tema 6: ALGUNAS TEORÍAS DE FILOSOFÍA POLÍTICA LA

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tema 6: ALGUNAS TEORÍAS DE FILOSOFÍA POLÍTICA
LA LEGITIMIDAD SEGÚN LOS FINES
Desde esta perspectiva, la legitimidad del poder político descansa en la identificación de
la comunidad con el fin perseguido por los individuos que ostentan el poder. Cuando el
poder promueve el bien común, el sentimiento de aceptación, participación y
reconocimiento crece.
Un ejemplo claro de esta forma de entender la legitimidad lo encontramos en la
filosofía griega clásica. Tanto Platón como Aristóteles defendían que la legitimidad del
poder político proviene de la utilidad que esta posee para conseguir unos fines.
EL FILÓSOFO GOBERNANTE: PLATÓN
Para el filósofo griego, el objetivo primordial del poder político es la felicidad de todos
los miembros de la polis. Dicha felicidad descansa en la existencia de un poder que
actúe y promulgue leyes de forma justa. Sin embargo, para Platón, sólo aquellos que
tienen capacidad para alcanzar el mayor grado de sabiduría podrán ser los gobernantes.
Únicamente los filósofos pueden alcanzar, según él, dicha sabiduría. Este conocimiento
les permitirá elegir siempre la forma más justa para encaminar la vida de la polis hacia
la felicidad.
Así, Platón realiza una crítica a las formas de gobierno más usuales en su época, ya que
considera ilegítimas todas aquellas en las que no se realiza la justicia, y plantea una
forma de gobierno ideal : la aristocracia o monarquía del intelecto (según Platón:
gobierno de los más inteligentes).
FORMA DE
GOBIERNO
COMPOSICIÓN
CAUSAS DE
ILEGITIMIDAD
DÉSARROLLO
TIMOCRACIA
Gobierno de
castas guerreras
Utilizan el poder
para enriquecerse
Dan lugar a la oligarquía
OLIGARQUÍA
Gobierno de
pequeños grupos
de alto rango
social
No distribuyen
bien los recursos
La protesta social da lugar a la
democracia
DEMOCRACIA
Gobierno de
No todos los
muchos (en la
ciudadanos están
antigua Grecia, de preparados
los ciudadanos)
Alguien audaz podría tiranizar la
asamblea
TIRANÍA
Un individuo con Solo se busca el
apoyo de la fuerza interés personal
Acaba por convertirse en una
timocracia
ARISTOCRACIA Gobierno de los
O MONARQUÍA más inteligentes
No hay
Busca el interés público
ilegitimidad. Es el
(del intelecto)
mejor tipo de
gobierno
EL CARÁCTER COMUNITARIO DEL BIEN: ARISTÓTELES.
Para Aristóteles, el hombre es social por naturaleza. Esto es así porque el ser humano
sólo se realiza desarrollando la virtud que le es propia y característica: el cultivo de la
razón.
La sociedad, para este autor, tiene como fin primordial proporcionar los mecanismos y
oportunidades apropiados para que el hombre pueda cultivar su virtud fundamental (la
razón).
De esta manera, la polis necesita regirse por leyes que sean adecuadas a este fin y se
adapten a los diferentes miembros que la componen. Por consiguiente, es de suma
importancia que se eduque a los ciudadanos en la responsabilidad de tomar parte en el
gobierno de la ciudad.
GOBIERNOS LEGÍTIMOS EN ARISTÓTELES
Monarquía: Gobierno de uno en interés de la comunidad.
Aristocracia: Gobierno de los mejores en pro de la polis.
Democracia: Gobierno de la mayoría a favor de la comunidad.
GOBIERNOS ILEGÍTIMOS EN ARISTÓTELES
Tiranía: Gobierno de uno ejercido en interés propio (es lo contrario de la monarquía).
Oligarquía: Gobierno de unos pocos a favor del grupo de dominante (es lo contrario de
la aristocracia).
Demagogía: Gobierno de la mayoría atendiendo a sus apetitos (es lo contrario de la
democracia).
LAS TEORÍAS DEL CONTRATO
Las teorías del contrato son el grupo de corrientes de pensamiento que utilizan un
hipotético contrato como modelo explicativo del origen y legitimidad tanto del poder
político como del Estado. Este contrato social se establece desde un supuesto estado de
naturaleza, previo a todo orden social. De forma libre y autónoma, los individuos llegan
a un acuerdo para organizarse en una sociedad.
En dicho acuerdo, los miembros de la asamblea deciden cuáles deben ser las funciones
y atribuciones del gobernante. Así, la legitimidad del poder surge del reconocimiento
que los miembros de la comunidad tienen a lo estipulado en el contrato.
El contrato se presenta como hipotético, ya que no debemos identificar el estado de
naturaleza o el establecimiento del contrato con un momento histórico concreto. Por
ello, la función de estas teorías no es narrar cuál es el origen del Estado y del poder, sino
la de justificar un tipo concreto de organización política.
Estas doctrinas hacen su aparición a partir de los siglos XVII y XVIII con las figuras de
Hobbes, Locke y Rousseau. Aunque las teorías de estos autores presentan diferencias
apreciables, todos ellos parten del ideal antropocéntrico que inaugura la modernidad y
de la crítica a las estructuras de legitimación del poder medievales.
Así, encontramos en sus doctrinas políticas los siguientes puntos de partida:
- Afirmación de la autonomía del individuo.
- Crítica a la concepción teocrática del poder que había prevalecido en Europa
durante la Edad Media.
- Establecimiento de una serie de derechos dependientes de la actividad racional
del ser humano.
THOMAS HOBBES: HOMO HOMINI LUPUS
Para Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre ya que, en su estado de naturaleza, es
egoísta, lleva una vida bastante precaria y posee las mismas posibilidades que cualquier
otro individuo para vencer en un enfrentamiento. Es cierto que unos pueden ser más
fuertes que otros, pero la inteligencia que posee el ser humano anula estas diferencias.
Debido a esta igualdad y continua lucha por los recursos, el ser humano vive en una
situación de guerra perpetua de unos contra otros. La vida humana en estas condiciones
se vuelve solitaria, breve y dominada por el miedo y la inseguridad.
El ser humano, dotado como está de razón, ve claramente que esta forma de existencia
debe ser superada. Surge así como consecuencia natural la necesidad de establecer un
contrato mediante el cual todos los firmantes acuerden someterse a un monarca.
De esta unión entre los individuos y el sometimiento a una fuerza superior, surge la
sociedad civil. Dicha sociedad civil la conforman los miembros e instituciones de un
Estado. Hobbes representa dicho Estado como un gran Leviatán.
Así, gracias a la creación de la sociedad civil y la existencia de un poder supremo
(Leviatán), los individuos que acuerdan ceder sus derechos reciben protección. Esta
protección proviene de las leyes y de la fuerza del soberano para hacerlas cumplir y
castigar los delitos.
Sin embargo, el monarca no tiene la obligación de cumplir las leyes. Posee un poder
absoluto y puede utilizarlo siempre que en su actuación defienda el derecho a una vida
tranquila de los ciudadanos. Pero, si no cumple su cometido de modo satisfactorio, es
decir, si no proporciona una vida tranquila y pacifica a sus súbditos, estos tienen
completa libertad para abandonar la sociedad civil y buscar protección y seguridad en
otras sociedades.
JOHN LOCKE: EL CONTRATO LIBERAL
Para Locke, el ser humano en estado de naturaleza es libre y dueño absoluto de su vida
y hacienda. Existe además una ley natural que obliga a todo ser humano a respetar la
vida, la salud y las propiedades de los demás. Sin embargo, la existencia de individuos
que atentan contra esta ley, y violentan con ello la absoluta libertad del ser humano,
obliga a que establezca un contrato entre individuos diferentes que garantice el respeto
de esta legitimidad. En esta decisión se encuentra el origen de la sociedad.
En dicho contrato, en un primer momento, se pactan las condiciones que deben regir la
unión entre individuos: la sociedad civil. En ella, todas las personas se imponen la
obligación de respetar la libertad y las propiedades de los demás.
En segundo lugar, se establecen las características y obligaciones del Estado. Frente a
Hobbes, John Locke sostiene que el poder del Estado no es absoluto, los gobernantes
también están obligados a respetar las leyes. Para ello, el filósofo británico defiende una
separación de poderes entre el legislativo y el ejecutivo.
- El poder legislativo. Tiene por función dictar las leyes. Su fuerza y legitimidad
proviene de los individuos que componen la sociedad civil. Estos, libremente,
eligen a sus legisladores.
- El poder ejecutivo. Debe velar por el respeto y la correcta ejecución de las leyes
que el poder legislativo ha promulgado.
Locke adelanta con ello la doctrina de la división de los poderes que hiciera famosa
Montesquieu, en 1784, en su obra “Del espíritu de las leyes”. En esta obra se estipula
como requisito de todo gobierno democrático la separación de poderes en tres
instancias: ejecutivo, legislativo, judicial. Sin embargo, Locke introduce algunas
variaciones en este esquema, ya que el poder judicial queda integrado dentro del
legislativo y, por otra parte, el poder ejecutivo queda subordinado al legislativo, aunque
depende en última instancia de la voluntad popular.
Es justamente esta voluntad popular la que posee el derecho a controlar los posibles
abusos que se cometan y atenten contra las libertades individuales. El pueblo posee
además cierto derecho a la revolución cuando los abusos de poder no permitan
restablecer de otro modo el ordenamiento garantizado por el contrato.
JEAN-JACQUES ROUSSEAU: LA VOLUNTAD GENERAL.
Frente a Hobbes, Rousseau considera que el ser humano en estado de naturaleza lleva
una vida plácida y sencilla. Posee abundantes bienes y convive con los demás
individuos en armonía.
La unión en sociedades es lo que promueve la propiedad privada, que es el peor de los
enemigos de la bondad humana. Los enfrentamientos entre individuos tienen lugar
siempre que estos conviven en agrupaciones. En ellas, la envidia y la codicia por los
bienes determina las relaciones entre los individuos, ocasionando el enriquecimiento de
unos y el empobrecimiento de otros. A partir de estas desigualdades, surgen las
relaciones despóticas de dominio.
Para acabar con esta situación injusta y defender tanto el bien común como la justicia,
Jean-Jacques Rousseau propone el establecimiento de un acuerdo que denomina
contrato social.
El origen de este contrato reside en la voluntad general que ama y defiende el interés de
la comunidad por encima de cualquier interés particular.
El contrato social de Rousseau no implica ninguna renuncia, ya que el individuo no
posee ningún derecho previo a la institución de la sociedad. Así, las leyes, dictadas por
la asamblea que encarna la voluntad popular, obtienen rango de leyes naturales, esto es,
aparecen como justas, universales e inalienables.
Para este pensador, la democracia encarna el sistema de gobierno más adecuado para
conseguir los objetivos del contrato social.
(Extractos del libro de Vegas, Rosa y otros: "Filosofía y Ciudadanía de 1º de
Bachillerato". Ed. Oxford. 2008)
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