Contextos demográficos para la tercera edad en España

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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD
EN ESPAÑA1
David Reher
Universidad Complutense de Madrid
El punto de partida para cualquier estrategia referida a los apoyos aconsejables, necesarios o siguiera posibles para la tercera edad es el contexto demográfico de la sociedad. Este contexto demográfico ha sufrido enormes cambios en las últimas décadas que
hacen aconsejable desarrollar estrategias alternativas de apoyo a la tercera edad tendentes a relativizar la importancia que en la actualidad tienen los sistemas de pensiones
públicas. Estos cambios demográficos han incidido tanto en el aumento de la esperanza de vida de la población (y su longevidad) como en la estructura por edad de la
misma. Todo hace pensar que persistirán en un futuro, tanto a medio como a largo plazo,
generando así una situación fundamentalmente diferente donde desarrollar estrategias
para la tercera edad.
Los cambios demográficos afectan a todos los países desarrollados [y a algunos países
en vías de desarrollo, si bien de forma incipiente], pero su cronología e intensidad pueden diferir. En España se produjeron con algo de retraso con respecto a muchos países
de nuestro entorno pero, una vez en marcha, han tenido una intensidad mayor. Ello significa que los retos que suponen para la población tardarán en presentarse con toda su
fuerza en España, pero se desarrollarán con mucha rapidez y con efectos posiblemente
bastante mayores.
1
Para este trabajo he podido contar con la valiosa ayuda de Angeles Lora-Tamayo y de Ignacio Duque del
Instituto Nacional de Estadística y con las útiles sugerencias de Fernando González Quiñones.
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
Este tema afecta cualquier discusión de estrategias de apoyo a la tercera edad a dos
niveles. 1) El número de personas y el número de años que estas personas estén en situación de cobrar pensiones son variables esenciales para cualquier recurso financiero de
apoyo a la tercera edad. 2) Tanto o más importante es el hecho de que los costes médicos que suponen la tercera y cuarta edad están determinadas no sólo por las personas
que estén en estas edades sino por su salud durante ese momento de sus vidas. Considerando que los costes médicos se suelen disparar en el tramo final de la vida, la duración de la tercera y/o de la cuarta edad se convierte en un tema crucial tanto por su
dimensión económica como social.
El objeto de este escrito es explicar estas dos vertientes de los condicionantes demográficos. Se detallarán los procesos históricos que han contribuido a la situación actual
y los derroteros por dónde verosímilmente se plantearán los principales retos del futuro. Pronosticar el futuro es una tarea llena de riesgos y en este sentido la población no
es una excepción. Sin embargo, sin alguna idea del futuro es imposible arbitrar estrategias públicas o privadas destinadas a encauzar sus efectos, y de ahí la importancia de
arriesgarse en las proyecciones de la población. En este sentido, el hecho de que buena
parte de la población de las décadas futuras ya ha nacido y vive en España nos ayuda a
tener cierta confianza de que los pronósticos no son un ejercicio de acertijos y creencias. Aún así, el margen de error es importante.
Todas las estimaciones históricas de la población española que se utilizarán en este trabajo provienen de los censos y de los libros de Movimiento Natural de la Población, así
como a elaboraciones realizadas con estos datos por parte del autor. En cuando a las proyecciones de futuro, nos basaremos en las realizadas por el Instituto Nacional de Estadística que contienen estimaciones de la población de España para el período 2002-2060 elaboradas bajo distintas hipótesis [http://www.ine.es/inebmenu/indice.htm]. Existen otras
proyecciones, entre las que cabe mencionar las realizadas por la División de Población de
las Naciones Unidas [World Population Prospects, http://esa.un.org/unpp/], pero no difieren en lo sustancial de las proyecciones del INE que tienen la virtud de basarse en un
conocimiento pormenorizado de la realidad española. Estas proyecciones utilizan dos
«escenarios» diferentes, uno de ellos algo más benigno de cara a los desajustes futuros en
la estructura por edad de la población y otra algo menos. Las estimaciones subyacentes
que han servido en los dos escenarios se resumen en la Tabla 1.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
TABLA 1.
PROYECCIONES DE POBLACIÓN PARA ESPAÑA
(con distintos escenarios)
Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Proyecciones de población. Base Censo 2001.
Como se puede apreciar, el primer escenario los niveles de mortalidad son un poco
menores que en el segundo, y las aportaciones migratorias son más que el doble. No hay
diferencias en la fecundidad subyacente. Ambos escenarios se pueden considerar moderados y razonables, mas, como es evidente, no hay garantía alguna que acierten a predecir el desarrollo futuro de la población. Más que el acierto exacto, indican las líneas
previsibles del desarrollo de la población en las próximas décadas. En el transcurso de
esta contribución tendremos ocasión de evaluar algunas de las premisas sobre las que
están construidas estas proyecciones.
ESTRUCTURA POR EDAD DE LA POBLACIÓN
España va camino de ser uno de los países más envejecidos del mundo. Este proceso se
puede ver con nitidez en la Figura 1, donde se reflejan tanto la evolución histórica de
la población del país como la previsión de futuro hasta mediados del siglo XXI. Se
puede apreciar como durante un siglo y medio el peso de las personas mayores no ha
hecho sino aumentar desde poco más del 5% a principios del siglo XX hasta el 16,8%
en la actualidad. Este proceso está tan sólo a medio camino puesto que, de acuerdo con
las estimaciones del INE, más del 30% de la población tendrá más de 65 años de edad
a mediados del siglo XXI.
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FIGURA 1.
DISTRIBUCIÓN POR EDAD DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
(datos históricos y población proyectada)
Una forma elocuente de ver este mismo proceso es basarse en el grupo de edad más
numeroso dentro de la población española. Antes de 1980, y una vez resueltos los problemas de registro de población joven en algunos censos españoles de principios del
siglo XX, el grupo de edad más numeroso dentro de la población española correspondía siempre a niños de 0-4 años de edad. En la actualidad el grupo con más efectivos es
el de 30-34 y para 2050 está previsto que sean personas de 70-74 años de edad. Durante buena parte del siglo XX, España tenía una población relativamente joven, sobre todo
en comparación con otros países de nuestro entorno. En la actualidad dicha población
se halla en proceso de rápido envejecimiento y para mediados del siglo XXI contará con
una población extremadamente envejecida, de las más envejecidas del mundo.
Una lectura atenta de los datos presentados en la Figura 1 indica que hasta aproximadamente el año 2000, el crecimiento en la importancia de las personas mayores dentro
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
de la población de España se lograba a costa del peso de los jóvenes, mientras a partir
de ahora ese continuado crecimiento se logrará a costa del declive en la importancia de
la población en edad de trabajar.
El causante fundamental de los cambios en la estructura por edad es la fecundidad, con
la mortalidad desempeñando un papel relativamente reducido. La caída gradual de la
fecundidad a lo largo de buena parte del siglo XX motivó una reducción continuada del
peso de los jóvenes dentro de la sociedad. Más crucial para el proceso aquí analizado,
las caídas fuertísimas en la fecundidad a resultas de la llamada «segunda transición
demográfica», que se dieron en los países desarrollados entre los años 1960 y principios
de los 1980, provocaron una caída muy importante en el número de nacimientos, variable clave para cualquier proceso de envejecimiento (van de Kaa, 1987). Ello se desprende de los datos presentados en la Figura 2. Desde 1946 hasta mediados de los 1970,
se produjo un aumento considerable del número de nacimientos en España, llegando
casi hasta los 700.000 al año. A partir de 1976, todo esto cambió de forma muy repentina. El índice sintético de la fecundidad pasó de 2.8 hijos por mujer en 1976 a 1.2 en
1994 y 1.16 en 1998. Esta brutal caída se tradujo en una caída igualmente fuerte en el
número de nacimientos, y supuso una reducción en las mismas de más de 40 por cien
en tan sólo una quincena de años [1978-1993]. En los últimos 10 años aproximadamente, la fecundidad y el número de nacimientos han vuelto a subir un poco gracias,
ante todo, a las contribuciones de inmigrantes a la natalidad.
Este descenso en el número de nacimientos se logró a pesar de haber cada vez mayor
número de mujeres en edad fértil; de ahí que la caída relativa de la fecundidad fuese
mayor que la caída en el número de nacimientos. Todo esto está a punto de cambiar ya
que parece previsible que dentro de breve el número de nacimientos vuelva a descender de manera muy importante debido al hecho de que el número de mujeres en edad
fértil, tras décadas en aumento, empezará un largo declive gracias a las reducciones en
los nacimientos ocurridos hace ya 25-30 años. De acuerdo con las proyecciones del
INE, la entrada de inmigrantes en España amortiguará las implicaciones de esta reducción, pero no lo neutralizará.
Ese cambio de tendencia ocurrida en España durante el último cuarto de siglo XX está
en la raíz de buena parte de los desajustes en la estructura por edades de la población y
de los retos que plantea esta nueva fase de rapidísimo envejecimiento. Se ha convertido en el factor clave para entender buena parte del presente y del futuro de la población
en España.
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FIGURA 2.
NACIMIENTOS EN ESPAÑA
(datos históricos y población proyectada)
Las expectativas de las personas ante sus propias vidas, y en particular las de las mujeres, son un factor crucial para cualquier explicación de esta bajísima fecundidad. De
ello se desprende que no hay que considerarla como fenómeno pasajero en la sociedad,
sino más bien como un rasgo estructural de la misma. Es cierto que la fecundidad en
España es de las más bajas de entre las sociedades desarrolladas del mundo, pero también es cierto que muy pocos países desarrollados tienen una fecundidad cercana al
nivel necesario para el reemplazo de la población. Incluso cuando ello se da [caso, por
ejemplo, de los Estados Unidos], se puede argumentar que se debe más a factores
excepcionales de dicha sociedad [su mercado de trabajo, la fuerte presencia de inmigrantes, o la persistencia de ideas tradicionales] que a diferencias en los procesos que
afectan a la mayor parte de países que disfrutan de niveles de elevados de vida. Por todo
eso, la baja –o bajísima– fecundidad tiene visos de ser un factor estructural de las sociedades del futuro.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
El resultado más visible de este proceso es un rápido envejecimiento de la población
motivado más por la «falta» de jóvenes que por el «exceso» de ancianos. Sus implicaciones de cara, por ejemplo, a los sistemas de educación se han dejado sentir en España durante ya tiempo. En los próximos años, va a afectar tanto a jóvenes como a la
población en edad laboral. A resultas de ello, el mercado de trabajo en España y en otros
muchos países desarrollados se está enfrentando a una situación de escasez estructural
en la oferta de trabajo (Reher, 2004). Los flujos migratorios tan fuertes de los últimos
años, producto en parte de esta incipiente escasez de oferta de trabajo, ayudan a paliar
esta situación aunque no está nada claro que supongan un remedio eficaz a largo plazo,
a menos que su intensidad aumente hasta niveles insospechados en la actualidad.
Tomado en su conjunto, este proceso tendrá una serie de implicaciones muy importantes para la sociedad española. A continuación se enumeran algunas de las más significativas.
1. En un plazo relativamente corto la población española empezará una larga fase de
reducción. De acuerdo con las previsiones que hemos estado utilizando aquí, este proceso empezará entre 2024 (previsión «pesimista») y 2050 (previsión «optimista»). De
seguir la fecundidad en niveles sensiblemente inferiores al reemplazo, la pérdida neta
de la población para finales del siglo XXI puede ser muy elevada y duradera.
2. En breve la población de España dejará de ser capaz de asegurar el reemplazo por
medios naturales (excedente de nacidos sobre difuntos) [entre 2017 y 2019 según las
proyecciones utilizadas]. A partir de dicha fecha, el saldo natural será cada vez más
negativo.
3. Por ello, las aportaciones migratorias serán la clave no sólo del crecimiento de la
población sino para la estructura por edades de la misma. De acuerdo con las proyecciones del INE, para 2050 más de la cuarta parte de la población en España habrá
nacido fuera del país. De incluir los hijos de segunda generación de dichos inmigrantes, el peso de estos grupos sería bastante mayor. Es evidente que no hay forma
de saber el número de inmigrantes que habrá en España en el futuro, pero podemos
estar seguros que ocuparán un papel cada vez más importante dentro de la sociedad.
No cabe minusvalorar su papel de cara a la estructura por edad de la población.
4. Pese a los aportes migratorios, la población en edad de trabajar no sólo irá perdiendo peso relativo dentro del conjunto nacional (Figura 1) sino el número total de estas
personas empezará a disminuir entre 2025 y 2030. A la altura de 2050 la población
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
entre 20 y 69 años de edad habrá disminuido en entre 7 y 18% de acuerdo con los
distintos escenarios previstos.
5. Por el contrario, el número de personas ancianas se multiplicará por más que dos
entre 2005 y 2050. Tomando como ejemplo la población de 70 años y más, el factor
de aumento será de entre 2.2 y 2.4 en los distintos escenarios empleados.
El resultado global de este proceso de cara a las pensiones y los sistemas de provisión
social no se hará esperar, ya que el ratio entre personas en edad de trabajar y personas
ancianas disminuirá radicalmente. En la Figura 3 hemos plasmado estos datos para la
población mayor de 65 años [frente a la población de 20-64] y para la mayor de 70 años
[20-69]. Los resultados ofrecen una llamada de atención acerca de los problemas previsibles que se avecinan para la sociedad de bienestar y los sistemas de pensiones ya
que la ratio de personas en edad activa frente a personas mayores se reducirán a menos
de la mitad en las próximas décadas. En estos momentos, dicha ratio es una muy saludable 5.5: 1 para personas de 70 y más años de edad y 3.75: 1 para los de 65 y más.
Hacia mediados del siglo XXI esta ratio se habrá reducido a aproximadamente 2.25: 1
y 1.2: 1 respectivamente. La dinámica prevista es similar en ambos escenarios, por lo
que podemos tener cierta confianza en el camino marcado.
Cabe recordar que el indicador utilizado es únicamente un indicador de estructura por
edad. Por ello, sólo refleja capacidad teóricamente de la población para hacer frente a
las necesidades de la tercera edad. Para reflejar la realidad de la población activa frente a la población dependiente, todas las personas de 20-64 años de edad (o de 20-69)
tendrían que estar ocupadas y la totalidad de los mayores de 65 (ó 70) tendrían que ser
dependientes en sentido económico. Ello evidentemente no se da. En la actualidad, la
ratio sería bastante inferior para ambos indicadores y podemos imaginar que también
serán inferiores a las ratios de mediados del siglo XXI. Aún considerando estos matices, sin embargo, es evidente que los sistemas públicos de provisión social, relativamente saneados en estos momentos, se encaran a un futuro de dificultades cada vez más
graves.
En sus orígenes, el estado de bienestar se basó en una abundante población trabajadora
que contribuía al pago de las necesidades de una población dependiente relativamente
reducida. Eran momentos de crecimiento rápido de la población en los países desarrollados donde la mayor carga de dependencia correspondía a los jóvenes. La dependencia de mayores, tan central para las previsiones de futuro en estos mismos países, era
muy reducida: un porcentaje relativamente reducida de la población llegaba a ser ancia-
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
na y vivía relativamente pocos años como ancianos. De estimar las mismas ratios que
las recogidas en la Figura 3 para poblaciones históricas, esta realidad queda patente. La
ratio de personas 20-69 frente a las de 70 y más años era en torno a 16: 1 antes de la
Guerra Civil, 13: 1 en la posguerra y 10: 1 entre 1970 y 1995. La ratio 20-64/65+ se
situaba en torno a 9: 1, 8: 1 y 6: 1 durante los mismos períodos. Eran fechas oportunas
para poner en marcha este tipo de medida social; la estructura por edades de la población así lo permitía. Los efectos de la transición demográfica iban reduciendo dicha
ratio, pero seguía en un terreno perfectamente factible, sobre todo considerando los
aumentos de productividad en la economía. Todo esto ha cambiado de forma brusca, a
menos en los términos temporales propios de la historia, y el futuro ahora ha de encararse con considerable pesimismo.
FIGURA 3.
POBLACIÓN EN EDAD DE TRABAJAR POR PENSIONISTA EN DOS CONTEXTOS
En sentido más amplio, la dependencia general de la población española muestra un
perfil similar. La Figura 4 recoge la evolución histórica y futura de un indicador habitual de la razón de dependencia. Este indicador se genera al dividir la suma de la pobla-
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
ción joven [0-14] y la población mayor [>=65] por la población 15-64. Representa de
forma muy general la razón entre dependientes y activos dentro de la sociedad. Los
datos recogidos en la Figura 4 indican que tras un siglo de progresivas reducciones en
el peso de la dependencia en España, en las próximas décadas esta tendencia se va a
invertir con un aumento de entre 75 y 90%.
FIGURA 4.
RAZÓN DE DEPENDENCIA EN ESPAÑA (1900-2055)
(datos históricos y población proyectada)
Las estimaciones para el futuro que se han presentado en esta parte de nuestro escrito se
basan en los distintos escenarios que subyacen las proyecciones desarrolladas por el INE.
Como se dijo antes, estos escenarios recogen premisas razonables y moderadas de las distintas variables demográficas. ¿Pueden errar ese futuro? Sí que es posible, aunque difícilmente se equivocarán en la dirección general de la evolución de la población. Las dudas
mayores afectan a las estimaciones de la fecundidad (una subida gradual hasta un índice
de 1.52 hijos por mujer) y a las migraciones, donde prevén la continuación de llegadas
importantes de inmigrantes al país. En el primer tema, se podría argumentar que a largo
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
plazo la fecundidad subirá aún más de lo provisto. De hecho, otras proyecciones existentes prevén una fecundidad mayor. En ninguna de ellas, sin embargo, se ha previsto que la
fecundidad se acerque o supere el nivel de reemplazo (2.1 hijos por mujer).
También se podría argumentar que la fecundidad no llegará siquiera a la cifra de 1.5
hijos por mujer. La persistencia de una fecundidad extremadamente baja, si bien posible, no parece probable por una serie de razones que van desde las condiciones del mercado de trabajo –que mejorarán en el futuro debido a la progresiva escasez en la oferta
de trabajo– hasta la contribución en potencia de los inmigrantes a una fecundidad superior. A decir la verdad, sin embargo, la opción de una fecundidad que continúe siendo
bajísima (en torno a 1.3 hijos por mujer), se debe descartar por que la situación que se
derivaría de ella sería sencillamente impensable. Cómo se diría en un inglés coloquial,
de seguir la fecundidad así de baja, «all bets are off» para el futuro de la sociedad.
Donde no cabe duda es que la salud a largo plazo de la sociedad está relacionada con el
número de niños que nacen, con la fecundidad de las mujeres. Como dijo Massimo Livi
Bacci (1998, 2001) hace no mucho tiempo, los hijos no sólo son un bien de consumo
privado sino un bien de inversión social (Lee, 2001). De seguir con una fecundidad tan
baja la sociedad española entrará en un espiral descendente de impredecibles pero negativísimas consecuencias.
La otra variable que infunde ciertas dudas de cara al futuro son los aportes migratorios.
No cabe duda alguna que la llegada de inmigrantes supone un alivio para los desajustes
en la estructura por edad de la sociedad. Caben mayores dudas acerca de su posibilidad
de suponer un remedio completo para el problema. ¿Alivio o remedio?, he aquí la duda.
Las estimaciones del INE se basan en la llegada de contingentes importantes de inmigrantes que darán lugar a una sociedad con una fuerte proporción de población de origen no español pero que no cambiarán los perfiles básicos de la evolución futura de la
población. Nosotros optamos por considerar la inmigración un alivio importantísimo
pero no un remedio para los desajustes en la estructura por edades de la población
(Reher, 2007). Esta opinión se basa en las siguientes razones:
1. La fecundidad de los inmigrantes es mayor en principio que la de los nativos aunque
todo indica que se va aproximando al nivel de la sociedad receptora. Es decir, es previsible que una fecundidad por debajo del nivel de reemplazo sea propia también de
los grupos de inmigrantes, sobre todo una vez que lleven cierto tiempo en España.
2. Estas personas proceden de países en los que la fecundidad ya no es tan elevada.
Conviene distinguir aquí entre los inmigrantes que proceden del este de Europa
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
donde la fecundidad es aún menor que la española, y los que provienen de Latinoamérica o África, cuyos países están inmersos en un proceso de reducción vertiginosa de la fecundidad. Tomemos dos ejemplos: En Marruecos, el índice sintético de
fecundidad se situaba en 5.9 en 1975-80, en 4.45 en 1985-90, en 2.97 en 1995-2000
y en 2.42 en la actualidad. En Ecuador, el mismo indicador, era de 5.4, 4.0, 3.1 y 2.7
en las mismas fechas. Con esto queremos enfatizar que dentro de poco estos inmigrantes procederán de países con fecundidades cercanas o debajo del nivel de reemplazo. En ese contexto, contribuirán relativamente poco a la fecundidad en España.
3. Dentro de pocas décadas, buena parte de los países emisores empezarán a entrar en
una fase de escasez de oferta de trabajo en sus propios mercados laborales, producto de una continuada reducción en el número de nacimientos. Ello es particularmente visible en un país como Marruecos donde el número de nacimientos ya empezó a
descender en 1985 y en la actualidad se halla más del 15% por debajo de sus niveles máximos. De seguir este camino otros países emisores, dentro de poca ya no se
podrá considerar este entorno como una fuente inagotable de oferta de trabajo
sobrante.
4. Los inmigrantes también envejecen y terminarán percibiendo las mismas pensiones
públicas que los demás españoles.
5. Finalmente, si consideramos que los inmigrantes que hasta el presente han llegado a
España suelen ocupar puestos de trabajo despreciados por los nativos y a menudo
trabajan al margen de la legalidad vigente, su contribución a los sistemas de pensiones será bastante reducida. Su contribución a la riqueza nacional y al bienestar de los
ciudadanos, en cambio, no admite dudas.
Por todo ello, no cabe excesivo optimismo acerca de la capacidad de la inmigración
para remediar a largo plazo los desajustes en la estructura por edad de la población. De
cambiar la procedencia de inmigrantes a favor de países más lejanos y menos avanzados en sus propios procesos de transición demográfica, cabría la posibilidad de lograr
aportes aún más importantes numéricamente que los previstos por el INE. De ser así –y
es posible– la sociedad españolad de mediados del siglo no tendría en torno a 25-35%
de la población de origen no español sino de porcentajes bastante mayores. En ese caso,
España estaría metida en lo que David Coleman (2006) ha llamada recientemente la tercera transición demográfica donde la naturaleza misma de las sociedades receptores
cambia debido al enorme peso de personas nacidas en otros países.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
Los retos que plantean los desajustes en la estructura por edades de la población española de cara al estado de bienestar y sobre todo a los sistemas de pensiones públicas van
a ser enormes. El presente de este sistema es a todas luces halagüeño, con superávit en
la Seguridad Social y otros datos positivos. Por el contrario, el futuro no va a ser en
modo alguno placentero. Los encargados de elaborar las políticas públicas tienen la
obligación de ir preparando a la sociedad para esta realidad ya que las opciones puestas
en marcha de forma gradual y bien explicadas serán siempre menos dolorosas que las
medidas drásticas y repentinas. Aunque no hay muchos resquicios para ser optimista
sobre el futuro, también es cierto que existen opciones que, aunque parciales, son interesantes y válidas. El primer paso ha de ser convertir este tema en tema de debate social,
encarándolo con valentía y sin las cargas demagógicas al uso. Ello ayudará a generar el
caldo de cultivo necesario para poder emprender las políticas tan molestas como necesarias.
¿HASTA QUÉ EDAD Y EN QUÉ CONDICIONES VIVIREMOS?
El otro gran tema se refiere a la longevidad de la población. La reducción continuada
de la mortalidad, con una esperanza de vida al nacer que en países más desarrollados
ronda los 80 años para ambos sexos, con cifras bastante mayores entre mujeres, es una
parte esencial de esta ecuación.
Existen en la actualidad debates acerca del máximo esperable de aumentos en la duración de la vida de una población humana, aunque las cifras apuntadas (115, 120 ó más
años) son muy especulativas con escasa base en datos empíricos. Lo que sí es cierto es
que dicha esperanza en la actualidad es mucho mayor de lo que nadie hubiera esperado
hace tan sólo 10-15 años, y se pueden aportar evidencias que el proceso de aumento
continúa. Las grandes reducciones de la mortalidad por enfermedades infecciosas que
caracterizaron los primeros 50-70 años del siglo XX, han dado lugar a cambios igualmente notables en muchas enfermedades no infecciosas, a menudo crónicas y degenerativas, cuya incidencia por sexo y edad se ha reducido a la vez que su peso en el conjunto de la mortalidad ha aumentado.
Este tema tiene dos dimensiones de considerable importancia. Una de ellas se refiere a
la vida media de la población ya anciana y la otra se refiere a las condiciones en las que
las personas van a vivir los últimos años de su vida. Pronosticar la evolución futura de
la mortalidad es tarea problemática aunque a tenor de nuestra experiencia reciente parece previsible que la población termine viviendo cada vez más años dentro de la tercera
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
edad. Ello tiene una importancia considerable para todas las estrategias que se puedan
arbitrar de cara a este tramo cada vez más prolongado de la vida. Sin embargo, la cuestión clave no es sólo el número de años que las personas puedan esperar a vivir pasada
una cierta edad [digamos, los 65 ó 70 años] sino el número de años que viven en salud.
Ello marca la divisoria entre lo que Peter Laslett (1989) llamaba la «tercera» y la «cuarta» edad, siendo la primera una especie de otoño dorado de la vida y la última un período de decrepitud, discapacidad y dependencia. En los últimos años existen comprobaciones de que la extensión de la vida en salud ha ido aumentando, pero no por ello podemos descartar una extensión también en la duración de la vida en decrepitud. Aunque
no haya estudios empíricos concluyentes al respecto, es previsible que ambas aumenten
de manera más o menos paralela en el futuro.
En las líneas que siguen se intentará arrojar alguna luz sobre estos dos interrogantes,
siempre en clave de la situación de España que, dicho sea de paso, no es muy distinta a
la que viven otros países de baja mortalidad. De nuevo hay que echar mano de las proyecciones de las tendencias de mortalidad para el futuro. Aquí se utilizarán dos. Uno de
ellos recoge las proyecciones más recientes del Instituto Nacional de Estadística realizadas a partir de en las defunciones del año 2005 que refleja ya una alza en la esperanza de vida con respecto a sus escenarios previstos para las proyecciones completas de
2001-20022. La otra estimación, algo más rudimentaria, se basa en una proyección por
regresión lineal de las tendencias observadas en la vida media entre 1975 y 2004.
Ambas estimaciones se pueden considerar moderadas, dentro de lo que podría ocurrir.
En cualquier caso, cabe insistir en que no hay garantía alguna de que así ocurra en la
realidad del futuro. Estas proyecciones nos ayudan a comprender el campo de juego del
futuro, pero en manera alguna su perfil exacto.
Primero es importante entender cómo se ha llegado la sociedad española hasta donde
está ahora. Para este ejercicio, hemos preferido utilizar las tablas de vida quinquenales
desarrollados recogidos en la Human Mortality Database [http://www.mortality.org/] y
basadas en datos oficiales españoles. Los indicadores utilizados son: la esperanza de
vida al nacer [e(0)], a los 65 años [e(65)] y a los 80 años [e(80)]. En cada caso se refiere a la vida media de una población a estas edades, aplicándoles la probabilidad de
morir a distintas edades vigentes en el momento de realizar la tabla. Es decir, se trata de
estimaciones que sólo replicarían la vida media real de una generación determinada si
los niveles de mortalidad vigentes en el momento no variasen a lo largo del resto de sus
2
Estos datos inéditos nos han sido facilitados con toda amabilidad por parte del INE.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
vidas. Este detalle técnico anima a tomar con cierta distancia los valores exactos de los
distintos indicadores.
Corresponde aquí una última puntualización. Se ha utilizado el indicador e(0) para
reflejar el nivel general de mortalidad vigente en la sociedad. La vida media a 65 años
se refiere a una población que llega a la jubilación más o menos a la edad que será
vigente en el futuro y la de 80 años de edad se refiere muy aproximadamente a la vida
media de una población ya muy metida en un proceso de dependencia más o menos
completa. Ni los 65 años tiene por que ser la edad de jubilación en el futuro [ni en el
pasado], ni los 80 es necesariamente el umbral entre la tercera y la cuarta edad, pero nos
permiten hacernos una idea de las necesidades creadas por los procesos demográficos.
La Figura 5a-c recoge los perfiles básicos de la evolución de la mortalidad en España
entre 1908 y 2004. En ella, se pueden apreciar con nitidez las siguientes características
del declive de la mortalidad.
1. A lo largo del siglo XX se produce una reducción enorme en la mortalidad en España. Tomado en su conjunto, las ganancias son mucho más importantes –con la excepción del período de la Guerra Civil– entre 1920 y aproximadamente 1960. A partir
de esa fecha, la mortalidad en su conjunto continúa mejorando, pero el ritmo de
ganancia es menor.
2. La dinámica de la esperanza de vida a edades mayores es diferente ya que apenas se
aprecian ganancias durante la primera mitad del siglo, mientras que después las
ganancias son cada vez más rápidas. Esta tendencia se nota en particular a partir de
1975-1980.
3. A principios del siglo XXI, la vida media a los 65 años de edad se acercaba a los 21
años para mujeres y los 17 años para hombres. Para personas de 80 años de edad, la
vida media duraba 9.2 años entre mujeres y 7.6 con hombres.
4. La ventaja de mujeres es evidente con los tres indicadores utilizados, y en cada caso
va a más en términos absolutos. En términos relativos la desventaja de hombres
sigue aumentando en ambos indicadores de ancianos. En la primer parte del siglo
XX, la esperanza de vida era en torno al 7% mayor para mujeres que para varones a
los 65 años y 13% mayor a los 80 años. En años más recientes, la ventaja de mujeres ha aumentado, siendo en torno a los 18-20% tanto a los 65 como a los 80 años
de edad.
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
FIGURA 5.
LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE TRES INDICADORES DE ESPERANZA DE
VIDA EN ESPAÑA
Figura 5a: Vida media al nacer
Figura 5b: Vida media a los 65 años
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
Figura 5c: Vida media a los 80 años
La Figura 6a-c recoge dos proyecciones de futuro para los mismos indicadores, uno del
Instituto Nacional de Estadística realizada con datos definitivos de mortalidad de 2005
y la otra basada en una proyección por regresión lineal de las tendencias observadas en
los indicadores entre 1975 y 2004. Como se puede apreciar en esta figura, las dos proyecciones arrojan datos muy similares al principio aunque cada vez más distantes de
acuerdo con el paso del tiempo puesto que las proyecciones INE prevén una cierta
reducción en el crecimiento de la vida media. En cualquier caso, los resultados no son
disimilares.
De acuerdo con estas estimaciones, en las próximas décadas, la esperanza de vida a los
65 años se colocará en entre 25 y 27 años para mujeres y 20 y 21 años para hombres, y
a los 80 años de edad, se situará entre 12 y 13 años entre mujeres y entre 9 y 10 para
hombres. Ello supone una extensión media de la vida de unos 5 años más que la vigente en la actualidad para personas de 65 años de edad y de más de 3 años más para personas de 80 años de edad. Para mediados de siglo el aumento de la vida media de la
población mayor será entre 25 y 35%, según la proyección utilizada y el sexo. Si la
reducción en la mortalidad supera los horizontes fijados en estas proyecciones, la vida
media también se prolongará bastante más.
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
FIGURA 6.
TRES INDICADORES DE ESPERANZA DE VIDA EN ESPAÑA DE
ACUERDO CON DOS PROYECCIONES
Figura 6a: Vida media al nacer
Figura 6b: Vida media a los 65 años
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
Figura 6c: Vida media a los 80 años
Para calibrar de forma más realista el monto de las necesidades futuras de las personas mayores es preciso hacer intervenir tanto la vida media a distintas edades como
el número de personas a esas edades. Esto mismo se ha realizado en un ejercicio sencillo cuyos resultados se plasman en las Tablas 2 y 3. En ellas, se utilizan las proyecciones de longevidad del INE así como sus proyecciones generales de población. De
esa forma, estamos en condiciones de saber el número medio de personas con 65 y 80
años en cada quinquenio. Si se multiplica este número por el número medio de años
que pueden esperar a vivir, se aproxima al número de personas-año susceptibles de
necesitar determinados productos financieros públicos o privados para el apoyo de su
propia vejez. De una lectura cuidadosa de estas tablas, cabe subrayar los siguientes
resultados:
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
TABLA 2.
ESCENARIOS POSIBLES PARA LA LONGEVIDAD DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
DE 65 AÑOS DE EDAD, 2005-2050
Nota: Para estimar la población por edad, se ha utilizado la proyecciones del INE [2002]. (Escenario 1). Parfa la
estimación de la vida media, se han utilizado las desarrolladas por el INE a partir de la mortalidad en 2005.
1. Durante las décadas venideras, la demanda en potencia de personas de la tercera
edad no va a hacer sino aumentar de manera pronunciada. De acuerdo con estas proyecciones, entre 2005 y 2050 el número de personas de 65 años de edad se va a multiplicar por 1.9 (varones) y 1.7 (mujeres). Estimada esta demanda en términos del
número de personas-año, el aumento será de 2.2 y 2.0 respectivamente.
2. Para personas de 80 años el aumento de la demanda será bastante mayor. El número de demandantes se multiplicará por 2.3 (varones) y 1.9 (mujeres), mientras el
número de personas-año lo hará por 2.8 y 2.3 respectivamente.
3. Durante varios quinquenios, la tasa de incremento quinquenal de estos indicadores
se situará entre 10 y 15%. Sólo al final del período se podrá apreciar una reducción
neta en los demandantes de 65 años, y relativa entre personas de 80 años de edad.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
4. La causa principal del aumento de la demanda será el número de personas que van
siendo mayores. Los aumentos en la esperanza de vida a edades mayores agravan
pero no crean esta situación.
La utilidad de este tipo de estimación está condicionada por dos cuestiones claves: la longitud máxima de la vida y el número de años que las personas viven con salud buena y con
salud precaria. En ambos temas, la especulación tiende a primar sobre el conocimiento científico. Aún así, dichos temas son de mucha importancia para las sociedades desarrolladas.
¿Existe un límite biológico a la longitud máxima de la vida? Esta pregunta interesa, y
mucho, a individuos que están planificando su jubilación y a personas que diseñan las
políticas sociales y de salud para la población anciana. Sin entrar en las predicciones
mayestáticas de un límite de la vida de 115 ó 120 años, hay importantes debates al respecto dentro de la comunidad científica. Existe una corriente de opinión según la cual de
alguna manera nos estamos acercando a los límites de crecimiento de la esperanza de vida
debidos sobre todo a las limitaciones impuestas por la biología humana (Olshansky, et.al,
1990, 2001). Por el contrario, no faltan voces discrepantes y muy autorizadas. Estas se
basan, ante todo, en una evaluación detenida del desarrollo histórico de la esperanza de
vida. Recientemente, Oeppen y Vaupel (2002) han observado que desde 1840 la esperanza de vida al nacer de mujeres no ha cesado de aumentar con gran regularidad, siempre
considerando los niveles máximos alcanzados en el mundo en un momento determinado.3
La recta de regresión de estos valores sugiere que el ritmo de ganancia a lo largo de más
de siglo y medio ha sido en torno a 2.5 años por década.4 La recta correspondiente a los
hombres es similar, aunque su pendiente es algo menor. Estos autores rechazan de plano
el argumento de que existe un suelo hipotético de reducción en las tasas de mortalidad a
edades mayores, citando varios ejemplos de cómo el aumento en la esperanza de vida
habitualmente supera las expectativas más optimistas.
De hecho las proyecciones de esperanza de vida al nacer que acaba de realizar el INE
y que se han utilizado en este trabajo se basan la idea de que nos estemos acercando al
límite máximo ya que los ritmos de aumento a edades mayores se aminoran tal y como
se puede apreciar en la Figura 6. De tener las mujeres españolas el comportamiento de
máximo éxito previsto en el modelo de Oeppen y Vaupel, para 2045-49 la esperanza de
vida al nacer serían de 95.5 años, en lugar de los 88.1 previstos. Este debate no tiene,
3
Esta estimación no se refiere a la trayectora de un solo país, sino al país con mayor esperanza de vida en
un momento determinado. Recoge, por así decirlo, la máxima de esperanza de vida en el mundo en distintos momentos.
4
En torno a 1845, fueron las mujeres suecas las que tenían una esperanza de vida mayor (en torno a 45
años), mientras que la máxima existente hoy en día son las mujeres japonesas (con cerca de 85 años).
55
INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
claro está, ni vencedor ni vencido. No obstante, es muy importante tener presente que
los aumentos en la esperanza de vida pueden continuar bastante más allá de los límites
recogidos en las distintas proyecciones al uso. Como se ha podido ver aquí, este aumento tiene y tendrá implicaciones de cara a necesidades que tengan las personas mayores
en esta etapa de sus vidas. La tendencia a subestimar el ritmo de aumento en el nivel de
vida tiene efectos muy negativos de cara a las políticas que necesariamente habrá que
implementar ya que sirven de apoyo para no tomar decisiones impopulares a pesar del
hecho de que los aumentos en la esperanza de vida puedan derivar en cambios muy
importantes en el número de mayores y de ancianos en la sociedad (Oeppen y Vaupel,
2002; Fogel y Costa, 1997).
TABLA 3.
ESCENARIOS POSIBLES PARA LA LONGEVIDAD DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
DE 80 AÑOS DE EDAD, 2005-2050
Nota: Para estimar la población por edad, se ha utilizado las proyecciones del INE [2002] (Escenario 1). Para la
estimación de la vida media, se han utilizado las desarrolladas por el INE a partir de la mortalidad en 2005.
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
La otra cuestión también arroja una respuesta muy provisional pero no del todo alentadora. De acuerdo con un estudio pionero publicado en 1989, se puso de manifiesto que
los aumentos en la esperanza de vida en Estados Unidos eran resultado ante todo de
años vividos en situaciones de discapacidades prolongadas (Crimmins, Saito y Ingegneri, 1989; Crimmins, et al., 1994). Más recientemente los mismos autores han encontrado que la incidencia de discapacidad continúa aumentando entre grupos menos favorecidos de la sociedad norteamericana, aunque no se da ya entre grupos de niveles
socioeconómicos más altos (Crimmins y Saito, 2001). En otro estudio aún más reciente, esta vez sobre las diferencias por nivel educativo en la esperanza de vida en salud en
los USA durante la segunda mitad de los 1990, los resultados de nuevo son preocupantes: a los 65 años de edad, en torno al 47% de la esperanza de vida de las mujeres se
pasará en condiciones de discapacidad, y a los 80 años este porcentaje será cercano a
los 57%. Estos datos arrojan también importantes diferencias por nivel educativo, con
personas de más educación disfrutando durante bastante más tiempo de una vida en
salud (Molla, et al, 2004; Crimmins, et al., 2001).
Estos estudios nos animan a pensar que los aumentos en la esperanza de vida no se están
logrando sólo en la prolongación de la vida en salud, sino a menudo con una prolongación igual o superior de la vida con salud precaria y sin autonomía personal. Igualmente cierto es que hay abundantes muestras de que llegamos a cada vez mayor edad en
condiciones aceptablemente buenas de salud (Crimmins, et al., 1994). Ello no quita lo
dicho sobre la discapacidad, pero sí que ofrece un matiz muy interesante.
Los temas planteados en este apartado se inscriben dentro de un panorama bastante
complicado donde el número de personas a edades muy mayores y las necesidades que
tienen no van a hacer más que aumentar en las próximas décadas. Esta cuestión va a
plantear retos verdaderamente importantes para la sociedad en su conjunto y para las
personas que han de arbitrar las estrategias de su propia vejez. Las decisiones a tomar
no van a ser fáciles para nadie y a menudo supondrán la necesidad de renunciar a algo
para poder conservar otra cosa.
Las estrategias públicas en este terreno han de basarse en dos realidades:
1) Es preciso maximizar la duración de la vida en salud de las personas. Una de las
conclusiones de la literatura científica es que el aumento de esta parte de la vida es
consecuencia ante todo de la progresiva implantación de hábitos de vida más saludables. Se trata de logros que se aprecian de forma más nítida entre los grupos más
educados de la población. Aquí las medidas de salud pública y de educación de la
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INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
población parecen marcar un camino esperanzador. La prolongación de la vida en
salud permitirá una prolongación de la vida laboral, una reducción en los costes relacionados con esta fase de la vida, y también un aumento en la calidad de vida de las
personas mayores.
2) Aún en el caso de maximizar los esfuerzos en esta dirección, también es cierto que
la vida con discapacidades –la llamada «cuarta edad»– está aumentando de manera
preocupante. No hay ningún indicio de que esta tendencia vaya a remitir en las décadas venideras. Aquí la actuación del Estado es mucho más problemático. Hará falta
imaginación, la colaboración de instituciones privadas y de los mismos individuos,
y valentía a la hora de tomar decisiones difíciles. Esta realidad propiciada por la
demografía nos aconseja poco optimismo y mucha cautela con respecto al futuro.
UNAS BREVES CONCLUSIONES
Como se ha podido apreciar a lo largo de este escrito, la población en España y su evolución previsible en las décadas venideras va a plantear grandes retos a la sociedad.
Estos retos estarán relacionados con la estructura por edades de la población que exigen
niveles elevados de transferencias de bienes y servicios entre generaciones, así como de
su propia longevidad vivida bien con salud, bien con discapacidades cada vez mayores.
Constituye una mezcla que, en opinión del autor de este escrito, no admite pronósticos
excesivamente halagüeños para la sociedad. Es también posible que esta situación se
vea agravada en un futuro no muy lejano por el inicio de un descenso generalizado de
la población, con todo lo que ello podría suponer de cara a la capacidad de crecimiento de la economía. De ocurrir así, los retos para la sociedad española serían aún mayores de las que se prevén en la actualidad.
Tradicionalmente en países como España la familia ha desempeñado un papel nada despreciable en el socorro de sus propios miembros vulnerables. De hecho, su actividad ha
logrado suplementar las escasas políticas sociales que habitualmente se han dado en
países de familia fuerte, como las del Sur de Europa (Reher, 1998 [2001]). En estos
momentos numerosos investigadores están evaluando la capacidad de la familia para
hacer frente a algunos de estos retos que se irán presentando en el futuro. El problema
radica en que la institución familiar está y estará sujeto a los mismos cambios demográficos que la sociedad en su conjunto: pocos hijos, pocos adultos y muchos ancianos
que viven muchos años. Esto mismo se desprende de los resultados de la microsimulación de las redes de parentesco que Reher (1996: 325-356) hizo hace años. La última
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CONTEXTOS DEMOGRÁFICOS PARA LA TERCERA EDAD EN ESPAÑA
simulación, basada en datos de los años 1985-1990, no del todo distantes de las actuales [si bien con una fecundidad y una mortalidad un poco mayores que los vigentes
ahora], nos permite hacer una idea de cómo se va a estructurar el grupo familiar en las
décadas venideras. Las conclusiones no son nada optimistas. Para egos femeninos de
entre 65 y 85 años de edad, la razón de dependencia del grupo de parentesco se acercará a 1.0 [frente al valor 0.5-0.6 en épocas históricas], lo cual significa que para cada persona en edad dependiente dentro del citado grupo habrá tan sólo un miembro en edad
activa. En una situación así, no cabe esperar que la familia continúe siendo un apoyo
tan eficaz para sus miembros vulnerables, y en concreto de sus miembros ancianos.
Aquí no se duda de la voluntad de la familia, sino de su capacidad.
A lo largo de este escrito, se ha hablado repetidamente del Estado, de las instituciones
privadas y, claro está, de los mismos individuos. Corresponde a ellos lidiar este toro.
¿Lo harán bien? Queda por ver, aunque el presente libro es prueba de que al menos la
empresa privada esté tomando muy en serio estos retos. En cualquier caso, es evidente
que las medidas a nuestro alcance, sobre todo al Estado, son y serán impopulares por
regla general. Cabe insistir en que hay tiempo para abordar estas cuestiones, sobre todo
si se empieza ahora. La educación de la población será uno de los primeros retos que
tiene ante sí el Estado ya que ello creará el caldo de cultivo por dónde se puedan tomar
y explicar decisiones políticas informadas y sensatas, si bien desagradables.
En este tema no cabe minusvalorar la importancia de disponer de políticas favorables al
ahorro y a la acumulación de capital precisamente entre esas cohortes que se aproximan
a la vejez ya que ello puede convertirse en una fuente de desarrollo sostenible para las
personas y para las sociedades, siendo así una especie de «segundo dividendo demográfico» derivado de la transición demográfica. De acuerdo con las ideas de Ronald Lee
y Andrew Mason (2006: 17), el crecimiento de los activos y los efectos positivos potenciales de un segundo dividendo demográfico se verán perjudicados en la medida en que
los países expandan los programas no capitalizados de transferencias al público o a las
familias. En cambio, si se estimula el ahorro y la acumulación de fondos de pensiones,
el envejecimiento de la población puede elevar el capital por trabajador, la productividad y el ingreso per cápita.5
En las sociedades desarrolladas hay y habrá instrumentos y recursos para abordar estas
cuestiones. ¿Serán suficientes? No lo sabemos. Lo que sí es seguro es que estas socie-
5
Para más sobre el tema del dividendo demográfico y los efectos de la transición demográfica, ver Bloom
y Canning (2006) y Bloom, Canning y Sevilla (2003).
59
INSTRUMENTOS FINANCIEROS PARA LA JUBILACIÓN
dades están mucho mejor equipadas para abordar estas cuestiones relacionadas con el
envejecimiento de la población que muchas sociedades en desarrollo donde dicho proceso avanza de forma incipiente pero aceleradísima, pero donde no se dan ni sociedades ricas, ni sociedades con niveles de educación elevadas ni sociedades con sistemas
de provisión social que tengan hondas raíces históricas.
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