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LA ARQUITECTURA Y EL ESTADO DEL ARTE.
Si el acuerdo, la intensificación y la superación de la realidad, han hecho énfasis en la
vida misma, ello no significa renunciar a la intensificación del objeto arquitectónico
en cuanto tal. Frente a una historia de la arquitectura que ha insistido demasiado en
la componente formal del objeto arquitectónico, proponemos un cambio de énfasis
pero en ningún caso la suspensión de esta dimensión artística de la disciplina.
Lo que proponemos es desplazar nuestra atención desde una arquitectura vista como
hecho formal (juzgando la coherencia de la sintaxis interna del objeto), a una fundada
en los hechos arquitectónicos (verificando las situaciones que el objeto es capaz de
articular). De lo que se trata es de dejar de ver las propiedades formales de la forma y
empezar a ver lo que se podría llamar sus propiedades vitales.
Mucho de lo que estamos haciendo, no es más que estar cambiando
nuestro estilo de pensamiento
Ludwig Wittgenstein.
La arquitectura es un arte; sus objetos tienen autonomía artística. Sus problemas
nacen tanto de las circunstancias como de las leyes internas de la disciplina. Cada
obra de arquitectura es de hecho un comentario al arte, al estado del arte, que busca
mantener el paso ganado1 y eventualmente modificar y superar ese estado de cosas.
Hay que ser absolutamente modernos, sentencia Rimbaud.
Siempre lo mismo pero nunca igual.
Godofredo Iommi.
Ese cada vez con que se ha de afrontar el problema de la forma de un objeto
arquitectónico, debate radicalmente tanto su propia configuración como la de la
historia de la arquitectura. Porque si bien el arte no progresa, las artes se desarrollan
y cambian. Trabajo del arquitecto es saber ubicarse en su época, sentir el espíritu de
los tiempos, disolver la nostalgia, evitar el ridículo del anacronismo, esquivar tanto las
convenciones como las modas y novedades de decorador. La pregunta por la forma
requiere la capacidad de construcción de un presente absoluto.
Esa forma no es algo distinto del fondo del problema arquitectónico. Escribe
Nietzche:
1
Una expresión del poeta Godofredo Iommi.
Uno es artista a costo de considerar eso que todos los no artistas
llaman ‘forma’ como ‘contenido’, como la materia misma. Por decir lo
menos, fondo y forma son problemáticos.
LA FORMA Y LA CONSTRUCCIÓN;
LA EXQUISITEZ DE LA INSISTENCIA
La intensificación de la forma podría entenderse como una intensificación del objeto
arquitectónico en su dimensión material. En estricto rigor, el Partenón no es más (ni
menos) que una refinada y perfeccionada transposición a piedra de un sistema
constructivo originalmente pensado en madera. Toda su densidad arquitectónica
podría en última instancia ser reducida a la capacidad de haber encontrado en la
lentitud propia de las mutaciones, la forma adecuada a la lógica de la piedra.
La arquitectura puede ser vista como una forma de intensificación de la construcción;
una intensificación que tiene la virtud de hacer llegar la construcción a la esfera del
arte. Si Ezra Pound afirma que poesía es la lengua cargada de sentido en el más alto
grado posible, la lengua intensificada, y Auguste Perret plantea que la arquitectura e
la poesía de la construcción, podríamos proponer que la arquitectura es la
construcción cargada de sentido en el más alto grado posible, la construcción
intensificada.
LA VITALIDAD DE LA FORMA;
LA FÍSICA HECHA CARNE.
Una segunda forma de intensificación de la forma del objeto arquitectónico tiene que
ver con la forma misma. En el interior del edificio de la Cooperativa Eléctrica de
Chillán, un espacio de doble altura es a la vez sostenido y ocupado por un conjunto
de columnas configuradas a partir del encuentro de dos conos. Una rampa y una
escalera permiten recorrerlo verticalmente; el descanso de la rampa da origen a un
volumen independiente suspendido delante de la fachada sur; la escalera, un prisma
elegantemente flectado, asciende hasta la terraza superior habitada por chimeneas y
lucernarios. Todos ellos constituyen volúmenes independientes, elementales como los
denominará Borchers siguiendo la idea de hecho atómico expuesta por Wittgenstein
en su Tractatus. Los hechos arquitectónicos se identifican aquí con estos proyectos
elementales, que intensifican la volumetría de la obra en busca de ese estado de física
hecha carne que Borchers atribuía a la arquitectura.
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