calle, ve muchas cosas más, y anda más; (pero para
obtener trabajo) ...es más costoso que la mujer...; usted no va a creer... actualmente las
mujeres tienen mas facilidad de encontrar trabajo que el hombre."
[sobre el último gobierno militar?] -R- que le diré: sí; se trabajaba y se cobraba, porque le
exigían que paguen; se acuerda que le exigían que paguen? (refiere a los patrones). Usted
tenia una deuda, tenia que pagar y bueno a nosotros nos tienen que exigir; porque si a
nosotros no nos exigen... quiere que le diga?... es como todas las cosas, le exigen que
arregle su casa, usted la va arreglar... pero si no le exigen va seguir lo mismo... nos tienen
que.. rigoriar... para que vayamos adelante".
[candidatura de Bussi] R- Estuvo "bien... como gobernador cuando ha sido la época de él
no hemos estado tan mal, habremos... seamos franco y porque lo exigía que trabajemos; ha
hecho muchas cosas raras... cosas que no estaban en mi postura, ...” se refiere a las
desaparición de personas, torturas; concluyendo: “... pero ha hecho muchas cosas buenas,
porque era poder...” lejos de una interpretación foucaultiana.
Conclusiones
La división entre 'publico' y 'privado' es en parte ficticia ya que el Estado y sus
leyes, y la política en su sentido restringido, se localizan también en ‘la familia’, que no
solo reproduce el orden moral y social vigente, sino que contribuye a crearlo. Sin embargo,
cuando uno observa la cultura popular desde las perspectivas (heterogéneas; conscientes o
no) de los actores, encuentra que se marcan fuertes diferencias entre el espacio de la
familia, la casa o el hogar (más femenino y donde lo masculino es un referente de autoridad
ejemplar, pero distante) y el de la calle (más masculino y peligroso para la mujer) Este
contraste simbolizado en esas oposiciones (familia/ mujer/ privado : calle/ hombre/
público) permite a los actores reflexionar y ponderar los cambios en el mercado de trabajo,
“los militares”, la democracia que se inaugura en el 83, la crisis del 89, la del 2001, como
las prácticas de los políticos locales y nacionales. En torno al eje, cuyos polos son ‘el
hogar’ en oposición a ‘la calle’, se perciben los cambios y transformaciones de la sociedad,
18
en relación con el sentido que otorgan a ‘palabras claves’ en la cultura popular, como
orden, respeto y autoridad. A su vez, las combinaciones entre los sentidos de orden,
respeto y autoridad, producen identidades políticas y de género, como sus articulaciones.
He llamado cultura política, justamente a los significados otorgados a esas nociones o
categorías nativas y las prácticas que resultan, anteceden y acompañan.
Las categorías que se utilizan para marcar y construir diferencias entre ‘femenino' y
'masculino' están siempre cargadas de poder y hacen referencia en otros contextos de uso a
valoraciones de conductas públicas. Esas representaciones volcadas en el lenguaje
cotidiano, se manifiestan en las prácticas hogareñas y públicas24. Las prácticas y
representaciones atraviesan la posición social que ocupan los actores en el espacio social.
Pero además de la cultura local, las representaciones están tamizadas por la memoria de la
experiencia del actor, en la que se inscriben las crisis vividas.
La familia como noción normativa incorporada en el “sentido común”, tiene que ver
con las maneras de construcción de género y generación, donde la violencia física y
simbólica tienen un papel considerable, en sus formas positivas y negativas25. A veces
contribuyendo al lazo social, y a veces destruyéndolo. Pero el papel de la conflictividad
violenta, se acrecienta en contextos culturales caracterizados por valores conservadores y
autoritarios que entran en crisis.
Valores sobre la autoridad patriarcal en el seno familiar, sobre el orden
indispensable para que exista la familia, como sobre la noción de respeto que debe profesar
la mujer a su esposo y los hijos/ as a sus padres (en especial al padre) constituyen
elementos decisivos en juicios y prácticas sobre lo ‘público’. Contribuyen, por ser la
experiencia básica de socialización del individuo, a producir la subjetividad, siendo guías
cognitivas naturalizadas en sentimientos y valoraciones. Los puentes discursivos entre
valoraciones domésticas y valoraciones públicas (nunca con correspondencia automática)
permiten interpretar expresiones políticas de la cultura popular local. Por ejemplo, en la
24
Una sola consideración metodológica: el espacio hogareño incluye otros aspectos de la vida cotidiana, más
allá de ‘lo privado’, construido como oposición a ‘lo público’. La intimidad de los sentimientos, la expresión
de los afectos y deseos, los pequeños gestos del amor y del odio, como los festejos o los conflictos violentos,
quedan en la penumbra de ‘lo privado’ requiriendo mucho trabajo de campo y la proximidad de género y
generación para revelar esos mundos ‘secretos’ de las parejas y de éstas con sus hijos. Por ello, en algunos
tramos del artículo he preferido hablar de ‘lo íntimo’ para referirme a esos lugares.
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democracia el individuo queda librado a su propia libertad y entonces muchos tucumanos
dijeron que abundaban las posibilidades de descarriarse; frente a las tentaciones del ocio y
del caos se "necesita del rigor" de la "mano dura".
Sin embargo, se pueden observar síntomas de cambios, especialmente producidos y
encabezados por mujeres. En una sociedad patriarcal han comenzado a aparecer hogares de
mujeres solas, criando a sus hijos y sosteniendo explicitamente que es preferible esta
opción a los golpes, la borrachera, la denigración. No son hogares “bien vistos” por la
sociedad y esa alternativa es dura de afrontar para la mujer, a veces sin el apoyo de sus
propios progenitores. Pero también aparecen hogares donde la pareja tiende a la
complementariedad y simetría, incluso mediante la simulación femenina de la preeminencia
masculina.
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family?. New Anthopological Views"; en “Rethinking the Family. Some
Feminist Questions”; Northeastern University Press, EU
Crehan, Kate 2002 “Gramsci, Culture and Anthropology”; Pluto Press, Londres.
25
Henrietta Moore (1994) hizo una contribución concisa y notable sobre esta cuestión.
20
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(comp.) “Culpa, responsabilidad y castigo. En el discurso jurídico y
psicoanalítico”, V. II, Edit. Letra Viva, Bs. As.
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